La escuela como institución total

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La escuela como institución total: Un acercamiento a la Institución Educativa Compartir Susana Lozada Osma María F. Hernández Cárdenas Universidad Nacional de Colombia

Resumen El presente trabajo pretende mostrar, a través del marco teórico que propone Erving Goffman en su texto Internados: ensayos sobre la situación social de los enfermos mentales, la vida cotidiana1 que se desarrolla en una institución total como lo es la escuela, concentrándonos principalmente en el caso de la Institución Educativa Compartir y sus estudiantes, con el fin de evidenciar las tendencias absorbentes que presenta un lugar de encierro que, como en este caso, está diseñado para niños. En ese sentido, el objetivo fundamental será dar cuenta de las principales características que presenta un lugar de encierro como lo es esta Institución Educativa, la cual nos parece importante de analizar a partir también del modelo pedagógico que está instituido, el cual poseen la mayoría de colegios distritales del país. Palabras clave: institución total, escuela, interno, estudiante, rol, disciplina, pedagogía, aula tradicional.

Introducción La Institución Educativa Compartir, ubicaba en el municipio de Soacha, es –a nuestro parecer- uno de los colegios que representa con mayor claridad el modelo pedagógico heteroestructurante o, como lo llamaría Bernstein en La estructura del discurso pedagógico, del aula cerrada o tradicional; en la medida en que sus reglamentaciones y –por ende- acciones coercitivas, dominadoras y represivas, son mucho más evidentes que en otros colegios con un modelo pedagógico opuesto al mencionado. Este modelo presenta rasgos y características muy afines con lo que Goffman denomina como instituciones totales, en tanto muestra una imagen de la escuela como un lugar en el que, aparte de enseñar saberes específicos (como sociales, lenguaje, matemáticas, etc.) y culturales (como religión y valores), se enseña a obedecer, cumplir y acatar normas con el propósito de formar individuos, puesto que se considera a los niños o internos como “sujetos inmaduros que deben ser disciplinados” (Henao, C. 2006) o como lo diría Juan Amos Comenio en la 1 Hablamos de “vida cotidiana” en este apartado, ya que consideramos que la vida escolar se convierte para los niños en parte de la rutina o diario vivir. Además, observamos el cómo las instituciones educativas consumen la mayor cantidad del tiempo diario de un sujeto en formación primaria, motivo por el cual nos parece pertinente tomarlo como una parte de la cotidianidad de los mismos.


Didáctica Magna, como cera maleable que debe ser moldeada y educada antes de que pueda ser corrompida. A lo largo de este escrito, intentaremos analizar la vida de los estudiantes o internos dentro de esta institución totalizadora, basándonos principalmente en el modelo pedagógico que allí está presente, el cual hace más evidente, y por tanto, más fructífero nuestro trabajo en torno a la teoría que propone Goffman sobre estos lugares de encierro con tendencias absorbentes, ya que muestra la incapacidad de los internos para cuidarse a sí mismos (Goffman, p.19) en este caso por su edad y, evidencia asimismo, la amenaza que podrían llegar a representar en caso de no pertenecer y prepararse en este lugar. Algunos estudiosos han relacionado la escuela con la fábrica, en el sentido en que allí se forman a los niños para reproducir los mismos modelos económicos, sociales, culturales e incluso políticos que se han venido reproduciendo al exterior de ella (como el trabajo de Bourdieu sobre Los poderes y su reproducción) y también porque en ambas existe continuidad en “la estructura de autoridad, la competencia, la rutina, la disciplina, la orientación temporal, el proceso discontinuo y la alienación relativa de las tareas del aprendizaje” (Wilcox; 1993; p. 204). De otro modo, se ha mostrado a la escuela como reflejo de las instituciones cristianas tales como la Iglesia, en donde los dispositivos reglamentadores son mucho más evidentes. Este encierro, por ende, hace que los sujetos se vuelvan más obedientes y se auto-coaccionen en torno a las reglas generales de la sociedad. No obstante esta obediencia les cuesta su intimidad y sus propios intereses. Finalmente, intentaremos aquí observar desde el escrito de Goffman llamado La presentación de la persona en la vida cotidiana, lo que se denomina allí como la actuación dramática, dentro de estos lugares de encierro y la máscara que son obligados a portar, la cual corresponde al rol de interno. Estas máscaras determinan evidentemente una fachada, apariencia e incluso modales de los sujetos y el medio en el que se desenvuelven, las cuales analizaremos a lo largo de este trabajo de manera paralela a nuestro propósito principal.

