No olvidamos 3ra edicion

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No Olvidamos El incendio de un taller tex l en Caballito. Diseño de tapa: Geraldine Peñaranda Corrección: Rosana Fernández ——————————————————— Tercer edición Marzo 2015 Editorial Retazos Libritos artesanales de tela y cartón. www.simbiosiscultural.com

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A modo de introducción. No olvidamos Es un grito silenciado. Ese silenciamiento es el resultado de muchos movimientos in‐ ternos y nuevas configuraciones, de una colec vidad adentro de una sociedad totalmente diferente, como respuesta a una situación crí ca que puso en el tapete las condiciones en las que muchos inmigrantes se ven obligados a trabajar y vivir debido a la falta de respuestas por parte del gobierno, boliviano y argen‐ no. Es por eso que resulta imprescindible su difusión. Es importante en la nueva configuración de la colec vidad boli‐ viana en Argen na.

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Agradecimientos A mi compañera y mi compañerito de vida. A Simbiosis Cultural y los locos inconformistas en ella, a tantos compañeros la noamericanos, que aportan muchísimo en esta construcción, por ver en ésta lucha también su lucha. Juan Carlos Estrada Vásquez Fuentes: Periódico Renacer Abogado Gabriel Chamorro Página 12. Fuentes propias. 4


Un ru nario jueves en Caballito Eran aproximadamente las 16:30 hs. de un jueves ru nario, en el cual pare‐ cía que la normalidad de la ciudad, programada para ello, transcurría su día. Caballito es un barrio porteño de clase media, con sus ma ces, con una gran par cipación en lo que fue el 20 de diciembre del 2001 cuando la clase media porteña y gran parte de las clases más populares del país se levanta‐ ron en contra del presidente, por entonces Fernando De La Rúa, al impulsar el famoso “corralito” financiero que no permi a la sustracción total de sus ahorros depositados en el banco. Este barrio también es uno de los elegidos por muchos bolivianos para cons tuir su hogar, su vida. Claro que también las formas de sobrevivir. En este barrio también existen muchos talleres en los cuales cientos de boli‐ vianos trabajan y viven, pero también conviven con una sociedad que per‐ manece inmutable. Sus hijos estudian en los mismos colegios y escuelas, pero parecen no interactuar con ellos, son los extranjeros, los dis ntos. Hasta que una no cia voló por muchos lados y medios de forma estremece‐ dora, se corrió de la forma que corre cuando algo es más que una simple no cia, aunque todavía no se había caído en la cuenta de todo lo que impli‐ caría después. Casi en el corazón del barrio, entre las calles Paysandú y Fragata Sarmiento, sobre la calle Luis Viale los gritos comenzaron a llamar a los bomberos. Mientras que todo parecía ir rápido, la gente se fue acercando hasta el lu‐ gar, los vecinos comenzaron a salir y a hacer los comentarios que nunca se habían hecho hasta entonces. 5


Muchos de los vecinos habían realizado denuncias ante el Gobierno porteño por el irregular funcionamiento de esa planta en la cual se veía todas las ma‐ ñanas salir a muchos bolivianos a llevar a sus hijos a la escuela o a hacer las compras. Incluso uno de ellos se había acercado al Centro de Ges ón y Par cipación del barrio que solo les tomaron la denuncia, con una constan‐ cia de la misma. Pero ninguno de ellos sabía realmente en las condiciones que vivían y traba‐ jaban allí, más de 60 personas. 6


El Taller Este taller de costura estaba situado en la calle Luis Viale 1269/71, y sus dueños eran Daniel Fischberg y Jaime Geiler. Dicho lugar contaba con la habilitación que permi a el funcionamiento de un taller de vainillado, corte y confección para seis máquinas, desde el año 2001. Jaime Geiler y Daniel Fischberg eran socios y también dueños de otros talleres en dis ntos lugares (Galicia 1241 y Paysandú 1391), también due‐ ños de marcas de ropa que se venden en La Salada (WOLL, LDV, FACTOM) pantalones con hilo Magnate y otras prendas que salían sin e queta para luego ser e quetadas en otro lugar. Los encargados eran dos personas llamadas Juan Manuel Correa, argen no, y Luis Sillerico Condori, boliviano. El primero se encargaba, debido a su relación con los dueños del taller, de proveer las prendas para co‐ ser. El úl mo había llegado tres años antes de Bolivia y luego de generar amistad con Juan Manuel Correa llegan a ser com‐ padres ya que el úl mo bau zó a la hija menor de Sillerico. Mo vos por los que le ofrece ser socios en este taller. Sillerico era el encar‐ gado de la recolección del personal, lo que realizaba a través de dis ntos viajes a Bolivia, la mayoría de las personas que en ese momento se encon‐ traban en el taller eran de Cantón Cohana de la Provincia de Los Andes del Departamento de La Paz; en los dis ntos puntos de concentración de la colec vidad boliviana (Parque Indoamericano, Parque Avellaneda, las inter‐ secciones de Cobo y Curapaligüe, etc.) y también a través de avisos clasifica‐ dos en las radios de la colec vidad boliviana. Allí, vivían 64 personas en condiciones de hacinamiento, de los cuales 38 eran menores de edad. En la planta baja funcionaba el taller propiamente dicho, tuvo que ser así 7


