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Fernando Favela Lozoya
Disciplina, amor a su profesión e interés por los otros
En su trabajo como constructor, Fernando Favela impulsó el uso de modernas tecnologías y novedosos procedimientos de construcción, además de preocuparse por los miembros de su equipo de trabajo, tanto en lo profesional como en lo personal. Además de su pasión por la construcción, también enfocó su trabajo en mejorar procesos, tener controles operativos y administrativos, evaluar las actividades y con ello alcanzar mayores metas de productividad en las empresas buscando estar a la vanguardia en todos los aspectos.
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El 13 de diciembre de 1927 nace en la ciudad de Durango Fernando Favela Lozoya, mi padre. Hijo de Gabina Lozoya y de Jesús Favela, fue el primogénito de cuatro hijos; le sucedieron Alicia, Jesús e Imelda.
Quedó huérfano de padre a la edad de 8 años, y desde entonces empezó a forjar su sentido de responsabilidad apoyando a su madre y a la familia para salir adelante, pero siempre con la idea de seguir estudiando arduamente para poder tener mayores oportunidades.
El destacar como alumno durante su tránsito por el Instituto Juárez de Durango, donde estudió la preparatoria, le valió el apodo de el Sabio Favela entre sus compañeros de clase.
Con su gusto por las matemáticas y el deseo de transformar y mejorar su realidad y la de su entorno, decidió trasladarse a la Ciudad de México para estudiar Ingeniería Civil en la Escuela Nacional de Ingenieros, donde obtuvo el título de ingeniero civil el 2 de octubre de 1953.
Durante su desempeño profesional, en 1950 tuvo la oportunidad de entrar a trabajar en ICA, empresa de ingeniería mexicana donde, desde el principio, participó en las grandes obras que empezaban a forjar el desarrollo de un México moderno.
Al poco tiempo se gestó otro de sus grandes logros: la familia Favela Vara. Se casó con Sonia Vara Melero en junio de 1956. Ella siempre estuvo a su lado y lo apoyó tanto en su carrera profesional como en su desempeño académico, su participación gremial y en todos los proyectos y locuras que se le fueron ocurriendo.
Comenzaron los trabajos fuera de la Ciudad de México, ya como familia; uno de los primeros fue en la fábrica de papel de Tuxtepec, en Oaxaca. El joven matrimonio se estableció en una casa de madera en medio de la selva, rodeado de toda clase de animales, y vivieron una serie de aventuras que escuchamos desde niños, como las travesuras del par de monos araña que le regalaron a mi mamá para que se entretuviera.
Años más tarde se le encomendó la construcción de la presa e hidroeléctrica de La Soledad en el río Apulco, en Puebla, donde reportaba al ingeniero Francisco Noreña. Además de haber sido una de las primeras obras monumentales de ICA, que entrañó la construcción de toda una ciudad para los trabajadores y sus familias en una geografía y clima compli- cados, y el levantamiento de una cortina de 92 m de altura, también marcó el crecimiento de la familia Favela Vara. Allí vivieron mis dos hermanos mayores, Fernando y Sonia; siempre se habló en casa de la gran etapa de Apulco, la convivencia y unión entre las familias y los retos que representaba vivir en una comunidad prácticamente aislada pero de gran compañerismo y apoyo. Me sorprendió encontrar el video de la construcción de la presa y ver las condiciones del terreno y lo que tuvieron que pasar durante la construcción (www.youtube.com/watch?v=2qZvMMof51c).
Siguieron varias obras importantes para el desarrollo del país en el transitar de mi padre por el área de construcción, como otras hidroeléctricas, carreteras, obras de riego para el Valle de México, la construcción del Sistema de Transporte Colectivo Metro y del Drenaje Profundo de la Ciudad de México. Sobre este último, recuerdo haber tenido en casa una réplica a escala de un escudo de perforación del túnel en terreno de limos y arenas, una pieza cuyo funcionamiento me costó mucho trabajo entender, a pesar de las diversas explicaciones que mi padre me daba. Me ayudó ver el siguiente video: www.youtube.com/watch?v=RnF7O7SPeeA
En su trabajo como constructor impulsó el uso de modernas tecnologías y novedosos procedimientos de construc- ción, además de preocuparse por los miembros de su equipo de trabajo, tanto en lo profesional como en lo personal.
Al mismo tiempo, la familia crecía y aparecimos en escena todos los hermanos; ya Jesús, Alejandra y yo (que soy la cuarta) nacimos en la Ciudad de México.
Poco a poco mi papá fue escalando niveles de responsabilidad hasta llegar a la Vicepresidencia Ejecutiva de ICA y ser la cabeza de diferentes áreas. Crecía en el ámbito profesional y nosotros lo veíamos cada vez menos, pero siempre estaba al tanto de lo que nos ocurría. Como nota curiosa, nos despertaba cantando para ir a la escuela, y nos hacía un delicioso y rápido masajito por las mañanas en que estaba en casa. También aprovechaba los domingos para llevarnos al mercado de San Ángel a desayunar o prepararnos él mismo el desayuno en casa.
