Intercambio #2 Evaluacion Formativa

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Prestarle atención a las voces humildes Don Perl*

En el otoño del 2000, me enfrenté al prospecto de preparar a mis estudiantes del octavo grado para la evaluación estandarizada de alta exigencia. Entre más estudiaba el concepto de la evaluación de alta exigencia, más aborrecible me parecía y más la sentía como una violación en contra de mis principios de igualdad como educador. De hecho, uno de los requisitos para la licencia catedrática en Colorado dice: “el educador deberá estar familiarizado con el desarrollo del niño y su proceso de aprendizaje; y será capaz de reconocer y mostrar respeto por la familia, cultura e influencias sociales que afectan el aprendizaje”. Yo enseñaba en una secundaria en Greeley, Colorado que en 2000-2001 se transformó en una escuela de educación media. Alrededor de la mitad de mis estudiantes hablaba español como su lengua materna; y ya que el inglés no lo era, estaban en desventaja para este régimen evaluativo. Yo era uno de los pocos maestros bilingües de nuestra escuela y frecuentemente me llamaban para traducir las conversaciones entre los administradores y los padres de familia. Yo presenciaba como los padres, quienes querían lo mejor para sus hijos, se esforzaban por entender el sistema extranjero. Me acordaba de la frase “in loco parentis” que frecuentemente escuchaba cuando era un aspirante a profesor. “No queremos que nada malo le pase a nuestros hijos y esta manía por las pruebas les hace daño, pues los pone unos contra otros”. Así que, después de mucha deliberación, * The Coalition for Better Education, Inc. www.thecbe.org

reflexión y estudio, decidí que no podía aplicarles la prueba sin dañar mi buena conciencia. Consecuentemente, cometí un acto de desobediencia civil y me rehusé a aplicar las pruebas del Programa de Evaluación Estudiantil de Colorado (Colorado Student Assessment Program o CSAP). El 18 de enero del 2001, escribí y mandé varias cartas a los responsables de las políticas, a legisladores, a la junta estudiantil local y estatal y a la oficina del gobernador que decía: “Entre más investigo el tema de la evaluación de alta exigencia, más me doy cuenta de que estas pruebas son contrarias a la ética por: 1) la premisa igualitaria de las escuelas públicas y 2) porque van en contra de la dignidad de la profesión docente. Generalmente, los estudiantes que salen bien son aquellos provenientes de familias de profesionistas de Europa occidental o aquellos pertenecientes a la clase media. Es decir, polarizan aún más a una comunidad ya de por si polarizada. Los estudiantes minoritarios, aquellos cuyo idioma no es el inglés, están en desventaja desde el inicio. En cuanto a cómo daña la labor de los maestros, pareciera que la idea subyacente es que lo único que un profesor necesita es un manual que seguir y todo saldrá bien en el salón de clases. Pero enseñar es un arte, una ciencia, un llamado… todo lo contrario a seguir la receta de un manual. Ninguna prueba puede enseñar qué es la ciudadanía, la cooperación y la compasión. El profesional dentro del salón de clases se esfuerza por desarrollar evaluaciones bien pensadas y sig-

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