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EL QUE FORMALICE LA INFORMALIDAD UN MAL FORMALIZADOR SERÁ. Arquitecto Walter López Borbón. Universidad Piloto de Colombia.
Cuando ganamos conciencia frente a nuestra eterna preocupación por lograr la tan preciada identidad, sea esta: cultural, social, o política, y descubrimos que supuestamente su contra parte es la diversidad, tenemos que hacer un particular esfuerzo, por lograr una aptitud flexible, tolerante y ante todo abierta, para reconocer en lo desconocido la única posibilidad de auto conocimiento. Identidad y diversidad, dos condiciones dialécticamente dadas y contradictoriamente ligadas, hablar de informalidad solo es posible desde la definición misma de formalidad. De la existencia del “otro” y de su real reconocimiento es que depende la posibilidad de la diferencia, sin caer en la negación, la inútil conmiseración, las posturas mesiánicas y los tan incansables intentos de inclusión. El “otro” existe muy a pesar nuestro y mejor aún, en nosotros mismos. “Lo otro no existe: tal es la fe racional, la incurable creencia de la razón humana. Identidad = realidad, como sí, a fin de cuentas, todo hubiera de ser, absoluto y necesariamente, uno y lo mismo. Pero lo otro no se deja eliminar; subsiste, persiste; es el hueso duro de roer en que la razón se deja los dientes. Abel Martín, con fe poética, no menos humana que la fe racional, creía en lo otro, en “La esencial Heterogeneidad del ser”, como si dijéramos en la incurable otredad que padece lo uno” Epígrafe de Antonio Machado con que Octavio Paz da inicio a “El Laberinto de la Soledad” (1), dando por sentado que solo en ese dolorosa trance del reconocimiento de nuestra eterna singularidad, podremos avanzar en la búsqueda de lo que nos pertenece y de lo que definitivamente hurtamos a los demás. Entonces de lo que se trata es de lograr otra mirada del los Procesos Urbanos, los cuales nos convocan hoy, ya no desde las dinámicas informales de la producción del hábitat, sino de la cada vez mayor informalización de amplios sectores de la ciudad, como si se tratara ya no de una “regularización” de los asentamientos de origen informal, sino de una des informalización de los barrios de origen formal. Otra mirada, con la misma preocupación: como se concibe, se construye, se transforma y se idealiza el hábitat y por ende la ciudad, no desde las ya critica actuación del ejercicio profesional del establecimiento, sino de una interacción de actores sociales poco reconocidos y valorados: los pobladores. La presente exposición esta constituida por tres partes: unas Reflexiones Iniciales de temas relativamente similares, una disertación de las posibles “Lógicas de la Informalidad”, y por último, una propuesta de “Recomposición mental”, con pretensiones de incidencia en el quehacer del Arquitecto contemporáneo.
REFLEXIONES INICIALES: Para nuestra realidad el tema de la informalidad parecería una condición dada, aunque algunos estudiosos como el Profesor Fabio Zambrano argumenta que antes de la independencia no había informalidad, porque esta lo era todo, todos estaban inmersos en una sola realidad de sumisión y dependencia. Actualmente nos encontramos en un país donde la mayoría del empleo generado es de tipo informal, en las trece áreas
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urbanas mas importantes este representa el 58,7%, y en Bogotá la economía mas estable el 51,5% (2), con fenómenos tales como la venta ambulante que llega a involucrar a 216.979 personas, donde existen 120.060 empleadas domésticas y 151.074 se desempeñan como obreros de la construcción (3), esto por nombrar algunas de las actividades que por lo general no representan estabilidad, vinculación a salud y pensiones, continuidad en el ingreso y capacidad de ahorro, entre otros, es decir un total de casi quinientas mil familias, unos dos millones de personas, que mantienen una relación totalmente informal con la economía y por ende con la ciudad. Pero si esto es a nivel de empleo, podemos encontrar en otras aspectos de la vida cotidiana expresiones similares, como es el caso de la venta “pirata” de música, se calcula que más del sesenta por ciento de la venta de música en las ciudades de América Latina