por cuanto a los síntomas de la enfermedad que llevó al sepulcro al citado monarca ponen de manifestó los estragos de la cantáridas y de la belladona, tan empleadas para los filtros amorosos, de los cuales fueron simplemente una variante. «Cuando el rey había perdido ya toda esperanza de tener sucesión de su segunda esposa, doña Germana, dice Lafuente, esta señora, que lo deseaba vivamente, como tal vez el rey mismo, a fin de tener quien le sucediese en la corona de Aragon, aconsejada por dos principales dueñas propinó á su marido cierto brebaje que confiaban había de vigorizar su naturaleza (1513), expediente semejante al que en igual caso se había empleado ya con el rey don Martín de Aragón. El resultado fue también el mismo, á saber: el de estragar su salud y debitar más su naturaleza, hasta contraer una enfermedad que s fue agravando cada día y vino á declararse en hidropesía. «con muchos desmayos y mal de «corazón, creyeron algunos que le fueron «dadas hierbas» (Zurita, Alesón, Pedro Martír, Dr. Carvajal). Uno de los síntomas de esta enfermedad era aborrecer las grandes poblaciones, donde se sentía como ahogado, y no encontrar recreo sino en el campo y en los bosques, ni pasatiempo agradable en el ejercicio fatigoso de la caza» (Lafuente, Historia de España, t. II, pág. 413). En la afección ascítica del Rey Católico puede diagnosticarse una nefritis como causa producida sin duda por las cantáridas, sumada á la desazón y misantropía que ocasionan las intoxicaciones lentas por los narcóticos. Lafuente compara la enfermedad expresada con la que costó asimismo la vida al rey don Martín de Aragón (1410), y esta comparación, saltando una centuria, puede hacerse extensiva á las desgracias ocasionadas por los filtros amorosos de la remota antigüedad. Con iguales síntomas é idénticos efectos, puede concluirse por la identidad de causas. Dice Ballesteros á propósito de la muerte de Martín el Humano: «… la tristeza por la pérdida de su hijo y la medicación para obtener descendencia causaron la muerte de don Martín, que falleció el 31 de Mayo del año 1410» (Historia de España y su influencia en la Historia Universal, t. III, pág. 241, Barcelona, 1922). Las llamadas «Aguas del Lateo» eran preparadps capaces de producir uan embriaguez voluptuosa que transportase espiritualmente á los desesperados ó aburridos á muchos mejores. Indudablemente consistían en pócimas ó cocimientos á base de cáñamo indiano. Este material posee una acción características sobre el sistema nervioso, excitación que se comunica á las funciones digestivas y genésicas. Á dosis más elevada produce una embriaguez alegre, acompañada de singulares alucinaciones ópticas y acústicas. El uso persistente de las expresadas preparaciones conducía á un embotamiento absoluto, físico y moral. Baulier afirma (Sobre la trepanación en los indios actuales de Bolivia) y Monzas lo corrobora (Á lo largo de los Andes y del Amazonas), que las hojas de coca mascadas por hábito hasta llegar á la saturación, producen los mismos efectos. El uso de los narcóticos y estupefacientes, auxiliar de todos los milagreros de la antigüedad y recurso de viciosos y débiles mentales de todos los tiempos, ocasionaron otra plaga en la Edad Media que derivó en un terrible hábito en la Edad Moderna: los brujos profesionales y los degenerados que pretendían asistir
á los aquelarres. Ante todo el brujo, para no tener vallas en sus males artes, procuraba romper todo vínculo con los seres humanos que no pertenecían á su gremio, y á la vez con cuanto se refiriese á principios y credos religiosos. Brujo y profanador eran sinónimos. Ayunaban cada quince días, terminando estas abstinencias de cuarenta y ocho horas con libaciones de vino intesamente especiado, en el que maceraban, además, cañamones y cabezas de adormidera machacadas. Embriagados por semejantes brebajes, dormían la modorra en aposentos perfumados con sahumerios de una mezcla de incienso, alcanfor, áloes, ámbar gris y estoraque. Practicados tales excesos dos veces al mes, trastornábase necesariamente en su estructura moral, poniéndose en condiciones de las mayores atrocidades. Taciturnos habitualmente, exaltábanse hasta la frenesí cuando querían. Cada mes, por lo menos, celebraban evociones. Llamaban á Satanás en la soledad de los bosques ó en el misterio de caserones abandonados, y sus alucinadas mentes veían al rebelde arcángel, que les dirigía la palabra y sostenía con ellos imaginarios diálogos. Nada más tétrico y teatral