Valores Periodisticos

Page 1
























































































































































(CAPÍTULO CINCO)

LAS NOTICIAS Y LA TÉCNICA LITERARIA

Con el paso de los años, ciertos tipos de periodismo se han desempeñado mucho más allá de su vida útil normal. Al menos en este sentido, supongo que se han podido ganar el calificativo de literatura. Recordemos a Addison y Steele y a los autores de los Papeles Federalistas que se iniciaron como una serie de editoriales en el periódico. Más recientemente, la corresponsalía de guerra de Ernie Pyle y los artículos de A.J. Liebling han sobrevivido a sus creadores y parece probable que sobrevivan al papel en el cual se imprimieron originalmente. Espero que los informes y las críticas de James Agee y las columnas de Red Smith sean revividas periódicamente y continúen teniendo seguidores.

Nada de esto plantea ningún problema que sea singularmente periodístico, del tipo que pudiera iluminar la práctica en la actualidad. Las obras sublimes que tocan de manera poderosa temas atemporales tienen la posibilidad de ser leídas por las generaciones posteriores, ya sea que sus autores los hayan presentado originalmente como poemas épicos o columnas en un periódico. Se podría discutir hasta la saciedad si la mera supervivencia indica calidad.

Incluso se podría tener desacuerdos desagradables

respecto a si el periodismo puede jamás igualar la gracia de la poesía, del drama o de la ficción. Pero este no es mi propósito.

El periodismo utiliza cada día más técnicas de la ficción. Entretanto, la ficción, tanto la seria como la puramente entretenida, ha comenzado a tratar de utilizar historias casi tan inmediatas como la noticia.

En un tema un poco menos controvertido, ha tomado

prestado del periodismo ciertos métodos diseñados para mejorar la verosimilitud. Todos estos enredos han profundizado la ambigüedad respecto a lo que hace de la ficción ficción y del periodismo periodismo.

1


Esto a veces confundirá al público, al cual se le puede perdonar si pierde de vista cuál programa de televisión ‘basado en’ una noticia reciente es ficción, cuál es supuestamente una re-creación periodística del acontecimiento, y cuál es una pieza de periodismo tradicional con la cámara mostrando gente real haciendo cosas reales y al reportero contando únicamente lo que sabe.

No es solamente la televisión la que

genera la incertidumbre. En el periodismo impreso existen artículos y libros escritos por reporteros que alegan decir la verdad respecto a las noticias desde el punto de vista de las personas y no desde su propio punto de vista, al igual que el tratamiento ficcionalizado de los acontecimientos reales.

El público no es el único confundido. Los propios periodistas a veces también parecen perdidos. Esta fusión de formas plantea interrogantes significativos respecto a cuáles son los métodos de ficción apropiados para el periodismo y no existe consenso al respecto.

Algunos periodistas muy afamados utilizan técnicas que parecen estar

reñidas con la disciplina básica de la verdad y la profesión reacciona de manera incoherente, a veces castigándolos y a veces honrándolos, sin establecer una diferencia clara entre el uso apropiado e inapropiado de la técnica literaria. En 1994, un jurado para el premio Pulitzer seleccionó como finalista una obra que presentaba un crimen atroz desde el punto de vista de los participantes, un grupo de jóvenes que no había ido a juicio en el momento de publicarse el artículo.

Entre tanto, los directores de los periódicos tradicionales como Shelby Coffey del Los Angeles Times piden a los periódicos que produzcan más trabajo que merezca el calificativo de “periodismo literario”1 y casi todos los demás reconocen que, para encajar en un entorno de información que ofrece a los clientes una cantidad siempre creciente de alternativas y gran inmediatez, deben abordar la tarea del periodismo de maneras nuevas y poco convencionales. Por consiguiente, no podemos darnos el lujo de perder más tiempo para definir dónde pertenecen los hechos reales y dónde la ficción.

1

Shelby Coffrey, “Newspapers in the 90s.” Conferencia 28 en la Serie de Conferencias Prensa-Empresa (Riverside, California), presentada el 3 de febrero de 1993 en la Universidad de California – Riverside.

2


LA VERDAD DE LA FICCIÓN

La cuestión no se inició con Truman Capote. Aristóteles lo había dicho antes:2

La diferencia entre el historiador y el poeta no es que el uno escribe en prosa y el otro en verso —se podría colocar la obra de Heródoto en verso y seguiría siendo una especie de historia; el asunto consiste realmente en esto: que el uno escribe la cosa que ha sido, y el otro la clase de cosa que podría ser. Por lo tanto, la poesía es algo más filosófica y de mayor importancia que la historia, ya que sus estándares son de la naturaleza más que de lo universal, mientras que los de la historia son singulares.

Obsérvese lo que Aristóteles dijo sobre el reclamo de veracidad. No sostenía que fuese muy importante el hecho de que la poesía fuese inventada y la historia no pudiera serlo. Ambas tienen la responsabilidad de decir la verdad pero son de órdenes diferentes. Para Aristóteles, la poesía se refería a verdades más elevadas y la historia a unas más bajas.

Cleanth Brooks y Robert Penn Warren siguen una línea similar en Understanding Fiction donde se presenta un buen resumen de las principales diferencias entre la historia (o periodismo) y la ficción:3

A menudo se piensa en la ficción como algo opuesto a la realidad. Pero en un sentido muy real, ésta es una proposición falsa. Es simplemente cuestión de qué clase de hechos puede utilizar la ficción y de la forma como los puede utilizar.

Ellos diferencian entre la verdad de la “correspondencia” con los hechos, que orienta la historia, y la verdad de la “coherencia”, o consistencia interna, que orienta la ficción. Y lo explican enumerando los elementos que se incluyen en la verdad de la ficción:4 2

Poetics, en The Complete Works of Aristotle, op. cit., 2333. Clenath Brooks y Robert Penn Warren, Understanding Fiction, y Edición (New York; Appleton-CenturyCrofts, 1971), 26.

3

3


(1) la coherencia y facilidad de comprensión del carácter (2) la motivación y la creatividad de la acción; y (3) la aceptabilidad del significado total. (Énfasis en el original.)

Ellos sostienen que la ficción, de manera también característica, ofrece una línea narrativa en la cual algo significativo cambia. Los escritores de ficción incorporan su significado en este movimiento.

Obviamente los que no escriben ficción también

podrían proceder de esta forma ya que muchas historias, biografías y piezas periodísticas lo hacen. Pero, en la opinión de Brooks y Warren, la ficción puede lograr efectos que ni la historia ni el periodismo pueden. “La vida real”, escriben, “bien sea actual o pasada, nunca da al escritor de ficción la clase de hechos por los cuales se interesa más porque dichos hechos se refieren a procesos psicológicos y motivos humanos.”5

No estoy seguro de que Brooks y Warren valoren realmente el potencial de coherencia que tiene el periodismo.

Quienes escriben historias en primera persona pueden

producir obras que tienen los elementos que Brooks y Warren identifican, sin tener que inventar nada. Tomemos como ejemplo “Colleagues” de Dispatches, de Michael Herr, 6 un extenso y vívido recuento de la vida que llevaban los corresponsales de guerra en Vietnam. Representa un retrato coherente de carácter —el de Herr. De hecho, la única objeción seria que se puede plantear a la asombrosa corresponsalía de guerra de Herr es que contaba más sobre el propio Herr y sus colegas que sobre Vietnam. La visión alucinante y dura de la experiencia —una visión tan impactante que se ha establecido como la visión prevalente de la guerra— era una representación más adecuada de la perspectiva de los corresponsales con educación universitaria asignados a Saigón que se aventuraban ocasionalmente a salir al campo, que a los jóvenes combatientes atascados allí sin esperanza. Sin embargo, esto no le resta ni a la credibilidad de las acciones que representa Herr en Colleagues ni a la aceptación de su significado. La forma en que la visión de Herr ha echado raíces demuestra su poder retórico. 4

Ibid., 27. Ibid., 25. 6 Michael Herr, Dispatches, 187. 5

4


Todo lo que parece faltarle a los recuentos de Herr, según la definición que hacen Brooks y Warren de la ficción, es una línea narrativa fuerte, que es cuestión de elección del autor y no una limitación fundamental que imponen a Herr los valores del periodismo. “Colleagues” cuenta muchas historias pero realmente no se siente como una obra de ficción porque Herr no las cuenta principalmente a través de la acción. No permite que el significado se quede más que todo en los acontecimientos. Sus historias ilustran el significado como lo hacen las anécdotas. No lo encarnan como lo hace la ficción. Veamos un ejemplo. Herr plantea su punto en la forma de una pura exposición:7

Era necesario ‘des-aprender’ muchas cosas antes de poder aprender algo, incluso cuando uno sabía que no era así, no se podía evitar la forma en que se mezclaban las cosas, la propia guerra con aquellas partes de la guerra que simplemente eran como en el cine,… Luego, después de media página de florilegios ensayistas sobre ese tema, se lanza a relatar un momento durante la ofensiva de Tet en 1968 en Hue cuando David Greenway, que entonces trabajaba para la revista Time, y él le pidieron a un infante de marina que los cubriera mientras ellos corrían de un sitio para otro bajo el fuego enemigo.

David y yo corrimos encorvados, ocultándonos cada cuarenta metros más o menos detrás de trozos de muros destrozados, del tamaño de rocas, y en mitad de todo esto me puse a reír, mirando a David y meneando la cabeza. David era el más culto de los corresponsales, un bostoniano de buena familia y educación impecable, algo patricio, aunque no le importaba nada de eso. Éramos bastante buenos amigos y estaba dispuesto a creerme cuando le decía que realmente había algo gracioso, y el también rió.

7

Ibid.

5


“¿Qué pasa?” preguntó. “Hombre, ¿te das cuenta que acabo de pedirle a ese tipo que se quedó atrás que nos cubriera?” Me miró con una ceja ligeramente levantada. “Sí,” dijo. “Sí, lo hiciste. Oh, ¡es maravilloso!” Es una historia pero no parece una ficción convencional.

Tampoco aprovecha

plenamente la capacidad que tiene al punto de vista de la primera persona para hacer una observación íntima e interna.

Esto realmente no se diferencia entre los artículos de Herr y las otras obras que casi todo el mundo aceptaría como ficción. La gran ficción a veces se escribe para que se lea como una exposición. Piensen ustedes en las historias de Jorge Luis Borges o ciertos aspectos de las novelas de John Dos Pasos.

Herr pudo fácilmente haber

planteado sus puntos exclusivamente a través de la narración de los eventos en los que participó, como lo hizo Norman Mailer en Armies of The Night y Miami and the Siege of Chicago. ¿Hubiera esto convertido a “Colleagues” en una historia corta?

Para mí, en principio es difícil diferenciar entre los relatos en primera persona como los de Herr y la ficción, a menos que utilice un elemento de juicio para el cual el propio texto no necesariamente aporta evidencia. Una de estas pruebas sería si el autor representa los acontecimientos y las personas en el mundo de una manera que él cree razonablemente que refleja de manera fiel su realidad a todos los niveles. Otra prueba podrían ser las expectativas razonables de los lectores en cuanto a la veracidad de la historia.

Obviamente, incluso si se satisfacen estos elementos de juicio, no significa necesariamente que el recuento haga honor a todas las disciplinas periodísticas. El libro de Herr decididamente no cumple con la regla de oro, por ejemplo, por cuanto no ofrece un recuento generoso de la comprensión de la guerra que no sea la suya propia. Y no es en absoluto modesto en las conclusiones que saca.

6


EL NUEVO PERIODISMO

Los dos libros de Mailer fueron ejemplos anteriores a Herr de un género que llegó a conocerse como el Nuevo Periodismo.

Algunas de las primeras obras en esta

modalidad fueron escritas por novelistas experimentados quienes dijeron que para esos libros habían vivido según las reglas de los reporteros. Pero la mayor parte del Nuevo Periodismo —ya sea escrito por novelistas o periodistas— nunca se acercó al cumplimiento de la disciplina de la verdad. Lewis Lapham ha llamado a estas obras “el primer engendro del melodrama sintético que lleva, más o menos directamente, a Oprah y Geraldo y Joe McGinniss pretendiendo ser Teddy Kennedy.”8

La novedad del Nuevo Periodismo desapareció hace tiempo, y sus reclamos y prácticas no merecerían ser mencionadas como algo más que una moda pasajera si no hubieran dejado una marca profunda en el periodismo que vino después. Nació por 1960 como una de las muchas audacias de la década. El Nuevo Periodismo incluyó figuras tan diversas como Jean Genet y George Plimton, Hunter Thomson y Garry Wills. Alcanzaba la notoriedad especialmente cuando aparecía en los periódicos o era escrito por personas cuyos nombres se identificaban con los periódicos, por su violación fundamental de las antiguas tradiciones del oficio, comenzando con la tradición de una expresión sin colorido.

En este sentido, todo el periodismo está en deuda con el Nuevo Periodismo, ya que sus adeptos reconocieron desde el comienzo que los reportajes vívidos e instantáneos de la televisión exigían un cambio en el periodismo. Ya no se podía contar con ser el primero con un hecho, de manera que debía aportar algo más que el hecho. Una cosa que aportaba era el estilo y la calidad de su escritura.

La gente acudía con creciente

frecuencia al periodismo escrito más por el placer de leer y menos para obtener los simples hechos. Pero ahora que la novedad se está perdiendo, surge nuevamente la preocupación por la verdad y la calidad del reportaje. Al deshacer las convenciones

8

Lewis Lapham, “Advertisments for Themselves: A Letter from Lewis Lapham,” New York Times Book Review, 24 de octubre de 1993, 3.

7


tradicionales, el Nuevo Periodismo también creó las condiciones, con las cuales ahora deben convivir todos los que trabajan en los periódicos, para que hubiera confusión entre el público respecto a lo que es periodismo y lo que es invención.

El practicante más audaz del Nuevo Periodismo, Tom Wolfe, también se convirtió en su principal teórico.

Después de obtener su Ph.D. en Estudios Americanos en la

Universidad de Yale en 1957, se puso a trabajar en los periódicos y terminó en 1962 en el New York Herald Tribune que en ese momento vivía sus últimos años. Según Wolfe, su objetivo era, al igual que el de muchos otros periodistas de la época, escribir una novela.9 Con su característica modestia exagerada, Wolfe describió la visión general de la novela entre los escritores de mitad de siglo: “La novela no era una mera forma literaria.

Era un fenómeno psicológico.

Era una fiebre cortical.

Pertenecía en el

glosario de una introducción general al psicoanálisis, en un lugar entre el narcisismo y las neurosis obsesivas.”10

Luego sucedió algo asombroso. Descubrió una manera de satisfacer su narcisismo y conservar su trabajo diurno. Leyendo el trabajo de periodistas de más edad, como Jimmy Breslin, y luego experimentando con sus propias piezas, Wolfe comenzó a creer que no solamente podía rendir pleitesía a la novela recogiendo algunas de sus técnicas sino que podía entregar el equivalente a la ficción en su periodismo.

Para una

sensibilidad como la de Wolfe hay muy poca distancia entre esto y la idea de que él y sus colegas “destronarían la novela como el principal género literario, iniciando la primera nueva dirección en la literatura en medio siglo”.11 La estética de Wolfe gira sobre el asunto del estado social. “El terreno más rico de la novela, en opinión de Wolfe, es “la sociedad, el retablo social, sus modales y moral, todo el asunto de cómo vivimos hoy, según la frase de Trollope.”12 Para que nadie piense que pretende dejar mucho a los otros planteamientos novelísticos, Wolfe arguye además que la única

9

Tom Wolfe, “The New Journalism,” en The New Journalism by Tom Wolfe, ed. Tom Wolfe y E. W. Johnson (New York; Harper & Row, 1973), 5. 10 Ibid.,7. 11 Ibid.,3. 12 Ibid.,29.

8


técnica novelística digna del genio es el realismo.13 Ni siquiera el realismo simple sirve. Solamente el realismo social, la representación vívida de las manifestaciones del estado social, hace que el genio realmente se destaque. Algo que no sorprende en un realista social, Wolfe parece pensar que es cuestión de determinismo biológico. “Me siento fascinado por el hecho de que quienes experimentan con la psicología del cerebro… parece que van encaminados hacia la teoría de que la mente o la psique humana no tiene una existencia interna discreta… durante cada momento de la consciencia está enlazada directamente con señales externas respecto al estado de la persona en el sentido…social”,14 escribe.

Obviamente, el juego del estatus puede inspirar una ficción interesante. La Hoguera de las Vanidades escrita por Wolfe es un ejemplo divertido de los placeres y limitaciones de la ficción social realista.

Tuvo un considerable éxito comercial debido tanto al

ingenio agudo de Wolfe como a la capacidad que tiene la caricatura para agradar a las multitudes porque lleva a todos al mismo nivel básico.

Pero el realismo social no es la única base para una ficción interesante y es difícil imaginar a alguien hoy que se tome muy en serio los pronunciamientos estéticos doctrinarios de Wolfe. Sin embargo, sería un error pasar por alto su discusión de la técnica, porque ahí es donde él y sus contemporáneos ejercen una influencia duradera.

El poder de la escritura novelística en el periodismo, escribe, se deriva de cuatro métodos básicos: (1) “construcción escena por escena, contar la historia pasando de una escena a la siguiente y recurriendo lo menos posible a la mera narrativa histórica;”15 (2) “el registro de los gestos, hábitos, modales, costumbres, estilos de mobiliario, trajes cotidianos y demás detalles ‘que simbolizan la vida de las personas en su estatus16’”; (3) diálogo realista (que) involucra al lector de una manera más completa

13

Ibid.,34. Ibid.,33. 15 Ibid.,31. 16 Ibid.,32. 14

9


que cualquier otro método”;

17

(4) “la técnica de presentar al lector cada escena como a

través de los ojos de un personaje específico, dando al lector la sensación de estar dentro de la mente de cada personaje y experimentar la realidad emocional de la escena tal como dicho personaje la experimenta.”18

Los primeros dos no plantean ningún problema fundamental para el periodismo. El tercero podría, dependiendo de cuánta libertad se permita para la reconstrucción de las citas. Pero la cuarta, que señala muchos de los recuentos supuestamente no ficticios hechos por los periodistas en la actualidad, es supremamente problemática a la luz de la disciplina de la verdad.

LO QUE SIGNIFICAN LAS COMILLAS

No es necesario ser un Nuevo Periodista para meterse en dificultades con las citas. Janet Malcolm demostró eso en su trabajo sobre Jeffrey Masson, antiguo archivista de Freud aparecido en el New Yorker, donde siguió las líneas convencionales de la no ficción.19

El artículo era típico de Malcolm, atacaba con todas las armas e incluía

algunas citas realmente estúpidas atribuidas al propio Masson. Masson lo demandó por difamación, diciendo que Malcolm había inventado las citas. Durante el juicio original, Malcolm tuvo que reconocer que había reconstruido una y modificado otra. Otras tres no aparecían en las cintas de su entrevista sino en las notas mecanografiadas que dijo haber preparado posteriormente. El primer jurado falló en su contra después de decidir que había fabricado cinco citas, aunque no pudo decidirse respecto a cuánto daño había causado.20 Malcolm fue exonerada durante un segundo juicio sobre la base de que no había inventado deliberadamente ni había tergiversado maliciosamente las citas.21 17

Ibid.,31. Ibid.,32. 19 Janet Malcolm, “Trouble in the Archives I,” New Yorker, 5 de diciembre de 1983, 59; “Trouble in the Archives II,” New Yorker, 12 de diciembre de 1983, 60, publicado nuevamente como In the Freud Archives (New York; Alfred A. Knopf, 1984). 20 Jane Gross, “Impasse over Damages in New Yorker Libel Case,” New York Times, 4 de junio de 1993. 21 “New Yorker Writer Cleared in New Trial” (Associated Press), Chicago Tribune, 11 de enero de 1994, sección 1. 18

10


Cuando un escritor está tratando de hacer lo que Wolfe llama “diálogo realista”, especialmente cuando se recrean conversaciones que ocurrieron fuera de su presencia, la tentación de mejorar el original o llenar los espacios en blanco se torna peligrosa. Si ustedes nunca han tratado de tomar notas en taquigrafía, les insto a que sintonicen CSpan cuando estén mostrando un panel de discusión, pongan a funcionar una grabadora y comiencen a escribir todo lo que se dice. Transcurridos diez minutos más o menos, transcriban las notas. Luego corran la cinta y compárenla con su versión. Si ustedes no tienen una máquina de taquigrafía de las que se usan en los tribunales o al menos toman taquigrafía ustedes mismos, no existe ninguna posibilidad de haber capturado fielmente una parte significativa del original.

Ahora ensayen otro experimento.

Enciendan una grabadora durante algunas

conversaciones en su casa o en su oficina. A los pocos días, pidan a los participantes que recuerden lo que se dijo. Hagan lo mismo personalmente con una conversación en la cual ustedes hayan participado. Comparen la recreación con el original.

Si usted tiene madera de reportero, su versión capturará la esencia de lo que se dijo. Pero probablemente pasará por alto algunas cosas y con seguridad se equivocará con respecto a las palabras y las secuencias exactas.

La mayor parte de la palabra humana se presenta en ráfagas y frases, no en oraciones. Los gestos le sirven de puntuación y las expresiones faciales agregan las palabras faltantes. Quienes hablan se devuelven, repiten, omiten, dejan que el silencio termine la idea. Es raro el escritor de ficción que realmente produce un diálogo realista porque la realidad no se adapta a muchos propósitos. Una excepción es George V. Higgins, cuyos

libros

sobre

crímenes

se

desarrollan

casi

completamente

mediante

conversaciones en una representación tan exacta que ofrecen un vistazo de lo que sería un diálogo real en una página impresa. (“No me gustan los guantes,” dijo el gordo. “En este clima especialmente, no me gustan los guantes. Qué diablos, alguien me detecta, viene la ley y estoy muerto de todos modos. Los guantes no me van a

11


ayudar. Usted espera como si dijera que me va ayudar, nadie sabrá jamás que estuve aquí hasta que todo el mundo haya estado por ahí manoseando las cosas y demás)”.22 Tengo la corazonada de que Higgins aprendió a capturar las extrañas cadencias del habla real al leer las transcripciones de las intervenciones telefónicas cuando era Asistente Fiscal del Distrito Federal.

Aunque es muy difícil hacerlo eficazmente, convertir el habla humana en un diálogo realista no plantea ningún problema estético para el escritor de ficción, haya o no haya escuchado las intervenciones telefónicas o sepa o no tomar taquigrafía. Simplemente debe decidir el efecto que desea y luego afinar el diálogo para producirlo.

Sin embargo, para el periodista abundan los problemas. En primer lugar, posiblemente no tenga toda la cita en sus notas pero sí cree que la puede completar de memoria. O quizá se esté apoyando en la memoria de otro, quizá mucho después del hecho, y la persona que la recuerda puede tener un prejuicio. Tal vez tenga una versión perfecta, registrada en una cinta de claridad cristalina sin palabras tragadas ni ruidos de fondo que tapen al orador, pero las citas van por todos lados sin jamás llegar al grano. O el orador revela su ignorancia o utiliza un lenguaje crudo y el escritor quiere limpiarlo para proteger a la persona de manera que no parezca tonta (o para hacerla parecer más fidedigna o simplemente para no distraer a los lectores del punto principal del artículo).

En todos estos casos es necesario hacer juicios y ésos no siempre hacen honor estricto al principio de la fidelidad. Por ejemplo, muy pocos periódicos citan a una persona de la calle en el vernáculo perfecto, a menos que tengan una razón retórica muy poderosa para hacerlo. En la prensa americana, quienes han abandonado la escuela secundaria generalmente hablan en oraciones que se pueden diagramar. A menos, claro está, que exista una cámara de televisión en los alrededores, en cuyo caso el reportero sabe que su versión se podría comparar con el original. De ahí proviene el creciente uso de pequeñas grabadoras para capturar la totalidad de las palabras, en caso de que se necesiten completas. 22

George V. Higgins, the Digger’s Game (New York; Alfred A. Knopf, 1973), 3.

12


Si todos a veces arreglan las citas y las reconstruyen de memoria, ¿por qué causó tanta controversia profesional el uso del diálogo en el Nuevo Periodismo? “Esto no puede estar bien…” imagina Wolfe que piensan los periodistas convencionales. “Esta gente debe estar inventando, improvisando, creando el diálogo… Dios, quizá estén inventando todas las escenas, estos tontos inescrupulosos (les digo que esos son escupitajos los que están lanzando).”23

Algunos periodistas tradicionales se han sentido amenazados por el periodismo y la redacción superiores y han querido un árbitro para que los vuelva a dejar entrar en el juego.

Pero muchos simplemente se han sentido incómodos porque los Nuevos

Periodistas están tomando las pocas excepciones tradicionales al principio de la fidelidad y las están convirtiendo en regla. Estos periodistas tradicionales quizá no hayan articulado las restricciones que guiaban sus vidas, pero sí se controlaron porque pensaban que la verdad lo requería. A los Nuevos Periodistas parecía no importarles.

Ha llegado el momento de establecer algunas normas claras en este campo porque uno de los legados del Nuevo Periodismo ha sido ofrecer una excusa para prácticas que no aguantan un escrutinio bajo la luz.

Comencemos con la proposición de que un periodista solamente debe utilizar las comillas cuando tiene un registro razonablemente confiable de lo que se dijo. Si hace algún cambio en una cita o tiene alguna razón para poner en duda la confiabilidad de la cita, debe informar al lector lo que ha hecho. Puede hacerlo utilizando corchetes en las citas para indicar las palabras que se han agregado o eliminado y puntos suspensivos para indicar lo que se ha omitido. Puede decir explícitamente lo que ha hecho. (Por ejemplo, podría indicar que el siguiente diálogo se presenta según lo recuerda Pedro Pérez cinco años después.)

Yo haría algunas excepciones a esta regla general. 23

Wolfe, “The New Journalism,” op. cit., 25.

13


Ya en varias ocasiones en este libro he utilizado citas recreadas con base en mi propia memoria y no creo haber ofendido la disciplina de la verdad. El lector pudo saber fácilmente su origen (estaban incorporadas en anécdotas personales recordados desde una distancia considerable, de manera que un lector razonablemente atento pudiera juzgar qué tan perfectas pueden ser). Ciertamente fui más allá de lo exigido por el deber y señalé lo que estaba haciendo.

Pero, incluso sin esa pista, creo que las

personas pueden comprender lo que significa recordar una conversación. No necesitan una declaración formal de que el recuerdo puede no ser perfecto.

Si un lector

razonable24 puede dilucidarlo fácilmente sin que se lo digan, déjelo así.

Bajo circunstancias normales, limpiar los lapsos gramaticales en las citas no perjudica la verdad. Esta excepción no se aplicaría cuando la inteligencia o el nivel educativo de quien habla sea importante para evaluar lo que dijo. Tampoco se aplicaría cuando el orador es suficientemente destacado como para que dependan muchas cosas de sus palabras.

El Presidente es el ejemplo usual. (¿Algún periódico utilizaría jamás la

palabra “¡Puta!”? Únicamente, dice el director prudente, si el Presidente lo ha dicho en la televisión). Esta categoría podría incluir a otras personas además del Primer Ejecutivo del país, pero es muy reducida.

Desdichadamente, los profesionales del

lenguaje probablemente formarían parte de esta categoría, aunque no sea más que porque su uso puede afectar los diccionarios. El que a hierro mata, a hierro muere.

Yo permitiría a los reporteros utilizar sus memorias para llenar los vacíos en las citas que aparecen en sus cuadernos siempre y cuando hayan tomado las notas recientemente y puedan recordar bien lo que se dijo. Aquí no opera ninguna regla clara, pero mientras más vívido o importante sea el lenguaje, menos deseable es depender de la memoria. Los reporteros deben utilizar grabadoras cuando sea posible si tienen intenciones de utilizar citas directas. (Obviamente, en muchas circunstancias la grabadora no funciona, bien sea porque el reportero tiene que hacer la entrevista al

24

Klaidman y Beauchamp, the Virtuous Journalist, 32 y ss.

14


vuelo o en circunstancias por lo demás difíciles, o porque la grabadora inhibe a la persona entrevistada.)

Puede haber ocasiones en las cuales el reportero pudiera atribuir citas correctamente al Señor X que hayan sido obtenidas del Señor Y sin indicar el verdadero origen de la información, pero no se me ocurre ninguna. Tal vez si la cita es suficientemente inocua o la fuente del reportero tiene suficiente evidencia convincente (notas estenográficas, por ejemplo), podría justificarse. Pero yo siempre sacrificaría los efectos literarios en aras de la disciplina de la verdad.

