ESTÉTICA Y LENGUAJE DE LAS ARTES Y TEORÍA Y CREACIÓN (avance de lectura)

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Diplomado Estética y lenguaje de las artes V Teoría y creación: arte en México Ensayos

Roberto Briceño Figueras Raúl Calderón Gordillo Lorena G. Villalón Morán

Coordinadores

Morelia, 2015


Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo

Facultad de Filosofía “Dr. Samuel Ramos Magaña”

Dr. J. Gerardo Tinoco Ruiz Rector Dr. Alejo Maldonado Gallardo Secretario General Mtro. David X. Rueda López Secretario Académico Mtra. María Eugenia López Urquiza Secretario Administrativo Dr. Orlando Vallejo Figueroa Secretario de Difusión Cultural y Extensión Universitaria C.P. Horacio Guillermo Díaz Mora Tesorero General Dr. Luis Manuel Villaseñor Cendejas Coord. de la Investigación Científica

Dr. José Jaime Vieyra García Director Prof. Roberto Briceño Figueras Decano Lic. Elena María Mejía Paniagua Secretaria Académica C.P. Teresa Ruiz Martínez Secretaria Administrativa Dra. Ana Cristina Ramírez Barreto Coordinadora de Posgrado Lic. Esperanza Fernández Coordinadora Editorial

Diplomado Estética y lenguaje de las artes V Teoría y creación: arte en México Ensayos Roberto Briceño Figueras Raúl Calderón Gordillo (Coords.) Lorena G. Villalón Morán Logística Sonia Anaid Cruz Dávila Revisión de contenido Primera edición: enero 2015 isbn: 978-607-96534-5-3 Derechos reservados conforme a la ley, por la presente edición © umsnh © Silla vacía Editorial (diseño y tipografía) Editor: Miguel Ángel García Miguel Cabrera 88-a, Centro Histórico Morelia, Michoacán, México sillavaciaeditorial@gmail.com

Raúl Calderón Gordillo Diseño de portada Sr. Tarántula Corrección de estilo Leodegario Mendoza e Irma Ramírez Tinoco Formación Printed in Morelia - Impreso en Morelia


Contenido Presentación Jaime Vieyra García

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Introducción Roberto Briceño Figueras

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Arte y sociedad Jesuitas novohispanos. El arte a la altura de la humanidad Liliana Lázaro González y Carlos A. Bustamante

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La obra de arte como sujeto de interacción Pablo Leal Vicencio

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La cercanía de la música Mario Alberto Cortez Rodríguez

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Gráfica actual en México. Crónica de 1968 Raúl Calderón Gordillo

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En búsqueda de una Pedagogía Estética en el Sistema Educativo Mexicano Roxana Flores Martínez

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Plástica oaxaqueña Un acercamiento a la vida y obra de Francisco Toledo Eduardo Muñoz Flores

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Francisco Toledo: artista Animal Angelina Paredes Castellanos

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La imaginación aérea de Toledo Raúl I. Palomares López

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Análisis de obra Breve estudio de lo siniestro Liliana Patricia Díaz Lomelí

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La monstruosidad en “El hombre de vidrio” de Joel-Peter Witkin Marcela Alejandra Soto Valencia

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El arte abyecto como instrumento de la realidad: la muerte Lucía Esterlín Sánchez Castro

165

La provocación de un camino fragmentado: reflexiones sobre el teatro posdramático Valentina Freire Ochoa

175

Literatura y contemporaneidad Manual de emancipación o sobre los niños posmo Katya Tovar Ayala

189

Educar a los topos o los frutos podridos Juan Mariano Paul Aguilar

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texto imposible Cuauhtémoc Gómez Calderón

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La importancia de Don Quijote de la Mancha en la novela moderna Yuritzy Bautista Maldonado

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Presentación Este libro es fruto de la labor desarrollada por profesores y estudiantes de la comunidad de filosofía de la umsnh en torno a temas y problemas estéticos. Se trata de una selección de trabajos de la undécima edición anual del Diplomado Estética y lenguaje de las artes, cuyo coordinador es el maestro Roberto Briceño Figueras, decano de nuestra Facultad y cultivador de la filosofía y el arte (especialmente el teatro). Para nuestra comunidad es una enorme satisfacción difundir estos ejercicios de reflexión sobre fenómenos artísticos, puesto que así cumplimos doblemente una de las funciones sustantivas de nuestra universidad, como es la extensión académica y la difusión de la cultura filosófica. El Diplomado se ha convertido en una tradición nuestra que, manteniendo el interés central en el arte, su creación y su crítica, cada año presenta un enfoque distinto sobre estos fenómenos. A esta actividad hay que agregar ahora, como parte del mismo impulso del Diplomado, la publicación de los trabajos resultantes. El lector podrá apreciar así un poco de lo que la Facultad de Filosofía tiene que ofrecer en este tiempo, para este mundo.

Jaime Vieyra García



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Introducción El presente volumen es resultado del Diplomado Estética y lenguaje de las artes v. Teoría y creación: arte en México. El Diplomado es parte del programa de extensión, vinculación y divulgación de la Facultad de Filosofía “Dr. Samuel Ramos Magaña”. Las universidades en general, y las públicas en particular, tienen la responsabilidad de establecer vínculos con la sociedad y uno de éstos es el ser copartícipes de la formación y preparación de estudiantes, investigadores y docentes en ámbitos de competencia de cada una de las áreas, en nuestro caso, la filosofía y las humanidades; es también importante incitar a la reflexión y análisis de la realidad circundante: en este sentido, pensar y discutir acerca del arte y la cultura en nuestra sociedad es una de estas importantes tareas. Estas razones han sido la base del Diplomado Estética y lenguaje de las artes v. Teoría y creación: arte en México desde hace más de siete años. Con esta publicación iniciamos un momento nuevo: hacer públicos algunos resultados de análisis que –sobre todo en torno de las perspectivas, visiones y reflexiones que acerca de nuestro mundo, el país y el estado de estudios en torno al arte y la estética– se generaron durante el diplomado a propósito de las discusiones sobre el impacto y el papel particular que el arte en México han tenido y tienen en nuestro medio, en nuestras vidas y en la vida de la sociedad. En todas las artes, su práctica está determinada y comúnmente normada por un cierto número de valores, no todos artísticos o estéticos sino, y esto en principio podría parecer extraño, de tipo mayor y fundamentalmente religioso y filosófico, moral y político. Valores que han ido variando según las épocas de la historia del arte. En nuestras sesiones, a propósito de la normativa de valores como los mencionados, quedó claro que si en lo general no podemos hablar de pureza en ninguna manifestación humana, menos aún en el arte, ya que siempre nos es posible a partir de distinguir ciertos valores, rastrear herencias, influencias, modificaciones, préstamos o antecedentes que marcan la evolución misma de las prácticas y tendencias artísticas; podríamos hablar así de un “romanticismo mexicano” pero para comprenderlo tendríamos, sin lugar a dudas, que acercarnos al estudio y comprensión del movimiento romántico europeo, por ejemplo.


