Cuentos en la Nieve Por Steve Mura A単o 2009
El Fantasma del Metro Romina estaba sentada en el primer asiento del metro tren, el cual la llevaba por los carriles a gran velocidad. El asiento de la joven estaba de espaldas a la puerta, mirando hacia atrás, por lo que no podía ver a quienes abordaban el moderno transporte. Cada vez que el tren arrancaba de una estación, algo en su estomago se formaba, un pequeño impulso sublime, y una fuerza que atentaba con lanzarla hacia atrás, mas, esto al poco andar se hacía efímero, y múltiples paisajes se veían a través del cristal. La chica había tenido un mal día, como era de costumbre. Cada vez que esto pasaba, el transporte no solo la calmaba, sino que también le recordaba sucesos alegres de su vida. La ventana le mostraba paisajes que pasaban a gran velocidad por sus ojos, la chica lo asimilaba a todos los momentos vividos, su niñez, su juventud, y sus eventos furtivos, que quedaban gravados en su retina. Pero también, se daba cuenta que ella siempre estaba en el mismo lugar, todo a su alrededor era igual, la persona que estaba frente a ella con su mismo semblante, el mismo cómodo asiento, la misma música ambiental. Volvía a mirar por la ventana, y veía que todo pasaba a gran velocidad, los paisajes se aceleraban, y un temblor inundo su cuerpo. La chica recordó a la persona que amaba, quien le hacía a veces sentir los mismos temblores, haciendo que su ventana de la vida le mostrara experiencias, que sucedían a una velocidad vertiginosa.
Romina recordó entonces que se encontraba sola en ese momento, la chica miró a su alrededor buscando auxilio en medio de su soledad. Entonces lo vio, un libro de aventuras, una historia de mundos lejanos, donde existían príncipes y héroes, en donde había villanos que eran vencidos con fuerza, esperanza, y fe, mas su vida era distinta. Quiso entonces que el tren se detuviera, quiso bajarse para encontrar aquel mundo lejano. La vida que se deslumbraba tras la ventana ya no parecía más real que aquellas historias. Romina plantó sus ojos en el libro, cuyo lector desplazaba sus páginas con suave cuidado. El tren comenzó a vibrar con más fuerza y la gente se comenzó a asomar por la ventana con un semblante preocupado. Princesas, dragones, héroes, montañas, todo estaba ahí, más cercano y real de lo que se veía por el cristal. La música del tren se detuvo, mas a Romina no le llamó la atención. El libro fue cerrado de pronto por su lector quien miró a la chica con ojos desorbitados, empalideció. La joven extendió su brazo, suave y delicado, con el afán de tocar aquel libro. Cuando lo logró, una gran fuerza la sacó de su lugar, vio entonces el libro pegarse a su cara, unos gritos de terror, luego la oscuridad. Cuando abrió sus ojos, no vio las ventanas, no vio el piso ni el suelo del tren, sino que se vio en un valle verde y extenso, a lo lejos un castillo, y un caballero blanco que se le acercaba. En otro lugar lejano, noticias de un descarrilamiento corría por los noticieros, ningún sobreviviente había quedado, y un cuerpo aún no había sido encontrado.
Una Historia de Amor. Elisa había conocido a Jhoan cuando cumplía 15 años de edad, la primera vez lo vio fue en su cumpleaños, amigo de un amigo, de esos que llegan sin ser invitados y que se hacen amigos de todos los familiares, y basta sólo una hora para que ser conocido por todos. Elisa lo detestó de primera vista, no le parecía muy agraciado, sus palabras eran torpes, y no muy inteligente. Por el lado de Jhoan fue diferente, cuando vio a Elisa fue como si un golpe eléctrico golpeara su corazón de pronto. La chica era hermosa, delgada y de una bella voz, suave y encantadora. Poseía unos ojos verdes, los cuales había heredado de su abuela, y un pelo castaño que bailaba junto a sus elegantes movimientos. Jhoan nunca olvidó esa primera impresión, confesó sus emociones a sus amigos quienes, entre bromas, comenzaron un plan para que la chica se mostrara interesada, pero nada de lo planeado comenzaba a funcionar, desde los más pequeños detalles a las más grandes hazañas. Más de alguna vez el chico había pasado alguna vergüenza, y se esforzaba por tocar su corazón, pero con los años comprendió entonces que Elisa poseía la característica de ser un tanto superficial, por lo que mirándose un día al espejo decidió rendirse. Elisa nunca más volvió a ver a aquel chico, al poco tiempo comenzó a extrañar sus insistentes llamadas, correos, mensajes electrónicos, y un sin fin de cosas que antes le molestaban, pero que se habían hecho cotidianas en la vida de ella.
