La opinión teledirigida
Homo videns. La sociedad teledirigida.
“La opinión teledirigida”
Giovanni Sartori
Sartori dice que la televisión entretiene, relaja y divierte, cultiva al homo ludens. Después de haber “formado” a los niños continúa formando por medio de la “información”. La mayoría de la noticias terminan por ser deportivas, del corazón, lacrimógenas o sobre catástrofes.
El término video-política hacer referencia a uno de los múltiples aspectos del poder del vídeo. La democracia sido definida con frecuencia como un gobierno de opinión, y esta definición se adapta perfectamente a la aparición de la vídeo-política. La televisión condiciona fuertemente el proceso electoral, e, incluso, las decisiones del gobierno.
Las opiniones son convicciones frágiles y variables, y, la democracia representativa, es un gobierno de la opinión que se fundamenta en un público sentir de res publica.
Parece que la imagen debe estar repleta de contenidos; los contenidos televisivos son imágenes de acontecimientos, pero son también “voces públicas”. El problema es que en los sondeos de opinión las respuestas dependen ampliamente del modo en que se formulan las preguntas, y el que responde se siente forzado a dar una respuesta improvisada en aquel momento.
Las opiniones recogidas en los sondeos son, por regla general, débiles, sin contar las opiniones inventadas para asuntos que se desconocen completamente. Es verdad que algunas
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veces tenemos una opinión firme y sentida con fuerza, pero incluso cuando es así, no es seguro que la opinión que dictará nuestra elección de voto sea esa.
Por otro lado, tenemos el problema de la fácil manipulación de los sondeos, pues incluso la diferente formulación de la pregunta puede cambiar la respuesta. De todo esto se deduce que quien se deja influenciar por los sondeos, se deja engañar en la falsedad. Los sondeos no son instrumentos de demo-poder, sino sobre todo una expresión del poder de los medios de comunicación sobre el pueblo.
Sartori, como muchos otros, piensa que la sondeo-dependencia es nociva, que las encuestas deberían tener menos peso del que tienen, y que las credenciales democráticas del instrumento son espurias. Pero casi todos se rinden ante el hecho supuestamente inevitable de los sondeos.
Él dice que el gobierno de los sondeos se basa en opiniones desinformadas. Dicen que el mérito de la televisión es que informa, pero, informar es proporcionar noticias, y esto incluye noticias sobre nociones. Información no es conocimiento, por sí misma, la información no lleva a comprender las cosas, la información da solamente nociones.
También hay que destacar que la importancia de las informaciones es variable, ya que numerosas informaciones son frívolas y tienen un simple valor espectacular. Otras informaciones, por el contrario, son objetivamente importantes porque son las informaciones que constituirán una opinión pública sobre problemas públicos, sobre problemas de interés público.
También es necesario distinguir entre subinformación y desinformación:
Subinformación: es una información totalmente insuficiente que empobrece demasiado la noticia que da.
Desinformación: es una distorsión de la información.
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La subinformación y la desinformación tienen zonas de superposición y traspasan la una a la otra.
Lo que llamamos propiamente información de masas se desarrolla con la aparición de la radiofonía. Pero, hay que tener cuidado, porque a esta extensión cuantitativa le puede corresponder un empobrecimiento cualitativo. La televisión informa todavía más que la radio, en el sentido de que llega a una audiencia aún más amplia; pero la progresión se detiene en ese punto, porque la televisión da menos informaciones que cualquier otro instrumento de información.
En la televisión ahora son cada vez más abundantes las noticias locales y nacionales y cada vez más escasas las noticias internacionales. La fuerza de la televisión representa un problema. Tener siempre imágenes de todo lo que se habla se traduce en una inflación de imágenes vulgares.
La obligación de “mostrar” genera el deseo o la exigencia de “mostrarse”. Esto produce el pseudo-acontecimiento, el hecho que acontece sólo porque hay una cámara que lo está rodando, y que, de otro modo, no tendría lugar. El pseudo-acontecimiento es un evento prefabricado para la televisión y por la televisión. La cuestión es que la producción de pseudo-acontecimientos no se debe a ninguna necesidad objetiva, a ningún imperativo tecnológico.