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Aceptando como válida tal afirmación, se mostró que el estudio y la investigación del arte implica, así mismo, una reflexión sobre un horizonte complejo ya que es imposible realizar una investigación en abstracto: toda investigación debe elegir un camino y una metodología específica, así y entonces, desde la orientación que quedó abierta en el diplomado, se acordó enfatizar en lo necesario que resulta establecer un periodo, seleccionar una corriente, un creador, una obra, etc., como la mejor manera de llevar a cabo estudios de este tipo. Así, y como quedó expresado en nuestro programa, las temáticas particulares, no panorámicas o generales, nos permitieron descubrir orientaciones y modelos específicos. Durante el diplomado se lograron aprendizajes diversos, tales como leer temas, leer sujetos y leer modelos de elección particular, vinculándolos con nuestras propias experiencias. En ese sentido, las lecturas previas a cada sesión fueron la primera muestra, puesto que fueron seleccionadas por los ponentes en concordancia con su temática. Se reconocieron diferentes modos para el análisis de obras literarias, plásticas o musicales, y en paralelo tuvimos un acercamiento a realidades sociales que han permitido el paso de manifestaciones propias o únicas de alguna región o conglomerado humano, como el caso del arte en comunidades indígenas, rurales o urbanas, mismas que desde su revisión en la actualidad son otro cimiento para hablar de arte contemporáneo o de nuestro tiempo, más allá de la academia o de la impronta de la moda o la crítica. Fue necesario aclarar la importancia que desde un punto de vista metodológico tiene reconocer en una obra el tema, el estilo, la escuela o las influencias, incluso como una manera de acercarnos al reconocimiento de tradiciones culturales, como otra forma de estar cerca de una verdadera identificación del entorno que permite al artista dar una significación a su obra, a su trabajo, significación que como creador puede aceptar o modificar en el proceso de realización al cual pertenece tanto la obra y su preparación, no sólo en los ámbitos propiamente artísticos sino históricos, técnicos, científicos, etc. Así, en la investigación formal, el análisis es necesario para determinar las normas y los valores culturales de la época o periodo, dar cuenta de cómo la obra está posicionada en los niveles religiosos, políticos o filosóficos, lo que incluso nos puede ayudar a determinar las condiciones


Introducción

y las tendencias esenciales del espíritu humano en su experimentación con los temas y conceptos específicos en la ejecución de su creación. Tomando en cuenta tales consideraciones se organizaron los materiales de este libro en función de contenidos temáticos y objetos de estudio, los cuales quedaron divididos en cuatro apartados. En el primero de ellos, Arte y Sociedad, Liliana Lázaro y Carlos A. Bustamante son autores del artículo inicial, “Jesuitas novohispanos. El arte a la altura de la humanidad”. El texto está centrado en explicar la labor cultural y filosófica de dos jesuitas novohispanos exiliados por órdenes de Carlos iii en 1767, Francisco Javier Clavijero (1731-1787) y Pedro José Márquez (1741-1820), destacando los aportes de ambos en el estudio del arte de los antiguos mexicanos. Los escritos de estos jesuitas, nos dicen los autores, son relevantes por más de una razón: el valor histórico de los datos aportados por cada uno, al día de hoy siguen resultando imprescindibles para los historiadores. En el artículo se destaca que los testimonios de Clavijero y Márquez muestran una actitud que “puede entenderse como un proyecto de modernidad alternativo al que por su época se gestaba en Europa”. A continuación, Pablo Leal Vicencio, con su artículo “La obra de arte como sujeto de interacción”, intentará mostrar cómo la obra de arte es considerada no sólo como un objeto, ya que de ser así, perdería su razón de ser. En la obra además de la manifestación concreta, hay una realidad interior, hay –dice el autor– un sujeto interno que se manifiesta al espectador al momento que éste alcanza su contemplación estética, sugiriendo a manera de conclusión “que el sujeto interno de la obra de arte no es una copia del sujeto del artista creador”, dando algunos ejemplos y razones sobre esto. Leal, finalmente, presenta la diferencia que existe entre la contemplación estética de la obra de arte y la de cualquier otra cosa. “La cercanía de la música”, artículo de Mario Alberto Cortez, es un texto en el que se nos invita –por medio de reflexiones construidas desde la experiencia personal del autor– a acercarnos más a la música, recordando lecturas, biografías e interpretaciones diversas. Comentando sobre sus autores preferidos ofrece un punto de vista propio acerca de si puede haber o no una experiencia estética en la música grabada, y planteando un buen número de preguntas inquietantes Mario Alberto explica que asomarnos en el enorme universo de la música permite descubrir la importancia que ésta puede tener en nuestra propia formación social-humana. “Pienso, dice Cortez, que

