2005-Spinetta; una manía creativa-Claudio Kleinman

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Spinetta; una manĂ­a creativa Claudio Kleinman, 2005

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Luis Alberto Spinetta no necesita presentación. Como cantante, guitarrista y compositor, es uno de los artistas fundamentales de la música popular argentina de cualquier época. Lo que sí vale la pena remarcar, teniendo en cuenta que sus contactos con la prensa son escasos y muy esporádicos, es que cuando se aproximaba su actuación abriendo la cuarta edición del ciclo “Buenos Aires Jazz y otras músicas”, concedió a Pugliese una entrevista personal y exclusiva. El “Flaco” habla de su presente, la nueva banda, el próximo trabajo, su relación con el jazz, y otros temas ligados a su pasión de siempre, la música. - Empezaste el año con banda nueva. Ya se venía gestando, porque hacía como un año que no tocábamos con el “Tuerto”(Daniel Wirtz), y en el caso de Javier Malosetti), se sabía que tarde o temprano iba a impulsar su proyecto. Con la banda nueva debutamos en Capital en el Quilmes Rock, pero ya veníamos tocando en otros lados, como San Isidro, La Plata, Ramos Mejía. Significa un cambio muy grande, y todo este trabajo que venimos haciendo se va a notar en las canciones del nuevo disco; ahora estoy en el proceso en que las canciones van tomando la forma final, y van derecho a la grabación. La banda está compuesta por Claudio Cardone en teclados, con el cual ya veníamos trabajando hace tiempo, Nerina Nicotra en bajo, que es la señora de (Guillermo) Vadalá, y es increíble. Estuvo tocando en la banda de Gonzalo Aloras y también en bandas de tango, es muy profesional. Me la recomendaron de varios lados y pensé que era un buen cambio, para no encontrarte con un bache que posiblemente un músico como Javier deja al abandonar una banda. Después de varios meses de tocar con Cristian Judurcha, muy a pesar nuestro vamos a hacer una pausa. Ahora voy a tocar con Sergio Verdinelli. - El cambio de banda también se corresponde con cambios musicales, decías que estabas atravesando una época de cambios. Sí, los cambios en la música son cambios espirituales. También podríamos decir que dada la era de adquisición de tecnología, si estás tan pendiente por tu actividad del señor Sony Vaio, y ya prácticamente es como tu Dios personal, tu gurú, esto es otra cosa. Son muchas cosas tan lindas, un nuevo amor, los nietos. Habría mucho de que hablar, pero justo éste es un momento de transición para mí. El hecho de perder a un músico como Pappo, en definitiva, provoca cambios espirituales en quienes lo hemos amado. Un cambio adentro, muy profundo.

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Eso no significa que te hagas Lama y te vayas al Tibet. Yo no soy tan drástico en esos aspectos, aunque una vez me teñí el pelo, y otra me lo corté a full, hace muchos años. Pero esos son significados, significan algo que te pasa. Lo que a su vez te genera una nueva música. Yo venía de nueve años de tocar con Daniel Wirtz, y verdaderamente, creo que estoy empezando a sufrir la ausencia de su beat. Es como un síndrome de abstinencia de maza (risas). Es un baterista especializado en esa maza, pero espiritualmente ya no nos podíamos comunicar. Hay que dejar pasar el tiempo, y por ahí interrumpir el proyecto y cambiar. El lo necesitaba y yo también. Son cambios que te van a forjar cosas importantes, tanto para uno como para el otro. - Antes hablabas de la gente que rinde pleitesía a la tecnología. ¿Esta nueva etapa la ves más como de “tracción a sangre”? Bueno, estuve grabando en cinta análoga en 24 canales, unas pruebas que hicimos con Cristian, Nerina y Cardone, y queda fenómeno. La grabación no es tan instantánea como a la que todos nos estamos acostumbrando, tenés que rebobinar la cinta y todo eso, pero la calidad sonora de lo que es una cinta multitrack, especialmente si los aparatos están dirigidos por Mariano (López) como en este caso, te vuela el cerebro. Grabamos cuatro temas que son como demos del nuevo disco, “La flor de Santo Tomé”, “Qué hermosa estás”, “No habrá un destino incierto” y uno que tiene un título de trabajo que es “Proserpina”, la Diosa de la fertilidad total de la tierra. Pero eso no quiere decir que no me haga pichín viendo un I-Pod. Porque sino, cuando enfrentamos la hipertecnología, pareciera que no la hubiéramos creado nosotros. ¡Si la hicieron seres humanos! La tecnología es tan natural como la guitarra de blues; lo importante es que le demos un destino humanístico, entendiendo por esto todo aquello que espiritualmente podamos imprimir con esas herramientas. No podemos criticar a la tecnología en sí, pero lo que podemos hacer es imaginar maneras en que eso dé placer. - En tu último álbum, “Para los árboles”, hay una combinación de la cosa tocada con una presencia muy fuerte de la tecnología. Sin embargo, en vivo prácticamente no usás programaciones, ¿no es así? Estoy dejando un poco eso ahora, aunque sigue estando ahí.