Metodología Para los fines de este trabajo, nos parece pertinente usar el mismo método de investigación que usó Erving Goffman a lo largo de su trabajo Internados: ensayos sobre la situación social de los enfermos mentales, es decir la etnografía, ya que es “ante todo, una propuesta descriptiva en la que el investigador intenta ser fiel a la hora de describir e interpretar la naturaleza del discurso social de un grupo de personas” (Wilcox; 1993; p. 96) Por ende, nuestra investigación pretende constatar de esta forma la experiencia del trabajo que realizó este autor en torno a estos lugares de encierro. Asimismo, lo hacemos para que nuestra investigación refleje con mayor certeza la realidad social y cultural que tiene este lugar, en tanto


consideramos que uno de nuestros mayores retos como sociólogas, es reflejar la realidad de los hechos y consideramos que la etnografía es un camino para lograrlo. Por tal razón, realizamos cinco visitas a esta Institución, en la cual pretendimos observar las dinámicas y prácticas que allí se desenvuelven, con el ánimo también de detectar las continuidades que tiene con lo que este autor canadiense definió como instituciones totales. En tales visitas, hicimos un registro escrito sobre lo que nos llamó más la atención de nuestro ejercicio de observación no-participante. Además, utilizamos la fotografía, tomadas por nosotras mismas, como herramienta de investigación, en la medida en que nos permite plasmar un instante de la “realidad” y, como dice Cartier, “(...) una fracción de segundo, una parte del significado de un hecho” (1952;9), puesto que las fotografías sólo representan lo cambiante, ya que captan lo aparente, lo que fue real y ya no lo es (Sontag S., 2012). Asimismo, consideramos que esta es una fuente de información muy potente, ya que como es sabido, ésta es también una herramienta de investigación de las ciencias sociales, que a pesar de estar relegada, ha posibilitado representar visualmente lo que se argumenta acerca de los fenómenos sociales que se estudian expresados en palabras.

El espacio escolar como una barrera hacia el exterior

Fotografía No. 1


Según lo define Goffman, las instituciones totales son lugares (como edificios, habitaciones, etc.) en los que se desarrolla regularmente una actividad y se generan tendencias absorbentes y totalizadoras (Goffman, p.17). La actividad que se desarrolla en esta Institución que nos hemos propuesto trabajar, está ligada evidentemente al proceso de educación de las personas que están en cierto rango de edad, en el cual se considera -desde la psicología y lo que Foucault llamó como saberes expertos- tienen una capacidad de aprendizaje mucho mayor. Estos sujetos son los que hemos construido social y culturalmente con el nombre de niñez o infancia, los cuales, si uno quiere hacer una revisión histórica desde el trabajo de Philiph Ariès en El niño y la vida familiar en el antiguo régimen, no son más que una invención de la época moderna y del Cristianismo Institucional. Estos niños, que después vendrán a concebirse también como estudiantes desde la creación de las lógicas escolares en el siglo XVI y XVII (Álvarez, F, p.90), empiezan a convertirse, desde esta institución educativa, en internos que tienen que pasar por un proceso educativo propicio para su edad, el cual comprende una serie de actividades (desde las más académicas hasta las más disciplinatorias) que los forma acorde a las expectativas que tiene la sociedad sobre ellos, es decir, las de “buenos ciudadanos”. Estas actividades pueden ser vislumbradas desde las clases en donde se enseñan en ocasiones saberes netamente académicos, tales como las matemáticas o como la biología, hasta acciones fuertemente coercitivas y coaccionadoras, como las formaciones, las filas, los castigos, etc., que los adecua más a la vida social, laboral y familiar. No obstante, trabajaremos con más detenimiento este asunto en el siguiente apartado de este escrito. El encierro que viven estos estudiantes, que ayuda asimismo a que realicen de manera más exitosa el aprendizaje que están dispuestos a recibir, se sustenta, por un lado, en la edad que poseen los internos, en la cual se considera no están aún lo