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escuchar música es una manera digna de hacerlo”, pero, ¿cualquier obra musical es digna de que le dediquemos nuestro tiempo? “He aquí un verdadero problema. Pienso que no hay una respuesta válida sin más para todos” concluye Cortez sobre esta pregunta. En este mismo apartado, Raúl Calderón Gordillo hace una revisión de cuestiones políticas, económicas, sociales y su reflejo en la gráfica, particularmente en la joven gráfica que surge durante y a partir del “movimiento estudiantil del 68”. A los creadores de esta gráfica los llama el autor “la voz del pueblo”, aludiendo al compromiso y la responsabilidad que adoptaron los jóvenes, altamente sensibilizados no solamente ante su situación y problemas sino a los que afectaban a la sociedad en su conjunto; después de describir algunas de las particularidades de la gráfica en ese momento, Raúl comienza un interesante recorrido por la vasta producción gráfica de México hasta el inicio del siglo que corre, abriendo con ello una reflexión de fondo en torno a la necesidad de los grabadores mexicanos por encontrar un lenguaje apropiado para insertarse en su momento histórico y no abandonar la posibilidad de seguir modificándose, entendiendo el grabado como un proceso abierto, aspirando en el México de principios del siglo xxi a la universalidad a partir de visiones personales no limitantes. En su colaboración, “En búsqueda de una Pedagogía Estética en el Sistema Educativo Mexicano”, Roxana Flores Martínez señala que pensar en una pedagogía actual para un México atravesado por la mundialización educativa y herido por la multiplicidad universal de identidades obliga a re-pensar el tipo de educación que se requiere y la manera como se ofrecerá. Arriesgando como propuesta sobre el tipo de pedagogía que el México de hoy necesita, sería una Pedagogía Estética. “Se trata –nos dice– de provocar en el alumno una manera diferente de estar en la escuela, en el salón de clase, en relación con los otros y en reencontrarse a sí mismo”, y agrega: De ahí que se requiera de sensibilidad, emoción y voluntad para que la docencia se convierta en un acto creativo y el proceso de enseñanzaaprendizaje sea una obra de arte que invite a observar-se, deleitarse y aprehender-se en una ambiente y goce estético, ¡claro! sólo si el docente lo quiere.


Introducción

El segundo apartado del libro lo hemos denominado Plástica oaxaqueña, aunque en realidad se trata de tres estudios sobre el pintor Francisco Toledo. En primer lugar aparece el escrito de Eduardo Muñoz Flores, “Un acercamiento a la vida y obra de Francisco Toledo”, este artículo, más que una revisión exhaustiva de la vida íntima y creativa de Toledo o de tener una alta pretensión académica, se trata –como dice el propio autor– de una compilación de inquietudes personales que lo llevaron a una investigación para participar en el diplomado: hacer una contribución a la divulgación del pintor oaxaqueño como uno de los creadores del México actual con más reconocimiento en el arte de la plástica mundial. Para hacerlo inicia ubicándolo en la historia de la pintura mexicana a partir de un esbozo de la pintura oaxaqueña, una reflexión sobre la generación de la ruptura, cerrando con un estudio biográfico, de la obra y de las perspectivas estéticas de Toledo. Angelina Paredes Castellanos, en su artículo “Francisco Toledo: artista Animal”, revisa algunos de los trabajos del pintor oaxaqueño para mostrar la manera en que a través de su Arte, Toledo presenta Otra consideración de los animales diferente a la de la modernidad, es decir, en la exposición de sus tortugas, abejas, monos, elefantes, gatos, toros y más animales, hay un reconocimiento de los mismos como sujetos de sensibilidad, libertad y presencia vital, muy diferente a la visión que tiende a cosificar, experimentar, dañar y hasta matar a los animales como si éstos fueran objetos a disposición del hombre. El trabajo artístico del grabador oaxaqueño muestra un límite a la visión objetiva de los animales y también a la supuesta superioridad del hombre frente a la Naturaleza. Angelina construye sus reflexiones desde la filosofía hermenéutica de Gadamer y la fenomenología de Merleau-Ponty. Se cierra este apartado con el artículo de Raúl I. Palomares López, “La imaginación aérea de Toledo”; abrevando de la obra de Gastón Bachelard, Palomares sostiene una suerte de tesis: La imaginación de Toledo habla a través de sus insectos, de sus animales, de sus cuentos fantasiosos. El mundo viene a imaginarse en los ensueños de Toledo. Toda obra de Toledo lleva una esencia temporal de espiritualidad. Al igual que Chagall, Toledo es un soñador de aire, de brisa fresca y reconfortante. Las obras de Toledo nos hacen actuar, soñar, bailar, hablar. Toledo tiene alas en la imaginación.

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El carácter de la imaginación está en su función de apertura, filiación entre lo real y lo imaginario. Toledo –dice el autor– es llevado por una imaginación dinámica de aire. En el apartado siguiente, Análisis de obra, incluimos cuatro artículos, el primero de los cuales es “Breve estudio de lo siniestro”, de Liliana Patricia Díaz Lomelí, en el cual se busca realizar un estudio “comprendido por antecedentes históricos del concepto de lo siniestro, principalmente centrados en el mundo griego y en la teoría kantiana”. Este trabajo tiene por propósito ser un primer antecedente de una línea de investigación que aborde la categoría estética mencionada como un principio de estudio social y cultural al ser analizado en un contexto de estudios filosóficos que contengan tópicos como el racionalismo y el posmodernismo, principalmente. “La monstruosidad en el Hombre de Vidrio de Joel-Peter Witkin”, colaboración de Marcela Alejandra Soto Valencia, se centra en la revisión de una de las obras que el fotógrafo estadunidense Joel-Peter Witkin realizó en México en diciembre de 1994, tras permanecer cuatro días en espera de un cadáver que le brindara el Servicio Mexicano Forense. La obra de Witkin –explica Soto– se caracteriza por ser ominosa, de estética abyecta u obscena. Después de hablar de las vicisitudes pasadas por el autor con las autoridades sanitarias de la Ciudad de México para obtener un cadáver, del tiempo dedicado para la preparación del mismo y finalmente del “acomodo” del cuerpo en una actitud que recuerda un famoso cuadro de San Sebastián. Imágenes ominosas; enanos, hermafroditas, travestis, seres deformes y muertos: en la obra de Witkin se puede apreciar la relación que lo abyecto mantiene con lo sagrado. A continuación la colaboración de Lucía Esterlín Sánchez Castro, “El arte abyecto como instrumento de la realidad: la muerte”, enfocada sobre todo en la instalación, especialmente “Dermis”, del Colectivo Mexicano y Contemporáneo de Artes Visuales (semefo), donde se exponen distintas ideas concernientes a la concepción de la muerte y la estética de lo abyecto en manifestaciones artísticas, a partir de lo cual se analizarán las razones por las cuales este colectivo produjo una obra considerada, desde el punto de vista de la concepción tradicional del arte, extravagante y superficial.