Muchos años pasaron, y Elisa llevada por su superficialidad frecuentó una gran lista de chicos, hasta que un día encontró el chico ideal para ella. Era encantador, amable, y poseía un bonita cara, de muy buen parecido. Ambos se enamoraron, y la relación comenzó a ser ideal. Un día, como cualquier día, la chica iba camino a su casa, conduciendo su auto a gran velocidad, mas nunca llego a destino, un fatal accidente quemó parte de su cuerpo y cara. Cuando los médicos la dieron de alta, ya no era bella a los ojos de los hombres, y ella se repudio y encerró en su casa sin querer ver a la persona que amaba por miedo a perderlo para siempre. Su novio después de mucho insistir entonces logró entrar a su casa, y vio a la chica en el peor de sus estados, una cara manchada, una cabeza sin mucho cabello, y empapada en lágrimas. Entonces el chico se le acercó y la besó. La chica sin entenderlo le preguntó cómo es que la quería aun, y entonces él sonrío y dijo: -Siempre te he querido, por lo que tus ojos reflejan, por lo que tu voz dicta de ti, la vida te dio una lección, y solo faltaba que la aprendieras para que fueras perfecta, ahora que sabes que lo superficial es vano, entonces para mi eres perfecta. – Elisa lloró, y entonces miró al chico de nuevo, y reconoció una mirada cálida, el chico al ver la mirada de su novia, entre risa le confesó: - ¿Recién me reconoces después de tantos años?, soy yo, Jhoan, sólo que cambie un poco, y mi nombre nunca me gusto mucho, te amo.
Pensamientos de un Compañero Estaba entonces él recostado sobre la cama, viéndote sonreír, bajo el brillante sol que entraba por la ventana, tiñéndose de múltiples colores al pasar por los coloridos vidrios que alegraban tu vida cada día, al mostrarte un mundo más optimista. Se sintió un poco incomodo al verte más alegre de lo normal, pues eras su confidente, pero a veces él sentía que pasabas cosas por alto, a veces solo podía deducir cuando llegabas y llorabas sobre él, sin decir alguna otra palabra. Recordó entonces cuantas veces trato de rogarte, intentando derramar alguna lagrima, que le contaras aquellos sucesos del diario vivir. Vio cuando te pusiste aquella ropa colorida, algo andaba mejor que de costumbre, trato de sonreír, mas no pudo. Tuvo la esperanza que volvieras con esa misma alegría. Cuantas veces antes te había visto así, y luego más tarde sin saber el por qué lo lanzabas lejos, lo herías, y así, cada decepción se había convertido en una cicatriz también para él. Tan solo si supieras lo que él sentía. Un botón menos de su piel era tu desesperanza, un ojo herido, era tu decepción, una oreja doblada era el castigo después de haber escuchado por horas tus confidencias. Entonces lo tomaste con tu alegría y lo guardaste dentro de una caja, le pusiste una cinta, y él en la oscuridad pudo sentir cercano tu calor, algo en su corazón inerte le decía que sería la última vez. Desesperado deseó poder hablar una vez en su vida, decirte por una vez lo bella que te veías a la luz del sol.
Pero ya era tarde, ese día nunca más volviste a ver al oso de felpa que abuela te había regalado, ahora él era el confidente de alguna otra niña.
