Francisco Nieto

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ciudadanos contra la corrupción

¿Los ciudadanos pueden hacer algo novedoso y efectivo contra lacorrupción?

¿Cómo? Francisco Nieto Guerrero

COLOMBIA

Exdirector del Proyecto Anticorrupción del CIED de Georgetown University (Estados Unidos), y fundador del Centro de Políticas Públicas anticorrupción en las Universidades de Panamá, Paraguay y Venezuela. Redactor del primer proyecto de Convención contra la Corrupción que posteriormente fue presentado por Venezuela a la Organización de Estados Americanos (OEA). Profesor de instrumentos internacionales contra la corrupción en el posgrado de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Central de Venezuela.

EDICION 3 1 / 2014 2013

¿

La corrupción1 es más fuerte que la democracia? Es el título de un artículo periodístico2 sobre la supuesta corrupción política en Canadá -la octava democracia más honesta del mundo3-, que se refiere a las actuaciones de políticos, previas a las elecciones municipales realizadas el pasado 3 de noviembre en Quebec, considerada una ciudad modelo de institucionalidad en ese país. Para atender este caso se conformó la Comisión Charbonneau, que hasta el momento ha puesto al descubierto casos significativos de corrupción de nueve alcaldes que ya han sido destituidos y algunos están en prisión. La confianza pública renació: la sanción hizo la diferencia y rescató la confianza ciudadana. La corrupción política tiene uno de sus orígenes en la perversa relación de sumisión que se establece entre gobernados y gobernantes, que junto con el carácter subalterno del funcionario público frente al elegido, crean un irracional y artificial espacio de absoluta impunidad y discrecionalidad para los políticos. Así, la lealtad del político es con el partido y sus intereses.

La relación entre ciudadanos y funcionarios públicos, también tiene parte de la responsabilidad en la corrupción, debido a que el sistema de cuotaje para la provisión de los cargos públicos pervierte la relación creando un vínculo de dependencia entre el funcionario público y los líderes políticos. En esas condiciones, los funcionarios públicos le deben incondicionalidad al político y ninguna lealtad al ciudadano. Para los líderes políticos todo es posible, y su poder es ilimitado; para el ciudadano solo queda lo residual porque no le genera ningún beneficio sino la incomodidad de tramitar diligencias, salvo “coimas” de por medio. En conclusión: los líderes políticos sin pesos y contrapesos que les hagan sentir que son susceptibles de control y/o sanción, se convierten en una casta de intocables, invulnerables y todopoderosos; los ciudadanos en una incomodidad o posible gratificación extra, y los funcionarios públicos, en unos sobrevivientes. Esquemáticamente esa es la realidad en numerosos países de las Américas. En esas condiciones es evidente que si el ciudadano no hace nada contra la corrupción, nadie lo hará. Esa anómala situación está provocando malestar y fuertes tensiones, como en el caso de Brasil, o la llamada Primavera Árabe, que tuvo mucho que ver con la excesiva corrupción. Los políticos

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¿Solucionan las Social Media la apatía de la participación?

