Guatemala | Eduardo Galeano

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Guatemala Ensayo general de la violencia polĂ­tica en AmĂŠrica Latina


Galeano con el comandante CĂŠsar Montes y el guerrillero Rocael.


­Introducción ­ n criminal fusilado en ­La ­Habana provoca grandes U títulos en los diarios, pormenorizadas descripciones, in­ uba es siempre objeto de maldidignados editoriales: C ­ os campesinos, obreros y ción, nunca de información. L estudiantes guatemaltecos despedazados por la tortura o acribillados a balazos en la ciudad y los campos no merecen, en cambio, ni un segundo de transmisión en las teletipos de las agencias informativas ni una línea de reprobación de mano de los proxenetas de la prensa “libre”. U ­ n préstamo de la A ­ lianza para el P ­ rogreso se difunde varias veces, como si fuera varias veces concedido, pero en cambio no se mencionan las condiciones humillantes en que ese préstamo llega ni se da a conocer el hecho simple pero elocuente de que en un ­ nidos gastan 45 ­Alianzas para el solo año los ­Estados U ­Progreso para negar a los vietnamitas, a sangre y fuego, el derecho a elegir su destino. ­Dos o tres cubanos aparecen en las playas de ­Venezuela y es un escándalo; impunemente, en cambio, el ­Pentágono siembra armas, doctrinas y oficiales norteamericanos por toda ­Latinoamérica, convierte a los ejércitos nacionales en fuerzas de intervención contra sus propios pueblos y países, enseña a los latinoamericanos a torturar y a matar y tortura y mata latinoamericanos por su propia 57


cuenta: esto no afecta para nada la delicada epidermis de los hombres que han sustituido las banderas de sus patrias por la enseña de las franjas y las estrellas. ­Guatemala es víctima, como toda ­Latinoamérica, de una conspiración del silencio y la mentira. ­Los dueños de los medios de información, que fabrican la opinión pública, ocultan y deforman los hechos con arbitrariedad y eficacia: las noticias se contraen hasta de­saparecer o se hinchan hasta el estallido, según convenga. ­Nuestro trabajo aspira a penetrar, de alguna manera, esta barrera de engaños y omisiones, aunque su autor no ignora, por cierto, que en nuestra ­Latinoamérica, en este torturado territorio donde los gobiernos civiles dejan de ser gobiernos o dejan de ser civiles, se ha hecho muy difícil, casi imposible, la circulación de libros políticos no consagrados a la exaltación del ­Imperio y sus virtudes. Este libro proviene de diversos artícu­los publicados en ­Ramparts de ­San ­Francisco, M ­ archa de ­Montevideo, ­ oma, y escritos ­Mondo ­Nuovo y ­Problemi del S­ ocialismo de R para las agencias I­nter ­Press ­Service y P ­ rensa ­Latina. ­Todos estos materiales han sido reelaborados y muy ampliados; el libro contiene, además, algunos capítulos inéditos. ­El autor estuvo en G ­ uatemala en abril y mayo de 1967, y escribió esta obra en el curso de los tres meses siguientes.

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­La furia en las montañas ­ uestros corazones reposaban a la sombra N de nuestras lanzas. ­Popolvuh, antiguo libro sagrado de los mayas ­Hemos hecho un alto, me he vaciado el resto de la cantimplora sobre la cara. ­Llevamos unas cuantas horas caminando, caminando y caminando, arriba y abajo por las sierras verticales, abriéndonos paso dentro de los bosques húmedos y densos a golpes de filo de machete. ­No estamos lejos de la costa del gran lago; con la primera claridad que anuncia el alba, se delatan, desgarrados, los velos de neblina que parecen colgar, como anchas lianas ondulantes, de la espesura. ­Tengo vergüenza porque tengo frío: caminar, aunque los múscu­los de las piernas estén duros como puños, es mejor que intentar inútilmente dormir sobre el follaje, sin nada para cubrirse y con la transpiración helándose sobre el cuerpo. ­En cambio, no hay una gota de sudor en los cuerpos de mis acompañantes, y para ellos no cuentan el frío ni el sueño. ­Esta vergüenza que siento, intoxicado ciudadano sin experiencia de intemperie, es una anticipación de la que sentiré cuando lleguemos al campamento que ­César ­Montes y un pequeño núcleo guerrillero han improvisado en algún rincón del oes59


te de ­Guatemala: frente a este puñado de muchachos que viven muriendo y matando por la revolución seré, como decía no sé quién, “un grave caso de virginidad”. ­Hemos descendido una montaña y ascendido otra y así muchas veces; no es fácil ubicar a esta patrulla, movilizada en misión de exploración muy lejos de su zona ­ l guía, un indio siempre tradicional de operaciones. E callado, nos abandona por unos instantes: trepa la cuesta hacia la cumbre, cerrada de maleza entre los altos árboles, para indagar ciertas señales en las montañas vecinas. ­Encendemos cigarrillos, mis dos acompañantes, dos guerrilleros, y yo. E ­ stamos sentados sobre troncos caídos, en un pequeño claro. ­Alguien cuenta una broma. ­Aspiro el humo, descubro que el cansancio no me cierra los párpados; quizás, porque la noche no ha terminado de irse y el frío es todavía más fuerte, aquí en lo alto, que el cansancio. ­El guía vuelve con buenas ­ o nos queda más que una hora de marcha. noticias. N ­Nos echamos nuevamente a andar. ­A cierta altura, el indio señala vagamente hacia un costado, dice: “­ Es ahí, ahí cerca”. ­No se ve otra cosa que jungla espesa. ­Seguimos caminando en silencio. ­Ahora, puede verse ­ arece que celebrara algo, el cieel cielo hacia oriente. P lo. ­Algo como su propio sacrificio: se le han abierto las venas, amanece.

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