Introducción

El siguiente artículo es “La provocación de un camino fragmentado: reflexiones sobre el teatro posdramático”, de Valentina Freire, quien explica que el “interés que me provoca el teatro posdramático viene de la necesidad de replantear conceptos sobre los cuales gira la obra de teatro como espectáculo”, pero no sólo como una forma más de hacer el teatro sacada de un concepto alejado a la teatralidad, sino como una línea de investigación interesante sobre la estructuración y configuración teatral que pueda sugerir nuevos sentidos. Finalmente, el apartado Literatura y contemporaneidad lo integran cuatro artículos, iniciando con “Manual de emancipación o sobre los niños posmo”, de Katya Tovar Ayala. Una revisión crítica de reacciones y comportamientos en torno a: [...] los niños y adolescentes actuales, a partir del análisis de dos micro cuentos de Eduardo Berti que nos sitúan en medio de las problemáticas ya no de la familia disfuncional (tema por excelencia del realismo sucio de los años 80), sino de la propia problemática de ellos en una sociedad mediática.

El artículo reflexiona sobre literatura infantil como reflejo de una realidad social que como en la revisión del cuento de Juan Villoro permite a la autora una visión del momento que vivimos y en el cual niños y adolescentes juegan un papel completamente activo, pues se trata de niños emancipados. El segundo texto se titula “Educar a los topos o los frutos podridos”, de Juan Mariano Paul Aguilar, en el cual a partir del análisis de Educar a los topos, de Guillermo Fadanelli, mostrará una literatura en que está expuesta la interrupción de la infancia, la construcción de conciencia y el triunfo del adulto y de la sociedad, como el propio Juan Mariano nos explica, después de haber dejado en claro que aborda la obra de Fadanelli desde una fenomenología de la obra literaria que parte de señalar la imposibilidad de conocer la subjetividad real del autor; se trata, en todo caso, de una subjetividad artificial y construida que nos llega objetivada por las formas de comunicación de la tradición literaria, como el mismo género del Bildungsroman. Enseguida, Cuauhtémoc Gómez Calderón con “lds un texto imposible”. Tomando como base sobre todo la idea de la rehabilitación del texto por la lectura que aparece en la famosa obra de Roland Barthes,

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El placer del texto, se detiene en la lectura de Los Detectives Salvajes de Roberto Bolaño, tratando de encontrar “una relación de placer que explota y despierta ciertas intuiciones en torno a la literatura”. La lectura de placer es lo imposible –explica el autor– porque parece diluirse, su condición es la intermitencia; pero querer mantener lo imposible es el intento de suspender ese momento insostenible, la pretensión de aparición definitiva para, finalmente, a partir de su estudio, mostrar que el texto de Bolaño es un texto imposible. El ensayo que cierra el libro es “La importancia de Don Quijote de la Mancha en la novela moderna”, de Yuritzi Bautista Maldonado. La autora se plantea hablar “de la importancia de Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra, en la creación de novelas posteriores”. Ella misma acepta como válida la concepción de encontrar en El Quijote el inicio de la edad moderna, basada en El arte de la novela, de Milan Kundera, lo que permite dar respuesta a la interrogante de por qué es tan importante su aportación a la cultura actual. Roberto Briceño Figueras Facultad de Filosofía “Dr. Samuel Ramos Magaña” umsnh Noviembre 2014


Arte y sociedad



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Jesuitas novohispanos. El arte a la altura de la humanidad Liliana Lázaro González Carlos A. Bustamante Facultad de Filosofía “Dr. Samuel Ramos Magaña”

umsnh

La labor cultural y filosófica de los jesuitas novohispanos exiliados por órdenes de Carlos iii en 1767 es difícil de describir en unas pocas líneas. Pero en esta ocasión se hablará especialmente de lo que dos de ellos, Francisco Javier Clavijero (1731-1787) y Pedro José Márquez (1741-1820) aportaron en sus escritos al estudio del arte de los antiguos mexicanos. Esos escritos son relevantes por más de una razón. Desde luego, hay que destacar en primer término el valor histórico de los datos aportados por uno y otro, los cuales hoy día siguen resultando imprescindibles para los historiadores. Pero, más allá de eso, los testimonios de Clavijero y Márquez dan cuenta de una actitud que bien puede entenderse como un proyecto de modernidad alternativo al que por su época se gestaba en Europa. Es a la luz de esa peculiar actitud moderna que nuestros autores emprenden la descripción y la valoración de las obras del arte mexica y de otros pueblos mesoamericanos. En el fondo, lo que está en juego –a través de un discurso sobre el arte antiguo– es la imbatible creencia en que la humanidad es patrimonio común de todos los pueblos de la Tierra. Así, la modernidad jesuítica se decanta en un tipo de humanismo que ofrecerá, entre otras cosas, los parámetros para enfrentar el fenómeno del arte. O, mejor aún, es en la perspectiva de dicho humanismo que el arte encuentra, junto a otras realizaciones de la cultura, su lugar en el mundo que Clavijero, Márquez y sus compañeros imaginaban tanto para su presente como para el futuro.


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1. Una modernidad americana

El papel de la Compañía de Jesús en la América colonizada por España y Portugal, y especialmente en la Nueva España, es conocido. Se trató, por una parte, de la orden religiosa que se hizo cargo de la educación de las clases altas de aquella sociedad en formación; por otro lado, los jesuitas constituyeron el grupo que emprendió algunas de las misiones más audaces entre los habitantes originarios. Desde luego es el primero de esos papeles el que tiene que ver más directamente con la gestación de una forma de la modernidad que adquirió tintes originales y distintivos. Bolívar Echeverría llega a sugerir que se trató de una “modernidad planeada”, diferente por esto al proceso más bien espontáneo –y un tanto desordenado– que tenía lugar por entonces en varios lugares de Europa.1 Pero, más allá de análisis como los de Echeverría, conviene resaltar de entrada los rasgos más específicos de tal clase de actitud moderna. Ellos se convirtieron en las coordenadas para las apreciaciones de autores como Clavijero y Márquez sobre el arte de los antiguos mexicanos. Al menos tres de esos rasgos pueden precisarse con cierta claridad, a la manera de premisas para los trabajos de los jesuitas en los terrenos de la historia de la cultura y el arte: a) Una concepción de la historia como totalidad compatible con los designios del Dios cristiano. A la luz de tal concepción, los jesuitas novohispanos encontraron que los pueblos del México prehispánico podían compararse con cierta dosis de justicia frente a otras civilizaciones. b) Una aceptación relativa del saber y la filosofía modernos. Los jesuitas emprendieron el diálogo –y en ocasiones el debate– con las ideas que provenían del racionalismo, el empirismo y la ilustración contemporáneos. En esto fueron, si no los pioneros, por lo menos quienes adelantaron más en el camino hasta la última mitad del siglo xviii. c) Una perspectiva más bien “clásica” respecto al paradigma de humanidad hacia el que conducía su concepción de la historia –incluyendo la propia eclosión del saber moderno. Es interesante constatar 1 Cfr. Bolívar Echeverría, La modernidad de lo barroco, México, Era, 2011, pp. 57 ss.