lo saben, se están dando cuenta que solo la participación ciudadana legitimaría las acciones contra la corrupción, y la necesitan desesperadamente para rescatar su credibilidad y de esta manera fortalecer la democracia. Todo esto ha conducido a los ciudadanos latinoamericanos a invertir la carga de la prueba: ahora los políticos son culpables -corruptos- a menos que demuestren lo contrario. Pero ese es un precio excesivamente elevado que están pagando los políticos, y por el que los ciudadanos comunes creen haber pagado en corrupción política4. Todo ello en detrimento de la democracia. Para los efectos de cualquier estrategia anticorrupción es fundamental no confundir los roles: • A los ciudadanos les corresponde solicitar rendición de cuentas y su revisión, indagar, presentar denuncias debidamente sustanciadas (fundamental), hacer el seguimiento de los casos, denunciar cualquier irregularidad en cuanto a la independencia de los funcionarios actuantes en los procesos, vigilar la aplicación de la sanción que corresponda y el cumplimiento de la misma. • A los políticos, abrir los espacios necesarios y acompañar -sin intervenir- la participación de la ciudadanía. • A las instituciones estatales pertinentes y sus funcionarios, actuar con plena independencia para prevenir, investigar, juzgar, sancionar, hacer cumplir las sanciones y reprimir los ilícitos. Lo ideal para atender efectivamente la situación actual pudiera ser una cohabitación anticorrupción de nueva generación, que surgiría de un cambio de conducta en donde cada cual asuma su responsabilidad para el bien común, y se pueda evitar – conjuntamente- que sigan naciendo esas “democracias al límite” que han venido ganando espacio en América Latina a la sombra de los fracasos de la democracia, en especial en la lucha contra la corrupción política en la que todos pierden. La ciudadanía debe ser consciente que la denuncia anticorrupción no es sustentable solo con base en suposiciones o percepciones; las pruebas concretas y objetivas son imprescindibles.

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Notas

1. Para los efectos de este artículo me circunscribiré a la corrupción política que, de acuerdo con Aristóteles, surge cuando los gobernantes dejan de atender el interés general y actúan en función de sus intereses particulares. 2. Ver: http://www.radio-canada.ca/ nouvelles/societe/2013/11/01/004corruption-plus-forte-democratieemission-apres-tout-vendredi.shtml. 3. Índice de percepción de la corrupción de Transparencia Internacional del 2013. Ver en http://www.transparency. org/cpi2013/results. 4. Le monde del 03/01/2014 publicó un informe de la Comisión Europea según el cual la corrupción política en los 28 países de la Unión Europea le cuesta actualmente al Ciudadano 120 millardos de dólares cada año. Ver http://www.lemonde.fr/economie/ article/2014/02/03/la-corruptioncoute-120-milliards-d-euros-a-l-europe_4358939_3234.html.

No me cabe duda que se ha avanzado significativamente en el campo anticorrupción, sobre todo en lo que se refiere al marco teórico-normativo, creación de instituciones y diseño de acciones. La falencia grave que se erige como fuente de desconfianza se sitúa en el nivel de la implementación de acciones tanto en el orden preventivo como represivo, en la selectividad con la que se aplican las normas atendiendo a intereses políticos, y en la poca -o nula- independencia de quienes actúan en las causas de corrupción que se instruyen o se juzgan. Por “nueva generación” quiero decir que considero que lo innovador y efectivo se sitúa en el nivel de la implementación real de las numerosas normas existentes, la coordinación de la acción de los diferentes entes públicos con la ciudadanía, y entre sí, y el respeto del Estado de derecho. Es muy relevante que la ciudadanía y la dirigencia consideren la rendición de cuentas como la norma, y no la excepción (como sucede hoy en día). Se debe producir un cambio de actitud por parte de los entes públicos y dejar de considerar que las acciones anticorrupción son un dominio reservado de su competencia. Para implementar esta estrategia es fundamental cuidar cuatro aspectos: • La sólida fundamentación de las denuncias ciudadanas. • La respuesta y seguimiento oportuno de esas denuncias. • La protección de la identidad de los ciudadanos denunciantes para que no se vean afectados por las acciones emprendidas. • Evitar el solapamiento y la dispersión de funciones anticorrupción entre diferentes entes públicos. Para disminuir la corrupción, los ciudadanos deben ser actores del día a día de la democracia y no electores de cada 5 ó 6 años. Es la gran oportunidad para que la dirigencia política entienda esta situación y abra la puerta grande a la transparencia y la participación ciudadana, porque es la única vía para compartir la prosperidad, en vez de lamentarse –demasiado tarde- constatando que efectivamente: la corrupción fue más fuerte que la democracia.

EDICION 3 / 2014


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