Monitoreo Ellas tienen derechos - WACC / Comunicación para la Igualdad

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Chaher, Sandra Ellas tienen derechos : ¿cómo se expresaron los medios de comunicación de Argentina sobre los asesinatos de Ángeles Rawson, Melina Romero y Lola Chomnalez? / Sandra Chaher ; coordinación general de Sandra Chaher. - 1a ed . Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Comunicación para la Igualdad Ediciones, 2015. Libro digital, PDF Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-987-45579-1-9 1. Comunicación. 2. Papel de Periodismo. 3. Estudios de Género. I. Chaher, Sandra, coord. II. Título. CDD 302.23

Coordinación y redacción: Sandra Chaher Investigación: Sarah Babiker, Sandra Chaher y Belén Spinetta

Arte de tapa: Alicia Cittadini. Técnica: Litografías. Serie: CRISTA. Año 2012/ 2014

Diseño gráfico: Belén Spinetta

Este libro se realiza gracias al generoso apoyo de la Asociación Mundial para las Comunicaciones Cristianas.

Asociación Civil Comunicación para la Igualdad www.comunicarigualdad.com Buenos Aires, 2015.


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INTRODUCCIÓN

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os asesinatos de Ángeles Rawson, Melina Romero y Lola Chomnalez conmovieron a la sociedad argentina en 2013, 2014 y 2015. Dejaron en evidencia la enorme crueldad de las acciones feminicidas sobre los cuerpos de las adolescentes, no solamente de las mujeres, en una línea histórica que había empezado mucho antes, que se hizo pública e impactante con el asesinato de Candela Rodriguez en el 2011, y que no se interrumpe. Ángeles Rawson fue asesinada por el encargado del edificio en el que vivía después de haberse resistido al abuso sexual; Melina Romero habría sido asesinada por un grupo de varones por resistirse a una violación colectiva y al consumo de drogas; a Lola Chomnalez aún no sabemos por qué ni quien la mató. Los tres asesinatos –en el caso de Ángeles Rawson y de Melina Romero feminicidios y quizá femigenocidios- desataron coberturas intensas y en muchísimos casos viciadas de malas prácticas en los medios de comunicación. Estrategias contra las que se alzaron muchas voces –desde el Estado, la sociedad civil, asociaciones de periodistas e incluso los mismos mediosreclamando más responsabilidad social y menos sensacionalismo. También fue muy evidente el contraste que los medios hicieron entre buenas y malas víctimas en dos casos que tuvieron apenas 4 meses de distancia: el de Melina Romero y Lola Chomnalez. Mientras una merecía estar muerta por la vida licenciosa que llevaba, el asesinato de la otra era una pérdida irremediable para la sociedad. Propusimos la realización del monitoreo de estos tres casos a la Asociación para las Comunicaciones Cristinas (WACC) con el objetivo de sumarnos a las voces que en su momento analizaron la cobertura de los mismos, convencidas de que la forma en que los medios se están expresando sobre los asesinatos de niñas y adolescentes en los últimos años en Argentina debe ser revisada con urgencia para disminuir las estigmatizaciones y la violencia mediática y simbólica, que revictimiza a quienes ya no tienen vida e instala concepciones patriarcales sobre las expresiones de género y de sexualidad de las niñas y adolescentes.


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La tarea de revisión de horas de programación de radio y televisión, y centímetros de texto de la prensa gráfica y digital, fue extenuante. No sólo por la repetición de la revictimización y la constatación de que muchísimo del tiempo y espacio invertido aportaba solamente a la construcción sensacionalista de la noticia, sino porque el material es extremadamente sensible. Recorrimos páginas y horas de violencia mediática sobre estas adolescentes, y de evidencia de diferentes formas de violencia física, mientras a la vez seguíamos criando a hijas mujeres, recibiéndolas cuando llegaban de la escuela, despertándolas cada mañana y padeciendo pensar que esto que leíamos, veíamos y escuchábamos podría pasarles a ellas. Esperamos que esta investigación sea un aporte a la toma de conciencia colectiva sobre la necesidad de narrar de otra forma, pero sobre todo de concebir de manera diferente, los feminicidios de niñas, mujeres y adolescentes. Que pueda ser aceptado que estos asesinatos existen porque vivimos en sociedades patriarcales que hacen uso y abuso del cuerpo y la vida de las mujeres.


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LA VIOLENCIA HACIA MUJERES Y NIÑAS “La ocupación depredadora de los cuerpos femeninos o feminizados se prac ca como nunca antes. Estos cuerpos cons tuyeron, en la historia de la especie y en el imaginario colec vamente compar do a lo largo de ella, no sólo la primera forma de colonia, sino también, en la actualidad, la úl ma. Y la colonización que de ellos se ejecuta hoy, en esta etapa apocalíp ca de la humanidad, es expoliadora hasta dejar solo restos.” (Rita Segato) ¹

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a violencia hacia mujeres y niñas por su condición de género es un tipo específico de violencia vinculada a las relaciones desiguales de poder que son parte constitutiva de las sociedades patriarcales. Los vínculos que se desarrollan en este tipo de sociedades se sustentan en el dominio de lo masculino sobre lo femenino y de los padres sobre los hijos (Gamba, 2007: 256), y la violencia hacia las mujeres aparece como una de las herramientas para perpetuar ese poder y también como una forma de expresión del mismo. En la medida en que la sociedad considera que las mujeres – y todas las personas con identidades de género femeninas o feminizadas- tienen menos valor que los varones, y que los espacios de poder deben ser ocupados por éstos, se naturalizan las formas de violencia necesarias para sostener ese tipo de vínculos desiguales. “La violencia contra las mujeres es la expresión brutal de la discriminación de género, tiene su origen en el espacio doméstico y se proyecta a la esfera pública. Constituye un dispositivo eficaz y disciplinador de las mujeres en su rol subordinado y es por tanto un componente fundamental en el sistema de dominación, no un mero acto de abuso individual” (Fries y Hurtado, 2010: 14). La Plataforma de Acción de Beijing, en su artículo 118, señala: “La violencia contra la mujer es una manifestación de las relaciones de poder históricamente desiguales entre mujeres y hombres, que han conducido a la dominación de la mujer por el Según la inves gación “El hombre, la discriminación contra la mujer y a la Progreso de las Mujeres en el interposición de obstáculos contra su pleno desarrollo”. Mundo 2011-2012", en 17 de un total de 41 países, una cuarta Marco internacional y regional de protección hacia parte o más de las personas mujeres y niñas frente a la violencia opina que es jus ficable que un La violencia hacia las mujeres y las niñas es hombre golpee a su esposa considerada en el mundo una violación de los derechos (Turquet, 2011: 32). humanos desde hace más de 20 años. Parece mucho tiempo y, sin embargo, no lo es tanto, si consideramos

¹Segato, Rita Laura. “Femigenocidio y feminicidio: una propuesta de pificación”. Revista Herramienta N° 49, marzo de 2012.


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que desde 1948 existe una Declaración Universal de Derechos Humanos que contempló la protección de los derechos humanos de toda la población con una perspectiva androcéntrica, sin evaluar las particularidades que debía tener la protección específica de los derechos de las mujeres y de otras personas que no se identifican con las masculinidades dominantes o hegemónicas. Más de 40 años después de la aprobación del documento fundante del sistema internacional de derechos humanos, también en el ámbito de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) fue realizada la Conferencia Mundial de Derechos Humanos de Viena (1993) en la que, por primera vez la ONU, por ende la comunidad internacional de países que representa, reconoció que los derechos específicos de las mujeres son también humanos. Se señala en el artículo 18 de la misma que “los derechos humanos de la mujer y de la niña son parte inalienable, integrante e indivisible de los derechos humanos universales”. También durante 1993, fue aprobada por la Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (DEDAW) que define por primera vez a la violencia contra las mujeres como “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o sicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”. Si bien se trata de un tratado internacional, no es vinculante, es decir que no implica obligatoriedad de cumplimiento para las naciones firmantes, lo mismo que la Conferencia de Derechos Humanos de Viena. Sin embargo, sí marca líneas de acción para los Estados y para la comunidad internacional que, como se verá, influyen en la aprobación de convenciones internacionales y regionales que sí son de obligado cumplimiento. En 1994 justamente fue aprobada por la Organización de Estados Americanos (OEA) la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (conocida como Belem do Pará), que define a la violencia contra la mujer, de forma similar a la DEDAW, como: “Cualquier acción o conducta, contra la mujer, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico, tanto en el ámbito público como en el privado”. Esta norma regional fue central para la aprobación, a partir del año 2006, de leyes nacionales de violencia de segunda generación en América latina que son las que están actualmente vigentes en muchos países. Estas normas –a diferencia de las aprobadas en los años 90 y que referían a violencia doméstica y/o familiar- focalizan en la violencia específica hacia las mujeres y amplían las definiciones de violencia, entre otras características. La Convención sobre los Derechos del Niño -aprobada por la ONU en 1989- señala a su vez en el artículo 6, que “los Estados Partes reconocen que todo niño tiene el derecho intrínseco a la vida” y “garantizarán en la máxima medida posible la supervivencia y el desarrollo del niño” y, en el artículo 19: “Los Estados Partes adoptarán todas las medidas legislativas, administrativas, sociales y educativas apropiadas para proteger al niño contra toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual, mientras el niño se


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encuentre bajo la custodia de los padres, de un representante legal o de cualquier otra persona que lo tenga a su cargo”. Leyes nacionales En Argentina fue aprobada en 2009 la Ley de Protección Integral de Violencia hacia las Mujeres en los Ámbitos en que se Desarrollan sus Relaciones Interpersonales (de ahora en más Ley de Protección Integral contra la Violencia), acorde a la Convención de Belém do Pará. Esta norma instaura cinco tipos y cinco modalidades de violencia. Los tipos son: física, psicológica, sexual, económica y patrimonial, y simbólica; y las modalidades –que la norma define como “las formas en que se manifiestan los distintos tipos de violencia contra las mujeres en los diferentes ámbitos”-: doméstica, institucional, laboral, contra la libertad reproductiva, obstétrica y Si bien esta ley es considerada excelente, como muchas otras de las de segunda generación aprobadas en otros países del continente, no tiene la posibilidad de sancionar la vulneración de los derechos por ella protegidos. Pero, en el ámbito específico de las disposiciones de la ley vinculadas a medios de comunicación –violencia mediática-, la imposibilidad de que se apliquen sanciones por incumplimiento de la misma, se vio compensada con la aprobación, también en el 2009, de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, ya que en el articulado de ésta se prevé el cumplimiento de otras normas, entre ellas la de la Ley de Protección Integral contra la Violencia y también la de la Ley de Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes. Feminicidio La forma extrema de la violencia hacia las mujeres es el feminicidio. Se trata del asesinato de mujeres por su condición de género y la genealogía del término se remonta a la década de los '70, cuando fue utilizado por primera el término femicidio por Diana Russell en el Tribunal Internacional de Crímenes contra Mujeres, celebrado en Bélgica (1976) (Barcaglioni, 2010: 145). En 1992, Russell y Jill Radford definían a los feminicidios como “los asesinatos de mujeres por parte de los hombres, motivados por el desprecio, el odio, el placer o el sentido de propiedad sobre ellas” (Barcaglioni, 2010: 145). Tomando como referencia la conceptualización de Radford y Russell, Marcela Lagarde y de los Ríos construyó el concepto de feminicidio. Dese su punto de vista, femicidio en castellano es una voz homóloga a homicidio y sólo significa asesinato de mujeres, mientras que Russell y Radford se habían referido a crímenes de odio. Por otra parte, Lagarde señaló la identificación de un elemento más que hacía que estos crímenes de odio se extendieran en el tiempo: la ausencia del Estado que hace que la violencia se reproduzca sin límite ni castigo. El termino feminicidio hace referencia entonces al conjunto de delitos de lesa humanidad que contienen este tipo de crímenes (CCPDH, 2006: 21).

Si bien en América la na, los términos femicidio y feminicidio siempre se u lizaron indis ntamente, en octubre del 2014, y por incidencia de Marcela Lagarde y de los Ríos, el término feminicidio fue integrado al Diccionario de la Real Academia Española (DRAE).


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Según el Consejo Centroamericano de Procuradores de Derechos Humanos, el término incluye diferentes tipologías: feminicidio íntimo - asesinatos cometidos por hombres con quienes la víctima tenía o tuvo una relación íntima, familiar, de convivencia, o afines a éstas-, feminicidio no íntimo -asesinatos cometidos por hombres a quienes la víctima no conocía y que suelen estar precedidos por ataques sexuales- y feminicidio por conexión -mujeres que fueron asesinadas “en la línea de fuego” de un hombre tratando de matar una mujer(CCPDH, 2006: 24). En los últimos años, la antropóloga argentina Rita Segato introdujo, en forma paralela a femicidio o feminicidio, el término femigenocidio. La diferencia entre ambos conceptos –femicidio/feminicidio por un lado y femigenocidio por otro- sería que mientras en el primer caso estaríamos hablando de “crímenes que pueden ser personalizados, es decir, interpretados a partir de relaciones interpersonales o de móviles de tipo personal por parte del perpetrador”(Segato, 2012:1) y cuya conceptualización debería ser utilizada fundamentalmente hacia el interior de los estados, los femigenocidios podrían ser definidos como las formas de violencia femicida “que tienen características no personalizables: destrucción del cuerpo de las mujeres del bando enemigo en la escena bélica informal de las guerras contemporáneas, y en la trata” (Segato, 2012:7) en la que “un grupo restricto de perpetradores victiman a numerosas mujeres (u hombres feminizados” (Segato, 2012: 9) y cuya conceptualización se utilizaría fundamentalmente en el derecho internacional. En esta investigación utilizaremos en general el término feminicidio. Más allá de que a partir del reconocimiento de la RAE, este término es el que debería comenzar a utilizarse en castellano, consideramos que la enorme incidencia de los asesinatos a mujeres por razones de género cometidos en nuestras sociedades tienen como una de sus explicaciones la ausencia de estados fuertemente comprometidos con la prevención y el combate a la violencia de género, razón por la cual el término feminicidio sería más apropiado. La violencia hacia mujeres y niñas en la región Según el informe La violencia contra la mujer en América Latina y el Caribe- Un análisis comparativo de los datos poblacionales provenientes de 12 países, realizado en el 2013 por la Organización Panamericana de la Salud a partir de encuestas de prevalencia, la violencia contra la mujer infligida por el compañero íntimo está generalizada en todos los países de la región: entre la cuarta parte y la mitad de las mujeres declararon haber sufrido alguna vez violencia de parte de un compañero íntimo (Bott, Guedes, Goodwin, y Adams Mendoza, 2014: xv). Otras conclusiones del estudio fueron que el maltrato emocional y los comportamientos controladores también están generalizados; la prevalencia y las probabilidades de violencia de parte de un compañero íntimo no siempre son más altas entre los sectores menos ricos o menos instruidos; la violencia infligida por el compañero íntimo a menudo tiene consecuencias graves para la salud física y mental; y la aceptabilidad de la violencia contra la mujer infligida por el compañero íntimo está generalizada, pero varía según el entorno, siendo más alta entre mujeres de sectores rurales y entre las que habían sufrido violencia física o sexual de parte de un compañero íntimo en los 12 meses precedentes (Bott, Guedes, Goodwin, y Adams Mendoza; 2014: xv). En relación específicamente a mujeres jóvenes y niñas, el informe señalaba que la iniciación sexual forzada y no


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deseada ocurre a edades tempranas para muchas mujeres jóvenes y niñas en la región; y que la exposición a la violencia en la niñez aumenta el riesgo de otras formas de violencia en etapas posteriores de la vida y tiene importantes efectos intergeneracionales negativos. En relación a los feminicidios, según el Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), las naciones con mayores índices de asesinatos de mujeres por razones de género son Colombia, Perú, República Dominicana, El Salvador y Chile. Y con índices más bajos: Barbados, Jamaica, Costa Rica y Puerto Rico. A la vez, de acuerdo a The Geneva Declaration –iniciativa diplomática suscripta por más de cien estados nacionales, entre ellos Argentina-, de los 25 países con tasas altas o muy altas de feminicidios, 14 están en nuestro continente: 4 en el Caribe (Jamaica, Bahamas, Belice, República Dominicana) 4 en América Central (El Salvador, Guatemala, Honduras) y 6 en 2 América del Sur (Colombia, Bolivia, Venezuela, Brasil, Ecuador, Guyana) (Chaher, 2013) . Argentina En Argentina no disponemos aún de estadísticas nacionales oficiales que releven la prevalencia de la violencia de género en la sociedad ni los índices de feminicidios. Si bien existen proyectos en desarrollo para disponer de estadísticas a nivel nacional, hasta el momento contamos solamente con datos parciales de algunas jurisdicciones. En la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, funciona desde el año 2008 una Oficina de Violencia Doméstica (OVD) dependiente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Según una estadística comparativa de ese organismo, desde los años 2010 a 2014: las denuncias crecieron de 7437 (2010) a 10.573 (2014), es decir un 30%. Aunque no es posible determinar si esto se debe a una mayor prevalencia de la violencia o a un mayor conocimiento de la OVD, es más probable que tenga que ver con esto último. Si bien hubo algunas leves variaciones a lo largo de los cuatro años, se mantiene la relación de las mujeres como principales afectadas (entre el 60% y el 65%), seguidas de niñas (entre el 10% y el 20%), niños (también entre el 10% y el 20%) y por últimos varones adultos (menos del 10%). El tipo de violencia observada es predominantemente psicológica (en alrededor del 95% de los casos), Las personas denunciadas como seguida de física (en torno al 70%), económica (en torno vic marias de la violencia en la al 40%), y sexual (menos del 20%). Oficina de Violencia Domés ca de la Corte Suprema de Jus cia de la En relación a los feminicidios, la Asociación Civil La Casa del Encuentro fundó en el año 2009 el Nación fueron varones en el 85% de los casos y, en el siguiente Observatorio de Femicidios en Argentina Adriana Marisel Zambrano, desde el cual se publica un informe orden y predominantemente: ex parejas, concubinos y cónyuges. anual de los feminicidios ocurridos en todo el país basados en las noticias aparecidas en los medios de comunicación.

² Chaher, Sandra 2013 “El mapa de los feminicidios en el mundo” en Comunicar Igualdad. En h p://www.comunicarigualdad.com.ar/el-mapa-de-feminicidios-en-el-mundo/ acceso 9 de sep embre del 2015.


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Según el informe correspondiente al 2009, ese año fueron asesinadas en Argentina 231 mujeres y niñas por el hecho de ser mujeres, un 11% más que en un relevamiento similar que la organización había realizado en el año 2008. El 13% de esos feminicidios fueron contra niñas de entre 13 y 18 años. En el año 2014, ese Observatorio registró 277 feminicidios y feminicidios vinculados de mujeres y niñas3. El 8 % de estos asesinatos por razones de género fueron de niñas de entre 13 y 18 años.

Las cifras en general se mantuvieron estables en torno a los 300 feminicidios a lo largo de los seis años que lleva el Observatorio Marisel Zambrano cuan ficando estos datos, con algunos picos en 2011 (282) y 2013 (295)⁴.

En relación a la violencia de género específica durante la adolescencia, de acuerdo a un informe reciente del Programa Las Víctimas contra las Violencias –dependiente del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación-, sobre la situación en la Ciudad de Buenos Aires, y que abarca todo tipo de violencias y no solamente violencia de género, el 57% de las víctimas que recibe el programa tiene menos de 18 años y el 88% de las personas agresoras son varones. La investigación analiza además los diferentes tipos de violencia recibida según el género de niñas y niños. Entre los 0 y los 10 años –la etapa en la que se registran más víctimas-, los varones reciben más violencia física que las nenas (25% más), pero éstas mucha más violencia sexual que ellos (68%). Y entre los 11 y los 18 años, donde las nenas y adolescentes superan a los varones como receptoras de toda clase de violencias, es mucho más amplia la brecha en la violencia sexual (las nenas reciben 89,5% más), luego sigue la económica (53% más), la física (45% más) y por último la emocional (7,5% más) (Giberti, 2015: 7).

