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En total oscuridad, con una pequeña entrada de luz proporcionada por una delgada grieta. La palabra “víctima” no existe en el vocabulario de Sofía, por lo que lucha por quitarse el trapo que la calla y frotando su boca contra su hombro logra librarse del silencio forzoso. Se escuchan los pasos del vecino acercándose, Sofía sabe que debe apresurarse, pero los nervios la hacen temblar y sudar, se acerca tan rápido como puede hasta Clara y con sus dientes logra liberarle las manos atadas, ella enseguida comienza a desatarse los pies, pero los pasos del vecino están cada vez más cerca. Clara tiembla y le es casi imposible deshacer el nudo y Sofía no deja de decirle que se apure. La puerta se abre y el malvado hombre ve a Clara tratando de liberar sus pies, sonríe y dice: “¿En verdad creen que lograrán liberarse? No son más que un par de mujeres solas”. En los rostros de las chicas se nota el enfado por el hombre y Sofía, aún atada de pies y manos dice: “Si somos un par de ‘mujeres solas’, ¿Por qué no bajas aquí con nosotras?” De pronto se escucha un golpe y el vecino cae desmayado al sótano a los pies de Sofía y Clara. Al ver hacia arriba se sorprenden al notar que es Manuel, aquel chico enamorado que se aventura a perseguir al vehículo blanco cuando mira, cerca del bar, cómo ese hombre mete en el baúl a Clara. Ellas sin saber quién es él, le agradecen e inmediatamente entre los tres atan a Eduardo, el vecino misterioso, pero él reacciona y Clara sin dudarlo le dice: «Ahora responderás a cada una de mis preguntas, “¿Por qué
me secuestraste?» Mientras tanto, Sofía lo ahorca con un lazo para presionarlo a hablar. «Tran…Tranquilas por favor, no me hagan nada, sólo sigo órdenes» responde tartamudeando. «¿De quién?» pregunta Clara totalmente intrigada. «Paolo. Quiere pedir rescate a tus padres, me ofreció darme una buena cantidad si le ayudaba”. De pronto se escuchó que alguien entra a la casa. «¡Ayuda!» grita Eduardo. «Salgamos rápido de aquí” dice Clara. Dejan a Eduardo atado en el suelo y los tres salen del sótano, pero se topan cara a cara con Paolo, quien les apunta con un arma. Manuel intenta tomarle la mano con que sostiene la pistola mientras grita: «¡Corran!», pero Paolo lo logra empujar al sótano, golpeándole la cabeza en la caída hasta quedar inconsciente. Clara y Sofía corren para resguardarse, pero Paolo las persigue. Ellas van tirando todo para obstaculizar el camino del “novio” de Clara, pero él sigue detrás de ellas; como no puede alcanzarlas él dispara y ellas esquivando las balas siguen corriendo dentro de la casa, hasta llegar a la cocina. Clara toma un jarrón de agua de la mesa, y se lo lanza a Paolo, provocando que él se resbale y caiga de golpe al suelo. Ambas chicas aprovechan para lanzarse sobre su atacante. Sofía logra tomar el arma y de un momento a otro logran tomar el control. Paolo dice con un tono de burla: «¿Qué puede hacer una mujer con un arma?» Ambas lo ven, Sofía sonríe y deja ir dos disparos, uno a cada lado de la cabeza de Paolo tirado en el suelo.
Revista FEMENINA | Noviembre 2018
EstherSazo
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