por las reiteradas denuncias que recibió por los ruidos molestos a altas ho‐ ras de la noche. Arriba vivían todos los trabajadores, separados por maderas y telas, eran más de 15 familias completas y personas solas. Compar an un solo baño, y una sola cocina, en la que Flora Villca Quispe (hermana de Juana) cocinaba todos los días, tenían una pésima conexión eléctrica y además era el depósi‐ to de los rollos de telas que estaban allí para luego ser cortadas y cosidas. En la planta baja había 8 matafuegos, pero todos estaban vencidos y algu‐ nos no tenían el precinto de seguridad. Luis, el papá de Harry Rodríguez, recuerda que él tenía que irse pero que no lo hizo, porque si lo hacía cobraría lo que le adeudaban después de tres se‐ manas y volvería muchas veces porque no se le cancelaría por completo. Por más que se entregaban de seis a ocho cortes por semana de 500 a 1500 ca‐ da uno, de prendas de jean (lo que significa un total promedio por semana de 8.000 prendas). Según Sillerico nunca se habían presentado ni inspectores, ni nada parecido, pero algunos trabajadores de ese taller dije‐ ron lo contrario: _“vinieron (los inspectores) una sola vez y nos quedamos (algunos) en las máquinas y los otros se fueron para arriba” (Mar n Salinas Chamba); _“un día ingresó un inspector a recorrerlo”, pero “justo fui a llevar a mi hijo al colegio, por lo que no sé dónde revisó” (Yola Quispe Maquera); _“un día fue un inspector” (Cris na Mamani Condori); _“en una ocasión al taller concurrió personal policial o (que hubo) inspeccio‐ nes”, “el señor Luis (por Sillerico Condori) les dijo a todos ´suban para arriba con sus gua‐ guas (niños) porque vinieron los de inspección´ y nos escondie‐ ron en el primer piso”, “vinieron en el horario del almuerzo y Luis me dijo que sirviera rápido para subir y comer arriba” (Flora Villca Quispe). Ya no eran las 6 máquinas por las cuales había sido habilitado el taller, sino más de 23 las cuales trabajaban. Los horarios de trabajo son más o menos los mismos que los de la gran ma‐ yoría de este po de talleres, desde las 7 de la mañana hasta las 22 hs con 8


media hora para tomar el desayuno que a veces sólo eran 15 minutos y me‐ dia hora para comer. Así era todos los días, de lunes a sábado al mediodía, donde la gran parte de ellos aprovechaban para descansar, lavar sus ropas o tal vez ir a distraerse a la cancha. Generalmente lo hacían en los campeona‐ tos que organizaba la Asociación Depor va Al plano, ya que tenían conoci‐ dos que par cipaban en esos campeonatos.

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El fuego Los chicos jugaban en sus piezas mientras que sus papás trabajaban como de costumbre en el taller. Era otro día caluroso de marzo y las condiciones en el taller eran, como siempre, todos transpirados, ya con olor a resignación, pero hasta el am‐ biente era dis nto ese día. Habían terminado de comer y así, bajaron otra vez al taller, claro, se queda‐ ron quienes no podían bajar por que lo tenían prohibido, los chicos. Según los expedientes de la causa, el incendio se inicia por un sobrecalenta‐ miento de los cables en el sector del primer piso, estos cables calientes co‐ mienzan a despedir pedazos de cable y éstos al tomar contacto con el mate‐ rial combus ble (telas, nylon, maderas, ropas, etc.) el fuego era inevitable. El incendio comenzó en la planta alta, donde estaban los chicos, ya que allí se daban todas las condiciones para que ocurra una tragedia. Pésimas insta‐ laciones eléctricas, depósito de rollos de tela, separaban las habitaciones solamente telas y maderas. El fuego no tardó mucho en crecer y devorar uno por uno todos los rollos y objetos que encontraba a su paso. Los chicos que estaban allí gritaban lo más fuerte que podían, pero nadie escuchaba. En la planta baja sólo se sen a ese olor a resignación y la radio de turno que sólo sirve para adormecer y poder así aguantar no solamente la can dad de horas, sino también las condiciones en las que se ene que vivir todo ese empo. Estaban encerrados en una trampa mortal, la cual se repite en casi todos los 10


lugares donde hay niños en estos talleres. Después de un empo, quien era la cocinera bajó gritando; “auxilio, auxilio, arriba se está quemando” y todos comenzaron su pesadilla. El papá de Harry, Luis Fernando Rodríguez, empujando a todo quien estaba a su paso trataba de subir, vio a su hijo mayor que bajaba descalzo diciéndo‐ le que Harry estaba durmiendo en la marinera que tenían como dormitorio. Cuando pudo llegar a la planta alta, el fuego lo mantenía alejado de sus hi‐ jos, ya no podía hacer nada, solamente la impotencia y el dolor que comen‐ zaba a crecer con los segundos. No pasó mucho empo y ya todo pasaba sin sen do, no se entendía nada, sólo esa mezcla horrible de sensaciones, de‐ sesperación, angus a, impotencia, dolor y más dolor. Todo era oscuro, la gente gritaba y corría sin saber qué hacer, la salida pare‐ cía tan chica y lejana pero también significaba abandonar a tus seres queri‐ dos. Todas las víc mas mueren por intoxicación debido a la can dad de humo y luego, con los cuerpos ya vencidos, fueron devorados por el fuego. Lo poco que sostenía el segundo piso no resis ó y cayó, se cayó la losa ente‐ ra sobre los que ya no podían salir, terminando así con las úl mas esperan‐ zas. Cuando ya estaban afuera, el mundo no era el mismo, ya todo en sus vidas había cambiado. Mucha gente en la calle, vecinos, algu‐ nos conocidos, policías, bomberos, gente y más gente, todos mirando.

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Los que faltan Juana Villca Quispe tenía 25 años, vino a la Argen na por paseo, sólo a cono‐ cer, a visitar a su familia que hacía mucho no veía. Estudiaba para ser diseñadora de modas, fue entonces que decidió quedarse un par de días para conocer la parte “bruta” del oficio. Sólo unos días fueron la diferencia. Vivía junto a Oscar Mendoza, su hijita Paola de sólo 6 añitos y su hermana Flora que trabajaba allí como cocinera. En unos días más se irían del lugar. Wilfredo Quispe Mendoza, de 15 años solamente, trabajaba como todos los demás desde temprano a la mañana hasta tarde en la noche. Vivía con sus papás y su hermanita de tan sólo 11 añitos. Él tenía un lugar para dormir en el entre piso donde también funcionaba el depósito de tela. Fue allí donde lo encontró la desgracia. Elías y Rodrigo Quispe Carbajal eran hermanitos, vivían junto a sus papás y su abuelo Luis Carbajal Quispe. Ellos estaban jugando cuando todo arrancó. Elías tenía 10 añitos y Rodrigo 4 años recién cumplidos. Harry Douglas Rodríguez Gómez apenas tenía 3 añitos, hijo de Luis Fernando y Sara Gómez, hermanito de Kevin de 5 años. Murió aferrado a las rejas de su ventana, tuvieron que cortarle las manitos para poder sacarlo. Cumpliría sus 4 años el 5 de Abril, faltaban sólo 6 días. Él fue velado en la Capilla Nuestra Señora de Ita en la Villa 1‐11‐14 y el res‐ to de los fallecidos lo fueron en la bailanta Kory. Los cuerpos recién pudieron ser velados 52 días después del incendio, no hubo casi difusión, ni por las radios, ni las organizaciones “sociales”, ni las autoridades bolivianas, algunos sólo se enteraron de casualidad. 12


