RE-IMAGINANDO LA CIUDAD EL “STREET ART” FEMINISTA DE MADRID Sienna Ruiz
NOTA DE LA AUTORA Escribí este zine para una beca de mi universidad. Soy en mi último año de la universidad, y el español es mi lenguaje segundo. Lo escribí en español para honrar a aquellos quienes compartieron sus historias conmigo. Por favor, léanlo con compasión.
El “Street Art” Feminista de Madrid
SIENNA RUIZ
NAVEGANDO LA CIUDAD
En el verano de 2017, llegué a Madrid como un estudiante de un programa universitario y pasé la mayoría del tiempo caminando sola. Cada día caminé. En mis caminos diarios, descubrí el graffiti feminista, algo que inspiró mi trayectoria académica más que cualquier lectura. Por primera vez, me vi a mi misma reflejada en las paredes de una ciudad. Vi frases como, “No fue el fuego fue el estado y el patriarcado,” o el simplemente, “No es no”. Vi los s ímbolos de venus con un puño levantado adentro. La incomodad que siempre me seguía cuando me movía por cualquier ciudad desapareció por un momento. Cuando vi el graffiti, no era una mujer culpándome a mí misma por lo que sentía cuando caminaba a casa por la noche o tomando el transporte público. El graffiti feminista me ayudó a situar mis inseguridades afuera de las fallas de mi cuerpo. Finalmente localicé la culpabilidad en las estructuras de la ciudad que no fueron construidas para que mi cuerpo las habitase. Para la tesis de la carrera universitaria, propuse regresar a Madrid e investigar más formalmente el graffiti feminista. Quería investigar, desde las experiencias de las artistas, el proceso de hacer el “street art” en ciudades que son hostiles a las poblaciones marginalizadas El espacio público de la ciudad es especialmente inhóspito a las mujeres, quienes son tradicionalmente
confinadas a la casa. Si el mundo público es tratado como el territorio de los hombres, ¿qué cambia cuando una mujer transgrede a la calle y pinta su visión en los muros? Cuando artistas feministas alteran los edificios, no cambian las propias estructuras de la ciudad, pero sostengo que exponen la absurdidad de una ciudad que no todos puedan atravesar. Dos veranos después, regresé para entrevistar a graffiteras. Inmediatamente encontré problemas. Llegué en Madrid sin contactos, sin ayuda, sin ninguna idea acerca de como podía empezar. Además, por una lesión, no podía caminar tanto como quería. Por los primeros días, deambulé extremadamente frustrada con los límites de mi cuerpo y mis habilidades de buscar lo que recordaba de mi experiencia pasadas. Empecé con entrevistas, con el arte en sí y redescubrí que no tenía que internalizar las fuerzas discriminatorias de la ciudad. Por esa experiencia, podía imaginar una ciudad en que no tenía que colapsar al fin de cada día con el agotamiento de caminar o hacer conexiones. La radicalidad del “street art” feminista reside en su habilidad de convencerme del potencial de una Madrid accesible y comunal. El “street art” demuestra la inestabilidad del trazado de la ciudad, enfatizando que las estructuras imponentes pueden ser cambiadas.
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EL MUNDO DEL “STREET ART” EN MADRID
Uso el término “street art” por su habilidad de abarcar todas las formas del arte urbano. Por mis circunstancias, no podía enfocarme solo en el graffiti feminista y tuve que adaptarme a analizar otras formas más accesibles. Por la ilegalidad del graffiti, es difícil buscar y ganar la confianza de las artistas. En contraste, muralistas o participantes en festivales del arte urbano cultivan personalidades en las redes sociales que todos pueden contactar. Esto me llevó a empezar a contactar mujeres que hacen arte público usando las redes sociales como punto de entrada.
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No hablo del “street art” para disminuir las diferencias de las formas adentro del termino sino para enfatizar que esas formas hablan la una con la otra cuando están en la calle. Obras diferentes coexisten y conversan. Artistas pueden ser graffiteras y muralistas al mismo tiempo, como muchas artistas con quien hablé, y los estilos diferentes son difíciles de distinguir. Alguien puede construir una pintura detallada ilegalmente con el espray o usar las letras típicas del graffiti en un mural comisionado. Esto lleva a un conflicto entre las diferentes formas. Si a alguien no le gusta una obra, la puede cubrir con su opinión. Por ejemplo, un mural feminista en la Eskalera Karakola en Lavapiés tenía las palabras “Stop Feminazis” escritos en espray encima de “Ni una menos”. Cuando regresé a ver ese mural algunos días más
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tarde, la frase estaba cubierta con las firmas de graffiteras locales. Por ser arte público, nada existe en aislamiento y es esa interdependencia de formas que crea un discurso más interesante que un análisis de sus diferencias. “Street art” también refleja las raíces mezcladas de la forma en un mundo globalizado. Hoy en día, las artistas famosas viajan para trabajar en proyectos en múltiples ciudades y redes existen a través de fronteras nacionales. El graffiti fue popularizada en los años 70 por las comunidades afro-americanas en Nueva York y la forma inspiró a otras artistas a tomar el espray en sus propias ciudades. Antes de que ayuntamientos comisionaron murales, murales explícitamente políticos fueron creados en México y los Estados Unidos por artistas como Diego Rivera y Victor Arnotauff. El “street art” de Madrid no puede ser entendido sin el contexto de la historia global que lo inspiró.
