Presencia del naufragio Gaspar Aguilera Díaz
Presencia del naufragio Circo romano El náufrago y agosto Escalera al cielo desde La Habana
Gaspar Aguilera Díaz
Presencia del naufragio
Circo romano / El náufrago y agosto / Escalera al cielo desde La Habana Gaspar Aguilera Díaz México: Silla vacía Editorial Primera edición, mmxix
Corrección, diseño e impresión
Derechos reservados conforme a la ley isbn:
978-607-98445-7-8
© Gaspar Aguilera Díaz © Jorge Bustamante García, prólogo © Marco Antonio Campos, semblanza del autor © Silla vacía Editorial
Editor: Miguel Ángel García Guzmán / Silla vacía Editorial Miguel Cabrera 88a Centro Histórico CP 58000 Morelia, Michoacán Tel. 01-443-3-12-26-29
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Este libro se realizó con apoyo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes a través del Programa de Fomento a Proyectos y Coinversiones Culturales, 2018.
A mis padres: Cristina Díaz Campos y Gaspar Aguilera Jiménez, cómplices permanentes de mi escritura.
Contenido
A manera de Introducción Gaspar Aguilera Díaz
Presencia del naufragio o la barca entrañable del adiós Jorge Bustamante García
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Circo romano -15-
El náufrago y agosto -71-
Escalera al cielo desde La Habana -109Del escritor Marco Antonio Campos Índice general
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A manera de Introducción La escritura como ese viaje interminable hacia Ítaca, del que no tenemos ni siquiera la certeza de saber si llegaremos a divisar sus costas y todo el empeño en enfrentar la hoja en blanco, es decir, sin nadie al otro lado. En este viaje me han acompañado solidariamente presencias entrañables: César Vallejo, Vicente Huidobro, Octavio Paz, José Emilio Pacheco, Jaime Sabines, Marco Antonio Campos, Julio Cortázar, Juan Bañuelos, Henry Miller, Leonard Cohen, Constantino Cavafis, Elias Canetti, Fernando Pessoa, D. H. Lawrence, Catulo, Safo de Lesbos, Anaïs Nin, Thomas Mann, Eduardo Galeano, Italo Clavino, Ramón Martínez Ocaranza, Carlos Eduardo Turón, entre muchos otros. Viaje en el que también he querido recuperar la obsesiva memoria e imagen paterna, la fugacidad inaprehensible del amor y la ciudad como telón de fondo en el que se entretejen todas nuestras historias. Este libro ha sido posible gracias al interés, el ánimo creativo y la solidaridad profesional de Miguel Ángel García. Gaspar Aguilera Díaz
Morelia / Verano de 2019
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Presencia del naufragio o la barca entrañable del adiós La poesía de Gaspar Aguilera Díaz ha navegado siempre entre el erotismo y la pérdida, no porque se lo haya propuesto de forma consciente, sino porque las musas a las que se enfrenta lo han conducido, sin piedad, a ese destino. Desde Pirénico y Zona de derrumbe, sus primeros libros en los años setenta y ochenta del siglo pasado, ya se anunciaba ese espíritu en su escritura. Incluso sus prosas, que en buena parte son poéticas, no escapan a esas vibraciones. Y todos sus libros posteriores, de una u otra forma, no parecen evadir esa especie de azar y ventura. Siempre se escribe el mismo poema, con variaciones infinitas. Si no me cree quien lea estas líneas, aborde al acaso algo de Los ritos del obseso o de Tu piel vuelve a mi boca y me comenta si no encontró ahí las mismas geografías de pasión, sensualidad, quebranto y extravío. Y no es que las exploraciones poéticas del autor de Los últimos poemas de Dante sean monotemáticas o aburridas, sino que son su manera genuina de acceder a la suprema complejidad de las cosas sencillas y, al mismo tiempo aunque suene paradójico, a la sencillez serena de aquellos elementos que parecen complejos, y que nutren su poesía. Toda la poesía de Gaspar Aguilera es un poema largo, extendido en todos sus libros. Poe solía decir que “un poema largo no existe. Un poema largo es una simple sucesión de poemas breves”. Con los poemas breves de este nuevo libro llegamos a la cúspide del poema largo que Gaspar ha tramado e imaginado toda su vida. Voluptuosidad, viaje, asombro, deterioro, son los temas recurrentes. Desde los poemas de viaje de Zona de derrumbe y Diario de Praga, y los poemas de amor y desamor de Los ritos del obseso y Tu piel vuelve a mi boca, libros ya mencionados, todo vuelve a ser de otra manera en estos nuevos poemas, juguetonamente duros, 11