Las madres suelen ser las principales vic marias de los varones hasta los 10 años, pero a par r de esa edad ejercen más violencia sobre las nenas y adolescentes; y en relación con los padres, ejercen también mayor violencia sobre los varones antes de los 10 años y, entre los 11 y los 18, mayormente sobre las hijas adolescentes (Giber , 2015: 9).

Violencia simbólica Dentro de las múltiples formas de violencia hacia las mujeres, las leyes de violencia de segunda generación tipificaron la violencia simbólica. Si bien a los efectos de la redacción de las normas, este tipo de violencia aparece como una más de las formas de control y subordinación de las mujeres, quienes han trabajado el concepto coinciden en considerarla una forma de violencia que contiene y explica a las demás. Es decir, no estaríamos frente a un tipo de violencia como la física, psicológica, económica o patrimonial –por citar sólo algunas de las que aparecen en la normativa latinoamericana- sino frente a un tipo de violencia que puede permitirnos entender a las demás.

³ El término “femicidio vinculado” fue definido por el Observatorio Marisel Zambrano como “las acciones del femicida, para consumar su fin: matar, cas gar o destruir psíquicamente a la mujer sobre la cual ejerce la dominación”. Y dentro de esta definición engloban dos categorías: “personas que fueron asesinadas por el femicida, al intentar impedir el femicidio o quedaron atrapadas 'en la línea de fuego'” y “personas con vínculo familiar o afec vo con la mujer, que fueron asesinadas por el femicida con el objeto de cas gar y destruir psíquicamente a la mujer a quien consideran de su propiedad”. (La Casa del Encuentro 2010 Femicidios en Argen na, 1ª de enero al 31 de diciembre del 2009) ⁴ Babiker, Sarah 2015 “Las estadís cas del dolor” en Comunicar Igualdad. En h p://www.comunicarigualdad.com.ar/feminicidios-2014-las-estadis cas-del-dolor/ acceso 9 de sep embre del 2015.


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El concepto –al que Bourdieu denominó dominación masculina (Bourdieu, 2000: 17) y Rita Segato violencia moral (Segato, 2003: 107) – refiere a formas intangibles de la violencia hacia las mujeres que se reproducen de forma inconsciente, perpetuando las condiciones de desigualdad en las relaciones de género.

La violencia simbólica es una violencia suave e invisible que se ins tuye a través de la adhesión que la persona dominada se siente obligada a conceder a la persona dominadora ya que las únicas herramientas de que dispone para pensarse a sí misma son las que comparte con quien domina (Bourdieu, 2000: 50)

Bourdieu señala que la violencia simbólica es aquella que sostiene todas las demás formas de violencia, que se manifiesta sobre los cuerpos sin que estos la noten, de forma que parecería mágica (Bourdieu, 2000: 54). Es una “violencia amortiguada, insensible e invisible para su propias víctimas, que se ejerce esencialmente a través de los caminos puramente simbólicos de la comunicación y del conocimiento o, más exactamente, del desconocimiento, del reconocimiento o, en último término, del sentimiento” y que se apoya en relaciones de dominación de los varones sobre las mujeres (Bourdieu, 2000: 12). La estructura de dominación que de esta manera se constituye es el resultado de un trabajo continuo, histórico, de reproducción en el que colaboran agentes singulares (los hombres ejerciendo violencia física o psicológica) e instituciones (familia, iglesia, escuela, estado). Segato se refiere a la violencia moral como el más eficiente de los mecanismos de control social y de reproducción de las desigualdades y le otorga tres características: diseminación masiva en la sociedad, que es lo que garantiza su naturalización; arraigo en valores religiosos y familiares, que permite su justificación; y falta de definiciones y formas de nombrarla, que dificulta la posibilidad de defenderse y buscar ayuda (Segato, 2003: 114). La violencia moral es “todo aquello que envuelve agresión emocional, aunque no sea consciente ni deliberada” y establece una tipología posible de la misma: control económico; control de la sociabilidad; de la movilidad; menosprecio moral; menosprecio estético; menosprecio sexual; descalificación intelectual y descalificación profesional (Segato, 2003: 116). Este tipo de violencia es la que sostiene las creencias sobre las desigualdades de género y la mayor valoración social, política y económica de los varones sobre las mujeres. “Varios de los mecanismos de dominación y control masculinos son comunes a las diferentes culturas: explotación del trabajo productivo y reproductivo; control sobre la sexualidad de las mujeres; y factores como el desplazamiento, la migración, los conflictos armados o incluso formas de construcción nacionalista que exacerban aún más las condiciones de desigualdad en que viven las mujeres, haciéndolas más vulnerables a la violencia masculina” (Fries y Hurtado, 2010: 14). Mabel Gabarra da cuenta de diferentes formas de violencia simbólica: “Entre las más importantes se encuentran las pautas culturales que mantienen y perpetúan la desigualdad y jerarquía entre los géneros; la socialización de niñas y niños con estereotipos de género; la estructura jerárquica y autoritaria todavía vigente en muchas familias; el aprendizaje masculino del uso de la fuerza para resolver los conflictos en contrapartida a la indefensión aprendida de las mujeres; la


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naturalización de la violencia en la pareja, legitimada durante siglos por las legislaciones; la existencia de tabúes y prejuicios que justifican la discriminación contra de las mujeres” (Gabarra, 2011: 3). Alda Facio también describe algunas de las formas que adquiere la violencia simbólica: “La familia patriarcal, la maternidad forzada, la educación androcéntrica, la heterosexualidad obligatoria, las religiones misóginas, la historia robada, el trabajo sexuado, el derecho monosexista, la ciencia ginope, etc” (Facio Montejo, 1992: 28). En la normativa argentina, la figura jurídica de violencia simbólica aparece, como decíamos antes, como uno de los cinco tipos de violencia tipificadas por la Ley de Protección Integral contra la Violencia. La norma la define como: “La que a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos transmita y reproduzca dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación de la mujer en la sociedad”. Esta figura, presente también en otras leyes de violencia de segunda generación de otros países de la región, se inspira en la necesidad de remover los patrones culturales estereotipados que establecen formas rígidas de lo masculino y lo femenino a la que hacen referencia las convenciones internacionales y regionales. En la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación hacia las Mujeres (1979, CEDAW por sus siglas en inglés) se señala en el artículo 5 la necesidad de “modificar los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, con miras a alcanzar la eliminación de los prejuicios y las prácticas consuetudinarias y de cualquier otra índole que estén basados en la idea de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos o en funciones estereotipadas de hombres y mujeres”.

La violencia simbólica son las creencias, valores, patrones de conducta, pautas educa vas y culturales que reproducimos en forma naturalizada y que consideran que las mujeres valen menos que los varones. Sobre estas formas de violencia simbólica grabadas en el imaginario social, cultural y polí co se imprimen los feminicidios y las diferentes formas de violencia hacia las mujeres, como un recordatorio de su menor valor social y polí co.

A la vez, en la Convención de Belém do Pará, se hace una mención similar en su artículo 6: “El derecho de la mujer a ser valorada y educada libre de patrones estereotipados de comportamiento y prácticas sociales y culturales basadas en conceptos de inferioridad o subordinación”. Violencia mediática A su vez, la figura jurídica de violencia mediática aparece también en las leyes de violencia de segunda generación de la región, en consonancia con el articulado de los tratados regionales e internacionales sobre el tema. Durante la Conferencia Mundial de la Mujer de Beijing, en 1995, fue aprobada la Plataforma de Acción de Beijing cuyo “Capítulo J” se refiere específicamente a medios de comunicación. Allí se señalan dos objetivos estratégicos para el logro de la igualdad de género en esta área: fomentar una imagen equilibrada y no estereotipada de la mujer en los medios de difusión; y aumentar el acceso y la participación de las mujeres en las instancias de decisión de los medios. Por otra parte, en el inciso G del artículo 8 de la Convención de Belém do Pará (1993) se señala la necesidad de “alentar a los medios de comunicación a elaborar directrices adecuadas de difusión que contribuyan a erradicar la violencia


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contra la mujer en todas sus formas y a realzar el respeto a la dignidad de la mujer”. El tema a la vez fue retomado en la región durante el Consenso de Quito (2007), el Consenso de Brasilia (2010), y el Consenso de Santo Domingo (2013), organizados por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL); y en el Foro Hemisférico Belém do Pará + 20 (2014), llevado adelante por la Comisión Interamericana de Mujeres de la Organización de Estados Americanos. A nivel global, la importancia de reducir las formas de violencia hacia las mujeres en los medios de comunicación fue abordada en 2013 en el Foro Global en Medios de Comunicación y Género convocado por la Organización de las Naciones Unidas, para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Si bien de estos consensos y foros no surgieron tratados vinculantes, las declaraciones y documentos aprobadas/os en los mismos constituyen guías de acción que los gobiernos deberían seguir en sus políticas públicas y que son explícitas/os en relación a la necesidad de eliminar todas las formas de violencia hacia las mujeres en los medios de comunicación. La Ley de Protección Integral contra la Violencia de Argentina incluye, como decíamos antes, la figura de violencia mediática como una de las formas de manifestación de la violencia simbólica y la define como “aquella publicación o difusión de mensajes e imágenes estereotipados a través de cualquier medio masivo de comunicación, que de manera directa o indirecta promueva la explotación de mujeres o sus imágenes, injurie, difame, discrimine, deshonre, humille o atente contra la dignidad de las mujeres, como así también la utilización de mujeres, adolescentes y niñas en mensajes e imágenes pornográficas, legitimando la desigualdad de trato o construya patrones socioculturales reproductores de la desigualdad o generadores de violencia contra las mujeres”. Esta figura no refiere solamente a coberturas inadecuadas de situaciones de violencia hacia las mujeres, sino –como señala la definición- a todas las formas de maltrato, humillación y denigración hacia las mujeres en los medios de comunicación. Estas formas pueden ir desde el tratamiento de las mujeres como objeto sexual, reduciéndolas en sus aptitudes y capacidades a meros objetos decorativos valorados por sus dimensiones corporales, hasta formas de maltrato y humillación explícitas como la adjudicación de atributos negativos, las descalificaciones, los insultos, etc. También hay formas más sutiles de reproducción de la violencia simbólica que los medios ponen en juego, como la representación de estereotipos de género tradicionales: mujeres a cargo de la limpieza, del cuidado de hijas e hijos; niñas vinculadas a juegos que reproducen las tareas de cuidado de mujeres adultas; niños asociados a situaciones de expresión física y violencia; varones adultos en situaciones de riesgo y de ejercicio de poder en el ámbito público; personas trans y homosexuales invisibilizadas de los medios de comunicación, entre otras.


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tratamiento de la violencia 2 Elhacia las mujeres en los medios de comunicación

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a forma en que los medios de comunicación cubren las situaciones de violencia de género y feminicidios es relevada desde hace años por las organizaciones de mujeres y por los estudios de comunicación y género.

Al reconocerse desde muy temprano este tipo de violencia como un obstáculo para que las mujeres accedan a otros derechos, la mirada sobre la forma en que los medios dan cuenta de estos hechos –y por tanto cómo colaboran en la co-construcción del imaginario social y político sobre el tema- también ha sido temprana. A continuación daremos cuenta de algunos de los temas que aparecen en estos análisis sobre la forma en que los medios cubren los hechos de violencia hacia las mujeres. Primeras coberturas En el año 2002, Inés Alberdi y Natalia Matas valoraban, en relación a la situación de España, que si bien los medios de comunicación estaban “rompiendo la espiral de silencio que existía con respecto a la violencia doméstica” (Alberdi y Matas, 2002: 246) y, por tanto, eran “aliados claves del movimiento feminista y de las organizaciones dedicadas a luchar contra la violencia de género” (Alberdi y Matas, 2002: 247) se movían entre dos intereses contrapuestos a la hora de presentar la información sobre estos temas, como sobre muchos otros. “Los medios se encuentran atrapados entre dos intereses contrapuestos: respetar la seriedad de las noticias atendiendo a la gravedad de los hechos y satisfacer su necesidad de atraer al máximo la atención del público; y esto es más fácil de lograr por la vía del sensacionalismo. El negocio de los medios es encontrar noticias, darlas a conocer y venderlas como producto; y las informaciones acerca de sucesos de violencia doméstica extrema acaparan la atención de las audiencias, sobre todo cuando se añaden detalles morbosos. Por otra parte, lo quieran o no, los medios ejercen una función educativa fundamental. En ese dilema se encuentran todos los medios, entre su responsabilidad como informadores y formadores de opinión y su posición empresarial de ofrecer un producto que el público desee y consuma” (Alberdi y Matas, 2002: 247). Esta situación no es muy diferente a la que podemos observar actualmente en los medios de comunicación de Argentina en relación a la cobertura de casos de violencia de género. Alberdi y Matas también caracterizan diferentes etapas de la cobertura de los temas de


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violencia de género en España previo al 2002. Por un lado, puede hablarse de la forma tradicional de cobertura que era incluyendo los casos en las secciones de “sucesos” y/o “policiales”, no haciendo referencia a estas situaciones como malos tratos, considerándolos hechos sin importancia de la vida privada y donde la argumentación para explicarlos era el “estereotipo de crimen pasional” y se destacaban como causas la ruptura de la pareja, la locura, los celos o el alcoholismo (Alberdi y Matas, 2002: 251). En una segunda etapa, a partir de mediados de los años '80, sí comienzan a asociarse las situaciones de violencia de género y feminicidios con los malos tratos y, según las autoras, fueron claves las organizaciones feministas en este proceso ya que se transformaron en fuentes “expertas” que facilitaban el acceso al conocimiento del tema. A esta etapa las autoras se refieren como la de la “corriente de noticias de 'interés humano' que se prolongaría durante los años noventa” y que incluyó el ingreso del tema a las revistas, a los programas televisivos femeninos masivos y a la realización de documentales (Alberdi y Matas, 2002: 252).

“En cierta manera, a los medios les ocurre con la violencia de género como con otros temas conflic vos de nuestra sociedad, en los que se ha producido un importante cambio de ac tudes. Conviven en ellos ac tudes democrá cas de defensa de los derechos individuales, manifestadas abiertamente, y ac tudes tradicionales de sexismo que todavía están presentes en nuestra sociedad, que suelen aparecer de una manera suavizada” (Alberdi y Matas, 2002: 247).

Señalan por último un tercer período –y consideran que los medios españoles en el año 2002 estaban algunos transitando la segunda y otros esta tercera etapa- que es cuando estas coberturas ingresan a las secciones de “sociedad” de los medios y aparecen como temas de debate en la vida política, aunque aún ligadas casi exclusivamente a una problemática de las mujeres, que no involucra al resto de la sociedad. Comienzan a darse a conocer estadísticas sobre el tema y explicaciones jurídicas y, en general, aumenta la seriedad en el tratamiento de la información (Alberdi y Matas, 2002: 253). En Argentina, Claudia Laudano también realizó un trabajo de investigación desde los años 1983 a 2009, partiendo de la premisa de que la violencia hacia las mujeres constituye en la actualidad “un tema de agenda informativa en medios nacionales y locales” y, en sintonía con Matas y Alberdi, observa en este proceso la incidencia potente “del movimiento de mujeres, publicaciones académicas críticas, normativas de diferente rango y políticas públicas discontinuas” (Laudano, 2010: 89). Laudano señala una primera etapa de instalación del tema en los medios de comunicación a fines de los años '80, en concomitancia con el feminicidio de la actriz Alicia Muñiz a manos de su esposo, el ex boxeador Carlos Monzón, en febrero de 1988. Hasta ese momento, las características de la cobertura eran que “mediante esporádicas crónicas policiales éstos informaban acerca de episodios extremos o conmovedores referidos a 'problemas conyugales' sin vincularlos entre sí, conforme una matriz periodística que desde larga data los clasificó como 'sucesos' (junto a otra información miscelánea) y una matriz cultural más general que desde tiempos inmemoriales los confinó como 'asuntos privados'” (Laudano, 2010: 90). Si bien observa que la personalización de este caso (el


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feminicidio en el seno de una pareja de personas famosas) dificultó en un principio la relación del suceso individual con la problemática social de la violencia de género, posteriormente a este feminicidio la cobertura “respondió en mayor medida al potencial ambivalente que ostentan los medios de comunicación en las sociedades contemporáneas. Por un lado, reafirman el sentido común de las significaciones hegemónicas acerca de la diferencia sexual en cada momento histórico y, por otro, conforme una perspectiva modernizante contribuyen a paso lento con la divulgación de nuevas temáticas o de enfoques con aristas innovadoras” (Laudano, 2010: 93), en la misma línea de la relación contrapuesta observada por Alberdi y Matas. Como características de las prácticas periodísticas de esta primera etapa, la autora señala una mayor visibilización de situaciones de violencia de género, aunque mayormente desde los casos individuales y no analizando la problemática social de las desigualdades estructurales de género que la violencia evidencia; la inclusión de fuentes autorizadas, entre otras pertenecientes al movimiento de mujeres; la continuidad en el sexismo y la estereotipación, y las estrategias sensacionalistas de exhibicionismo de testimonios e imágenes (Laudano, 2010: 93). Una segunda etapa del análisis de la autora es entre 1993 y 1998 cuando los relatos sobre la violencia de género llegaron a la televisión a través de los talk-shows. Se abordaba la temática mediante los casos particulares, sin trascender a otro tipo de análisis; se focalizó en los sectores populares, invisibilizando que la violencia de género atraviesa todas las clases económicas y culturales; y los malos tratos fueron abordados como excesos (Laudano, 2010: 95). En 2010, Laudano reconocía dos “estrategias retóricas -que invisibilizan la violencia hacia mujeres aún con grados intensos de exhibición de casos y testimonios- construidas en torno a 'crímenes pasionales' y la violencia hacia mujeres y jóvenes como subsidiaria de la política de la 'inseguridad ciudadana'” (Laudano, 2010: 88). Temas de análisis Hay algunos temas recurrentes en el análisis de la cobertura sobre violencia de género que trataremos de abordar. Uno de ellos es cuando estas piezas periodísticas son formas evidentes de violencia simbólica, reproducen las desigualdades naturalizando la violencia de género y son parte del problema mismo de la violencia, en lugar de colaborar con su solución. La violencia hacia las mujeres, como vimos antes, está tipificada a nivel nacional, regional e internacional como una vulneración de los derechos humanos de mujeres y niñas; sin embargo, no existe el consenso social para condenarla como una actitud social inadecuada. Antezana Barrios y Lagos Lira –en una investigación sobre la cobertura de los feminicidios por parte de las empresas de televisión de Chile- señalan: “La información televisiva no es un producto neutro. Es un artefacto cultural, una seguidilla de mensajes fabricados socialmente y que vehiculizan un sinnúmero de ideas dominantes, fragmentando la realidad e invalidando toda visión social sistémica. El discurso de la información aparece como una forma indirecta pero efectiva


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“La violencia contra las mujeres es un fenómeno mul causal, que atraviesa las tramas de la cultura, los imaginarios colec vos, las prác cas sociales co dianas, los discursos públicos que insisten en perpetuar el sen do común que afirma que 'algo habrá hecho', 'ella lo provocó' o 'fue un crimen por amor'. Los medios –y en un sen do más amplio la culturarefuerzan esta violencia como algo natural, en una reactualización permanente de imágenes, enfoques, explicaciones que legi man la violencia. Es decir, estamos ante una violencia ilegal pero legí ma” (Cremona et al, 2013: 7).

de 'condicionamiento social'” (Antezana Barrios y Lagos Lira, 2014: 27). Los medios condicionan, y a la vez son condicionados, por las sociedades y los imaginarios de los que forman parte; en sociedades patriarcales los medios también reproducen los discursos de desigualdad de género que permean los vínculos sociales. Observa Barcaglioni: “La producción mediática se caracteriza por ser un proceso de selección y jerarquización en el cual influyen, entre otros, factores tales como las condiciones de producción, las rutinas profesionales, la elección de las fuentes, las posibilidades y los formatos que adquieren. Este proceso no es inocente y carece de todo sentido decir que es objetivo. Como señala Jesús Martín Barbero, 'esa tupida red de mitos antiguos y modernos de los que estamos hechos, esa trama de imágenes desde la que trabajamos y deseamos, es la materia prima de la que está hecho el discurso de la massmediación, la materia prima con que el Poder fabrica su discurso'” (Barcaglioni, 2010: 149).