Figura 02
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Graffiti, Lavapiés Graffiti, Malasaña
La diversidad o la historia política del “street art” no son componentes siempre evidentes en la categoría. Dejo “street art” intencionalmente en inglés para indicar que el mercado quiere comercializar todo el arte público en solo un producto. En la imaginación popular, el graffiti, los murales, las pegatinas, y las instalaciones son parte de la misma cosa; una estética urbana que confiere a una empresa el sentido de la autenticidad. Desde los cierres de restaurantes locales pintados con murales a las paredes de McDonald’s decoradas con el papel pintado de las fotos del graffiti, todas las compañías
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Graffiti ultraderechista y un mural, La Eskalera Karakola, Lavapiés, 16 de mayo 2019 Graffiti y un mural, La Eskalera Karakola, Lavapiés, 3 de junio 2019
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están siguiendo la moda más “cool.” Finalmente, uso “street art” porque es el término de @MadridStreetArtProject, la cuenta más famosa del arte urbano de Madrid. El proyecto documenta toda la diversidad del “street art, incluyendo las obras de espray más pequeñas y los murales que toman una pared entera de un edificio. También organiza festivales del “street art” y en muchos sentidos debo mi proyecto a esos festivales. Gracias a la promoción de las artistas y los sitios, podía buscar personas con quien podía hablar. Las páginas que anunciaron los festivales del arte urbano me dirigieron a las cuentas de artistas que contacté.
¿Puede “street art” comisionado exponer la ciudad por su carácter oprimido, o solo agrava la gentrificación? ¿Puede el arte hacer ambos? ¿Cómo logran las artistas navegan dinámicas que contribuyen a la popularización de su arte mientras simultáneamente amenazan su independencia?
Los festivales me dieron personas y lugares exactos, pero también sentí muy separada por ser un visitante a esos festivales. Me parecieron más como los “safaris urbanos” de @MadridStreetArtProject, caminos guiados donde alguien puede ver el arte urbano de Madrid. Sentí como si estuviese en una experiencia construida del arte que se suponía que consumiera como experiencias fotogénicas y sitios “alternativos”. En ese contexto del “street art”, quería saber cómo funciona el “street art” feminista en una situación política inclinada a la derecha y en un ambiente comercializado.
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Figura 06
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Graffiti, Lavapiés
MÉTODOS DE IMAGINAR
Artistas que involucran a la comunidad para exponer la opresión de las mujeres o proveer ejemplos de un mundo en que las mujeres no son oprimidas, al mismo tiempo que están cuestionados redistribuye la agencia a la gente quien tiene el poder de imaginar y crear espacios urbanos más seguros, justos y accesibles. La ciudad, con su proliferación de advertencia sexista y centros del consumismo, facilita la mirada masculina, o el “male gaze”. Es común ser detenida por la policía en el proceso de hacer el “street art”. El arte puede ser destruida. Las artistas feministas continúan a pesar de estos obstaculos y hacen el “street art” en maneras radicalmente diferentes de lo que puede descubrir en el mundo del “street art” dominado por los hombres. La tesis clásica del análisis del “street art” tiene que ver con la reclamación de las calles, pero en mi opinión el “street art” feminista va un paso más adelante. Quienes crean contenido desafiante reclaman, a raíz de sus obras, que la ciudad como nosotros la conocemos no es suficiente. Según las entrevistas con artistas, la proximidad a la comunidad es el elemento del “street art” más satisfactorio y peligroso. La artista feminista, especialmente si es una mujer, traspasa en el espacio público y experimenta una misoginia amplificada por ser una artista. Una muralista tiene que mantener una posición estacionaria que le arriesga las mujeres al silbido común de la calle. La artista Tropidelia me dijo que es típico que encuentra “un idiota que dice, ‘oye, que bonito pintas.