Cuando se tengan dudas, lo mejor es que el periodista revele exactamente lo que ha hecho. Debe olvidarse de la pose de la precisión absoluta. Debe decir lo que oyó directamente y lo que obtuvo de segunda mano. Al igual que cuando se reconoce un error, la franqueza respecto a lo que uno sabe con seguridad y lo que no, aumenta la credibilidad.

EL PUNTO DE VISTA Y OTROS TRUCOS DE LA LECTURA DE LA MENTE

De todas las técnicas enumeradas por Wolfe que desdibujan la diferencia entre el periodismo y la ficción, escribir desde el punto de vista de otra persona es la que más choca con la disciplina de la verdad. Sin tener alguna intimidad con los personajes, la redacción noticiosa no puede crear la sensación de una novela realista tradicional. Pero cuando hay demasiada intimidad, la redacción de noticias acepta un nivel de verdad excesivamente bajo.

El punto de vista literario tiene muchas complejidades, pero permítanme hacer un simple bosquejo de la forma como lo utilizan muchos escritores.25 La diferencia más elemental se encuentra en la narración en primera o en tercera persona. En la primera persona, el narrador habla directamente al público sobre lo que él mismo ha pensado y

25

En mi discusión sobre el punto de vista literario utilizo extensamente a Wayne C. Booth en The Rhetoric of Fiction, 2ª edición (Chicago; University of Chicago Press, 1983).

15


ha hecho.

En la tercera persona, el narrador puede relatar las percepciones y

pensamientos de otros. En la ficción en primera persona, el narrador puede no ser el propio autor. Marlowe en Lord Jim no era Joseph Conrad. Tampoco necesita el autor implícito que escribe la parte del narrador ser la misma persona que produce el escrito, así como la persona del columnista de un periódico no tiene exactamente la personalidad real del columnista. De igual manera, en la tercera persona el narrador puede referirse al autor como un personaje (como, por ejemplo, en The Education of Henry Adams y Armies of The Night de Mailer).

El narrador en tercera persona puede ser omnipresente —puede meterse en el cerebro de todos— o puede estar limitado de alguna forma. El narrador puede adoptar un punto de vista individual para un solo capítulo o una sección y luego cambiar a otro punto de vista.

El escritor también puede adoptar diferentes niveles de intimidad con los

personajes de su punto de vista. Podría simplemente describir la escena presente desde el punto de vista físico de un personaje particular. (Pedro Pérez se volvió. Ante él descollaba un hombre pálido con un parche negro sobre un ojo). Podría reportar algunas reacciones internas obvias. (El hombre tenía un aspecto horrible. Y cuando habló, Pérez se echó hacia atrás, luchando en vano por reprimir un escalofrío). También podría meterse completamente dentro del personaje.

(¿Quién es este

monstruo? Nadie que yo conozca. No es hombre. Yo no soy hombre. Fue lo que dijo el cíclope, ¿no es verdad? En clase de inglés. Sentí miedo entonces también. Miedo de las monjas). Las variaciones son infinitas porque los grados de intimidad forman un continuo.

La narración en tercera persona puede ser totalmente ‘objetiva’, es decir, que reporta únicamente los detalles físicos que cualquiera puede observar. Pero también en este caso existen variaciones, dependiendo de si el narrador lo ve todo o ve únicamente desde una posición particular, lo cual lo convierte en un personaje con un solo punto de vista.

16


Por último, se podría narrar en segunda persona —como ustedes han seguido esta frase en la segunda persona. Pero esto es torpe y poco común en formas extensas.

De todas las técnicas de punto de vista, la narración en primera persona es la que desperdicia el mayor número de oportunidades literarias y conlleva el menor número de riesgos para los periodistas de los diarios.

Desdichadamente, en algún momento

durante la búsqueda de la objetividad profesional, los periódicos prácticamente abandonaron la primera persona. Eso fue un error. La primera persona puede ser un ejercicio en egoísmo, obviamente, pero si se maneja correctamente (y sería bien recibida una instrucción impartida sobre este tema en las escuelas de periodismo) el periodismo en primera persona en los informes de noticias puede ser algo cautivante y sincero.

El periodista en primera persona no pretende ser omnipresente. Puede confesar cuáles son las cosas que restringen su punto de vista o sesgan sus reacciones. Existen dos ejemplos de cómo se utiliza esta técnica de la primera persona. Son tomados del trabajo de un reportero consumado, Homer Bigart, y se refieren al bombardeo de Alemania del 26 de febrero de 1943:26

Una base de bombarderos americanos, en algún lugar de Inglaterra, 26 de febrero de 1943 —Nuestro objetivo era Wilhelmshaven. Golpeamos la base del Fuehrer Adolf Hitler en el Mar del Norte desde el sudoeste, después de pasar por una esquina especialmente caliente del tercer Reich durante lo que pareció una pequeña eternidad.

No podía distinguir claramente nuestro objetivo específico para aniquilación, los muelles de los submarinos, porque a nuestra altitud las instalaciones que bordeaban Jade Busen (Bahía Jade) no se veían más grandes que la cabeza de

26

Homer Bigart, “Reporter Rides Fortress in Wilhelmshaven Raid” en Forward Positions: The War Correspondents of Homer Bigart, ed. Betsy Wade (Fayetteville, Ark., University of Arkansas Press, 1992), 9.

17


un alfiler.

Pero el patrón de las calles del pueblo prusiano se destacaba

perfectamente visible así como el gran suburbio de Rustringen, bahía abajo.

A los pocos días, Bigart envió otro informe sobre el ataque aéreo para el New York Herald Tribune: 27

…La verdadera perspectiva es algo difícil de mantener en las horas inmediatamente posteriores a una asignación en la cual el propio cuello ha estado directamente en peligro. Es probable que uno sienta que ha tenido un asiento junto al ring en la batalla más importante desde Waterloo o ese último juego entre los Yanquis y los Cardenales en el estadio.

Esas piezas fueron excelente periodismo para 1943, y serían excelente periodismo hoy: vívido, preciso, debidamente modesto en sus reclamos de verdad.

La narración en primera persona también permite al escritor producir en el lector efectos difíciles. Un ejemplo de ello es la serie “La Historia de Rosa Lee”, galardonada con el premio Pulitzer y escrita por Leon Dash del Washington Post.28 Cuenta la dolorosa historia de la vida de una familia pobre y llena de problemas —incluyendo delitos, farmacodependencia y el vergonzoso comportamiento de la propia Rosa— a la vez que mantiene en el lector una empatía por los sujetos de la obra. El uso de la primera persona permite a Dash reconocer los efectos de su presencia en la acción, las interacciones que observó y el efecto que tuvieron sobre él las cosas que vio, lo cual ayuda guiar a las reacciones del lector.

VARIEDADES DEL VENTRILOCUISMO.

Wolfe no se contenta con quedarse dentro de su propio consciente: 29

27

Homer Bigart, “Raid on Wilhelmshaven: A Lesson in Perspective, en ibid., 13. Leon Dash “Rosa’s Story”, Washington Post, 18 – 25 de septiembre de 1994, sección Outlook, I. 29 Wolfe, “The New Journalism”, o. cit., 21. 28

18


Solamente a través de las formas de periodismo más escudriñadoras es posible, en la no-ficción, utilizar escenas enteras, diálogos extendidos, puntos de vista y monólogos interiores.

Eventualmente, otros y yo seríamos acusados de

“meternos en las mentes de las personas”… ¡pero exactamente! Yo pensé que ése era simplemente otro timbre que tendría que tocar un reportero.

El problema es que la puerta realmente nunca se abre y el hombre que hay dentro es un mentiroso reconocido.

Es posible tener diversos grados de intimidad en la narración periodística en tercera persona. Veamos primero este pasaje de In Cold Blood: 30

Mientras el señor Clutter se afeitaba, duchaba y vestía con pantalones de pana, chaqueta de ganadero, en cuero, y suaves botas para montar, no sentía temor a perturbarla; no compartían la misma alcoba. Durante varios años había dormido solo en la alcoba maestra en el primer piso de la casa —una estructura de catorce habitaciones, de dos pisos, hecha con marcos y ladrillos. Aunque la señora Clutter guardaba sus ropas en los armarios de este cuarto y mantenía sus pocos cosméticos y su pléyade de medicinas en el baño adjunto de baldosín azul y ladrillos de cristal, había tomado para ocupación seria la antigua alcoba de Eveanna la cual, al igual que la de Nancy y la de Kenyon, se encontraba en el segundo piso. (Se agregó el énfasis.)

Capote nos da una idea del punto de vista de Clutter describiendo las abluciones matutinas y luego indicando que no tiene temor de despertar a su esposa, un pensamiento interno no manifestado necesariamente en sus expresiones o acciones. ¿Cómo pudo saber Truman Capote que el señor Clutter no tenía temor? No pudo haberle preguntado al hombre, porque el señor Clutter había sido víctima de un asesinato y Capote hizo todo su reportaje sobre el delito después del hecho. Pero pudo inferirlo con base en ciertos datos que había recopilado y tiene la gentileza de presentar 30

Truman Capote, In Cold Blood (New York; Random House, 1965), 9.

19


la evidencia para el lector de manera que esa frase de “no tenía temor” encuentre apoyo en la evidencia externa.

Compárese esto con un pasaje de The Final Days, por Bob Woodward y Carl Bernstein, donde se describe un intercambio entre el Presidente Nixon y Henry Kissinger, poco antes de la renuncia del Presidente: 31

Él (Kissinger) entró a la alcoba. Ahí estaba el Presidente en su silla, como lo había visto en tantas ocasiones.

A Kissinger realmente no le gustaba el

Presidente. Nixon le había convertido en el hombre más admirado del país y, sin embargo, el Secretario no podía llegar a sentir afecto por su benefactor. Se sentaron largo rato a recordar acontecimientos, viajes, decisiones compartidas. El Presidente estaba bebiendo.

Dijo que iba a renunciar.

Sería mejor para

todos. Hablaron calladamente —la historia, la decisión de renunciar, los asuntos extranjeros…

“¿Me tratará la historia con más gentileza que mis contemporáneos?” Preguntó Nixon con lágrimas en los ojos.

Ciertamente, definitivamente, dijo Kissinger.

Cuando termine todo esto, al

Presidente se le recordará por la paz que ha logrado. El Presidente no pudo contenerse y sollozó.

Kissinger no sabía qué hacer. Sentía que lo habían colocado en el papel de padre.

¿Cómo saben los autores que Kissinger no podía sentir afecto por Nixon o que cuando Nixon lloró, Kissinger sintió como si lo hubieran colocado en el papel de padre? Hay muy pocas emociones más íntimas que estas.

El contraste entre la presencia

usualmente distante y gélida de estos líderes mundiales y la intimidad de los 31

Bob Woodward y Carl Bernstein, The Final Days (New York; Simon & Schuster, 1976), 422.

20


pensamientos de Kissinger da a la escena su dramatismo (está bien, melodrama). A diferencia de Capote, Woodward y Bernstein no regalan al lector ninguna prueba para sustentar las inferencias que les llevan hasta los pensamientos íntimos del personaje del punto de vista. Un poco más adelante en la escena escribieron que Kissinger habló con otras personas sobre el incidente, de manera que es imposible siquiera tener confianza en que el propio Kissinger los haya relatado.

Pudo haber llegado a los

escritores de segunda o tercera mano, convirtiendo así la inferencia en algo más tenue. Pero, incluso si Kissinger le hubiera dado a los autores la historia personalmente, ¿cuánto deben creer ellos o sus lectores? La naturaleza del afecto y los sentimientos paternales es compleja y variable aún en las mejores circunstancias. Y en este caso la persona con los sentimientos es una de las figuras más sutiles de la historia americana reciente, un genio para manipular las imágenes públicas. Se necesitaría un psicólogo más ingenioso que Kissinger para inferir con cierto grado de confianza la verdad de la persona que se oculta detrás de su puerta. Ahora examinemos este pasaje de Wolfe: 32

Todas estas gotas de lluvia están drogadas o algo… el avión se desplaza hacia la pista para despegar y esta estúpida agua infartada corre lateralmente atravesando la ventana. Phil Spector, de 23 años de edad, magnate del Rock and Roll, productor de Discos Philles, el primer magnate adolescente de los Estados Unidos, observa… esta acuosa patología … está enferma, fatal. Aprieta su cinturón sobre el estómago… aumenta el zumbido dentro del avión, sale un chorro de aire a través de la ventilación encima del asiento de alguien, algún imbécil enciende un cono de luz, hay un aviso plantado al lado de la pista, unas instrucciones locas, crípticas, insanas para el piloto —Pista número cuatro. ¿Tienen los Laps de los cilindros el lado principal hacia ABAJO? Gotas de lluvia esquizoides. El avión se parte en dos al despegar y todos los pasajeros de la mitad delantera vienen disparados hacia Phill Spector en un río de cuerpos envueltos en un espeso y naranja –¡NAPALM! No, sucede en el aire; hay una 32

Tom Wolfe, “The First Tycoon of Teen,” citado en The New Journalism, op. cit., 20.

21


larga rasgadura en el costado del avión, simplemente se rasga, puede ver como se rasga la parte superior, doblándose hacia atrás en enfermizos rizos, como un enfermo huevo de Dalí, y Phill Spector sale volando por la abertura, oscuridad congelante. (Énfasis en el original.)

Eso sí es íntimo. Está muy cerca de la corriente del pensamiento consciente. Las percepciones sensoriales de un momento al siguiente, las palabras precisas e inteligibles sobre un aviso en la pista de despegue, la vívida y detallada fantasía de una pesadilla. ¿Pasó eso realmente por la cabeza de Phill Spector en ese mismo instante? ¿El naranja espeso de las llamas del NAPALM? ¿Los coágulos enfermizos como un huevo de Dalí? ¿Todo esto? Tom Wolfe no da absolutamente ninguna evidencia con base en la cual se pueda juzgar la veracidad del pasaje, excepto la verosimilitud (o falta de ella) del propio texto.

Yo tengo mis razones para dudar.

Pero eso puede ser

simplemente porque mis temores durante el despegue generalmente no tienen la forma de un monólogo de Robin Williams.

Generalmente son más prosaicas, una tensión en los músculos, un pensamiento sobre mi esposa y mis hijos, esa clase de cosas. En su ensayo sobre el Nuevo Periodismo, Wolfe sostiene que Spector dijo que le había parecido fiel el pasaje citado. “Esto no debe sorprender a nadie,” escribió Wolfe, “debido a que cada detalle del pasaje fue tomado de una larga entrevista con Spector sobre exactamente cómo se sentía en ese momento.”33 Pero eso no pone punto final al asunto, porque la descripción de una persona —en este caso sus descripciones jubilosas— después del hecho no necesariamente representan ni siquiera se aproximan a representar las emociones del momento. Otra forma de expresarlo: esta descripción nos permite inferir más sobre la manera de hablar que tiene Spector sobre sí mismo que respecto a lo que realmente estaba sintiendo en el momento del decolaje. El hombre que se encuentra al otro lado de la puerta con frecuencia miente sobre su estado interior. Incluso puede mentirse a sí mismo.

33

Wolfe, “The New Journalism,” op. cit. 20.

22


Por último, veamos un libro que desencadenó una controversia: el tratamiento que hizo Joe McGinniss del senador Edward Kennedy, The Last Brother: 34

Miró nuevamente el reloj. No era todavía la una y cuarenta. Si solamente, en este momento, en este preciso minuto, pudiera agarrar todos los papeles que tenía sobre su escritorio, embutirlos en el portafolio junto a sus pies, levantarse y abandonar el Senado, dejando a Prouty con la palabra en la boca, irse a casa para ducharse y ponerse en contacto con Claude para salir a tomar algunos tragos…

Tener que escuchar a Winston Prouty, en un viernes por la tarde la semana anterior al Día de Acción de Gracias, sermonear sobre los males de utilizar el dinero de los contribuyentes para comprar libros en las bibliotecas, era lo más metido en el sargaso que se había encontrado Teddy hasta el momento.

Este pasaje se presenta en un recuento de los momentos inmediatamente anteriores a que Kennedy se enterara de que su hermano Robert había sido asesinado. No es tan íntimo como el pasaje de Wolfe, pero sí incluye una fantasía (el senador soñaba simplemente con levantarse e irse) y un juicio interno de autocompasión (un momento trivial le parecía al senador el sargaso más profundo en el que se había encontrado, incluso más profundo, según McGinniss nos lleva a suponer, que el lodoso fondo de Chappaquiddick). Y lo asombroso es que McGinniss reconoció que lo había inventado. O al menos esa es una inferencia razonable.

En una “nota del autor” McGinniss reportó que la familia Kennedy se había resistido a su investigación, de manera que aparentemente nunca habló con el senador sobre lo que estaba sintiendo en ese momento de tedio antes del horror. Pero sí había tenido “muchas docenas de entrevistas” con conocidos de Kennedy y se había sumergido en enormes cantidades de material publicado sobre el senador. “A partir de esta base de conocimientos existentes y fuentes verificables,” escribió, “he tratado de transmitir al 34

Joe McGinniss, The Last Brother (New York; Simon & Schuster, 1993), 33 – 34.

23


lector cómo pudo haber sido estar en el lugar de Teddy Kennedy”. (Se agregó el énfasis). 35

Los periodistas respetables atacaron la idea misma. El veterano escritor político Jon Margolis escribió en el Chicago Tribune:36

Este libro debe ser estudiado por todos los americanos, no por sus valores intrínsecos —porque no tiene ninguno, absolutamente ninguno— sino como una ilustración de exactamente qué tan corrupta y decadente ha llegado a ser nuestra vida cultural, intelectual y política.

Francis X. Clines del New York Times llamó desvergonzado a McGinniss y declaró que sus métodos literarios eran “licenciosos”.37

Ninguno de esos reporteros ni sus

periódicos han sido afectos al abordaje novelístico pero incluso el crítico de libros del Washington Post, Jonathan Yardley, proclamó que The Last Brother era “un ejemplo clásico de ética periodística y editorial chapucera” agregando que representa “una burla incluso de las normas más mínimas que se deben seguir para escribir una biografía.”38

Naturalmente, existe una diferencia entre Final Days y The Last Brother por cuanto Woodward y Bernstein sostienen que alguien les dijo todo lo que reportaron en el libro y McGinniss admite que dio ese salto de la imaginación.

Pero esa distinción corta

demasiado delgada la disciplina de la verdad, especialmente debido a que Woodward y Berntein no revelan quién dijo qué.

Excepto en los casos en los cuales la propia

aseveración es noticia (por la persona que la hizo), el problema para los periodistas no es si alguien dice algo sino si existe razón para creer que ese algo es cierto. Y como lo sugiere el ejemplo de Kissinger, Woodward y Bernstein son tan vulnerables como McGinniss en ese aspecto. 35

Ibid., 618. Jon Margolis, “The Last and the Lost,” Chicago Tribune, agosto 1, 1993, Sección Libros. 37 Francis X. Clines, “See What You’ve Done Now, Camelot Dweeb?” New York Times Book Review, 22 de agosto de 1993. 38 Jonathan Yardley, “The Rise and Fall of Teddy Kennedy,” Washington Post, julio 28 de 1993, Sección Style. 36

24


La intensidad de la reacción al libro de McGinniss fue peculiar ya que McGinniss fue ligeramente más franco que la mayoría de los autores respecto a su método. Y el libro fue mucho menos duro en sus inferencias respecto a la vida interior de Kennedy que muchos otros sobre el mismo tema. Cuando Joyce Carol Oates publicó Black Water, una desvelada roman à clef dedicada exclusivamente a los momentos durante los cuales una jovencita se ahoga en un automóvil enviado al agua a toda velocidad por un destacado político, no suscitó gritos similares de indignación aunque fue mucho más severo respecto al sujeto de la vida real que el libro de McGinniss.

Sería alentador si el revuelo en contra de McGinniss fuera el comienzo de un replanteamiento de todo el género, un paso hacia el desarrollo de algunas normas sobre lo que es aceptable en la práctica periodística y lo que se considera mentir. Pero me temo que la controversia respecto a The Last Brother tuvo más que ver con la vulnerabilidad de McGinniss después de su choque con Janet Malcolm que con cualquier preocupación fundamental y sostenida respecto a ese elemento de nuestro oficio. EL ALCANCE DE LA INFERENCIA

La disciplina de la verdad no impide a los periodistas hacer inferencias. Los reporteros lo hacen cuando clasifican los hechos y los argumentos, incluso sobre los asuntos más rutinarios. (Se cometieron robos similares en tres casas de un vecindario de la Calle Principal anoche. La policía se niega a decir que los delitos están relacionados entre sí). Tampoco se debe prohibir a los periodistas hacer inferencias respecto al estado interior de las personas sobre quienes escriben. (Recién salido de la escuela para candidatos a oficiales, el subteniente Ron Jackson se encontraba parado en un claro de la selva dándole vueltas al mapa reticulado cubierto en plástico, tratando en vano de orientarse con las líneas de los árboles y los arrozales que se extendían hasta el horizonte. Sus hombres le miraban con recelo. Si quería tener alguna esperanza de que lo siguieran, tendría que comenzar inmediatamente. “Sargento”, gritó, “¿dónde diablos estamos?”).

25


¿Hasta dónde se deben sentir los periodistas en libertad de ir cuando hacen estos juicios? ¿Y hasta qué punto deben informar a sus lectores sobre las bases de lo que han hecho? Uno de los factores debe ser el grado de incertidumbre que se tiene respecto a una declaración. Si yo no hubiera hablado ni con el señor Clutter ni con el senador Kennedy, me sentiría más tranquilo diciendo que el señor Clutter no temía (o, con más exactitud, no tenía razón para temer) despertar a su esposa que para decir que el día en que fue asesinado su segundo hermano, el senador Edward Kennedy fantaseaba sobre dejar la presidencia de una aburrida sesión del Senado e irse a beber con Claude. El grado de confianza depende de todas las circunstancias, no solamente de que una persona nos lo haya dicho.

Con sólo mantener los ojos abiertos, un reportero que viaje con una unidad de infantería aprendería lo suficiente sobre el teniente para comprender que estaba tratando de ganarse la confianza de sus hombres ateniéndose al conocimiento superior de ellos. Obviamente, podría haber otras explicaciones para las acciones del teniente. Pudo haber entrado en pánico y, sin embargo, pudo haber tenido suficiente serenidad para ocultar su temor. Pero, al no haber una indicación de que la inferencia más obvia es incorrecta, generalmente se puede elegir sin peligro. Por otra parte, si alguien a quien un reportero considera mentiroso o no se encuentra en posición de conocer las cosas que dice saber, dice algo al reportero, no es una base para publicarlo como un hecho. Si el senador tuviera la costumbre de esconder sus hábitos de bebida, el admitir que había estado pensando en irse a tomar un trago con Claude podría tener cierta fuerza. Pero si fuera una persona depresiva, que abusara de sí mismo, me preocuparía el hecho de que quizá se hubiera inventado un cuento humillante y sensiblero. Y si Claude o un paje del Senado contara la historia de lo que estaba pasando por la mente del senador, yo tendría muchas dudas.

La incertidumbre aumenta a medida que se estrecha la intimidad con el personaje del punto de vista en la narración. El escritor puede decidir dónde piensa ubicar su narración en el continuum. A cierta distancia, existe muy poca razón para preocuparse

26


por las inferencias porque su alcance es pequeño. (Jim O´Leary prácticamente no podía silbar por sonreir mientras caminaba por la calle Park después de recibir la carta. Decía que su hijo había sido aceptado en Harvard.

Harvard.

Aunque solamente

distaba unas pocas millas de su vecindario del Sur de Boston, hasta que Jim Junior comenzó a presentar un desempeño espectacular en el colegio, la universidad ubicada al otro lado del río Charles era como otro país para la gente de la comunidad de O´Leary, con una frontera que a su clase no le era permitido atravesar.)

Aunque

novelesco en cierto sentido, este ejemplo se basa en algunos hechos sencillos y determinables: la expresión en la cara de O´Leary, su comportamiento, la llegada de la carta, la forma en que su comunidad consideraba a Harvard.

Si se profundiza un poco más en el punto de vista del personaje, las inferencias se hacen más problemáticas. (El olor de repollo hervido atacó fuertemente la nariz de O´Leary, algo tan conocido como la cocina de su madre. ¡Cuán orgullosa se sentiría! Su propio nieto asistiendo a la escuela donde habían asistido los Kennedy. Aunque sonreía mientras silbaba una pequeña giga, había también una punzada. Ella se habría enseñoreado por encima de todos en el vecindario, se les hubiera impuesto como los olores de su ventana durante el verano, así no les gustara el repollo.) Aquí el autor coloca unas impresiones sensoriales precisas y unos recuerdos en el momento específico y les da una expresión vívida, incluso tratando de utilizar ritmos y palabras vernáculas distintivos que sugieren el modo de hablar del personaje de punto de vista. A menos que el propio Jim O´Leary le hubiera dicho todo esto al autor, las inferencias son bastante audaces.

Pero no son nada comparadas con lo que se hace en el planteamiento más íntimo: la corriente del pensamiento consciente.

(¡O´Leary triunfante! ¡O´Leary el rey! ¿Le

llevaban los propios Kennedy alguna ventaja hoy? Demonios, ¿no se habían metido todos sus muchachos en una u otra clase de problema? Pero Jim Junior, ese sí era un muchacho. Pudo haber sido un cura, tan dedicado a su deber. No se iba a hacer tonterías con cada chica que le mostrara un poco de pierna.)

Únicamente la

generosidad podría describir este tipo de informe como una inferencia a partir de la

27


evidencia.

Se aproxima tanto a invención como puede hacerlo un escritor con

personajes que tienen una vida real fuera del papel. Este abordaje no tiene cabida en el reportaje de noticias.

Otros factores para tener en cuenta cuando se decide hasta dónde llevar una inferencia deben ser la naturaleza de lo que se arriesga y las consecuencias de equivocarse. Cualquier error de juicio tiene la posibilidad de causar dolor a la persona cuyos pensamientos internos son mal representados por el reportero. Pero una cosa es inferir ciertos sentimientos en un recuento cálido y halagador sobre el orgullo de un padre al ver que su hijo lanza su primer juego en el béisbol profesional y otra tratar de adivinar lo que le pasó por la mente a un policía cuando hizo el disparo que mató a un chico inocente. Por eso es totalmente inadecuado tratar de hacer una nota desde el punto de vista de las personas que esperan a ser juzgadas por un delito. Su estado mental es la misma esencia de la cuestión legal y ningún periódico debe pretender conocerlo. De igual manera, no estoy de acuerdo con la mayoría de los esfuerzos por hacer retratos íntimos, internos, de las figuras políticas poderosas, especialmente cuando sus estados internos (de conocimiento o motivación) tienen mucha injerencia en las decisiones públicas. Esta ciertamente era la situación política cuando se publicó The Final Days. Nixon había renunciado, pero otros de los personajes del libro estaban tratando de sobrellevar esos días o estaban ya haciendo planes para su regreso.

Esto plantea otro factor: el paso del tiempo. McGinniss, defendiéndose de las críticas con que fue recibido su libro sobre Kennedy, utilizó tres ejemplos de historia y de biografía bien aceptados en los cuales los escritores describían la vida interna de sus sujetos. Uno era un libro sobre Mozart, otro sobre la revolución francesa y el tercero sobre Samuel Johnson. Sin entrar en los temas historiográficos que pudieran plantear dichos libros, yo podría comentar que, incluso reconociendo la importancia de las lecciones que enseña la historia, el daño individual que estos recuentos podían causar era pequeño porque los acontecimientos representados eran tan remotos en el tiempo que todos los personajes representados en ellos estaban muertos.

28


Desdichadamente, mientras mayor sea la incertidumbre y mayores los riesgos contemporáneos, mayor es la tentación de escribir un recuento interiorizado.

Este

abordaje se ha convertido en algo popular sencillamente porque en esas circunstancias la curiosidad es mucha. Pero si la disciplina de la verdad significa algo, es que los periodistas se deben resistir a esa tentación.

LA CONDUCCIÓN DE LAS PRUEBAS

Incluso cuando un periodista tiene confianza en las inferencias más modestas que haya hecho respecto a lo que está sucediendo en la mente de su personaje, sigue teniendo con el lector el deber de revelar las bases de su juicio y manejar todos los argumentos contrarios legítimos.

Regresando a los elementos de la disciplina elemental de la

verdad, la honestidad intelectual exige como mínimo que, cuando un escritor hace un juicio, debe plantear la evidencia que lo apoya o lo refuta. Y cuando el asunto es controvertido (una idea de la verdadera naturaleza de la relación entre Kissinger y Nixon, por ejemplo, pudo haber matizado la percepción del público sobre Kissinger lo suficiente para que no hubiera sobrevivido hasta la administración de Ford), podría ser mejor para el escritor reservarse el juicio.

