Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 1. Realidad Aumentada © 2010 Bruno Nievas info@brunonievas.com www.brunonievas.com
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Registro y depósito legal Presentada en el Registro de la Propiedad Intelectual Depósito Legal AL-501-2010 ISBN 978-84-614-0203-8 Versión: 22 de febrero de 2011 15:00 Palabras: 97.758
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 2.
A mis padres, que nos dieron la vida A mi abuelo, que nos llenó de alegría la vida. A mis cuñados, María y Antonio, que se unieron a nuestras vidas. A mis sobrinos, Antonio y María, que nos dan la vida. A mis hermanos, Chiki y Tati, que son parte de mi vida. Y a Sonia, que es mi vida.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 3.
Mi mayor agradecimiento a Juan Gómez-Jurado, que sin conocerme de nada ha creído en mí más que yo mismo. Un halago difícil de entender en cuanto que viene de uno de los mejores escritores nacidos en nuestro país, y que va a ser (si no lo es ya) uno de los mejores de la historia… Ojalá que hayas acertado.
Y a Amparo Luque, a la que sólo le puedo expresar la mayor gratitud posible por su paciencia, perseverancia y amistad, virtudes por entero desinteresadas y que han dado un fuerte empujón a un texto que ha ganado muchísimo con sus correcciones y aportaciones. Cuento contigo.
A los amigos de Quality Center, por el apoyo mostrado en todo momento (gracias, José Luís y Javi). www.qualitycenter.es
Y a Padelalmeria.es, por su ayuda, apoyo, y alojar el archivo de la novela (gracias, Tomás y Antonio). www.padelalmeria.es
(Estas webs son de gente que me ha apoyado, y no son enlaces patrocinados)
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 4. "Realidad Aumentada es un viaje salvaje a los confines de la tecnología y de la mente, narrado con el pulso de un escritor que dará mucho que hablar. No se la pierda" "Me gustó mucho la primera versión de la novela que leí hace unos meses y tengo ganas de leer esta versión definitiva. Creo que las editoriales deberían darse de bofetadas por incluir a Bruno Nievas en su catálogo de autores..." Juan Gómez-Jurado.
Juan es escritor, bestseller internacional, con cerca de 4 millones de libros vendidos y traducido a 42 idiomas. Es autor de “Espía de Dios”, “Contrato con Dios” y “El Emblema del Traidor”, tres de los mejores libros que he leído, especialmente el último, un impresionante thriller histórico.
Actualmente se encuentra escribiendo una nueva obra que, por lo poco que he tenido la suerte de conocer, va a ser una de las mayores creaciones de nuestra literatura contemporánea.
Puedes (y debes) visitar su web, en www.juangomezjurado.com
Muchas gracias, Juan.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 5. “La esperanza es el sueño del hombre despierto.” Aristóteles
Capítulo 01 Parálisis
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 6. Lo peor que puede pasarle a cualquiera es que el cerebro quiera correr pero el cuerpo no obedezca. Se llama parálisis… Los pocos viandantes presentes en el paseo marítimo a esa temprana hora de la mañana miraban al cielo con la boca y los ojos muy abiertos. A lo lejos se oyó una risa nerviosa, fuera de lugar. Él notó una ráfaga de aire en el cuello y una opresión en el pecho que le atenazó todos los músculos. La culpa la tenían unas inmensas masas de un gris oscuro y brillante que flotaban, mar adentro… pero a unos cien metros de altura. Habían aparecido acompañadas por un lejano y sordo zumbido que se anclaba a la médula de los huesos. Supo que podía estar siendo testigo en ese momento del mayor hito acontecido a la Humanidad a lo largo de toda su historia. Pero también intuyó que no iba a ser un día celebrado. Por algún extraño motivo consiguió empezar a moverse, dando gracias a su creador. Fue a cámara lenta, como en los sueños. Se dio cuenta de que era porque estaba aterrado. Como neurólogo, sabía que la adrenalina, producida en las glándulas suprarrenales, aumentaba el ritmo cardíaco y respiratorio, aceleraba la velocidad muscular y mental y preparaba al organismo para enfrentarse a un peligro. Como ingeniero informático, calculaba las posibilidades de que lo que estaba viendo fuera posible. Tras sólo unos segundos, la evidente presencia de una nueva especie inteligente en el planeta Tierra, en su ciudad natal y a unos metros de donde él salía a correr todos los días, le pareció que justificaba la mayor descarga de adrenalina que su cuerpo podía haber recibido nunca. Esa idea le invitó a abandonar sus lógicos y racionales cálculos. Consciente de que la lentitud muscular era más psicológica que real y que las ganas de llorar eran un efecto del miedo, logró por fin darse la vuelta y empezar a correr, con un gran esfuerzo por no empezar a sollozar, cuando oyó los primeros ruidos. No vio los destellos pero sí percibió con el rabillo del ojo cómo caían al suelo las primeras personas que perdían la vida en nuestro planeta por culpa de una especie extraterrestre. No sintió pena, lástima o el más mínimo deseo de acudir a auxiliarlos, aún siendo médico. Sabía que era absurdo, si lo intentaba
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 7. terminaría atravesado por lo que fuera que estaba fulminando a las personas que intentaba dejar atrás. Decidió seguir corriendo, se concentró en la esquina del final de la calle por la que había decidido huir y, aún a cámara lenta por el miedo, logró girarla para esconderse tras ella. Se pegó a la pared, de espaldas a las masas y al horrible zumbido y trató de coger un aire que casi le arañaba al respirar. Una parte de su cerebro, uno los más brillantes de todo el país, le dijo que siguiera corriendo. Con otra porción de su masa gris, él mismo se preguntó que a dónde. Un zumbido horrible y creciente le dio la clave. Lo importante no era correr, sino esconderse. Se tiró al suelo y se arrastró bajo un coche que estaba aparcado. Tumbado vio cómo otros coches que circulaban por la calle frenaban en seco para no volver a arrancar, en una cacofonía de metal chirriando, ruidos sordos, golpes secos y cristales rotos. Se quedó tan quieto que descubrió que tenía que respirar de forma consciente, ya que si no se asfixiaría por el miedo. Hacerlo le costó horrores pues temía que cada vez que siseaba aire fuera percibido por un enemigo que ni sabía dónde estaba. Tras cada golpe seco reinaba ese zumbido que no se oía pero que había acampado en el interior de su cráneo. De todo su cuerpo. Entonces todo se volvió negro.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 8. Miércoles, 4 de febrero de 2009
Abrió los ojos jadeando y con el corazón taladrándole el pecho. Vio que un halo de tenue luz se colaba por las rendijas de la persiana y por fin exhaló el aire que estaba conteniendo. Otra vez la misma pesadilla… Era la misma historia una y otra vez, que se le aparecía en distintas formas desde que era un niño. Unas veces en la playa, otras en el campo y hasta en una especie de castillo abandonado. En él vivía una invasión extraterrestre que aniquilaba a la especie humana y lo curioso es que casi nunca se veía luchando. Él sólo huía, corría intentando alejarse de ellos. Unos seres fríos cuyo aspecto nunca lograba recordar, salvo que eran altos y espigados. Huía porque sabía que cualquier tipo de enfrentamiento era inútil, moriría en una fracción de segundo y alguien con su inteligencia debía sobrevivir. Si la Humanidad necesitaba hombres para resurgir, reconquistar y volver a poblar el planeta, no podía desprenderse de alguien con su habilidad mental. También sabía que le daba auténtico pánico morir y ese era el principal motivo por el que huía de forma tan cobarde. No es que no fuera consciente de que algún día envejecería y estaría próximo a la muerte. Pero morir a manos de un ser frío al que no le importaban ni su vida ni su intelecto, le daba pánico. Desde hacía unos cuantos meses las pesadillas se repetían con más frecuencia, algo que le estaba destrozando el humor por culpa de sus frecuentes despertares. Fastidiado y con fragmentos de su sueño aún revoloteando alrededor suyo decidió que ya era tarde para volver a dormirse, así que se levantó maldiciendo el rato de sueño que iba a perder. Se levantó y fue al baño. Al mirarse al espejo vio que la persona que más quería en el mundo le miraba con ojos cansados. A sus 43 años de edad, Jacob Assavar podía presumir de tener un rostro anguloso que le daba cierta superioridad, pues recordaba al de grandes actores que habían hecho de duros militares en películas de la Segunda Guerra Mundial. De ojos penetrantes y de un intenso color miel -casi amarillos-, poca gente podía aguantarle la mirada cuando se enfurecía. Sus 180 centímetros de altura, complexión delgada pero algo atlética, voz grave y una de las mentes más privilegiadas de su entorno,
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 9. imponían un enorme respeto a aquellos que le rodeaban y que intentaban interponerse en su camino. Unos pocos lo habían intentado pero pocos lo habían conseguido. Para llegar a ser médico especializado en neurología y licenciado en Informática Assavar había dejado a unos cuantos rivales profesionales por el camino, algunos de ellos muy poderosos y con numerosos contactos, incluso de índole política. Algunos intentaron ridiculizarle acusándole de que ya no era médico y de que no le gustaban los pacientes. Pero poco habían podido hacer cuando el neurólogo, de pocas palabras pero intensas miradas, obtenía un premio tras otro y se especializaba en el análisis informático del comportamiento humano, desarrollando algunas de las mejores rutinas de inteligencia artificial que se habían escrito hasta la fecha. Algunos de sus programas informáticos lograban diagnósticos más certeros y rápidos que ningún médico y habían ayudado a millones de pacientes. Sus detractores apelaban a la psicología barata o a la mayor de las suertes como base de su éxito. Aturdido aún por el sueño, Assavar decidió intentar correr unos minutos y así respirar algo del húmedo aire de la madrugada. Se puso unas zapatillas y en menos de cinco minutos estaba inhalando profundas bocanadas de aire al ritmo de sus regulares zancadas. Tras una corta pero intensa carrera, una cálida ducha y un cargado café le hicieron sacudirse los resquicios del miedo que había sentido durante la pesadilla. Apenas la recordaba, pero le quedaba una inquietante sensación de desamparo. Que iba a tardar mucho tiempo en desaparecer.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 10. Nada más salir a la calle, Jacob se empapó del buen tiempo de Almería, la ciudad donde había nacido y vuelto tras sus largos y complejos estudios, que había cursado entre Europa y Estados Unidos. Allí había conocido a los mayores especialistas en informática y neurología, aunque era él, precisamente, uno de los que más había logrado evolucionarlo. Tras varios trabajos en los que intentó demostrar que el cerebro podía ser tratado como un ordenador y en los que sólo había cosechado risas y críticas de sus numerosos detractores, por fin cambió su suerte. Mientras trabajaba en el hospital empezó a desarrollar su primer programa de diagnóstico médico. Los compañeros que aceptaron probarlo se quedaron asombrados con las primeras versiones. Hizo falta muy poco tiempo para que una empresa lo comercializara y en menos de un año Jacob se convirtió en Director de su nueva rama de Software Médico. Contrató a unas cuantas decenas de colegas y sacaron programas de todas las especialidades médicas que se actualizaban por Internet. A los dos años ningún médico que se preciara pasaba consulta sin utilizarlos. Jacob ganó cantidades desorbitadas de dinero y tras darse cuenta de que necesitaba nuevos retos abandonó la dirección del programa y permaneció como asesor externo en un cómodo retiro en su tranquila ciudad natal. Allí se dedicaba a seguir sus investigaciones y meditar nuevos proyectos. El último era un programa que, incluido en un reproductor de MP3, reproducía la música en función del ánimo del usuario. Lo que pocos sabían era que el software analizaba la biblioteca de canciones y al reproducirlas el tono de alegría de estas iba mejorando de forma progresiva. El resultado era que el dispositivo conseguía subir el estado de ánimo del usuario sin que este se diera cuenta. Lo curioso era que esta característica no se detallaba en ningún sitio. La empresa fabricante, IntexSys, negaba su existencia aún sabiendo que era cierta. Aunque algunos foreros y locos de la web apuntaban a que era así, nadie había podido demostrarlo. Lo que sí sabía todo el mundo es que este reproductor era el más vendido del planeta. La competencia se tiraba de los pelos ya que IntexSys, una desconocida hasta hacía un año, vendía unos reproductores famosos por una característica que negaba pero que funcionaba a la perfección, lo que hacía que la curiosidad de la gente (y las ventas) no pararan de aumentar. Dos días antes, Jacob estaba revisando una nueva característica de su software cuando el tono de llamada de su iPhone destrozó su concentración.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 11. Molesto por la interrupción, deslizó el dedo índice por la pantalla con un gesto de fastidio. El mal humor le duró muy poco. —¿Doctor Jacob Assavar? Perdone que le llame así, sin avisar. Soy Stephen Boggs, ¿me conoce? A Jacob le costó creerlo. Por un segundo estuvo a punto de colgar, pensando que era una broma. —¿Stephen Boggs?, ¿es usted… Stephen Boggs? Boggs era uno de los gurús del planeta en desarrollo de software y hardware. —¡Saludos, Jacob! —exclamó Boggs en un castellano algo atropellado —. Escuche, no tengo demasiado tiempo. Estoy en España y me esperan para una rueda de prensa que por cierto podrá usted ver en directo en televisión, aunque le aviso que me obligan a ponerme una fea corbata rosa corporativa que no me parece nada apropiada. Pero perdone, que estoy divagando. El motivo de mi llamada es que me gustaría verle para proponerle algo que creo va a ser de su interés. ¿Qué me dice? Stephen Boggs en persona… ¿será cierto? —Señor Boggs, esto es un enorme halago. Sin embargo, vivo en Almería y no sé si vamos a poder coordinar… Sonó una risa atropellada por el teléfono. —Claro, perdone, Stephen, pero es que usted no lo sabe, por supuesto… estoy en Madrid para la rueda de prensa. Pero nadie ha dicho que vayamos a vernos aquí. El miércoles le veré en la cafetería que a usted más le guste… pero allí, en Almería. Jacob se quedó paralizado. A él le habían llamado loco cuando decidió volver a su ciudad natal ¿Y ahora uno de los gurús de este siglo quedaba con él allí? Empezó a pensar que, después de todo, igual hasta era una broma. Por miedo a cometer una estupidez decidió quedar con Stephen. Nada más colgar las dudas le asaltaron. Ya era llamativo que Stephen Boggs estuviera en España, pero… ¿iba a ir a Almería sólo por verle a él? Conforme pasaban los minutos más se convencía Assavar de que la llamada había sido una pesada broma de alguno de sus compañeros.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 12. Menuda gracia… Crispado y dándole vueltas a la estúpida broma se levantó. Le habían arruinado su mañana de trabajo, pensó mientras encendía la televisión. Todas las cadenas estaban enfrascadas en un debate sobre financiación política irregular. Uno de los dos principales partidos del país estaba detrás de una enorme trama de corrupción que había destapado un solo periodista, que se mantenía bien oculto. Como lo descubran él sí que va a tener problemas… casi los mismos que los que va a tener quien me haya gastado esta broma. Cambió de canal y se quedó tan petrificado que el mando se le resbaló y cayó al suelo con estrépito. En la cadena pública de noticias se veía, en riguroso directo y sentado en una mesa llena de micrófonos a Stephen Boggs, con una camisa blanca… …y una llamativa corbata rosa.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 13. Jacob volvió a la realidad cuando el vehículo de atrás le pitó. El anciano que estaba cruzando el paso de cebra ya había pasado. Jacob seguía abstraído, recordando la curiosa llamada de Boggs. Pidió perdón levantando la mano a la altura del parabrisas y aparcó en el primer sitio que vio libre. Había quedado con Stephen en una urbanización cuya principal virtud era lo aislada que estaba. Bajó del coche y se acercó a la terraza de la cafetería donde habían quedado. Vio a Stephen sentado delante de una taza de espeso y humeante café. Este levantó la cabeza y le sonrió. Jacob aún no se lo creía… ¡El mismísimo Stephen Boggs! —¿Qué tal, Dr. Assavar? Le aseguro que es un placer conocerle. Al igual que hiciera dos días antes por teléfono, Stephen habló en español, pero con un marcado acento inglés. —Señor Boggs, le aseguro que el placer es mío —contestó Jacob—; si lo desea, por mí puede hablar en inglés, si le resulta más fácil. Y también me puede llamar Jacob, si no le incomoda. —¡Jajaja, por supuesto que no me incomoda! —Stephen rió con esa forma de ser más abierta y tan propia de los norteamericanos—. Es más, Jacob, llámame Stephen, y así estaremos más cómodos los dos. De hecho y con suerte, vamos a vernos mucho… —añadió con una sonrisa antes de continuar. —Lo que sí prefiero es seguir en español, si me lo permites, ya que de un tiempo a esta parte lo estoy necesitando mucho y aún me falta práctica! — Dijo, volviendo a reír, como si hubiera hecho un chiste muy gracioso. El camarero llegó y los miró con curiosidad. Acostumbrado como estaba a atender a extranjeros, enseguida catalogó al norteamericano (camisa azul claro, pantalones marrones y jersey atado al cuello), como tal. Sin embargo, el otro le pareció bastante español a la vista de sus pantalones vaqueros, su discreta camisa y su fino impermeable. En cuanto habló para pedir café no le quedó ninguna duda, el acento era de Almería, así que bromas las justas. Jacob no era muy dado a las conversaciones sociales y estaba muy intrigado por el interés de Boggs en él, así que le dejó hablar. Sus primeras palabras fueron de agradecimiento por haber acudido a la cita con tan poca antelación. Jacob no dejó pasar la ocasión de llevar la conversación a su terreno, con prudencia. —No era difícil poder acudir, puesto que me pediste quedar aquí, en
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 14. Almería, que es justo donde vivo. Lo cual, sin duda, no ha hecho sino despertarme una enorme curiosidad… Boggs torció el labio en una sonrisa y su mirada evidenció su profunda inteligencia. —Me has pillado, Jacob, y veo que vas directo al grano, como me gusta a mí también. Seré franco y directo, necesito tu ayuda. —¿Ayuda? —respondió—, ¿cómo un genio como usted, perdón, digo tú, puede necesitar mi ayuda? El neurólogo notó cómo el semblante de su nuevo amigo cambiaba, volviéndose mucho más serio. —Jacob, tengo un problema. Desde hace casi un año estoy al frente de un equipo de alta tecnología en un lugar, digamos… lejos de toda mirada. Ese equipo está desarrollando un dispositivo cuya financiación procede en parte de la Universidad Complutense y de una empresa privada que nos ha provisto de una importante cantidad de fondos. —¿No será un arma, ese dispositivo, verdad? —Tranquilo, jamás me dedicaría a eso. Si me prometes confidencialidad, te puedo adelantar que es un emocionante proyecto de realidad aumentada, solo que… muy evolucionado con respecto a lo que ahora hay en el mercado. —¿Realidad aumentada? ¿Te refieres a, por ejemplo, los móviles que reconocen imágenes del entorno y te superponen información? —Bueno… quizás un poquito más. De hecho, Jacob, entenderás que ese no es tu campo, así que si necesito la ayuda en un experto en el campo de la informática y la neurología y que es capaz de escribir código que interprete las emociones ¿No crees que estamos un poco más allá de esos simples dispositivos que se limitan a decirte que estás frente al Arco del Triunfo cuando lo tienes delante de tus narices? Jacob no pudo reprimir una sonrisa. —Stephen, ¿me estás hablando de un aparato que no sólo reconoce el entorno y superpone información, sino que interactúa con el usuario? ¿Cómo lo hace? ¿Funciona por voz o te has adelantado a eso? ¿No será capaz de interpretar órdenes mentales, no?
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 15. Boggs dejó la taza de café en la mesa, miró a Jacob y sonrió de forma abierta. —Jacob, te tengo por una persona muy inteligente y sé que he acertado llamándote. Pero a partir de este punto y para poder seguir hablando necesito que firmes un contrato fabuloso pero con unas durísimas condiciones de confidencialidad. Jacob también sonrió, sin esconder su estado de ánimo. —Stephen, hazme llegar ese contrato. Antes quiero que lo vea mi asesor, pero cuenta con ello. Stephen se levantó y dejó varias monedas sobre la mesa. Sin perder la sonrisa, le respondió. —Me alegra mucho tu decisión, Jacob. Tu asesor ya tiene el contrato en su correo electrónico y espera tu llamada. Bienvenido al equipo, te aseguro que no te arrepentirás. Tengo que irme, estaremos en contacto. Tú firma el contrato, nosotros nos encargamos del resto. Jacob se levantó y le estrechó la mano. No sabía si era apropiado dar las gracias, pero lo hizo por educación. Antes de darse la vuelta para marcharse, Stephen le confesó —No, Jacob, el que te da las gracias soy yo, te lo aseguro.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 16. Jacob conducía de camino a casa. Nervioso, había pulsado el número de su asesor en la pantalla táctil del teléfono. Al tercer timbrazo se oyó su voz por los altavoces del vehículo. —Estaba a punto de llamarte ¿Sabes algo de un contrato de la Universidad que me han mandado para revisar que pone tu nombre? Me ha llegado esta mañana por correo electrónico, y acabo de leerlo completo… ¿Es todo esto cierto? Jacob estaba asombrado, los acontecimientos empezaban a transcurrir demasiado deprisa para su gusto. —Sí que parece cierto, José. ¿Me lo puedes resumir? —¿Cómo que si te lo puedo resumir? —respondió el asesor—. Te lo resumiré en tres palabras, “firma-ahora-mismo”. Te proponen un contrato por asesoramiento técnico en el que te pagan una fortuna. Si el proyecto se interrumpe, te indemnizan. Y si sale bien, Jacob, si sale bien… te garantizan un contrato de por vida, con beneficios por la explotación del desarrollo… ¡y todo por ser asesor! Mira, lo único es que… —José, un momento —le interrumpió la parte más cerebral de Jacob —, todo eso está fenomenal, pero ¿Dice algo de qué va el proyecto? ¿Y las cláusulas de confidencialidad? Creo que son muy duras, según me han dicho. Se oyó un suspiro por el manos libres del coche, como anticipo de la respuesta de José. —Es lo que te iba a decir cuando me has interrumpido. No pone nada del proyecto, pero tiene que tratarse de algo gordo. Sólo habla de algo de realidad aumentada, tú sabrás qué es eso. En cuanto a la confidencialidad, qué quieres que te diga: yo en tu lugar ni se me ocurriría hablar de lo que sea que vayas a hacer. Si lo incumples no sólo deberías indemnizar a la empresa con diez veces más dinero del que te hayan podido pagar, sino que podrías ir a la cárcel. Tú verás qué hace esta gente, pero si firmas no podrás contárselo a nadie durante el resto de tu vida. Vamos, que morirás con esto. Jacob notó un escalofrío al oír las últimas palabras, una sensación que venía notando desde que tenía uso de razón, cada vez que creía encontrarse frente a algo muy importante. —Arregla los papeles con mi actual empresa para pedir una excedencia, José. Los dejo un tiempo.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 17. “El desdichado no tiene otra medicina que la esperanza” William Shakespeare
Capítulo 02 Ojos azules
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 18. En casa no había nadie. Aún desperezándose se encaminó a la cocina, pero no estaba ni el vaso de leche, ni las galletas, ni el pan, ni nada. Qué raro… tendré que hacerme yo el desayuno. Su madre le solía dejar todo preparado por las mañanas. Lo único que tenía que hacer era calentar la leche en el microondas, ese gran invento que había llegado hacía poco a los hogares. Pero esa mañana era un poco extraña. Y no se oye ningún ruido… En verano su casa era un continuo ir y venir de gente. Su padre se levantaba para ir a trabajar, su madre arreglaba la casa, la chica de la limpieza llegaba temprano y se ponía a mover cacharros sin ninguna piedad... Y no era raro que tocara a la puerta algún vecino, el cartero o alguien que quería dejar publicidad en los buzones del edificio. En muchas ocasiones Jacob se despertaba temprano para luego seguir durmiendo un rato más. Pero esa mañana no había nadie. Percibió que algo no estaba en su sitio, pero no supo lo que era. Lo había notado por el rabillo del ojo y se giró hacia la ventana. Estaba amaneciendo y el cielo clareaba, sobre todo por el este. Entonces se dio cuenta. Allí estaban, flotando a cientos de metros, las enormes naves extraterrestres. Ovaladas, difíciles de distinguir con detalle y a kilómetros de distancia, al norte, hacia el desierto. Sintió pena, desazón, sintió un enorme vacío interior y un intenso frío que le recorrió el cuerpo. Un ruido sordo le hizo dar un brinco mientras ahogaba un grito. ¡Joder, es sólo el ascensor! Pero por algún motivo el ascensor ya no le parecía nada seguro. Sin embargo, fue hacia la puerta. Tenía que ser alguien conocido, ya que dudaba mucho que si la Tierra estaba siendo invadida, los extraterrestres se dedicaran a usar los ascensores para hacer visitas. Se asomó por la mirilla y respiró con alivio al ver a su madre. Emocionado de la alegría, casi llorando, abrió la puerta y la abrazó. Su
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 19. cuerpo era menudo y tan sólo tenía 38 años, pero era una mujer dura, que había pasado muchas dificultades en la vida, y de la que Jacob había heredado su fuerte carácter y su fulminante mirada. Inteligente y severa, estaba proporcionando a Jacob todas las herramientas para que triunfara en la vida, a base de estudiar. Todo lo material se podía perder, pero no los conocimientos, le recordaba ella cuando él remoloneaba ante un inminente examen. —Hijo, tranquilo, no pasa nada. Ya eres un hombre, no puedes venirte abajo. —¿Por qué, qué pasa, mamá? —preguntó, de nuevo con miedo por el grave tono de voz de su madre—. Sí que me preocupa ¿Qué va a pasar? ¿Es que te vas? Su madre se sorprendió, como solía ocurrirle siempre con la enorme intuición de su hijo. —Escúchame: esto es una guerra y necesitan a todo el mundo. Tu padre y yo tenemos que ir, pero tú debes esconderte. Él quería llorar pero no podía, el miedo era mayor. —¿Cómo que luchar? ¿Por qué? ¡Os matarán a los dos! ¡Quedaos conmigo, incluso mejor… huyamos! ¡Entre los tres podremos escondernos! —No, no podemos… huir. Si lo hiciéramos les entregaríamos todo y al final nos matarían a todos, incluido tú y eso no… puede suceder. —¡No, mamá, no os vayáis, dile a papá que le quiero, no os vayáis! —Suerte, hijo, no te preocupes, cuidaremos como podamos de ti — dijo su madre. Soltando a su hijo, se metió en el ascensor y desapareció de su vista. Se quedó en la puerta, en pijama, sintiendo frío y un enorme miedo. No iba a ver más a sus padres.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 20. Lunes, 2 de marzo de 2009
Jacob despertó llorando a lágrima tendida. Estaba destapado y sentía frío. Volvió a cubrirse con las sábanas y sin saber por qué siguió llorando durante unos breves pero intensos minutos. Poco a poco se fue tranquilizando, mientras el calor volvía a su cuerpo. Su respiración se acompasó y se relajó. Él estaba bien y sus padres estaban vivos. Vivían en una bonita casa de planta baja que él mismo les había regalado en una pequeña localidad ubicada unos diez kilómetros al oeste de Almería, donde disfrutaban de un cómodo retiro gracias a sus pensiones, sus ahorros y las ayudas que Jacob les proporcionaba, a pesar de sus protestas. Sus padres no habían tenido que ir a ninguna guerra, aunque si hubieran tenido que hacerlo por su hijo, Jacob estaba seguro de que lo habrían hecho. Tenían sus defectos, desde luego. Pero a pesar de sus discusiones se querían y querían a su hijo por encima de todo en la vida. Ahora, en su senectud, se alegraban cada vez que iba a verlos, algo en lo que no se prodigaba mucho. Quizás por eso había tenido ese sueño, pensó, así que se prometió solucionarlo, aumentando el número de visitas desde ese mismo momento… aunque ese día igual iba a ser complicado. Era el primero en su nuevo puesto de trabajo, en una empresa y un lugar que aún no conocía. Sonrió al pensar en su nuevo trabajo. El papeleo para pedir la excedencia en su anterior empresa, IntexSys, había sido más complicado de lo que esperaba. El Consejo de Dirección no vio con buenos ojos que su asesor más brillante se ausentara durante un tiempo indeterminado. Jacob peleó con ellos ya que se negaron en redondo, alegando que ambos trabajos de asesoramiento eran incompatibles, al ser en dos empresas de alta tecnología casi seguro rivales, aunque ni siquiera sabían el nombre de la otra. Jacob argumentó que él iba a ser contratado por una universidad. Y dado que en ambos trabajos había firmado contratos de confidencialidad y no podía comentar nada, sólo él podía decidir si entraban en conflicto o no. En todo caso, su decisión de pedir excedencia en IntexSys se debía justo a su interés personal por reducir esos posibles conflictos. Entonces le recordaron que gozaba de grandes privilegios como el vivir en Almería, poder acudir a la central de Madrid sólo una vez por semana o su
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 21. plena libertad de gestión, entre otros. Jacob, asqueado de esos directivos demasiado bien alimentados que sólo se preocupaban por los resultados y sus abultados incentivos anuales decidió dar carpetazo al asunto. A la tercera reunión extraordinaria que tuvo con el Presidente y su Consejo de Administración acudió y sin abrir la boca, puso dos sencillas hojas de papel firmadas sobre la mesa. En una pedía la excedencia por un plazo indeterminado, sin derecho a sueldo. En otra, la dimisión incondicional. Ambas llevaban la fecha de ese día. A los cinco minutos salió triunfante. En la pequeña rueda de prensa que dio IntexSys unos minutos después, relatando el abandono temporal del Dr. Assavar, alegaron motivos personales a la vez que un empleado ‘filtraba’ que los auténticos motivos eran de salud… y casi seguro mentales. —¿Quién iba a dejar un puesto así, de forma indefinida? —comentó el empleado de IntexSys al periodista, quien asintió con la cabeza. La noticia tuvo algunas reseñas en los diarios de economía y en un puñado de blogs centrados en tecnología sin mayor repercusión. En unos cuantos foros se discutieron los motivos. Jacob se divirtió de lo lindo mientras los leía en sus ratos de descanso y tomó buena nota de unas cuantas personas que le defendieron. No pudo evitar reír ante los incendiarios textos que escribía a su favor un usuario bajo el seudónimo de “Owl” —búho en inglés— que era muy descriptivo de la persona que se escudaba tras él, como bien sabía Jacob. Le llevó varios días repasar los nuevos contratos, firmarlos y localizar la documentación a entregar. Tuvo que rellenar multitud de cuestionarios de salud y pasar un duro chequeo médico, sobre todo a nivel neurológico, donde le llamó mucho la atención el que le hicieran una resonancia magnética cerebral. Por suerte fue normal, él mismo repasó las imágenes con el Jefe de Radiología, que era otro gran aficionado de los ordenadores. Aún así, intrigado por esas llamativas medidas, intentó hablar con Boggs, pero el propio Stephen le comunicó por teléfono que esos días estaba muy ocupado. Le tranquilizó sobre las pruebas, le dijo que todo formaba parte del protocolo del proyecto y que no se preocupara. Jacob decidió aceptar la explicación de Stephen y no le dio más vueltas. Sin embargo, él era neurólogo y muy lógico en su pensamiento: nadie se gastaba el dinero en pruebas tan costosas y exhaustivas si no quisiera estar
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. P谩gina 22. seguro de la salud neurol贸gica de sus candidatos. Y no le gustaba ninguna de las conclusiones que se derivaban de ese pensamiento.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 23. Jacob oyó el timbre de su iPhone, a las 7:45 horas. Puntualidad absoluta, pensó, mientras deslizaba el dedo para descolgar. —¿Dr. Assavar? Soy su chófer, le espero en la puerta de su edificio — dijo una voz con marcado acento norteamericano. Jacob cogió su mochila, en la que llevaba su inseparable portátil, un potente Macbook Pro de última generación con un impresionante y estilizado diseño en aluminio. Se colgó la bolsa de lona al hombro, sonriendo satisfecho al sentir el peso del ordenador, y bajó las escaleras. En unos minutos estaba sentado en el mullido asiento trasero de un Audi A8 nuevo y de aspecto muy pesado, aunque deportivo y de color oscuro. El chófer, un varón negro de no menos de dos metros de altura, debía pesar más de cien kilos y parecía que iba a hacer estallar su traje. Su cabeza rapada y una complexión propia de un armario invitaban poco a hacer bromas. Al escueto saludo de Jacob, respondió con voz muy grave. —Puede llamarme Smith, Dr. Assavar. Póngase cómodo y si necesita cualquier cosa no dude en pedirla. Smith —pensó Jacob—, ¿no podía ser más original buscando un nombre falso? Estos americanos son todos iguales… En pocos minutos circulaban en dirección norte. Jacob sabía que se dirigían al desierto de Tabernas, situado a menos de treinta kilómetros. No dejaba de ser irónico que uno de los proyectos más ambiciosos de tecnología que se estaba desarrollando en España, con una importante y misteriosa financiación, se estuviera llevando a cabo a menos de media hora de donde él vivía. Y lo estaba dirigiendo Stephen Boggs, padre del sistema operativo más utilizado en los ámbitos empresariales, el BOS 2009, y dueño de la marca de ordenadores más vendida entre las grandes empresas, “Boggs-Uno”. —¿Puedo saber ya a dónde vamos? ¿O me van a vendar los ojos, como en las películas de espías para adolescentes? Por algún motivo ese pensamiento le hizo gracia, pero Smith le borró la incipiente sonrisa. —Muy cerca de aquí, Dr. Assavar, ya estamos llegando.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 24. Jacob pudo ver que estaban frenando para tomar el desvío hacia el tranquilo pueblo de Tabernas, pero nada más coger la salida, en vez de dirigirse hacia el pueblo por la carretera principal tomaron otra más estrecha, que se dirigía hacia el sureste. Sólo doscientos metros después la abandonaron y cogieron una especie de cañón natural que a buen seguro se había utilizado en más de una película de las muchas que Hollywood había rodado en estos desérticos parajes. Dos kilómetros después el vehículo por fin se detuvo con suavidad y Smith le abrió la puerta. —Es aquí, Dr. Assavar, puede usted bajar. Jacob bajó del Audi, que se había portado de maravilla gracias a la tracción de sus cuatro ruedas y su suspensión adaptada para el terreno. Sin embargo, su decepción fue mayúscula al no ver nada que le llamara la atención, a excepción del duro y arenoso suelo del desierto, unos cuantos arbustos marrones típicos de las películas del oeste americano, una pared de roca de varios metros de altura frente a él y otra similar a sus espaldas. Smith sacó un teléfono móvil del bolsillo y tras pulsar varias teclas Jacob vio algo que le arrancó un gemido de admiración. Un cuadrado de unos tres metros de ancho por unos dos y medio de alto se desplazó hacia dentro de la pared de roca que había justo enfrente. Sólo se movió unos centímetros, casi sin ruido y hacia atrás, para acto seguido hacerlo hacia la izquierda. Ante sus ojos quedó una moderna y brillante puerta de acero anodizado que contrastaba con el árido paisaje que la rodeaba. En medio de la puerta un cristal opaco de color azul oscuro casi negro y que cubría casi toda la superficie le daba un cierto aire futurista, pero no dejaba intuir nada del interior. Por supuesto no veía ninguna clase de manija, cerraduras o timbres. Eso hubiera sido muy vulgar… —pensó, mostrando de nuevo su media sonrisa. —Tenga, éste es para usted. Smith le entregó el teléfono que acababa de manipular, un sencillo modelo de Nokia bastante común, mientras continuaba hablándole. —Tiene varios números grabados en la agenda, los de sus compañeros de trabajo y los de apertura de puertas. Como ha visto, para abrir una puerta tan sólo tiene que buscar el número del marco en la agenda y pulsar la tecla de
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 25. llamada. Esta es la puerta cero. Para abrir la de metal debería volver a llamar, aunque no le va a hacer falta, ya que está vigilada todo el día. Ahora le esperan dentro. Recuerde que sólo podrá abrir las puertas que tenga usted grabadas en la agenda. ¡Buena suerte, Doctor! Con gesto decidido el gigante negro de voz grave se giró hacia el vehículo y comenzó a andar. Jacob se encaminó a la puerta, que se abrió sin emitir ruido alguno. Cogiendo aire, entró al mismo tiempo que una descarga de adrenalina le recorría todo el cuerpo, provocándole un estremecimiento.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 26. La entrada no podía ser más sencilla, un rectángulo de unos diez metros cuadrados con un sencillo sofá de piel de color claro, una máquina expendedora de agua y una maceta de plástico. Tres puertas, una enfrente y dos a los lados, apenas distinguibles de las paredes, que también parecían, al igual que el techo y el suelo, de acero anodizado. Había visto estancias similares en más de una película de ciencia ficción moderna. El diseñador de este complejo también debe haber visto las mismas películas que yo… —¡Amigo Jacob, bienvenido a la que ya es tu casa! Stephen Boggs apareció ataviado con vaqueros, camisa blanca, corbata roja y una sencilla bata de laboratorio. Al girarse hacia él Assavar se dio cuenta de que la puerta a su izquierda se había abierto de una forma tan silenciosa que ni se había percatado de ello. —Espero que el viaje haya sido agradable y que Smith haya sido una grata compañía, ya que va a ser tu chófer durante el tiempo que estés con nosotros. —No me puedo quejar del trato, desde luego —contestó Jacob, sonriendo y estrechando su mano—. Me muero de ganas de conocer este proyecto, Stephen. —Tranquilo, Jacob, que el día es largo y habrá tiempo para todo. Acompáñame, por favor. Boggs le guió a través de la puerta central, que conducía a un pasillo estrecho y alargado, de similar estructura que la entrada. —Antes me gustaría que conocieras a algunos de los integrantes del equipo —sonrió, mientras se giraba para mirar a Jacob—, aunque creo que ya conoces al menos a una… —dijo sin poder evitar una sonrisa aún mayor. Antes de que Jacob pudiera contestar nada Stephen siguió hablando, ya sin sonrisa alguna en su rostro. —Jacob, he de confesarte que estoy muy contento de que estés aquí. Este proyecto es uno de los más atractivos que he conocido y sus posibles aplicaciones parecen no tener límites. Sin embargo, ciertos problemas nos han hecho que tengamos que parar su desarrollo… de nuevo.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 27. —¿De nuevo? —Preguntó Jacob. —Sí… te haré un pequeño resumen en unos minutos, pero antes quiero que conozcas a nuestro equipo. El anfitrión sacó un móvil del bolsillo y, tras pulsar un par de teclas, se abrió la puerta, mostrando desde arriba una enorme sala semiesférica, de unos treinta metros de altura, plagada de personas con batas y trajes protectores que manejaban ordenadores, equipos tecnológicos y mesas de trabajo. Alrededor había unas cuantas estancias, que rodeaban lo que parecía ser una gran pista de baile en el centro. En la parte central de ésta había un semicírculo de estaciones de trabajo que parecían coordinar todo el trabajo y en las que había varias personas tecleando a las órdenes de una mujer que no paraba de mirar monitores y dar indicaciones. Era una mujer blanca, de unos 37 años de edad y con el pelo liso, que se movía de un modo que le resultó demasiado familiar a Jacob. No puede ser… A pesar de estar a varias decenas de metros de ella, sus neuronas encontraron la conexión con la memoria en milésimas de segundo y transmitieron los datos a través de la parte inconsciente de su cerebro en dirección a su corteza. A medida que la identidad de esa mujer se hacía perceptible en su conciencia, Jacob sintió cómo su corazón se aceleraba y se sentía muy confuso, incluso mareado. Él no creía en las casualidades y menos si estas estaban relacionadas con los sentimientos, que tan poco lógicos eran para un hombre como él. La persona que estaba en el centro de la estancia, con su pelo liso a la altura de los hombros, unos ojos, color azul mar, de infarto, y una sonrisa que helaba los corazones —el suyo más que ningún otro —era Lia Guddsen, una antigua compañera que a su vez también era la mujer que le había impedido establecer una relación seria con cualquier otra. La única mujer de la que se había enamorado en su vida. Jacob empezó a sentirse mal. Estaba viendo a la mujer que era la mayor responsable de su actual soledad.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 28. Una taza de café caliente no fue suficiente para templar el ánimo de Jacob. Lia Guddsen, ¡¡¡Joder!!! Nada más asomarse a la base de la gran semiesfera que componía el laboratorio y ver a Lia, Jacob había empezado a sentirse mal, lo que empeoró a medida que bajaron a nivel del suelo y se acercaron a la joven, que por supuesto fue la primera persona a la que se dirigió Stephen. La arrebatadora sonrisa y sus mareantes ojos azules hicieron el resto. Nada más acercarse, Jacob tuvo que excusarse, alegando que se encontraba mareado, algo que en parte era cierto, y que necesitaba ir al baño. Diez minutos después estaba sentado en una habitación que servía de sala de descanso. Por un lado estaba contento, tenía que admitirlo. Más que contento, emocionado de volver a ver a Lia. Por otro lado estaba muy enfadado. Con ella porque seguro que ya sabía de antemano que él iba a integrarse en el proyecto, así que como siempre, le llevaba ventaja. Y desde luego con Boggs. Era un genio al que idolatraba, pero no le gustaba que nadie -ni siquiera Stephen Boggs —, jugara con él y con sus sentimientos. Y Jacob no era tan estúpido como para suponer que la presencia de Lia y la suya eran casuales. No, alguien como Stephen Boggs no pasa por alto esos detalles… Como si lo hubiera invocado con su pensamiento la puerta de la estancia se abrió, con un siseo de aire comprimido y entró su anfitrión con una amplia sonrisa. —¿Qué tal, Jacob? ¿Recuperado de ese súbito mareo? Es normal, todo esto es nuevo para ti y te he estado abrumando con informaciones a medias, instalaciones futuristas y conductores que parecen salidos de una película de espías. Espero que no estés incómodo. Jacob levantó la mano en señal de pausa y añadió, en tono suave: —Tranquilo, Stephen. No me gustan las alturas, padezco de vértigo. Al asomarnos al laboratorio me he visto a treinta metros del suelo y era algo que no me esperaba. Pensé que al bajar se me pasaría, pero ya has visto que no. Ahora estoy mejor… —mintió. —¡Cuánto lo siento, Jacob, ya estoy advertido, no más sustos con las alturas! En fin, me alegro de que estés mejor, porque creo que ha llegado el
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 29. momento de que te explique de qué va todo esto. Si te parece bien, lo haremos mientras te presento al personal del laboratorio. —De acuerdo, Stephen, creo que me vendrá bien moverme y empezar a trabajar de verdad —contestó Jacob, esta vez de forma sincera.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 30. “No almacenes en la memoria lo que puedas almacenar en el bolsillo” Albert Einstein
Capítulo 03 Realidad Aumentada
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 31. A los pocos minutos ya estaban de nuevo en el gran laboratorio central. —Bien, retomemos las presentaciones. Este es Lee Chen, nuestro experto en software. Jacob vio un chico asiático de aspecto joven, con el pelo corto, muy delgado y de rostro anguloso, cuya mirada le inspiró confianza. —Encantado —dijo Lee, inclinando la cabeza. —Chen es uno de los mejores ingenieros informáticos del planeta, Jacob, y está al frente de un equipo de doce programadores. Son los responsables de todo el código del proyecto. Desde el programa que arranca el sistema hasta el código de inteligencia artificial más complejo ¡No sabe los milagros que hacen estos tipos con un teclado en las manos! Chen se sonrojó e hizo un gesto con las manos, restando importancia al comentario de Boggs: —Es un placer y un honor para mí contar con usted, doctor Assavar. A pesar de las buenas palabras del doctor Boggs estamos atascados con un problema con el código de interpretación neuronal. Ahí es donde necesitamos su inestimable ayuda. —¿Interpretación neuronal? Entonces es cierto lo que supuse… ¡estáis interpretando órdenes mentales! —Tranquilo, Jacob, tranquilo —contestó Boggs, sonriendo— …todo a su debido tiempo. Déjame que te presente a los otros chicos del equipo y te haremos una pequeña demostración de nuestro trabajo —y acto seguido continuó, sin poder evitar que su sonrisa se ampliara. —A Lia ya la conoces, aunque creo que le debes un nuevo saludo. Jacob por fin saludó a Lia, que se mostró muy sonriente y le preguntó qué tal se encontraba. Conteniendo la respiración, Jacob escrutó sus azules y profundos ojos. Percibió un claro mensaje procedente de su mirada. Nada de tonterías… —pensó Jacob, decepcionado. Los ojos de Lia hablaban por sí solos. No era la primera vez que le ocurría y sabía que él siempre acertaba con ella y sus miradas, así que decidió sonreír, contestar de forma cortés y seguir saludando gente.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 32. Veinte minutos después Jacob había conocido a casi todo el personal del laboratorio. Al frente de hardware estaba Mark Gekko, un caucásico con aspecto de treinta y pocos años y con el pelo alborotado, gruesas gafas y cara de niño despistado, que coordinaba una legión de treinta operarios. Eran los reyes de los cables, las placas bases y los procesadores. Cualquier ensamblaje era posible en sus manos. El equipo de seguridad estaba dirigido por el señor Jones —al parecer no tenía ningún interés en proporcionar su nombre de pila, si es que tenía—, que debía ser familiar cercano de su chófer, dado que no solo era de raza negra, sino que andaba cerca de los dos metros de altura y aunque no era tan llamativo en su físico como Smith, su aspecto no invitaba a tonterías. Jacob pensó que ese proyecto empezaba a atufar mucho a gobierno de los Estados Unidos. Por su parte, Lia era la Directora y Coordinadora de Pruebas y tenía a sus órdenes a un equipo de siete personas, tres hombres y cuatro mujeres, todos ellos ingenieros con diversas especialidades que abarcaban desde la robótica hasta la psicología. Lo que más le había llamado la atención era la completa unidad de asistencia sanitaria, que contaba con dos especialistas en cuidados intensivos, tres turnos de enfermería y una moderna sala que no tenía nada que envidiar a las mejores UCIs del país. —Estamos preparados para cualquier evento. Podemos estabilizar a una persona grave y organizar un traslado de forma eficaz… y discreta. —Le había comentado Stephen. En total, con Jacob eran 55 las personas que componían el núcleo del experimento. Otras cinco se encargaban de la seguridad y unas cuantas decenas más de tareas adyacentes como mantenimiento general, limpieza, suministros, cocina y otras necesidades. Conozco unos cuantos pueblos de Almería que tienen menos habitantes que este laboratorio… —pensó Jacob. —Bien, ya conoces a casi todo el mundo —exclamó Stephen —. Ha llegado el momento de que te hagamos una pequeña demostración.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 33. Jacob se sentía emocionado, algo que hacía tiempo que no le ocurría. Se sentó y se puso cómodo para escuchar la explicación de Stephen. —Como ya sabes, nuestro desarrollo consiste en un aparato de realidad aumentada. Los prototipos actuales recogen una imagen de nuestro entorno y la analizan. Buscan en sus bases de datos o se ayudan de un chip GPS y entonces, con suerte y tras un rato de espera, por fin nos dicen qué es lo que tenemos delante de nosotros. Si somos pacientes hasta pueden proporcionarnos información adicional, como por ejemplo dónde está el McDonald’s más cercano. Nosotros vamos… un poco más allá. Jacob vio cómo unos técnicos desplegaban una gran pantalla semicircular. Colocaron una mesa delante, sobre la cual había un joystick similar al de los simuladores de vuelo. Hacía años que no jugaba y le resultó gracioso reconocer la palanca de mando, similar a la de los cazas del ejército. La voz de Stephen le hizo volver al presente. —Hace dos años empezamos a trabajar en un dispositivo que no sólo reconoce el entorno con una velocidad y una eficacia abrumadoras, sino que ofrece una información cristalina adaptada a las necesidades de cada usuario. Lejos de complicadas interfaces de usuario, nuestro aparato responde a una sola gran premisa, la sencillez. Un operario le colocó unas gafas de gruesa montura de plástico con unos anchos cristales que parecían de pasta y que no deformaban su visión. Quizás eran un poco grandes y pesadas pero por lo demás no le parecieron extrañas. Supuso que serían para ver una presentación en tres dimensiones. —Bien, amigo —continuó Stephen —, te dejo en manos de nuestra Directora de Pruebas, que creo te va a hacer una presentación que te va a gustar. Así que se trata de una presentación, ojalá sea en 3D… —pensó Jacob, no sin cierto nerviosismo. Empezaron a proyectarse unas imágenes de Roma, a pie de calle, sobre la enorme pantalla semicircular. La voz de ella le hizo dar un respingo. —En este momento estás viendo una simulación con imágenes reales de las calles de Roma. Es como si estuvieras ahora mismo en esa ciudad. Si mueves hacia delante el joystick verás que la imagen se desplaza simulando que caminas hacia delante. Si lo mueves a los lados girarás. Prueba, Jacob.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 34. Este obedeció y observó asombrado lo bien que funcionaba el programa, simulando hasta los pasos que hubiera dado Jacob al andar. ¡Joder, de verdad parece que estoy ahí! Probó a empujar la palanca de juego hacia delante, con fuerza, y le agradó comprobar que el programa simulaba que corría, desplazando las imágenes a mayor velocidad. —Estupendo, Jacob, veo que te has familiarizado enseguida —dijo Lia por su micrófono—, ahora te recomiendo que muevas la palanca con suavidad porque vamos a activar nuestro dispositivo. ¿Qué? ¿Es que todavía no está en marcha? Jacob se preguntó qué podía ser mejor aún que lo que estaba viendo cuando oyó un suave zumbido procedente de las gafas. El corazón le dio un vuelco.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 35. Seguía en Roma, pero todo había cambiado. Ahora no veía sólo las calles, las casas y las tiendas. En sus gafas se proyectaban también minúsculos pixeles de información y todo tenía ahora un nombre asociado, una etiqueta que se desplazaba flotando alrededor de cada lugar reconocible. Veía los nombres de las calles, los números, los nombres de los comercios, a qué se dedicaban… Todo funcionaba en tiempo real y de una forma tan suave que la información parecía que formaba parte del entorno. Veía de forma muy nítida los textos en los que centraba su atención y más difuminados aquellos que quedaban en la periferia de su campo de visión. No llevo ni un minuto y ya me he acostumbrado… ¡menudo software! Probó a correr empujando la palanca hacia delante y vio que el programa funcionaba a la perfección. Los portales y los nombres de las calles parpadeaban para llamar su atención cuando pasaba a su lado. ¡Te destaca lo relevante si vas rápido! Siguió corriendo, emocionado. Avanzaba por la que el aparato señalaba como la Vía Ostilia y unos metros después de pasar por el número seis giró a su derecha. Vio, a pesar de estar corriendo, que estaba en la Via Capo D’Africa, que el sistema le resaltaba el Teatro Ivelise con un tenue parpadeo y sin darse cuenta, unos metros después, se paró, soltando el joystick. Enfrente se alzaba, majestuoso y milenario, el impresionante Coliseo Romano. Parpadeó su contorno y un texto empezó a desfilar acompañado de imágenes con vistas del monumento que se superponían de forma semitransparente a un lado de este, sin molestar la visión original. “Piazza del Colosseo, 9, 00184 Roma, Roma (Lazio) — 06 700461. El Coliseo (Colosseum en latín), originalmente llamado Anfiteatro Flavio (Amphitheatrum Flavium), es un gran edificio situado en el centro de la ciudad de Roma, capital de Italia. En la antigüedad poseía un aforo para 50.000 espectadores, con ochenta filas de gradas. Los que estaban cerca de la arena eran el Emperador y los senadores, y a medida que se ascendía se situaban los estratos inferiores de la ...” Por fin habló. —Es… es… impresionante.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 36. —Sí que lo es, Jacob, pero aún no has visto lo mejor —comentó Boggs por los altavoces del laboratorio—. Escucha atento lo que te va a decir Lia, porque la que estás manejando es la primera versión operativa del software del dispositivo. Vamos a explicarte cómo se controla la versión 1.20 antes de cargarla en la memoria de esas preciosas gafas que llevas puestas. ¿¡Qué!? ¿Hay más? Los textos desaparecieron y dejó de oírse el zumbido de las gafas. La pantalla semicircular quedó en blanco. Tras unos largos e intensos segundos en los que Jacob intentó tranquilizarse sin éxito, se vio situado junto a la fuente de la Plaza de España en Madrid, mirando hacia la Gran Vía. Oyó la voz de Lia. —Jacob, empieza a andar utilizando el joystick. Esta vez te pido que, por tu bien, no corras…
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 37. De nuevo el zumbido y Jacob estaba mirando hacia la Gran Vía de Madrid con infinidad de rótulos superpuestos sobre los portales, bares, hoteles, cines… hasta sobre los quioscos parecía haber información. No pudo evitar sonreír de nuevo, intentando mirar todo lo que le rodeaba, para ver hasta qué grado de detalle llegaba el etiquetado. Avanzó unos metros usando el joystick y se detuvo a mirar un periódico que estaba colgado en un quiosco que el dispositivo catalogó como “Diario El Mundo, descargando noticias…” Impresionante… hasta el más mínimo detalle se actualiza en tiempo real. —Por favor, me gustaría que dijeras en voz alta algo que te gustaría encontrar. Jacob no se lo podía creer —¿Le hablo al dispositivo, eso es lo que quieres decir, Lia? —Bueno, más o menos sí… —respondió Lia, divertida. Está bien. A ver qué tal habéis trabajado el programa de interpretación. —A ver si este aparato tiene buen gusto literario —dijo, sonriendo— …me gustaría encontrar “El Emblema del Traidor”, un muy buen libro de Juan Gómez-Jurad… Sin darle tiempo a acabar la frase, en la pantalla se dibujó una línea que se dirigía en línea recta a la Plaza de Callao. A la derecha aparecieron dos imágenes. En una se veía la fachada de una tienda con un texto debajo. “Fnac Madrid. Calle Preciados, 28. Abierto de lunes a domingo. Distancia 700 metros.” En la imagen inferior se veía una foto de la fachada de otro establecimiento. “Casa del Libro. Gran Vía, 29. Abierto de lunes a domingo. Distancia 1.000 metros.” Un mensaje parpadeaba muy despacio en la parte inferior de su campo de visión, a modo de subtítulo: “¿Desea ir a alguno de estos dos establecimientos?” Jacob volvió a asombrarse. Empezó a mover el mando y vio cómo la línea hacía las veces de guía indicándole el camino a los dos establecimientos. En el momento en que iba a abrir la boca para admitir que el dispositivo funcionaba
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 38. de forma espectacular, Lia le interrumpió de nuevo. —Jacob, ahora viene lo mejor de todo el proyecto. En vez de decir dónde quieres ir a buscar el libro, por favor, limítate a pensarlo. ¿Qué? ¿Pensarlo? ¡No me lo puedo creer! ¡Lo han hecho! Iba a pensar en que quería ir al más cercano, cuando las imágenes y el texto cambiaron. Se borró toda la información referente a La Casa del Libro y al fondo de la imagen empezó a parpadear una silueta delimitando el contorno del llamativo edificio anaranjado de la Fnac. En la parte inferior de la pantalla, el mensaje cambió: “Destino tienda Fnac Madrid. Distancia 698 metros. Tiempo de llegada: 5 minutos” Jacob contuvo la respiración. Eso era mucho más gordo de lo que él mismo hubiera podido soñar. Este maldito dispositivo no interpreta órdenes mentales... ¡Me está leyendo el mismísimo pensamiento! Con un rápido gesto se quitó las gafas y miró a Lia.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 39. Una hora más tarde, Boggs, Lia y Jacob estaban sentados en la concurrida cafetería del laboratorio. Como ocurría en el resto del complejo, la estancia era amplia, sencilla y anodina. Para reducir esa sensación de frialdad, unos cristales opacos de color blanco iluminados por dentro generaban la falsa ilusión de dar al exterior, dotando a esa estancia de un aspecto menos claustrofóbico. Jacob se encontraba mirando uno de ellos cuando Lia le devolvió a la realidad. —¡Me estás escuchando? Se giró y le indicó que continuara con un gesto. —Te lo resumiré para que no te aburras mucho, pues veo que te despistas!—, dijo ella, sonriendo con cierta maldad—. Te estaba diciendo que la idea del dispositivo es bastante sencilla: una diminuta placa base que alberga un procesador, una memoria Flash de 256GB, 4GB de memoria RAM, una pequeña y potente tarjeta gráfica, un chip GPS, un modem 3G con capacidad de transmisión de 21 megabits por segundo y un chip WIFI, así como varios acelerómetros, brújula digital... todo de última generación. Incluso hay piezas en fase experimental. El aparato final es más pequeño y fino que un móvil, cabe en un bolsillo y se conecta de forma inalámbrica a las gafas. —¡Un momento! —dijo Jacob—, ya me parece asombroso que hayáis condensado un ordenador de última generación en algo más pequeño que un móvil y que hayáis conseguido un protocolo que puede transmitir de forma inalámbrica a una velocidad altísima. Lo que no comprendo es dónde conseguís meter la enorme cantidad de información que maneja el dispositivo. No hablo ya de los miles de datos a procesar para el reconocimiento del entorno, sino, por ejemplo, el gigantesco código que debe tener sólo el programa de interpretación mental. ¿Cómo lo habéis hecho? Bogss y Lia se miraron sólo durante una fracción de segundo. Él tomó la palabra, sonriendo. —En realidad, el dispositivo es muy simple: una parte la componen las dos pantallas en forma de cristales de las gafas, que reciben información y la visualizan donde el programa le indica. Todo lo que se proyecta en las gafas se desplaza conforme lo hacen los objetos de tu campo de visión. Esa parte fue la más fácil, gracias a los acelerómetros.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 40. Lia asintió. Jacob siguió escuchando, atrapado por el ánimo que transmitía Stephen. —La otra parte es el ordenador que te ha comentado Lia y, por supuesto, un software. Dadas las limitaciones técnicas que has entendido, nos centramos en depurar el código y los algoritmos de compresión. —Cuanta menos información se gestione, más rápido funcionará. — Respondió Jacob. —Sí, aunque con algunos matices. Las gafas llevan incorporadas cámaras diminutas que envían, de forma continua, imágenes al dispositivo de bolsillo. Con las coordenadas GPS, los datos de la brújula y los acelerómetros para saber dónde estás, dónde miras y hacia dónde te diriges, el dispositivo conoce a la perfección qué información tiene que buscar. Lia puso una mano sobre el brazo de Stephen para hacer un inciso. —En el caso del simulador, desactivamos el GPS y la brújula. Esa información la simula un ordenador. —¡Correcto! —continuó Stephen—. Con esa información el dispositivo rescata lo que necesita de una base de datos que se alimenta con los datos que captura de todo Internet… ¡el flujo de datos es descomunal!. El procesador de este dispositivo de bolsillo selecciona la información relacionada con el entorno y gestiona las etiquetas. Acto seguido, el procesador sigue mostrando más información de menor relevancia, pero sin abrumar al usuario. —Y eso fue sólo el principio, claro… —murmuró Jacob, viendo cómo Lia sonreía ante su comentario. Eso era algo que siempre le gustaba ver. —Cierto. Hasta aquí la parte que cualquiera hubiera podido hacer. Nosotros quisimos dar un paso más e implementamos un programa de reconocimiento de voz. —Y decidisteis dar un paso más, nada menos que ¡hala, a leer la mente! —Jacob se echó hacia delante, dado que esta parte empezaba a interesarle más. —Bueno, ya sabes que leer la mente de forma literal no es posible, Jacob. Lo que hicimos fue añadir un nuevo programa que interpretaba las ondas cerebrales cuando el usuario pensaba las órdenes, en vez de pronunciarlas en
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 41. voz alta… y funcionó, de hecho funcionó bastante bien. —Alto, Stephen, para un momento —le interrumpió Jacob, alzando la mano—, el reconocimiento de voz e incluso la interpretación de las ondas cerebrales son posibles con cualquier ordenador de hoy en día. Pero me estás hablando de un procesador que maneja una cantidad brutal de información, se comunica por WIFI, envía datos a una velocidad de vértigo, procesa y proyecta imágenes en tiempo real en dos pantallas y además interpreta ondas cerebrales… ¿Me puedes decir qué clase de procesador es capaz de hacer todo eso? Jacob miró a Lia, pero esta agachó la cabeza. Stephen suspiró antes de contestar. —Uno increíble. Y es justo el motivo por el que podrías ir a la cárcel si alguna vez hablas con alguien de este proyecto.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 42. Stephen intentó explicar a Jacob la evolución del proceso, ante la atenta mirada de Lia. Mirada que se había endurecido, apreció Jacob. La voz de Stephen le obligó a centrarse. —Hubo un momento en que para que una sola unidad del dispositivo funcionara de forma fluida nos teníamos que apoyar en cuatro prototipos de servidores XServe, equipados cada uno con dos procesadores Quad Core Xeon y arropados por 12GB de memoria RAM cada uno… para que la velocidad no decayera demasiado en los cálculos. Jacob sabía que cada equipo de esas características costaría alrededor de unos quince mil euros, un precio nada excesivo si se tenía en cuenta que el sistema equivalía a más de 30 ordenadores personales, pero complicado de asumir por un usuario. —¿Y cómo habéis comprimido un servidor de 50 kilos en una cajita de menos de 300 gramos? —preguntó entre divertido y curioso—. Por no hablar del precio, claro. —Jacob, esta es la información más clasificada. Al principio, ni con los XServe a pleno rendimiento, el programa iba fluido. A veces se atrancaba y los textos y las imágenes iban mal sincronizados con el entorno, de forma que la gente se mareaba al utilizarlo. —¿Y…? —Jacob arqueó una ceja. —Pues que la solución apareció de forma casi milagrosa la primera vez que la empresa que nos subvenciona nos visitó para conocer los avances del proyecto. Ese día enseñamos un proyecto en una fase muy verde y casi en un callejón sin salida. Y… se mostraron muy satisfechos. —¿Satisfechos? —Interrumpió de nuevo Jacob. —Eso es lo sorprendente —respondió Lia con voz temblorosa—, piensa en lo que enseñamos, un maravilloso aparato de realidad aumentada que necesitaba un carro, un enchufe cercano y que provocaba vómitos y mareos. Para nosotros fue un completo fracaso, mostramos un genial prototipo de una maravillosa idea pero al que le quedaban diez años para poder ser usado en la calle. Lia siempre había sido muy dura con sus fracasos, pensó Jacob contemplando sus ojos. Stephen retomó el hilo. —Para nuestra sorpresa, las personas que vinieron a la presentación
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 43. nos dijeron que estaban muy contentos con nuestros avances. Dijeron que sólo necesitábamos una, digamos pieza, que nos harían llegar y que podíamos usar con ciertas condiciones: no debía manipularse ni ser utilizada para ninguna otra cosa que no fuera este proyecto. Por supuesto no podíamos contar nada bajo pena de unas gravísimas sanciones que ya conoces. Vamos, que esa pieza… no existía fuera de aquí. Jacob se dio cuenta de que a Stephen le estaba costando encontrar las palabras y algo le dijo que no era por hablar en español. ¿Qué es lo que no quiere contar? —Al cabo de unos días nos entregaron un chip, en concreto un nuevo procesador, un prototipo. —¡Y qué procesador! —interrumpió Lia—. Recuerdo la primera prueba que hicimos nada más acoplarlo al dispositivo de bolsillo… ¡Ninguno nos creíamos los resultados! —Que no son otra cosa que lo que has probado hoy —interrumpió Boggs—. Ese chip se entiende a la perfección con nuestro código y lo procesa a una velocidad mil veces superior a los anteriores… ¡sin calentarse nada! Ese chip es asombroso. —Y nuestro proyecto con él, el invento del siglo —puntualizó Lia—. Si ese chip no es muy caro, en unos meses el aparato podría estar en la calle y todo el mundo querrá uno. ¿Quién iba a querer moverse sabiendo todo lo que se pierde cuando no lleva nuestro dispositivo? ¡Es el invento del año… o del siglo, que casi ni ha empezado! —Terminó su frase sonriendo, radiante. Lo que daría por verla así siempre… —Eso sí, hay una pega muy importante —añadió Stephen al tiempo que la sonrisa de Lia se esfumaba—, y que es el motivo por el que estás aquí. Ya has comprobado que nuestras rutinas de lectura de ondas cerebrales funcionan muy bien gracias a la potencia del chip, ya que estas rutinas están… poco depuradas. —Pues para estar poco depuradas casi parecen leer la mente. Supongo que será una sensación falsa fruto de la velocidad del procesador, que interpretará las ondas… —No —le detuvo Boggs— …el dispositivo no es que actúe interpretando nuestras ondas cerebrales tan rápido que parece anticiparse a
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 44. nuestro pensamiento. Lo hemos comprobado. Jacob se pudo rígido. No, no puede ser cierto… Un escalofrío le recorrió la espalda cuando Stephen materializó con palabras lo que estaba pensando. —Lo que está ocurriendo, Jacob, es que sabemos que el programa envía órdenes antes de que nosotros generemos las ondas. Es decir, que sabe lo que vamos a pensar antes de que nosotros lo pensemos.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 45. “El que piensa en la muerte está ya muerto a medias.” Heinrich Heine
Capítulo 04 Puentes en Venecia
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 46. Jacob miró a Stephen y a Lia. Ella asintió. —Volvamos al laboratorio, Jacob. Es mejor que esta parte te la expliquen Lia y Chen. Se levantaron y regresaron al enorme laboratorio semicircular. Los operarios ya habían recogido la pantalla desplegable, que ahora estaba enrollada en un lado de la sala. Un grupo de técnicos estaba revisando datos en los ordenadores del centro de la estancia, mientras otros tecleaban a toda velocidad o discutían frente a alguno de los muchos monitores que poblaban la sala. —Lee, ¿puedes venir un momento? —Indicó en voz alta Stephen, mientras se acercaban a un grupo de técnicos que, sentados frente a sus monitores, contestaban a lo que parecían las preguntas de una verificación rutinaria que estaba realizando el asiático. Este alzó la vista de su tableta digital y miró al grupo de tres personas, sonriendo. —¡Ya me preguntaba cuándo ibais a venir a verme! —Parece que aún tienen alguna pequeña sorpresa que darme, si es que eso es posible —contestó Jacob, sonriendo al joven científico. Chen miró interrogante a Lia y Stephen. Este le hizo un gesto de calma. —Aún no le hemos explicado en qué punto estamos ahora, Lee. Me gustaría que lo hicierais vosotros dos. Cuando quieras, Lia. Ella comenzó a hablar, en un tono neutro. —Él ya conoce que nuestro dispositivo de realidad aumentada sabe lo que vamos a pensar incluso antes que nosotros mismos, aunque aún parece tener dudas. Es importante que conozca… los primeros hallazgos que obtuvimos en los experimentos posteriores. Inspiró antes de seguir, algo que a Jacob no le pasó desapercibido. —Tras la sorpresa inicial por el chip retomamos nuestro trabajo y seguimos desarrollando el software de interpretación de órdenes. Casi todos los días hacíamos una prueba similar a la que has hecho tú. Por favor, Chen, explícale esto. —¡Por supuesto! —comentó Lee, encantado de poder dirigirse a Jacob —. En las pruebas, el protocolo siempre era el mismo. Primero probábamos un paseo más o menos libre y luego el sujeto empezaba a dar órdenes al aparato
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 47. siguiendo un grado ascendente de complejidad. Estas órdenes eran primero verbales y luego mentales. —¿Del tipo “busca un restaurante de un estilo, o una discoteca de moda”? —dijo Jacob, sonriendo. —¡Más o menos! —dijo Lee con una sonrisa—. Al principio, las pruebas sólo las hacía un grupo reducido de personas, ya que las órdenes tenían que ser muy concretas, con el fin de no forzar el procesador con pensamientos mal dirigidos. La idea vino cuando empezamos a usar el nuevo chip. ¡Descubrimos que podíamos escribir código sin optimizarlo, ya que ese chip lo procesaba sin inmutarse, como un demonio devorando almas! Para sorpresa de Jacob, algo le dijo que esa comparación no era en absoluto desacertada. Lia interrumpió a Chen. —Así que avanzamos a pasos agigantados en el software, pero en algún momento cometimos… un error. Chen se sonrojó. —Es cierto, la culpa creo que es mía. En algún lugar hemos metido la pata y ahora mismo el programa hace, digámoslo así… más cosas de las que debería. Jacob arqueó las cejas —¿Cómo que más cosas? ¡Hará las que hayáis programado que haga! Lee le miró con gesto preocupado. —No… del todo. En algunos momentos de las pruebas pedimos al usuario que vagara de forma libre por el entorno virtual. Y nos empezamos a encontrar con curiosos hallazgos. Tras una sesión de pruebas que realizó uno de mis técnicos, al día siguiente me dijo que quería hablar conmigo a solas. No le di importancia, pero me di cuenta de que él sí estaba preocupado. Me dijo que durante el rato que había estado caminando por una simulación de Nueva York había pasado por la puerta de al menos una docena de bares y siete licorerías. —Supongo que el chico estaría pensando en tomar un trago y entre el simulador y la enorme oferta alcohólica de esa ciudad, debió sentirse como un borracho empedernido ¿no? —sonrió Jacob. —Eso pensé yo, pero la historia era algo más compleja. El chico fue
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 48. alcohólico antes de entrar a trabajar en este laboratorio. Ahora lleva años rehabilitado y sin probar gota de alcohol, según afirmó de forma rotunda. Jacob notó un hormigueo que precedió a las palabras de Chen. —El problema es que cuando hizo el experimento ni siquiera sentía el más mínimo deseo de beber.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 49. —¿Me está diciendo que el aparato no sólo sabía que su técnico había sido alcohólico, sino que además le inducía a beber? —No, en absoluto —saltó Chen—, ¡Le aseguro que mi software no haría eso nunca! Boggs y Lia le miraron apesadumbrados. Estaba claro que ellos también lo habían pensado. —Lo que creo que ocurre es que, como todos sabemos, la rehabilitación de un alcohólico nunca es completa. Sólo su fuerza de voluntad le mantiene alejado de la bebida. —Hasta donde sabemos, eso es cierto —añadió Boggs. Lee continuó, agradeciendo las palabras de apoyo. —Barajamos que el análisis de ondas detectara un deseo oculto del técnico que él mismo tiene anulado en su pensamiento consciente… Vamos, que que él no sentía el deseo de beber, pero su subconsciente sí. El dispositivo lo percibió y le buscó opciones para saciar ese deseo… oculto. —¡Pero eso es muy peligroso! —le interrumpió de nuevo Jacob—. Imagínese que ese aparato empieza a ofrecer posibilidades de satisfacer nuestros vicios ocultos… incluso aquellos que ni conocemos! —Eso mismo nos temimos nosotros —replicó Lia con gesto más serio —, por eso decidimos que, adelante y en todos los experimentos, habría unos 15 minutos de plena libertad y registraríamos todo. Más tarde, Chen o yo entrevistábamos a la persona que había probado el dispositivo y le interrogábamos. —¿Y alguno más dijo algo así de llamativo? —preguntó Jacob, clavando en ella su mirada. Lia permaneció quieta unos segundos y tras un leve temblor del brillo de sus ojos miró a Chen para que continuara él. —Uno de los técnicos pasó por la puerta de varios prostíbulos del centro de Madrid y acabó mirando un escaparate de un Sex-shop muy conocido. Me comentó que era un adicto al sexo, pero me juró que eso era lo último en lo que estaba pensando al hacer la prueba. Un operario de mantenimiento visitó varias iglesias en París y aunque me señaló que le pareció muy normal pues es un ferviente cristiano, admitió que no se le pasó por la cabeza el ir a verlas, sólo se dejó llevar por el dispositivo. Otro técnico muy joven me admitió avergonzado que en su prueba había terminado en uno de los
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 50. barrios de Roma donde es más fácil conseguir marihuana. Me aseguró que él ya hacía mucho que no tomaba nada. Podría seguir con una larga lista, doctor Assavar… Jacob no podía salir de su asombro. Las consecuencias eran inimaginables. Debería haber pedido más sueldo… —Pero fue otro caso el que nos hizo parar el proyecto hasta conseguir que usted viniera. —siguió Chen, apesadumbrado. Lia continuó en un tono muy serio. —Jacob, una semana antes de que Stephen te llamara por teléfono, un informático del equipo de Chen estuvo paseando por las calles de Venecia en su prueba. Se detuvo en todos los puentes por los que pasó, asomándose. A Jacob se le erizó el vello. Los puentes no sólo sirven para cruzar ríos… —Cuando Chen lo entrevistó más tarde casi le dio un infarto. Al preguntarle si le gustaba asomarse a los puentes, el informático le contestó que nada más lejos de la realidad —comentó Lia con lágrimas en los ojos. No hace falta que sigas, Lia, creo que sé cómo acaba esta historia —dijo Jacob, con un hilo de voz mientras se acordaba de cierta noticia. —No, Jacob, déjame que te lo cuente —los ojos de Lia ya estaban empapados—. El técnico le dijo a Chen que el año anterior había sido el peor de su vida. Su mujer le había abandonado y sus padres habían fallecido en un accidente. Solo en la vida y sin aspiraciones, había estado a punto de suicidarse en varias ocasiones. ¿Sabes cómo? —Sí, Lia, lo sé —dijo Jacob decidido a no hacerle pasar el mal trago —, me juego mi carrera a que es la persona que se suicidó desde el puente de la autovía cinco días antes de que Stephen me llamara, ¿verdad? Lia no pudo contestar. Estaba llorando.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 51. Stephen interrumpió el momento de tensión. —No podemos ni debemos precipitarnos en las conclusiones de todo esto. Lia, ve al baño o descansa un rato si te parece bien. Ya hemos hablado mucho sobre este suceso y nadie debe sentirse culpable. Lia se dio la vuelta sin mirar a Jacob ni a Lee. Stephen continuó. —Jacob, ante todo me gustaría dejar clara una cosa. Estoy seguro de que Alexis, el técnico fallecido, tenía planeado sucidarse antes o después. Puede que durante su prueba visitara puentes, pero concluir por ello que el dispositivo influyera de alguna manera creo que es erróneo. El dispositivo no le empujó a saltar desde la autovía dos días después, desde luego. Quizás el fallo que cometimos fue que, a raíz de lo que le contó a Lee, decidí darle dos días libres para que descansara un poco y él lo interpretara como una falta de confianza. Jacob decidió que era el momento de empezar a opinar. —Puede que el aparato no le impulsara en el último momento, pero lo lógico es pensar que pueda existir alguna relación. Y si no es así, debemos demostrarlo. Tenemos que garantizar que el dispositivo no influye sobre las personas induciéndolas a beber, drogarse, saltar por las ventanas o quién sabe qué. Ni siquiera deberíamos seguir con las pruebas sin esa garantía. Lee estaba cabizbajo pero se atrevió a contestar. —Ése es el motivo por el que está usted aquí, doctor Assavar. Hemos revisado el código mil veces y, a pesar de que creemos que no hay nada anormal, me sigo sintiendo con responsabilidad. Cuando nos enteramos de… la noticia, presenté mi dimisión. —Por supuesto, no se la admití —saltó Stephen—, y le propuse un trato. Él continuaba y yo le traía al mayor experto en neurología informática. —Cuando me dijo su nombre no pude negarme —concluyó Chen—. Yo me sentía fracasado y me daba miedo seguir con este proyecto. Sólo la idea de que alguien como usted supervisara mi código y certificara que este es correcto me ha permitido continuar con todas las consecuencias… ¿Con todas las consecuencias? ¿Estás seguro? Jacob vio a Lia aparecer de nuevo. A pesar de estar aún a varias decenas de metros podía percibir sus preciosos ojos, tristes y aún congestionados. Verla así
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 52. le enternecía y se dio cuenta de que él era el apoyo que ella más necesitaba ahora. —Stephen y Lee, me acabáis de plantear el mayor reto de toda mi vida —empezó a decir Jacob —Llegados a este punto, cualquier persona coherente debería recomendar paralizar este proyecto y empezar la programación desde cero, repasando el software línea por línea antes y después de cada prueba. Stephen torció el gesto pero Jacob levantó la mano en señal de paciencia antes de continuar. —Entiendo que tendréis unos plazos de entrega. —Cierto. Si esto no es viable en seis meses, nos retiran la financiación. De ahí la prisa en contratarte y las condiciones de tu contrato — contestó Stephen. —De acuerdo. Empezar de cero con el software nos llevaría más. Sólo un primer código ejecutable nuevo supondría… —Dos meses —le interrumpió Lee—. Con la primera versión tardamos cuatro, pero como ya tenemos mucho aprendido, creo que podríamos reducirlo a dos. —Olvídalo —dijo Jacob—, aunque tardáramos dos meses en tener una primera versión, dudo que en cuatro pudiéramos presentar una versión completa y operativa, ¿verdad? —No, Jacob, eso sería imposible —reflexionó Stephen, que miró a Lia, ya incorporada de nuevo al grupo—, no podemos pedirte que crees en seis meses un código que nosotros hemos tardado en desarrollar dos años. —Stephen, no podemos escribir el código de nuevo ni repasar línea a línea el actual, no tenemos tiempo. Pero creo que podemos seguir adelante con las pruebas y el desarrollo del dispositivo, mientras… cazamos el código que ha generado todo este problema. —¿Cómo, Jacob? —preguntó Lia, aún con signos de congestión en sus ojos—. ¿Cómo piensas cazar unas líneas de código mientras desarrollamos unas pruebas que no sabemos si son seguras? —¡Creo que yo ya lo sé! —dijo Lee, con expresión más optimista. Jacob le miró y por su expresión intuyó que Lee iba encaminado, así que
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 53. sonrió y le dejó hablar —El doctor Assavar no va a buscar el código línea a línea. Eso es lo que cualquiera haríamos. Va, como ha dicho Lia, a cazar de forma literal el código erróneo… ¿haciéndole salir de su madriguera? Todos se giraron hacia Jacob, que sonreía de oreja a oreja. —Tan cierto como que para ello necesitaré un cebo.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 54. —¿Es que quieres que muera otra persona? —preguntó Lia, mientras dejaba los cubiertos sobre la mesa. Ambos estaban sentados en una de las mesas de la cafetería, aún no muy concurrida. Jacob estaba encantado de estar a solas con ella, pero su compañera no parecía sentir lo mismo. —¿O es tu eterno afán de protagonismo el que te ha hecho decir esa tontería del cebo? —Llámalo como quieras, pero es una gran idea. Podríamos estar años revisando las líneas de código y no encontrar ningún error. Los programas de interpretación neuronal funcionan de forma integrada. Es decir, a lo mejor todos los fragmentos de código cumplen con su función, pero si juntas varios se pueden originar circuitos no planificados. Así funciona la mente humana, al fin y al cabo. —Sí, vale, tu eterna teoría de que el todo es más que la simple suma de sus partes… —contestó ella, con gesto agrio. —Exacto —señaló Jacob mirándola a los ojos—, sabes que una persona es mucho más que la suma de sus recuerdos y su pensamiento lógico. Las decisiones que tomamos no sólo dependen de nuestra memoria y nuestro raciocinio. Si fuera así, nuestros actos podrían ser anticipados. A esos factores hay que añadir una casi infinita cantidad de microvariables que modulan nuestras decisiones. Por eso las circunstancias influyen tanto en nuestras vidas… no existe la casualidad en nuestras decisiones, aunque estas a veces parezcan caóticas, sino la causalidad. —Y eso es lo que nos distingue de las máquinas ¿no? Aunque en algunos no parece aplicarse… —Lia lanzó uno de sus habituales dardos a Jacob, al que siempre le había tachado de cerebral. Él decidió omitir el comentario. No quería empezar a discutir y menos en su primer rato a solas con ella. —Sigo pensando que es una locura exponer a más personas a sesiones con el dispositivo. ¿Qué hacemos si uno de nuestros informáticos resulta ser un psicópata homicida en potencia? Supongo que tendremos un problema gordo… —Lia, tenemos que ir a buscar ese código de una forma no habitual. Nuestro principal problema es que no sabemos ni lo que estamos buscando
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 55. ¿verdad? —Cierto —exclamó ella a regañadientes—, pero… —Espera, déjame acabar —le interrumpió Jacob, más animado— … descartamos la opción de depurar línea a línea porque no tenemos tiempo ¿de acuerdo? —Lia suspiró, cruzando los brazos en señal de paciencia, lo cual significaba que le quedaba muy poca. Jacob siguió hablando, más rápido. —Por lo tanto hemos de procurar que este código salga a la luz. Para ello podemos usar técnicas clásicas de depurado de código, junto con marcadores. —¿Qué marcadores? —Muy sencillo. Igual que podemos marcar células neoplásicas para localizar un tumor, podemos crear un programa que nos vaya marcando las secuencias de código que se van aplicando a cada una de las decisiones que va tomando el dispositivo. —¡Ese procesador toma millones de decisiones por centésima de segundo! ¿Cómo piensas analizarlas todas? Jacob sonrió. —Analizaremos las pautas de proceso del código. Estas deben ser similares cuando el programa haga operaciones similares. —Por ejemplo, buscar lugares distintos debería darnos una pauta más o menos parecida, ¿no? —Correcto. Si lo que pensamos es que tenemos hambre, la pauta será otra distinta a esa. —Creo que voy entendiendo por dónde vas… —¡Genial! —siguió Jacob—. Si siempre usamos las mismas órdenes nuestro programa depurador desechará las pautas buenas dándolas por correctas. Cuando aparezca una pauta anómala, iremos a por ella. —Ya, pero hay un problema —le interrumpió Lia—. ¿Cómo sabemos, con una precisión de milisegundos, qué parte del código hay que analizar? Jacob sonrió por la satisfacción que siempre le daba el adelantarse un paso.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 56. —Muy sencillo, Lia. El dispositivo lleva a sitios o cosas que ni el propio usuario sabe que desea en el momento en que deja de dar órdenes conscientes. Es decir, en el momento en que su mente queda libre, por decirlo de alguna manera. —Ya, pero eso es muy impreciso ¿Cómo sabes en qué momento exacto deja el aparato de recibir pensamiento consciente? Las ondas cerebrales apenas varían... —No, Lia, es que no he dicho que en ese momento sea cuando el aparato ejecuta código erróneo... en ese momento busca lo que cree que el usuario quiere, aunque ni este lo sepa. Lia arqueó las cejas. —Sí, pero no veo… —Sí, Lia, sí lo ves. En ese momento el software sugiere el camino porque no recibe órdenes de forma aparente. Pero sí que las está recibiendo. Más profundas y lejanas, pero las recibe. De hecho, está recibiendo esas órdenes… Lia le interrumpió, sorprendida por la súbita revelación que acababa de tener. —¡Jacob, ya lo entiendo, el dispositivo está recibiendo órdenes del subconsciente… desde el mismo momento en que empieza a funcionar!