Podrías pintar’…O el típico idiota que te viene y te dice, ‘está muy bonita tu mural porque tú también es muy bonita, hay que chica guapa como pintas.’ Yo no estoy preguntando, déjame pintar en paz.” Su frustración indica los obstáculos que las artistas femeninas tienen que enfrentar solo para iniciar el proceso de presentar su visión artística. Sin embargo, la presencia de la artista feminista alterando el espacio público desestabiliza la aceptación de esos riesgos como un suceso natural para las mujeres en la ciudad. Ella mantiene su posición a pesar de lo que pasa para crear una visión de un mundo sin esos riesgos. Para el festival CALLE Lavapiés, Tropidelia creó una obra en su estilo de “acid femme” que muestra un ojo llorando en el medio de dos bocas gritando. En su obra, reconoció el sufrimiento inherente a mirar a la ciudad por ser una persona marginalizada. Ella devolvió la voz crítica a las mujeres, la que no tienen la representación política en la ciudad moderna. Aunque la mayoría de las artistas experimentaron los afectos negativos cuando pintaron en la calle, la posición estable de la muralista requiere un nivel alto del compromiso sostenido que se pone en comunicación directa con la comunidad del barrio. Existe un rol de desconocido que viene al habitar un espacio compartido y esa oportunidad puede generar nuevas formas de interacción con los residentes. Artista Teresa de Arambaru describió su experiencia pintando un mural contra las agresiones sexuales en la periferia. Su mural, que presentó mujeres marginalizadas también fue
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creado con los vecinos del barrio diverso. La mayoría de las mujeres que ayudaron eran de las mismas comunidades que fueron representadas y la artista les dio la oportunidad de poder construir su visibilidad en su barrio. Mujeres tradicionalmente excluidas de avenidas convencionales de afectar cambio en la ciudad podían afirmar su presencia en las paredes que usualmente dividen e inhiben el movimiento libre por el espacio.
tangible al hecho de que las mujeres son excluidas en la ciudad moderna que facilita el éxito de las jerarquías de poder. Esos mensajes hablan directamente a la mujer que no puede acceder el edificio o cuya falta de visibilidad por las paredes altas inspira el miedo o la culpabilidad. Mensajes concisos y anónimos reorientan la responsabilidad de reducir los obstáculos de la ciudad en los con posiciones de poder en vez del individual marginalizado.
El graffiti feminista incluye la comunidad en el contenido accesible a la gente. Típicamente, el graffiti feminista o político no está firmado, lo que resulta en la creación de obras divorciadas de la identidad del creador. Esas obras colectivas involucran el espectador en las llamadas poéticas a la acción. Una graffitera con quien hablé dijo que, “Normalmente con las frases políticas, no se firman…Así lo importante es el mensaje y que la gente lo ve y lo lea. Si te pones tu firma, nadie sabe quién eres tú. Me va un poco tontería, es muy raro porque todo el mundo lo hace la firma por todas partes.”
Las condiciones existen para el “street art” subversivo, pero ¿puede existir esa subversión adentro de festivales comercializadas? CALLE Lavapiés y Pinta Malasaña tomaron lugar en los dos barrios más controversiales en el debate sobre la gentrificación en Madrid. En mi experiencia de un visitante a los festivales, parecía que todo fuera un esfuerzo de hacer una experiencia turística en los barrios. Siempre era separada de los artistas o los procesos del arte por el horario desconocido de CALLE o la observación de la audiencia en Pinta Malasaña. En el mes de CALLE Lavapiés, no podía buscar un artista trabajando directamente en el barrio. En el día de Pinta Malasaña, si no tuviera relaciones con algunos artistas, nunca podría atravesar el espacio entre el artista pintando y la multitud de gente mirando. Ese elemento de oscurecer los procesos de crear el arte y excluir la comunidad de esos procesos sí contribuye a la gentrificación que transforma los barrios a áreas para ser consumidas por los extranjeros. Por otro lado, no son los artistas quienes hacen la política
No firmar marca una ruptura con la tradición del graffiti basado en las expresiones que identifican el artista. En cambio, el graffiti feminista y anónimo habla por todas cuando exige que la realidad presente no es aceptable. Frases contra la violación o que exigen la solidaridad activista no acepta la situación actual de la mujer. Las frases funcionan como una respuesta colectiva a la opresión continua de la mujer en la ciudad. Las palabras son una reacción
