JOHN WITZIG
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EN LAS ANTIPODAS DEL SURF La realidad depende del punto de vista desde el que se miran las cosas que nos rodean. Si damos por sentado aquello que tenemos al alcance de la mano, corremos el riesgo de quedarnos estancados y de dejar escapar oportunidades irrepetibles. No se trata de ser rebelde y oponerse a las normas por el simple hecho de llevar la contraria, sino que el secreto consiste en tener curiosidad y querer descubrir qué se esconde detrás de lo evidente. Muchas veces esta curiosidad no es fingida ni impostada, sino que surge a raíz de los acontecimientos que marcan el pulso de nuestra vida cotidiana y puede convertirse en un estilo de vida fascinante. Seguramente esto es lo que debe pensar John Witzig, porque sin pretenderlo se convirtió en el mayor cronista del auge del surf en Australia a principios de los años 60 y sus fotografías siguen transportándonos a lugares tan remotos y mágicos que parece que sean un sueño. Su historia nos demuestra que las mejores cosas de la vida nunca se planean, puesto que logró unir su pasión por las cámaras y su amor por las olas en un momento en el que la prensa alternativa empezaba a florecer en las Antípodas y el ambiente era especialmente propicio para que jóvenes con talento (y mucha curiosidad no pretendida) pudieran desarrollar una carrera inimaginable a ojos de sus padres. Si a la brecha generacional de aquella época le sumamos el auge de la contracultura, la estética psicodélica, el activismo medioambiental y las ansias de construir uno mismo las cosas que nos apasionan, es evidente que nos encontramos delante de una persona que ha trascendido su faceta profesional para alzarse como uno de los grandes iconos del surf
18 • STAF CUARENTA Y SEIS
moderno. Hemos tenido la oportunidad de conversar con John Witzig para conocer sus experiencias a lo largo de seis décadas a pie de playa, adentrarnos en sus viajes antes de la comercialización de las olas y descubrir qué esconden sus instantáneas más emblemáticas. Puede que su último libro editado por Rizzoli en Nueva York sea una joya de coleccionista, pero la verdadera esencia de su legado está en sus palabras. Tengo entendido que naciste en Sídney, pero que te criaste en un pueblo cerca de Palm Beach. ¿Cómo era la vida en Australia en aquellos días y qué recuerdos tienes de la escena del surf de finales de los años 50? Vivíamos en una zona interior, alejados de las playas del norte de Sídney, pero éramos afortunados porque mis padres tenían una casa cerca de Palm Beach donde fuimos hasta que fui adolescente. Pasamos muchas vacaciones allí y esas experiencias me marcaron para el resto de mi vida porque me encantaba todo lo relacionado con el océano. Hasta finales de los años 50, los australianos practicaban surf con unas tablas de madera contrachapada y eran horribles. Entonces, en 1956, llegaron los socorristas norteamericanos con unas tablas hechas de balsa, con quillas, más pequeñas y ligeras. Sin embargo, pasaron varios años hasta que ese material estuvo disponible en nuestro país. Mis primeras dos tablas fueron réplicas de contrachapado de un modelo llamado Malibú porque los socorristas venían de California… realmente eran horribles.