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 57. Stephen por fin habló, rompiendo el tenso silencio presente en su despacho. —Supongo que podría funcionar. Lia y Chen suspiraron relajados. Jacob se mantuvo serio, pero en su interior estaba feliz. Stephen los había reunido de nuevo a los tres después del almuerzo, para que el neurólogo pudiera exponer su teoría con mayor detalle. En esta ocasión estaban en su despacho, una sencilla estancia que daba cuenta del carácter de su propietario. Apenas contenía una mesa en la que se ubicaba un ordenador portátil, un par de fotos de familia y unos cuantos folios ordenados y bien colocados. No había estanterías, ya que apenas había papel ni libros en todo el complejo, pero sí un par de sencillos cuadros a modo de láminas, que intentaban dar un toque algo más personal. A Jacob le llamó la atención que eran del desierto de Nevada. A poca distancia de la mesa de Stephen se encontraba la mesa de reuniones en la que se hallaban sentados, con capacidad para unas ocho personas. En ese momento Jacob acababa de demostrar por qué se le había contratado. —De acuerdo —continuó Stephen—, por hoy creo que ha sido suficiente para todos nosotros. Chen, sugiero que le proporciones al doctor Assavar una clave de acceso al sistema y un ordenador portátil. —Si no es inconveniente —se apresuró a decir Jacob—, he traído mi Macbook Pro. Me gustaría trabajar desde él. Todos le miraron, conscientes del pequeño desafío. La mitad de los ordenadores del laboratorio eran modelos “Boggs-UNO” y casi todos usaban el “BOS 2009”, el sistema operativo que el propio Stephen Boggs había creado hacía ya más de una década, enfocado al mundo empresarial. Stephen y Chen se miraron durante un segundo con cara de complicidad. Por fin, Chen habló. —No hay ningún problema en absoluto, de hecho ya lo habíamos previsto. Jacob se sorprendió, y Stephen aumentó su sonrisa mientras Lee seguía hablando. —El acceso al sistema se hace a través de una Intranet que oferta las herramientas de trabajo mediante acceso remoto. Esto significa que es
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 58. indiferente desde qué ordenador se acceda. Todo lo que se haga se guardará en los servidores del laboratorio. No se permitirá la copia de archivos, textos ni de nada en absoluto al disco duro de su Macbook ni a ningún otro sitio. Los comandos “copiar” y “pegar” sólo se aplicarán dentro de la Intranet, no a programas ni al entorno de su Mac. De esta forma podrá llevar el portátil a casa con la tranquilidad de que no van archivos ni otros datos del laboratorio… ni siquiera por error. —Tranquilo, Lee —sonrió Jacob—, no pienso sacar ni un sólo dato de aquí. ¡Cuando todo esto acabe querré ir a las Bahamas, no a la cárcel! Todos sonrieron relajados. Stephen retomó la palabra. —Gracias, Jacob. Quiero que tengas acceso al sistema hoy mismo. Desde él podrás encontrar cualquier cosa que necesites: el código, los experimentos, los resultados de estos, el diario del laboratorio… —Entendido, Stephen. Si os parece bien empezaré repasando el desarrollo. A medida que vaya haciéndome una idea elaboraré una hoja de ruta sobre cómo crear el software de captura. Esta parte irá destinada sobre todo a Chen. Luego tendremos que elaborar otro plan que nos permita analizar las respuestas del dispositivo a las órdenes mentales. Esta parte la desarrollaré con Lia. Hizo una pequeña pausa antes de mirar de nuevo a Stephen. —Si te parece adecuado te remitiré informes diarios de todo el proceso. Stephen le miró sonriendo —Me parece todo correcto, Jacob, salvo que no voy a necesitar que me envíes tantos informes... por si se te había olvidado, eres nuestra última posibilidad para sacar esto adelante.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 59. Unas horas después, Jacob estaba sentado en uno de los despachos que rodeaban el laboratorio. Había empezado a leer algunos de los informes que contenía la enorme base de datos del proyecto. En ese momento tenía abierto el historial de las versiones del código. Era un archivo muy simple en el que se detallaban las distintas versiones del código usado en cada una de las pruebas. Se especificaba un número de versión, la fecha en que había comenzado a utilizarse y un texto en el que se especificaban las novedades. Cuando abrió el archivo constató que los primeros fragmentos de código constituyeron la versión 0.1. Enseguida se añadieron muchas más líneas. Comprobó qué versión estaba funcionando cuando empezaron los errores. Era fácil dado que lo único que tenía que hacer era ver la fecha del experimento donde el técnico alcohólico había empezado a buscar bares por Nueva York. En pocos segundos constató que esa versión era la 1.36. Desde entonces sólo habían utilizado letras para denominar los avances. Estaban estancados en la 1.36F, la versión que se utilizó en el experimento del técnico que se había suicidado. Por si acaso decidió revisar las primeras versiones. Éstas eran fáciles de seguir ya que contenían una serie de módulos muy básicos. A los dos meses de desarrollo los textos que describían las novedades eran mucho más largos y monótonos. A partir de los cuatro meses, como había señalado Lee, tenían una versión operativa bastante inmadura, que en un arrebato de originalidad bautizaron como “1.0”. Es mucho más atractivo y humano ponerle nombres... Él siempre sonreía cuando se acordaba de tres históricos nombres en el mundo de la informática: Denise, Paula y Fat Agnus. Así denominaron sus creadores a tres de los procesadores del ordenador Amiga 500 a finales de los 80. Estos nombres trascendieron a los usuarios y cualquiera que hubiera programado para ese avanzado ordenador de la época los recordaba con cariño. Jacob rememoró algunas de las muchas horas invertidas en sus prematuros desarrollos en ese ordenador. Torció el gesto. Se había ido por las ramas, algo que no le gustaba pero que sabía que solía funcionarle, pues era la base del pensamiento profundo, que a él
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 60. le encantaba desarrollar. Algo no encajaba en el recuerdo que acababa de tener. Siguió dándole vueltas, esta vez de forma consciente y lógica, recordando su cadena de pensamientos, para ver qué había sido. Sin embargo, no logró saber qué era, tras dedicar unos concienzudos minutos a repasar lo que había pensado. Fastidiado, decidió retomar su lectura. Unos minutos después volvía a estar ensimismado. Constató que los hombres de Chen habían desarrollado 24 versiones en 14 meses. Un buen ritmo, aunque nada comparado con el de los siguientes dos meses, en los que desarrollaron 12 más. La velocidad de proceso del nuevo chip había acelerado la realización de las pruebas, tal y como le habían indicado. Por tanto la llegada del chip había acelerado las pruebas, pero algo debía haberse hecho mal en ese intervalo de tiempo de dos meses, que había permitido que el código realizara interpretaciones no programadas del pensamiento de los usuarios. De todas formas, pensó que era mejor no dar nada por sentado, pues el error podía arrastrarse de versiones anteriores y quizás un nuevo módulo era el que lo había hecho “visible”. Un incipiente dolor lumbar le hizo consultar su reloj. Vio que llevaba casi tres horas pegado a la pantalla de su portátil y decidió que ya era suficiente. Elaboró un pequeño informe y abrió su correo para enviárselo a Stephen. Nada más hacerlo recibió uno del americano, en el que le informaba que se había tenido que ausentar. ¿Así es como piensa seguir mi trabajo? Redactó el correo y pulsó el icono de enviar, tras lo cual llamó a Smith y le preguntó si podía llevarle a casa. —Por supuesto, estaré en la puerta en menos de cinco minutos. ¿En menos de cinco minutos? ¿Pero es que este chico vive aquí? Jacob supuso que sí, ya que un gorila como Smith no pasaría desapercibido en una ciudad como Almería. Seguro que sus “tareas” se prolongan más de una noche… Un rato después Jacob se alejaba de la base, relajándose en el asiento trasero del Audi, en dirección a la autovía.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Pรกgina 61. Ni mirando por la ventanilla hubiera podido ver dos figuras que le observaban, desde lo alto de una loma.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 62. “La ambición es el último refugio de todo fracaso.” Miguel de Unamuno
Capítulo 05 Ambición
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 63. Allí no podrían alcanzarle. Estaba en medio de la nada. A su alrededor sólo había una vasta explanada de hierba, más allá de la cual se encontraba una ladera que descendía en suave pendiente hasta una playa. Jacob no sabía dónde estaba. Lo único que sabía era que llevaba muchas horas corriendo, intentando huir de ellos. Todo había ocurrido demasiado rápido. No recordaba cómo. El planeta entero había sido invadido por ellos. Altos, espigados y con una piel de color grisácea, pero con aspecto humanoide, si no fuera por esas alargadas cabezas que terminaban casi en punta. La peculiar forma de sus cabezas le recordó a la de un limón. Se sintió muerto de miedo y con ganas de llorar. Con esfuerzo reprimió unas arcadas. He de esconderme. Si no encuentro un refugio, pronto estaré muerto… Siguió corriendo, sin saber hacia dónde dirigirse, pues el terreno era llano y sin opción a esconderse. Tras varios minutos, por fin vio una colina y decidió acercarse. Encontró lo que parecía un pequeño camino y ascendió por él. Lo peor era el silencio. Sabía que en esos momentos el hombre libraba la peor batalla de toda su historia. Quién iba a suponer que la Tercera Guerra Mundial no la iba a originar el hombre y que la Humanidad entera iba a conseguir uno de sus mayores sueños, unirse por fin en una sola voluntad, para acabar desapareciendo acto seguido. Resulta irónico —meditó Jacob, mientras se dirigía a lo que parecían las ruinas de un castillo. El pensamiento le hizo sentirse aún peor. Él tenía que estar luchando. Era el momento del músculo, no del cerebro. Jacob sabía que de lo segundo tenía mucho, no así de lo primero. Él era bueno pensando, pero no con un arma en las manos. Nunca había manejado una pistola, sólo verlas le ponía nervioso. Le aterraba la idea de disparar a un posible enemigo, fallar y que este le devolviera el tiro. Seguro que con más fortuna… —pensó. Por fin llegó a las ruinas. Parecía una pequeña fortificación, pero era difícil
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 64. decirlo porque apenas quedaban en pie unos cuantos muros y alguna que otra escalera de piedra, oscura por el paso del tiempo. Subió por los restos de unos escalones, enclavados en una pared de aspecto robusto y se agachó junto a lo que no sabía si era una ventana o un agujero producido por el deterioro. Respiró unas cuantas bocanadas de aire mientras su corazón se relajaba un poco. No sabía qué hacer y empezó a sentirse angustiado. El corazón le dio un nuevo vuelco. Había notado movimiento con el rabillo del ojo y se quedó paralizado. Él sabía que la parte de la retina que captaba la visión periférica detectaba mucho mejor los movimientos, por lo que se quedó quieto. Así podría percibir mejor y, lo que era mucho más importante, no ser visto. De nuevo notó algo y con un inmenso miedo decidió asomarse por la ventana. Dos hombres corrían desesperados por el mismo césped por donde él había pasado. Tras ellos aparecieron varios alienígenas caminando. Un par levantaron sus brazos y en un segundo los humanos cayeron al suelo como muñecos de trapo. Ni resplandores, ni sables de luz, ni ninguna parafernalia extraña. Esas armas se limitaban a fulminar. Los espigados seres siguieron andando y pasaron al lado de los dos cuerpos sin inmutarse. Unos segundos después, Jacob los había perdido de su campo de visión pues no quería sacar la cabeza por la ventana. Sólo Dios sabe qué son capaces de percibir esos abominables seres y a qué distancia… Un ruido le paralizó de nuevo. ¡Crack! Había sido algo muy tenue. No sabía si había sido el crujido de una rama o una piedra al moverse, pero algo había oído. Dadas las circunstancias decidió que lo mejor era quedarse quieto. ¡Cra… ack! Esta vez el corazón se le puso a más de cien. Demasiada casualidad. Dos ruidos, y procedentes de abajo. Jacob estaba a punto de tener un
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 65. ataque de pánico. Intentó razonar para recuperar el control. Si hacen ruido es que son tan sólidos como yo. Por lo que si su materia es palpable, también puede ser destructible, de una u otra manera. Esta idea le ayudó a sentirse mejor. Si podía ganarles, era pensando, nunca luchando. En eso sí era bueno. Y si están aquí es porque pueden respirar oxígeno. Si no ¿para qué demonios querrían este planeta? Y si respiran oxígeno, este debe ser tan letal para ellos como para nosotros. E igual que a mí me mata el fuego, a ellos también, supongo. Es obvio que llevarán blindajes o escudos de algún tipo, pero en algún momento se los tendrán que quitar, o de alguna forma podrán ser traspasados. Si pasa el oxígeno, también puede pasar el humo, el CO2 o el monóxido de carbono ¿no?. ¡Así que algún punto débil tenéis que tener! Algo le hizo girarse y entonces lo vio. Cara a cara, asomando por la escalera que él mismo acababa de subir hacía unos instantes. De color gris, con muchas arrugas y los rasgos poco definidos pero evidentes. Dos finos ojos, muy oscuros. Oscuros y brillantes como el petróleo, pero inteligentes y crueles a la vez. Lo que debía ser la nariz era una especie de abertura horizontal que casi parecía una arruga más. Lo boca, si es que tenían, apenas era perceptible. El alienígena levantó las manos y apuntó a Jacob. Este quiso girar y correr, pero cuando encontró las fuerzas para hacerlo, vio un círculo de luz blancoazulada saliendo del arma del extraterrestre. Como un flash a cámara lenta, Jacob supo que eso le iba a matar. Notó un impacto en el pecho. Encogió los brazos y el cuerpo en gesto protector mientras cerraba los ojos. Esperó a saber qué se sentía al morir, suponía que nada. Y así fue.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 66. Lunes, 9 de marzo de 2009
Jacob abrió los ojos de par en par a la vez que ahogaba un grito. Se quedó unos instantes con los ojos muy abiertos, llevándose las manos al pecho. El corazón le latía a mil. Se sentía angustiado, tenía miedo y un intenso frío le recorría el cuerpo. ¡Joder! Otra maldita pesadilla… Aún así tardó todavía un rato en recuperarse, mientras se le pasaban las ganas de llorar. Tras cinco minutos en los que estuvo rememorando cada detalle del sueño, por fin miró el despertador. Eran las cinco de la mañana. Todavía puedo dormir un rato… Nervioso aún, intentó pensar en su nuevo trabajo, con el fin de apaciguar su mente. Por fin habían desarrollado una primera versión del software de captura y ya tenía un nombre, Predator, en homenaje a la famosa saga de películas de extraterrestres. Jacob no era precisamente muy fanático de esas películas, pero había pensado que el nombre le venía como un guante a su software. Los depredadores aliens de las películas se caracterizaban por su camuflaje y por localizar a sus víctimas utilizando distintos espectros de visión. Estos depredadores eran seres de inteligencia superior y tenían un curioso código del honor que les impedía atacar a seres indefensos. El programa iría camuflado, marcando trozos de código con colores y discriminando el código correcto del incorrecto, que habría que eliminar. Lo mismo que haría el alien de las películas. El primer problema que tuvieron que solucionar fue decidir si Predator analizaría también las pautas de respuesta del dispositivo. Puede que hubiera código mal escrito pero Jacob insistió en su teoría de que la velocidad del dispositivo podía generar pautas de respuestas incorrectas, aún siendo el código normal. Pautas que empujan a la gente a suicidarse… Jacob fue muy convincente y aprobaron su propuesta. Ahora Predator
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 67. tendría doble tarea. Para ello habían decidido que Predator analizara pautas a la vez que era desarrollado. Escribieron un programa inteligente con capacidad de aprender, que analizaba el código y sus pautas de respuesta. Así nació el primer embrión de Predator. El proceso era sencillo: el software analizaba primero el código de cada versión y luego se enfrentaba a una simulación que un sujeto virtual realizaba dando órdenes a ese código. Así aprendía código y pautas de respuesta normales. Esas pautas de respuesta correctas eran memorizadas y marcadas en verde en su banco de datos. El aprendizaje de Predator evolucionaba a la par que el desarrollo de este. Con cada prueba satisfactoria guardaban, por un lado el código de Predator, y, por otro, su banco de memoria con todo lo que este había aprendido. En 48 horas tenían una versión “1.0”, preparada para analizar código defectuoso. Lo más complicado vendría cuando pusieran a Predator a trabajar con sujetos reales. Ahí lo que estaría en juego serían vidas. Por eso analizaban primero el código con Predator. Si este lo daba como bueno, entonces probarían la versión analizada con una persona mientras Predator escrutaba las pautas de respuesta que producía el dispositivo. Jacob estaba orgulloso de que su programa se encargara de ambas tareas. Durante el fin de semana habían sometido a Predator a una montaña de pruebas. El domingo por la noche el software de caza había dejado la adolescencia y por fin estaba preparado para enfrentarse a las versiones del software del dispositivo que habían empezado a dar problemas. Estos se habían detectado a partir de la versión 1.36. Con lógica, Jacob había propuesto empezar a revisar desde la 1.20 ya que esa versión era donde empezaba a usarse el módulo de interpretación neuronal. La misma versión que él había probado el día de su llegada al laboratorio. Por supuesto tampoco descartaba que el error pudiera ser anterior. Había justificado en una reunión los motivos para empezar por esa versión. —Empezaremos entonces en la versión 1.20. Si no encontramos nada de aquí en adelante, probaremos a estudiar versiones anteriores. —¿Y si aún así no encontramos nada? —preguntó Lia, aún sabiendo que esa pregunta era muy incómoda.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 68. Jacob suspiró. —Como todos sabéis, Predator se basa en su propio aprendizaje. Si el código erróneo es anterior a la versión 1.0 lo habremos marcado como bueno. Así que si no encontramos nada al llegar a esa versión habremos fracasado y tendremos que idear una nueva estrategia. —¿¡Una nueva estrategia!? —había saltado Stephen—. ¿Y damos entonces por perdido el tiempo que se haya empleado en esto? —Correcto, Stephen, no tenemos otra alternativa ahora mismo — argumentó Jacob—. Aún así sé que el tiempo apremia. Por ello, y por si acaso, ya hemos dispuesto que un equipo de dos de los técnicos de Chen vayan revisando, de forma tradicional, el código del dispositivo, desde la versión 0.1 hasta la 1.20. —¿Ese es tu “plan B”? ¿Revisar código a mano? Vamos, es genial… — Lia casi pareció escupir la última palabra. A Jacob el comentario le apenó, de esa forma que sólo ella podía conseguir. A pesar de todo estaba seguro de que su programa se iba a comportar. Ahora era un cazador preparado para buscar qué era lo que había matado a una persona del mundo real. Y eso era un reto demasiado relevante como para no ser afrontado por alguien como Jacob. Estaba seguro de que su pequeño programa lo iba a resolver. Sin duda, Predator era un nombre más que acertado. Con ese pensamiento se quedó dormido de nuevo, mientras se le dibujaba una sonrisa en los labios.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 69. Dos horas más tarde, Jacob estaba corriendo por el paseo marítimo. Los primeros rayos de sol asomaron por el horizonte, lo que coloreó el mar con una línea naranja que se coló entre un sinfín de tonos azules. Entonces vio que tenía una zapatilla desatada. Al detenerse para anudarla una voz le hizo dar un respingo. —Un maravilloso día, sin duda —Jacob se giró y vio a un individuo alto, enfundado en un abrigo largo y de color oscuro— … aunque más propio para la poesía que para el deporte, diría yo. Jacob no daba crédito a lo que veían sus ojos —¡Jules! —exclamó, sorprendido—. Jules Beddings, ¿eres tú? ¡No me lo puedo creer! Se acercó al individuo, delgado y de aspecto enjuto, y le abrazó con afecto. A pesar de tener su misma edad, Jules seguía pareciendo mayor, algo que ya ocurría cuando estaban en la Facultad. Tenía menos pelo del que Jacob le recordaba entonces. La vida debía haber sido dura para él, por el aspecto ajado y cansado que presentaba. Su vestimenta, negra en casi su totalidad, no mejoraba demasiado el aspecto triste de su portador. En la universidad Jules parecía un repelente y muy pelota. Gracias a su piel pálida, su nariz aguileña y su escaso pelo engominado se había hecho merecedor del apodo de Nosferatu. Con el tiempo Jacob había apreciado que Jules era mucho mejor persona de lo que aparentaba y habían establecido una cordial relación. Una vez finalizada la carrera, sus caminos se separaron y supo por otros compañeros que su amigo había realizado la especialidad de genética, logrando becas en Holanda y Estados Unidos, donde estuvo especializándose. Por ese motivo, el último sitio donde esperaba encontrarlo era justo allí, a su lado. Algo en lo más profundo de su mente le dijo que eso no podía ser casual y sintió un profundo escalofrío. —No me lo puedo creer, Jules ¡Te hacía por Estados Unidos! —Ja, ja, no me extraña tu sorpresa, Jacob —contestó Jules—, sobre todo cuando uno se presenta así, sin avisar. En honor a que sé que tienes prisa, me ahorraré los detalles. Me gustaría hacerte una oferta de trabajo. ¿Una oferta de trabajo? ¿Es que se ha puesto de moda contratar
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 70. neurólogos frustrados, o qué? Jules debió notar su cara de sorpresa pues se anticipó a su respuesta. —Para ahorrarnos tiempo, Jacob, diremos que sé en qué estás trabajando ahora mismo... tus excursiones al desierto de Tabernas no creo que tengan como fin buscar alacranes. ¿No es así, amigo? Jacob se quedó con la boca abierta. Pensaba que nadie fuera del grupo de Stephen sabía de la existencia del proyecto. El proyecto depende de fondos universitarios y privados, por lo que a buen seguro hay un entramado de gente detrás… Por lo que estaba viendo, alguien se había ido de la lengua. Decidió que lo más inteligente era seguir callado y dejar que Jules siguiera hablando. —Para ir directos al grano, te diré que mi oferta es para un trabajo muy similar al que estás realizando ahora. Trabajarías en el campo de la programación enfocada a la interpretación neuronal con, digamos, una tecnología muy parecida a la que estás usando. Quizás hasta bastante mejor… Jacob no salía de su asombro. ¿Acaso tiene cámaras ocultas en el laboratorio? —Pero… —Tranquilo —le interrumpió Jules—, dadas las condiciones que has firmado es mejor que no me digas nada. Deja que hable yo. Así nadie podrá acusarte de faltar a tu contrato. Jacob asintió con la cabeza, aliviado. Jules siguió hablando, satisfecho. —Nuestro proyecto está más atrasado que el de tu amigo Stephen, pero por ciertas informaciones a las que he tenido acceso, creo que no tenemos los problemas que se ha encontrado él. Jacob estaba cada vez más sorprendido, pero apretó los labios y siguió callado. Casi como si le hubiera leído el pensamiento, Jules siguió hablando. —Mi propuesta es muy seria. El proyecto de Stephen está condenado al fracaso porque parte de su financiación es pública y hay cosas que no podrá explicar a una Comisión de Investigación de la Universidad cuando llegue el momento. Creo que ni con tu ayuda puede salir del atolladero en el que se ha
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 71. metido. Hizo una pausa con la clara intención de que Jacob meditara sobre lo que acababa de decirle. —Si te vienes, te ofrezco casi el doble y un equipo de gente mucho mejor preparado. Por supuesto te anticipo que no acepto una negativa por respuesta. Te necesito para que dirijas uno de los proyectos más ambiciosos en los que ha trabajado el hombre. Un proyecto que te hará muy rico y… famoso. No te puedo decir más ahora mismo. Jules sabía que había tocado la fibra sensible de Jacob. A diferencia de Stephen, él no podía contar con la presencia de Lia, un enorme atractivo para tener a Jacob, así que tenía que buscar su segunda pasión, el reconocimiento. —¿Qué me dices? Jacob se quedó parado unos segundos mientras la cabeza le daba vueltas. No se lo podía creer: tenía que tomar una decisión por segunda vez y en tan sólo unas semanas iba a cambiar el rumbo de su vida. En su mente no paraban de girar a un ritmo vertiginoso imágenes de los últimos días, en los que no tenía claro si iba a poder resolver a tiempo el gravísimo problema al que se enfrentaba Stephen. El aspecto económico era muy importante, pero no tanto como las posibilidades de éxito del proyecto. Triunfar en proyectos de esa envergadura podía ser sinónimo de pasar a la historia tecnológica de la Humanidad… …eso era demasiado atractivo para Jacob. Se giró hacia Jules.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 72. —Está bien, señores, vamos a iniciar el primer test con la versión 1.20 del software. Informe de hardware, por favor. La voz de Lia sonó a través de los auriculares bluetooth que todos portaban. Éstos les proporcionaban un plus de comodidad en las comunicaciones, con el añadido de que registraban y almacenaban las conversaciones de cada prueba. —Este test consiste en un análisis de la versión 1.20 del software. Si no se detecta ninguna anomalía realizaremos una nueva prueba en una simulación con el dispositivo… controlado por un humano. Jacob notó el tono dubitativo de Lia y pensó que, por el bien de todos, era mejor que no hubiera que analizar demasiado las grabaciones de esos experimentos. Mark Gekko habló. —Hardware correcto, equipos preparados y funcionando a menos del dos por ciento de su capacidad, con temperaturas bajas. Su responsabilidad en estos experimentos, en teoría, era menor dado que se trataba de una búsqueda de software y no de hardware. Aún así se esforzaba por mostrarse implicado al máximo. No era de extrañar ya que todos los participantes del proyecto se harían ricos en caso de que este triunfara, así que cada uno intentaba poner su grano de arena lo mejor que podía. Tampoco pensaba dejar a Lee en la estacada. —Gracias, Mark. Doctor Chen, informe de software. —contestó Lia, en un tono formal que casi sonó extraño a Jacob. Él la había oído hablar de forma mucho más cariñosa. —Predator 2.0 cargado en memoria. Versión 1.20 del software del dispositivo de realidad aumentada cargado. Banco de memoria de Predator cargado. A la espera de inicio de test. Chen estaba también muy serio, pues era el responsable de software y todos pensaban que el fallo era suyo. Aunque no aparentaba estar nervioso, era obvio que por dentro debía estar hirviendo de preocupación. Lia miró hacia arriba, en dirección a uno de los ventanales de la parte alta del semicírculo del laboratorio. Tras él, y con otro auricular, escuchaba Stephen, que asintió de forma casi imperceptible.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 73. Allá vamos, pensó la neuróloga, sintiendo una fría corriente que le cruzó la médula de arriba a abajo. —Doctor Chen, inicie la prueba. Lee tecleó una contraseña y pulsó Intro. Los monitores empezaron a llenarse de secuencias de números y gráficos, todos en color verde. El que indicaba que todo iba bien. —Predator en ejecución, tiempo estimado de análisis, dos horas. El software Predator funciona según lo esperado. Sí, eso ya lo he oído muchas veces… —pensó Lia. En voz alta, añadió —Chen, supervisa las marcas de Predator junto con el doctor Assavar. Mark, por favor, comprueba la estabilidad de los equipos cada 10 minutos. Tras unos segundos de aparente normalidad, Lia por fin se relajó y se encaminó hacia la sala de descanso. Ella iba a tener muy poco que hacer en las próximas dos horas, salvo que Predator reclamara su atención. Su verdadero trabajo empezaría luego, con las pruebas con humanos. Jacob también suspiró, más tranquilo. Ahora ya sólo podía mirar los monitores a la espera de ver código marcado de color rojo, el que indicaría que se había detectado algo. Tenía la vaga esperanza de que Predator saltara pronto, pero era poco probable encontrar un error tan pronto y menos en la prueba sin humanos. Tras dudar durante unos segundos se fue detrás de Lia. Tenía otras cosas en la cabeza además de la ejecución de Predator.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 74. —¿Nerviosa? —preguntó Jacob, al entrar en la sala donde Lia estaba sentada. —No más que el autor de la idea… —contestó ella, con una sonrisa algo torcida. —Confía en mi pequeño, aprende rápido… Lia le miró dispuesta a contestarle, pero se sorprendió cuando vio que Jacob le hacía un gesto con el dedo índice de su mano derecha pegado a los labios en señal de silencio. Vio como se quitaba el auricular bluetooth del oído y desconectaba el micrófono. Señalándola, le indicó a ella que hiciera lo mismo. Lia lo hizo sin preguntar, sabía que Jacob no quería que lo que hablaran pudiera ser oído por el resto del equipo. Ellos sí seguirían oyendo, así que Lia no vio inconveniente alguno. Una vez apagado su micrófono miró a Jacob. —¿Y bien? —preguntó, arqueando las cejas —Sólo quería hablar contigo un momento —comentó Jacob, con voz muy baja. —¿Y tiene que ser ahora mismo? ¿En medio del primer test? —Sí, Lia. Sabes que en las próximas dos horas no va a ocurrir nada y… yo no podía esperar. —Muy bien, Jacob. Cinco minutos, ni uno más. Ya sabes que no quiero que nadie piense que entre tú y yo hay algo. Podría afectar al entorno de trabajo… —Sí, ya, al entorno —dijo Jacob en un tono amargo—…sales con alguien ¿verdad? Jacob se arrepintió de decirlo conforme oía sus propias palabras. El arrebato de Lia no le sorprendió. —¿Es eso, Jacob? ¿Ya vamos a hablar de lo mismo otra vez? Me temo que ni es el momento ni es un tema que te interese. Cuando Stephen me dijo que ibas a venir… me entristecí mucho —Jacob sintió una punzada de dolor—. Sabía que tú eras casi el único que podía ayudarnos. Puede que seas la persona más capacitada para resolver nuestros problemas, pero eso no tiene nada que ver con lo que hayamos tenido antes. No quiero embarrar de nuevo mi vida contigo. Punto. Si eso era lo que querías decir, todo arreglado. Debo volver al
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 75. laboratorio y tú también tendrías que hacerlo. —¡Espera Un momento! Ella había vuelto a sacarle de sus casillas. El problema residía en que Jacob no había podido olvidar la relación que tuvieron. En ella había habido una gran pasión pero con tintes enfermizos, a pesar de lo cual Jacob insistió y logró que ella accediera a salir con él. Durante unos meses Jacob fue uno de los hombres más felices del planeta, pero ella siguió con sus dudas. Una oscura tarde de invierno ella le dijo que así no podían seguir, él cada vez más enganchado y ella dudando de cada paso que daba. Discutieron de forma amarga pero Lia se mostró firme y dejó a Jacob en lo que era el inicio de una depresión que le iba a durar mucho tiempo. De eso hacía ya varios años. No habían vuelto a verse. Jacob apartó el triste recuerdo y decidió soltar su bomba de una vez. —Esta mañana un antiguo compañero al que no veía desde la facultad me ha ofrecido trabajar para un proyecto que podría ser un calco del que se está desarrollando aquí. Lia le miró, pálida. —¿¡Qué!? —Eso es lo que quería decirte. Lo que más me ha alarmado es que parece conocer los problemas que tenéis vosotros. Lia estaba blanca y con la boca abierta, sin atreverse a decir nada. Con dificultad, logró articular palabra: —Y… y tú ¿qué le has dicho? —Me ha ofrecido dinero y fama, mucha fama… algo a lo que nunca me he podido negar. Lia apenas podía emitir sonido alguno. Jacob sintió una punzada en su corazón, pues siempre le había encantado romper el hielo que envolvía a Lia. Una vez más, y para sorpresa suya, lo había conseguido. Dejó que unos segundos de silencio flotaran por el aire y por fin contestó.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 76. —Le he dicho que no. —Oh, Jacob, ¡gracias a Dios! —ella se levantó y le abrazó. Jacob sintió que el pecho le iba a explotar, liberando unas endorfinas que llevaban años encerradas. Notó cómo se estremecieron todos los músculos de su cuerpo. Y por unos instantes fue feliz.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 77. Dos horas y media después, Jacob, Lia, Mark y Lee estaban en el despacho de Stephen. Un proyector mostraba decenas de gráficas y una especie de mapa que era un resumen visual de los hallazgos de la prueba. El dominio del color verde indicaba que Predator no había hallado nada. En ese momento hablaba Lee. —Esta tarde Predator analizará las pautas de respuesta que se produzcan cuando el software sea ejecutado por el dispositivo, que será manejado por un humano en el entorno controlado del simulador. Es en esta prueba donde tenemos más esperanza de encontrar fallos. Jacob asintió. Ardía en deseos de demostrar que llevaba razón. Además, cuanto antes dieran con el error, antes podrían ponerse a programar la solución y antes podrían concluir el proyecto… suponiendo que no aparecieran nuevos problemas. La voz de Stephen interrumpió sus pensamientos. —Jacob, tu turno. —Esta tarde haremos la primera simulación con una persona real. Predator analizará las respuestas y verá si se ciñen a lo que ha aprendido hasta ahora. Por las noches, el ordenador compilará el aprendizaje de los tests en su memoria. Así podríamos analizar hasta cuatro versiones de software al día, de forma que si no surgen demasiados contratiempos tendríamos analizadas las 16 versiones en menos de… cinco o seis días en total. Jacob era consciente de la importancia de la hoja de ruta que acababa de presentar. Lia interrumpió su pausa. —¿Seis días? ¿Has dicho seis días? Sé que tenemos problemas de tiempo, Jacob, pero insisto en que vamos a realizar las pruebas con personas. ¿Se te ha olvidado ese pequeño detalle? ¡Son vidas lo que está en juego! La magia que Jacob había sentido tres horas antes con su abrazo se esfumó. Todos se giraron hacia Stephen al oír su voz. —Tranquila, Lia, estoy seguro de que ninguno de los presentes quiere poner en peligro la vida ni la salud mental de ningún componente del equipo. Jacob sonrió. Hacía unos instantes que había tenido una intensa charla en ese mismo despacho para comentar los pormenores de su plan. Habían discutido sobre la
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 78. importancia que tenía el realizar sesiones intensivas de pruebas, pero el premio en recorte de plazos era tan goloso que Stephen había tenido que ceder; no tenían tiempo. Ahora Jacob recogía los frutos de dicha conversación. —Es seguro —ayudó Chen—. Sé que es difícil fiarse de nuestros propios sistemas tras haber sufrido la muerte de un compañero, pero es importante recordar que ahora analizamos el código antes de cada prueba con Predator. Lia miró a Stephen con ojos de hielo. —De acuerdo —terminó concediendo con tono frío—, pero como responsable de las pruebas me reservo el derecho de anular la realización de cualquiera de ellas en cualquier momento. —Por mí no hay problema —afirmó Jacob, mirando a Stephen. Este sonrió y preguntó en voz alta —¿Estamos todos de acuerdo? Todos asintieron, salvo Lia. Tras unos segundos de incómodo silencio por fin habló. —No estoy dispuesta a tolerar ni una sola muerte más en este proyecto. —¡Eso no va a ocurrir, tenlo por seguro! —respondió Stephen con su sonrisa más carismática. En unas horas se arrepentiría de haber hecho ese comentario.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 79. Eran ya las siete de la tarde y Jacob se encontraba sentado frente a su portátil en uno de los despachos, repasando una y otra vez los resultados de la simulación. La primera prueba de Predator con un humano había transcurrido con normalidad y no se habían hallado errores. Todos veían normal que el software no hubiera encontrado problemas en su primera “cacería” con el simulador manejado por una persona. Aún quedaban 14 versiones del software que analizar y no podían pretender acertar con una versión que todos habían considerado segura. Sin embargo, Jacob sí estaba preocupado. Le hubiera gustado más que el programa hubiera marcado algún código en el primer test o alguna pauta por simple que fuera en el segundo, con el simulador, aunque luego estos no fueran erróneos. Pero tanto el código como las pautas de respuesta parecían perfectas. Jacob había comprobado varias al azar y verificó que su software no se había equivocado. Suponía que iba a tener que ser más paciente, uno de sus puntos menos fuertes. La entrevista con el técnico que había hecho el test corroboró los datos. Lia se había reunido con él para que le contara sus sensaciones durante la prueba en una conversación que también era grabada. El técnico no había objetivado nada anómalo y en su paseo libre por las calles de cuatro grandes ciudades había pasado por numerosos establecimientos comerciales de todo tipo sin aparente relación entre ellos. Lia se dio por satisfecha y concluyó la entrevista. Sin embargo, Jacob no podía sacudirse esa extraña sensación de que algo no encajaba. Sabía que parte se debía a su enorme ego, que esperaba resultados desde el primer día. Hubiera sido un descomunal golpe de efecto encontrar el error el primer día, pero no había sido así. Para rematar, Lia se había acercado tras el test para hacerle un solo comentario. —¿Contento de no haber inducido a nadie al suicidio? Era una broma, pero ella tenía muy poca experiencia en temas de humor y además sus bromas no solían tener un fondo del todo agradable. Esta le había parecido bastante desagradable a Jacob. Primero, porque un técnico había muerto. Segundo, porque Lia seguía tomándose muy poco en serio su plan para encontrar el fallo. No sabía qué era lo que pasaba por la cabeza de esa mujer, pero sin duda iba a tener que hablar con ella… Jacob dio un brinco al oír un grito que le heló la sangre en las venas.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 80. Se quedó paralizado, con una intensa sensación de frío. Joder… ¿qué ha sido eso? Por fin reaccionó. Se levantó y se asomó al laboratorio, donde vio a unos cuantos técnicos y operarios formando un corro. Uno de ellos gritaba órdenes mientras se veía a otros dos de rodillas sobre el suelo. Dios mío, no… Jacob salió del despacho como un rayo. En cuanto llegó al grupo de gente, por fin pudo ver que se confirmaba su temor. Un técnico de menos de treinta años yacía en el suelo con muy mal aspecto. Jacob se agachó y acercó su cara a la nariz del hombre, para comprobar desalentado que no respiraba. En su tarjeta de identificación se leía ‘J. Connor’. Jacob tuvo la lucidez suficiente para recordar que ese no era el técnico que había realizado el test esa tarde. —Menos mal… —aunque sintió muy poco alivio. Recobrando la iniciativa pidió un equipo de primeros auxilios y empezó a insuflar bocanadas de aire a través de la boca del técnico, mientras con su mano izquierda sellaba la nariz y con la derecha le elevaba la barbilla, facilitando así la entrada de aire. Vio como el pecho se elevaba con cada una de las insuflaciones de aire. Alguien le puso al lado un maletín enorme que contenía un equipo completo de reanimación. Antes de abrirlo palpó el cuello del técnico en busca del pulso carotídeo, el más fácil de encontrar en esas circunstancias, si lo hubiera habido. Mientras empezaba a practicar masaje cardíaco dejando caer el peso de su cuerpo sobre el esternón de Connor, Jacob gritó que alguien llamara a Lia y sobre todo, al personal sanitario.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 81. “El hombre que no ha amado apasionadamente ignora la mitad más bella de la vida.” Henri Beyle
Capítulo 06 Samnuloc
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 82. Sábado, 14 de marzo de 2009
Cinco días después del incidente de Connor, este seguía ingresado muy grave. El motivo de su súbito desfallecimiento había sido la rotura de un aneurisma cerebral que le había producido una pequeña hemorragia. El problema es que la hemorragia se había instaurado de forma veloz, por lo que en pocos minutos había empezado a comprimir el cerebro de Connor. Por fortuna había llegado vivo al hospital, a donde lo habían trasladado de forma muy discreta. Nadie se fijó en que el conductor de la ambulancia era un gigante de raza negra. Habían podido drenar el coágulo en quirófano, pero el daño cerebral ya estaba hecho. Jacob sabía que el pronóstico era muy malo. Él había tratado muchos casos como ese y sabía cómo terminaba la mayoría de ellos. Stephen interrumpió sus pensamientos. Ambos estaban sentados de nuevo en su despacho. —No podemos permitir que el desánimo cunda entre el resto del equipo, la moral ya está demasiado baja. Es importante transmitir que no tenemos la más mínima evidencia de que este suceso esté relacionado con el proyecto. Además Connor tenía… factores de riesgo. —¿Factores de riesgo?, ¿a qué te refieres? —Lo siento, es un episodio de la vida de Connor que no puedo revelar. Por favor, confía en mí cuando te digo que su muerte no está relacionada con el proyecto. Ahora prefiero que me hables de los avances del programa de análisis. Jacob apretó las mandíbulas. Stephen sabía tan bien como él que no había ningún avance en los análisis que había realizado Predator hasta el momento. Al final venció su impulso de contestar de forma desairada y resumió el trabajo de los últimos días. Habían analizado 16 versiones del software del dispositivo, primero el código y luego las respuestas que se generaban al usar el simulador con humanos. Predator había marcado todo con un desesperante tinte verde; cero errores encontrados. Decidió concluir su breve informe añadiendo un juicio de valor personal.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 83. —Ya sabes que Predator no ha marcado ningún código ni pauta de respuesta como anómalos. Hemos comprobado su funcionamiento mediante análisis paralelos y parece funcionar bien. Esto resulta chocante sobre todo para mí, que esperaba resultados desde el primer análisis… junto con el cansancio que acumulamos, creo que esto es lo que explica el desánimo y la tensión que se están viviendo en los últimos días. Notó cómo Stephen se puso rígido y supo que había dado en el clavo. Así que eso es lo que le preocupa. Tras la hemorragia de Connor, el desánimo y la irritación se habían propagado por el laboratorio. Todos estaban muy suspicaces y empezaban a asomar los primeros gestos bruscos y miradas de antipatía. Algunas voces ya adelantaban el fracaso del proyecto. —Jacob, estoy preocupado y no es por tu programa. Si no encuentra el error no pasa nada, sólo habremos invertido unos días. Aún tendríamos más de cinco meses para arreglar estos... percances. El problema es que Chen parece un espectro. Con Lia apenas se puede hablar y es obvio que tiende a esquivarte. Y el personal de Mark y Lee empiezan a acusarse de forma recíproca. Con plazos de tiempo tan justos sólo un equipo motivado puede obtener resultados. A lo único a lo que temo en esta vida es al desánimo y este se ha instaurado en el laboratorio. Hoy se prueba la última versión que queda, la 1.36. Estoy orgulloso del trabajo que se ha hecho y voy a proponer a todo el personal científico que se tome mañana el día libre, se encuentre lo que se encuentre. Jacob abrió mucho los ojos, no podía imaginarse que la situación estaba tan tensa entre los miembros del equipo. Tampoco le gustó saber que lo de Lia era tan evidente. Dándole vueltas a lo que acababa de oír, tuvo una idea repentina. —Gracias, Stephen, puede que un día de descanso venga bien, pero yo al menos preferiría aprovechar para revisar… —No hay más que hablar —le cortó Stephen—, si seguimos a este ritmo nos vamos a hundir todos. No quiero que se repita lo del suicidio de Alexis ni que reviente otro aneurisma como le ha ocurrido a Connor. Voy a hablar con Lee, Mark y Lia para que informen a sus equipos y transmitan un mensaje de ánimo a todo el mundo. Gracias, Jacob, puedes irte. El neurólogo intentó protestar en el mismo momento en que sonó el móvil de Stephen.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 84. Éste le indicó que cerrara la puerta al salir con un gesto apremiante.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 85. De vuelta al laboratorio se cruzó con un taciturno Lee que apenas le devolvió el saludo. Decidió tomar un café. Nada más dirigirse a la sala de descanso se alegró de haber tomado esa decisión, pues allí se encontraba Mark y nadie mejor que él para resolver esa duda que le estaba taladrando el cerebro desde hacía unos minutos. —¿Qué tal, doctor Assavar? —contestó Mark en un tono muy serio que no pegaba nada con su pelo alborotado y su cara de travieso. Jacob pensó que sin duda era la consecuencia de haber perdido a dos hombres. —Cansado, Mark, la verdad —contestó Jacob, intentando empatizar con el responsable de hardware—. No pensaba que esto fuera a ser tan complicado. Siempre es fácil enfrentarse a chips y a código, pero cuando hay personas afectadas todo se complica mucho, ¿no crees? Mark levantó la mirada de su vaso y sonrió de forma leve. También tenía aspecto de cansado. —No es fácil perder a dos hombres a los que aprecias y encima pensar que pueda estar relacionado con un fallo del equipo. Es complicado de llevar… —Mark, por favor, tutéame, te lo pido —le interrumpió Jacob, intentando acercarse en el plano emocional—, me gustaría contar con tu opinión de experto. Ya conoces los resultados de las pruebas que hemos realizado. Aunque aún falta el último test, una duda empieza a aparecer en mis análisis. —Dispare, doctor —A Mark se le olvidó tutearle, intrigado como estaba por la inquietud de Jacob. Este no quiso corregirle para centrarse en la pregunta, ya que el ingeniero era justo la persona a la que más le afectaba. —Si los resultados de hoy fueran negativos seguiríamos analizando las versiones anteriores a la 1.20. Sin embargo, todos sabemos que es muy poco probable que el fallo esté ahí ya que éstas no incluyen los módulos de respuesta neuronal. Mark torció el gesto pero no le interrumpió. —Por tanto, si el test de hoy fuera negativo, me gustaría estudiar contigo una nueva posibilidad.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 86. Mark respiró hondo, como si supiera lo que iba a decir Jacob. —Que el fallo esté en el hardware, no en el software. Mark no pudo aguantar más. —Un momento, doctor. Si está usted diciendo que alguno de mis hombres ha metido la pata, le aseguro que por ahí no paso. ¿Es que se le ha olvidado que he perdido a dos de ellos? ¿Y que todavía no sé si ha sido por el estrés al que se les ha sometido o bien por un posible fallo de esos sabiondos de software? ¿¡De verdad piensa usted que mis hombres han matado a dos de sus compañeros!? Mark tenía la cara congestionada. Jacob contestó con voz suave y calmada, casi comprensiva. Estaba acostumbrado a tratar a pacientes que no reaccionaban bien al comunicarle sus diagnósticos y sabía usar sus escasos conocimientos de psicología para estas situaciones. —No digo que tú o tu equipo os hayáis equivocado. Más bien mi idea se dirige por otros derroteros. Las palabras de Jacob parecieron surtir un mínimo de efecto. Mark respiró hondo varias veces. Aún así el neurólogo tenía que sonar muy convincente si quería evitar una crisis. —Sé que estáis trabajando muy duro en esto, incluso más que el resto, dado que las personas afectadas eran compañeros vuestros. Sin embargo, hay una duda que me inquieta y puede que ni siquiera tu equipo sepa la respuesta. —Diga, doctor. Digo, Jacob —contestó Mark, algo menos colorado. —El nuevo chip, ese que apareció de mano de la empresa que financia este proyecto ¿Estáis seguros de que no contiene ningún tipo de código? ¿Lo habéis comprobado? —Doctor, quiero decir… Jacob, esa pregunta ya nos la hicimos en su momento. En realidad fue Chen quien la hizo, pero no a mí, sino al propio Stephen. Algunos procesadores llevan código integrado, es algo normal. —¿Y…? —preguntó Jacob, inquieto. —Pues que Stephen nos dijo que los suministradores le habían dicho que el procesador estaba limpio. Estaba garantizado que el chip no portaba código
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 87. alguno. De hecho, la empresa suministradora permitió al grupo de Chen buscar rastros de código, pero eso sí, bajo las mismas premisas bajo las cuales nos dejaron el chip: no podíamos abrirlo ni manipularlo. Tan sólo utilizar software para trabajar con él. Una muy débil señal de alarma se encendió en lo más profundo de la mente de Jacob, pero por desgracia no supo a qué se debía. Fastidiado, decidió continuar preguntando. —¿Lo comprobaron? —¡Por supuesto! Lee envió unos cuantos programas rastreadores tratando de obtener algún hallazgo en forma de código. —Y no lo obtuvo, claro… —concluyó Jacob. —No. Supongo que si lo hubiéramos encontrado, no estarías aquí.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 88. —De acuerdo, Mark, gracias por tu opinión. Ten por seguro que contaré contigo si se me ocurre alguna otra posibilidad. Una creciente nota de preocupación se había alojado en el cerebro de Jacob y este quería darle vueltas a una idea que no conseguía perfilar. Se encaminó hacia la puerta y en el mismo momento en que pensaba despedirse de Mark, este le hizo una pregunta. —Por cierto, Jacob ¿sabes que lo de Connor es posible que no tenga ninguna relación con el proyecto? Jacob se detuvo para escrutar a Mark. Era la segunda vez que oía ese comentario en un rato y no sabía si esa nueva y pequeña alarma que se acababa de encender en algún lugar de su masa gris tenía algo que ver con ese tema. —¿Estás seguro, Mark? Eso sería una buena noticia para el grupo… no quiero que el desánimo cunda entre los integrantes del proyecto porque piensen que este nos puede matar a todos. Jacob acababa de dar un palo de ciego. —No te preocupes, lo de Connor era un secreto a voces —contestó guiñando un ojo —Y es justo que lo conozcas: el chico llevaba años esnifando cocaína. Deambulaba cuesta abajo por el camino de la amargura. Hará unos seis meses que su novia le dio un ultimátum definitivo. Connor lo dejó, pero ya sabes cómo son esas cosas. Yo no me trago del todo que ya no estuviera esnifando. Jacob se quedó helado —¿cocaína?—. Eso cambiaba mucho la posible causa de la rotura del aneurisma. —La verdad es que eso lo cambia todo, aunque creo que no deberíamos descartar ninguna posibilidad. —Vamos, Jacob —replicó Mark—, no me irás a decir ahora que el aparato o su software le han roto el aneurisma a Connor. Es tan absurdo como pensar que eso también fue lo que provocó el ataque de epilepsia que sufrió Cole y que hizo que se estrellara. ¡Eso casi rozaría la mayor de las paranoias! — terminó diciendo con una sonrisa. Jacob le interrumpió, sintiendo la sangre hervir en su cabeza. —¡Un momento, Mark! ¿Me estás diciendo que hay otra víctima más? ¿Un accidente de tráfico originado por un ataque de epilepsia? Pero, ¿¡cuánta
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 89. gente relacionada con el proyecto ha muerto ya!? —Hombre, dicho así suena muy mal… aunque Alexis se suicidó tras usar el simulador no está claro que haya una relación directa, puede que ya pensara en matarse antes de esa prueba. La historia de Connor ya la conoces y aunque también usó el aparato, creo que lo que le ha llevado a la UCI del hospital ha sido la cocaína, no nuestro dispositivo. Y de momento no está muerto que sepamos, ¿no?. —Ya —interrumpió Jacob—, una vez justificados esos dos eventos ¿me podrías explicar quién es ese tal Cole y qué le pasó? —Lo de Cole fue un accidente, de eso no hay ninguna duda… Jacob levantó una ceja en actitud expectante y cruzó los brazos sobre el pecho. Mark continuó. —Ocurrió nada más empezar a hacer las pruebas con los módulos de respuesta mental, creo que fue con la versión 1.25 ó la 1.26, no lo recuerdo bien. El caso es que el hombre era técnico de software del grupo de Lee. Ese día estaba muy nervioso. Había discutido con un compañero y Chen le propuso que se dedicara a analizar código para apartarlo del resto. Según los registros de salida se quedó trabajando hasta tarde, debía sentir remordimiento o quizás vio algo que no le cuadró, no lo sé. —¿Tenía ese tal Cole antecedentes de epilepsia? Jacob conocía los factores de riesgo que podían desencadenarla. —Pues sí... antecedentes que figuraban en todas sus fichas, pero que no habían sido inconveniente para su incorporación. Por lo que he podido saber llevaba años sin padecer crisis y estaba sin medicación. Se le hicieron revisiones médicas y pruebas durante el tiempo que estuvo aquí, como a todos. Cole estaba tan sano como cualquiera de los demás integrantes del equipo. —Salvo por sus antecedentes de epilepsia, claro… —le corrigió Jacob —. Un pequeño detalle que, si no se tiene en cuenta puede hacer que expongamos a estrés, sobrecarga de trabajo y falta de sueño a una persona que en cualquier momento puede sufrir un maldito ataque… ¿no es así? Mark bajó la vista. —Jacob, por favor, no nos hagas sentir aún peor. Cole estaba irritable pero nadie le había exigido nada especial ese día. Se peleó con los compañeros,
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 90. pero estos no iniciaron las discusiones. Chen lo relegó para evitarle más problemas ese día. Por algún motivo se quedó hasta tarde, pero tampoco se lo pidió nadie. Si tuvo un ataque de epilepsia mientras conducía de vuelta a casa esa noche, creo que ninguno debemos echarnos la culpa. Pudo haberle ocurrido en cualquier otro momento. Jacob le miró a los ojos. —Mark, perdona que siembre un poco de duda en esa afirmación tan tajante que realizas, haciéndote una pregunta cuya respuesta me temo ya conozco ¿probó el tal Cole el simulador en los días anteriores a ese ataque de epilepsia tan inesperado? Mark siguió con la vista clavada en el suelo y empezó a mover la cabeza de lado a lado, negando. Jacob pensó que se iba a venir abajo de un momento a otro. Por fin levantó la cabeza y miró a Jacob con lágrimas en los ojos. —No, Cole no probó el simulador en los días anteriores a su muerte… él no usó nunca el simulador.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 91. Jacob abandonó la sala intentando asimilar lo que Mark acababa de decirle. Por un lado, acababa de saber que había otra víctima relacionada con el proyecto. Eso elevaba a tres las personas que habían sufrido accidentes, dos de ellos mortales. Pero Cole no ha usado el dispositivo y su muerte parece no tener que ver con el proyecto… ¿o sí? Estaba seguro de que todos los eventos tenían que estar relacionados. Él pensaba que no existía la casualidad, sino la causalidad. ¿Entonces qué es lo que une los tres accidentes? Otra idea que le hizo sentirse aún más inquieto. Cogió el móvil y marcó el número de Lia, quien contestó al tercer timbre. —Estoy muy ocupada… …y a la vez tan receptiva como siempre. —Necesito hablar contigo, ahora. Su tono sonó serio y cortante, que era justo lo que pretendía. Tras unos segundos, por fin oyó la voz de Lia. —De acuerdo, te espero en mi despacho. Jacob colgó. Quizás sería mejor calmarse un poco antes de hablar con ella, por lo que frenó el paso y respiró hondo varias veces antes de llegar al laboratorio. Una vez allí, giró hacia el despacho de Lia, de pequeño tamaño y sin ningún detalle personal. La puerta estaba abierta y ella esperaba. —Dime qué necesitas, pero, por favor, de forma breve. Jacob respiró hondo una vez más: —¿Se puede saber por qué nadie me había dicho que había otra víctima relacionada con el proyecto? Intentó que su voz sonara calmada, sin éxito. —¿Para eso me haces dejar el laboratorio? —contestó Lia agresiva—. Nunca dejarás de sorprenderme. Veo que no has cambiado nada, sigues siendo el que siempre ve fantasmas por todas partes. Jacob sintió una creciente presión en su cabeza. Lia no sólo no había
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 92. respondido a su pregunta sino que encima le estaba atacando. ¿Qué demonios será lo que me ha hecho perder la cabeza por esta mujer? —Lia, ¿me puedes explicar qué fantasmas estoy viendo en que se me contrate para arreglar un proyecto que podría matar a la gente que lo usa y resulta que se me oculta la muerte de una persona que trabajaba en dicho proyecto? —Nadie te ha ocultado nada. Si no se te ha informado de la muerte de Cole, el ingeniero del ataque de epilepsia, que es a quien supongo que te refieres, es porque no ha tenido nada que ver con el proyecto. —¿Y cómo puedes estar tan tranquila con esa muerte, dado lo que te preocupan las otras? Lia cerró los ojos y contestó, dejando escapar las palabras entre sus dientes. —Así es, Jacob. Resulta que Cole era epiléptico y tras un día de intenso trabajo sufrió una crisis al volver a su casa conduciendo. El coche se salió de la carretera y cayó por un desnivel. Muerte por traumatismo craneoencefálico, nada más en esa historia. Pero además te añadiré que Cole era un excelente técnico informático que por desgracia no soportaba la presión. Un motivo muy justificado que pudo desencadenarle el estrés que le llevó a sufrir esa desafortunada crisis. A esto hay que añadir que no llegó a probar en ningún momento el dispositivo de realidad aumentada, así que su muerte no puede estar relacionada con éste. Para terminar, y por si todo esto aún no te convence, te recuerdo que el accidente de Cole sucedió con una versión temprana del software, antes de que notáramos los fallos que provocaron tu llegada. Si no me equivoco, y por si no lo recuerdas, la 1.25 fue una de las primeras versiones en pasar el análisis de tu software, ese que tiene nombre de película de extraterrestres. Análisis que, por cierto, fue negativo… Para entonces, Jacob apenas la oía, debido a la furia que le recorría todos los nervios y que le embotaba el pensamiento. Discutir con Lia era absurdo. Era muy inteligente, pero también podía ser muy fría y cruel. Como en ese momento. Optó por respirar hondo y contar hasta 10. Al final llegó a 20 mientras pensaba…
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 93. Si Lia tenía razón, entonces no había conexión entre los desgraciados sucesos. A pesar de ello, él no creía en las casualidades y esa era una demasiado llamativa. Por desgracia sólo le quedaba la prueba de la última versión del software para corroborar esa teoría. Esa idea le inquietó, ya que si el test era negativo, iba a tener serios problemas. Se le ocurrió una pregunta. —¿Y por qué Cole no hizo pruebas con el simulador? Se supone que todos los técnicos iban pasando por él. Lia cambió su gesto de enfado por uno de impaciencia. —Cole tenía antecedentes de epilepsia ¿recuerdas?. Mark, Lee, Stephen y yo estábamos al corriente. ¿Nos tomas por retrasados? En ese momento, Jacob lo entendió e intentó detenerla, pero ella hizo caso omiso. —¿De verdad pensabas que íbamos a exponer a un epiléptico a un dispositivo que interactúa con las ondas mentales y que envía información lumínica parpadeante directa a las retinas? —dijo, poniendo los ojos en blanco. Por primera vez en mucho tiempo Jacob se quedó callado. Lia tenía razón y todas sus suposiciones parecían absurdas. Cole no hubiera usado el aparato ni aunque le hubiera ido la vida en ello, dados sus antecedentes. Cualquier epiléptico sabía que no debía someterse a factores como los estímulos lumínicos… ¡hasta en los videojuegos se advertía! Era una pena que Lia no hubiera querido salir con él. Era mucho más duro tenerla enfrente que a su lado. Ese pensamiento le hizo sentirse muy solo, y pensó que en ese momento iba a ser mucho mejor estarlo de verdad. Dando un portazo, abandonó la habitación.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 94. Tras el almuerzo, casi todo el mundo se encontraba en la enorme sala central que constituía el laboratorio. En breves minutos iba a comenzar la prueba de la última versión del software del dispositivo, la 1.36. Todos andaban un tanto nerviosos y por eso deambulaban por allí, tuvieran o no algo que hacer. Los que aún confiaban en que Predator encontrara un fallo se mostraban optimistas e incluso hacían apuestas sobre el momento de su aparición. Sin embargo, la mayoría pensaba que Predator ya no iba a encontrar nada. En este grupo se encontraba Lia, quien creía haber tirado a la basura casi dos semanas del poco tiempo que les quedaba. Jacob sólo deseaba que su software encontrara algo de una vez. Una nube de técnicos zumbaba alrededor del neurólogo haciendo ajustes. Los de hardware revisaban todas las conexiones y sistemas bajo la mirada de Mark, que punteaba en su tableta digital. El equipo de Lee se concentraba en los ordenadores del centro de la sala, revisando una y otra vez las versiones del software y los bancos de memoria. Por favor, que encuentre algo… Jacob intentó relajarse mientras uno de los técnicos le ajustaba las gafas. Por orden de Stephen, los jefes de equipo no habían participado en las pruebas, pero la conversación con Lia fue la gota que colmó su paciencia. No quería estar a su lado mientras hacían la última prueba y menos aún ver su expresión en caso de que Predator no encontrara nada. Si el software tenía un fallo, entre él y su pequeño Predator lo iban a encontrar. Era una cuestión de orgullo. Stephen se había negado a que Jacob fuera el que hiciera la última prueba cuando se lo comentó, tal y como esperaba. Sin embargo, llevaba muy bien preparada su excusa. —Stephen, en esta versión vamos a encontrar algo. Ya han muerto dos personas que trabajaban en este proyecto y una tercera está en coma en el hospital. Quiero probarlo yo, estoy sano y la neurología y el comportamiento son mis fuertes. La única que me iguala en esos campos es Lia. No hay otra opción mejor para forzar el sistema que uno de los dos, pero ella es la supervisora de la prueba. Si hay un error, te aseguro que yo lo encontraré. Stephen intentó discutir con él sin éxito. Tenía más ganas que el propio
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 95. Jacob de encontrar por fin algo y, al igual que el resto del equipo, se encontraba ya muy cansado e irritado. Así que cedió. Un rato después, el grupo conocía quién iba a probar el dispositivo. Por algún motivo la noticia no sorprendió a Lia. —¿Todo correcto, doctor Assavar? —preguntó uno de los técnicos de Mark. En el bolsillo de su bata se leía su apellido. —Gracias, Langman, eso creo… El técnico le sonrió, creyendo haber captado el tono irónico del médico. —No se preocupe, estamos seguros de que usted va a encontrar ese error —y en un tono más bajo, casi susurrando, añadió—, además he apostado por usted desde el principio. Llevo mucho perdido, pero hoy seguro que me recupero con creces ¡Ánimo! Terminó la frase con una sonrisa y, tras ajustar los últimos cables, se despidió con un saludo. Jacob no pudo evitar sonreír, pensando que no tenía ni idea de que se habían realizado apuestas alrededor de su software. Sin duda era mejor estar ahí que al lado de Lia. En ese momento oyó la voz de ella por el auricular bluetooth. —En breves segundos iniciaremos la prueba mediante el uso del simulador de la versión 1.36. Tras solicitar los habituales informes Lia pidió a Chen que iniciara la prueba. Este tecleó la contraseña y pulsó la tecla Intro. Jacob sintió cómo se le aceleraba el pulso. De nuevo estaba viendo Madrid, la Plaza de Bilbao, con esa mezcla de los edificios nuevos y viejos que sólo puede verse en esta ciudad. Los cientos de letreros luminosos flotantes de sus gafas le indicaban dónde estaba y dónde podía ir. Empuñó el joystick con fuerza y empezó a desplazarse por ese entorno virtual que tantos recuerdos le traía. Veinte minutos después y tras diversas pruebas, Jacob estaba en la Plaza de Alonso Martínez, maravillado del excelente comportamiento del dispositivo,
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 96. pero entristecido porque no había notado nada extraño. Lia por fin solicitó lo que él estaba esperando. —Jacob, por favor, camina sin rumbo. Consciente de que esos minutos eran cruciales trató de dejar la mente en blanco y empezó a caminar sin destino. Por el dispositivo supo que andaba por la plaza de Santa Bárbara en dirección a Fernando VI. Intentó seguir andando sin prestar atención a los nombres de las calles y giró a la izquierda. Al pasar vio un bar que le era familiar, pues había estado allí con Lia. Quitándose esa idea de la cabeza, siguió andando. Pasó por una cervecería donde una vez pilló una buena con dos compañeros del hospital y por la puerta de un pub donde también había estado. Van a creer que soy un alcohólico —pensó sonriendo. Trató de concentrarse y, tras despejar de nuevo la mente, giró de forma intuitiva a la izquierda. En unos metros llegó a una calle ancha, Génova, que desembocaba en la plaza donde había empezado a andar poco antes. Se dio cuenta de que había caminado en círculo. Me he despistado demasiado… Siguió andando y cruzó un paso de cebra mientras el dispositivo le bombardeaba con todo tipo de información. Si no consigo provocar el fallo ahora, Lia dará la prueba por concluida. De nuevo ella. Intentó dejar una vez más la mente en blanco y para ello decidió fijarse en los locales que tenía enfrente. En ese instante la sangre se le heló en las venas. Enfrente de él, casi invitándole a entrar, estaba un conocido local de copas, el Samnuloc. Un pub como cualquier otro de los miles que había en Madrid, salvo por un pequeño detalle. En ese sitio un frío día de invierno él se sintió el hombre más feliz del planeta. Apoyado en una columna, Jacob había notado la mano de Lia en su nuca y cómo ella se acercaba a él por primera vez desde que se conocían. En esa columna Jacob sintió cómo su corazón se congelaba a la vez que un
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 97. inmenso calor le recorría el cuerpo. En ese pub Lia y él se habían besado por primera vez. Varias alarmas saltaron al unísono en los ordenadores de los técnicos de Chen. Jacob oyó gritos y movimiento a su alrededor. La voz de Lee se oyó por encima del resto. —¡Ha encontrado algo! ¡Repito, Predator ha encontrado algo!