Es curioso que el novelista Truman Capote parecía entender la necesidad de estos controles mejor que muchos periodistas. Capote en In Cold Blood encuentra muchas veces formas ingeniosas y sutiles de reunir evidencia y hacer que sus inferencias sobre el estado interior de sus personajes sea verosímil para el lector, así como reunió la evidencia del pasaje que cité arriba para demostrar por qué el señor Clutter no temía despertar a su esposa. Por ejemplo, al inicio del libro cita extensamente una carta enviada a Perry, uno de los asesinos, por un amigo de la prisión. Allí se plantea una serie de observaciones importantes:39

“Usted es fuerte, pero existe una falla en su fortaleza y, a menos que aprenda a controlar esa falla, resultará ser más poderosa que su fuerza y le derrotará. 39

Capote, In Cold Blood, 43 – 44.

29


¿Cuál es la falla? Una reacción emocional explosiva desproporcionada respecto a la ocasión. ¿Por qué? ¿Por qué se presenta esta ira irrazonable al ver a otros felices o contentos, este creciente desprecio por las personas y el deseo de hacerles daño? Está bien, usted piensa que son tontos, los desprecia por su moral, su felicidad es la fuente de la frustración y del resentimiento de usted. Pero esos son enemigos terribles que usted lleva en su interior —con el tiempo destruyen tanto como las balas.” (El énfasis aparece en el original).

Esto plantea el elemento de la motivación del asesino que Capote desarrolla durante el resto del libro. Pero el hecho de que alguien que conocía bien al asesino creyera respecto a él no es suficiente para sustentar el peso que descarga Capote en este análisis, de manera que se da a la tarea de establecer un lazo estrecho con la autoevaluación del asesino. “Perry,” reporta, “halagado por ser el sujeto de este sermón, había permitido a Dick leerlo”.40 En otras palabras, alguien que observó de cerca a Perry había sacado conclusiones sobre su constitución emocional y Perry había aceptado ese juicio. Obviamente, esto no significa que el lector deba aceptar la nota sobre el estado de ánimo de Perry, ni Capote insiste en que lo haga. La evidencia da al lector un medio para la evaluación. Incluso la arquitectura de In Cold Blood parece cuidadosamente diseñada para permitir a Capote reunir de manera persuasiva la evidencia de los motivos y vidas emocionales de sus personajes. La primera sección termina con el descubrimiento del asesino de los cuatro integrantes de la familia Clutter. Pero lo que sucedió exactamente sigue siendo un misterio. Aunque Capote desde el comienzo muestra ciertos aspectos de las personalidades de los dos asesinos que ayudan a explicar cómo pudieron haber cometido una acción tan sanguinaria, nunca sugiere en la primera mitad del libro exactamente el porqué, ni siquiera la razón por la cual seleccionaron a los Clutter.

Esto establece el escenario para un desarrollo

cuidadoso de la evidencia.

En primer lugar, Capote muestra lentamente los detalles físicos —dónde yacían los cuerpos, cómo fueron asesinadas las víctimas, diversos detalles como una radio portátil 40

Ibid.,44.

30


desaparecida. Luego siguen los arranques en falso de las investigaciones policiales hasta que una pista de un informante da tanto el primer eslabón para llegar a los asesinos como la primera sugerencia de por qué seleccionaron a los Clutter para el ataque.

Entre tanto, Capote hace cortes periódicamente para regresar a los dos

asesinos mientras van hasta México y vuelven, luego a la Florida, pero solamente juguetea con el lector por la periferia del misterio. Al comienzo, se mantiene a suficiente distancia de sus estados de ánimo para que el lector no sepa nada sobre lo que pueden estar pensando respecto a la terrible acción que han cometido. Luego, poco a poco, les permite hablar brevemente entre ellos sobre el asunto, ocultando tanto como revelan. Únicamente cuando la policía los captura e interroga se atreve Capote a sugerir lo que realmente estaba pasando por sus mentes cuando planearon y ejecutaron los asesinatos.

Quizá un novelista, de manera natural, aborda con cuidado lo que creerán los lectores. Debido a que de ordinario todo lo inventa, sabe que tiene que lograr que el público suspenda su incredulidad. A diferencia de los periodistas, quienes a menudo dan por sentado que el lector acepta la verdad básica de lo que reportan, el novelista tiene que utilizar todos sus trucos para llevar al público hasta ese punto. De modo que, cuando quiere persuadirlos, no de que la historia es buena sino de que realmente es verdadera, no debe sorprender que sus aseveraciones sean modestas y que reúna su evidencia con cuidado. Por esto se ganó cierta crítica amable de Wolfe, quien le regañó por no utilizar el punto de vista de una forma tan sofisticada como lo hacía él en sus novelas.41 De hecho, el abordaje de Capote es muy sofisticado, entrando y saliendo de la intimidad a medida que cambia el nivel de incertidumbre en el transcurso de la historia y aumenta la disposición del público a aceptar sus inferencias.

Los periodistas tienen mucho que aprender de los novelistas sobre las técnicas retóricas. Bien harían si comenzaran estudiando el abordaje ingenioso y controlado de In Cold Blood. Capote comprende bien la retórica; y la necesidad de persuadir a los lectores escépticos da forma a todos los aspectos de esta pieza desde su estructura 41

Wolfe, “The New Journalism”, op. cit., 116.

31


básica hasta los detalles de las oraciones individuales. Los periodistas que quieren utilizar las técnicas literarias deben reconocer que este tipo de cuidado extraordinario es la forma como se produce la ficción literaria.

¿QUIÉN SE LO DIJO AL ESCRITOR?

El abordaje de Capote es muy ilustrativo pero su obra es un ejemplo imperfecto para los periodistas en un aspecto importantísimo. Rara vez atribuye la información a la fuente donde la obtuvo. Esto no debe sorprender. La disciplina periodística de la atribución generalmente entra en conflicto con el uso de técnicas literarias sofisticadas por parte de un escritor.

En la escritura tradicional de noticias, el lector no tiene que afrontar mucha ambigüedad respecto a qué y en quién el autor quiere que el lector crea. El reportero del periódico simplemente cuenta la historia de la manera más directa y accesible que conoce. La voz de la obra es la del escritor y éste pretende que se le tome como alguien sincero y conocedor. No es que el lector del periódico acepte todo lo que se le dice. Y no debe hacerlo. Pero la sencillez de la comprensión general del lector en cuanto a la escritura de noticias —o prácticamente de cualquier tipo de ensayo—, es muy diferente a la complejidad que presenta la ficción.

Cuando el periodismo adopta las técnicas narrativas de la ficción asume también algunas ambigüedades que le pueden dificultar la misión de cumplir con los requisitos básicos de la disciplina periodística. Por ejemplo, ¿cómo debe un escritor de noticias cumplir con su obligación de revelar la fuente de su información cuándo está escribiendo desde la perspectiva de otra persona? Un escritor de ficción no tiene ese deber y la ambigüedad de la relación entre el narrador y el autor implícito, para no hablar de la deliciosa ambigüedad entre el autor implícito y el real, ofrecen parte del placer de la actividad, tanto para el escritor como para el lector sofisticado. El escritor de ficción solamente necesita mantener las cosas verosímiles para que, cuando muestre que un personaje sabe algo, al lector le parezca verosímil que lo sepa.

32


Un escritor que no sigue las disciplinas del periodismo tiene mucha flexibilidad en este campo. ¿Cómo se enteraron los asesinos respecto a los Clutter? Un informante se presenta y dice que le habló a uno de los asesinos sobre la familia. El escritor también puede dar una pista de cómo obtuvo ciertos detalles sin presentar una recitación pesada sobre sus fuentes. Capote lo hace magistralmente. Tomemos como ejemplo el sencillo pasaje que describe un momento durante el último día de la vida de la hija de los Clutter y del cual nadie fue testigo: “Descalza, en pijama, Nancy bajó corriendo por las escalas”.42 Al comienzo, esta referencia es tan misteriosa como la motivación de los asesinos.

El lector escéptico se pregunta cómo Capote espera que no crea que

simplemente se lo inventó. Luego, dos páginas más adelante, entra a la oficina de su padre donde otra persona la ve. ¡Ajá! Así fue como Capote se enteró de lo que llevaba puesto.

Y en cuanto a la carrera, pudo haber sido un embellecimiento o una

descripción que escuchó sobre su comportamiento general y luego aplicó a este caso específico mediante una pequeña inferencia. El problema es que Capote nunca dice que el hombre que estaba en la oficina de su padre le dijo cómo iba vestida Nancy esa mañana, ni tampoco revela quién le describió la manera de corretear de la muchacha por las escaleras.

No puede hacerlo sin introducirse a sí mismo en la historia

demasiado pronto, violando así la cronología básica que ha establecido.

Un periodista que escribiera la misma historia tendría que utilizar otro abordaje que le permitiese identificar, en puntos importantes de la narración, quién le dijo qué. Esto es especialmente aplicable cuando informa detalles que son denigrantes para una persona que se puede identificar, porque en esas circunstancias la equidad hace más fuerte la necesidad de la atribución.

Un escritor puede lograr esto de varias formas y la mayoría de ellas destruyen la ilusión de que el lector está escuchando la historia desde el punto de vista de alguien diferente al escritor.

Esto puede causar angustia al escritor que quiere exhibir su pureza

novelística. Pero creo que el periodista serio debe ver esto como una ventaja. La 42

Capote, In Cold Blood, 17.

33


atribución no solamente ofrece la base fáctica que los lectores merecen encontrar en los escritos para periódicos sino que ayuda a establecer una simple relación entre el lector, el narrador y el escritor. Teniendo al reportero presente en la historia mediante su atribución de la información importante, se aclara la voz de la narración. El lector ya no tiene que preguntarse a quién debe creer. Deber creer al reportero que siempre está presente.

Pueden persistir ambigüedades entre el autor implícito y la persona real que escribe. Tal vez no registre todas sus comentarios sinceros respecto a la historia por su autocontrol periodístico o porque escribe a través de un personaje que no muestra todas las emociones que él mismo tiene. Pero incluso estas complejidades son menos importantes cuando el escritor establece su presencia claramente durante toda la narración.

Por esta razón, la atribución regular es mejor que el uso de notas para el lector al final de las historias para establecer de una manera general los orígenes de la información. (El Herald reconstruyó el robo del National Bank of Centerton después de entrevistar a las siguientes personas..). Debido a que estas declaraciones tan generales usualmente no hacen una atribución detallada de los hechos específicos (quién dijo qué respecto a qué), creo que no son aconsejables.

LA VISIÓN LITERARIA

Durante casi toda mi vida de adulto me he ganado la vida en el periodismo. En ese tiempo, he publicado cinco novelas

43

y sigo escribiendo ficción. En diversas ocasiones

la gente me ha sugerido que hay algo extraño, incluso conflictivo, respecto a esta doble vida. Más de una vez he escuchado la advertencia que hizo Hemingway en el sentido de que un poco de periodismo es bueno para el escritor siempre y cuando lo abandone

43

Convergence (New York; Doubleday & Co., 1982; Chicago; University of Chicago Press, Phoenix Fiction, 1991); Fragments (New York; William Morrow & Co., Inc., 1984); Mass (New York; William Morrow & Co., 1985); Our Fathers’ Shadows (New York; William Morrow & Co., 1987); Legends’ End (Londres; Hodder & Stoughton, Coronet Books, 1989).

34


antes de que le arruine. También he oído decir que un periodista que escribe ficción se arriesga a que no le tomen en serio en ninguna de las dos modalidades.

Estas

advertencias pudieron haber tenido cierta validez, pero las he desestimado y he encontrado que las dos clases de escritura, lejos de estar en conflicto, se apoyan entre sí en cosas grandes y pequeñas.

La mera práctica es una de ellas. Para la mayoría de nosotros, aprender a escribir lleva más de una vida y ese aprendizaje se lleva a cabo con la acción. Uno escribe y reescribe. Uno ensaya cosas. Uno fracasa. Luego las intenta de otra forma. Uno trata de recordarlo para poderlo utilizar nuevamente. La expresión sofisticada para esto es encontrar su propia voz. Yo lo llamaría ejercicios para cinco dedos, poner las notas correctamente debajo de los dedos. En ese proceso a menudo se encuentra en una de las modalidades pequeños trucos y descubrimientos autoriles que resultan útiles en la otra modalidad.

Mientras navegaba por la Internet en cierta ocasión encontré una cita de Robertson Davies, un maravilloso cuentista canadiense que también ha trabajado como reportero, director y hombre de negocios. “Todo esto”, escribió “lo considero necesario para mi vida como escritor. Me he apartado en buena medida de esa inútil preocupación por mí mismo que es una de las peores enfermedades de la vida literaria.”

44

La otra cara de

lo que dice Davies es que la escritura también ayuda a seleccionar lo que es importante en el otro trabajo.

Aunque a menudo me han preguntado cómo puedo seguir

escribiendo mientras enfrento otros retos, el verdadero interrogante es cómo podría detenerme y conservar mi equilibrio.

En términos más estrictamente estéticos, la práctica del periodismo —su disciplina de los hechos y esos encuentros con la realidad que conlleva el periodismo— me otorga cierta inmunidad contra la tendencia de moda de ver la creación de la literatura como el único tema apropiado para la literatura. En las manos correctas, el trabajo reflexivo puede ser hermoso. Pero últimamente ha habido exceso de eso y muy poco es bueno. 44

Robertson Davies, One Half of Robertson Davies (New York; Viking Press, 1977).

35


Nos ha mostrado el lado oscuro de aquel antiguo consejo para los escritores de que deben escribir únicamente lo que saben.

La mayoría de las personas que escriben ficción tienen que hacer otra cosa para sostenerse a sí mismas y a sus familias. En una época, esto obligó a la mayoría de los escritores a meterse en situaciones —a veces exóticas o crudas— en las cuales también encontraban material.

(Me recuerda una caricatura donde aparecía un

peregrino que atravesaba un lodazal miserable llamado “Ciénaga del Desánimo”. El peregrino dice a un enjuto compañero: “Solamente estoy recogiendo material para una novela.”) Los escritores tienen hoy maravillosas oportunidades para sostenerse enseñando su arte, pero me temo que esto ha llevado a una estrechez en nuestra literatura. Las limitaciones de la ficción académica son bien conocidas. La comunidad universitaria recompensa lo conceptual y lo abstracto. Sus preocupaciones pueden llegar a apartarse mucho de la vida común de la sociedad y los intereses del público letrado general. Esta puede ser la razón por la cual tenemos tanta ficción literaria hoy cuyo interés principal parece ser el invento formal más que la expresión de una visión humana fundamental.

Obviamente, muchísimos escritores excelentes han evitado de manera brillante los problemas académicos. Como lo dijo Henry James, un escritor debe tratar de ser una persona para la cual nada pasa desapercibido.45 Pero para alguien como yo, para quien pasan desapercibidas muchas cosas, el periodismo ha resultado un contacto estrecho con una gama extraordinaria de comportamientos humanos que ha ayudado a alimentar mi ficción. Fue para mi la manera de experimentar los momentos más abrumadores de mi vida, durante la cobertura de la guerra de Vietnam. Como escritor, sigo viviendo del capital que acumulé durante mis años como reportero policiaco. Incluso en ese asunto rarificado de la página editorial no era extraño ver a las personas en el momento de la crisis —el candidato político atrapado en una mentira, el funcionario público a punto de

45

Henry James, “The Art of Fiction,” en Essays, American and English Writers, ed. Leon Edel y Mark Wilson (New York; Library of America, 1984), 53.

36


ser acusado formalmente, el líder comprometido en una batalla por la supervivencia de su causa.

Como lo ha dicho Graham Greene, existe una astilla de hielo en el corazón de cada escritor.46 Me recuerda un momento durante la invasión de Camboya. Yo estaba con una unidad de reconocimiento y de repente una explosión enterró un retorcido pedazo de metal en el cuerpo del hombre que estaba parado junto a mí. El hombre cayó. Un médico se acercó corriendo. Mi primer instinto fue girar y tomar una fotografía. Todavía tengo copia de esa fotografía para recordar tanto los peligros físicos como espirituales que corren nuestros corresponsales.

Para bien o mal, la ficción es como esa fotografía. Se alimenta de los momentos de intensidad, cuando se dejan ver las cosas elementales de la naturaleza humana.

Trabajar en la ficción ha profundizado y fortalecido el periodismo también, porque la ficción, al igual que el periodismo, es una forma de descubrir la verdad. El periodista podría preguntarse qué puede aprender alguien sobre el mundo real inventado una historia sobre un mundo que existe únicamente en la mente del escritor.

Obviamente, el novelista podría contestar que el periodismo también involucra la proyección de la visión del escritor sobre su material. No puede evitarlo. Ver el mundo es una actividad, no solamente la recepción pasiva de los datos sensoriales. Durante cada momento de vela imponemos orden al flujo de experiencias mediante un acto del cerebro que pudiera describirse como imaginación. De manera que no debe sorprender que el ordenamiento imaginativo resulte ser común para la escritura tanto de hechos como de ficciones, o que la una pueda informar a la otra de maneras fundamentales. La necesidad que tiene la ficción de establecer plausibilidad convierte la relación entre la descripción y la realidad en una novela en algo diferente pero no menos importante que en el periodismo, incluso cuando el escritor está tratando de crear toda una realidad alterna. Sin importar qué tan radicalmente diferente sea el mundo de ficción respecto a 46

Graham Greene, A sort of Life (New York; Simon & Schuster, 1972); 188.

37


la situación terrenal en la cual nos encontramos arraigados, la única razón por la que reclama nuestra atención es que, de alguna manera, ilumina nuestra situación.

Cuando me siento a escribir una novela o una historia corta, es una especie de experimento del pensamiento. Comienzo con algunos personajes y una idea inicial de cómo complicarles la vida. Luego los suelto para que resuelvan la situación. En ese proceso, los personajes me dicen algo. Con mayor frecuencia de la que me gustaría admitir, he trabajado con personajes que comienzan a morir en la página incluso mientras trato de insuflarles vida. Son como muñecos de ventrílocuo. Dicen lo que yo les obligo a decir, pero mis labios se mueven para que todos los vean.

Cuando esto sucede, significa que algo me ha salido muy mal. Podría ser un error pequeño como comprender mal la relación inmediata entre los personajes. Esto me sucedió cuando estaba escribiendo la novela Mass. Había establecido dos personas distanciadas durante centenares de páginas preparándolas para una confrontación y, cuando por fin se encontraron, todo lo que hicieron era tratar de renovar sus vínculos. Al final tuve que concederles sus deseos, con lo cual se hizo la escena.

Este tipo de problemas es más fácil de resolver que aquel que se refiere a la esencia de la historia. Más de una vez he escrito una buena parte del borrador de una novela y, de repente, descubro que la historia la estaba contando la persona equivocada o que he cometido algún otro error estructural fundamental. Y cuando finalmente descubro el error, veo que ha violado la verdad de aquello que yo había puesto en movimiento cuando por primera vez coloqué a los personajes en la situación difícil.

Cuando una historia cae en un error, me atasco. Y mientras no descubra exactamente qué anda mal y encuentre otra manera, no soy buena compañía. Pero una vez se me presenta la alternativa, el efecto es pasmoso. Las palabras aparecen sobre la página sin esfuerzo. Los personajes hablan a través de mí en vez de ser al contrario y, al final, no creo que sea demasiado decir que he aprendido algo sobre la naturaleza de las cosas.

38


Lo que he aprendido es una nueva forma de ver. Eso se puede trasladar al periodismo. Uno de los editoriales que ganó el premio Pulitzer en 1986, un ensayo sobre el aniversario de Hiroshima, fue una declaración directa de algunas de las cosas que me fueron reveladas cuando escribí Mass.

He hecho trabajos sobre políticas de

inteligencia que probablemente hubieran sido imposibles si no hubiera intentado, por medio de las novelas Convergence y Legends’ End, dar alguna coherencia a lo que había visto cuando trabajaba en el Departamento de Justicia.

Las ideas sobre el

escepticismo radical que elaboré en Convergence me ayudaron a escribir obras sobre temas tan diversos como el relativismo moral y la jurisprudencia de la intención original, para no hablar de algunas partes anteriores de este libro. En Fragments trabajé sobre la cuestión de la libertad y la responsabilidad en situaciones extremas. Las cosas que aprendí sobre la ambigüedad en el manejo del material crudo sobre la guerra me ayudaron a pensar en el determinismo, el castigo penal y la base para la sociedad abierta.

La ambigüedad aparentemente no tiene nada que ver con el periodismo, especialmente sus formas polémicas, como los editoriales. El propósito de una editorial, como regla general, es persuadir a los lectores para que acepten la posición que propone el editorial sobre políticas públicas. Se supone que los argumentos marchan hacia una conclusión brillante, no que se atascan en el gris. Es necesario tomar decisiones en este mundo y los editoriales pretenden influir en ellas.

Naturalmente, la ficción tiene un propósito distinto. Lo que es una virtud en un editorial es un vicio terrible en una novela. Una novela polémica generalmente es peor que un melodrama, y eso ya es muy malo. Ocasionalmente este tipo de obra está tan bien hecha que, al igual que una caricatura política, tiene su propia clase de validez artística. Candide y 1984 son dos ejemplos que recuerdo. Pero, por lo general, los personajes de una novela polémica son planos, no presentan la vida con el tipo de totalidad que inspira la gran ficción, y esa plenitud —junto con el fomento del libre juego del lenguaje— ofrece la mejor excusa para liberar a la ficción de la disciplina de los hechos.

39


La mayor parte de la ficción que admiro comparte lo que el psicólogo Roy Shafer describe como “visión trágica”: 47

La visión trágica se expresa a través de una marcada reactividad a los grandes dilemas, paradojas, ambigüedades e incertidumbres que se encuentran en todas las acciones y experiencias subjetivas del hombre. Se manifiesta en un estado de alerta a los peligros, terrores, misterios y absurdos inevitables de la existencia. Le exige a uno reconocer los elementos de la derrota en la victoria y de la victoria en la derrota; el dolor en el placer y el placer en el dolor; la culpabilidad en una acción aparentemente justificada; la pérdida de oportunidades que implica toda elección y el crecimiento en cualquier dirección; el revés de fortuna que se cierne sobre aquellos que son orgullosos o felices o merecedores por el hecho de que es la naturaleza del ser humano inclinarse a revertir sus propias fortunas así como a ser vulnerables a los accidentes y consecuencias imprevistas de sus acciones y las acciones de los demás.

Este sentido trágico también informa al periodismo en el nivel más rico. Enlaza el reportaje de noticias con una visión de la naturaleza humana que subyace la sociedad abierta y el sistema de la libre expresión. Ayuda al periodismo a ser intelectualmente honesto ofreciendo un antídoto para la arrogancia. Y ofrece una razón poderosa para respetar los puntos de vista ajenos.

Sin embargo, el periodismo debe hacer su propio trabajo. Debe tomar en serio los acontecimientos y debe tratar de llegar a alguna resolución respecto a su significado. Debe reconocer que la visión trágica puede llevar a la parálisis y que en el mundo de los asuntos es necesario actuar. Cuando la ficción quiere obligar a la gente a tomar decisiones imposibles, el periodismo necesita ayudar a la gente a conocer sobre los acontecimientos que les afectan y decidir qué es lo mejor que se puede hacer en todas las circunstancias. La ficción saborea la riqueza de la ambigüedad. El periodismo trata de resolverla, al menos tentativamente, para luego seguir adelante. 47

Roy Shafer, A New Language for Psychoanalysis (New Haven; Yale University Press, 1976), 35.

40


En Ăşltima instancia, los mundos de la ficciĂłn y del periodismo se pueden enriquecer mutuamente al compartir tĂŠcnicas, experiencias y visiones fundamentales. Pero deben permanecer separados, incluso en el alma de un solo escritor que aparentemente no puede evitar hacer ambas cosas.

41


PARTE TRES EL FUTURO DE LOS PERIÓDICOS

(SEIS) EL RETO DE LA COMPLEJIDAD

No hay nada nuevo en la complejidad.

Simplemente, lo que parece complicado

continúa cambiando. En otra época los periódicos encontraban que era un reto tratar de comprender y comunicar la forma en que las bacterias producen las enfermedades o cómo funciona un teléfono.

(En 1906, Henry Adams expresó su asombro por las

complejidades del motor Daimler.1) Ahora estas cosas se han tornado familiares, pero la retrovirología humana y la fusión fría son otra cosa.

El conocimiento se está fragmentando; las disciplinas intelectuales se están haciendo más insulares y especializadas. Cada una requiere apuestas anonadadoras para poder entrar en el juego: jergas impenetrables, caprichos metodológicos, profundos estratos de información de antecedentes que las discusiones académicas asumen que son compartidos por todos los participantes.

Buena parte de esto probablemente es

innecesario. En mi experiencia, mientras más formidable sea el intelecto, más probable es que la persona que tenga esa bendición exprese sus argumentos de manera clara. Obviamente, en las matemáticas, las ciencias físicas y las ramas empíricas de las ciencias sociales, es necesario primero expresar los modelos en formas cuantitativas y posiblemente abstractas.

Pero la traducción puede seguir muy pronto si existe la

voluntad y la brillantez para hacerla. El principio de la elegancia, después de todo, presupone que la verdad tiene una belleza simple, que debe poderse comunicar.

Desafortunadamente, no todos los académicos ven la importancia de escribir para ser comprendidos.2

Sin embargo, nunca ha sido más importante que las personas no

especialistas comprendan lo que los estudiosos e investigadores tienen que decir. Las

1

Henry Adams, The Education of Henry Adams, ed. Ernest Samuels y Jayne N. Samuels (1918; reimpresión, New York; Library of America, 1983), 1067. 2 Véase Patricia Nelson Limerick, “Dancing with Professors: The trouble with Academic Prose,” New York Times Book Review, 31 de octubre de 1993, 3.

1


decisiones públicas se basan cada día más en los resultados de los debates entre expertos. Y los enormes compromisos fiscales que se hacen para adelantar teorías científicas o convertir abstracciones en instrumentos reales de paz y de guerra son sólo el comienzo.

Nuevas ramas de la ley —ambiental, salud y seguridad ocupacional,

incluso las definiciones constitucionales de las libertades individuales (como el derecho al aborto)— se basan directa y específicamente en hipótesis que todavía son tema de debate científico.

El manejo del papel del gobierno en la economía tiene las

características de un choque de teorías intelectuales. La tecnología y el pensamiento de punta ahora dan forma a la acción gubernamental tan innegablemente como forman la actividad comercial. Y mientras las comunicaciones rápidas y la competencia feroz acortan el tiempo entre la formulación de una idea y su aplicación a manos de quienes toman las decisiones, el público fácilmente puede encontrar que se ha quedado a oscuras.

Entre tanto, las apuestas en el juego intelectual —no solamente la gloria sino también el dinero— han aumentado. El mecanismo mediante el cual los valores profesionales básicos pasan de generación a generación ha tenido tropiezos y, como resultado, algunos integrantes importantes de los mismos grupos con los cuales cuenta la sociedad para que digan la verdad han caído en hábitos de deshonestidad intelectual. Todo nuevo riesgo médico y del medio ambiente parece tener sus proponentes académicos dispuestos a aterrorizarnos: el agotamiento de la capa de ozono, el calentamiento global, el enfriamiento global, para no hablar del amianto, los químicos tóxicos en las manzanas y el riesgo del SIDA pediátrico. Detrás de ellos hay fuertes intereses con agendas políticas y económicas más amplias. Lo mismo se aplica a los sanalotodos, desde el salvado de avena hasta la competencia controlada en la industria de la atención médica. Y los periodistas están demasiado dispuestos a trasmitir mala información técnica.

Este no es el lugar para profundizar en la naturaleza y las causas de este cambio en el entorno intelectual. Pero si la especialización y la complejidad han proliferado, y si los integrantes de las profesiones que cuentan la verdad (incluyendo los académicos,

2


científicos investigadores y periodistas) han perdido su sentido de claridad respecto a la obligación de tener honestidad intelectual, entonces el papel de los periódicos se ha hecho crucial. Deben ser árbitros en un debate que tiene cada día menos reglas y deben ayudar a la gente a desglosar los asuntos técnicos complejos que dan forma a sus vidas.

Estas son tareas desafiantes. Es mucho más fácil hacer el comentario sabio de que la percepción es la realidad y luego manejar la percepción que luchar con las barreras formidables que impiden la comprensión y la comunicación de las realidades complejas respecto a las cuales se forman con facilidad percepciones equivocadas. Pero, en algunos de los campos más complicados, las percepciones erradas pueden significar errores en políticas sociales que conllevan consecuencias mortales, y en todas ellas las percepciones equivocadas llevan a una mala asignación de recursos escasos y a un mal uso del dinero de los contribuyentes.