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También porque necesitaría una banda de ocho integrantes, y era imposible salir a tocar con otro violero, como Baltazar Comotto, que es un genio, y Nico Cota tocando los digitales en vivo. No podíamos mantener una banda tan grande. Entonces, resumimos un poco todo eso a través de la interpretación de los músicos. Ahora en cuarteto está bárbaro, porque se sintetiza todo lo que queremos hacer. Por otro lado, como los discos no tienen tanta repercusión, a la gente aunque le toque un tema de “Silver Sorgo” le parece que es una novedad, el material es como que no tiene tiempo. Estoy con las características de una producción medio under. Al trabajar un nuevo disco como el que vamos a hacer ahora, no van a estar las pautas que estuvieron en el último disco. En “Para los árboles” empecé con programaciones, guitarras y teclados. Inmediatamente un bajo tocado por mí, y la voz. Eso ha sido el alma de cada tema. Después grabó Javier, Daniel en donde quise batería, Claudio puso todas las napas necesarias, y al guitarrista lo obligué a que hiciera todas las partes de sesión como yo quiero. - ¿? ¡Que soy yo! (risas). Es Luisito, no hay forma de salirse del tano que toca la viola. - Hace poco tocaste con tu nueva banda en la Casa Rosada, ¿fue algo especial para vos? Sí, fue bueno. Antes han tocado Jaime Torres, Luis Salinas, Diego Torres, León Gieco, creo que es suficiente que toque cualquiera de ellos como para que toque yo. ¿Por qué razón no iba a tocar yo si me lo pide la Casa? Por otro lado, como le dije a un periodista, la señora anorgásmica y de cabeza gigante que es la República, esa señora gorda y toda blanca, con esa cabellera y ese gorro, que está atrás de todos esos juramentos malditos que en boca de algunos se realizaron, es lindo sacarla de esa tragedia que ha vivido y llevarla a un plano que sea digno del pueblo hermoso al que debería servir, como casa y como lugar de las gestiones de la historia. - Creo que de eso se trata; ponerle un poco de buena onda a ese lugar donde, por ejemplo, juró Videla. Lo que me estás diciendo me lo dijo el Presidente, “acá se sentó la Junta Militar”. También me contó de una mujer que entró y dijo: “en este lugar siento mucho dolor”. Eso te habla de un espíritu muy Pugliese, de alguien que sabe diferenciar el trabajo verdadero, honesto y anónimo, de toda aquella fanfarronería y pelotudez, en definitiva. - Y me parece bueno que quieran limpiar todo eso con música.