que tales ceremonias. Las mentes extraviadas de aquellos desdichados acababan por convencerse firmemente de la realidad de sus culpables alucinaciones. Trazaban en el suelo el círculo goético con la punta de una espada; colocaban dentro del mismo dos coronas de verbena, y junto á ellas un pebetero, donde quemaban mezclas resinosas con semillas secas de bleño, que rodeaban de densa humareda aquel lugar. Puede suponerse cuáles serían las palabras con que llamaban á su infernal señor. La fraseología más bárbara y exótica salía de sus labios… Después, el delirio producido por la embriaguez exaltada en sus mentes saturadas se cuidaba del resto. La luz del nuevo día les encontraba tirados por el suelo, derrengados por las pesadillas, enloquecidos por las imágenes sugeridas durante el acceso, pero absolutamente convencidos de que el rey de las sombras había pactado con ellos, propicio siempre á servirles en cuantas atrocidades quisieran proponerle. Este abuso de los narcóticos hizo sin duda germinar la idea de servirse de los mismo para dotar á incautos de pretendidas facultades que les permitiesen á su vez tener tratos directos con las potestades infernales. Los brujos pusieron escuela, ingeniando la manera de proporcionarles recursos para que un mortal cualquiera pudiese participar en las ceremonias que, según afirmaban, presidía el propio Lucifer rodeado de sus adepos. Para dirigirse á los aquelarres era preciso embadurnarse el cuerpo con grasas mágicas, cabalgar á horcajadas sobre el mango de una escoba, y saliendo por cualquier ventana ó por el propio tubo de chimenea, ir á reunirse, á través de los aires, con los que compartían tales devociones. El aquelarre estaba presidido por el principio de las tinieblas, y comenzaban las ceremonias al sonar de la media noche. Reunidos los réprobos en alguna pradera lejos del poblado, en algún bosque cuya fama de que se aparecían en él duendes y brujas alejaba á todo curioso, después de rendir tributo al presidente, comenzaba un banquete en el que servían manjares de lo más asqueroso y extravagante; seguía una misa negra, ceremonia sacrílega y obscena, profanación de los Divinos Oficios, y terminaba el conciliábulo con la
danza macabra, excusa y aliciente de todos los excesos. Al despuntar el alba y oírse los cantos de los gallos anunciando el nuevo día, disolvíase la asamblea, marchándose otra vez por los aires á ocultarse cada cual en su cofurna. Así, de esta manera, narraban los profesionales de la brujería lo que pasaba en los aquelarres. Atraídos los prosélitos por aquel fárrago de absurdos, que no obstante hablaban á sus sentidos y á su imaginación, seducidos por el misterio, solicitaban ser admitidos entre los iniciados. Los brujos les proporcionaban entonces la grasa mágica, y por la virtud maravillosa de la misma se realizaba el prodigio. En resumen, se reducía á una alucinación producida por los narcóticos de que estaba el unto saturado caía narcotizado, y durante la modorra de la especial embriaguez surgían en su mente, como algo real é indubitable, todas las imágenes que el brujo le había descrito. Al despertar lo recordaban todo, y puestos en el tormento, cuando les denunciaban, referían con toda la sinceridad del alucinado que habían viajado por los aires, que habían participado en el sacrilegio conciliábulo, que habían profanado las sagradas ceremonias, que habían regresado á su casa montados de nuevo en la escoba, á través de cualquier rendija ó del cañón de la chimenea… en la Relación de las personas que salieron al auto de que los señores D. Alvaro Becerra Holguín, del Hábito de Alcántara: Licenciado José Valles Alvarado, y Licenciado Alonso de Salazar y Trías, Inquisidores Apostólicos del Reino de Navarra y su distrito, celebraron en la ciudad de Logroño en 7 y 8 dl mes de Noviembre del 1610, se refiere que «cuando una persona seducida por un brujo ó una bruja á a Satá, habían prometido su homenaje, el diablo, una noche en que tenía que celebrarse el aquelarre, entre las nueve y las diez, enviaba á ella una vieja, quien, después de haberles despertado, si dormían, les frotaba las manos, las sienes, el pecho y las plantas de los pies con un ungüento verdoso y fétido. Hecho esto, era sacad de la casa por la puerta ó por la ventana, que el diablo abría, ó por un agujero cualquiera, la gatera misma, y llevada velozmente á través de los aires al lugar de la reunión. Ya allí daba comienzo al aquelarre», etc. Estos dos datos demuestran que á la sazón había