EJEMPLO DE TEXTO

El 1989 el Tribune publicó una sección de dieciséis páginas, sin publicidad, dedicada a una nota por John Crewdson donde se detallaba la historia y el misterio del descubrimiento del virus que causa el SIDA y el desarrollo de una prueba de sangre para detectarlo.3 Si hubiera sido una historia convencional, el artículo hubiera podido ser mucho más corto y accesible.

Pero los recuentos que hicieron los principales

científicos sobre su trabajo no cuadraban con los hechos, y eso hizo que la historia fuera muy importante y muy difícil de contar.

Algunas partes de la historia ya habían salido a la luz pública cuando un grupo de científicos franceses del Instituto Pasteur de París entabló una demanda legal para disputar la patente americana sobre una prueba de sangre que había hecho posible el aislamiento del virus del SIDA. Cuando la demanda fue arreglada por una intervención

3

John Crewdson, “Special Report: The Great AIDS Quest,” Chicago Tribune, 19 de noviembre de 1989, sección 5.

3


diplomática en ambos lados del Atlántico, los científicos contendores escribieron una historia oficial. Tenía muy poco que ver con lo que había sucedido realmente, tanto por lo que decía como por lo que callaba. El artículo de Crewdson mostraba en detalle las discrepancias entre lo que había reportado el equipo americano del Instituto Nacional de Salud en sus doctos artículos y declaraciones públicas y lo que mostraban los registros de su laboratorio y otros documentos. Esa no era una historia en la cual los participantes se hubieran sentado de buen agrado con el reportero a explicarle los detalles. Los principales científicos del laboratorio del Instituto Nacional de Salud se negaron a cooperar y dedicaron sus energías más bien a impedir que Crewdson terminara su reportaje y que el Tribune lo publicara.

Para comprender las enigmáticas notas de laboratorio, los documentos y los memorandos, Crewdson tuvo que familiarizarse completamente con el campo de la retrovirología (el estudio de un tipo especial de virus que se ha demostrado que causa en los humanos una forma de leucemia y el SIDA). Después de dominar este tema, llevó a cabo el trabajo detectivesco de organizar miles y miles de páginas de material y luego hacer más consultas para llenar los vacíos de manera que pudiera reconstruir la historia. Finalmente, tuvo que salir del oscuro mundo de la retrovirología y encontrar la forma de contar la historia a aquellos como nosotros cuyo conocimiento de los virus comienza y termina con un caso de influenza.

Crewdson y sus directores, entre los que me contaba yo, no logramos hacer frente al reto de crear una retórica apropiada para la tarea. El artículo exigía demasiado al público. La ciencia ya es bien difícil de comunicar cuando la información es clara y directa. (Explique rápidamente las bases de la mecánica cuántica.) Pero cuando la evidencia está dispersa, no existe o está camuflada, se crea otra gruesa capa de dificultades.

Las mentiras directas hacen aún más difícil contar la historia.

Con

frecuencia ya es suficiente reto seguir un reportaje investigativo sobre un fraude financiero convencional, y eso que todo el mundo sabe cómo funciona el dinero. La dificultad de las historias de investigación surge de la necesidad de manejar evidencias y argumentos encontrados y de explicar las bases sobre las cuales se sacan las

4


inferencias más importantes. Con frecuencia el reportero no sabe todo lo que quisiera saber. Después de todo, no tiene el poder de expedir órdenes de comparecencia y no puede obligar a nadie a declarar so pena de perjurio. De manera que, para hacer una buena labor, el escritor tiene que reconocer los vacíos en su información y manejarlos abiertamente. Esto con frecuencia le impide hacer una presentación en línea recta.

En la investigación sobre el descubrimiento del virus del SIDA hubo otro factor de complicación. Sabíamos que teníamos que llegar y persuadir no solamente a nuestro público básico sino también a la comunidad científica. Si los científicos no nos tomaban en serio, el trabajo de Crewdson no habría servido de nada. Y la comunidad científica no estaba muy deseosa que digamos, de aceptar la idea de que pudieran enterarse de algo en el Chicago Tribune que no pudieron conocer en Nature and Science (la principal publicación docta sobre el tema). Sabíamos que la primera línea de defensa de la comunidad científica para no aceptar el trabajo de Crewdson sería que el recuento periodístico era muy simplista, que como lego, Crewdson no comprendía nada sobre los matices. Si hubiésemos simplificado excesivamente la historia habríamos sido presas de la reacción inmunitaria de la ciencia contra las críticas externas. De manera que transigimos entre los públicos —el público general y el público especializado reducido— lo cual dejó el trabajo como algo cuya lectura era más desafiante que cualquiera otra publicación que hubiésemos hecho en el Tribune.

Entretanto, el reportero y los directores tenían que asegurarse de que todas las aseveraciones estuvieran documentadas, de que los investigadores tuvieran la oportunidad

de

plantear

sus

propias

opiniones

(oportunidad

que

rara

vez

aprovecharon), y que los argumentos contrarios importantes fueran manejados de una manera responsable. En este respecto, el artículo tuvo éxito. Todas las acusaciones importantes que aparecieron en el artículo de Crewdson han sido confirmadas.

El artículo reportaba que no podíamos llegar a la conclusión de si había ocurrido robo o contaminación en el laboratorio del científico americano, y la evidencia sobre este asunto sigue siendo inconcluyente.

Pero la mayoría de los científicos que presta

5


cuidadosa atención a estas cosas acepta ahora los hechos fundamentales del descubrimiento del SIDA como los planteó Crewdson y han rechazado las múltiples declaraciones erradas de los científicos del Laboratorio Nacional de Salud. principales elementos son los siguientes:

Los

pese a muchas declaraciones del doctor

Gallo en sentido contrario emitidas en el transcurso de muchos años, las muestras del virus que fueron enviadas a su laboratorio en el Instituto Nacional de Salud por los científicos del Pasteur eran prácticamente idénticas en términos genéticos al virus que decía haber descubierto y luego utilizado en las pruebas de sangre que patentó. (Debido a que el virus del SIDA presenta mutaciones rápidas, Crewdson llegó a la conclusión de que tuvo que haber habido una contaminación accidental o un robo en el laboratorio del doctor Gallo.) Pese a las muchas declaraciones del doctor Gallo en sentido contrario, su laboratorio estaba cultivando el virus francés en cantidades suficientes para llevar a cabo un gran número de experimentos. Y la cepa de células en la cual logró el crecimiento continuo del virus del SIDA no era creación de su propio laboratorio, como lo insinuaban originalmente los artículos y declaraciones que salían de su laboratorio, sino algo desarrollado previamente por otro científico. De manera que los americanos no crearon el medio en el cual se pudo cultivar el virus así como tampoco descubrieron el virus que causa el SIDA. “Descubrieron” un virus que los franceses ya habían identificado como el causante del SIDA

y, bien accidental o

intencionalmente, se lo apropiaron.

Varios de estos temas tienen una importancia mucho más que histórica.

El

reconocimiento por parte del laboratorio del doctor Gallo de la verdadera identidad de la línea celular únicamente hubiera permitido a los investigadores fuera de su laboratorio un avance más rápido, ya que la línea celular se podía obtener fácilmente. Según el panel de científicos de la Academia Nacional de Ciencias que revisó la investigación del Laboratorio Nacional de Salud, el doctor Gallo fue “esencialmente inmoral” en su renuencia a compartir las muestras de la línea celular que utilizó.4 Una y otra vez, resultó que Crewdson tenía razón en cuanto a la ciencia y a la historia y se demostró 4

Informe de Frederic M. Richards (profesor emérito Sterling, Departamento de Biología Molecular y Bioquímica, Universidad de Yale) a Bernadine Healy, director de los Institutos Nacionales de Salud (National Institutes of Health), 19 de febrero de 1992.

6


que el doctor Gallo estaba equivocado. Pero pese a este caso de periodismo que ayudó a corregir importantes declaraciones científicas erróneas, no sé si la mayoría de los científicos aún hoy acepta la idea de que los periódicos tienen su papel en la investigación de tales asuntos.

Tampoco estoy seguro de que la mayoría de los

reporteros y directores de los periódicos piense igual.

¿DEBEN LOS PERIÓDICOS INVESTIGAR LAS CIENCIAS?

¿Qué pueden los periódicos presumir que agregue algo al intercambio abierto y a la competencia entre los científicos que se supone desarrolle el conocimiento y corrige errores importantes? Nunca nos podremos constituir en institutos de investigación en ninguna ni en la totalidad de las múltiples especialidades en las cuales se ha fragmentado la ciencia.

Siempre seremos generalistas atrapados en un laberinto

diseñado por expertos. Siempre seremos los aficionados, los que están afuera mirando hacia adentro, los que se meten en asuntos que están más allá de su comprensión.

Sin embargo, si uno plantea la pregunta al contrario, queda claro que los periódicos tienen un papel apropiado en el examen crítico de la ciencia.

Se supone que el

periodismo ilumina los asuntos de interés público y esto incluye el trabajo de descubrir información significativa que de otra forma podría quedar oculta.

De modo que el

periodismo tiene que abordar la ciencia (y otras disciplinas especializadas que utilizan grandes sumas de fondos públicos y tratan asuntos públicos de gran interés) con el mismo escepticismo disciplinado con el cual aborda las actividades de un consejo municipal o un gobernador.

La comunicación y la competencia abierta entre los científicos ofrecen claramente el mecanismo más poderoso para perfeccionar el estado del conocimiento a través del descubrimiento.

Pero la ciencia no necesariamente se corrige a sí misma con la

suficiente rapidez para evitar la desviación de los dineros públicos o el abuso de la confianza del pueblo. Tampoco corrige necesariamente a los científicos a tiempo para impedir que influyan adversamente sobre las decisiones públicas, incluso sobre temas

7


tan apremiantes como una peste mortífera. Y la investigación sobre el SIDA no es un ejemplo aislado de este asunto. Después, Crewdson reveló que parte de los datos de un importante proyecto de investigación sobre cáncer de mama habían sido sistemáticamente falsificados. Un editorial en el Journal of the American Medical Association expresó: “Lo que sorprende, lo que realmente es del todo inexplicable, es que tuvimos que enterarnos de todo esto en el Chicago Tribune y no a través de una publicación científica, y que hayamos tenido que esperar tanto para enterarnos.”5

Los científicos, especialmente aquellos que trabajan en la punta de lanza del descubrimiento, pueden no estar específicamente interesados en revisar los detalles del trabajo ajeno a menos que haya algo extraño en él lo cual, por medio de un examen crítico, pueda resultar útil para su propio trabajo. Un científico con suficiente influencia puede, si es suficientemente despiadado, utilizar ese poder para atemorizar a otros colegas que, de lo contrario podrían sugerir imperfecciones en su trabajo. El interés de los otros científicos no es, y probablemente no debe ser, proteger la integridad del proceso mediante el cual se expiden las partidas gubernamentales para la investigación ni la calidad de la información que se utiliza en la toma de decisiones del gobierno. Estos son asuntos más relacionados con los intereses tradicionales de los periódicos.

LA CIENCIA Y EL DEBIDO PROCESO

La propia comunidad científica recientemente estableció un mecanismo formal para complementar el juego informal, imperfecto y libre del intercambio de información. Las instituciones de investigación públicas y privadas tienen procedimientos complejos para manejar las acusaciones en el sentido de que los científicos se han comportado indebidamente en algún sentido. Pero estos procedimientos en sí se han convertido en algo terriblemente engorroso a medida que se unen y adoptan los estándares de un sistema legal adversativo.

5

“Breast Cancer: How to Mishandle Misconduct,” Journal of the American Medical Association, 20 de abril de 1994, 1205.

8


El descubrimiento de la causa del SIDA nos ofrece un ejemplo vívido. El doctor Gallo y su jefe de laboratorio, Mikulas Popovic, fueron hallados culpables de mala conducta científica por los funcionarios del Departamento de Salud y Servicios Humanos encargados de examinar los asuntos relacionados con la integridad de la investigación. El panel de científicos externos de la Academia Nacional de Ciencias al cual el Instituto Nacional de Salud le pidió revisar sus investigaciones, criticó fuertemente al doctor Gallo. Reportaron que habían encontrado en el asunto “un patrón de comportamiento de parte del doctor Gallo que repetidamente falsea, suprime y distorsiona los datos y sus interpretaciones.” Y acusaron al doctor Gallo de “un alto grado de imprudencia intelectual” y de la “apropiación intelectual del aislado viral francés”.6

Ambos científicos acusados apelaron los hallazgos oficiales de mala conducta (el informe emitido por sus distinguidos colegas era de naturaleza asesora y no era apelable).

La junta de apelaciones de abogados (no científicos) reunida por el

Departamento de Servicios Humanos anuló la acusación de mala conducta científica en contra del doctor Popovic, diciendo que el registro de sus audiencias no respaldaba dicho hallazgo. Sostuvo que, a menos que las declaraciones hechas en publicaciones científicas no se puedan interpretar de una forma razonable que se ajuste a la verdad, no puede haber hallazgos de mala conducta. La junta de apelaciones también redujo significativamente el caso que plantearon los investigadores contra el doctor Gallo. En ambos casos el panel excluyó toda la evidencia del contexto más amplio que vertía luz sobre lo que los científicos habían hecho y lo que querían que la gente creyera por medio de lo que habían escrito y dicho. Esto se hizo sobre las bases de la “equidad fundamental”.7 Después de estas decisiones de la junta de apelaciones, la Oficina de Integridad del Servicio del Departamento de Salud y Servicios Humanos retiró su caso contra el doctor Gallo aunque expresó públicamente que no había cambiado su opinión respecto a la conducta del mismo.

6

Richard Report op. Cit. En el asunto del Dr. Robert Gallo, fallo sobre oferta de prueba del ORI, Junta de Apelaciones del Departamento de Salud y Servicios Humanos, caso no. A-93-91, p. 4.

7

9


Desde el comienzo, Crewdson había estado sometido a los ataques de los escritores científicos del Washington Post, de las revistas Science y Nature, etc. Por consiguiente, no hubo sorpresa cuando, luego de las decisiones de la junta de apelaciones y de que el Departamento de Salud y Servicios Humanos retirara los cargos, la revista Time dijo que el doctor Gallo había sido vindicado pese a que el Tribune le había crucificado. 8 El director de ciencias del New York Times, Nicolas Wade, en la revista Times Sunday Magazine llegó a la conclusión de que los críticos del doctor Gallo, incluyendo a Crewdson, “habían sido demasiado lentos para corregir su juicio equivocado sobre el único héroe científico que había surgido hasta el momento en la lucha contra el SIDA.”9 Entre tanto, un voluminoso informe de un comité del Congreso apoyó las aseveraciones de Crewdson. Y Frederic M. Richards, profesor emérito de la Universidad de Yale que trabajó como consultor científico para el director del Instituto Nacional de Salud en la investigación de Gallo, pidió que se abriera nuevamente la investigación.10

La historia tendrá que comenzar donde los procedimientos del gobierno concluyeron. Pero el paso del asunto por la burocracia sugiere algo respecto a la naturaleza de los mecanismos oficiales para manejar las acusaciones de mala conducta científica, incluyendo el fraude.

Para cuando el caso llegó a su conclusión, ya se había reducido a unos puntos muy específicos referentes al comportamiento de los científicos.

Esta fue, en parte, la

consecuencia de un abordaje legalista que a menudo se concentra en acciones individuales, aisladas, en vez de reflexionar sobre una serie de comportamientos en su totalidad.

Al abordar el asunto desde el punto de vista legal, se puede ver alguna justificación forzada para que los abogados del panel de apelaciones del Departamento de Salud y 8

Christine Gorman, “Victory at Last for Besieged Virus Hunter,” Revista Time, 22 de noviembre de 1993, 61. 9 Nicholas Wade, “Method and Madness: The Vindication of Robert Gallo,” New York Times Sunday Magazine, 26 de diciembre de 1993, 12. 10 “Advisor in the Gallo Case Calls for Reopening Probe, ”Science & Government Report, 15 de mayo 1994, 1.

10


Servicios Humanos decidiera como lo hizo.

La equidad y el debido proceso son

conceptos enloquecedoramente elásticos que ofrecen a los abogados mucha discreción. También estaban en juego otros valores. La regla que interpreta todas las declaraciones ambiguas hechas en artículos científicos a favor de una interpretación veraz tiene el efecto de permitir a los científicos una flexibilidad considerable en la expresión, muy parecida a la libertad que tienen los periodistas bajo la regla establecida en el caso New York Times vs. Sullivan

11

(y en normas como la “Regla de

interpretación inocente” de Illinois12) para escribir sobre asuntos de interés público sin un temor indebido a las demandas por difamación.

Según Times vs. Sullivan, los

tribunales americanos no pueden responsabilizar a un periódico a menos que se demuestre que intencionalmente ha mentido o actuado de manera irresponsable al no tener en cuenta la verdad.

(La norma de la veracidad para los científicos es

considerablemente menos exigente. La Junta de Apelaciones del Departamento de Salud y Servicios Humanos indicó que creía que las pautas federales no sancionaban a los científicos por nada que no fueran mentiras intencionales, de manera que las tergiversaciones irresponsables no serían consideradas actos de mala conducta).13

Si creemos que en la ciencia, al igual que en la política, un sistema libre y abierto de expresión tiene la máxima oportunidad de acercarse a la verdad, es necesario respetar la decisión de la Junta de Apelaciones de interpretar la ambigüedad a favor del autor, aunque haya tenido que forzar el idioma inglés hasta el límite para encontrar ambigüedades en las declaraciones impugnadas. Esto no refleja necesariamente falta de desprecio por la violación del deber moral de decir la verdad. Simplemente reconoce que un deber legal estricto podría inhibir la comunicación abierta de la cual depende el sistema. El problema es que el régimen legal puede ser confundido con el régimen moral de manera que las personas que deberían estar motivadas por la disciplina ética estricta se confunden. En la ciencia al igual que en el periodismo, los practicantes

11

New York Times v. Sullivan, 376 U.S. 255 (1964). Chapski v. Copley Press, 92 Ill. 2d 344 (1982). 13 Decisión re: Mikulas Popovic, M.D., HHS Departmental Appeals Board Research Integrity Adjudications Panel, 3 de noviembre de 1993. 12

11


pueden tomar su derecho de salirse con la suya cuando tergiversan la verdad como una licencia para mentir.

La diferencia entre el deber moral y el deber legal ayuda a explicar la razón por la cual los integrantes del panel de la Academia Nacional de Ciencias vieron claridad allí donde los miembros no científicos de la Junta de Apelaciones vieron ambigüedad.

Los

científicos utilizaron una obligación más estricta para su medida.

Desdichadamente, el planteamiento legalista está ganando terreno en el campo puramente científico.

Los laboratorios del gobierno, donde el impacto de la mala

conducta sobre el gasto de dineros públicos y sobre la discusión de políticas públicas es mayor, se inclinan fuertemente hacia el modelo legal. Esto se debe a que el gobierno puede tomar medidas que afectan adversamente a los individuos (incluso a los altos funcionarios gubernamentales como los médicos que manejan los grandes laboratorios que reciben el apoyo público) solamente después de seguir procedimientos que conceden al individuo la garantía del debido proceso legal.

Pero, incluso en

instituciones privadas, donde serían más apropiados unos métodos menos legalistas, el modelo adversativo se está adoptando con una frecuencia creciente.

Charles

Maechling, Jr. , profesor de leyes y ex-asesor general diputado de la Fundación Nacional para las Ciencias, escribió: “Esto está distorsionando la delicada tarea de investigar las prácticas dudosas en la investigación y podría causar daños permanentes a la salud de la ciencia en los Estados Unidos.”14

Maechling no es el único que tiene esta preocupación. A continuación presentamos una declaración aprobada por el Consejo de la Academia Nacional de Ciencias y varios otros grupos:15

14

Charles Maechling, Jr., “Laboratory Is Not a Court-room”, Issues in Science and Technology (Spring 1992), 73. 15 Declaración de los concejos de la Academia Nacional de Ciencias e Instituto de Medicina y el Concejo Ejecutivo de la Academia Nacional de Ingeniería, Actas de la Academia Nacional de Ciencias 91 (26 de abril de 1994), 3479.

12


Las decisiones recientes del Departamento de Salud y Servicios Humanos en casos específicos han sido interpretadas por algunos científicos como limitantes de las actividades que se definen como mala conducta en las ciencias. Esas decisiones no se deben interpretar como que significan que la comunidad científica puede reducir sus esfuerzos en asuntos éticos.

Además,

otros

problemas, como las prácticas investigativas cuestionables, requieren nuestra atención constante.

Como miembros de la comunidad de investigadores

profesionales debemos luchar por desarrollar y mantener normas más generales que las que se tienen en cuenta dentro del marco legal y regulatorio del gobierno para el manejo de la mala conducta en las ciencias.

(El énfasis está en el

original).

Si continúa, la tendencia hacia el modelo legalista del debido proceso para tener en cuenta las acusaciones de mala conducta científica— especialmente la mentira respecto a la investigación— nos dejará en la siguiente situación: el método informal de la auto-corrección científica operará muy lentamente, si es que opera. El mecanismo formal tolerará muchas violaciones de la disciplina de la verdad para que no se inhiba la libre expresión la cual, a la larga, ofrece el mejor camino para adelantar el conocimiento.

De manera que, a menos que la prensa, que también tiene cierta

flexibilidad legal, u otras instituciones privadas sometan los asuntos científicos a un escrutinio detallado e independiente, con frecuencia no quedará satisfecho el interés de la comunidad por una corrección rápida de las inexactitudes cometidas por los científicos dedicados a los proyectos que tienen importancia pública inmediata y significativa.

Por esta razón, el periódico debe comenzar a mirar con ojos más críticos el trabajo de las ciencias y otras especialidades complejas que afectan tan poderosamente las vidas de las personas.

Probablemente es más importante que los periódicos ejerzan la

vigilancia en términos del fraude en estas áreas que en los lugares más tradicionales donde a éstos les gusta investigar (como la concesión de contratos gubernamentales, la

13


selección de personal para empleos, etc.), simplemente porque el trabajo es tan difícil que muy pocas otras personas se dedicarán a hacerlo.

Crewdson escribió sobre esto en un artículo titulado “Perky Cheerleaders”, en Nieman Reports en el cual regañó a los escritores de ciencias por su credulidad respecto a la ciencia, la medicina, la salud, la tecnología y el medio ambiente, credulidad que él llama “complejo tecnológico”.16

La falla del periodismo americano estriba en algo más que no haber mantenido la honestidad en las ciencias. Se trata de no haberse hecho tan sofisticados respecto a lo que sucede dentro del complejo tecnológico como lo son en las finanzas, la política o los asuntos internacionales. En última instancia, el complejo tecnológico no se refiere a las ciencias. Se trata de asuntos vitales de las políticas públicas, respecto a cómo se gastan sumas enormes del dinero público, respecto a cómo se salvan y se pierden vidas humanas, y respecto a cómo se viven esas vidas. El complejo tecnológico es demasiado importante para dejárselo a los reporteros que gustan de las ciencias, los reporteros que están más interesados en por qué explotan los volcanes y cómo se aparean las abejas.

Obviamente, existe un lugar para la explicación de por qué explotan los volcanes. Es parte de lo que hacen los periódicos a favor de sus lectores. Pero Crewdson tiene razón al decir que el periodismo científico también debe meterse en ese otro campo. Eso nos deja con el interrogante de cómo pueden hacerlo los periódicos cuando los temas en cuestión con frecuencia son muy oscuros y difíciles.

LA CLASE DE PERIODISTAS QUE NECESITAN LOS PERIÓDICOS

La respuesta está en la educación de los periodistas y las expectativas que tienen los periódicos de ellos. Hubo una época en que los reporteros de los periódicos solamente necesitaban el don para trabajar con las palabras y suficiente empuje para entrar por la 16

John Crewdson, “Perky Cheerleaders;” Nieman Reports (Winter 1993), 16.

14


puerta. Después de eso, aprendían sobre la marcha. Aprendían a escribir noticias duras y artículos especiales. En algunos periódicos, incluso pudieron haber tenido una ‘prueba’ del trabajo en una revista. Aprendieron las técnicas para obtener información a través del teléfono y personalmente.

También aprendieron sobre el mundo,

generalmente a partir del departamento de policía.

Obtenían una educación anecdótica respecto a las instituciones, a menudo mientras tomaban unos cuantos tragos en el bar local después del trabajo. (“¿Oíste lo que dijo ese tonto superintendente hoy? Dijo que iba a colocar todas las patrullas en zonas predeterminadas en autos con un solo hombre. Sería como darles a los malos un juego de llaves maestras.”) De hecho, el aprendizaje se iniciaba por el final y no por el comienzo.

Se basaba en los asuntos de actualidad y no en un fundamento de

conocimientos generales y habilidades analíticas.

Esto sí tuvo el efecto saludable de preparar a los reporteros de los periódicos para sentirse cómodos manejando asuntos nuevos para ellos. Debido a que con frecuencia carecían de educación formal, casi todo era nuevo para ellos. Y cuando no era nuevo, muy a menudo sus percepciones reflejaban la sabiduría impartida por las instituciones que ellos cubrían. No es sorprendente, entonces, que los periódicos hayan tardado tanto en manejar de manera decisiva asuntos como la brutalidad policial y la discriminación racial y sexual. Para cuando un reportero alcanzaba suficiente prestigio para buscar historias como esa, podía ya haber dejado de considerarlas noticia. A veces fueron necesarios los periodistas descontentos o los extraños obsesivos para romper con la opinión convencional.

La educación en las habilidades y valores del oficio de las noticias funcionaba de la misma manera. Los reporteros y los editores de textos aprendían sobre la marcha (“¿Cómo se llama esto, compañeros? ¿Poesía? Déjenselo a los intelectuales. periódico entrega las noticias de manera directa y simple.”)

Un

Aprendieron de sus

compañeros y de las fuentes de noticias dónde estaban los límites, dónde era seguro bravuconear y quién podía responder a un ataque. Observaron a algunos reporteros

15


embellecer los hechos y obtener buen despliegue.

Observaron a otros mentir por

teléfono y obtener resultados. Nadie les dio un libro de reglas y nadie quería debatir la ética en detalle. Una noche, cuando estaba trabajando en el Chicago Daily News, el director de noticias para la ciudad en el turno de la noche estaba sentado meneando la cabeza ante una columna sindicada que estaba leyendo en el teletipo. “Miren esto. Pone a George Rommey haciendo una pausa para tomarse un trago de escocés. Rommey es un mormón. Aprende esta lección muchacho. Cuando el viento sopla, haz que las cortinas se muevan.”

La capacitación sobre ética en el trabajo era

despiadadamente práctica.

Las escuelas de periodismo aportaban cierto contrapeso. Fueron instrumentales en la profesionalización del reportaje de las noticias, su edición y su redacción. A menudo incluían clases obligatorias sobre la historia del periodismo, el papel social de la prensa y los problemas legales y morales que afrontaba el negocio.

Impartieron a los

egresados la osadía para insistir en la independencia para publicar las cosas que pudieran estar en conflicto con los intereses de los anunciantes, para poner en tela de juicio prácticas como el engaño y la exageración que se habían usado durante años. Usualmente, el pénsum de pregrado exigía a los estudiantes tomar cursos que se concentraban en una ciencia social, como las ciencias políticas, la historia o la economía, para aportar una base de conocimientos sobre las instituciones respecto a las cuales escriben los periódicos.

En el ámbito de post-grado, el pénsum podría

adaptar esas lecciones a las necesidades específicas de los periodistas.

(Cuando

enseñé un seminario sobre legislación del periodismo a un grupo de post-grado, uno de los grandes desafíos pedagógicos que tuve que afrontar fue hacer comprender a los alumnos que enseñarles a cubrir un juicio no era una manera especialmente buena de aprovechar su valioso tiempo.) Y en todos los niveles había grandes cantidades de entrenamiento práctico, “de laboratorio,” sobre la escritura y la edición.

Estos elementos de la educación en periodismo —instrucción práctica en la escritura de noticias y las aptitudes para la edición, la introducción a las dimensiones sociales y morales del trabajo y unas bases generales en una disciplina académica tradicional—

16


se deben replantear para que la educación en periodismo ayude a transformar las prácticas del negocio del mañana tan eficazmente como la profesionalizó en el pasado.