La reducción-comprensión es enorme: y lo que desaparece en esa comprensión es el encuadre del problema al que se refieren las imágenes, porque ya sabemos que la imagen es enemiga de la abstracción.
A fuerza de subinformar, y a la vez de destacar y exagerar las noticias locales, terminamos por “perder de vista” el mundo y casi ya no interesarnos por él. Si el hombre de la calle no sabe nada del mundo, es evidente que no se interesará por él. El hecho de informarse requiere una inversión de tiempo y de atención; y llega a ser gratificante sólo después de que la información
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almacenada llega a su masa crítica.
La verdadera desinformación no es informar poco, sino informar mal, distorsionando.
Sartori parte de la basa de que, al menos en parte, la desinformación televisiva es involuntaria y, de algún modo, inevitable.
Después analiza las distorsiones informativas más importantes:
Falsas estadísticas: resultados estadísticos que son “falsos” por la interpretación que se les da.
Entrevista casual: el entrevistador al que se le manda cubrir un acontecimiento con imágenes pasea por la calle y entrevista a los que pasan. Se quiere hacer ver que es la voz del pueblo la que se oye, pero eso no es así, ya que las entrevistas están preparadas para no dejar nada sin atar.
Además de falsas estadísticas y entrevistas casuales, la desinformación se alimenta de dos típicas distorsiones de una información que tiene que ser excitante a cualquier precio: premiar la excentricidad y privilegiar el ataque y la agresividad.
Lo más grave de esta preferencia por lo espectacular es que viola el principio de toda convivencia: el principio de oír a la otra parte.
En la red, información, es todo lo que circula; por tanto, para Sartori, información, desinformación, verdadero, falso, todo es uno y lo mismo.
Parece difícil negar que una mayor subinformación y una mayor desinformación son los puntos
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negativos del tele-ver. Aún así la televisión supera a la información escrita porque se dice que “la imagen no miente”; pero esto no es así, ya que la televisión puede mentir y falsear la verdad igual que cualquier otro instrumento de comunicación. La diferencia es que la “fuerza de la veracidad” inherente a la imagen hace la mentira más eficaz y, por tanto, más peligrosa.
Sartori concluye con lo siguiente: “el video-dependiente tiene menos sentido crítico que quien es aún un animal simbólico adiestrado en la utilización de los símbolos abstractos. Al perder la capacidad de abstracción perdemos también la capacidad de distinguir entre lo verdadero y lo falso”.
III. El “homo videns”
La tesis del libro de Sartori llamado precisamente con ese nombre ( sugestivamente subtitulado la sociedad teledirigida) que glosaremos en sus puntos claves, se centra en la novedad que significa la realidad de informarse viendo y para desarrollar su idea utiliza metodológicamente una tipología basada en dos modos o mentalidades de hombre. El “homo sapiens” tradicional cuyo saber se desenvuelve en la esfera de los conceptos y concepciones mentales y el “homo videns” ( u “homo insipiens”,necio ignorante) que de alguna forma está suplantando al anterior, cuyo saber se ubica fundamentalmente en la esfera de la lo perceptivo concreto y su centro de atención primordial se encuentra en la imagen. La aparición de la televisión, como por supuesto
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de los todos los demás instrumentos posteriores en donde predomina la imagen ( videojuegos, internet, etc) modifica sustancialmente la naturaleza de la comunicación, pues la traslada del contexto de la palabra impresa o radiotransmitida al contexto de la imagen. La modificación es radical. Hasta hoy los acontecimientos que ocurrían a nuestro alrededor o en el mundo se nos relataban por escrito. Actualmente se nos muestran y el relato o la explicación e interpretación de lo ocurrido está sólo en función de las imágenes que aparecen en la televisión.
Dice Sartori..”...la televisión está produciendo una permutación, una metamorfosis que revierta en la naturaleza msima del homo sapiens. La televisión no es sólo instrumento de comunicación, es también “paideia”, un instrumento “antropogenético”, un medium que genera un nuevo tipo de ánthropos, un nuevo tipo de ser humano ” [1]
Nuestro autor fundamenta esta tesis basado en la premisa evidente de que los niños ven la televisión durante horas y horas, incluso antes de aprender a leer y escribir.
