La riqueza escondida de las naciones - Gabriel Zucman

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sociología y política



LA RIQUEZA ESCONDIDA DE LAS NACIONES cómo funcionan los paraísos fiscales y qué hacer con ellos

gabriel zucman traducción de alejandrina falcón


Índice

Introducción. Actuar contra los paraísos fiscales Las soluciones existen El costo de los paraísos fiscales El poder simbólico de las finanzas

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1. Un siglo de finanzas offshore Nace un paraíso fiscal En busca de los títulos perdidos El big bang suizo Primeras amenazas sobre Berna La edad de oro de la plaza suiza La falsa competencia de los nuevos paraísos fiscales Islas Vírgenes-Suiza-Luxemburgo La plaza suiza: 1,8 billones de euros

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2. La riqueza faltante de las naciones 8% del patrimonio financiero de los particulares El abismo luxemburgués ¿7,5 billones o 21 billones? Una estimación “de mínima” 130 000 millones de euros de pérdidas de ingresos fiscales

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El caso de Francia Deudas públicas, riquezas ocultas

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3. Los errores que deben evitarse Y el intercambio automático vino al mundo… La farsa del intercambio “a pedido” Las enseñanzas del caso Cahuzac ¿Qué puede esperarse de la FATCA? El escándalo de la directiva sobre fiscalidad del ahorro

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4. ¿Qué hacer? Un nuevo enfoque Sanciones financieras, sanciones comerciales Sanciones justificadas y realistas Un proyecto de aranceles aduaneros El caso luxemburgués Luxemburgo: ¿in o out? Por un registro financiero mundial Un impuesto al capital La optimización fiscal de las multinacionales Un impuesto sobre sociedades para el siglo XXI

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Conclusión

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Bibliografía

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Introducci贸n Actuar contra los para铆sos fiscales


Los paraísos fiscales están en el núcleo íntimo de la crisis europea, pero nadie sabe cómo hacerles frente. Para algunos, la batalla está perdida de antemano. Desde Londres hasta Delaware, desde Hong Kong hasta Zúrich, los centros offshore, utilizados por los ricos y poderosos del mundo entero, son los engranajes esenciales del capitalismo financiero. Algunos aseguran que nada puede hacerse al respecto: siempre habrá países que cobren menos impuestos y fijen menos reglas que sus vecinos. El dinero siempre hallará un puerto seguro: si atacamos aquí, se irá más allá. El capitalismo sin paraísos fiscales es una utopía, y los tributos progresivos sobre los ingresos y las fortunas están destinados a de­saparecer, a menos que se tome la senda del proteccionismo. Para otros, la batalla está casi ganada. Según ellos, gracias a la determinación de los gobiernos y de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y como consecuencia de los múltiples escándalos y revelaciones, los paraísos fiscales pronto se extinguirán. Al recibir la embestida de los grandes países en busca de nuevos ingresos fiscales tras la crisis financiera, sin excepción prometieron abandonar el secreto bancario, y las multinacionales aseguraron que por fin rendirán cuentas y saldarán sus deudas. Será el triunfo de la virtud. Este libro se inscribe en una posición incómoda, a contrapelo de estas visiones, las dos igualmente falsas.


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Da cuenta de una investigación inédita cuya conclusión es abrumadora: los paraísos fiscales nunca gozaron de mejor salud que en la actualidad. Las “batallas ganadas”, omnipresentes en los discursos, no se ven reflejadas en los números. La impunidad de los evasores es casi total. Los compromisos asumidos recientemente por los paraísos fiscales son demasiado vagos y los medios de control demasiado débiles para que podamos esperar alguna mejoría en los próximos años. Sin embargo, no es demasiado tarde para invertir el rumbo de las cosas. Es posible poner freno a la evasión fiscal de los más ricos y de las grandes sociedades. Para conseguirlo, este libro propone un plan de acción concreto y realista, que se articula en torno a tres ejes.

las soluciones existen En primer término, una dimensión operativa. La principal urgencia –y una de las principales propuestas formuladas en este libro– es crear un registro mundial de títulos financieros que indique, sobre una base nominativa, quién posee cada acción y cada obligación. Esta es una condición indispensable para poder gravar las fortunas del siglo XXI. ¿Es esto una utopía? Ya existe un registro de este tipo en Suecia; otros, más fragmentarios, son administrados por sociedades privadas, como el banco luxemburgués Clearstream. El objetivo es, simplemente, fusionarlos, extender su alcance y transferir su propiedad a los Estados. En 1791, durante la Revolución, la Asamblea Constituyente creó el Catastro General de Francia para censar todas las propiedades, determinar su valor y abolir así los


