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Juventud, competencias y emprendimiento
Mario Pezzini* OCDE
El contexto económico desfavorable de América Latina está poniendo a prueba el progreso socioeconómico reciente. Los jóvenes representan una indudable oportunidad por su potencial para empujar el crecimiento y la inclusión social, política y económica. Pero esta juventud, de grandes aspiraciones, carece de perspectivas de empleo suficientemente buenas. Es necesario que los gobiernos pongan en marcha políticas públicas que generen mejores empleos, fortalezcan sus competencias laborales y generen oportunidades de emprendimiento.
Los jóvenes de América Latina viven hoy en una región cuya economía acumula cinco años de desaceleración. Desaceleración que está poniendo a prueba el progreso social, político y económico de la última década. En este contexto, los jóvenes representan una indudable oportunidad para los países latinoamericanos. Nunca antes la región había contado con tantas personas entre 15 y 29 años de edad, 163 millones, cerca de la cuarta parte de la población, que representan una fuerza política y productiva vital para el desarrollo. El informe Perspectivas Económicas de América Latina 2017, elaborado por el Centro de Desarrollo de la OCDE, la CAF y la CEPAL, analiza el comportamiento, los desafíos y las oportunidades de esta generación de jóvenes con el potencial de empujar el
* Director del Centro de Desarrollo y Director Interino de la Dirección de la Cooperación al Desarrollo de la OCDE.
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crecimiento y la inclusión social, política y económica de América Latina.
los latinoamericanos que salieron de la pobreza en la última década.
Un contexto económico complejo…
...en un momento de grandes aspiraciones de la sociedad y la juventud latinoamericana
La región se encuentra en una situación económica compleja. Después de cinco años de desaceleración económica, las tasas de crecimiento fueron negativas en 2015 y lo serán en 2016. El débil crecimiento mundial, los bajos precios de las materias primas y las condiciones de financiación restrictivas han socavado las perspectivas de crecimiento. Aún más importante, el potencial de crecimiento de América Latina es más débil de lo que se esperaba, confirmando el desafío para superar la trampa del ingreso medio y adelantar su desarrollo económico y social. Este contexto económico está poniendo a prueba el progreso socioeconómico reciente, en especial la consolidación de la clase media, la mitigación de la pobreza y la reducción de desigualdades. El número de pobres en América Latina aumentó en 7 millones en 2015, alcanzando los 175 millones de personas (ligeramente por encima del 29% de la población). Sobre este número penden también entre 25 y 30 millones que podrían volver a caer en la pobreza si la desaceleración se prolonga y también pierden su empleo, se enferman o se retiran; tal es la condición de una tercera parte de
El progreso social y económico de las últimas décadas generó grandes expectativas entre los jóvenes, a las que hoy hay que dar una respuesta. Las políticas públicas facilitaron la inclusión social y económica de sectores históricamente abandonados. Al mismo tiempo, la clase media ascendió al 35% de la población, un tercio más que hace 10 años. Sin embargo, aún el 64% de los jóvenes latinoamericanos —más de 100 millones— vive en hogares pobres o vulnerables. La mayoría tiene acceso a servicios de mala calidad y empleos precarios, mientras que sus posibilidades de movilidad social son exiguas. La desconexión entre las expectativas y las demandas de la sociedad, y el contexto en cual se desenvuelven los ciudadanos ha alimentado el descontento social y ha corroído la confianza en las instituciones democráticas. Tal desconexión ha alienado a las sociedades de sus gobiernos, en especial a esta generación latinoamericana: la primera nacida y criada en democracia, quien ha liderado buena parte de las
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protestas y los movimientos sociales en la región. La inclusión económica, política y social de la juventud está, por lo tanto, inconclusa, impidiéndole a los jóvenes integrarse plenamente en actividades productivas y avanzar en la escala social. Enfrentar este reto requiere señalar las múltiples expresiones de la exclusión: en la falta de empleos de calidad, en la precariedad de los servicios de educación y de salud, y en la limitada participación ciudadana.