Recuerdo especialmente su liderazgo del área internacional. ICA comenzó a exportar ingeniería a países de Centro y Sudamérica, y mi papá aportaba su experiencia en diversos proyectos, como lo hizo en la construcción del Proyecto Hidroeléctrico de Alto Anchicayá, en Colombia.
Recuerdo sus múltiples viajes a países como Ecuador, Colombia, Panamá, etc. Viajaba mucho en esa época, y se solidarizaba mucho con los mexicanos que vivían en el extranjero, a tal grado que organizaba un festejo prenavideño con ellos, aunque llegara el 25 a casa en la madrugada para desearnos feliz Navidad y comer con nosotros.
Además de su pasión por la construcción, también enfocó su trabajo en mejorar procesos, tener controles operativos y administrativos, evaluar las actividades y con ello alcanzar mayores metas de productividad en las empresas buscando estar a la vanguardia en todos los aspectos.
Tuve la oportunidad de darme cuenta de cuánto lo querían y admiraban en ICA, tanto por su exigencia en el aspecto laboral –llegaba a ser demasiado duro– como por su compañerismo y cercanía en todos los niveles, preocupándose de manera personal por la situación de los colaboradores. Eso sí, siempre cabían sus dichos de doble sentido y su habilidad para el albur fino. Muchos compañeros de trabajo y amigos recuerdan que inventaba versos no aptos para todo público, pero muy divertidos. En casa nos cantaba canciones, siempre en una versión apta para nuestros oídos infantiles.
Su trayectoria en ICA le permitió desarrollar su gran potencial. Creció profesionalmente con la empresa y tuvo la oportunidad de ser parte de la construcción del México moderno. Una de las últimas tareas que tuvo en ICA fue preparar a la empresa para su participación en el mercado bursátil, tanto en México como en Estados Unidos.
Al salir de ICA incursionó en el sector público y entró en la CFE como enlace con ICA, que construía la hidroeléctrica de Aguamilpa en Nayarit. También fue asesor en la Comisión Nacional del Agua y el Sistema de Transporte Colectivo Metro, en la Ciudad de México.
Paralelamente a su desarrollo como profesional en la construcción, estuvo siempre presente su pasión por la enseñanza y, dada su inquietud de devolver a la universidad lo que le había dado, inició su labor académica en la UNAM en 1967. Una materia que impartió durante muchos semestres fue Introducción a la Ingeniería, asignatura en la que despertaba la pasión de los recién ingresados –futuros ingenieros– con videos e imágenes de lo que ICA estaba construyendo. Varias generaciones de ingenieros pasaron por sus aulas y era frecuente que se acercaran a saludarlo cuando salíamos en familia, siempre diciendo: “Maestro, ¿se acuerda de mí?, me dio clases en la facultad”, y él siempre saludaba con cariño y se interesaba por saber en qué iba su carrera profesional.
Ocupó varios cargos en la Facultad de Ingeniería; fue jefe de sección –luego departamento– de Construcción, presidente de la Comisión Dictaminadora de Estudios de Posgrado y miembro del Comité de la Carrera de Ingeniería Civil. Fue profesor de varios cursos en el área de construcción en la División de Estudios de Posgrado y en la División de Educación Continua de la Facultad de Ingeniería de la UNAM. Tuvo un gran cariño por la Facultad de Ingeniería y la UNAM; fue consejero universitario de 1989 a 1992, aproximadamente, cuando hubo un periodo particularmente agitado en la máxima casa de estudios.
Era un gran convencido de que la educación era la base de la transformación del individuo, de su entorno y de la sociedad. Salía de casa muy temprano para llegar a CU a dar clases a las 7 h.
En 1979 ingresó en la ENEP Acatlán como profesor definitivo. También participó en otras universidades y escuelas de ingeniería en Querétaro, Coahuila, Puebla, Estado de México, Tabasco, Yucatán, Durango y Baja California, así como en la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura del Instituto Politécnico Nacional. Esta labor también trascendió al ámbito internacional, pues tuvo invitaciones de diversas universidades, principalmente de América Latina, para impartir cursos o conferencias.
Su labor docente fue reconocida al ser nombrado académico de número de la Academia Mexicana de Ingeniería.
Además de empeñarse en la formación académica de los alumnos, siempre estaba preocupado por cómo llegaban a clases, cuánto tiempo hacían en su traslado, si eran estudiantes foráneos y, sobre todo, si habían desayunado, pues decía que nadie puede tener buen rendimiento si alguna de sus necesidades básicas no estaba cubierta.