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neoliberal, y había mucho contenido radical en las obras creadas para los festivales. Muchas representaron una visión de la mujer activa que contrarresta la sumisión asumida por las estructuras de la ciudad. En el mural de Kawa Karolina para Pinta Malasaña, en vez de ser sexualizada, la mujer es capturada en el momento de acción y se mueve por la ciudad libremente. No vimos su cara porque la importancia no está en su belleza, pero en la experiencia subjetiva de su cuerpo. También para Pinta Malasaña, artistas Chunchullo y Nati Andreoli pintaron autorretratos en la Plaza del 2 de mayo. Dos mujeres inmigrantes latinoamericanas miraron directamente hacia atrás de los patrocinadores corporativos del festival ferozmente ocupando el espacio público que puede ser hostil al “otro”. Obras interactivas, como la instalación de Lucia Gutiérrez que manifestó una entrevista con su abuela quien vivió en la Calle San Pablo a algo tangible que resiste las fuerzas invisibles de la gentrificación La gente tomó papeles con citas de la entrevista y tomó evidencia de la historia del barrio que ya es tan diferente de la juventud de su abuela. Adentro de los festivales, la interacción y la representación de la mujer con agencia no solo añaden a la visión feminista para la ciudad sino contrarrestan el efecto desplazado de esos eventos. Hablé con una multitud de artistas que representan solo una parte pequeña de la diversidad posible dentro del mundo
del “street art”. Hablé con mujeres que, al momento en que hablamos, todavía no han pintado un mural, pero hablaron emocionadamente de sus planes para el futuro. Hablé con graffiteras prolíficas, con fotógrafos y arquitectos, con hombres graffiteros quienes asumí incorrectamente eran mujeres por el contenido feminista de sus obras. Aunque no todos identificaban su arte como arte feminista, no pude evitar notar temas feministas en sus procesos de hacer el “street art”. Sobre todo, identifico el “street art” feminista y realmente subversivo como el arte que interactúa con la “cotidianidad del espacio” en formas que imaginan otras posibilidades para la ciudad. Hay más obstáculos de crear en los festivales comercializados, pero es posible que obras creadas para los festivales contribuyan a una nueva visión. Esas obras son ventanas a otro mundo en que nos vemos representadas en la organización del ambiente urbano, un mundo en que la presencia de la mujer en la ciudad carga no más peso que una persona habitando el espacio. Imágenes o frases que muestran la mujer activa e indignante y demuestran que queremos, y no tenemos miedo de querer. Habitamos un cuerpo que no tiene otro propósito mas que el de experimentar las sensaciones de la vida. Exigimos más del espacio urbano y no aceptamos las divisiones o las fuerzas explotadores de la ciudad.
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CONCLUSIÓN Pregunté a las artistas: ¿sí tuvieras todos los recursos en el mundo, cual intervención urbana harías en Madrid? Esta es la ciudad que caminaremos un día: Saldremos afuera de la puerta de la casa y no tendremos miedo. Lo haremos todos las días. No habrá un sitio mejor para pasear que las calles, debajo de los árboles que bordearán las aceras anchas. Será la hora de la puesta del sol, y la luz ablandará los edificios. El sol iluminará a as vecinas sentadas afuera cuando tomarán la fresca,1 conversando sin hacer caso del ambiente. Las paredes coloradas alumbrarán el paseo, rosas amarillas azules cambiando con la luz tal como el arte de la calle que cambiará cada día2. No habrá propaganda, solo el arte. El graffiti o los murales no serán los que pasamos ayer, serán nuevas escenas con vidas cortas. La duración de sus vidas no será la meta. Solo deseáramos el proceso, la superposición de perspectivas. Recordáramos los sitios que pintamos, que todavía están cambiados pero que reivindicarán la memoria de que en algún momento si alteramos la ciudad3. La oscuridad descenderá y quedáramos caminando lentamente. Escucháramos 1 Ana y Francesca - Nada Colectivo 2 La Colere, Paola, Laura 3 Yolanda Gomez Urrea
a las niñas que se reirán en todas 1 las esquinas, corriendo y no prestando atención a como el mundo las verá. Nadie les d dirá que callen o que se queden quietas. Sentáramos en unos de los múltiples bancos que alinearán la calle al lado de una pareja de mujeres colgando la una a la otra en sus brazos. En los bancos personas escribirán y dibujarán y hablarán. Lenguajes y acentos llenarán el aire. Llegáramos a la Plaza de Callao4, donde una amplitud de espacio común reemplazará todas las empresas. Personas rasgarán a guitaras en un escenario abierto. Un jardín urbano colonizará el espacio donde algún día hubo una tienda, derramando el concreto. La gente se organizará en mesas redondas. Camináramos con otras mujeres, quienes siempre se sentirán seguras en el espacio público.
4 Marta Vela
Figura 07
07 Graffiti, Malasaña
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Sienna Ruiz estudia la antropologia y el español en Washington University in St. Louis. En total, entrevistó 16 artistas. Planea escribir un tesis interdisciplinario sobre el “street art” feminista de Madrid basado en las entrevistas que informaron este zine. Puede contactarla a sienna.ruiz@wustl.edu.
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