ya traficantes de narcóticos, aprovechándose de la credulidad de las gentes. Cardán fue de los primeros que manifestaron sus dudas en sentido de que la mayoría de los encantados en semejantes procesos fueran culpables de delitos reales, sino en todo caso de intención, declarando lo que les habían sugerido ciertas unciones de acónito y belladona. Efectivamente, el extracto de belladona aplicado sobre alucinaciones. El estramonio, ya empleado por los indígenas de las Indias Occidentales mezclado con tabaco, para privar del conocimiento á quienes querían hacer victimas de sus fechorías, es tóxico en todas partes de las plantas. Sin embargo, la actividad se demuestra sobre todo en las semillas. La acción que ejerce en el sistema nervioso, manifestada por delirios y alucinaciones, explica todos los efectos de la brujería. Lo confirma la denominación que se lo otorgó de «hierba hechicera» ó «hierba del diablo». Es importantísimo el pormenor de que los preparados de estramonio obran más activamente aplicados sobre la epidermis, en fomentos ó unturas, que vía estomacal. La toxicomanía impulsaba á veces á orgías obscenas, que para
darles algún nombre, muy en harmonía con la índole de los que participaban en las misma, se disfrazaban con el de aquelarres. Se conserva un proceso completo incoado en Calahorra en tiempos del emperador Carlos V, en el cual más de 200 mujeres dieron cuenta y razón de tales conciliábulos. Reunidas en satánicos banquetes con hombre tan poco dignos como ellas, se embriagaban con ajenjo mezclado con cantáridas. Esta mezcolanza de los grosero y vergonzoso con un aspecto de depravación mística, se encuentra en todos los países y en todos los pueblos. El Rig-Veda (VIII, pág. 48) dice que con el saoma se adquiere la inmortalidad y se entra en la luz. El saoma es una bebida narcótica. En los Oráculos de Delfos, Delo, Abe y Tegiro en Grecia, se empleaba n para profetizar humo de laurel y emanaciones de gases tóxicos. Las pitonisas se sometían á una especial preparación mascando las hojas del árbol consagrado al dios, y bajo el trípote donde subían para pronunciar los oráculos se exhalaban gases sulfurados y carburados (Giacosa). Platón afirmaba que la causa que provocaba los éxtasis podía ser una afección mental ó una locura producida por ingestión de drogas excitantes. Acosta, en su Historia moral y natural de los indios (I. V, cap. XXVI, folio 241), dice que éstos tomaban una semilla llamada Ololuchqui para ver visiones brujos. César Lombroso, en su libro Investigaciones acerca de los fenómenos hipnópticos y espiritistas, dice que la producción artificial de médiums y de brujos puede conseguirse con el empleo de hierbas y drogas. Añade que los indios de Giamina que aspiran á la iniciación deben alimentarse con determinadas hojas durante tres meses y vivir solitarios en un bosque hasta que se les aparece un fantasma; al Thag-Phap, médico profeta de los anamitas, se le prescribe una dieta especial, alimentándose únicamente con una planta de hojas cordoformes (Lombroso, ob. cit., cap. V). El propio Lombroso, en su libro II vino nella pazzia en el delitto, dice que los antiguos hierofantes se reservan el uso de las bebidas fermentadas, declarándolas sagradas. Baco es el dios médico, y en las abluciones. A Rouhier publicó interesantes noticias acerca de una planta excitante, de efectos parecidos al cáñamo indiano probablemente, denominada en lengua azteca yagé (Hemadin Amazonicum), y de otra del mismo género, llamada pyote (Echinocactos Wiliamsii). Según el citado Rouhier, el peyolt ó peyote, á fuertes dosis, actúa sobre el centro óptico del cerebro y la embraguez que provoca no afecta más que á los ojos. No turba la inteligencia, conciencia ni la voluntad. Su absorción ó la de uno de sus alcaloides provoca inmediatamente una sobreexcitación general y agradable. Si el que toma se sitúa en un lugar obscuro y cierra los ojos, percibe el desarrollo de visiones de incomparable belleza y de indescriptible luminosidad. Estas visiones, en continuo movimiento, son lentas ó rápidas según de varias horas surgen y se desarrollan visiones de escenas sorprendentes, visiones de un mundo poblado de cosas, plantas, animales y personajes diversos que llegan, actúan, se agrupan y desaparecen, representando animadas escenas que la voluntad del sujeto no puede provocar, modificar ni detener» (A. Rouhier, La planta qui tait des yeux emerveillés. Le Peytol et Le Yagé, plante telépathique, Paris Medical, 1923 y 1924).