Fotografía No. 2


suficientemente preparados y disciplinados como para cuidarse a sí mismos y, por otro lado, por este proceso educativo que sólo puede ser generado en un lugar que contenga ciertas características (como el silencio, los implementos, el personal especializado, etc.), las cuales simbolizan, de igual forma, estas tendencias absorbentes de las cuales nos habla Goffman, características que sólo pueden ser posibles a partir del encierro, ya que intentan mostrar una imagen del mundo y de su propia esencia en la que la realidad exterior no puede interferir, porque, como lo afirma Goffman, estas instituciones “sostienen un tipo particular de tensión frente al mundo habitual, (...) y usan esta tensión persistente como palanca estratégica para el manejo de los hombres” (p. 26). Respecto al encierro que produce la Institución Educativa Compartir sobre sus internos-estudiantes, además del propósito principal de obstaculizar el contacto o interacción social de los estudiantes con el exterior por las razones que vimos anteriormente, encontramos que está edificado especialmente por muros altos y puertas cerradas, las cuales limitan el escape o la fuga de quienes quieren evadir estas normas de aislamiento. Es por tal razón, que la infraestructura de este lugar cuenta en su mayoría con muros de ladrillo de aproximadamente 3 metros de altura, los cuales limitan la salida de niños que están entre los 5-12 años (en formación primaria) y, por otro lado, con las vías de acceso debidamente cerradas (Ver Fotografía N° 2) que están vigiladas constantemente por una guardia de seguridad contratada exclusivamente para abrir las puertas a cierta hora o, en caso de que lo exijan, a personal particular autorizado por las personas que tienen mayor rango de autoridad, es decir, los directores y, quizá en alguna instancia, profesores de la institución.


Igualmente, desde nuestro trabajo etnográfico pudimos denotar la fuerte instauración de rejas en la mayor parte del espacio físico, empezando desde las aulas de clase hasta la salida del colegio. Por ejemplo, observamos la implementación de rejas incluso en la sección de los baños, la cual da también un aspecto muy similar a la de un reformatorio, un psiquiátrico o una prisión (Ver fotografía N° 3). Asimismo, denota una percepción de encierro de una manera más evidente y latente, en la cual se puede apreciar además a la Fotografía No. 3 infancia como una edad que está propensa al peligro e incluso, a ser peligrosa al estar en un estado de mayor -o completalibertad.