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privilegios que minaban el Antiguo Régimen: la exención de impuestos a la nobleza y el clero. En la actualidad, para acabar con las injusticias que en un futuro podrían socavar a los regímenes democráticos, es necesario crear un registro o catastro financiero mundial. El correcto funcionamiento de este registro financiero requiere el intercambio automático de información entre los países. Hace décadas que los bancos franceses transmiten al fisco toda la información disponible sobre los ingresos que perciben sus clientes. Gracias a estos datos, que se cargan de antemano en nuestras declaraciones de impuestos y son su sustento, el fraude por intermedio de bancos franceses se volvió imposible. Por tanto, la segunda urgencia es extender este sistema a los bancos radicados en paraísos fiscales. En caso de quedar librado a su arbitrio, el intercambio internacional y automatizado de datos podría verse obstaculizado por la opacidad financiera. En cambio, vinculado al registro financiero mundial, pondrá un freno al fraude masivo de los ultrarricos. No hay motivos para no implementarlo, a no ser la voluntad de los paraísos fiscales de defender el secreto bancario, que garantiza su prosperidad. Por eso, la segunda dimensión del plan de acción que propongo es política: los paraísos fiscales sólo retrocederán ante la amenaza de sanciones. Este libro revela, por primera vez, qué coaliciones internacionales podrían jaquearlos y qué tipo de sanciones deberían imponerse. No es mucho lo que Francia puede hacer sin ayuda externa. Sea cual fuere su función, ni las proclamas de mayor transparencia ni las nuevas leyes –menos aún los funcionarios– lograrán que Suiza o Singapur se sometan. Lo realmente importante es la correlación de fuerzas a escala internacional. La buena noticia es que, por naturaleza, esta no resulta propicia para los paraísos fiscales:


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ningún territorio puede oponerse a la voluntad común de los Estados Unidos y los grandes países de la Unión Europea. La batalla puede ganarse, con la condición de que se libre a escala adecuada y los gobiernos no teman aplicar sanciones proporcionales a las pérdidas que sufren. Los cálcu­los presentados en este libro dejan en evidencia que Francia, Alemania e Italia podrían obligar a Suiza a cesar el secreto bancario si de manera conjunta impusieran derechos de aduana del 30% sobre los bienes que importan de la Confederación Helvética: así, los costos para esta última superarían los ingresos que los bancos obtienen de la evasión. En el caso de los microestados que viven de la opacidad financiera (como Luxemburgo), habría que ir más lejos y contemplar medidas de cuasiembargo financiero (hasta quizá excluir de la Unión Europea al Gran Ducado). Si bien los paraísos fiscales son gigantes financieros, en su mayoría son enanos económicos y políticos: las Bahamas o Jersey aún más que Suiza. Todos ellos dependen, en gran medida, del comercio. Ese es su punto débil; allí debe ejercerse la presión. En primer lugar, explicitemos que no hay motivos para que la Organización Mundial del Comercio (OMC) objete las tasas aduaneras que propongo, sino todo lo contrario, pues estas corresponden a lo que el secreto bancario cuesta a los países extranjeros. Ahora bien, el secreto bancario no es otra cosa que una forma solapada de subvención que ofrece a los bancos offshore la posibilidad de expoliar a los gobiernos vecinos. Nada en la lógica de librecambio justifica ese robo. Según las reglas mismas de la OMC, los países afectados tienen derecho a represalias equivalentes al perjuicio que sufren. No se implementaron aún, porque hasta nuestros días no existían instrumentos para calcular las pérdidas ocasionadas por los paraísos fiscales. Al cuantificar por primera vez,


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de manera transparente, el costo del secreto bancario, este libro allana el camino a las sanciones legales contra los países que viven del disimulo financiero. Es posible vencer a los paraísos fiscales, y para eso no hay que cerrar las fronteras, sino volver a situar la problemática fiscal en el núcleo medular de las políticas comerciales. El plan de acción tiene, por último, una dimensión específicamente económica. Incluso si el secreto bancario de­sapareciera por completo, no faltarían motivos para temer que la injusticia fiscal perdurase, dado que los más ricos tienen muchos otros medios legales e ilegales para pagar pocos impuestos, y las multinacionales manipulan sus ganancias para hacerlas aparecer allí donde no estén gravadas. Por tanto, los paraísos fiscales nos obligan a reconsiderar el impuesto al capital. La clave radica en crear un impuesto global progresivo sobre las fortunas. Este libro propone soluciones concretas para encaminarse hacia dicho objetivo. Los gobiernos abandonaron la ambición de gravar la riqueza porque temen que sea ocultada. Ahora bien, ese riesgo puede neutralizarse. El registro financiero mundial que este libro propone instaurar es un arma implacable contra el disimulo. El Fondo Monetario Internacional dispone de medios técnicos para crearlo a corto plazo. Una vez implementado, el registro permitirá deducir un gravamen sobre el capital que pondrá fin a la evasión de los ultrarricos. Con la de­saparición de la opacidad financiera, los Estados recuperarán la soberanía que les fue arrebatada por los paraísos fiscales y, con ella, los medios para actuar contra el estallido de las de­sigualdades.1