Resumiendo, se trate ó no de plantas que provoquen fenómenos telepáticos, cosa que han entrado en el inmenso campo de las tóxicomanía al servicio de la mediumnidad y acopio de datos los efectos de tales materiales (Revista de Estudios Metapsiquicos, año I, núm. 3), demostrando las propiedades alucinatorias de los mismos, análogas á las del cáñamo indiano desde cierto punto de vista, y á los efectos del mate, considerando la intensidad relativa de la intoxicación. El propio Rouhier manifiesta que ciertas tribus indias de Méjico profesan verdadera veneración al peyote, considerándole como una deidad. Celebran en su honor fiestas y ceremonias que duran meses. Es para ellos la encarnación del dios del fuego y de la luz. Quizá no es este punto menos interesante de la tóxocomanía. Todas las religiones paganas buscan en aquella un auxiliar para sus prácticas. No obstante, el materialismo de los grandes centros de población ha conducido á los propios extremos. Unos por olvidar los sinsabores de la vida y fingírsela menos afanose: otros por aberración, ya hastiados de todos los placeres, han buscado y siguen buscando en esos «paraísos artificiales» recursos para ofrecer alguna novedad á sus gastados espíritus. Dejando d lado el alcohol, el propio ajenjo, el opio y el tabaco, quedan una legión inmensa. Morfina, éter sulfúrico, cáñamo indiano, belladona, beleño, etc., constituyen un verdadero arsenal. Pero la reina soberana de ese ejército destructor de las mejores energías de la sociedad es la cocaínas, en estado de cloruro permitiendo preparar los líquidos inyectables con sólo mezclarla con agua; su máximo de asimilación, debido precisamente á aquella, han facilitado su uso. Divulgóse el mismo cuando la morfina estaba en pleno éxito, pero han bastado unos cuantos años que fuese preferida al tóxico clásico. La cocaína es artículo de contrabando y se comercializa con ellas á despecho de policías y brigadas de disciplina social. Individuos que jamás aprenderían á colocarse un termómetro clínico, son verdaderos maestros en darse inyecciones hipodérmicas. Ciertas películas cinematográficas y revistas teatrales, género decadente que fía el éxito de numerosas reñidos con la decencia y recursos chillones de indumentaria y decorado, cultivan la aficción y dan aliciente á los vacilantes, con escenas cuyo protagonista consigue sumirse en paradisíacas regiones merced á una dosis de dicho tóxico. Las grasas narcóticas han pasado á la historia; las píldoras de hachich resultan poco elegantes y de una actividad demasiado lenta; el opia no pasó nunca de un limitado número de adeptos, que los saborean en los clásicos fumadores. En cambio, la morfina y la cocaínas, sobre todo, triunfan en toda línea. Unas pastillas lenticulares perfectamente dosificadas y una artística jeringuilla de cristal con la correspondiente cánula resuleven el problema. A finales del siglo XIX comenzó á vencer la morfina en inyecciones el uso desaforado del ajenjo; el primer cuarto del siglo XX se ha señalado por el absurdo triunfo de la cocaínas. Nadie podría decir con certeza cuál fue el foco primitivo del que irradió el nefasto hábito, pero indudablemente se formó en las reuniones desdeñables de mujeres de vida equívoca con frecuentadores de cabarets á altas horas de la noche. todas las naciones han tomado providencias para atajar el mal que amenaza quebrantar
inexorablemente las energías de las colestividades, y á tal fin se han constituidos comisiones internacionales secundadas por organizaciones de cada país como nuevos ejércitos de salud pública. Están intervenidas las entradas de narcóticos en las aduanas y el despacho de recetas en los establecimientos facultativos. No obstante, las argucias de los comerciantes, ó, mejor dicho, mercaderes en esta clase de venenos, consiguen, por desdichas, burlar con demasiada frecuencias las medidas más enérgicas y previsoras. La toxicomanía se ha convertido en un delicadísimo problema, y si no se resuelve amenaza acabar con el valor moral de las grandes ciudades. El conflicto tiene más trascendencia, por cuanto no se substraen al pernicioso vicio mentalidades selectas, respecto á las que asiste el derecho de abrigar unas seguridades que la realidad se encarga de desmentir. La afición nefasta hermana al salvaje con el civilizado; al hombre culto con el cretino; al débil mental con el genio. La vida contemporánea, transcurriendo tan rápida como intensamente cual si se contagiase lo vertiginoso del ambiente con la corriente eléctrica, el automóvil, el aeroplano y el cinematógrafo, parece buscar un complemento al pretender instantáneamente la felicidad con unos centímetros cúbicos de solución tóxicas introducida bajo la epidermis y difundida luego en unos segundos por todos los centros nervisos del individuo. Hachich. Ampliando lo dicho en el tomo XXVII, páginas 488 y 489 de esta ENCICLOPEDIA, con referencia á este tóxico, y