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 98. Una hora después, los responsables de los equipos estaban en el despacho de Stephen. El único ausente era Chen, que se había quedado con sus ingenieros concluyendo los análisis. Stephen había dado orden de dejarlos solos para que pudieran concentrarse. Había decidido que lo mejor era que el resto de los coordinadores fueran con él a su despacho en vez de estar atosigando al pobre Chen. Sin embargo, no tenía nada claro que hubiera sido una buena idea, pues la tensión, mezclada con tintes de euforia, se palpaba en el ambiente. Todos estaban deseando que Chen apareciera por la puerta. Stephen le había hecho a Jacob la pregunta que más temía —¡Enhorabuena, sabía que lo conseguirías! Ardemos en deseos de saber cómo lo has logrado… Jacob contestó sin dudar ni un segundo. —Lo siento pero no lo sé, Stephen. No he hecho nada en especial. Le había costado mucho tomar la decisión sobre lo que iba a relatar, pero ya lo tenía muy claro. No iba a contar que había llegado al sitio donde besó a Lia por primera vez. La idea de contar el verdadero motivo del hallazgo de Predator le ponía enfermo, algo que no era nada comparado con la posible reacción de ella. ¿Por qué ella parece estar ajena? Para su sorpresa, Lia no había dado muestra alguna de haber recordado el bar y en ningún momento hizo mención a éste, ni siquiera una mirada de complicidad. Eso tampoco le cuadraba. Sólo esperaba que el análisis de Chen no le pusiera en un aprieto emocional y que se limitara a localizar por fin el dichoso fallo. Por fin el maldito fallo… Este pensamiento le hizo sentirse mejor. Predator había logrado su cometido. Habían sido unos días muy duros. Como no podía ser de otra forma, había tenido que ocurrir en la última prueba. Maldita Ley de Murphy. Si el autor cobrara por cada vez que se cumple… Con o sin Ley de Murphy de por medio deseaba que Lia reconociera que su idea había sido buena. Entonces sería un buen momento para sugerir que
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 99. igual le debía una cena por las dudas que había mostrado, pensó con cierta excitación mientras la miraba de reojo. Ella escuchaba a Stephen, que seguía repasando los datos iniciales de la prueba en voz alta. —El único dato que llama la atención es que en los últimos minutos de la prueba Jacob se ha movido en círculo y ha fijado su atención en cuatro bares, dos de ellos que cierran a altas horas de la madrugada. A Jacob se le heló la sangre en las venas por un segundo. No le gustó que se centraran en eso. De nuevo miró a Lia de reojo. Parecía ajena a la presencia de la puerta del Samnuloc en las imágenes que Stephen estaba proyectando. Jacob pensó que era llamativo que no recordara ese bar. ¿Tan poco le importó? La voz de Stephen le interrumpió el amargo pensamiento. —Jacob, sé que es una pregunta complicada, pero he de hacértela por el bien del proyecto… ¿Alguna vez has tenido problemas con el alcohol? Todos giraron sus cabezas hacia él mientras se hacía un silencio sepulcral. Jacob se quedó paralizado por un instante. Tomó aire y por fin soltó una carcajada. —Stephen, te aseguro de que me alegra responder de forma tan sincera a esa pregunta… ¡por supuesto que no! Había estado seguro de que le iban a preguntar por el Samnuloc y que Lia iba fulminarle si abría la boca. Sin embargo, no había sido así, Stephen estaba orientando el fallo al habitual tópico del vicio oculto. Era cierto que tenía algunos vicios. Y uno de ellos tiene los ojos azules… pero ¿el alcohol? ¡Menuda tontería! Sin embargo, su pensamiento más cerebral le pidió prudencia. Aún faltaba el análisis de Chen y este no iba a ser tan inocente como el de Stephen. Lee era muy meticuloso y se sentía responsable de los errores, así que seguro que estaría empleando todo su intelecto en localizar ese maldito fallo que había costado la vida de al menos una persona. Se abrió la puerta con un suave siseo y por ella apareció el asiático con su
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 100. portátil en las manos, encendido y abierto. Miró a los presentes y caminó hacia Jacob mientras hablaba. —¿Has percibido alguna pauta de anormalidad? —Le preguntó. Jacob no entendía muy bien a qué se refería. Miró a sus compañeros, que parecían igual de despistados que él. Stephen se le adelantó y contestó a la pregunta del ingeniero. —No lo tenemos del todo claro, Chen. Nada hace suponer que sea un alcohólico pasado o incluso futuro. ¿Es eso lo que preguntas? ¿Sabes ya dónde se localiza el error? —Ese es el problema, Stephen. Predator ha indicado que había un fallo, en concreto en una pauta de respuesta que ha considerado anómala, relacionada con los bares por los que ha pasado, sobre todo el último. Jacob notó cómo se le aceleraba el pulso mientras Lee continuaba. —Hemos realizado intensos y exhaustivos análisis estadísticos de todas las variables relacionadas y por supuesto hemos tratado de localizar el código que generaba dicha respuesta. —¿Y qué has obtenido, Lee? —preguntó Stephen con un cierto tono agudo en la voz. —Los análisis que hemos hecho son correctos: la presencia de bares en función de la ruta escogida por Jacob se debe por entero al azar, no a ningún deseo o intención ocultos. Un halo de decepción se apoderó del grupo. El ingeniero continuó. —Sin embargo, lo más llamativo ha sido que cuando hemos ido a localizar el código que ha generado la pauta que ha hecho saltar las alarmas de Predator, este no nos ha señalado ninguno. —¿¡Qué!? —saltó Jacob, casi sin pensar—. ¿Me dices que Predator no ha sido capaz de marcar el código erróneo? ¿Cómo? ¿Qué versión… Lee le interrumpió alzando las manos, que todos vieron que temblaban. —¡Espera un momento, Jacob! No he dicho que Predator no haya sido capaz de marcar el código erróneo. Digo que Predator no ha marcado código erróneo, que es muy diferente! Un silencio sepulcral se apoderó de la sala. Jacob se quedó con la boca
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 101. abierta, adivinando lo que Lee iba a añadir a continuación. —El problema es que, según Predator, el software no ha generado esa respuesta anómala —soltó Lee. Todos empezaron a hablar a la vez salvo Jacob, que se quedó en silencio mientras pensaba. Había mentido y esa mentira podía costar muy cara al proyecto. Por supuesto que había una respuesta anómala, él sí que tenía claro que el azar no tenía nada que ver en que hubiera acabado en la puerta del Samnuloc. Pero si Predator no ha sido capaz de marcar ningún código ni ninguna pauta como erróneos… …¿de dónde había salido esa maldita respuesta del dispositivo? …y lo más importante ¿Cómo demonios había terminado él en el Samnuloc?
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 102. Varias horas después, Jacob viajaba en el mullido asiento trasero del Audi en compañía de su intrigante chófer. Este se mostraba amable con él aunque la conversación no era su fuerte. Mejor así. Si supiera lo que llevo en la mochila no me llevaría a casa... Lo que Jacob llevaba era algo que sin duda hubiera generado unos cuantos dolores de cabeza mucho mayores que el que él sentía en ese momento. En el fondo de su mochila llevaba las gafas y el dispositivo de bolsillo del equipo de realidad aumentada. Convencer a Chen había sido la parte más difícil. No podía confesarle la verdad acerca de la prueba y el maldito Samnuloc: sí que había ocurrido algo, había encontrado el sitio donde Lia y él se habían besado por primera vez. Como era de esperar, Predator había encontrado una pauta anómala, pero no había podido marcar el código asociado, algo que los demás achacaban a un fallo del software de caza. Habían concluido que Predator no había dado resultado. Sin embargo, él no se lo creía. ¡Me ha llevado hasta el maldito Samnuloc! Por eso había decidido hablar a solas con Chen tras la reunión. El ingeniero estaba cansado y él aprovechó esa circunstancia para exponer su idea. —Necesito probar el sistema en condiciones reales. Es la única manera que se me ocurre para forzarlo. Si encuentro algo habremos dado un paso de gigante. Si no es así, casi podremos descartar el código como responsable de las pautas de respuesta. Y tenemos que hacerlo ya, ahora mismo. A Chen se le salieron los ojos de las órbitas. —¿¡Qué!? —Lee, puedo probar que el software no es la causa de los problemas. Déjame que te lo explique. Tras unos minutos, las protestas del asiático se habían convertido en gestos de asentimiento. Chen estaba tan cansado que no se había dado cuenta de que el razonamiento de Jacob hacía aguas. Su deseo de probar que la labor de su equipo había sido correcta, al final pudo con él.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 103. Mordió el anzuelo y en menos de una hora había preparado un servidor que ejecutaría el código de forma remota. Para entonces ya estaban solos en el complejo. —Gracias a la capacidad de conexión 3G del dispositivo podrás utilizarlo en la calle mientras tengas cobertura telefónica. Jacob volvió a la realidad al notar cómo el vehículo frenaba frente a su casa. Bajó casi de un salto. —Que descanse, doctor Assavar —oyó decir a su chófer, mientras cerraba la puerta. En unos minutos caminaba en dirección al centro de la ciudad. Nadie se fijaba en él a pesar de que portaba unas gafas de pasta un poco anchas. Buscó un número en su móvil e hizo una llamada. Su interlocutor se la rechazó. En breves segundos el mundo cambió, llenándose de información. Aunque ya sabía cómo funcionaba el aparato, volvió a maravillarle. No era lo mismo una pantalla en un laboratorio que la vida real. Él estaba en la calle principal de Almería y su campo de visión se llenó de innumerables etiquetas y letreros, primero unos pocos y luego a decenas, demostrando que el software funcionaba de forma impecable sobre el terreno real. Este invento va a cambiar la forma de ver nuestro entorno… A unos 30 kilómetros, Predator empezó un nuevo análisis. Decidió no forzar el sistema entreteniéndose demasiado, ya que no sabía lo que duraría la batería en condiciones de uso real. Tras un par de pruebas rápidas y sencillas, llegó la hora de forzar el dispositivo con su pensamiento profundo, no consciente. Caminó sin prisa por varias calles pequeñas, asombrado por la información. La base de datos era abrumadora, pero todo se presentaba de forma suave y natural. En un par de ocasiones se quitó las gafas y comprobó con tristeza que volver a ver el mundo real era hasta… decepcionante. Ese invento se iba a vender como churros. Jacob intuyó que el precio no iba a ser problema. ¿Habrá visto Lia lo bien que funciona en un entorno real? Enseguida se dio cuenta de que, una vez más, estaba pensando en ella.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 104. Sacudió la cabeza y trató de volver a poner la mente en blanco. No era algo fácil , pues le era casi imposible no pensar en nada. Tras varios intentos en vano, probó a caminar sin rumbo, concentrándose en la cantidad de información que le brindada el sistema. Se dio cuenta de que estaba caminando otra vez en dirección al centro, donde había comenzado la prueba. A pesar de ser sábado por la tarde había muchos comercios abiertos, lo cual le agradó, sobre todo al ver que el avanzado software del aparato proporcionaba información sobre ellos y de las empresas que se ubicaban en los edificios que veía si levantaba la vista. Sin embargo, notó que algo no marchaba del todo bien. Desde hacía unos minutos se había dejado llevar por la inercia y casi había vuelto al punto de origen. Le resultaba curioso, ya que no había nada ahí que le atrajera. Lo que más le llamaba la atención era la sensación de inquietud que sentía crecer por momentos. Molesto por esa sensación miró la hora y decidió conceder un rato más al software, momento en el que se quitaría las gafas y llamaría de nuevo a Chen para que cerrara todos los programas y desconectara el servidor del laboratorio. Luego le volvería a llamar para ver si había algún resultado importante y decirle lo que él había notado. Pasó por delante de dos ópticas y una tienda de maletas. Miró a un matrimonio que discutía con sus dos niños pequeños y de nuevo volvió a sentirse inquieto. Miró a su alrededor y no vio nada especial. Gente paseando, algún vehículo aislado y los comercios, con una innumerable cantidad de etiquetas que flotaban en su campo de visión. Quizás sea mucha información. No es algo a lo que estemos acostumbrados y en exceso supongo que puede generar ansiedad… Por algún motivo la idea no le tranquilizó. Empezaba a notar aún más el dolor de cabeza que sentía antes. Decidió que había llegado el momento de dar por terminada la prueba. Se llevó la mano a las gafas para quitárselas y se giró hacia un escaparate para disimular el gesto. Se quedó paralizado. En una tienda de medias había varias mujeres, tres de ellas haciendo cola para pagar. Al frente de la fila y hablando con la dependienta estaba la única persona en el mundo capaz de acelerar su corazón de esa forma.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 105. —¡Joder, Lia! En ese momento su móvil empezó a sonar.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 106. “No hay un gran genio sin mezcla de locura.” Aristóteles
Capítulo 07 Lechuzas
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 107. Domingo, 15 de marzo de 2009 Con los ojos aún cerrados, Jacob pulsó el botón de la alarma del despertador, silenciándolo. Se había olvidado de quitarlo a pesar de ser su día de descanso. La falta de costumbre… Pensó en seguir durmiendo, pero enseguida se agolparon en su cabeza los recuerdos de la tarde anterior, en la que había realizado la prueba del dispositivo en la calle con la ayuda de Lee, y el casual hallazgo de Lia en un momento en el que se acordaba de ella. Aún no tenía claro si el hallazgo era casualidad o no. Él no creía en las casualidades y había encontrado a Lia al pensar en ella y usar el dispositivo. Para rematar, Predator había detectado una nueva pauta anómala… motivos más que suficientes para deducir que podía estar todo relacionado. Sin embargo, la conversación con Lee había sido decepcionante. Sí, Predator había encontrado una nueva pauta de respuesta anómala, pero no había ningún código que hubiera originado dicha respuesta. Según los análisis estadísticos la trayectoria que había seguido era debida al azar. Y una mierda… Decepcionado comprobó que las horas de sueño no habían conseguido aclararle las ideas. Se levantó, preparó una taza de café y se sentó delante de su Macbook Pro dispuesto a leer su correo personal, que tenía muy desatendido. Seguro que estaba a rebosar, pensó. Nada más cargar el sistema operativo, el icono del programa de chat comenzó a dar saltos. Sorprendido pinchó sobre él y se abrió una ventana en la que apareció un rostro conocido. La curiosidad se transformó en sorpresa y luego en indignación ¿¡Pero qué demonios…? —Buenos días, veo que sigues tan madrugador como siempre… aunque sea tu día de descanso. La voz de Jules Beddings sonó por los altavoces estéreo de su portátil. —¿¡Pero qué… cómo sabes… —Tronó Jacob. —Lo importante no es cómo sino qué sé… —Jules sonrió: si su objetivo era sorprender a Jacob, lo había logrado con creces—. Hace tres días
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 108. me sorprendiste tú a mí con una respuesta que no me esperaba, la verdad. —¡Eso no te da derecho a… —Un momento… —le interrumpió de nuevo Jules—. Te recuerdo que hace un tiempo tú mismo optaste por la empresa privada! Y ciertas empresas no se andan con tonterías cuando se juegan beneficios anuales de miles de millones… por no comentar la trascendencia de los desarrollos. ¿Te has planteado que de verdad puedes entrar en la Historia? Jacob arqueó las cejas. Otra vez con eso… ¿Será cierto? Jules contestó como si le hubiera leído el pensamiento. —Sí, la Historia. Hablo de una tecnología que pondrá patas arriba la forma que tenemos de ver el mundo. ¿Has pensado por un segundo en las posibilidades que tiene el proyecto en el que estás trabajando? ¿Crees que tu aparato sólo sirve como un vulgar callejero? ¿Te imaginas la cantidad de gente que se beneficiaría de él? Se pueden crear aplicaciones de todo tipo y enfocadas a casi cualquier profesión… ¡cualquiera! Jacob se quedó callado, ensimismado por el discurso de Jules. —Escucha, para empezar puedes dar a los GPS por muertos. Si piensas un poco más te darás cuenta de que ya nadie necesitará de un guía para viajar a cualquier rincón del planeta. ¿Y la medicina? ¿Has pensado lo útil que sería este dispositivo para guiar intervenciones o servir de ayuda a los cirujanos noveles? ¿Y los ingenieros y técnicos de los grandes complejos industriales? ¡Sería el fin de los planos, Jacob! Aquí la información se muestra en tres dimensiones, en tiempo real y ajustada a las necesidades del usuario. No se trataría solo de ganar dinero vendiendo el dispositivo… ¡sino el software! ¿Te das cuenta de que cada persona podría adquirir paquetes adaptados a sus necesidades? Paquetes que se podrían comprar sobre la marcha y personalizados… esto es una revolución equivalente a la industrial o a la de Internet, ¡pero con copyright! Jules hizo una pausa para que Jacob asimilara la última frase y añadió — ¿Entiendes que el que gane esta carrera va a ganar muchísimo dinero, un Nobel y el prestigio de formar parte de la Historia? ¡Estoy seguro de que Einstein cambiaría su aportación a la bomba atómica por algo como esto! Un intenso silencio se adueñó de la estancia, mientras las palabras de Jules
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 109. se desvanecían en el aire. Jacob estaba hipnotizado por el discurso de su compañero. A medida que su respiración se acompasaba de nuevo, la indignación volvió a adueñarse de él. —Jules, ya tengo un compromiso adquirido. Así que lo siento. Por cierto, me parece un muy mal detalle que invadas mi privacidad entrando en mi ordenador. Veo que todos tus estudios y trabajos no te han enseñado nada sobre la ética. —¿Ética? ¿Me hablas de ética? Creo que fuiste tú el que cambiaste la actividad clínica por la empresarial. Y creo que eras tú el que se dedicaba a utilizar sus conocimientos de neurología y psicología para programar reproductores de mp3 para que le suban la moral a sus usuarios en vez de curar enfermos o investigar contra el cáncer, ¿no? Y por cierto creo que eres tú el que de nuevo ha dejado a alguien en la estacada, tu antigua empresa, para irte con un proyecto que te molaba más, ¿no es así? ¿De verdad quieres que sigamos hablando de ética o mejor de cifras? Claro, se me olvidaba, no es un tema de cifras… Jacob apretó los puños. Por su silencio Jules supo que había dado en el clavo y siguió hablando. —Te resumiré tu situación: tu proyecto actual es un fracaso descomunal. Stephen se ha rodeado de grandes técnicos y aún así tú eres el más brillante de todos con diferencia. Sin embargo, te ha llamado el último, cuando ha visto que no iba a poder resolver los problemas que le han surgido. Stephen te ha llamado como segundo plato y cuando su proyecto está condenado al fracaso. Seamos francos, el mayor aliciente que tienes para seguir en ese proyecto no es el dinero ¿verdad? Si quieres le hago una oferta a ella también… Jacob por fin reaccionó. —¡Esta vez has ido demasiado lejos! ¡No te consiento que hables de esa forma de mí y de mi vida! ¡No eres quién para juzgarme y ni mucho menos para saber qué es lo que me conviene ! ¡No todos somos como tú, algunos podemos vivir sin que nos den un premio a diario! ¿Quieres saber lo que pienso de tu proyecto y de tu fama? ¿De verdad quieres saberlo? Jules arqueó las cejas y contestó con voz suave. —Sí, por supuesto que me encantaría saberlo. Estoy seguro de que, de hecho, ya lo sé…
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 110. Jacob contuvo la respiración y cuando fue a contestar se dio cuenta de que le faltaban las palabras. Con el corazón a más de cien por minuto cerró el sistema operativo pulsando una rápida combinación de cuatro teclas y por fin bajó la tapa del portátil. Respiró varias veces intentando calmarse y ordenar sus pensamientos. Llevaba muy mal las derrotas y acababa de sufrir una muy dolorosa. No había podido decirle a Jules lo que pensaba de su proyecto porque no podía decirle la auténtica verdad. Que lo admiraba.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 111. Con los dientes apretados, Jacob conducía hacia un barrio residencial situado a ocho kilómetros de Almería, junto a la costa. No podía quitarse de la cabeza la intromisión que acababa de sufrir en su ordenador, más propia de las películas de espías que de la vida de un científico. Hijo de la gran… Nada más llegar al barrio se internó en un entramado de pequeñas calles y casas que constituían la parte norte de la zona, más sencilla y austera que la sur, plagada de hoteles de lujo. En pocos segundos aparcó frente a la casa que buscaba. Llamó a la puerta y, tras tener que hacerlo en tres ocasiones, sacó su teléfono del bolsillo y buscó un número en la agenda. Después de varios sonidos de llamada por fin oyó una voz. —Hola, tío ¿dónde andas? —¿Cómo que dónde ando? ¡Estoy en la puerta de tu casa y he llamado varias veces! —¡Ah, sí, claro! Lo siento, no me he dado cuenta de que mis padres no están y tenía los auriculares puestos. Da gracias a que he visto el móvil encenderse, que si no ni me entero… ¡ya bajo! En pocos segundos Jacob entró en el dúplex de los padres de su amigo Jairo Moyer, más conocido como Owl, su apodo en Internet y el que todos sus amigos utilizaban para dirigirse a él. El mote le venía muy bien ya que el pirata podía quedarse despierto hasta las cinco de la mañana sin pestañear, aunque tampoco tenía pereza para levantarse temprano y simular llevar una vida normal en su trabajo de administrativo en la Oficina de Empleo. Un trabajo que le permitía disimular bastante bien frente a Hacienda y sus propios padres, que pensaban que lo que su hijo hacía por las noches era jugar con el ordenador. —¿Cuándo te piensas emancipar, Owl? —preguntó Jacob, mirando el desorden. Le resultaba llamativo que uno de los mayores hackers del planeta, cuya edad sobrepasaba con mucho los treinta, viviera aún con sus padres. No era por falta de dinero, ya que llevaba pirateando desde los 12 años y había amasado una pequeña fortuna. Primero copiando cintas de cassette para ordenadores como el Spectrum. Luego fueron los disquettes, los CD—Rom, los DVD, los
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 112. cartuchos y videojuegos para consolas... En los últimos años había llegado el boom y él se había especializado en la transferencia masiva de contenidos a través de Internet. El chico tenía buen ojo para su negocio, pensó Jacob. —Pues que sepas que estoy harto de mis padres, tío, cada día me dan más la lata. ¿Te puedes creer que anoche mi madre me preguntó que para qué quiero tantos ordenadores si sólo tengo dos manos? —dijo su amigo con los ojos desorbitados, como si la pregunta de su madre hubiera sido que por qué tenía una nariz y dos orejas —¡Me asfixia, tío! —Pues quizás sea un buen momento, amigo. Los pisos han bajado de precio, según dicen… —Sí, debería plantearme mover el tema este a otro sitio, ¡pero es que mi madre me hace la comida y me lava la ropa! A Jacob le resultaba gracioso que su amigo moviera en Internet un tráfico mayor que el de muchas grandes empresas. Entre él y varios piratas más ocupaban servidores de terceros, como bancos y universidades, por todo el planeta. Allí archivaban cualquier fichero digital que cayera en sus manos, legal o ilegal. Toda esta información estaba ordenada y localizada. Si uno quería cualquier canción, película o programa de ordenador, por raro y excepcional que fuera, sólo tenía que pagar una módica cuota y así accedía al contenido. La voz del pirata interrumpió sus pensamientos. —Bueno tío, ¿qué te trae por aquí, si puede saberse? Estaba leyendo unos archivos digamos… un poco confidenciales, sobre el escándalo ese de la financiación política ¿Sabes que podría haber miles de empresas implicadas? ¡Todo el mundo se apunta a chupar del bote menos yo! ¿Cómo podría apañarme una paga? Sus otras dos grandes pasiones eran los escándalos políticos y la música techno, a la que dedicaba la mayor parte de las pocas horas que no estaba conectado a sus servidores. Dormir era un aburrimiento, le decía siempre. —Owl, no te molestaré mucho —dijo Jacob, mirando las mesas de mezclas, las montañas de iPods y los discos duros que poblaban las mesas—. Esta mañana me han hecho un ataque intrusivo en mi Macbook Pro a través de Internet. —¿A ti? ¡Supongo que te habrás asustado, jajaja! ¿Quieres que
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 113. descubra quién lo ha hecho? —Sé quién es, de hecho hemos hablado por una videoconferencia no solicitada; ese ha sido el ataque. Lo ha hecho sólo para intimidarme, como ves. —Eso es chungo, tío. —replicó Owl, haciendo gala de que el lenguaje tampoco era uno de sus fuertes. —Sí, muy “chungo”, como tú dices. Estoy metido en un nuevo proyecto que tiene unas cláusulas de confidencialidad brutales y estoy usando el portátil. Necesito que elimines lo que sea que permite que ese tío entre en él y que me garantices que nadie más va a poder hacerlo. Es muy importante, Owl, y no me importa pagar lo que haga falta. —Tranquilo, Jacob, que hoy me pillas de buenas y creo que te voy a poder ayudar. Y de dinero no quiero saber nada, otro día me invitas a una pizza, que no sé si me llega para eso, jojojo! —respondió Owl, muy contento por tener un reto interesante con el que presumir. En unos instantes el hacker había instalado un par de programas antiespía y estaba tecleando órdenes en el terminal del sistema operativo. En tan sólo cinco minutos soltó una exclamación de triunfo. —¡Sí señor, aquí está! Se trata de un programa que avisa cuándo te conectas y qué programa estás usando, aunque la mala noticia es que también permite ver lo que haces. Al parecer lo han usado esta mañana por primera vez, ya que es lo único que veo en su registro de actividad. —¿Has sacado todo eso en menos de cinco minutos? ¡Eres un fuera de serie! ¿Puedes hacer que no ocurra más? Estaba asombrado por la rapidez del hallazgo, por lo que no le costó inflar el ego del pirata con sus halagos. —Sí, amigo, sí que puedo hacerlo sin problema alguno. Te instalaré un programa residente que te avisará de cualquier actividad que implique captura o bien salida de datos por Internet —contestó Owl—. Pero antes, creo que hay un par de preguntas que deberías hacerte, ¿no? Jacob arqueó las cejas, pero enseguida reaccionó. —Sí, supongo que la primera es que, ¿cómo han podido instalar ese programa?. —¡Bingo! El sistema operativo es seguro. Por eso sabemos que el
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 114. programa no ha llegado en forma de virus ni de descarga… —Pues eso no debería tranquilizarme demasiado, ya que, si no ha sido mediante Internet, ¿cómo ha llegado ese programa al disco duro de mi ordenador? —¡Esa es la pregunta correcta! Lo malo es que siento tener que decirte que el programa ha sido instalado a mano. —¿A mano? ¡Pero si no me separo del ordenador! Además hace falta conocer la contraseña de administrador para instalar algo, ¿no? Owl alzó las manos en señal de paciencia para interrumpirle. —Cálmate y piensa un poco. ¿En tu trabajo es posible que te hayas separado de tu portátil en algún momento? —Bueno, sí, en el trabajo claro que sí, pero allí no creo que… Owl le interrumpió de nuevo. —Pues no creas nada, ha sido allí seguro. Ahora sigue reflexionando. ¿Recuerdas que yo te haya preguntado tu contraseña para arrancar el sistema o instalar mis programas? —¿No te la he dicho? —dijo Jacob, arqueando las cejas. —No, Jacob, no me la has dicho. Una sombra pasó por el semblante de Jacob, que ya había entendido lo estúpido y confiado que había sido. —Hazte un favor —continuó Owl—, y cambia tu contraseña. Por favor, deja de usar “Lia”, de una vez. Jacob notó cómo se ruborizaba y cómo un sabor amargo subía por su garganta. En ese momento sonó su móvil. Sin mirar la pantalla descolgó y se pegó el aparato a la oreja. De forma inmediata oyó a su interlocutor. —Soy Stephen, por favor, reúnete ahora mismo conmigo en el laboratorio. Smith va hacia tu casa. —¿Stephen? ¿Qué ocurre? dijiste que hoy… —No preguntes más. Ha muerto otro operario. Estoy pensando en detener el proyecto. Lo siento pero no puedo decirte más por teléfono. Lo siguiente que oyó Jacob fue la voz de Owl
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 115. —Tío, ¿pasa algo? ¡Me das miedo de lo blanco que estás!
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 116. Stephen tomó aire antes de empezar a hablar —Señores, ya saben por qué les he hecho acudir. Siento interrumpir así el día de descanso que yo mismo les había hecho tomar. Miró a cada uno de los presentes: Lee, Mark, Lia y Jacob. Este había llegado el último, ya que había tenido que volver a su casa, donde el gigantón Smith le esperaba. Nada más entrar en el despacho se había encontrado con sus compañeros. Todos muy serios y alguno, como Lia, con los ojos enrojecidos por las lágrimas. Apenas habían saludado a Jacob con un gesto de las cabezas cuando Stephen entró en el cuarto y, sin ni siquiera sentarse, comenzó a hablar con las manos apoyadas sobre la mesa. —Hace poco más de dos horas he sabido que uno de los técnicos de mantenimiento ha fallecido como consecuencia de una hemorragia cerebral aguda. Ha sido de instauración muy brusca y se localizaba en el área frontotemporal. Es difícil saber cuál es el posible origen de esta hemorragia, ya que al parecer el técnico ha sufrido una caída leve hacia atrás a consecuencia de la cual ha quedado inconsciente, no volviendo a despertar ya. El problema reside en que los facultativos que le han atendido no saben si la hemorragia ha sido causa o consecuencia de dicha caída. El técnico se llama, perdón, se llamaba, Jeremy. Stephen hizo una larga pausa dejando que los presentes asimilaran la información: era la cuarta persona afectada en el seno del proyecto y el tercer fallecido. Jacob pensó que el problema se les estaba yendo de las manos. Aún así seguía sin ser fácil extrapolar que la causa de estos eventos se encontraba en el propio proyecto. Un suicidio en una persona deprimida, una rotura de aneurisma en un cocainómano y un accidente de tráfico en un enfermo de epilepsia… Por un lado no parecen relacionados… …por otro son demasiados cuadros neurológicos agudos juntos. Una vez más se reiteró en que él no creía en las casualidades. Sin embargo, una cosa era no creer en ellas y otra el que no se pudieran producir. Si lo que le había ocurrido a Jeremy era que primero se había caído y
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 117. golpeado la cabeza y entonces se le había producido la hemorragia, eso le podía pasar a cualquiera. De hecho, él lo había visto unas cuantas veces a lo largo de sus años de hospital. Pero si la caída había ocurrido como consecuencia de la hemorragia, entonces cambiaba todo. Por eso era muy importante conocer el origen de la hemorragia intracraneal. Otro aneurisma roto sería como para salir por patas de aquí… La voz de Stephen interrumpió su razonamiento. —Estoy preocupado por el desarrollo del proyecto, pero también lo estoy por la seguridad de todos. Estoy casi seguro de que los sucesos no están relacionados, pero la prudencia me obliga a plantearme, en contra de mi criterio, paralizar nuestra labor—, dijo, al tiempo que levantaba la mirada desde la mesa. Un profundo silencio invadió el despacho durante unos segundos en los que pareció que nadie respiraba. Chen se animó a romper ese silencio. —Stephen, hemos repasado el software de arriba a abajo y vamos a seguir haciéndolo. Es imposible que este sea la causa de lo que le ha ocurrido a estas personas; no hay ninguna explicación lógica para ello. —Estoy de acuerdo —saltó Mark —No sólo confío en el equipo de Lee sino que pongo la mano en el fuego por él. Hemos rastreado el material en busca de radiaciones de cualquier tipo… y todo ha sido negativo. Funciona bien. Además, Jeremy era parte del equipo de mantenimiento y no se había ni acercado al dispositivo. Eso resta bastantes probabilidades a la hipótesis de que su muerte pueda estar relacionada con este ¿no es así? Stephen se dirigió a Lia y a Jacob. —¿Y vosotros qué pensáis? Ella se adelantó sin poder evitar que le temblara la voz al hablar. —Lo siento pero me contrataste para que coordinara el desarrollo de las pruebas y tras ver lo que ha sucedido sólo puedo concluir que está ocurriendo algo que desconocemos y que está perjudicando a nuestros hombres. Sólo puedo aconsejar detener las pruebas e incluso el proyecto hasta que sepamos qué es lo que está pasando.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 118. Stephen desvió la mirada hacia Jacob y arqueó las cejas, cediéndole la palabra. Tras meditar unos segundos, el neurólogo por fin empezó a hablar. —No creo en las casualidades —sus palabras cayeron como un mazo sobre su interlocutor—, y estoy casi seguro de que estos eventos están relacionados con un origen común que de alguna forma tiene que encontrarse en el seno de este proyecto. Esto es probable, pero por desgracia no puedo demostrarlo, al menos de momento. Por lo tanto tampoco puedo, en contra de lo que me dicta mi deseo, recomendar que se detenga el proyecto. Por desgracia carezco de pruebas con las que apoyar esa decisión. Notó cómo Stephen parecía recobrar fuerzas y cómo Lia lo fulminaba con la mirada. Estupendo… —Pensó, antes de continuar. —Eso sí, insisto en que no puedo recomendar que se detenga, pero en caso de que siga adelante creo que debemos tomar alguna medida de prudencia. Ya que tanto Lee como Mark insisten en que sus correspondientes equipos funcionan de forma adecuada, creo que debemos centrar nuestra atención en la parte del proyecto que menos controlamos nosotros. Todos salvo Mark, que sonrió, levantaron las cejas en señal de curiosidad. El neurólogo siguió su exposición. —Hemos repasado línea a línea el código del software y las pautas de respuesta que genera el programa y todo parece correcto. Mark afirma que el hardware funciona y como acaba de señalar no parece haber emisiones incontroladas de ningún tipo. Sin embargo, hay una parte que ni Mark ni nadie controla. En ese momento todos comprendieron. —El chip del procesador central, el que nos han cedido para que probemos el dispositivo escapa a nuestro desarrollo. Stephen, ¿estamos seguros de que este chip está libre de código? ¿Que se limita a procesar el nuestro? —Jacob, entiendo tus dudas acerca del chip, pero te aseguro que tenemos unas cláusulas de confidencialidad sobre este que… —¡Al cuerno con las cláusulas de confidencialidad! —la furia de Jacob sorprendió a todos—. ¡No te estoy pidiendo que subas su foto al Facebook, sólo quiero saber si tiene código en su interior, eso es todo! No creo que las cláusulas de confidencialidad sean un impedimento para responder con
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 119. un ‘sí’ ó un ‘no’ a esa sencilla pregunta, la verdad! Todos se giraron hacia Stephen con el gesto torcido. Este intentó retomar el control y habló con voz muy calmada. —De acuerdo, tranquilicémonos todos. He solicitado a los financiadores detener el proyecto y lo van a… valorar. Pero os aseguro que si no lo hago es porque no tenemos un motivo objetivo para hacerlo, vosotros mismos lo admitís. Lia torció el gesto en señal de disgusto. Abrió la boca para protestar, pero Stephen se le adelantó. —Te aseguro que si vuelve a ocurrir cualquier otro suceso relacionado con la salud de cualquier miembro del grupo, paralizaré el proyecto de forma unilateral ¿de acuerdo? Tras casi un minuto aguantando su mirada Lia por fin asintió con la cabeza a regañadientes. Se oyó un murmullo. Estaba claro que se necesitaba unanimidad y la persona que podía conseguirlo era Stephen, que siguió hablando, algo más animado. —Voy a tratar de organizar una reunión urgente con los desarrolladores del chip. Jacob, dado que tú eres el que tienes más dudas sobre el hardware, me gustaría que estuvieras presente, para que puedas comentarlas. Si los demás estáis de acuerdo, propongo que tras esta reunión y en función de lo que indique Jacob, decidamos si seguimos o no. Jacob se quedó sorprendido por la salida de Stephen. —Por mí perfecto —dijo, en voz alta. Casi todos asintieron. Excepto Lia.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 120. Tres horas más tarde, Jacob y Stephen llegaron a un conocido restaurante ubicado frente al estadio olímpico, sede del equipo de fútbol de la ciudad. Al volante del potente Audi iba, como siempre, el silencioso Smith. Ese día había un partido de lujo, nada menos que con el F.C. Barcelona. Se jugaba a las nueve de la noche, por lo que la zona aún estaba muy tranquila, aunque ocupada por camiones de las principales cadenas de televisión. Durante el trayecto, Jacob había estado pensativo. Según le había informado Stephen iban a charlar con dos personas, un alto ejecutivo y un ingeniero informático. Lo que no terminaba de comprender era qué estaban haciendo allí en Almería. Cuando le hizo la pregunta a Stephen, este sonrió antes de contestarle: —Hay cosas que cantan por sí solas. Ambos sabemos que tenemos un problema terrible en el entorno del proyecto y debemos tomar una decisión en el sentido que sea. Esta madrugada he llamado a Madrid y despertado a unas cuantas personas. Les he convencido para que mandaran a alguien para reunirse con nosotros. No les ha gustado nada, por cierto. —¿Tenías planeada esta reunión antes de hablar con nosotros? ¿Estas personas ya venían de camino? —¿Qué podía hacer? Por si no te habías dado cuenta, hay mucho en juego. El problema es que han muerto tres personas y una cuarta está en coma. A eso súmale que ni nosotros conseguimos ponernos de acuerdo sobre si esos sucesos están relacionados o son pura casualidad; ambas explicaciones difíciles de creer. ¿Crees que me ha costado mucho deducir que iba a ser necesario organizar esta reunión? ¡Si no me la pedíais vosotros, lo iban a hacer los inversores! Una vez más Stephen le sorprendió. Era obvio que le gustaba ir un paso más allá del resto y, de nuevo, lo había conseguido. Por algún motivo se sintió molesto. Tras las dos ofertas de Jules, ahora estaba seguro de que el proyecto de Stephen era sólo la punta del iceberg. Tampoco tenía claro que la presencia de Lia fuera casual. Smith dejó el coche en la puerta y les acompañó al interior del local, aunque se sentó en la pequeña barra que había nada más entrar, en actitud de vigilancia. Estaba claro que el gigante no era un simple chófer. Jacob pensó que, tal y como se estaban desarrollando las cosas, podía ser hasta agente de la CIA.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 121. Leo demasiadas novelas de espías… —pensó, acordándose de dos thrillers que había leído hacía poco, protagonizados ambos por un sacerdote ex —agente de la CIA, el Padre Anthony Fowler. Ese sí que sabe “desenvolverse”, pensó, con ironía. Un camarero les condujo a un reservado donde ya se encontraban dos personas. Por un lado, un varón blanco de unos 50 años con bastante sobrepeso, pelo liso y gafas redondas de montura fina. Llevaba un impecable y discreto traje gris muy fino, camisa blanca y corbata oscura. Se lo presentaron como John Cobitz y a Jacob le pareció el perfecto prototipo de ejecutivo norteamericano. La otra persona era algo más joven. Tenía el pelo oscuro y alborotado, amplias gafas y ojos verdes. Llevaba un jersey amarillo, camisa blanca y pantalones vaqueros. Debía rondar los 40, pero aparentaba muchos menos. Por su aspecto desarreglado parecía que le habían sacado de la cama a patadas para meterlo en el avión. Stephen lo presentó como Adam Stokes, un ingeniero. Tras unas cuantas palabras de pura formalidad Stephen expuso los últimos acontecimientos y las dudas que rondaban al equipo, sobre todo la sospecha acerca de la posibilidad de que el chip incluyera código en su interior que pudiera estar alterando las pautas de respuesta del dispositivo. —Me gustaría cederle la palabra al doctor Assavar para que pueda plantearles sus dudas, si no tienen inconveniente —dijo para concluir su exposición. Jacob se aclaró la garganta y fue directo al grano. —Señores, gracias por haber viajado sólo para escuchar lo que quiero decirles. En honor a esa atención seré franco y muy breve y resumiré mis conclusiones de estos días en una sola frase… No confío en su chip. Un glacial silencio recorrió la mesa y una gota de sudor empezó a caer por la frente del ejecutivo. Por su parte, el ingeniero mostró una expresión de sorpresa que se transformó enseguida en una mueca divertida. Está claro quién se juega el dinero y quién sabe algo… Decidió seguir para no perder la ventaja de la sorpresa. —Caballeros, no tengo ninguna prueba objetiva de que los trágicos sucesos estén relacionados, y por lo tanto no puedo pedir que se paralice el
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 122. proyecto de forma oficial. Sin embargo, sería muy estúpido no suponer al menos que dichos eventos pudieran tener algo que ver. Todos los sucesos se han producido después del inicio de las pruebas con el chip y si bien es cierto que Cole ya tenía epilepsia, que Connor tenía antecedentes de consumo de cocaína y que Alexis padecía de depresión, también es igual de verdadero que ninguna de estas personas había sufrido ningún percance hasta ocho días después de que ustedes hicieran entrega de su magnífico chip. Cobitz se revolvió incómodo en su asiento y el ingeniero se inclinó hacia delante. Jacob continuó. —Por lo tanto, no tengo nada que demuestre que debamos parar el proyecto, pero tampoco tengo ningún argumento para indicar que podamos continuar trabajando con garantías. Hoy mismo ha muerto otra persona. Si de nuevo ha sido por un proceso neurológico, les aseguro que va a ser muy difícil defender ante cualquier tribunal, en el futuro, que decidimos seguir adelante con el proyecto sin tomar las medidas oportunas. Yo mismo soy neurólogo y les aseguro que, de seguir trabajando en estas condiciones, seré el primero que abandonaré su proyecto. Así que sólo lo preguntaré una vez, ¿pueden garantizar que ese chip es seguro? Las últimas palabras flotaron en el aire. Stephen le miraba horrorizado. Tras unos segundos, Cobitz se decidió a responder. —Doctor Assavar, le agradezco las dudas que nos expone… Mal empezamos... —…entienda que trabajamos para una empresa de gran renombre en el panorama internacional y cuyas inversiones son de billones de dólares. Estas muertes son un inconveniente pero no podemos por ello… Jacob se sintió furioso. Eso no era lo que esperaba de una gente que cogía vuelos privados para ir a atender un problema. En ese momento se acordó de la oferta de Jules y de la mirada de desprecio de Lia. Notó cómo la sangre le hervía y se levantó de la mesa. —Lo siento. Si han hecho un vuelo urgente sólo para consolar a niños de guardería, no cuenten conmigo. Abandono el proyecto. En ese momento, el ingeniero por fin habló. —Doctor Assavar, había oído hablar de usted e incluso he leído alguno de sus trabajos. Me halaga ver que su reputación es tan cierta como
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 123. imaginaba. Por favor, siéntese y le explicaré por qué creemos que nuestro chip no es el causante de los sucesos de su equipo y por qué debe usted confiar en él. Le aseguro que tras esta explicación va a continuar usted trabajando en el proyecto: no estaría aquí si no tuviera motivos para creer en mi trabajo, que ahora también es el suyo. Cobitz intentó interrumpirle. —Adam, no creo que debieras… —Creo que sí debo, si no me equivoco me has hecho venir hasta aquí en domingo para echarte un cable, ¿no?. Pues parece que necesitas ese cable. La sonrisa de Stokes y la franqueza de su mirada hicieron dudar a Jacob. Había tomado una decisión impulsiva, pero es cierto que su de por sí poca paciencia acababa de ser tumbada para varios años. Aún así algo en ese individuo le hizo detenerse. Al menos merecía ser escuchado. Respiró hondo y se dio cuenta de que estaba confuso, cansado y muy irritado. Stokes debió notarlo ya que con un gesto amable de la cabeza le invitó a sentarse.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 124. Ya era de noche cuando Jacob tocó por segunda vez ese día a la puerta de Owl. Mientras esperaba a que su amigo abriera, Jacob se dio cuenta de que no podía quitarse de la cabeza la conversación con Stokes. Era una persona con un enorme carisma que además le resultaba muy familiar, aunque no sabía por qué. No como ese imbécil de Cobitz… lástima de sueldo. La conversación con el ingeniero había sido mucho más fructífera. Este le había explicado que la tecnología del chip era mucho más sencilla de lo que parecía y que se basaba en tres aspectos básicos, refrigeración, superconducción y miniaturización. El problema de los procesadores de esta época residía en el calor que generaban al usarlos, que podía hasta fundirlos si se les forzaba. Stokes le explicó que el calor se generaba por la energía que se perdía por la mala conductividad de los materiales que integraban un procesador. Por eso su empresa había emprendido un camino distinto y había invertido una fortuna en crear materiales superconductores que permitieran una eficaz gestión de la energía. —Entonces, ¿Si no se pierde energía, no se calienta el procesador? — había preguntado Jacob. —Sí, pero con matices —respondió el ingeniero con una sonrisa—. No podemos conseguir que no se pierda nada de calor, eso es imposible. Pero sí reducir las pérdidas a un mínimo. Eso significa que si el procesador apenas desprende calor al rendir al máximo, deja de ser importante la disipación de dicha energía. Al depender esta de la superficie del procesador y de los mecanismos de refrigeración añadidos, podemos casi obviarlos. —Y entonces os podríais centrar en la miniaturización —le interrumpió Jacob—, ya que el calor deja de ser un problema y además aprovecháis mucho mejor la energía al reducir las distancias, de forma que se consume menos y por tanto se genera menor pérdida de esta y menos calor… ¡vamos, que invertís el círculo vicioso y lo convertís en beneficioso! —¡Exacto! Pero como podrás entender es un proceso muy caro. Crear los materiales superconductores nos ha llevado años de trabajo y una fortuna. Lo que es una auténtica obra de ingeniería… son los procesos de ensamblaje del chip. Estos, junto a los materiales, son la clave —terminó Stokes.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 125. —De acuerdo, pero aún así queda por resolver la pregunta más importante ¿Puedes garantizar que el chip no incluye código alguno, que es seguro? Stokes se echó hacia delante y respondió. —Puedo asegurar que esos chips no incluyen ningún código en su interior. Su potencia es increíble gracias a que no se calientan y aprovechan al mil por cien la muy poca energía que consumen, no hay más secreto que ese. Y no, no incluyen código adicional ni generan ningún tipo de energía o radiaciones que afecten al sistema nervioso de las personas… son sólo chips en fase de prototipo, nada más. La voz, la mirada y los gestos de Stokes al hablar fueron muy convincentes, por lo que Jacob se dio al final por vencido. —De acuerdo, Adam. Creo en tu palabra, envíanos toda la información técnica. Te aseguro que creo en el proyecto. Pero también he de garantizar la seguridad de las personas que están en él. Stokes sonrió y le tendió la mano. —Muchas gracias por confiar en mí. No te equivocas. Con esa frase habían dado por concluida la reunión. Sin embargo, Jacob aún no las tenía todas consigo. Antes de entrar al restaurante ya había decidido que era el momento de empezar a ir por delante de los acontecimientos. Así que cuando Smith lo dejó en su casa hizo una nueva llamada a su amigo el hacker para decirle que necesitaba un favor. Por fin se abrió la puerta de la casa y Owl apareció mientras terminaba de discutir con su madre a voces. —¡Y no vayas a tocar nada de mi cuarto, mamá, ya te lo he dicho mil veces! ¡Son ordenadores, joder, no lavadoras! Se giró hacia Jacob. —Me tiene frito, tío, ahora le ha dado por decir que tengo muchos aparatos encendidos todo el día y que gastan demasiada luz ¡Pero si la pago yo! —Hizo un gesto de impotencia y le indicó que entrara, mientras seguía hablando—. Ya me dirás qué quieres, no te veo en meses y hoy vienes dos veces. Te aseguro que te recibo porque me pillas de muy buen humor y tenemos confianza, pero estoy muy ocupado, ¿sabes?