Por otro lado, y de la mano del tema acerca del panóptico expuesto por Foucault en su texto “Vigilar y castigar”, pudimos observar en esta institución cómo desde la oficina de la Rectoría y Coordinación había una vista que era más propicia para realizar un ejercicio de vigilancia sobre los estudiantes, en la que se podía tener una vista casi absoluta del plantel. Sin embargo, muchas veces los vigilados no son conscientes de que son observados (Ver ejemplo de la vista en la Fotografía N° 4). En este caso, podemos relacionar a las personas que hacen parte del cuerpo administrativo de la institución, con lo que Goffman define como personal supervisor y el cual Foucault afirma que tiene “(...) un estado consciente y permanente de visibilidad que garantiza el funcionamiento automático del poder.” (p. 185) que puede también, visibilizar todo lo que se desarrolla en este lugar bajo la figura de autoridad única (Goffman, p.19). Estas formas de vigilar y de examinar a los individuos son específicas del poder disciplinario, el cual tiene como objetivo “enderezar conductas” de los individuos separando, analizando y diferenciado las acciones de éstos; en pocas palabras, individualizando en tanto que “la disciplina fabrica individuos; es la técnica específica de una poder que se da en los individuos a la vez como objetos y como instrumentos de su ejercicio (…) es un poder modesto, suspicaz, que funciona según el modelo de una economía calculada pero permanente” (Foucault, p. 104) Finalmente, en este espacio se hace evidente lo que Fernando Álvarez Uría define como “la compartimentación de los movimientos en el espacio y el tiempo (…) [a través de] unos horarios marcados por timbres que sustituyen Fotografía No. 4 a los conventuales toques de campana” (1999, p. 90) como una característica especial de la escuela como institución total, en tanto allí se evidencia, por ejemplo, desde el timbre que marca el fin de una clase, el cambio de actividades y -por ende- de la repartición de los cuerpos en esta institución. Esta característica es una de las muestras más evidentes de la influencia del Catolicismo Institucional en la escuela, puesto que, como lo expuso Foucault en el mismo texto que hemos venido tratando: “(...) las órdenes religiosas han sido maestras de disciplina: eran los especialistas del tiempo, grandes técnicos del ritmo y de las actividades regulares.” (2002, p.138). Asimismo, Goffman muestra la importancia de la realización de actividades en cierto tiempo en estas instituciones totales, pues afirma que “todas las etapas de las actividades diarias están estrictamente programadas” (2001, p.19) tal y como sucede en esta escuela de Fotografía No. 5


Soacha donde están demarcadas desde la hora de la entrada, hasta el cambio de las clases, el recreo y, finalmente, la hora de salida.

Conversión al rol de interno: el ingreso a una Institución Educativa Dice Goffman que, cuando un individuo llega a una institución total, viene cargado de una concepción de sí mismo que había creado en el exterior (2001, p. 27). No obstante, plantea que para ser parte de un encierro, el interno tiene que pasar por un proceso que le obliga a despojarse de esta noción, en el cual la institución le genera unas profanaciones o mortificaciones del yo, en la que se le quita esta percepción de identidad o personalidad con la que venía, para implementarle una propia identidad creada por una institución. Estas mortificaciones pueden empezar por cambios que comprenden únicamente su fachada, y terminar en rutinas o acciones que transforman -incluso- algunos hábitos o pensamientos de los internos. Para el caso de la Institución Educativa Compartir, estas mortificaciones del yo inician principalmente por el cambio de fachada, que va desde el vestuario, el cual carga un valor netamente homogeneizante como lo es el uniforme. Así como se puede observar en la fotografía N° 6, todos los niños de esta escuela portan la misma ropa que los identifica y reafirma en su rol de estudiantes. Fotografía No. 6 Este vestuario está compuesto por un saco que lleva el escudo del colegio (como parte importante de su institucionalidad), una camisa blanca, pantalones y zapatos negros.


Otro de los cambios que genera esta Institución sobre los internos, es el hecho de instaurar un código a cada niño, que en unos casos va a suplantar su propio nombre. Estos códigos se encuentran en las listas de asistencia al lado del nombre del estudiante y en la base de datos. Además estarán presentes en caso de que el profesor o la Fotografía No. 7 autoridad los quiera usar como una forma de evasión frente a su nombre. Esto Goffman lo denomina como “una de las grandes mutilaciones del yo” (p. 31), ya que, a pesar de que no representa una pérdida física, el nombre es de las grandes pertenencias que tiene una persona como referencia a su ser o a su subjetividad. Para este asunto, preguntamos a varios de los estudiantes de la Institución el código con el que eran representados a lo largo de su vida dentro de la escuela, y ellos sin duda lo tenían presente. Parecía que ya era su segundo nombre: la niña de la izquierda es la número 08, el niño del medio es el número 11 y la niña de la derecha es la número 06 (Ver fotografía N°7).