Luego de analizar la co-rrelación e influencia mutua entre los medios y la sociedad en la que están insertos, Pereyra afirma que “está fehacientemente comprobado que ellos tienen la posibilidad de imponer los marcos interpretativos (frames) que elaboran para cada acontecimiento sobre el que informan (Sábata, 2008). En efecto: una encuesta realizada en la Unión Europea preguntó sobre las causas de la violencia contra las mujeres: sólo una ínfima cantidad de encuestados respondió que se debe a la desigual distribución de poder entre hombres y mujeres. La gran mayoría señaló al alcohol, las drogas, la pobreza o el desempleo como causas de esa violencia. Y ello se explica porque los medios hacen énfasis en estas causas, y no en la asimetría que existe en las relaciones sociales (Ariznabarreta et al., 2006). En otras palabras, en gran medida los públicos perciben a la violencia de género tal como los medios informan sobre ella. Si esto es así, los medios son parte del problema” (Pereyra, 2009). Prácticas periodísticas La mayoría de las/os autoras/es rastrean en un conjunto de prácticas periodísticas –algunas generales y otras específicas de este tipo de temas- los problemas que se generan en la cobertura de feminicidios y situaciones de violencia de género. Tal como señala Bourdieu, deberíamos trabajar en la revisión y deconstrucción de estas prácticas para generar nuevos hábitos en la cobertura que cuestionaran las relaciones estructuralmente desiguales de poder entre los géneros que sustentan este tipo de violencia. Vega Montiel enumera la presentación de este tipo de noticias con titulares escandalosos, frívolos o discriminatorios; la dramatización del tema, lo cual dificulta la reflexión crítica entre las audiencias; la justificación de los agresores con frases como “estaba obsesionado”, “estaba enamorado”, “estaba bajo los efectos de las drogas”; y el sensacionalismo general de las coberturas. “Todo ello en su conjunto representa


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riesgos por cuanto, lejos de contribuir al debate y reflexión sobre la definición estructural que tiene este problema, se le representa como un fenómeno aislado y natural del cual son responsables las propias mujeres que son víctimas de la violencia” (Vega Montiel). Cremona, Actis y Rosales despliegan el análisis de estas prácticas -a partir del trabajo del Observatorio de Medios con perspectiva de género de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata- calificándolas como mitos que posibilitan la legitimación de la violencia de género en el discurso social (Cremona et al, 2013: 8).

La dificultad de los medios para considerar a la violencia de género una problemá ca social vinculada a la expresión de las desigualdades “revelaría una incapacidad en los medios para incorporar nuevos problemas a sus agendas. Sin embargo, como no ha ocurrido lo mismo con otras problemá cas, a las que han incorporado aunque sea paula na y morosamente, hay que sospechar de una fuerte resistencia de carácter ideológico en el seno de las redacciones en el caso de la violencia contra las mujeres” (Pereyra, 2015).

Observan que la cobertura de los casos de asesinatos de mujeres se lleva a cabo con el formato de relato policial, e incluso se suele ubicar estas notas en la sección Policiales de los medios; se trivializan los temas y se referencian los casos como hechos privados y excepcionales, sin dar cuenta de la dimensión estructural de las desigualdades; se cuestionan las actitudes de la víctima que podrían “justificar” los malos tratos; se realizan “construcciones discursivas que tienden a erotizar la escena” y a instalar la idea de que las mujeres han provocado su propia muerte, entre otras (Cremona et al, 2013: 9).

En relación a la dificultad para abordar la violencia hacia las mujeres como una problemática social vinculada a las desigualdades –que podríamos pensar que es un factor clave de las prácticas periodísticas en la medida en que un cambio en el enfoque traería aparejada casi inevitablemente una transformación del resto de prácticas inadecuadas como, por ejemplo, la justificación del victimario y la acusación sobre la víctima-, Pereyra señala que “hay una imposibilidad en la mayoría de los medios de comunicación para considerar a la violencia contra las mujeres en la pareja como un fenómeno social, más allá de sus connotaciones policiales” (Pereyra, 2015). Aunque muchas de estas prácticas se vinculan a la reproducción del imaginario patriarcal que permea a los medios y a la sociedad, y que se ve especialmente puesto en juego por los medios en la cobertura de temas vinculados a género, pero no solamente; estas prácticas se cruzan y refuerzan a la vez con un modo sensacionalista de transmitir la información que atraviesa a los medios en todas las temáticas. Martini se refiere a “la tendencia cada vez más afianzada en los medios de informar a través de modalidades dramáticas de la enunciación que intentan causar impacto en el público desde la escenificación, la impresión, y las sensaciones” (Martini: 55). “El periodismo pretende plantear la reflexión y el debate desde la conmoción. Lo que parece estar respaldado en el uso cada vez más frecuente de la dinámica del caso, las formas narrativizadas, el cruce de anécdotas y la construcción de representaciones binarias que se inscriben en los pares Bien y Mal en la tematización de acontecimientos que tienen como protagonistas a individuos comunes o públicos que han sido


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violentamente victimados” (Martini: 57). Para Patsili Toledo y Claudia Lagos, esta tendencia a la cobertura sensacionalista no es global y está arraigada fuertemente en matrices culturales. Citan a Sunkel para señalar que el “carácter más sensacionalista” de los medios de comunicación latinoamericanos (música, primeros planos, reiteraciones, construcciones melodramáticas), comparados por ejemplo con los europeos, tendría como antecedente el sensacionalismo de la “imaginería religiosa de la Iglesia Católica”, utilizado luego por los medios populares con el idéntico objetivo de apelar a “instintos primarios (al miedo, a la emoción, al dolor, al sufrimiento, a la alegría, etc)” con el objetivo de impresionar y provocar sensaciones (Toledo y Lagos: 3). Desde el punto de vista de Spinetta, sin embargo –cuya investigación se centró en la cobertura que el diario Río Negro realizó de asesinatos de mujeres por razones de género en los años 2000, 2005 y 2019 en las provincias argentinas de Neuquén y Río Negro- el relato periodístico, a través de los años, mutó desde la crónica policial sensacionalista al relato social, en parte debido a la aparición en las noticias de las voces de organizaciones de mujeres y familiares que demandan justicia e interpelan a las mujeres a denunciar. Por otra parte, “el sensacionalismo se atenúa porque notamos que hay una mayor intencionalidad periodística en buscar la lógica de estos hechos, al mismo tiempo que no se abandona al recurso de la espectacularización y los detalles escabrosos que ayudan a 'vender' la información. Acá es donde es necesario hablar de la evolución del enfoque de las noticias, que nos permite concluir que en el caso de los femicidios, se está pasando de la crónica policial al relato social” (Spinetta, 2012: 82). Monitoreos sobre violencia También en los últimos años se han realizado muchísimos monitoreos y observaciones sistemáticas sobre los medios de comunicación, con el objetivo de relevar la forma en que cuantitativa y cualitativamente éstos cubren las situaciones de violencia de género. El Proyecto Monitoreo Global de Medios (PMG), que realizada cada 5 años la Asociación para las Comunicaciones Cristianas (WACC por sus siglas en inglés) –y que mide la forma en que las mujeres aparecen en las noticias-, dio como uno de sus resultados en el año 2010 que los medios de todo el mundo representan mucho más a las mujeres que a los varones como víctimas de diferentes situaciones (violencia doméstica, desastres naturales, abusos sexuales, discriminación, delitos contra la propiedad privada, asesinatos, guerras, terrorismo, entre otras): 18% y 8%, respectivamente (Macharia et al, 2010: 15). Sin embargo, cuando se desglosan las diferentes formas de violencia de las que cada una/os es víctima, las mujeres aparecen representadas como las víctimas principales en situaciones de violencia doméstica (perpetrada por diferentes integrantes de la familia), violencia psicológica, ataque físico, violación marital y asesinato: 14% de mujeres y 6% de varones; y como víctimas de situaciones de violencia sexual no doméstica o abuso, acoso sexual, violación y tráfico de personas: 7% de mujeres y 2% de varones. Y los varones como las víctimas principales de robos, ataques y asesinatos: 17% de varones y 11% de mujeres; y de situaciones de guerra, terrorismo, vigilancia parapolicial y violencia de Estado: 17% de varones y 7% de mujeres (Macharia et al, 2010: 15).


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A la vez, las mujeres son descriptas como sobrevivientes de diferentes formas de violencia en el doble de casos que los varones -6% a 3%-. Desagregada la variable en las diferentes formas de violencia, también donde más aparecen las mujeres como sobrevivientes es en situaciones de violencia doméstica, psicológica, ataque físico, violación marital y violencia y abuso sexual (Macharia et al, 2010: 15). Si bien la representación de mujeres y varones como víctimas y sobrevivientes de diferentes formas de violencia responde a los índices de la realidad, desde el PMG alertan sobre la excesiva victimización de las personas en los medios, acorde justamente a un modelo sensacionalista de ejercer la comunicación. Pero también detectan, en la comparación de los datos del 2010 con los de años anteriores en que se realizó el PMG (2005, 2000 y 1995) una reducción en la representación de la violencia en general. “Quizá, estas estadísticas sugieren una reducción general a lo largo de los últimos cinco años en la tendencia a asignar el atributo de víctima a los sujetos de las noticias” (Macharia et al, 2010: 15). A nivel regional, fue realizado en el 2011 el informe La violencia tiene prensa, sobre 61 medios gráficos de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú. Algunos de los resultados de esta investigación fueron que el tema que mayor cobertura recibió fue el de violencia sexual (37%), seguido del asesinato de mujeres (26%); las notas que hablaron de femicidio/feminicidio fueron sólo el 4%; sólo el 5% de las mismas se refirieron a la violencia contra las mujeres como un problema de vulneración de derechos; y la mayor parte de los artículos fueron publicados en la sección Policiales (44%) (Morelli, 2011). La mayor representación por parte de los medios de situaciones de violencia sexual –que también puede observarse en investigaciones nacionales sobre la cobertura de temas de violencia, como veremos más adelante- no es representativa de la realidad, como puede verse en los datos ya señalados de denuncias ante organismos oficiales (de Argentina), y responde también a la intención de espectacularizar la violencia en los medios, particularmente si involucra a niñas, niños y adolescentes, como veremos en la presente investigación. En relación con los estereotipos representados por las noticias, se señala en La violencia tiene prensa: “El arquetipo de víctimas, en este sentido, rigidiza los atributos femeninos como sujetas pasivas, débiles y carentes de iniciativa; mientras los varones/victimarios, son asociados a seres irracionales y nublados por las emociones en función de recuperar el orden perdido. Orden que por cierto, es esgrimido por los relatos periodísticos en tanto las mujeres al salir/se de su sitio (doméstico), son violentadas por los varones amenazados por perder su lugar 'natural' en el espacio público. Es importante aclarar que, si bien las mujeres asesinadas en estricto rigor son víctimas de un crimen, no necesariamente son frágiles, pero en los medios rara vez se les representa con una actitud activa y defendiéndose” (Morelli, 2011: 18). En Argentina también han sido realizados varios monitoreos que dan cuenta de la cobertura de temas de violencia hacia las mujeres, tanto desde la sociedad civil y la academia como desde el Estado. El Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA) realizó análisis continuados sobre el


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tema entre 2010 y 2011. Algunos de los resultados de la tercera de estas investigaciones, de julio del 2011 –sobre 14 medios gráficos de circulación nacional y local-, en una línea de análisis similar a la de La violencia tiene prensa, fueron que el 44% de las noticias vinculadas a este tema fueron publicadas en la sección Policiales; la mayoría respondieron a los géneros periodísticos Noticias y Breves (75% y 14% respectivamente); el 47% respondió a situaciones de abuso sexual, mientras que cualquiera de las demás formas de violencia no superó el 17% de representación; y sólo el 2% de los artículos hizo referencia a los derechos humanos (Ferrari et al, 2011). Las críticas en relación a la cobertura de las notas en la sección Policiales es antigua y se debe a que tanto el enfoque como el trato y las fuentes en esta sección privilegian los argumentos y explicaciones de los hechos provenientes de la policía, que no siempre tiene perspectiva de género, ni conocimiento específico sobre este tipo de violencia y tampoco suele privilegiar el enfoque de derechos humanos. Muchas veces se ha enfatizado la necesidad de que deje de existir esta sección en los medios, ya que el hecho de que la policía intervenga en los hechos es circunstancial, pero no debería determinar el abordaje, que en cambio debería concretarse desde un compromiso con los derechos humanos de las personas y de los temas como problemática social, con sus enormes complejidades. Y de hecho, muchos medios ya no la incluyen; aunque hay varios que aún la mantienen. En relación a la preponderancia de la cobertura a través de Noticias y Breves, el argumento que suele darse tiene una explicación similar: estos géneros periodísticos limitarían la posibilidad de explicar en su complejidad las dimensiones de las desigualdades presentes en la violencia de género. Creemos, sin embargo, que no es éste un problema central en las coberturas, sino más bien la ausencia de formación sobre temas de género en el periodismo, ya que con un enfoque adecuado cualquier formato periodístico tendría la posibilidad de no incurrir en reproducción y fomento de las desigualdades. Desde el Estado, también han sido realizados estos últimos años monitoreos sobre el tema. El Observatorio para la Discriminación en Radio y Televisión publicó, en el 2013, una investigación sobre la forma en que los noticieros televisivos dan cuenta de la violencia de género. Aquí también aparecen relevadas predominantemente por los medios formas de violencia que no son las más denunciadas por la ciudadanía: física (85%), doméstica (51%) y sexual (25%). A la vez, y en sintonía con el monitoreo de ELA, la investigación del Observatorio relevó que sólo el 11% de las piezas informativas “desarrolló un abordaje que incluyó los elementos necesarios para sostener un enfoque de derechos” (Salerno et al, 2013: 30). La investigación se refiere también a las fuentes consultadas y las opiniones vertidas durante la cobertura. Se observa la poca consulta a personas especializadas en violencia de género que podrían justamente dar el marco de interpretación adecuado para que el tema sea tratado como una problemática social, y no como casos aislados, y se señala que esta ausencia “disminuye marcadamente la calidad de las noticias sobre violencia contra las mujeres. Por ejemplo, tanto desde el relato discursivo como desde las imágenes se vislumbró una tendencia a abundar en detalles sobre el hecho violento en sí. A las descripciones pormenorizadas y descontextualizadas de la violencia, típicas del discurso


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policial y judicial, se sumaron testimonios de personas que aportan mås especulaciones que datos y que, en el caso de los/as familiares, se ven atravesados/as de una intensa carga emocional. Este tipo de construcciones lejos de ahondar en el verdadero problema, resultarían agravantes� (Salerno et al, 2013: 51).


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Rawson- Melina Romero3 Ángeles Lola Chomnalez

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a dificultosa cobertura tradicional por parte del periodismo de los casos de violencia de género, se vio complejizada en los últimos años frente a los asesinatos –en muchos casos feminicidios- de niñas y adolescentes.

Las habituales prácticas sensacionalistas y carentes de perspectiva de género y derechos humanos, desbordaron morbosidad y objetivación sexual frente a situaciones lindantes en la mayoría de los casos con el abuso sexual. Si, como veíamos, la violencia sexual es la forma de violencia de género más retratada por los medios masivos, el entrecruzamiento de situaciones en las que las víctimas de violaciones y/o asesinatos fueron niñas y/o adolescentes –a las que se expuso con enormes cargas de erotismo, indiscreción y hasta perversidad- desplegó el escenario para que la cobertura de estos casos adquiriera tiempos y modos de exhibición impensados (particularmente en televisión), llevando al límite las características de las coberturas sensacionalistas: amplia exposición de la privacidad, percepción del mundo en términos de conmoción, evasión de los conflictos contemporáneos, explotación La cobertura de situaciones de los aspectos emocionales de las noticias, de real o presunta violencia exposición de temas de interés público a través de de género sobre niñas y casos particulares, construcción de la realidad en adolescentes –aunque los términos de “escenarios donde se desarrolla el drama”, medios no la expresaran de entre otros (Martini). Sumando a estas cualidades, la esta forma- fue en los úl mos violencia simbólica habitual en la cobertura de casos de años una tentación enorme violencia de género: estereotipación de víctimas y para trabajar en la expansión, victimarios, objetivación sexual, justificación y legitimación de la violencia, entre otras prácticas. detallismo y morbosidad de los temas, con el ra ng María Eva Amorín señalaba en el programa Nación minuto a minuto confirmando Zonámbula, sobre una investigación realizada en el que este po de no cias año 2014 para la que se entrevistó a periodistas que “venden” muchísimo, sobre trabajan en las secciones policiales de medios de todo si desde los medios se diferentes soportes, acerca de las prácticas de expone sin pudor la vida de cobertura frente a este tipo de casos: “Les víc mas y vic marios sin preguntábamos por qué ellos creían que la orden era ninguna consideración poner a Candela en una foto sexualizada, o llamar a un vinculada a los derechos brujo para que opine sobre tal tema en lugar de a un humanos. sociólogo. Y lo que decían es que lo que convoca a la audiencia, al rating, era eso. El rating dice que si vos ponés una persona con poca ropa y en lo posible


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adolescente, y en lo posible que haya sufrido violencia sexual, y en lo posible que esta violencia sexual venga de la familia y que por lo tanto sea un incesto, eso seguro que vende mucho más que poner a Candela tomando la comunión” (Nación Zonámbula, 2015). El caso precursor en esta forma extrema de sensacionalismo que adoptaron los medios de Argentina fue quizá el asesinato de Candela Rodriguez, una nena 11 años secuestrada en agosto de 2011 cerca de su casa, en el conurbano bonaerense, y hallada muerta 9 días después, con signos de asfixia, adentro de una bolsa también cerca de su casa. Fue quizá el inicio también del hábito de los feminicidas de poner a sus víctimas en bolsas después de asesinarlas, diseñando una metáfora potentísima de la violencia de género: la comparación entre las niñas/adolescentes/mujeres y los deshechos. Se repetiría en el 2013 con Angeles Rawson y en el 2014 con Melina Romero. Candela fue violada y después asesinada por asfixia. A cuatro años del feminicidio, no se sabe por qué la mataron ni la justicia dictaminó quiénes fueron responsables. Después de esa cobertura vendrían muchísimas otras con formatos similares. Probablemente en la que más centimetraje de diarios y minutos de aire se invirtieron fue en la de Ángeles Rawson, una joven de 16 años que vivía en el barrio porteño de Palermo, y cuyo cadáver fue hallado en junio del 2013 entre la basura de una de las sedes del conurbano de la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (CEAMSE), la empresa que se ocupa de la gestión de los residuos en la Ciudad de Buenos Aires y la Provincia de Buenos Aires. Ángeles Rawson había sido asesinada el día anterior. En julio del 2015 se conoció la sentencia del Tribunal Oral en lo Criminal 9 de la Ciudad de Buenos Aires que dictaminó la prisión perpetua para Jorge Mangeri -encargado del edificio en el que Ángeles vivía- por feminicidio en concurso ideal con los delitos de abuso sexual con acceso carnal en grado de tentativa y homicidio agravado por su comisión criminis causae (ocultamiento del delito). El presente monitoreo intenta dar cuenta de la forma en que los medios dieron cuenta del feminicidio de Ángeles y de otras dos adolescentes asesinadas más recientemente: Melina Romero y Lola Chomnalez. Melina Romero cumplió 17 años el 23 de agosto del 2014. Fue a festejarlo a un local bailable cercano a su barrio –Partido de General San Martín, provincia de Buenos Aires- y nunca más se la vio con vida. Encontraron su cuerpo un mes después, a 13 kilómetros del local, también cerca de unos de los predios de la CEAMSE, envuelto en bolsas de residuos negras. Por el estado de descomposición en que estaba el cuerpo, la autopsia sólo pudo determinar que murió debido a un infarto, pero no las causas ni si fue víctima de otros tipos de violencias. Una testigo que declaró en la causa había dicho sin embargo que Melina había sido violada, se la había obligado a consumir drogas y luego había sido asesinada por un grupo de varones en el contexto de algo que había empezado como un encuentro sexual grupal luego del festejo en el local bailable. Casi un año después del asesinato, no hay personas


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detenidas en la causa. La Cámara de Apelaciones y Garantías de San Martín liberó en diciembre del 2014 a los principales detenidos y señaló que la única certeza que tiene hoy la investigación es la muerte de la 5 adolescente .

