COMUNIDAD DE LAS SERPIENTES | AGOSTO 2013

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LOS SALVAJES EDICION DIGITAL #1 AGOSTO 2013

Escritos: Molly Scotland Valentina Astudillo Soledad Gonรงalves Jim Lennon Nicolรกs Camiscia Florencia Moreira Nicolรกs Benitez Lucas Gentile (Psicodelia Nocturna) Luciano Rajoy Nicolรกs Trece

Arte de tapa e Ilustraciones: Lupo Caos


MOLLYSCOTLAND

C art(a) al m uch acho de e sp aldas

Me basto solo con verte una vez, injusticia quizá, para que deformes mi cara cada vez que alguien se atreve a nombrar alguna silaba de tu nombre. No te lo mereces y lo sabes. Pero acá me tenes, escribiendo casi sin pensar todo lo que te pienso. Todas las monedas de mi fuente te las llevaste y aunque no tenga tantos inviernos se que vas a volver, tenés que darme el cambio. No se cual es tu nota, no se que estribillo es el que quedo en el espejo de tu mente, pero me encantaría hacerte notar algunos de mis versos sin rima, para que puedas volver. ¿Ya te pedí que vuelvas no? Espero no sea mucho repetirlo. Es una controversia, porque quizá ame mas tu recuerdo que tu presencia. Será cuestión de averiguarlo. Entrá por la ventana. Todo lo que yo conocía se lleno de sales humanas, ninguna capaz de erosionar mi video en super 8 de tus mejores sonrisas. Y no te quiero mentir, eras tan adorablemente sutil. Que yo jamas te pedí más que solo un abrazo en cada encuentro. Debí pedir más.

No te vayas, no me dejes. No te mueras, que quiero ser yo quien cabe tu tumba. Mi felicidad antes era verte en los días grises y silenciosos, ahora solo se me ocurre espiarte por la ventana. Y aconcejarte, no estes acompañado, conmigo cerca es mejor estar solo...


VALENTINAASTUDILLO

En Sile n cio En estas horas de nostalgia te recuerdo en silencio. Con la simpleza de la noche distante, me dejo corromper por tu ausencia, que se va transformando en el más frío de los recuerdos. Es así cuando me encuentro cayendo, sin consuelo, en un lúgubre abismo, y en la inmensidad de la oscuridad suspiro martirio. A pesar, de que todavía conservo el sabor de tus palabras vacías sobre mi piel, lo furtivo de nuestro amor, y el desdén que dejó el adiós, busco remediarlo para que el perfume de tus besos perdure por siempre en mi.


Llaman Llaman, Llaman, llaman. Me la paso atendiendo, pero nunca encuentro respuestas del otro lado. Ni siquiera dan nombres. No encontraba la forma de descifrar su necesidad impune de llamar. Hace poco se me ocurrió leerles unas cartas que encontré en el altillo. Parecían atentos a las aventuras que relataban esas viejas cartas, ya de papel amarillo. Pero solo recibí suspiros. La inquietante duda me acompleja, me desgarra. El silencio me destroza. El mate se enfrió otra vez, necesito más amor.


SOLEDADGONÇALVES

K ilos de b Y de repente se hace la luz. Una señora mayor me mira desde el otro lado de la ventana, viste un camisón rosado con puntillas blancas y pantuflas. No sé como reaccionar, primero me asusto; me detengo en sus ojos, blancos o celestes, algo anhelan. Ahondan y penetran en lo profundo de mi espíritu quieto. Como una esfinge, de actitud reservada o enigmática, me resquebrajo para desarmarme más tarde en mil partes. Recuerdo que a los quince años me parecía osado que me dijeran que me quedaba mucho por vivir. Hoy siento que fui absurda la mayoría del tiempo y que todo fue un gran cúmulo de ideas y acciones erróneas que canalizaron descuidadamente en lo que soy hoy. Cada minuto de mi vida fue intenso, cruel, voraz. Hoy no me bañé; últimamente, todos mis días vienen siendo a prueba y error. Salí cuarenta minutos para ver la luz del sol. Una luz brillante, perfecta, hubo viento, ni frío, ni calor. Me gustan los días que rememoran alguna vivencia pasada. Pequeñas reminiscencias solares

que repercuten, impactan contra la memoria y ruegan por el regreso de un ser querido que ya no está. Bailando en la escala musical están vos y tus ultrasonidos. Un grito ahogado se propaga en forma de ondas elásticas, mi cerebro lo percibe, llega de lejos, aumenta su volumen gradualmente y me prende fuego por dentro. Es ahí cuando abro los ojos. No estás, claro, como en el sueño, entre nota y nota. Estás ajeno, en otro lado, no te puedo abrazar; pero lo pretendo. Es el cuarto disco que casi llega a su final, mi estómago sufre hambre nuevamente, es la ansiedad, mis ojos quieren cerrarse y yo insisto, deben seguir. Hasta que las velas no ardan, hasta que llegue la hora de levantarse y partir.



