La muralla invisible

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Sergio Helguera

LA MURALLA INVISIBLE

Octubre 2014


Dicen que las mejores cosas de la vida suceden sin esperarlo, y así fue como sucedió aquella fría mañana de primavera. Aunque la vida aún era algo novedoso para él, y muchas nuevas sorpresas golpeaban la puerta cada día. Lenta e inevitablemente se iba acostumbrando a la rutina, mezclando la realidad con la imaginación, marcando cada vez con más firmeza la línea que las separaba. Nunca imaginaría que, en ese preciso instante, abriría sus ojos para ver la realidad de un universo al que, sin dudarlo, pertenecía. Mucho más hermoso e increíble que el mejor de sus sueños, se abrió ante su mirada un maravilloso mundo, repleto de personajes fantásticos y colores nunca antes vistos. Formas, tamaños y movimientos lo asombraron de tal manera que su boca se abrió sin notarlo y sus ojos no alcanzaban a abarcar toda aquella fantástica extensión. Una sonrisa se dibujó en su rostro y se dejó llevar por un impulso que provenía de lo más profundo de su ser. Sin pensarlo dos veces dio un paso hacia adelante, para sumergirse en ese mundo de ensueño. Fue en ese instante cuando sintió un golpe en su frente. Levantando sus pequeñas manos, sintió la fría superficie de un vidrio que se alzaba delante de él. Una ventana, una puerta transparente, un muro imposible de traspasar. Una barrera impenetrable que lo separaba de aquel maravilloso universo de color. Sus dedos recorrieron insistentemente toda la extensión de aquella muralla, pero fue en vano. Golpeó una y otra vez la barrera invisible que le impe3


día avanzar, pero sus fuerzas no fueron suficientes para derribarla. La frustración comenzaba a tomar forma en su rostro y en su mente. ¿Cómo sería posible? ¿Qué fuerza misteriosa le impedía acercarse y vivir para siempre en ese increíble mundo? Quedó en silencio y suspiró profundamente, observando detenidamente cómo aquellos personajes lo miraban desde el otro lado. Con su nariz apoyada en la pared invisible, sus ojos recorrían una y otra vez toda la extensión de aquel valle de ensueño. Una tropilla de caballos de colores perseguía a un unicornio azul que era montado por un increíble ser de poderes inimaginables. No muy lejos de allí un pequeño ser del espacio exterior trataba de encender su diminuta nave espacial, mientras reía a carcajadas con un oso de colores que no podía reconocer. Ajenos a lo que les rodeaba, una princesa dialogaba cordialmente con un soldado, ambos en el interior de un hermoso auto brillante. La larga cola de un dinosaurio impedía el paso del tren a vapor que realizaba su recorrido. Por donde sus ojos mirasen, encontraba innumerables personajes, naves, automóviles y seres de poderes ilimitados que jamás hubiese podido siquiera imaginar. Todos conviviendo en ese maravilloso mundo. Un mundo al que quería pertenecer. Se alejó un poco de la barrera invisible, y ésta le devolvió el reflejo de su rostro. Contrastando con aquel mundo feliz, podía ver sus ojos llorosos y una lágrima que comenzaba a recorrer su mejilla. Gol4


peó una vez más la pared invisible y trató en vano de empujar. Sus fuerzas y su voluntad no eran suficientes. ¿Cómo pudo haber llegado hasta ahí? ¿Cómo sería posible que no pudiera entrar en ese mundo? ¡Estaba seguro que era allí donde quería vivir por siempre! Gritó con todas sus fuerzas con la esperanza que lo escucharan, pero su voz no pudo penetrar la muralla invisible. Aquellos seres permanecían inmutables a sus plegarias. Ahora sus dos ojos fabricaban lágrimas sin cesar, mojando sus manos y opacando aquella pared que lo mantenía cautivo. Ya casi sin fuerzas, dio pequeños golpes con sus dedos y apoyó su mejilla contra la barrera invisible. Los seres del otro lado parecían no percatarse de su presencia. Seguramente estarían muy ocupados divirtiéndose en ese maravilloso universo. En aquel momento comenzó a preguntarse ¿cómo continuaría la vida a partir de ese momento? ¿Estaría encerrado en aquel lugar para siempre, detrás de esa pared invisible? ¿Se darán cuenta, en algún momento, de su presencia? Todo su mundo comenzaba a volverse extraño y confuso. Sin poder evitarlo, comenzó a llorar desconsoladamente. Las lágrimas impedían ver con claridad ya aquel mundo deseado. Todo se volvió borroso y lo único que podía hacer es rendirse a la fuerza de la muralla, arrodillarse ante su presencia y rogarle piedad para ingresar a su mundo. En ese instante, de forma inesperada, una mano lo tomó de su brazo y lo ayudó a ponerse de pie. Secó sus lágrimas y miró hacia arriba. De inmediato 5


reconoció su rostro. Era su mamá. Una sonrisa apareció repentinamente y la pena desapareció con su magia. Avanzando por una calle ruidosa y rodeado de piernas que iban y venían, giró la cabeza una vez más, deseando volver a ver algún día aquel maravilloso mundo, un mundo al cual pertenecía.

Sergio Helguera Colección Cuentos Cortos www.sergiohelguera.com.ar

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