se realiza por medio de medios no legales (4), lo que le representa a esta sector perdidas por varios millones de dólares al año. Pero hay caben dos reflexiones, la diferencia en precios entre un C.D. legal y uno “pirata” esta entre 21 dólares a cincuenta centavos de dólar, lo que significaría que si esta opción no existiera, millones de personas en el continente tendrían muy pocas posibilidades de acceder a esta expresión de la cultura y el entretenimiento, y aún más controvertido, financiar a un sector de la economía, para luego ver como los empresarios, intermediarios, Casas Disqueras y sobretodo los artistas, derrochan sus ingresos en excentricidades y “farnofelias”. Aún, en circunstancias más personales, hasta no hace poco tiempo, no estaba del todo resuelto el tema de las parejas que vivían o convivían fuera del matrimonio formal, hoy en día, casi el 30% de los hogares tienen jefatura femenina y de estas el 11,9% tienen hijos menores de 18 años (5). En fin, existen un sin numero de expresiones económicas, sociales y culturales, todas ellas urbanas, donde encontramos la presencia inequívoca de la informalidad, independientemente de lo deseable o deseada que esta sea, hace parte de nuestra realidad de manera estructural y estructurante. De la convivencia con sus formas y expresiones, de su reconocimiento y valoración, dependerá la posibilidad de hablar de la misma sociedad, de la ciudad. La informalidad no puede seguir siendo considera solo como un paso previo a la formalidad, una endemia, o un comportamiento patológico, es parte intrínseca de nuestra historia y posiblemente lo será siempre. De ahí la invitación a una mirada desde la posibles Lógicas de la Informalidad.
LAS LÓGICAS DE LA INFORMALIDAD: Después de varios años de trabajo constante con grupos de pobladores que tienen entre otras características comunes, la producción social de su espacio habitacional y de sus asentamientos, se ha convertido en una obsesión, poder definir o por lo menos explicar, la relación que estas prácticas establecen con las posiciones culturales, políticas y económicas que allí se dan o viceversa, es más, a lo que se ha llegado es a reconocer una forma de ser y estar como ciudadano, que predetermina, no solo la forma de relacionarse entre sí y con los demás sectores de la ciudad, sino una manera de atender y entender las diferentes circunstancias y fenómenos sociales, tanto locales como del entorno en general. Se ha optado por utilizar el término informal, para reconocer tanto a los grupos como a sus múltiples expresiones – culturales, políticas, sociales, económicas, entre otras -, insistiendo permanentemente en lo inadecuado de utilizar términos, que contengan
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cargas y prejuicios, que desde ningún punto de vista colaboran en el acercamiento a este fenómeno. De esto se deriva la necesidad de aclarar algunas diferencias básicas. Es el caso de hablar de Subnormalidad, como si se tratará de una condición precaria de la normalidad, o de la Anormaliadad, como si solo fuera falta de normalidad, o de Marginalidad, como si solo se tratara de un tema asociado a la localización – si bien en muchos casos esta referido a las periferias urbanas, no es su condición generalizada -, se puede llegar al punto de considerar a los grupos minoritarios de la ciudad, los estratos cuatro, cinco y seis, como los realmente marginales (6), Clandestina o Ilegal, lo que establece un principio de Institucionalidad normalmente excluyente, y por último, Espontánea, como si se tratase de un acto sin razón y producto del azar – siendo en este momento, motivo de revisión, las teorías que desprecian y desconocen las posibilidad de la “espontaneidad”-. La Informalidad daría razón de otra “formalidad”, aunque esto ya desdice el esfuerzo inicial, porque se estaría tomando como parámetro la formalidad misma, para lograr definir esta condición social, que no por ser otra, es ya buena, deseable, apropiada o ideal, es “otra”, y esto la hace ya particular – no especial -, y diversa, es decir, no busca desde ningún punto de vista ser construida desde la identidad, se hará sobre su mismo camino, sobre sus huellas, de la tradición rural traerá su fuente y su inspiración, será