JIMLENNON

Qu ejid o “A ver si en una de esas, ellos se mueren primero” le escuché decir a mi viejo hace no sé cuanto. Cuando uno es chico, todo le parece maravilloso, todo le parece mágico y no parece importante buscarle un sentido, una lógica. Me acuerdo que en invierno, en días de frío, como hoy, aprovechaba a la noche y me hacía un fuerte con las frazadas. Una vez, la única vez que pasó, me encontré un trébol de cuatro hojas –que ironía, dicen que es de la buena suerte, y en mi vida pegué una- en fin, encontré un trébol de cuatro hojas y me lo metí en la nariz, te juro, hasta ahora no lo vi salir, quizás aún esté ahí. Ahora de grande, igual no te importa nada, te basta con tener 25 pesos para la birra, y una mina al lado. Es gracioso, te olvidás después que la birra ya te la tomaste, y que esa mina que tanto te quería se fue con un tipo que tenía la cara un poco más ordenada que vos. Y te acordás que la semana pasada te había presentado a los viejos, y ya te la estabas cogiendo en su pieza, y ahí pensabas –todo va a estar bien, de hecho, todo está bien, no hay motivos para que no lo esté. Te das cuenta, ¿no? Fueron,

son y serán nada. Y ahora, ahora que estás solo, te quejas de toda la mierda, te quejás de que te tenés que masturbar, del tiempo perdido y de los buenos momentos “alpiste, perdiste” te resuena en la cabeza a cada momento. En la escuela te enseñan que vos podés ser lo que quieras, que con esfuerzo y esperanzas todo se consigue, que todo se logra, esa es, y me atrevo a decir, una gran y vil mentira. Te hablan de fuerza, coraje, felicidad, más no hablan de la depresión, la soledad, y las miles de personas que hoy en día mueren por no haber tenido una mano al lado. Te dicen que la vida es un desastre maravilloso, otra mentira más, para algunos la vida es maravillosa, para otros pocos es un desastre, y para vos, tenés suerte si a eso le podés llamar vida. Entonces, ahora te digo, malditos los felices, malditos los ganadores, malditos los que aguantan, los que persisten, los que sueñan, los que tras luchar contra viento y marea, llegan al sueño prometido, malditos todos y cada uno de ellos. Benditos los fracasados, los muertos, los que decidieron no seguir, los que tragaron tanta mierda que se ahogaron, los que supieron aceptar que nacieron para


perder y vivieron solamente para morir. Yo, soy un fracaso. Me decís entonces “por qué no la hacés fácil, porque no te volás la cabeza, es sencillo y rápido”. No, yo prefiero fumarme un pucho, morirme despacio, a ver si en una de esas… ellos se mueren primero.


El b úh o d el C r uce Va rela

Nicolás Altamiranda, escritor y filosofo de los confines del Barrio Triste, también fue el constructor de los muros invisibles que espejan Florencio Varela para con los demás partidos. Dicen, cuentan, relatan las turras del bulo de turno, que le vendió su alma al Buhonero del Cruce, personaje mítico de esta ciudad. Nombran los viejos del bar al Buhonero, al fantasma melancólico, él se ganó el mote al salir solo con el cantar de los búhos. Muchos habían sido engatusados por éste, y el ilustre Nicolás no fue la excepción, el trato era simple y siempre el mismo “vos me das tu alma y yo te doy lo que quieras, pero dentro de diez años vengo y te llevo de las patas al infierno”. Así fue como Nicolás apareció en cuanta cosa se les ocurra, desde el compositor de tangos del polaco Goyeneche, hasta creador del Dadaísmo. Enamoró a mil mujeres, trompeó a cientos de otarios, escribió las mejores prosas y viajo por todo el mundo, desde Ucrania hasta la isla de Pascua, todo sin salir de Varela. Era prolifero por miedo, tennía las cuentas hechas, pero no quería estirar la pata, así que dejó un poco de sí en cada obra, para cuando se fuera trepado a al-