1  En ese sentido, este libro amplía la reflexión de­sarrollada por Piketty (2013).


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La solución reside además en emprender una reforma radical del impuesto sobre sociedades. Este último está agotado y los recientes parches propuestos por la OCDE no cambiarán las cosas. El impuesto sobre sociedades del siglo XXI debe gravar los beneficios globales de las multinacionales y no, como se hace hoy en día, sus beneficios país por país, ya que estos últimos son manipulados por ejércitos de expertos contables. El nuevo impuesto redituaría a escala mundial un 30% más que el antiguo, fundamentalmente en provecho de los grandes países de Europa y los Estados Unidos, donde los reyes de la optimización fiscal –los Google, Apple y Amazon– realizan lo esencial de sus ventas sin pagar nada o casi nada. Los tres aspectos del plan de acción propuesto en esta obra forman un todo. Sin amenazas ni sanciones, el registro financiero mundial y el intercambio automático de informaciones están condenados al fracaso. En ausencia de esos medios de control, los actores del disimulo fiscal tienen vía libre para reducir a la nada el impuesto al capital. Y cuando lo hayan logrado, también de­saparecerá la voluntad política de luchar contra la opacidad financiera, pues los gobiernos ya no verán siquiera el interés de calcular en forma adecuada las fortunas y los beneficios de las sociedades.

el costo de los paraísos fiscales Como puede apreciarse, la lucha contra los paraísos fiscales exige una movilización excepcional. ¿Vale la pena el esfuerzo? Resulta obvio que este plan de acción tiene un costo: habrá que renegociar acuerdos internacionales, adquirir nuevas computadoras para procesar los da-


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tos intercambiados por los bancos offshore. Sin duda, los microestados que viven del secreto bancario –aquellos que deben recibir las sanciones más duras– tomarán represalias. Y quizá se generen tensiones con las plazas más grandes –Suiza, Hong Kong o Singapur–; de hecho, es plausible que no aprecien que se las señale con el dedo. Sin embargo, es necesario comparar esos costos con los del statu quo. Y la realidad es que estos últimos son exorbitantes. Veamos aquí algunas pruebas al respecto: tan sólo en los últimos cinco años, en Irlanda y Chipre –dos centros offshore con sistemas financieros hipertrofiados–, los bancos quebraron y dejaron a millones de habitantes en la miseria; en los Estados Unidos, el Congreso demostró que una de las mayores empresas del planeta, Apple, eludió el pago de decenas de miles de millones en impuestos manipulando sus ganancias; en Francia, el ministro de Presupuesto se vio obligado a presentar su renuncia por haber defraudado al fisco durante treinta años desde sus cuentas ocultas; en España, el ex tesorero del partido gobernante terminó preso después de revelar un sistema de financiamiento oculto por intermedio de cuentas en Suiza. Los paraísos fiscales estuvieron en el meollo de la crisis financiera, presupuestaria y democrática. El plan que propongo es equilibrado. Lo irresponsable sería aceptar el statu quo. Con la intención de calcular el costo global de los paraísos fiscales, realicé una investigación económica exhaustiva. Para llevarla a cabo, movilicé el conjunto de fuentes disponibles sobre las inversiones internacionales de los países, las balanzas de pagos, los balances de los bancos y sus operaciones fuera de balance, la fortuna y la renta de las naciones, las cuentas de las sociedades multinacionales y los archivos de las entidades suizas. En su mayoría, estas estadísticas nunca antes se habían utilizado, y es la primera vez que se reúne, coteja y analiza