Una de las características más relevantes en toda institución total, aparte del porte de uniforme y la asignación de código, es la de carnetización (Ver foto N°8) como designación de pertenencia al lugar en el que se está “internado”. Estos carnés presentan -en su Fotografía No. 8 creación- características muy similares con el libro de ingreso y expediente personal que se le genera a un recluso en el momento de ingresar a una cárcel, en la que se le exige, por un lado, una foto, además de un conjunto de datos que se consideran personales. No obstante, en este lugar la diferencia es que, en vez de recogerse sus datos penitenciarios y procesales, se recoge información de carácter menos judicial como nombres y apellidos, edad, número de tarjeta de identidad, curso, RH, etc. y todo ésto forja aún más la identidad personal que quieren instaurar estas instituciones totalizadoras sobre los sujetos, es decir, la de internos: el carné que certifica que se es interno/estudiante.


La disposición de los cuerpos y comportamientos disciplinarios del interno escolar Como menciona Foucault en el texto que hemos venido citando, desde la edad clásica hubo “todo un descubrimiento del cuerpo como objeto de blanco de poder” (p. 82). Desde esta época se ha reconocido la “docilidad” del cuerpo manipulable que al ser formado y educado, obedece y responde antes las fuerzas que se ejercen sobre él. Sin embargo, en el transcurso de los siglos XVII y XVIII los métodos y técnicas que hacen parte de las fórmulas generales de dominación y control del cuerpo humano, se han instaurado en formas de “disciplina” y, como es bien sabido, la escuela es el mejor espacio para reproducirla. Allí también se exigen unos comportamientos disciplinarios que implican el manejo de los cuerpos y los gestos. Vemos cómo en la mayoría de colegios los estudiantes son dispuestos en filas tanto en el aula como en los eventos de formación que se realizan en los patios, y este institución por supuesto, no es la excepción. A los estudiantes se los forma en dos filas, una para niños y otro para niñas, antes de salir a recreo y a la hora de ingresar al aula. Pues esta actividad les recuerda constantemente que deben seguir unas pautas de comportamiento que no deben ser abandonadas en ningún momento mientras se esté presente en la Institución

Fotografía No. 9

Fotografía No. 10

Asimismo, en tanto que el cuerpo humano es dócil y útil, es obediente. Porque “el cuerpo queda prendido en el interior de poderes muy ceñidos, que le imponen coacciones, interdicciones u obligaciones (Foucault; p.125) que son impuestas por la normativa de la institución y vigiladas para ser acatadas por el cuerpo docente y, en un rango mayor, las directivas. Tanto unos como otros, exigen

Fotografía No. 11


y controlan el buen funcionamiento del plantel educativo y un respeto inviolable ante su presencia, pues tuvimos la oportunidad de presenciar en varias ocasiones cómo los estudiantes debían ponerse de pie (Ver foto N° 11) al entrar al aula un docente o un administrativo y decir al unísono “buenos días profesora…” y luego sentarse y conservar el silencio.

Privilegios y castigos del interno por desempeño en la Institución


Por otro, está lo que Goffman denomina el sistema de privilegios que en este caso, es otorgado a los estudiantes por buen comportamiento y por rendir académicamente para lograr los objetivos propuestos por el docente. En la foto N° 12 observamos en el tablero “caritas felices” como un calificativo positivo al grupo que mejor desempeño ha tenido a lo largo de la clase. Cabe mencionar que es un trabajo cooperativo que los niños realizan allí. También observamos en una clase (ver foto N°13), a una docente calificando individualmente a quienes mejor han realizado la actividad propuesta por ella. Ella fue pasando por cada puesto verificando lo que el estudiante había contestado en su cuaderno y a partir de esto, dar puntos que los niños esperan en respuesta a sus labores. Esta actividad individual tal cual como la vimos, incita el nivel de competencia de los niños con sus mismos compañeros. Muchos de ellos terminaban rápido para sobresalir ante los demás, especialmente, ante su compañero más próximo.