“La rapiña que se desata sobre lo femenino se manifiesta tanto en formas de destrucción corporal sin precedentes como en las formas de trata y comercialización de lo que estos cuerpos puedan ofrecer, hasta el úl mo límite” (Segato, 2014: 18).

Si la muerte de Melina se produjo como relató la testigo estaríamos frente a una situación de feminicidio, tal como puede calificarse el asesinato de Ángeles Rawson. Acorde a la terminología utilizada por Rita Segato, y que fue anteriormente detallada, podríamos quizá hablar específicamente de un femigenocidio en la medida en que hay sospechas de que su asesinato esté vinculado a una de las formas del crimen organizado: el 6 narcotráfico . Una de las líneas de investigación de la causa que quedaron inconclusas es que uno de los hombres responsables del asesinato de Melina estaba vinculado a la venta de drogas ilegales en la provincia de Buenos Aires en cuyo contexto también organizaba eventos de intercambio de sexo y sustancias psicoactivas como el que se realizó la noche que Melina fue asesinada. Segato señala que los femigenocidios se producen en el marco de nuevas formas de la guerra, caracterizadas “por la informalidad, se despliegan hoy en un espacio intersticial que podemos caracterizar como para-estatal porque se encuentra controlado por corporaciones armadas con participación de efectivos estatales y para estatales. En esa esfera de paraestatalidad en franca expansión, la violencia contra las mujeres ha dejado de ser un efecto colateral de la guerra y se ha transformado en un objetivo estratégico de este nuevo escenario bélico” (Segato, 2014: 16). Lola Chomnalez, de 15 años, habitante de la Ciudad de Buenos Aires, fue vista viva por última vez el domingo 28 de diciembre del 2014. Estaba de vacaciones con su madrina en el balneario Valizas, en la costa uruguaya, y decidió ir a caminar por la playa. El cuerpo fue hallado el martes siguiente semienterrado en los médanos entre ese balneario y el de Aguas Dulces. En los meses que transcurrieron desde entonces, fueron detenidas y liberadas muchísimas personas sospechosas, incluidas/os integrantes de su familia, pero hasta el momento no hay pistas firmes en el juzgado de Rocha, Uruguay, que lleva la causa. En este caso no es posible hablar de un asesinato por razones de género ya que aún no es posible saber cómo y por qué fue asesinada Lola Chomnalez: murió asfixiada y no había en su cuerpo signos de abuso sexual, pero la investigación no avanzó mucho más.

⁵De Corso, Leonardo 2015 “Caso Melina: cinco meses después, aún no se sabe ni cómo murió” en Clarín. En h p://www.clarin.com/policiales/melina-crimen-cinco_meses-muerte_0_1300070040.html acceso 22 de julio del 2015. ⁶“Caso Melina: ahora inves gan una pista narco” en Diario Popular. En h p://www.diariopopular.com.ar/notas/205131-caso-melina-ahora-inves gan-una-pista-narco- acceso 15 de octubre


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Elegimos estos tres casos como muestra de muchísimos otros feminicidios y femigenocidios de adolescentes ocurridos en los últimos años en Argentina: Chiara Páez - 14 años, embarazada y enterrada en el patio de la casa de su novio presuntamente por éste en complicidad con su familia-; Serena Rodríguez -15 años, asesinada de 49 puñaladas por su novio-; Yamile Rovira -17 años, asesinada a golpes-; Celeste García -17 años, entre las personas acusadas del asesinato está su padrastro-, entre otras. Los asesinatos, la mayoría de ellos feminicidios, ocurrieron de formas diversas y en todas las clases sociales. Sin embargo, el tratamiento de los medios no fue mismo si la víctima pertenecía a sectores populares y vivía en un barrio humilde -como Melina Romero- que si su familia era de clase media y habitaba el barrio porteño de Palermo, como Ángeles Rawson; o si pertenecía a clase media-alta y además integrantes de su entorno eran personas con reconocimiento público, como Lola Chomnalez. Esta pertenencia de clase implica también tratos diversos por parte de los medios, basados en prejuicios y concepciones sexistas: una chica de sectores populares podría ser más fácil, y “legítimamente”, víctima de violencia ya que tendría hábitos sexuales promiscuos condenables; mientras que si pertenece a la clase media o alta, y cumple con los deberes familiares y educativos correspondientes, el hecho de que sea víctima de violencia es absolutamente condenable. Los medios y la sociedad El tratamiento que los medios de comunicación hicieron de los tres casos seleccionados para este monitoreo generó reacciones en diferentes sectores de la sociedad, especialmente los dos primeros. Tanto desde el Estado, como desde la sociedad civil, y desde los mismos medios de comunicación, se alzaron voces cuestionando las coberturas estigmatizantes y violatorias de los derechos humanos de las mujeres. Entendemos que estas voces de alerta, provenientes de sectores muy diversos, están colaborando en la generación de nuevos consensos sobre el tratamiento de las violencias hacia las mujeres, y hacia las adolescentes en particular, en los medios de comunicación y cuyos resultados veremos probablemente frente a futuras coberturas. En el caso de Ángeles Rawson, un elemento central fue la enorme cantidad de tiempo y espacio que los medios invirtieron en ella, sosteniendo el tema en agenda aun cuando no había novedades sobre el mismo; y un momento determinante fue la publicación, por parte del periódico MUY, del cadáver de la adolescente entre los restos de basura de la CEAMSE. El 28 de junio del 2013, el diario MUY –de tipo sensacionalista, perteneciente al grupo multimedia liderado por el diario Clarínpublicó en su tapa imágenes del cuerpo semidesnudo de Ángeles, y de parte de sus pertenencias, en medio de los residuos de la planta de la CEAMSE en la que fue encontrado. La publicación generó una reacción inmediata de la Defensoría del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual que emitió un comunicado recomendando a los


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Un ejemplo paradigmá co de la cobertura es gma zante sobre el feminicidio/femigenocidio de Melina Romero fueron tanto una nota del diario Clarín –analizada en este monitoreotulada “Una faná ca de los boliches, que abandonó la secundaria”, como el informe “Las Melinas”, emi do por el programa televisivo 70.20.HOY, conducido por el periodista Samuel Chiche Gelblung, en el que adolescentes mujeres y varones eran entrevistadas/os a la salida de locales bailables preguntándoseles por hábitos de consumo de alcohol, de gastos y exponiéndolas/os en situaciones de violencia y de descontrol.

medios “evitar la truculencia y la sordidez de las coberturas que puedan implicar, precisamente, la violación de derechos consagrados por las normas nacionales e internacionales en relación con los derechos de los niños, niñas y adolescentes”7. Con posterioridad, y ante reiteradas denuncias de las audiencias por el inadecuado tratamiento del caso, el mismo organismo emitió un informe en el que se señala la tendencia de los medios “a espectacularizar el caso, en la que la narrativa ficcional es transpuesta a los noticieros y la función informativa relegada” y observa que “'el espacio de la información' es transformado en el espacio de la narración de lo extraordinario en pos de incrementar el rating, aunque esto implique distanciarse del ejercicio de la rigurosidad 8 periodística” .

El Observatorio para la Discriminación en Radio y Televisión también manifestó su alarma ante el tratamiento mediático del asesinato de la joven. Se señaló en un comunicado que “la exposición de detalles morbosos y la realización de supuestas pruebas para emular lo que habría sucedido constituyen una espectacularización del hecho que no colabora con la averiguación de la verdad material” y que “el tratamiento brindado a las noticias y otras cuestiones relativas al asesinato de Ángeles Rawson ha sido violatorio de los derechos de las niñas y también de las mujeres” como, por ejemplo, la publicación de información que la 9 adolescente había posteado en redes sociales . Frente a la cobertura del asesinato de Melina Romero, el maltrato más evidente por parte de los medios estuvo focalizado en la culpabilización de la víctima y la presunción de que “le correspondía” la violencia recibida por no responder al estereotipo de “buena chica”: Melina no estudiaba, trabajaba como tarjetera en locales bailables, no tenía un novio estable y no tenía buena relación con su familia. Los medios estigmatizaron a la adolescente y construyeron una cobertura en la que además vincularon estas características con la clase social a la que pertenecía, generalizando en un estereotipo de adolescente de sectores medios-bajos rebeldes, promiscuas y, por tanto, responsables de las violencias que se desataban sobre ellas.

⁷ Comunicado de prensa de la Defensoría del Público 2013. En h p://defensadelpublico.gob.ar/es/comunicadoprensa-defensoria-del-publico acceso 28 de julio del 2015. ⁸Defensoría del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual 2013 Informe sobre la cobertura periodís ca del homicidio de Ángeles Rawson. Acceso en 22 de julio del 2015 h p://www.defensadelpublico.gob.ar/sites/defau lt/files/informe_daim_sobre_cobertura_a_rawson.pdf ⁹ Observatorio de la Discriminación en Radio y Televisión “Acerca de la cobertura del asesinato de Ángeles Rawson”. En h p://www.obserdiscriminacion.gob.ar/?p=1842 acceso en 22 de julio del 2015.


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El Observatorio para la Discriminación en Radio y Televisión realizó un informe sobre el segmento “Las Melinas”, emitido por el programa televisivo 70.20.HOY, señalando que “con 'las Melinas' no se alude aquí a otras adolescentes víctimas de femicidio y violencia de género cuyas desapariciones tuvieron amplia repercusión en los medios, como han sido en los últimos tiempos Candela o Ángeles Rawson” sino, que por el contrario, “lo que se propone como una caracterización en común entre Melina y 'Las Melinas' sería su conducta; que aparece claramente cuestionada en el informe”. “En la construcción del relato se corre el eje de la víctima del femicidio, trasladándolo hacia las conductas de 'las' adolescentes (en una generalización superflua y estigmatizante): de Melina y de todas las jóvenes que osen concurrir a un boliche. Se desprende de este entramado que el hecho de que una joven vaya a un boliche implica que además tiene que estar dispuesta a cualquier cosa; inclusive a que la maten, poniendo en un plano de igualdad a la víctima con el victimario, como si hubiera acuerdo implícito de las víctimas a correr ciertos riesgos y trasladando a su campo de 10 responsabilidad la comisión de ilícitos” . El mismo organismo también se manifestó frente a la cobertura del asesinato de Lola Chomnalez, señalando que “la construcción y el abordaje de las noticias que versan sobre el asesinato de Lola Chomnalez han sido construidas desde el morbo y haciendo uso de una falta total de respeto en primer lugar hacia la víctima y luego también hacia sus familiares; allegados/as; y hacia la sociedad toda. Los medios de comunicación han construido asesinos en pocos segundos, definiendo perfiles, entrando a los hogares y a los trabajos de personas a quienes la justicia uruguaya en algún momento decidió investigar por el vínculo 11 con el homicidio; no por otras cuestiones ajenas a este hecho” . No sólo los organismos del Estado se manifestaron frente a estos casos. Desde la sociedad civil, el Foro de Periodismo Argentino (FOPEA) repudió la publicación de fotografías del cuerpo de Ángeles Rawson realizadas por el periódico MUY observando que “constituyen no sólo una violación a la intimidad de la propia víctima y su familia, sino también una muestra innecesaria de mal gusto que sólo sirve para alimentar el morbo en un caso de altísima repercusión pública. Hacemos extensivo el repudio a los medios, especialmente canales de televisión y sitios de Internet, que reprodujeron y difundieron las imágenes, algunos de ellos 12 incluso criticando esa publicación de MUY” . En otro comunicado, referido a la cobertura general del feminicidio de la adolescente, el mismo organismo señalaba que “muchas veces para cubrir esas cantidad de horas al aire, los medios incurrieron en una serie de prácticas cuestionables desde el punto de vista ético y periodístico”, “esas horas de trasmisión permanente exigían a los periodistas y, en particular, a quienes tenían que realizar la cobertura en la calle a tener que extender todo el tiempo necesario los pocos datos con los que se contaban. Y, si

¹⁰ Observatorio de la Discriminación en Radio y Televisión “Las jóvenes y la nocturnidad según 70 20 HOY”. En h p://www.obserdiscriminacion.gob.ar/?p=2545 acceso en 22 de julio del 2015. ¹¹ Observatorio de la Discriminación en Radio y Televisión “La cobertura del asesinato de Lola Chomnalez” En h p://www.obserdiscriminacion.gob.ar/?p=2814#more-2814 acceso en 22 de julio del 2015. ¹²Foro de Periodismo Argen no 2013 “FOPEA repudia la publicación de fotos del cuerpo de Angeles Rawson en el diario MUY”. En h p://www.fopea.org/fopea-repudia-la-publicacion-de-las-fotos-del-cuerpo-de-angeles-rawson-enel-diario-muy/ acceso en 22 de julio del 2015.


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bien, la posible justificación que podrán buscar los responsables de esas trasmisiones sea que la audiencia acompañó esa cobertura, con números de rating muy altos, y que no podían correrse de esas prácticas porque los canales de la competencia mantenían permanentemente ese tema, esas explicaciones no alcanzan para no hacer un ejercicio de autocrítica con respecto a qué tipo de cobertura se le da a un caso como el referido. Y más cuando se incurre en prácticas de 13 revictimización de la propia víctima o de su entorno más cercano” . Desde el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), se observó sobre la cobertura del feminicidio de Ángeles Rawson que “se trató de señalar al malo de la película sin importar la información que se publicaba. Los medios se mostraron irresponsables y sedientos de ventas donde lo más importante era mostrar una primicia que no existía”14. En relación a la cobertura del asesinato de Lola Chomnalez, la misma organización observó que “desde el descubrimiento del cadáver asistimos a la repetición de una historia ya conocida: fotos de una menor de edad e información sobre su vida privada en las páginas de los diarios (así como también en las radios y la televisión), las sospechas sobre el entorno familiar, las hipótesis de periodistas mientras cubren el caso y la violación a la intimidad de una familia en proceso de duelo” y, comparando con la cobertura de Melina Romero cuatro meses antes: “La diferencia sustancial en la cobertura de estos dos asesinatos quedó a la vista en la cobertura 'clasista' que realizaron la mayoría de los medios. Hemos mencionado en otras oportunidades la distinción que suelen hacer los medios entre víctimas inocentes y víctimas culpables. Los femicidios de Melina y Lola nos sirven una vez más de ejemplo”15. Algunos medios de comunicación responsables también alertaron sobre lo que observaban como una cobertura inadecuada por parte de sus colegas, particularmente la televisión. Desde Comunicar Igualdad se analizó, en relación al feminicidio de Ángeles Rawson, que la enorme extensión dedicada a la cobertura probablemente tuviera relación con que se trató de un caso sucedido en un barrio porteño de clase media, del cual no se espera este tipo de violencias, mientras que no generan asombro cuando suceden en sectores populares del conurbano bonaerense o en otras provincias del país. “La violencia de género no tiene que ver con la barbarie, es justamente una cualidad de la cultura. No podemos oponer civilización a barbarie 16 para incluir o excluir la violencia de género de una sociedad” .

¹³ Foro de Periodismo Argen no 2013 “FOPEA pide responsabilidad a medios y periodistas ante la cobertura del caso de Angeles Rawson”. En h p://www.fopea.org/fopea-pide-responsabilidad-a-medios-y-periodistas-ante-la-coberturadel-caso-angeles-rawson/ acceso en 22 de julio del 2015. ¹⁴ Equipo La noamericano de Jus cia y Género “La cobertura (y el morbo) interminable”. En h p://www.ela.org.ar/a2/index.cfm?fuseac on=MUESTRA&codcontenido=1667&plcontampl=12&aplicacion=app18 7&cnl=80&opc=41 acceso en 22 de julio del 2015. ¹⁵ Equipo La noamericano de Jus cia y Género “Víc mas inocente o culpables: el factor de 'clase'”. En h p://www.ela.org.ar/a2/index.cfm?fuseac on=MUESTRA&codcontenido=2054&plcontampl=12&aplicacion=app18 7&cnl=80&opc=4 acceso en 22 de julio del 2015. ¹⁶ Chaher, Sandra 2013 “No podemos oponer civilización a barbarie para incluir o excluir la violencia de género de una sociedad”. En h p://www.comunicarigualdad.com.ar/no-podemos-oponer-civilizacion-a-barbarie-para-incluir-oexcluir-la-violencia-de-genero-de-una-sociedad/ acceso en 22 de julio del 2015.


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Ana Fornaro escribió en 2015, a dos años del feminicidio de Ángeles Rawson: “Las 594 horas de aire de los primeros quince días de cobertura mediática –un récord televisivo- se ocuparon gracias a repeticiones de imágenes y conjugaciones verbales imposibles. Había que explicar el asesinato de una chica de clase media tirada entre la basura de la CEAMSE. No era el primer femicidio del año, ni mucho menos, pero ahora se 18 trataba de una colegiala de Palermo” . En el diario Página 12, Mariana Carbajal afirmaba frente al asesinato de Melina Romero: “Desde algunos medios, en lugar de contribuir a desarmar ese imaginario de mujeres desechables, arraigado en una cultura patriarcal, suman sus esfuerzos para instalar la idea de que las víctimas finalmente serían culpables de las propias violencias que sufren; ese sentido común que pretendió imponer la última dictadura militar: 'por 19 algo será'” .

En la revista digital “Anfibia”, un ar culo de Ileana Arduino sostenía luego de hallado el cuerpo de Melina Romero: “A pocos días de sus desaparición, Melina empezó a ocupar la escena bajo una serie de expresiones nega vas, muy en línea con esa operación ideológica que reduce la biogra a de los y las jóvenes pobres a ser definidos por la carencia, los 'Ni Ni'. Ella ni estudiaba, ni trabajaba, ni era una buena niña, por lo tanto no es hoy una buena víc ma”. ¹⁷

Soledad Vallejos se preguntaba también en el diario Página 12 pocos días después del asesinato de Lola Chomnalez: “Los especialistas sugieren que el corazón de la noticia está cada vez más cerca del entretenimiento (¿o lo es, lisa y llanamente?), que el periodismo, no solamente el local, trabaja cada vez más la información como alguna forma del espectáculo, aunque se trate de casos policiales que involucran a personas reales, y ofrece en debates 20 livianos temas difíciles. A la hora de construir información, ¿hay límites?” .

¹⁷Arduino, Ileana “La mala víc ma” en Anfibia. En h p://www.revistaanfibia.com/ensayo/la-mala-vic ma/ acceso en 8 de sep embre del 2015. ¹⁸Fornaro, Ana 2015 “Lo que el femicidio de Ángeles Rawson no se llevó” en Infojus No cias. En h p://www.infojusno cias.gov.ar/opinion/lo-que-el-femicidio-de-angeles-rawson-no-se-llevo-172.html acceso en 23 de julio del 2015. ¹⁹Carbajal, Mariana 2014 “Adolescentes descartables” en Página 12. En h p://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-255484-2014-09-17.html acceso en 31 de agosto del 2015. ²⁰Vallejos, Soledad 2015 “Los límites del espectáculo” en Página 12. En h p://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-263707-2015-01-11.html acceso en 23 de julio del 2015.


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¿Cómo cubrieron los medios los asesinatos de Ángeles Rawson, Melina Romero y Lola Chomnalez?