La juventud latinoamericana carece de perspectivas de empleo suficientemente buenas… Los jóvenes en América Latina tienden a trabajar en empleos menos productivos, más inseguros y peor remunerados que los jóvenes en los países miembros de la OCDE. Además, enfrentan mayores niveles de desempleo y de precariedad laboral que los adultos de su región. Una quinta parte de los 163 millones de jóvenes que viven en América Latina trabaja en empleos informales (31 millones), mientras que otros 33 millones no estudian, ni tienen un empleo, ni se están formando. Solo el 20% son trabajadores formales y solo el 40% está estudiando. Las tasas de desempleo son casi tres veces más altas para los jóvenes (11%) que para los adultos (4%).
Esta situación es prevalente entre los jóvenes de hogares pobres y vulnerables, quienes abandonan la escuela antes que sus homólogos en hogares de clase media y trabajan en empleos informales. Sin embargo, son las mujeres de la región las más afectadas por estas problemáticas. Las jóvenes representan más de tres cuartos de la población que ni estudia, ni trabaja, ni se capacita (aunque muchas de ellas realizan tareas domésticas). Así, los jóvenes no están involucrados en los principales canales de inclusión social y económica, el sistema educativo y el mercado laboral.
… lo que hace necesario trabajar en generar mejores empleos, competencias y oportunidades de emprendimiento para los jóvenes Más de dos tercios de los jóvenes en América Latina están poco cualificados, lo cual desafía la transformación económica que la región necesita para recuperar sus niveles de crecimiento y superar la trampa del ingreso medio. Muchos jóvenes latinoamericanos se encuentran fuera de la escuela antes de tiempo: más de 43 millones de jóvenes latinoamericanos de entre los 15 y 29 años no han completado la educación secundaria ni están inscritos en la escuela. La
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inversión en la juventud por medio de las competencias, habilidades y el emprendimiento puede encender dos de los motores internos de crecimiento en América Latina.
El apoyo para las start-ups en América Latina transita de la experimentación a la consolidación. Parte de la solución yace en acompañar la reciente expansión de la cobertura de la educación con mejores vínculos con el mercado laboral, desarrollando programas efectivos de capacitación. Alrededor del 50% de las empresas formales en América Latina declara tener dificultades en contratar los trabajadores que necesitan, en comparación al 36% en los países de la OCDE. Este es un problema especialmente urgente en Perú, Brasil y México. De hecho, la educación técnica y vocacional rara vez enseña a los jóvenes habilidades comerciales, técnicas, profesionales o gerenciales de mediano o alto nivel. Esto representa un importante desafío para los países de América Latina, que están desplazándose hacia economías basadas en el conocimiento, donde los ciudadanos necesitan innovar, adaptar y potencializar el capital humano de alto nivel. Incluso aquellos que se gradúan se ven afectados por la mala calidad de la educación
y se incorporan a la vida adulta con competencias por debajo de los estándares internacionales, como muestran los resultados de PISA, en lectura, matemáticas y ciencia. Parte de la solución también reposa en el emprendimiento de los jóvenes, que sin duda puede mejorar la empleabilidad y la movilidad social. Mediante las iniciativas empresariales, los jóvenes pueden mejorar su capacidad para integrarse en los mercados laborales, acumular competencias y mejorar el bienestar propio y de la sociedad. Al mismo tiempo, fomentar el espíritu empresarial es fundamental para promover la innovación y la tan necesitada transformación productiva. Hoy la actividad empresarial de los jóvenes se caracteriza por la coexistencia de unos pocos emprendimientos de rápido crecimiento y muchos de subsistencia. A pesar de compartir motivaciones y actitudes similares hacia el emprendimiento, el emprendimiento juvenil en América Latina está intrínsecamente relacionado con la estructura de los mercados laborales y el tejido empresarial de la región. Los emprendedores latinoamericanos jóvenes son más propensos a trabajar por cuenta propia, a tener una menor educación y a proceder de entornos socioeconómicos más desfavorecidos que en las economías de la OCDE. Los ecosistemas de emprendimiento para empresas de alto potencial y alto
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impacto están en desarrollo en la región, pero todavía son incipientes en algunos países y benefician a unos pocos. El apoyo para las start-ups en América Latina transita de la experimentación a la consolidación. Muchos países han desarrollado herramientas de apoyo institucional a las start-ups y a jóvenes emprendedores. La participación del sector privado ha aumentado, no solo desde el punto de vista de la financiación y la inversión, sino también mediante nuevos actores que apoyan el nacimiento de actividades empresariales innovadoras. Sin embargo, las barreras para la iniciativa empresarial de los jóvenes en América Latina son, en promedio, más altas que en otras economías emergentes y en la OCDE. Los jóvenes empresarios enfrentan dificultades para acceder a instrumentos de financiación, mejorar sus competencias, integrarse en redes de negocios y redes empresariales, acceder a nuevos mercados, y superar barreras regulatorias, incluso en mayor medida que los emprendedores adultos.