Fotografía No. 12

Fotografía No. 13

Sin embargo, así como hay privilegios también existen los castigos que “se definen como la consecuencia del quebrantamiento de las reglas” (Goffman, p. 60). Puesto que en todo lugar donde esté presente la disciplina, “hay una manera específica de castigar, y que no es únicamente un modelo reducido del tribunal. Lo que compete a la penalidad disciplinaria es la inobservancia, todo lo que no se ajusta a la regla, todo lo que se aleja de ella, las desviaciones. (Foucault, p. 166) Por tanto, es castigable la no realización de las tareas, portar algo fuera del uniforme, agredir verbal o físicamente a cualquier miembro de la institución, utilizar aparatos electrónicos dentro de las aulas de clase, contestar “mal” o irrespetuosamente a un docente, entre otras. Los castigos se ejercen dependiendo


el nivel de la falta y va desde un regaño, la anotación del observador o una mala nota, hasta el llamado de los padres al plantel o la expulsión del mismo. Finalmente, damos cuenta cómo la escuela guarda varias continuidades con los centros de mortificación del yo y por eso la hemos adscrito a una institución total en tanto que “los espacios están acotados en función de las jerarquías y la secuenciación de las actividades. [Allí también están latentes] los silencios, las filas, los exámenes, la compartimentación de los movimientos en el espacio y el tiempo, los premios y las penalizaciones, el trabajo y la obediencia [que] van a conformar determinados tipos de personalidades” (Álvarez; p. 90)

La presentación del estudiante en una institución escolar En nuestro ejercicio etnográfico, pudimos observar y dar cuenta de los comportamientos y modos de ser de los estudiantes en su interacción dentro de la Institución, que a pesar de ser aparentemente un sólo lugar y único escenario, allí se presentan otros como, por ejemplo, el salón de clase, las áreas de recreo como los patios y, por qué no, los baños; estos diversos espacios condicionan, en alguna medida, el comportamiento de los estudiantes, puesto que podríamos decir que cada uno guarda unas normas tanto implícitas como explícitas que los niños muy bien conocen. En este apartado nos parece importante remitirnos al trabajo del sociólogo Goffman de “La presentación de la persona en la vida cotidiana” en el cual se expresa la interacción social bajo la metáfora de la vida cotidiana como una obra teatral, donde los individuos se presentan (actúan) ante los demás observadores (auditorio) en un escenario social determinado por una “puesta en escena” o “presentación” y posterior “representación”. Allí el autor define dos grandes regiones a los que el Fotografía No. 14 actuante, que evidentemente son los estudiantes, tiene lugar. Estas regiones son “todo lugar limitado, hasta cierto punto, por barreras antepuestas a la percepción” (1981; 117). Por una parte está la región anterior (front region) que es el lugar donde tiene lugar la actuación y por otra, la región posterior o trasfondo escénico (back region, backstage) donde “el actuante puede descansar, quitarse la máscara, abandonar el texto de su parte y dejar a un lado su personaje” (bid.; 123). En este sentido, queremos proponer aquí la región anterior como lo escenarios y


momentos en los cuales los estudiantes se presentan delante de sus profesores, donde claramente deben portar una máscara que reafirme una buena conducta en su rol de estudiante, como ocurre cuando están en el aula de clases (Ver fotografías N°, 14, 15 y 16).

Fotografía No. 15

Fotografía No. 16

En tanto a la región posterior, como los espacios de descanso y los baños, en los que no siempre está presente la figura de autoridad que presupone un profesor, éstos espacios se presentan como líneas de fuga ya que los estudiantes pueden hacer y decir cosas que normalmente delante de los docentes no es permitido, como jugar2, correr, Fotografía No. 17 hablar en voz alta; también está la utilización de aparatos electrónicos como celulares, con los cuales juegan y toman fotografías.

2 Generalmente los juegos que realizan en el recreo son juegos de simulación de peleas o juegos bruscos. Encontramos que no hay mucha diferencia en este sentido entre niños y niñas, pues ellas muchas veces también realizan este tipo de juegos.