tratándose en este lugar en su aspecto químico y toxicológico, añadiremos que en Persia se conocen preparados de cáñamo que se emplean a menudo para producir una especie de embriaguez en Turquía (srar, beng, madschun), Arabia (bhang, bueng, bandje), Egipto (maslar, malach), África del Sur (djamba, dakka, dacha, tabaco del Congo), India (guaza, sidhee, gandscha, gunja), y también en China, en Tartaria, etc. En la India se tinturan las hojas de cáñamo, recolectadas en la época de la florescencia, con agua ó leche, algo de pimienta negra y también azúcar y especias y se emplea el líquido verde como medio de embriaguez. Bastan 30 gramos para conseguir este objeto un bebedor habituado a ello. En otros países se combinan los componentes activos componentes activos con manteca, mezclando ésta con especias y formando píldoras con la masa formada. Este preparado en afrodisíaco, pero no produce, como el siguiente, alucinaciones. En grandes dosis produce excitación cardíaca y fuerte malestar. La resina separada de las puntas de la puntas de las ramas de la planta joven se emplea, en diferentes formas, para fumar con pipa como tabaco; 4 gramos de sandschel producen ya el efecto completo. Se cree que su uso capacita para un trabajo duro y seguido, calma el dolor y evita los efectos perjudiciales del cambio del clima. Se dice que produce una embriaguez alegre y agradable. Parece que la vitalidad aumenta, la inteligencia se aguza, la fantasía se excita extraordinariamente en la imaginación imágenes encantadoras. Es chocante que los músculos de los sentidos sufren una perturbación tal que los que está arriba aparece debajo, lo de la derecha á la izquierda, etc. Sin embrago, los efectos varían mucho con las razas humanas y aun con los individuos. Se dice que la
hachich, empleado con moderación y siendo de buena calidad apenas perjudica; el goce que proporciona es mayor cuando todavía no se ha adquirido la costumbre. En cambio, el uso excesivo y duradero de un hachich de mala calidad, sobre todo cuando la alimentación es deficiente, produce efectos desastrosos; casi nunca excitación nerviosa con visión de horrores y acompañada de temor risible, que termina con la locura. El hachich desempeña en Egipto el mismo triste papel que el alcohol en los países del Norte. Una abstención súbita y completa del uso de esta droga es imposible para la curación del fumador de la misma; sin embargo, mucho puede. Se ha supuesto que llegan á unos 200.000,000 las personas que se valen del hachich para embriaguez. El conocimiento químico del Cannabis saliva indica, así como de los preparados obtenidos con ella, es aún muy incompleto. Los productos designados con los nombres cannabina, oxicannabina, cannabinol y tetanoscannabina, son mezclas resinosas con combinaciones que se hallan relacionadas, tal vez, con los alcaloides. En el cañamo indiano se han podido aislar las especies químicas siguientes: colina, inactiva fisiológicamente; trigonilina y muscarina, muy venenosas. Los componentes activos del hachich son pocos conocidos; los preparados puros no contienen nicotina. El extractum Cannabis indicas y Tincluca Cannabis indicae de la Farmacopea Alemana parecen contener los mismos componentes activos que el hachich. La acción tóxica del cañamo puede comprobarse cuando se marcha sobre terrenos de sus cultivos y á temperatura elevada. Se experimenta vértigos, deslumbramientos y una especie de estupor, lo que se atribuye al aceite al aceite esencial volatilizado de la planta. La maceración del cañamo para extraer sus fibras envenena la fauna de los caudales de agua. Los batidores de las fibras sufren accidentes respiratorios que parecen debidos solamente al polvillo levantado. El hachich en sus diferentes formas (infusión, humo, pasta (provoca una embriaguez peor que la del opio. En los sujetos no habituados se observan náuseas y opresión, a veces vómitos como en los que empiezan á fumar tabaco. Acelérese después la circulación y aparece un delirio que dura de tres á cuatro horas. Es aquél activo, alegre y agradable, por lo común, yendo á veces procedido de tristeza. Pierdan la noción del espacio, el tiempo y la gravedad, creyendo el sujeto que carece de piernas ó que no toca el suelo. Las impresionantes son exageradas y las sensaciones anestésicas enormes, hallándose relacionado el contenido delirante con el mental habitual del paciente. En conjunto, puede decirse que el hachich exalta la tendencia á las ideas favoritas de cada cual. Después del periodo de excitación sobreviene un sueño tranquilo, á menos que la dosis haya sido excesiva. Entonces se declara un delirio furioso, seguido de un agotamiento profundo y con letargia. El sujeto queda entonces dormido y en resolución muscular como en la anestésica clorofórmica. Esto explica que en China se haya utilizado el hachich para la narcosis quirúrgica. El hábito morboso