Después de la tormenta… lo tormentoso. ¿Dónde vamos? Ni siquiera las ocho dotaciones de bomberos, que llegaron considerable‐ mente demorados, pudieron apagar el fuego que había comenzado en sus vidas. Llegaron de todos lados, policías, bomberos, personas con trajes, todos preocupados y hablando por celular. Se instalaron carpas para las primeras entrevistas con los psicólogos y peri‐ tos en plena calle, las sirenas no paraban de sonar y los llantos tampoco. Nada cambiaba esa mezcla de sensaciones por las que pasaron todos quie‐ nes sobrevivieron. Las preguntas sólo distraían. No tenían dónde ir y buscaron por medios propios un lugar donde hacer descansar a las guaguas. Llamaron al presidente de la Asociación Depor va Al plano (ADA) al cual le preguntaron si ese lugar les podría servir de alojamiento. Todas las personas fueron asis das en ese lugar donde también por ges o‐ nes del abogado de la asociación, Gustavo Morón, y una diputada, se consi‐ guieron colchones, y desde las radios se pedía ayuda con alimentos y ropa. Algunos fueron alojados en iglesias evangélicas a las que pertenecían, otros fueron a hoteles que les pagó la Corporación Del Sur y algunos pocos fueron con sus familias. ¿Se acercan para ayudarnos? Mucha gente se acercó a las familias que quedaron en la calle después del incendio, ni siquiera habían llegado a ADA y ya comenzaron a llegar las per‐ 13


sonas de nuestra nacionalidad a “charlarnos de cerquita”, algunas tenían traje, otras se ves an como nosotros, así sencillitos nomás aunque gordos, pero casi todos nos decían lo mismo…” es un problema muy grande, y nos va a perjudicar mucho a todos los bolivianos”… “al principio y con todo lo que había pasado no se les entendía, sólo queríamos tener espacio para poder entender todo lo que había pasado, nada más, pero seguían insis en‐ do. Las discusiones comenzaron en los primeros momentos en que pudieron juntarse y tener algo de “privacidad”, ya que comenzaban a sen r las prime‐ ras presiones de quienes se acercaban. ¿Qué decimos? ¿A quién complicamos con lo que decimos? Fue en esas discusiones en las que se notó quiénes estaban menos resigna‐ dos que otros, Luis Fernando es quien man ene una posición más firme con respecto a contar las cosas que habían vivido, por lo que es repudiado por los demás, que, aconsejados por quienes fueron los primeros en acercarse, tomaron el silencio como escudo. Es así que Luis Fernando es excluido del grupo y termina yendo con su fami‐ lia al único lugar que pudo conseguir a través de la Alameda, el polidepor vo de Parque Avellaneda. Todo lo que salía a la luz era demasiado revelador y todos estaban de alguna u otra forma implicados. Por eso era más que necesario callar y olvidar lo más pronto posible el tema, y re direccionarlo hacia otras pe ciones. 14


Todos y cada uno… El Gobierno argen no como salida a esta tragedia, tuvo dis ntas respuestas, la primera y debido a lo que había ocurrido el 30 de Diciembre del 2004 en un recital del grupo Callejeros, donde también hubo un incendio en el que murieron 193 personas y dejó con dis ntas heridas a más de 1400 per‐ sonas en un lugar llamado República de Cromañón. En ese caso, sólo hay tres imputados y un jefe de gobierno des tuido. A diferencia de este caso, tuvo una gran presión pública durante todo el proceso del juicio. Esa primera respuesta fue la de buscar a todos los talleres, que desde hace mucho fueron denunciados, y allanarlos. Se habían dado cuenta de la situa‐ ción por la que casi medio millón de personas viven y sobreviven. En sólo unos meses se allanaron más de 650 talleres en estas condiciones, se hicieron más de 1500 infracciones. Lo que ocasionó miles de personas echa‐ das a la calle, ya que los talleristas, temerosos a ser allanados, los despedían sin poderles pagar lo que les adeudaban aduciendo que sus “fabricantes” (quienes les dan las ropas para coser pagándoles menos del 10% del valor de venta) no les pagaron porque esas prendas no fueron en‐ tregadas. La segunda fue promulgar una ley que hace mucho estaba “cajoneada” y que además estaba preparada para ser estudiada en Junio del 2006, hizo falta la muerte de estas personas para que esto se aprobara en sólo unos meses. Se llamó Plan Patria Grande con el cual se “regularizó” dándoles a todos los extranjeros indocumentados una “precaria” con la cual regularizaban su si‐ tuación y ya podían acceder a tener un número de CUIL con el cual podrían trabajar en blanco. Si bien en muchos puntos este plan solamente fue para salir del paso y ade‐ 15