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 126. —Necesito un favor muy importante. Este es gordo. La mosca de la curiosidad picó de lleno en su rechoncho amigo. —Suéltalo, tio. Jacob le relató su petición y cuando terminó su amigo se rió a carcajada limpia. —Tío, hacer eso es muy fácil, no me costará nada… ¡Pero como plan te aseguro que es la bomba! Ahora… ¿estás seguro de que quieres que lo haga? ¿Sabes las consecuencias que podría tener si al final lo usas? Jacob le miró muy serio. —Por nuestro bien espero no tener que utilizarlo…
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 127. Jacob se dio una ducha y se cambió de ropa. Se sentía cansado aunque más animado: había tomado una serie de decisiones muy importantes a lo largo de ese día y por primera vez en varias semanas sintió que iba en ventaja. La primera decisión había sido la más fácil: continuar en el proyecto. Esa era la más importante, ya que por unos momentos había estado decidido a abandonarlo, empujado por la pueril actitud de Lia y Cobitz y las dudas de Stephen Boggs, que parecía haber perdido parte del control. La otra decisión consistía en el favor que le había pedido a Owl, un as en la manga que le ponía por fin en una situación ventajosa. Era una carta que intentaría no utilizar, pero que le otorgaba una salida si las cosas se ponían demasiado feas. Algo que cada vez intuía más posible. Pensó en llamar a Lia y contarle la conversación con Stokes, pero por algún motivo desechó la idea de forma casi inmediata. No pensaba que ella tuviera las mismas ganas de hablar que sentía él. Al final decidió salir al centro a comprar una pizza para llevarse a casa. Así se daría un paseo y un pequeño homenaje en forma de comida rápida que pensaba acompañar de una cerveza bien helada. Cogió las llaves y la cartera y salió a la calle, notando una leve punzada de angustia en el estómago. Pensó que se debía al cansancio, por lo que no le hizo demasiado caso. A los pocos minutos ya estaba próximo al establecimiento de pizzas a domicilio. Sin embargo, se dio cuenta de que la extraña sensación de opresión en el estómago había aumentado. Era una mezcla de náuseas y malestar, lo que sus compañeros de digestivo denominarían como dispepsia. Él no sabía si era una maldita dispepsia, pero las náuseas ya eran más fuertes que su apetito, por lo que decidió seguir caminando un rato. Se acercó al parque que estaba al lado, se sentó e intentó tranquilizarse. Ha sido un día duro… Quizás lo mejor era volverse a casa y descansar. Esa idea pareció sentarle bien, ya que notó algo mejor el estómago. Sin embargo, la sensación de inquietud iba en aumento. Más que inquietud eran nervios, una especie de preocupación o angustia. Al menos así era como lo describían los enfermos de ansiedad cuando acudían a los servicios
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 128. de urgencias. Decidió que lo mejor era ir a algún bar cercano y tomar algo caliente que le aplacara los nervios. Luego caminaría despacio hasta su casa para dormir unas mil horas seguidas. Empezó a andar de nuevo con la esperanza de ver algún sitio abierto. Al cabo de unos minutos se encontraba en la calle principal de Almería, decepcionado. Las cafeterías que encontró estaban atestadas de gente viendo el partido de fútbol, aún en juego. La inquietud seguía aumentando, por lo que Jacob decidió andar un poco más en dirección al casco histórico. Esa zona estaba plagada de bares. Seguro que en alguno de ellos podría tomar algo. Luego cogería un taxi y en cinco minutos estaría en su mullida cama. Se paró, sintiendo algo raro. A la sensación de inquietud que le invadía ahora tenía que sumar una incipiente taquicardia. Notaba cómo su corazón galopaba dentro de su pecho, percibiendo de vez en cuando alguno de los latidos golpeando contra su caja torácica. Joder, eso son extrasístoles. ¿Será esto lo que le pasó a los otros…? Ese pensamiento le hizo acordarse de nuevo de Lia y por algún motivo se estremeció. Intentó apartar el pensamiento de Lia sacudiendo la cabeza. Necesitaba sentarse. Al girarse vio un conocido pub con decoración irlandesa. Si la memoria no le fallaba, allí no había pantallas de televisión. Decidió asomarse y empujó la puerta para entrar. Notó cómo la taquicardia aumentaba. ¿Por qué narices estaré tan nervioso? El local estaba oscuro y apenas había unas cuantas personas dentro. No había pantallas dando el fútbol. La sensación de inquietud iba en aumento y parecía que le iba a explotar el pecho. Entonces se quedó congelado. Unos pocos metros delante de él había una pareja sentada en una mesa. Uno de ellos era un hombre joven, con aspecto atlético que estaba frente a Jacob. Estaba enfrascado en la conversación que mantenía con una chica.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 129. Una chica que tenía el pelo liso y a la altura de los hombros. Una chica que Jacob sabía que tenía unos mareantes ojos azules. Se quedó unos segundos paralizado, mirándolos. Él sonreía mientras hablaba y ella soltó una carcajada. Jacob se dio la vuelta con lágrimas en los ojos y salió todo lo rápido que pudo del pub. Los pensamientos no paraban de bombardearle y se sintió estúpido. Siguió andando, cada vez más rápido. Con cada paso que daba tomaba una nueva determinación. Dejar el proyecto, no volver a hablarle más, llamar a Jules… A los diez minutos frenó el paso. Parecía que tenía menos taquicardia y ansiedad. Su parte más racional empezó a tomar el mando. No puede ser… Hace un rato hubiera dado cualquier cosa por estar con Lia pero no se había atrevido a llamarla. Por algún motivo sabía que era mejor no hacerlo… Sin saberlo se había ido acercando a ella y conforme lo hacía se había ido encontrando peor. Es como si mi subconsciente hubiera sabido lo que quería y me hubiera llevado hacia eso, aunque supiera que me iba a doler… Jacob sintió un incipiente mareo al darse cuenta de lo que había ocurrido. Había encontrado a Lia de igual manera que cuando probó el dispositivo. Sólo que en esta ocasión no lo llevaba.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 130. “Se viaja no para buscar el destino, sino para huir de donde se parte.” Miguel de Unamuno
Capítulo 08 Viaje a ninguna parte
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 131. Saltó del vagón de metro y cruzó el anden a toda prisa. Tras unos minutos llegó a una encrucijada de vías de donde parecían partir varias líneas. Se podía pasar de unas a otras mediante unas pasarelas de un llamativo color amarillo. El único problema es que para alcanzar la pasarela había que cruzar las vías. No iba a ser difícil. El metro que Jacob acababa de dejar era uno de los últimos que iban a circular jamás. Aún así impresionaba atravesar las vías, por lo que lo hizo con toda la prudencia de la que pudo hacer acopio, dado que la prisa le apremiaba. Subió unos peldaños y por fin pudo llegar a la pasarela que conectaba ese andén con el de al lado. Tuvo que repetir la operación varias veces hasta llegar al que sabía que era el correcto. Empezó a buscar unas escaleras. Justo cuando las vio, oyó un sordo y lejano retumbar que sirvió de antesala a los primeros gritos. Descarnados, casi inhumanos. Sin mirar atrás y con paso decidido empezó a subir los peldaños. Ni aunque estuviera armado hasta los dientes podría hacer nada por nadie… Tras unos minutos de intenso esfuerzo y con el corazón latiéndole con fuerza por fin llegó a la superficie. Salió por un angosto agujero, vio la luz del día… …y que había acertado eligiendo la salida. Bajo sus pies se hallaban las vías del tren. Miró a lo lejos y vio que estas se perdían en el mar, en una lengua de tierra que apenas sobresalía del agua y que se alejaba hacia el horizonte. Era una imagen impactante que daba miedo. A ambos lados de esa línea de tierra sólo había agua. Una subida de la marea, el viento o cualquier otro fenómeno meteorológico haría engullir la tierra y las vías, como de hecho ya ocurría muchas veces por el mero oleaje. En caso de que hubiera un tren circulando por ellas en ese momento, su final sería del todo irremediable. Avanzó en dirección contraria hasta una hondonada, flanqueada por dos pequeños montes de tierra. Allí encontró lo que estaba buscando.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 132. Un tren a punto de emprender la marcha. Justo a tiempo… Subió de un salto y se acomodó como pudo. No había asientos sino bancos, literas y mucha superficie vacía. Encontró una especie de cama en la parte superior del primer vagón. Oyó ruido de voces en distintas lenguas, frases incomprensibles que no le decían nada y que no podían ayudarle en su búsqueda. No se molestó ni en mirar a nadie. El tren arrancó de forma perezosa y sin previo aviso, en dirección al mar y su lengua de tierra. Algunos viajeros estaban desprevenidos y unos cuantos bultos de ropa cayeron en la vía. Jacob se asomó por la ventana y vio a algunas personas que corrían hacia el vehículo extendiendo los brazos. No hizo el más mínimo intento por ayudarles, era inútil y sólo arriesgaría su vida si lo hacía. No es mi problema… Intentó dormir sin éxito. El panorama era desolador: agua, más agua y por supuesto ese extraño temor de que en cualquier momento la marea podía empezar a subir engulléndolo todo. Pasaron las horas y Jacob se entretuvo intentando distinguir palabras sin éxito. Los pocos viajeros que había en su vagón apenas hablaban debido al agotamiento y la desesperación. Los únicos que lo hacían utilizaban lenguas que a Jacob no le contaban nada. De nuevo el tren se detuvo. Se asomó por la ventana y vio que estaban en tierra firme, aunque más adelante la vía se introducía de nuevo en el agua. Cansado y asustado decidió que no quería seguir su viaje a escasos centímetros de la superficie del mar. Bastante tenía con huir de todo. Bajó y empezó a andar buscando la salida de la rudimentaria estación, mientras la serpiente metálica la abandonaba casi en silencio, como si no quisiera hacer demasiado ruido para no atraer la atención. Hasta los trenes parecen tener miedo. Jacob continuó, rápido pero intentando no agotarse, hasta que por fin vio un cartel de entrada a su ciudad. Tras caminar otra hora, llegó a la zona del puerto, al lado de un parque donde miles de adolescentes habían hecho botellón en lo que ya parecía otra etapa de la Historia. Ahora estarán todos muertos…
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 133. Siguió caminando y vio una fila de vehículos que se dirigía hacia la playa, donde habían instalado unos embarcaderos gigantes. Ya estaba anocheciendo y podían verse las primeras estrellas. La población hacía cola, con visibles gestos de frustración, para subir a unas enormes y gigantescas barcazas, bajas y planas, destinadas al transporte de personas en masa. Un auténtico éxodo. Su ciudad se había librado de las grandes batallas, no había sido un objetivo importante para los extraterrestres, al parecer. Y por eso allí se había organizado uno de los puntos de embarque para los supervivientes. Dado que los seres grises parecían dispuestos a destruir todo en su afán por conquistar el planeta, alguien había tenido la idea de organizar expediciones masivas al mar con el fin de esconderse, sobrevivir, reagruparse y poder plantar cara a la invasión. A Jacob le parecía una idea de lo más estúpida. Si no hemos podido pelear desde la tierra, ¿cómo vamos a hacerlo desde el mar? Cuando nos quedemos sin agua nos mataremos entre nosotros mismos… qué ironía. Mientras pensaba en eso, sintió frío y miedo. Al mirar al cielo vio que este estaba limpio. Qué extraño… Lo habitual en las últimas semanas era ver nubes negras resultado de las explosiones y las desiguales batallas que se habían librado por doquier. Tampoco era extraño ver las enormes moles grises que, desde cientos de metros e incluso kilómetros, observaban la aniquilación de la Humanidad sin piedad alguna. ¿Dónde estáis ahora, qué estáis tramando, por qué nos concedéis esta tregua… si sabéis que nos vais a aplastar? Un súbito pensamiento cruzó la mente de Jacob como un rayo. ¡Joder, están permitiendo que nos reagrupemos, así es más fácil acabar su trabajo! Se están riendo de nosotros… Esta idea le hizo hervir de rabia y frustración. No sólo era así sino que encima la Humanidad estaba cayendo en una trampa…
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 134. Nos cogerán como simples ratas… Frustrado, decidió pararse y pensar qué hacer. Vio un coche de los muchos que estaban abandonados por la calle en la puerta del Gran Hotel, uno de los más conocidos y cercanos al puerto. Probó a abrir la puerta y, tras ver que lo conseguía, se sentó en el sitio del copiloto. Apoyó la cabeza en el asiento, con la vista clavada en las estrellas. Entonces empezó a sentir un miedo atroz. Las estrellas comenzaron a moverse en bloque realizando un arco, desplazándose hacia abajo y la derecha del campo visual de Jacob, muy despacio. Él quiso gritar, pero no pudo; sentía todos sus músculos paralizados. Las estrellas cada vez iban más rápido. Él sabía que no eran las estrellas las que se movían, eso era absurdo. ¡Es la Tierra la que se está moviendo! Pero… ¿es eso posible? Congelado por el terror se dio cuenta que ya no estaba sentado en el asiento delantero del vehículo, sino en el trasero. Ahora tenía diez años y en los delanteros estaban sentados sus padres. Gritó mirando al cielo. Las estrellas cada vez se desplazaban más rápido y parecía que el planeta entero iba a volcar, si es que eso era posible. —¡Papá, mamá!, ¿qué está pasando? ¿Por qué se mueve todo…? ¿… dónde vamos? Su madre se giró hacia atrás desde el asiento del copiloto y con lágrimas en los ojos le contestó. —Tranquilo, hijo mío, no pasa nada, seguro que salimos de esta, recuerda que siempre salimos de cualquier situación, por negativa que sea. Él no pudo contener las lágrimas mientras se fijaba en que su padre tenía la vista fija en el cielo, que cada vez se movía más rápido. La Tierra se estaba desplazando y todos iban a morir. Sintió que algo helado le subía por la garganta. —¡Tengo miedo! —gritó, desconsolado y llorando. Lo último que vio fue a sus padres, asustados, mirando cómo el cielo se precipitaba sobre ellos.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 135. Lunes, 16 de marzo de 2009 Jacob inhaló una fuerte bocanada de aire y abrió los ojos. Oscuridad. Maldita pesadilla… El caso es que esta había sido muy real. Podía recordar detalles como los pequeños restos de óxido de las barandillas del metro, los guijarros del suelo de las extrañas estaciones de tren… ¿Quién haría estaciones en medio de la nada para un tren que circula sobre el mar? o incluso el tacto de la tapicería del coche donde se había subido al final del sueño. Si son sólo sueños… Aún así estaba convencido de que cada uno de ellos le quitaba días de vida de lo mal que lo pasaba. Por otro lado, sus compañeros de la facultad siempre le decían que tenía algo de brujo o incluso de adivino, pues poseía una cierta capacidad de intuición que le había hecho prever alguna que otra situación, para asombro de sus amigos. Sólo faltaría que un día me levante y vea naves espaciales en el cielo… Ese pensamiento le hizo casi reírse en voz alta y, por fin, se animó un poco. Encendió la televisión para escuchar las noticias y se duchó. Como era de esperar no había naves sobrevolando el planeta, de forma que retomó un pensamiento mucho más real mientras se enjabonaba. Lia… Por fin recordó que estaba dolido. Haberla visto con otro hombre la noche anterior había supuesto un duro revés. Era absurdo pensar que ella no pudiera quedar con otras personas, desde luego. Pero una cosa era suponerlo y otra verlo con sus propios ojos. Otro pensamiento volvió a sacudirle. ¿¡Cómo narices la encontré!? Por muchas vueltas que le había dado siempre llegaba a la misma conclusión…
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 136. Fui guiado… ¡como si llevara puestas las gafas del dispositivo de realidad virtual! El problema es que no las llevabas puestas, ni siquiera portaba el dispositivo con él. Lo había devuelto al laboratorio cuando Stephen les hizo regresar la tarde anterior. Acordó con Lee que ya revelarían su pequeño experimento en otro momento que Boggs estuviera más receptivo, así que almacenaron todos los registros de su prueba en unos archivos que Jacob marcó como ‘no compartidos’, tal y como le habían enseñado. Ahora estaba más que confundido. Si no era por el dispositivo… ¿¡cómo narices la había encontrado!? Había intentado buscar una explicación. Una de ellas es que hubiera sido por pura casualidad. Al fin y al cabo era domingo por la noche y no había muchos sitios donde ir, sobre todo donde no estuvieran poniendo el fútbol. Sin embargo, él no creía para nada en las casualidades y aquella era una ciudad pequeña, pero no tanto como para eso. La segunda posibilidad es que de alguna manera hubiera podido intuir que ella estaba allí, utilizando su pensamiento intuitivo mezclado con el más profundo. En uno de sus libros, él explicaba que el cerebro humano podía utilizar tres tipos de pensamiento: intuitivo, lógico y profundo. Cada uno era válido para diferentes situaciones. El pensamiento intuitivo era el que permitía a las personas responder de forma rápida ante una situación e incluso preverla, como por ejemplo el portero de fútbol que se lanza al lado correcto incluso antes de que el delantero lance un penalti. Ese tipo de pensamiento hacía que el portero analizara de forma subconsciente miles de datos que ya conocía de experiencias anteriores (hacia dónde mira el delantero al coger el balón, si es diestro o zurdo, si le duele el pie de apoyo) y con esos datos tendría una probabilidad de dónde podía ir el lanzamiento. Era como coger una pieza de un puzzle y, de forma casi inmediata, saber dónde iba porque ya había puesto piezas similares en otros mil puzzles similares. El pensamiento lógico era el que resolvía problemas y por tanto el que se usaba de manera consciente, como por ejemplo hacía él en ese momento. En ese pensamiento se cogían las piezas de un puzzle y se trataban de encajar buscando el hueco más parecido, analizando los colores... Había una tercera forma de pensamiento, que muchas culturas y religiones
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 137. denominaban meditación. Este pensamiento permitía a la mente divagar, bucear libre y sin ataduras entre el consciente y el subconsciente y encontrar soluciones a situaciones complejas. Era como dejar a la mente que cogiera al azar piezas de puzzles diferentes y entonces descubriera que la pieza de uno encajaba bien en otro, de forma que se resolvían ambos a la vez. Este pensamiento profundo era el que las personas utilizaban cuando decían aquello de “voy a consultarlo con la almohada” y requería de tiempo y tranquilidad: era el que había permitido las mayores ideas de los grandes pensadores e inventores, encontrando soluciones que al resto de los mortales les parecían ilógicas, pero que habían funcionado, para asombro de todos. Pensó que lo más razonbale era que encontrar a Lia hubiera sido una mezcla de pensamiento intuitivo —deambular buscando un sitio tranquilo, conocer las costumbres de Lia y su deseo de verla— con el profundo, ya que durante el trayecto había dejado vagar su mente de forma libre. Vale, pero aún así, algo no cuadra… La última posibilidad que se le ocurrió carecía de apenas fundamento. Al fin y al cabo, la inteligencia intuitiva analiza miles de datos de los que no somos conscientes, pero que nuestro cerebro sí procesa. Así podemos tomar decisiones muy rápidas basados en experiencias anteriores sin necesitar el pensamiento lógico. ¿Puede que mi subconsciente haya utilizado datos que yo ya conocía sobre las preferencias de Lia junto con las pautas de búsqueda que me ha enseñado el dispositivo?. Eso explicaría que la haya encontrado dos veces, una con su ayuda y luego otra… yo solo. Aún sabiendo que esta idea hacía aguas por muchos sitios decidió que tenía que contársela a alguien. Jacob pensó que si se la contaba a Stephen le iba a tomar por paranoico y es posible que incluso desconfiara de él. No, debo contárselo a otra persona. Enseguida supo a quién.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 138. Una hora más tarde Lia estaba con una taza de café, escuchándole. Ambos estaban en el despacho de ella con la puerta cerrada y él acababa de relatarle que tenía una ligera idea de dónde podía estar el fallo, pero que no estaba del todo seguro. Le explicó que temía que Stephen, preocupado por la continuidad del proyecto, le tomara por paranoico. —Vamos a ver, Jacob, según me dices, la entrevista con los propietarios del chip te tranquilizó bastante. Sin embargo, tras meditar durante la tarde concluyes que cabe una posibilidad de que el dispositivo, de alguna manera, pueda interferir en el funcionamiento del cerebro de quienes lo usan. Él pensó que dicho así sonaba horrible, a pesar de lo cual asintió con la cabeza, concentrado en los enormes ojos de ella, que continuó hablando. —Sin embargo, no sólo no puedes demostrar que haya código ni hardware erróneo, sino que además me cuesta mucho entender cómo has llegado a esa conclusión. Es obvio que sabes algo que los demás no sabemos, así que te lo preguntaré de forma muy directa ¿Te dieron ayer plena seguridad de que el chip funciona sin riesgo? Suspiró de nuevo. —Sí, Lia, el tal Stokes sonó muy convincente. Y además nos va a remitir toda la información técnica, la cual me encargaré de que Mark repase. —¿Entonces? —preguntó Lia, a modo de contestación. —¡De acuerdo, tú ganas! —replicó molesto, ya que no encontraba cómo trasladar a Lia su conclusión sin contarle toda la historia—. A pesar de la conversación de ayer tarde y a falta de los informes, los cuales me juego el pescuezo a que van a ser impecables, hay algo que no me cuadra en todo esto: creo que el dispositivo influye de una u otra forma en quienes lo usan, lo que podría estar relacionado con los sucesos que han sufrido los miembros de este proyecto. Todos han ocurrido después de que se comenzara a usar el chip y empiezo a pensar que ese potente procesador está relacionado con todo lo que está pasando. De hecho habría una forma de saberlo… Lia arqueó las cejas. —…bastaría con dejar de usar el procesador y volver a recurrir a los anteriores ordenadores de pruebas. —¡Eso es impensable ahora mismo! —saltó ella—, ¿sabes el tiempo
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 139. que perderíamos? Además de que sería un paso atrás en el desarrollo y depuración del software, ni siquiera podríamos garantizar que si aparecen nuevos sucesos estos no fueran consecuencia de la anterior influencia del chip, si tu nueva idea es cierta. Tendríamos que cambiar a todo el personal o al menos la mitad, para estar seguros de que eso es así. Tuvo que admitir que ella llevaba toda la razón. Su solución era más teórica que práctica. Era posible, pero no viable. En el fondo le daba igual, pues no pensaba llevarla a cabo. —De acuerdo una vez más —y decidió rendirse por fin—, quizás hay algo que deberías conocer para saber cómo he llegado a esa sorprendente conclusión que ni yo mismo termino de asumir. Lia sonrió, devolviéndole la complicidad, antes de replicar. —Jacob, te conozco casi mejor que tú mismo. Sé que hay algo que no me has contado, pero no quiero forzarte a nada. Sabes que me gusta escucharte, no preguntarte. Él se quedó helado. ¿Está tonteando conmigo? Conocía de sobra esa sonrisa y esa forma ambigua de hablar, y cuando Lia las usaba, siempre habían terminado de forma apasionada. —Lia, me da mucha vergüenza lo que te voy a decir… Ella le sostuvo la mirada con un atisbo de lo que a Jacob le pareció una mezcla de ternura y pasión. Casi emborrachado por la tormenta de sentimientos que esa mirada le generó, continuó hablando. —Anoche salí a dar una vuelta y por algún motivo empecé a pensar en que me apetecía llamarte y tomar algo contigo. Decidí que era mejor no molestarte y anduve sin rumbo fijo buscando un sitio donde comer algo. Poco a poco me fui sintiendo más inquieto hasta que llegué a un pub del centro… Lia abrió mucho los ojos. Él continuó antes de que ella dijera nada. —…cuando entré en el pub te vi sentada en una mesa con un hombre. — ¡Pero…! ¿¡Cómo…!? Él la interrumpió.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 140. —Creo que de alguna forma sabía que estabas ahí. Te juro que no te busqué, pero de alguna forma di contigo. Hizo una pausa sin dejar de mirar sus ojos, que brillaban casi con lágrimas. —Lo peor de todo es que antes de entrar en el pub tenía la horrible sensación de que no me iba a gustar lo que iba a ver. Y fíjate qué cosa más tonta, no me gustó… Apenas pudo terminar la frase porque estaba empezando a sentir unas enormes ganas de echarse a llorar y esto le entrecortaba la voz. Agobiado, se frotó los ojos con su mano derecha en un intento de disimular las lágrimas que empezaban a asomar. Vio de forma muy borrosa cómo ella se acercaba y casi dio un respingo cuando notó sus brazos abrazándole. El corazón se le aceleró, más cuando ella le dio un beso en la cara y le dijo al oído, casi susurrando. —A pesar de lo inteligente que eres para algunas cosas, eres el hombre más tonto que he conocido nunca. Él por fin se rindió y la abrazó, dejándose caer sobre sus brazos. Le cogió la nuca y le acarició el pelo mientras lloraba en silencio sobre el hombro de ella. Ella le acarició el pelo durante unos minutos, tras los cuales separó su cabeza para mirarle a los ojos a tan sólo unos centímetros y, por fin, habló de nuevo. —Te creo y cuentas conmigo al cien por cien. Si estás preocupado por lo que viste anoche, tranquilo, que ese es un amigo al que no veía desde hace tiempo. Le gusto, es cierto. Pero a mí me gustan otro tipo de hombres, digamos… más complicados. Ella se quedó quieta, mirándolo con esa sonrisa que le paralizaba y, sobre todo, con esos inmensos ojos azules con los que parecía querer devorarle. Jacob pensó que esos ojos eran como el mar. Y que en ese mar no le importaría sumergirse y morir ahogado si era necesario, si eso significaba poder tener a esa mujer, para siempre. En ese momento su móvil empezó a sonar, dándole un susto de muerte. Antes de que pudiera ni cogerlo, empezó a sonar también el de Lia. Ambos se miraron.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 141. Un rato después Jacob y Lia estaban en el despacho de Stephen junto a Lee y Chen. Esta escena empieza a resultarme demasiado familiar… La única diferencia es que en esa ocasión se hallaba también presente el jefe de seguridad, Jones. Sin mediar más, Stephen les soltó la bomba. —Ha fallecido otra persona del equipo. De una arritmia cardíaca. Un silencio glacial recorrió la mesa mientras Jacob se echaba las manos a la cabeza. Aquello era el fin del proyecto. Antes de que nadie pudiera decir nada, Stephen continuó su explicación, apoyado de forma ocasional por el Jefe de Seguridad. —Se trata de Dubois, un joven operario del equipo de limpieza, sin nexo alguno con el núcleo del proyecto. El señor Jones ha repasado los registros de entrada y salida y los turnos de limpieza y ha constatado que el empleado ha coincidido con muchas de las pruebas del dispositivo, aunque en ningún momento presentó ningún tipo de conducta anómala. —Eso no significa nada —interrumpió Mark con gesto apesadumbrado y molesto—. De acuerdo en que ese chico ha podido coincidir en todas las pruebas al igual que lo hemos hecho Lee y yo, por ejemplo. Sin embargo, él no ha llegado ni a acercarse a ningún componente del dispositivo. ¿Cómo explicas que su arritmia haya tenido algo que ver con el proyecto? Además, dices que en su familia había antecedentes de infartos, ¿no es así? Durante unos instantes todos se habían quedado callados. Los argumentos de Mark eran correctos y muy analíticos, pero nadie olvidaba que en menos de 24 horas habían fallecido dos personas. Ahora todos estaban asustados y Stephen había anunciado que pensaba paralizar el proyecto, tal y como había prometido a Lia. Ella no le hubiera permitido hacer otra cosa. —Lo siento, ya no hay vuelta atrás, he vuelto a llamar a los financiadores. Se van a desplazar de forma urgente para constatar el estado actual del desarrollo y realizar una auditoría. Como comprenderéis he aceptado en pro del beneficio de todo el equipo. Desde este momento, todo el material queda en cuarentena y no debe ser manipulado. Jacob estaba muy confuso, ya que esa noticia le había pillado por sorpresa.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 142. Después del día anterior pensaba que ya nada podía enturbiar aún más el desarrollo del proyecto. Sin embargo, había una fallecido nueva persona, algo que empezaba a rozar lo demencial. Por si fuera poco, esa muerte tampoco parecía estar relacionada con el proyecto. Un fallo cardíaco, antecedentes de infartos en su familia, no ha tocado el dispositivo… Le dio vueltas a lo poco que había contado Stephen. Algo no le cuadraba. Dejó que su mente se abstrajera por unos instantes y empezó a pensar en las otras personas que habían sufrido los accidentes. Antecedentes de epilepsia, depresión, consumo de cocaína… —¡Un momento! —Jacob se puso en pie—. ¡Sí que hay un nexo! Todos se volvieron hacia él, que pudo ver sus expresiones mezcladas de esperanza, temor e incluso indiferencia, como en el caso de Jones. —¿Un nexo? —preguntó Stephen—. ¿Ves una relación entre todas esas muertes, Jacob? —¡Sí, Stephen, lo veo porque lo hay! Es débil y no muy claro y por supuesto tendremos que hacer alguna que otra modelización probabilística para… —Jacob, por favor —le interrumpió Chen—. ¿Cuál es ese nexo? Sí, perdonad, estoy pensando casi a la vez que hablo. Os cuento: hasta ahora hemos estado creyendo que todos los sucesos tenían causas que podían justificarlos por separado. De esta forma dejábamos una puerta abierta a que no estuvieran relacionados ¿no es así? Todos asintieron. —Pero la coincidencia, aunque posible, es menos probable cada vez que aparece otro, ¿verdad? De nuevo todos asintieron. —Imaginemos que se siguen produciendo nuevos sucesos y que todos ellos tienen una hipotética justificación. Pero que en vez de cinco o diez casos, se producen infinitos. Hizo una pausa para ver las expresiones. Stephen y Lia miraban
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 143. concentrados. Lee y Mark empezaban a arquear las cejas. Jones fruncía el entrecejo. —¿Estamos de acuerdo en que si tuviéramos infinitos casos la probabilidad de la casualidad como causa sería entonces cero? Nadie se atrevió a asentir ni a negar. —Pensadlo: cuantos más eventos ocurran menos probable es que se den por casualidad, ¿no? Pues si tenemos eventos infinitos, la probabilidad de la casualidad es… ¡cero! Por lo tanto… ¡existe un motivo, tanto para esos infinitos como para cinco! En ese momento Lia abrió mucho los ojos y habló. —¡Ahora lo entiendo, todos tendrían una sola causa que los estaría originando, aunque a nosotros nos parecieran infinitas! ¡Sí que habría un nexo común a todos, no infinitas causas debidas al azar! Jacob vio varias cabezas asentir. Casi todas, de hecho. —Correcto, Lia —respondió, atropellándose al hablar —. Ahora pensemos, ¿y si hubiera algún componente del proyecto que estuviese influyendo a nivel neurológico y que nos estuviese afectando a todos, especialmente más a aquellos con mayor posibilidad de padecer un trastorno en el sistema nervioso? ¿Es decir… a aquellos con antecedentes o enfermedades de base? Un súbito y profundo silencio se hizo en el despacho. Mark se atrevió a moverse y tras un ligero carraspeo, preguntó —De acuerdo, Jacob, pero en el caso del último chico, Dubois, se trata de una arritmia cardíaca y eso no es un proceso neurológico, ¿no? Jacob sonrió sin alegría alguna. No se había acordado de aclarar ese punto. —Sí y no, Mark. Una arritmia cardíaca no es en sí un proceso neurológico. Pero el ritmo cardíaco depende del tronco del cerebro y del hipotálamo, por lo que una lesión a ese nivel, por ejemplo una hemorragia, sí que la podría desencadenar. De nuevo se hizo un silencio sepulcral que rompió Stephen con un hilo de voz. —Jacob, entonces, según tu teoría, hay algo que podría estar afectándonos a todos a nivel neurológico, pero que lo ha hecho en mayor
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 144. medida con aquellas personas más predispuestas. Éste asintió. —¿Y eso podría explicar por qué nos sentimos todos tan irritables y nerviosos de un tiempo a esta parte? —Preguntó Stephen. —Aunque supongo que hay factores como el estrés o el cansancio que también influyen, desde luego es llamativo lo alterado que tenemos el carácter estos días. Sí, podría justificarlo. —¿Tienes alguna idea de qué es lo que puede estar produciéndolo? Jacob sonrió antes de contestar. —Pues no, no tengo ni la más remota idea. Pero si he de hacer caso a mi intuición, antes de que debamos lamentar un nuevo incidente creo que debemos tener una nueva conversación con esos amigos tuyos que ahora mismo vuelan hacia aquí por segunda vez… Stephen le miró con expresión inquieta. Jacob notó cómo Mark y Lia sonreían y siguió la frase. —…ya te imaginas que quiero hablar muy despacio de ese chip. Lo siento pero ya no me trago que esté libre de código. Estoy seguro de que ese procesador genera pautas de respuesta que este equipo no ha programado y que, además, dichas pautas influyen de alguna forma sobre el funcionamiento de nuestro sistema nervioso porque de alguna forma se irradian fuera del chip. Esa influencia es la que estaría desencadenando sucesos graves en las personas con cierta predisposición a ello. Hizo una pausa para que todos asimilaran sus siguientes palabras. —No tengo pruebas, pero estoy convencido de que la clave está dentro de ese maldito chip. Y os aseguro que estos días estoy acertando en mis suposiciones.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 145. A media tarde Jacob caminaba sin prisa por el paseo marítimo, contemplando el mar y dejándose llevar por el sonido de las olas, el viento y los breves retazos de las conversaciones de las personas con las que se cruzaba. No había un marco mejor en la ciudad para caminar y dejar a la mente divagar. Necesitaba tranquilidad para reflexionar y poner sus ideas en orden. Cobitz, Stokes y varios empleados más ya habían llegado a Almería y estaban muy ocupados en la auditoría que estaban realizando en el laboratorio. Varios de los miembros del proyecto tenían la tarde libre. Ya tendremos que dar las explicaciones mañana… Decidió caminar por la arena. Tras un kilómetro abrió su mochila, sacó una toalla y una novela y se dispuso a leer disfrutando de la poca luz que le quedaba al día. Nada más sentarse notó la presencia de una figura cercana y al levantar la mirada se quedó petrificado. —¿Puedo sentarme, Jacob? —preguntó tranquilo su compañero Jules, que vestía unos vaqueros, una gastada camisa negra y unas zapatillas deportivas muy usadas. Jacob suspiró y contuvo un primer impulso de levantarse y echar a andar sin más. Aún le dolían las últimas palabras de su antiguo compañero sobre su entrada en el proyecto de Stephen y la intromisión en su ordenador. Tras un duro debate interno, la curiosidad pudo con él y decidió quedarse para ver si averiguaba algo nuevo. Miró otra vez a su amigo y le invitó a sentarse. Ambos quedaron de cara al mar, a muy pocos metros de la orilla, viendo cómo el sol teñía de tonos amarillentos el cielo, que se fundía con el agua en un mar de reflejos naranjas. La voz de Jules rompió el breve hechizo visual de la puesta de sol. —Gracias por no guardarme demasiado rencor por mi intromisión. Estamos en un entorno muy competitivo donde todo vale… Jacob sonrió y miró de reojo a su compañero de facultad. —Algunos no nos movemos en un entorno en el que debamos ir instalando programas espía hasta en las calculadoras ajenas. Nos limitamos a trabajar en lo que nos gusta y a disfrutar con lo máximo posible nuestro tiempo libre. Su compañero le miró con las facciones teñidas de amarillo.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 146. —Los dos tenemos muchas cosas de las que avergonzarnos, no he venido a hablar de ellas. Esta frase puso en guardia a Jacob; no sabía qué podía conocer Jules de su vida, su pasado o su más que posible e incipiente relación con Lia. Relación que, como siempre, era un auténtico misterio incluso para él. Pensar en ella le hizo sentirse débil, e intentó que no se le notara. Decidió seguir callado y escuchar. —Seré breve, no me sobra el tiempo: deja el proyecto de Stephen, ha fracasado y estás en la calle. Aunque sobreviva al interrogatorio de hoy, no va a dar resultados a tiempo. El neurólogo se quedó helado una vez más. Jules hablaba con una naturalidad pasmosa de un proyecto que era ultrasecreto y del que ninguno de sus miembros se atrevería jamás a decir nada. —Jules, sabes que tengo un compromiso y tus métodos no son los que más me inspiran a romperlo, la verdad. —Ya, un compromiso —respondió Jules con una agria sonrisa, e hizo una larga pausa antes de continuar—. Ese “compromiso” me preocupa y te voy a ser franco: si a lo que tú llamas “compromiso” es a una mujer, de acuerdo. Ahí no puedo luchar, de momento… ¿Pero cómo demonios sabe este tío que...? La voz de su amigo le interrumpió sus pensamientos. —…pero si el compromiso es otro, creo que es muy idiota de tu parte poner tu vida en juego por un proyecto que os está matando a todos. Esta última afirmación le dejó helado. Él mismo acababa de exponer esa teoría hacía unas horas. Fuera cual fuera la fuente de Jules, desde luego era rápida, pensó. Jules giró la cabeza hacia Jacob, sonriendo y hablando con voz tranquila. —Vamos, amigo, confía en mí. Aún me pregunto por qué no te ha intrigado en ningún momento que te hicieran una exploración neurológica tan exhaustiva. ¿No te ha llamado la atención que tuvieran que hacerte hasta una resonancia cerebral y que todo fuera normal para que fueras aceptado? Jules mostró una amplia sonrisa de triunfo al ver la expresión de sorpresa de Jacob. Este pasó de la sorpresa inicial a una sensación de pura indignación
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 147. ¡Joder, la maldita resonancia! Debí hacer caso a la vocecita que me decía que eso no era normal… ¿Esos cabrones ya lo sabían? ¿Ha estado jugando Stephen conmigo? Se sintió aturdido y sin saber qué decir, lo que aprovechó el genetista para continuar su discurso. —Te aseguro que puedes confiar en mí mucho más que en… Stephen. En el sitio donde estás trabajando no se te ha dicho toda la verdad y las personas con las que vas a hablar mañana te van a tender una nueva trampa. Como prueba de mi buena voluntad te voy a dar una información muy valiosa. Si investigas sobre ella descubrirás que estoy en lo cierto y podrás confiar en mí. ¿Cómo puede saber que mañana…? ¡Joder! Jacob se sintió muy cansado. —Tú dirás… Jules sonrió. —No vas del todo desencaminado cuando piensas en el chip, pero no deberías ofuscarte buscando código dentro de él, aunque puede que lo haya, todo sea dicho. Jacob abrió la boca de par en par. —Deberías centrarte en el origen del chip. Jacob se quedó paralizado. Intentó hablar pero apenas emitió un graznido. Su amigo alzó una mano y terminó su discurso. —Azabache. Es el seudónimo de una persona. Dando con ese hombre darás con el origen del chip. —¿Azabache? ¿¡Pero qué narices es eso!? ¿¡Te crees que esto es un videojuego o qué!? —Respondió, gritando. —¡Ssssshhh! —susurró Jules, poniendo el dedo índice sobre sus labios. Durante dos segundos sólo se oyó el sonido de las olas, acariciando la orilla en su eterno vaivén. Jacob se sintió muy confundido. Por fin su amigo habló, en voz muy baja. —Hasta el mar puede oír. Y ahora lo siento pero he de irme. Llámame cuando hayas encontrado algo.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 148. Jules se levantó y empezó a andar por la orilla con el sol de frente, de forma que Jacob sólo veía una silueta negra sobre un fondo cada vez más rojizo y cuya sombra se alargaba, acariciada por el rompeolas. En menos de dos minutos su amigo era una pequeña sombra que se confundió con la de otros transeúntes que caminaban por la arena. ¿Azabache…?
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 149. —¿Azabache, dices? —Sí, Azabache. Ojalá pudiera decirte algo más. —Pues no me suena de nada ¿Quieres un poco de pizza? La dieta de Jairo, el pirata informático, no era el mejor ejemplo a seguir. Las hamburguesas, las pizzas o el chocolate en cualquiera de sus formas constituían la base de su pirámide alimenticia, algo que Jacob, en cierto modo, envidiaba. Era la tercera vez que visitaba a su amigo en menos de 24 horas, así que podía sentirse orgulloso de haber sido recibido sin demasiados inconvenientes. El hecho de haberse presentado en su casa con la pizza que ahora engullía le había allanado el camino. —Owl, necesito que me ayudes, ¿quién es ese tío, a qué se dedica? Y sobre todo, ¿dónde puedo localizarle? —¿Localizarle? —la pregunta le pareció graciosa al propio Owl, que se limpió con la manga de la camiseta un pequeño reguero de aceite de la pizza que le caía por la barbilla. Sin embargo, sus teclados y ratones están impolutos… algo es algo. Con un movimiento de cabeza volvió a la realidad y contestó a la pregunta de Owl. —Sí, localizarle. Y no hablo de una simple web o una dirección de correo electrónico, necesito una dirección física. Me da igual si es de su trabajo, su casa o la de su amante —dijo con impaciencia. —¿Tiene amantes? —¡No lo sé y la verdad es que me importa muy poco! Ni siquiera sé si es hombre o mujer, pero si tiene un novio o una novia quiero saberlo porque necesito hablar con él ¡Me puedo estar jugando la vida! Hizo una pausa e intentó tranquilizarse. Owl le miró con cara de asombro, haciendo honor a su mote. Pensó que le iba a decir que se marchara de allí, pero, para su sorpresa, le contestó como si acabara de descubrir lo importante que era esa búsqueda. —Vale, tío, si es tan importante, haber empezado por ahí. ¿Cómo iba yo a pensar que te preocupaba tanto este asunto?
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 150. No sabía si gritar, reír o llorar. Por fin optó por suspirar mientras respondió. —¿Porque he acudido nada menos que tres veces a tu casa en estos dos días y este es el segundo o tercer favor que te pido? —¿Y cómo quieres que yo adivine que tus tres visitas están relacionadas? Tío, tienes unas cosas que desde luego… Jacob se quedó asombrado sin poder creer a su amigo, que ya estaba con la mirada pegada al monitor y los dedos volando sobre el teclado. Abrió varias ventanas de su navegador de Internet, Firefox, y empezó a lanzar unas cuantas búsquedas sencillas. —Eso también sé hacerlo yo —indicó, con sorna. —Ya, pero a diferencia de mí, esto es lo único que tú sabes hacer —le contestó su amigo, sin mirarle. —¡Vale, vale! Tú ganas. Por favor pon empeño en esto. ¿Sabes que si buscas en… Owl giró la cabeza y le miró. —Tío, ¿en serio quieres ayudarme? —Por supuesto ¿me conecto a alguna base de datos? ¿Empiezo por la Wikipedia? Seguro que buscando el significado de… —No, —le interrumpió Owl —algo aún mejor, ¿ves esa Playstation que está ahí, al lado de la televisión de plasma? —Sí, pero… ¿qué quieres que haga con una…? —Está pirateada y tiene cien juegos en el disco duro. Por favor pon alguno que te mole. O haz lo que quieras, pero deja de molestar, ¿vale? —¿Pirateada? Pero si la Playstation 3 aún no se ha podido… —¡Jacob! Este sonrió, aceptando el reproche. En vez de la consola cogió un teclado y, tras desentrañar a qué monitor estaba conectado, abrió Firefox y se dispuso a hacer sus propias pesquisas. Una larga hora después no había encontrado nada coherente, salvo que, al parecer, varias personas usaban ese seudónimo para publicar artículos y notas en blogs, por lo que estaba cansado e irritado. No había vuelto a preguntar a
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 151. Owl, aunque este no paraba de emitir gruñidos, afirmar y negar con la cabeza, tragar pizza, beber Coca—Cola e incluso soltar unos cuantos y bien sonoros eructos. Menuda joyita… Entonces se acordó de nuevo de Lia. ¿Qué habrá querido decir con eso de que le gustan los hombres complicados? ¿Y ese beso, esa mirada, esas sonrisas? ¿Quiere algo o sólo vuelve a jugar conmigo? —¿¡Estás ahí!? Embelesado en sus pensamientos, no se dio cuenta de que Owl le estaba hablando. —¡Tío, una cosa es que no me molestes y otra es que no me hagas caso! —Perdona, estaba pensando en… el tal Azabache. No encuentro nada coherente. —Sí, claro, por eso me prestabas tanta atención —dijo Owl con bastante ironía. Un sonoro eructo sirvió de preludio a su siguiente comentario —. Por fin he encontrado algo. Por supuesto no ha sido en la red visible, sino a través de un pequeño, digamos asalto a una base de datos de un blog de prensa rosa. —¿Un blog de prensa rosa? Ahora sí que me he perdido… —No es tan difícil, escucha: antes de empezar a buscar me he metido en unos cuantos foros privados de ciertos amigos míos de, ya sabes,… la red. Les he preguntado por el seudónimo de marras. Ninguno tenía la más mínima idea de quién podía esconderse bajo ese nombre, ya que es muy común ¡No sabes la de chicas que lo usan!. Pero uno de mis amigos, muy friki de los cotilleos, me ha dicho que un tipo con ese seudónimo colabora en un conocido blog de prensa rosa. Hace tiempo que le sigue la pista a ese individuo pues al parecer es un fuera de serie sacando trapos sucios, y mi amigo cree que se dedica a investigar no sólo famosos de tres al cuarto. Es muy listo, pero al parecer está metido en líos muy gordos. —¿Trapos sucios, prensa rosa…? Espera, que eso me suena… ¡yo he visto artículos de ese tío en algún sitio!
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 152. —Pues sí, amigo, debería sonarte mucho más que eso. Es el seudónimo de un tipo que se dedica al periodismo de investigación que cuida mucho su privacidad, porque el blog de marras es el único sitio donde he encontrado su verdadero nombre. En ninguno de los otros en los que creo que colabora han cometido la imprudencia de asociar su seudónimo a su nombre en la base de datos interna. —¿Entonces, tienes un nombre asociado a ese Azabache? ¿¡Un solo nombre!? —Si hacemos caso a mi amigo, el que tú buscas es este. Este tío es muy listo, pues con un seudónimo así es fácil pasar desapercibido. Muchos lo usan, y encima él lo hace en diferentes campos, por lo que es difícil encontrarle. Pero si no me equivoco el más obsesionado por su privacidad es este que te comento, el que mi amigo dice que lleva rastreando hace tiempo. Además creo que encaja en lo que buscas porque es español y porque toca muchos palos. —¿Y…? —Pues que nuestro querido amigo parece que es un periodista de investigación que ha publicado en prensa escrita de todo tipo y ha desvelado escándalos que van desde la prostitución infantil hasta la corrupción urbanística. Su nombre es Milas Skinner. —Milas Skinner… Si tiene un nombre, entonces tenemos algo que rastrear; ¿sabes ya dónde encontrarle? —Bueno, quizás eso va a ser algo más difícil, por lo que he visto por aquí —contestó Owl con expresión de curiosidad. —¿Cómo que más difícil? ¿Qué narices has encontrado? —Es curioso. Una vez localizado el seudónimo con el que firma, ha sido fácil rastrear sus publicaciones tanto en papel como digitales. El colega lleva diez años publicando historias de todo tipo. —Sigue, por favor —le apremió Jacob. —Pues resulta que en los últimos diez años es facilísimo seguirle el rastro ya que el amigo publica a un ritmo de unos 15 artículos al mes en diferentes sitios. Y por lo que he visto en los últimos años viaja más que un feriante en verano. Debe usar un módem 3G para enviar sus datos.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 153. —Muy bien. ¿Y puedes localizar desde dónde publica ahora? —Ese es el problema, tío. —¿Cuál? —preguntó Jacob —Tu amigo Milas ha pasado de escribir como un loco a no escribir nada. —¿Cómo que no escribe nada? ¿Desde cuándo? —Pues… aquí está. El último artículo que tengo constatado salió el día 7 de febrero en el blog de prensa rosa que hemos pirateado. Sin embargo, el archivo que remitió al director de la web estaba fechado de tres días antes. Desde entonces y en las últimas seis semanas, el tal Milas Skinner, conocido como Azabache para el mundo en general, no ha vuelto a publicar nada. Es como si se lo hubiera tragado la tierra. ¿Estará de vacaciones? Eso es raro porque este tipo de individuos no suele… Jacob se quedó con la boca abierta. Owl se giró hacia él. —¿Pasa algo malo, tío? ¿Sabes qué le ha podido ocurrir para que no se sepa nada de él desde el cuatro de febrero? —No lo sé, Owl, no conocía ni su nombre hasta hace cinco minutos. Lo que me preocupa y mucho es que debo localizar a ese hombre para que me proporcione una información muy importante relacionada con mi actual trabajo. Una información que puede ser vital para los que trabajamos en el proyecto. —¿Y…? —preguntó Owl, curioso. —Pues que la persona con la que más necesito hablar en este momento sobre mi actual trabajo desapareció de la faz de la tierra el mismo día en que a mí me llamaron para ofrecérmelo! —contestó Jacob, con cara de miedo y mirando a Owl a los ojos. —¡Joder! —respondió este.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 154. “El primer beso no se da con la boca, sino con los ojos” O. K. Bernhardt
Capítulo 09 Beso
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 155. Martes, 17 de marzo de 2009. Smith detuvo el Audi frente a la puerta de Jacob y este subió al interior saludando a Stephen, que ya estaba en el vehículo. Apenas despuntaban los primeros rayos de luz, por lo que se encontraron poco tráfico en la autovía. Se dirigieron a una localidad situada al oeste muy conocida por sus playas y su brutal oferta turística. En uno de los muchos hoteles costeros de lujo de dicho municipio se alojaban las personas con las que habían quedado. Nada más subir, Stephen puso en antecedentes a Jacob. —La verdad es que no están de muy buen humor. No les ha hecho ninguna gracia que paralice el proyecto. Ellos dicen que se pagan unos sueldos muy elevados y que se realizan unos exhaustivos exámenes de salud antes de entrar a formar parte del desarrollo que les exoneran de cualquier responsabilidad. Le miró, sorprendido. Deseaba hacerle unas cuantas preguntas en relación al tema de los reconocimientos médicos pero prefirió mantener la cabeza fría. Asintió y contempló el bello pasaje del sol sobre en el mar, que simulaba un aspecto vidrioso al reflejarse la luz, dado que apenas había olas. Visto desde la altura de la autovía parecía un auténtico mar de cristal. En menos de media hora caminaban por los amplios salones del hotel donde se alojaban los directivos. Un camarero les condujo hasta el reservado en el que les esperaban dos personas. John Cobitz y Adam Stokes se levantaron para recibirlos. El primero con su sobrepeso, su cara redonda y su eterno traje gris. El segundo, la antítesis del anterior. Les invitaron a servirse de un generoso y cuidado bufé situado en uno de los laterales del reservado. El camarero les sirvió los cafés y los zumos y les dejó solos. Ni Stephen ni Jacob quisieron tomar nada más. Inició la conversación Cobitz, el ejecutivo, tras unos segundos en los que apenas se oyó el tintineo de las cucharas removiendo los deliciosos cafés. —Deseaba hablar con nosotros, doctor Assavar, ¿no es así? —La verdad es que sí, señores. Me consta que ahora mismo están muy preocupados por la paralización de su proyecto. Ambos fruncieron el entrecejo. Perfecto…
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 156. Jacob continuó —Todos en el laboratorio confiamos en que sea transitorio y podamos reanudar el trabajo lo antes posible. Cobitz y Stokes relajaron sus miradas de forma casi imperceptible. ¡Qué fácil me lo han puesto! —Y para conseguir eso necesito conocer toda la verdad sobre el chip: no me trago ni una historia más de las suyas. Cobitz y Stokes abrieron de forma desmesurada sus bocas. ¡Jules, te debo una! Ahora que tenía una ligera ventaja, decidió seguir hablando. —Necesito saber en qué tecnología se basa, cómo se ha diseñado y construido, el código que se haya usado con él… ¡Necesito saber todo sobre ese chip; desde a quién se le ocurrió hasta el nombre del transportista que nos lo entregó! Se hizo un profundo silencio. Los directivos no se esperaban ese ataque tan frontal y seguro que hubieran deseado tener unos minutos para hablar a solas, por la rápida mirada que se lanzaron el uno al otro. Jacob decidió aprovechar ese momento de duda para aclarar, de una vez por todas, su postura. —Señores, estoy seguro al cien por cien de que nuestro software no tiene ningún error. La causa de los problemas que estamos teniendo está en su chip. Se hizo un largo silencio tras el cual por fin habló Cobitz. —Doctor Assavar, sus dudas son comprensibles y tiene todo el derecho a pedirnos esa información. Sin embargo, debe entender que esa decisión es muy seria. El… desarrollo de este chip ha costado una auténtica fortuna a unos accionistas a los que represento. Poner esos datos en sus manos es una decisión que no podemos tomar aquí y ahora, pero que me comprometo a consultar. Jacob esperó unos instantes. Contó hasta diez y por fin se reclinó hacia delante, sonriendo. Era la primera vez en semanas que estaba disfrutando. —Señor Cobitz, me temo que no ha comprendido usted mi mensaje,
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 157. por lo que pienso que, dada su inteligencia, lo más probable es que yo no me haya expresado bien… —de reojo vio cómo Stokes sonreía —…así que se lo explicaré aún más claro. Por muchas cláusulas de exoneración de responsabilidad que hayan hecho firmar a la Universidad, a nosotros o a los mismísimos gobiernos de España y de Estados Unidos, no deja de resultar llamativo que se hagan profundos exámenes neurológicos a las personas que han entrado a formar parte de su proyecto y que aún así se admita a empleados con antecedentes neurológicos, los cuales luego terminan falleciendo por causas relacionadas con esos mismos antecedentes. Hizo una pausa para que todos asimilaran lo que estaba diciendo y así encajar mejor sus siguientes palabras. —A pesar de hacer pruebas y exigir historiales médicos, admiten empleados con antecedentes neurológicos que luego van y se mueren. ¡Qué faena!, ¿verdad? Y qué casualidad que estos fallecidos les habían exonerado de responsabilidad. Eso quizás no llame la atención de un tribunal, sobre todo si se tienen buenos abogados y mucho dinero… Cobitz sonrió. —Efectivamente, doctor Assavar, somos una empresa muy seria que cuida mucho los detalles, entre ellos la salud de sus empleados y… el amparo legal de la propia compañía. Téngalo por seguro. —¡Por supuesto! Pero me imagino que ese grado de tranquilidad debería disminuir si un asesor como yo hiciera un informe técnico en contra, ¿no es así? El trajeado ejecutivo se quedó pálido, a pesar de lo cual logró articular unas palabras: —Cualquier… informe que usted haga se estudiará y… será ponderado a la hora de tomar una decisión… —Ya —le interrumpió de nuevo Jacob—, y luego será enviado a la papelera del servidor para que desaparezca de todos los registros del sistema, me imagino. Cobitz volvió a sonreír. —Es usted una persona muy razonable, doctor Assavar, y estoy seguro de que nos va a seguir proporcionando importantes frutos en el futuro. Deseamos trabajar con usted mucho tiempo.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 158. Para sorpresa de todos, Jacob dio un puñetazo en la mesa. —¡Basta de estupideces! Me juego mi carrera a que hay indicios muy serios de que ustedes están cometiendo un delito. Todos sabemos que un contrato no sólo no puede ir contra la ley, sino que además es obligación denunciarlo, ¿verdad? —Doctor Assavar, si piensa usted que buscarse un abogado de medio pelo e ir a un juzgado de Almería a ponernos una denuncia es la forma de meternos miedo, sepa que… —No señor Cobitz, no son esos mis métodos… Muy despacio, Jacob sacó su iPhone, lo puso encima de la mesa y deslizó el dedo por la pantalla para desbloquearlo. Lo giró y les mostró un icono con el rostro de un payaso, famoso por aparecer en una serie norteamericana de dibujos animados con personajes de color amarillo. Bajo el icono se leía un nombre, Krusty 1.0 Puso su dedo índice a menos de un centímetro del rostro del payaso y habló de nuevo. —Señores, le he pedido un pequeño favor a un gran amigo, que me ha creado este programita al que puedo acceder desde mi teléfono y de otras muchas maneras. En el momento en que se active un pequeño documento en el que relato todo lo que conozco acerca de este proyecto será enviado a unos cuantos miles de blogs de todo tipo de entre los más visitados del planeta. Ni que decir tiene que también llegará a la Universidad, la policía y la fiscalía, no sólo de Almería, sino a todas las de España y las de unos cuantos países como Estados Unidos. Estoy seguro de que esta información generaría un pequeño revuelo informativo que merecería al menos ser contrastado dados los datos, las instituciones y las personas que en él se mencionan... todas con nombre y apellidos y las oportunas evidencias. Entonces sería el momento de ver si esas cláusulas de confidencialidad están por encima o por debajo de lo que esta investigación pudiera destapar. Claro que eso ya lo decidirían los jueces… Miró a los presentes uno por uno. Los tres le observaban con el rostro desencajado. —Creo que ahora sí he conseguido explicarlo para que lo entienda ¿verdad, señor Cobitz?
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Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 160. El ejecutivo se quedó de pie mirando a Jacob con la boca abierta. Parecía que los ojos se le iban a salir de las órbitas. Antes de que pudiera articular ningún sonido se oyó la voz de Stokes. —Creo que lo hemos entendido. Con un gesto de su mano indicó a Cobitz que se sentara y miró al neurólogo. —Le debemos mucho más que una explicación seria y convincente, que por cierto, hasta ahora no le hemos dado. Stokes dijo las últimas palabras mirando a Cobitz, que apretó los dientes. Stephen parecía no entender nada de lo que estaba pasando. El informático siguió hablando. —A veces las cosas son más complicadas de lo que parecen. Si me permite tan sólo unos segundos, creo que usted mismo va a retirar ese dedo de ahí y decidirá no usar ese programa suyo, por el bien de todos. Es más, le ofrezco la opción de que si, en algún momento le decepciono, lo active usted sin problema. Le garantizo que nuestra compañía no hará efectiva la cláusula de confidencialidad contra usted. Como prueba, no sólo tiene usted tres testigos, sino que se lo llevará firmado de esta reunión si así lo desea. Esta vez fue Jacob quien abrió los ojos de forma ostensible. Stokes parecía tener un cargo menor que Cobitz, así que no entendió la promesa que acababa de hacerle. Dudó si podía ser una trampa, pero enseguida decidió que merecía la pena dejarle hablar. Separó el dedo de la pantalla de su iPhone y decidió escuchar con la mano al lado del teléfono. —Muchas gracias por la confianza. Ahora, si me permite unos segundos… Con toda la calma del mundo el ingeniero se quitó las gafas y, para sorpresa de todos, unas lentillas. Sin las amplias gafas su rostro cambiaba de forma considerable y una idea empezó a formarse en la mente de Jacob. Pero si es clavado a… Cuando por fin le vio los ojos con su color natural, un marrón casi rojo conocido en todo el planeta, se quedó helado. ¡Joder! —Con el pelo sin teñir sería más fácil reconocerme… un pelirrojo
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 161. siempre destaca más, ¿verdad? Tanto Stephen como Jacob se quedaron boquiabiertos. ¿¡Cómo he sido tan idiota!? —Pensó Jacob La mirada de Stephen demostraba que debía sentir más o menos lo mismo. Delante de ellos se encontraba William Baldur, multimillonario y propietario de varias de las empresas de tecnología más conocidas y prósperas del planeta. Marcas de ordenadores, programas, sistemas operativos, webs, cadenas de televisión, radio, logística y, por supuesto, reproductores de sonido, navegadores GPS y cualquier aparato tecnológico diseñado por el hombre. Según las más prestigiosas revistas sociales y de economía, la mayor fortuna del planeta. Según esas mismas revistas, uno de los hombres más entregados a la ayuda social. Amado por unos y odiado por otros, su nombre y el de sus empresas no dejaban a nadie indiferente. —¡Señor Baldur…! ¿Es usted? —consiguió pronunciar al fin Jacob— Le aseguro que mi capacidad de sorpresa acaba de ser destrozada, como poco para el resto de mi vida… El millonario sonrió con esa forma tan característica que recordó a Jacob por qué le resultaba familiar. —¡Lo que hacen unas gafas, unas lentillas y un tinte de pelo! ¿verdad? Entiendan que me resulta mucho más cómodo viajar bajo una segunda identidad que me proporcionó el propio gobierno de mi país. Imaginen que fuera dejándome ver por ahí, con toda la gente que desea enterrarme... Jacob y Stephen asintieron con la cabeza, este último aún sin creerlo del todo. Baldur era competencia suya en varios campos, como el de los ordenadores y sistemas operativos. Sin embargo, para el proyecto se habían adquirido las marcas de las que era propietario Stephen, lo cual había sido todo un acierto si el fin era despistar. Boggs jamás hubiera pensado que el rico filántropo y propietario de la competencia podía estar subvencionando el proyecto en el que estaba trabajando. Le había contratado su mayor rival, algo que no estaba logrando asimilar del todo. Baldur continuó su charla. —Así puedo seguir más de cerca los proyectos en los que me meto. Si
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 162. todo el que trabaja para mí supiera que estoy cerca cambiaría su forma de actuar intentando agradarme. Es algo que detesto... me gusta dejar que la gente actúe y se desenvuelva por sí misma. —¿Haciendo que la competencia trabaje para usted? —le interrumpió Stephen, recuperado de su asombro y más indignado ahora que empezaba a entender la importancia del descubrimiento. Cobitz abrió la boca para contestar, pero de nuevo Baldur le frenó con la mano y respondió él mismo. —Stephen, si bien usted es accionista de alguna compañía que es competencia directa de una o varias de mi propiedad, creo que debo recordarle que para este proyecto se le contrató de forma personal, no a su compañía. Y que, además, el contrato lo hizo con la universidad, no con ninguna de mis empresas. Es evidente que yo participo aportando recursos económicos y… de otro tipo, pero sería muy complicado concluir que está usted trabajando para mí. Dado el potencial de este proyecto y el hecho de que pienso compartir con usted parte de los beneficios, tal y como está reflejado en su contrato, entiendo que no debería haber ningún problema en seguir nuestra colaboración ¿no cree? Stephen se mordió el labio con tal intensidad que se le puso pálido. —De acuerdo —dijo a regañadientes—. Entiendo que su jugada ha sido genial y que no puedo sino quitarme el sombrero por su astucia… pero no tengo del todo claro que haya jugado usted limpio. Con un leve asentimiento, Baldur dio por zanjado el tema y miró a Jacob. —Han estado ustedes probando su software en un chip que va a revolucionar el mercado tecnológico. Este chip va tan sobrado con su código y permite respuestas tan rápidas que estas son procesadas millones de veces antes de ser aplicadas. Quizás por eso se estén generando bucles con alguna pequeña pauta irrelevante, como por ejemplo una idea de deseo de suicidio que, al ser multiplicada por varios millones, termina amplificándose y bombardeándose de forma sutil al cerebro hasta que este la asume como propia. Jacob se quedó pensativo ya que, en teoría, su software de análisis debería haber podido encontrar esas pautas anómalas. Sin embargo, el comentario encendió una luz en lo más hondo de su cerebro. Claro que si son pautas infinitesimales, irrelevantes al inicio, podía darse el caso de que fueran dadas como buenas y, al ser amplificadas… ¡no
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 163. llamaran la atención de Predator! ¡Al fin y al cabo son ideas normales pero que se transforman en aberrantes… ¡Son como un cáncer! El problema de los tumores es que, al ser células del organismo, éste las reconoce como propias y no actúa contra ellas, de forma que se pueden multiplicar e invadir órganos sin que el sistema inmune mueva un dedo. ¡Esas ideas anómalas son auténticos cánceres! ¡Ideas normales que al multiplicarse son mortales! ¡Esa es la clave! ¿Cómo narices se le habrá ocurrido? ¡Si yo mismo descarté esa idea nada más empezar! Asombrado por la conclusión que acababa de obtener, por fin logró hablar, notando cómo el pecho le golpeaba con fuerza. —De acuerdo, es una teoría plausible y creo que merece ser estudiada. Si fuera así cuente con que en pocos días podremos encontrar la forma de detectar y frenar esas iteraciones absurdas y proseguir con el proyecto. Aún así queda una duda… ¿Quién y cómo nos garantizará que el chip es seguro? Baldur sonrió de nuevo. —La respuesta a ambas preguntas es la misma… ustedes dos. Ambos se quedaron paralizados. —Como recompensa en caso de éxito les ofrezco formar parte del Consejo de Dirección de mi Holding de empresas con un contrato vitalicio y millonario. Entrarán a formar parte del círculo de hombres más ricos del planeta, señores. Tras unos segundos Stephen miró por fin a Jacob, en lo que pareció un gesto de súplica. El neurólogo esquivó su mirada para centrarse en el filántropo. —Es todo un halago, pero me temo que no puedo aceptar. No puedo jugar con la vida de personas a cambio de un incentivo económico. No es ético, ni siquiera creo que sea legal. Baldur sonrió. Ya sabía que Jacob iba a contestar eso. Era mucho lo que conocía de él, gracias a sus “sistemas de información”. Al fin y al cabo, la teoría que acababa de refrescarle sobre la posible causa de los sucesos la había leído en uno de los textos que había escrito el propio Assavar en el laboratorio. —Hay algo más que debe saber: dentro del grupo de personas que compondrían su gabinete dentro de mi Holding estaría la doctora Guddsen. Ella
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 164. ya ha aceptado, aunque todavía no conoce toda la información. He preferido dejarle la sorpresa de comunicárselo a usted… en caso de que acepte, claro. Jacob se quedó helado. ¿¡Lia!? ¿Cuándo, cómo…? —Jacob, siempre me ha gustado rodearme de los mejores del mundo. Este tipo de ofertas sólo suelo hacerlas una vez, no las repito y no puedo permitirme el lujo de dejar mucho tiempo para pensarlas, como comprenderá. La competencia es rápida y no voy a entrar en subastas. Sé que a usted el dinero le atrae menos, pero estar con ciertas personas y la posibilidad de tener tiempo libre para compartirlo con ellas desarrollando proyectos que beneficiarán a la Humanidad, estoy seguro de que eso sí que le interesa muchísimo. Jacob supo que eso era definitivo: Lia se desvivía por ayudar a los demás, aunque luego le tratara a él de forma tan cruel. Si él no se integraba en ese proyecto ya se podía despedir de cualquier posibilidad de estar con ella. Vivirían en dos mundos muy diferentes. Notó cómo el corazón se le aceleraba y se le secaba la boca. Ni siquiera quiso coger un vaso para beber agua pues temía que el temblor que notaba en sus manos fuera percibido por los demás. Esperó unos segundos, pero sólo se le ocurrió una posibilidad.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 165. Tres horas y una intensa conversación con Stephen después, Jacob se hallaba por fin frente a la persona que más deseaba ver en ese momento. A Lia le había extrañado su llamada, en la que le decía que tenían que hablar fuera del laboratorio. Sorprendida le preguntó qué opinaría Stephen al notar la ausencia de ambos. Cuando le dijo que estaba con él en ese momento, ella no pudo sino aceptar sin discutir más. Habían decidido verse cerca del barrio residencial de su amigo Owl, a medio camino de ambos. En ese preciso instante ambos caminaban por la playa, vacía y silenciosa, salvo por el adormecedor ruido de las olas. Ella esperaba en prudente silencio que Jacob hablara. Tras unos minutos de paseo este por fin encontró el ánimo suficiente. —Lia, esta mañana he estado reunido con las dos personas del Consejo de Administración de la empresa que nos ha facilitado el chip. —¿Un estirado ejecutivo y un ingeniero joven más amable? No sabe quién es Stokes… —Cobitz es un imbécil, un hombre de paja. Sin embargo, umm… Stokes me ha sorprendido haciéndome una oferta interesante, de la que creo tú ya conoces algo. Lia dejó de andar y suspiró antes de responder. —Hace unas semanas Cobitz me hizo una propuesta, trabajar nada menos que para William Baldur dentro de un equipo que estaría a las órdenes de su Consejo de Dirección. Si no te lo he contado es porque es confidencial, porque todos estos días han sido muy confusos y porque lo que nos pasó ayer tampoco justifica que… —¡Ya sé que no pasó nada, Lia! Intuyo que el hecho de que me abraces no implica que me tengas que contar tu vida actual… ni futura. Ella le sonrió. —No seas niño, te aseguro que pensaba contártelo, pero quizás en un momento algo más… íntimo. No hemos tenido mucha oportunidad de estar solos… Él notó cómo se le aceleraba el pulso y su ira se difuminaba antes de contestar.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 166. —¿De verdad pensabas hacerlo? —Pues claro que sí, tonto —respondió ella, acercándose—. De hecho anoche, por lo único que me quedé fastidiada fue porque si me tengo que ir a vivir a Estados Unidos, dejaría de ver a alguien que me genera mucho estrés… Él sintió cómo se le aceleraba aún más el corazón. Esa era la forma que tenía Lia de decir que podía sentir algo por él. No se lo iba a expresar de otra manera. Sintiendo el corazón palpitar muy fuerte, contestó con voz acaramelada. —¿Y si no dejaras de ver a ese alguien? —¿¡Qué!? ¿Te lo han ofrecido a ti también? —dijo ella abriendo mucho los ojos. El asintió y la cogió de los hombros. —Me han ofrecido que forme parte, junto con Stephen, del Consejo de Dirección. —¿Del Consejo de Dirección? ¡Eso es impresionante! —respondió Lia, separándose un poco pero borrando parte de la sonrisa. —Sí, pero lo mejor de todo es que podría elegir a mi equipo. Para ello hay que cumplir una condición: debemos conseguir concluir este proyecto, que es el primero de una larga serie relacionada con el chip. Un chip que va a cambiar la historia del mundo, Lia. —Un momento, ¿has dicho concluir el proyecto? Será poniendo como condición que nos garanticen la seguridad, ¿no? Jacob notó cómo se perdía el encanto de unos minutos antes, por lo que se esforzó en sonar convincente. —Lo bueno es que somos nosotros quienes hemos de garantizar esa seguridad ¿Qué mejor garantía podrías pedir? —¡No, esto es absurdo! Hasta ayer estabas convencido de que el chip era el causante de los problemas. Problemas que por cierto consisten en la muerte de varias personas. Esta mañana hablas con Cobitz, un estúpido burócrata y con Stokes, que admito que es algo más agradable; ellos te prometen un puesto de narices y escuchas y aceptas todas sus pueriles condiciones. Los dos nos conocemos y aquí hay algo más… ¿Me puedes decir qué es lo que te han prometido, aparte del puesto y el dinero?
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 167. Aguantó la mirada de Lia a pesar de que eso le desconcertaba. Mirar esos ojos era como inyectarse heroína, pensó sin poder resistirse a ellos. Estar contigo, Lia, eso es lo que me han prometido… Era el momento de jugar la única carta que le quedaba, aún a ciegas del resultado que le podía dar. —Lia, ese tal Stokes no es quien parece que es… —¿Se puede saber de una vez a dónde quieres llegar?, me estás poniendo un poco nerviosa. —Ese agradable chico cambia mucho cuando se quita las gafas… ¡Es William Baldur! Ella se quedó con la boca abierta, intentando decir algo, sin éxito. Agachó la cabeza y caminó unos pocos pasos. Él avanzó tras ella. Parecía que estaba a punto de romper a llorar, pero, para su sorpresa habló con voz firme. —Lo siento, esta historia me da asco. Siempre ha habido algo en ella que no me gustaba. Desde la súbita aparición de Stephen, un genio, ya dudé de este asunto. Luego vinieron los sucesos y entonces deciden llamarte a ti, ya que era muy obvio que yo no iba a poder arreglarlos sola. Mi vida en estos últimos meses ha sido un completo despropósito, ha muerto gente y yo me he sentido una auténtica fracasada… —Lia, eso que dices… —¡Déjame que acabe! —le interrumpió ella—. Luego llegas tú y todos los recuerdos de nuestro pasado. Siempre me has gustado, de hecho me vuelves loca, ¿no lo entiendes? No puedo dejar de pensar en abrazarte y besarte cuando te veo, a pesar de todo el tiempo y las cosas que han pasado entre nosotros. A Jacob le dio un vuelco el corazón. Ella siguió. —Sin embargo, lo nuestro no puede ser, o al menos eso pienso o pensaba hasta ayer. No lo sé, creo que siendo tú el que eres y yo la que soy nunca funcionaría. Me gustas mucho pero… no tengo del todo claro que ese sentimiento sea nada más. Él notó cómo el corazón dejaba de latirle. —Para rematar, ahora me vienes con esta historia de que el mismísimo William Baldur te ha ofrecido un puesto relacionado con el mío pero con la
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 168. condición de que me traiciones. ¡Y, por favor, no me interrumpas! No sé qué te han prometido, pero empiezo a imaginármelo y me parece muy rastrero por tu parte… hay formas mejores de conseguir estar cerca de mí. Él se quedó helado. ¿Cómo puede haberse imaginado que… Ella continuó sin dejarle opción a decir nada. —Lo peor de todo es que el propio Baldur me hizo la oferta también a mí… ¡pero disfrazado! ¿No pudo dirigirse a mí como él mismo? Esto es un circo y creo que lo mejor es dejarlo todo. Voy a llamar a Baldur, el auténtico, por supuesto, y voy a renunciar a todo. Creo que habéis perdido la noción de Humanidad entre todos, unos por el dinero y otros por… yo qué sé por qué, Jacob. No valgo tanto la pena como piensas. —¡Lia! —gritó él cogiéndola por los hombros—. ¡Un momento, por favor! Creo que tengo derecho a responder, ¿no? Ella se quedó quieta sin oponer resistencia y con los ojos húmedos por sus incipientes lágrimas. A pesar de ello sostuvo su mirada. Sólo podía pensar en besarla y morir acurrucado en esos ojos. —Llevas razón en todo lo que dices y esto es tan asqueroso como todo lo que el hombre toca. Pero es la sociedad y el momento que nos ha tocado vivir. Si renunciamos otros harán ese trabajo y ten por seguro que con menos escrúpulos que nosotros. Acepto que me he dejado llevar por la influencia de Baldur, pero te aseguro que hablar con él es hipnotizante ¡Ese hombre convencería a una roca para que levitara! Ella siguió mirándolo e incluso se acercó un poco más, lo que Jacob tomó como una buena señal. Animado por ese sutil gesto, continuó. —Te aseguro que si esa es tu decisión, de acuerdo, yo dejaré también el proyecto y no nos veremos más si no quieres —le dolió el pecho sólo de pensar en esta posibilidad—. Pero creo que tenemos una oportunidad impresionante para ponernos a trabajar en este asunto y llegar hasta el fondo de él entre los dos, sin arriesgar la vida de nadie. Llevas razón en que sigo pensando que ese maldito chip es la base de nuestros problemas. Si quieres, podemos incluso simular que avanzamos en el proyecto mientras tú y yo investigamos una pista que me ha proporcionado… mi amigo Jules.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 169. —¿Qué? —dijo ella, abriendo mucho los ojos —Lia, mentiría si dijera que no me gustas. De hecho me gustas, y con locura. A diferencia de ti, yo sí creo que lo nuestro podría funcionar, lo he pensado siempre. Déjame que te demuestre que no he vendido mi alma a nadie y que puedo conseguir llegar al fondo de todo esto, salvar el proyecto y nuestros futuros, sin arriesgar una sola vida más. Me conoces y sabes que soy capaz de eso y de mucho más. Pero te aseguro que para ello necesito la ayuda de la persona por la que más siento en este momento. Necesito a la persona más inteligente, guapa y dulce que he conocido. A la persona con mayor devoción que puedo encontrar, y aquella que siempre me va a estar recordando que hay que pensar en los demás… Ella se ruborizó. —No creo que… —…A la persona en cuyos ojos me dejaría morir, porque contemplarlos es la mejor visión que te puedes llevar de este mundo, para disfrutarla toda una eternidad. Ella empezó a llorar. Sin dejar de mirarle a los ojos se acercó y empezó a besarle con pasión, mordiéndole los labios y cogiéndole el cuello, la nuca y los brazos como si el mismísimo diablo fuera a venir a arrebatárselo. Jacob sintió que la vida y la muerte se unían en un solo cuerpo. En unos ojos. Los de Lia. Que ahora mismo eran suyos.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 170. Jacob y Lia se dirigían de nuevo al laboratorio en el coche de ella. Habían estado casi una hora besándose de forma tierna y apasionada, sentados en la arena de la playa. Al final, la parte racional de Lia había recordado que Stephen sabía que estaban juntos y era un tanto sospechoso prolongar demasiado su ausencia. También le pidió que no comentara nada, algo que él aún no había asimilado. La vuelta al coche, aunque aún iban cogidos de la mano, fue bastante dura para él, que no terminó de entender esa petición. Tras unos minutos circulando por la autovía por fin se atrevió a hablar —Lia ¿por qué no quieres que nadie sepa nada? Creo que ya somos mayores, ¿no? —No empieces con eso, por favor, no lo estropees —respondió sin apartar los ojos de la carretera—. Tú me gustas, yo te gusto. Hemos pasado un rato maravilloso ahora mismo, pero no tengo ni idea de lo que va a ocurrir con nosotros. No quiero equivocarme de nuevo. Ya lo hice una vez y juré que no volvería a ocurrir. Él se sintió confundido, los viejos recuerdos de su anterior relación volvieron a aflorar a la superficie de su mente. La historia se repetía de nuevo y él picaba otra vez. Ella era la mayor obsesión de su vida, pero estar cerca sólo le generaba ese tipo de situaciones. Aún así seguía eufórico por las endorfinas liberadas y sabía una cosa. Me desea… y de qué manera. La recatada y estricta Lia besándole, mordiéndole y apretándole de esa forma contra ella era algo que no iba a poder olvidar jamás… Ni siquiera recordaba que le hubiera besado de esa forma en su etapa anterior. Estaba claro que le gustaba y no estaba dispuesto a perder esta oportunidad, que podía ser la última con ella. —Pues me alegro mucho de que hayas roto tu juramento… además no lo has hecho nada mal. Es más, espero que vuelvas a romperlo una y otra vez. Un atisbo de sonrisa pasó por la cara de Lia. —Por favor, no insistas. De verdad que no tengo ni idea de lo que siento por ti. Estoy muy bien contigo, estoy cómoda y me pones a cien... pero
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 171. en el fondo no termino de tener claro qué es lo que siento. Le sorprendió que fuera capaz de decir todo eso sin ni siquiera apartar la vista de la carretera un segundo. —¿Y qué más necesitas, si puede saberse? Estás cómoda, te gusto, te excito… ¿qué narices es lo que falta? —No lo sé, pero… ¡Siempre dudo contigo! Se supone que una ha de estar segura cuando empieza con alguien, ¿no? —¡Pues claro que no! ¿Cómo puedes estar segura al inicio de una relación, que es justo donde todo son incertidumbres? Las parejas no llegan a estar seguras ni tras una vida, ¿y tú pretendes tener claros todos tus sentimientos desde el primer minuto? ¿No sería más fácil dejarte llevar por una vez en la vida, disfrutar de lo que podamos compartir y esperar a que el tiempo y lo que vivamos juntos nos haga ver si somos una buena pareja o no? Ella se mordió los labios durante unos instantes. —Lo siento, sabes que yo no soy así y no puedo actuar en contra de mi naturaleza. Necesito estar segura de que las cosas van a funcionar para embarcarme en ellas y eso no va a cambiar. Sin embargo… reconozco que esta situación es muy rara, como siempre pasa contigo. Está claro que tú y yo nunca vamos a tener una relación normal y la verdad es que ahora mismo no sé lo que siento por ti… pero tampoco eso es malo. —¿Y eso… se puede saber qué significa? —Significa que no sé nada, pero que la verdad es que estoy bien contigo. Jacob por fin exhaló el aire que tenía retenido desde ni se sabe cuándo. ¿Por qué tendrá que ser tan complicada? Lia siempre tenía esa extraña capacidad de darle esperanzas sin decir nada. De hecho él no sabía si podían seguir viéndose, besándose o qué más. Decidió que no era el momento de insistir en ello, ya que, por un instante, había estado casi convencido de que ella se iba a deshacer de él, arrepintiéndose, como siempre. Sin embargo, había estado muy afortunado en la elección de su discurso ya que parecía haber congelado, al menos de momento, la aparente decisión de Lia. Probó a cambiar el rumbo de la conversación.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 172. —Yo también estoy muy bien contigo, Lia. Y además creo que eres la mejor persona con la que puedo contar para salir de este embrollo. Me gustaría que me ayudaras, ya que pienso que puedo arreglarlo ¿puedo confiar en ti? Para su sorpresa, ella apartó unos instantes la vista de la carretera para mirarle. —¿Eres tonto o qué? De verdad que a veces no te entiendo. Si no quieres confiar en mí, estupendo, pero desde luego no me hagas esa pregunta tan idiota. Él suspiró ¿Qué demonios habré visto yo en esta chica? Ese pensamiento le arrancó una sonrisa. —¿Se puede saber qué te hace tanta gracia? —preguntó ella. —Nada, nada… —contestó él riendo —. Que quiero que estés conmigo en esto. Y que si no me mata el proyecto, lo harás tú. —¡Qué tonto eres, de verdad! —contestó ella, más relajada —Te vas tú a enterar de lo que valgo. Habían llegado a la salida de la autovía que accedía a la entrada del laboratorio. Ya lo sé… …Igual que sé que no podría soportar volver a perderte. Por algún extraño motivo ese pensamiento le desencadenó un escalofrío que le recorrió la médula de arriba a abajo.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 173. Después de unas cuantas reuniones con los coordinadores de los equipos para explicarles, junto con Boggs, que el proyecto continuaba y que se iban a desarrollar nuevas estrategias, lo primero que hizo Jacob en cuanto se quedó a solas fue encerrarse en uno de los despachos. Desde su móvil personal marcó un teléfono al que había llamado varias veces esos últimos días. Tras un largo minuto, por fin se oyó algo que sólo su amigo denominaría música al otro lado de la línea. Un rítmico “tchunda-tchunda-tchunda” que machacaba los oídos. —¿Sí? —Owl, menos mal. Necesito hablar un momento contigo. ¿Puedes bajar el maldito volumen de esa cosa? —Tío, contigo son todo urgencias. Me pillas muy liado, la verdad. Hay unos idiotas de la policía de algún país del Este que están rastreando unos servidores en los que, bueno… igual tenemos algún que otro archivo. ¡Tchunda-tchunda-tchunda…! —Pues lo siento mucho, de verdad, pero seguro que salís de esa. Escúchame… —¡Ja, ja, no sabes lo encaminado que vas! Estaba preparándoles un precioso archivo bomba que después de formatear sus ordenadores se va a instalar en su servidor para que podamos echar un vistazo de vez en cuando. Siempre es bueno tener fuentes de información fiables, ¿no crees? —Sí, supongo que no hay mejor aliado que la policía de Bulgaria o de Polonia. Owl, escúchame un momento… —Vale, tío, pues que sepas que con suerte son de la CIA y dentro de poco a lo mejor tengo acceso a su base de datos. ¿Crees que no sería capaz? Sí, de hecho puede que hasta me encuentres en ella… ¡Tchunda-tchunda-tchunda…! —Por supuesto que serías capaz, Owl, de eso y de mucho más, ¿¡quieres prestarme atención un maldito momento y sobre todo bajar esa condenada música!? —Bueno, tío, tú dirás qué necesitas ahora, ¡qué impaciencia! Sus oídos agradecieron la desaparición del desagradable sonido de fondo.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 174. —Por fin… ¡Owl, atiéndeme! Esto se ha convertido en algo de vital importancia. Me juego el tipo en muchas más parcelas de las que te crees. —¡Vale, ahora hay una tía de por medio! ¿Es que te has olvidado? ¡Las mujeres sólo traen problemas! Ya sabes lo que digo yo siempre, que donde se ponga un buen ordenador que nunca te va a traicionar… Se quedó asombrado por el hecho de que se le pudiera notar tanto lo de Lia. También era cierto que su amigo no tenía un pelo de tonto… cuando quería. —Por favor, escúchame. Ahora mismo estoy en mi trabajo, ese que tanto me preocupa, y no puedo ni debo hablar mucho. —Ah, vale… —Necesito que de una vez localices a esa persona que ya conoces. Me juego mucho y por lo que temo principalmente es nada menos que por mi vida, Owl, aunque es cierto que hay otros factores en juego, como mi futuro y… bueno, Lia. —¿¡Lia!? ¿Otra vez, tío? ¿Es que no has escarmentado? No sé lo que tendrás ahora con ella, pero ya sabes lo que va a ocurrir. Os liaréis, te enamorarás y luego… ¡bum, un nuevo palo!. Tío, tan listo que eres para algunas cosas, pero para otras… —Sí, eso mismo dice ella… Mira, ella es tan rara como tú y como yo, ¿vale? Será por eso que me gusta. El caso es que está mezclada en esto… por favor ayúdame y te prometo que vas a salir muy beneficiado. Y no me refiero sólo al dinero. —Vaya, sí que lo estás poniendo interesante. No sólo dinero, dices. Sabes que pocas cosas me gustan más que el dinero, salvo… ¡no, todo lo que me gusta se puede comprar con dinero, jajaja! —Amigo, te aseguro que lo que tengo en mente no podrías comprarlo ni con todo el dinero del mundo. Sólo te daré una pista, hablo de un trabajo. No puedo decirte más. Si Jacob hubiera mencionado que ese trabajo iba a desarrollarse a las órdenes directas de William Baldur, Owl hubiera podido sufrir un infarto. Baldur era una de las personas del mundo de la tecnología más odiada por la comunidad hacker en general ya que las palabras gratis, libre o freeware no destacaban en su lenguaje. Más bien no aparecían nunca. Pero muchos
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 175. miembros de esa misma comunidad de piratas daría un brazo por trabajar con el individuo que se sentaba en la cima del desarrollo tecnológico mundial. Su amigo Owl, sin duda, era uno, si no el que más. —Jacob, sé que no eres de los que toma el pelo a la gente… ¡Hala, admito que has despertado mi curiosidad, así que acepto el reto, tío! Voy a rematar a esos policías de tres al cuarto llenándoles su servidor de fotos guarras y ya los piratearé otro día. Y en un rato estoy localizando a tu amigo Mil… —¡Owl, no digas nombres! Ya no confío en nadie, esto está tomando un aspecto que no me gusta nada. Empieza a haber mucho en juego y el premio para el más despistado puede ser perder la vida, amigo. Quién sabe si el chivatazo no tiene una doble finalidad, como ver lo que averiguamos nosotros. —Vale, vale… ¡qué paranoia! Tranquilo, tío, que tu ordenador y tu teléfono son seguros. ¿No ves que llevas instalado mi pequeño programa antiespía? —¿También en el iPhone? —Pero, ¿tú con quién crees que tratas? ¿Te piensas que iba a hablar de… mis cosas si no fuera así? —De acuerdo. Aún así prefiero que hablemos lo justo, ¿de acuerdo? —Por mí bien —contestó Owl mientras se oía una voz gritar de fondo —Te dejo, tío, que mi madre ya está gritándome para que baje a cenar… ¡Qué pesada! Te llamo en cuanto sepa algo. Colgó mientras se oía un nuevo grito de su madre. Jacob se quedó mirando el teléfono. Tras unos segundos se dio cuenta de cuál era su mejor baza en esa historia. Un tío al que su madre persigue por la casa para que baje a cenar…
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 176. En una pequeña sala llena de monitores un hombre, de piel pálida y nariz aguileña se quitó un auricular de la oreja. Mientras lo hacía contemplaba en pantalla el análisis de voz del audio que había estado escuchando a la vez que era procesado por un servidor de última generación. Jules se echó hacia delante y apoyó la barbilla sobre las manos. La sala estaba casi a oscuras y la mortecina luz de las pantallas otorgaba a su rostro, más que nunca, el aspecto que tendría un vampiro, si existieran. Tras unos segundos sopesando lo que acababa de escuchar, por fin sonrió. Deberías ser un poco más prudente en decidir con qué bocazas hablas… ¡mira que te lo avisé! Con gesto decidido se levantó de la silla, salió de la sala y se asomó a una barandilla que rodeaba la enorme sala circular, situada unos 30 metros más abajo, en la que reinaba una febril actividad alrededor de decenas de ordenadores ubicados en un núcleo central. Sacó un móvil del bolsillo y marcó un número. Al tercer timbrazo oyó una voz grave. —Diga. —Aloysius, se acercan nubes a gran velocidad. Creo que va a llover. —Lo siento, se equivoca de número. —Perdone, me habré confundido. Jules colgó y sonrió. La prudencia nunca está de más… En un laboratorio similar ubicado en el desierto de Tabernas nadie se percató de la llamada que acababa de recibir uno de los técnicos de hardware. El mismo cuyo apellido había leído Jacob cuando este le ayudó a colocarse las gafas en el último test. Un detalle que a Langman le había gustado. Una pena —pensó—, parecía un buen tipo.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 177. “La única cosa realmente valiosa es la intuición” Albert Einstein
Capítulo 10 Intuición
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 178. Miércoles, 18 de marzo de 2009 El frío aire de las primeras horas de la mañana se introducía en los pulmones de Jacob con cada inhalación que hacía. Correr de madrugada era un placer por la ausencia de gente y ruido, pero era inevitable que el frío y la soledad penetraran hasta lo más hondo de su pecho. Quería despejar un poco la mente y desentumecer su cuerpo. Estas últimas semanas estaba durmiendo mejor y no había tenido pesadillas, pero se notaba cansado. Quizás sí que las tengo y no las recuerdo… En todo caso había decidido que su mente necesitaba un poco de pensamiento profundo y nada le permitía lograrlo con mayor facilidad que una buena carrera a ritmo bajo. Esa era una de las dos cosas que mejor le ayudaban a pensar. La otra era echar una partida a su videojuego favorito, Wipeout. Catorce años después de jugar a su primera versión le seguía transmitiendo sensaciones únicas. Gracias a las descargas digitales había podido adquirir de la web de Sony una versión para su flamante Playstation 3. Ya quisieran la mayoría de juegos actuales… Cuando necesitaba pensar, encendía su cara y moderna consola de alta definición y ejecutaba un videojuego desarrollado dos generaciones tecnológicas antes. En otras ocasiones le ayudaba sentir el aire fresco y notar el dolor y el agotamiento de sus músculos. Nada mejor que un buen dolor de piernas y la sensación de fatiga para dejar que el cerebro vagara de forma errática. Justo lo que le estaba ocurriendo en ese momento. Lia… Pensó en ella por enésima vez desde que había empezado a correr. Por mucho que intentara evitarlo se le aparecía una y otra vez y no podía centrar la mente en otros temas. Pensar en ella era una droga casi tan fuerte como verla. Para colmo de males estaba más ilusionado que nunca, algo que le generaba aprensión pues estaba convencido de que con ella nada era fácil. Al fin y al cabo no me ha dicho nada, salvo que está cómoda conmigo… ¡más de lo que me ha dicho nunca antes!