La importancia de ofrecer una base firme en los imperativos sociales y morales de una prensa libre no ha disminuido, aunque al leer las publicaciones profesionales parecería que demasiadas personas estuvieran luchando la última guerra. La necesidad de ser independientes de los anunciantes para

poder hacer juicios sobre las noticias ha

quedado bien establecida así como la necesidad de mirar las distintas instituciones importantes en la comunidad desde una distancia crítica. Pero la relación correcta entre las funciones de noticias y de mercadeo requiere un examen cuidadoso al igual que el tema de cómo deben las noticias manejar los reportajes sobre percepciones cuando la noticia tiene un papel tan decisivo en la formación de dichas percepciones. Necesitamos que las escuelas fuercen a los alumnos a pensar sobre temas clave, como la manera en que los periódicos pueden tener una voz única y un sentido más o menos coherente del mundo y permanecer fieles a su disciplina de la verdad. Me gustaría ver más discusiones penetrantes que relacionen los problemas del periodismo con las principales corrientes del pensamiento moral. Dios sabe que no carecemos de debates éticos. A veces parece que es lo que más nos gusta, pero no tenemos la clase de discusión que lleva el entendimiento más allá del uso apasionado de los clichés. Las escuelas de periodismo necesitan refrescar la discusión en el negocio de las noticias por medio de lo que sus profesores publican y a través de lo que los alumnos envían a la sala de redacción.

Las habilidades prácticas en el reportaje y la edición de noticias no se tienen que enseñar en la universidad.

El tiempo de los estudiantes es limitado y las otras

necesidades pedagógicas son enormes. El antiguo modelo de aprender en el trabajo los fundamentos del reportaje y la escritura de las noticias convencionales y el dominio de otras técnicas básicas funciona muy bien.

Lo mejor que puede hacer una

universidad es tratar de simular la experiencia de una sala de redacción real, bien sea a través de laboratorios o publicando un periódico o una revista. Por otra parte, debido a que la naturaleza de la escritura de las noticias está cambiando —desapareciendo las

17


formas antiguas y quedando únicamente los elementos más clásicos— es necesario fortalecer el componente básico de la escritura en la educación periodística.

En los periódicos de hoy necesitamos escritores que puedan pensar hasta llegar al abordaje correcto de cada historia en vez de simplemente ajustar sus notas a la categoría de periodismo que más se aproxime —noticias duras, artículo especial o interés humano.

Y necesitamos directores que estén dispuestos a publicar los

resultados. En este exigente arte, no basta una vida para aprender todo lo que necesita saber un escritor. Y a medida que el mensaje se hace más complicado, crece el reto. Necesitamos periodistas que puedan contar una historia como la del descubrimiento del SIDA de una manera que llegue y persuada tanto a los científicos como al público general. Las facultades de inglés en general han abandonado la tarea de enseñar este tipo de escritura. Es demasiado frecuente que también hayan abandonado la práctica de este tipo de escritura, como lo demuestra una mirada casual a la mayoría de las publicaciones académicas sobre crítica literaria y escolástica. A los periodistas jóvenes les será difícil aprender en el trabajo el tipo de escritura cuya necesidad los periódicos apenas están descubriendo.

De manera que el trabajo intenso en las facultades

universitarias o de postgrado sobre los elementos clásicos de la buena redacción deben ser el centro de todo los pénsumes de periodismo, incluso a expensas de la capacitación general y la práctica en la redacción de noticias, edición y diseño de páginas.

Pero, ¿cómo preparar a los periodistas para afrontar asuntos tecnológicos complejos? La costumbre de apoyarse en las lecciones de la historia o de las ciencias políticas, aunque esas disciplinas son útiles para ayudar a los estudiantes a formarse una idea coherente de cómo funciona la sociedad en general, no necesariamente les preparará para escrutar los campos técnicos de la investigación.

Los periódicos no pueden

subdividir las áreas en estos campos como las universidades han subdividido las áreas académicas; temas tan reducidos no serían suficientemente productivos a largo plazo. De hecho, cuando un periodista recibe una asignación demasiado prolongada a un campo determinado, corre el riesgo de ser capturado por la visión del mundo que tiene

18


la institución que cubre, así como por los temas que fueron de mayor actualidad durante los primeros años del reportero en el campo. Así los periodistas roten o no roten a través de asignaciones especializadas, deben ser más generalistas que expertos técnicos y a la vez deben estar en capacidad de manejar a los expertos desde una posición de fuerza.

Yo tengo algunas sugerencias.

En primer lugar, los periodistas tendrán que familiarizarse y sentirse más cómodos con la tecnología. El componente científico de una educación en periodismo, si lo hay, generalmente no involucra más que un solo año de estudio. Debe aumentar. Al menos el periodista de hoy debe estar totalmente familiarizado con las computadoras y lo que pueden hacer si quiere tener una oportunidad de comprender nuestro mundo o de ayudar a la organización noticiosa a navegar a través de los cambios que impulsa la tecnología.

Esto se aplica a todos los periodistas, no sólo a aquellos que tienen

intenciones de reportar sobre temas científicos o comerciales, hacia los cuales típicamente gravitan quienes se interesan por la tecnología. Un crítico de cine no puede comprender lo que sucede en la pantalla sin entender las técnicas modernas de las filmaciones computarizadas. Un escritor deportivo no puede comprender cómo se crea un equipo atlético —ni como se obtienen ganancias en el deporte— sin prestar atención a las maquinarias médicas y de otra índole. Al escribir sobre la moda, los alimentos, lo que sea, la ignorancia de la tecnología es tan abrumadora en el periodismo de hoy como lo era la ignorancia de la historia hace cien años.

En segundo lugar, probablemente necesitemos más periodistas que hayan tenido una educación rigurosa en una disciplina especializada. Ya no es raro encontrar abogados trabajando como reporteros y directores.

Algunos periódicos tienen médicos en su

plantilla de reporteros. La educación académica en literatura, música o arte a menudo prepara a los jóvenes periodistas para carreras como críticos. Un trabajo intenso en el ámbito de postgrado da a la persona el vocabulario, las habilidades analíticas y la confianza para afrontar temas complejos. Le debe preparar para afrontar temas que se

19


encuentren por fuera del campo específico en el que fue entrenada. El reportero con unas buenas bases en economía verá que, después de sumergirse en esta difícil disciplina, puede comprender más rápidamente un campo de las ciencias físicas que si nunca hubiera tenido que trabajar con masas complicadas de datos y abstracciones matemáticas de orden superior.

En este aspecto, necesitamos que la educación en periodismo sea un mayor reto intelectual por derecho propio. En vez de poner a los estudiantes a leer trabajos escritos para los generalistas o específicamente para periodistas, deben leer textos originales sobre filosofía, ciencias, leyes y otras disciplinas que sean tan difíciles como las que tendrán que manejar en el trabajo. Debido a que a la mayoría de los periodistas nunca se les enseña a leer críticamente un artículo en una revista científica, no es sorprendente que en sus reportajes traten como definitivas, investigaciones con fallas y consideren generales algunas conclusiones limitadas.

Quizá sea necesario utilizar con más frecuencia la educación en mitad de la carrera con el fin de preparar a los periodistas para asignaciones específicas. Los departamentos editoriales de los periódicos son notoriamente deficientes en la capacitación que ofrecen. Han comenzado a despertar a la necesidad de dar a los nuevos directores cierta exposición a las técnicas gerenciales modernas a través de programas como los del Centro de Administración de Medios de la Universidad de Northwestern. Y algunos han enviado el personal a aprender idiomas extranjeros antes de ser asignados a puestos en ultramar.

Los programas como el curso de un año que ofrece para

periodistas la Escuela de Leyes de Yale son prometedores, aunque recuerdo un comentario hecho por el finado Fred Rodell, un excéntrico profesor de la Escuela de Leyes de Yale, en el sentido de que un año en la facultad de leyes hace que una persona se sienta demasiado bien dispuesta hacia las leyes, mientras que una permanencia de tres años produce una antipatía más apropiada. Los programas cortos, como los ofrecidos por la Fundación para las Comunicaciones Americanas para dar a los periodistas bases en áreas específicas como economía, leyes o ciencias ambientales, ofrecen un valioso antídoto para parte de la ignorancia general sobre esos

20


temas. Pero, sencillamente, son demasiado modestos como para preparar a alguien para investigar las ciencias u otros campos técnicos con la profundidad y la independencia que necesitamos hoy.

Por ultimo, necesitamos informar a los reporteros que esperamos que produzcan trabajos en campos complejos que se sostengan bajo un examen sofisticado.

No

podemos aceptar el tipo de ignorancia, como la de los métodos estadísticos básicos, que con frecuencia lleva a escandalosos reportajes sobre las aseveraciones científicas.17 La simple pose anti-intelectual tan común en las salas de redacción ya no es aceptable y todos los reporteros de nuestro personal editorial deben comprenderlo. El menosprecio es tan poco profesional como la credulidad, y el hecho de no mirar críticamente es tan inaceptable en los campos técnicos como lo sería en un reportaje sobre la asignación de contratos para la construcción de carreteras.

LOS DEBERES DE LOS DEMÁS PARA CON LA VERDAD

No importa el vigor que exhiban los periódicos para reportar sobre las complejidades de la ciencia, la medicina y la tecnología, no habrá sustituto para un nuevo examen por parte de aquellas instituciones de lo que es su propio compromiso con la disciplina de la verdad. La causa de la honestidad intelectual, que últimamente ha sido una batalla perdida, debe ser revivida en todas las esferas de la sociedad. Se debe aclarar la confusión que existe entre lo que la ley exige y lo que requieren la decencia y el respeto propio. El análisis legal es vital pero se debe mantener en su lugar. Las sociedades ilustradas deben ser más activas en estos asuntos. Sus publicaciones, y otras que atienden campos especializados, deben asumir parte de la carga de hacer lo que hacen los periódicos en el examen crítico de la conducta de quienes están dedicados a la investigación importante y deben publicar sus conclusiones cuando encuentren algo incorrecto. La competencia podría motivar a los periódicos a ampliar su cobertura; y la necesidad de un reportaje cuidadoso y detallado en estos campos es tan grande que 17

See Jon Van, “Press Blew Away Secondhand Smoke Truths,” Chicago Tribune, 19 de junio de 1994, 2 Sección Perspectiva; y Max Frankel, “Innumeracy ,” The New York Times Magazine, 5 de marzo de 1995, 24.

21


indudablemente habrá suficientes oportunidades para que todos escriban su historia. Entre tanto, los líderes de las ciencias, la medicina y la tecnología deben aprender a recibir bien el escrutinio del mundo exterior y a crear los medios para que haya un mayor examen desde el interior. Es hora de reconocer que estas disciplinas necesitan ayuda para cumplir con sus obligaciones éticas.

Si los periódicos no prestan a las ciencias, la medicina y la tecnología la clase de atención que se ha acostumbrado a dar a los presidentes, gobernadores, alcaldes y legisladores, los periodistas merecerán ser ridiculizados cuando hablen orgullosamente sobre su propósito social esencial, porque los líderes de la ciencia y la tecnología de hoy marcan una diferencia en la vida de las personas más grande que la que marcan los jefes de Estado.

Por razones que discutiré en el próximo capítulo, el público

también debe interesarse más por ellos.

22


(SIETE)

CÓMO AYUDAR A LAS PERSONAS A DOMINAR SU MUNDO

La gente de los periódicos siente satisfacción al hacer notar que el futuro de los diarios y el futuro del auto-gobierno tienen una relación vital. Supongo que esto para ellos significa que todos los ciudadanos de bien se deben comprometer a ayudar a los periódicos a prosperar en bien de la república. Desafortunadamente, la relación entre los periódicos y la salud política de una comunidad es una espada de doble filo.

La lectoría de los periódicos depende en buena medida del nivel de interés que tenga el público por las instituciones de elección democrática. Muéstrenme alguien que participe activamente en los intríngulis de las tomas de decisiones públicas y yo les mostraré un adicto a la lectura de los periódicos. Muéstrenme alguien a quien no le importa el gobierno, la política o los asuntos públicos, que opina que no tiene control de la manera cómo se toman las decisiones gubernamentales y otras decisiones sociales importantes, y yo les mostraré a alguien a quien corremos el riesgo de perder como lector, si es que no lo hemos perdido ya.

Desafortunadamente, existe mucha evidencia que sugiere que un número creciente de personas prefiere no prestar atención al debate social y político. La tendencia general de la participación en las elecciones federales ha descendido desde la década de 1960.1 Parece que la gente simplemente está perdiendo el interés. Cuando pronuncio discursos sobre el tema a menudo pregunto al público cuántas personas pueden nombrar inmediatamente a los legisladores estatales de su distrito. Muy pocos, incluso entre los periodistas, pueden hacerlo fácilmente.

¿Por qué? Simplemente no les

importa. Entre tanto, la gente se ha hecho más cínica. Esto se refleja en los datos tomados de la encuesta nacional de opinión Yankelovich.

En 1990, 36% de los

encuestados reportó que estaban enojados por las promesas hechas durante las

1

th

Statistical Abstract of the United States 1994, 14 ed., U.S. Department of Commerce; America at the Polls: 1994 (Storrs, Conn.: Roper Center for Public Opinion Research, 1995), 15.


campañas y que luego no se cumplieron. enojados por esa razón.2

Para 1994, 45% reportó que estaban

El tiempo es un factor importante en el creciente

distanciamiento del público respecto a la política y el gobierno. ¿Existe alguien que no haya sentido que todo se ha acelerado y produce más tensiones durante los últimos diez o veinte años? ¿Dónde está el tiempo para la reflexión, para colocar los pies en la baranda y contemplar el curioso comportamiento social de las aves y los animales superiores? ¿Debemos asombrarnos porque la gente no se interesa por la política como solía hacerlo? Pero me temo que eso no es todo. La gente encuentra el tiempo para saciar su curiosidad sobre otras cosas —los deportes, el entretenimiento, el auto desarrollo. ¿Por qué se ha ido desplazando el interés por el bien común?

A medida que la movilidad y la escala de la sociedad aumentan, las relaciones personales con la política se atenúan, se mediatizan.

Es más difícil sentirse

comprometido con un político en la televisión que sentir un lazo personal con alguien a quien se ha visto en persona. La experiencia de mirar la televisión es pasiva. El televidente no está totalmente comprometido. Eso también ha cobrado su precio al espíritu de la participación. La decadencia de los partidos políticos y las maquinarias políticas de las grandes ciudades han eliminado de la vida comunitaria un poderoso elemento del contacto personal. Nadie de la organización se acerca ya a su puerta para ayudarle a cortar un árbol o a conseguir un empleo de verano para su hijo adolescente y a pedir a cambio su ayuda para el día de las elecciones. La televisión, y no los trabajadores del barrio, se ha convertido en la forma de hacer llegar el mensaje del jefe a la sala de estar.

Una conversación que sostuve en 1990 me hizo comprender la magnitud del cambio. La organización política creada por el finado alcalde Richard J. Daley de Chicago tenía dificultades para encontrar a alguien dispuesto a asumir la presidencia del partido. Le pregunté al hijo de Daley, el alcalde Richard M. Daley, qué pensaba de esa situación asombrosa. Sonrío y dijo: “¿Quiere usted el puesto?”

2

The Yankelovich Monitor c. 1993: Trend Reference Book - Volume 1 (Norwalk, Conn., 574; The Yankelovich Monitor c. 1994: Trend Reference Book – Volumen 1 (Norwalk, Conn., 1994), 622


Los repetidos escándalos y las reformas que provocaron, incluyendo el ataque del sistema federal judicial al patrocinio político, abolieron cualquier remanente que hubiera podido quedar de la maquinaria política en la era de la televisión. Además, el escándalo creó un pozo profundo de dudas entre el público respecto de si alguien en el gobierno estaba jugando limpio. Obviamente, los periodistas desde hace mucho han aprendido la lección del pecado original como se lo expresó Willie Stark a un reportero que contrató para averiguar los aspectos obscuros en la novela política All The Kings Men, de Robert Penn: “El hombre es concebido en el pecado, nace en la corrupción y pasa del hedor del pañal al de la mortaja.

Siempre hay algo.”3

La experiencia de los

periodistas generalmente demuestra que si esperan lo peor, no quedarán defraudados. Pero esta opinión tiene consecuencias graves. Cuando incluyen este supuesto en sus informes noticiosos, sugieren la visión muy simplista de que todos los problemas sociales se podrían resolver si las personas que los están tratando de solucionar fueran honestas. Y lo que es peor para el posible sufragante: si todos los políticos son iguales, entonces ¿por qué molestarse en conocer sus nombres, y menos aún mantenerse al tanto de sus actividades a través del periódico? Además de los cambios en nuestra forma de vida, grandes cambios en nuestra forma de pensar han alienado a las personas de las instituciones de la comunidad y las han distanciado del debate comunitario.

Algunas de las ideas unificadoras que hacían más fácil mantener las

cosas en perspectiva han colapsado, con lo cual se dificulta más mantener el control de los acontecimientos que dan forma a nuestro mundo. La guerra fría, por ejemplo, y la creencia de que la ciencia significa progreso solía ofrecer una tranquilidad constante de que comprendíamos —o al menos teníamos la capacidad de comprender— por qué sucedían las cosas y lo que presagiaban. Incluso cuando las noticias eran malas, no parecían fortuitas. Los antiguos prejuicios también tenían un efecto de ancla, lo cual ayuda a explicar la intratabilidad de ciertas formas de prejuicio. El cerebro parece tener un tropismo por la explicación que todo lo abarca y, cuando fallan los sistemas ricos de la comprensión, otros sistemas pobres ocupan su lugar.

3

The Yankelovich Monitor c. 1993: Trend Reference Book - Volumen 1 (Norwalk, Conn., 574; The Yankelovich Monitor c. 1994: Trend Reference Book – Volumen 1 (Norwalk, Conn., 1994), 622.


En otras palabras, las personas necesitan amarres mentales. Albert North Whitehead comentó una vez a su colega filósofo Bertrand Russell: “Tu, Bertie, eres cándido; yo soy malicioso.” William Barrett explica la diferencia en su libro The Illusion of Technique: A Search for Meaning in a Technological Civilization: 4

Las personas cándidas se aferran a los fragmentos claros de los hechos que se encuentran en primer plano y no hacen caso del fondo complejo de la realidad contra la cual surgen dichos hechos. Las personas maliciosas, por el contrario, están tan enfrascadas en esa complejidad del fondo que es parte de cada átomo de un hecho que la claridad de expresión surge tenuemente, si es que surge.

La mayoría de las personas encuentran que ser malicioso es demasiado incómodo para tolerarlo durante mucho tiempo. La metáfora usual es caminar en la niebla. Lo peor es que, ocasionalmente sale al azar un rayo de la oscuridad, sin advertencia, sin razón. Así se siente cuando los hechos abruman a una persona.

¿Nos debe sorprender

entonces que estas personas pierdan el interés?

La sobrecarga de información se manifiesta emocionalmente como un profundo sentido de pérdida de control. Obviamente, incluso en épocas mucho más sencillas la gente no sentía que controlaba todo lo que afectaba sus vidas. Las enfermedades, las guerras, las fuerzas de la naturaleza, hacían sentir humilde al hombre. Pero en la época en que la gente podía recurrir a la oración más que a la ingeniería, tenía acceso a un tipo de control que hoy prácticamente hemos perdido. Neil Postman describe esto de una forma un poco romántica en su libro Technopoly: The Surrender of Culture to Technology:5

4

William Barrett, The Illusion of Technique: A Search for Meaning in a Technological Civilization (New York: Doubleday, 1978), 14. 5 Neil Postman, Technopoly: The Surrender of Culture to Technology (1992; reimpresión, New York: Vintage Books, 1993), 59.


Los hombres y mujeres corrientes (en las sociedades pre-tecnológicas) tal vez no capten claramente cómo encajan las duras realidades de su vida en el gran y benévolo diseño del universo, pero no tienen ninguna duda de que existe tal diseño, y su sacerdote y sus chamanes pueden perfectamente hacerlo, mediante la deducción a partir de un puñado de principios, sino totalmente racional, al menos coherente.

Incluso cuando uno no puede cambiar algo, puede obtener cierta medida de control sobre ello encuadrándolo firmemente en un sistema de creencias. No podemos detener la muerte pero podemos controlar su influencia en nuestras vidas a través de una sabia comprensión y diversas formas de fe.

Cuando los acontecimientos internacionales

plantean prospectos atemorizantes, ninguno de nosotros puede cambiar la situación y, sin embargo, todos buscamos conocimientos sobre las situaciones para poder obtener el control de nuestro entorno intelectual y emocional —si bien no de nuestro entorno físico.

De esta extraña forma Henry Adams se percató del fenómeno y sus implicaciones más generales antes que nadie, viéndolas en un dispositivo tecnológico que hoy parece simple (aunque realmente sigue siendo muy misterioso):6

El imán en su nueva relación (con el dínamo) asombró su nueva educación por la evidencia que representaba de una creciente complejidad y multiplicidad e incluso contradicción en la vida. No podía escaparse a ello; en la política y la ciencia, la lección era la misma, y en cada paso obstruía su camino, girara hacia donde girase. La encontró en la política, se tropezó con ella en la ciencia; la halló en la vida cotidiana, como si fuera todavía Adán en el Jardín del Edén, entre Dios que era unidad y Satanás que era la complejidad, sin manera alguna de decidir cuál era la verdad.

6

Henry Adams, The Education of Henry Adams, 1083.


En la actualidad, los asuntos que dan forma a nuestro futuro se han hecho tan complejos que a veces parecen sencillamente demasiado difíciles de comprender, incluso al nivel más elemental, y mucho menos de ubicar dentro de un contexto que nos permita ejercer control sobre ellos. Piensen en la energía nuclear, la política monetaria internacional, la aparición del tribalismo violento, la epidemia del SIDA. Piensen en la sarta de noticias que nos advierten que este o aquel factor de la dieta es mortal y después viene otro informe que sugiere lo contrario.

Cuando el conocimiento se fragmenta es una invitación a la clase de competencia de adversario que está suplantando rápidamente todas las demás formas de discurso. Expertos duelistas a sueldo esgrimen afilados fragmentos contra sus opositores mientras la muchedumbre espera ver sangre. Al no existir una forma de relacionar las aseveraciones competitivas con ningún sistema de pensamiento que ayude a explicarlas o evaluarlas, la gente está lista para recibir la visión del pecado original según los periodistas. La gente está dispuesta a pensar lo peor respecto a todos, incluyendo al propio periodista. La complejidad es una invitación al cinismo y el cinismo eventualmente hace que la gente pierda el interés.

La unidad y la multiplicidad, la coherencia y la complejidad, la claridad y la ambigüedad, la candidez y la malicia, la creencia en la perfeccionabilidad y el cinismo, el control y el caos, la idea del progreso y el temor del futuro. Estos opuestos son el marco del paisaje retórico de hoy.

CÓMO VENCER EL MALESTAR

Durante su agitada presidencia, Jimmy Carter pronunció un memorable discurso sobre el espíritu de la época. Los periodistas dijeron que estaba hablando respecto a un “malestar” y, de repente, el descontento público tuvo nombre. El discurso fue una terrible revelación de un secreto por todos conocido. Este es un ejemplo del problema que conlleva el malestar social; es muy difícil para cualquiera que esté involucrado en asuntos políticos (incluyendo a los periódicos) hablar al respecto.

No fue por


coincidencia que el hombre que derrotó a Carter fuera cándido. Las personas querían alguien que les diera una homilía vieja, sentimental y confiada, aunque realmente ya no creyeran en ella. Pero a pesar de lo difícil que es manejar honestamente el malestar o como uno quiera llamar, esta condición contemporánea, los periódicos están profundamente interesados en atacarla y revivir la fe del público en la eficacia de la participación pública, como medio para que una comunidad pueda controlar la mayoría de los determinantes de su felicidad. Es uno de los puntos en los cuales coincide el interés público de los periódicos y los intereses más amplios de la sociedad.

No pretendo ofrecer un abordaje exhaustivo pero sí puedo sugerir algunos elementos.

La tecnología no es toda la respuesta, pero sí una parte; al espíritu moderno lo forma la tecnología, incluso cuando se levanta en una oposición Luddita.

Es prácticamente

imposible escaparse a los efectos omnipresentes de los medios electrónicos actuales, o incluso controlarlos —como podrá atestiguar cualquier padre que trate de limitar las películas que sus niños pueden observar.

Postman no es el único que ve los avances en la tecnología de las comunicaciones como una razón fundamental para que las personas sientan que las cosas están fuera de control. Muchos periodistas probablemente compartirían su punto de vista:7

La tecnología aumenta la oferta de la información disponible. A medida que aumenta la oferta, se esfuerzan los mecanismos de control.

Se requieren

mecanismos adicionales de control para hacer frente a la nueva información. Cuando los mecanismos de control adicionales en sí son técnicos, aumentan más la oferta de información. Cuando ya la oferta de información no se puede controlar, se presenta una falla general de la tranquilidad psíquica y el propósito social. Sin defensas, la gente no tiene forma de encontrar significado en sus experiencias, pierde su capacidad para recordar, y le es difícil imaginar futuros razonables. 7

Postman, Technopoly, 72.


En parte tiene razón. Los mecanismos técnicos de control por sí mismos no pueden manejar la abundancia de información y, de hecho, pueden empeorarla. (Piensen en el fax y luego en la basura que llega por fax.) Pero cuando la tecnología impulsa un fenómeno no podemos darnos el lujo de pasar por alto los medios técnicos para canalizarlo. La tecnología no es mas que el conocimiento en acción. Cuando nace, al menos en una sociedad abierta, cambia la situación de una manera inalterable. El mero rechazo no funciona; nunca ha funcionado.

Para los periodistas, las nuevas

tecnologías de la información ofrecerán enormes posibilidades. También impondrán sus propias restricciones y tendrán sus propios efectos sociales significativos,

sin

importar la manera en que se desplieguen. La única manera de ponerlas al servicio de la causa de informar a un pueblo soberano y ayudarle a restablecer el interés por las instituciones de elección pública es que los periodistas lleguen a dominarlas.

En términos simplistas, se reduce a lo siguiente: ¿Quién va a controlar a los nuevos medios? Si los reporteros y los directores de los periódicos se alejan, pueden estar seguros de que habrá otros dispuestos a formar el futuro para sus propios fines, los cuales no tendrán necesariamente nada que ver con el mejoramiento de las instituciones del auto gobierno y la libre elección.

Si como periodistas creemos verdaderamente que tenemos la obligación de brindar la información y educación cotidianas que requiere el público para que una sociedad abierta funcione correctamente, ignorar este nuevo medio de llegar a las personas sería un delito, especialmente en vista de que un número creciente de personas está comenzando a utilizar los nuevos medios para informarse.

Por otra parte, los

periodistas deben reconocer que los nuevos medios técnicos para controlar la información —bien sean sistemas interactivos que ofrecen a las personas más alternativas o software que filtra el correo electrónico— por sí mismos no pueden crear significado. Ese sigue siendo el trabajo de la retórica, la cual siempre comienza con un sentido de propósito.


Tenemos que resistirnos al impulso del cinismo: Las organizaciones noticiosas deben comenzar a ejercer más autocontrol sobre sus más oscuros hábitos de pensamiento. Watergate pudo haber dañado al periodismo más de lo que dañó a la Presidencia. Algunos periodistas forjaron sus reputaciones simplemente mostrando hostilidad hacia el Presidente y sus hombres. Quienes equivocadamente dudaron que la Casa Blanca pudiera hacer tal cosa fueron desacreditados. La lección fue esta: se pueden encontrar grandes beneficios al suponer lo peor —con frecuencia de una manera barata, simplemente asumiendo una posición— y existen grandes riesgos cuando se somete al cinismo a una debida disciplina periodística.

A partir de Watergate, las disputas sobre política y políticas se han transformado rutinariamente en indagatorias criminales. Se ha creado un nuevo mecanismo, el fiscal especial legal, que constituye una invitación para que eso suceda y luego lo convierte en un espectáculo.

La investigación acusatoria del Congreso —con todas sus

limitaciones y su capacidad para la injusticia— se ha convertido en el método estándar para el cubrimiento de las investigaciones, lo cual solamente fomenta más investigaciones.

Las buenas y antiguas discrepancias respecto a la manera de

construir o defender una buena sociedad parecen carecer de color cuando se las compara con estas batallas a muerte. Y la implicación es clara: a menos que algo sea penal o inconstitucional, no es malo.

Mediante todo esto, el periodismo se ha convertido en el medio por el cual, al igual que los pueblos de los mitos primitivos, ungimos y luego matamos a nuestros reyes. No son solamente los presidentes quienes reciben este tratamiento.

Prácticamente a

cualquiera a quien los periodistas ayuden a encumbrar, se puede estar seguro de que tratarán de derribarlo.