ó toxicomanía produce el estupor, la anorexia y la almotonía, acabando por fallecer el enfermo en caquexia. En el Cairo, Arabia y en la India, lo propio que el África del Norte y Extremo Oriente, se fuma el hachich como el opio. Entonces se reúnen los aficionados en establecimientos especiales y clandestinos. La dosis tóxicas son muy variables según las diferentes preparaciones. Bibliogr. Vibert, Tratado de Medicina Legal y Toxicología (ed. Espasa, Barcelona); Olier, Traité de Chimie toxicologique (París, 1915); Lewin, Trailé de Toxicologie (París, 1914); Krapelin, Lehrbuch der Psychiologie (Berlín, 1921). TÓXICOMANÍAS. Pat. Grupo clínico formado por entidades frenopáticas heterogéneas cuyo carácter tóxico de dicho agente es secundario y accidental, ya que el enfermo no busca precisamente la intoxicación. Se trata de un hábito patológico más que de un intento pervertido, y la prueba de ello la ofrece su contagio y difusión social. El temperamento psicológico individual desempeña un papel notable en la etiología y patogenia. Así, todos los que han consumido drogas de este género han padecido toxicomanía. Tampoco es igual la dosis activa ó toxicomanía varía en su agente causal según los países, y así es la coca en la América del Sur, el opio y el hachich en Oriente; el alcohol, la morfina y la cocaína en Europa, etc. Puede considerarse como endémica en muchas regiones donde ya los niños se acostumbran á la droga favorita. La forma epidémica se debe al contagio mental por sugestión. Hay formas larvadas y latentes, en que los síntomas de las toxicomanías no se acusan ó simulan las de otras afecciones el tóxico y el sujeto. Unas veces aparece sólo el delirio confusional y otras el cuadro maníaco, el angustioso ó el de ofuscación simple. A la larga no es raro que se instale la demencia, ya apática, ya con crisis de excitación. Por lo demás, no es raro encontrar formas asociadas, ya que muchos toxicomanías son verdaderos degenerados mentales. La herencia, ya similar, ya disimilar, desempeña en ello un gran papel aparte la influencia del medio familiar. Los síntomas físicos son polimorfos y dependen igualmente del tóxico empleado. El diagnóstico se basa en la comprobación del síndrome propio de cada tipo tóxico. Así, se reconocerá el morfinismo, eterismo cafeísmo, absistismo, aromicismo, cocainismo, veronalismo, etc. Importa además explorar el estado mental habitual y el observador en las crisis y períodos consecutivos. La intoxicación, en efecto, no es sinónima de toxicomanía pues ésta puede sostenerse á dosis débiles. Las relaciones y manifestaciones del sujeto están expuestas á reserva, pues muchos de ellos son mitomaníacos y fabuladores. El curso y terminación de la toxicomanía dependerá del agente empleado y del grado de la habituación. Cuando ésta llega á la demencia y la caquexia la incurabilidad es absoluta. No olvidemos además, que muchos enfermos padecen ya otras afecciones orgánicas dolorosas y consecutivas (tuberculosis, litiasis, cardiopatías). El tratamiento se basa en la privación del tóxico y la reclusión manicomial ó en asilos especiales. La curación es la regla pero las recibidas son sumamente fáciles. La prohibición social es sólo un medio auxiliar, que debe
sostenerse con la educación, la higiene moral y la divulgación de las consecuencias del tóxico. V. OPIOMANÍA, MORFINOMANÍA, ALCOHOLISMO, ETERISMO, etc. TOXICÓMETRO. M. Fís. Instrumento que sirve para medir la intensidad de los venenos. TÓXICOPATÍA. F. Pat. Término general para los estados morbosos producidos por un tóxico. Deriv. Tóxicopático, ca. TOXICOSCORDIÓN. M. Bot. Género fundado por Rydberg y sinónimo de Zigadenus Mchx. En la familia de los liliáceas. TOXICOSIS. F. Pat. Estado morbosos debido á un veneno. Tóxicocis endógena. Intoxicación por un veneno generado en el mismo organismo y no eliminado. Tóxicocis exógena. Intoxicación producida por un veneno exterior al organismo. Tóxicocis por retención. La debida á la no excreción de productos normales tóxicos. TOXIDERMIA. f. Pat. Dermatosis de origen tóxico. TOXIDERMITIS. f. Pat. Inflamación de la piel debida a un veneno. TOXIFOBIA. f. Pat. TÓXICOFOBIA. TOXIGUERO. m. Bot. Nombre vulgar de Rhus Toxicodendron. TOXICOINFECCIÓN. f. Pat Infección producida por toxinas. TOXICOINFECCIOSO, SA. adj. Producido por infección con una toxina. TÓXILO. m. Bot. El género Toxylon de Rafines que es sinónimo de Toxylon del mismo en la familia de las artocarpáceas. TOXIN. Geog. Pobl. de Méjico, en el Est. de Jalisco, cant. De Ciudad Guzmán, mun. de Tuxcacuesco 660 h. TOXINA. (Etim. – Del gr. toxikón, veneno.) f. Substancia, generalmente de naturaleza albuminoidea, elaborada por los seres vivos, en especial por los microbios, y que obra como veneno, aun en pequeñísimas proporciones. V. BACILO Y BACTERIAS, asi como las distintas enfermedades toxínicas. TÓXINA. Bot. Género fundado por Noronha y sinónimo de Buddlea de Linneo, en la familia de las loganiáceas.