P

ensamos el presente monitoreo a partir de la percepción subjetiva de que la cobertura de los feminicidios de adolescentes en Argentina actualmente es muy negativa para la construcción social, cultural y política de las juventudes y de las femineidades. Que a los vicios de cobertura tradicionalmente detectados para los casos de violencia de género, se sumaban prejuicios y machismos en la mirada vinculados a la erotización y adultización de la infancia. La selección de casos tuvo que ver con investigar el contrapunto de clases sociales, y por tanto de estereotipos de clase y no sólo de género, en torno a las víctimas y a sus familias y medios socioculturales. Y a la vez, con dimensionar en el tiempo si había habido transformaciones en las prácticas, sobre todo considerando, como vimos, que la cobertura del feminicidio de Ángeles Rawson –el primero de nuestros casos de análisis- recibió muchísimas críticas tanto de organismos del estado como de la sociedad civil y de los mismos medios. Sin embargo, no observamos transformaciones en este sentido. Si bien es cierto que no se repitieron escenas de sensacionalismo extremo como la publicación de fotografías de los cuerpos violentados –como hizo el diario MUY con el cuerpo de Ángeles Rawson-, las coberturas del feminicidio de Melina Romero y del asesinato de Lola Chomnalez incurrieron también en vicios de cobertura similares a los de la adolescente asesinada en Palermo. ¿Por qué sucede esto si las formas correctas de cobertura están al alcance de periodistas y medios? Como veremos más adelante, hay desde hace años muchísimas herramientas para que el periodismo trabaje adecuadamente, acorde a un enfoque de derechos humanos. Sin embargo, no son utilizadas. Es muy probable que esto se deba a que las mismas no fomentan el aumento del rating sino, por el contrario, proponen al periodismo rutinas pausadas, alejadas del sensacionalismo, que devuelven a las noticias su condición básica informativa. Pero además, y esto es fundamental, la perspectiva de género aún no forma parte de la currícula obligatoria de aprendizaje en las carreras de comunicación de Argentina; es decir que cuando las y los periodistas llegan a los medios masivos no tienen ninguna percepción ni aprendizaje sobre las desigualdades de género, a menos que la hayan procurado por sus propios medios. Medios analizados Para el análisis de los tres casos, nos propusimos una base casuística amplia, integrada por 11 medios de comunicación representativos de todos los soportes: 3 diarios (de alcance nacional), 3 radios (AM y FM), 3 canales de televisión de aire (situados en la Ciudad de Buenos Aires pero que son retransmitidos en otras provincias) y 2 portales digitales de noticias.


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Estos medios fueron analizados durante una semana, con posterioridad a los asesinatos, o desapariciones, de Angeles Rawson (12 al 18 de junio del 2013), Melina Romero (12 al 18 de septiembre del 2014), y Lola Chomnalez (del 31 de diciembre del 2014 al 6 de enero del 2015). Los medios monitoreados fueron:  Diarios: Clarín, Popular y Página 12.  Televisión: Telenoche (Canal 13), América Noticias 2da edición (América TV) y

Visión 7 (TV Pública).  Radios: FM Metro, AM Continental y AM Mitre.  Portales digitales: Infobae y Télam. En la selección de medios tratamos de que fuera equilibrada la representación de aquellos que integran el sistema público (Visión 7 y Télam) y que, a la vez, dieran cuenta de representaciones socioculturales diversas: mientras Página 12 es un medio que suele tener un enfoque de derechos en sus coberturas, con una venta limitada pero muy comentado y reproducido por otros medios; Clarín representa a sectores medios (y es el más vendido); y Diario Popular, como su nombre lo indica, a los sectores populares (suele estar también entre los primeros en ventas). Dentro de las radios seleccionamos dos de amplitud modulada, con gran alcance y por tanto masivas (Radio Mitre suele encabezar los rankings de mayor audiencia), y una radio FM, Metro, cuya audiencia es mayormente juvenil. En total fueron analizadas 277 piezas: 53 de televisión, 49 de radio, 63 de gráfica y 112 de medios digitales. Búsquedas La investigación buscó responder varias inquietudes. Por un lado, qué tipo de abordaje formal hacían los medios de estos temas (espacio y tiempo de cobertura, géneros periodísticos, sección en la que eran tratados, tipo de lenguaje utilizado), en el convencimiento de que la forma es parte del contenido y del sentido global de la noticia. Por otra parte, el punto de vista, marco o encuadre desde el que se construye la información (¿El caso es abordado como problemática social, como caso policial? ¿Se habla de crimen pasional y/o de violencia de género? ¿Se justifica a los victimarios y culpabiliza a las víctimas? ¿Son mencionadas las violencias hacia mujeres y niñas como vulneraciones de los derechos humanos tipificadas por leyes nacionales y por tratados regionales e internacionales? ¿Predominan las fuentes policiales y/o judiciales? ¿Se consulta a personas especializadas en violencia de género?), previendo que sería la clave para comprender la poca presencia en los medios de la violencia de género como problemática social vinculada a las desigualdades estructurales de género. Las dimensiones de la estigmatización y objetivación sexual de las adolescentes: ¿Se habla de las víctimas? ¿Cómo? ¿Se las cuestiona? ¿Se comenta la apariencia que tenían en vida, o sus hábitos, como si esto pudiera explicar las razones de los asesinatos? ¿Qué imágenes se muestran de ellas y cuáles se omiten? Las dimensiones y las prácticas sensacionalistas de las coberturas: ¿Se utiliza música? ¿De qué tipo? ¿Cuál es el sentido de los epígrafes? ¿Qué marcas en el discurso intentan impactar en las audiencias y qué tipo de sensaciones buscan generar?


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¿De qué forma se entrevista a las personas vinculadas a la causa? El respeto a la vida privada tanto de víctimas como de posibles victimarios: ¿Fueron develados los nombres de las víctimas y de los posibles victimarios? ¿Se hace referencia directa a sus domicilios y nombres de sus familiares? ¿Se expone la vida privada tanto de unas como de otros? Por último, también intentamos saber si era indiferente al género, o no, la selección de personas que los medios utilizan para dar cuenta de esta información, tanto fuentes como periodistas: ¿A qué género pertenecen las personas que escriben o conducen programas de radio y televisión? ¿Y quiénes hacen corresponsalías o son columnistas? ¿Hay una preferencia de género en la selección de fuentes? Entendiendo, en sintonía con investigaciones previas, que existe un vínculo entre el género de quien produce la 21 información y el sentido y resultado de la misma . Abordaje formal Intentamos medir cuánta importancia despertó en los medios la cobertura de los feminicidios de estas tres adolescentes, si este interés fue diferente en cada caso, y si a su vez hubo diversidad entre los diferentes soportes analizados. En los tres diarios, los asesinatos fueron publicados en tapa en el 34% de los casos, lo cual evidencia el interés de la prensa gráfica en el seguimiento de los casos. Sin embargo, el interés despertado no fue idéntico: mientras el asesinato de Lola Chomnalez fue publicado en un 75% de los casos en tapa, el feminicidio de Angeles Rawson sólo lo fue en el 37,5%, y el 22 de Melina Romero apenas en el 5% (Gráfico 1) .

GRÁFICO 1

PORCENTAJE DE NOTAS PUBLICADAS EN TAPA Fue publicado en tapa: 34% No fue publicado en tapa: 66%

PORCENTAJE DE APARICIÓN EN TAPA POR CASO Melina Romero (5%) Ángeles Rawson (37,5%) Lola Chomnalez (75,5%)

²¹ De acuerdo al Proyecto Monitoreo Global de Medios, es dos veces más probable que las no cias a cargo de reporteras cues onen los estereo pos de género en comparación con las no cias a cargo de reporteros; y las no cias a cargo de reporteras con enen considerablemente más mujeres como tema no cioso en comparación a aquellas a cargo de reporteros (Macharia et al, 2010: x). ²² Debe considerarse que durante la semana que realizamos el monitoreo aún se estaba buscando el cuerpo de Melina Romero, mientras que en el caso de Angeles Rawson y Lola Chomnalez la semana monitoreada coincidió con el momento de hallazgo de los cadáveres.


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Tapas de los tres medios gráficos en las que aparecieron los dis ntos casos estudiados.

Ahora, bien, si analizamos la cobertura interna tanto de los medios gráficos como de los digitales, el caso que recibió más atención fue el de Angeles Rawson, el cual tiene la mayor cantidad de noticias vinculadas. Le siguió el de Lola Chomnalez y, por último –en la misma relación que en tapa- el de Melina Romero. Si analizamos el espacio dedicado al tema globalmente por la prensa gráfica, es decir, de todos los casos, nos da una pauta del gran interés general por estos feminicidios: la mayor cantidad de veces que estos casos fueron cubiertos se les dedicó dos páginas o más (47%), le sigue página completa (41%), un cuarto de página o media página (8%), recuadro o breve (3%) y columna (1%). En los medios digitales, sumamos la variable de los contenidos multimedia con los que se completa la información. Considerando este indicador, el caso que recibió mayor despliegue (video, galería de fotos y otras aplicaciones multimedia como geolocalizaciones en mapa) fue el de Lola Chomnalez (46%); sigue la cobertura de Angeles Rawson, con el 34% del total del contenido multimedia, concentrado fundamentalmente en galerías de fotos de la víctima; y, por último, la de Melina Romero con el 20%.

fotogalería (infobae)

incorporación de videos de canales de tv (infobae)

geolocalizaciones (télam)


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A la vez, sorprendió la cantidad de espacio dedicada por Infobae al asesinato de Lola Chomnalez: 30 piezas de entre 1000 y 4000 caracteres; mientras que tanto este medio, como Telam, en la cobertura de este caso y de los otros dos, no habían dedicado en promedio más de 13 artículos de estas dimensiones a cada uno. En televisión, el caso que recibió mayor cantidad de coberturas de una hora o más de duración fue el de Ángeles Rawson (5 coberturas: 3 de América Noticias 2da edición (AN) y 2 de Telenoche); el asesinato de Lola Chomnalez sólo en un caso fue cubierto por un canal de televisión durante más de una hora (AN); y la cobertura del feminicidio de Melina Romero, en cambio, no recibió por parte de ningún canal más de 30 minutos de cobertura y, en la mayoría de los casos (89%) fue cubierto en segmentos informativos que no superaron los 15 minutos. Por otra parte, el comportamiento de los canales de televisión fue bien diverso en relación al tiempo que se le dedicaba a estos temas en general. Mientras Visión 7, en ningún caso (100%), dedicó a ninguno de los tres casos, más de 15 minutos de cobertura; Telenoche tuvo 12,5% programas de una hora o más, 25% de 30 a 45 minutos, 25% de 15 a 30 y 37,5% de menos de 15 minutos; y AN tuvo 22% de coberturas de una hora o más, 11% de 30 a 45 minutos, 28% de 15 a 30 minutos, y 39% de menos de 15 minutos (Gráfico 2). GRÁFICO 2

TIEMPO DEDICADO A CADA CASO - AMÉRICA TV 0-15': 39% 15-30': 28% 30-45': 11% 1 hora o más: 22%

TIEMPO DEDICADO A CADA CASO - CANAL 13 0-15': 37,5% 15-30': 25% 30-45': 25% 1 hora o más: 12,5%

TIEMPO DEDICADO A CADA CASO - TV PÚBLICA

0-15': 100%


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En el caso de la radio, ninguna emisora dedicó a la cobertura de ninguno de los tres casos más de 30 minutos. Los comportamientos de cada emisora, en este formato, son diversos pero no tanto como en televisión: mientras el 100% de las coberturas de FM Metro no supera los 15 minutos, y éste es el formato más utilizado también por AM Continental y AM Mitre, con 74% y 89% respectivamente; estas dos últimas emisoras también dedicaron más tiempo (entre 15 y 30 minutos), en el 26% y 11% de los casos respectivamente. En relación a los géneros periodísticos utilizados en las coberturas de medios gráficos y digitales, el formato con el que más fueron cubiertos los tres casos fue la noticia (89%), seguido de la crónica y las noticias breves (ambos con 5%); y sólo fue realizado un 1% de investigaciones e informes especiales. La diferencia no es significativa entre los tres asesinatos (Gráfico 3).

GÉNERO PERIODÍSTICO (GRÁFICA + DIGITAL)

No cia: 89% GRÁFICO 3

Inves gación/informe especial: 1% Crónica: 5% Breve: 5%

Otro de los aspectos del abordaje formal que incluimos, y que como decíamos antes creemos que define en parte el enfoque de las coberturas, fue la utilización o no de un lenguaje sexista. En el 97% de los casos, en todos los soportes, la forma de abordar el tema por parte de las/os periodistas, columnistas y corresponsales intervinientes fue con lenguaje sexista, evidenciado fundamentalmente a través de la utilización de sustantivos masculinos como genéricos universales. En radio, hubo 3 programas en los que se enfatizó en la utilización de un lenguaje inclusivo a través de sustantivos femeninos y masculinos (“asesino o asesina”) o sustantivos abstractos ("la persona que cometió el asesinato") y hubo a la vez 6 coberturas –en radio y gráfica- en las que se utilizaron tanto los sustantivos masculinos como genéricos universales como a la vez formatos inclusivos (en el diario Página 12, por ejemplo –el único de los medios gráficos que utilizó lenguaje inclusivo-, se observó la siguiente frase: "evitar la violencia en cualquier grado contra las chicas y los chicos…violencia contra los más frágiles”). En los soportes de televisión y digital, el 100% de las coberturas (Página 12 - 13/06/2013) utilizaron un lenguaje sexista.


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También registramos la utilización de términos que tergiversaron los hechos vinculados a los asesinatos. Por ejemplo, en la cobertura del feminicidio de Melina Romero, fue utilizado por muchos noticieros –fundamentalmente los televisivos- el término “fiesta sexual” o “fiesta sexual de alcohol y drogas” para referirse a donde había ido ella la noche de su desaparición. Si bien algunos columnistas fueron más cuidadosos, y se refirieron a “reunión” (Ricardo Canaletti, Canal 13) o “encuentros sexuales” (Emilio Ruchansky, TV Pública), la mayoría de las/os periodistas y corresponsales utilizaron el término. Y, en ningún caso, se cuestionó que si, como estos mismos medios estaban dando cuenta, en ese evento Melina fue golpeada, violada y asesinada, no se trataba de un evento festivo sino lo contrario. En relación a los calificativos que los medios utilizaron para referirse a las tres adolescentes, se registran algunas leves diferencias. Mientras Lola Chomnalez y Ángeles Rawson fueron denominadas “chiquita”, “chiquilina”, “niña”, “nena”, “pequeña”, “adolescente”, “chica jovencita”; en el caso de Melina Romero fue mucho menos utilizado el término “niña” (casi no aparece), aunque sí se habla de “adolescente” y “chiquita”. En el caso de Ángeles Rawson, además se habló de “piba atacada” y “piba abusada” (AM Mitre). Se registraron también expresiones sexistas a partir de estereotipos femeninos negativos como “la gente opina como vecinas en la vereda” (AM Mitre). Quiénes comunican y de quiénes dan cuenta La representación de género de las personas que dieron cuenta de esta información es similar a la que arrojó como resultado el Informe Global sobre la Situación de las Mujeres en los Medios de Comunicación, realizado en el 2010 por la Fundación Internacional de Mujeres 23 Periodistas (IMFW por sus siglas en inglés) : aproximadamente el 30% de las redacciones de los medios está compuesta por mujeres y el 70% por varones. En nuestra investigación no fue posible identificar personas trans como responsables de la transmisión de la información. Tomando en cuenta la identidad de género de periodistas, columnistas y corresponsales de radio y televisión (en prensa gráfica y digital no fue posible

²¹ Byerly,Carolyn (2011 ) Global Report on the Status of Women in the News Media (Washington: Interna onal Women's Media Founda on).


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en muchos casos determinar la identidad de género de la persona responsable de la información), las mujeres ocupan el 34% de los puestos y los varones el 66% (Gráfico 3).

MUJER

VARÓN

IDENTIDAD DE GÉNERO DE PERIODISTAS, COLUMNISTAS Y CORRESPONSALES (POR SOPORTE)

En el ámbito de la televisión, sin embargo, la segmentación es diferente según el canal: mientras en Telenoche y AN hay un 28% y un 30%, respectivamente, de mujeres en estos puestos, en Visión 7 esta cifra aumenta al 44% (Gráfico 4).

MUJER

VARÓN

IDENTIDAD DE GÉNERO DE PERIODISTAS, COLUMNISTAS Y CORRESPONSALES DE TV (POR CANAL)

Por último, ¿cuál es la identidad de género de las personas entrevistadas? Analizadas en forma global, el 25% son mujeres, el 53% varones, no es posible identificar a un 22% de las mismas (en prensa gráfica y digital) y no son entrevistadas personas trans. Si tomamos en consideración los soportes, la radio es la que brinda fuentes más equilibradas desde un punto de vista de género (40% de mujeres y 60% de varones), mientras que la prensa digital es la que muestra una brecha de género más amplia (19% de mujeres y 57% de varones –un 24% no fue posible identificar-). En medio, la televisión da cuenta de entrevistas a un 37% de mujeres y 63% de varones, y la prensa gráfica a 23% de mujeres y 45% de varones (un 32% no fue posible identificar) (Gráfico 5).


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MUJER

VARÓN

NO ESPECIFÍCA

GÉNERO DE LA PERSONA ENTREVISTADA (POR SOPORTE)

Enfoque La forma de abordar los tres feminicidios por parte de todos los soportes analizados fue fundamentalmente como casos policiales, aislados unos de otros (88%); muy pocas veces hubo un abordaje de la temática vinculado a una problemática social (10%) y, cuando esto sucedió, en muchos casos la problemática abordada fue la de la inseguridad ciudadana (fundamentalmente en las coberturas de Angeles Rawson y Lola Chomnalez, ya que se trató de hechos ocurridos, o presuntamente ocurridos en un inicio, en la vía pública). Esta ausencia de abordaje como problemática social de los casos es coincidente con la poquísima mención a la violencia de género para calificar los asesinatos (sólo en el 7% de los casos). Una buena noticia en este sentido es que la caracterización de “crimen pasional” fue utilizada sólo en el 1% de las coberturas. La forma de calificar/caracterizar el hecho, sin embargo, presenta variaciones de acuerdo al soporte analizado. La TV es donde más veces se menciona a la violencia de género (39% de las coberturas), en gráfica en el 24% y en digital y radio sólo en el 2%. (Gráfico 6)


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CARACTERIZACIÓN DEL HECHO (POR SOPORTE) no referencia violencia género

violencia de género otra crimen pasional

En relación a los argumentos que dan los medios en torno a los feminicidios, las variables pre-establecidas en el monitoreo (pérdida de control del feminicida, culpabilización de las víctimas y justificación del victimario) fueron poco halladas en la cobertura: apenas en un 8% de los casos las víctimas fueron culpabilizadas, en un 3% de los casos se habló de la pérdida de control del o los/as feminicidas-asesinos/as, y en el 1% de los casos los/as victimarios fueron justificados/as. En un 88% de las coberturas, en cambio, no se dieron argumentos (el monitoreo se realizó en los días siguientes al hallazgo de los cuerpos, o cuando éstos aún estaban siendo buscados, y no había hipótesis sobre los hechos) o se dieron otros, como que se habría tratado de un ataque sexual, en el caso de Angeles Rawson (aunque no se argumenta por qué luego habría sido asesinada); de un abuso intrafamiliar (la primera hipótesis que se manejó en el asesinato de Lola Chomnalez); o que la razón del asesinato habría sido la participación en una “fiesta sexual de alcohol y drogas” (sin explicar por qué participar de un evento de este tipo debería conducir a la muerte de una persona). Destacamos que el argumento de la culpabilización de la víctima, que aparece en el 8% de las coberturas, no se repartió por igual entre los tres casos, sino que corresponde casi con exclusividad al feminicidio de Melina Romero (90%). Se señala, por ejemplo, en la agencia digital Telam: “… llevó a Melina, con el consentimiento de ella, hasta la casa de aquel sospechoso donde junto a otros jóvenes luego consumieron bebidas alcohólicas y drogas”. Diario Popular repite una fórmula similar, señalando que uno de los sospechosos "llevó a Melina, con el consentimiento de ella" al lugar donde la habrían matado, se afirma que "consumieron bebidas alcohólicas y drogas".