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Totalmente. Es la mejor manera de hacerlo. A mí me gustó tocar ahí, no solamente por estos detalles tan lindos, sino porque es una manera de hacerse más transparentes. Lo digo sin banderías, ya después de Angeloz me requemé hasta las pelotas y no apoyo a ningún gobierno ni nada; apoyo a los hombres que trabajan para bien de nuestro país, en cualquier rama. Pero me importa que alguien con quien yo me encuentro -que es quien tiene ese lugar en este momento-, se haga cargo y responsable, sentir que quiere hacer todo bien como corresponde, para beneficio de la gente. Poco importa si ha escuchado mi música o no; si así se lo cree mínimamente, es porque tiene un buen espíritu. Ojalá que nunca tenga la necesidad de decir que me equivoqué como un salame. - Habiendo sido el artista que abrió la última edición de “Buenos Aires Jazz y otras músicas”, me parece oportuno preguntarte acerca de tu relación con el jazz. ¿Cómo aparece en tu vida y en tu música? Estaba metido ya de chico. Mi tía me traía discos americanos con cosas de jazz como Louis Armstrong, “St. Louis Blues” sonaba todos los días en mi casa. Y si había alguna joda el fin de semana, la cosa seguía, porque mi viejo y dos de mis tíos trabajaban en Columbia, traían los discos de pasta y los ponían en la vitrola. Más adelante, a los 15 o 16 años, cuando me conecté con Rodolfo García, que tenía muchos discos de jazz, empecé a descubrir un mundo tremendo, como Miles Davis. Obviamente, si pensás en (comienza a tararear “A esos hombres tristes”), ya en Almendra está esa influencia urbana, típicamente jazzera. Que era inevitable, lo mismo que la influencia tanguística. Almendra quería fusionar esos mundos, porque estábamos hechos de todo eso. Incluso sabíamos qué buscar para divertirnos. Escuchábamos cosas de folclore moderno, como Waldo de los Ríos; el tipo tocaba con unos teclados y unos arreglos totalmente adelantados para la época. - Más adelante, hay un nuevo encuentro con el jazz, hacia el final de la época de Invisible. En realidad, nunca me pude desprender del todo. La etapa que se desprende más del jazz es la de Pescado, porque Almendra ya viene con eso, Pescado parece eludirlo, mientras que en Invisible hasta el solo de “Durazno sangrando” tiene un hálito jazzero. La cosa se acentúa cuando empiezo a tocar con Diego Rapoport, que viene del jazz. A partir de ahí con la banda Spinetta, y luego con Jade, tu música adquiere un color jazzístico que perdura hasta hoy, con algunas interrupciones como el primer álbum de Los Socios del Desierto, que tenía un sonido más crudo. Pero Los Socios del Desierto tampoco se puede deshacer de eso.

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Excepto los rocks estrictos, los demás temas tienen muchos acordes, e intervalos con una concepción más cercana al jazz. Son cosas de las cuales no me podré librar, es como que si no tiene algo de tango me parece que tampoco funciona, “spinettianamente” hablando. Pero no lo digo porque haya un auge del tango; es más, todavía no me gusta el tango del pasado que me sume solamente en la misericordia. A mí me eleva Piazzolla, y también un montón de poetas y autores. - ¿Qué artistas te influenciaron por aquella época en que empezaste a tocar con Rapoport? De todo un poco. Ya venía de antes, porque si escuchás “Irregular” y otros temas de Invisible, ese grupo ya nace con un concepto en donde yo quiero abrirme hacia esa música. No te olvides que era una época en que empezó a aparecer Chick Corea, “Spectrum”(de Billy Cobham), Stanley Clarke y ese tipo de cosas, todo un mundo de música de una creatividad y una apertura sensorial tremenda. - Ese mundo se fue incorporando a tus canciones. Creo en la causa y el efecto de los maestros de los que aprendí. Y uno tiene de eso, aunque más no sea la idea, pero esa idea ha servido para poder construir algo, musicalmente hablando. Cuando empecé a tocar con Rapoport, yo le pasaba mis temas, como “Kamikaze”, y él me decía, “¿vos escuchaste a tal, o tenés discos de este otro?”, yo le contestaba que no, y no se explicaba entonces de dónde salía. Giacobbe me preguntaba lo mismo, “¿no escuchaste a Bill Evans?”, “No”. Porque hubo un sentimiento durante una época en la que pensaba que el jazz era como una cosa de posguerra, y en el jazz moderno tampoco encontraba la excitación que había en los Beatles o los Rolling Stones. Cuando el ritmo empezó a batirse fuerte, ahí se puso lindo para mí, no cuando quedó todo en la destreza de millones de notas. Lo maravilloso es cuando esas notas están corriendo el límite de la imaginación auditiva. Y cuando estuve codo a codo con un pianista como Rapoport fue diferente, porque con él empecé a escuchar a Bill Evans y a apreciarlo, me hacía escuchar a (el bajista) Scott LaFaro, y me decía: “Jaco Pastorius es bárbaro, pero mirá lo que tocaba este tipo en esta época”. - ¿Y en los últimos años, hubo algo dentro del jazz que te produjera ese mismo efecto? Hay muchas cosas. Acá quien más me ha ilustrado ha sido Javier. Y me parece que él es una fusión genial de todo eso.

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Me impactó haber visto los conciertos de Joe Zawinul, o Paco De Lucía, cada vez que estuvieron aquí. Hay algunas cosas esenciales que debía haber visto y me las comí, cosa que lamento en el alma. Muchas veces porque no me gusta romper mi intimidad, no te olvides que no es que voy a ver un concierto y estoy solo.A veces te empiezan a mirar y te arruinan la noche, al estar tan expuesto a veces me pierdo lo que quería ir a ver por tener que atender otras cosas. Y menos mal que uno no tiene la popularidad de otros ídolos.

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