TOXINA. Pat. Nombre común aplicado á los venenos bacterianos. La concepción de las toxinas arrancó del hecho de los efectos generales y locales á distancia (degeneración, necrosis) observados en bacterias no emigrantes. El número y complejidad de las toxinas es hoy tan extraordinario que no cabe todavía una división racional. En el concepto puramente empírico se distinguen las extracelulares y las intracelulares. Las primeras á su vez son de secreción ó de excreción, dependiendo aquéllas de la individualidad bacteriana y éstas del medio de cultivo. En cuanto á las toxinas intracelulares, abarcan las bacterioproteínas y las endotoxinas. El nombre de toxina propiamente dicho parece aplicable á todo veneno extracelular específico. Un grupo especial viene representado por las tomaínas ó productos de putrefacción. Otro grupo de toxinas es el de las protoxinas, que sólo se hacen venenosas por una reacción posterior con el medio de cultivo. Venenos de constitución conocida (alcoholes, alcaloide, glucósidos). Según la comparación de Weigert. Obra la antioxina á modo de un pararrayos contra la toxina. La teoría de Ehrlich explica la desintoxicación de acuerdo con la hipótesis de los denominados receptores. Éstos existen en las células correspondiendo al grupo haplifero de la toxina. Un receptor queda fijo en la célula mientras el otro se hace libre y representa la antioxina. La realidad de esta hipótesis se prueba por la inmunización y desintoxicación obtenidas con el extracto de órganos sensibles á la intoxicación. Tal ocurre con el extracto cerebral empleado con éxito por Wassermann y Takaki contra la intoxicación tetánica. En cambio, los extractos orgánicos de hígado, riñón, bazo, músculos, etc., permanecían inactivos como insensible á la toxina tetánica. Los fenómenos de intoxicación son, pues más complicados en este caso que en los envenenamientos comunes. El mecanismo de defensa es más complejo en las toxinas y obedece á leyes biológicas más complicadas. Así, la dosis de tétano espásmico capaz de provocar convulsiones es muchos miles de veces menor que la dosis correspondiente de estricnina. Lo mismo cabe decir de las demás toxinas en relación con productos químicos definidos. Este hecho permite asimilar en su acción las toxinas á los fermentos. El estado constituye la inmunidad tóxica. Esto puede depender de la falta de fijación de tales elementos, que circulan libremente por la sangre son alojarse en órgano alguno. Se atribuye modernamente este hecho á la ausencia de receptores ó grupos toxófilos. Dicho estado es congénito, pero puede adquirirse por un proceso de inmunización activa. Otras veces las células orgánicas absorben y fijan la toxina, pero carecen de receptividad y tampoco se desarrolla la acción tóxica. En este último caso no hay, como en el primero, ausencia de formación de antitoxinas, ya que el grupo haptífero permanece intacto. La tetanotoxinas inyectada en la tortuga y el caimán no provoca intoxicación, pero no por razones diferentes. En la primera hay siempre presencia del veneno sin formación de antitoxinas. En cambio en el caimán se forma ya antitoxina y desparece pronto la toxina de la sangre circulante. Una tercera forma de inmunidad antitóxica es la observada cuando la toxina se fija en
tejidos ávidos, pero no receptores. Esta inmunidad cesa cuando se hace que llegue directamente la toxina á los órganos; en la toxina tetánica. Así ocurre en el conejo, como han demostrado Roux y Borrel, lo cual contrasta con lo que se observa en el cobayo. En éste la inyección sibcutánea es ya convulsivante y mortal por falta de órganos protectores de fijación. Semejantes diferencias explican la de sensibilidad entre las diferentes especies zoológicas para una misma toxina. Es posible que entre en juego varios mecanismos á la vez y que tampoco se trate de una toxina de idéntica naturaleza. De aquí la concepción de las toxinas parciales, cada una de ellas con sus receptores celulares, la inmunidad antitóxica latente es la que no se pone de manifiesto sino por la producción