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Otra forma de culpabilización de las víctimas no directa, pero igualmente presente, es por ejemplo la utilizada por AM Continental, donde se señala que Melina “pasa toda la noche en los boliches y es promotora”, “se la ve salir bien acompañada por muchachos”, o que “no volvía después de salir". En la misma línea se manifestó el diario Clarín en la nota ya citada “Una fanática de los boliches que abandonó la secundaria” donde se señala, entre otros calificativos: “La vida de Melina Romero, de 17 años, no tiene rumbo”, “en su casa nadie controló jamás sus horarios y más de una vez se peleó con su mamá y desapareció unos días”, “la chica mide 1,72 metro, usa el cabello corto y se hizo cuatro piercings”. En sintonía con el abordaje de cada feminicidio como caso policial, tanto las fuerzas de seguridad como el Poder Judicial fueron las fuentes consultadas con mayor asiduidad: 12% y 19% respectivamente. Prácticamente no fueron consultadas/os especialistas en violencia de género que habrían podido colaborar en la comprensión tanto de estos casos, como de la matriz cultural, social y política de la violencia de género como problemática social: sólo el 3% del total de las entrevistas. Sí, en cambio, fueron entrevistadas/os con frecuencia, amigas/os, vecinas/os y familiares de las personas sospechosas (que constituyeron más del 20% de las entrevistas) cuyo testimonio tuvo como objetivo intentar desincriminar a las/os mismas. La consulta a especialistas en violencia de género presentó una diferencia importante por soporte y por caso: mientras que la prensa gráfica concentró el porcentaje más alto de estas entrevistas (56%), seguida por los medios digitales (37%) y la radio (7%), la televisión en ningún caso entrevistó a este tipo de especialistas. El asesinato de Lola Chomnalez fue, a la vez, el que reunió mayor cantidad de consultas de este tipo en todos los soportes (60%), seguida de la cobertura de Angeles Rawson (37%) y, por último, Melina Romero (3%), con casi ninguna consulta a especialistas en violencia de género, a pesar de que fue el único de los tres casos caratulados por el juzgado como feminicidio. (Gráficos 7 y 8) CONSULTA A ESPECIALISTAS EN VIOLENCIA DE GÉNERO (POR CASO)

Ángeles: 37%

Lola: 60% Melina: 3%


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CONSULTA A ESPECIALISTAS EN VIOLENCIA DE GÉNERO (POR CASO)

Radio: 7%

Digital: 37%

Gráfica: 56%

Enfoque de derechos Analizamos también cuánto los medios mencionan, o no, frente a este tipo de casos el marco normativo -tanto nacional como regional e internacional- que protege a mujeres, niñas y adolescentes frente a situaciones de violencia. Lamentablemente la mención es bajísima: sólo en el 2% de las coberturas este marco normativo es nombrado, resultado que es coincidente con investigaciones previas (Morelli, 2011). (Gráfico 9) MARCO NORMATIVO DERECHOS HUMANOS

Se hace referencia al marco norma vo de DDHH: 2%

No se hace referencia al marco norma vo de DDHH: 98%

Si desglosamos por variable, tanto el marco normativo de derechos humanos como el de violencia son mencionados aún menos: en el 1% de los casos; mientras que el de protección de la niñez aparece con mayor frecuencia: 3,5%. ¿Cuáles son estas excepcionales coberturas en las que los medios hacen referencia a los derechos que se vulneran de niñas y adolescentes cuando se las somete a violencia y se las asesina? Las mismas sólo aparecieron en televisión y prensa gráfica. En relación al marco normativo vinculado a la niñez, Visión 7 destinó un segmento de 4 minutos a analizar la forma en que los medios estaban cubriendo el feminicidio de Angeles Rawson y, en ese contexto, fueron mencionadas tanto la Ley Nacional de Protección de la Niñez, que se refiere a la protección de la intimidad; como la Convención Internacional de los Derechos del Niño y la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, todas normas que desde el punto de vista de la columnista estaban siendo vulneradas por la cobertura mediática. También en el caso de Melina Romero, Visión 7 realizó una columna crítica en torno a la cobertura que los medios estaban dándole al caso y mencionó en este contexto el derecho a


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la intimidad protegido por la Ley 26.061 de Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes. A la vez, y en relación al marco normativo de violencia de género, en Telenoche, también durante la cobertura del feminicidio de Melina Romero, se hizo mención a la modificación del Código Penal, en el 2012, que introdujo la figura jurídica de homicidio agravado por razones de género, conocida como feminicidio. Y en el diario Página 12, en el contexto de una nota crítica de la cobertura mediática también sobre el feminicidio de Melina Romero, se mencionó la figura jurídica de violencia mediática, presente en la Ley 26.485 de Protección Integral de la Violencia. En la prensa gráfica, Diario Popular entrevistó a Ada Rico, referente de la Asociación Civil La Casa del Encuentro, quien –refiriéndose al feminicidio de Angeles Rawson- observó que se debe “entender que la violencia de género es un tema de Derechos Humanos”. El diario Página 12, a la vez –en las coberturas tanto de Angeles Rawson como de Melina Romerohace referencia a la vulneración de los derechos de niños y niñas en referencia a la cobertura de los medios. En el caso de la radio y los medios digitales, no hubo una sola cobertura en la que se mencionara el marco normativo de ninguno de los tres temas.


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Estigmatización Medimos también cómo se habló en las coberturas de las tres adolescentes y cómo se las mostró. ¿Hubo referencias a su apariencia y actitudes? ¿A su forma de comportarse, a los vínculos? ¿Se las vincula al estudio, a la familia, a las salidas nocturnas? ¿Se habla de ellas como buenas o malas víctimas? (Bilbao y Fernándes López, 2015) ¿Se expusieron estas cualidades de personalidad como razones que podrían justificar la violencia que se desplegó contra ellas? Las imágenes que se eligieron para dar cuenta de ellas: ¿cómo las mostraban? ¿En qué gestos y/o actitudes? ¿Con qué vestimenta?

En relación a la apariencia, no fueron muchas las menciones explícitas en los medios a este tema: sólo el 7% de las coberturas; aunque el porcentaje es mucho más alto en el caso de Melina Romero (13%), que en los de Ángeles Rawson y Lola Chomnalez (4%). Sin embargo, como veremos más adelante, las imágenes que se mostraron de las mismas sí dieron muchísima información. Si el análisis de lo manifestado explícitamente lo hacemos por soporte mediático, en la televisión es en el medio que más se habló de este tema (13% de las coberturas), luego en gráfica (6,5%), en radio (6%) y por último en digital (2%). (Gráfico 10)

MELINA

ANGELES

LOLA


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Ahora bien, ¿qué se dijo sobre la apariencia y conducta de las tres adolescentes cuando se habló del tema? En el caso de la televisión, se observó un énfasis puesto por periodistas y corresponsales de AN (y también, aunque menos, en Telenoche), en la cobertura del feminicidio de Angeles Rawson, en su apariencia y conducta, reiterándose las preguntas sobre este tema entre las personas entrevistadas. Se logró así que encargados de edificios cercanos dieran información sobre cómo se vestía y con quienes la veían pasar y, desde el equipo periodístico, se utilizó el calificativo de “amontonados” para describir cómo vivían Angeles Rawson y su familia (por las dimensiones del departamento que habitaban), abonando de esta forma a la primera hipótesis que muchos medios explicitaron en la causa: el abuso sexual intrafamiliar y posterior feminicidio. Desde Visión 7, se enfatizó en la puesta al aire de entrevistas que dieron un perfil de Ángeles Rawson ligado a la familia y al estudio. Su abuela se refirió a ella como “una buena estudiante, primer 24 promedio en su colegio” e Isabel Yaconis vincula a Angeles con su hija enfatizando en ambas el apego a la familia y el buen desempeño escolar. También hay varias menciones –sin calificación negativa o positiva- a la participación de Ángeles, y en general de las/os adolescentes, en redes sociales. También en esta línea se enfatizó desde los diarios Clarín y Popular, con comentarios como “era el mejor promedio de la escuela”; “una chica llena de fantasía”; “era una chica sanísima, que amaba juntarse con sus amigos los fines de semana, era raro que fuera a algún boliche y, según sus familiares, ni tenía novio”; “tan correcta era Ángeles que la alarma ante su desaparición fue inmediata, ya que era incapaz de desaparecer sin dar aviso”. Fueron publicados testimonios del papá (“ella era divina, lo único que me dio fue alegrías en estos 16 años”) y de la mamá (“era un ángel”, “nos dio toda alegrías”). En el diario Página 12, si bien en general no se hicieron observaciones sobre la conducta o apariencia de Angeles, se repitió el testimonio del padre ya mencionado. En las emisoras radiales, también se construye un perfil de la adolescente vinculado fundamentalmente a la familia y al estudio: "la mejor alumna" "abanderada de la escuela" (AM Continental); “la nena tenía buen promedio, una vida muy tranquila” (AM Mitre). En la prensa digital se hacen el mismo tipo de menciones, por ejemplo ampliando el testimonio del padre, quien se dice que recordó a Ángeles como una chica que "era todo cariño, ternura, inocencia, simpatía, todo eso...era muy buena amiga, muy buena compañera, hija, hermana" (Telam). En el caso de Lola Chomnalez, la mayoría de los comentarios en la televisión destacaron su inocencia e ingenuidad y la fatalidad de que una vida de ese tipo se viera truncada (como si las vidas valieran más o menos de acuerdo a la personalidad de quien las porta). Una de las conductoras de AN manifestó: "Lola tenía tan sólo 15 años. Toda una vida por delante. Tantos proyectos. Y una familia que la quiere y que la extraña". Otras voces en off a lo largo de las

²⁴ Madre de Lucila Yaconis, una adolescente de 17 años asesinada en el año 2003, también en la Ciudad de Buenos Aires, luego de resis rse a una violación.


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coberturas de la misma emisora, que se escuchan sobre la repetición de las imágenes de la adolescente, amplían esta misma idea: "Fresca, simpática, como toda chica de 15 años. Con esas ganas de vivir que contagian a los más grandes"; "Con esa luz que tenía en esos ojos, con esa sonrisa compradora, entradora, tan agradable; ésa era Lola"; "Una chica muy alta, tenía 1,70; llena de vida, que iba cantando con sus auriculares por la calle, que se encargaba de hacer las compras de su familia, que recibía amigos y que era muy querida por todos a sus 15 años". En Telenoche y Visión 7 no se observaron comentarios sobre la apariencia o personalidad. En la prensa gráfica, no se observaron referencias a la apariencia de Lola, sí en cambio se hicieron comentarios sobre sus conductas, vinculándola a la familia y destacando su bondad. Se señala en Clarín haciendo un paralelismo con Ángeles Rawson: “Porteñas y adolescentes, con gran cantidad de amistades, apegadas a sus familias, contagiaban sus ganas de vivir. Se expresaban sin filtro en las redes sociales. Y ambas terminaron siendo víctimas de la brutalidad, de un final incomprensible”. En el mismo diario se habla de ella como una “figura angelical” y de sus “luminosos 15 años”. En la misma nota de opinión, se compara el asesinato de Lola con el de Melina, y en la descripción de Melina aparece la calificación negativa que, como se verá más adelante, fue la característica de la cobertura del feminicidio de la joven: “Melina Romero, una chica pobre, clásica 'ni ni' –ni trabaja ni estudiaba– pertenecía a esa geografía oculta”. En radio se sigue una lógica similar, en relación a vincularla a la familia y relacionar su asesinato con el feminicidio de Angeles Rawson. Se enfatiza además un aspecto que varios medios destacaron: que Lola fuera nieta de Beatriz Chomnalez, una reconocida chef de Buenos Aires. En los medios digitales no hay referencias a la apariencia de Lola y muy pocos sobre su personalidad, que siguen la línea anterior; por ejemplo el testimonio de una amiga que dice: “Era muy alegre, muy transparente. Se ponía a bailar en el medio de la clase. Nos hacía reír mucho". En el caso de Melina Romero, el tratamiento que hacen los canales de televisión, es opuesto al de las otras dos adolescentes, particularmente al de Lola Chomnalez. No hay ninguna valoración positiva de Melina. Se señalan en cambio algunos aspectos de su personalidad que, si bien no son calificados negativamente de forma explícita, sitúan a la adolescente vinculada a la noche, a los boliches, las redes sociales y la diversidad en sus vínculos amorosos y sexuales. "Había un comportamiento virtual muy activo


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por parte de esta chica, al punto que mantenía 5 identidades diferentes en FB cargando información, relacionándose" señala un periodista de América TV; luego "la familia no sabía exactamente donde había ido ni qué había pasado con ella". En AN y Telenoche, a la vez, se hacen constantes referencias a la participación de la adolescente en una “fiesta sexual de alcohol y drogas” sin cuestionar el término ni analizar el hecho –como había señalado una testigo de la causa- de que Melina se había querido ir de ese encuentro y había sido forzada a quedarse, luego violentada, violada y finalmente asesinada, es decir que si bien quizá inicialmente ella eligió participar del evento, fue avasallada cuando cambió de opinión. En Visión 7, como mencionamos antes, se hizo referencia en una columna al tratamiento que justamente los medios estaban haciendo de este feminicidio, focalizando en particular en la nota publicada el 19 de septiembre por el diario Clarín llamada “Una fanática de los boliches, que abandonó la secundaria”, en la que se hace una fuerte estigmatización negativa de la adolescente. En la columna se critica la intromisión de los medios en la vida privada, el desprecio y falta de respeto y afecto con que la adolescente fue tratada, y la justificación tácita del feminicidio que se desprendería del hecho de que la vida que llevaba Melina (no iba a la escuela, no tenía un buen vínculo con su madre, era tarjetera de boliches, etc) habría sido la causa de su violación y posterior feminicidio. En esta nota del diario Clarín se da información sobre Melina como cuántos piercings tenía en su cuerpo, en qué partes; los tatuajes que tenía; que era "fanática de las redes sociales"; que "tenía cinco perfiles de Facebook"; que “abandonó el colegio" y "es tarjetera de dos boliches para no pagar"; que "pasa la mayor parte del tiempo en la calle o yendo a bailar", "se levanta todos los días a las 12 del mediodía", "cuando se peleaba con su mamá se iba de la casa”, "dejó de estudiar para descansar y dedicarse a la vagancia" y, en síntesis, que "la vida de Melina no tiene rumbo". En otros artículos del mismo medio se continuó enfatizando que había abandonado el colegio secundario y no tenía buena relación con la familia y que más de una vez se había ido de la casa tras pelearse con la madre. La cobertura de este medio, como ya vimos, fue muy criticada desde diversos sectores –medios de comunicación, organismos públicos, ámbitos académicos, sociedad civil, etc-. En el Diario Popular se da poca información sobre las actitudes de Melina Romero: que "se presume que no era la primera vez que Melina se ausentaba de su casa" y que había participado de una "fiesta sexual", también sin cuestionar la terminología. El diario Página 12 sólo se refiere al tema para cuestionar la mencionada nota del diario Clarín: "La construcción del perfil que hizo el diario instaló la idea de la 'chica fácil', 'la trolita'”. En las emisoras radiales no abundan los comentarios sobre actitudes o apariencia, a excepción de la constante mención a la participación en “fiestas sexuales” o “fiestas de alcohol y drogas” y a que salía de noche y era promotora de boliches bailables. En los dos medios digitales analizados no hay ninguna referencia al tema, a excepción de una descripción física de Melina, destinada a aportar en su búsqueda.


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Ahora bien, el análisis sobre la forma en que los medios dieron cuenta de las tres adolescentes se completa con las imágenes publicadas sobre ellas y su entorno (fotografías, videos, infografías, etc). En relación a las fotografías, una de las variables de análisis que utilizamos fue la poca o mucha ropa que tenían las adolescentes, considerando que hay una decisión editorial en la publicación de algunas imágenes y no de otras. En la mayoría de las ellas (77%), las tres adolescentes estaban completamente vestidas, es decir su cuerpo estaba cubierto con polleras o pantalones y remeras sin escote. Sin embargo, este indicador varía si el análisis de realiza por soporte y por caso. La televisión, por ejemplo, es el soporte que publicó más imágenes de las adolescentes con poca ropa (53%), mientras que en mucha menor medida lo hizo la prensa gráfica (12%) y la digital (9%). En este último soporte, y refiriéndonos en particular al caso de Melina Romero, la agencia de noticias Telam publicó sólo dos imágenes de la adolescente, siendo el medio que menos utilizó este recurso. (Gráfico 11)

TV

GRÁFICA

DIGITAL

VESTIMENTA VICTIMA (por soporte)

A su vez, dentro del soporte televisivo, el comportamiento de los canales también fue diverso: AN fue el canal en el que se publicaron más imágenes de las adolescentes con poca ropa (64%), seguido por Telenoche (47%) y Visión 7 (39%).

En relación a cómo se repartieron estas imágenes por caso, Melina Romero fue muchísimo más expuesta (67%), que Lola Chomnalez (12%) y Angeles Rawson (9%). (Gráfico 12)


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MELINA

LOLA

ANGELES

VESTIMENTA VICTIMA (TV, Grafica y digital)

Intentamos a la vez evaluar, conscientes de la dificultad de este tipo de medición, qué transmitían estas imágenes, generando dos indicadores posibles: ingenuidad e inocencia por un lado, y sensualidad y erotismo por otro. En muchas, como se ve arriba, están ambos componentes, sobre todo porque las tres estaban en edades en las que justamente aparecen todavía muchos gestos infantiles junto a otros que recién alumbran de mujeres adultas. Sin embargo, es muy evidente, como veremos a continuación, la diferencia en estos indicadores, entre los tres casos. Podemos preguntarnos si, en la cobertura de Melina Romero, había otras fotos disponibles que podían haber sido utilizadas; aun así, entendemos que parte de la responsabilidad social del periodismo implica justamente no hacer públicas imágenes que pueden de alguna forma dar cuenta de una justificación para este tipo de crímenes, basándose en una naturalizada mirada patriarcal y sexista que supone que si una chica de 18 años es sexy y sensual, y tiene una vida sexual activa y diversa, “merece” ser asesinada porque en cierta forma “ella se lo buscó” 25. En la cobertura del feminicidio de Melina Romero, el 86% de las imágenes presentadas por los medios transmitían sensualidad y erotismo (remeras muy escotadas, tomas contrapicadas que justamente daban cuenta de los pechos, besos a cámara, shorts, poses y ropa sexy, etc), mientras que en el caso de Lola Chomnalez este porcentaje se redujo al 19% (fueron bastante difundidas varias tomas de una misma secuencia en la que está vestida con remera escotada y minifalda y en la que justamente hay gestos que evidencian inocencia y otros el asomo a la sensualidad y el erotismo) y en el de Angeles Rawson al 14%. Sensacionalismo Las marcas de sensacionalismo aparecieron en las coberturas de diferente manera: dando cuenta de detalles innecesarios y morbosos de las autopsias; con preguntas destinadas a generar emociones –fundamentalmente llanto- en las personas entrevistadas; con adjetivos calificativos para las historias que se relataban; utilizando música trágica, de suspenso o siniestra; realizando videos de alto impacto en los que se sintetizaban las emociones que atravesaban las/os familiares; a través de muchísimo tiempo de abordaje de los casos; de reiteración de datos; de relatos ficcionalizados; enfatizando en la contraposición de vidas luminosas con finales trágicos (fundamentalmente en los casos de Angeles Rawson y Lola

²⁵ Existe un documental, de la directora argen na Susana Nieri, basado en el casi feminicidio de Ivana Rosales, que se tula justamente Ella se lo buscó.