Monumento a la Vida La niña se puso de rodillas sobre el cálido césped, tomo unas pequeñas piedrecillas y jugueteó con ella entre sus dedos, dedos delgados y pálidos, que le hacían juego con su nariz respingada color rosada, que se veía bellamente acompañada por dos risos dorados que bajaban por su cara, en forma lúdica y aleatoria. Su vestido blanco ya se había ensuciado a primeras horas del día, con diversas manchas de tierra, y una que otra mancha de chocolate. Sus ojos verdes entonces repararon de que en un asiento de acero cercano, se encontraba un hombre vestido de blanco, un hombre viejo, de pelo blanco y sonrisa luminosa. El hombre le sonrió, y ella le regresó la sonrisa, con sus labios finos y refinados. La niña siguió entonces jugando con las piedrecillas, sin volverle a prestar atención al hombre. Hasta que este consumido, por la curiosidad le pregunto - ¿Que es lo que haces pequeña niña?-. La niña lo miro, como cuando un adulto mira a un niño cuando hace una pregunta absurda. -Quiero armar un pequeño monumento por aquellos que han muerto. El hombre asombrado entonces, la miró con más curiosidad, la niña tenía algunos pocos pares de piedras, ¿Cómo podría hacer un monumento?, entonces entendió que sólo se trataba de una jugarreta de la niña, tan común en los niños de hoy en día. -Y dime pequeña, ¿Cómo es que piensas hacer un monumento por los muertos?- Pregunto un tanto divertido.
-Es fácil, esta piedrecilla representa la fortaleza de aquellos que murieron, aquellos que dieron su vida por otros sin cuestionársela, los que jamás dudaron en ayudar al prójimo, esta redonda, a aquellos que su sonrisa llenaron de alegría la cara de muchos, estos por los que aprendieron a hablar de corazón a corazón, esta rosa blanca por los que amaron sin ser amados y así conocieron el amor, y esta rosa roja por los amantes que podían mirarse a los ojos sin temor, y esta amarilla por aquellos que fueron fieles en amistad. Entonces la niña se apartó, y el hombre vio el más grande monumento jamás concebido, el monumento de aquellos que vivieron.
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Los Tres Príncipes En un reino lejano y soleado existía un sabio rey, y una hermosa princesa, que habían convocado a tres nobles príncipes de tierras lejanas para elegir entre ellos, un heredero al trono, tomando la mano de la joven princesa. El trío de príncipes se presentaron delante del rey, los primeros causaron una conmoción en la corte al presentar los más lujosos regalos a la princesa. El tercero, no tan agraciado como los otros, presentó algo que fue desaprobado por la gente de la corte, unas simples semillas que no resplandecían ni parecían tener gran valor, mas el rey las guardo para sí. Los días pasaron y la gente preparo grandes eventos para probar la valía de los príncipes, justa de espadas y tiros al arco, pruebas en el bosque y un sin fin de otras cosas repartidas a lo largo de una semana. A la primera competencia los dos príncipes, altos, apuestos y de gran hermosura, derrotaron a los mejores hombres del reino y celebraron con cerveza sus hazañas en majestuosos festines, más el tercer príncipe no se presentó ese día hasta los festines, en donde sacó una gran cantidad de comida y la hecho en algunos canastos. Los nobles entonces comprendieron su pobreza, y se lamentaron por ver a un príncipe que tenía que guardar alimentos para sí mismo. Al siguiente día comenzaron las justas a caballo, en donde era de esperarse que los príncipes mostraran su coraje. Los dos grandes príncipes cumplieron con las expectativas, mas el tercer príncipe parecía cansado, débil, y no pudo mante11
nerse en el caballo. Los médicos entonces lo atendieron por unos días, y se corrió la voz de que les pago a los médicos una gran cantidad de monedas de oro, entonces la gente lo trato de tacaño, había dado oro por su cuidado mas no para un regalo digno de una princesa. Y los días pasaron y los dos grandes príncipes fueron queridos, repartían oro a la gente que asistía a sus combates, ganándose el afecto de la gente, mas el tercer príncipe cargaba tesoros en una carretilla y no permitía que nadie tomara un centésimo de lo que ganaba en las competencias solo por presentarse. Y así el tercer príncipe se hizo impopular hasta que llegó el día en que la princesa debía decidir con cual se casaría. La gente en su totalidad acudió a tan magno evento. Entonces, se presentaron los tres príncipes, los dos primeros vestidos con lujosos y hermosos atavíos, mientras que el tercero vino con horribles ropas de campesino. Entonces el rey levantó su mano, y el pueblo se silencio, y la princesa entonces tomó unas flores blancas y se dirigió a los dos grandes príncipes, y les dijo- Tomad estas flores blancas.