Fotografía No. 18

Como observamos en la fotografía 18, en los baños los niños se expresan por medio de mensajes escritos en las puertas. Estos escritos tienen un contenido generalmente vulgar o de tipo “amoroso”. Pues este espacio se presenta como el más íntimo de toda la escuela al cual pueden acceder los estudiantes sin ser vistos por los docentes o por las personas a las que van dirigidos estos mensajes que suelen tener un destinatario específico; pues muchas veces el nombre va a acompañado del apellido o del curso en el cual está la persona en mención.

Como hemos venido resaltando, en la actuación sobre la escena convergen diversos elementos que vale la pena mencionar. En primer lugar, está lo que Goffman denomina como fachada (front), que es “la parte de la actuación del individuo que funciona regularmente de un modo general y prefijado, a fin de definir la situación con Fotografía No. 19 respecto a aquellos que observan dicha actuación” (ibid; 33). No obstante, en una institución escolar la fachada para todos los estudiantes, es la misma, pues la utilización del uniforme configura (Ver fotografía N°19), como lo hemos mencionado anteriormente, el rol homogéneo de estudiante. Entre tanto, hablar de la fachada personal de los estudiantes, implica mencionar dos conceptos que Goffman agrega allí. En primer lugar está la apariencia que son los “estímulos que funcionan en el momento de informarnos acerca del estatus social del actuante y de su estado ritual temporal” y por otro, los modales que son aquellos “estímulos que informan del rol de interacción que el actuante esperará desempeñar en la situación que se avecina” (ibid. 36) En este sentido, los estudiantes cambian tanto la apariencia como los modales dependiendo el lugar en el que se encuentren dentro de la institución. Pues en el aula de clase deben sentarse bien, portar el uniforme adecuadamente, estar bien peinados, llevar los zapatos limpios, las uñas cortas y sin pintar, etc.; mientras que en el descanso suele haber un cambio en la mayoría de estos aspectos, en la medida en que en este escenario hay un poco más de flexibilidad y de “libertad”. Asimismo, nos atrevemos a reafirmar la postura de este autor cuando dice que “se espera coherencia entre el medio, la apariencia y los modales” (ibíd.; 37)


Conclusiones La Institución Educativa Compartir, a partir de su modelo pedagógico heteroestructurante, presenta una afinidad mayor con lo que Goffman define como instituciones totales, en tanto sus acciones coercitivas y, por ende, mortificadoras del yo, son mucho más evidentes que en colegios que manejan la pedagogía autoestructurante o dialogada. ● La escuela puede ser también considerada como institución total, en tanto contiene lo que denomina Goffman como tendencias absorbentes o, en otras palabras, “absorbe parte del tiempo y del interés de sus miembros [los estudiantes] y les proporciona en cierto modo un mundo propio” (p. 17) Además guarda muchos elementos en común como el sistema de disciplinamiento, el sistema de premios y castigos, y diversos mecanismos de control y vigilancia coercitivos que logran llevar el buen funcionamiento de la institución. ● Aunque los internos de esta Institución no pasan todo el tiempo en este lugar, en el momento en que están allí (que es sin embargo un rango apreciable de su totalidad de tiempo) se ven envueltos por dinámicas propias de las instituciones totales, en tanto, por un lado, se les obstaculiza el contacto con el exterior, y por el otro, se genera un discurso en torno a la justificación de su encierro y a la actitud que deben tomar allí dentro, la cual les genera una nueva identidad. ● La nueva identidad que adquieren estos internos o estudiantes, inicia, por un lado, por el cambio de su fachada a partir del uniforme, los modales y apariencia que deben ejercer de acuerdo al espacio o escenario en el que se encuentren y la transformación de su nombre por un número (que es el código que poseen en las listas de asistencia) Por otro, a partir de una nueva presentación de sí mismos a través del carné que los muestra desde su rol de estudiantes, el cual dentro de la institución, pasa a ser su único rol. Este rol que los empieza a definir gran parte del tiempo, y que es un rol inamovible e intercambiable dentro de la institución total. ●

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Disponible

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