más quedar bien con todas las partes, hay un punto que es importante des‐ tacar. En uno de sus ar culos especifica que ningún extranjero residente en Argen na puede ser deportado. Esto, aunque pareciera minúsculo, cambia según su difusión el mayor fan‐ tasma para quienes se animan a venir a buscar un futuro mejor, ya que el miedo por ser deportados fue usado por dis ntos sectores, talleristas, fabri‐ cantes, policía y demás para paralizar cualquier reclamo que éstos se ani‐ men a realizar. Para los sobrevivientes solo se ges onó un subsidio de 200$ por tres meses, y ni siquiera lo recibieron todos, ya que para poder hacerlo debían tener alguna documentación, las cuales habían sido devoradas por el fuego. En el Gobierno Boliviano recién había asumido Evo Morales, y todo lo que ello significaba, las esperanzas de todo un pueblo por el primer mandatario salido de sus mismas entrañas de pobreza. Una de las medidas que toma el gobierno boliviano es mandar como emba‐ jador a Roger Or z Mercado, quien estuvo un poco más de un año en el car‐ go, con la orden de re rar a Álvaro Gonzales Quint y tratar de tranquilizar las aguas. Según Raúl Kollman, periodista de Página 12, Or z Mercado militante del MAS en Santa Cruz, vivió mucho empo en Argen na cuando estudió Agro‐ nomía, tenía la misión de mediar, con su experiencia en coopera vismo, en la búsqueda de una solución conjunta con el gobierno argen no. Para ello se reunieron el vice canciller Mauricio Dolfler conjuntamente al Viceministro de gobierno Héctor Arce y el jefe de gobierno porteño Jorge Telerman. En medio de esa mediación había temas muy importantes para el gobierno boliviano: evitar el regreso masivo de bolivianos a Bolivia ya que según ellos crearía un problema social, par endo del hecho de que sería muy di cil que consiguieran trabajo. Otro de los temas tratados con el gobierno argen no es que no se hable de 16


“esclavitud” ya que el cuadro de situación no se parece a lo que se conoce como trabajo esclavo, por ejemplo, en África. En lugar de eso les pidió que se usen términos como “servidumbre”. También había preocupación por el término “allanamientos”, ya que en Bolivia es tomado como sinónimo de detenciones y deportaciones. También se reunieron con la colec vidad, o por lo menos con la parte que podía expresarse, ya que en el restaurant “El Palacio del Buen Gusto” no podía pasar cualquiera. Era una reunión organizada con los únicos que pre‐ tendían ser oídos, la Coordinadora de la Colec vidad Boliviana (Co.Co.Bo.), así es que no se podía dar la voz a cualquiera, mucho menos a quienes no defendían los intereses de los talleristas o querían decir las reales condicio‐ nes en las que se trabaja. De parte del gobierno boliviano estaba el Viceministro de Trabajo Miguel Albarracín Paredes, el Senador Santos Javier Tito Véliz, el Viceministro de Jus cia y Derechos Humanos Renato Pardo, el Presidente de la Comisión de Polí ca Internacional Michiaki Nagatani, el Director Nacional de Registro Civil Javier Hinojosa, el Viceministro de Gobierno Héctor Arce Zaconeta y el Vice Canciller Mauricio Dolfler. En dicha reunión se hicieron algunos anuncios importantes como la Casa del Boliviano en Argen na, que sería en el barrio de Once (donde actualmente funciona el Consulado en el segundo piso), también se dijo que se harían brigadas móviles cerca de los barrios populares para agilizar la documenta‐ ción. También garan zaron la par cipación de 15 representantes elegidos por la colec vidad en la Asamblea Cons tuyente, oportunidad aprovechada para que Co. Co. Bo. entregara un documento afirmando ser los representantes que pueden par cipar en dicha Asamblea. Como siempre, de parte del gobierno boliviano, este caso no tuvo ningún apoyo solo unas cuantas posturas y alguna que otra par cipación personal. Álvaro Gonzales Quint era el cónsul adjunto y viejo conocido por la colec vi‐ dad por su predisposición a “mediar” entre los conflictos laborales, en los 17


cuales no ene competencia, en los cuales les ofrecía a los costureros una cifra menor a la que los talleristas les adeudaban la cual, resignados, acepta‐ ban. Después del incendio es uno de los que se acercaron para asegurarse que la estructura de este sistema no se vea amenazada por la sobre exposición. Varios de los sobrevivientes sin eron sus hos gamientos en varios puntos de la causa, además de su total abandono, no así sus principales aliados, el sector tallerista. Según el único querellante en la causa, Luis Fernando Rodríguez, el cónsul llegó a ofrecerle trabajo y dinero a cambio de su silencio: “¡Qué quieres! ¿Plata quieres? ¿Trabajo quieres? ¡Por qué haces tanto lio si tu hijo ya está muerto y ya ha pasado!” Cuando vino el hermano de Luis Fernando para ayudar a su hermano Alva‐ ro Quint le dijo: “Tu hermano está haciendo problemas de nada, conversá con tu hermano”. También dice que cuando llegó la comisión boliviana a Buenos Aires, sólo los distrajo llevándolos a lugares, en una de las tantas reuniones y exposicio‐ nes que tenían esta comisión: “Por detrasito nomás me agarraba y me decía, vos qué cosa también quie‐ res, dejales trabajar a los de la comisión, no te quejes, ya no te preocupes, andate nomás a Bolivia, nosotros vamos a hacer las cosas”. Quint no quería que Roberto hable con la comisión boliviana, “una vez más me ha agarrado y me ha dicho ya enojado ` ¿vos qué cosa quieres? ¿por qué molestas?´”. Hay un par de personajes en toda esta trama que merecen un apartado es‐ pecial. Se trata de unos abogados que son importantes para entender mu‐ chas cosas que a simple vista parecen ilógicas. El primero se llama Gabriel Juricich, argen no y abogado de profesión, está casado con una boliviana. Pertenece a la Federación de Bolivianos en Argen‐ 18