-El pueblo estalló en aplausos-Y usadla como disculpas para vuestra familia por haberlos hecho viajar en vano. –El pueblo enmudeció y ni un murmullo corrió. Se acerco al tercer príncipe y hablo: -¿Qué significan las semillas? -Las semillas fue lo más preciado que había en mi jardín, en mi ciudad lejana en donde la gente lucha por hacer crecer unas pocas al año. -¿Dónde estuvisteis el primer día de eventos para mí?. -Iba de camino cuando encontré un grupo de gente que vivía bajo un puente. Pase él día con ellos y juntos construimos unas pequeñas casas con madera que compramos 12
en las afueras. La gente pobre supo de la construcción por ende tuve que ir en búsqueda de comida, entenderá usted que no encontré lo suficiente y recordé la cena, por lo que me permití sacar algo de las sobras mi señora. -¿Qué os ocurrió al día siguiente? -Trabaje todo el día por lo que estaba cansado. -Y supongo que el dinero dado a los médicos fue por los servicios prestados. -Mas no para mí, con la gente que llegó habían muchos enfermos, por lo que tuve que pagar más de la cuenta para que ellos también fueran atendidos por los médicos de la ciudad. Pero muchos tardarían en curar, por lo que era necesario algo de la riqueza ganada en las competencias para que pudieran vivir por algún tiempo sin tanta necesidad. –El príncipe sonrió- Pero creo que también tuve que dar de mis ropas, pero no hay problema, tome de ellos estas. Entonces la princesa sonrió y le entrego una hermosa flor roja.
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Los Cuatro Manzanos y el Nogal. Dos jóvenes habían viajado cientos de kilómetros para emprender una nueva vida, alejada de la sociedad y toda comodidad, sin antes haberse aprovisionado por muchos años, y habiéndose hecho de materiales para construir sus casas. Después de haber viajado por mucho tiempo, cruzando las montañas, y habiendo llegado a un extenso paraje, fue entonces que decidieron construir sus casas. Con ahínco las construían, y entusiastas cantaban una alegre canción llena de esperanzas de una vida mejor. Una vez terminada sus casas, decidieron entonces cavar un pozo que les diera agua, y cerca de este, comenzar la plantación que les daría alimentos para sobrevivir cuando las provisiones comenzaran a faltar. Elliot, plantó cerca de su pozo cuatro ricos manzanos, semillas que había encontrado en el camino, mientras que Albert había comprado la más rica semilla de nogal, de un conocido y famoso lugar. Los años pasaron y los árboles crecieron, y las provisiones entonces comenzaron a escasear. Mas los cinco árboles crecieron en hermosura. Elliot un día al amanecer salió y encontró sus árboles floridos, más el nogal solo crecía verde y fuerte, pero Albert solo observo con esperanzas y sonrió. El tiempo pasó y los manzanos dieron frutos, redondos y brillantes, más el nogal, solo daba unas flores blancas hermosas que deleitaban la mirada y alentaban los sentimientos de su dueño, mas ningún fruto dio por mucho tiempo. Albert se esforzaba a diario, cortaba sus ramas y protegía 15
al árbol de la lluvia e insectos, hasta abandonó sus otras cosechas menores para estar siempre expectante de lo que le pudiera ocurrir. Su amigo molesto entonces, le dijo que lo echara abajo y que comiera de los manzanos que daban en abundancia. Entonces Albert se negó, y dijo que solo comería de aquel nogal, y Elliot entonces enfurecido separó sus casas por una cerca y no le volvió a dirigir la palabra. Y así fue. Albert comenzó a enfermar, el alimento no era suficiente, y entonces busco el refugio en su querido árbol que se meneaba de un lado a otro encantando sus ojos. Entonces el joven se tendió ante sus pies y murió a su lado. Al otro día Elliot se levantó y vio a su amigo inerte tendido bajo el árbol, entonces lloró por la desgracia de su amigo y decidió enterrarlo bajo su querido nogal, olvidándolo después de un tiempo. A los pocos soles entonces, el nogal había cambiado sus flores hipotónicas y blancas, por pequeñas esferas doradas, Elliot las miro y probo de aquel fruto, el cual fue un manjar a su paladar. Entonces comprendió que sólo el sacrificio podía crear cosas tan preciosas, y el árbol fue conocido y amado por generaciones de personas, más nadie nunca recordó ni menciono a aquel que lo plantó.