Empoderar a los jóvenes fortaleciendo sus competencias laborales dentro de políticas de desarrollo productivo es clave… Los programas de capacitación de jóvenes que combinan enseñanza en el aula, aprendizaje en el trabajo, y servicios de búsqueda de empleo
ayudan a los jóvenes latinoamericanos a integrarse mejor en el mundo del trabajo. Las intervenciones de capacitación tales como Jóvenes con más y mejor trabajo en Argentina, ProJovem en Brasil, Jóvenes en Acción de Colombia, y ProJoven en Perú demuestran que los programas integrales tienen resultados positivos en la empleabilidad, los salarios, y en especial en la calidad del empleo. Por otra parte, aquellos que son más sensibles a las necesidades del mercado facilitan la transición de los jóvenes hacia empleos de calidad y mejores ganancias. Combinar la enseñanza en el aula con prácticas laborales ayuda a los estudiantes a estar mejor preparados para el mundo laboral. El aprendizaje de competencias, tanto blandas como técnicas, en el aula y en el lugar de trabajo ha demostrado ser útil a la hora de preparar a los jóvenes para enfrentar el mercado laboral y es relevante más allá del diseño de cursos cortos de formación profesional. Tanto quienes diseñan los programas de educación vocacional y técnica a nivel secundaria y superior, como también los cursos más académicos deben ofrecer mejores perspectivas de trabajo a los estudiantes. Por otra parte, los países necesitan recopilar información sobre las competencias de los individuos y sobre aquellas que las empresas necesitan para diseñar estrategias nacionales de competencias que
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apunten a mejorar las aptitudes de sus poblaciones.
… junto con políticas que favorezcan emprendimientos de alto potencial y alto impacto Invertir en iniciativas para promover el emprendimiento joven puede mejorar la transición de los jóvenes de la escuela al trabajo. Para ello es importante adoptar una perspectiva inclusiva sobre el emprendimiento con diferentes instrumentos para aumentar la productividad y la equidad. Se debe ir más allá de los microcréditos y promover instrumentos de financiación adaptados a las necesidades de los empresarios jóvenes con requisitos más flexibles sobre el historial de crédito, las garantías colaterales y el riesgo. Las instituciones financieras públicas pueden desempeñar un papel en la flexibilización de los instrumentos de financiación para los jóvenes, tanto a través de crédito como mediante nuevos instrumentos. En el caso de las start-ups en América Latina, la inversión ángel y el capital de riesgo aún están en estado embrionario. Las políticas públicas pueden proporcionar a los inversores más incentivos para participar en las etapas ulteriores del desarrollo de la empresa.