Demostró el amor a su profesión y la importancia que le daba a esta y al desarrollo de infraestructura en México al participar muy activamente en el gremio de la ingeniería civil. Se involucró en el Colegio de Ingenieros Civiles de México participando en varios de los consejos directivos y siendo presidente del XX Consejo Directivo en el periodo 1984-1986. Nos tocó vivir el sismo de 1985 desde el CICM. Mi papá se encontraba fuera de México cuando ocurrieron, pero viendo las noticias identificó rápidamente cómo se debía actuar de manera colegiada. Tardó un poco en poder regresar a México; sin embargo, con ayuda de todo el equipo, los miembros de las familias y los estudiantes e ingenieros voluntarios, se organizaron brigadas de revisión de edificios y estructuras y se pudo dar servicio a las personas más afectadas. Sobre todo, se dio seguridad cuando las casas no estaban afectadas o se recomendaba salir de los hogares por daños severos a las estructuras.
Como parte de su impulso al gremio de la ingeniería civil también participó en la Sociedad de Exalumnos de la Facultad de Ingeniería; fue presidente de la Federación de Colegios de Ingenieros Civiles participando en el programa “Escuela Digna” de nivel nacional con todos los colegios de ingenieros civiles del país; fue también presidente de la Unión Mexicana de Asociaciones de Ingenieros.
Coordinó el Comité Mexicano para la Práctica Internacional de la Ingeniería, fue miembro de la Comisión Técnica Consultiva de Ingeniería de la Dirección General de Profesiones de la SEP y miembro del Consejo Consultivo de Acreditación de la Enseñanza de la Ingeniería.
Participó en diferentes consejos académicos, como el de la Universidad de Puebla y el de la Universidad de Guadalajara; fue también consejero de la Asociación Mexicana de Caminos y miembro de la International Road Federation.
Dentro y fuera del país recibió distinciones de varias universidades y en algunas de ellas fue nombrado Profesor Distinguido.
Siempre apoyó a los ingenieros jóvenes impulsando sus carreras, especialmente a sus paisanos, como un hijo orgulloso del estado de Durango.
Ya retirado de ICA, manifestó su pasión por el aprendizaje y actualización continua cuando decidió estudiar la maestría en Construcción Pesada (que él mismo ayudó a diseñar), pues decía que tenía demasiado tiempo libre. Todos queríamos asistir a su examen, pero solamente le llevó a mi mamá la noticia de que ya había obtenido el grado; le dijo que no nos había invitado porque tenía miedo de que lo reprobaran.
En 1994 participó en los procesos de homologación durante la implementación del Tratado de Libre Comercio entre México, Canadá y Estados Unidos.
Disfrutaba mucho la música y en casa escuchábamos desde Chava Flores y Oscar Chávez hasta música clásica y ópera. No faltaba a los conciertos de la Orquesta Sinfónica de Minería y viajaba a Nueva York para asistir a la ópera con mi madre, a quien le hacía notar cuando algún cantante se equivocaba.
Siempre teníamos en casa los equipos de audio y video más avanzados, y cuando aparecieron los DVD desarrolló un especial gusto por coleccionar películas (llegó a juntar cerca de 200).
Otra de sus grandes pasiones fue el buen vino. Decía que si en México había una constructora de calidad internacional y una universidad de primer nivel también se podía hacer un gran vino que compitiera con los mejores del mundo. Logró consolidar este sueño al constituir la vinícola Château Camou, fabricando El Gran Vino Tinto, que fue el primer vino mexicano en ganar una medalla de oro en París.
En el aspecto familiar, siempre estuvo al tanto de cómo estábamos cada uno. Aunque trabajara y viajara mucho, confiaba en que en casa cada quien hacía lo que le tocaba compartiendo el liderazgo con mi madre y haciéndonos responsables, con especial énfasis en nuestros estudios. Siempre supimos que estaba ahí para nosotros, para apoyarnos y aconsejarnos en los caminos que quisiéramos tomar.
Ya con todos sus hijos adultos y con algunos de los nietos organizó varias vacaciones en familia, casi siempre para año nuevo. Le encantaba vernos a todos reunidos y celebrar juntos estas fechas, así se volvió una tradición. Entabló una relación especial con cada uno de sus nietos, con diferentes complicidades sobre todo con los que pudo tener más cerca.
Ya retirado por completo, teniéndolo más en casa, pudimos aprovecharlo en esta otra etapa de su vida siendo muy alegre, bailarín y cariñoso.
En febrero de 2022, el CICM le hizo un homenaje póstumo y allí pudimos convivir con varios ingenieros y amigos que se cruzaron en su camino. Fue especialmente conmovedor escuchar de primera mano tantas muestras de cariño y anécdotas que compartieron sus entrañables amigos; nos sorprendió el comentario del ingeniero Mauricio Jessurun respecto a su particular gusto por las corbatas “diferentes”.
A un año de su partida seguimos extrañándolo, pero siempre está presente de una u otra forma, sobre todo a través de los legados de disciplina, amor por lo que se hace, interés por los otros y compromiso con nuestro entorno para hacer de este un mundo mejor
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Sergio Morales Guillermo Clavellina