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 179. Hizo un gesto con la cabeza. Si quería avanzar tenía que olvidarse de Lia todo lo que pudiera. Se concentró en sus pisadas y en el dolor que cada una de ellas le generaba en sus agotados muslos. ¿Qué pinta Baldur en todo esto? Esa idea le animó más. William Baldur, Stephen Boggs y Jules Beddings… tres privilegiados de la tecnología se han mezclado en este asunto. ¿Por qué? ¿Qué es lo que hay detrás tan importante? Se acordó del pasado de Baldur, que había empezado a estudiar medicina, al igual que él. Sin embargo, no había completado los estudios. Eso sería un fracaso a los ojos de la mayoría de la gente. Dejó de estudiar para fundar una empresa de tecnología (en un momento en el que nadie sabía lo que era eso), y ahora es el hombre más rico del planeta. Este pensamiento le hizo sonreír, al mismo tiempo que sintió un profundo escalofrío y sin saber por qué se detuvo. Él mismo se sorprendió y miró a su alrededor. No había nadie. ¿Qué va a ser ahora, otra vez voy a encontrar a Lia? Para su asombro, oyó el rugido de un motor que se acercaba a gran velocidad. Intuyó, casi más que vio, un flash de luces que se le echaban encima. Dio un paso atrás mientras giraba la cabeza y la luz pareció dejar de iluminarle. ¡¡¡CRAA-AAAAK-ANNNKKKH!!! Un estruendo de metal y cristales se prolongó durante unos segundos que se le hicieron eternos. Una alarma comenzó a sonar de forma intermitente. Tras retirar el brazo que había puesto a modo de protección ante la cara vio el turismo que acababa de estrellarse contra un conocido comercio de electrodomésticos. En el sitio donde él habría estado si no se hubiera detenido al sentir el escalofrío. Asustado y con la respiración entrecortada por la ansiedad se aproximó al vehículo para ayudar al conductor, que tenía toda la pinta de estar ileso, aunque bien borracho, a tenor del olor a alcohol que emanaba de su aliento.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 180. Le llamó la atención ver que había una lavadora incrustada en el asiento del copiloto, como si fuera el absurdo acompañante de su noche de juerga. El gruñón señor horno se va a enfadar cuando vea con quién ha pasado la noche su querida hijita lavadora… Esa ilógica idea le hizo reaccionar. Sacó su móvil del bolsillo para llamar a emergencias. Entonces reparó en la multitud de cristales que colgaban de la manga de su sudadera y en lo que le dolía el brazo, seguro que por el impacto de algún pequeño objeto del escaparate, que había hecho prácticas de vuelo sin motor… Su mente por fin arrancó de nuevo. Se dio cuenta de que, sin saber por qué, se había detenido sin motivo unos segundos antes. Sabía que iba a ocurrir el accidente… Se había parado, había girado la cabeza y además se había protegido con su brazo. Y si no se hubiera protegido así, cientos de cristales y otros trozos del antiguo escaparate hubieran impactado en su cabeza. ¿Cómo lo he sabido..? Entonces sintió un chispazo en lo más profundo de su cerebro. ¡Joder! Por fin todo encajó. En las últimas semanas no se le escapaba nada. Intuía lo que iban a pensar los demás, por no mencionar que había encontrado a Lia en una tienda primero y en un bar luego. Encima había intuido lo que ella quería oír, de forma que pudo hacerle cambiar de opinión sobre la oferta de Baldur… y que le besara. También había dicho las palabras justas para que Baldur mostrase su identidad. Y cada vez sentía más esos horribles escalofríos, que empezaban a acertar de una forma espectacular advirtiéndole de diferentes peligros. Para rematar, hacía unos segundos acababa de evitar ser aplastado contra un escaparate. Él sabía que era imposible poder adivinar el futuro. Sin embargo, algunas enfermedades mentales sí que hacen que creas que puedes hacerlo…
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. P谩gina 181. Las consecuencias de ese pensamiento le pusieron muy nervioso. En ese momento son贸 su m贸vil.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 182. Tres horas y un examen neurológico completo después estaba introduciendo ropa en una mochila. Los acontecimientos se estaban acelerando demasiado para su gusto y en sólo unas horas había cambiado el rumbo de su investigación. Tras avisar a urgencias y aún en el sitio del accidente, llamó a Stephen y le contó su temor a padecer un trastorno neurológico. En un rato tuvo preparada una completa revisión médica en un caro hospital privado de la zona. Allí se había peleado con casi todo el personal, ya que no paró de teclear en su portátil y hablar por teléfono con Lia, Chen y Stephen. Cada vez que alguien le pedía que apagara su móvil lanzaba una mirada asesina que obtuvo un rotundo éxito en todos los casos. Que él supiera aún no había explotado ningún hospital por usar un móvil, contestó enfurecido una de las veces. Una resonancia magnética cerebral le sirvió para descartar lo más llamativo, como hemorragias o tumores. Sin embargo, sabía de sobra que esta prueba no era definitiva, ya que decenas de enfermedades graves no tenían por qué verse. Así que había insistido en prescribirse, él mismo, unas cuantas pruebas más. Una analítica de sangre y un electroencefalograma le habían tranquilizado algo más. Aunque aún quedaban muchos procesos que se escapaban a ellas, por lo menos se sentía algo más confiado. Si tenía algo no parecía ser un tumor, una hemorragia o una epilepsia, ni siquiera parecía haber una alteración de sus ondas cerebrales. El otro acontecimiento del día había sido la llamada que había recibido nada más darse cuenta de que podía tener un serio problema mental. En ella su amigo Owl le había dado dos noticias, la primera era que no se había acostado aún por culpa suya. Casi le gritó cuando oyó semejante estupidez. Su amigo le contestó fastidiado. —Vale, vale, que era por meterme contigo… ¡antes de decirte que he localizado a tu amigo! Casi no se lo creyó, así que preguntó unas diez veces a Owl si estaba seguro. Éste, con la paciencia a punto de reventar le recordó su obsesión por la confidencialidad. Al final se tranquilizó, de forma que el pirata le indicó que le enviaba toda la información en un email que sólo podría abrir él.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 183. Mientras esperaba para las pruebas supo que Azabache era un individuo de lo más anodino en su vertiente real, la de Milas Skinner. El pirata había logrado descubrir que era un escritor mediocre cuyo dato más llamativo era que tenía varias cuentas bancarias a su nombre, pero con pocos movimientos. Milas no declaraba lo mucho que debían cobrar en negro sus personajes ocultos. El Milas auténtico se dedicaba a la Historia: colaboraba en varias revistas, fascículos y alguna que otra web. También tenía publicados tres libros sobre análisis de Historia contemporánea, su especialidad. A pesar de que los textos habían recibido críticas muy favorables, sus ventas eran ridículas, casi todas concentradas en el mundo universitario, donde su labor sí era más apreciada. Pero bajo seudónimo (Azabache era sólo uno de los muchos que tenía), Milas era uno de los periodistas más afilados de todo el país: azote de políticos, delincuentes y aspirantes a famosos, sus artículos mostraban trabajos de investigación profundos y detallados que habían originado innumerables quebraderos de cabeza. Numerosos corruptos habían sufrido las consecuencias de aparecer en su punto de mira. Una de sus víctimas, desesperada, llegó al suicidio. Todo lo que Milas investigaba bajo seudónimo terminaba siendo procesado por un juez, motivo por el que era fácil entender que tuviera tanto interés en permanecer en el anonimato y no dar apenas bombo a su trabajo. Por lo que Owl había podido ver casi nadie relacionaba sus dos vidas, ya que el astuto y peligroso Milas se parapetaba en decenas de seudónimos distintos. Sólo un resquicio como el encontrado en el blog de prensa rosa permitió relacionar ambos nombres. La suerte es que Owl lo haya podido encontrar… —Un fallo de principiantes —le había dicho el pirata por teléfono—. Su base de datos interna se aloja en la misma red de ordenadores que sustenta su blog. Los accesos restringidos y las contraseñas nunca son un problema demasiado gordo, tío. Si tu amigo el investigador este supiera lo imprudentes que han sido en ese blog, te aseguro que la próxima vez que vaya por allí la noticia la van a protagonizar ellos... Ese tío es peligroso, te lo aseguro. —Pues yo necesito saber dónde puedo encontrarlo. —¿Con quién te crees que tratas, tío? ¡Acabo de enviártelo… ahora! ¡Ya lo tienes!
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 184. El icono de Mail indicó que tenía un nuevo mensaje. Jacob abrió un enigmático correo sin remitente en el que sólo se leía una frase, “Acechado por el Trance”. El correo adjuntaba un archivo en formato mp3. Hizo click dos veces sobre él para abrilo. ¡PIIIII—TCHUNDA—TCHUNDA—TCHUNDA….PIIIII—TCHUNDA…! Jacob cerró el archivo a toda pastilla mientras las otras dos personas de la sala de espera —una pareja de ancianos muy bien vestidos— se giraban hacia él con el ceño fruncido. ¡Yo mato a este imbécil! Revisó de nuevo el correo y al pasar el ratón por el texto del email se dio cuenta de que era un enlace, así que hizo click. Se abrió una ventana en su navegador de Internet —”Las mejores dietas son a base de…” Vio cómo parpadeaba un cursor, así que se trataba de una contraseña. Conociendo a Owl, si fallaba una sola vez, esa web se desactivaría, desapareciendo sin rastro, hasta que su amigo le proporcionara un nuevo enlace. Sonriendo tecleó “manzanas”, completando así una de las frases típicas de uno de los blogs de Apple que él y su amigo consultaban con frecuencia. ”¡Hola tío!” Ese fue el escueto mensaje que apareció en pantalla antes de que se abriera un archivo con fotos donde se veía a un hombre moreno, con el pelo muy corto y los ojos pequeños y de color oscuro. Su mirada era inquietante y sus facciones angulosas. Sí que parece un tipo peligroso… Al final del archivo aparecía por fin una dirección. Joder… ¿Será posible? ¡Glorieta de Bilbao! Milas vivía a unos cientos de metros del bar al que él había llegado de forma casual, haciendo las pruebas con el aparato de realidad aumentada en una simulación de Madrid. El mismo que le había hecho pensar que ese chip era el causante de todos los problemas y que le llevó hasta Skinner. Un bar donde seguro que el propio Milas se habría tomado alguna copa más de una vez…
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 185. …el mismo donde esta historia parecía haber empezado, hacía ya muchos años, una fría noche de invierno en la que Jacob creyó que era feliz. El bar donde él y Lia se habían besado por primera vez en su vida.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 186. Poco después, Jacob y Lia esperaban en el aeropuerto, donde Smith les había dejado unos minutos antes. Ella hablaba con sus padres, que vivían en Madrid, para convencerles de que intentaría ir a verlos. Estos insistían en que no tenía sentido que su preciosa hija viajara a la capital y no se molestara en acercarse unos minutos. Por supuesto, al enterarse de con quien viajaba, insistieron en que lo llevara a comer. Jacob meditó sobre lo rápido que había ocurrido todo en las últimas horas. Lo más difícil había sido convencer a Stephen de su súbita necesidad de consultar a una persona en Madrid. Se había inventado una pequeña historia sobre un amigo que era una referencia mundial en procesadores, que en parte era cierta, ya que ese amigo existía. Claro que él no pensaba visitarle. Sin embargo, Stephen no terminaba de tragarse que pudiera sacar nada en claro de ese amigo sin revelar ningún dato confidencial, así que el neurólogo tuvo un nuevo momento de inspiración cuando le pidió que lo consultara con Baldur. Boggs se quedó sorprendido y aceptó consultarlo, convencido de la negativa con la que se iba a encontrar. Para sorpresa de todos, un rato después tenían billetes en primera clase en el primer vuelo a Madrid. Antes tuvo que soportar el enfado de Stephen, que no se podía creer que el multimillonario hubiera aprobado esa locura. Según él, le estaban ocultando algo. Decidió llamar a Chen y repasar la nueva idea que le había enviado. —¡Jacob, creo que te vas a hacer turismo! —Muy gracioso, Lee. Sólo espero que a la vuelta tengas los deberes hechos. —¡Seguro, menudos deberes, amigo! Aunque reconozco que es una idea genial. Espero que volváis rápido, porque intuyo que os voy a necesitar en cuanto echemos esto a andar Pensó por un segundo que Lee estaba en lo cierto ¿Tendremos todos nosotros esta extraña capacidad de intuición…? Pero no era el momento de exponer esa otra teoría. Decidió meditarla más tarde.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 187. —Lee, necesito por favor que seas muy meticuloso. Si funciona habrá sido porque la ejecución ha sido realizada de forma impecable. Le había pedido que desarrollara un nuevo programa al que denominaron Neo, en honor al protagonista de la trilogía de películas de “Matrix”, siguiendo su tradición de poner nombres con un significado a sus creaciones. En estas películas, el protagonista se introducía en un mundo creado por ordenadores que parecía real pero no lo era. Su mayor habilidad consistía en lograr distinguir lo falso de lo real. También era capaz de manipular el irreal entorno a su antojo. El nuevo programa haría lo mismo que el personaje Neo, pero dentro del chip. Primero intentaría obtener un mapa de procesos del chip y luego cumpliría su verdadera misión: al igual que el protagonista de las películas intentaría forzarlo para ver si las respuestas que este daba se distorsionaban de alguna manera. Si esta teoría era cierta, al hiperprocesar el chip, los datos que recibía, un fugaz y sutil pensamiento como una pequeña ideación depresiva podía ser magnificado. Como consecuencia, el usuario recibiría de vuelta un bombardeo cerebral de datos, bajo los cuales esa idea volvía millones de veces, pero camuflada en un océano de información. Entonces Neo habría conseguido su objetivo. Todos los integrantes del proyecto estaban de nuevo ilusionados con esa idea, hasta Stephen, a pesar de que no entendía que Jacob y Lia tuvieran que viajar a Madrid en ese preciso momento en el que la esperanza volvía a resurgir. Eso sí, al mismo tiempo que sus dudas aumentaban por la presencia del multimillonario Baldur, la cual aún no había logrado asimilar del todo. —Tranquilo —contestó Chen interrumpiendo los pensamientos del neurólogo—, vamos a ser igual de meticulosos que si estuvieras aquí… Sonrió y agradeció el compromiso de Lee, pensando que era un buen tipo y que estaba muy implicado, dado que se seguía sintiendo responsable de los accidentes. Era casi el único que lo pensaba a esas alturas. Colgaron al oír el anuncio del embarque de su vuelo. En la cola no tuvo claro si cogerle la mano a Lia, así que le dedicó una sonrisa cariñosa que ella le devolvió. Notó cómo su corazón se aceleraba: si todo iba bien, esa noche por fin dormirían juntos.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 188. Una hora y media después, al bajar del avión iban cogidos de la mano. Durante el vuelo no lo habían podido evitar y se habían besado de nuevo, durante unos intensos 20 minutos, como dos adolescentes. Sonrojados, habían dejado de hacerlo al notar las miradas de los otros viajeros. V a a ser un viaje muy intenso… —pensó, al reencontrarse con la terminal T4 del Aeropuerto de Barajas y sus llamativos colores amarillos, rojos, verdes y azules en las oblicuas columnas de acero centrales. Ninguno de los dos se fijó en un hombre de raza negra, elevada estatura y complexión fuerte, que caminaba unos 30 metros por detrás.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 189. Dos horas después estaban sentados en una de las mesas del Café Comercial, uno de los más carismáticos de Madrid. Su apertura databa del año 1887 y había sido un lugar de reunión habitual y de tertulias con predominio literario y político, sobre todo tras la Guerra Civil Española. Algo había empujado a Jacob a entrar en él y, dados los últimos acontecimientos, había decidido hacer caso a su nueva capacidad de intuición. Estaba sentado en una mesa mientras escuchaba a Lia, a la que acababa de contar su teoría de la capacidad intuitiva aumentada para explicarle el por qué estaban sentados en ese sitio. —Jacob, eso es una locura… —dijo ella mientras negaba con la cabeza y abrazaba su taza con ambas manos. Tras ella apareció un hombre que vestía unos pantalones y una camiseta negra, con el pelo corto y moreno y un anguloso rostro. —Pues ve creyéndotelo del todo, Lia, porque si te digo quién acaba de entrar en el local, la única explicación lógica es que toda esta historia tan absurda es cierta. Por favor, no te gires… —murmuró él apretando los dientes. Ella contuvo el impulso de darse la vuelta y centró su atención en las pupilas de Jacob, que siguieron el recorrido del individuo hasta que este se sentó. —Ya puedes dejar de mirarlo, si no quieres que sospeche. Y por cierto, vale, estoy de acuerdo en que algo raro pasa, no creo que seas adivino, pero también es fácil deducir que si este hombre vive aquí al lado, le pueda gustar este café. Puede que hasta venga todos los días, ¿no? Él le sonrió y encontró en su mirada todas las fuerzas que necesitaba y que por unos segundos había pensado que no iba a poder reunir. —Vamos allá. Se levantaron de la mesa y con gesto decidido se acercaron a la de su objetivo. Jacob se dirigió a él con una amplia sonrisa. —Perdone que le interrumpa, pero… ¿es usted Milas Skinner, el historiador? Cuando Milas levantó su mirada vio a una pareja aún joven con expresión de agrado en sus miradas. El individuo no le gustó demasiado, pero su mirada de admiración parecía sincera. La chica tenía unos preciosos ojos azules y una amplia y cautivadora sonrisa, aunque estaba un poco delgada para su gusto.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 190. —¿Son ustedes profesores o algo así? No parecen estudiantes… —La verdad es que hace tiempo que nos licenciamos —contestó Lia, con su mejor sonrisa. Milas mordió el anzuelo. —¿Entonces han leído alguno de mis libros? No suelo conocer a muchos de mis lectores, la verdad. Ya saben, no soy un Ken Follet ni un Stephen King… —No tan famoso, desde luego, pero sin duda tiene usted un estilo muy propio que es difícil pasar por alto una vez que se conoce —contestó Jacob —. No queremos importunarle… aunque nos va a permitir sentarnos un minuto con usted. Para sorpresa del escritor las dos personas se sentaron a su mesa. Su actitud cambió enseguida, poniéndose a la defensiva y tensando los músculos. De reojo miró a la puerta. Jacob captó la mirada de Milas y le puso una mano en el brazo. —Tranquilo, Milas. Mi nombre es Jacob Assavar y ella es Lia Guddsen. Estamos trabajando en un importante proyecto en el que creemos que usted nos puede ayudar. No somos peligrosos ni vamos armados y le aseguro que, si satisface usted nuestra curiosidad, dentro de unos minutos nos habremos ido y no volverá a vernos nunca más. —¿Y qué es lo que desean preguntarme que es tan importante para su… proyecto? Jacob y Lia se miraron una décima de segundo antes de que él contestara. —Señor Skinner, usted está relacionado de una forma u otra con un chip muy avanzado que ahora mismo está… generando problemas y no sé por qué pero algo me dice que ese chip pasó por sus propias manos hace unos cuantos meses. Lo único que necesito saber, ya que estoy convencido de que usted no tiene nada que ver con su desarrollo, es qué sabe de él. Nada más. Tanto Milas como Lia se quedaron callados. Ella hervía de ira en su interior pues pensaba que sabía lo mismo que Jacob y era evidente que no. Durante unos instantes se hizo un silencio sepulcral. Milas retomó la compostura. Levantándose de la mesa comenzó a hablar, mirando a ambos.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 191. —Señores, no sé de qué me hablan, de hecho estoy seguro de que se equivocan de persona. En mi vida he visto un chip, no sé ni lo que es eso. Ahora, si me disculpan, he de marcharme. Jacob no hizo ningún movimiento para impedir que Milas se marchara. Lia lo miró, sorprendida y fastidiada a la vez. Mientras el escritor cogía su chaqueta, Jacob por fin habló, muy despacio y en voz baja. —Señor Skinner, no voy a pronunciar unos cuantos de sus seudónimos en voz alta porque me parecería de mala educación. Quizás es mejor que ni siquiera llegue usted a saber si los conozco o es sólo un farol. El escritor se quedó petrificado, con el abrigo a medio poner. El neurólogo sonrió y continuó. —Me importan tan poco sus seudónimos como el hecho de que esté echando una mano a cierto partido político para obtener trapos sucios de un supuesto asunto de financiación irregular de su principal oponente. La sangre se desvaneció del rostro de Milas. Ese asunto no lo conocía nadie y las pocas notas que había almacenado, sin nombres, estaban bien custodiadas en un archivo encriptado de un ordenador portátil que no conectaba a Internet. Ese asunto podía acabar con todo un partido político de prestigio nacional, así que no era algo que estuviera manejando a la ligera. Con calma decidió volver a sentarse tras volver a dejar su abrigo. Jacob sonrió. Lia lo miró como si no lo conociera y sin sentir el dolor de sus propias uñas en sus contraídos puños.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 192. Unos minutos después por fin había convencido a Milas de que sus seudónimos y su carrera como investigador le importaban un pimiento. —A mí sólo me importa el chip, señor Skinner. Creo que usted lo tuvo en sus manos y sé a quién se lo pudo entregar. Lo que no sé es de dónde salió o qué papel pinta usted en todo esto. Tan sólo dígame lo que busco y nos iremos, Milas. Y toda su carrera y su trabajo seguirán siempre a salvo. Por si le interesa, le aseguro que me importa muy poco quién gane las próximas elecciones. Ni siquiera sé cuándo son, la verdad. Jacob calló y sus palabras quedaron flotando en el aire. Tras unos instantes, el escritor por fin habló. —En 2012. —¿Qué? —preguntó Lia. —Que las próximas elecciones son en 2012. Si un partido político se financia de forma ilegal, no es mi problema. Ahora, pienso que si sale a la luz y por el camino alguien se gana además un dinero, ¿qué inconveniente hay? Jacob y Lia se miraron de nuevo. Ella habló. —¿Y qué tiene eso que ver con el chip? —Supongo que no mucho, la verdad, pero les aseguro que ahora mismo me resultaría mucho más fácil y menos peligroso hablarles de… política, que de ese chip al que se refieren ustedes. Han de entenderlo. Jacob suspiró. Era un tipo obstinado, pensó. Decidió terminar de una vez. —Es usted quien no parece llegar a entender del todo su situación actual. Es obvio que no quiere o no puede hablar, supongo que por varios posibles motivos. El primero de ellos debe ser mantener en el anonimato esa ‘joya’ que tiene usted por seudónimo y que cometió el error de usar en relación con el chip —utilizó ese símil en alusión al seudónimo de Azabache—. El segundo es que seguro que hay mucho dinero en juego; y el tercero es que puede que hasta su vida corra peligro, ¿me equivoco? Seguro que hay más… El escritor no pestañeó, así que Jacob continuó. —Respecto al primero de ellos, la única forma de mantener su anonimato es colaborar con nosotros. Milas se puso de nuevo tenso, por lo que el neurólogo levantó una mano en señal de paciencia antes de seguir hablando.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 193. —Respecto al segundo motivo, le aseguro que todo el dinero del mundo dejaría de importar si el tercer motivo, el que su vida corra peligro, fuera cierto. Y creo que lo es, a raíz de su obsesión por no publicar desde que entregó el chip… Hizo una nueva pausa. Supo que iba por buen camino. —Sobra decir que la información que le comento no la he obtenido yo solo. Me la ha proporcionado un buen amigo que también usa seudónimo, por cierto, con mayor éxito que usted. Puso encima de la mesa su teléfono y desbloqueó la pantalla. En esta aparecieron varias filas de iconos, una de ellas con la cara de Krusty. —Con tan sólo pulsar este icono, miles de webs, blogs, periódicos y cadenas de televisión recibirían un completo informe sobre usted y sus seudónimos. Estoy seguro de que habría tortas por investigar dicha información, sobre todo por parte de la gente que se haya podido sentir perjudicada por sus investigaciones. En ese caso, su vida sí que correrá verdadero peligro. Pero como decía usted mismo hace unos minutos, si alguien ha hecho algo ilegal, desde luego no es mi problema. Tras unos segundos que se hicieron eternos, Milas cogió su café y le dio un sorbo. Debía estar frío pues torció el gesto y con un dedo indicó al camarero que le trajera otro. En el mismo movimiento le hizo entender que también sirviera a sus acompañantes. El camarero, con su impoluta chaqueta blanca con hombreras, obedeció y en breve volvían a tener tres cafés recién hechos. Milas por fin habló. —Señores, me han puesto entre la espada y la pared y supongo que saben a quién se están enfrentando, así que no puedo sino admirar el valor que han tenido para venir a hablar conmigo de esta manera. Manera que hubiera sido suicida de no tener ese hipotético respaldo que se han traído consigo, el cual no deja de resultar… chocante. —Sí, chocante pero a la vez eficaz, como puede ver. Es típico de mi amigo. —Por fortuna para ustedes y dado que parecen disponer de cierta información voy a tener que tragarme su historia. Llegados a este punto creo que lo más sensato es alcanzar un acuerdo. Entiendo que ustedes no desean
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 194. perjudicarme, ya que de ser así lo habrían hecho sin tener que presentarse aquí de esta manera tan ridícula. Supongo que si no encuentran esa información están dispuestos a arruinar mi vida, ¿no es así? —Lo siento pero no tenemos opción. Preferiría no haberle conocido. Si nos ayuda, no volverá a saber nunca más de nosotros. —Eso va a depender de ustedes… —respondió el escritor—. Más vale que lo que les cuente quede entre nosotros. Si me pasa algo, me aseguraré de que no sea el único al que le ocurre, señores. Jacob tragó saliva. —Entiendo lo que dice, Skinner. Lia le miró con los ojos convertidos en dos finas rendijas y los labios apretados. Conocía de sobra ese gesto. —Bien, entonces quite ese dedo de su teléfono y escuche despacio, porque si quiere saber más de su chip, les esperan muchos kilómetros de viaje. En concreto, a México. Lia y Jacob abrieron mucho los ojos y exclamaron casi al unísono —¿¡Qué!? —Me lo imaginaba… creo que será mejor que demos una vuelta.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 195. Ya había oscurecido cuando salieron del Café Comercial. Milas propuso ir a un restaurante muy conocido de la calle Malasaña, de reducidas dimensiones y alocado ambiente, donde podrían hablar sin miedo a las escuchas, dado el bullicio que allí siempre hervía. Jacob y Lia se miraron sorprendidos, ya que en los años en los que habían coincidido en Madrid habían cenado en más de una ocasión en ese sitio, donde se comía muy bien y era inevitable echar una sonrisa si tenías la fortuna de contemplar a los camareros bailar al son del glam, un estilo de música que volvía a dominar Madrid. Jacob no podía quitarse de encima una asfixiante sensación de inquietud. Preocupado por la posibilidad de que Milas intentase hacerles alguna jugada, no dudó en hacerle saber que le delataría si les traicionaba. —Amigo, tenga por seguro que voy a satisfacer su curiosidad. Si les he propuesto un sitio como el que vamos para poder hablar es porque es ruidoso y no se puede grabar una conversación allí. Y porque si me ven sentado con ustedes y alguien me pregunta siempre podré alegar que no nos conocíamos de nada y decidimos compartir una mesa, algo normal en ese local. Jacob y Lia asintieron. Tuvieron que apretujarse en la estrecha acera de la calle Malasaña, ya que un enorme vehículo se acercó pegado al bordillo. Frenaron un poco el paso para dejar que Milas se situara justo delante de ellos y en ese momento Jacob notó un nuevo escalofrío. Nada más empezar a sentirlo, oyó dos ruidos secos. ¡Plop! ¡Plop! Milas cayó de forma brusca sobre ellos haciéndoles perder el equilibrio, de forma que terminaron los tres en el suelo en una imagen grotesca. En los apenas dos segundos que tardaron en caer, la mente de Jacob pudo analizar la imagen que su ojo derecho captó de forma muy fugaz. El vehículo que les había hecho subirse a la acera era grande y de color oscuro. La ventanilla derecha estaba a medio subir. A través de ella pudo ver una pistola.Con silenciador. Lo peor era que el coche se estaba deteniendo. Joder…
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 196. En ese momento notó el brusco contacto del frío y duro suelo en la espalda primero, y en la cabeza, inmediatamente después. Un ruido sordo reverberó en su cráneo y la vista se le nubló. Luchó de forma desesperada por no desmayarse. Si lo hacía era hombre muerto, pensó. Por fortuna, el propio dolor del golpe actuó de forma electrizante y le permitió espabilarse de nuevo. Por el rabillo del ojo vio que la puerta del vehículo se abría. Intentó quitarse a Milas de encima pero apenas pudo moverse. ¡Joder, nos van a acribillar! En ese momento oyó varias detonaciones más. Cerró los párpados y tensó los músculos. Oyó un ruido sordo junto a él y abrió los ojos de forma instintiva. Un hombre con traje oscuro estaba tumbado en el asfalto a escasos centímetros, mirándole con los ojos abiertos. No tuvo dudas sobre si ese hombre le veía, pues le faltaba la mitad superior del cráneo. El miedo le hizo reaccionar. Echó a un lado a Milas, y por fin pudo ver la horrorizada cara de Lia. Estaba bien. Gracias, Dios mío… Oyó dos nuevas detonaciones y sólo entonces pudo localizar el origen. Jones, el Jefe de Seguridad del laboratorio acababa de disparar al conductor del vehículo. A través del perforado cristal del coche, Jacob pudo ver cómo el asesino caía sobre el volante. Él debía haber sido el que había disparado a Milas. Se giró hacia ellos. Jacob alzó las manos en señal de defensa, pero enseguida Jones se le acercó gesticulando. —¡No tenemos tiempo, esto estará lleno de policías enseguida y es muy importante que salgan pitando de aquí! —¡Un momento! —exclamó Jacob, desesperado, mientras se
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 197. agachaba sobre Milas, cogiéndole la cabeza y palpándole el cuello. —¡Está muerto, déjelo! —le gritó Jones casi al oído. Lia los miraba, sin entender nada de lo que estaba pasando. —¡No, espera, tiene pulso! ¡Necesito hablar con él! Jacob percibió un rápido y débil pulso, reflejo de la hemorragia que debía estar sufriendo el escritor. —¡Deben irse los dos ahora mismo! —Gritó aún más fuerte Jones, señalando el corro de gente que empezaba a acercarse, mientras guardaba la pistola bajo su abrigo. —¡Milas, dígame dónde encontró el chip! —dijo Jacob al oído del escritor. Por favor, que pueda oírme… Su pulso era cada vez más rápido. En la parte alta del tórax de Milas se apreciaban dos agujeros de los que manaba abundante sangre. Jacob casi gritó cuando Milas abrió los ojos y empezó a murmurar algo, apenas audible. En ese momento Jones tiró de él hacia arriba, haciendo uso de su descomunal fuerza. Antes de que Jacob pudiera decir nada oyó su voz como un trueno. Por primera vez fue consciente de lo mucho que le iba a doler la cabeza cuando todo eso acabara. —¡O se van ustedes dos de aquí a toda pastilla o les meto un tiro yo mismo! Intentó decir algo, pero la mirada de Jones no admitía réplica alguna. Cogió a Lia de la mano, y tras dar media vuelta, echaron a andar. La gente, asustada, se abrió para dejarles pasar y tras unos segundos ya les habían olvidado, concentrados como estaban en el vehículo del parabrisas acribillado y en los dos cadáveres. Cuando Jacob oyó las sirenas acercándose, ya se había deshecho de su cazadora y la de Lia, ambas manchadas con la sangre de Milas. Las arrojaron por un recolector de las alcantarillas, procurando asegurarse de que caían al agua. Si alguien las encontraba, dudaba que de ellas se pudiera obtener algo más que los residuos de los habitantes de Madrid. Si buscaban ADN, desde
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 198. luego iban a encontrar… pero el de miles de personas y unas decenas de ratas. Fue entonces cuando Lia por fin se atrevió a hablar, con lágrimas en los ojos. —¿Qué es lo que ha pasado? —Preguntó, temblando—. ¡Podíamos estar muertos ahora mismo! —No lo sé, pero creo que para poder encontrar… Ella le gritó —¿¡Cómo puedes pensar en tu ridícula investigación en este momento!? ¿¡Es que no has visto que nos han intentado matar a tiros!? Jacob comprobó que no había nadie en esa calle. La miró y la abrazó con ternura. Tras unos minutos en los que la sintió llorar sobre su hombro, por fin le habló. —Sé que estás muy asustada, te aseguro que yo también. Pero esto ya no tiene marcha atrás. O llegamos al final de este asunto o acabaremos como Milas. Nos hemos salvado porque íbamos detrás de él. Me temo que éramos los siguientes y dudo que quien sea que nos quiera ver muertos, se vaya a detener porque haya aparecido Jones de la nada. Ni siquiera sabemos qué hacía ahí. —¿Quiénes querrían matarnos…? —preguntó ella, entre sollozos. —No lo sé… pero sí sé dónde podemos buscar la respuesta. Ella lo miró con los ojos muy abiertos y empapados por las lágrimas. —¿Cómo puedes hablar de respuestas? ¡Si no sabemos ni qué hacer ahora! —Sí, sí que lo sabemos. Milas ha cumplido su palabra, tenemos un nombre y un sitio. Ella le siguió mirando con sus enormes y ahora húmedos ojos azules. Jacob repitió las últimas palabras que había pronunciado Milas Skinner, entre gorgoteos de sangre y saliva y que había oído gracias a que tenía su oreja casi pegada a los labios del moribundo, justo antes de que Jones le alzara del suelo como un muñeco de trapo. —“Busca… a… Joan Pacal… Palenque… México”
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 199. “A quienes me preguntan la razón de mis viajes, les contesto que sé bien de qué huyo, pero ignoro lo que busco.” Michel De Montaigne
Capítulo 11 México
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 200. Un rato después, ambos caminaban por una estrecha calle en dirección a su hotel. Una calle que tenía un romántico tinte amarillento ocasionado por la luz de las farolas que se reflejaba en el pavimento de adoquines, creando una falsa sensación de humedad y de recogimiento. Hacía ya unos minutos que no oían ningún ruido ni veían a nadie. Algo poco habitual en el centro de Madrid. Una ciudad cálida y acogedora, pero que ahora a Jacob se le hacía más fría que nunca por los acontecimientos que acababa de vivir. Iban abrazados, tanto a causa del frío, como por el miedo. Las luces de un vehículo detrás de ellos iluminaron la calle, proyectando sus sombras en el suelo. Jacob estaba muy atento, así que se giró de inmediato para tratar de razonar si éste podía resultar una amenaza. El vehículo empezó a reducir la marcha. Era un turismo negro, moderno y de gran cilindrada. Corroborando sus peores temores, frenó totalmente. Decidió que debían echar a correr, pero el miedo le atenazaba las piernas. Cogió la mano de Lia muy fuerte, como intentando transmitirle lo que no tenía tiempo de contar con palabras. Ella se echó hacia un lado, alejándose un paso. Vio cómo se abrió la puerta del acompañante y pensó que eso no era tan malo. Si les quisiesen disparar ya lo habrían hecho a través de la ventanilla. Sin embargo, su intuición, a la que ya había aprendido a tener en cuenta, le gritaba con rabia. Poco a poco, una figura alta salió del coche. Jacob pensó en correr pero el hombre volvería al vehículo en menos de cinco segundos y Lia y él no tendrían nada que hacer corriendo en una larga y estrecha calle. Decidió esperar y de reojo miró a su compañera, ahora difuminada por la luz. El hombre alto caminó con lentitud hacia él. A medida que lo hacía, pudo intuir un poco más sus rasgos. Era alto, muy delgado y parecía que la ropa le venía algo grande. En su mano portaba algo y trató de ver qué era. La figura dio dos pasos más. Jacob pudo ver por fin el objeto que sujetaba. ¡Joder, una puñetera pistola!
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 201. Aquello fue demasiado y supo que era inútil quedarse esperando a recibir el disparo. Si le querían matar, por él podían hacerlo por la espalda. Siempre sería más difícil acertarle si corría. Logró ordenar a sus músculos que espabilaran y como un rayo empezó a moverse mientras con un desgarrador grito le indicaba a Lia que hiciera lo mismo. Corrió como un loco, sin sentido, saltando de un lado a otro de la calle, intentando adivinar hacia dónde apuntaría el asesino. Pensó que lo complicado era acertar en la oscuridad, así que iba buscando los huecos oscuros que quedaban entre la fantasmal y amarillenta luz de las farolas. Vio un callejón oscuro a la derecha por el que giró y siguió corriendo. En cuanto pudo giró una y otra vez intentando alternar el sentido de los giros para no volver a acercarse al punto de partida. Buscaba la oscuridad y no hacía otra cosa que pensar en Lia. Aún no había oído disparos y eso debía ser bueno, pensó. Agotado y con el pecho a punto de explotar a causa de las violentas contracciones de sus músculos torácicos intentando atrapar aire decidió esconderse en el hueco de un portal oscuro. Seguía sin ver a nadie y eso no le gustaba nada. Tampoco era tan tarde y Madrid no era una ciudad solitaria en absoluto, siempre había alguien deambulando por ahí. El siguiente pensamiento fue para Lia. Tenía que encontrarla pero ni por asomo se le ocurriría llamarla al móvil. Si sonaba, los asesinos podían descubrirla. Sacó el suyo y lo puso en silencio. Se lo colocó en el bolsillo delantero de la camisa para tenerlo a mano y confirmó que no tenía mensajes ni llamadas. Espero que estés bien, cielo… Escuchó ruido de pasos. Parecían de al menos dos personas, ya que los oía a ambos lados de la calle. No pueden saber que estoy aquí… ¡no pueden! Se quedó inmóvil. Si se asomaba se encontraría de bruces con quienes fuera que estaban ahí. Conteniendo un grito, vio la luz del móvil parpadear en su bolsillo. Lo sacó con cuidado para que no se viera demasiado y vislumbró un texto en pantalla.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 202. ”Sal, Jacob. Saben que estás ahí” Lo curioso es que el símbolo que se veía en pantalla era el de llamada, no el de mensaje. Él estaba convencido de que era Lia llamando, pero, en vez de su nombre, se veía ese extraño mensaje. Pensó que era muy extraño, pero decidió dejar esa cuestión para luego. Lo que sí tenía claro era que no podía descolgar, si hablaba, le oirían y sería hombre muerto. Seguro que lo que pretendía ella era avisarle de algo. Entonces decidió que lo peor que podía hacer era quedarse quieto esperando el balazo. Temblando de miedo, por fin salió de su ridículo escondite y los vio. A cada lado de la calle había uno de esos tipos. Ambos eran altos y con similares trajes de color oscuro. Uno de ellos se acercó. Esta vez vio con un mínimo consuelo que no portaba objeto alguno en la mano, así que decidió esperar mientras trataba de pensar qué podía hacer. En pocos segundos, el individuo se acercó lo suficiente como para que Jacob pudiera empezar a vislumbrarle la cara. Notó cómo el corazón se le salía por la boca. Su rostro era alargado, de color gris. Sus ojos, dos negras hendiduras y su boca, una finísima rendija oscura. Cuando por fin se detuvo delante de él, estaba tan asustado que no pudo ni emitir sonido alguno. ¡Pero esto es real, esto no es un sueño! Se fijó en los detalles del entorno, pero eran todo lo reales que podían ser. Vio las gastadas farolas, las ventanas de las casas, casi todas distintas, un cristal sucio, uno de los adoquines que estaba pisando suelto, otros con desperfectos consecuencia del tráfico... el cuero negro del abrigo del extraterrestre, con sus arrugas y un pequeño arañazo, cerca del hombro. El frío hálito que salía de su boca, sus finos, largos y desfigurados dedos… En ese momento, el ser alargó la mano y, sin darle tiempo a reaccionar, le puso su palma en el pecho. Jacob dio un rápido y fugaz respingo al contacto con el ser y de nuevo se quedó paralizado. —“Tienes que morir, es necesario” —oyó, dentro de su cabeza. No como una voz, sino como un pensamiento que le invadió la mente.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 203. —“Sólo con tu muerte terminará toda esta locura que pone en peligro a todos tus conocidos, a la gente que amas… o mueres tú o muere ella…” Jacob volvió a percibir esa idea dentro de su pensamiento más profundo. Ni siquiera sabía cómo se podía contestar a esa clase de comunicación. Todo esto es una locura —pensó—. Técnicos que mueren por estar cerca de un chip, médicos que trabajaban de espías, asesinatos en pleno centro de Madrid… Y ahora ellos… Los extraterrestres de sus sueños. Se sintió cansado y derrotado. Esa historia era demasiado grande y por primera vez en toda su vida se dio cuenta de que ya no tenía fuerzas para superarla. Ver a los seres que le habían estado produciendo sus eternas pesadillas había agotado sus escasas fuerzas. No sabía si iba a poder resolver un misterio tan complejo como el del chip, pero lo que sin duda le sobrepasaba era afrontar sus peores terrores. Si la Tierra iba a ser arrasada, él no quería verlo. —“Perfecto” —percibió que el ser le decía a través de su mente—. “Así no habrá ningún sufrimiento innecesario” ¿Por qué tengo que morir? ¡Decidme al menos eso! ¿¡Por qué!?. Entonces vio la cara de Lia. Sus preciosos y enormes ojos azules. ¿Lia? ¿Qué tiene que…? Y notó un intenso dolor en el pecho.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 204. Jueves, 19 de marzo de 2009. Jacob abrió los ojos, ahogando un grito al tiempo que inspiraba aire con todas sus fuerzas. Vio un resquicio de luz a su derecha y oyó ruido del bullicio de la calle, amortiguado por la ventana de la habitación. Estaba despierto. Y no muerto… Temblando, exhaló despacio el aire que acababa de inspirar. ¡Menuda pesadilla! Aún sentía una intensa taquicardia que amenazaba con reventarle el pecho. Intentó rememorar los detalles pero estos ya se estaban diluyendo en su mente. Decidió que lo mejor era levantarse sin hacer mucho ruido. Giró la cabeza y a su lado estaba Lia, durmiendo. Sólo el hecho de verla le provocó un estremecimiento de placer que le recorrió todo el cuerpo. Embobado siguió contemplándola hasta que ella por fin abrió los ojos. —¿Pasa algo? —Tranquila, no pasa nada. He tenido una pesadilla y luego me he quedado despierto, mirándote… —Pues no me mires tanto… creo que tenemos cosas muy importantes en las que pensar. Para tristeza de Jacob aún flotaban en el ambiente los terribles acontecimientos de la noche anterior. Ver cómo asesinaban a un hombre en plena calle era duro, pero pensar que ellos eran también objetivos potenciales, mucho más. Les había tranquilizado algo la posterior llamada que recibieron de Jones, al que le debían la vida. Este les dijo que no se preocuparan por él, que ya había esquivado cualquier riesgo de ser localizado por la policía y que de nuevo les tenía vigilados. Les aseguró que podían dormir tranquilos. Ellos no se habían quedado demasiado convencidos, pero el agotamiento hizo su trabajo y se quedaron dormidos conforme cayeron sobre el colchón de la cama. Por supuesto no cruzaron ni un beso. No parecía la noche idónea para
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 205. ello. Al acordarse de eso intentó besar a Lia, pero esta se apartó. —Sabes que me gustaría besarte y hacer… muchas cosas más, pero no creo que sea el momento. Quién sabe cuánta gente nos vigila o nos busca. Y qué quieres que te diga, los asesinatos no me excitan, la verdad. Él se sintió apesadumbrado y asintió con la cabeza. De nuevo esa maldita frialdad que tanto le paralizaba. —De acuerdo… Llamaré a Baldur para decirle lo de México. La verdad es que no creo que le guste mucho la idea. Ella le miró sin decir nada. La noche antes, Jacob la había convencido de que tenían que llegar al final de ese asunto y para ello la única opción era ir a México a buscar a la persona que Milas les había indicado. Cuando se lo contó a Stephen, este puso el grito en el cielo, ya que su mentira del amigo ingeniero se había hecho evidente. Jacob insistió en que él mismo se lo contaría a Baldur si era necesario. Stephen aceptó esa propuesta y le proporcionó un número donde localizar al empresario. Decidió que había llegado el momento de hacerlo. Buscó el número en la agenda del teléfono y pulsó el icono de llamada. No iba a ser tan fácil con William como lo había sido con Stephen. Tras una breve charla con una secretaria y dos minutos en espera, el mismísimo William Baldur atendió la llamada. —Jacob, me he enterado de tu historia de anoche. Siento mucho lo que pasó. Aunque me duele que le mintieras a Stephen entiendo que lo estás haciendo por el bien del proyecto, así que espero que tengáis algo interesante que contarme. Explicó que por fin podía encontrar la verdadera fuente de los problemas gracias a un chivatazo de una persona a la que había puesto a trabajar en el tema. Esa persona había establecido una posible relación de Milas con el chip y este le había proporcionado por fin un nombre. —¿Por qué crees que ese hombre puede tener relación alguna con el chip? Dime su nombre y te ayudaremos a buscarlo. Como habéis comprobado podría ser muy peligroso que lo hagáis vosotros solos…
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 206. —Lo siento William, pero hemos de llegar al fondo de esto nosotros. Al fin y al cabo somos los responsables de garantizar la seguridad del chip, y por eso estamos aquí ¿no es así? —Jacob, su historia es difícil de creer y ahora mismo no hay nada que me convenza de que no se están inventando una nueva película. Lo siento pero no puedo autorizar eso. —Señor Baldur, no creo que un viaje a Ciudad de Palenque de unos días sea un inconveniente para… El millonario le interrumpió. —¿Palenque, dices? ¿Ciudad de Palenque, en México? —Sí, así es. Sólo tengo que llegar hasta allí y, por supuesto, contar con la ayuda de Lia. —¿Y qué más? Jacob se quedó un tanto sorprendido, y pensó si, con esa pregunta, Baldur estaba aceptando tácitamente su propuesta. —También necesitaré… ayuda externa, pero esta ya me la busco yo. Lo que sí me harán falta son fondos, para costearla. Tras un intenso silencio, por fin se oyó la voz del magnate de la tecnología. —Jacob, confío en que sepas lo que estás haciendo. Tengo mucho dinero pero no por ello tienes presupuesto ilimitado para tus corazonadas. Te aseguro que si voy a subvencionar tu viaje a México es porque tengo, digamos… algunos datos que podrían encajar con los tuyos. Dime la cantidad que necesitas y en unas horas tendrás una cuenta creada. Sólo te pido una cosa: que desde este momento se acaben todas las mentiras, subterfugios y engaños de las que te vales para manipular a la gente. Que me tengas informado de todo lo que haces y que cualquier dato que me digas o envíes sea tan cierto como el hecho de que puedo arruinarte la vida con sólo dar una orden. Y te aseguro que tengo medios para cerciorarme de que cumples tu palabra. Jacob meditó durante unos instantes. Por un lado, era obvio que Baldur sabía cosas que él desconocía en relación a ese chip. ¿A qué se debe ese cambio de opinión al conocer nuestro destino?
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 207. Por otro lado, el millonario llevaba razón. Él era el que financiaba la mayor parte del proyecto e iba a costear su excursión a México. Además, no le estaba contando la verdad (que la pista original venía de Jules), convencido de que si lo hacía Baldur no le apoyaría por el riesgo de que luego vendiera o filtrara la información. También estaba encubriendo a su amigo Owl, por supuesto, al que nunca traicionaría. Por último, deseaba más que nadie llegar al fondo de eso para conseguir así estar cerca de Lia. Suspirando tomó una decisión y, tras un intenso silencio, por fin habló. —Llevas razón, tienes derecho a saber todo aquello que esté relacionado con tu financiación. No más mentiras ni historias, te aseguro que te informaré de todo. Permite que mantenga el nombre de esta persona oculto por el riesgo de filtraciones. En cuanto lo encuentre serás el primero en conocer todo lo que yo sepa. —Estaba seguro de que lo ibas a entender. Sin mediar más palabras el millonario colgó. Menuda sarta de mentiras hay en esta historia, pensó Jacob.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 208. —¡Owl, buenos días! —la voz de Jacob sonó alegre. —¿Por qué han de ser buenos? —contestó este, con voz fastidiada—. Estoy de mi trabajo, mis compañeros y mi jefe hasta el gorro. ¿Te puedes creer que me han preguntado que por qué tengo tres ordenadores en mi mesa? ¡Me quedo muerto, tío, yo lo que alucino es que ellos se apañen con sólo uno! Claro que para lo que hacen… —Vale, de acuerdo, veo que tienes grandes problemas ahora mismo. Escúchame un momento. Tengo algo para ti. —¿Un lanzallamas? —Owl, por favor, esto va en serio. Alguien pretende matarme, pero no sé quién ni por qué. Anoche salí vivo de un tiroteo de milagro. —Tío, ¿tú estabas anoche en el tiroteo ese, el que ha ocurrido en Madrid? ¿Y te dispararon a ti? ¡Lo he visto en las noticias, cómo mola! —Sí, Owl, mola muchísimo, de hecho ha muerto una persona ¿sabes? —Dijo, con los dientes apretados—. En fin, lo importante es que estamos vivos. —¿Y tú, le disparaste a alguien? ¡Jacob, no pensaba que fueras un Indiana Jones en potencia! Oye, ¿no sería culpa de Lia, verdad? Seguro que te metió en un lío, siempre he dicho que esa chica… —¡Owl, ya basta! —dijo casi gritando mientras se giraba y tapaba el auricular para que su compañera no pudiese oírle. —Vale, lo siento, era broma. Pero es que no me gusta Lia y acabo de enterarme que ayer os pudieron matar. Me he puesto un poco nervioso… es comprensible, ¿no? —Está bien, amigo. Ahora déjame hablar, por favor. La persona a la que mataron nos proporcionó una importante pista que me han autorizado a investigar. Para ello debo irme a México. —¿México? ¿Qué narices se te ha perdido en México? ¡Lo que mola es Hong-Kong, tío, allí la piratería es legal! ¿Lo sabías? En México sólo hay… vaya, no lo sé, ¿qué hay en México? —Owl ¿eres idiota o qué? Te estoy diciendo que temo por mi vida, que estoy vivo de milagro y tú sigues con tus fugas mentales... necesito tu ayuda, ¿me la vas a dar? —Vale, no te pongas así. Sabes que me ponen muy nervioso las
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 209. pistolas y los muertos, y la verdad es que hablar con alguien al que le van disparando por ahí, yo qué sé… da mal rollo! Jacob suspiró. Owl era muy hipocondríaco y paranoico, y el solo hecho de que no le hubiera colgado ya se debía a la gran amistad que les unía. El que su vida estuviera en juego le preocupaba mucho, pero, al ayudarle, también se ponía a sí mismo en peligro. —Llevas razón, amigo. Esto es un problema muy gordo en el que no sé si ya te has involucrado demasiado. Ahora mismo la situación consiste en que he de localizar a una persona en México y la gente para la que trabajo me financia la expedición. Necesito tenerte disponible para consultarte antes de realizar cualquier movimiento, ya que no me fío de… quien paga la cuenta. Esto tiene mucho riesgo, así que, si me ayudas, he conseguido para ti 200.000 euros. Si aceptas tendrás un diez por ciento de adelanto hoy mismo. Apenas había terminado cuando oyó la respuesta de su amigo. —¿¡200.000 euros!? ¿Por qué nunca empiezas las conversaciones por la parte interesante? ¡Por supuesto que acepto! —Owl, esto no es una broma... Si he pedido ese dineral es porque existe riesgo. No quiero sorpresas, y te aseguro que una de tus labores es cerciorarte de que no nos sigue la pista nadie. Ni a nosotros, ni a ti… —¡Dalo por hecho, tío! Es lo que hago a diario para llevarme una pequeña miseria, ¿no lo voy a hacer por un amigo y por una cantidad de dinero, digamos, aceptable? Sonrió, pensando que su amigo no conocía límites para el dinero. Ninguna cantidad que se le pusiera sobre la mesa iba a ser nunca suficiente para satisfacerle. —Muy bien, Owl —dijo por fin, sonriendo—, dime cómo lo hacemos. —¿Cómo te vas a comunicar con la gente para la que trabajas? —Aún no lo sé, supongo que me proporcionarán un teléfono por satélite o un módem para poder conectarme a Internet allí en México. Esta gente no escatima en gastos, no creo que eso sea un problema. —Entonces sólo necesitarás tu Macbook Pro y tu iPhone, pero recuerda comprar adaptadores de corriente y baterías de repuesto. Compra
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 210. cargadores solares, te aseguro que son muy útiles, más te vale ser independiente de la electricidad por lo que pueda pasar, allí las distancias son enormes. Si dispones de un teléfono con capacidad módem no vamos a tener ningún problema: compartirás la conexión a Internet del portátil con tu iPhone y desde este hablarás conmigo usando un pequeño programa que te voy a instalar ahora de forma remota. Los datos irán codificados, así que descuida ese tema. —¿Y cómo te puedo localizar? —Sólo tienes que pulsar el icono del programa en el teléfono y me harás una llamada. No te preocupes por la hora, ya sabes que apenas duermo. Además, cuando hay doscientos mil euros en juego… ¿Quién necesita dormir? —dijo con una sonora carcajada. —Estupendo. Sólo una cosa más, es muy importante: hace unos minutos que te he enviado un correo. Por favor, ábrelo y dime si puedes hacer eso por mí. —Espera un momento, tío… Tras dos minutos de silencio que a Jacob se le hicieron eternos, Owl por fin le contestó. —Joder, voy a tener que pedirte un aumento de sueldo antes de haber empezado a trabajar… ¡esto es muy gordo! —Owl, te aseguro que si dices algo de… —Tranquilo ¡sabes que estoy de broma! —le interrumpió el pirata—, tu pequeño secreto está a salvo conmigo. Haré lo que me pides por el mismo precio. Al fin y al cabo, tu idea nos beneficia a los dos y es buena… ¡Que tengas buen viaje y te diviertas! Tras unos instantes, Jacob meditaba sobre lo que acababa de hacer. Ya no hay vuelta atrás. El problema es que si algo fallaba en el frágil plan que había esbozado, en el mejor de los casos iría a la cárcel. En el peor de ellos, podía darse por muerto. Y su amigo Owl, también. No sabía lo encaminado que iba.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 211. Menos de veinticuatro horas después de haber aterrizado en Madrid, ya estaban de nuevo en el Aeropuerto de Barajas, donde adquirieron lo que necesitaban a precio de oro. Dado que sus vidas corrían peligro y que, si sobrevivían, la financiación corría a cargo de Baldur, ninguno de los dos puso la más mínima objeción cuando tuvieron que pasar sus tarjetas de crédito por los diferentes comercios. Decidieron esperar sentados en una de las muchas cafeterías. Lia apenas había dicho nada en las últimas horas. Él aprovechó el momento de relax para cogerle la mano y sonreírle, lo que esperaba que ella entendiera como una invitación. Ella apretó los labios y tras unos segundos por fin tomó aire para hablar, mirando su taza. —Jacob, lo siento pero ya no sé qué pensar de todo esto. Hay muchas cosas en esta historia que me preocupan. La primera es que nos maten, eso me está volviendo loca. Pero no es lo único que me preocupa. Ayer me dijiste que me habías contado todo. Sin embargo, nada más sentarnos a hablar con Milas vas y me sorprendes por partida doble. Él sonrió. —¿Te ríes? Entonces es que me puedes explicar cómo sabías que el chip había pasado por sus manos, ¿no? Se dio cuenta de que llevaba razón. Había cosas que ella no sabía. —Esa parte es fácil: Milas no es un experto en tecnología, no es su campo. Si fuera así, no lo habríamos localizado con tanta facilidad. Fue del todo sincero cuando nos dijo que apenas sabía lo que era un chip. —¿Y? —le interrumpió ella—. No sé a dónde quieres llegar. —Ten paciencia... Cierta persona investigó para mí la labor oculta de Milas. Resulta que el tipo ha recorrido medio planeta en los últimos años. Ese chip que ahora tenemos nosotros pasó por sus manos de alguna forma. No sé si lo robó, se lo encontró o hizo de intermediario en un negocio, pero Milas y ese chip han estado relacionados. —Pero eso es algo que no sabías antes de hablar con él… —Cierto, yo sólo tenía un… chivatazo. Pero una vez que supimos quién era Milas era fácil deducir que él tenía que ser un intermediario. Él es
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 212. investigador, no ingeniero ni informático, así que debió sacar el chip de algún sitio o hacer de mediador en alguna venta no muy legal. Vamos, que empiezo a pensar que ese chip ni siquiera es de Baldur y de alguna forma Milas sabía de dónde procedía. Yo creo que fue robado, el chip o incluso su diseño. Lia lo meditó unos instantes, tras los cuales tuvo que admitir que tenía su lógica. Milas era un mercenario de la investigación, pero, en el fondo, se dedicaba a escribir. Si tenía alguna relación con el chip, tenía que ser indirecta: o había traficado con información relevante o lo había hecho con el propio dispositivo. —¿Y me quieres explicar cómo narices podías saber que estaba trabajando en el asunto este de la financiación política? —Muy fácil… cuando nos pusimos a investigar sobre Milas, vimos que estaba metido en casi cualquier escándalo político de este país. También descubrimos que llevaba desaparecido del panorama unos meses, justo desde que Stephen contactó conmigo. Al principio pensé que su desaparición estaba relacionada con el proyecto e incluso me asusté por esa posibilidad, ya que era nuestra única pista. Por suerte, y tras indagar un poco más por Internet, descubrí que Milas estaba desaparecido… ¡desde que se destapó el escándalo de financiación irregular que azota al país desde hace unos meses! Una coincidencia que al principio me despistó. El resto fue fácil... —¿Te tiraste un farol? —respondió ella, con las cejas muy levantadas —. ¿Dijiste lo de la financiación sin saber nada de Milas? ¿Jugándonos la vida? —Perdona un segundo, Lia, pero en ese momento no teníamos ni la menor idea de que alguien nos estuviera siguiendo y mucho menos que pensaran dispararnos. De hecho, aún no tengo claro si los objetivos éramos todos nosotros o, por el contrario, sólo Milas. —Si sólo hubiera sido Milas no hubiera tenido mucho sentido que el asesino se bajara del coche, ¿no crees? —dijo ella. Él tuvo que admitir que era absurdo engañarse. El propio Jones les había advertido. —Supongo que Baldur sabía que esto nos podía ocurrir... Si no, ¿por qué mandó a Jones para protegernos? —¡Jacob, ni siquiera sabemos si Jones nos protege por orden de Baldur!
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 213. Él asintió con las cejas levantadas, ya que eso no se le había ocurrido. Ella continuó. —Tampoco comprendo el que te sacaras de la manga esa estúpida amenaza de que con pulsar un icono de tu pijo teléfono ibas a revelar la identidad oculta de Milas… ¿Me puedes decir a qué vino eso? —Lo del programa no fue otra cosa que una continuación del farol y es cierto que no fue más que un burdo truco. Ese programa existe de verdad y hace lo que dije, pero su objetivo no era Milas ni su identidad secreta. Lo diseñó un amigo mío para amenazar a los directivos del proyecto… vamos, el propio William Baldur. Con él funcionó, sin ese programa ahora mismo no estaríamos aquí. Así que se me ocurrió simular con Milas algo parecido. Si me hubiera pillado, hubiéramos tenido un serio problema. Por suerte, se lo tragó. Intuí que eso iba a ocurrir, ya que este no era su campo… —Sí, y ahora está muerto… ¡como vamos a acabar nosotros! —replicó ella, con unas incipientes lágrimas en los ojos. —Por favor, confía en mi —dijo él mientras le cogía las manos—. Es cierto que de un tiempo a esta parte se me ocurren cosas que no sé ni cómo las sé, es algo que me tiene muy preocupado. No sé si es la tensión a la que estamos sometidos o es un efecto secundario relacionado con el uso del maldito chip. Lo único que sé es que gracias a esa nueva intuición ahora mismo estamos vivos. Así que sólo te puedo pedir que hasta que termine esta historia por favor confíes en mi y en todo lo que diga o haga, por extraño que pueda parecer. Ella no pudo resistir más la tensión y se echó a llorar, mientras le abrazaba. Él sintió una descarga de endorfinas que le recorrió el cuerpo de arriba a abajo y se dejó llevar por la tormenta de emociones que le embargaba en ese momento. Tras unos instantes, ella habló, entre sollozos. —Prométeme que me vas a cuidar, por favor, prométemelo. Él le sujetó la cara con sus manos. —Te aseguro que no permitiré que te pase nada. Estoy dispuesto a dejarme la vida en ello —y acto seguido, la besó con una inmensa ternura. En ese momento anunciaron el embarque del vuelo de Iberia con destino a México D.F. Jacob apenas percibió el profundo escalofrío que le recorrió la médula espinal.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 214. El vuelo intercontinental fue muy duro. Ambos intentaron una y otra vez dormir a lo largo de las 12 horas con poco éxito. Su suerte mejoró al llegar, ya que, nada más pasar el control de pasaportes del Aeropuerto Internacional de México D.F., pudieron comprar dos billetes para un vuelo operado por Mexicana. Este partió poco después y llegó al Aeropuerto de Albino Corzo, que pertenecía a la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, en apenas una hora y media. Debido al cambio horario, y a pesar de permanecer casi 14 horas en el aire, aún eran poco más de las nueve de la noche del mismo día en que habían salido de Madrid cuando por fin llegaron al centro de Tuxtla Gutiérrez, en taxi. En el avión habían podido leer que esta ciudad era la capital del Estado de Chiapas y a la vez la ciudad más grande y poblada de ese estado, con más de un millón de habitantes. En la calle Poniente Norte se ubicaba el Quality Inn, un conocido hotel donde la gente de Baldur les había reservado una habitación. Una vez en la recepción mostraron sus pasaportes y les asignaron una cómoda suite, según les indicó el amable recepcionista. Este se deshizo en sonrisas al atender a la fatigada pareja que tenía delante y que desde luego no parecían turistas a su entrenado ojo, dadas las caras de cansancio y el desinterés que ambos mostraron cuando les ofreció un mapa con los lugares más conocidos de la ciudad, como el Mirador de los Amorosos, que nombró de forma pícara. Ese sitio era célebre entre las parejas jóvenes, al estar considerado un lugar romántico que ofrecía una bella panorámica de la ciudad. Su nombre venía de un poema de Jaime Sabines, un conocido autor mexicano. Sin embargo, sus dos nuevos huéspedes no parecían tener ningún interés en conocer ni ese ni ninguno de los otros miradores tan típicos de Tuxtla. El recepcionista terminó de entender que no eran turistas cuando, al comprobar el casillero de su habitación, encontró un sobre cerrado que les entregó en mano. Jacob lo abrió y sólo pudo leer una escueta frase: ”Les espero en la cafetería”. Para sorpresa del recepcionista sus clientes se miraron y tras encargarle que subiera sus escasas pertenencias se fueron a la cafetería sin ni siquiera plantearse subir a sus habitaciones tras el duro viaje que sin duda acababan de hacer desde Madrid.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 215. Nada más traspasar el umbral del local se encontraron un alegre ambiente en colores rosados y cálidas luces en tonos amarillos que transmitían tranquilidad. El establecimiento era amplio y estaba decorado, como casi todo en ese país, con alegres colores entre los que predominaba el rojo y rosa de paredes y techos, el amarillo de las servilletas... Las mesas y las sillas eran de madera barnizada y algunas disponían hasta de sillones. Sentado en uno de ellos vieron a un hombre de mediana edad, moreno, con un poblado bigote y vestido con una camisa blanca y unos pantalones color caqui, que sostenía una pipa apagada entre sus labios mientras leía un periódico. Nada más verlo, él levantó la mirada y les indicó con un gesto que se acercaran. Ambos se dejaron caer sobre el sillón, un gesto que debió parecerles celestial, dadas sus caras de agotamiento. —Saludos, mis amigos. Mi nombre es Alejandro Juárez, trabajo para el señor Cobitz —dijo el mexicano, con una sonrisa alegre y su musical acento. Ambos asintieron y se presentaron, estrechándole la mano. Él les explicó. —Están ustedes a unos 280 kilómetros de su destino, la Ciudad de Palenque. Podrán llegar allí por carretera, la 190 primero y luego la 199, lo llevan todo en los mapas y en el GPS. A pesar de la distancia no se fíen, puede que tarden un poco más de lo que es habitual en otros países como el suyo, recuerden que esto es México y se vive un poco más lento… y mejor. En esta mochila también llevan brújulas digitales, prismáticos, linternas e incluso unas sencillas gafas de visión nocturna por si acaso... ¡Nadie me dijo dónde van así que he sido precavido! En el maletero del vehículo que está a su disposición en el garaje del hotel disponen de tienda de campaña, pequeños equipos de primeros auxilios, cuerdas y unos cuantos paquetes de comida y agua, así como algún que otro detalle más… —dijo guiñando un ojo. Jacob y Lia se miraron un tanto desconcertados. Ella abrió la boca para decir que no iban a necesitar todo eso para localizar a un hombre en una ciudad moderna, pero él se adelantó. —Vale… ¿Cómo nos comunicaremos con su jefe? Alejandro sonrió de nuevo, levantando un dedo: —Menos mal, casi se me pasa lo más importante. En la mochila
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 216. tienen un teléfono móvil con capacidad módem. Para comunicarse con el señor Cobitz sólo tienen que buscar su nombre en la agenda, ya viene grabado. Ah, no desesperen con las conexiones, a veces son lentas e incluso fallan... —Todo parece previsto al milímetro… ¿Algo más? La expresión de Alejandro se hizo aún más cordial, si es que eso era posible: —Por supuesto que sí, señores. Es obvio que vienen ustedes por algo importante dada la premura con la que me han hecho realizar los preparativos. Sin embargo, y cuando acaben su tarea, creo que deberían disfrutar del cálido clima de nuestra tierra, más en la zona donde se dirigen. Si me permiten un par de consejos, no dejen de relajarse y visitar las cascadas de Misol-Ha o las de Agua Azul, dos espectáculos dignos de ser vistos por una pareja joven como ustedes… Al decir esto les guiñó de nuevo el ojo, lo que provocó que Lia apretara los labios. Jacob se dio cuenta con fastidio de que cualquier broma relacionada con el hecho de que estuvieran juntos no haría sino desesperarla. Si esa noche había alguna oportunidad de haber intimado más con ella, el dicharachero Alejandro la estaba dinamitando. Este pareció no darse cuenta, ya que siguió su alegre parloteo. —Si disponen de tiempo, no tengan ningún tipo de duda en visitar las Ruinas… ¡Estas son dignas de ser vistas al menos una vez en la vida! Además de por su belleza, por los muchos secretos que aún esconden en su interior… —Las Ruinas, sí... si disponemos de un poco de tiempo a ambos nos gustaría hacerlo, ¿no es verdad, Lia? Ella se limitó a asentir con la cabeza. Pero sus ojos decían otra cosa.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 217. Varias horas después, Lia dormía en la cómoda y amplia cama de matrimonio. Al principio, ella había estado muy fría, pero una buena ducha y una agradable cena en el hotel les había levantado el ánimo a ambos. Para alegría de Jacob se estaban besando de nuevo al volver a la habitación. Sin embargo, ella no quiso pasar de ahí, a pesar de su insistencia. Este se vio obligado a aceptar que esa noche no iba a pasar nada más que un puñado de sensuales besos. Tras una hora por fin ella se fue quedando dormida y él se dedicó a meditar un rato. En menos de tres semanas su vida había cambiado demasiado: de trabajar en su casa para una empresa que fabricaba reproductores mp3, casi por afición, había pasado a un laboratorio secreto que se encontraba a menos de 50 kilómetros de su domicilio. Allí había desarrollado código codo con codo con Stephen Boggs, uno de los gurús del software y el hardware modernos, con el que había estado en consonancia y luego discutido, de forma que notaba que en los últimos días se habían distanciado y ya no confiaban el uno en el otro. Más tarde había conocido a William Baldur, un shock mucho mayor aún que, además, había contribuido a eclipsar la figura de Stephen. Boggs era respetado por su enorme capacidad de desarrollo y sus productos eran muy conocidos. Pero Baldur era, sin más, uno de los hombres más poderosos del planeta, con poder para derrocar pequeños gobiernos o hasta comprar sus países, dada su brutal capacidad económica. Y ante todo era un hombre con una personalidad muy atractiva: todo lo que hacía o decía parecía acertado, él mismo había tenido la oportunidad de comprobarlo. Con Baldur todo parecía alcanzable, sólo bastaba con que a él le pareciera atractivo. Lo que no terminaba de cuadrarle era el hecho de que les hubiera permitido irse a México sin más, ni la financiación que había conseguido para su amigo el hacker, a la cual no había puesto ningún reparo. Baldur no era de esas personas que hacía las cosas por azar y Jacob terminó de convencerse del todo de que el millonario tenía que saber algo más, dada la rapidez en aceptar su propuesta en el momento en que conoció su destino. Pensar en Owl le hizo recordar que era un momento tan bueno como cualquier otro para contactar con él y probar la capacidad del módem que le había proporcionado Juárez. Se levantó de la cama con cuidado y encendió su
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 218. Macbook. El sensor de luz ambiental del portátil adaptó el brillo de la pantalla, disminuyéndolo e iluminando de forma tenue el teclado. Sonrió, ya que esos detalles eran los que hacían ser fieles a esa marca. En unos segundos había creado una red inalámbrica protegida con la que conectó el ordenador a su iPhone. Fácil. Enlazó el módem al portátil y este se conectó a Internet, también sin problema. Activó la opción de ‘Compartir Internet’ en el ordenador y en pocos segundos tenía conexión en su iPhone gracias al módem de Baldur. Se colocó los auriculares del teléfono y pulsó el icono que le permitía llamar a Owl a través de la red de redes. En unos segundos oyó su voz, que llegaba con un mínimo retraso. —¡Tío, por fin me llamas, ya era hora! —No me atosigues, acabo de quedarme tranquilo por fin —dijo Jacob, en voz muy baja y casi susurrando, para no despertar a su compañera. El programa se encargaba de amplificar el sonido de la voz y quitar el ambiental antes de enviarlo por la red, por lo que Owl no tuvo problemas para oírle. —Vale, vale, tú dirás… —Esto es un poco raro, amigo: la persona que nos estaba esperando nos ha equipado como si fuéramos a escalar el Everest. Mochilas, GPS, linternas, tiendas… ¡hasta unas gafas de visión nocturna! No sé si esta gente sabe más de lo que me han querido decir… —Sí que es curioso —contestó el pirata—, aunque… ¿tú les has dicho lo que vas a hacer allí? —Pues la verdad es que no demasiado… admito que yo no he sido tampoco espléndido en las explicaciones. —¿Lo ves, tío? Seguro que te han dado toda esa basura de equipo de supervivencia porque no tienen ni idea de qué narices vas a hacer allí. No saben si vas a una ciudad o a un monte en medio de la selva. —Ya pero… no sé, no termina de convencerme. Vamos al grano, ¿has averiguado algo de lo nuestro?