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La Leyenda del Rey Esta es la historia de un hombre, que vivía muy lejos de un pueblo olvidado. Este hombre había vivido toda su vida en la miseria, su madre desde pequeño siempre le había contado que algún día él sería una persona de gran riqueza, pero él nunca lo creyó. Este hombre se pasaba el día cazando animales silvestres, ordeñando a su vaca, y cortando la leña. Era así como vivía cada uno de sus días, sin ninguna riqueza ni necesidad de ella. En sus días de ocio, gustaba dibujarse a él mismo sobre piedras lisas, soñando con las más grandes aventuras. Un día, un niño curioso llego al lugar. Este niño provenía del pueblo y había decidido salir a excursionar, llegando así a los montes lejanos en donde vivía este ermitaño. El hombre no acostumbraba a recibir visitas en su casa, solo alguna vez había dado alimento a algún viajero perdido. -¿Quién es usted?-Preguntó el niño sin miedo, a pesar de la desaliñada apariencia del ermitaño. -Pues yo soy el dueño de este lugar, vivo aquí.- Dijo el hombre desconcertado. -¿Y es usted también dueño de este bosque?- Volvió a preguntar el niño con tono de entusiasmo. -¿Quién eres, y porque preguntas?- Dijo el hombre ya extrañado, al ver al muchacho solo en esos valles. -Soy un niño del pueblo, y quería saber si podría entrar a su bosque. Mi familia es pobre y no tenemos para comprar alimentos, es por eso que le ruego que me deje cazar algún 17
conejo para llevar. -¡Ah!... pues los conejos tienen una carne exquisita, entra y saca lo que gustes, yo ceno como un rey obteniendo cosas de ese lugar. El niño entonces saltó de alegría y corrió al bosque a cazar un conejo, invitando al ermitaño a que visitara su casa algún día. Cuando el chico volvió por la noche a su hogar, recibió una reprimenda por haberse ido sin avisar. Para evitar el castigo, contó entonces que un hombre que cenaba todos los días como un rey, le permitía cazar en sus territorios el rico alimento que esa noche podrían disfrutar. La madre del chico quedo estupefacta, por lo que al otro día le contó a su mejor amiga, quien era panadera, que su hijo había sido invitado a comer por un rey de una tierra cercana, y que poseía muchos conejos que daba a los pobres. La panadera entonces le contó a su esposo, quien era mercader, que un rey bondadoso tenía un bosque, el cual tenía las más ricas delicias, y que este lo compartía con todo aquel que lo necesitaba, que era todo un héroe. El comerciante encontrando la historia entretenida, la contó a sus amigos, de que un gran héroe, quien también era rey, había llegado a ayudar a los pobres. Uno de los amigos que escuchaba atento, para acotar a la historia, conto que una vez había visto extraños escritos en piedras lisas, al borde de un río lejano, donde hablaba de una leyenda de un gran rey de esas características. Los curiosos que escucharon la historia, rápidamente divulgaron el rumor de que un poderoso héroe, del cual se hablaba en profecías escritas en rocas milenarias, se había convertido en un bondadoso rey, el cual daba alimentos en abundancia. 18