na y así también es vicepresidente de la Federación Argen na de Comuni‐ dades. Es uno de los primeros en acercarse a los sobrevivientes después del incen‐ dio, y quien acompañado por los “dirigentes” de siempre, comienzan a cerrar el cerco para “protegerlos”, infundiendo el silencio para defenderlos, aunque no a quienes padecieron ese horror. “Hay muchos talleres, en la ciudad de Buenos Aires y el conurbano, simila‐ res al que se incendió en Caballito. Para la Jus cia argen na, funcionan en forma ilegal. Sin embargo, para los que trabajan en ellos resulta algo pa‐ recido al ayllu, forma de organización para el trabajo en común que data del imperio incaico y que sigue exis endo en las comunidades campesi‐ nas: todos trabajan de sol a sol; hay un pequeño grupo que se encarga de intercambiar con los ayllu de otras comunidades y recibe por ello una di‐ ferencia. A esto, ciertamente, se le agrega una historia de sobreexplota‐ ción que viene desde la dominación española y, después, de los empresa‐ rios bolivianos mismos”. Juricich advir ó que la mayoría de estos trabajadores tex les “vienen del campo, hablan quechua o aymara y no enen escolaridad. Los talleres los contratan en negro; ellos mismos no imaginan que podrían tener benefi‐ cios sociales o un horario limitado”. Pero no se trata sólo de some miento, sino también del deseo, propio del inmigrante, de progresar en su país de adopción: “A menudo trabajan 12 o 14 horas por día para lograr determinados obje vos como comprar una máquina o instalarse por su cuenta. Los bolivianos en la Argen na progre‐ san más que el argen no medio, porque trabajan mucho más. Por eso hay cada vez más comercios de bolivianos; sus dueños no llegaron a la Argen‐ na con capital, lo consiguieron con su esfuerzo. Y ese esfuerzo se asienta en uno de los mandamientos ancestrales de la cultura quechua, que son tres: no robar, no men r y no ser flojo. Ese mandato de no aflojar, trans‐ mi do de generación en generación desde el Imperio Incaico, implica tra‐ bajar todo lo que sea necesario”, agregó Juricich. Pero para entender desde que ángulo ejerce la presión, tenemos que leerlo 19


sólo dos días después del incendio el primero de abril en una nota a Página 12: En cuanto a la presencia de chicos en el taller; “los que murieron pertenecían a familias que no vivían en ese lugar; la ma‐ yoría de estos trabajadores viven en villas, en condiciones todavía más pre‐ carias que las de los talleres, y prefieren no dejar a los chicos solos por el riesgo de que las casillas se incendien, como ya ha sucedido a veces –contó Juricich–. Otras familias, sí, viven en los talleres, porque no enen otro lu‐ gar. También son costumbre las “camas calientes‟, donde los trabajadores se turnan para dormir y sólo van a sus casas los fines de semana”. “Hay ya ejemplos desarrollados por la propia comunidad boliviana, como la coopera va Ocean, de La Salada. Allí organizamos la capacitación, hicimos cursos. Muchos que trabajaban con marcas comerciales “truchas‟ registra‐ ron sus propias marcas y hoy incluso están exportando. El ejemplo fue imita‐ do y toda la zona progresó”, contó el abogado. Cuando Ocean se legalizó, “hubo que aprobar planos, con medidas de seguridad que incluyen el con‐ trol de fuego, el plan de evacuación, las salidas de emergencia. Se hacían asambleas, todos votaban y decidían. Construyeron el nglado más grande y más seguro de la zona. Tenía que haber baños y los hicieron de cerámica italiana, porcelanato; nun‐ ca habían visto baños así y les encantó”. Esos argumentos (que él ya los había usado defendiendo a un tallerista) le servirían al Juez Oyarvide en mayo del 2008 cuando sobreseyó a los direc ‐ vos de Gilmar S.A. (Nelson Sánchez, Gabina Verón y Hermes Raúl Proven‐ zano) que comercializa la marca SOHO. Lo cual, además de ser aberrante, es discriminatorio, ya que, si en el mismo taller se encuentran trabajando tanto bolivianos como argen nos, el tallerista iría preso por emplear argen nos y sería inocente en el caso de bolivianos. En otras palabras “somos explota‐ bles” porque pertenecemos a una cultura. Gabriel Juricich además de pre‐ sionar a los sobrevivientes diciéndoles que no digan nada cuando se acer‐ 20


quen los periodistas o que si dicen algo lo hagan en aymara, les prome ó que no perderían las máquinas, que él se las iba a conseguir. Sin embargo no se presentaban los escritos para pedir los cuerpos de las víc mas. Él junto a una colaboradora que dice ser abogada llamada Janet Soto fueron quienes asesoraron a parte de los sobrevivientes pero también a uno de los impu‐ tados, Sillerico. Su accionar queda demostrado el día del velorio cuando Janet Soto se acerca a la mamá de Wilfredo a quien también les habían aconsejado que si alguien preguntara por Wilfredo le digan que no trabajaba que solamente estudia‐ ba, y cuando ésta no dejaba de llorar, la abraza de la cabeza y le va diciendo suavemente;“Portate bien María, me prome ste, quedate calladita…” a lo que la mujer comenzó a hablar en su lengua natal, el aymara, diciendo “están min endo, no nos dejan hablar, no quieren que digamos nada”. Juricich y Soto se ocuparon de los pedidos de los cuerpos aunque según tes‐ monios de María y Oscar Mendoza el abogado nunca había presentado un documento ante la jus cia para pedir los cuerpos de las víc mas e intentó impedir hasta con ruegos prome endo “dar parte” a fin que los afectados firmaran el poder al abogado Carlos Oreste quien finalmente tomó el caso. Cabe recordar que también hubo mucha disputa entre los sobrevivientes ya que estos no querían hacerse el ADN, entre otras cosas, porque todos de alguna u otra forma están relacionados con Sillerico. Eso retrasó mucho la entrega de los cuerpos. La Coordinadora de la Colec vidad Boliviana (Co.Co.Bo.) nace después del incendio, a pedido de las autoridades del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Apenas sucedido lo de Luis Viale y los primeros allanamientos, se comenza‐ ron a reunir en dis ntos lugares, uno de ellos fue en Parque Avellaneda en un lugar llamado “los tronquitos” dentro del parque. Allí se concentraron muchas personas preocupadas por lo que estaba pasando y también los mis‐ mos personajes de siempre.