de antitoxinas. Las fuerzas defensivas del organismo bastan habitualmente para neutralizar los efectos de las toxinas. Cuando ya no bastan aquéllas debe recurrir la economía á la producción de antitoxinas. El hecho se realiza en las infecciones clínicas, que son más lentas y paulatinas, pero no en las de laboratorio. La anafilatoxina se han asimilado á las toxinas bacterianas en cuanto á sus modo de producción. Sin embargo, no faltan observadores, como Dolp y Rados, que separan ambos fenómenos basándose en que la anafilatoxina aparece sin anticuerpos en los antisueros y sus efectos tóxicos primarios. En tales casos se cree que existen restos de antígenos además de los cuerpos inmunizantes. Sea como quiera, la anafilatoxina obra también en la enfermedad del suero. El hecho se explica entonces por la asociación de preciptinas á los albuminoides del suero. Las reacciones anafilácticas de la vacuna, de la tuberculosis, de la sífilies y las llamdas gnuinamente de foco se relacionan también con toxinas. Así se ha descrito la tuberculosis, la luetina y la endotoxina vacunal. El conocimiento de las toxinas es no sólo de orden teórico sino también práctico. Sirve, en efecto, en la terapéutica inmunizante de las enfermedades infecciosas (difteria, tétanos), para graduar los preparados correspondientes. Así ocurren en los diversis sueros ab¡ntitóxicos, de que tanto uso hace hoy la clínica. V. SUEROTERAPIA. Bibliogr. Muller, Verlessungen uber Infection u. Inmunitat (Berlín 1927); Hallopeau, Manual de Patología General (ed Espasa, Barcelona): Courmont, Tratado de Higiene (ed Espasa, Barcelona); Lubarsch, Handbuch d. allgemeinen Pathologie (Berlín, 1926); Fricoberger y Defriffer, Lehrebach d. Bakterologie (Berlín, 1928); Bruynoche, Traité de Bacteriologie (Bruselas, 1928); Cajal, Tratado de Anatomía Patológica (Madrid, 1921); Levaditi, Hantbuch de Inmunitat (Berlín, 1921) Agasse-Lafort, Les appliaction prtiques du laboratoire á la clinique (París, 1926); Besson, Technique microbiologique et serotherapique (París, 1927); Bezancon, Précis de Microbiologie clinique (París, 1927); Calmette, Manuel technique de microbiologie et serologie (París, 1928). TOXINA, Quím. V. TOXALBÚMINAS. TOXINEMIA. f. Pat. Presencia de toxinas en la sangre y estado morboso consecutivo.
TOXINICIDA. adj. Que destruye las toxinas. Ú. t. c. s. f. Agente destructor de toxinas. TOXÍNICO, CA. adj. Relativo á una toxina ó producido por ésta. TOXINON. m. Fam. Es acetaminomercuribenzoato sódico con 45 por 100 de mercurio. TOXINOSIS. f. Pat. Estado morboso producido por la presencia de toxinas. TOXINOTERAPIA. f. Terap. Uso terapéutico de las toxinas estreptocócicas en el tratamiento de ciertos tumores, por ejemplo. TOXIS. f. Pat. Envenenamiento, intoxicación. TOXITERAPIA. f. Terap. Toxinoterapía. Uso terapéutico de la antixinas. TOXOBALISTA. Arm. Arcobalista; ballesta montada sobre un pie. V. ARCOBALISTA, TOXOBRISO. m. Paleont. (Brissopis Agassiz). V. BRISOPSIS. TOXOCOLINA. f. Zool (Toxoxxhalina Ridley.) Género de esponjas de monaxánidas halicondrias, de la familia de las heterorráfidas, a fin al género Tedania (V.), que vive en Australia. TOXOCAMPA. f. Entom. (Toxocampa Guen.) Género de lepidópteros heteróceros de la familia de los nóctuidos y tribu de los fitometrinos. Tienen trompa; la frente es lisa, con un corto penacho de pelos; palpcs muy levantados delante de la cara, con el segundo artejo densamente escamoso, el tercero más corto y liso; antenas del macho pubescentes casi aserradas con pequeños ramos finos y cortos; protórax ligeramente encapuchado; tibias sin espinas; alas anchas, con el borde externo no dentro. La oruga es delgada, posee 16 patas, pero la primera abdominal está acortada. Vive en las leguminosas, pasa el invierno joven, es adulta en Mayo y Junio, se crisalida entre hojas y restos vegetales formando un tejido flojo. Se encuentra 12 especies de la fauna paleártica. El tipo es T. lusoria L; vive en Vicia y Astragalus en Europa, Asia Menor hasta el Altaj: la T. Glysyrrhiza Ramb. se encuentra sólo en España.