DE LUZ Y SOMBRAS (O) TANIA TINOCO @TINOCOTANIA
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Fidel, ¿un padre?
E
n estos nueve días de luto cumplidos en tantos lugares desde que se decretaron en La Habana por la muerte de Fidel, he oído hasta el cansancio que lo llamen ‘Padre de la Patria’, ‘Padre de la nueva Cuba’, ‘Padre de la nueva Latinoamérica’. Lo siento. Fidel no es mi padre.
varios años después del nacimiento de Fidel.
El mío se llama Colón y este 4 de diciembre hubiera cumplido 85 años. Desde que murió, hace 22, no hubo un día en que dejara de recordarlo, incluso con humor, intentando muchas veces adivinar qué me hubiera aconsejado en tal o cual circunstancia. No hay dolor por él, solo gratitud por haberlo tenido. Cuando intento adivinar por qué llaman ‘padre’ a Fidel, vienen a mi mente demasiados reclamos, inconsistencias abismales con la figura que tengo de un padre.
En su libro ‘La vida oculta de Fidel Castro’, Juan Reinaldo Sánchez, su exguardaespaldas por 17 años, revela jornadas íntimas del comandante Castro, sin poder describir la relación que mantenía con sus hijos biológicos. En una entrevista que diera a un medio español con ocasión del lanzamiento del libro, Sánchez dijo que jamás vio a uno de ellos ir a saludarlo en las mañanas, o pasar tiempo a solas con él... Fidel era el padre de Cuba, punto.
Fidel aceptaba que lo llamaran así incluso conociendo de sobra que el padre de Cuba era el líder libertario Carlos Manuel de Céspedes, quien allá por 1868 inició las gestas independentistas de la Isla. Una guerra que costó tiempo y sangre a la Cuba de ayer. Por increíble que parezca, el padre de Fidel, oriundo de Galicia, combatió por España en contra de la independencia de Cuba… Cuando Ángel Castro Argiz volvió para instalarse en la Isla, se convirtió en terrateniente, casándose con una dama cubana. La madre de Fidel fue la hija de una empleada doméstica de ella, Lina Ruz, con ancestros asturianos, con quien Ángel Castro estabilizaría su unión
Muchos dicen que sus relaciones familiares cambiaron cuando enfermó gravemente en 2006. Una dolencia intestinal se dijo, nunca se usó la palabra cáncer. Entonces Fidel debió emprender la retirada y como evidencia dejó de usar el uniforme verde olivo, cambiándolo por la ropa deportiva propia de un entrenador. Con cada vez menor aparición en público, dicen que recibía a sus familiares y se dedicaba largas horas a escribir y a cuidar las matas de su jardín, al que llamaban ‘zona cero’.
Los historiadores dicen que así no pudo crecer en compañía de su padre, entre otras razones porque siendo muy niño, a los cuatro años, fue enviado como interno al Colegio La Salle. ¿Será que hacemos lo mismo con nuestros hijos?
Pero hacia afuera seguía siendo llamado el ‘Padre de Cuba’ y así lo reconocían figuras de talla internacional. No se pone en duda
que en la Isla se inculcó que Fidel es el padre, de alguna manera adiestrando a los demás a empequeñecerse ante él. Se adoctrinó con la paternidad del dictador para convencer a los demás de su superioridad, incluso de su dominio. ¿Pero qué padre es aquel que corta las alas del pensamiento a sus hijos? ¿Qué padre es aquel que cree suficiente dar educación y salud y no libertad? ¿Qué padre es aquel que condena a generaciones enteras a un modelo evidentemente fracasado en el que el jabón y los libros son artículos de lujo? ¿Qué padre es aquel que llama dignidad a la carencia de derechos humanos? Cuando llegué a la universidad y por unos años admiré a Fidel, talvez por ignorancia. Posiblemente por desconocer las implicaciones nefastas en las que degeneró su revolución. Debo admitir, empero, que tiene un lugar en la historia, que fue la última leyenda viva del socialismo, que su incomparable carisma hizo que el mundo jamás dejara de mirar a la isla caliente de 110 mil kilómetros cuadrados… ¿Pero el ‘Padre de Cuba’? ¿ El ‘Padre de la nueva Latinoamérica’? ¿El ‘Padre de la revolución del siglo XXI’? Hace 63 años y en un alegato de autodefensa, cuando era inminente su presidio, dijo airado y arrogante: “Condenadme, no importa, la historia me absolverá”. Un juicio justo llegará con el tiempo y mientras lo espero solo digo: ¡Hasta siempre, Fidel! Jamás podría llamarlo ‘Padre’, en cambio sí tirano y dictador.