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 219. —Bueno, la verdad es que resulta sorprendente, pero de momento… no. —¿Cómo que no? —Dijo, alzando la voz sin querer. Lia gruñó en sueños. Susurrando de nuevo, el neurólogo siguió hablando. —Tío, si fuiste capaz de encontrar a alguien tan complicado como Milas deberías poder encontrar a un individuo mexicano que seguro que no hace tantos esfuerzos por esconderse. —¿Y tú qué sabes lo que hace el Pacal ese por esconderse? — preguntó Owl, con tono indignado—. Vale, tío, admito que he estado muy liado y aún no he podido profundizar en unas cuantas bases de datos en las que quiero mirar, dame un poco de… —Owl —le interrumpió—, no me importa que tengas que piratear el ordenador del mismísimo Director de la CIA, para pedirle que te diga quién es Joan Pacal. Nuestra vida corre peligro a cada paso que damos y ni siquiera estoy seguro de si alguien cuida de nosotros aquí, no he visto a la gente que antes nos protegía. Y he depositado toda mi confianza en ti porque no me fío ni de quien me subvenciona este viajecito… Así que por favor dime algo. —Vale, vale, no te enfades, tío, que me agobias… te aseguro que tendrás la información que necesitas aunque me deje la vida en ello. Dalo por hecho. Un nuevo estremecimiento atravesó la medula de Jacob. —Vale, amigo, pero ve con mucho cuidado tú también… —le dijo antes de colgar. A pesar de la advertencia, se quedó con una angustiosa sensación.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 220. “La desesperación infunde valor al cobarde” Thomas Fuller
Capítulo 12 Desesperación
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 221. Viernes, 20 de marzo de 2009. Tras las horas de sueño, una cálida ducha y un reconfortante desayuno, se sentían nuevos. A ello contribuyó la amabilidad de la aún poca gente con la que habían tenido oportunidad de hablar. En el garaje del hotel, Jacob se encontró con una nueva y agradable sorpresa. Ya había visto las llaves, con el emblema de Hummer, que Alejandro les había proporcionado. Pero encontrarse con todo un modelo H2 SUV gris metalizado hizo que sintiera una punzada de emoción. No todos los días se tenía la posibilidad de contemplar, y mucho menos manejar, un vehículo así. Una máquina de cuatro toneladas de peso, 400 cv de potencia e impecable factura, al alcance de muy pocos. Y la compañía de la mujer que más deseaba en uno de los países más bellos del mundo… Si no fuera porque alguien nos quiere matar, esto sería un sueño. Si consigo llegar al fondo de todo este asunto, le pediré a Baldur que nos deje unos días libres para recorrer el país con esto… y con ella. Miró a Lia, que apenas había dicho nada. Ya le había preguntado en varias ocasiones y ella le había contestado que no le pasaba nada, salvo que estaba cada vez más cansada y deseando llegar al final de esta historia que no terminaba de entender. Por un lado la comprendía. Por otro, temía que, cuando se solucionara todo, Lia decidiera volver a su vida anterior. Sin él. Eso si no nos matan antes…, pensó. Desechando ese pensamiento se subió al vehículo. Una vez estuvieron en ruta, programaron el GPS y Jacob se concentró en disfrutar de la conducción. El viaje era largo y decidieron parar lo menos posible. Por suerte, el depósito estaba lleno. Lia por fin rompió su silencio. —¿Te ha parecido que alguien nos siguiera desde Madrid? Él la miró de reojo. —¿Por qué, tú has visto algo? —No lo sé, pero estamos conduciendo un vehículo que llama la
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 222. atención. No entiendo mucho de espías, pero tengo la sensación de que es muy fácil seguirnos la pista. Él decidió que no quería empezar una discusión, ya que aún les quedaba un trecho antes de llegar a Palenque y no quería que se le hiciera eterno. Estaba claro que ella quería decirle algo y no sabía cómo. Decidió arriesgarse. —Lia… ¿estás asustada? Ella se giró hacia él y sólo entonces se dio cuenta de que había lágrimas en esos ojos que tanto adoraba. Esa era una imagen que siempre le destrozaba el corazón. Se esforzó en concentrase en la carretera, aunque siguió mirando de reojo mientras ella hablaba, entre sollozos. —No, asustada no es la expresión correcta… lo que estoy es muerta de miedo. Estoy aquí contigo y me alegro, de verdad, incluso aunque nos estemos, joder, jugando la vida. Espero no arrepentirme, pero también es cierto que cada rostro que veo, cada vehículo que nos cruzamos… ¿qué quieres que te diga? Me da pánico morir, esa es la parte que no me atrae en absoluto de esta historia en la que me has metido… —Lo siento, Lia. El cansancio y la velocidad a las que nos están sucediendo las cosas me están jugando malas pasadas. Lo cierto es que no he visto a nadie ni a ningún vehículo que parezca seguirnos. Hizo una pequeña pausa para ver si notaba algo en su interior al decir esas palabras. ¿Tan mal estoy que ya hasta “consulto” con mi nuevo instinto? Por suerte no notó ningún escalofrío así que continuó, algo más animado. —Confía en mí. Con suerte, en breve habremos encontrado a ese Pacal, que estoy seguro que es la clave de esta historia —esta vez sí notó un fugaz escalofrío—. Una vez tengamos todo aclarado, te garantizo que blindaré muy bien nuestra posición para que nadie pueda hacernos daño. —¿Cómo piensas hacer eso? ¡Ni siquiera sabemos quién quiere matarnos! —Es cierto, pero creo que puedo salvaguardar nuestras vidas si llegamos al fondo de esto: estoy seguro de que todo está relacionado con el chip de marras. A raíz de su aparición empezaron los problemas y esta historia. Si averiguamos la verdad, estaremos en condiciones de revelarla y ese será
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 223. nuestro mejor salvoconducto. Piénsalo, la misma gente que nos ha intentado matar es la que no quiere que se conozca esa verdad. ¿Por qué querrían matarnos si no fuera así? Sólo si tenemos todas las respuestas en nuestro poder te aseguro que nadie podrá hacernos daño. Y de esto el que más sabe es mi amigo Owl, el pirata. —¿Tu amigo el pirata? —exclamó Lia—. ¡Entonces sí que podemos darnos por muertos! —concluyó. Él empezó a sonreír pero enseguida le cambió el gesto. Un cartel les anunció que quedaban pocos kilómetros para Palenque y al verlo sintió un nuevo escalofrío, esta vez muy intenso. No sabía a qué se debía, si a la proximidad de la ciudad o las últimas palabras de Lia.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 224. Unos minutos después conducía con suavidad los 400 cv del Hummer por las estrechas y coloridas calles de Palenque, deleitándose con el crujido de los gruesos neumáticos pisando la gravilla. Debía ser una ciudad muy turística pues, a pesar de su reducido tamaño, contaba con un considerable número de hoteles, restaurantes y coloridos letreros. Él tampoco entendía demasiado de espionaje, pero supuso que un sitio pequeño no debía ser el ideal para una persona cuyo objetivo fuera esconderse. Con ayuda del GPS llegaron al Hotel Plaza Palenque, uno de los más conocidos y bien situado, aunque su intención no era coger una habitación todavía. Detuvo el vehículo cerca de la entrada y tras varias horas por fin paró el motor. Aprovecharon para estirar las piernas y respirar un aire tan cálido como húmedo. Para desconsuelo de Lia no pasó demasiado tiempo antes de que él propusiera volver al interior del Hummer. Una vez dentro, el neurólogo abrió su Macbook y conectó de nuevo con su amigo, al otro lado del planeta, que enseguida atendió la llamada y habló de inmediato. —Tío, tengo malas noticias: no sé qué narices pasa pero he hecho lo imposible por encontrar a ese tipo, es como si no existiera… —¿¡Qué!? ¿Me estás diciendo que no es que no sepas dónde encontrarlo, sino que ni siquiera sabes quién es la persona por la que hemos recorrido medio planeta? —¡No me grites, tío, que sabes que soy muy sensible! —¿Sensible? ¡Pues no parece que lo seas al fracaso! —Le gritó aún más fuerte. Lia puso los ojos en blanco durante un segundo. Por el altavoz del teléfono se oyó un profundo suspiro de resignación, tras el cual se escuchó la respuesta de Owl. —Jacob, sabes que no me gusta perder ni al World of Warcraft, que por si Lia no lo conoce, es un juego de rol online en el que millones de jugadores… —¡Owl! —Vale, perdona, continúo con Pacal: si existe, ese tío debe ser un
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 225. fuera de serie. No hay rastro de él en México… ni en ningún otro sitio. He reventado unas cuantas bases de datos de varios países: bancos, líneas aéreas, agencias de alquiler y unas cuantas de tráfico. —¿Tráfico? —No en todos los países es obligatorio tener un carnet de identidad. Pero casi todo el mundo tiene una licencia para conducir, ¿verdad? Pues parece que tu amigo no la tiene, al menos en los 12 países en los que he mirado. —¿12 países? —exclamó Lia —Sí, sólo 12 países, doña perfecta; lo siento pero no he tenido tiempo para más ¿pasa algo? —contestó el pirata. —Owl —interrumpió Jacob—, no critica el que sean pocos, si no más bien al contrario. Está, digamos… sorprendida de tus métodos. —La verdad es que un poco —dijo ella—. ¡Nadie me había dicho que piratear bases de datos de 12 gobiernos formaba parte de nuestra labor de búsqueda! A muchos kilómetros, Owl puso los ojos en blanco mientras maldecía a su amigo por estar en compañía de esa mujer que tan poco le gustaba —¿Qué narices sabría ella de buscar por Internet? —pensó. Tras coger aire, decidió que lo mejor era contar hasta diez. Cuando iba por tres ya no pudo contenerse más y saltó —Mira, Lia, yo creo que… —¡Espera! —dijo ella, a la vez que ponía su mano sobre el brazo de Jacob. Éste la miró atento y Owl se quedó con la palabra en la boca, a pesar del retardo. Ella continuó. —Hay algo que no encaja. Jacob sonrió, ya que esa era una expresión que él había repetido mucho esos días y decidió dejar que continuara. Era obvio que el hacker había decidido hacer lo mismo, ya que no se oyó nada por la línea. —Owl, ¿estás convencido de que si esa persona existiera la tendrías que haber encontrado?
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 226. —Casi del todo. Os aseguro que he removido toda la red, es muy raro que no haya encontrado nada. —¿Y si esa persona no existiera? ¡Tú mismo has dicho “si existe” hace un minuto! —Bueno, debe existir, ¿no? Hablaba en sentido figur… —¡Maldita sea! —exclamó Jacob—. ¡No me puedo creer que Milas, muriéndose, me mintiera, maldito hijo de…! —¡No, no me refiero a eso! —dijo ella—. Me refiero a la remota posibilidad de que no entendieras bien el nombre… Se oyó la voz de Owl por el altavoz del teléfono. —¡Joder, Lia, retiro el mal rollo que a veces tengo contigo… puede que hayas dado en el clavo! —dijo, mientras empezaba a teclear a toda pastilla. —¿Qué? Si aún no he dicho nada —dijo ella, sorprendida—. Sólo es una suposición basada en que… —No, Lia —se oyó la voz del teléfono—, es imposible encontrar a Joan Pacal en ningún sitio. Pero si en vez de a Joan Pacal te limitas a buscar Pacal, la cosa cambia... ¡Sólo en Google salen más de doscientos mil resultados! —¿Y alguno de ellos crees que está relacionado con nosotros? — Preguntó Jacob, impaciente. —¡Sí, amigos, sí… —contestó el pirata, a carcajadas—, con vosotros y con los miles de turistas que pasan por allí todos los años! Con cientos de antropólogos, espeleólogos y estudiosos de todo el mundo, incluyendo… ¡algunos chalados, tío! Vas a alucinar con lo que tengo en pantalla… ¡y sólo he pinchado en un par de enlaces! Jacob notó de nuevo la extraña sensación de frío recorriendo su médula. Su amigo continuó su animado y rápido parloteo, mientras por el altavoz del teléfono, se oía el frenético teclear de sus dedos. —Tu amigo Milas te dio un nombre, pero me juego mi router de última generación a que tú no lo entendiste bien del todo, tío. Menos mal que sí entendiste más o menos bien el sitio, ya que muy cerca de donde estás, a menos de ocho kilómetros, tienes las famosas Ruinas Mayas de Palenque, considerada una ciudad arqueológica…
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 227. ¡Las ruinas que mencionó el recepcionista! —pensó el neurólogo. —…en esa ciudad hay varios monumentos, pero el más destacado es el Templo de las Inscripciones. En ese templo, amigos, hace unos 50 años que un arqueólogo mexicano, un tal Alberto Ruz L’Huillier, accedió a una de las tumbas más misteriosas que se hayan descubierto nunca. Hoy se considera la más importante de toda mesoamérica, que ya es algo. Jacob estaba impaciente y no pudo reprimir las ganas de apremiar a su amigo. —Owl, por favor… —Espera, tío, que voy leyendo según voy abriendo páginas. En esa tumba se encontraban los restos de un hombre que fue gobernante del estado maya de B’aakal, cuya sede era la ciudad de Palenque, que es donde os dijeron que teníais que ir. Pero a esa ciudad de Palenque y no a la moderna, que es donde estáis ahora. —Owl, sigo sin entender… —Amigo, no hay nada que entender salvo que te busques un buen otorrino cuando vuelvas a casa para que te saque el cerumen de los oídos… Milas no te dijo Joan Pacal… ¡Te dijo Janaab Pacal! —¿¡Janaab Pacal!? —exclamaron ambos, al unísono. —Sí, sí y sí, en concreto, K’inich Janaab Pacal, también conocido como Pacal II o Pacal el Grande. Este hombre al que buscáis es el que está enterrado en esa tumba, murió el… 30 de agosto del año 683. Te adelanto que la losa que cubre su tumba tiene un detallado grabado que, leo textualmente, para algunos investigadores demostraría uno de los hallazgos más importantes de la historia de la Humanidad. Admito que es muy sorprendente, ya que el grabado me resulta llamativo hasta a mí, que paso de estas chorradas. Deberías verlo luego por Internet, la verdad, yo lo acabo de ver y me he quedado de piedra… Jacob sentía que su inquietud se hacía más intensa por momentos, por lo que apenas tenía un hilo de voz cuando por fin pudo hablar. —No puedo esperar, ¿qué es lo que se ve en el grabado, Owl? —La imagen no deja lugar a dudas, tío. Se hizo un breve silencio durante el cual Jacob pensó que se había cortado
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 228. la comunicación. Enseguida volvió a oírse la voz de Owl, clara y diáfana. —En una losa que cubre su tumba y que fue esculpida por los antiguos mayas en el año 683, se ve a tu amigo Pacal el Grande pilotando una nave espacial.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 229. —Owl, ¿pero te has vuelto loco? ¿Cómo te atreves a contarme una historia de miedo en este momento? Su tono era el resultado de la mezcla de enfado e indignación que sentía. Se suponía que su amigo debía ayudarles a encontrar a una persona que podía arrojar luz sobre lo que él creía era la causa de todos sus problemas, el chip. Sin embargo, ahora le salía con la absurda idea de que estaban buscando a un gobernante maya muerto hacía 14 siglos, y que al parecer tenía algún tipo de conocimientos sobre naves espaciales. —No tío, no puede ser casualidad, piénsalo un momento. Milas os dijo Palenque y os dijo Pacal… tiene que ser ahí... De hecho creo que… ¡sí, sé cómo puedo confirmar si estoy en lo cierto! Eso sí, es un poco arriesgado, necesito un rato… —De acuerdo, pero no hagas tonterías. Te llamo en una hora… —fue su contundente respuesta. —¡Genial, cuánto tiempo! —se oyó, por el altavoz del móvil. Lia no pudo evitar sonreír. —Bien, ¿cuál es la siguiente gran idea, consultar a un brujo? Es obvio que contamos con el mejor apoyo. Jacob no contestó y se limitó a señalar el nombre de la persona que tenía en ese momento en la pantalla de su ordenador antes de pulsar el icono de llamada. Tras unos instantes, se oyó una alegre voz al otro lado de la línea. —Jacob, Lia ¡por fin sé algo de vosotros! ¿Va todo bien? Stephen me dijo que en Madrid averiguasteis algo que os ha llevado nada menos… ¡que a México! ¿Es cierto, estáis en México? —¡Chen, amigo! Nos alegra oír tu voz —respondió el neurólogo—. Siento no haberte llamado antes pero te aseguro que los acontecimientos nos han sobrepasado de forma espectacular…. —No sois los únicos, estaba deseando saber algo de ti y he estado a punto de llamarte varias veces. Lo curioso es que pensaba hacerlo ahora mismo… ¡Me resulta una enorme coincidencia! ¿Por qué será que eso ya no me sorprende? —pensó Jacob.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 230. —Lee, necesito que me respondas a una pregunta muy importante. —Te escucho. —¿Has notado que puedas estar muy perceptivo, casi intuitivo? ¿Como si supieras que determinadas cosas van a suceder o las anticiparas? No puedo explicarme más porque es algo un poco ambiguo. Algo así como si tu capacidad intuitiva pudiera estar aumentada. Sé que es una locura, pero… —¿Una locura? —le interrumpió la voz del informático—. Acabo de decirte que pensaba llamarte y tú lo haces. Ya sé que eso no tiene ningún valor, pero es que ¡para mí se ha vuelto algo cotidiano! De acuerdo que es a muy pequeña escala: respondo preguntas casi antes de que empiecen a formulármelas, entrego cosas que sé que me van a pedir, y un largo etcétera de pequeñas acciones. ¡Es algo que empiezo a ver como normal, pero sé que no lo es! ¿¡A vosotros también os pasa!? Si sólo fuera eso… —Lee, aún no sé por qué nos ocurre esto, pero estoy seguro de que de alguna manera está relacionado con el chip. Y ese chip además es el centro de todo el embrollo en el que nos hemos visto envueltos Lia y yo. —Vaya… ¡de eso quería hablarte! —¿Has encontrado algo, Lee? —¿Algo, dices? Es un hallazgo tan absurdo que no me he atrevido a decírselo a nadie todavía… Jacob y Lia se miraron, extrañados. —Escuchadme los dos. Puse a tu programa, Neo, a trabajar según tus indicaciones. Ya sabes que sus misiones eran mapear la estructura del chip y luego estudiar su respuesta a sobrecargas de peticiones, ¿verdad? —¿Y ha funcionado? —No sólo ha funcionado sino que lo ha hecho de una forma que de verdad me ha dejado alucinado. El problema es que da unos resultados tan absurdos que no sé cómo interpretarlos. —Lee, por favor, ve por orden —le pidió, con calma. —Es cierto, Jacob, es que casi no sé por dónde empezar: verás, el dato que demuestra que Neo funciona es que, como tú pensabas, cuando
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 231. bombardeas al chip para que procese datos, este termina devolviendo respuestas defectuosas ¡Llevabas razón! Lia abrió mucho los ojos. —Entonces, ¿¡el chip es defectuoso!?, ¿al forzarlo altera las respuestas? Pensó que si eso era cierto, fuese cual fuese la empresa que había fabricado el chip, iba a tener que dar muchas explicaciones. Pero esa misma empresa sería la primera interesada en que eso no se supiera, motivo por el cual podrían querer asesinar a quien lo descubriera. Asustada, fue a decirlo en voz alta, pero se le adelantó el sonido de la voz de Chen. —¡No, no! ¡El chip funciona! —¿¡Qué!? —dijo ella, al ver que su teoría se venía abajo. —¡El chip responde a la perfección, de hecho, parece no tener límite en su capacidad de cálculo! El problema surge si en los datos que le remites hay alguno, digamos incoherente.. ¡Al ser procesado trillones de veces, este dato se magnifica, ese es el problema! —¿Como por ejemplo, una vaga idea de suicidio? —preguntó Jacob. —¡Exacto! —rió Chen—. Esa vaga idea, devuelta trillones de veces a la mente del usuario, termina de parecerle buena, sin que ni siquiera sepa por qué. Vamos, que tanto el software como el chip funcionan bien, el problema estaba… ¡en las personas! En concreto, en su mente. Los usuarios enviaban ideas que… Jacob continuó el razonamiento. —…¡Eran amplificadas! ¡Pensamientos profundos que salían a flote multiplicados! ¡Por eso Predator dio el software como bueno… porque lo era! Suspiró relajado. Por fin confirmaba que nadie en el laboratorio era culpable de las muertes, ni siquiera quienes habían entregado el misterioso chip. Al final éste era la clave, pero no por ser defectuoso, sino por el hecho de amplificar ideas que pertenecían a sus propietarios… las mismas personas que habían sufrido las consecuencias de sus propios pensamientos. —Así que acerté en mi suposición… la clave estaba en el chip, pero no por el motivo que yo pensaba.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 232. —¡Correcto! —Exclamó el asiático, a miles de kilómetros. Lia frunció el ceño. —¿Y qué es lo que ha salido en el mapa de procesos del chip? —Sí, el mapa de procesos… ¡esa es la parte extraña! —se oyó a Chen, aún más excitado—. Te he enviado todos los datos por correo, pero mejor te lo explico: se supone que la otra función de Neo era realizar un mapa de procesos del chip para ver cómo funciona este, ¿no? Pues bien, Neo arroja como respuesta siempre los mismos valores, imposibles de interpretar. Y funciona, lo he comprobado con otros chips. —O sea, que si Neo funciona pero no es capaz de mapear el chip… —Es porque o no hay nada que mapear, o intentamos mapear algo que se estructura y maneja de forma distinta a todo lo que conocemos. —Y ese chip existe y funciona, así que algo habrá que mapear, ¿no? —dijo Lia, con un hilo de voz. Lee le respondió: —Sí, Lia, por eso creo que el problema es que el chip es… ¡CRACK! El teléfono mostró el mensaje de fin de llamada. Ambos se miraron y Jacob intentó establecer de nuevo la comunicación. El terminal de Chen se encontraba apagado. Lia le miró y él lo intentó de nuevo, con el mismo resultado. Un intenso frío atravesó el corazón de Jacob. A miles de kilómetros, un ingeniero informático de origen asiático yacía sobre un charco de sangre, con los ojos aún abiertos. Sus pulmones exhalaron el aire que había dentro de ellos. Su tronco cerebral intentó mandar una nueva orden para inspirar aire, que jamás llegó a cumplirse. En parte se debió a que la mayor parte de su cerebro estaba desparramado por el suelo.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 233. —¿Crees que le habrá ocurrido algo? —Oyó preguntar a Lia—. Me siento muy mal… A ella también le pasa… Si lo que les estaba ocurriendo era consecuencia de una exposición a algún tipo de radiación, puede que tuvieran más problemas de los que él mismo imaginaba. —No lo sé —respondió intentando transmitir seguridad—. Yo también tengo una mala sensación, pero no podemos hacer nada ahora mismo. Debemos seguir adelante, ya le llamaremos luego a ver si tenemos más suerte. Sus palabras no le sonaron convincentes ni a él mismo, pero parecieron surtir algo de efecto en Lia. Revisó su correo y encontró los emails que le había enviado Lee. Agradeció en voz alta lo meticuloso que había sido éste al incluir todos los archivos de sus pruebas y una explicación de cada uno. Miró el reloj y decidió que ya era hora de volver a llamar a Owl. Nada más descolgar oyó la voz de su amigo en un torrente de explicaciones. —Jacob, tengo muchas cosas que contarte. Por cierto, no has actualizado el programa que usamos para hablar, le he mejorado el módulo de detección de intrusiones y ahora es más seguro: si detectara que alguien está interceptando las comunicaciones, no te dejaría conectar conmigo. Tendríamos que buscar alternativas. —De acuerdo, lo haré en cuanto colguemos. —Ahora déjame que te cuente, que ya sí que me he ganado el sueldo… —Espero que no me vengas con más historias de miedo. —Miedo no, más bien ciencia ficción, ya sabes que ambas cosas son muy distintas… —¡Owl! —Vale, vale, te digo: ya no tengo ninguna duda, tío. No sé aún qué hizo Milas allí, pero sea lo que sea lo que estás buscando, está relacionado con esa tumba, la del gobernante ese, Pacal el Grande o como le quisieran llamar. —¿Hablas en serio? —exclamó Lia.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 234. —Sí, mucho. No sé si es que el chip cayó allí desde el cielo, si lo compró allí a un mercenario o es que el Pacal ese era el dueño de la franquicia que los fabricaba en su época. Lo único que os puedo decir es que debéis ir a echar un ojo a ese complejo de ruinas. Ahí parece nacer toda vuestra historia, chicos. —Más te vale que tengas motivos de sobra para afirmar eso… amigo. —Los tengo, y os van a encantar, pero antes, por favor, escuchad una lección de historia que roza la… ciencia ficción. Tu amigo el Gran Pacal no fue un emperador cualquiera, ¿sabes? Llegó al poder con tan sólo 12 años y alcanzó los 80 antes de morir, cuando los mayas de esa época no solían pasar de los 60. No es un dato alarmante por sí solo, pero… —¿Qué más? —preguntó Jacob, inquieto. —Pues que tu emperador también medía 1,73 metros de altura, cuando la estatura media de los mayas era de 1,50. Pero lo más sorprendente es que la estructura ósea del esqueleto que se encontraba en la tumba no reflejaba ni mucho menos la de un hombre de 80 años… sino la de uno cuya edad fuera de entre 40 y cincuenta 50. —¿Y qué pretendes decir con eso? —No lo sé, yo no digo nada. Todo esto lo dicen los arqueólogos que se han dedicado a estudiar los restos de esa tumba. Pero espera, que la historia no termina ahí. —No sé por qué, me lo imaginaba… —dijo Lia, cada vez más escéptica. —Parece ser que primero se construyó la tumba y sobre ella la pirámide. La persona de su interior debía ser un anciano maya de 80 años. Sin embargo, si ya es misterioso encontrar una persona alta y con una corpulencia propia de unos 40 años donde debía haber una de 80, más llamativo es lo siguiente: cuando el arqueólogo mexicano Ruz L’huiller abrió la puerta de la tumba, encontró largas estalactitas y estalagmitas en su interior… cuando estas formaciones crecen a un ritmo de milímetros cada… ¡1.000 años! —Eso significaría que esa tumba… El pirata continuó la frase. —…sería muy anterior a la muerte de Pacal, que ocurrió hace sólo
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 235. unos 1.300 años. ¿Y sabéis lo que dicen algunas leyendas mayas? Que esa tumba fue construida hace muchos miles de años antes por un tal Votán, también conocido por la tradición maya como Kukulcán o Quetzalcoatl, un hombre de gran estatura… ¡venido del cielo! Esto es lo que explicaría para algunos investigadores modernos que sobre su tumba se vea a una persona en el interior de una nave espacial grabada con todo lujo de detalles. Es una imagen nada difícil de interpretar, os lo aseguro… Se hizo un profundo silencio. Owl cogió aire antes de continuar. —¡Vamos, que vuestro Pacal podría hasta venido incluso del espacio, según la leyenda maya! ¿Os imagináis? Desde luego, ni el tipo ese ni el dibujo de la navecita pegan en absoluto con el nivel de desarrollo de la época de Pacal. Creo haber leído por algún sitio que no conocían ni la rueda, pero a pesar de ello, ¿sabíais que cuando enterraron a Pacal su pueblo ya conocía que el calendario terrestre tenía 365,2420 días, cuando en la actualidad hemos podido calcular, gracias a nuestros ordenadores, que son 365,2422? ¡Es alucinante! ¿Y no conocían la rueda? En serio, no me lo trago. ¡Estos mayas sabían demasiado, tíos! ¿Podían dibujar naves espaciales y no conocían la rueda? ¿Por qué nadie se dedica a aclarar estas cosas? ¡A mí me dan mal rollo! —De acuerdo, Owl… —dijo Jacob, casi sin voz, e intentando recomponerse—. Antes de seguir necesito un par de cosas. —¡Dime! —Primero, te estoy enviando una serie de datos que estoy seguro sabrás poner a buen recaudo. Esperó que su amigo comprendiera el mensaje. —Recuerda que tú también puedes hacerlo desde el mismo teléfono. Pero puedes estar tranquilo, tío. Ya no haré más el payaso, te lo prometo. Sonrió, pensando que, si no se equivocaba, su amigo lo había entendido. —En segundo lugar, ¿de verdad me puedes explicar de una vez por qué seguimos hablando de la tumba de un emperador maya? ¿No entiendes que todo esto suena muy poco creíble? —Digamos que he estado… ¿cómo diríamos? Consultando fuentes de total fiabilidad. Jacob tuvo una nueva intuición que casi le produjo un infarto.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 236. —No habrás sido capaz de… ¡pero si él dijo que no se conectaba a Internet! —¿Cómo lo has adivinado tan rápido? Milas era bueno, todo hay que decirlo, pero no tanto: es cierto que el tío no conectaba su ordenador a Internet y he de admitir que tampoco lo he hecho yo solo, por eso necesitaba algo de tiempo… He tenido que pedir ayuda a un amigo en Madrid que, podríamos decir… lo ha conectado a Internet. A partir de ahí ha sido muy fácil. Para ser más exactos mi amigo se ha llevado un módem MIFI de esos que permiten crear una red en cualquier sitio y conectarse a… —¿¡Un amigo tuyo ha ido a casa de Milas!? ¿¡Para eso querías una hora!? —preguntó Jacob, gritando—. ¿Estás loco o qué, tío? ¡Te dije que fueras prudente! —Tranquilo, tío, mi amigo es de confianza y muy prudente, te aseguro que no quiere volver a la cárcel! —¿Volver?, ¿has dicho volver? No me lo puedo creer… ¡esto es de locos! —dijo Lia, llevándose una mano a la cabeza. —¡Alto, pareja!. Me habéis dicho que estabais desesperados y queríais saber si esta pista era correcta, ¿no? Pues en situaciones desesperadas, medidas desesperadas. Hemos tenido suerte de que a la primera llamada haya encontrado a un colega dispuesto a hacer un trabajo, digamos, urgente, de captación de datos in situ. Le voy a pagar muy bien, pero creo que ha merecido la pena la inversión. —Owl… sólo espero que os estéis moviendo con infinito cuidado — dijo Jacob, algo más recuperado. —¿Por quién me has tomado, tío? Mi amigo ya se ha ido, está bien y tenemos todo lo que buscábamos. Así que hazme caso cuando te digo que la clave de todo está en la tumba, viene todo en los documentos de Milas. Lo tienes todo en tu correo, ¿o es que te pensabas que estabas tratando con un aficionado al fracaso? Jacob sonrió de nuevo al pensar que su malintencionada frase de antes había surtido el efecto que buscaba. Había espoleado a su amigo para que espabilara y este lo había hecho. A pesar de que no se imaginaba que el allanamiento de morada iba a ser uno de los medios para conseguir lo que buscaban, algo en su interior le decía que ahora sí que iban por buen camino.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 237. Te debo una… Volvió a oír la voz de su amigo. —Por cierto, ya está lo que me acabas de encargar sobre tus datos, amigo. Te garantizo que todo lo que tenemos está ahora mismo donde tú quieres que esté. Así que puedes respirar tranq… La línea quedó en silencio y el programa de Owl emitió un escueto mensaje. ”Conexión perdida”
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 238. En un sencillo despacho con las enormes cristaleras que hacían las veces de pared, el multimillonario William Baldur se echó hacia atrás en su cómodo sillón. Al contrario de lo que mucha gente pudiera pensar tan sólo había allí un ordenador, un monitor, un teclado y un ratón, todos fabricados por empresas suyas. Su herramienta de trabajo principal era un navegador de Internet de otra de sus empresas que, conectado a una inmensa granja de servidores, le proporcionaba acceso a toda la información que pudiera necesitar. En esos momentos estaba recibiendo mucha procedente de México. Desde que Jacob empezó a utilizar el modem que Alejandro Juárez le proporcionó en la cafetería del Quality Inn de Tuxtla, todo lo que este transmitía pasaba por la central que Baldur tenía en Redmond, Washington, muy cerca de uno de sus mayores competidores, el gigante Microsoft. Mucha gente comparaba a los propietarios de ambas empresas, aunque la fortuna personal de Baldur era bastante mayor. Él había llegado después, pero sus arriesgadas apuestas en múltiples campos habían resultado casi todas acertadas y sus acciones eran de los valores más apreciados del mercado. Una de las claves era que había diversificado sus negocios en empresas de las que él era un simple accionista. Estas empresas eran independientes y no estaban relacionadas. Él sólo procuraba que se cumplieran un par de premisas. Para empezar, jamás competían entre ellas aunque sus productos se pisaran. Al revés, entre ellas procuraban potenciarse frente a los rivales aunque una saliera perdiendo un poco. Lo importante era llevarse todo el mercado. La otra premisa era muy sencilla. Baldur era el que controlaba todo. Para evitar problemas legales, el millonario no formaba parte del Consejo de Dirección de ninguna de sus empresas y su único vínculo legal era un contrato laboral como asesor en una de las varias que se dedicaban al alojamiento de páginas web. Así nadie podía acusarle de violar ninguna ley, como las de monopolio o comercio. Sin embargo, todo el mundo sabía que Baldur controlaba todas y cada una de las empresas que había fundado. Claro que nunca quedaba constancia de las reuniones a las que él asistía y donde se tomaban las verdaderas decisiones. Desde hacía unas semanas estaba más desconectado de lo habitual de sus negocios, que por otro lado pasaban por un periodo de calma que Baldur
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 239. agradecía. Estaba muy pendiente del viaje de los dos médicos por el estado de Chiapas, México. Lo que más le preocupaba era que lo que estaban buscando había despertado el interés de la persona que tenía en ese momento al otro lado del teléfono. —¿Le paso la llamada, señor? —le preguntó de nuevo su secretaria, con voz muy dulce. —Gracias. Baldur visualizó el rostro de John Beckenson, un cargo de la CIA con el que había hablado en más de una ocasión. La primera de ellas tuvo que desplazarse nada menos que a la sede central de la Agencia, que se encontraba a poco más de 50 kilómetros de su empresa, en Langley. Al llegar allí se encontró con un caucásico de unos 50 años y complexión atlética. Delgado, fibroso y con el pelo estilo marine, Beckenson tenía no sólo el aspecto de un tipo duro. Parecía un auténtico peligro andante. En esa primera conversación, el agente no se fue por las ramas y le explicó que estaba muy interesado en el proyecto que el millonario estaba financiando y en el que se estaba usando un chip cuya procedencia le inquietaba. Baldur le explicó que la CIA ya conocía ese proyecto y que, de hecho, esta había proporcionado algunos de los integrantes, cuyos nombres no podía desvelar, pero que seguro Beckenson ya conocía. De hecho, era la propia Agencia la que había realizado los informes de todos los miembros del proyecto, incluido su último fichaje, el doctor Assavar. Beckenson no tenía un pelo de tonto y le explicó que ya sabía todo eso, con gesto muy agrio. Su voz y su mirada se hicieron pétreas cuando insistió en el tema del chip. El millonario le explicó, de forma que confiaba que fuera convincente, que ese era un desarrollo secreto cuyo mayor beneficiario iba a ser el Gobierno de los Estados Unidos y que, por ese motivo, contaba con el apoyo de la propia Agencia. Así que, ofendido, intentó preguntar a Beckenson el verdadero motivo de dicha entrevista. Para su sorpresa, el agente le dejó ir sin más. Sin embargo, hacía unos instantes que su secretaria le había pasado una nota por correo interno informándole, por tercera vez, de que el señor Beckenson deseaba hablar con él. En esta ocasión, sobre “sus negocios en México”.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 240. Baldur se había quedado helado, ya que no había comentado con nadie esa expedición. Los únicos que la conocían tenían las comunicaciones controladas y, que él supiera, no habían revelado nada. Incluso la gente a la que tenía supervisando ese trabajo le había corroborado que no había filtraciones de ningún tipo. Hasta unos minutos antes pensaba que nadie más fuera de su círculo de confianza conocía esos negocios en México. Inspiró varias veces y, tras unos segundos, por fin oyó la voz de su interlocutor. —Le habla Beckenson —Me alegro de oírle de nuevo, ¿en qué puedo ayudarle? —Baldur, sé que no es usted de esas personas que dispone de mucho tiempo libre, así que iré al grano. O me dice que está haciendo esa pareja que ha ido a México o lo averiguo yo. Y en este último caso espero que no sea nada que usted me haya ocultado, porque entonces le garantizo que ni la mayor fortuna de todo el planeta le va a poder proteger. William sintió un profundo e incipiente temor, así que tras dejar su mente en blanco e inspirar a fondo durante unos dos o tres segundos, por fin tuvo una idea sobre cómo podía aprovechar la pregunta para tenderle una trampa al amenazador agente. —Señor Beckenson, si se refiere al doctor Assavar y a la doctora Guddsen, están disfrutando de unos días, que me he permitido regalarles, dado el estrés que han pasado en las pruebas de Tabernas. Se merecían unos días de descanso. ¿Sabe usted que mientras estaban en Madrid, trabajando, sufrieron un intento de asesinato? Yo creo que fue casualidad y que no eran el objetivo pero opino que es algo que su agencia podría investigar, dado lo importante que es nuestro proyecto, ¿no lo piensa usted así? Se hizo un profundo silencio en la línea, que al final interrumpió la grave voz de su interlocutor. —No debería usted adentrarse en aguas que no conoce; se puede ahogar creyendo que sabe nadar en medio de una tormenta, ¿sabe? ¡Le he pedido colaboración y espero obtenerla! Dé usted un paso en falso y se convertirá en protagonista de los noticiarios de medio planeta durante el próximo año. ¡A partir de ahí sólo será conocido en el pasillo de su prisión
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 241. federal! Baldur replicó, intentando golpear de nuevo. —Soy consciente de su petición y hasta ahora la estoy cumpliendo, señor, con el informe diario que mi personal remite. Mi conducta es intachable… algo que espero sea también así dentro de su organización. La respuesta del atlético agente no se hizo esperar. —Señor Baldur, ni usted ni yo somos personas que podamos perder el tiempo. Ya sabe lo que quiero. Siento que no colabore. Lo siguiente que oyó fue el sonido de la línea telefónica, vacía. Preocupado, se volvió de nuevo hacia su monitor, mientras meditaba las consecuencias de los hallazgos que Lia y Jacob pudieran hacer en breve. Unos hallazgos que preocupaban mucho a Baldur, ya que confiaba que encontraran el verdadero origen del chip. Un origen que él no conocía tampoco, pero que sospechaba. Un origen que le ponía los pelos de punta. Y cuyas consecuencias podían cambiar el planeta tal y como el hombre lo conocía.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 242. “El retirarse no es huir, ni el esperar es cordura, cuando el peligro sobrepuja a la esperanza.” Miguel de Cervantes Saavedra
Capítulo 13 Cazados
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 243. Sábado, 21 de marzo de 2009. Una hora después de haberse interrumpido la conversación con Owl, Lia no había sido capaz de contactar con él ni con Lee. Habían decidido moverse, ya que, si existía riesgo para sus vidas, sería mayor cuanto más tiempo estuvieran quietos. Acordaron acercarse a las famosas Ruinas de Palenque, ya que la descabellada teoría de que allí podrían encontrar algo era en ese momento lo único a lo que podían agarrarse. Al fin y al cabo, la hipótesis cobraba fuerza al recordar algunos datos, como que Milas Skinner había perdido la vida en relación a lo que fuera que allí había. La documentación que Owl había conseguido gracias al asalto de la casa de Milas confirmaba que el escritor había estado allí antes de la aparición del chip. Durante el trayecto, en el que el neurólogo condujo el potente vehículo hasta la entrada de las ruinas, ella fue revisando la información que el pirata les había remitido antes de perder la comunicación. Empezó por los artículos sobre Pacal. En los correos había un completo compendio de artículos, trabajos y exposiciones de todo tipo sobre las ruinas, la Pirámide de las Inscripciones y la tumba de Pacal el Grande, la mayoría en forma de enlaces a páginas web. Al repasar las imágenes y a pesar de lo que ya les había adelantado Owl, había sido una auténtica sorpresa descubrir el relieve que decoraba la superficie de la enorme losa de la tumba del difunto emperador. Era muy fácil vislumbrar en dicho relieve a una persona que manejaba lo que parecía una nave espacial. Cuando Lia recordaba que esa losa había sido esculpida en el siglo VII, se le ponía el vello de punta. Para echar más leña al fuego, Owl les había adjuntado los textos en los que se defendía que la antigüedad de la tumba era mucho mayor que incluso su propietario, algo que en teoría probarían las estalactitas y estalagmitas que encontró el mexicano Ruz L’Huiller en el año 1952, cuando por fin consiguió acceder a su interior. Sin duda, todo ello eran datos desconcertantes y dignos de ser estudiados y contrastados, pero Lia no lograba ver en ellos ninguna relación con el posible origen del chip. Para su sorpresa, Jacob sí se había mostrado interesado en conocer esa
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 244. tumba. —¿Qué conclusiones sacas de los correos de Owl? Sintió una punzada de dolor al nombrar a su amigo. No poder contactar con él le estaba preocupando cada vez más. —Es un poco raro, ya que él dice que, según las notas de Milas la clave podría estar en la tumba. Lo extraño es que no debemos llegar a ella por el acceso principal, el que en su día cruzó el arqueólogo que la encontró. Según él, muchos autores refieren que hay otros accesos que llevarían a cámaras mucho más reveladoras que la tumba. Uno de esos accesos es el que, en teoría, utilizó Milas. Hizo una pequeña pausa. —Jacob, esto no tiene mucho sentido. ¿Estamos buscando una momia para conocer el origen de un chip? ¿Por las notas de un investigador de pacotilla, ahora muerto, y que por cierto las ha robado de su casa un pirata informático? ¿Cuántos delitos llevamos cometidos en esta locura? Él la miró con gesto suplicante. —Sé que es absurdo y me vas a tomar por loco. Pero es que esta historia es incomprensible, desde las muertes de las personas del proyecto hasta nuestro intento de asesinato o el hecho de que no podamos contactar con Lee ni con Owl. Ella asintió mirando hacia el suelo del vehículo, por lo que él continuó. —Si le añades que tenemos nuestra capacidad intuitiva aumentada hasta un punto casi… irracional, entonces esto ya sí que alcanza un grado clínico de locura. Ella le miró, mordiéndose el labio. Nada de lo que estaba oyendo le estaba sonando absurdo. —Así que sólo me caben dos posibilidades —siguió él—. O hemos perdido la razón y en breves horas o días estamos bajo tratamiento psiquiátrico, o… toda esta historia tiene un sentido y entonces nuestras vidas sí que corren peligro de verdad. Y no sé qué opción prefiero, te lo aseguro. —¿Por qué dices lo del tratamiento psiquiátrico? —preguntó ella. —Por una teoría a la que vengo dando vueltas desde hace un rato… ¿De verdad quieres saberla? Es un poco… extraña.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 245. Ella sonrió, por lo que él, de nuevo animado, se lanzó. —Imagina por un instante, sólo por un instante, que hace miles de años una… nave extraterrestre, aterrizara o se estrellara en este mismo suelo que estamos pisando. Lia abrió de forma desmesurada los ojos, pero él levantó la palma de su mano en señal de paciencia. —Espera un momento, me baso en las múltiples leyendas mayas que existen sobre seres venidos del cielo y que Owl nos ha remitido. ¡De acuerdo en que en teoría es imposible, tan sólo imagínatelo por un momento! Ella al final no dijo nada, así que él continuó hablando. —Bien, ahora piensa que dentro de esa nave viajara un ser de aspecto humanoide pero con mayor estatura que los mayas de esa época. Un ser con enormes conocimientos que se viera obligado a permanecer aquí durante un largo periodo de tiempo. Tanto que al final falleció por enfermedad o vejez. Pero antes transmitió una enorme cantidad de conocimientos, sobre todo astronómicos, a un pueblo que al parecer no conocía ni la rueda. Lia mostraba una expresión escéptica y Jacob se esforzó en sonar más convincente. —Dado que la gente lo adoraba como a un auténtico dios, es posible que le construyeran la tumba, la pirámide y, por supuesto, una losa con el grabado de una nave espacial en homenaje a sus orígenes. Incluso que la losa y la pirámide se construyeran muchas generaciones después de su muerte. Es decir, que la tumba fuera más antigua que la pirámide, que puede sí se construyera en honor a Pacal. De ahí la confusión entre ambas tumbas… Ella no dijo nada, pero su expresión sí reflejaba lo que parecía pensar de esa teoría. Él hizo caso omiso y continuó: —Ahora piensa en que una persona inquieta y ansiosa de dinero como Milas se enterara de algo relevante 14 siglos después. O alguien le dio un chivatazo o leyó algún artículo de estos supuestos fanáticos de la ufología que le llamó la atención. Fuera lo que fuese, le hizo venir aquí, a las ruinas de Palenque y accedió a la pirámide por el sitio que indica en sus textos. Poco después aparece un chip de una potencia descomunal que parece provocar extraños sucesos en un proyecto de investigación… ¿No te parece raro? Su compañera por fin respondió.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 246. —Me parece que tu teoría de la locura es cada vez más sólida, lo digo en serio. —Pues igual de seriamente te digo ahora mismo que a mí me preocupa más el hecho de que ese chip pueda venir de los restos de una nave espacial extraterrestre, algo que cambiaría la historia de la Humanidad, que la posibilidad de haberme vuelto loco, que es algo que se puede curar y que no afecta a nadie más que a mí. Hizo una pausa antes de continuar. —Y eso justificaría que hubiera gente dispuesta a matar por ese hallazgo. Así que no me voy a quedar esperando a que un psiquiatra determine si estoy loco ni que un tipo vestido de negro me dispare. Voy a averiguar si esta historia es real o no por mí mismo, buscando la entrada que refiere Milas… Sólo necesito saber si estás conmigo o no. Ella lo miró de nuevo conteniendo la angustia que le subía por la garganta. Tras un instante, que se le hizo eterno, asintió con un leve gesto de la cabeza y una lágrima resbalando por su mejilla. —Gracias, cielo. Por favor, ayúdame a recoger todas las cosas que podamos meter en las mochilas, me temo que vamos a tener que andar unos kilómetros. Confía en mí, te aseguro que no estoy loco. Ella no supo qué decir. Le preocupaba la posibilidad de que Jacob, por el que aún no tenía del todo claro lo que sentía, hubiera podido perder la razón al igual que habían sufrido trastornos neurológicos las otras personas afectadas por el proyecto. Esa era una teoría plausible que cada vez le sonaba más consistente y que por momentos casi deseaba que fuera cierta. Porque la posibilidad de que Jacob no estuviera loco y tuviera razón, …Esa le aterrorizaba.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 247. Una hora y media más tarde habían recorrido a duras penas tres kilómetros, dado que el terreno era desconocido para ellos y les resultaba difícil guiarse, aún con la ayuda del ordenador y el GPS. Además, el peso que cargaban en sus mochilas era considerable, lo que les dificultaba mantener un buen ritmo. Jacob propuso descansar unos minutos. —Volveré a intentar contactar con Owl —dijo, mientras se sentaba y abría la tapa de su portátil. —Vale —dijo ella, jadeando—, pero recuerda que estamos en medio del campo y las baterías tienen un límite. Se está haciendo tarde y dudo que los cargadores solares nos vayan a ser muy útiles en las próximas horas. —De acuerdo, economista—, le contestó él con voz socarrona; aunque ella no se rió. Tras unos instantes, se volvió de nuevo hacia Lia. —Nada, no consigo contactar con Owl ni con Chen. Espero que estén bien. Lo dijo con poco convencimiento y por algún motivo se sintió triste. En ese momento se oyó un ruido muy tenue, lejano. ¡Crack! Ambos se sobresaltaron. —¿Qué ha sido eso? —susurró Lia. Los dos miraron alrededor. Aún había luz, pero también abundante vegetación. A pesar de permanecer casi un minuto expectantes, no volvieron a ver ni oír nada. —No lo sé —dijo por fin él—. Supongo que por aquí debe haber bastantes animales. Pero por si acaso creo que debemos movernos. Ella asintió y ambos se levantaron y echaron a andar de nuevo. Esta vez adquirieron un ritmo mayor gracias a la nueva vitalidad que les había proporcionado el extraño ruido. En tan sólo media hora recorrieron algo más de dos kilómetros. Jacob se detuvo, llevándose un dedo a los labios en señal de silencio, mientras miraba a Lia. Con la otra mano le indicó que se agachara y él hizo lo
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 248. mismo. Aunque aún había algo de luz, sacó las gafas de visión nocturna de la mochila y se las ajustó como pudo. Echó un rápido vistazo por el camino que acababan de recorrer. El corazón le dio un vuelco. Varias siluetas se distinguían de forma borrosa entre la verdosa neblina. Había varias personas que parecían estar discutiendo algo. Un inoportuno reflejo del escaso sol que quedaba le deslumbró. Cuando pudo volver a enfocar ya no vio a ninguna de esas personas. Apenas había podido vislumbrar detalles, pero había algo de lo que no le cabía la menor duda. No eran turistas. Se quitó las gafas y por fin se atrevió a contárselo a Lia al oído. Ella le miró horrorizada, con los ojos y la boca muy abiertos, como si preguntara “¿Qué vamos a hacer?” pero sin atreverse a articular palabra. Él hizo un gesto de tranquilidad con ambas manos y de nuevo sacó su portátil y el teléfono. Intentó conectar sin éxito con su amigo el hacker y de pronto se dio cuenta de a quién debía llamar. Localizó el número de Jones, el responsable de seguridad del laboratorio que les había salvado de una masacre en Madrid y esperó a oír el tono de llamada. Estuvo oyendo el tono durante algo más de un minuto. Nada. Volvió a intentarlo con la misma respuesta, así que se giró hacia Lia y se dirigió a ella en voz muy baja, casi inaudible. —Jones tampoco contesta, pero estoy seguro de que cuando vea nuestra llamada sabrá que estamos en peligro. Ella lo miró, de nuevo con lágrimas en los ojos. Se dio cuenta de que estaba al borde del desmoronamiento emocional y además estaba oscureciendo. Decidió que necesitaban avanzar y descansar en la medida de lo posible. —Lia, escucha. Si no recuerdo mal, tú tienes idea de cómo borrar un rastro, ¿no? Ella lo miró, desconcertada. Era cierto que había participado en numerosas
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 249. actividades al aire libre, dada su vocación de voluntaria. En ellas había aprendido a seguir y borrar rastros, pero, desde luego, nunca jugándose la vida. —No creo que sea buena idea —susurró—. Pero supongo que es mejor que nada. A lo mejor podemos confundirlos. Jacob le sonrió y le dio una palmada de ánimo. Nada como poner a alguien a hacer cosas para que aparque sus temores —pensó, citando una frase de uno de sus propios libros —Y si encima ese alguien se siente útil, además gana confianza en sí mismo. —Vamos allá. Tres horas después por fin habían acampado, amparados bajo un saliente de roca. Habían montado la tienda, que era de un tamaño minúsculo pero ideal para pasar desapercibidos. Preocupados por no atraer la atención, ni siquiera se plantearon encender un fuego. Jacob había revisado que bajo el saliente de roca, y ya de noche, la tienda era invisible, incluso a menos de un par de metros de distancia. Más tranquilo volvió al interior. Por si tenían que salir a toda prisa de allí decidieron dejar todo el equipo bien recogido, así que empezó a guardar todo lo imprescindible en la mochila. Antes de introducir el teléfono, intentó probar suerte una vez más. Conectó su iPhone a su Macbook Pro y pulsó el icono que le permitía contactar con su amigo Owl. De pronto recordó que debía actualizar el software del teléfono. Abrió el programa tocando el icono y pulsó el acceso que cumplía dicha misión. Este se actualizó sin dar la más mínima señal de que hubiera alguien al otro lado de la conexión. Una vez que el programa por fin arrancó, no visualizó el texto de “Fallo en la conexión”, lo que por un segundo le animó. Su optimismo se desplomó en cuanto leyó el texto que apareció en pantalla. “Envío de datos no autorizados. Por favor no utilice este programa” Se quedó mirando el teléfono en su mano. El software de comunicación no
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 250. era seguro, la actualización había detectado una intrusión que antes no estaba interceptando. Una intrusión que podía haberle costado la vida a Owl. Sintió su corazón casi golpeando, dentro de su pecho. Decidió que eso se lo podía ahorrar a Lia, pero tenía que pensar algo. Ahora más que nunca estaba convencido de que su amigo el pirata podía estar ya muerto. Desesperado, volvió a marcar el número de Jones. La única respuesta que obtuvo fue el constante tono de llamada. ¿Dónde narices se ha ido el resto del planeta?