guna piedra. Dio idas y vueltas, más idas que vueltas, y dejó su marca en cuanta cosa pudo, pues así se llega a vivir eternamente, o al menos así le dijeron los inmortales de La Esmeralda. El Buhonero le tocó timbre una mañana de marzo, hacía un frío terrible, habían pasado diez años desde su primer encuentro, Nicolás ya sabía lo que se le venía, por eso no se quejó, le abrió la puerta cordialmente, lo invitó a pasar, le ofreció café y parlotearon sobre cuanto habían hecho en estos diez años. Nicolás le pidió que no se lo llevara hasta no haber terminado de leer el suplemento deportivo del Mi Ciudad. A Nicolás lo vieron salir detrás del Buhonero, con un pucho haciéndole eco al sol, lo vieron subir al 148 y pagar 1.50. Nunca lo vieron volver. Después de que Nicolás se fue, los vecinos le cambiaron el nombre al Barrio Triste, lo cambiaron por uno que nadie conoce, para que nadie lo encuentre. Me dicen que lo vieron irse para no volver, me dicen que lo vieron irse sonriendo.


“Mientras a uno lo recuerden cuando se vaya, uno es inmortal” – Nicolás Altamiranda.



NICOLASCAMISCIA

Con v -e- rsa ci贸n pr imari a Es largo el camino lo busco, lo descubro, tengo mis formas y mi meditacion leo, busco, me intereso, descubro, me lastimo y sano. Cada tanto juego con mi personalidad para buscar mi comodidad. Cada tanto miento para encontrar mi verdad juego un poco y me trato de arriesgar. Solo un poco mas para descubrir y perder aunque sea solo un poco mas. -Soy sincero, la vida es un poco de vivir y un poco de sufrir. Se vive sufriendo y se vive para sufrir, se aprende sufriendo y se sufre sabiendo que las cosas fueron asi, Se vive en la ignorancia pero no se debe vivir de la ignorancia. Se vive sin mas al fin y se sigue esperando vivir-


FLORENCIAMOREIRA

LOST Oscar produce ondas sonoras con un rollo de papel madera. Tiene la mirada perdida y la sonrisa forzada. Intenta estar bien. La semana pasada Melisa lo dejó, simplemente se fue, desapareció de su vida, su primer y único amor y ahora teme romper los cristales de la casa y se inventa un mundo, un mundo como el de su infancia. Sin embargo su sombra se proyecta en la pared más sombría que de costumbre, siente odio y ganas de romper todos los objetos de aquel maldito departamento. Él la odia. No, en realidad no la odia: es su mecanismo de defensa ante una situación irreversible, y duele, mientras los cristales se clavan y sangra, y pide ayuda, con los ojos pide ayuda, que se vuelven violentos y desoladores, como todo su ser, en aquel pequeño lugar al que él solía llamar ‘casa’. Él se odia a si mismo, como siempre lo hizo, quizás un poco más que siempre y maldice a Melisa con sus gritos, en voz baja, pero son como gritos, que descargan su humillación y desazón de encontrarse perdido.

Por momentos no, por momentos regresa la hermosa sonrisa de Melisa y esa sensación de protección, que invaden su mente a punto tal, que es capaz de llamarla a las cinco de la mañana. No pueden ser más que catastróficas sus acciones en este estado. Pero no es él, son esos deseos tan latentes de verla, que aparecen de pronto, y la respuesta certera del rechazo una y otra vez, lo vuelven a sumergir en las aguas oscuras, cada vez más, y más hondo hasta perderse en el fondo. Lo sé porque fui yo quien acarició sus cabellos plateados cuando se encontró perdido en un lugar tan recorrido por su cuerpo durante tantos años, Oscar, mi pequeño muchacho, abandonado y marchito, como las rosas en abril, no dejaré que te desangres. Pero Oscar ha tomado mi muñeca y la ha lastimado, y ahora se encuentra apretando mi cuerpo con una fuerza sobrehumana, lo miro a los ojos, y no es él, mi pequeño Oscar de hoyuelos en las mejillas, no es él. No sonríe, grita, en voz baja, pero grita, me grita a mí que intento protegerlo, descargando todo el