El feudal entonces se preocupó de la situación, y mandó a que se investigara aquel rumor, llegando entonces al niño, quien contó que algún día este rey vendría a su hogar. El Feudal entonces informó a su rey la noticia, al verdadero rey de esas tierras, quien mandó a una escuadra a controlar la situación, y mantener alejado a quien se decía, que le usurparía su lugar. El ermitaño un día entonces decidió ir donde el niño, llegó a la ciudad y vio un montón de soldados apostados en torres y murallas, más no les prestó atención, ni ellos a él. Por la noche la gente entonces decía, que el héroe había estado en la casa del niño, y que había burlado las defensas del rey. La historia cobró tal vida, que la noticia de que el rey había sido derrotado recorrió todos los rincones del reino, y los pueblos, cobrando ánimos, aprovecharon el miedo de los soldados del rey por este nuevo héroe, y crearon revueltas y derrocaron al rey, quien que nada entendía. Entonces el niño fue a buscar al ermitaño, para decirle que se había convertido en gobernador de todo el reino y que la gente lo esperaba para que tomara el lugar en un castillo lejano. Entonces el ermitaño sin comprender, se vistió y fue al pueblo, donde lo recibieron con honores. Una carroza dorada lo llevo a la capital, en donde fue coronado como nuevo rey.
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Esperando a Ana María Hernán abrió la puerta, cargado de numerosas bolsas y cajas que traía del centro de la ciudad. Ese día había comprado muchas cosas para su amada, con la cual compartía su vida. Dejó las cosas sobre la mesa, dejando caer algunas cajas delgadas, las cuales contenían ropas de regalo para aquella a quien él amaba. Se sentó sobre el sillón, observando una foto de Ana María junto a él, que se habían tomado a orillas del mar mientras atardecía. Hernán dio un suspiro, no había nada que amara más que aquella compañía, tan ideal, tan dulce. Muchos otros recuerdos se le venían a la mente al ver esa delicada y dulce sonrisa. Se levantó de su asiento, dejando caer su celular, en el cual parpadeaba una hipnótica luz. No le prestó atención, la luz sólo le recordó aquellas luces en la noche que veían ambos siempre al anochecer, cuando caminaban tomados de la mano, bajo las estrellas prometiéndose que todo estaría bien, sus ojos castaños les eran sinceros, y brillaban bajo esa mirada que le suplicaban que la protegiera en un abrazo eterno, teniendo por testigos las estrellas en el cielo profundo. Se acercó entonces a la ventana y miró por las calles mientras se sacaba la camisa, afuera unos niños jugaban, ¿Que nombres les pondrían a sus hijos cuando llegara la oportunidad? Nunca habían hablado de casarse, pero se habían proyectado, eligiéndose mutuamente para pasar el resto de sus vidas, con dulces palabras que hubieran convencido al más terco de los hombres. 21
Cerró la casa y miró en todas direcciones, cuanto había sacrificado para aquella felicidad, todo finalmente había valido la pena. Miró los paquetes sobre la mesa, y observó que había olvidado uno en la tienda, tomó su celular con sus blancas manos, y lo observó más detenidamente con sus ojos oscuros, se retiró algunos mechones castaños que estaban delante de sus ojos, y observó una reciente llamada y un mensaje del celular de su amada. Hernán sonrió, y se dispuso a escuchar la dulce voz que lo había cautivado, pero en vez de eso una voz fría resonó, una voz áspera de hombre, el cual anuncio: “hemos encontrado este celular en medio de un accidente automóviles, si conoce a la propietaria del celular lo necesitamos para poder reconocer sus restos”.