Esto ha tenido su precio, especialmente en la disminución del interés por los periódicos. Pero es fácil pasar por alto la conexión, porque cuando una historia es suficientemente ‘caliente’, realmente vende periódicos. Podríamos pensar, entonces, que si la gente desea esa clase de historia, debemos darle más.

Según este razonamiento, sin


embargo, el Tribune podría comenzar a colocar fotografías de modelos desnudas en la primera página. Les garantizo que vendería periódicos y luego mataría la franquicia. Llama la atención a costa de la credibilidad, lo cual es como comerse el grano que se debe apartar para semilla.

Esta visión reductora del gobierno y la política puede

provocar asentimientos de cabeza entre los lectores conocedores, pero únicamente hasta que dejen de leer por quedar convencidos de que todo es un juego amañado en su contra.

No estoy sugiriendo que las organizaciones de noticias abandonen su papel como críticos e investigadores. Todo lo contrario. Necesitan ampliar las áreas en las cuales aceptan este reto. Pero sí creo que necesitan hacer una pausa antes de suponer lo peor, contenerse cuando se hacen las acusaciones hasta desarrollar alguna prueba fidedigna que respalde los cargos. Esto requiere coraje porque los competidores que no reconocen o no aceptan la necesidad de esta disciplina acusarán al periódico cuidadoso de ser timorato o, peor, de tener algún interés venal en proteger al sujeto de la acusación.

Y a veces significará que un malhechor quede sin desenmascarar

durante algún tiempo. Pero vale la pena correr el riesgo. Hasta que todas las buenas organizaciones de noticias se den cuenta de que lo que están haciendo a la comunidad y se están haciendo a sí mismas al saltar instintivamente a la conclusión maligna, seguirán siendo tanto la causa como la víctima de sus acciones.

Necesitamos ayudar a crear la discusión pública: los periódicos deben comenzar a tomar medidas creativas para revivir la clase de discusión pública que invita a los alienados a participar nuevamente de la conversación.

Una firma consultora de

Bethesda, Maryland, llamada Grupo Hardwood ha hecho una serie de informes para la fundación Kettering y otros grupos, que dan mucho que pensar, en este mismo sentido. Después de extensas discusiones con pequeños grupos de enfoque formados por estadounidenses de diversas trayectorias, el grupo de Hardwood llegó a la conclusión de que los estadounidenses no se han apartado de la política: se “abstienen de la política” porque el debate político de hoy no los involucra ni siquiera muestra algún


interés particular en ellos.8 La intimidad ha desaparecido y las personas ya no se pueden ver reflejadas en los ojos del sistema político.9

Algunos periódicos como el Charlotte Observer han experimentado con nuevas formas de invitar a las personas a participar de una discusión pública más amplia y satisfactoria, utilizando al periódico como centro de conversación y los resultados aún no son claros.10 Otros periódicos han buscado formas de involucrar a las personas por lo menos en la toma de decisiones del propio periódico.

El Sun-Sentinel de Fort

Lauderdale, Florida, por ejemplo, tiene un programa de “conocimiento del lector” que invita a la gente a la sala de redacción a intervalos regulares para discutir con los reporteros y los directores sus ideas y reacciones ante el periódico. Al menos en una ocasión, el Sun-Sentinel consultó a los lectores cómo debía narrarse una historia antes de publicarla en el periódico.

El emergente medio de información electrónica interactiva ha demostrado el poder que tiene para provocar y facilitar las conversaciones, las discusiones y el debate. El nuevo medio puede ofrecer a los periódicos nuevas y poderosas formas de conectarse con las personas al conectarlas entre sí.

Puede ser un medio para ayudar a encender

nuevamente la llama de la discusión pública y colocar nuevamente a los periódicos en el centro de dicha discusión.

Necesitamos escribir y editar con criterios de coherencia: una de las cosas más interesantes que descubrió el Grupo Hardwood en su investigación fue el gran apetito de “coherencia” en la forma de presentar la información relacionada con los asuntos públicos. Un informe de 1993 lo describió así:11

8

“Citizens and Politics: A View from Main Street America,” preparado para la Fundación Ketteering (Dayton, Ohio) por el Grupo Hardwood, 1991, 37. 9 Esta frase la sugiere “Educating for the Public Soul,” un discurso pronunciado por Richard C. Hardwood ante la Conferencia sobre el Diario en la Educación, de la American Newspaper Publishers Association Foundation. 10 Edward D. Miller, “The Charlotte Project: Helping Citizens Take Back Democracy,” The Poynter Papers: No. 4 (St. Petersburg, Fla.: The Poynter Institute for Media Studies, 1994).


A veces parece que se presta más atención a la cantidad y la novedad de la información que a su calidad; de hecho, a la gente se la bombardea diariamente con hechos y cifras, revelaciones sobre noticias viejas, declaraciones contradictorias o inconexas respecto a un interés público.

A menudo las

personas no pueden encontrar sentido en toda esta información —carece de coherencia.

En otras palabras, la gente quiere conocimientos, no solamente hechos o datos. No importa lo que aleguen los escépticos radicales, la gente sigue creyendo apasionadamente en el significado. Quiere la imagen completa, no parte de ella. Y está recelosa de los polémicos que se encuentran en todas partes. Está cansada de las discusiones polarizadas, del modelo del Grupo McLaughling para el discurso público. Quiere escuchar, hablar, ser escuchada, pero también quiere que se le rete a pensar.

Esto nos lleva de regreso a algunas de las ideas discutidas en capítulos anteriores. La aceptación de una cantidad módica de opinión en las noticias ofrece contexto y coherencia y comunica significado. La disciplina de la honestidad intelectual se resiste al tratamiento polémico de los asuntos públicos y sirve de antídoto contra la polarización.

En el Chicago Tribune hemos luchado por encontrar una forma sencilla de describir nuestro propósito fundamental. La frase que hemos acuñado es: “Ayudar a la gente a dominar su mundo a través del conocimiento”. En algunos aspectos estas palabras se derivan de una especie de antigua religión de los periódicos, donde se cree que el conocimiento da poder al pueblo.

Pero incluso cuando reafirmamos esta antigua

verdad, tenemos que reconocer que el futuro de los periódicos es el cambio drástico y no hay marcha atrás. No debemos rendirnos ante la tecnología sino que debemos

11

“Meaningful Chaos: How People Form Relationships with Public Concerns,” un informe preparado por la Fundación Kettering por el Grupo Hardwood, 1993, 44.


moldearla para nuestros fines. los cuales se deben ceñir a los intereses sólidos, decentes y subyacentes del público libre y soberano.

Sin embargo, existen actualmente muchos periodistas que dudan que los periódicos en un contexto comercial y de forma empresarial puedan aspirar a esto. Esta sensación se ha hecho tan generalizada que merece un examen detenido, porque está en el meollo de la cuestión del futuro de los periódicos.


(OCHO)

CÓMO PRODUCIR DINERO PRODUCIENDO PERIÓDICOS

Al finalizar el siglo pasado, los periódicos estadounidenses habían inventado las tiras cómicas, el titular sensacionalista, las ediciones extra y el periodismo amarillo.

Se

vendían por uno o dos peniques, tratando de alcanzar a la mayor cantidad de público que pudieran. Algunos barones de la prensa como Joseph Pulitzer y William Randolph Hearst tenían imperios que abarcaban todo el continente y ejercían un fuerte y unificado poder político. En las grandes ciudades, los periódicos diarios proliferaban, tanto en inglés como en los idiomas nativos de los inmigrantes. Muchos hogares compraban más de un periódico al día, simplemente para mantenerse ocupados o para triangular la verdad, ya que muy pocos periódicos sentían el llamado de la honestidad intelectual. Eran partidistas por cuanto sus directores encontraban su mayor influencia dentro de una de las grandes organizaciones políticas. preferencias desvergonzadas de sus dueños.

Pero principalmente exponían las Entre tanto, los directores subían y

bajaban de acuerdo con las ventas en los kioscos, de modo que se preocupaban sin cesar por lo que iba a colocar el director del periódico vecino en la primera página de la siguiente edición.

Al terminar el siglo veinte, los periódicos estadounidenses han creado la pieza de opinión/editorial, la gráfica noticiosa, las páginas informativas breves, y el análisis de la noticia. Los periódicos se venden desde 25 hasta 75 centavos durante la semana. La mayoría de los hogares no compra un periódico todos los días. El número de ciudades donde se encuentran diarios que compiten ha disminuido peligrosamente. Entretanto, más allá de los límites urbanos, los periódicos que sacian el apetito de noticias locales que sienten quienes viven en los suburbios han ido erosionando la participación de los periódicos metropolitanos en el mercado. Y los directores se preocupan respecto a si los empresarios son enemigos de la seriedad e independencia de la prensa.


Aunque nos parezca extraño a quienes recordamos todavía cómo era trabajar para periódicos de propiedad privada, existen periodistas que añoran esa forma institucional. Parece que han olvidado algunas de sus peores características: el sistema de gerencia autoritario en el cual los directores eran como niños ante un padre poderoso; el uso de la cobertura del periódico para los fines personales de los propietarios (mi padre solía contar una historia muy cómica: tenía que encontrar a alguien que le diera el precio diario de los conejos después que el dueño de un periódico que gustaba del Hasenpfeffer fue a comprar liebres y sintió que había sido estafado; la manera de establecer las posiciones editoriales en el periódico bandera e imprimirlas en todos los demás diarios de la cadena, sin tener en cuenta cómo podían encajar con las condiciones locales; la mezcla de recursos de tal manera que un fotógrafo podía verse asignado a tomar las fotografías para la tarjeta de navidad del dueño; la desvergonzada voluntad de dar a los anunciantes (y a los favoritos personales del propietario) acceso privilegiado a las columnas de noticias del periódico.

Pero, más allá de la nostalgia, lo que realmente da origen al supuesto contraste entre las glorias del pasado de la propiedad privada y las depredaciones de la forma empresarial tiene que ver con algo mucho más elemental: los periódicos de empresas no solamente producen dinero sino que hablan de ello regularmente. Los antiguos barones de la prensa también ganaban dinero, pero hablaban de otras cosas.

El argumento básico que plantean los periodistas críticos en contra de la forma empresarial es que las empresas han sacado dinero de los periódicos mucho más rápidamente de lo que lo hacían los dueños privados.1 No tengo los datos históricos de otros periódicos pero, en la década de 1920, durante el apogeo del Tribune, cuando el coronel Robert R. McCormick era el propietario, cuando el alcance del periódico llegó a ser global con corresponsales por todo el mundo y una edición separada en París, la compañía producía más utilidades por dólar de ingresos que durante la década de 1980 con sus altos vuelos y recortes de costos. El margen operativo llegó a casi 29,8% en

1

Véase Jim Squires, Read All About It! The Corporate Takeover of American Newspapers (New York Times Books, 1993.


1929, comparado con 24,6% que ha sido el máximo en los años posteriores. Incluso durante la Gran Depresión, los márgenes del periódico nunca fueron menos del 10%.

Tradicionalmente, los periodistas han estado recelosos de los negocios porque se consideran a sí mismos como la voz de los que no tienen poder (lo cual, de paso, es una manera eficaz para hacerse amigo de grandes cantidades de lectores de quienes se puede tener la seguridad que se sienten ofendidos). Pero ya estén arraigados en la lucha por la circulación o en un sentido más profundo de populismo, los periódicos han atraído hacia su personal editorial a muchas personas que opinan que el periodismo difiere de los demás negocios porque tiene alma. Por lo tanto, es natural que se sientan incómodas cuando oyen a sus editores hablar abierta y desvergonzadamente sobre sus metas de costos y utilidades.

Muchos reporteros y directores ven las cosas al contrario. Las utilidades no son la meta; la meta es el beneficio social.

Probablemente estarían de acuerdo con la

siguiente declaración de Bill Kovach, curador de la Fundación Nieman, ex director del Atlanta Journal and Constitution, y director para Washington del New York Times: “Inherente en la libertad que se da a los dueños de los periódicos a través de la Primera Enmienda se encuentra una obligación de ofrecer la clase de información de servicio público que necesita un pueblo autónomo.” Agrega que el negocio de un periódico es aportar los fondos para cumplir con ese propósito social.2 Obviamente, parte de esto es una hipérbole. La Primera Enmienda no impone ninguna obligación. Ese es el punto. Pero si el propósito social de los periódicos es ofrecer la información que la gente necesita para tomar sus decisiones soberanas, deben ser independientes del gobierno y demás intereses sobre los cuales presentan sus informes. Y para ser independientes deben ser financieramente fuertes.

El coronel McCormick solía asombrar a sus

estudiantes en la Escuela Medill de Periodismo de la Universidad Northwestern diciéndoles que el primer deber de una prensa libre es obtener utilidades. Más que

2

Joshua Shenk, “A Pope of the Press,” Harvard Magazine (November/December 1993), 62.


nadie, McCormick comprendía que el negocio de los periódicos tiene un tesoro mayor que el dinero.3

Gustaba del negocio porque le daba un medio para expresar con fuerza sus opiniones, de marcar una diferencia. Pero entendió que para tener con qué lograr el éxito en el mercado de las ideas, un periódico tiene que tener éxito en el mercado económico.

Fuera de eso, el mercado ofrece cierta indicación de si un periódico tiene éxito en las comunicaciones. Un periódico que llegue a las personas con la información que ellas quieren y necesitan, atrae la publicidad y, a menos que sea mal manejado en algún otro aspecto, producirá buenas utilidades.

Un periódico que gusta a sus escritores y

directores pero no desempeña un papel vital en la vida de la comunidad será un fracaso comercial porque es un fracaso retórico.

De tal manera que, ya sea porque la independencia requiere fortaleza financiera o porque el éxito comercial es una de las medidas de si un periódico está trasmitiendo su mensaje, la cuestión no es si un periódico debe servir a los intereses del público o a los intereses financieros de sus dueños. La cuestión es cómo alinear las dos de la mejor forma.

INDEPENDENCIA EDITORIAL

La revista Time, poco dada a excesos de modestia, usualmente se lleva el crédito por originar la metáfora de la Iglesia y el Estado para describir la relación correcta entre las funciones editoriales y de negocios en una organización de noticias. El lado comercial no aprobará ninguna ley que establezca una política editorial ni que acote el libre ejercicio del criterio noticioso. Estos exagerados términos para la comparación sugieren la intensidad de los sentimientos de los periodistas sobre el tema. La independencia editorial respecto a la intromisión de la parte comercial es un credo por el cual luchar.

3

Véase Robert R. McCormick, What Is a Newspaper? (Chicago: The Chicago Tribune Public Service Bureau, 1924).


Y debe ser así, al menos de acuerdo con las condiciones en las cuales surgió el credo. La separación de la Iglesia y el Estado en las organizaciones noticiosas se inició como una doctrina para impedir que los anunciantes obtuvieran el control de las columnas de noticias. Las razones para esta separación han demostrado su validez muchas veces. En primer lugar, la independencia editorial respecto al control de los anunciantes se deriva directamente de la disciplina de la verdad en el periodismo, que no es compatible con reportar los hechos para satisfacer al mejor postor. Incluso en términos del puro interés propio, las organizaciones noticiosas no pueden darse el lujo de entregar el criterio de sus noticias a nadie, especialmente a personas u organizaciones con las cuales tienen relaciones de negocios. Los periódicos afrontan un público escéptico, incluso cínico, que ha visto que la línea que divide el entretenimiento de las noticias ha sido desdibujada intencionalmente, un público que se ha tornado cada vez más desconfiado bajo el ataque de incidentes tan graves como el escándalo Watergate y tan insignificantes como los cantantes famosos que fingen cantar en sus conciertos. Ese tipo de público siempre está atento a los ejemplos de anunciantes (y otros como políticos que están en posición de ayudar a los periódicos a aumentar sus ingresos) que reciben tratamiento favorable en las noticias. Nada erosiona más la confianza que la sospecha de venalidad.

Mantener la línea puede ser difícil. Se ha sabido de anunciantes enojados que retiran millones de dólares en ventas a un periódico para castigarlo por imprimir algo que consideran contrario a sus intereses.

Las publicaciones más pequeñas tienen el

problema más grande porque su base de apoyo económico puede ser reducida, por lo cual el retiro de cualquier negocio es proporcionalmente más doloroso. (Imagínense las dificultades que podría afrontar una publicación gremial en la industria de cosméticos si comenzara una cruzada en contra de la crueldad por el uso de los animales para los ensayos de laboratorio.) Pero incluso en los periódicos grandes surgen problemas dolorosos, lo cual aumenta la importancia de preservar y reforzar el significado original de la separación entre la iglesia y el estado.


Desafortunadamente, la grandeza y la imprecisión de la metáfora han llevado a confusiones. Establecer a los periodistas una especie de sacerdocio ha introducido un elemento de fariseísmo en las salas de redacción que ha agravado la inclinación natural de los periodistas a considerarse a sí mismos como personas que viven en un mundo aparte de las preocupaciones mercenarias corrientes.

La noción de la iglesia y el

estado también propugna por una separación de funciones y propósitos en los periódicos que es demasiado cavernosa para el propio bien de los periodistas. Y éstos se sienten incómodos cuando tienen que pensar en lo que es bueno para la vitalidad económica de la publicación —incluso cuando no hay de por medio una sugerencia de permitir que los intereses económicos influyan en la edición de las noticias. Esto a veces conduce a resultados irracionales.

Tomemos, por ejemplo, el asunto de las secciones regulares y las esporádicas que debe publicar un periódico. Típicamente, el departamento de publicidad presenta una idea.

Por ejemplo, los vendedores de publicidad creen que pueden lograr que las

compañías de entretenimiento doméstico coloquen anuncios en una sección tabloide especial dedicada a ese tema. A algunos periodistas no les gusta este tipo de arreglo porque, aparentemente, permite a los anunciantes seleccionar el contenido noticioso del periódico.

Incluso se ha discutido si es apropiado que los periódicos produzcan

secciones regulares sobre los temas de alimentos o decoración del hogar o propiedad raíz o moda, ya que estas secciones están diseñadas claramente para reunir a los públicos que están especialmente interesados en lo que desean vender determinados anunciantes. Pero el periódico no viola la disciplina de la verdad en estas situaciones a menos que prometa al anunciante cierto tipo de informe noticioso en la sección (favorable al sonido o al precio de los discos compactos, por ejemplo, o que muestre desaprobación de los esfuerzos por censurar los juegos de vídeo). El departamento editorial puede ejercer su criterio independiente para decidir lo que debe decir sobre el tema y los anunciantes tienen que correr el riesgo —como lo hacen en todos los demás sitios del periódico— sabiendo perfectamente que el periodismo se siente atraído por la controversia.


Es cierto que los anunciantes pueden sugerir algunos temas para las secciones que no se deberían incluir en el periódico, aunque se reporten y editen de manera independiente. La mayoría de los periódicos probablemente no producirían una sección basada en el mercado para ayudas sexuales. Probablemente tampoco considerarían, en esta época, una sección dedicada exclusivamente a las bebidas alcohólicas. Pero aquí el conflicto se limita a sí mismo, siempre y cuando los anunciantes sepan que deben esperar que haya independencia editorial.

No es muy probable que una

compañía tabacalera quiera estar en una sección del periódico dedicada a los informes presentados por los periodistas sobre el tabaquismo.

Esto plantea el siguiente tema: si se debe permitir a los anunciantes hacer sus propias secciones, marcadas claramente como anuncios y totalmente pagadas por ellos, para ser introducidas en el periódico. perfectamente clara.

En este caso, es difícil encontrar una regla

Los periódicos animan a los anunciantes a que utilicen sus

páginas para enviar el mensaje al público. Insertan un gran número de suplementos impresos separados –anunciando los especiales de una tienda de víveres, por ejemplo— cada semana.

El problema surge únicamente cuando el diseño del

suplemento imita el aspecto de un periódico o una revista dominical. De manera que, incluso con una rotulación apropiada, existen varias razones para decir no a la sección de un anunciante. El suplemento sobre ayudas sexuales no sería más apropiado como publirreportaje que como sección editorial, quizá incluso menos apropiado. Por otra parte, permitir a las organizaciones de caridad preparar suplementos especiales para el periódico puede prestar un servicio social. Es necesario usar buen criterio en cada caso, con base en lo que pueda pensar el lector al encontrar la sección de publicidad, si puede o no confundirlo con la voz del periódico, o de alguna otra forma rebajar su opinión de la integridad del periódico cuando encuentra allí el suplemento.

También surgen otros problemas.

Al diseñar secciones regulares o especiales, un

periódico debe comprender con claridad su carácter fundamental y nunca debe hacer nada que esté en conflicto con él. Ningún periódico necesita ser mortalmente serio de cabo a rabo, pero la mayoría debe preocuparse por no ser demasiado frívolo o dar la


apariencia de alcahuetear gustos crudos. Los periódicos también necesitan erigir una fortificación alrededor de aquel trabajo que pretende informar a las personas los hechos y argumentos que necesitan comprender para funcionar eficazmente como ciudadanos de una comunidad autónoma. Si la mayoría de los anunciantes no quiere estar en una sección dedicada a la cobertura de las elecciones, entonces esa sección tendrá que publicarse casi toda con contenido editorial. Si los anunciantes se han cansado de los informes sobre el descontento nacionalista en Europa y la antigua Unión Soviética, el periódico debe escuchar con educación y seguir cubriendo esta historia, la cual seguramente modificará el futuro de sus lectores. Por último, el periódico debe decidir qué parte de sus recursos editoriales dedicar a las secciones diseñadas para satisfacer la curiosidad de segmentos específicos del público a los cuales los anunciantes quieren llegar. Si un periódico dedica demasiado esfuerzo a esos proyectos, puede quedarse corto en sus otras coberturas. Por otra parte, si hace este trabajo con eficacia, deberá producir los ingresos necesarios para sustentar el informe de noticias básicas. El truco es encontrar el tono y el equilibrio correctos, y encontrarlos separará a los periódicos excelentes de todos los demás.

EL FORMATO EMPRESARIAL

Cuando los críticos de las firmas periodísticas contemporáneas condenan la forma empresarial, realmente están hablando de la propiedad anónima. La forma societaria en sí simplemente tiene ciertas consecuencias tributarias y de responsabilidad civil y algunos requisitos formales respecto a la gobernabilidad. Incluso los dueños únicos pueden ser empresas y a principio de este siglo muchos periódicos eran sociedades cerradas cuyas acciones pertenecían a una sola persona o a miembros de una sola familia.

La propiedad anónima introduce otros elementos significativos. En primer lugar, separa la gerencia de la propiedad. Los propietarios tienen muy poca injerencia directa en lo que hace el negocio.

Una junta directiva, cuyos miembros son ratificados por los

accionistas, tiene el deber de encargarse de que la gerencia cuide los intereses de los


accionistas.

En consecuencia, los gerentes cumplen con su deber para con los

accionistas de una manera impersonal.

Típicamente, la gerencia consulta a los

propietarios directamente sólo durante las reuniones anuales, cuando busca —y por lo general obtiene fácilmente— delegación de poderes de los accionistas para ratificar ciertas decisiones empresariales básicas. Por otra parte, en las empresas de un solo propietario la gerencia y la propiedad generalmente están en manos de una sola persona. En las sociedades cerradas, con un número suficientemente pequeño de propietarios, a cada uno se le consultaría individualmente respecto a las grandes decisiones.

Los activistas en pro de los accionistas se han quejado de que la gerencia de la sociedad anónima moderna opera sin una responsabilidad eficaz hacia los accionistas. La importancia de estos argumentos ha crecido con el incremento en el poder económico de los inversionistas institucionales. Directores externos en varias firmas grandes y visibles se han opuesto a la gerencia de manera dramática, y eso ha obligado a que la gerencia de otras compañías preste más atención a las expectativas de sus propietarios.

Entre tanto, en las batallas por compras hostiles, los tribunales han

revertido decisiones que dan apoyo a los planes de la gerencia para resistirse cuando los jueces opinan que dicha decisión no ha protegido adecuadamente los intereses de los accionistas. Sin embargo, la propiedad anónima no tiene ni puede tener el mismo potencial para que haya un impacto directo e inmediato de los propietarios sobre las decisiones gerenciales, como lo tiene la propiedad en manos de un número reducido de personas o en un único dueño.

A diferencia de la mayoría de las compañías de propiedad cerrada, las sociedades que se negocian en las bolsas de valores deben reportar sus resultados financieros de manera abierta y regular. Fuera de los requisitos legales, las compañías anónimas promueven los intereses de sus accionistas discutiendo sus negocios en diversos foros, con la esperanza de estimular el interés por sus acciones en el mercado y aumentar su precio. El proceso de cortejar a los inversionistas da gran influencia a elementos de las publicaciones de negocios, a los analistas de bolsa que siguen un campo específico, y


los grandes inversionistas institucionales como los fondos de pensiones cuyas decisiones de inversión, por sí solas, pueden causar oscilaciones en el precio de una acción.

Una relación pública con los inversionistas, obviamente, aumenta la fuente potencial de fondos y reduce el costo del capital.

Las sociedades anónimas cerradas afrontan

desalentadoras restricciones legales sobre la venta del patrimonio y, por consiguiente, con frecuencia deben ir al mercado de instrumentos de deuda cuando necesitan hacer inversiones que sobrepasan sus reservas de efectivo. Al mismo tiempo, la propiedad anónima también puede llevar a que se ejerzan presiones para obtener resultados a corto plazo a expensas del desempeño a largo plazo, en las compañías periodísticas al igual que en todas las demás. Por último, una sociedad anónima tiene el deber de maximizar el valor económico de los accionistas mientras que un propietario puede optar por recibir menos rentabilidad en términos monetarios para poder satisfacer un apetito no financiero —de poder, de gloria, o la satisfacción de servir al público.

Existen otras características que diferencian a las sociedades anónimas.

Pero la

separación de la propiedad y la gerencia, el requisito de los informes públicos sobre la situación financiera, la necesidad de comercializar abiertamente las acciones de la sociedad,

la facilidad de acceso al capital de inversión y la necesidad de que las

sociedades anónimas maximicen el valor económico de los accionistas son los más pertinentes para evaluar si los críticos de la propiedad anónima para los periódicos pueden señalar algún conflicto irreconciliable entre los valores del mercado y los valores de las noticias de una compañía cuyas acciones se negocian en la bolsa.

La separación de la propiedad y la gerencia no hace que las sociedades anónimas no sean aptas para operar periódicos. Incluso protege a los periodistas de las presiones directas para que se sustituyan las preferencias personales del propietario o los intereses financieros individuales por el criterio editorial guiado por la disciplina de la verdad.

Así como es más fácil manejar la presión de los anunciantes cuando un

periódico tiene una base amplia de ingresos también es más fácil manejar los intereses


del propietario cuando los propietarios son muchos y variados. Esto no quiere decir que las sociedades cerradas no puedan producir periodismo profesional. Muchos periódicos familiares se han comprometido con la excelencia y la disciplina de la verdad. Solamente quiero decir que la propiedad anónima ha promovido la independencia de los criterios periodísticos al dividir el poder de los propietarios.

Jay Rosen, profesor asociado de periodismo de la Universidad de Nueva York, ofreció esta descripción de la historia del cambio de propiedad privada a propiedad anónima en los periódicos:4

Una de las maneras más sencillas de comprender la objetividad es simplemente decir que es un contrato entre los periodistas por una parte y sus empleadores por la otra. El contrato dice lo siguiente: Editores, ustedes nos dan el derecho de reportar las noticias independientemente y nos dejan tranquilos y a cambio nosotros no les causaremos demasiados problemas metiendo nuestra política en las páginas de las noticias. La objetividad es una especie de contrato entre [un] grupo de profesionales que llamamos periodistas y la gente que ofrece la planta y el equipo para que ellos hagan su trabajo. Este contrato surgió en los años 1920 y 1930 cuando se transformó la base del periodismo.

Salieron los

directores propietarios y entraron las sociedades anónimas. De tal manera que surgió una paz negociada entre los periodistas y los empleadores societarios. El nombre de esa paz negociada es objetividad.

El siguiente relato de una ganga guarda tanta relación con la historia real como la historia de John Locke sobre el contrato social. Pero sí plantea con precisión el punto de que la separación de la iglesia y el estado se presento aproximadamente en la misma época en que surgió la propiedad anónima y reflejó la separación entre la propiedad y el control operativo. Esto pudo haber sido poco más que una división del trabajo a medida que fue introduciendo la gente entrenada en el negocio, reconociendo que no tenían ninguna experiencia ni interés en la evaluación y presentación de las 4

Jay Rosen, “Beyond Objectivity,” Nieman Reports (Winter 1993), 49.


noticias. Pero cualquiera que sea la razón, la separación se ha convertido en una característica común de los periódicos estadounidenses modernos.