Jesuitas novohispanos. El arte a la altura de la humanidad

cómo Clavijero, Márquez y los demás siempre tuvieron en la más alta de las estimas las realizaciones culturales de Grecia y Roma, y cómo de alguna manera tales realizaciones fungieron como parámetros respecto a los cuales era posible hacer juicios acerca de la vida en general de los mexicas y otros pueblos, y en particular acerca del arte de los mismos. El estudio detallado de estos rasgos de la “modernidad jesuita” merecería una atención que por ahora no es posible. Sin embargo, vale la pena detenerse un poco más en ellos. La concepción de la historia como una totalidad susceptible de ser contemplada, por así decirlo, a priori, es una herencia que puede remontarse hasta La ciudad de Dios de San Agustín –y que encontrará, en épocas posteriores, su prolongación en la obra de Hegel o en la de la primera Escuela de Frankfurt. Tal concepción significa que el conjunto de los hechos que involucran a los seres humanos y que ocurren en el tiempo no es ajeno a la providencia divina. Por el contrario, dicha providencia es la guía que tales eventos siguen a pesar de que, en primera instancia, aparezcan como caóticos y poco conectados entre ellos. Sin embargo, la mera apelación a San Agustín no explica del todo lo que los jesuitas novohispanos entienden por esta suerte de “filosofía de la historia” que aceptan como telón de fondo.2 El ingrediente que hay que añadir al agustinismo proviene del humanismo renacentista cristiano, y en particular de las vertientes asociadas con Erasmo de Rotterdam y su círculo.3 De manera peculiar, debe pensarse en el modo en que la visión de la historia humana es ampliada para incluir a los pueblos del llamado Nuevo Mundo y hacer de ellos también sujetos del plan divino. Así, en la obra de Clavijero y los demás resuena con fuerza el pensamiento hispano del siglo xvi, expresado en 2 Esta lectura de la obra de los jesuitas difiere en algunos puntos de la posición de Silvia Sebastiani respecto a Clavijero. Para dicha posición, cfr. Sebastiani, “Las escrituras de la historia del Nuevo Mundo: Clavijero y Robertson en el contexto de la Ilustración europea”, en Historia y grafía, no. 37, México, 2011, pp. 203-236. 3 Una muestra del pensamiento humanista y cristiano de Erasmo (14661538) puede encontrarse en los Ensayos escogidos, México, Secretaría de Educación Pública, 1986.

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obras como las de Francisco de Vitoria y, hasta cierto punto, Bartolomé de las Casas.4 Es gracias a esta clase de perspectiva que los mexicas y demás pueblos del antiguo Anáhuac y sus alrededores adquieren un papel de importancia en el gran teatro histórico. Y también es merced a ella que puede equipararse, valorarse y colocarse en una dimensión en principio más equilibrada el conjunto de sus realizaciones culturales, el arte incluido. La comparación entre las obras de los mexicas y los europeos tendría que obedecer, en última instancia, a la idea de que todos son hijos del mismo Dios y todos, en principio, están llamados no sólo a la salvación sino a una cierta forma de vida –considerada como ideal– en esta Tierra. Aquí conviene saltar hasta el tercer rasgo del tipo de modernidad fomentado por los miembros de la Compañía. La postulación de un ideal de humanidad es, para ellos y en sí misma, una heredad recogida de los tiempos clásicos de las culturas europeas. Así, Grecia y Roma aparecen como paradigmas seculares que, desde luego, debían ser complementados con la verdad de la revelación cristiana. Esto quiere decir que una civilización ha de ser valorada en la medida en que se asemeje más o menos a las formas clásicas helenas o latinas. Dicho sea de paso, éste también es un rasgo característico del renacimiento erasmista, aunque no sólo de él.5 Para efectos de esta investigación, el amor de los jesuitas a la cultura para ellos “clásica” puede explicar en buena medida que el arte mexicano antiguo sea comparado constantemente con los productos de las culturas del viejo Mediterráneo. Lo que subyace a esta suerte de método comparativo es, sin duda, la asunción de un modelo de humanidad frente al cual los americanos puedan ser colocados con 4 Cfr. para la posición de Francisco de Vitoria sus Relecciones de Indios y del derecho de la guerra, Madrid, Espasa-Calpe, 1928. Las Casas, por su parte, da muestras del carácter cosmopolita de su humanismo cristiano por la manera en que arranca su Historia de las Indias: un análisis de los relatos bíblicos relativos a la creación y la población del mundo. Con base en dichos relatos, Las Casas terminará por justificar la igualdad esencial entre los pobladores de América y los europeos. Cfr. al respecto Bartolomé de Las Casas, Historia de las Indias, vol. 1, Caracas, Ayacucho, 1986, pp. 21 ss. 5 La vertiente italiana –de Petrarca al neoplatonismo florentino– se distinguirá también por esta concepción de la antigüedad clásica como una suerte de modelo de vida. Cfr. al respecto a Paul Oskar Kristeller, Ocho filósofos del renacimiento italiano, México, fce, 1990.