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Chomnalez); dramatizando los hechos; haciendo señalamientos sobre la excepcionalidad de la tragedia, entre otras marcas. Una vez más, el comportamiento de los medios no fue similar. En la televisión estos recursos abundaron, fundamentalmente en AN y Telenoche; en la prensa gráfica, tanto el diario Clarín como Popular llevaron adelante coberturas de este tipo; en radio aparecieron fundamentalmente estas marcas en AM Mitre y AM Continental; y en la prensa digital hay menos coberturas de esta clase –sobre todo en los casos de Melina Romero y Lola Chomnalez-, a excepción del sostenimiento constante del tema en agenda aun sin nuevas noticias de las que dar cuenta.  AN dio detalles del compactamiento del cuerpo de Angeles Rawson en el

CEAMSE, observando que aún estaba viva cuando eso sucedió.  Señala la corresponsal en Uruguay de Telenoche (caso Lola Chomnalez): "No

  

resiste análisis todo esto. Imaginate que ellos entregaron a su hija a una de las familias de máxima confianza del seno familiar y recibieron esta trágica noticia. La madrina está completamente shockeada, se descompone cada vez que intenta hablar". Observa el corresponsal de Visión 7 frente al arroyo Morón (Melina Romero): "Habría sido arrojada en estas turbias aguas aquella fatídica madrugada del 23 de agosto". Algunos fragmentos de una nota publicada por el diario Clarín (Lola Chomnalez): “En ese microuniverso hippie llamado Barra de Valizas, que está a sólo 160 km del glamour desenfrenado de Punta del Este”; “…como si no fuera suficientemente macabro todo”; “…un asesinato hundido en un páramo de misterio”. Descripción detallada de cómo habría sido asesinada Melina Romero y tirada al arroyo Morón por parte de Diario Popular. AM Continental (Angeles Rawson): “Todo esto es muy extraño”; “hacía mucho que no había un caso policial como éste; ha conmocionado a la sociedad”. AM Mitre (Lola Chomnalez): “Seguro que el tema es el entorno familiar, no tengo ninguna duda” (en este caso, además de intentar conmover a las audiencias por lo que sería un caso de abuso y violencia familiar, se hace una acusación sin bases sólidas, tema que retomaremos más adelante).

El sensacionalismo también se expresó en los epígrafes utilizados, fundamentalmente por la televisión aunque en algunos casos también por la prensa gráfica (los medios digitales no utilizaron epígrafes en la mayoría de los casos). A continuación algunos ejemplos:  “No sólo la belleza era lo que resaltaba Lola Luna Chomnalez. También sus   

condiciones como buena amiga” (Diario Popular) “Un dolor infinito. Familiares y amigos intentan consolarse ayer en la puerta donde vivía Ángeles.” (Diario Clarín) "Conmoción y dolor"; "El dolor de los familiares" (Visión 7- Angeles Rawson) “Así detuvieron al esposo de la madrina”; “Investigan si Lola fue abusada sexualmente”; “El misterio detrás de la muerte de Lola”; “La madrina cercada por la justicia”. (AN- Lola Chomnalez) “Tenía la ropa en su lugar y los resultados dieron negativos”; “Valizas después de Lola. Ni paz ni tranquilidad… el crimen cambió todo”. (Telenoche- Lola Chomnalez)

En relación a la música trágica o siniestra para dar cuenta de los casos, fue utilizada en las tres coberturas por igual, fundamentalmente por la televisión, pero no por los tres noticieros


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de la misma forma: mientras la TV Pública no lo puso en práctica en ningún caso, Telenoche a su vez lo hizo menos que AN. A la vez, en las entrevistas realizadas a diversas fuentes fue posible también encontrar marcas de sensacionalismo, sobre todo cuando las personas entrevistadas eran familiares de las tres adolescentes. Fue reproducido por todos los medios casi sin excepciones, el testimonio de Jimena Aduriz, mamá de Angeles Rawson, quien dijo: "Dentro de todo el dolor que siento tengo mucha paz. No estoy enojada. Es tremendo, pero ningún ser humano es menos importante que el peor acto que haya realizado". En Telenoche se entrevista a uno de los detenidos por el feminicidio de Melina Romero preguntándole: “¿Cómo fue el tiempo de detención? Qué te decían los presos?”. A María Elena Leuzzi, presidenta de AVIVI (Ayuda a Víctimas de Violación), entrevistada por América TV ante el feminicidio de Angeles Rawson, se le preguntan sus sensaciones sobre la declaración de las/os familiares en la fiscalía; su historia como madre de una víctima de violación; y su valoración sobre el comportamiento de las/os integrantes de la familia, especialmente el padrastro y los hermanos. Protección de víctimas y sospechosos Esta sección podría resultar ingenua frente al análisis de los medios argentinos, ya que no hay ningún cuidado en los mismos por la preservación de la identidad de las víctimas y sus familias y entorno, como tampoco de las diversas personas sospechosas que atraviesan las causas judiciales en el momento de la investigación y que en muchísimos casos no son confirmadas como victimarias/os. En este sentido, es relevante para la investigación la opinión de periodistas de Uruguay que actuaron como corresponsales de medios argentinos en la cobertura del asesinato de Lola Chomnalez y que dieron cuenta de qué prácticas tiene el periodismo en su país frente a esta cuestión. Los nombres de Angeles Rawson, Melina Romero y Lola Chomnalez fueron explicitados por todos los medios desde el minuto uno de la búsqueda de cada una. No hubo reparos en dar cuenta de quienes eran, dónde vivían sus familias, quiénes eran sus amigas/os, o qué lugares frecuentaban, de tal forma de preservar de la mirada y juicio público a su entorno y a su memoria. Para el relato periodístico de cada caso, habría bastado una caracterización de la situación y eventualmente información que permitiría también dar cuenta de víctimas y victimarios para dar una idea de la problemática social de la que se estaba dando cuenta, pero no un prontuario de cada una de


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las adolescentes como los medios llevaron adelante, inmiscuyéndose en sus perfiles en redes sociales y recabando información entre familiares, amigas/os y conocidas/os. En la misma línea, destacamos la enorme utilización de material (sobre todo audiovisual –fotografías y videos- pero también texto) que los medios ofrecieron proveniente de las redes sociales y, particularmente, de los perfiles en la red social Facebook de cada una de las adolescentes. No hubo ningún cuidado en exponerlas a ellas, sus amigas/os, su entorno y sus hábitos. Toda la información que pudo extraerse de estos perfiles fue diseccionada de alguna forma en las redacciones y estudios de los medios. Una estrategia similar fue llevada adelante en relación a las personas sospechosas de haber cometido los asesinatos, acusándose y realizándose juicios de valor y especulaciones sobre personas y situaciones que luego fueron excluidas de las investigaciones. Nuevamente hay que decir que no todos los medios se comportaron de la misma manera. La televisión fue la que más abundó en especulaciones acerca de las personas responsables de los tres feminicidios. Desde AN se sugirió, en los primeros días del feminicidio de Ángeles, que su padrastro estaría involucrado en el mismo: mientras se entrevistaba a María Elena Leuzzi, por ejemplo, preguntándole reiteradamente cómo había percibido al entorno familiar –“¿Cómo estaba al padrastro?” “¿Estaba consternado como todo el mundo?” “¿Había alguien del núcleo familiar a quien ustedes percibió nervioso?”- se ponía un epígrafe que decía: “El papá lloraba, el padrastro fumaba". Y luego, cuando Jorge Mangeri –encargado del edificio- confesó su responsabilidad, periodistas en estudio reconocieron haber culpabilizado en los primeros días al padrastro, pero lo adujeron a que “hacia allí apuntaba la investigación”. También se realizaron informes especiales sobre Mangeri: se habló con su esposa, con un vecino, se especuló sobre su conducta, el tiempo que hacía que trabajaba en el edificio, etc. Todo esto en forma inmediatamente posterior al hallazgo del cuerpo y cuando estaba en curso la investigación judicial.

Desde Telenoche también se sugirió en los primeros días luego del hallazgo del cuerpo de Ángeles Rawson, que la familia, y particularmente el padrastro, serían responsables. Un corresponsal lo describió como "este padrastro que se quedó dormido y llegó tarde al entierro y además cuando salió de aquí se enojó con los periodistas por las hipótesis que se habían desplegado en las últimas horas". El equipo periodístico en el estudio también sembró sospechas sobre él, desconfiando de que hubiera dado información que no se le había solicitado, y resaltando que tanto él como la madre de la adolescente estaban siendo investigadas/os. Esto se vio reforzado con epígrafes como el siguiente: "Ángeles: todos los caminos conducen a la casa".


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En la cobertura del asesinato de Lola Chomnalez, AN también realizó un informe especial, en este caso sobre el esposo de la madrina de la adolescente, quien fue –junto a la madrina misma- el primer sospechoso. Se dijo el nombre, la edad, la profesión y se ofrecieron datos de su vida privada que no aportaban a la comprensión de la causa. El corresponsal del canal en Uruguay advirtió sobre esta conducta inadecuada de los medios argentinos: "Acá en Uruguay hay experiencia de casos que iban muy en una línea y finalmente aparece otro elemento que hace desaparecer las pruebas que parecían irrefutables en contra de alguien y resulta ser inocente. Por eso acá mantenemos los nombres al principio, hasta que no se pruebe lo contrario, fuera del ámbito periodístico, y lo que decimos es que la palabra la tiene el juez”. Al día siguiente, el mismo corresponsal volvió a observar: "Nosotros en Uruguay no damos los nombres de los sospechosos por una cuestión de privacidad. Ustedes ya lo nombraron. Este hombre puede ser inocente". Aún con estas advertencias, el canal siguió dando información explícita sobre éste y otros sospechosos que luego se sumaron a la causa. Como se comentó al inicio de esta sección del informe, al día de la fecha la investigación sobre el asesinato de Lola Chomnalez no tiene pistas firmes y todas las personas que en algún momento fueron detenidas están liberadas sin responsabilidad en la causa, pero se transformaron en personajes públicos estigmatizados como sospechosos de cometer el asesinato. En la cobertura del feminicidio de Melina Romero también se dieron nombres y apodos de las personas sospechosas, se entrevistó a su familia, su vecindario y a ellos mismos cuando fueron liberados. En algunos casos se tomó la precaución de no mostrar sus caras y en otros no. En los demás soportes también se hizo pública la identidad de las personas detenidas y/o sospechosas, pero fueron menos expuestas justamente por no tratarse de relatos audiovisuales. En muchos casos, las entrevistas fueron utilizadas como una herramienta para dar información sobre las personas sospechosas, y se dio la posibilidad a familiares y amigas/os de intentar desincriminarlas. El papá del esposo de la madrina de Lola Chomnalez, por ejemplo, fue entrevistado para que diera su opinión sobre la presunta culpabilidad de su hijo; lo mismo sucedió con las madres de dos de los sospechosos de haber asesinado a Melina Romero, y con la esposa y cuñado de Jorge Mangeri, hoy confirmado feminicida de Angeles Rawson.


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Ninguna de estas entrevistas colaboraron en la comprensión de la causa. No ayudaron a explicar por qué el encargado de un edificio atacó y asesinó a una adolescente a quien conocía desde nena; tampoco por qué un grupo de amigos y conocidos decide violar y asesinar a una también conocida y amiga; o por qué una chica que sale a caminar por la playa termina asesinada debajo de un médano. Para explicar estas situaciones habrían hecho falta, en estudio y como entrevistadas, más personas con perspectiva de género y conocimiento específico sobre la violencia hacia las mujeres. Caso a caso El análisis de la cobertura de cada caso, ofrece algunas diferencias importantes vinculadas a la percepción que los medios tuvieron, y por tanto la representación que hicieron, de cada una de las adolescentes. El feminicidio de Angeles Rawson, ocurrido en el 2013, fue el que ocupó más espacio en todos los soportes mediáticos: muchas horas de televisión y mucho espacio en los diarios. Era la primera vez que un asesinato brutal de una niña/adolescente ocurría tan cerca de las redacciones de los medios, en la misma Ciudad de Buenos Aires, en una familia de clase media como la que podía tener cualquier/a trabajador/a de medios de comunicación. Fue un feminicidio que tuvo la particularidad de enfrentar a la prensa con la violencia de género como algo que puede suceder acá nomás, en nuestras propias familias, que no se trata de un hecho “bárbaro” de otros sectores sociales, grupos culturales y territorios. También la enfrentó con la evidencia de que el feminicida no necesariamente es una persona monstruosa, con la salud mental alterada, sino un varón común que hace abuso de un poder que considera es suyo: el de tomar y manipular un cuerpo femenino. Se trata de una práctica cultural ancestral que no se pone de manifiesto en todos los varones –es evidente que no todos son violentos ni feminicidas-, pero que sí se sostiene sobre un sustrato de privilegios, una violencia moral (Segato, 2003: 107), que todos los varones comparten. Quizá por estas particularidades es que recibió tanta cobertura, se tejieron tantas hipótesis y elucubraciones sobre el mismo, y se lo sostuvo en pantalla y papel cuando ya no había nada para contar. Otra característica de este caso fue la construcción de un perfil de víctima “buena” (como si se pudiera diferenciar entre víctimas buenas y malas), ligada a la familia y al estudio. Se habla de Angeles Rawson como una “chica sanísima”, “buen promedio”, “un ángel”, pero a la vez no deja de hacerse referencia en los primeros días posteriores al feminicidio a una posible situación de

Creemos que la sospecha de abuso sexual que se alimenta en los inicios de la cobertura tenga probablemente su origen en un prejuicio de clase, en la medida en que se vincula el abuso con el poco espacio que había en el departamento en el que Angeles vivía. En este sen do, se podría establecer algún paralelismo entre clase social y promiscuidad sexual en la cobertura.


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abuso sexual intrafamiliar, y de promiscuidad en la casa que compartía con su madre, hermanos y el esposo de la madre, que la habrían involucrado. Es decir, esos primeros días no es presentada como una víctima “pura”, no responsable de lo que le sucedió, sino que se siembra sospechas sobre ella y su entorno que luego se disipan cuando el encargado del edificio, Jorge Mangeri, asume su culpabilidad. Lola Chomnalez sí fue, en cambio, una víctima a la que no se le hizo ningún cuestionamiento. Nieta de una reconocida chef de Buenos Aires, fue descripta como “simpática”, “llena de vida”, “figura angelical” y los medios se lamentaron una y otra vez de su asesinato publicando mensajes positivos sobre ella de todo su entorno, incluido el obituario de su abuela y abuelo. También en un primer momento, desde la investigación judicial y algunos medios se sospechó que el asesinato podría provenir de una situación de abuso y violencia familiar –por parte del esposo de la madrina-; pero no se esbozaron sospechas de “complicidad” por parte de ella o su familia directa. Este asesinato -aún no esclarecido- fue por otra parte el que más veces fue publicado en la tapa de los medios gráficos. La noticiabilidad puede haber tenido que ver con que era inicios de enero, una época en la que no suele haber noticias trascendentes en los medios, pero también con que se trataba del asesinato de una adolescente de clase media-alta de Argentina en un balneario de Uruguay que no suele ser conocido por situaciones de violencia o inseguridad, sino más bien todo lo contrario. Esta característica de excepcionalidad se asemeja en muchos sentidos al feminicidio de Ángeles Rawson: es noticiable/destacable/sorprende que niñas/adolescentes de clase media, media-alta, puedan ser víctimas de violencia, lo cual es una evidencia del desconocimiento de una de las características fundamentales de la violencia de género: que atraviesa todas las clases sociales ya que es constitutiva del patriarcado. Otra cualidad de esta cobertura es que es la que más concentró las consultas a especialistas en violencia de género, el 60%. Quizá la razón es que fue un caso más reciente, y frente a otros similares como los de Ángeles Rawson, Melina Romero y muchos otros, la sociedad reclamó a los medios que las coberturas contemplaran esta perspectiva; que comience a pensarse que hay patrones en común en estos asesinatos que deben ser analizados. De hecho, en algunos casos de violencia de género del año 2015, Telenoche comenzó a incorporar la consulta en piso a especialistas en el tema.


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El feminicidio de Melina Romero fue, sin duda, el más maltratado por los medios. Muchos elementos de la Lo que aún los medios y la cobertura, dan cuenta del poco interés que se le dio y sociedad no logran percibir es que del estigma con el que fue tratada la adolescente. la violencia de género no diferencia Melina fue descripta como “chica pobre, clásica 'ni, ni'” entre víc mas buenas y malas. (porque no estudiaba y tampoco trabajaba), una Podemos hacer a posteriori de los adolescente “sin rumbo”. asesinatos esa interpretación Nunca fue cuestionado, por ningún medio, que la –para calmar angus as y pensar quiénes podrían estar a salvo y participación en un encuentro sexual en el que había drogas legales e ilegales, no debería culminar por quiénes excluidas, y para que las ninguna razón en la violencia y el asesinato de ninguna “chicas descarriadas” sean persona. Más bien, el hecho de haber asistido a ese aleccionadas-, pero la idea de que encuentro era la razón que explicaba que Melina el varón puede abusar del cuerpo hubiera salido muerta del mismo. de la mujer (o El caso recibió sólo el 5% de las tapas que los medios femenino/feminizado) no dis ngue gráficos dedicaron a estos tres asesinatos. También fue entre clases sociales, sectores el que ocupó menor espacio y tiempo en la cobertura de educa vos ni territorios. los cuatro soportes. Muy pocas veces se utilizó el término “niña” para hablar de ella; el 90% de las veces que los medios se refirieron a que la víctima era culpable del feminicidio/asesinato estaban hablando de Melina; y el caso reunió sólo el 3% de las consultas a especialistas en violencia de género. ¿Es que la vida de Melina Romero valía menos que la de Lola Chomnalez o Ángeles Rawson? ¿Que no fuera una chica dedicada al estudio, con buenos vínculos con la familia, la hacían merecedora del “castigo” de una muerte de este tipo? Se habló más del triple de veces de cómo se vestía y arreglaba Melina; fue a la que más se expuso con fotografías con poca ropa; y las imágenes que de ella se difundieron transmitían muchísima más sensualidad y erotismo que las de Angeles Rawson y Lola Chomnalez (más de 60 puntos de diferencia). Volvemos al argumento de “ella se lo buscó”: una chica sexy, que administra sus encuentros sexuales, que no cumple con lo que la sociedad espera de una adolescente en términos de vínculos familiares e inserción educativa, debe recibir un escarmiento. Medio a medio La televisión fue el soporte que realizó mayor cantidad de coberturas con marcas de sensacionalismo, particularmente la utilización de música truculenta o de suspenso; la realización de audiovisuales sobre los casos con tonos fuertes de fondo y placas con frases como "Exclusivo, ésta era Lola Chomnalez", “¿Cuándo la atacaron?”, “¿Por qué la mataron?”, “¿Quién la mató?”; off de periodistas y corresponsales con frases como: "La madrina está completamente shockeada, se descompone cada vez que intenta hablar", "¿Cómo es esto de buscar una hija sabiendo que posiblemente esté muerta?"; detalles morbosos sobre la forma en que fueron hallados los cadáveres o las pericias que se les hicieron a los cuerpos; entre otras. Debe decirse que estas prácticas se observaron fundamentalmente en Telenoche y AN. La televisión nunca entrevistó a especialistas en violencia de género, con lo cual dificultó la posibilidad de que los casos fueran analizados desde este enfoque. También fue en este soporte donde más se habló de la apariencia de las adolescentes asesinadas y donde fueron publicadas mayor cantidad de imágenes con poca ropa de las mismas (64%), a la vez que se abundó en especulaciones sobre las/os responsables de los asesinatos, estigmatizando –haciendo públicos nombre y apellido, pertenencia laboral y profesional y domicilio- en