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toda esta información con un solo objetivo: exponer a plena luz del día el flujo de las finanzas en las sombras. Estas estadísticas tienen numerosas imperfecciones, y los resultados de mi investigación no son definitivos. El sistema de medición de la actividad financiera mundial aquí de­sarrollado presenta serias fallas en no pocos aspectos; pero ese no es un motivo para no utilizarlo. En primer lugar, porque, pese a sus limitaciones, los datos que presenta echan auténtica luz sobre la actividad de los paraísos fiscales. Y, sobre todo, porque no hay progreso viable sin un cálcu­lo estimativo de la magnitud del fraude. Sólo una evaluación de esta índole, por imperfecta que sea, permitirá imponer sanciones y hacer un seguimiento de los logros reales que se alcancen en la lucha contra este flagelo, con independencia de la propaganda que se realice aquí y allá. En la actualidad, contrariamente a lo que sostienen gobiernos y banqueros, todo indica que la evasión fiscal goza de excelente salud. A escala mundial, el 8% del patrimonio financiero de las personas está colocado en paraísos fiscales: es un récord histórico. Para la Unión Europea, la fracción es aún más elevada, y se aproxima al 12%. Los cálcu­los presentados en este libro revelan que los franceses poseen casi 350 000 millones de euros offshore, la mitad de los cuales están en Suiza. Sin la evasión fiscal a gran escala permitida por el secreto bancario, la deuda pública francesa no ascendería, como sucede actualmente, al 94% del PBI sino al 70%, nivel que registraba antes de la crisis financiera. Gravar el stock actual de fortunas disimuladas para sanear los fraudes pasados permitiría retrotraer la deuda a ese nivel. Esto no acabaría con todos los problemas de Francia, pero al menos generaría una considerable disminución en la presión presupuestaria y permitiría invertir la espiral de austeridad.


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el poder simbólico de las finanzas Además de presentar conclusiones y un plan de acción, el propósito de este libro es desmitificar la actividad de los paraísos fiscales. Si damos crédito a la mayoría de los comentaristas, los montajes financieros que en ellos se realizan son altamente complejos. Ante semejante virtuosismo, los ciudadanos quedan de­sarmados, los viejos Estados-nación revelan ser impotentes y aun los expertos se ven superados. La conclusión suele ser que resulta imposible recuperar el control. Vemos así el poder simbólico de las finanzas: un poder afianzado por los gobiernos recientes que, al proclamar una y otra vez la “victoria” sobre la base de planes vacíos y sin efecto, acabaron por dar mayor fuerza al mito que pretendían derribar. En realidad, los montajes realizados por los banqueros y contadores, desmontados en las páginas que siguen, suelen ser muy sencillos. Algunos incluso siguen siendo los mismos que casi un siglo atrás. Hubo, por cierto, innovaciones, a menudo abstrusas. Tampoco debe negarse que aún existen aspectos del funcionamiento de los paraísos fiscales que nadie comprende del todo. Sin embargo, como este libro demuestra, sabemos lo suficiente para poder actuar contra el fraude. Los economistas son en parte responsables del halo de misterio que todavía rodea a los paraísos fiscales. Durante mucho tiempo, los universitarios no mostraron interés en el tema, probablemente a causa de que por tradición las cuestiones de economía aplicada fueron objeto de relativo desprecio en el seno de la disciplina, en provecho de especulaciones puramente teóricas. La situación se invirtió en la última década, y podemos esperar importantes avances en un futuro próximo. Sin embargo, lo cierto es que todos los progresos en la comprensión


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de los paraísos fiscales realizados hasta fechas recientes –progresos notables en no pocos aspectos– son obra, no de economistas, sino de algunas organizaciones no gubernamentales, periodistas, politólogos, historiadores, juristas y sociólogos pioneros. El enfoque que adopto en este libro difiere de los precedentes; los complementa y de ningún modo pretende eclipsarlos. La especificidad de mi trabajo radica en que se basa, ante todo, sobre estadísticas. Los casos individuales no me interesan. Indispensables para promover la toma de conciencia, e incluso el escándalo, son de poca ayuda para guiar la acción. No nos encontraremos aquí con oligarcas y dictadores africanos, banqueros deshonestos ni grandes financistas de la “City” si no es mediante cifras. Esta obra se concentra en el análisis de datos y sus implicaciones; en el respeto de su contexto histórico, su especificidad y sus límites.2

2  Estos datos fueron reunidos, por vez primera, en un sitio web, <gabriel-zucman.eu/richesse-cachee>. Allí se detallan los cálcu­ los sobre los cuales se apoyan los resultados presentados en este libro. Cifras, cuadros, gráficos: todos pueden, en principio, verificarse y reproducirse hasta en sus menores detalles. Este trabajo es fruto de cuatro años de investigaciones rigurosas pero, desde luego, no definitivas (Zucman, 2013a). Agradezco de antemano a los lectores interesados en transmitirme sus impresiones, críticas y sugerencias para mejorar ese trabajo.


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