De esta forma la televisión se va transformando en la primera escuela ( generalmente la escuela divertida frente a la otra la escuela aburrida) y su impronta educacional, está asentada en imágenes de un mundo centrado en el hecho de ver.
Las personas se van volviendo sordas a los estímulos de la lectura y del saber transmitido por esa cultura escrita. De esta formas los estímulos a los que se responde son casi exclusivamente de carácter audiovisual, con el consiguiente empobrecimiento del horizonte vital.
Nuevamente citamos a Sartori” :El mensaje con el cual la nueva cultura se recomienda y se autoelogia es que la cultura del libro es de unos pocos, es elitista, mientras que la cultura audiovisual es de la mayoría. Pero el número de benificiarios, sea minoría o mayoría, no altera la naturaleza ni el valor de una cultura . Y si el coste de una cultura de todos es el desclasamiento esn una subcultura, que es además, cualitativamente “ incultura”) ignorancia cultural) entonces la operación representa solamente una pérdida. ¿Es tal vez mejor que todos seamos incultos a que haya unos pocos cultos? ¿Queremos una cultura en la que nadie sepa nada?. En definitiva si el maestro sabe más que el alumno tenemos que matar al maestro y el que no razona de este modo es un elitista. Esta es la lógica de quien carece de lógica” [2]
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La excesiva y unilateral cultura de lo audiovisual , produce, según Sartori, también un trastocamiento del universo en donde se sitúa el “homo sapiens”.La televisión implica una regresión, pues invierte la evolución de lo sensible en inteligible y lo convierte en el “ictu oculi”, en un regreso al puro y simple acto de ver. La excesiva producción de imágenes tiende a anular los conceptos y con ello nuestra capacidad de entender. [3]
De esta manera el lenguaje conceptual es sustituido por un lenguaje perceptivo concreto ,como hoy vemos notoriamente en los medios de comunicación audiovisual y en la calle, que no sólo es marcadamente empobrecido en relación al número de las palabras empleadas, sino también en cuanto a la riqueza de significados, es decir de capacidad denotativa y connotativa.
Contemplando el mundo en imagen, el hombre sitúa su pensamiento fuera de las cosas, como en el plano de un proyecto y esto le permite , entonces, configurar ese mundo de acuerdo a sus ideas alejadas de la realidad, ideas a priori, propias de las ideologías de cualquier tipo y con su voluntad de poder, ha dicho Juan Vallet de Goytisolo, a propósito de la importancia de la percepción en el derecho [4]
La dimensión primordial del “homo videns” que va suplantando paulatinamente al “homo sapiens”se realiza, entonces, en la esfera del “mundus sensibilis”, el mundo percibido por los sentidos y el “mundus intelligibilis se le aleja lenta, pero inexorablemente. Así la imagen de un hombre sin trabajo, no nos lleva a comprender las causas del desempleo masivo y a cómo resolverlo, de la misma manera que el hecho de mostrar a un hombre abandonando la cárcel no nos explica la libertad, ni la imagen de un enfermo nos hace entender a la enfermedad. [5]
Este “homo videns” se articula más bien con la noción de hombre puramente científica, de la que hablábamos al principio del artículo , en tanto su horizonte estrecho le impide acceder a universos culturales superiores.
Va de suyo que todo esto cambio en la manera de percibir las cosas implica una modificación profunda en relación a la vida política, ya sea por el problema de la configuración de la llamada “opinión pública”, el gobierno de los sondeos, la desinformación, la información desfigurada, la subinformación que tanto padecemos, en síntesis la video o telepolítica y su correlato en la
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acción de los gobernantes presionados por los medios masivos.
Está de más remarcar la interrelación que existe entre la paideia y la forma de la comunidad política, entre el espíritu de confusión creciente que implica el reinado de este “homo videns” y el bien común.
En definitiva el “homo videns” es un hombre incapaz de racionalidad, incapaz de sostener y menos aún de alimentar el mundo construido por el “homo sapiens”.