Jesuitas novohispanos. El arte a la altura de la humanidad

plena justicia, incluso cuando –como es frecuentemente el caso con Clavijero– la comparación no les favorezca. Lo que ocurre es que ese modelo de humanidad es asumido como elemento de la filosofía cristiana de la historia, y por ello mismo resulta imprescindible si de hablar de cualquier realización cultural se trata.6 Pero no es momento para profundizar en este detalle. Hasta aquí llama la atención cómo la “modernidad” del pensamiento jesuita ancla en elementos que, en primera instancia, parecerían poco modernos. Pero ocurre que ellos adquieren una coloratura especial cuando se les combina con el segundo de los rasgos mencionados más arriba: la apropiación, así sea matizada, del saber moderno gestado en Europa a partir del siglo xvii. Esa apropiación anuncia de alguna manera ya a la historiografía del siglo xix. ¿En qué sentido? Tanto Clavijero como Márquez y algún otro de sus colegas consideran que nada hay que temer de la verdad histórica, incluso si se trata de emprender la defensa de un continente ante quienes, desde perspectivas pretendidamente modernas e ilustradas también, parecen empeñarse en denostar todo lo que sucede del otro lado del Atlántico. Así, nuestros autores echan mano de métodos que abarcan tanto la confrontación con todo tipo de fuentes como la observación directa de monumentos y documentos. Incluso en las condiciones impuestas por el exilio, la buena memoria de Clavijero y Márquez les permite hacer uso de estos materiales cuando no es posible contar con ellos sobre sus escritorios o acudir a los sitios en que se encuentran. En todo caso, los jesuitas plantan cara al reto de evitar la apología simple y recurren al saber histórico para mostrar la verdad de las cosas. De manera que la historiografía de los jesuitas novohispanos atiende a las exigencias de racionalidad, experiencia directa de las fuentes y búsqueda de la objetividad que ya flotaban en el ambiente europeo para entonces.7 Insertos así en la corriente principal del pensamiento de la época, los miembros de la Compañía exiliada contribuyen al desarrollo de la historia científica que más tarde vería la luz plena. Y 6 Cfr. al respecto la lectura e interpretación de Bernabé Navarro en Cultura mexicana moderna del siglo xviii, México, unam, 1983. 7 Respecto a la historiografía europea del siglo xviii, cfr. Josefina Zoraida Vázquez, Historia de la historiografía, México, Ediciones Ateneo, 1978, pp. 85 ss.

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es de este modo que puede explicarse un poco mejor la modernidad característica de su trabajo: la aceptación de los parámetros del saber de la Ilustración se combina con una interpretación de la historia que proviene del humanismo cristiano. Así, la filosofía europea de intención cosmopolita –en el mejor estilo de Kant, por ejemplo– encuentra una alternativa en otra clase de cosmopolitismo. Y éste es el telón de fondo, humanista cristiano y amante de lo clásico europeo, que permite una comparación que sus autores juzgan mejor y más adecuada entre el arte del Viejo Mundo y el de los antiguos mexicanos.

2. Clavijero. El arte contra el telón de fondo de la historia

La modernidad del pensamiento de Francisco Javier Clavijero se había manifestado ya en sus tiempos de profesor, tanto en Valladolid como en Guadalajara. Por entonces había expuesto a sus estudiantes los sistemas cosmológicos de Tycho Brahe y de Copérnico, aunque fuese con el ánimo de compararlos con la teoría aristotélica y ptolemaica que la Iglesia seguía aceptando como única verdadera.8 Esto indica que Clavijero consideraba a los jóvenes novohispanos como bastante dignos de estar al tanto de lo que se debatía en Europa, y como suficientemente capaces de distinguir la verdad entre diferentes propuestas. Pero es ya en Bolonia que nuestro autor emprende la obra de su vida: la célebre Historia antigua de México. Ésta no es sólo el libro más conocido de Clavijero: es, también, una muestra de su actitud moderna según los rasgos descritos más arriba, así como el lugar en el que se encuentran sus apreciaciones sobre el arte mexica prehispánico. Tal cosa ocurre sobre todo en ciertos capítulos del libro vii, aunque alguna que otra observación aparece aquí y allá en el resto del amplio volumen.9 Clavijero inicia con una exposición de las características de la 8 Cfr. al respecto la Physica particularis de Clavijero en la edición a cargo de Bernabé Navarro: Francisco Javier Clavijero: introductor de la filosofía moderna en Valladolid de Michoacán, hoy Morelia, Morelia, Centro de Estudios sobre la Cultura Nicolaita / umsnh, 1995. 9 Cfr. Francisco Javier Clavijero, Historia antigua de México, México, Porrúa, 2009. Esta edición recoge la versión castellana escrita originalmente por el autor, la cual él mismo tradujo al italiano para darla a la prensa, entre los años 1779 y 1781. El libro vii aparece en las pp. 283 ss. Algunas adiciones al tema


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lengua mexicana (capítulo 41), para pasar después al estudio breve de la poesía, la oratoria y el teatro, la música, la danza y los juegos (capítulos 42 al 46), y continuar con el estudio de las “pinturas” o códices y la escultura, la arquitectura y otras clases de labores semejantes (hasta el capítulo 58). En lo que toca a las artes del lenguaje –poesía y oratoria– habrá que tomar en cuenta, en primer lugar, el carácter mismo del náhuatl: “lengua muy copiosa, muy cortesana, singularmente expresiva”.10 Contra los dichos de Cornelius de Pauw, naturalista holandés que encontraba pobres todos los idiomas americanos,11 nuestro jesuita destaca que el náhuatl estaba lleno de matices y que incluso era capaz de dar cuenta de las abstractas nociones necesarias para el aprendizaje de los misterios cristianos.12 Pero, por otra parte, Clavijero matiza su entusiasmo cuando compara el náhuatl con el griego clásico: “yo, aunque conozco y confieso la excelencia de la lengua mexicana, no me atrevería jamás a compararla con la de los Homeros, Platones, Demóstenes, Sófocles y Eurípides”.13 Estas referencias bastan para esbozar la actitud general de Clavijero: conocedor tanto del griego y el latín como del náhuatl, no se atreve a decir sencillamente que los mexicas superaban incluso a los antiguos escritores helenos. Pero frente a las imprecisiones de De Pauw, aclara con base en lo que conoce de primera mano que el idioma del Anáhuac dista de ser un mero conjunto de sonidos extraños e incapaces de formular elevados pensamientos. ¿Cómo cabe entender esta actitud, que se volverá recurrente al hablar de las artes mexicanas? De acuerdo con lo dicho en el primer apardel arte de los antiguos mexicanos se encuentran en la “Sexta disertación”, pp. 759 ss. 10 Clavijero, op. cit., vii, 41, p. 337. 11 Cornelius de Pauw (1739-1799), llamado “Paw” en la Historia antigua de México. Estuvo al servicio de Federico el Grande de Prusia. Su obra más reconocida lleva por título Recherches philosophiques sur les Américains, ou Mémoires interesants pour servir a l’Histoire de l’Espéce Humaine. Avec une Dissértation sur l’Amérique et les Américains, y vio la luz en Londres en 1771. De Pauw es uno de los naturalistas e historiadores europeos que Clavijero tiene a la vista cuando escribe su Historia con el ánimo de defender a América y a los americanos de lo que considera mentiras y falsas apreciaciones. Cfr. al respecto Clavijero, op. cit., pp. xxii ss., así como la ya referida “Sexta disertación”. 12 Cfr. ibid. Ver también “Sexta disertación”, pp. 759 ss. 13 Cfr. ibid., p. 337.