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muchísimos casos a personas que luego fueron declaradas inocentes por la investigación judicial. Estas prácticas se registraron mayormente en AN, en menor medida en Telenoche y no se registraron en Visión 7. En sintonía con lo anterior, AN fue el noticiero que más espacio dedicó a la cobertura de los tres casos, el que publicó más fotos de las adolescentes con poca ropa (64%), el que más expuso a personas sospechosas y el que, en general, puso en juego más prácticas sensacionalistas. Visión 7 en ningún caso dedicó más de 15' a estas coberturas y fue el medio que mostró una estructura laboral más democrática, con un 44% de personal femenino entre periodistas, corresponsales y columnistas. La radio –junto con los medios digitales- fue el soporte en el que menos veces los asesinatos fueron enfocados como temas de violencia de género (2%) y donde se observó un mayor equilibrio entre las fuentes femeninas y masculinas consultadas (40% y 60% respectivamente). A la vez, junto a Visión 7, fue el soporte que registró más comentarios críticos hacia las coberturas sensacionalistas. Estos aparecieron en las tres radios analizadas –AM Mitre, AM Continental y FM Metro-; sin embargo, en las dos primeras también hallamos estrategias sensacionalistas de cobertura con frases como "estremecimiento que consume a toda la sociedad”, "hecho tan aterrador que no hay palabras para describirlo", “todos consternados por el caso Lola”, entre otras. Es decir que si bien el La televisión fue uno de los medio pudo reconocer, y cuestionar, hábitos inadecuados de cobertura, no pudo evitarlos en la soportes- junto a la gráfica- donde práctica cotidiana. aparecieron las escasísimas menciones al marco norma vo de En gráfica, como mencionamos antes, se registró el derechos humanos en general y de más alto porcentaje de entrevistas a especialistas en violencia de género (56%); mientras que también hubo violencia y niñez en par cular; sin coberturas sensacionalistas en Clarín y Diario Popular. embargo, las mismas se hicieron no en el contexto del análisis de los En digital, por el contrario, fue el soporte en el que fueron casos en sí mismos, sino como entrevistadas menos personas especializadas en parte de la mirada crí ca violencia de género (sólo 2%), junto a la radio; y, a la vez, donde fue más grande la brecha de género entre las –específicamente de la TV Públicahacia la cobertura que otros personas entrevistadas: sólo 19% de mujeres y 57% de medios hicieron de estos temas. varones, el resto no fue posible identificar el género. Todos los soportes y casos Una de las características de todos los soportes y casos fue el importante espacio que se dio en la tapa de la prensa gráfica: 34% de las coberturas estuvieron en primera plana y se les dio muchísimo aire en la televisión y la radio, lo cual es positivo en cuanto a la importancia que se está dando a los temas aunque, como vimos, muchas de estas coberturas respondieron a una estrategia comercial para sostener temas de alto rating, incurriendo en muchísimas malas prácticas. Otra característica común a todos los casos y soportes fue el hecho de que el 89% de las coberturas fueran realizadas en el formato periodístico de noticia, lo cual se completa con que sólo el 1% fueron investigaciones. Si bien creemos que las buenas o malas coberturas desde un punto de vista de género no dependen de la extensión, ni del género periodístico, sino del enfoque adecuado (podrían publicarse tanto una noticia breve como una investigación con o


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sin perspectiva de género y enfoque de derechos), es Si bien es destacable que ya no cierto que si se dispone de mayor espacio hay más sea u lizado el término “crimen posibilidades de entrevistar a personas especializadas que colaboren en la contextualización y comprensión pasional” como explicación de este del tema. po de asesinatos, estamos aún muy lejos poder abordar estas Es de destacar la ausencia de un lenguaje inclusivo en coberturas en el marco de la prácticamente el 100% de las coberturas y el no cuestionamiento, por parte de ningún medio, del violencia de género. Poder analizar término “fiesta sexual” para referirse a una situación en la posibilidad de que si una mujer, la que hubo violencia y asesinato. Reiteramos, el hecho adolescente, o niña es asesinada, de que una persona participe en un evento social en el esto pueda estar vinculado a las que pueda haber consumo de drogas legales e ilegales desiguales relaciones de poder que y sexo compartido de ninguna forma puede ser causa, o hacen creer a los varones –a través explicación, del asesinato de la misma. de la constante reproducción de la En relación a la composición laboral de las redacciones violencia simbólica en la que pudimos recabar -y que arroja un 30% de mujeres y educación, la cultura y los mediosun 70% de varones entre periodistas, columnistas y que pueden tomar y abusar del corresponsales-, da cuenta de que aún estamos muy cuerpo y la vida de las mujeres. lejos de alcanzar la paridad, que sería lo deseable para una equilibrada y democrática representatividad. Más allá de que no es posible mencionar con contundencia que la mayor representación femenina garantiza una mayor perspectiva de género –hay aún pocas investigaciones al respecto, más allá del PMG ya citado-, creemos que la representación debe ser paritaria como expresión de las sociedades que habitamos. Por otra parte, consideramos que lo deseable es que la perspectiva de género sea asumida por todas las personas que integran las redacciones periodísticas, más allá de su género. Destacamos también la brecha de género en general de las personas entrevistadas: 25% de mujeres y 53% de varones, y la ausencia de personas trans en esta variable. Hay un altísimo porcentaje de coberturas abordadas como caso policial (88%); un bajo porcentaje como problemática social (10%), que mayormente responde a un enfoque de inseguridad ciudadana; sólo un 7% de coberturas en las que se habla de violencia de género; un 1% de las mismas que hacen referencia a “crimen pasional”; y las fuentes más consultadas para estas notas son las fuerzas de seguridad (12%) y el Poder Judicial (19%), y mucho menos las personas especializadas en violencia de género (sólo 3%). Se trata de indicadores que colaboran en la construcción de estas coberturas como casos policiales. Un análisis que hubiera puesto como eje la posibilidad de estar frente a casos de violencia de género, hubiera requerido aumentar la cantidad de especialistas en este tema que se consultan, conocer sobre este tipo particular de violencia, dar cuenta de las cifras de la misma, etc. Otro aspecto que destacamos es que el 20% de las entrevistas –realizadas a familiares y amigas/os de las personas sospechosas- cumplió la función de intentar desvincularlas de los crímenes, a través de testimonios que referían a su inocencia. Creemos que así como los medios no deberían denunciar a personas investigadas hasta que no se confirma su culpabilidad, tampoco deberían dar espacio a este tipo de testimonios que suelen ofrecer una imagen confusa y muchas veces falsa de las personas responsables. Se sabe por múltiples investigaciones sobre violencia de género, que los agresores suelen mantener vínculos sociales armoniosos que de ninguna manera hacen sospechar que puedan ser violentos al interior de sus hogares o con personas conocidas, o incluso desconocidas.


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Consideramos también negativamente la exposición a la que fueron sometidas las tres adolescentes a través de la publicación de fotografías, videos y mensajes que ellas habían posteado en sus redes sociales. También la exacerbación de la erotización y el erotismo a través de la selección de imágenes. Si bien, como ya mencionamos, la mejor práctica –en relación a la preservación de la identidad de ellas y de su entorno- hubiera sido que no se publicara ninguna clase de fotografía, si se decide hacer esto, podrían haberse presentado recortes de primeros planos. La presentación de imágenes de cuerpo entero, con poca ropa y en poses sexys, profundiza la representación de las adolescentes como objetos sexuales, es decir refuerza la violencia simbólica.

En relación a la forma que fueron representados los varones que de alguna manera estuvieron involucrados con los hechos, notamos una exacerbación en la culpabilización aunque no hubiera pruebas contundentes. En el afán sensacionalista por presentar los casos vinculados a situaciones de abuso sexual, muchos hombres fueron sospechados de victimarios, tales fueron los casos paradigmáticos de Hernán Tuzinkevich -esposo de la madrina de Lola Chomnalez- y Sergio Opatowski –esposo de la madre de Ángeles Rawson-, a quienes los medios estigmatizaron como posibles responsables de los asesinatos, presentando perfiles y relatos detallados de los mismos, y luego debieron retractarse. A la vez, se dio la palabra en reiteradas oportunidades a familiares y personas conocidas de estos “sospechados” para que pudieran realizar su descargo Aun hablándose en algunas sobre la culpabilidad de los mismos -esto se observó particularmente con los varios detenidos y luego pocas coberturas de violencia de liberados por el feminicidio/femigenocidio de Melina género, no fue problema zado el Romero- sin aclarar/explicar que la vida pública de los rol del varón más que como victimarios/feminicidas puede no tener tacha y no por vic mario. No fue analizada la eso dejan de ser culpables. construcción social y cultural de lo Sin embargo, prácticamente en ningún caso, aun masculino asociado a la violencia, planteándose la hipótesis del abuso sexual, las el control y la dominación sobre las coberturas derivaron en un análisis de fondo sobre esta mujeres. problemática, sus características, sus estadísticas y, lo más importante, su vínculo con la construcción de las 26 masculinidades hegemónicas . ¿Por qué son los varones los victimarios en las situaciones de abuso sexual y no las mujeres? ¿Qué relación hay entre el abuso sexual y la construcción de la masculinidad? ¿Por qué se da por sentado que el abuso sexual es parte de la expresión de las masculinidades?

²⁶ “Masculinidades hegemónicas” es un término u lizado por R.W. Connell para definir a un po de masculinidad iden ficada con los valores masculinos del patriarcado: poder, control, competencia, etc, y se define en oposición a otros pos de masculinidades –subordinadas y cómplices- que no cumplirían plenamente con la expresión de esas cualidades.


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Por último, destacamos negativamente el hecho de que el marco normativo de derechos humanos, violencia de género y niñez sea nombrado apenas en el 2% de las coberturas, y sólo por dos de los soportes: prensa gráfica y televisión y, en este último caso, como marco para la crítica de otras coberturas. La referencia a estas normas es fundamental para enmarcar estos casos en un enfoque que permita comprender que estamos frente a la vulneración de los derechos de estas adolescentes a la vida, a la no violencia y al cuidado. Este marco nos habría mostrado justamente el compromiso asumido por los estados en la protección de los derechos de mujeres y niñas, y en el combate a toda forma de violencia (más allá de que luego deba evaluarse el cumplimiento de las políticas públicas). Si los medios no colaboran en la mención y legitimación de estas normas, es posible que las mismas sean mucho menos apropiadas por la ciudadanía y, por tanto, se haga mucho menos reconocible en los vínculos cotidianos el compromiso con la protección y promoción de los derechos humanos. Conclusiones Mencionaremos ahora los aspectos que consideramos deben modificarse de las coberturas a partir del presente monitoreo. Una ausencia que consideramos crucial es la del enfoque del tema con perspectiva de género. En los casos de Ángeles Rawson y Melina Romero estamos frente a feminicidios, esto no es posible afirmarlo en relación al asesinato de Lola Chomnalez; sin embargo, en los tres, la cobertura inicial hubiera ameritado preguntarse si frente al asesinato de adolescentes, con presunción o confirmación de abuso sexual –como sucedió en los tres-, podría hablarse de violencia de género. Para poder esbozar estas hipótesis haría falta que conductoras/es, periodistas, columnistas y cronistas tuvieran conocimientos básicos sobre perspectiva de género y violencia de género pero, además –y esto es fundamental- que consultaran a especialistas en el tema que podrían justamente analizar por qué, ante cada situación, podríamos referirnos o no a este tipo específico de violencia. La consideración de la violencia de género implicaría, además, el abordaje del tema como problemática social, no como caso policial aislado: analizar los patrones de conducta que se repiten en situaciones similares, por qué ocurren y qué explicaciones da la teoría para los comportamientos de los feminicidas y de las víctimas. El abordaje de los temas desde una perspec va de género habría permi do disminuir el sensacionalismo de la par cularidad monstruosa de cada caso, para dar la pauta de comportamientos racionales y predecibles de víc mas y vic marios que colaborarían no sólo en la comprensión de los casos sino en la prevención de situaciones similares en el futuro.

Ligado a esto, destacamos la importancia de que los casos de violencia de género no cuenten exclusivamente con fuentes policiales y judiciales. Si bien, éstas son necesarias para relatar el devenir de las investigaciones, pocas veces pueden explicar el por qué de los hechos, o si pudieran hacerlo están inhibidas en general de revelarlo por el secreto de los sumarios. Se hace imprescindible ampliar las consultas a referentes de organizaciones de la sociedad civil y de la academia con experiencia en niñez, adolescencia, abuso sexual infantil y violencia de género. Otro aspecto que surge como central del análisis comparativo de los tres casos es la fuerte carga moral y el estigma de clase que influyeron en la cobertura de los mismos. Las vidas de las tres adolescentes no fueron valoradas de la misma forma, sino que se establecieron categorías de víctimas buenas (Angeles Rawson), malas


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(Melina Romero) e inmaculadas (Lola Chomnalez). A En el pasado nos más alta clase social, mayor apego familiar, mejores enfrentábamos no sólo a promedios escolares y menores sospechas de vínculos amorosos, mayor fue la valoración de cada coberturas inadecuadas sino a la una desde los medios de comunicación. En forma invisibilización de los temas por inversa, en tanto evidenciaran administración parte de los medios. En la autónoma de vínculos sexuales y amorosos, problemas familiares y desvinculación del estudio, sus actualidad, la cobertura es profusa vidas eran desmerecidas. Esto fue llevado al extremo –incluso exageradamente- y se han de no cuestionar el hecho de que algo que se inicia mejorado algunos indicadores como una fiesta puede dejar de serlo si una persona es –como la casi no mención al asesinada en ella. “crimen pasional”-; sin embargo todavía es necesario mejorar Esta construcción de víctimas diferenciadas por la valoración moral de las mismas, se realizó además a mucho la forma en que los medios través de la exposición de su intimidad y la de su dan cuenta de estos temas. entorno. Tanto las víctimas –como sus familias y amistades- y los posibles pero no confirmados victimarios fueron expuestas/os con obscenidad por la mayoría de los medios, sin ningún tipo de precaución o prevención, probablemente sólo guiados por la posibilidad de aumentar el rating. Destacamos además que muchas de estas prácticas de cobertura viciosas o inadecuadas se dieron a través de marcas de sensacionalismo habituales cada vez más en el periodismo, pero no por ello menos nocivas. Estrategias que apuntan a generar impacto, conmoción y sensaciones de todo tipo en televidentes, oyentes y lectoras/es, y que –en sentido opuestoresienten la reflexión y comprensión de los temas. Es de destacar que estas prácticas se dieron en el contexto de coberturas de asesinatos de niñas/adolescentes, frente a quienes los medios deberían haber sido mucho más cuidadosos, no sólo porque hay normativa sobre el tema sino porque es lo que indica la ética periodística: la no vulneración de los derechos humanos. Sin embargo, fue vulnerada la privacidad de las tres publicando imágenes, videos y textos posteados en sus redes sociales y las de sus amistades y familiares; se habló sin reparos de cómo se vestían, cómo eran, qué hábitos tenían, y se hurgó buscando la misma información entre sus círculos cercanos. A la vez, no hubo consideración en profundizar las hipótesis de los abusos sexuales –dentro y fuera de las familias-, incriminándolas a ellas y a su entorno sin pruebas; y se ofreció la palabra a posibles victimarios, y a sus entornos, para que argumentaran su desincriminación. Es decir que a la vez que se expuso innecesariamente a muchísima gente –particularmente familiares y personas conocidas de las víctimas- se ofrecía la posibilidad de ofrecer argumentos de no implicación, evidenciando que lo relevante era el desfile de personas sospechosas frente a los micrófonos pero no la resolución y comprensión de los casos sin vulnerar los derechos de las personas involucradas. Frente a esta descripción de prácticas inadecuadas, destacamos el espacio ofrecido a la cobertura de estos casos. Entendemos que las situaciones de violencia y abusos, particularmente sobre niñas y adolescentes, motivan cada vez más el interés de los medios de comunicación. Si bien es cierto que esta demanda se potencia en la medida en que las coberturas ofrecen la posibilidad de generar altos puntos de rating, creemos que es una buena oportunidad para mejorar las prácticas. En este sentido, destacamos el efecto protector de las noticias (Toledo y Lagos: 8) cuando se realizan coberturas adecuadas, que colaboran en la delimitación de los perfiles psicosociales


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y culturales de víctimas y victimarios –de tal forma de prevenir situaciones similares-; ayudan a comprender qué es la violencia de género, cómo y cuándo puede producirse, dónde podemos pedir ayuda para evitarla, etc; y, en definitiva, colaboran en la comprensión de las relaciones desiguales de género constitutivas de las sociedades patriarcales.


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Cómo realizar coberturas 5 adecuadas

E

n los últimos años en Argentina se ha realizado muchísima incidencia para mejorar la cobertura que los medios realizan de los temas de violencia de género. Esto en sintonía con literatura similar de otros países y regiones que focalizó particularmente en estas cuestiones como los primeros emergentes del incorrecto abordaje en general de los temas de género en los medios de comunicación. Recientemente han comenzado a sumarse también otros materiales que abordan el correcto tratamiento de otros tópicos de la misma agenda, como derechos sexuales y reproductivos, colectivos GLTTB, y participación política, entre otros. Violencia, sin embargo, es el argumento sobre el que más material se ha producido en las últimas décadas; razón por la cual entendemos que si aún continúa realizándose un abordaje inadecuado no tiene tanto que ver con la ignorancia sobre cómo abordar estas cuestiones, sino con que los cambios propuestos apuntan a la deconstrucción de las sociedades patriarcales y cuestionan las relaciones vinculares desiguales de género sobre las que nuestras sociedades se apoyan. No faltan herramientas para tratar adecuadamente estos temas, sino equipos profesionales que se las apropien. Y esta tarea está profundamente ligada a una revisión de prejuicios y cosmovisiones. Creemos que en esta dificultad de cuestionar los privilegios masculinos de las sociedades patriarcales radica la lentitud en la apropiación de las herramientas profusas que han sido producidas desde las organizaciones de la sociedad civil, los estados, las universidades y las redes de periodistas, entre otras instituciones y formas asociativas. Como un intento de colaborar en esta tarea, recordamos aquí algunos de estos manuales/decálogos y sugerencias que han circulado en Iberoamérica en los últimos años. Y, como fruto de la investigación de este trabajo sobre el asesinato de Lola Chomnalez y los feminicios de Ángeles Rawson y Melina Romero, haremos también a futuro desde Comunicación para la Igualdad, y en un trabajo colectivo con otras organizaciones y personas interesadas, nuestro aporte a mejorar el tratamiento en el tema en el caso específico de niñas y adolescentes.  Decálogo para informar sobre la violencia de género. Realizado por el

Diario Público, de España, en el año 2008. http://www.mujeresenred.net/spip.php?article1290  Decálogo para el tratamiento periodístico de la violencia contra las mujeres.

Realizado por la Red PAR- Periodistas de Argentina en Red. Por una Comunicación no Sexista- en el año 2008. http://www.artemisanoticias.com.ar/images/FotosNotas/Decalogo_PAR.pdf


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 Protocolo de la Federación Internacional de Prensa (FIP) para el

cubrimiento de la violencia hacia las mujeres. Realizado por la Federación Internacional de Prensa (FIP) en 2008. http://www.humanas.org.co/html/prensa/doc/PROTOCOLO.pdf  Síntesis de recomendaciones para la buena cobertura de los temas de

violencia de género en los medios de comunicación. Realizada por la Asociación Civil Artemisa Comunicación en 2009. http://www.artemisanoticias.com.ar/images/FotosNotas/Violenciavarios.pdf  El tratamiento de la violencia machista en los medios de comunicación.

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en Radio y Televisión de Argentina. 2013. http://www.obserdiscriminacion.gob.ar/wpcontent/uploads/2013/11/INFORME-FINAL-MONITOREO1.pdf  Decálogo para el tratamiento responsable de la violencia contra las

mujeres en los medios audiovisuales. Realizado por la Defensoría del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual de Argentina. 2014. http://www.defensadelpublico.gob.ar/es/tratamiento-responsable-violenciacontra-mujeres


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ASOCIACION CIVIL COMUNICACIÓN PARA LA IGUALDAD

La Asociación Civil Comunicación para la Igualdad es una organización de la sociedad civil de Argentina que promueve la igualdad de género en la comunicación. Fue fundada en febrero del 2012 por parte del equipo que creó e integró, hasta su cierre, la Asociación Civil Artemisa Comunicación entre el 2005 y el 2011, una organización pionera en Argentina en la promoción de la comunicación con perspectiva de género. Las áreas de trabajo de nuestra organización son la producción de información con perspectiva de género (reflexiones, debates y noticias); la capacitación en comunicación y género; el análisis y la investigación de medios; y el monitoreo de políticas públicas. www.comunicarigualdad.com info@comunicarigualdad.com.ar


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