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Comenzaron a hablar del tema y todas sus implicancias pero estaban todos juntos y revueltos, talleristas, costureros y otros “dirigentes” de profesión. Lo que los reunía más que nada era el miedo, el miedo a perder sus talleres, a perder su trabajo y así todo lo que habían ahorrado (a la fuerza, ya que ese ahorro consis a en el pago adeudado de mucho empo). Allí fue parte de la delegación que había llegado desde Bolivia, y allí escu‐ charon los reclamos y las dis ntas situaciones que eran permi das contar. Después de ello, todas estas organizaciones sacaron un documento conjunto en el cual par ciparon: Asamblea Carlos Coro Mayta (Isaac Laura), ARBA (Rolando Nogales), Asocia‐ ción de Ar stas y Vendedores del Parque Indoamericano (Felipa Quispe), ADA (Felix Colque), Bolivia Argen na de Pie, Cámara Central de Talleristas (Rosendo Dueñas), Fraternidad Comerciantes de la Rivera Sur de La Salada (Gilberto Rivera), Depor vo Amacari, Asociación Yanapacuna (Dra. Zulema Montero). En ese documento entre otras cosas se pedía: 1.‐ La inmediata cancelación de la orden de allanamientos a talleres de cos‐ tura 2.‐ Flexibilidad para el blanqueo y plazo de seis meses para esta transición. 3.‐ Que se reduzcan las cargas sociales. 4.‐ Que se aplique la ley 12.713 (para talleres familiares). 5.‐ Que se frene la manipulación de la información por parte de los medios (“prepararon a personas de nuestra nacionalidad para declarar realidades 22


que no corresponden, específicamente en el lamentable caso de Luis Viale 1269/71”). 6.‐ Respeto a la dignidad humana en los allanamientos por parte de la fuerza policial (hay antecedentes en que los uniformados encañonaron a niños en el piso, golpearon indis ntamente a hombres y mujeres. “Las irrupciones a los domicilios siempre fueron muy violentas sin considerar sexo ni edad, aun sabiendo que los bolivianos son gente de paz y que jamás ofrecieron resis‐ tencia”). 7.‐ Que se conforme una comisión bipar ta entre la comisión de las organi‐ zaciones y el gobierno de la ciudad de Buenos Aires para vigilar de cerca to‐ da la transición. Allí se conformó una organización que trataba de nuclear a muchas otras, en la cual se terminó eligiendo como presidente a Rolando Nogales, taxista de profesión y también aficionado a crear asociaciones según sea la ocasión, y claro, recaudar dinero entre los integrantes para sus “manejos legales”. Co‐ mo Vicepresidente eligieron a Alfredo Ayala, quien ene un historial interesante en Bolivia. Allí también militaba, nada más ni nada menos que con Felipe Quispe líder del Movimiento Indio Túpac Katari, luego del Ejercito Guerrille‐ ro Túpac Katari y finalmente candidato por el Movimiento Indígena Pachacu‐ , de quien era chofer personal. Luego fue echado por malversación de fon‐ dos al no entregar dos tractores que le habían sido pagados. Ellos fueron los que direccionaron las protestas y así la línea que defendería esta organización. Así fueron acaparando todas las reuniones que pretendían las autoridades de la ciudad sin integrar a las demás personas que par cipa‐ ban de Co.Co.Bo. No pasó mucho empo para que las demás organizaciones se dieran cuenta de estas reuniones a solas que sostenían con el gobierno y decidieran ir alejándose. El punto culminante fue cuando formaron parte del 23


Programa Plan Patria Grande como uno de los brazos para llegar a la colec ‐ vidad, ellos se encargarían de ges onar las Precarias (Papel que se le entre‐ gaba a toda persona que iniciara los trámites para su documentación), así como otras organizaciones más, y cayeron sobre la organización denuncias por cobrar dicho trámite, y hasta cobrar a talleristas la “precarización” completa de todo el personal de su taller, evitando así, multas con respecto a su indocumentación. Los medios de comunicación fueron un apoyo importante para su consolida‐ ción a nivel discursivo, ya que en éstos se con nuaba con la idea de englobar a todos, ya no era una lucha de clase social, ni una demanda de mejora de condiciones, sino era un hecho de mejores precios para los bolivianos de parte de los fabricantes; desaparecieron al costurero, ya no había costurero, ni tallerista, sino todos eran trabajadores bolivianos. Ocultando así la terri‐ ble desigualdad interna que vive nuestra colec vidad. Obviamente como asesores jurídicos tenían al ya mencionado Juricich y tam‐ bién a otro abogado de apellido Kinan quien es muy conocido por hacer algo parecido al anterior, defender al denunciante y al acusado al mismo empo. Durante todo el empo en que los allanamientos eran el gran fantasma de la colec vidad, él asesoraba a muchos talleristas que luego se dieron cuenta que fueron engañados. Muchos intentos de habilitación sin progreso y mu‐ chas cuotas pagadas. Planteaba la forma de coopera vismo para eludir impuestos, haciendo de que los talleristas les hagan pagar el Monotributo a todos sus costureros, “así enen obra social” y también para “blanquearlos” haciéndolos socios de una coopera va que no sabían que exis a. Eso no mejoraba para nada las condiciones en las que trabajaban. La Alameda funcionaba como una asamblea después del levantamiento del 2001 cuando se logró echar al por entonces Presidente Fernando De La Rúa. Allí además funcionaba un comedor donde fueron los primeros contactos plenos con la colec vidad, ya que muchos de ellos iban a comer los fines de semana por qué no les daban de comer en los talleres esos días. Así, comenzaron con el asesoramiento legal y acompaña‐ miento a muchos 24