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tado, Clavijero compara –como lo haría un ilustrado moderno– una realización cultural con otra sobre un común trasfondo. Pero este trasfondo es el del humanista cristiano: una idea de la historia que sigue un plan divino y que iguala a todos los pueblos de la Tierra, pero que al mismo tiempo contiene cierto ideal de humanidad, justamente el ideal “clásico” –griego, en este caso. Así, la lengua náhuatl no desmerece frente a otras de la Tierra, pero no alcanza –¿habría alguna que lo hiciera?– el grado de perfección deseable e identificable con el idioma de Homero. Lo que la Historia antigua de México consigna acerca del náhuatl se hace extensivo a las artes que tienen al lenguaje como materia prima. La poesía mexica es presentada como variada en temas y rica en imágenes. Comprende tanto himnos cívicos como piezas amorosas y relatos épicos, y se ajusta bien a las exigencias de la cadencia y el metro.14 La oratoria, por su parte, merece un juicio ambivalente: “Aunque sus más célebres arengadores no eran comparables con los buenos oradores de las naciones cultas de Europa, no podemos negar que sus razonamientos eran graves, sólidos y elegantes”.15 Dotados como el que más para el razonamiento, los oradores mexicas no alcanzaban aún la bella forma que sí podría encontrarse, con seguridad, en un Demóstenes. Pero esta manera de presentar las cosas insinúa ya una perspectiva que bien valdría la pena considerar, al parecer, desde el punto de vista de nuestro autor. ¿Sería que la conquista española interrumpió un proceso histórico que, de haberse desarrollado algo más, hubiese alcanzado grados de perfección por lo menos semejantes a los de la Europa coetánea? Tal parece que eso es justamente lo que Clavijero piensa, al menos en alguna ocasión. Al pasar a las artes escénicas, la Historia antigua describe el teatro precortesiano como una serie de ritos escenificados particularmente coloridos. Y en seguida viene el juicio hipotético: “Es muy verosímil que si hubiera durado algún siglo más el imperio mexicano, hubiera reducido a mejor forma su teatro, del mismo modo que se perfeccionó el de los griegos”.16 Lo que faltó a los mexicas, en pocas palabras, fue tiempo. Pero, ¿tiempo para qué? Presumiblemente, para alcanzar en su arte estadios más cercanos a los de la perfección clásica mediterránea. 14 Cfr. Clavijero, op. cit., vii, 42, p. 340. 15 Ibidem. 16 Clavijero, op. cit., vii, 43, p. 342.


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La exposición continúa a la luz de esta suerte de concepción de una historia truncada. La música es presentada por Clavijero como más bien rudimentaria, y el canto es descrito como “duro y molesto a los oídos europeos”.17 Pero la danza es considerada como algo sumamente bello, y los juegos –particularmente el ritual de los “voladores”– como momentos espectaculares que exigían una gran preparación física y mental.18 En vista de que el canto y la danza se combinaban, probablemente habría que asociarlos con el teatro en la idea de que desarrollos posteriores habrían perfeccionado ambas artes. Y desde aquí se arriba al terreno de las artes plásticas. Clavijero dedica un pasaje bastante extenso –los capítulos 47 al 49– a las “pinturas” o códices. En este punto, es obvio que el autor está especialmente interesado en el tema de la lectura y comprensión de tan invaluables documentos, fuentes históricas que sabe apreciar y que debieran ser utilizadas por todo aquél que intentase decir algo acerca de la historia de los mexicas.19 Pero en lo que toca al valor artístico de dichas piezas, Clavijero toma distancia. Los antiguos mexicanos “Sabían […] pintar al vivo montes, ríos, edificios, plantas y animales, pero las figuras humanas representaban comúnmente desproporcionadas y deformes”.20 En seguida aparece la aclaración: tales imperfecciones tendrían que atribuirse al carácter propio de las “pinturas”, documentos y registros más que piezas artísticas propiamente dichas, que debían elaborarse con cierta velocidad y privilegiando la representación de los sucesos por encima de la de los personajes.21 A pesar de ello, Clavijero matiza otra vez: “yo he visto, entre otras pinturas antiguas, unos retratos de los reyes de México en que, además de la viveza singular de los colores, se observaba exactamente la proporción de las partes del cuerpo”.22 Pero la habilidad para representar las proporciones no corría pareja con otras capacidades pictóricas: “a los pintores mexicanos faltaba

17 Ibid., vii, 44, p. 343. 18 Cfr. op. cit., vii, 46, p. 345. 19 Cfr. op. cit., vii, 47, p. 350. 20 Clavijero, op. cit., vii, 49, p. 352. 21 Cfr. ibid. 22 Ibid.