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El viajero y el Puente Caminando por la noche silente, el pequeño viajero se detuvo observando la luna, esa noche como de costumbre, las estrellas eran brillantes y el cielo se adornaba de puntos luminosos sobre el sustrato abstracto de la extensión celestial, moteada de diversos tonos azules y morados. El chico vestía de forma ligera, un jeans azul, un chaleco y zapatos negros, y en su mano, un hermoso farol de cobre. Sobre su hombro, cargaba un bolso de cuero, abultado y pesado, que por más que deseaba que este fuera ligero, no lograba desprenderse de las cosas que ahí guardaba, pues pensaba que hasta el objeto más mínimo le sería necesario, en un futuro incierto y lejano. Caminó por los extensos valles en solitario, hasta encontrarse con un oscuro y extenso acantilado, mas sombras de bosques frondosos al otro lado lo llamaron a cruzar. Pensó primeramente en bordearlo, mas sintió que el tiempo no era su aliado. Miró nuevamente, entonces vio un largo puente maltrecho, sin pensarlo demasiado, se dispuso a cruzarlo. El puente era de madera, sin barandas, pero firme en apariencia. Puso un pie sobre este, y las tablas crujieron, pero haciendo caso omiso dio un segundo paso. El puente cada vez hacia más crujidos, unas tablas se rompieron una vez pisadas, y otras fueron a dar a un profundo vacío, provocado por el envejecimiento natural de la madera bajo la presión del peso del pequeño más su mochila. El viajero al llegar al otro lado entonces miro atrás y vio que el puente era inutilizable, mas se sintió satisfecho y de23
cidió descansar hasta el amanecer. Se tendió sobre el pasto seco, y puso su mochila a un lado y se dejó llevar por los astros quienes lo hicieron dormir profundamente. Cuando el chico despertó a la luz del sol, se vio rodeado de árboles secos, flores marchitas, por lo que se sintió inseguro. Al querer regresar entonces por el puente, se dio cuenta que no había un retorno sencillo, el puente había caído casi por completo, dejando solo un madero que unía ambas orillas. El chico entonces inseguro se acercó, y puso un pie sobre la viga, la cual de inmediato crujió ante el peso de él y su mochila. Las horas pasaron y el pequeño se entristecía. En ese lado del acantilado no había alimento, y ya había recorrido y observado todo el lugar, mas, nada le prometía, que más lejos de ese punto encontrara algo diferente. Entonces el chico en la desesperación, decidió dejar su mochila atrás y cruzar la viga maltrecha, y una vez lograda tal hazaña, se sintió feliz. Más al ver que la viga no había sufrido daño alguno, decidió cruzar en búsqueda de su mochila, al lograrlo se la puso, he intento cruzarlo, más la viga cedió al primer paso y cayó a lo profundo del abismo. El pequeño había dado un salto hacia atrás, quedando en el lado del valle seco y ruin.
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El Pequeño Lechero El pequeño niño había caminado cientos de kilómetros por el borde de un caudaloso río, sobre sus manos llevaba cargando una carretilla pesada, con pequeñas botellas de aluminio, llenas de leche fresca, la cual había obtenido gracias al trabajo de años en su pequeña granja. El sol sobre su cabeza le daba ánimos y alumbraba el escabroso sendero, lleno de barro pegajoso y piedras traicioneras, pero que no impedían que la carreta rodara y rodara sin detenerse. El chico de vez en cuando se detenía para sacarse el sudor de la frente, y sonreía antes de volver a poner la carreta en movimiento. A lo lejos, una casa lejana, allí haría su primera venta. Caminó rápidamente, apurando el paso, y a los pocos minutos estuvo tocando una puerta fina, de una casa de grandes ventanales. Salió una mujer alta, delicada y fina, de pelo largo y oscuro. Hilando finas palabras le pregunto qué es lo que deseaba, entonces el chico le presento la leche, sacada por él en su granja lejana. La mujer lo miró y sonrió, le pareció gracioso, y le compró una botella de aquella leche. Le pago entonces con una moneda de oro, y cerró la puerta. Más cuando el chico se fue, la mujer miro el frasco y lo vertió en la basura, sin pensar más en aquel encuentro. Lo que no se dio cuenta era que el niño miraba por la ventana, para ver la reacción de la mujer al dar el primer sorbo. El chico siguió, un poco más desanimado sin entenderlo, pues se había esforzado en aquella leche y ella lo había 25