tradición e innovación, será ciudad y campo, novedad y pasado. Desafortunadamente con esta formación dada desde las ciencias exactas y de las tendencias más ortodoxas de las ciencias sociales, pareciera que no cabe otra posibilidad que entrar a clasificar, delimitar, establecer variables, comportamientos, indicadores, para poder distinguir a unos de otros, para que en una falsa dinámica bipolar lograr señalar que es “Formal” y que es “Informal”, sumando a la ya larga tendencia a redimir y rescatar, entrar a un discurso que además de populista y seudo social, permita asegurar que no es posible un mundo para unos y “otros”, sino un mundo para todos. Pero tampoco se trata del cómodo discurso postmoderno, donde todo cabe y todo es posible, de un liberalismo a ultranza y de una tolerancia maniquea, si bien las posturas extremas de la dialéctica materialista han quedado rebasadas, lejos estamos de llegar, no solo a unos principios de equidad y convivencia, que hagan posible las relaciones de respeto y reconocimiento de unos y otros, sino que ya estamos acercándonos a umbrales relativamente peligrosos y hasta irreversibles, frente al medio ambiente, el manejo de los recursos no renovables o las tensiones entre grupos y comunidades. Entonces, lo que aparentemente es tratar de explicar la aparición de amplios grupos poblacionales urbanos, que producen socialmente su espacio, se ha ido convirtiendo en el reconocimiento no solo de una manera no convencional – “Formal” -, de actuar, sino de todo un conjunto de quehaceres y actuaciones que van dando cuenta de un universo particular en todos los ámbitos de la vida individual y colectiva, desde lo económico, la producción y consumo de bienes y servicios, las relaciones sociales, basadas en principios de solidaridad que garanticen procesos de sobre vivencia individual y de subsistencia colectiva, de expresiones culturales propias y particulares, tanto en la comprensión del mundo que los rodea, y la forma en que se comunican, de entender y hacer la historia, en fin una “otra” manera ser y de hacerse en el mundo, de ocupar el territorio.
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Esta condición, no solo estaría dada a los grupos populares urbanos, sino que incluiría a sectores campesinos e indígenas, y aún a algunos sectores de clase que por sus prácticas profesionales o sociales, no logran o no desean ser identificados, con las maneras típicas de actuar dentro del establecimiento. Esta informalidad se presenta, no de una manera única, ni exclusiva, ni lineal, ni casuística, es posible encontrarla también en grupos etáreos, niños homologados a estados primarios de los adultos, jóvenes desconocidos por el “deber ser” de los mayores, mujeres que desde hace mucho tiempo se han planteado en diferencia con las estructuras patriarcales de poder y reproducción de los esquemas de relación, minorías étnicas, entre otros. De tal manera que las estrategias de inclusión, de reconocimiento desde una sola lógica, de igualdad y homologación, no caben dentro de esta perspectiva es la validación y el respeto en la diferencia, pero no una construcción de mundos que se toleran, sino de realidades que conviven, que comparten espacios, historias y proyecciones sociales, en contra por lo tanto de un proyecto globalizante y enajenador, una informalidad que no se cree validada en si mismo, que acepta sus posibilidades, fortalezas y limitaciones, que cree en el dialogo de saberes, en las múltiples formas de hacer y recomponer el mundo. Esto significa hacer un especial esfuerzo, por estudiar cada una de estas expresiones en general y lo que hace referencia a la producción, uso y transformación del espacio en particular, así como existen barrios de origen informal, aún en muchos casos sin antecedentes de ilegalidad, hay asentamientos de origen legal que asumen posturas desde la informalidad que se hayan en ella y se saben informales, que no pretender llegar a ser como la norma o la convención lo establece, máxime si en un número importante de casos, cuando la informalidad ingresa a participar en la atención de las necesidades básicas de estos grupos, solo logra aumentar sus penurias, limitando el desarrollo de alternativas y de posibilidades.