Nuevamnete citamos a Sartori :...los especialistas en los medios callan a ultranza, y su parloteo sólo nos cuenta la radiante llegada de un universo en vertiginosa evolución ..en el que todo individuo y toda realidad están destinadas a disolverse y fundirse. El hombre se ha reducido a ser pura relación, “homo communicans”, inmerso en el incesante flujo mediático...El vacío comunica vacío y el hombre disuelto en los flujos mediáticos está sólo disuelto” [6]
Un mundo construido fundamentalmente en imágenes resulta desastroso para la paideia del “homo sapiens” y tiende a conformar un pensamiento insípido, un clima cultural de confunsión mental y de crecientes ejércitos de nulos mentales. Esto a su vez permite que proliferen mentes débiles, que proliferan precisamente porque existe un público poco adiestrado a pensar. Los medios de comunicación de masas en este círculo vicioso premian a los estrambóticos, a la extravagancia, el fanatismo, el absurdo, la estupidez.
IV El ataque a la racionalidad. El postpensamiento
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Todo este flujo mediático termina atacando a la racionalidad. Por supuesto que el hombre necio e ignorante, el “homo insipiens” siempre ha existido y siempre ha sido muy numeroso. Pero hasta la llegada de los medios masivos de comunicación de masas estos se encontraban dispersos y por eso mismo eran irrelevantes, por lo menos en términos políticos.
Pero las comunicaciones crean un mundo “movible” en donde estos necios e ignorantes se pueden encontrar y reunir, y de esta manera multiplicar y potenciar. Baste ver someramente la cantidad de extravagantes de toda laya que pululan en las pistas de internet
Esta marea de multimedios anula el pensamiento y nos hace ingresar en cierta manera en los que nuestro autor denomina la era del postpensamiento
Dice Sartori : “El ataque a la racionalidad es tan antiguo como la racionalidad misma.pero siempre ha representado una contrarréplica, desde Aristóteles hasta nosotros.La fórmula de Tertuliano era :credo quia absurdum. Y le respond´çia y le superaba la Summa Theológica de Santo Tomás de Aquino que destila lucidez lógica. A su modo y de forma diferente, Pascal, Ruosseau y Nietzche han rebatido el cogito cartesiano. Pero ellos eran grandes literatos y en sus ataques al cogito formidables pensadores. Eran en definitiva no eran hombres bestia. En cambio sí lo son los exaltadores de la comunicación perenne. Lo que ellos proponen no es un verdadero antipensamiento, un ataque demostrado o demostrable al pensamiento lógico racional, sino simplemente una pérdida de pensamiento, una caída banal en la incapacidad de articular ideas claras y diferentes” [7]
El postpensamiento premia a la ignorancia, casi la considera una virtud, incluso a veces la presenta como expresión de un verdadero esprit de finesse que nos liberaría de la mezquindad que representa la aridez de la racionalidad, propio de un esprit de géométrie
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, De todas formas pensemos que hay luchar para remontar la cuesta luego de esta caída en el postpensamiento o alejamiento de la racionalidad, como lo ha llamado Sartori, pero ello no tendrá lugar si no defendemos a ultranza la lectura, el libro y la cultura escrita.
SARTORI, Givanni. Homo Videns,
El autor, en la primera parte de la obra, se ocupa de la actual preponderancia de lo visible sobre lo inteligible. Contempla como la revolución multimedia, está transformando al homo “sapiens”, producto de la cultura escrita, en un “homo videns”, para el cual la palabra ha sido anulada por la imagen. En todo ello, el papel determinante lo tiene la televisión, que priva a la imagen, lo cual lleva a ver sin entender que ha acabado con el pensamiento abstracto, con las ideas claras y distintas. La televisión está produciendo una metamorfosis en la sociedad. No es sólo un instrumento de comunicación, sino también, un instrumento que genera un tipo de ser humano nuevo. El video-niño se convierte en un adulto sordo de por vida a los estímulos de la lectura. La imagen por sí misma no da casi ninguna inteligibilidad. La imagen ha de ser explicada, y la televisión da explicaciones insuficientes y distorsionadas. Si la televisión explicara mejor, se podría producir una integración positiva entre “homo sapiens” y “homo videns”. No hay integración, sino sustracción y, por lo tanto, el acto de ver está atrofiando la capacidad de entender. La televisión, en la actualidad, es obsoleta, debido q que las nuevas fronteras son Internet y el ciberespacio; más la televisión al fragmentarse -por cable o vía satélite- entra en competencia con la red de redes. En la segunda parte, el autor, investiga la opinión teledirigida, y al referirse a la “vídeo-política”, opina que el pueblo opina sobre todo en función de cómo la televisión le induce. La vídeocracia está fabricando una opinión heterodirigida que aparentemente refuerza, pero que en sustancia vacía la democracia como gobierno de opinión. La televisión refleja los cambios que ella misma promueve e inspira a largo plazo y no refleja los cambios de la sociedad y su cultura.