de ellos, en especial en la primer denuncia contra un taller en Capital Fede‐ ral sólo unos meses antes, (donde se pudo conocer las condiciones en las que eran some dos los trabajadores, las agresiones sicas y psíquicas contra las personas que se animaron a denunciarlo, además del impago de mu‐ chas deudas) en la casa de Juan Carlos Salazar Nina, quien después de pasar 15 días en la cárcel fue sobreseído por el Juez Oyarvide. Ahora no solamente que goza de impunidad sino que también ya ene tres talleres en las mismas condiciones en Provincia de Buenos Aires. La Alameda comenzó así, una larga lista de denuncias de talleres en esas condiciones, y tomaron relevancia después del incendio de Luis Viale cuando los medios de prensa argen nos los tomaron como referentes de tal situa‐ ción y así se pudieron conocer muchas cosas que la misma colec vidad boli‐ viana quería tapar. Si bien su papel denunciando tanto a los talleres como a las marcas que les daban trabajo a estos talleres, fue importante para visibilizar todo el circui‐ to, su figura fue muy importante para consolidar ese discurso que se bajaba desde el sector de talleristas. Entonces, podían u lizarlos como el enemigo externo, ellos eran los malos que venían a sacarles sus máquinas para algún fin. Por eso es que se tenía que defender a los talleres de tremenda amenaza. Este discurso y la exposición de los “representantes” de Co.Co.Bo. en los allanamientos defendiendo a los talleristas, las radios bolivianas en argen ‐ na (hay más de 100 radios de las cuales, muchos de los dueños también son talleristas) conformaban el círculo en el cual se pudo manejar a todos los trabajadores costureros. Así se explican las marchas en la Av. Avellaneda, lugar comercial donde con‐ centran muchos de los “fabricantes” coreanos, judíos y ahora bolivianos, como también las agresiones que sufrieron tanto el espacio que ocupa La Alameda en la esquina del Parque Avellaneda como sus militantes en con‐ frontación con quienes reaccionaban defendiendo éste modelo explotador. Aun así, La Alameda no pudo cons tuirse como una organización que cons‐ truya un cambio dentro de la colec vidad, si bien hicieron muchas cosas que 25


ninguna otra organización se animó a hacer, no se ven reflejados los frutos en la organización de los costureros, ésa es la deuda más grande de esta or‐ ganización, sobre todo, teniendo en cuenta la can dad de bolivianos que se animaron a denunciar, que pasaron por este espacio, algunos incluso hablan de su u lización y hasta de un some miento, su l, pero some miento al fin. Los medios de comunicación jugaron también un papel muy importante, y en dis ntas formas ayudaron a la configuración de una nueva dirigencia de la colec vidad. Las radios de la colec vidad enen el funcionamiento adormecedor en los talleres, una ru na que arranca temprano a la mañana pasando no cias de Bolivia, clasificados en los cuales se pasan anuncios de otros talleres en los cuales se ofrecen trabajos con o sin cama y parejas con o sin hijos, clara forma de anunciar un taller clandes no, música y más música hasta el anochecer. Allí se pueden escuchar algunos programas de algún negocio, sean consulto‐ rios médicos, restaurantes, bailantas etc., todas ofertándote qué hacer o qué comprar a par r del sábado al mediodía, nunca los días de semana. La mayoría de las radios pertenecen a talleristas o a quienes lo fueron y aho‐ ra se dedican a otro rubro. Hay algunas radios que se ven completamente comprome das con el proceso boliviano sin embargo son las primeras en dar la voz de alarma cuando se está allanando a un taller. Tanto Alfredo Ayala como Rolando Nogales, saben de su importancia y es así que fueron ocupando espacios uno por uno en esos medios. Hace un par de años se abrió una radio llamada Constelación que se encuentra en el barrio de Flores cerca de Nazca y Rivadavia, un punto de encuentro para la colec ‐ vidad, en la que Ayala puede mostrar sin ningún temor sus aspiraciones. En la misma radio en agosto del 2009 fue golpeada una persona, que sólo fue a hacer una invitación para una asamblea en la que se trataría de crear una organización de costureros, cuando Alfredo Ayala fue a increparla por la invitación y a cues onarla de querer dividir a la colec vidad. Y es que todo intento de organización de la parte más grande de la colec vi‐ 26


dad, los costureros y empleados, significa eso precisamente, romper con un discurso en el cual ya no se dis nguen esas clases sociales que hay adentro de la colec vidad, ver claramente cuáles son los escalones que nos man e‐ nen allí. Así, todos fueron contribuyendo a la consolidación de este sistema de explo‐ tación, o como quieren verlo ellos, sistema de progreso. Aunque hay un par de cosas más que es importante tener en cuenta. Tanta disputa por la “representación” de la colec vidad, va más allá de la simple necesidad de protagonismo o de dinero, no se puede ser tan inocen‐ te de pensar que sólo se hace esto por las recolecciones de dinero. Desde la primer asunción de Evo Morales y la consolidación de un nuevo proyecto de país, las organizaciones retomaron la lucha por el derecho del voto en el exterior. Pero no solamente es eso, sino también, el pedido que con núa a éste, la representa vidad de las personas que estén fuera del país. Entonces, todas las comi vas que manda el gobierno y las comisiones que se mandan allá, son ni más ni menos que las relaciones previas, las demostra‐ ciones de poder y demás juegos en los cuales se van mostrando ante dis n‐ tos par dos o como es en el caso de algunos, al mejor postor. Sabemos que serán los par dos polí cos quienes tendrán la necesidad de tener sus bases en cada país para las dis ntas elecciones y mucho más un país como éste que alberga a más de dos millones y medio de bolivianos, esto sin contar los hijos de éstos que enen la doble nacionalidad. Es así, que entendemos la necesidad de esta configuración, la de los “dirigentes” aliándose al sector tallerista, que a su vez maneja los medios de comunicación y así a los próximos votantes. Esa oferta al mejor postor, hizo que en la primer oportunidad que pudimos par cipar, algunos solamente, viniesen todos los candidatos, claro, menos aquellos que estaban en la cárcel como es el caso de Leopoldo Fernández, y se aprovechara la ocasión de ir viendo “cuadros” polí cos. Se los pudo ver con todos y cada uno, Alfredo Ayala mostrándose y haciendo 27


campaña por el candidato de UN (Unidad Nacional), Samuel Doria Medina, claro opositor de derecha en Bolivia. Un dato también importante es la candidatura de Marco Blacu que en realidad era candidato suplente por Cochabamba, pero hizo toda la campaña en Buenos Aires, adjudicándose la lucha por el voto del bo‐ liviano en el extranjero, sabiendo que UN fue acérrimo deponente de ese derecho. 28