Además de mejorar la oferta de financiación y reducir las barreras de ingreso, es necesario ofrecer más capacitación en negocios y gerencia, y servicios de tutoría y orientación para promover el emprendimiento joven de crecimiento rápido. El acceso a las redes de negocios y los resultados de las empresas están estrechamente vinculados. Estos vínculos reducen las asimetrías de información y proporcionan la posibilidad de acceso a nuevos mercados, mientras conectan a los empresarios jóvenes con otros más experimentados. Los programas de asesoramiento y tutoría pueden ser fomentados, como los desarrollados por Brasil con la Asociacion de Campinas de Startups o por Colombia con los Parques de Emprendimiento, en Medellín. Las evaluaciones de impacto de los programas existentes señalan que aquellos que ofrecen capacitación y orientación son más exitosos que aquellos que ofrecen mecanismos de apoyo financiero, lo que no implica que este no sea necesario. Los programas con mejores resultados son aquellos que tienen un enfoque amplio e integral de apoyo a la iniciativa empresarial a través de capacitación, financiamiento y guía. El fortalecimiento de estos componentes puede mejorar considerablemente la eficacia y brindar efectos a largo plazo. Estos esfuerzos en fomentar la empleabilidad y crear incitativas empresariales competitivas deben ir complementados con políticas que
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generen su demanda. Las economías de América Latina deben diversificarse para aprovechar al máximo el potencial de una juventud capacitada y emprendedora.
Pensar las políticas de competencias y emprendimiento en clave de futuro Invertir en las competencias y en el emprendimiento joven implica también tener en cuenta los cambios futuros y empoderar a la juventud para dirigir los cambios sociales, políticos y económicos. Los cambios tecnológicos y demográficos, junto con la globalización, están impulsando grandes transformaciones económicas, políticas y sociales que afectan al mundo del trabajo, las ciudades y la participación en la política. El mundo laboral al que se enfrentarán los jóvenes en América Latina será diferente al que conocen los adultos contemporáneos: el empleo se desplaza desde las manufacturas y la construcción hacia servicios, tales como el comercio, ventas al por mayor, las comunicaciones y la información. Algunos trabajos desaparecerán y otros surgirán, en especial en tareas complejas que requieren habilidades genuinamente humanas. Las habilidades cognitivas generales, las competencias blandas y la capacidad de resolver problemas complejos devendrán más valiosos a
medida que descienda la importancia relativa de las tareas manuales y las labores cognitivas monótonas. Las políticas públicas y programas de capacitación deben anticiparse y adaptarse a las nuevas demandas. Además, los jóvenes tienen el potencial y las posibilidades tecnológicas para transformar las ciudades de la región en ciudades inteligentes y sustentables, y de transformar las formas de participación política. A través del uso de las nuevas tecnologías —plataformas en línea, redes sociales y teléfonos inteligentes— los jóvenes han encontrado nuevas formas para darle voz y organizar a sus demandas ante el desconecto con las instituciones actuales. Mejores competencias y oportunidades de emprendimiento pueden empoderar a la juventud para desarrollar actividades intensivas en conocimiento y transitar exitosamente el camino entre la escuela y el trabajo. Les ofrecerán además la capacidad de mejorar la productividad e impulsar el crecimiento en la región. Los países de América Latina deberán invertir en los jóvenes de familias más desfavorecidas para que ese crecimiento sea inclusivo, para cerrar la brecha de educación y de oportunidades empresariales, mejorar las condiciones de empleo y, en última instancia, reducir la desigualdad de ingresos.
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Por otra parte, a largo plazo, Latinoamérica debería diversificar y mejorar su estructura productiva para sacar provecho de los jóvenes cualificados y emprendedores. Las economías de la región dependen demasiado de los recursos naturales y otras pocas actividades económicas. Deben explorar las políticas de desarrollo productivo innovadoras para ser partícipes de las cadenas de valor globales y expandir la diversificación económica para ser más competitivos. Así se crearán empleos de calidad para hacer frente a las
oportunidades que plantea el cambio demográfico y emplear a la juventud competente y emprendedora. La región se enfrenta ahora a un momento único. Además de tener la población joven más grande de su historia, más de 15 países tendrán elecciones presidenciales en los próximos dos años, lo que abre el terreno para impulsar cambios y colocar la problemática de la inclusión de los jóvenes, sus capacidades y oportunidades de emprendimiento al frente de la agenda política.