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Apoyos al Campo sólo son Paliativos que No Evitan la Migración
Por B. Eduardo Rivera Villalobos
Un mundo globalizado implica un orden en torno a la producción. las naciones más favorecidas en esta configuración se catalogan como desarrolladas, es decir: son quienes poseen grandes cúmulos de capital y alto nivel de desarrollo tecnológico y digital; de forma paralela están los países en vías de desarrollo, cuyo nombre sugiere que aún no han alcanzado el mismo desarrollo industrial, mercantil, tecnológico, económico, etcétera, que los países desarrollados. La diferencia no estriba en que unos países sean miopes y otros no, sino en los recursos naturales y humanos de cada uno; es decir, los países con más recursos naturales han sido saqueados históricamente. Por otra parte, un factor muy importante es el proceso histórico y la acumulación de capital lograda a través del tiempo.
Los países en vías de desarrollo suelen producir materia prima, por tanto, sus mercancías no poseen procesos de producción complejos, lo cual significa menor valor para sus productos a la hora de comercializar. Históricamente, la mayoría de las naciones en vías de desarrollo, habían concentrado gran parte del crecimiento económico en la producción rural, pero con las políticas neoliberales ha ocurrido un abandono severo del campo, bajando los índices de producción y erradicando los escasos apoyos gubernamentales que se tenían. Quienes experimentan con mayor vigor las consecuencias son las personas cuya existencia dependía completamente de dicha producción: los campesinos.
Las condiciones presentadas son compartidas por muchas economías latinoamericanas; este mismo escenario está presente en México, país que debido a los recursos naturales y los tratados internacionales que posee, se presenta como una economía importante en la exportación de materias primas y alimentos. La población mexicana rural ha sufrido severamente los embates de la época moderna, así como el descobijo de los gobernantes en torno a recursos que potencien las actividades relacionadas al campo, por tanto, se ha condenado a la población a, al menos, tres escenarios: a) vender sus tierras a bajos costos para poder poner algún tipo de negocio, el cual, muy posiblemente sea blanco del crimen organizado, de los impuestos excesivos del gobierno, o solventar sus necesidades por un periodo de tiempo determinado; b) migrar a zonas metropolitanas para incorporarse al escaso mercado laboral de las ciudades importantes, como son Ciudad de México, Monterey y Jalisco, o c) migrar a otros países, principalmente a Estados Unidos y Canadá, acentuando el riesgo y la exposición a fenómenos como la violencia, la marginación, el desahucio, entre otros.
Cualquiera de los tres escenarios representa para la población rural una trasgresión hacia las condiciones propias de existencia. En la primera alternativa se convierten en foráneos, pero enfrentan problemas severos debido a las condiciones geoespaciales; en las otras dos vías se convierten en foráneos; sin embargo, la migración a otros países implica la despersonificación completa de quienes migran. Los puestos de trabajo en otros países tampoco son seguros, pero el llamado sueño americano es una tentativa para quienes han sido olvidados, despojados y marginados por su Estado- nación.
Claramente los Estados deben redirigir la mirada a la producción nacional y apoyar todos los sectores poblacionales, tanto urbanos como rurales, sin embargo, los esfuerzos de las naciones por insertarse en el mercado global han dejado de lado a innumerables personas; mismas que, cuando buscan insertarse en esa misma lógica global, se convierten en migrantes cuya condición “ilegal” es condenada por los países a donde llegan. Los embates de esta lógica los sufren todos los migrantes, sin embargo, el sector rural es un sector con mayor riesgo en cuanto se les demanda insertase en trabajo ajenos a las labores que llevaban con anterioridad en sus países de origen. Parece que las políticas sociales implementadas para tratar de retener a la población rural, como ayudas económicas para campesinos, no surten efecto, puesto que dichos apoyos no representan una transformación de las condiciones de vida, sino solamente son paliativos económicos para las formas de vida pauperizadas.
*B. Eduardo Rivera Villalobos: Profesor Universitario maestrante en Gestión y Políticas Metropolitanas en la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM). Investigador social de laceraciones sociales e idealidad económica, además de la construcción de paralelismos políticos e ideológicos y de dispositivos digitales como sujeción cultural en los jóvenes del siglo XXI.
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