Sólo somos número Para seguir entendiendo el por qué se defiende tanto a este sistema, incluso los que son explotados, tenemos que pensar en la lógica de este mismo sis‐ tema. Eso quiere decir, traducir todo a números. Por eso te propongo jugar un jueguito matemá co. Hay tres personajes importantes: Fabricantes (F): Son quienes cortan las telas y se las llevan a coser a los talle‐ ristas, también son quienes las venden en sus negocios de ropa, o un poco más barato en La Salada o alguna otra marca pero a ésta se la dan sin e ‐ queta. También se los llama así a los tercerizadores, que son quienes se en‐ cargan de repar r el trabajo que les llega de marcas importantes y se que‐ dan con una buena tajada. Talleristas (T): Son ex costureros quienes después de “matarse” un par de años consiguen comprarse sus propias máquinas y así armar su propio taller, otros son ayudados por algunos fabricantes quienes les compran las máqui‐ nas a condición de que sean devueltas con trabajo. Costureros (C): son quienes la padecen al principio, desde el alejamiento de su entorno en Bolivia, hasta el maltrato en el nuevo lugar de cobijo. Ganan muy poco, pero eso, en lugar de desmo varlos, los empuja para seguir tra‐ bajando por más empo. Son los aspirantes a talleristas. Hay una escala de valores que más o menos se respeta siempre. F le da a T 1.000 prendas a 3 $ cada una. T se las reparte a sus 10 C a 100 prendas cada uno. Se las da a 1 $ por prenda (supuestamente 1 $ de ganancia del T, otro para pagar comida, alquiler, etc. y así queda el restante para C). Esto sería 100 $ cuando termine de coser las prendas del corte. 29


Para hacerlos con números redondos supongamos que cada C hace 1000 prendas por mes. Esto haría de que a fin de mes C ganara 1000 $ y T 2000 $, claro que ene que pagar el alquiler y todo. Pero T gana 2000 $ por cada C que ene, eso quiere decir que a fin de mes T gana 20.000 $, sacando 5.000 $ en alquiler y 3.000 $ por la comida, le queda un total de 12.000 $ a fin de mes, en contra los 1.000 $ que se gana el C. Esto ya parece una injus cia, pero hay algo más terrible todavía. Por cada prenda que F le da a T a 3$, él la vende a 100 $, lo que le da una ganancia de 97$ por prenda. Habíamos dicho que este T le garan za 10.000 prendas por mes, eso sería, 970.000$, claro que ene que comprar la tela, mandarla a cortar, etc., supongamos que le signifiquen 20.000$ lo que le daría un total de ganancia de 950.000$ solamente por ese taller. 950.000$ para F cuando C gana solamente 1.000$ con suerte. Aquí podemos agregar unos cuantos personajes más, desde los ayudantes que llegan a ganar 300$ por mes hasta las autoridades, ya sean policías o de los organismos de con‐ trol que también sacan una buena tajada sin trabajar ni una sola hora, mien‐ tras que C, el ayudante y la cocinera lo hacen por más de 14 horas diarias. 30


A tono de reflexión… pensando en voz alta Por todas esas situaciones, organizaciones y por sobre todo por esos intere‐ ses que manejan las vidas de miles y miles de personas es que no se puede contemplar este problema desde un solo punto de vista. Es men ra que nosotros adoptamos esta forma de trabajo porque somos honrados y trabajadores, ese es un discurso que solo sirve para mantener a un costurero en la máquina, a un ayudante en la mesa, a una cocinera en la cocina, a una verdulera en la verdulería, mucho empo más de lo necesario, casi preso. A veces parece que no queda otra cosa y la aceptamos, como tantos otros, nada más que, al ser migrantes, la situación y las opciones se reducen al mí‐ nimo, a veces es mejor que ver a tu familia pasando hambre. Pero en ningún momento es justo, toda esa cadena de some miento ene un porqué, y las ganancias no son pocas. Lo más complicado es ver de frente a todos los que dependen de que vos sigas en la misma situación, porque esos todos son el gobierno argen no, la sociedad argen na (son los que a través de La Salada distribuyen a toda Ar‐ gen na lo que se hizo en un taller explotando a alguien), es el gobierno boli‐ viano que no ene polí cas como para poderte sacar de esta maraña, es el dueño de la fábrica que se lleva la mayor parte de tu trabajo, es tu paisano que no te trajo para hacerte un favor, sino para sacarte lo más posible, así como lo hicieron con él. Éste es el resultado del trabajo interno que Simbiosis Cultural viene realizan‐ do, un esfuerzo por entender muchas contradicciones que la colec vidad boliviana viene mostrando, las configuraciones polí cas y las u lizaciones de los bolivianismos como divisiones entre las luchas de clase, y a su vez, inter‐ namente, ocultando estas divisiones adentro mismo de la colec vidad. 31


Editorial Retazos simbiosiscultural.com

Se junta la tela, se la corta y se desechan los sobrantes, los que ya no sirven, quienes no entraron en esos moldes de quienes diseñan y cortan. Están allí en una bolsa en medio de la vereda, uno arriba de otro, con las cicatrices abiertas aún, mientras que, quienes se me eron o aceptaron estar dentro de esos moldes están en pleno proceso de confección, en una cadena que funciona así desde hace mucho en un modelo que excluye, explota e impone. Allí encontramos a estos retazos, excluidos o exiliados, en la vereda. Pero resulta que no dejan de ser parte de ese todo. Ahora esos retazos encontraron dis ntas formas de no sen rse sólo eso, sino también se propusieron formar entre todos ellos, los excluidos, los exiliados, un todo. Un todo que a diferencia de otros todos, incluya, contenga y fortalezca a los demás retazos. A esos demás retazos de vida, de sueños, ilusiones, frustraciones, anhelos, rebeldías y luchas. Ahora los retazos estamos dispuestos a crear muchos más completos para vencer a este molde. Romper el molde para terminar con este modelo.

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