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 251. En su amplio y poco amueblado despacho, William Baldur miraba preocupado la pantalla de su ordenador. Estaba acostumbrado a manejar y controlar las situaciones, sólo así uno podía amasar la mayor fortuna del planeta. Y no le gustaba el cariz que estaban tomando los acontecimientos en las últimas horas. Estaba perdiendo el control, si es que no lo había perdido ya del todo. Al hecho de que había tenido que organizar una expedición a México contrarreloj, no sólo para Jacob y Lia, sino también para los tres agentes que la CIA había puesto a sus órdenes, se juntaba el que esa expedición se estaba metiendo en un terreno cada vez más difícil de controlar. Baldur tenía en todo momento acceso a toda la información que procedía de los dos teléfonos módem que Alejandro Juárez había entregado. Uno de ellos lo tenía la pareja de médicos y el otro los agentes. Dichos terminales le enviaban una cantidad sorprendente de datos, entre ellos, todo lo que Jacob había hablado con su amigo Owl a través del programa que este le había instalado. El pirata había sido muy precavido preparando un software que permitía la comunicación entre él y Jacob. Solo ellos tenían ese programa y toda la información además iba encriptada. Pero con lo que no había contado era con el hecho de que esa información iba a ser transmitida también a los servidores de Baldur en Redmond. En estos descomunales ordenadores, esa encriptación se quedaba en un mero juego de aficionados. Una vez descubierto el algoritmo de encriptación, el resto había sido muy sencillo: escuchaba las conversaciones y disponía de los datos que los dos amigos se habían intercambiado. Baldur estaba obsesionado con el chip que Jacob y Lia estaban investigando por orden suya. Hacía poco más de año y medio que había llegado a sus manos. Uno de los ejecutivos de una filial en México, alcohólico y asfixiado por deudas de juego, le había llamado diciéndole que tenía algo gordo. William no solía atender ese tipo de llamadas, pero, dada la insistencia del mexicano, tuvo que hablar con él en persona. Éste le contó de forma farragosa que un tipo le había enviado una serie de pruebas realizadas con un chip asombroso. Los resultados eran fabulosos, a años luz de cualquier otro.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 252. Según el ejecutivo mexicano, los datos se los había remitido un tipo por Internet, dispuesto a venderle tres unidades del dispositivo por un precio desorbitado. Ni planos, ni esquemas, ni manuales: sólo los chips a cambio del dinero. Baldur, desconfiado por naturaleza, remitió los datos a sus mejores ingenieros. Para su sorpresa, estos no dudaron en decirle que aceptara. Era genial, y no disponer de planos no era un problema. Ya lo copiarían de alguna manera, por avanzada que fuera su tecnología. Así, el multimillonario aprobó la operación y el tipo que había vendido los chips a su empresa se hizo millonario. En ningún momento supo su identidad, dado que esa era una de las condiciones del acuerdo. De hecho, al ejecutivo con el que medió tampoco llegó a conocerlo, todo se hizo por correo electrónico y transferencias bancarias. La recogida del paquete tuvo muy poca gracia para Baldur, pues el vendedor mantuvo al obeso ejecutivo mexicano durante toda una mañana recorriendo las calles de México D.F. de un lado para otro. Al final resultó que el paquete se encontraba en la mesa de su despacho, lo que el sudoroso empleado descubrió cuando por fin volvió, tras cuatro horas corriendo por la capital. Su secretaria le dijo que un repartidor lo había entregado mientras él estaba ausente. Por supuesto, no recordaba el aspecto del chico. Cuando revisaron las cámaras de seguridad, vieron que sólo se podía distinguir una gorra roja que tapaba el rostro de un hombre atlético y con un tupido mostacho. Nada más donde investigar. Varios millones de dólares habían cambiado de manos y no tenían ni un maldito nombre, a excepción de una dirección de correo electrónico. Que contenía la palabra azabache. Baldur estaba furioso por si le habían engañado. Su empleado de México recibió una de las mayores broncas de su vida y una carta de despido. Sin embargo, cuando tuvieron los chips en su poder, la sorpresa en su central fue mayúscula. El chip se acoplaba, con sólo unos adaptadores, a casi cualquier placa base que quisieran usar. Hasta ahí la parte sencilla. Con las primeras pruebas, nadie dio crédito a los resultados. Baldur no tenía en plantilla a los ingenieros más novatos o impresionables del planeta, así que cuando estos le llamaron para decirle que se acercara, el
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 253. multimillonario empezó a creer que ya tenía la confirmación de que le habían engañado. Su sorpresa fue mayúscula al constatar todo lo contrario: la potencia de cálculo de ese chip era tan descomunal que, si había algún engañado, era la persona que los había vendido. “O mejor dicho, los que lo habían desarrollado”, había pensado Baldur en ese momento. Alguien tenía que haberlo desarrollado. Alguien que en ese momento estaría echando en falta tres de sus prototipos. Así que decidió darse prisa si no quería perder esa oportunidad que el destino le había puesto en sus manos. La primera orden que dio fue desmantelarlos para intentar clonarlos, pero la decepción fue mayúscula. Sus ingenieros le informaron a los pocos días de que no disponían de la capacidad suficiente para manipularlo, debido al grado de miniaturización. Por otro lado, parecía que el chip poseía una estructura tan diferente a todo lo conocido que no se atrevían a desmontarlo, carecían de las herramientas necesarias para abordarlo sin riesgo de destruirlo por accidente. Sus ingenieros concluyeron, de forma unánime, que era mejor no tocarlo, dado que no sabían lo que estaban haciendo. Frustrado, comprendió que sólo podía hacer una cosa.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 254. Se obsesionó con encontrar el origen del chip. Al mismo tiempo, dio orden de estudiar el verdadero potencial del aparato con aplicaciones reales y empezó a desarrollar dos proyectos paralelos. En uno de ellos lo utilizó para desarrollar un programa de simulación estratégica militar, de forma que un ordenador realizaba, en tiempo real, cálculos de todas las posibilidades en una hipotética situación de guerra. A gran escala, era como un enorme videojuego de estrategia, en tiempo real, de los que se vendían para ordenador, pero, en este caso los ejércitos, las unidades, el terreno y todo lo que se usaba para los cálculos, era real. Así, el software podía anticipar situaciones impensables valorando los efectivos, el terreno, la climatología y casi cualquier variable que se pudiera tener en cuenta. Lo más llamativo era que, para realizar sus estrategias, el software aprendía de la mejor fuente posible… los humanos. Para ello, el equipo de desarrollo se infiltró en casi todos los servidores del planeta de los juegos de estrategia que se jugaban por Internet, es decir, casi todos los que había en el mercado. A diario, sus programas espía analizaban cientos de miles de partidas en las que los jugadores se devanaban los sesos y de las que su software aprendía con detalle. Tanto lo bueno como lo malo de los hombres que las jugaban. El chip procesaba todos esos datos sin despeinarse. Tras unos días aprendiendo y para probar su proyecto habían optado por registrar su programa como un jugador más en Internet. Al miembro del equipo que le tocó comprar los juegos le hacía mucha gracia ir casi todas las semanas a la tienda para adquirir cualquier cosa relacionada con guerras y estrategia. En el establecimiento le tenían por uno de sus mejores clientes… y por un poco loco. El programa funcionaba gracias a una granja de servidores específica que le permitía un aceptable rendimiento. Cuando empezaron a usar el chip, hubo hasta exclamaciones de alegría, entre los miembros del equipo. Lo que antes tardaba meses en calcularse, ahora se procesaba en segundos. De esa forma comprobaron que su nuevo programa arrasaba cada vez que se conectaba a Internet, sin importarle a quién se enfrentara, el juego o las reglas. Las partidas sólo duraban minutos —a veces segundos— y siempre terminaban con sus oponentes arrasados y desmoralizados. En muchos servidores expulsaron a su programa, sospechando que era un tramposo, al ver
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 255. sus ratios de victorias. La única trampa consistía en que ese jugador no era humano. Lo gracioso era que, al mismo tiempo que el software jugaba miles de partidas simultáneas, aprendía de los otros cientos de miles que se jugaban por toda la red. En ese proyecto, la mitad de la financiación corría a cargo del ejército de los Estados Unidos, por lo que la CIA había intervenido para supervisarlo de cerca, dado lo importante de mantener a todo el personal controlado. Por eso, dicha agencia también había husmeado en el segundo proyecto de Baldur, uno mucho más sencillo que estaba realizando en una lejana, pequeña y desconocida ciudad del continente europeo, sobre Realidad Aumentada. Ese proyecto era una de esas apuestas personales de Baldur, que al final siempre terminaban saliéndole bien. Al fin y al cabo, si se había hecho tan rico era porque había apostado parte de sus fichas en proyectos en los que nadie veía nada especial, salvo él. Y en muchos había acertado. Su proyecto de Realidad Aumentada era uno de ellos y había decidido, para asombro de sus Consejos de Administración, enviar allí uno de los chips. Tuvo que dar muchas explicaciones que no fueron nada comparadas a las que tuvo que dar a la CIA. Estos pensaban que sólo había un prototipo del chip, pues Baldur les había dicho que era un diseño muy experimental y único, así que, cuando se enteraron de que había otra unidad operativa que se iba a ir a Europa, insistieron mucho en conocer los motivos. El millonario se enfadó bastante y les recordó que gracias a él iban a tener el mejor simulador de guerra que existiría en decenios sobre la faz de la tierra, a un precio de risa comparado con su potencial. A duras penas y amenazando con retirar el chip del proyecto, los convenció de que le permitieran usar el otro chip para lo que él quisiera. Así que lo puso en manos de Stephen Boggs, un fichaje del que se sentía muy orgulloso, ya que era uno de sus rivales. No el más importante, pero sí uno de los que más se le había enfrentado de forma pública. Lo mejor de todo era que ni el propio Stephen había sabido para quién trabajaba, hasta hacía muy poco. Por último, y sin que nadie lo supiera, creó otro equipo y puso el tercer
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 256. chip en manos de Jules Beddings. A éste le encargó un trabajo adicional: debía localizar el origen del chip. Le pasó los pocos datos de los que disponía, entre ellos el correo electrónico con el nombre de Azabache, y le presupuestó una fortuna para que fichara a los mejores hombres disponibles. Debía buscar gente que explotara el potencial del chip y además buscar el origen de este. Cuando Jules le llamó para decirle que la persona que más le interesaba contratar ya había sido fichada por Boggs, Baldur tuvo que pedirle que insistiera. Ese tal Jacob no sólo era bueno en su campo, sino que podía ayudarles mucho más si estaba en un proyecto no controlado por la CIA. Sin embargo, el Dr. Assavar ya había aceptado la oferta de Boggs con el añadido de que este contaba en sus filas con Lia Guddsen, la única persona en el mundo que podía doblegar la voluntad del médico. Jules tenía la partida perdida. Por ese motivo, Baldur se había alegrado y sorprendido cuando los dos neurólogos decidieron buscar el origen del chip gracias al chivatazo de Jules. Era obvio que el sentimiento de culpa de Lia había espoleado el ansia de Jacob por darle respuestas. El gran beneficiado era el propio William, que estuvo encantado de financiar las expediciones a México. Por un lado la de Jacob y Lia. Por otro… la de Jules. Pero alguien había intentado asesinar a Jacob y Lia en Madrid. Gracias a Jones habían sobrevivido, algo que le debían a él. Por eso pidió a la CIA que Jones los escoltara también a México y la Agencia aceptó. Los gastos corrían por su cuenta pero eso no le importaba en absoluto. Sin embargo, y desde hacía unos minutos, el millonario volvía a tener un gesto muy serio. En su monitor recibía información puntual y constante de la posición de las personas que tenía en México. Había podido constatar que, a pesar de que Jacob y Lia se movían, Jones y sus hombres permanecían quietos. Lo más preocupante no era eso, pues puede que estuvieran descansando, algo que hacían cuando podían; lo más preocupante era que Jones no respondía a sus llamadas. Y eso sí que no había ocurrido nunca.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 257. Unas horas antes de que Baldur mirara su posición con inquietud, Jones ya estaba preocupado. A pesar de ser uno de los mejores agentes de la CIA que se podía haber escogido para esa misión, en ese momento, dudaba del éxito de ésta. Desde que Jacob y Lia habían viajado a Madrid, los acontecimientos se habían precipitado de una forma que no le gustaba nada. Tenía el apoyo de varios hombres y de su Agencia, pero no era lo mismo actuar en el centro de Madrid que en pleno bosque de Chiapas. Y desde la masacre de Madrid había tenido que proceder con suma cautela: un hombre de raza negra de casi dos metros era muy fácil de seguir. Otra dificultad añadida había sido lograr vigilar a los neurólogos sin que estos le vieran. Jones y sus hombres sabían que la gente que los había intentado asesinar eran su objetivo y su misión era identificarlos y detenerlos. Por lo tanto, era muy importante que la pareja permaneciese ajena, de forma que él y sus hombres pudieran sorprender a los potenciales asesinos. ¿Quiénes serán esos hombres? En Langley estaban desconcertados. Aún no habían identificado a los dos cadáveres que él había dejado en Madrid. Eran un auténtico misterio. Por supuesto, sus compañeros habían accedido a las cámaras frigoríficas donde estaban guardados los cuerpos, pero las muestras de huellas, moldes dentales y ADN no habían revelado nada. Eso le preocupaba, ya que era muy difícil despistar a la casi todopoderosa CIA. Si bien la Agencia no pasaba por uno de sus mejores momentos debido a los recortes presupuestarios y su mala prensa, era cierto que aún tenían los mejores medios. Así que había que ser muy listo o muy poderoso para engañarles. Jones repasó los últimos dos días: había viajado en el vuelo de Jacob y Lia, siendo de los últimos en embarcar y de los primeros en salir y estaba seguro de que no le habían visto. Los dos agentes que le acompañaron iban por separado, disfrazados de hombres de negocios. Él llevaba el aspecto de un turista americano. Estaba seguro de que nadie se había percatado de su presencia. Sin embargo, el trayecto en México había sido bastante más complicado. Por suerte conocían la localización de sus protegidos en todo momento, ya que el móvil que ellos llevaban enviaba su posición a su ordenador.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 258. De esa forma, él y sus dos hombres, Jack y Michael, habían podido seguir a la pareja a una considerable distancia. Hubiera sido una imprudencia hacerlo de otra forma, pero el no disponer de contacto visual continuo ponía muy nervioso al veterano agente. Al fin y al cabo, en Madrid les había podido salvar de milagro, y no quería pensar en lo que ocurriría si una situación parecida se diera en México. Para empeorar las cosas, en las últimas horas sus protegidos se habían dedicado a caminar por el bosque, por lo que ellos habían tenido que hacer lo mismo. Estaban preparados y llevaban un equipamiento similar, pero este no servía para quitarle a Jones la mayor preocupación que tenía en su mente. ¿Dónde están los otros? Él era un profesional y sabía que quienes habían cometido el intento de asesinato en Madrid también lo eran. Y además estaba seguro que seguían tras la pista de los médicos. Sin embargo, aún no habían dado con ellos y eso sí le tenía preocupado. En las ciudades grandes era fácil pasar desapercibido, pero no así en las pequeñas, y mucho menos a pie por un bosque. Así que si alguien estaba siguiendo a la pareja de médicos ya debía de haberse mostrado y, de momento, no había la más mínima señal de los perseguidores. Eso no tranquilizaba a Jones en absoluto. Sé que estáis en algún sitio… Decidió observar de nuevo a la pareja con sus prismáticos. Vio que se habían parado y que estaban buscando algo en sus mochilas. Hizo una señal a sus hombres para que se detuvieran. En ese momento detectó movimiento por el rabillo del ojo. Sus reflejos, entrenados durante muchos años, le permitieron esquivar los disparos de milagro al echarse a tierra de forma casi intuitiva. Oyó el sordo y mordido sonido de los impactos en el blando suelo. ¡Hijos de puta! Vio cómo uno de sus hombres caía al suelo, fulminado. Jones maldijo su suerte, y se dio cuenta de que era hombre muerto. Desde detrás de los árboles aparecieron cuatro extraños, que enarbolaban sendas pistolas, todas con silenciadores. Iban vestidos de negro, con ropas
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 259. ajustadas de un extraño tejido que parecía muy ligero y resistente. Llevaban las caras tapadas salvo por una rendija para los ojos y una enorme cantidad de equipamiento adosado a sus trajes. Sin embargo, se movían con un sorprendente silencio, que casi le heló la sangre en las venas. Eran cuatro contra dos, y encima les apuntaban. Se acabó. Ni él ni Michael, su hombre con vida, tenían sus armas en la manos. Supo que había fracasado y sintió lástima por sus protegidos. Si a él le habían cogido desprevenido, ellos no iban a tener la más mínima oportunidad. Iban a morir sin ni siquiera saber quién les había disparado. No sentía miedo, sólo indignación y furia, los dos sentimientos que siempre habían aparecido como consecuencia de sus pocos fracasos profesionales y personales. Sólo que esta vez tenía claro que era el final. Uno de sus hombres yacía muerto en el suelo por unos asesinos que habían ganado a la misma CIA. Él iba a ser el siguiente. Cogió aire y con voz calmada, habló. —Permitidme preguntar tan sólo una cosa. Dos de los hombres, los que estaban delante de ellos, se miraron entre sí. Uno de ellos asintió con la cabeza y miró a Jones. Este hizo la que sabía que iba a ser su última pregunta. —¿Quiénes sois? En ese momento los dos hombres se volvieron a mirar, lo que él aprovechó de forma instintiva. Había hablado sin intención de hacer ningún movimiento, pero, al ver el instante de vacilación, decidió aprovecharlo. Fue más un reflejo que un acto consciente, fruto de sus duros entrenamientos. Dio un largo paso hacia delante y se abalanzó hacia el que tenía más cerca. Michael entendió el movimiento de su jefe y dio dos enormes pasos en dirección al otro hombre. Ambos sabían que era una locura pues aún quedaban dos tiradores apuntándoles pero si se abalanzaban sobre sus adversarios al menos les pondrían las cosas difíciles: no podrían disparar sin riesgo de herir a sus compañeros. Durante un segundo pareció que lo iban a conseguir pues el individuo que
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 260. apuntaba a Jones dio un paso hacia atrás y tropezó, desequilibrándose. Su compañero intentó alejarse de la trayectoria de Michael, que se dirigía hacia él como un toro, con los ojos hinchados de furia y a una velocidad impropia de un ser humano. Sin embargo, ellos también eran profesionales. En las siguientes décimas de segundo los cuatro tiradores apretaron sus gatillos y todos dieron en sus respectivos blancos. Las balas de los dos que estaban siendo atacados impactaron en el pecho de sus víctimas, ya que aseguraron el tiro. Las que dispararon los hombres que estaban más alejados penetraron cada una en un cráneo. En menos de tres segundos había terminado todo. El líder del grupo hizo un gesto con la mano, consciente de que podían haber llamado la atención de sus perseguidos y todos se echaron al suelo, quedándose inmóviles. En ese momento se oyó un zumbido. Procedía del cuerpo de Jones. Uno de los hombres se acercó y lo registró hasta encontrar un teléfono móvil, cuya pantalla mostró a su líder. En ella se visualizaba un nombre. “Jacob” La llamada se cortó. El líder hizo una señal de silencio. Volvió a oírse el mismo zumbido. “Jacob” Permanecieron tumbados y en silencio hasta que el teléfono dejó de vibrar. Se quedaron así unos minutos más hasta que por fin el líder pudo comprobar, en la pantalla de un mini ordenador portátil, que la posición de las personas que estaban siguiendo había variado. Se estaban desplazando de nuevo. Hizo una señal a sus hombres y sin hacer el más mínimo ruido, se levantaron y siguieron andando.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 261. Tres horas después de haber acampado y seis horas después del tiroteo que había acabado con la vida de Jones y sus hombres, Jacob y Lia dormían en el mismo saco, ella con la cabeza sobre el pecho de él, fundidos en un abrazo. Los hombres con trajes negros y ajustados, casi invisibles al ser de noche, llevaban unos minutos viendo las indiscutibles marcas de calor que desprendían los cuerpos que se encontraban en el interior de la tienda, gracias a sus visores térmicos. El módulo de seguimiento GPS les había guiado hasta la posición de la tienda, que habían localizado sin dificultad alguna gracias a sus gafas de visión nocturna. También se habían asegurado de que las dos personas que buscaban estuvieran allí dentro. El visor térmico no dejaba lugar a dudas, se veía una señal de calor alargada en el suelo que podía corresponderse con dos cuerpos que estuvieran durmiendo pegados. El líder apreció leves movimientos rítmicos que podían corresponder a su vez con las respiraciones y con pequeños movimientos de la pareja. No querían dejar nada al azar. Cabía la posibilidad de que alguno estuviera despierto, por lo que el líder decidió ser prudente y rápido. Tomaron posiciones sin hablar y sin hacer el más mínimo ruido. Montaron sus pistolas con visor incorporado y silenciador y apuntaron. Los cuatro asaltantes estaban tumbados y con la respiración casi acompasada. Sólo se oía el fino rumor de la brisa nocturna. Todos estaban pendientes de los auriculares que llevaban en sus orejas. En una pausa de la brisa oyeron por fin la orden que estaban esperando, en un tono bajo pero bien claro. —¡Fuego! ¡Pop, pop, pop! Apenas se escucharon los disparos, 12 tenues pero mortíferos pop, en menos de cinco segundos. Cada uno había apuntado a una zona diferente y realizado hasta tres disparos para asegurarse. Dado que sus objetivos estaban tumbados, eran más difíciles de apuntar y
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 262. tampoco sabían dónde estaban la cabeza ni los pies. Por todo ello habían decidido rodearlos y hacer cada uno al menos tres disparos. Así, cada una de sus víctimas recibiría entre cuatro y ocho impactos, tres en lo que podía ser la cabeza y otros tres entre el pecho y el abdomen. La idea era que murieran en el acto y sin errores. Nada más disparar se quedaron quietos. El líder vio cómo una parte de uno de los dos cuerpos aún se movía. Uno de ellos debía seguir con vida. Sabía que sus hombres ya lo habrían visto pero no dispararían de nuevo hasta recibir la orden. —¡Fuego! Se oyeron varios ¡pop! de nuevo, algo más sonoros que los anteriores. Dejó de haber movimiento alguno dentro de la tienda. El líder decidió esperar unos minutos más. Si alguno de ellos seguía aún con vida era mejor esperar a que se delatara. Sin embargo, constató que los cuerpos ya no se movían ni para respirar. La lectura térmica mostró un reguero de calor en el suelo que salía de la tienda y se dirigía hacia ellos, perdiendo intensidad conforme se aproximaba. Esperó dos minutos. Tras comprobar de nuevo que los cuerpos no se movían en absoluto, se quitó el visor térmico y pasó a visión nocturna. Alzó los binoculares y apuntó a la tienda con su linterna. La encendió y enfocó el suelo. Un reguero de sangre se desparramaba desde la tienda, serpenteando entre las piedras y las matas.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 263. El líder aún esperó unos minutos más. Luego dio unas rápidas órdenes a sus hombres. Al cabo de unos instantes, habían lanzado unas cuantas pastillas para prender fuego dentro de la tienda y borrado sus propias huellas del terreno. Uno de ellos roció gasolina sobre la lona. Otro encendió una cerilla y la aplicó sobre ella. En menos de un segundo la tienda empezó a arder de forma furiosa. Esperaron a que prendiera toda la tela, que enseguida se consumió y desmoronó, cubriendo el interior con el saco de dormir y los cuerpos dentro. Todo ardió de forma inmediata bajo un calor abrasador que les atravesó sus trajes térmicos. En un rato apenas quedarán cenizas… El olor a carne, grasa y pelo quemado se esparció mezclándose con el de la sangre. Ese olor siempre había repugnado al líder, pero había ocasiones en las que era necesario soportarlo, pensó. Sólo una buena fogata retrasaría la identificación de los cuerpos y con suerte ayudaría a esconder el hecho de que habían sido asesinados. Si daban con un funcionario sobornable, nadie sabría jamás que en la posterior autopsia se habían encontrado balas en los cuerpos de las víctimas. Eso ya es trabajo de otros…, musitó. Serían dos turistas en busca de una aventura excitante que habían fallecido por una imprudencia absurda. Esperaron unos minutos más mientras el fuego terminaba de cebarse con los restos de la tienda y de los enseres que había dentro. La combustión de los diferentes productos químicos de los utensilios de la pareja empezó a generar un humo muy denso y oscuro que comenzó a mitigar las llamas, que ya no encontraban tanto combustible del que alimentarse. El olor a grasa quemada era cada vez más desagradable. El fuego se había estabilizado. El líder decidió que era momento de irse. Le hubiera gustado quedarse a examinar tranquilamente los restos de los cuerpos, pero era muy arriesgado, ya que alguien podría ver la luz de las llamas y dar la voz de alarma. Al fin y al cabo estaban demasiado cerca de la civilización y no quería
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 264. encontrarse con las fuerzas de seguridad mexicanas, ni mucho menos con los bomberos, aunque dudaba que se los cruzara de todas formas. Sí le preocupaba mucho más encontrarse con algún otro explorador que se estuviera acercando en ese momento al lugar del fuego. Ya había demasiados cadáveres en aquella zona. De nuevo hizo una serie de indicaciones a sus hombres, que comenzaron a a replegarse, guardándose mucho de borrar todas sus huellas. Tanto si acudía alguien como si no, el líder no estaba dispuesto a permitir que nadie les siguiera el rastro. Unos minutos después, por fin se alejaban de las llamas, que ya eran menores, sin hacer el más mínimo ruido. A pesar de que ya estaban a varias decenas de metros, el líder aún seguía notando ese nauseabundo olor a carne y grasa quemadas, mezclado con el de la sangre aún fresca. No se lo podría quitar de encima hasta varias horas después. Qué ganas de volver unos días a casa…, pensó.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 265. “El miedo es mi compañero más fiel, jamás me ha engañado para irse con otro” Woody Allen
Capítulo 14 Lo desconocido
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 266. Domingo, 22 de marzo de 2009. El piar de cientos de pájaros llenó el aire, que se tiñó de ese tono intenso que precede al amanecer. La temperatura era fresca y ni el hecho de compartir saco de dormir había conseguido infundir algo de calor en sus dos ocupantes. Ambos estaban cansados, frustrados y, sobre todo, muertos de miedo. A pesar de que habían podido ver cómo los individuos de negro se iban, Jacob y Lia estaban aterrorizados. Él ni siquiera sabía de dónde iban a sacar las fuerzas para seguir adelante. Tampoco sabía si ella iba a aguantar. Jacob apenas pudo contener los sollozos de Lia cuando ambos vieron, a varias decenas de metros y con la ayuda de sus gafas de visión nocturna, cómo cuatro individuos aparecían de la nada para quemar su tienda de campaña. Justo las gafas de visión nocturna eran lo que le habían dado la pista. Al guardar lo imprescindible en la mochila se había topado con ellas y un pensamiento cruzó por su mente como una apisonadora. Si él tenía unas gafas de visión nocturna, ¿por qué no iban a tenerlas sus hipotéticos seguidores? Para sorpresa de Lia, había salido de nuevo de la tienda y, tras comprobar que esta era bien visible con las gafas puestas, habían decidido que lo mejor era marcharse de allí, abandonando la tienda como señuelo. Sin embargo, el azar les había hecho un gran favor: cuando Jacob volvió a salir de la tienda, con las gafas de visión nocturna puestas, vio cómo un conejo asomaba la cabeza desde un agujero en el que no había reparado. Le comentó una súbita idea a Lia y entre los dos consiguieron localizar otra entrada a la madriguera, de forma que ella introdujo una rama y obligó a los animales a salir por donde estaba él, con su saco de dormir sobre el agujero. En unos minutos habían capturado varios conejos, que introdujeron en el interior de la tienda, dejándolos dentro del saco de dormir que habían usado para atraparlos. Cogieron lo imprescindible y echaron a andar. No habían recorrido ni cien metros cuando la intuición de Jacob de nuevo le dio un aviso e hizo que se detuvieran en seco. Indicó a Lia que se tumbara y ambos quedaron parapetados tras una roca que se interponía entre ellos y su tienda. Se quedaron inmóviles y apenas oyeron los pop de los disparos, sin saber
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 267. qué estaba ocurriendo. No se atrevieron a moverse. Supo que había dado en el clavo cuando al asomarse vio a varias figuras alrededor de la tienda donde se suponía que ellos estaban durmiendo. En ese momento, Lia le miró aterrorizada, pues su engaño era tan burdo que, nada más que lo descubrieran, sus asesinos tan sólo tendrían que seguir su rastro para asesinarlos a placer. Sin embargo, algo en los movimientos de los hombres llamó la atención de Jacob, por lo que de nuevo hizo caso a su intuición, y esperaron. Cuando vieron que prendían fuego a la tienda, por fin se tranquilizó. Si hubieran descubierto el engaño, lo lógico es que los sicarios hubieran empezado la persecución de nuevo, esta vez en dirección a ellos. No sólo no lo habían hecho, sino que además se quedaron a cerciorarse de que se quemaban los restos. Tras una espera que se les hizo agónica pudieron comprobar cómo los hombres desaparecían por el camino por el que habían llegado a la tienda. No podía creer la enorme suerte que habían tenido. Sin embargo, cuando miró a Lia se dio cuenta de que ella estaba fuera de sí, temblando y con los ojos desencajados. Él no se había atrevido a hablar por miedo a que los oyeran, así que se limitó a abrazarla y acariciarle la cara, sin recibir ninguna respuesta. Un rato después por fin dio el paso de desenrollar el saco de dormir. A duras penas logró introducir a Lia en su interior para luego meterse él, ya que iban a necesitar el calor mutuo. Le habló al oído y le dijo que intentara descansar, que ya había pasado el peligro. Ella sólo le miraba, negando con la cabeza. Tras un buen rato desconcertada, consiguió articular una frase. —Iban a por nosotros… Él había asentido con la cabeza y la había abrazado, pero ella no reaccionaba. Agotada, por fin se quedó dormida tras un rato que a él se le hizo eterno. La contempló sin apenas poder verla e intentó cerrar los ojos para dormir, aunque tenía claro que esa noche no iba a poder conseguirlo. La llegada de la madrugada le sorprendió. Calculó que debía de haber dormido algo más de una hora.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 268. Al notar movimiento, Lia abrió los ojos de par en par. —¿¡Qué…!? —Tranquila —dijo él, en un susurro—. Se han ido, por fin estamos a salvo. Tenemos que seguir para salir de aquí. Ella lo miró, y, para su sorpresa, asintió con la cabeza. —De acuerdo, no tenemos otra opción. Está claro que esa gente nos ha podido seguir sin dificultad y que ya no contamos con Jones ni con la protección de nadie. Si buscamos ayuda de forma abierta, ¿quién nos garantiza que no van a aparecer otra vez? Se sintió aliviado de volver a ver a la Lia de siempre, racional. —Me alegro de que estés mejor —le dijo —No Jacob, no estoy mejor en absoluto —respondió ella—, sólo busco la manera de que podamos salir de esta locura. Y lo único en lo que estoy de acuerdo contigo es en tu absurda teoría de que si obtenemos alguna respuesta podamos protegernos con la información. Pero si piensas que estoy bien, es que no me conoces aún. Estoy al borde de la histeria y he perdido toda la confianza no sólo en ti sino en mí misma. Y te aseguro que si cuando lleguemos al sitio que dice tu amigo el pirado ese no hay nada, seré la primera que trataré de que te encierren en un psiquiátrico de por vida. Eso si salimos vivos de aquí y nadie nos mata antes, claro, que es algo que dudo… Él se quedó mirándola, pensativo, sin notar nada especial por parte de su renovada capacidad de intuición. Lo peor es que lleva razón. Se dio cuenta de que lo que necesitaban eran respuestas. Que sólo obtendrían si conseguían llegar al origen de ese asunto. El sitio donde Milas había desencadenado los acontecimientos que les habían llevado hasta allí.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 269. Una hora después caminaban de nuevo con paso firme. Habían comido un par de barras energéticas y bebido abundante agua. Eso, junto con el aumento de la temperatura y la presencia de la luz diurna había logrado que vieran las cosas desde una perspectiva un poco más optimista. También había contribuido el hecho de que, a pesar de haber perdido el teléfono modem que les había proporcionado Alejandro en su huida de la tienda de campaña, Jacob había constatado que su iPhone se conectaba sin problemas a la red de datos mexicana, de forma que podía utilizarlo para descargar archivos, conectarse a Internet y sobre todo, usar el GPS integrado para orientarse. Con esa inestimable ayuda por fin estaban aproximándose al punto de destino. Tras un rato sin abrir la boca, se atrevió a hablarle de nuevo a Lia. —¿Mejor? —Preguntó. Ella le miró, resignada. Ya estaba temiendo que iba a oír un nuevo reproche, cuando ella asintió con la cabeza. —Lo siento —dijo él—. Te aseguro que no quería que ocurriera nada de todo esto. Ni siquiera sé por qué nos está pasando. Sé que lo lógico es que fuéramos en busca de ayuda, pero sabes que si lo hacemos sin una cobertura, no nos va a servir de nada. —Ya lo sé —le respondió ella, cansada—, y ya te he dicho que comparto tu opinión pero estoy asustada y muerta de miedo. Sigo andando porque ese miedo me empuja, pero es algo que no me va a durar mucho tiempo. Sólo quiero que esto acabe e irme a casa de mis padres una temporada, ¿eres capaz de entenderlo? Él también deseaba que terminase esa historia, pero para hacer un largo viaje con ella en el que ambos pudieran disfrutar de un tiempo de descanso… y del placer de la mutua compañía. Así que las palabras de Lia le robaron parte de esa cada vez más vaga esperanza. En ese momento vieron lo que parecía una elevación del suelo. Al acercarse pudieron constatar que se trataba de una roca de unos dos metros de altura que sobresalía de la tierra con una curiosa forma trapezoide, como si fuera una cabaña a medio enterrar.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 270. Consultó su portátil y por fin anunció. —Es aquí. Lia se detuvo y echó un vistazo. Desde luego aquello no tenía nada de especial ni se veía ningún acceso por ninguna parte. Pero dado que era una roca muy ancha y que estaba cubierta de vegetación, musgo y ramas caídas, era obvio que iban a tener que investigar un poco más. —Si los archivos de Milas son correctos, por aquí debe haber algo, — dijo ella —; así que busquemos. Empezaron a rodear la enorme roca, cada uno por un lado. Al separarse, ambos sintieron al mismo tiempo y de modo muy intenso la sensación de peligro que les rodeaba. Se dieron cuenta, por separado, de que era algo absurdo, ya que estaban a menos de diez metros el uno del otro, pero sentirse solos les hizo encontrarse más incómodos. Al cabo de unos minutos volvieron a reunirse al otro lado, para alivio mutuo. Sin embargo, no habían hallado nada de interés. —¿Y si no es aquí? —preguntó ella. —Tiene que ser. Probemos a mirar de nuevo, los dos juntos. No me ha gustado dejar de verte… Ella sonrió de forma leve. Dieron otra vuelta y esta vez probaron a palpar e incluso empujar todos los recovecos, por si acaso. Apartaron plantas y golpearon alguna zona que les pareció más llamativa, sin resultado. Llegaron de nuevo al punto de partida. Jacob miró la roca pensativo. —Tiene que haber algo, los archivos de Milas no dejan lugar a dudas. —¿Y si marcó el sitio mal a propósito? ¿Y si usó una clave para despistar? —dijo ella. —¿Milas? No lo creo —contestó él razonando—, piensa que tenía todo a buen recaudo en un ordenador con clave que no conectaba a Internet. Nadie sabía quién era él, ni los viajes que había hecho, y dudo que tampoco tuviera planeado volver aquí, pero sí el vender la información. Milas investigaba y se movía en aguas turbias, pero no era un espía. No creo que fuera un hombre de engaños, la verdad, sino de acción. Admito que yo sí alteraría la información, pero no creo que él lo hiciera. —Pues entonces nos hemos equivocado…
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 271. —…O no estamos enfocando el problema con la perspectiva adecuada —dijo él, mirando hacia arriba. —¿Qué? —dijo ella, girándose hacia él. Entonces se dio cuenta: no habían mirado la parte superior de la roca. Cuando se dio la vuelta hacia su compañero, este ya le estaba tendiendo las manos entrelazadas a modo de soporte, para que se subiera sobre ellas. —¿Dispuesta a ver el problema desde un nuevo punto de vista? — Preguntó, sonriendo. Ella no pudo evitar sonreír también. Jacob sintió un escalofrío que le recorrió la espalda al ver la sonrisa de Lia. Algo en su interior le dijo que no iba a volver a verla sonreír de nuevo.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 272. —¿Ves algo? —Preguntó, sin levantar la voz. —No lo sé, mejor sube tú también —respondió ella. Con la ayuda de Lia, que tiró de él con una mano mientras con la otra se agarraba como podía a unas briznas de hierba que salían de la roca, consiguió encaramarse a la parte superior de la roca. En el intento se dio cuenta de que no estaba tan en forma como pensaba y se golpeó la rodilla derecha, bruscamente. También influyó que ambos estaban agotados, algo preocupante pues la fatiga aumentaba la probabilidad de cometer errores absurdos, según recordó Jacob. Intentó desechar esa idea para concentrarse en lo que estaban buscando. Echó un rápido vistazo a la parte superior de la roca, que mostraba una superficie irregular plagada de hierbas y arbustos. Casi al mismo tiempo que Lia, se fijó en unos que estaban situados en el centro. Ambos se miraron y se acercaron a ese punto. Sacó de su mochila una gruesa navaja, con ayuda de la cual empezó a cortar los puñados de hierba que iba cogiendo. —Tranquilo, te vas a cortar un dedo —le interrumpió ella poniéndole una mano en su hombro. Fatigado, comprendió que llevaba razón. Miró a su compañera con gesto cansado, tomó aire y contó hasta diez, una técnica que siempre le había ayudado mucho. Durante la cuenta se prometió a sí mismo no volver a acelerarse. Una vez más se recordó que si se rompía una pierna o se amputaba un dedo tendrían que salir de allí a toda pastilla. —Llevas razón, no sé por qué me he puesto tan nervioso al llegar aquí. Supongo que estoy agotado y quiero saber si hay algo de cierto en todo esto. Debe ser el hecho de haber pensado que si aquí no hay nada que nos acerque a nuestro objetivo estaremos en una posición muy poco ventajosa. De una u otra forma, esto es el final… Ella lo miró con gesto preocupado, pero antes de contestarle miró el suelo y sus ojos se abrieron de par en par. Él intuyó que había visto algo, así que se giró, buscándolo. Oculto por un puñado de briznas de hierbas vislumbró un dibujo en el
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 273. suelo: impreciso, irregular y muy erosionado por el paso del tiempo. Aunque había sido protegido por la vegetación que lo cubría, se veía el dibujo de un guerrero maya subido en lo que tenía toda la pinta de ser una nave espacial. Los dos se miraron y él vio de nuevo tensión en el rostro de ella, que se estaba mordiendo los labios de la emoción. El neurólogo sonrió otra vez, mientras notaba su propio pulso acelerado. Con rápidos pero certeros gestos cortó lo que quedaba de la hierba. Una vez cercenada, por fin vio el dibujo en su plenitud. —Es maravilloso… —dijo sin poder resistir una embargante emoción que le subía por la garganta. —¿Y qué significa? —No lo sé, pero está claro que esconde algo —dijo él, mientras probaba a empujar la roca. Como no tuvo efecto, buscó alrededor del dibujo para ver si había marcas de un contorno o de algo que indicara que ahí había una puerta o trampilla. Tampoco. —¿Crees que se puede abrir?, ¿que es una especie de acceso al interior? —preguntó ella. —Algo me dice que sí... y debe haber alguna forma de conseguir que se abra —respondió él, mientras contemplaba la figura con detenimiento. No era ni mucho menos tan detallada como el grabado de la tumba de Pacal el Grande, pero estaba bien hecha. Pasó las manos por la superficie del dibujo, grabado en la roca, y empezó a recorrerlo con la punta del dedo índice. Al hacerlo notó un cierto calor que le recorrió la espalda. Al separar el dedo, la sensación desapareció. Miró a Lia, que le observaba apremiante. Abrió la boca para decirle algo, pero antes de pronunciar palabra, se acercó de nuevo al grabado y empezó a recorrerlo con su dedo. Sorprendido, se dio cuenta de que podía seguir todo el dibujo sin levantar el dedo, algo que recordó haber leído en uno de los emails de su amigo el pirata que era muy típico de las famosas figuras de Nazca, esas que sólo podían ser vistas desde el cielo. Notó cómo la sensación de calor se hacía muy agradable y le recorría todo
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 274. el cuerpo. Oyó un ruido sordo, como de metal golpeando contra piedra, profundo y lejano. Miró el dibujo y se dio cuenta de que lo había recorrido entero, volviendo al punto de partida: los ojos del supuesto astronauta maya. En ese momento tuvo que dar un respingo hacia atrás cuando la roca empezó a desplazarse hacia abajo para, de forma muy lenta, abrirse como una compuerta. Una compuerta que mostraba un agujero de poco menos de un metro de diámetro, muy oscuro. Y lo que a todas luces era una especie de escala esculpida en la mismísima roca.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 275. Tardaron nada menos que casi 15 minutos en descender. Al principio fueron muy lentos, por el miedo a resbalar y caerse. Jacob, que iba delante, miraba hacia abajo de forma continua con la linterna. Lia, más arriba, permanecía atenta por si a él le pasaba algo. Maldito vértigo… Por si acaso le había dejado su teléfono a ella. Si él caía, Lia subiría a la superficie para llamar pidiendo ayuda. Puede que así tuvieran pocas opciones de salir vivos de México, pero si se quedaba herido allí abajo, él desde luego no tendría ninguna. Por fortuna, el descenso no escondía ninguna sorpresa. Poco a poco ganaron velocidad y alcanzaron la base sin más inconvenientes que el cansancio y la dificultad para respirar un aire que había estado encerrado durante mucho tiempo. Lia le devolvió a Jacob su móvil con gesto socarrón. —Toma tu preciado iPhone, si se estropea no quiero que me culpes a mí. Él la miró, sorprendido de que aún tuviera ánimos para hacer comentarios de esos tan suyos. Cogió su teléfono y por prudencia comprobó su estado. Extrañado, se dio cuenta de que tenía cobertura. Miró extrañado hacia arriba. Debían de haber bajado al menos 20 ó 30 metros y, sin embargo, tenía cobertura. Estaba claro que algo en esa roca hacía de conductor. Ya le había parecido extraño el hecho de tener cobertura en pleno bosque. Encogiéndose de hombros introdujo de nuevo el teléfono en el bolsillo más profundo de su gruesa cazadora, donde más protegido iba de los golpes. A pesar del calor esa cazadora le había venido muy bien para resguardarse del frío de la noche, las ramas de los árboles y arbustos y de las afiladas aristas de la roca durante el último descenso. Enfocó con su linterna hacia los lados, pero fue Lia la que encontró el camino. —Por allí —dijo, señalando con su haz de luz. Este mostraba un pasillo de unos dos metros de altura y otro de anchura, suficiente para que ambos pudieran caminar en fila.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 276. —Iré delante un par de metros. Si me pasa algo, ya sabes… —le dijo. —De acuerdo —dijo ella—, pero creo que podríamos usar las gafas de visión nocturna, ¿no crees? La miró, sorprendido por haber olvidado algo tan evidente. Con gesto paciente sacó las gafas de la mochila y se las puso, mientras ella hacía lo mismo. Comenzaron a caminar con paso prudente, y al igual que les había pasado antes con la escala, terminaron acelerando bastante. En todo el trayecto la imagen era igual de monótona, sólo vislumbraron las paredes de roca, cada vez más húmedas, como pudieron constatar a través del tacto. Parecían caminar en horizontal con una suave pendiente hacia abajo. Al cabo de unos minutos por fin atisbaron una especie de agujero por donde parecía asomar algo de brillo. Jacob primero hizo un gesto para que se detuvieran. Tras agacharse e incluso mirar sin las gafas y ver que sin ellas el agujero apenas se veía, decidió que podían seguir avanzando. Sintió cómo su pulso se aceleraba al aproximarse a la abertura, por lo que fueron reduciendo el paso conforme se acercaban. Alcanzó el borde. Se había aproximado a la pared de la roca. Lia había hecho lo mismo, casi pegada a él. No oían ni veían nada, pero el aparente brillo despertaba preocupación en los dos médicos. Por fin reunió el valor suficiente y asomó la cabeza de forma fugaz. Lo que vio no tenía demasiado sentido. Una enorme sala, con mayor brillo que en el camino que habían recorrido, y una superficie lisa al fondo. Se asomó de nuevo, pero no logró distinguir bien lo que veía. Parecía inofensiva, por lo que al final decidió cruzar el umbral de la sala. Lia le siguió. Ambos estuvieron unos segundos contemplando la extraña imagen, que no lograban asimilar del todo, ya que era muy difusa. Por fin Jacob se dio cuenta de que si con las gafas de visión nocturna no veía bien era porque ya no las necesitaba. Con cierto temor, procedió a levantarlas, para poder ver con sus propios ojos. Ante sí se abría una enorme cueva de aspecto natural, semicircular y de unos 20 metros de ancho. En el centro, ocupando los dos tercios interiores,
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 277. había un lago, donde de alguna forma brillaba una luz azulada que iluminaba de forma tenue casi toda la estancia, salvo su parte más superior, que se veía oscura. En el lado opuesto al que se encontraban ellos, vio algo que nunca hubiera pensado que un hombre contemplaría jamás. Percibió, de reojo, cómo Lia se quitaba sus gafas y abría la boca, pero sin poder gritar. Delante de ellos había una enorme masa metálica, ovalada y pulida de enormes dimensiones, enclavada en la roca y sumergida en su mayor parte en el agua en posición inclinada, con la parte más elevada apuntando hacia ellos. Una masa cuyo tamaño era imposible de calcular, al ser sólo parcialmente visible. Una masa que debía llevar al menos más de mil años enterrada en esa cueva, si los datos que Owl le había aportado eran correctos. Una masa que correspondía a alguna especie de artefacto muy avanzado desde el punto de vista tecnológico. Un artefacto que era muy obvio que el hombre no había construido.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 278. Durante unos instantes que se le hicieron eternos, Jacob fue incapaz de hablar, moverse o incluso pensar. Sólo pudo ser un mero espectador de los miles de pensamientos e ideas que cruzaron por su mente de forma descontrolada. De forma súbita, se le vinieron a la cabeza los cientos de pesadillas y sueños en los que había huido de seres que arrasaban el planeta. Un planeta indefenso y a merced de una especie superior cuyo único fin era apropiarse de él, exterminando a los estúpidos y atrasados seres que lo poblaban. Por alguna extraña razón, esas imágenes se mezclaron con las de los colonos españoles, arrasando las tierras de México y el resto de países colindantes cientos de años atrás. Una civilización en teoría “superior” devorando y aniquilando a otra a la que consideraban “inferior” y de la que menospreciaban todo lo relacionado con su cultura, sus creencias o su forma de ver el mundo. Una civilización que llegaba de la nada y que se quedaba con todo. Una civilización que arrancaba de raíz los sueños, los deseos y la esperanza de la otra. Fragmentos de su vida, recuerdos, películas, canciones e incluso vivencias con sus amigos o sus antiguas parejas pasaron casi a la velocidad de la luz por sus retinas. Casi cualquier sueño, recuerdo, imagen, pensamiento o conversación que había tenido a lo largo de su vida relacionado con la posibilidad de vida extraterrestre fue rescatado por su cerebro de manera casi instantánea. Era lo más parecido a esa famosa sensación de ver pasar la vida por delante de los ojos, pero de forma limitada a todo lo que hubiera estado relacionado con la posibilidad de un encuentro con seres de otro mundo. Estaba maravillado de lo que estaba viendo, pero aún más de lo que estaba reviviendo en el interior de su cerebro. Casi podía reírse de la capacidad de proceso del chip. Su cerebro ahora sí que procesaba rápido. Se dio cuenta de que se estaba dejando llevar por la euforia. Haciendo un descomunal esfuerzo por dejar de mirar el impresionante descubrimiento, por fin se giró hacia Lia, que había pasado de forma
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 279. sorprendente a un momentáneo segundo plano para él… Durante esos instantes había sido incapaz de pensar en nada que no fueran sus recuerdos y se había olvidado del momento presente. Sacudió su cabeza y dio un paso hacia ella. —¿Estás bien? —le dijo, casi susurrándole al oído. Ella parpadeó unas cuantas veces y con evidente esfuerzo consiguió por fin apartar la vista del inmenso y pulido objeto de metal. Le miró con sus ojos, inmensamente azules por el reflejo del agua, pero también humedecidos por las lágrimas. Era evidente que, por muy firme que intentara parecer, estaba sufriendo. —Tranquila, si fuera peligroso ya lo sabríamos. Debe tener mucho más de mil años y parece evidente que debió estrellarse, por la posición que tiene. Estoy seguro de que sus ocupantes debieron morir; o, si sobrevivieron, convivieron con el pueblo maya de alguna forma, como parece deducirse de sus relatos. Esto explicaría sus sorprendentes conocimientos, los grabados de la superficie de Nazca e incluso las leyendas sobre hombres venidos del cielo. Ella le miró, sollozando y casi sin hacer ruido por miedo a ser oída. Tras unos minutos, por fin empezó a calmarse, por lo que él aprovechó para cogerla de los hombros y explicarle algo en lo que acababa de caer. —Escúchame, ya estamos salvados, por si no te habías dado cuenta. Ella le miró con los ojos muy abiertos, casi interrogantes. Él siguió hablando, intentando terminar de tranquilizarla. —Es muy posible que eso que tenemos delante, sea lo que sea, pruebe que existe la vida extraterrestre. O bien que hubo una civilización muy superior a nosotros en este planeta, da igual. Pero lo que es cierto es que si esto no lo ha construido el hombre, estamos ante el mayor descubrimiento de la Humanidad… ¡De toda la Historia! Y estoy seguro de que es esto lo que nuestros perseguidores van buscando. Algo que por algún motivo Milas prefirió callar… Ella asintió intentando contener las lágrimas, que empezaban a resbalar por sus sucias mejillas. —Voy a hacer unas cuantas fotos de esto con el móvil, que adjuntaré a los archivos que ya tenemos. Eso será nuestro salvoconducto.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 280. Se sobresaltó al oir la voz de Lia, quebrada y temblorosa, en susurros. —¿Cómo puedes estar tan seguro de que esto es nuestro salvavidas? —Porque si la gente que nos persigue conoce de su existencia y lo que no quiere es que salga a la luz, lo mejor que podemos hacer es proclamarlo a los cuatro vientos. Si conseguimos que todo el planeta sepa que está aquí, ya dará igual que vivamos o no. Los que quieren ocultar esto tendrán cosas más importantes en las que pensar que en nosotros. —¡Me parece una de las ideas más idiotas que he oído nunca! ¿Ese es tu plan para proteger nuestras vidas? —¿Y qué quieres que hagamos? —respondió él, también susurrando —, ¿que pongamos un anuncio en el periódico para quedar con nuestros perseguidores en un café y allí negociemos nuestras vidas a cambio de nuestro silencio? Lia miró al suelo, resignada. —Lo siento, pero es que esto es tan absurdo que ninguna opción me parece buena… Sí, supongo que podría funcionar. —Tranquila, confía en mí. Por supuesto que funcionará. Cuando salgamos de aquí estaremos a salvo. Acto seguido, con movimientos lentos pero seguros, sacó su iPhone y comenzó a hacer fotos a la superficie desde todos los ángulos posibles. Con varios toques rápidos de la pantalla agregó las imágenes al programa de su amigo Owl y finalmente bloqueó de nuevo el teléfono. No quería quedarse sin batería en ese momento. —¡Busquemos una entrada! —¿Qué? —preguntó ella—, ¿es que no tienes ya lo que quieres? Él la cogió de nuevo por los hombros y se acercó mucho para poder hablarle en un tono de voz muy bajo. —Sí, ya tengo lo que quiero: ya estamos salvados. En cuanto salgamos de esta cueva enviaré todos esos archivos y seremos libres. Hizo una pausa en la que ella le miró con esos ojos tan cautivadores. Por primera vez en mucho tiempo, él apenas se fijó en ellos. —Pero hemos de llegar al fondo de todo esto: cabe la posibilidad de
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 281. que a pesar de las fotos no nos crean, podrían decir que es un montaje más de los miles que hay en Internet. Si conseguimos entrar ahí dentro, tendremos mucha más información y pruebas para cubrirnos las espaldas. De hecho, me juego el cuello a que Milas encontró los chips dentro, así que, si él pudo entrar, nosotros deberíamos poder hacerlo también… —¿Para que tú satisfagas tu ego para el resto de tu vida? —respondió ella, casi suplicando. —De acuerdo, cabe la posibilidad de que podamos ver algo que a lo mejor ningún hombre ha visto jamás… ¿Es eso tan malo? —¡No es malo para ti, pero para mi salud mental sí! —Por favor… no me dejes solo. Ella le miró durante unos instantes y vio algo que no era habitual en él, una mirada febril y triste a la vez, que no le había visto antes. Por fin se dio cuenta de lo que era. Le estaba suplicando. Sintiendo cómo las lágrimas ascendían de nuevo empujando por salir, no pudo resistirse y asintió con la cabeza. Esta vez el que sintió ganas de llorar de agradecimiento fue Jacob. A la vez que una figura comenzó a descender por la entrada de la roca que ellos mismos habían abierto un rato antes.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 282. —¡Jacob, mira aquí! Se habían separado para examinar de cerca la superficie del inmenso objeto al que ambos ya habían bautizado como la nave, dada su forma ovalada, que recordaba de manera muy vaga a la de los platillos voladores de las películas de ciencia ficción clásicas. Aunque también era cierto que lo que veían era sólo una pequeña parte, por lo que tampoco podían estar seguros del todo de la forma que tendría. Al aproximarse a ella habían visto que su pulido aspecto no lo era tanto. De cerca, la textura del metal parecía mate, como la del aluminio anodizado. Además estaba cubierta de una inmensidad de marcas superficiales: finas y muy largas líneas que se entrecruzaban en múltiples direcciones generando un tenue pero atractivo diseño. Jacob dedujo que esas marcas sin duda debían tener alguna utilidad: mejorar la conductividad de algún tipo de energía, disminuir el rozamiento del aire de las atmósferas con las que hubiera estado en contacto o incluso aprovechar la energía que emitían los cuerpos celestes, como la del Sol, por ejemplo. Dudaba que su función fuera estética. Lo que estaba claro era que sólo contemplar ese bello dibujo, de un color gris algo más oscuro que el resto de la superficie, imponía un enorme respeto. Los secretos que contenía ese artefacto iban a cambiar la historia del hombre, pensó. Notó cómo el corazón se le aceleraba con ese pensamiento. Alcanzó a Lia, que miraba un punto de la superficie de la nave donde confluían varias de esas líneas y sobre el que se superponía un dibujo en forma de espiral. Si uno daba un paso hacia atrás se podía intuir el tenue dibujo de una especie de rectángulo, de unos tres metros de largo por uno de ancho, que rodeaba dicha zona. —¿Una especie de acceso? —Preguntó ella —O una coincidencia —contestó él, sin apartar la vista—. Nuestra idea de puerta no tiene por qué ser la misma que la de ellos. Ni siquiera sabemos si necesitan puertas… —terminó la frase sonriendo, pero ella no mostró la más mínima señal de diversión. Aún no habían tocado la superficie, por temor a que fuera peligrosa, y Jacob terminó de decidirse. Siguiendo un impulso, acercó la mano, puso el
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 283. dedo sobre el borde más lejano de la espiral, y lo desplazó hacia dentro. Al hacerlo sintió la misma sensación de calor que había notado al abrir la roca. Sin embargo, no ocurrió nada. Se quedó unos segundos pensativo y puso de nuevo el dedo, solo que esta vez en el interior de la espiral y la recorrió hacia fuera. Esta vez el calor fue más intenso, o al menos eso le pareció. Los dos dieron un respingo cuando oyeron un suave siseo y el rectángulo de tres metros desapareció hacia un lado, rápido y en silencio. Se había abierto. Jacob no lo dudó un instante, y a pesar de que la nave estaba muy inclinada, apoyó un pie dentro. Apoyándose en el borde, por fin pudo entrar. Se quedó maravillado. Había un tenue resplandor de luz oscura, casi negra, que apenas iluminaba algunas marcas azules del techo que también parecían emitir un leve brillo. A medida que sus pupilas se fueron dilatando para adaptarse, pudo darse cuenta de que todo parecía hecho de una especie de polímero de plástico muy recio, pero con cierta textura gomosa. Incluso el suelo parecía mullido y cómodo, a pesar de que la inclinación de la nave le impedía apoyarse de manera firme. La estancia no era muy grande, y un poco más adelante vio lo que parecía otra puerta. Esto debía ser una especie de cámara de descompresión, adaptación o algo parecido… puede que incluso desinfección. Lo que fuera que de verdad estaban buscando debía estar detrás de esa puerta. Fue a dar un paso adelante y se acordó de Lia. Se giró y la vio, mirándole con gesto preocupado. —No pasa nada, ven si quieres, es impresionante. Ella empezó a negar con la cabeza, pero Jacob le tendió la mano y aceptó. De un salto, mucho más ágil que el suyo, se encaramó al interior de la estancia. Maravillada, contempló la extraña negrura y las tenues luces azules del techo. A diferencia de él, no se atrevió a tocar nada. Jacob avanzó despacio y, sin dificultad, encontró de nuevo una zona
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 284. donde hacer un rápido dibujo con su dedo índice. Con otro siseo, la puerta exterior se cerró. Lia dio un grito apagado. —Tranquila, debe ser un mecanismo de seguridad. Estoy seguro de que podremos volver a abrir esa compuerta sin problema —dijo él, intentando aparentar seguridad. Por algún extraño motivo, a cada instante que pasaba se sentía más en paz con todo lo que le rodeaba. Estaba delante del mayor descubrimiento de la Humanidad y ya no sentía el más mínimo atisbo de tensión o nerviosismo. Se sentía… cómodo, algo que era evidente que no le ocurría a ella, que no paraba de mirarlo todo, con gesto preocupado. La puerta daba a una especie de pasillo, en un tono gris que recordaba mucho más a la superficie exterior de la nave. De nuevo, múltiples líneas recorrían todo, incluido el suelo, que a pesar de tener un aspecto también pulido, no resbalaba en absoluto. Eso les vino de perlas para mantener el equilibrio. Alcanzaron el otro extremo, donde Jacob no tuvo dificultad en volver a activar la puerta para que se abriera, previo cierre de la que acababan de atravesar. Al asomarse, no pudo evitar mostrar una impresionante sonrisa.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 285. El neurólogo dio un paso adelante, musitando para sí aquella frase de “un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad”, pronunciada 40 años antes. Y cruzó al interior de la enorme sala que había al otro lado de la puerta, sintiendo una agradable sensación de hormigueo en su estómago. Cada vez se encontraba más cómodo. La luz era muy tenue, casi oscura, pero dejaba vislumbrar multitud de superficies lisas que se asemejaban a lo que parecía ser una especie de centro de control. A su izquierda vio una gran estructura que iba del suelo al techo, toda del pulido metal, con una serie de salientes que podían hacer las veces de mesas o de consolas, pero en las que, desde luego no se veía el más mínimo atisbo de pantallas, teclados o dispositivos similares. Delante de él había un espacio central más o menos vacío y a la derecha vislumbró de nuevo unas estructuras gemelas a las de su izquierda. En el techo, de color negro al igual que el suelo, se veían las luces azules casi negras, que habían encontrado a la entrada de la nave. Estas originaban un suave resplandor azulado que iluminaba toda la estancia, y de vez en cuando le parecía intuir un fugaz haz de luz que se desplazaba, de forma muy veloz, por alguna de las muchas líneas que surcaban toda la superficie del metal. Contempló todo con la boca abierta y apenas reaccionó cuando Lia pasó por su lado. —Esto es increíble —dijo ella, cogiéndole el brazo como si buscara protección. —Es mucho más que eso, ¿te has dado cuenta de que todo esto está aún funcionando? Para su sorpresa, ella se acercó a la estructura de la izquierda. —¿No decías que no debíamos ni entrar? Pues no creo que debas tocar… Sin darle tiempo a terminar, Lia estiró la mano y la pasó por la superficie de la estructura. Él contuvo la respiración, pero no ocurrió nada. Ella le miró desafiante. —¿Querías probar, no? Te acabo de ahorrar el enorme sufrimiento
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 286. moral de tener que decidir si lo tocábamos o no y la posterior charla para convencerme... Él frunció el ceño mientras la miraba sorprendido. No le gustaba que le conociera tan bien, y es que era eso lo que seguro hubiera ocurrido si ella no se hubiera acercado a la estructura de forma tan decidida. Dio un paso y se puso a su lado. Estiró la mano y la pasó por la superficie de la estructura, notando ese ligero calor que ya había percibido antes. Localizó una de las líneas que la recorrían y siguió su trayectoria con el dedo índice. En ese momento, un suave zumbido emergió de todas partes a la vez y sintió cómo se elevaba del suelo, primero de forma brusca y unas décimas de segundo después, mucho más lentamente, como si lo que fuera que lo estaba levantando se hubiera adaptado a su peso. En menos de dos segundos se encontró semisentado, flotando en el aire, sintiendo un agradable colchón bajo su cuerpo. Miró a Lia y vio que ella le miraba con los ojos muy abiertos. Atisbó debajo suyo… y comprobó que no había nada. Pasó la mano y tampoco palpó nada, salvo un aire un poco más cálido. Ni siquiera notó una mínima corriente o fuerza que explicara que se encontrara a un metro del suelo. Sorprendido, se giró de nuevo hacia arriba. Entonces se dio cuenta de lo más importante: toda la superficie de metal que estaba delante de él se encontraba en ese momento atravesada por numerosos haces de luz que recorrían sus múltiples líneas en una explosión de finos y fugaces hilos multicolores que la recorrían de lado a lado. Pero lo más sorprendente eran las decenas de pantallas holográficas, de diferentes formas tridimensionales, que se habían iluminado y que mostraban cientos de signos, gráficos e imágenes de todo tipo, incomprensibles para él. Estuvo tentado de acercar una mano para tocar alguna de ellas, pero detuvo el impulso. Si, por ejemplo, provocaba que la nave se moviera, ésta podría partirse en dos, dado que gran parte estaba enterrada en roca viva. En el mejor de los casos, la dañaría de forma irreversible, por lo que la Humanidad se perdería gran parte de los secretos que esta albergaba. Entonces se dio cuenta de lo equivocado que había estado hasta ese momento sobre el descubrimiento de la nave.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 287. ¿Qué pasaría si se produjera un fenómeno de aculturización entre nuestra civilización y la que ha construido esta tecnología? El fenómeno de la aculturización consistía en el proceso de recepción de una cultura ajena y la adaptación a ella. En ese momento, él estaba en el interior de una de las creaciones más maravillosas de una cultura muy lejana y muy ajena a cualquiera de las que jamás habían existido en la Tierra. Sin embargo, la historia había demostrado que muchos de los fenómenos de aculturización no solían funcionar bien. Recordó que una civilización atraviesa determinadas etapas de progreso a un ritmo que viene marcado por el desarrollo intelectual de sus integrantes y por el entorno que les rodea. Estos integrantes adquieren dicho progreso, con el tiempo lo asimilan y aprenden de sus errores antes de dar un nuevo paso en su desarrollo. Sin embargo, cuando una civilización avanzada entraba en contacto con la que no lo estaba tanto, se producía una rápida cesión de tecnología, a la menos desarrollada. Dicha civilización pasaba a tener una tecnología cuyos riesgos no conocía, y que no le había costado esfuerzo adquirir. El precio que solían pagar por estos avances, ya fabricados, eran sus recursos naturales y su mano de obra, que expoliaba la civilización más avanzada, en su beneficio. De esta forma, la civilización atrasada pasaba, por ejemplo, de vivir en chozas a manejar metralletas y combatir en guerras, lo que suponía una brutal rotura de su equilibrio natural y solía terminar en desastre. Si eso ocurre entre poblaciones de un mismo continente ¿Qué pasaría con algo… así? Se dio cuenta del peligro que podía suponer que esa tecnología cayera en manos de un solo país. Si ese país se aprovechara de todo ese potencial, pasaría a ser el mayor y único dominador de todo el planeta. Entonces comprendió el hallazgo de Milas. ¡Sacó el chip, pero se calló el resto! Su mente viajó como una centella a un pensamiento que estaba escondido, pero que de alguna forma hilvanó con lo que en ese momento ocupaba su mente.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 288. El chip, su hallazgo por parte de Milas, el chivatazo de Jules sobre azabache, Jules y el chip… El proyecto de Jules era mucho más ambicioso que el de Stephen; “Aplicaciones en tres dimensiones”, le había dicho Jules; ”Cientos de paquetes hechos a medida”, había añadido… ¿Y por qué no aplicaciones militares? Si las metralletas en manos de tribus africanas que no cuentan ni con agua ya son peligrosas… ¿Qué podría ocurrir si todo esto cayera en nuestras manos?, pensó Jacob. Se dio cuenta de que si el chip ya era peligroso, en posesión de alguien con la mente privilegiada y los pocos escrúpulos de Jules, entonces lo que había en aquella nave… ¡Podría destruir al hombre, por culpa de él mismo! Se dio cuenta de que por suerte Milas había escondido su hallazgo sólo por miedo a ser perseguido, no por los riesgos que conllevaba su difusión. La prueba es que el imprudente decidió llevarse los tres chips y hacer negocio con ellos. Cuántas vidas perdidas por un “negocio”… ¡Estúpido idiota, podías haberte quedado en casa! Decidió hacer algo útil: sacó su iPhone y empezó a hacer fotos por docenas. En unos cuantos rápidos movimientos las agregó al programa de Owl y guardó de nuevo el teléfono. Ahora ya tenía protección para el resto de su vida. Pensó que era el momento de irse de allí y ver si iban a ser capaces de poder salir de esa aberración para la Humanidad. A pesar de lo que le había dicho a Lia, no tenía del todo claro que salir fuera a ser tan fácil como lo había sido el poder entrar. Buscó a su amiga con la mirada, pero lo que vio le dejó paralizado. Ella estaba observando, aterrorizada, la puerta por donde ellos habían entrado. Cuando se giró hacia donde ella miraba, perpleja, notó cómo el corazón le daba un vuelco. Bajo el marco se dibujaba una silueta.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 289. “Cualquiera puede dominar el sufrimiento… excepto el que lo siente.” William Shakespeare
Capítulo 15 Pérdida
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 290. Lunes, 23 de marzo de 2009. Bajó del colchón de ingravidez con un rápido gesto que obedeció a la más pura intuición. En el momento en que puso sus pies en el suelo y pudo recuperar el equilibrio, dio un par de pasos en dirección a Lia. Fuera lo que fuese que iba a entrar en esa estancia no quería que terminara con el escaso equilibrio mental que aún le quedaba a la mujer que él más deseaba. Con los músculos tensos, por fin vio cómo la silueta terminaba de cruzar el umbral de la sala donde estaban. Por la forma y los movimientos se dio cuenta de que debía ser humana. Esta nave lleva enterrada miles de años. Es un milagro tecnológico que aún tenga energía para funcionar. No puede haber nadie vivo. Tiene que ser humano… La silueta comenzó a iluminarse, y Jacob sólo pudo exclamar una palabra. —¡Jules! Iluminado de forma tenue, su antiguo compañero de juergas universitarias acababa de entrar en el interior de la sala. Su habitual aspecto pálido se atenuó gracias al oscuro tono de luz azulada que incidía en él. Aún así parecía tan fuera de lugar en ese sitio como ellos. Al ver lo que Jules llevaba en la mano reaccionó dando un paso, acercándose aún más a Lia. Ahora ya no temía sólo por su salud mental; temía también por la física. Jules llevaba una pistola con un silenciador en la mano derecha y les estaba apuntando. —Me sorprende… que te sorprendas —dijo su compañero, esbozando una fina sonrisa. —¿Nos has estado siguiendo? —le contestó Jacob, que por momentos notaba la ira fluyendo por sus venas—. ¿Eres tú el que nos ha intentado asesinar? Jules arqueó las cejas en señal de sorpresa antes de contestar. —Te equivocas. Me estás infravalorando, la verdad. Si te refieres a
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 291. esos individuos que creyeron que os habían matado y que se fueron sin comprobar vuestra infantil trampa, qué quieres que te diga… me alegré de su error. He de admitir que mientras contemplaba la escena, por un momento me la tragué. Pero luego algo no me cuadraba del todo, así que decidí acercarme a comprobar los restos una vez que estuve seguro de que esos hombres se habían marchado. Recuerda que soy médico y aún sé distinguir unos restos humanos de los de unos conejos. Así que, tras divertirme un rato con vuestra ocurrencia, sólo tuve que seguir vuestro rastro, que por cierto, no conseguisteis limpiar del todo. —Entonces, si no quieres asesinarnos, ¿se puede saber por qué nos apuntas con un arma? —Jacob, Jacob… —dijo Jules mostrando expresión de paciencia—, me temo que no ves las cosas con perspectiva. Creo que esa capacidad tuya de intuir, no te está ayudando ahora. Si eso te tranquiliza, bajaré el arma. Bajó el brazo, aunque no hizo el menor gesto de guardar la pistola. Jacob, sorprendido, preguntó: —¿Cómo puedes saber lo de…? —¿…Tu capacidad intuitiva? Vamos, que somos compañeros. No eres el único que la tiene en estos momentos, ¿sabes?. Lia dio un paso adelante. —¿Tú también… has estado trabajando con el chip? Jacob la miró con la boca abierta. Cuando se volvió hacia su compañero vio que este mostraba una franca sonrisa. —Ah, Lia, yo también estoy encantado de verte. Es maravilloso comprobar que tu belleza no pierde un ápice, aunque te encuentres en circunstancias tan adversas, que hubieran hecho enloquecer a cualquiera. Y por cierto, ya que lo mencionas, me quito el sombrero ante tu inteligencia, aún mayor que tu hermosura: sí, he estado trabajando con un chip similar al vuestro. Gracias a eso he podido anticiparme a varios de vuestros movimientos, entre ellos la infantil, pero casi eficaz del todo, trampa de los conejos. Jacob lo miró entrecerrando los ojos y dispuesto a abalanzarse sobre él en cualquier momento. Sin embargo, su compañero de facultad le miró, levantando una mano.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 292. —Ni lo intentes. Estás a unos cuatro o cinco metros de mí, necesitarías al menos un par de pasos. Y te aseguro que en ese tiempo esta pistola dispara varias balas. No me obligues a hacer algo tan desagradable, por favor. —Respecto a eso, aún no has contestado a mi pregunta —respondió el neurólogo con furia contenida. —¿La de por qué tengo un arma? Lo siento, llevo muchas cosas en la cabeza y a veces me despisto —dijo esta frase mirando a Lia y mostrándole una sonrisa antes de seguir—. Amigo y compañero, te aseguro que no tengo la más mínima intención de hacer daño a nadie. Ya me habéis ayudado mucho más de lo que esperaba. Gracias a vosotros por fin he encontrado el origen de esos increíbles chips, que era lo único que quería. Os garantizo que no ha sido fácil, pues hay gente que ha invertido mucho tiempo y dinero en esta búsqueda. Y fíjate, fue una intuición mía la que nos puso en el buen camino. —¿Una intuición tuya? Jules sonrió. —Supongo que recordarás nuestra agradable conversación en la playa… No lo tenía planeado, pero algo me dijo que debía proporcionarte la mejor pista que teníamos en ese momento. —Azabache… —murmuró el neurólogo, furioso. —¡Exacto! Era un seudónimo que aparecía en una dirección de correo electrónico, que el vendedor usó tan sólo una vez. Pero me llamó la atención su interés en no volver a utilizar ese correo, y deduje que debía ser por algo. Me pareció llamativo, así que no dudé en decírtelo. Y fíjate, funcionó la pista que me pareció menos sólida en su momento. El discurso de Jules sonaba embriagador y convincente, pero Jacob se sintió estafado ya que había sufrido una flagrante manipulación. Notó cómo el pulso le golpeaba en el interior del cráneo y decidió que debía tranquilizarse si no quería perder todo el control de la situación. Aunque no es que yo la controle mucho ahora mismo… Dejó que su oponente siguiera hablando. —Es curioso y casi irónico, pero ha resultado ser una de las decisiones de mi vida más acertadas: a riesgo de acabar despedido y con mis
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 293. huesos en la cárcel, me salté las cláusulas de confidencialidad, y te pasé una información que me ha hecho cumplir con el mayor logro que mi jefe podía esperar. Al fin y al cabo, él le pagó a Milas una auténtica fortuna por los chips, y ni siquiera sabía a quién se los había comprado. Eso es algo que le ha comido por dentro estos meses… Jacob y Lia abrieron mucho los ojos al mismo tiempo que comenzaron a abrir sus bocas para hacer la pregunta que a ambos se les ocurrió a la vez. Antes de que pudieran articular sonido alguno, Jules se les adelantó. —Sí, amigos, mi jefe es el mismo que el vuestro. No se lo reprochéis, pero para ganar a veces hay que jugar con más de una baraja. Jacob explotó. —¿Compró los chips? ¿Así que no los desarrolló? ¡Estaba seguro! ¡Menudo mentiroso hijo de…! —¡Un momento! —le interrumpió de nuevo Jules—. Os recuerdo que era en vuestro proyecto en el que estaba muriendo gente… —¡Pero él sabía que era por el chip! —chilló Lia, desesperada. Jules respondió, sonriendo de nuevo. —No, hermosa amiga... Baldur no sabía si el chip era la causa de los accidentes o no. Vosotros mismos estuvisteis elaborando diversas teorías y Baldur achacó los problemas a vuestro código, que había sido desarrollado a toda prisa. Él sí sabía que en mi proyecto no habíamos tenido esos problemas, aunque ahora sabemos que no los tuvimos porque yo fui muy selecto eligiendo a la gente, algo que el estúpido de Boggs no hizo. Apenas pudo escoger a la mitad del personal, ya que el resto procedía de la Universidad. Al fin y al cabo, vosotros mismos habéis concluido que el chip funciona bien, ¿no es así? Jacob le miró furioso. Jules parecía conocer lo mismo que él. —Muy bien, tu proyecto está más avanzado, tienes planes muy ambiciosos y supongo que Baldur estará muy contento contigo cuando sepa que has encontrado el origen de los chips. Encima ahora podrás expoliar toda esta nave si te apetece pero… ¿has pensado en las consecuencias de todo eso? No estamos preparados para una tecnología que no nos ha costado… —¡Jacob, tú y tu moralidad... Jacob el trágico! —Dijo girándose hacia Lia, y guiñándole de forma muy evidente un ojo—. ¿Sabes una cosa? hubieras
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 294. sido un gran profeta… si hubieras nacido en otra época. Jacob dio un paso hacia delante empezando a notar cómo la sangre se le agolpaba en la cabeza, pero Jules alzó de nuevo la mano en un rápido gesto. —Tranquilo, compañero: esas absurdas teorías sobre los riesgos de usar tecnologías para las que no estamos preparados acontecen cuando a unos salvajes les entregas fusiles. Y nosotros no somos unos salvajes. En este proyecto trabajan las mentes más privilegiadas del planeta ¿o es que ya no te acuerdas que tuviste una oportunidad de incorporarte a él? El neurólogo lo miró desafiante, a pesar de lo cual Jules siguió sonriente. —Así que ya tengo casi todo lo que iba buscando. Supongo que estarás de acuerdo conmigo en que este hallazgo no es algo que uno pueda tomar a la ligera. Para bien o para mal, vosotros dos ya formáis parte de él, y eso es algo que no se puede cambiar. El único problema es que ahora tenéis que tomar una importante decisión.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 295. —Un momento, creo que quedan muchas cosas por aclarar. Jacob notó, pasado el susto inicial, que su cerebro volvía a funcionar. Sus vidas corrían peligro, pero si podían salir de ahí iba a ser gracias a su intelecto, no a la fuerza física. Si Jules hubiera tenido la intención de matarles, ya lo habría hecho, pensó, intentando encontrar argumentos a los que agarrarse. —¿Por ejemplo? —respondió su compañero, levantando las cejas pero sin soltar el arma. —¿Cuántos chips hay por ahí? —preguntó Lia. Los dos hombres la miraron sorprendidos. Jules sonrió de nuevo antes de contestarle. —Buena pregunta, mi inteligente compañera. Te garantizo que no lo sé con exactitud. Lo único que conozco es que Baldur le pagó una auténtica fortuna a Milas y que vosotros tenéis uno y mi equipo otro. No es un asunto de mi incumbencia, pero me juego el tipo a que Baldur tiene a otro equipo de científicos trabajando con un chip similar. —Así que no tendría sentido oponerse a su voluntad, sea la que sea… —dijo Jacob, entrecerrando los ojos. Había decidido lanzar la caña para ver si obtenía algo más de información. —Ni siquiera he dicho que tenga una voluntad… —contestó Jules, ampliando su sonrisa—. Pero ya que lo mencionas te diré que sí, que ciertas actitudes como intentar destruir uno de los chips o desvelar su existencia serían estúpidas. Baldur seguiría trabajando en su proyecto, digamos estrella, que seguro que no es de… realidad aumentada. —Y que estoy seguro te atrae mucho más que el que tú diriges… Jules arqueó las cejas, interrogante. —Es un proyecto que podría cambiar la historia de la Humanidad. —Por una vez estoy en franco acuerdo contigo… —sonrió—. Estoy seguro de que un simulador de guerra controlado por ese chip sin duda va a cambiar la historia del hombre. —¿¡Qué!? —gritó Lia—. ¿Están usando ese chip para proyectos militares?, ¿es que se han vuelto locos, o qué? Jules miró a su compañero, sonriendo una vez más. Tras unos segundos sus
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 296. ojos, se posaron en los de Lia. También los encontraba muy atractivos y sensuales. —Tengo que admitir que no anda muy desencaminado, Lia, sería muy descortés mentirte. Ahora sí está utilizando su intuición de la forma correcta: sería absurdo no usar una herramienta así, en algo con tanto potencial. —Entonces, ¿a qué vienen dos proyectos “menores”? —le interrumpió Lia, indignada—. ¿No se supone que es mucho más rentable fabricar armas y ordenadores destinados a destruir y masacrar? ¿Por qué perder el tiempo con nuestros proyectos? —Baldur es un visionario —siguió Jules—. Y ,como todo visionario, a veces cuesta entenderle. Él se encaprichó con este proyecto desde un principio y decidió poner uno de los chips a trabajar en él. Pero cuando cierto gobierno empezó a meter las narices, entonces tomó la decisión de utilizar el chip que le quedaba en otro trabajo similar, pero en el que nadie husmeara y donde pudiera ir un poco más lejos. —Y te contrató a ti… —Jacob casi escupió las palabras. —Sí, y por muy poco yo no pude contratarte a ti, así que no me reproches nada. Por unas pocas semanas habrías trabajado conmigo, lo sabes muy bien. Además te necesitaba, Jacob. Mi otra misión era localizar el origen del chip y es obvio que acerté al pensar en ti… ¡Has sido tú el que me ha ayudado a lograrlo, así que al final has trabajado para mí! —En realidad lo he hecho para William Baldur. Al igual que Lia, tú y todos los que estamos mezclados en este asunto… —dijo el neurólogo. —Sí, Jacob, Baldur es muy inteligente, rico y poderoso. Apostó mucho por este proyecto y todos los peones jugábamos en su equipo. Era imposible que perdiera, tal y como ha quedado demostrado. Pase lo que pase, él va a sacar provecho de su inversión. —¿Por qué tanto interés en conocer el origen del chip? —volvió a hablar Lia —¿No le bastaba con clonarlo? —Eso es más fácil de decir que de hacer, no es nada sencillo reproducir este chip. Es compatible con nuestros sistemas actuales, pero su tecnología está muy lejos de la nuestra. Así que era fundamental encontrar su origen… aunque no me esperaba un hallazgo como éste. Además, recuerda los accidentes que habéis tenido con vuestro dispositivo. Baldur estaba muy
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 297. preocupado porque eso pudiera ocurrir en el otro proyecto que estaba manejando, cuya escala de funcionamiento era, digamos, un poco mayor y donde tampoco podía elegir a la gente que participaba. —Ya, claro, no sé por qué me estoy imaginando a miles de soldados medio chalados de por sí, recibiendo órdenes directas del chip para volarse la cabeza los unos a los otros… —dijo Jacob. —Es una forma de expresar el mayor temor de Baldur, sí… Lia miró a Jules horrorizada pero este no se dio por aludido y siguió hablando. —Lo importante es que aquí termina la historia. Vuestro trabajo y la fortuna de que tuvieras un amigo que supiera hallar la conexión de Milas con Azabache han hecho que todos los esfuerzos hayan merecido la pena. Baldur tiene lo que quería y los demás ganamos. —¿Todos ganamos? —masculló Jacob, enseñando los dientes por la furia —. ¿También ganan las personas que han muerto, como mi amigo Owl? ¿Ellos y sus familias también ganan? Eres un maldito asesino y te juro que voy a… —¡Un momento! —Su antiguo compañero alzó la voz por primera vez desde que había entrado en la sala—. Admito que sabía quién era tu amigo. Cometió un fallo terrible confiando en el módem que te dio Juárez. Y te aseguro que no tengo nada que ver con lo que haya podido ocurrirle. Jacob le miró furioso, respirando de forma acelerada. Jules aprovechó para añadir una frase más: —De hecho, si alguien lo puso en peligro fuiste tú, no lo olvides… te advertí que hasta el mar podía oírnos. Y, para variar, no me hiciste caso…
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 298. —Lo de tu amigo ya no se puede cambiar. Sin embargo, aún puedes evitar otra tragedia. —¿A qué te refieres? —preguntó Jacob, con una evidente furia contenida. —William Baldur te hizo una oferta muy seria cuando habló contigo en Almería y esa oferta sigue en pie. Se giró hacia Lia. —Por supuesto la tuya también: quiere que los dos trabajéis con él. Jacob intentó sosegarse para pensar con claridad. Por un lado sentía un visceral odio hacia su antiguo compañero que le nacía en las entrañas. Sabía que, de una forma u otra, era responsable de muchas de las muertes y el sufrimiento padecido por culpa de esa historia. Por otro lado, no tenía ninguna certeza de que él hubiera estado implicado en las muertes. Al fin y al cabo, parecía no tener nada que ver con los individuos que les habían disparado, aunque tampoco estaba seguro de eso. Con cierta alegría notó cómo su ritmo cardíaco descendió. Estaba consiguiendo tranquilizarse. Con ello aumentaban sus posibilidades de supervivencia, pensó mirando a su compañera. Pensar en ella le hizo dudar: si aceptaba las condiciones de Baldur y Jules les esperaba una maravillosa vida trabajando juntos en un proyecto apasionante al alcance de sólo unos pocos en el planeta. Con el tiempo podría pasar cualquier cosa, al fin y al cabo ya había empezado a ocurrir… era muy tentador. Demasiado tentador… Fue ella quien interrumpió sus pensamientos al hablar. —¿Baldur estaría dispuesto a frenar su proyecto de guerra si trabajáramos para él? Jules levantó las cejas, sorprendido. —Me alegra ver que empezamos a acercar posturas. Te voy a ser muy sincero: dudo que una persona que va a gastar muchos cientos de millones de dólares en un proyecto con el que espera ganar decenas de miles, lo suspenda así como así. Pero Baldur está muy preocupado con lo que ha pasado en vuestro laboratorio. Si un simple proyecto de realidad aumentada ha matado a varios de sus integrantes no quiere ni pensar en lo que puede ocurrir con miles
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 299. de soldados armados recibiendo órdenes en los visores de sus cascos. Con vuestro asesoramiento, ese proyecto sólo se desarrollaría si fuera seguro. Si esa seguridad no se pudiera garantizar creo que sería el propio Baldur el que daría la orden de paralizarlo. Por tanto… ¿qué mejores asesores que vosotros? —¿Baldur detendría el proyecto si este no fuera seguro? —¿Se jugaría William Baldur toda su fortuna y prestigio, e incluso poder ir a la cárcel, por usar con el ejército de los Estados Unidos un proyecto sin garantías? Ella pareció asentir con la cabeza. Jacob sintió un profundo escalofrío y la miró, sorprendido. Intentó negar con la cabeza pero ella no pareció darse cuenta y comenzó a andar en dirección a Jules. La agarró del brazo, obedeciendo a un impulso. —¡Por favor, no le hagas caso, miente, ni siquiera me trago que no tenga nada que ver con los asesinatos! Ella se paró en seco y le gritó. —¡Suéltame! ¿No ves que es nuestra única opción? Si trabajamos para Baldur quizás podamos convencerle de que detenga esa absurda locura de proyecto. Si no lo hacemos, seguirá adelante pase lo que pase, y dudo que haya alguien con los escrúpulos suficientes como para oponerse a su voluntad… Además, ¿cómo piensas salir de aquí?, ¿andando mientras nos disparan? ¡Por si no te habías dado cuenta necesitamos su ayuda! —¿Estás loca? —replicó él—. Baldur nunca nos hará caso, siempre nos pedirá una opción más, un nuevo intento, otra solución… además no me creo la historia de Jules; ¿cómo ha llegado hasta aquí, por ejemplo?, ¿y por qué nos apunta con una pistola?, ¿así es como piensa sacarnos de aquí?, ¿a tiros? Ninguno percibió la fina sonrisa que se dibujó en el rostro de Jules. Ella intentó soltarse y le gritó. —¡Estoy harta, de ti y de tu fatalismo! Harta de tu visión apocalíptica en la que sólo cuenta tu opinión y no la de los demás, que siempre estamos un escalón por debajo en tu pequeño y egoísta universo. ¿Has pensado que hay personas que sí creemos que podemos cambiar las cosas? Hizo una angustiada pausa en la que pareció que se iba a atragantar antes
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 300. de continuar con los ojos inundados de lágrimas. —¡Eres el hombre más gris que he conocido en mi vida, estás condenado a la eterna desesperación! Por eso es imposible que haya nada entre nosotros, porque tú nunca me inspirarías lo que yo necesito… Él notó un frío helado que le nació en el corazón y que se derramó por todo su cuerpo hasta la punta de los dedos. Con un enorme dolor sintió que las piernas le fallaban y que su vista se empezaba a nublar. Ahogando un gemido de dolor, intentó agarrarse al brazo de Lia para no perder el equilibro. Pero ella hizo un nuevo intento de separarse, que terminó de desequilibrarle. Acabó cayendo de una forma grotesca al suelo. Ella avanzó, alejándose. Humillado y agotado, sintiendo que el pecho le iba a estallar y que las lágrimas pugnaban por salir, no se atrevió ni a levantar la cabeza del suelo. Apenas veía a las dos personas que tenía enfrente. Por primera vez en su vida sólo quería morirse. De nuevo oyó la voz de Lia, lo que hizo que empezaran a brotarle las primeras lágrimas, mezcla de decepción, rabia y tristeza. —Lo siento. Hubiéramos podido pasarlo bien, disfrutar juntos trabajando y qué se yo, pero tú siempre lo ves todo desde una perspectiva trágica, como si todo tuviera consecuencias celestiales. Y yo necesito algo mucho más sencillo... Lo nuestro nunca hubiera funcionado bien. Él empezó a sollozar, negando con la cabeza. Se sintió totalmente derrotado. Había tocado fondo. Entonces notó un chispazo en su interior. Se dio cuenta de que tenía que reaccionar, con Lia o sin ella. Quizás ella llevara razón o no, pero tenía que encontrar la forma de salir vivo de allí. Encontró fuerzas, de donde pensaba que no las había, y por fin alzó la cabeza, aún arrodillado en el gomoso suelo de la nave. Vio a Jules sonriente y a Lia, muy cerca de él, casi tocándole. Decidió no centrarse en esa imagen o le reventaría el corazón. Centró su vista en su desde ahora enemigo.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 301. —¿Y si aceptara? —Preguntó, intentando ganar algo de tiempo. Su oponente alzó la pistola y apuntó a su cara. —Ya es un poco tarde para eso. Notó cómo las pupilas se le dilataban mientras captaba de reojo la expresión horrorizada de Lia. Le pareció oír un grito muy lejano, que sin duda debía proceder de ella. Y un fogonazo en la punta del arma. Se acordó de sus padres, de sus abuelos y de tanta familia y gente a la que quería. Pensó que era muy joven y que sus padres iban a sufrir mucho. Sintió lástima por ellos y esperó que eso no acabara con sus vidas. De forma un poco más egoísta pensó que eso también tenía un cierto lado positivo: por fin iba a conocer la respuesta a una pregunta que se había hecho durante toda su vida. ¿Habrá algo después? Por fin voy a saberlo… Decidió abandonarse, y por primera vez en mucho tiempo, se relajó. Justo unas milésimas de segundo antes de que un sonido seco atravesara su cerebro. ¡Pop!