odio de encontrarse sin su amor. Perdido, ha de encontrarse perdido porque puedo ver que su mirada no es la de siempre, y su sombra no logra contraerse en la pared. Comienza a golpear mi pecho y vuelve el rostro de Melisa, el sillón vacío, la película alquilada y la falta de ganas de verla, sólo prevalece el deseo desaforado de romper todo, de romperse a si mismo que ya se encuentra perdido, en aquel pequeño lugar que solía compartir con ella. Pero Oscar me empuja, y no es él, no es el niño de las ondas sonoras con objetos contundentes, ni aquel, el de la sonrisa cálida y los periódicos en la mano, listos para armar figuras; ésta sensación desoladora lo ha invadido por completo haciéndole olvidar quien es. De niño todo era mas simple, no tenia que pelear contra este tipo de monstruosas sensaciones, que lo hacen sentir vivo, es verdad, pero perdido, y esa sensación lo arrastra a la locura y clava el cristal sobre mis brazos, desgarrándome a mi, que no soy Melisa, pero me gustaría serlo porque es tanto el amor que siento por ella, que no me importaría usurpar su cuerpo para sentirla eternamente. No puedo más que caer en la soledad de la habitación. Oscar, mi pe-

queño niño, ya no recuerda los barcos de papel ni disfruta de los árboles, los silbidos y el día: todo en cuanto prevalezca se ha reducido a Melisa - la ausente y arpía, Melisa- nombro suavemente con mis labios mientras me desangro en la oscuridad de nuestro espacio compartido, alguna vez, porque ahora estoy perdido, mi sombra me aterra, los objetos y el lugar ya no me resultan reconocibles, estoy perdido, y ni siquiera el niño que alguna vez fui puede salvarme.


NICOLASBENITEZ

E Logi O de la LL uvia

Vendrá la lluvia Entrara en los patios, las calles y en los pezones aplastados por un corpiño. Vendrá la lluvia y se llamara lluvia fresca agua de estado liquido. Vendrá la lluvia a levantarse en baldosas pisoteadas Una vez vimos la luna en el patio de la comunidad Y la lluvia era una soga de agua y luna. Un breve color azul vivía entre nosotros Y éramos niños drogados por la lluvia. Ahora estamos mojados, estamos al lado, estamos callados, estamos… Vendrá la lluvia volverá desarmando las luces del alumbrado público. Frente la emergente necesidad de movimientos nos dejamos abandonar.



LUCIANORAJOY

D é j à E n t e n d u. Me miraste a los ojos y recordé ese miedo de la infancia al contemplar las sombras inertes en el patio vecino. No había nada, ausentes los columpios, ausente césped; tu mirada estaba fría. Fría como la noche de verano en que nos reconocimos al descender por las escaleras eléctricas del subte. Hablamos largo y tendido y me dijiste que habíamos transcurrido hermosos instantes juntos. Mientras planteabas la anestesia, supe que al entrar al vagón y sentarme, volvería a estar solo. Solo decías las palabras, las inútiles, las trilladas, las absurdas últimas palabras que ya en muchas oportunidades habíamos dicho y tantas otras veces habíamos escuchado. Como si todo fuera parte de un sueño, de una memoria lejana. Incansable sospecha de ya haberte escuchado antes. Todas las veces antes. Tuve instantáneamente la inefable sensación que se tiene al vagar por las calles oblicuas repletas de basura. Sin rumbo. Sin sostén más que la seguridad del antes. De ese déjà vu que tantas veces habíamos soportado. Era un pozo con un fondo de papel que se había desintegrado al mero contacto entre mis oídos y esas palabras que dijiste.

Dijiste que me pusiera en tu lugar y pensara en cómo te sentías, yo te pedí que te pusieras en el mío, y pensaras en cómo me sentía. Era patético, ridículo, hipócrita; si algo desdeñábamos era estar cada uno en el lugar contrario. Contrario al andén, fijé mi vista en el abismo. Al regresar a las calles oblicuas repletas de basura, no quedaba pregunta que el eco en mi mente no supiera responder, no quedaba camino sin recorrer, no quedaban miedos, no quedaba esquina en la que no quisiera retroceder, ni una. Una nube irresoluta que transmutaba en seres abominables se cernía cuál ratonera en torno a las mismas palabras. Palabras que una y otra vez se repetían mientas la nube comenzaba una vez más un ciclo perfecto de transformación. Y todas las imágenes que componían mis proyecciones mentales, en ese cúmulo nimbo inalcanzable. Inalcanzable como el sueño que yacía enterrado en el patio de mi vecino, sin columpios, sin césped, sin miradas frías de una noche de verano. Quise que te desintegraras, devolverte a las memorias, convertirte en anécdota, pero las palabras entraban por debajo de la


puerta. Diciendo. Condenándome a vivir para siempre así. Así fueron las subsiguientes semanas.


NICOLASTRECE

Solo quiero que vos me agradescas, cada pedacito de mi como yo agradezco,cada parte de vos


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