RECOMPOSICIONES MENTALES: Para atender entonces una situación de tales proporciones, pues ya no solo estamos ante la presencia innegable de Procesos Urbanos Informales de gran proporción, sino que estaríamos ante la ocupación y transformación de los inmuebles de origen formal, de una manera claramente informal. Para esto sería necesario recalcar algunos resultados del Censo del 2.003 (7), del total de 1’597.520 viviendas, se ha llegado a establecer que el 24,4% de los predios de la ciudad son de origen informal (8), si partimos que la ciudad tiene 1’900.000 hogares, tendríamos un déficit cuantitativo de 316,765 unidades, lo que sumado al déficit cuantitativo de 500.000 unidades, nos da una población de casi la mitad de la ciudad por atender. A esto hay que agregarle que 237.000 familias comparten vivienda, de estas 127.395 presentan hacinamiento y 158.000 viven en cuartos, llegando la no despreciable suma de 213.000 familias que comparten baños, de todo esto se puede inferir, como la Vivienda Compartida y la urbanización informal son las casi únicas alternativas para el sector popular de la ciudad. Si a una vivienda producida por el sector privado o público, sea esta o no de desarrollo progresivo, se le va imponiendo una ampliación de manera poco técnica del programa inicial, máxime si se incluye el tema productivo en predios de frentes absolutamente mínimos, vamos teniendo como resultado una afectación de la estructura, poniendo en riesgo posiblemente la calidad sismo resistente de la misma, las calidades
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habitacionales, la aplicación normativa, y la imagen del barrio. Esto sumado a la apropiación indebida del espacio público, las vías y el deterioro de los equipamientos comunales, nos llevan a suponer que estaríamos pasando de cubrir déficit cuantitativos, para sumar al actual déficit cualitativo. A lo máximo que se ha llegado a la fecha es a la implementación de manera corta y parcial del Programa de Mejoramiento Integral de Barrios, que si bien tiene pretensiones de lograr los mejores índices de consolidación de los asentamientos, la tendencia ha sido hasta ahora, a darle mayor énfasis a la aplicación de subsidios en “Sitio Propio”, dejando atrás temas tales como: la densificación, la integración inmobiliaria, la planificación no por predios sino por sectores y lo que es más importante, la visión de conjunto y a horizontes de tiempo mayores, de las posibilidades y vocaciones de los barrios y su entorno. Es de esta manera, como nos estamos acercando a ver procesos cada vez más acelerados de deterioro, no solo en los barrios de origen informal, sino en los que supuesta por su origen habían superado la posibilidad de representar una amenaza para la ciudad. Por último, no sobra anotar la imperiosa necesidad de entender la intervención en el conjunto de la ciudad, tanto en zonas céntricas de renovación, en los anillos intermedios supuestamente consolidados, como en la misma periferia, de manera no solo integral, sino participativa y estructural, pues no se trata de un ejercicio básico de diseño urbano – arquitectónico, y menos de un ejercicio predio a predio, las intervenciones deben garantizar constituirse en un escenario adecuado para el fortalecimiento de las actuales redes sociales, la promoción de alternativas que incidan en la formación para el empleo, que recuperen de los barrios informales su carácter e identidad, que hagan del ejercicio de Recomposición Urbana, un obligado ejercicio de Recomposición mental, de promotores y pobladores.
Notas: (1) Paz Octavio. “El Laberinto de la Soledad”. Fondo de Cultura Económica. Ciudad de México. 1959. Pág. 7. (2) Cámara de Comercio. Observatorio del Mercado de Trabajo. Empleo, Desempleo e Informalidad en Bogotá. Segundo trimestre del 2.004. Tabla: Proporciones de Informalidad por Áreas Metropolitanas. (3) DANE y D.A.P.D. “Encuesta de Calidad de Vida”. 2.003. Páginas: 97, 96 y 91. (4) Búsqueda por Internet a través de Google en: “Música y Piratería”.
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(5) DANE y D.A.P.D. “Encuesta de Calidad de Vida”. 2.003. Páginas: 43. (6) DANE, Alcaldía Mayor. “Recorriendo Bogotá”, establece que entre los estratos cuatro, cinco y seis, solo llegan a completar un 12,4% del total de la población de la ciudad. (7) Censo DANE 2003. (8) Datos D.A.P.D. a mayo de 2007.
BIBLIOGRAFÍA: •
Paz Octavio. “El Laberinto de la Soledad”. Fondo de Cultura Económica. Ciudad de México. 1959.
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Tarchópulos Sierra Doris y Ceballos Ramos Olga Lucía. “Calidad de la Vivienda Dirigida a los Sectores de Bajos Ingresos en Bogotá”. Instituto de Vivienda y Urbanismo – INJAVIU -, Universidad Javeriana. Bogotá. 2.003.
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Duhau Emilio. “Hábitat Popular y Política Urbana”. Universidad Autónoma Metropolitana. Ciudad de México. 1998.
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Rodríguez López Alfonso. “Suelo Urbano y Vivienda Informales”. Instituto Politécnico Nacional. Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura. Tecamachalco México. 2000.
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Piñón Juan Luis – Coordinador -. “La Recomposición de la Ciudad Informal”. Centro Internacional de Ciudad Informal. Universidad Politécnica de Valencia. 2001.