descarnados y descreídos, que ahora se anuncian en Presencia del naufragio. “El que pierde las palabras tiene los días contados/ el que las ha comprometido ante el mejor postor/ casi está condenado” (21), nos advierte el autor en los primeros versos del libro. Y de pronto, uno como lector puede detenerse y verificar cuántos de los que se dicen o se creen poetas en la actualidad tienen los días contados, porque extraviaron las palabras; cuántos perdieron la expresión y el lenguaje por exhibir sus veleidades en redes sociales y muros de olvido. Redactan una línea que confunden con poesía, y corren a colgarla en Facebook para que otros incautos adeptos de su burbuja les den likes de complacencia y facilismo. Nunca antes en la historia de la cultura había habido una forma más efectiva de abaratar la poesía, de hacerla intrascendente y prescindible. Por eso, el que ha comprometido las palabras ante el mejor postor “casi está condenado”. En alguna parte de El náufrago y agosto salta esta línea poderosa: “ni siquiera en esa frivolidad contemporánea que es el facebook, pude hallar cómplices en esta hora aciaga” (94). Presencia del naufragio presenta nuevos poemas breves, recogidos en dos secciones, Circo Romano y El náufrago y agosto, todos escritos en los últimos diez años. La última sección, Escalera al cielo desde La Habana, contiene prosas poéticas de años dispersos, que reposaron probablemente largo tiempo en los papeles viejos de algún archivo perdido. Leyendo los poemas breves de este libro uno puede entender cómo la soledad le ha ocurrido al poeta, así como si nada, lenta pero eficazmente; cómo el abandono lo ronda, lo asfixia, le oprime en lo íntimo toda la geografía del cuerpo: “qué maravilla/ conocerla íntimamente [a la soledad]/ y tocar a fondo sus partes/ más húmedas y más recónditas...” (40). Pero la sensualidad y la ironía, tan caras a Gaspar, no logran escapar ni en el naufragio ni en el dolor de sus versos de desamor: “y en el colmo del delirio/ escucharé tu aliento agitadísimo/ pronunciando con avidez otro nombre” (39). El erotismo sinuoso de Tu piel vuelve a mi boca se convierte aquí en fino tejido de lo que aún que12
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da en el fulgor de los sueños y el quebranto del tacto: “Cuando en los sueños/ Me encuentro con tus labios/ Son un bálsamo contra los males del mundo” (55). En este nuevo libro Gaspar Aguilera desarrolla toda una poética, casi descarnada, del naufragio. Él ya ha recorrido un gran trecho en sus quehaceres de creación, en su convivencia con la palabra y su propia voz, sin nunca traicionar lo que cultiva su espíritu, situación que le da toda la fortaleza y todo el derecho para decir sin rodeos, por fin, todo lo que quiere, lo que imagina y piensa, de manera a veces dura e implacable, pero siempre con versos solventes de entrañable poesía. Eso es lo importante en un poeta: investigar con poesía no sólo el amor, el desamor y el sentimiento, sino también escudriñar el vacío, la caída, el atroz abatimiento. ¡Uf!, para el Gaspar de este libro, el naufragio está construido de duras certezas que conducen, tal vez, a una suerte de tenue tristeza del pensamiento. Y pensar que de lo único que uno precisa, es conversar con alguien: “Cuando todo lo que necesitas urgente e inevitablemente, es hablar con alguien, contarle los detalles de este desasosiego, de este feroz desaliento, este pesar por todo lo que vergonzantemente nos rodea y oprime” (76). El halo del final se difumina cada vez más, se quiebra sin remedio con cada respiración, con cada aliento: “se siente más lejana e inalcanzable la orilla...” (77). Estos poemas de náufrago son vislumbres de la memoria amorosa, del beso salobre que la humedece, del simple hecho de dialogar “sobre nuestro maravilloso y fatal destino” (79). Sólo hablar, balbucir y luego el olvido... nada más: “De nuevo, la muerte nos enseña sus huellas inefables. Su guadaña pestilente trasiega demasiado cerca de nosotros. A cada respiración, a cada aliento, se siente más lejana e inalcanzable la orilla.../ Qué maravilla no haber creído nunca en paraíso alguno” (77). Ante la presencia del naufragio el poeta imagina sus funerales y exige se escuche el saxofón prodigioso de la segunda y tercera parte de “El lado oscuro de la luna” de Pink Floyd... y bastará con Jorge Bustamante García