La preocupación de la gerencia por la opinión de los inversionistas —consecuencia de su deber fiduciario, su temor a la intervención legal o de la junta directiva, y sus esfuerzos para aumentar la demanda y el precio de las acciones– probablemente ha dado origen a más críticas originadas en el interior de las filas de los periodistas que cualquier otro factor. La necesidad de comunicarse con el mercado significa que los líderes de las compañías noticiosas hablen públicamente con gran periodicidad respecto a asuntos financieros. Les preocupan los costos y lo dicen una y otra vez. También se preocupan los inversionistas, quienes comparan las compañías sobre la base de cómo manejan esta variable.

Los funcionarios empresariales hablan

insistentemente sobre márgenes de utilidad, lo cual ha llevado a que los periodistas crean que la propiedad anónima los ha elevado a niveles inauditos. Y no hablan mucho sobre los valores noticiosos.

La propiedad anónima sí significa un control estricto de costos, pero la propiedad privada no necesariamente significa lo contrario. No hay más que examinar los salarios de las salas de redacción a principios de siglo para ver que los propietarios también cuidaban los gastos. Y había muchos periódicos de propiedad privada que no gastaban un porcentaje tan grande de sus ingresos en la recolección de noticias como lo hacen actualmente muchos periódicos de propiedad abierta. Obviamente, algunas empresas periodísticas

de propiedad

abierta

han arruinado

periódicos

reduciendo

sus

presupuestos tan drásticamente que no pueden trabajar adecuadamente. La presión del pensamiento a corto plazo se debe manejar con cuidado, en parte teniendo una historia persuasiva para contar sobre los prospectos para el futuro porque, de lo contrario, la presión para que se obtengan retornos inmediatos hará que los periódicos rebajen los costos hasta que sufran una desnutrición que deja morir de hambre a los valores noticiosos que mantienen a los periódicos fuertes y vitales.

Esto no es

inevitable, aunque el riesgo es grande, a menos que las empresas dueñas de


periódicos tengan planes claros para el futuro de la actividad periodística y la confianza para llevarlos a cabo.

La historia de la propiedad abierta de los periódicos ha sido variada. En algunos casos los periódicos han mejorado. En otros se han abaratado. En general, veo mejoría. Pero ya sea una sociedad anónima, o una propiedad cerrada, una compañía bien manejada debe encontrar un equilibrio. Debe prestar atención a los costos pero no debe dudar en gastar lo que tenga sentido en términos financieros para hacer el trabajo con éxito.

La facilidad de utilizar los mercados de crédito para obtener capital se convierte en un factor importante para las compañías de noticias por varias razones.

Les ayuda a

diversificar, lo cual puede equilibrar los ciclos descendentes de las utilidades que dependen de la publicidad en los periódicos durante los períodos de economía lenta. Eso puede disminuir el porcentaje de los activos de la compañía representado por los periódicos, lo cual es bueno siempre y cuando los periódicos sigan comprendiendo la importancia de los valores en las noticias, tanto para la comunidad como para el éxito comercial.

Pero si la compañía más amplia se distancia demasiado de las

peculiaridades del periodismo, pueden producirse dificultades y el negocio puede sufrir.

La capacidad para dedicarse a actividades que requieren mucho capital —mediante la adquisición o el crecimiento interno— puede llegar a ser importante para las organizaciones noticiosas a medida que se dirigen hacia una época que promete cambios significativos en la forma en que la gente obtiene su información. Muchas compañías periodísticas se han diversificado ingresando a la televisión y otros intereses electrónicos así como a negocios mucho más apartados como el de poner tinta sobre papel.

Incluso el negocio tradicional de poner tinta sobre papel implica recursos

sustanciales de capital por concepto de sistemas de producción, prensas y equipo de empaque.

A medida que las comunidades metropolitanas se extienden por áreas

geográficas cada vez más amplias, un número creciente de periódicos querrá descentralizar su capacidad de impresión como lo ha hecho The Los Angeles Times.


Esta es una actividad costosa así como lo es aumentar la capacidad para imprimir colores en las prensas con el fin de mantenerse en posición de atender las necesidades de los anunciantes.

Además, los anunciantes y los lectores están exigiendo un

periódico más focalizado.

En este momento, el Tribune, el Los Angeles Times, el

Philadelphia Inquirer, el Newsday, entre otro, ofrecen varias versiones del periódico cada día, y cada una de ellas orientada a una zona geográfica específica con el fin de proporcionar las noticias locales más pertinentes para los lectores de cada zona. Esta entrega segmentada también ofrece a los anunciantes la forma de dirigirse a los lectores en áreas tan pequeñas como una sola zona postal. En el futuro, los periódicos quizá tengan que entregar un producto adaptado a lectores específicos, dando a cada lector las secciones especializadas que más le interesa, o que a los anunciantes más les interesa asegurarse de que el lector reciba.

Todos estos avances requerirán

inversiones considerables.

Uno de los argumentos más fuertes en contra de que las compañías anónimas sean dueñas de periódicos es que las exigencias del mercado obligan a esas compañías a no hacer inversiones que incrementen la franquicia para el futuro. Esto no debería ser así, a menos que los inversionistas se muestren pesimistas respecto a las perspectivas a largo plazo del periódico. Y tampoco diferencia entre las sociedades abiertas anónimas y las cerradas. A menos que la razón para una inversión tenga sentido en términos económicos, los propietarios de las compañías cerradas deberían resistirse ante ello también, si no consideran a la empresa como una forma de filantropía.

Esto nos lleva a la última diferenciación. Un propietario podría estar dispuesto a recibir menos rentabilidad con el fin de promover el bien público. El gerente de una compañía pública tiene el deber de maximizar el valor para los accionistas de manera que no puede aceptar menos. Pero para que el tipo de propiedad preste un mejor servicio a los valores públicos, el propietario no solamente debe ser caritativo con su propio dinero, sino que tiene que estar dispuesto a utilizarlo de una manera altruista en lugar de usarlo simplemente para promover sus propias causas.

Debe adoptar personalmente los

valores noticiosos, incluso cuando ceñirse a ellos dañe sus propios intereses.


Obviamente, han existido personas así y quizá existan algunas en la actualidad. Pero, a pesar de que los periódicos son vitales para el futuro de la sociedad, no se puede dejar que el futuro de los periódicos dependa de la caridad.

LA DECISIÓN DE GASTAR

He aquí otra manera de expresar este punto. El futuro de los periódicos tendrá la máxima seguridad si las decisiones que se refieren al periódico tienen sentido financiero. Este es un requisito absoluto en las sociedades anónimas, donde el deber fiduciario hacia los accionistas convierte esta perspectiva en un requisito legal. Pero también es válido para los propietarios únicos, porque las decisiones antieconómicas solamente perduran un determinado tiempo antes de que comiencen a minar la viabilidad de la empresa. El coronel McCormick tenía razón. El primer objetivo de un periódico es obtener utilidades. Los verdaderos interrogantes son cuántas ganancias obtener en un año determinado y cuanto reinvertir.

Este no es el lugar para una discusión a fondo de cómo se debe tomar ese tipo de decisiones. Siempre es una lucha y no siempre es racional. Las mejores pautas son la prudencia y un sentido de equilibrio. El análisis en el periódico de cuánto es suficiente no difiere fundamentalmente del análisis que se hace en cualquiera otra empresa.

Una inversión se debe hacer si su tasa de rentabilidad es mayor de lo que se puede obtener a través de otra inversión alterna. Pero la selección de una tasa de rentabilidad comparable depende del nivel de riesgo que se considera implícito en la inversión, y eso refleja un criterio sobre la fortaleza competitiva que tendrá la empresa en el futuro. Si uno cree que los periódicos se están muriendo lenta pero inevitablemente, que los gustos de la gente han cambiado en su contra de manera irrecuperable, entonces uno haría solamente inversiones muy módicas para mantener la empresa en operación mientras va muriendo lentamente, sacando todo el efectivo posible de la empresa para crecer en otras áreas. Si, por el contrario, uno considera que los periódicos están listos para la renovación, que el camino hacia el futuro parece construido para ellos, entonces


la rentabilidad proyectada sobre las inversiones sería mayor que bajo el supuesto pesimista, el riesgo sería menor y tendría muchísimo sentido invertir dinero en la empresa para colocarla en posición de despegue.

Lejos de utilizar los periódicos

solamente como generadores de efectivo para otros proyectos, incluso se podría llegar a pensar en aceptar una rentabilidad más baja hoy con el fin de lograr las cosas que produzcan utilidades considerablemente mayores en el futuro. Varios factores se han unido recientemente para producir incertidumbre respecto al futuro de los periódicos. La recesión de principios de los años noventa, los problemas en segmentos del comercio al detal que tradicionalmente han sido clave para los ingresos de los periódicos por concepto de publicidad, la fragmentación de los medios por el crecimiento de la televisión por cable, y el prospecto de una mayor fragmentación a causa del despliegue masivo de sistemas interactivos para los consumidores. Tanto en el interior como en el exterior de la industria de los periódicos se oyó hablar de “caída secular”. Incluso si la economía se recuperara, se decía, los periódicos nunca lo harían. Naturalmente, no hacía mucho, en plenos años ochentas, lo que se decía era todo lo contrario. Los periódicos eran licencias para imprimir dinero —y lo serían durante todo el tiempo imaginable.

Esta volatilidad de la sabiduría convencional es extraña. La recesión de principios de los años noventa se llegó a conocer como la peor depresión de los periódicos en la historia y, sin embargo, la mayor parte de las utilidades de los periódicos continuaron en niveles que serían motivo de envidia para otras industrias. Ha habido dificultades en algunos de los negocios de nuestros anunciantes, pero han surgido otros anunciantes para tomar su lugar. Han salido fuertes competidores por el dinero de la publicidad, pero existen razones para creer que la mayor parte de nuestros clientes quiere utilizar los periódicos para llegar a sus clientes, pero sólo si los periódicos pueden tomar medidas para ofrecer la clase de servicio que requieren esos anunciantes.

Los periódicos

resistentes indiscutiblemente tienen debilidades que deben tratar de eliminar;

el

desempeño de los periódicos en 1994 hizo que “la caída secular” de los periódicos pareciera el informe de una muerte que ha sido enormemente exagerada.


El éxito a largo plazo de los periódicos depende de la forma en que encajen dentro del nuevo entorno fragmentado de la información cuyas características incluso ahora apenas se vislumbran. Este será el tema del último capítulo. Baste decir que el éxito no se podrá alcanzar sin una medida de confianza tanto dentro como fuera de la industria periodística en el sentido de que los periódicos podrán dominar el nuevo entorno. Si los buenos periodistas miran este medio con hostilidad o lo tratan como apto únicamente para un entretenimiento tibio, entonces no será extraño que los inversionistas decidan que los periódicos no tienen futuro. Pero si los periodistas se dedican a la tarea de traducir los valores noticiosos y llevar a los clientes a las modalidades nuevas que se utilizan para llegar al público, harán que invertir en las actividades de los periódicos sea mucho más atractivo.

Para lograr cualquiera de las cosas que puedan llegar a ser necesarias para preservar o mejorar la posición de los periódicos en el futuro, éstos tendrán que ser muy adaptables y muy seguros de lo que son realmente. La división entre iglesia y estado, aunque es importante para hacer cumplir los valores del periodismo, también hace difícil que los periódicos sean suficientemente flexibles para afrontar los retos que se aproximan.

LAS DOS CULTURAS

Para los ejecutivos que no han crecido con ello, el hecho de que una empresa maneje un periódico podría parecer un acto antinatural. En qué otro tipo de compañía una subsidiaria atacaría los productos de otra, publicaría información embarazosa sobre sí misma o alabaría a un competidor? Sin embargo, estas son cosas que aquellos periódicos que forman parte de compañías diversificadas quizá tengan que hacer para cumplir con sus obligaciones respecto a la disciplina de la verdad. Recordemos el informe de A. H. Raskin sobre la huelga en el New York Times

5

o la decisión tomada

por el director del periódico de St. Petersburg, Florida, de poner la noticia de su arresto por manejar bajo la influencia del alcohol en la primera página del periódico.

5 6

Véase capítulo 1. nota 9. “Times Editor Arrested,” St Petersburg (Fla.) Times, 6 de julio de 1976.

6

En el


Tribune tenemos mucha experiencia en estos asuntos ya que la Tribune Company es propietaria del equipo Cachorros de Chicago.

Se lastiman sentimientos cuando el

periódico critica a los Cachorros o la WGN – TV publica información embarazosa sobre el periódico.

Pero en una compañía que comprende la importancia de los valores

noticiosos, estas tensiones se aceptan como parte del negocio.

Eso es nada más el comienzo de las peculiaridades de la gestión de las empresas noticiosas. Los periódicos son negocios complicados que deben ser manejados con mano firme en todas las áreas, especialmente la editorial, donde los juicios más críticos son subjetivos y los resultados a menudo difíciles de cuantificar. Al mismo tiempo, deben atraer y retener a las personas que tienen el don de cuestionar la autoridad, cuya primera lealtad es hacia la verdad y que florecen con la controversia.

Una consecuencia de estos elementos de juicio para la selección es que muy pocos periodistas han pensado completamente en la relación entre el éxito comercial y su independencia para hacer su trabajo, y esto a menudo produce un reflejo antagónico entre la sala de redacción y otras partes del periódico.

La implacable presión por

controlar los costos no hace más que profundizar la hostilidad de los periodistas. Sería muy poco común escuchar a alguien, en una reunión sobre presupuestos o gastos dentro de un departamento editorial, hacer referencia, incluso indirecta, al deber que se tiene con el accionista. Sería mucho, mucho más raro, de hecho, que una discusión entre los integrantes de un grupo de finanzas o de publicidad sobre la necesidad que tiene el periódico de correr riesgos comerciales por presentar informes honestos y corajudos. Cuando llegué al cargo de director me invitaron a dar una charla sobre el departamento de publicidad. Hablé sobre la cooperación entre los dos aspectos del negocio, pero también dejé en claro que el departamento editorial no estaba interesado en proteger a los anunciantes cuando tomaban decisiones sobre noticias. Después de esa charla le pregunté a una vieja amiga en el departamento cómo creía que había sido percibido el mensaje. “Tal vez se quejen de ello,” pero aquí nadie quiere trabajar para un comprador.”


En la práctica, la separación entre iglesia y estado desafortunadamente ha significado que los periodistas opinan que el comercio les ensuciaría. Aunque la situación en la parte comercial no es tan antagónica, es fácil para los profesionales de ese lado desarrollar hostilidad hacia lo que ellos llegan a considerar como mojigatería impráctica e irreflexiva del departamento editorial. Como consecuencia, ninguno de los bandos puede aceptar plenamente las metas y valores del otro, aunque los valores de ambos bandos sean esenciales para el éxito de la empresa.

La propiedad en manos de los empleados —a través de programas de opción de compras de acciones o planes de jubilación basados en las acciones— debería acercar más los intereses de todos pero, de todos modos, en las compañías grandes la mayoría de las decisiones individuales parecen tener un efecto tan insignificante sobre el desempeño de las acciones de la empresa que la propiedad en acciones sigue teniendo un efecto muy sutil sobre el comportamiento. (Si tuviera un efecto demasiado grande, supongo, no tendríamos que preocuparnos por una insidiosa orientación a corto plazo ya que todo el mundo trataría, mediante todas las decisiones, de aumentar el precio de las acciones, día a día. El peligro, que he oído plantear por algunos periodistas, de que los directores pudieran mostrarse renuentes a destacar una historia por temor a que el mercado reaccione negativamente, es tan remoto que da risa).

Las organizaciones periodísticas tienen que trabajar mucho para unir las dos culturas sin amenazar la independencia de criterio que se requiere para que el periódico haga honor a la disciplina de la verdad.

Los directores y vendedores de publicidad, los

reporteros y los analistas financieros, los fotógrafos y los ingenieros, los diseñadores gráficos y la gente de circulación, todos necesitan asumir la responsabilidad de reconciliar los intereses de los accionistas con un cumplimiento riguroso de los valores noticiosos, porque estos son fundamentales para el éxito comercial del periódico, y el éxito comercial es fundamental para la vitalidad de los valores noticiosos. Como primer paso, una organización de noticias debe identificar los valores que realmente considera fundamentales. En el Tribune, este proceso ha sido muy satisfactorio aunque ha sido muy difícil llevarlo más allá de la alta dirección y convertirlo en algo que llegue a todos


los miembros de la organización. Las discusiones sobre los valores también pueden ser dolorosas porque pueden revelar la falta de un sentido profundo y compartido de dichos valores y la discrepancia al respecto puede tomar una intensidad casi religiosa. 7

El ejercicio exige que una organización llegue a alguna conclusión sobre lo que constituye la esencia de la empresa. En la parte comercial, esto significa considerar las fortalezas y las debilidades, las oportunidades y las amenazas competitivas que son típicas de los métodos de planeación estratégica en la mayoría de las organizaciones. La parte más desafiante es para los periodistas quienes generalmente no se encuentran entrenados para hacer planeación estratégica y con frecuencia se hayan orientados hacia la preservación de lo que existe sin discriminar mucho entre lo vital y lo superficial.

A principios de los años noventa el Chicago Tribune comenzó a preparar los detalles de su sociedad informal con la Tribune Broadcasting Company con el fin de producir un canal de televisión por cable para presentar noticias 24 horas al día. La idea era dar al canal de cable acceso a todas las noticias que estaba desarrollando el periódico, en tiempo real, y sacar al aire a los periodistas del Chicago Tribune como parte del equipo de reporteros del canal de cable. La respuesta inicial a esto en la sala de redacción no fue de apoyo unánime. Para ayudarles a pensar bien en nuestra participación, los principales directores del periódico hicieron un ejercicio en el cual tratábamos de imaginarnos cómo veríamos el Tribune después de jubilados. Cuando nos orientamos para mirar desde esa perspectiva aquello en lo que se habría convertido el Tribune, nos preguntamos qué nos haría sentir satisfechos por haber logrado que la empresa atravesara esos cambios intacta. ¿Qué tendría que hacer el Tribune del siglo veintiuno para que nosotros sintiéramos que lo habíamos dejado mejor de lo que lo habíamos encontrado?

Produjimos una lista corta. Tendría que ofrecer información tan autorizada, seria y exhaustiva como la necesitara la comunidad para gobernarse a sí misma. Tendría que 7

Véase Ken Auletta, “Opening up the Times,” New Yorker, 28 de junio de 1993, 55.


ofrecer el valeroso liderazgo de la comunidad al que han aspirado tradicionalmente los periódicos. Y tendría que incluir una redacción excelente para fomentar y satisfacer el apetito

de

la

lectura,

el

cual

asociamos

con

la

capacidad

para

pensar

independientemente que requiere una república autónoma para prosperar.

No consideramos vital que el periódico siguiera con la forma de tinta sobre papel. Tampoco consideramos que todos los aspectos del periódico tendrían que ser escritos (como no lo son en el periódico tradicional, que tiene elementos gráficos y fotográficos).

Este ejercicio nos permitió comprender más fácilmente lo que necesitaba hacer el canal de cable para convertirse en una extensión útil del periódico. Yo creo que se inició un proceso que nos permitió sentirnos más cómodos para experimentar con otros medios no tradicionales de entregar las noticias.

No estoy seguro si será posible afrontar los cambios que se nos avecinan a los periódicos en la actualidad sin llegar a un acuerdo fundamental sobre lo que son y lo que valoran. Será mucho más fácil para nosotros tener la confianza para cambiar si estamos seguros de que todos estamos de acuerdo respecto a lo que debe perdurar. De hecho, es peligroso iniciar el proceso de cambio sin prestar atención al núcleo de nuestras creencias. Peligroso no solamente porque, sin una brújula moral, fácilmente nos podemos desviar. Peligroso además porque, a medida que se fusionan los medios de comunicación, puede ser fácil pasar por alto los aspectos del periódico que han conservado el interés de la gente durante años. Al ser pasados por alto, podrán ser descartados. Y si los descartamos, podríamos estar tirando las cosas que den a los periódicos su mayor ventaja competitiva en el nuevo entorno.

Nadie sabe con seguridad cómo se desarrollarán los nuevos medios interactivos ni cómo podrán dar forma al mensaje que entreguen. Tenemos que adivinar sobre eso hoy, experimentar con la nueva tecnología y tratar de comprender cómo se relacionará la gente con ella. Pero al hacerlo, tendremos que estar muy seguros de nuestros fines. El medio puede afectar el mensaje, pero el mensaje está primero. Al igual que con el


uso de las tĂŠcnicas de mercadeo, tenemos que saber lo que queremos decir antes de decidir la mejor manera de hacer llegar el mensaje a las personas que queremos movilizar con ĂŠl.


(NUEVE) ¿HABRÁ ALGUIEN DEBAJO DE ESA VENTANA? A finales de la carrera del coronel Robert R. McCormick como director del Chicago Tribune, cuenta la historia, un joven reportero de fuera de la ciudad le entrevistó en su grandiosa oficina del piso 24 del edificio Tribune Tower. "Usted tiene un periódico y emisoras de radio y televisión en la ciudad de Nueva York," dijo el reportero. " Usted ha tenido periódicos en Washington, D.C. y en París. ¿Por qué ha permanecido en Chicago?" El coronel se irguió al máximo detrás de su gran escritorio de mármol, señaló la magnífica vista del edificio Wrigley, el puente de la Avenida Michigan y el río Chicago que se veía abajo. "Todos los días me siento sobre ese alféizar y miro hacia abajo," dijo, "con una docena de rosas en una mano y un puñado de tierra nocturna en la otra. Y eventualmente todos pasan por debajo de esta ventana." Confieso que no puedo demostrar que esta historia sea cierta. Tal vez no sea más que parte de la leyenda. Una vez la repetí en una charla a la que asistió a la viuda del coronel, y ella sonrió. Esa es la mejor evidencia que tengo. De todos modos, la anécdota es indiscutiblemente fiel a la actitud que el coronel compartía con otros directores de diarios de su época. Esos barones de la prensa confiaban en que el mundo pasaría desfilando ante ellos porque la prensa era el principal portón de entrada a la mente de las personas. Pero incluso entonces se preocupaban porque el cambio tecnológico pudiera desplazarlos del centro. La mayoría de los directores de los periódicos sentía tanto miedo de estos cambios que trataron de utilizar todo su poder económico y político para oponerse al crecimiento de las nuevas tecnologías. Más les hubiera servido tratar de detener el cambio de las estaciones. Aunque políticamente el coronel McCormick era muy conservador, también era un hombre de negocios astuto y un amante de la tecnología que a menudo se jactaba de sus inventos. Dos veces se separó de sus colegas y directores, se negó oponerse al desarrollo de los medios electrónicos y fue pionero de las estaciones de radio y televisión en Chicago, dando a ambas las letras de identificación WGN las cuales, humildemente, representaban las palabras World’s Greatest Newspaper (el mejor periódico del mundo), la empresa de la cual habían nacido. En la actualidad, la gente está preocupada una vez más por si los periódicos —o cualquier forma popular de escritura— sobrevivirá al ataque de los nuevos

1


medios electrónicos. Se han unido varios factores para que esta pregunta sea especialmente incómoda. El incremento en la lectoría de los periódicos no ha tenido el mismo ritmo que el crecimiento de la población, pero aproximadamente 70% de toda la población adulta lee al menos el periódico dominical1. Y las personas que gozan de prosperidad económica son las más letradas y las que con mayor probabilidad leen un periódico todos los días. Más de las tres cuartas partes del 20% más letrado de la población son lectores habituales del periódico.2 La generación de los babyboomers no se ha convertido en lectora habitual de los periódicos con la misma facilidad que lo hizo la generación de sus padres y esto generalmente se atribuye a que nació bajo el resplandor de los televisores. Las generaciones que siguen a la de los babyboomers, sumergidas en los juegos y muy conocedores de las computadoras, causan aún más preocupación. Sus mayores se preguntan sí la única alfabetización que obtendrán será la relacionada con las computadoras. Estos factores unidos a la disminución en la calidad del sistema educativo de los Estados Unidos, el crecimiento de una clase urbana sub-privilegiada y la proliferación de medios visuales y auditivos, levantan el espectro de una nueva Edad del Oscurantismo en la cual la mayoría de la gente abandonará completamente la lectura y regresará a una cultura oral. Entretanto, está surgiendo un nuevo y poderoso sistema de entrega de información que podía resultar tan radicalmente diferente a la televisión como lo fue la televisión respecto a los periódicos. Ese sistema amenaza con cambiarlo todo. Las cadenas de televisión ya han visto una reducción en sus teleaudiencias a medida que los medios visuales se han ido fragmentando como consecuencia del crecimiento del cable y las grabaciones en videocasete. Algunos dicen que en la "supercarretera de la información" las estaciones tradicionales de televisión dejarán de existir porque habrá tantas alternativas que las personas podrán elegir el espectáculo que deseen, cuando lo deseen, en lugar de tener que escoger entre lo que está disponible en la televisión diaria. En ese ambiente, el programa será el gancho y no el canal por el que se pasa. El uso generalizado de los controles remotos de televisión ya ha dado inicio a ese proceso, haciendo mucho más fácil vencer la inercia y navegar el espectro de la televisión. A medida que los canales de cable reducen el número de televidentes de las cadenas al perseguir segmentos específicos en lugar de tratar de alcanzar a las masas, las estaciones afiliadas a las cadenas con frecuencia responden dirigiéndose a un mercado más bajo. Las noticias locales en la mayoría de las estaciones de televisión llegaron a un nivel tal que el crítico de televisión del Tribune las describió como "un collage suelto de sexo, muerte y osos

1

“Facts about Newspapers ´94: A Statistical Summary of the Newspaper Business Published by the Newspaper Association of America” (Reston, Va., 1994), 7. 2 Irwin S. Kirsch, Ann Jungeblut, Lynn Jerkings, y Andrew Colstad, “Adult Literacy in America,” National Center for Education Statistics, U.S. Department of Education, septiembre de 1993.

2


bailarines”.3 Entretanto, las emisoras metropolitanas afrontan cada día más dificultades para tratar de cubrir un mercado geográfico en expansión en el cual el crecimiento y la afluencia se presentan en la periferia. Esto crea las condiciones para una mayor segmentación del mercado a manos de los competidores. Las noticias por cable podrían ser programas específicamente para diversos segmentos geográficos. Así fue como los diarios suburbanos fueron reduciendo la participación del mercado de los diarios metropolitanos. Ya existe la tecnología para hacer esto en cable y los nuevos sistemas de entrega de noticias simplemente lo harán más fácil. Como reacción a estos cambios, algunos periódicos parecen decididos a tratar de competir con la televisión convirtiéndose en algo igual a ella. USA Today ha sido el experimento más interesante de este tipo pero hay otros que también han tratado de poner énfasis a los textos cortos, poner más listas, sustituir las narraciones textuales por gráficos, etc. Muchas de estas innovaciones han sido intrigantes y útiles pero juntarlas en un periódico tradicional de tinta sobre papel y enviarlas a competir directamente con la televisión es como una compañía petrolera de principios del siglo que trata de competir con la energía eléctrica logrando que el petróleo produzca una llama más brillante y menos humo. Todos los medios tienen fortalezas y debilidades, las mismas que imponen a los mensajes que transportan. Los medios nuevos usualmente no eliminan a los medios viejos; simplemente los empujan a áreas donde tienen ventajas comparativas. El periódico impreso existirá durante mucho tiempo y no solamente porque los hábitos de la gente cambian con lentitud. Los nuevos medios nos están mostrando las ventajas de la comunicación sobre el papel que nunca se había pensado antes de comenzar a ver las alternativas - La portabilidad, la facilidad de disposición, la facilidad para hojearlo, etc.. Existe una razón por la cual la oficina sin papeles no fue una consecuencia inmediata de la diseminación de las computadoras en el lugar de trabajo. Pero sería un error subestimar hasta qué punto la nueva tecnología de las comunicaciones afectará la forma en que vivimos y aprendemos, o sobrestimar nuestra capacidad para predecir sus consecuencias finales. EL NUEVO MEDIO Y SU MENSAJE Cuando los herreros del Siglo XV experimentaron con nuevas formas de extraer el metal del mineral en bruto, no pretendían revolucionar la forma en que la gente pensaba sobre sí misma. No dedicaron un instante de sus ajetreados días a pensar en el futuro de la poesía ni la posibilidad de la novela, y mucho menos a la descomposición de la autoridad y el auge del individualismo. Cuando Johannes Guttenberg tomó dinero prestado para comenzar a utilizar los descubrimientos de los herreros en sus experimentos con los tipos móviles, no pensó en ayudar a Martín Lutero a sacudir los cimientos de la iglesia Católica 3

Rick Kogan, “Whatever It is, it isn´t News,” Chicago Tribune, 13 de febrero de 1992, Tempo Section.