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mucho para la perfección del dibujo, la perspectiva y el sombrío”. 23 Aquí también puede apreciarse la actitud general de Clavijero: su conocimiento personal de los códices le permite explicar algunas aparentes carencias, pero no deja de reconocer otras. Y claro, “perspectiva” y “sombrío” son rasgos de la pintura clásica europea, también heredados en última instancia de Grecia y Roma. Finalmente, la Historia antigua da cuenta de la escultura como un arte más desarrollado y cuidado que la pintura.24 Y, en lo que concierne a las realizaciones arquitectónicas, Clavijero no deja de consignar que ellas quedan por debajo del gusto europeo, pero al mismo tiempo comparte a sus lectores la admiración por la ingeniería prehispánica, capaz de levantar arcos y bóvedas y también de alzar sobre el suelo pirámides bastante elevadas.25 En todos los casos se mantiene esa especie de compás que oscila entre la documentada descripción de las artes mexicas y la valoración de las mismas en función del ideal clásico grecolatino. ¿Qué sentido puede adivinarse en todo esto? Los antiguos mexicanos eran capaces de grandes cosas; sin embargo, a la luz de los parámetros que Clavijero parece aceptar, algunas de sus producciones resultaban más cercanas que otras a una suerte de plenitud humana supuesta. Esa plenitud supuesta delata, a su vez, la idea de un curso histórico común para la especie completa, curso el cual tal vez se vio interrumpido en el caso mexicano por la irrupción de los europeos. Pero para la época de Clavijero incluso esa catástrofe histórica podría adquirir sentido, siempre a la luz del plan divino que conduce todos los asuntos humanos. Si el arte mexicano antiguo quedó a medio camino en su momento, eso no implica que sus derroteros no tendrían que encontrarse finalmente con la gran corriente universal. Esto último podría concluirse de los pasajes de la Historia antigua de México que se han referido. Pero Clavijero no fue el único jesuita del grupo de los exiliados que, a partir de las premisas del humanismo cristiano y del saber moderno, trató del tema ante sus contemporáneos occidentales. El padre Pedro José Márquez también lo hizo; sin embargo, la perspectiva resultante difiere de la de Clavijero en algún aspecto que valdrá la pena destacar. 23 Ibid. 24 Cfr. Clavijero, op. cit., vii, 50, pp. 354-355. 25 Cfr. op. cit., vii, 53-55, pp. 358 ss.


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3. Márquez. Antiguos monumentos en pie de igualdad

En Due antichi monumenti di architettura messicana, el padre Márquez emprende la descripción de las pirámides de Papantla y de Xochicalco.26 Pero hace algo más que eso: con base en su estudio, el autor realiza una defensa del valor del arte prehispánico justamente por vía de la comparación con el arte clásico europeo. Hasta aquí pareciera que Márquez repite no sólo las intenciones, sino la táctica misma de Clavijero. Sin embargo, en su caso las premisas de la “modernidad jesuita” arrojan resultados distintos, mucho más favorables a las realizaciones arquitectónicas de los antiguos mexicanos. Eso puede deberse a una profundización en el humanismo cristiano de corte erasmista. ¿Por qué cabría decir tal cosa? Como se sabe, Erasmo de Rotterdam fue probablemente el primer intelectual europeo que se asumió a sí mismo como “ciudadano de todos los Estados”;27 Márquez, por su parte, parece hacerse eco de la misma idea en el prólogo de Due antichi monumenti. Sin embargo, él añade un matiz más genuinamente universalista: el cosmopolitismo del filósofo tendría que evitar cualquier tipo de prejuicios respecto a cualquier cultura, por distinta que ella sea frente a aquello con lo que alguien se encuentra más familiarizado. Pero el verdadero filósofo […] es cosmopolita [o sea ciudadano del mundo], tiene por compatriotas a todos los hombres y sabe que cualquier lengua, por exótica que parezca, puede en virtud de la cultura ser tan sabia como la griega, y que cualquier pueblo por medio de la educación puede llegar a ser tan culto como el que crea serlo en mayor grado. Con respecto a la cultura, la verdadera filosofía no reconoce incapacidad en hombre alguno, o porque haya nacido blanco o negro, o porque haya sido educado en los polos o en la zona tórrida. Dada la conveniente instrucción –enseña la filosofía–, en todo clima el hombre es capaz de todo.28 26 Pedro José Márquez, Due antichi monumenti di architettura messicana, Roma, Salomoni, 1804. Gabriel Méndez Plancarte presenta algunos pasajes traducidos al castellano en Méndez Plancarte (comp. y trad.), Humanistas del siglo xviii, México, unam, 2008, pp. 131 ss. Los pasajes referidos aquí y no presentes en la obra de Méndez Plancarte han sido traducidos por Liliana Lázaro González. Esto se indicará añadiendo las siglas (llg) donde sea el caso. 27 Tal actitud puede rastrearse en obras como los Apotegmata o la “Querella de la Paz”. Una versión de esta última puede encontrarse en Erasmo de Rotterdam, op. cit., pp. 335 ss. 28 Márquez, Due antichi monumenti di architettura messicana, iii. Versión de Méndez Plancarte en Humanistas del siglo xviii, op. cit., p. 135.

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Que un pueblo determinado se encuentre más o menos cerca del ideal de humanidad no es obstáculo para que, por medio de la cultura, alcance eventualmente el grado de desarrollo que aquel ideal impone. Así, aun cuando no pueda decirse de toda civilización que se encuentre a la par respecto a otras, no hay por qué aceptar que existirían seres humanos incapaces de la excelencia que la misma humanidad implica. Márquez comparte, de esta manera, las premisas del humanismo cristiano ya presentes en Clavijero. Pero da un paso más allá cuando exige al verdadero filósofo ser capaz de atender en todo momento a la esencial igualdad de las personas y de los pueblos. El cosmopolitismo es aquí conciencia de una humanidad común, a la que la cultura puede conducir hasta los estadios más elevados. Y hay más. Mientras que para Clavijero el ideal de humanidad habría sido alcanzado ya por Grecia y Roma, el padre Márquez sostiene normalmente una actitud algo más igualitaria respecto a las realizaciones culturales tanto de los mediterráneos como de los habitantes de Mesoamérica. Eso probablemente signifique que, para él, la cultura es algo más parecido a una panoplia de posibilidades que a una línea recta, en cuyo extremo más lejano el arte y las demás realizaciones culturales helenas y latinas marcarían el paso a todos los otros pueblos. Otra cita de Due antichi monumenti podría ser interpretada en este sentido: [...] así como de la Grecia antigua se admiran las ciencias por los escritos que nos quedan, y los monumentos por los restos que se encuentran, así –queriendo hacer justicia– se deberá buscar la antigua cultura de los mexicanos en los poquísimos restos que existen de su arquitectura y en los jeroglíficos que en corto número se han salvado.29

La búsqueda del rigor histórico lleva a Márquez a aceptar que es poco lo que puede juzgarse de la antigüedad mexicana, pero que en sentido estricto esa situación no es demasiado diferente respecto a Grecia. Ajustada así la lente de la ciencia histórica, Márquez procederá a presentar sus “dos antiguos monumentos” de tal modo que las diferencias respecto a las obras análogas de romanos y griegos cederán el paso a las semejanzas. El resultado será que, ante el telón de fondo de la historia, el arte mexicano aparecerá como una realización de la cultura 29 Márquez, op. cit., p. 24. La versión es de Méndez Plancarte, op. cit., p. 140.


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