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que un amigo, o una amada lo recuerde brevemente en la fugaz llama de su corazón: “Que mientras ocurra la ceremonia y los trámites lentos de la cremación de mi cuerpo, se escuche la música que define y retrata nuestra época, que condensa los constantes altibajos y contrastes de nuestro espíritu, El lado oscuro de la luna” (92). El autor de este libro es un hombre que, contra viento y marea, ha logrado construir una lenta y minuciosa obra poética. Es un náufrago de casi todo, que ha ido por ahí, por el mundo, con los ojos bien abiertos en la “barca entrañable del adiós” (97) y ha descubierto que la patria no es ésta donde vivimos, no es este lugar en sí, sino todos los lugares donde hemos podido amar, convalecer, sufrir y, sobre todo, crear, escribir. Jorge Bustamante García Morelia, mayo de 2019
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Presencia del naufragio o la barca entrañable del adiós
Circo romano
Dícese de un espacio circular en el que se representan –ante un público enfurecido–, escenas tragicómicas de amor, vida y muerte, y el gladiador vencedor con una actitud desconcertante, se arroja voluntariamente al final, a la fosa de los leones... Diccionario Bompiani 1798, pp. 555 y 556.
Sentencia El que pierde las palabras tiene los días contados el que las ha comprometido ante el mejor postor casi está condenado la palabra esa frágil violenta poderosa inquilina...
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Circo romano Quisiera arrojarte a los leones sólo para compartir esta maravillosa antropofagia de tu piel salobre y redentora
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Presencia del naufragio • Gaspar Aguilera Díaz
El centurión La armadura casi perfecta me protege contra la asquerosidad de los cristianos el reino prometido está aquí: en la permanente resurrección de tu carne tibia...
Circo romano
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San Gabriel y el dragón “Acierta –por favor– en el primer lanzazo no soporto esta distancia esta lejanía”
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Presencia del naufragio • Gaspar Aguilera Díaz
Fin de siglo Entre el fin de la historia el de las ideologías y la certeza de cierto apocalipsis tu voz se vuelve necesaria (no quiero escuchar el canto de las sirenas y su fatal anuncio del naufragio)
Circo romano
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Crucifixión A mi derecha: Judas miembro del partido opositor a mi izquierda: Barrabás sicoanalista y traidor ideológico y pensar que puedo convertir todo esto en sólo una pesadilla ¿pero convendrá a mis intereses políticos?
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Presencia del naufragio • Gaspar Aguilera Díaz
Autorretrato I Me miro en el espejo y veo el rostro de mi padre: la frente alta y digna los labios carnosos su humor interminable su sentido del tiempo y de la moral su impotencia ante la magia femenina su creencia –como Rubén Darío– en el “ensueño y el misterio como eterna atracción” Me veo yo: inundado de dudas de zozobras de arrepentimientos (se va desdibujando parte de mi rostro y escucho repetir a la conciencia taladrante: “nunca segundas partes fueron buenas”)
Circo romano
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Sinónimos Nada se parece a tu piel he buscado en el de autoridades en el de sinónimos y hasta en el célebre Larousse Y en ninguno he encontrado algo que se aproxime a tu calor a tu textura a tu infinito amparo...
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Presencia del naufragio • Gaspar Aguilera Díaz