3


Romana. Se preparaba para imprimir una Biblia latina y quienes les siguieron en su oficio convirtieron en un buen negocio la producción masiva de cartas de indulgencia. En el siglo XIX, cuando James Clerk Maxwell propuso su teoría sobre la propagación de las ondas electromagnéticas no estaba pensando en reducir el lapso de atención del niño promedio de 12 años ni en obligar a los líderes políticos a hablar en bites de sonido. Guglielmo Marconi no tenía idea de que estaba a punto de obligar a los hombres de Estado a tomar decisiones con más rapidez ni de qué iba a cambiar para siempre la calidad de las conversaciones familiares. En la actualidad, los inventos en diversas disciplinas han comenzado a reducir los costos de las comunicaciones de forma dramática a medida que la tecnología de los microchip ha reducido el costo del poder de computación durante las últimas dos décadas. Esto no es más que el comienzo. Para tener una idea de la posible escala de lo que pudiera suceder en los próximos años, basta pensar en lo que ha significado la reducción en el costo de la computación. En casa, en mi escritorio, tengo una computadora personal IBM original. Un amigo de la universidad que se dedicó al campo de la programación de computadoras me sorprendió un día cuando me dijo que este antiguo instrumento tiene tanto poder de cómputo como tenía todo el centro de cómputo de la Universidad Northwestern cuando nosotros estábamos estudiando. Y la computadora laptop en la cual estoy escribiendo estas palabras en el avión es varios órdenes de magnitud más potente que aquella antigua PC IBM. El costo de la transmisión de datos disminuirá porque el ancho de banda aumentará, siendo el ancho de banda una medida de la cantidad de información que puede transportar un canal. Esto significa que mañana será más barato, mucho más barato, enviar una película de largo metraje, en colores, al hogar de alguien que lo que cuesta hoy enviar una señal al localizador personal. Y nadie puede predecir las implicaciones con certeza, como no pudieron hacerlo Guttenberg ni Marconi. La mayor parte de las personas que trabajan en este campo espera que el abaratamiento radical de las comunicaciones permitirá a los consumidores asumir un mayor control de los mensajes que reciben. Cuando los equipos baratos para cintas de video reemplazaron el costoso y engorroso proyector de cine casero, la gente pudo ver la película que quería, cuando la quería, sin tener que conformarse con lo que estuvieran exhibiendo los teatros o la televisión. De igual manera, a medida que disminuyen los costos de la transmisión, el cliente podrá, a bajo costo, llamar lo que desea y el proveedor de información podrá ganar dinero sin tener que distribuir masivamente sus productos. Adicionalmente, muchas personas que han tratado de predecir el curso del nuevo medio creen que implicará la participación activa del cliente de otras formas. La interactividad no significa solamente control por el consumidor sino también conversación. A medida que disminuya el costo de comunicarse, es de

4


esperar que las personas lo hagan con más frecuencia enviando fotografías así como texto y sonido, sosteniendo conversaciones remotas mucho más largas que antes, con sus bancos, sus tiendas de víveres, sus políticos o su iglesia. Una consecuencia de todo esto será acelerar la caída del mercadeo masivo. Las comunicaciones baratas significan que los mensajes serán individualizados y focalizados porque la retórica básica y el mercadeo enseñan que un llamado dirigido a las necesidades y gustos individuales de una persona generalmente es más eficaz que un llamado que trata a la persona como alguien del montón. La focalización también puede hacer más difícil que este gran y diverso país encuentre elementos comunes. La radio y la televisión ayudaron a eliminar la Biblia como un texto que todos conocían. La televisión por cable continuamente ha reducido la importancia de los noticieros vespertinos de cadena como el capítulo y verso comunes del día. Los multimedios interactivos —esa frase torpe que describe la nueva manera de comunicarse— puede ejercer presiones adicionales sobre los lazos sociales. En el momento de escribir estas palabras, buena parte de la especulación referente al nuevo medio interactivo implica la entrega de cosas como películas por demanda o compras desde el hogar. Es natural que las primeras cosas que nos vienen a la mente sean extensiones de los productos y servicios que tuvieron éxito con las antiguas tecnologías. La televisión fue en una época radio con imágenes. Las computadoras solían hacer primordialmente cálculos matemáticos como lo hacía una calculadora. El nuevo medio interactivo seguramente no sorprenderá tanto como lo hicieron los inventos anteriores. No obstante, parece probable que el nuevo medio elimine las diferencias entre los medios más antiguos —los cuales se especializaban en entregar texto o sonido de alta calidad o imágenes en movimiento. En el nuevo medio todo se enviará y recibirá a la vez. Los clientes podrán elegir la mezcla que desean: la integralidad y la participación mental que proporcionan el texto, las imágenes concentradas del video, las cualidades evocadoras del sonido. No nos debe sorprender, en una era de escepticismo radical, que algunas personas estén diciendo alegremente a que el nuevo medio derrocará la autoridad de todos los textos, estableciendo por fin al público como el verdadero creador del mensaje. La idea parece ser que algunas personas han estado anhelando una forma de liberarse de la tiranía de los argumentos lineales y de las narraciones convencionales que encarnan los textos escritos tradicionales. Este nuevo medio, según la predicción, les permitirá lograr lo que desean y de esta forma romper la autoridad del autor y llevar la consulta en cualquier dirección que deseen. Pero, como hemos visto, la premisa básica tiene un sesgo fundamental. La gente busca más, no menos coherencia. Quieren orientación respecto al

5


significado de las cosas y los argumentos lineales y las narraciones directas son la mejor manera de comunicar ese significado. Parte del reto que afrontan los pioneros del nuevo medio es diseñar formas para que se pueda satisfacer el anhelo que tiene el público de encontrar significado. Esto exigirá a los periodistas aceptar y dominar las lecciones de la retórica porque su tarea no será nada menos que la de crear toda una nueva modalidad de expresión y persuasión. Esta tarea se complica por el hecho de que el público es un blanco móvil. Los jóvenes y los pioneros en el uso de las computadoras han sido los primeros en adoptar este nuevo medio y, naturalmente, los jóvenes y los pioneros son inquietos. A través de la televisión y el juego de video, los jóvenes han desarrollado lapsos de atención que sólo la caridad nos permitiría describir como fugaces. Pero sería un error darle a esto demasiada importancia sin una investigación crítica. Siempre existe la tentación de mirar el comportamiento de los jóvenes y proyectarlo en línea recta durante todo su proceso de maduración. Con esa metodología se habría dicho que la generación de los babyboomers seguiría jugando con las drogas y la política radical. Para predecir si alguien seguirá leyendo textos en el futuro será necesario investigar asuntos más profundos que las generaciones. EL FUTURO DE LA PALABRA ESCRITA De cuando en cuando la moda literaria se fija en la idea de que la civilización ha llegado a un punto en el cual todas las formas antiguas son obsoletas, como cayó la poesía épica ante la palabra escrita. ¿Cuántas veces hemos oído decir que la novela está muerta, que la historia se ha convertido en un anacronismo en un mundo aleatorio, violento y sin sentido? El número de ficción del New Yorker para 1994 traía una caricatura que mostraba una versión actualizada del conocido profeta barbudo del Apocalipsis caminando por las calles de Nueva York. Pero, en lugar de llevar una pancarta, llevaba sobre sus hombros un televisor en cuya pantalla aparecían las palabras “¡Se acerca el fin del material escrito!” 4 Con un poco más de seriedad, el novelista John Barth publicó en 1967 un ensayo titulado "The Literature of Exhaustion” (La literatura del agotamiento) en el cual suspiraba cansadamente por el fin de la ficción en prosa. 5 Si Barth trabajara para un periódico, podría estar escribiendo un ensayo titulado "El periodismo del agotamiento" para describir un ambiente post-moderno en el cual la televisión parodia antiguos géneros abandonados de los periódicos mientras coquetea con los medios que tienen encanto en la televisión o se llenan de engreimiento académico que toma la falta de interés del público como síntoma de decadencia moral. Alguna gente de las noticias incluso sugiere que más le vale al periodismo serio comenzar a considerar que llena un nicho en el 4

The New Yorker, 27 de junio de 1994, 182. John Barth, “The Literature of Exhaustion,” in the Friday Book (New York: G.P. Putnam´s Sons, 1984), 62.

5

6


mercado, aunque eso signifique abandonar el ideal de ofrecer el cuerpo común de conocimientos cotidianos que necesita un pueblo libre para tomar sus decisiones soberanas. ¿Se convertirá la lectura sobre la realidad en un gusto adquirido, como las óperas de Wagner o las anchoas? Pese a los síntomas de deterioro del hábito de lectura hay razones para sentirse optimista respecto al futuro a largo plazo del periodismo escrito. Esto no quiere sugerir que los periódicos puedan darse el lujo de prestar oídos sordos al mensaje que les está enviando la disminución en la lectoría. Tampoco es pasar por alto el incremento del analfabetismo —tanto a nivel nacional como global— ni el impacto que tienen sobre las personas educadas las alternativas que ofrecen los medios electrónicos audiovisuales al trabajo de la lectura. Pero estaríamos abdicando a nuestro propósito social en una sociedad abierta si aceptáramos una visión del futuro en la cual la ignorancia bárbara triunfe entre todos a excepción de una pequeña élite, lleguen a su fin los siglos de progreso que mostraba el descubrimiento del lenguaje escrito y nos preparamos para caer nuevamente en una cultura oral. LA DURABILIDAD DE LA LECTURA Piensen por un momento en la historia de la lectura. El lenguaje escrito apareció inicialmente en la China, Egipto y Mesopotamia a hace aproximadamente 5.000 años. Según Henri-Jean Martin, la invención de la escritura "aparece cada vez que una revolución en las comunicaciones y los intercambios estimula una fusión para formar un todo más grande".6 El auge de la escritura coincide con el auge de lo que conocemos como civilización y cada lengua toma su forma de la forma individual de la cultura que la ocasiona. La disminución de la lectura en la Edad del Oscurantismo no se produjo como resultado de un cambio en los gustos o el desarrollo de un nuevo medio de comunicación. Se produjo porque tribus analfabetas conquistaron a las letradas, lo cual es un riesgo completamente diferente. Y el riesgo aumenta cuando los letrados comienzan a dudar del valor perdurable de su cultura, cuando pierden su coraje. Una manera de ver el lenguaje —escrito u oral—- es considerarlo como una tecnología, como la fibra óptica. Comparado con otras tecnologías que surgieron aproximadamente en la misma época que la escritura, el lenguaje es tan increíblemente sutil y complicado que su desarrollo independiente en tantos lugares diferentes sugiere que no fue descubierto. Sugiere que los componentes básicos del lenguaje —incluyendo el desarrollo de la palabra escrita— fueron programados por la evolución en el cerebro humano. La mente tiene un apetito de lectura que, aunque se puede desviar o mal nutrir, se vuelve a imponer hasta que el cerebro evolucione nuevamente de una forma radical. 6

Henri-Jean Martin, The History and Power of Writing, trans. Lydia G. Cochrane (Chicago: The University of Chicago Press, 1994), 86.

7


Y debemos estar agradecidos por esto porque la lectura facilita el desarrollo de los humanos como seres libres e individuales. La relación entre el lector y la palabra escrita es diferente a la relación que tiene con las palabras que salen de la televisión o de un ser amado. Mirar la televisión es un acto intelectual tan pasivo que no es raro quedarse sentado esperando un momento específico —el segmento del tiempo dentro del noticiero, por ejemplo— y que el momento pase sin darse cuenta. Poco después de perder su campaña electoral para la presidencia del Perú, el novelista Mario Vargas Llosa presentó una charla titulada "La literatura y la libertad." Fue una declaración elocuente de la conexión que existe entre el reino íntimo de la lectura y la vida pública de la comunidad.7 Debido a la soledad en que nace, la velocidad con la cual se puede reproducir y circular, el secreto con el cual transmite su mensaje y la huella duradera que dejan en el consciente de las personas las imágenes literarias, la palabra escrita ha demostrado una terca resistencia a dejarse esclavizar. ...a diferencia de los libros, el producto audiovisual tiende a limitar la imaginación, a adormecer la sensibilidad y a crear mentes pasivas. Yo no soy un retrógrado alérgico a la cultura audiovisual. Por el contrario; después de la literatura nada me gusta más que el cine y disfruto profundamente de un buen programa de televisión. Pero el impacto del audiovisual nunca se compara con el efecto de los libros sobre el espíritu: es efímero y la participación del intelecto y la fantasía del espectador o el escucha es mínima comparada con la del lector. En otras palabras, la lectura no solamente sobrevivirá sino que tiene que sobrevivir. Las características básicas del nuevo medio son alentadoras en este respecto. Requiere la participación de la audiencia. Después de todo, la interactividad es una de las cualidades que lo diferencian. Se invita al participante a asumir un control imaginativo. Al igual que la lectura, alienta la independencia mental. Como lo expresó un pionero del nuevo medio, tiene "el alma del medio impreso."8 Los instrumentos escritos de información general también deben sobrevivir porque son el medio por el cual la sociedad del mañana comprenderá los eventos del momento. Tener una base común de información para la discusión y la acción se hace más importante a medida que la sociedad se segmenta. Los periódicos son unas de las pocas instituciones fuertes y unificadoras que tienen 7

Mario Vargas Llosa, “El Poder de la Palabra Escrita,” impreso en el Chicago Tribune, el 24 de marzo de 1992, sección 1. 8 Gerald Levin, “Playing the interactive Game,” alocución inédita ante la Newspaper Association of America, New Orleans, 26 de abril de 1995, 3.

8


oportunidad de prosperar en esa clase de entorno. Hay otros que ya están fracasando. Las ciudades, que solían ofrecer centros firmes de atención alrededor de los cuales organizar el transporte, las comunicaciones y el pensamiento de una región, han perdido su singularidad. El área metropolitana, cuya ciudad central solía considerarse como un núcleo que mantenía sus suburbios como electrones en órbita, comienza a parecerse a una molécula conformada por varias ciudades, con vínculos débiles por la periferia. La perspectiva masiva para el mercadeo y las comunicaciones ha sufrido profundas fracturas. Estamos aprendiendo a celebrar la diversidad de las culturas de los pueblos y en ese proceso podemos pasar por alto sus elementos comunes. Sabemos cómo aumentar de forma exponencial el número de señales que pueden llegar a una persona de modo que sus alternativas sean prácticamente ilimitadas. La segmentación de la sociedad no terminará pronto. Tampoco el proceso de doble filo del multiculturalismo que realza el ideal americano de aceptar a los muchos, pero aumenta la dificultad de convertirlos en uno. No obstante, la historia sugiere que contra esas fuerzas centrífugas hay una potente fuerza centrípeta que todavía nos une. La historia de los Estados Unidos ha estado señalada por un juego entre lo diverso y lo compartido, la fisión y la fusión; y esto es inherente en la noción paradójica de unos estados unidos. Los autores de la Constitución comprendían la tensión cuando crearon los compromisos que establecieron el sistema federal, un juego complejo de equilibrios interconectados entre el centro y los extremos. Tocqueville reconoció que la segmentación podía ser una fuente de poder y también Frederick Jackson Turner. Como escribió el historiador contemporáneo Robert Wiebe: "Lo que ha mantenido unidos a los estadounidenses es su capacidad para vivir separados".9 Aunque actualmente la dinámica social parece favorecer la fragmentación, la dinámica de la historia sugiere que el principio subyacente encontrará la manera de imponerse. Esta es una de las razones por las cuales veo una gran oportunidad para los periódicos mientras que otros medios informativos se dividen tanto que ya no nos interconectan. Si los periódicos utilizan su capacidad de brindar a públicos específicos acceso a un trabajo que para ellos es de especial interés y a la vez siguen proporcionando un núcleo común de conocimientos y enjaezado el poder que tiene el nuevo medio interactivo para crear comunidad, se asegurarán un papel duradero. ¿EL DIARIO QUIÉN? No todos comparten esta opinión. En el Laboratorio de Medios del MIT, por ejemplo, creen que el futuro de los periódicos es algo que ellos denominan El Diario Yo, una recopilación de artículos, entregados electrónicamente, que se 9

Robert Wiebe, The Segmented Society (1975; reimpresión, Oxford University Press, 1978), 46.

9


ajustan a los intereses individuales del lector y son seleccionados por "agentes de inteligencia" computarizados que toman materiales de toda clase de fuentes (periódicos, documentos oficiales, comentarios individuales, cualquier cosa que fluya digitalmente por el canal electromagnético). 10 ¿Es éste el futuro? ¿Satisfaría El Diario Yo el apetito que llenan los periódicos, o quedaría faltando algo? Es tentador pensar que las noticias consisten únicamente en hechos, bits y bytes de información. Y el periódico contemporáneo incluye mucho de eso —las tablas de las acciones de bolsa y las casillas de los resultados deportivos, por ejemplo, y las listas del entretenimiento. La entrega de este material se podría ajustar a los intereses individuales sin perder mucho. No hay razón para darle a una persona un informe sobre todas las acciones de todos los mercados, todos los días si solamente se interesa por media docena (o por ninguna); no hay razón para dar a alguien una casilla con los resultados del hockey si esa persona considera que el deporte es demasiado violento como para merecer su atención. Pero como hemos visto, los lectores esperan que los periódicos les den algo más que bits y bytes útiles y debemos tener cuidado de no perder de vista esa expectativa cuando tratemos de navegar los cambios que se avecinan. Los periódicos tienen una naturaleza humana. El primer problema de El Diario Yo es que no la tiene. Al nivel más elemental, no ofrece ninguna serendipidez. Debido a que un ser humano tan único y complejo como el lector elige lo que se incluye en un periódico tradicional, el lector tiene la posibilidad de encontrar allí cosas que satisfagan un interés que no sabía que tenía. Uno de los artículos más intrigantes publicado recientemente por el TrIbune explicaba minuciosamente la física de cómo se forma el hielo en el lago Michigan. Yo no me paso las noches en vela pensando sobre esto ni tampoco lo incluiría en una lista de cosas que me gustaría leer. Pero un reportero con una mente cautivante escribió esa pieza y un editor con una mente cautivante la colocó en el Tribune. Respondieron la pregunta que yo nunca hubiera planteado y ahora agradezco que lo hayan hecho. Yo tuve una secretaria que leía varias docenas de periódicos y revistas todas las semanas y recortaba los artículos que creía me podrían interesar. Ella sabía que a mí me gustaba la música de jazz y las novelas. Sabía cuáles autores conocía y me gustaban y a cuáles detestaba. Sabía que yo estaba interesado en el Tribunal Supremo de los Estados Unidos, etc. Este era un servicio muy práctico. Yo me emocionaba mirando los recortes todos los días. Respecto a los temas de un interés intenso o inmediato, me alegraba poder leer todo lo que ella pudiera encontrar. También era divertido ver lo que ella creía que me podía interesar. Pero yo también necesitaba leer un periódico. El servicio de recortes era demasiado parecido a un espejo, cuando lo que yo necesitaba era una ventana al mundo. 10

Nicholas Negroponte, Being Digital (New York: Alfred A. Knopf, 1995), 153.

10


Entonces, ¿Por qué no programar serendipidez en las computadoras que editan El Diario Yo? Podríamos introducir un elemento aleatorio en sus criterios de selección para que incluya piezas que estén por fuera de los campos usuales de interés del lector. ¿No sería eso suficiente? No lo creo. La gente acude al periódico deseando una presencia humana unificadora: el narrador en la obra de ficción, el guía que conoce el camino o el colega cuyas opiniones uno valora. Quieren el sintetizador que pueda formar un mundo a partir de los fragmentos. Cuando las personas se sumergen en la nueva tecnología es fácil para ellas olvidar que la interactividad es simplemente una palabra fantasiosa para decir conversación. La conversación incluye elementos que van más allá de las palabras. Existe la voz, por ejemplo, la calidad que ayuda a identificar al orador para poder evaluar lo que dice. Las propias palabras usualmente significan más de lo que dicen porque, unidas, proyectan emoción, personalidad e incluso carácter. Un periódico comunica todo esto y la gente espera que lo haga. Como hemos visto, los lectores no quieren solamente retazos aleatorios de información que les lleguen volando por el éter. Quieren información coherente, que tenga sentido, que tenga cierto orden. Los lectores quieren información más que hechos escuetos, y quizá incluso un poco de sabiduría. También esperan personalidad. Y no quiero decir celebridad. Los columnistas famosos tienen algo que ver con la personalidad del periódico, pero sólo son una parte de ella. La voz de un periódico no es un aria, es más como un coro, pero inconfundible. Como la orquesta sinfónica de Chicago de Sir Georg Solti o el gran quinteto de Miles Davis. Quieren recibir una idea de carácter. Quieren que su periódico represente algo. Esto comienza con la honestidad y los valores noticiosos que se le relacionan pero puede también incluir cualidades como la compasión, la firmeza de opinión, el coraje moral y tal vez un poco de terquedad. Un poco de buenos modales también serían bienvenidos en estos días. El carácter es vital para el futuro de los periódicos, no importa cómo los entreguemos, porque es la fuente más real y duradera de la credibilidad. Y la gente quiere liderazgo. El Diario Yo no puede brindarla porque no llega a ninguna comunidad. Es privado. Mira hacia dentro. Es solitario. Quienes promueven El Diario Yo reconocen que este es un problema. Su respuesta es dejar que los lectores pidan a sus agentes electrónicos artículos seleccionados para otros lectores. Por ejemplo, yo podría pedir que me muestren la totalidad o parte de El Diario Usted, o podría pedir una selección de historias escogidas para personas de mi cuadra, mi ciudad o mi compañía.

11


En última instancia, los lectores probablemente querrán las selecciones de quienes hacen elecciones interesantes. A esos los llamamos editores. En este punto estamos tan cerca al modelo antiguo que sería bastante más sencillo para el lector electrónico simplemente pedir el Chicago Tribune, el Washington Post, el Atlanta Constitution o el Los Angeles Times, sabiendo que incluirá una mezcla de artículos de los que cautivan a otras personas que conoce o quisiera conocer. Los periódicos no solamente atienden sino que crean sus comunidades y luego les sirven de líder. Yo no sé de qué forma el solipsista El Diario Yo esperaría hacer eso. No obstante, el nuevo medio interactivo puede ser una poderosa herramienta en este aspecto. Si hay algo que ya se ha visto respecto a los servicios en línea es ese fuerte afán de las personas por formar una comunidad. Producto de una era fragmentada, este nuevo medio parece atraer su público en buena medida por la forma en que reúne a las personas. En ese medio se pueden encontrar comunidades de personas que probablemente no se hallarían unas a otras por otro medio. Navegue la Internet y encontrará una gran cantidad de charlas entre vecinos— aunque los interlocutores pueden estar a miles de kilómetros de distancia y hayan desconocido la existencia de los demás participantes hasta que aparecieron en el mismo espacio virtual. Los periódicos nacen del suelo de la comunidad. Siempre han sido una especie del Diario Nosotros. Los periódicos deben aprovechar este elemento comunal cuando intenten enjaezar el poder del medio interactivo. La fragmentación de la sociedad incomoda a las personas. Necesitan formas nuevas de encontrarse y conectar. Necesitan algo sobre lo cual entablar conversaciones. Eso es lo que siempre ha proporcionado el periódico común y tradicional. Ya se entregue en papel o electrónicamente, el periódico debe tener editores humanos. Debe seguir encarnando las complejidades de la personalidad humana, demostrando criterio y carácter, teniendo una voz distintiva que se identifique bien con la comunidad la cual sirve. Todos estos elementos se reúnen en lo que a la gente de mercadeo le gusta llamar ‘identidad de marca’ lo cual, en un ambiente fragmentado y focalizado, será vital para diferenciar entre fuentes de información. EL PERIÓDICO ELECTRÓNICO ¿Cómo sería un periódico electrónico orientado hacia un público muy definido? Consistiría en texto, video a color con movimiento completo y sonido. Permitiría a los lectores ojear la superficie y profundizar en los temas que más les interesan —llamando el texto completo de un discurso, por ejemplo, un video del mismo, antecedentes sobre un caso de asesinato o mapas detallados y estadísticas demográficas sobre un país en crisis. El periódico electrónico eliminaría la velocidad y la intensidad de la televisión como ventajas competitivas. Algunos estudiosos del emergente medio interactivo sostienen que

12


traerá un renacimiento del periódico.11 Yo tengo la esperanza de que sí, pero eso únicamente sucederá si los periódicos de hoy comienzan a adquirir habilidades en la recolección y la presentación de noticias en video y audio que el nuevo medio les exigirá dominar. Si tengo razón respecto a lo que la gente espera de los periódicos, cualquier periódico electrónico tiene que comenzar con un informe de noticias generales que presente lo que, a juicio de los editores, debe saber cada día un integrante de la comunidad, además de algunos artículos que sean simplemente intrigantes. La edición del periódico básico sería mucho más estricta que hoy, algo parecido al informe básico que aparece en alguno los periódicos nacionales británicos. Luego habría adiciones editadas específicamente para satisfacer un determinado grupo de intereses. El aficionado a los deportes recibiría muchos más deportes que el aficionado a las artes. El que lee por negocios recibiría tablas financieras mucho más completas que el adicto al entretenimiento. Habría segmentos regulares para personas con hijos o que quieran ver el mundo a través de los ojos de un niño. Habría informes sobre salud y cultura física para quienes se inclinan por ello; informes sobre comidas para llenar a quienes no tienen esa inclinación. Toda clase de cosas. Pero cada una incluiría información seleccionada por editores cuyo trabajo es presentar un informe coherente sobre un tema específico. Todos serían coherentes en su tono y aproximación con el informe central. Habría también un servicio automático de recortes de prensa como en el Diario Yo, no para reemplazar el periódico general, editado, sino para complementarlo. La gente del MIT no se equivoca. De hecho, lo que están viendo será parte del futuro de la información. El hecho es que tienen razón sólo en parte. La abundancia de alternativas que se le presenten a las personas dará más — no menos— seguridad a la función de aquellos que ayudan a tomar esas decisiones. Cuando las personas puedan obtener cualquier información disponible en cualquier sitio, necesitarán simplificar el proceso de selección. Necesitarán formar hábitos para ahorrar tiempo y necesitarán formas de sacar sentido del caos. Esta es una de las razones por las cuales los nombres de marca tienen poder. En el tumulto de productos que se presentan en un anaquel de supermercado se destacan algunos pocos por su confortable familiaridad. En el nuevo supermercado de las noticias sucederá lo mismo. Las organizaciones que tengan la mayor lealtad a la marca —conseguida a base de haber permanecido cerca a sus comunidades y de ceñirse estrictamente a los valores noticiosos correctos— serán las que prosperen. 11

George Gilder, “Digital Darkhorse-Newspapers,” Forbes ASAP, 25 de octubre de 1993, 139; Newspaper and Electronic Delivery of Information,” Goldman Sachs Investment Research, 7 de mayo de 1983, 1-9.

13


Repito que un periódico que quiera sobrevivir a los cambios en la forma como se entrega la información tendrá que aferrarse a la necesidad de ofrecer un informe diario completo y coherente de las cosas que la gente necesita saber para poder vivir en un mundo cada vez más complicado. No creo que la nuestra se convierta en una sociedad modelada en el estante de las revistas especializadas, un sitio narcisista donde solamente estamos dispuestos a aprender sobre las cosas que ya sabemos: el jazz normal, el sexo no tan normal o el esquí en las Montañas Rocosas. La naturaleza humana lleva a la gente a interesarse por lo que no conoce. Ya sea por esperanza, desesperación o celos, sus ojos son atraídos por aquello que está más allá. Como describió e. e. cummings este instinto profundo y de la naturaleza humana: "Escucha: hay un maravilloso universo ahí al lado; vamos para allá".12 El nuevo medio interactivo amenaza al status quo y a la vez promete una forma nueva y emocionantes de enterarnos sobre el mundo. Entiendo los temores de algunos que se preocupan porque pueda dañar la forma en que pensamos y nos gobernamos, pero este no es el momento de retirarse al monasterio y suspirar por el pasado. Es mejor buscar un renacimiento. El negocio de los periódicos es más emocionante hoy que nunca porque el reto es grande y hay tanto en juego. Si somos suficientemente ingeniosos y rápidos, encontraremos la forma de utilizar el nuevo medio para atraer al público ofreciendo información que tenga relevancia. Si mantenemos bien nuestros valores noticiosos podremos seguir obteniendo utilidades monetarias a la vez que ayudamos a la sociedad a conservarse abierta y fuerte.

12

“Pity this busy monster, Manunkind,” en Poems of e. e. cummings (New York: Harcourt Brace Jovanovich Inc., 1972), 554.

14


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.