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 302. Nada ¿Nada? Abrió los ojos, que había cerrado de forma instintiva. ¿No ha disparado? Se acordó de que, tras cerrar los ojos, había oído el sonido, amortiguado por el silenciador, del disparo. ¿Debería haberlo oído? ¿O la bala me debería haber destrozado el cráneo antes? Por fin reaccionó y miró a Jules y a Lia, que observaban un punto que se encontraba delante de él. Ambos tenían la cara desencajada. Intentó buscar qué era lo que estaban mirando con tanto pavor y cuando por fin lo vio, sintió que las fuerzas le abandonaban. A pocos centímetros de su cara flotaba la bala, quieta, como si estuviera congelada en el aire y en el tiempo. No se atrevió ni a moverse por temor a que la bala continuara su camino. En ese momento sintió algo muy frío e intenso en lo más hondo de su cerebro y de forma intuitiva giró la cabeza hacia la puerta por donde había entrado a la sala. La bala no se movió, pero lo que vio, le atravesó el corazón: había dos figuras. Espigadas, con piel de color grisácea y aspecto humanoide, si no fuera por unas alargadas cabezas que terminaban en punta. Esa peculiar forma que en uno de sus sueños le había recordado a la de un limón. Y al igual que en ese y otros sueños, tenían la piel de color gris, con muchas arrugas y los rasgos poco definidos pero evidentes. Vio dos finos ojos, muy oscuros y de profunda e inescrutable mirada. Oscuros y brillantes, tal y como los recordaba; inteligentes y crueles a la vez. La nariz, una fina abertura horizontal. La boca, si es que tenían, apenas era perceptible.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 303. Joder, toda mi vida lo he sabido… existen. Dieron un paso adelante sin hacer el más mínimo ruido. La ropa que llevaban parecía pegada a su cuerpo, casi se fundía con su piel. Parecían calzar unas finas botas de algún tipo de goma oscura y sobre todo muy silenciosa. Sin duda, su vestimenta debía ser de un tejido elástico y con capacidad para conservar la temperatura y la humedad. El color era el mismo de la nave, un gris de aspecto anodizado. Un color atrayente, pero que imponía cierto respeto. Jules se giró hacia ellos. Aún sostenía la pistola en alto. Por algún motivo supo lo que iba a pasar. Uno de lo seres se giró hacia el traidor y, a una velocidad sorprendente, le apuntó con su brazo derecho, con el que sujetaba un pequeño dispositivo liso. De forma inmediata, Jules comenzó a gritar de forma desgarradora, gutural, inhumana. Jacob no entendió qué estaba ocurriendo hasta que empezó a ver el humo salir, primero de las fosas nasales, luego la boca, los oídos e incluso de los ojos de la persona que había intentado matarle. Su compañero de facultad, rival en muchos campos, pero con quien también que había compartido múltiples juergas. Y que le había disparado. El desgarrador grito de Jules empezó a ahogarse en un mar de burbujas, que precedieron a un rápido borboteo, y una columna de vapor que comenzó a asomar por todos sus orificios, primero de forma débil y luego en masa. Su cuerpo se hinchó por momentos, mientras la cara mostraba un horrible rictus de dolor, fruto de lo que estaba ocurriendo en su interior. Jacob intuyó lo que estaba sucediendo: estaban hirviendo todos sus fluidos internos, desde la sangre hasta el líquido cefalorraquídeo. Tras una prolongada y dolorosa agonía, el genetista se desplomó sobre el suelo, arrodillándose primero y cayendo después hacia adelante, con la cabeza elevada, como intentando atrapar la vida que se le escapaba. Cuando por fin cayó del todo, comenzó a aparecer un pequeño charco de sangre, en muy poca cantidad, y toda coagulada.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 304. A medida que se terminaba de liberar el poco vapor de agua que quedaba, la piel se fue deshinchando y tomó un aspecto similar al de la cera derretida. El neurólogo se quedó paralizado y tragó saliva, lo que le generó un punzante dolor de garganta. Los tejidos de su enemigo, incluido el cerebro, debían haber tardado algunos segundos en morir. Su muerte debía haber sido horrible, muy dolorosa. Con ese pensamiento en mente vio cómo los seres se giraban, uno hacia Lia y otro hacia él. Todo se hizo negro. Y esta vez fue de verdad.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 305. Sintió un fuerte e intenso dolor en su cabeza. Si hay dolor, hay algo más que nada… No supo si eso era bueno. Si sentía era que estaba vivo, pues dudaba de que si había otra vida, en ella se pudiera sentir dolor. El dolor estaba reservado al plano físico: sin dolor un cuerpo está expuesto a la destrucción en un universo donde rige la ley de la impenetrabilidad, según la cual dos cuerpos no pueden compartir el mismo espacio al mismo tiempo. El dolor era un mecanismo de defensa de los seres vivos. Todo aquello que compromete la integridad física de un ser vivo le produce dolor. Formaba parte de la vida. En un mundo inmaterial, esa ley sería absurda, así que debía seguir vivo. Entonces recordó que tenía problemas muy gordos. Su pensamiento empezó a acelerarse, y recordó dónde estaba. Sintió como si un punzón le atravesara el cráneo, a pesar de lo cual encontró fuerzas para abrir los ojos. Conteniendo un grito en su garganta, su retinas sí que protestaron, furiosas, al percibir de nuevo luz, aunque fuera la muy tenue de la sala donde se encontraba antes. Cuando empezó a enfocar, se dio cuenta que de nuevo estaba suspendido en el aire, en posición recostada. Los dos seres estaban enfrente de él. Intentó girar la cabeza para buscar a Lia, pero el dolor fue insoportable. —¿¡Qué me estáis haciendo!? —Gritó con rabia, intentando analizar la situación. Entonces se dio cuenta de que en el interior de su mente no se alojaban sólo sus pensamientos. —Moverte sólo te causará dolor. Sintió su corazón acelerarse de tal forma que casi le dolió. Se estaban comunicando con él. No era una voz ni un pensamiento, más bien una idea, como en sus sueños. Ni siquiera podría afirmar que estuvieran utilizando un lenguaje para
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 306. comunicarse: le habían transmitido una idea, la de que, si se movía, le dolería. Intentó pensar preguntas. ¿Quiénes sois? ¿Qué os he hecho? ¿Qué queréis? ¿Dónde está la mujer que estaba conmigo? Al pensar esta última pregunta sintió una punzada de dolor. Apenas veía a los seres, dado el esfuerzo que le suponía mantener los ojos abiertos. Y no tenía la menor idea de dónde estaba Lia. —No importa quiénes somos, no lo entenderías. Por unos momentos se sintió muy inferior a esos seres, pero enseguida se dio cuenta de que la única diferencia entre ellos y él eran unos grados de evolución, y ni siquiera sabía cuántos. Así que decidió intentarlo. Probad a explicármelo, a lo mejor sí lo entiendo. —No es de tu incumbencia saber quiénes somos. Es mejor para ti no saberlo. ¿Por qué no debo saberlo? ¿Es que no me vais a matar? —No tenemos ningún motivo para hacerlo. ¿Lia está viva? —Sí ¿La vais a matar? —No… si nos ayudas. Se quedó de nuevo perplejo. ¿Se puede saber a qué os puedo ayudar yo? —Te conocemos y seguimos desde hace tiempo. Eres una de las personas más inteligentes de este planeta, de hecho, tu capacidad mental es asombrosa… para los términos de tu especie, claro. No ha sido casualidad el que hayas encontrado este sitio. Jacob estaba asombrado, ya que lo que sentía eran ideas pero llegaban a su cerebro de un forma cristalina. Casi podía ver imágenes, al igual que si pensaba en algo podía vislumbrarlo en el interior de su mente. Decidió concentrarse en esa forma de comunicación, que le parecía fascinante, y en las ideas que seguían invadiendo su cerebro.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 307. —Esta nave se estrelló aquí, según vuestros términos temporales, hace más de mil años. Debió haberse destruido mediante una implosión por el impacto, pero no fue así. Los que sobrevivieron tampoco pudieron activar el mecanismo de autodestrucción. Sin poder comunicarse con nadie optaron por adaptarse y vivir escondidos en vuestro planeta. No fue una tarea fácil, ya que esta zona estaba habitada y además necesitaban ayuda para esconder los restos de la nave. Terminaron mostrándose a los humanos, que pensaron que eran dioses. A las órdenes de los nuestros, los habitantes de esta zona reconstruyeron y cerraron de nuevo la cueva en la que se había estrellado la nave. Fue una obra de ingeniería grandiosa para unas gentes que apenas sabían construir cabañas. Como compensación aprendieron métodos de construcción que para ellos estaban a muchos miles de años de evolución. Eso explicaba muchos de los misterios mayas que aún estaban por resolver, pensó Jacob. —Hace poco, una persona hizo una serie de hallazgos sobre esta zona. Al igual que vosotros accedió a esta sala, solo que en ese momento no había nadie vivo aquí. Milas Skinner… —Ese hombre pudo entrar hasta esta misma sala, ya que, como habéis podido comprobar, es fácil acceder. Cuando llegó a la entrada de la cueva, ya hacía cientos de años que nadie protegía estas tierras ni esta entrada. Debió encontrar los chips en una de las consolas dañadas. Esos chips son muy avanzados aún para vuestro desarrollo, pero entre sus virtudes está el hecho de que se pueden acoplar a casi cualquier sistema de computación conocido. Y así pudisteis usarlos, aún siendo vuestra tecnología muy inferior y diferente. ¿Entonces los problemas que hemos tenido han sido ocasionados por usar los chips? Pensó la pregunta al mismo tiempo que visualizaba en su mente los recuerdos de todo lo que había ocurrido en el laboratorio del desierto de Tabernas. De esa forma intentó transmitir a esos seres lo acontecido en relación al proyecto en el que había trabajado. Estaba intentando aprender su manera de comunicarse. Sufrió un estremecimiento y recibió esa misma ráfaga de imágenes de vuelta, sólo que la imagen se desviaba de la suya original hasta centrarse en tres cerebros. En cada uno de ellos vio la imagen de sus neuronas procesando una
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 308. idea amplificada trillones de veces. Así, pudo casi ver una ideación de suicidio amplificada y circulando a una velocidad descomunal entre las neuronas del cerebro de Alexis. También pudo ver cómo una sobrecarga de trabajo de un determinado grupo de neuronas producía una descarga eléctrica que se expandió por todo un hemisferio cerebral del estresado y nervioso Cole: estaba viendo, a nivel celular, el ataque de epilepsia que le costó la vida. Y también vio otro grupo de neuronas sobrecargadas de impulsos, que empezaron a estallar en pedazos, rompiendo varios de los vasos sanguíneos adyacentes. Vio cómo subía la presión intracraneal del cerebro de Connor, hasta que una arteria con un aneurisma reventó y empezó a sangrar con cada latido, generando una hemorragia que acabaría con su vida. En todos los casos vio que la imagen terminaba en el chip, al que visualizaba emitiendo miles de millones de procesos por segundo que eran captados por las neuronas de todas las personas que se encontraban en el laboratorio durante las pruebas. Y de todas las personas del planeta. ¡¡¡Basta, ya lo he entendido!!!
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 309. Sintió un intenso sudor frío al ver que su teoría era confirmada. Pero también temblaba, al haber visto la causa última e íntima de la muerte de tres personas. ¡Habéis venido a recuperar los chips! —Tras mucho tiempo dando por sentado que nuestra aeronave se había desintegrado en su impacto con vuestro planeta, nuestra expedición llegó a la Tierra, y descubrió que no había sido así, gracias a una señal de rastreo que era incapaz de salir de vuestra atmósfera. ¿Por qué no buscasteis a Milas? —Porque supimos de los chips cuando empezaron a usarse, ya que, si funcionan, emiten una señal, la misma que captaban vuestros cerebros, que sí podíamos detectar y seguir. Así que para nosotros Milas era un personaje sin interés alguno cuando supimos de él. Rastreamos los chips: uno de ellos estaba en el laboratorio donde tú realizabas las pruebas junto a la mujer que está hoy aquí contigo. Nos encargamos de seguirte y controlar todas tus comunicaciones, algo fácil dada la tecnología que usáis. Te hemos observado desde tu primer día en ese laboratorio. Desde ese momento supimos que si alguien podía ayudarnos eras tú. ¿Y por qué no Jules? ¿Por qué le habéis matado? —Era muy hábil e inteligente, pero sus intenciones con nosotros eran… otras. ¿Cómo sabéis que yo no voy a traicionaros? —Porque si lo haces, no obtendrás lo que estamos dispuestos a darte a cambio de que nos ayudes. ¿Y qué es lo que me daríais, que tanto vale como para callarme el mayor descubrimiento del hombre? —Hace miles de años que el hombre sabe de nosotros, pero estáis tan recreados en vuestro egocentrismo que, a pesar de tener un rico legado en forma de leyendas, dibujos y otras historias que relatan nuestra existencia, os resistís a creerla. Sois como todas las especies inferiores: os creéis el mayor ser la creación, no aceptáis a nadie por encima de vosotros, salvo unos dioses que os inventáis a medida para dominaros los unos a los otros. La mera idea de un ser superior real os asusta, dado lo que habéis hecho con el resto de especies que
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 310. pueblan vuestro propio planeta. Y nos habéis hecho un favor, ya que… debemos mantenernos ocultos. De ahí nuestro interés en recuperar los chips. ¿Queréis recuperar los chips para que no haya pruebas de vuestra existencia? ¿Y la nave? ¿Y Lia y yo? ¿Me tomáis por tonto, pensando que nos vais a dejar vivos? ¡Nos mataréis al igual que hicisteis con Milas y el resto! —Nosotros no matamos a Milas. Al único ser humano al que hemos matado nosotros ha sido a ese hombre que yace en el suelo, que iba a… traicionarnos. ¿Quién mató a Milas? ¿Quién nos ha perseguido? —No es algo que nos haya preocupado, estábamos seguros de que nos ibas a encontrar. Y hemos acertado. ¿Y se puede saber cómo os ayudaría yo? —Recuperando los tres chips. ¿Y por qué no lo hacéis vosotros? Estoy seguro de que tenéis tecnología suficiente para poder entrar donde haga falta y coger lo que necesitéis. Acabáis de demostrarlo con Jules. —Nuestros camuflajes y armas son poderosos y fiables pero hay unos… límites. Si entráramos en los complejos de seguridad de Baldur tendríamos que matar a todos los que nos vieran. Necesitaríamos tiempo y asegurarnos de que no dejamos el más mínimo rastro, ni de personas ni de sistemas que hubieran podido registrar nuestra existencia. Por motivos obvios, no podemos detonar armas nucleares o pulsos electromagnéticos sin despertar sospechas. Nuestra misión es recuperar los chips sin dejar ninguna prueba, y no terminar con el ejército de varios países buscándonos. Una sola evidencia de nuestra existencia y habremos fracasado… No podemos permitirnos un solo fallo. En ese momento, Jacob se dio cuenta de que aún tenía un arma que podía usar contra ellos si fuera preciso. Preocupado, trató de ocultar ese pensamiento en lo más profundo de su mente. ¿Y esta nave? —Desaparecerá por fin. ¿Y qué pasaría con Lia y conmigo? Seríamos una prueba de vuestra existencia…
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 311. —Si recuperamos los chips, no. Sin ellos como prueba física seríais dos personas más de las muchas que afirman haber entrado en contacto con seres de otro planeta diferente. Está más que demostrado que el hombre, al menos en su estado de desarrollo actual, no va a admitir nuestra existencia. No tendríamos que acabar con vuestras vidas, si es a eso a lo que te refieres. Jacob empezó a vislumbrar una demencial lógica en las ideas que le venían en tromba a su estimulada mente. Esos seres sólo querían recoger las pruebas de su existencia y desaparecer sin hacer ruido. Si los ayudaba, con ello privaría a la Humanidad de uno de los mayores descubrimientos de la Historia, pero era evidente que eso era lo mejor que podía ocurrir. Conocer la existencia de esos seres, podría desencadenar la desaparición del hombre. ¿Y qué consigo yo? —Tu vida y la de Lia. Colaboraréis juntos en esto y sólo vosotros conoceréis esta historia. Existe una relación entre vosotros que se ve frenada por su forma de racionalizar. El chip os ayudó a disminuir vuestras diferencias porque amplificó el deseo de ella de estar contigo. Si seguís trabajando juntos en esto, volverá a ocurrir. ¿Y cuando no estén los chips aquí? —Seguirá ocurriendo: por si no te habías dado cuenta, el chip puede modificar la estructura funcional y física de los cerebros… de forma permanente ¿Has olvidado que fuiste capaz de encontrar a Lia… sin el chip? ¿Eso es cierto, la encontré gracias al chip? —Gracias a que aprendiste del chip. Tu cerebro resolvió un problema con lo que había aprendido. Volverá a ocurrir. Incluso a Jacob le sonó demasiado bien. A pesar de todo, la seguía deseando. Al fin y al cabo ella no le había traicionado, sino que había hecho caso a sus inocentes creencias, de las que Jules se había aprovechado para engañarla. Aún recordaba la cara de horror que puso cuando este apuntó con la pistola. En ese momento se dio cuenta de que acababa de tomar una decisión. Y empezó a dibujar en su mente una frase De acuerdo…
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 312. De acuerdo… En ese momento sintió en lo más hondo de su cerebro una extraña sensación de avidez, como hambre y deseo, muy expectante pero a la vez profunda, oscura y muy fría. De alguna forma, le pareció casi vampírica. Sin duda procedía de los seres, ya que tenía claro que no era suya. Decidió dejar que su mente se asomara a ese ávido sentimiento de oscuridad, a pesar de que le inspiraba un inmenso temor. Cerró los ojos para concentrarse y dejó que su pensamiento más interior descendiera a esa especie de puerta que por algún motivo le habían abierto. En cuanto sintió que estaba a punto de cruzarla percibió una especie de señal de alarma, como un grito profundo. Y de alguna forma notó que esa especie de abertura se cerraba. Se concentró y contrajo sus neuronas en un esfuerzo que casi le dolió. La abertura se cerró. Pero él ya estaba dentro. ¿Dónde narices…? Abrió los ojos, o lo que él creía que eran sus ojos, y lo que vio estuvo a punto de provocarle un infarto. Ya no se encontraba en el interior de la sala. Ni siquiera tenía una forma física, que él percibiera. De alguna manera… no existía. Donde fuera que estuviese sólo veía imágenes, ideas. Era obvio que no estaba utilizando sus ojos, pues, de una forma que se le antojó extraña pero natural, podía ver en todas las direcciones a la vez, en toda la esfera que rodeaba el minúsculo punto en el que él se encontraba. Claro que no había un él. Ni tampoco había un punto donde estuviera ubicado. Concluyó que era su percepción lo que estaba allí, no su cuerpo, y entonces se dio cuenta de que hasta su pensamiento fluía mucho más libre, como si se hubiera liberado de una atadura.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 313. La atadura de tener que existir en un plano físico, constituido por las neuronas y sus conexiones, las llamadas sinapsis. Pero lo más llamativo no fue el que pudiera percibir de esa forma tan plena, tan llena de energía y de libertad. Lo más sorprendente fue lo que percibió. Tras unos primeros instantes de intenso colorido, todo se volvió negro; un negro salpicado de estrellas. Estaba en algún lugar del firmamento. Por fin distinguió algo: una flota de impresionantes naves con una amenazadora forma entre ovalada y triangular y con un atractivo (y a la vez) inquietante denominador común. Eran de color gris, un gris reluciente que semejaba el aluminio anodizado. Sintió curiosidad por ver cómo serían de cerca, y entonces lo percibió: la superficie de estas descomunales aeronaves mantenía el gris reluciente que había visto antes, pero estaba cubierta de una infinita cantidad de finas líneas que la recorrían, a modo de sencillos surcos, en todas las direcciones. De vez en cuando y a diferentes velocidades atravesaban estas líneas algunos haces de luz de diferentes colores, muy llamativos y atractivos, la mayoría en diferentes tonos verdes y azules. Se preguntó qué hacían allí. Dejó de ver el espacio y las aeronaves y se encontró en suelo firme. Supo que lo que veía pertenecía a algún lugar real del planeta Tierra. Donde fuera que estuviese, le recordaba a uno de sus sueños, pues había una enorme extensión de césped. Al fondo parecía vislumbrarse el mar. Incluso creyó ver lo que semejaban las ruinas de un pequeño castillo a lo lejos. La imagen cambió y lo pavoroso de la nueva visión era que, allá donde mirara, ahora también veía seres altos, espigados y de color gris. Auténticos pelotones que recorrían la superficie, escoltados por inmensas naves que flotaban a cientos de metros del suelo, haciendo vibrar este con el zumbido de sus motores. Un zumbido que helaba la sangre en las venas. Un zumbido que no oía, pero que anunciaba la muerte y la destrucción.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 314. Quiso gritar pero no pudo, pues no tenía una garganta con la que hacerlo. Intentó moverse y por fin notó que algo parecía oponer resistencia a sus intentos de movimiento. Si hay resistencia es que hay un plano físico. Se dio cuenta de que ahora su pensamiento era más lento y torpe, como si estuviera de nuevo anclado a un pesado soporte físico, con todas las limitaciones que esto conllevaba. ¡Mi cerebro, vuelvo a él! La imagen desapareció por completo y volvió la negrura pero con ella Jacob notó, de nuevo, sus brazos y piernas. Por un lado agradeció sentir el palpitante dolor de cabeza, menor que hacía unos minutos, pero aún presente. Por otro, supo que iba a echar mucho de menos esa extraña pero inconmensurable forma de percibir que acababa de vivir. En ese momento sintió cómo si empezaran a achicharrarse todas las neuronas de su cuerpo. Por fin abrió los ojos y gritó de forma desgarradora, inhumana. —Tranquilízate, Jacob. Su corazón seguía cabalgando a casi 200 latigazos por minuto y, tras unos eternos segundos en los que intentó calmarse sin éxito, se atrevió a dirigirse a los seres que tenía delante. ¡Me habéis mentido! ¿Qué es eso que he visto? ¿El pasado, el futuro, el presente acaso…? ¿¡Es la Tierra!? Uno de los seres levantó el brazo. Se asustó pero en unos segundos notó cómo su corazón se frenaba y una extraña sensación de calma le recorría el cuerpo. Se dio cuenta de lo que estaban haciendo con él e intentó resistirse. —Sólo hemos relajado un poco tu ritmo cardíaco y disminuido tu descarga de adrenalina. De seguir así, hubieras corrido riesgo de sufrir un infarto cerebral. Tu cerebro acaba de experimentar, en vuestros términos, una… sobreexposición. ¿Sobreexposición? ¿Qué era eso que he visto? ¿Eran recuerdos, pensamientos vuestros, o… lo que va a suceder en breve?
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 315. Enseguida notó cómo su mente recibía un nuevo bombardeo de ideas. —Hubo un tiempo en que nuestra especie se planteó colonizar nuevos planetas. La imagen que has visto es real. De hecho lo hicimos con éxito. Vuestro planeta era uno de ellos pero nuestros antepasados descubrieron que ya estaba habitado por una especie con principios de inteligencia y eso los hizo desistir. ¿Y por qué sueño con vosotros desde que tengo uso de razón? ¿Por qué en mis sueños nos aniquiláis? —Siempre ha sido así con muchos de vosotros: nuestra aeronave, los chips y todo lo que había en ella llevan más de mil años aquí y han ejercido una fuerte influencia en vuestras mentes. Algunos habéis logrado, en cierto plano de vuestra consciencia, llegar a entrar en una especie de relación con nosotros, con nuestros recuerdos, nuestra consciencia. Has soñado con nosotros porque una parte de tu cerebro ya nos conocía. Tu cerebro ha recibido la influencia de nuestra tecnología desde el día en que naciste. Una tecnología que tiende a fundirse con los cerebros de quienes la usan y que en tu caso se potenció de forma exponencial en cuanto empezaste a trabajar con uno de nuestros chips. Gracias a todo eso eres una de las pocas personas que nos puede ayudar. Tu cerebro y nuestra tecnología ahora ya son sólo uno. Muy pocos humanos soportarían comunicarse con nosotros de esta forma y casi ninguno sobreviviría a la… sobreexposición que acabas de sufrir tú. Cada vez se sentía más agotado, incapaz de pensar. Esa teoría de que su cerebro se hubiera unido a la tecnología de esos seres de alguna forma le generaba auténtico pavor, aunque esto ya ni le impresionaba. Con apenas fuerzas preguntó de nuevo sobre la imagen que más le había estremecido. ¿Por qué… he visto la Tierra invadida por vosotros? —Eso formaba parte de tus sueños: uno teme a lo desconocido y en tus sueños una parte de tu cerebro te mostraba algo que tu otra parte, la consciente, no conocía. Eso, unido a tu aprendizaje sobre lo que puede ser una civilización ajena a tu planeta, han motivado que tus sueños, con nuestros recuerdos, se hayan tornado en pesadillas. No estabas preparado, al igual que ningún humano, para admitir que existíamos, y que aún estando más desarrollados, no fuéramos violentos. Sintió una profunda angustia que le subía por el pecho. Una parte de su cerebro le decía que todo eso era irracional y la idea de acabar con su propia
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. P谩gina 316. vida para terminar con esa pesadilla le sorprendi贸, apareciendo por primera vez como una opci贸n.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 317. —No puedes quitarte la vida. Sólo hay una decisión lógica y sabes cuál es. Notó cómo una nueva idea tomaba forma en su mente acompañada por la imagen de Lia. Estaban utilizando sus propios recuerdos: de las múltiples ocasiones en que habían intercambiado miradas apasionadas o intensos y prolongados besos. Bailes, noches compartidas en cálidos bares, en fríos portales. Peleas, discusiones e intensas reconciliaciones. Y es que, por mucho que ella lo hubiera negado, entre ambos había una química difícil de romper. Mientras los dos vivieran, siempre existiría una historia de inmensa pasión… Notó que la cabeza le iba a estallar de dolor. Tenía que recuperar el control de la situación y así no podía hacerlo. Necesito aire. Necesito estar a solas… por favor. De nuevo silencio. Entonces pensó con sinceridad que estaba a punto de aceptar. Al fin y al cabo no tenía otra opción. Estaba seguro de que, si no aceptaba, no iban a tener la menor posibilidad de salir vivos de allí. Mientras esos seres no tuvieran en su poder los chips y no hubieran destruido o retirado los restos de la aeronave no podían dejar a nadie con vida recorriendo el planeta y avisando de su presencia. Pensó que si aceptaba su propuesta y ellos conseguían lo que querían sin hacer ruido, quizás tuvieran una oportunidad de vivir. Junto con Lia. Eso sería maravilloso… Notó cómo una nueva idea procedente de esos seres acudía a su mente. En esta ocasión era de satisfacción. Se había despistado y se había dejado llevar por sus pensamientos. Y lo que había pensado debía de haberles convencido. —Tienes cinco minutos... Un velo negro cayó sobre él. Jacob pensó que en los siguientes cinco minutos iba tomar una decisión que afectaría al resto de la humanidad, aunque ésta nunca lo sabría. ¿Cuántas veces habrá ocurrido esto a lo largo de la historia del hombre?
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 318. Sintió frío en el rostro y en las manos. Abrió los ojos al mismo tiempo que notaba el duro y frío suelo. Estaba sentado en la cima de un saliente de roca que no supo localizar, debía ser algún lugar del bosque que había recorrido junto con Lia. Hacía un frío húmedo y el sol parecía estar asomando. Debían de haber pasado la noche entera dentro de la cueva. Sin embargo, no se sentía cansado en absoluto, al menos en el plano físico, ya que en su interior, sí que sintió un enorme peso. Miró alrededor pero no vio a nadie. Tampoco sintió nada especial en el interior de su mente. Por fin estaba solo. Ellos sabían que no iba a huir, dado que tenían lo que él más quería en el mundo. Miró al frente, emocionado por ver salir el sol y por poder sentir una brisa de aire fresco acariciando su cara. Le pareció que la naturaleza, o más bien el planeta, le saludaban de forma cariñosa, casi como si entendiesen el problema al que se enfrentaba. Sin motivo, rompió a llorar. Durante unos instantes estuvo llorando, cada vez con más intensidad a medida que se iba acordando de sus amigos, primero, sus padres, después y, al final, de Lia. Sin duda los quería mucho y pensó que no se lo había dicho lo suficiente a ninguno de ellos. Aún llorando se dio cuenta de que iba a hacer lo correcto. Casi como una respuesta oyó el canto de un pájaro, que enseguida se mezcló con el de varias decenas, al coincidir todos con el amanecer de un nuevo día. Respiró hondo y disfrutó del aire, limpiándose las lágrimas. El canto de los pájaros pareció crecer en intensidad, y él creyó distinguir entre todos ellos el del primer pájaro, el que había empezado a cantar mientras estaba llorando. Para su sorpresa, el sonido de ese pájaro se hizo mucho más fuerte. Se había posado en la piedra, justo delante de él y cantaba a pleno pulmón, como si le estuviera dedicando su piar. Como si le mostrara que cantar era lo mejor que uno de su especie podía hacer por el mundo. Lo miró, sorprendido por su inocente optimismo, y entonces lo entendió.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 319. Dí que sí, amigo, este planeta es tan tuyo como mío… ¡no puedo ser tan egoísta! Miró su reloj y vio que ya llevaba más de cuatro minutos allí sentado. En menos de 30 segundos volvería con esos seres para convertirse en su esclavo. Unos seres a los que cada vez tenía más claro que si les ayudaba, de una forma u otra les estaba entregando el planeta. Y ello por el precio de una mujer, que a su vez también pasaría a ser una esclava. Así no quería tener a Lia. Morir libres, vivir prisioneros… Aún con restos de lágrimas en los ojos, sacó su iPhone del bolsillo de la cazadora. Lo activó y vio que tenía batería. Comprobó que tenía cobertura y que el GPS estaba activado. Gracias a Dios… Con rápidos gestos de sus dedos, empezó a mover una serie de archivos, tal y como había aprendido a hacer a toda velocidad. En unos segundos hizo lo que pretendía. Diez segundos… Con toda la tranquilidad del mundo, deslizó su dedo por la pantalla del teléfono, buscando un icono. Cinco segundos… Sonriendo, pensó en su amigo Owl, con cariño. En nombre de la Humanidad, gracias, amigo. Un segundo… Jacob sintió cómo todo empezaba a volverse negro. Entonces pulsó el icono de Krusty.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 320. En el mismo momento en que pulsó el botón, el teléfono empezó a emitir su señal. El programa que el pirata había creado se limitó a transmitir un pequeño mensaje, muy corto. En unos instantes, el mensaje había llegado a varias docenas de servidores donde se alojaba toda la información que Owl, Lia y el propio Jacob habían recopilado y en la que se incluían las fotos que Jacob acababa de adjuntar, junto con sus coordenadas, gracias al GPS del teléfono. El pájaro que había estado cantando echó a volar, como si supiera que su papel había llegado a su fin. En esos servidores situados a miles de kilómetros, un programa acababa de activarse y empezaba a bombardear una lista de direcciones de correo de usuarios, empresas, agencias gubernamentales, periódicos, cadenas de televisión, asociaciones, y por supuesto miles de webs y blogs de todo tipo. En menos de diez segundos, miles de personas a lo largo de todo el planeta, que estaban conectados a su correo en ese momento, vieron el siempre atrayente aviso de “tiene un nuevo mensaje”. Muchos de ellos lo abrieron sobre la marcha para leer, con curiosidad, su contenido. En menos de tres minutos comenzaría una auténtica revolución en Internet cuyas consecuencias durarían muchos años. Nada más pulsar el icono, Jacob había sentido cómo todo se volvía negro de nuevo y su conciencia empezaba a desvanecerse. Estaba convencido de que volvía a la nave, pero acto seguido notó de nuevo el frío en su cara y el piar de los pájaros, aunque este quedó atenuado en su cerebro al oír un desgarrador grito, que le removió las entrañas. Un aullido de desesperación y de horror, el de muchos seres de otro planeta, a los que estaba conectado de alguna forma. Sintió que su cabeza le iba a explotar ya que el dolor que le taladraba el cráneo, se hacía más intenso a medida que los seres se desesperaban en su agonía. Notó una profunda vibración en el suelo que por instantes se fue haciendo más intensa. ¡La nave, no he vuelto!
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 321. Decidió levantarse y echar a correr a pesar de que la cabeza le iba a estallar de dolor. Intentando olvidarlo, empezó a descender como pudo la pendiente de la enorme roca, arañándose las manos y la cara debido a los continuos resbalones y tropezones. No sintió ningún daño. El suelo seguía vibrando, a pesar de lo cual pensó que tenía que volver dentro de la nave para encontrar a Lia. Empezó a hurgar en su cazadora, buscando su teléfono para localizar la roca por donde ambos habían accedido a la cueva. ¡Tengo que sacarla de ahí como sea! En ese momento el temblor cesó y se oyó un sonido sordo, hueco y muy profundo bajo sus pies. Jacob cerró los ojos, pues todo alrededor se puso de un blanco intenso durante unos segundos que se le hicieron eternos. Aún con los párpados cerrados, percibía la intensa luz, entre inmaculada y azulada, que rodeaba todo su mundo. El sonido se fue haciendo mucho más agudo y distorsionado. Intentó taparse los oídos, pero era una maniobra absurda pues tenía esa especie de chirrido agudo calado en todas sus neuronas. Entonces oyó un estampido sordo y la tierra tembló, como si hubiera sufrido una sacudida. Todo duró menos de un segundo. Recuperando a duras penas el equilibrio siguió corriendo a pesar de tener todavía los ojos cerrados y de tropezar sin parar. Cuando por fin los abrió, varios instantes después del fogonazo de luz, oyó un finísimo pero intenso ruido, muy agudo, acompañado de otro mucho más rocoso y abultado. La montaña de piedra sobre la que él se encontraba se estaba desmoronando, plegándose sobre sí misma. Vio, a unos cientos de metros, cómo algo enorme emergía del suelo a toda velocidad hacia el cielo, provocando una explosión y la consiguiente cascada de rocas, arbustos, árboles y tierra. Antes de que pudiera ver qué era, lo que había emergido del suelo había desaparecido. El problema es que la montaña de restos se le venía encima, por lo que siguió corriendo con toda su alma. La enorme roca seguía despedazándose con un ruido descomunal que le hacía temblar hasta los huesos con cada vibración.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 322. Unos segundos después se dio cuenta de que por fin el ruido empezaba a ser menor. Tras frenar un poco se giró y vio que el terreno que él mismo estaba pisando hacía unos instantes se había hundido sobre la cueva donde, unos minutos antes, estaba la aeronave estrellada. Los seres la debían haber hecho implosionar, dado el ruido sordo, el fogonazo de luz y el hundimiento de tierra. Estaba seguro de que por mucho que buscaran allí no iban a encontrar nada. Esos seres tenían la tecnología suficiente para reducir la nave a partículas subatómicas… En ese momento, y consciente de ello, cayó de rodillas sobre el suelo y se desplomó como un muñeco, echándose a llorar como un loco y casi convulsionando del dolor. En su fuero más interno estaba seguro de que había hecho lo correcto, traicionando a esos seres y proporcionando todo lo que sabía al resto de la Humanidad. No le cabía ninguna duda sobre las imágenes que había visto: estaba seguro de que esos seres le habían intentado engañar. Lo paradójico es que lo había logrado gracias a la intuición que ellos mismos le habían dotado. Una intuición que le había avisado de que le mentían. Pero no lloraba por eso, era algo que ya no le importaba en absoluto. Se retorció una vez más de dolor y angustia, sintiendo el corazón y su cabeza a punto de estallar. Deseó de forma sincera que alguno de los dos órganos reventara de una vez para acabar con ese sufrimiento. No podía quitarse de su cabeza una idea que le estaba haciendo querer morirse. Con su decisión acababa de echar a esos hijos de puta que llevaban amargando su existencia desde que tenía uso de razón. Pero también había matado a Lia.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 323. “La vida es hermosa, pero la mía está envenenada para siempre” Ludwig van Beethoven
Epílogo …Por fin, la oscuridad.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 324. Miércoles, 2 de septiembre de 2009. Langley, Virginia. (Estados Unidos) Seis meses después de la catastrófica explosión de Palenque, Jacob entró en su nuevo despacho y colocó un recién adquirido Macbook Pro. El anterior había sido destruido, junto con el resto de sus cosas, en el interior de la cueva donde se alojaba la aeronave extraterrestre. No es lo más valioso que perdí… El recuerdo de Lia volvió por enésima vez ese día, mezclado con el de los acontecimientos que sucedieron de forma inmediata a la implosión del artefacto alienígena y la fuga de sus propietarios. No tenía conciencia del tiempo que había permanecido en el suelo, llorando y deseando morir de una vez para poder estar junto a Lia, si es que el alma de ella se encontraba en algún sitio. Por desgracia su deseo no se había cumplido, y ahora vivía en una especie de limbo. En su cerebro habían quedado grabados fragmentos, sonidos e imágenes sueltas de lo sucedido tras la implosión. Recordaba ruido de hélices, de viento y el sonido de un helicóptero. Aparecieron unos hombres vestidos de negro. Uno de ellos mirándole, explorándole y hablándole. Ni siquiera recordaba sus palabras. Lo siguiente que podía rememorar era que estaba en un hospital de Estados Unidos, vivo y con buen estado físico. Su diagnóstico principal era el de estrés post—traumático. Al cabo de varios días de ingreso, había recibido por fin una visita. Smith, el supuesto chófer, habló largo y tendido con él. Tras hacerle firmar una serie de cuestionarios de confidencialidad, le reveló su verdadero trabajo como agente de la CIA. Sólo entonces supo que se encontraba en un hospital militar. Pocos minutos después del Suceso de Palenque, que era como la CIA había bautizado a los acontecimientos que allí ocurrieron, miles de webs y correos de todo el planeta se inundaron con una sorprendente información sobre unos extraños chips que parecían proceder de una especie extraterrestre que, además,
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 325. tendría alojada una nave espacial en suelo mexicano. La cantidad de datos aportados en dicho correo era abrumadora y provocó una revolución inmediata en casi todo el planeta, que desencadenó una auténtica catástrofe política en las siguientes semanas. Un correo que tanto la Agencia como Jacob sabían de dónde venía, pero cuya procedencia callaron. Al cabo de varios días, la CIA dejó de investigar oficialmente su origen cuando se topó con una red de servidores anónimos imposibles de localizar, entre los cientos de miles que componían Internet. El resto de gobiernos se lo tragó. Estaba claro que cierto pirata había hecho muy bien su último trabajo, pensó Jacob. La Agencia respondió tan rápido como pudo a las consecuencias del inesperado acontecimiento: en menos de una hora tras el incidente llegaron a la zona que indicaban los emails, con un permiso especial del Gobierno mexicano, que fue obtenido en tan sólo unos minutos. Allí, encontraron a Jacob en estado comatoso. Tras evacuarlo, estudiaron la zona y borraron cualquier rastro de lo que había sucedido. Como era de esperar, no encontraron nada, aparte de un gran hoyo en donde antes había una cueva y lo que parecían los restos de una gran erupción de tierra. Muy extraña, pero nada que demostrara la existencia de “hombrecillos verdes”. Entonces comenzó una intensa campaña de desinformación sobre el contenido de los emails. Smith le explicó los motivos de esta acción: Jacob estaba en lo cierto, esos seres existían, pero no era el momento oportuno para que todo el planeta lo supiera. En pocos días, la CIA había confiscado los misteriosos chips y detenido a casi todas las personas relacionadas con su adquisición. Por supuesto William Baldur era el nombre más conocido de todas ellas, aunque la versión oficial había sido que su detención se debía a un problema de impuestos. Lo más chocante había sido descubrir que una sección de la mismísima CIA, dirigida por un tal John Beckenson, sí que conocía la historia de los extraterrestres. La clave la proporcionó Baldur, cuando, sin darle importancia (ya que él no podía pensar que el agente estuviera haciendo otra cosa que su trabajo), relató las llamadas del agente y la presión a la que éste le había sometido en uno de los interrogatorios. Tras un oportuno pacto con el Fiscal, supervisado por una legión de abogados, y con el fin reducir su más que posible condena, el millonario contó todo lo que sabía. Acertó, pues su confesión llevó el foco de atención a
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 326. Beckenson. Cuando revisaron su historial de órdenes y llamadas, efectivamente comprobaron que había estado tras los pasos de Milas, Jacob y Lia. Lo peor fue descubrir que eran agentes, bajo sus órdenes, los que habían asesinado a Milas en pleno centro de Madrid, y habían intentado hacer lo propio con Jacob y Lia en México. Fue muy duro recoger los cadáveres de Jones y sus hombres de Palenque, una vez que supieron dónde estaban enterrados. Pero lo que más sorprendió a Jacob fue el hecho de conocer a la otra persona que trabajaba para Beckenson. —¿¡Jules Beddings!? —Exclamó, sorprendido, cuando se enteró. Smith le relató que Beckenson había reclutado a su compañero de facultad en cuanto se enteró de que trabajaba para Baldur. Su misión consistía en localizar el origen de los chips, pero no tanto para Baldur, al que tenía engañado, sino para Beckenson, que sospechaba de la existencia de la aeronave espacial y llevaba años tras su pista para borrarla del mapa. La súbita aparición de esos chips tan avanzados fue lo que hizo que se despertaran todas sus alarmas. Cuando supo de la existencia del tal Azabache, ya era muy tarde para intentar averiguar quién era, pues este no había dejado el más mínimo rastro. El dinero de Baldur se había esfumado en un mar de transferencias anónimas imposible de seguir. Para sorpresa de todos, incluidos Milas y Beckenson, fue la afortunada actuación de Owl la que permitió desenmascarar a la persona que había encontrado y vendido los chips, Milas Skinner. Cuando hablaron del pirata, la mirada de Jacob se entristeció, aunque Smith no lo percibió, pues estaba pensando en cómo contarle algo aterrador. Beckenson estaba obsesionado con encontrar esa supuesta aeronave espacial, pero no era su misión principal, dado que ni siquiera sabía con certeza si existía. Cuando Jacob oyó la auténtica misión del trastornado agente, se quedó petrificado. —Eliminar a toda persona que obtuviera cualquier prueba de la existencia de vida extraterrestre. Era algo que alguien ordenó hace muchos años cuando se llegó a la conclusión de que era prioritario mantener oculto cualquier posible contacto con seres extraterrestres, por el bien de la Humanidad. Su sección llevaba tiempo funcionando y, en teoría, no existía. Y te aseguro que
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 327. han trabajado… muy eficazmente. Da gracias a que los responsables políticos de la creación de esa brutal sección están ya muertos o sufren de Alzheimer. Si no, te aseguro que me los hubiera cargado yo mismo… —Es una locura… —había exclamado Jacob, abatido. —Por suerte eso ya ha cambiado. La sección ahora es oficial y sus cometidos son otros: en ellos ya no está el matar a nadie, sino por ejemplo debatir si es bueno o no que se conozca lo sucedido en Palenque. El agente le había relatado que cuando Lia y Jacob por fin encontraron a Milas, Beckenson ya había dado la orden de eliminarlo. El problema es que ellos también se convirtieron en objetivos, debido a sus pesquisas. Sobrevivieron gracias a Jones, que era otro agente de la CIA que, al igual que Smith, no sabía nada de la existencia de Beckenson ni de su Sección. Estaba en Madrid, vigilándoles por deseo expreso de Baldur, que creía tener todo controlado hasta ese preciso momento. —Qué poco se imaginaba que casi ninguno de los hombres que manejaba, trabajaba en realidad para él… Le explicó que Jones y sus hombres habían caído en México abatidos por los hombres de Beckenson. —Los hombres de Beckenson eran muy buenos y Jones no sabía de su existencia. Agentes de la CIA matando a agentes de la CIA… una locura nacida en el seno de una mente irracional como la de Beckenson —Le había explicado Smith. Jacob se sorprendió cuando se enteró de todo eso. —¿Beckenson también es el responsable de la muerte de mi amigo Owl? Smith abrió mucho los ojos cuando Jacob le hizo esa pregunta. Su respuesta dejó al neurólogo sin palabras: —¿Owl muerto…?, ¿quién te ha dicho eso? —¿¡Qué!? —Tu amigo recibió un disparo en el cráneo pero es un chico muy afortunado: la bala se le quedó incrustada en el hueso temporal. Su madre lo encontró unos momentos después y pudo avisar a emergencias, desesperada. Estuvo en coma durante una semana. Pero tranquilo, volverá a husmear en
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 328. servidores donde no debe… —dijo, con un atisbo de sonrisa. Jacob por fin reaccionó, y se echó a llorar de alegría. Se acababa de quitar de encima una de las muertes que llevaba en su conciencia. Unos minutos después, y tras haber pedido que por favor le pusieran en contacto con su amigo en cuanto Smith se hubiera ido, volvió a preguntarle al agente. —Entonces, ¿la oferta que nos hizo Jules a Lia y a mí de trabajar con los chips, era mentira? —Por supuesto —le había contestado el agente—. Su verdadera misión era encontrar los chips y la aeronave, y acabar con todo el que supiera de su existencia. Beckenson le asignó unos hombres, que fueron los que asesinaron a Jones, pero que no sabían nada de toda esta historia. Eso encaja con el hecho de que bajara él solo a la cueva, y allí te disparara. Por tu relato creo que lo único que hizo fue jugar un poco con vosotros, pero no tengas ninguna duda de que iba a hacer lo mismo con Lia. Así que no te reproches nada... ¿Que no me reproche nada? —Pensó él Lia…
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 329. Jacob seguía sentado en su nueva mesa, donde aún no había encendido su portátil ni el ordenador corporativo. Seguía pensativo y recordando fragmentos de sus conversaciones con Smith… Este no volvió al día siguiente, por lo que tuvo que aguantarse sus ganas de conocer más de la terrible historia. Su paciencia se vio recompensada tras varios días. Smith por fin apareció con otro agente de mayor rango y más edad que él. Smith le explicó cómo los hombres de Beckenson les habían seguido gracias al módem que les había proporcionado el mexicano Juárez. Este módem enviaba todo lo que transmitían a Baldur, pero también mandaba la información al despacho de Beckenson y a sus hombres por satélite. —¿Así que Baldur no sabía que nos estaban siguiendo? —Él estaba seguro de que tenía todo bajo control —le contestó Smith —. Pero nada más lejos de la realidad. Si hubiera llegado a saber de la existencia de la aeronave, Beckenson habría dado la orden de eliminarlo a él también. Tuvo mucha suerte de no enterarse antes. —Smith, aún hay algo que no entiendo, ¿cómo pudo Jules engañar a Baldur? —Muy sencillo: Baldur había dado orden de que vuestro módem enviara una copia de todo lo que transmitiese a sus servidores, donde él estaba siguiendo toda la operación. Jones y sus hombres tenían un módem idéntico, pero que Baldur no podía vigilar, dado que ellos eran miembros de la Agencia y hubiera cometido un delito de alta traición. Jules sí tuvo la oportunidad de hablar con Alejandro Juárez antes de que os entregara a cada uno vuestro dispositivo y ordenó a éste que los modificara para que enviaran también su posición a los hombres de Beckenson. Baldur estaba cegado con Jules y le había otorgado plenos poderes, así que Alejandro obedeció sus órdenes sin rechistar. —Así que el único que controlaba todo era Jules… —¡Exacto! Ni siquiera Beckenson tenía toda la información, ya que él recibía sólo lo que Jules le iba enviando. El doble juego de Beddings le permitió controlar casi todo a distancia: vosotros no sabíais casi nada, salvo lo que averiguabais. Jones os seguía a vosotros. Los hombres de Jules os vigilaban a vosotros y a Jones… ¡Y Jules os controlaba a todos! Era el único que disponía de
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 330. toda la información y fue manipulando a cada uno en su beneficio. —Salvo a los que acabaron con él… —replicó Jacob, con frialdad—, a esos no pudo manipularlos. Smith y su acompañante asintieron. Tras unos minutos de silencio, por fin se había atrevido a preguntar algo que le resultaba muy doloroso. —Smith, dices que rastreasteis la zona; ¿sabes algo de… de…? Le había temblado la voz y se le habían empezado a humedecer los ojos, por lo que el agente le echó un cable. —Lo siento —le contestó, y con suma franqueza añadió—, no sabemos qué pasó con ella, aunque nos imaginamos que la dejaron dentro de la aeronave que implosionó. Jacob no había podido soportar más el dolor por ese día y tuvo que despedir a Smith y a su acompañante, que no se había identificado en ningún momento. Después se enteraría de que era el mismísimo Director General de la Agencia. Días más tarde, vio por televisión que Baldur podía pasar unos años en la cárcel, pero tenía toda una legión de abogados a su disposición y tampoco estaba relacionado con lo de Beckenson, así que, con suerte, estaría en su casa antes de lo que él mismo imaginaba. En cuanto a los experimentos, Smith le comentó que todos habían sido detenidos y todo el mundo que había entrado en contacto con los chips estaba bajo estrecha vigilancia médica. Salvo unas cuantas crisis nerviosas, episodios de tics y numerosos casos de insomnio, nadie más había sufrido ningún proceso neurológico que pareciera relacionado con los artefactos extraterrestres. Boggs había asumido el control de todo ese operativo y estaba encantado con la caída en desgracia de su eterno rival. El gigante también le explicó que estos chips se encontraban a buen recaudo. Justo a unos pocos metros de donde se encontraba Jacob sentado en ese mismo momento.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 331. El sonido del teléfono de su mesa, aunque suave, hizo salir a Jacob de sus pensamientos, dando un respingo. Con el corazón acelerado por el susto, descolgó. —¿Doctor Assavar? —¿Sí, James? —Le esperan en la sala de reuniones para su presentación y primera reunión de coordinación dentro de diez minutos. Por cierto, de parte del señor Smith, un mensaje, “Que sea bienvenido”. —Muchas gracias, James, allí estaré —respondió él, con una leve sonrisa. Cogió aire y reflexionó de nuevo. A Smith le había costado auténticos horrores convencerle para que aceptara un nuevo empleo. Había necesitado recurrir incluso a sus padres, a los que había relatado que él era una de las personas más capacitadas del planeta para resolver un problema que con el tiempo podía ser un peligro para toda la especie humana. No les había mentido. El problema era que él ya no quería saber nada. Tras salir del coma se había sumido en una profunda depresión y vivía en una especie de limbo donde apenas sentía nada. Era cierto que lo que había hecho había sido por proteger a su especie, y al parecer había acertado: desde hacía muchos años, los gobiernos de un puñado de países tenían pruebas de la existencia de tecnología no humana en nuestro planeta. Así que los hallazgos del grupo de Beckenson, el material de Milas y todo lo que Jacob y Lia habían recopilado y enviado de la aeronave pusieron muy nerviosos a esos gobernantes. Únicamente unos pocos países conocieron al final la historia de los chips, que no sólo probaban la existencia de dichos seres, sino que además permitían dar un paso más allá. Bajo el nombre de Iniciativa Pacal se había puesto en marcha un proyecto que consistía en prepararse para una supuesta ofensiva de esos seres. Los sucesos acontecidos a Jacob y Lia preocuparon a muchas personas, que no veían nada de amistoso en las muertes de Jules o Lia, ni en las visiones de
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 332. Jacob, que además supo que las compartía con varios miles de habitantes del planeta, aunque por motivos obvios, la mayoría no sabía a qué se debían. Le explicaron que los seres con los que él había contactado debían formar parte de algún tipo de misión de rescate con la que, en teoría, debían limpiar todo rastro posible de su presencia en nuestro planeta. Era lo más probable, dada la rapidez con la que habían erradicado las pruebas del accidente de su aeronave, una vez que Jacob les delató al ejecutar el programa que Owl le había preparado. Sin embargo, de algún modo habían fracasado, pues sus chips se habían quedado. Y Jacob no podía dejar de pensar que el precio más alto lo había pagado él. La vida de Lia. Sentía una inmensa sensación de ira e inquietud cada vez que se acordaba de ella y no tardó en empezar a soñar. En las pesadillas estaban juntos y ella siempre era arrastrada a un profundo agujero oscuro mientras desaparecía, pidiéndole ayuda. En otros, ella se alejaba despechada y se acercaba a algún otro hombre al que se cogía de la mano, para enseguida descubrir que era un extraterrestre, haciéndose pasar por humano, que la asesinaba, provocándole la misma y dolorosa muerte que había sufrido Jules. En todos los sueños se despertaba sudoroso, llorando y deseando estar muerto, para así poder estar más cerca de la mujer que todavía le tenía obsesionado. Cada minuto de su existencia, odiaba más a esos seres que la habían matado. Por eso terminó aceptando el trabajo. Si querían esos chips, él estaba dispuesto a esperarlos con ellos en la mano, si era necesario.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 333. Jueves, 15 de octubre de 2009 Jacob llegó a su casa, en la que apenas tenía aún objetos personales. Se había tenido que trasladar a vivir a los Estados Unidos, uno de los pequeños sacrificios que requería su nuevo trabajo. Como compensación, tenía un pase especial con el que podía viajar gratis con casi cualquier aerolínea, de forma que podía ir a visitar a sus padres todas las semanas, si así le apetecía. Era uno de los privilegios de ser uno de los máximos responsables de uno de los proyectos más importantes y secretos de la CIA. Un proyecto que, al fin y al cabo, podía ser de enorme trascendencia para la Humanidad. Sin embargo, no encontraba ya ningún estímulo para continuar. En las últimas dos semanas, su vida se había convertido en un infierno: los chips estaban aún en fase de análisis, por lo que no se podía trabajar con ellos. Su único cometido era supervisar los proyectos que se estaban diseñando para decidir cuáles se iban a ejecutar primero. Por desgracia, todos le parecían absurdos, y desde luego inútiles para frenar una posible invasión alienígena a manos de unos seres con tecnología capaz de aplastar la existencia humana con un esfuerzo mínimo. Para colmo, las pesadillas se habían hecho continuas. Ya no sólo soñaba con Lia, sino que habían vuelto las relacionadas con una invasión por parte de esos malditos seres. Era como si la cercanía de los chips hubiera desencadenado un torrente de ideas en su subconsciente que su mente liberaba por las noches. La consecuencia era que apenas dormía ya, por mucho que estuviera abusando de todo tipo de calmantes, que había llegado a mezclar con bebidas alcohólicas, algo que había dejado hacía ya muchos años. Como consecuencia, apenas había pegado ojo, por lo que tenía la sensación continua de que iba a entrar en coma por agotamiento en cualquier momento. Sus nervios, crispados, ya no toleraban a nada ni a nadie de los que le rodeaban. En su nuevo laboratorio, cercano a la central de la CIA, empezaban a estar preocupados por él. Pero lo peor no era eso, sino las horribles cefaleas. Desde que había empezado a trabajar en el proyecto comenzó de nuevo a sufrir episodios de dolores de cabeza. Al principio eran leves y cedían con
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 334. reposo o con medicación suave, pero ahora los tenía frecuentes e intensos. Apenas los conseguía controlar con altas dosis de analgésicos, que por otro lado le estaban destrozando el estómago y los riñones. Le habían realizado todo tipo de pruebas, pero no habían hallado nada anormal. Varios compañeros le habían dicho que no se preocupara, que se debía al estrés, al fenómeno de adaptación a su nuevo trabajo y la responsabilidad, y que con un poco de descanso se le pasarían. Pero él tenía la intuición de que no eran por eso. Aún así había aceptado descansar unos días, en los que no notó el más mínimo cambio. Aún más desesperado, por fin volvió al trabajo. Y ese mismo día había tomado una decisión. Estaba casi determinado a llevarla a cabo nada más levantarse, pero a media mañana un nuevo y lacerante dolor de cabeza le terminó de dar el impulso que necesitaba. Mucho más tranquilo, ejerció lo mejor que pudo su labor en el laboratorio y se despidió a la hora de siempre. Nada más llegar a su casa depositó su portátil sobre la mesa del salón, aunque a diferencia del resto de los días, no lo encendió. Feliz y tranquilo por la decisión que había tomado, por fin se encontraba bien. Había escrito unos cuantos emails a lo largo del día y había dado orden de que se autoenviaran un rato después, poco antes de la media noche. No quería sorpresas inoportunas. Triste por recordar a sus padres, se animó pensando en que era lo mejor para él, y así se lo había explicado en el correo que les llegaría dentro de unas horas. Esperaba que su amigo Owl, con el que apenas había hablado en las últimas semanas, también lo entendiera. Sintió que lo que dejaba atrás era satisfactorio y que, de una forma u otra, ya había hecho mucho por la Humanidad; algo que ni él mismo hubiera imaginado nunca. Había soñado con esos seres, se había jugado la vida por encontrarlos y había sacrificado la vida de la mujer a la que amaba de forma obsesiva para impedir que se salieran con la suya, recuperando unos chips que podrían ser clave para el futuro del hombre. Ya no podía hacer nada más. Estaba agotado, enfermo y falto de estímulos. Sin Lia, el mundo no tenía
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 335. sentido. Él sabía que había muchas mujeres mejores para él, que le hubieran querido más y que le hubieran hecho más feliz de lo que ella hubiera podido nunca, pues su relación era un amor que ella convertía en imposible. Y eso sin contar con el hecho de que Lia le había abandonado en el último momento, creyéndose la historia de Jules. Cómo pudiste ser tan… inocente. Lia era así, siempre había confiado en los demás antes que en él, o incluso que en ella misma. Y después de lo que habían vivido juntos, en el último momento se creyó la historia de Jules. ¿Cómo pudiste creerle? Empezó a llorar y de nuevo sintió esos profundos e incipientes latidos en lo más hondo de su cerebro, que presagiaban una nueva e intensa cefalea. Para su sorpresa, le envió un irónico mensaje al inminente dolor de cabeza: Para cuando llegues, ya no habrá nadie en casa… Cogió una jeringuilla en la que cargó una generosa dosis de benzodiazepinas, que había sacado de la enfermería del laboratorio. Una dosis, a todas luces, mortal. Acercó la punta de la aguja a una de las venas de la flexura de su codo izquierdo. Quería algo limpio y eficaz, lejos de esos absurdos atracones de comprimidos tan típicos de las películas. Con precisión, introdujo la punta de la aguja en su vena y se inyectó el contenido, muy despacio. No sintió el más mínimo dolor al hacerlo.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 336. Estaba en la playa. Hacía buen tiempo y había mucha gente alrededor. Se oían las olas y las risas de los niños, jugando. Sintió que hacía viento, quizás un poco frío para esa época. Estaba con sus padres, sentado cerca: ella, leyendo una revista; él, fumando un cigarro mientras miraba al mar. Jacob tenía 17 años y se sentía bien. Una ráfaga de aire frío le inquietó y enseguida notó que era cierto, que algo no iba del todo bien. Oyó un intenso ruido, como de guijarros rodando, mucho mayor del habitual que producían las olas. Levantó la vista y apenas pudo reaccionar cuando contempló el dantesco espectáculo que empezó a formarse delante de sus narices. El mar se estaba retirando hacia dentro, como si fuera la resaca de una ola. Se había alejado ya al menos 50 metros y seguía haciéndolo. Sus padres estaban petrificados, mirando lo mismo que él. Empezó a oír gritos de la gente y a notar movimiento, aunque la mayoría era de personas que se acercaban a lo que, hasta hacía unos minutos, era la orilla del mar. Ahora era una meseta que iba aumentando de tamaño por momentos. El ruido se alejaba al mismo tiempo que el agua, dejando un espectáculo pavoroso de rocas, plantas, peces e incluso restos de basura en el fondo, mojados y aún moviéndose, succionados por la fuerza con la que el mar se estaba retirando. En muy poco tiempo, el ruido dejó de disminuir para empezar a crecer de nuevo. Miró a la lejanía y lo que vio le hizo sentir el mayor miedo que recordaba haber experimentado nunca. Un descomunal muro de agua venía desde el horizonte, a toda velocidad. Aún se veía muy lejos, pero era inmenso, gigantesco. Y alcanzaría la orilla en pocos minutos. Sus padres se levantaron apresuradamente, diciéndole a él también que corriera. Intentó coger algo, pero su padre le dio un tirón, diciéndole que no perdiera tiempo. Levantó su mano del suelo y le enseñó el objeto que había recogido, con gesto de reproche. Las llaves del coche.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 337. Su padre le miró, sorprendido. Sin hablar, él entendió su mirada. Ni con el coche vamos a poder huir ya… Aún así las cogió y los tres corrieron en dirección al vehículo. Sus padres iban delante y él notaba que cada vez se movía con mayor lentitud. No era que le pesaran las piernas ni que le doliera nada. No podía desplazarse más rápido. Desesperado intentó correr hacia sus padres, que le estaban sacando ya varios metros. Se esforzó en avanzar. Entonces se giró y vio que el muro de agua estaba muy cerca. Su mera visión era aterradora, pues debía medir más de 30 metros. Había pocos edificios en su ciudad que superaran esa altura. La sombra que proyectaba era tan amenazante como para atenazar los músculos de cualquiera. Y él los sentía atenazados del todo, como si fueran de plomo. Obstinado en no rendirse, decidió intentar correr de nuevo, a pesar de que sentía sus piernas como si ya no formaran parte de él. No le obedecían, o lo hacían con una lentitud desesperante. Parecía que el aire fuera de una densidad parecida a la goma. Y en ese momento supo quién había causado la ola gigante, el maremoto o lo que fuera que había desencadenado esa locura. La nave espacial pasó como una centella, aunque Jacob percibió casi cada detalle de ella. Ovalada, de un gris oscuro muy pulido, pero que recordaba al metal anodizado. Dentro de él percibió la satisfacción de los seres que iban dentro. Por fin se había rendido. Ya no sintió nada más.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 338. En el apartamento de Jacob hacía unos minutos que apenas se oían ya sus respiraciones, casi ni se veía su pecho moverse. Su corazón estaba en franco descenso del ritmo cardíaco, inhibido, como el resto de su organismo, por la brutal dosis de benzodiazepinas que se había inyectado. A su cerebro cada vez llegaba menos sangre y esta era menos rica en oxígeno y glucosa. Poco a poco, todo el metabolismo del neurólogo estaba entrando en una espiral irreversible. Algunas de sus neuronas empezaron a sufrir por la falta de nutrientes, por lo que segregaron sustancias a través de las cuales intentaban alertar de que algo no iba bien. En condiciones normales hubiera notado una cefalea aguda, dolor abdominal y náuseas. Pero ahora su organismo apenas funcionaba, y menos aún su corteza cerebral, que en ese momento ya no percibía ni las imágenes del sueño que estaba teniendo. Para él ya no existía nada. Algunas de las neuronas comenzaron a ceder ante el estrés de la falta de nutrientes y empezaron a dejar de funcionar, como paso previo a su muerte. Sus conexiones cerebrales, las denominadas sinapsis, dejaron de transmitir información de unas neuronas a las otras. En una profunda zona de la base del cerebro, un grupo de neuronas recogió la incipiente señal de alarma que significaba el hecho de que sus vecinas hubieran dejado de transmitir información. El mensaje era fácil de entender… el cerebro estaba fallando y estaba en riesgo inminente de muerte si en los próximos minutos no se restablecía un flujo normal de oxígeno y glucosa al cerebro. En ese momento, la temperatura de esa zona subió de forma brusca dos grados centígrados, debido a la hiperactivación de las células que la integraban. Esa energía calórica se transformó en electromagnética y se expandió a la velocidad de la luz fuera de su cerebro, alcanzando millones de objetos en milésimas de segundo, aunque sólo uno de ellos era el objetivo. Si hubiera estado consciente habría sufrido un dolor terrible que le podría haber matado por sí solo.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 339. Por suerte para él, no lo estaba… …De ser así, se hubiera sorprendido de ver cómo la pantalla de su teléfono se iluminaba y en ella aparecía el número de emergencias. Se oyó la voz de un operario, por el altavoz del móvil. —Emergencias, ¿qué le ocurre? El corazón de Jacob había entrado en un ritmo incompatible con la vida. El grupo de neuronas hiperactivadas detectó el brusco descenso de flujo de sangre y aceleró su velocidad de proceso, aún a riesgo de estallar por la actividad y la temperatura: en la pantalla de su móvil apareció un mensaje de texto y se activó el botón de “enviar” cien veces en menos de un segundo. —Señor, ¿puede oírme? El mensaje apareció en todas las pantallas del centro de control de emergencias. —“Mi nombre es Jacob Assavar. Estoy a punto de morir. Necesito ayuda médica urgente”, junto con su dirección y los códigos para acceder al edificio y a su apartamento. —Dios mío… —dijo el operador, antes de empezar a pulsar teclas. Las neuronas hiperactivadas dejaron de recibir aporte energético y su temperatura comenzó a disminuir, cesando su emisión de energía electromagnética. El ritmo cardíaco siguió bajando, hasta que a duras penas consiguió dar un latido cada dos segundos. Tardó menos de dos minutos en agotar todas las reservas. Exhausto, no supo encontrar energía para lograr una nueva contracción.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 340. A muchos kilómetros de donde Jacob se encontraba, y en el momento en el que su corazón dejó de latir, un monitor empezó a detectar un súbito aumento de la frecuencia cardíaca de la paciente a la que estaba conectado. Una mujer con el pelo liso y unos inmensos ojos azules que llevaba siete meses sin abrir debido al coma profundo en el que se encontraba sumida. Una mujer que unos turistas habían encontrado varios días después del denominado Suceso de Palenque, a muchos kilómetros de la zona donde un ser vivo la había visto por última vez. Una mujer sin identificar y que nadie había relacionado aún con lo acontecido en México siete meses antes. La escueta pantalla del monitor reveló que la frecuencia cardíaca seguía subiendo, al mismo tiempo que ella empezaba a sudar y respirar de forma agitada. Nadie miraba esa pantalla. Cuando alcanzó los 120 latidos por minuto, la alarma del monitor empezó a sonar. Lia abrió los ojos de par en par. Cogió aire como si le fuera la vida en ello y profirió un largo y agónico grito de horror a la vez que se incorporaba hasta quedar sentada en la cama. Luego volvió a caer inconsciente. Sin recordar nada.
Realidad Aumentada. (C) 2010 Bruno Nievas. Página 341. Un equipo de sanitarios de emergencias irrumpió en el domicilio de Jacob, acompañados por una pareja de agentes de la CIA. —¡Joder, no tiene pulso! —dijo un enfermero, tras abalanzarse sobre el neurólogo. —Pues no nos podemos permitir que muera… —respondió uno de los agentes entre dientes y mirando a los sanitarios con una expresión que no dejaba lugar a dudas. Estos no vacilaron en ponerse a trabajar, dada la mirada que les había lanzado el agente. Un gigantón de raza negra que debía medir casi dos metros y que parecía dispuesto a matar si ese individuo no salía adelante. De forma coordinada, iniciaron las maniobras de reanimación.