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Las distorsiones informativas más importantes son: las falsas estadísticas y las entrevistas casuales. De la misma forma la desinformación se alimenta de dos distorsiones informativas: premiar la excentricidad y alentar el ataque y la agresividad. La visión en la pantalla del televisor es siempre tiene algo de falsa, pues descontextualiza, ya que se basa en primeros planos fuera de contexto. Y esta segunda parte finaliza alejándose que el vídeo dependiente tiene poco sentido crítico.
En la tercera parte, ¿Y la democracia ?, Se analiza sobre cómo la T.V. condiciona fuertemente el proceso electoral, ya sea en la elección de los candidatos, bien en su modo de plantear la batalla electoral, o en la forma de ayudar al triunfo del vencedor; como también, incide fundamentalmente sobre el gobierno y sus decisiones.
En relación al proceso electoral, en función de datos reales, concluye que “la televisión influye más cuanto menor son las fuerzas contrarias en juego, y especialmente cuanto más débil es (...) la canalización partidista de la opinión pública”, que la T.V. personaliza las elecciones de modo que, lo importante son los rostros antes que los discursos; que el poder del vídeo es menor cuando el voto se da a listas de partido y que adquiere toda su fuerza cuando el sistema electoral es uninominal; que la personalización es mayor en sistemas precidencialistas que en los parlamentarios; y, por último, que la vídeo-política tiende a destruir el partido, o por lo menos, el partido organizado de masas ya que “no se trata sólo de que la televisión sea un instrumento de y para candidatos antes que un medio de y para partidos; sino que además el rastreo de votos ya no requiere una organización capilar de sedes y activistas”.
Por ultimo, afirma que: “La verdad -subyacente a los pregones de noticias exageradas que la confunden- es que el mundo construido en imágenes resulta desastroso para la paidia de un animal racional y que la televisión produce un efecto regresivo en la democracia, debilitando su soporte, y, por tanto, la opinión pública”. De este modo argumenta que “no es verdad que la pérdida de la cultura escrita esté compensada por la adquisición de una cultura audiovisual. No está claro que a la muerte de un rey le suceda otro: también podemos quedarnos sin rey”.
[1] ibid, p.36
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[2] ibid, p. 40
[3] ibid, p. 47
[4] JUAN VALLET de GOYTISOLO,” Estudios sobre fuentes del derecho y método jurídico”, ed Montecorvo, Madrid, 1982, p. 95
[5] Un dato preocupante que trae a colación Sartori es la caída de los lectores, ya se trate de libros o aún de diarios. En España o en Italia un adulto de cada dos no lee siquiera un libro por año. En Estados Unidos entre 1970 y 1993 los diarios perdieron una cuarta parte de sus lectores.Por supuesto que puede existir una integración entre el “homo sapiens” y el “homo videns”, entre la imagen y la explicación razonada de ella. La cultura audiovisual y la cultura escrita se pueden integrar en una síntesis armoniosa. Pero este no es el caso de los medios televisivos en la actualidad comenta Sartori, El caso de internet es muy interesante, ya que como instrumento de trabajo es utilísimo, , pero el obstáculo se presenta en que el niño iniciado en la televisión al perder la capacidad de abstracción llega a internet desarticulado en su capacidad cognoscitiva, cfr p. 51 y 59 y ss.
[6] “G, SARTORI, “Homo...op cit, p. 146
[7] Ibid, p. 147.
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