tirado al tiesto como si nada, años de trabajo desperdiciado. Ahora el sol ya no le parecía tan agradable, y el camino se le hacía un poco más difícil. A lo lejos vio una bella casa, adornada de detalles en tela de múltiples colores, caían por las ventanas y se movían con el viento. El chico se acerco dudoso pero esperanzado, tocó la puerta y una linda chica salió a recibirlo. La chica de tez blanca y sonriente, de esencia humilde, y mirada sincera se le acercó mirando con curiosidad lo que el chico traía. Tras concretarse la venta, por una moneda de oro, la chica despareció tras la puerta, y el chico dudoso entonces, se acercó a la primera ventana abierta para observar. Vio sobre la mesa la leche sin tocar. Paso bastante tiempo antes que la chica se acercara, la abrió y dejo un vaso a su lado, el chico esperanzado espero un poco más, pero la chica abrió la nevera y saco otro frasco de leche, de una marca multinacional, y tomo de esta desechando la que el chico había hecho. El chico entonces ahora con paso pesado, siguió caminando, la carreta se tambaleaba de un lado a otro. Sus pies ahora tropezaban y el calor le pesaba sobre su cabeza. A lo lejos entonces una casa extraña, con ventanas angularmente imperfectas, pintada de color Calipso. El chico decidió pasar de largo, ¿para qué volver a desperdiciar todo su trabajo?, entonces sin querer se encontró con otra chica, al borde del rio, de mirada rara, y con una sonrisa graciosa, sobre un bello rostro. La chica le hablo, y tras una pequeña conversación el chico entonces decidió venderle un frasco, por una moneda de oro. La chica alegre entonces corrió con su frasco a la casa, el chico en cambio decidió seguir caminado, pero la duda pudo más y entonces se puso correr hacia la ventana. Ahí estaba aquel frasco de leche sin ser tocado, sobre un peque26
ño aparador en la cocina. Pasaron las horas y nada, se hizo de noche y el chico seguía esperando. Entristecido entonces decidió volver a su casa, dejando la carreta abandonada, entonces la chica salió y lo vio sorprendida. -¿qué haces aquí chico?-pregunto la niña sonriente. El chico entonces enfurecido le contó todo lo que había pasado para crear tan rico producto, y como una y otra vez lo vendía pero nadie lo probaba, por lo que la chica sonrió.- ¿Sabes?, yo si lo sé, pero en realidad no puedo probar la leche, por una extraña enfermedad, pero vi todo el esfuerzo y me maraville de lo que habías hecho, es por eso entonces que decidí comprarte un frasco y guardarlo como un gran tesoro. Entonces el chico agacho la cabeza y saco de su bolsillo la moneda de oro, la extendió colocándola sobre la mano de la chica. -Quieres que te devuelva el frasco... ¿Verdad?.-dijo la chica con un tono melancólico. A lo que el chico con una sonrisa respondió. -No, es su cambio... ya me has pagado más que suficiente.
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El Dueño del Mundo El emperador Lian se levantó temprano de su cama, el sueño pesaba sobre sus hombros, mas, un claro horizonte lo llamaba y lo llenaba una gran fuerza interior. Vio sobre su cama un traje blanco, planchado y elegante, con detalles naturales bordados en oro, y sobre la perchera de su pieza una capa gris y un sombrero plano, con visera blanca, y sobre ella un pequeño símbolo dorado, que dibujaba la tierra rodeada de dos laureles alrededor. Al vestirse se miró al espejo y sonrió, sus ojos negros mostraban temeridad, y una gran fuerza interior de la cual estaba consciente, lo que le elevaba en autoestima, banqueteándose en un orgullo único. Tomo un bastón negro, tocándolo con sus dedos adornados de anillos dorados, los cuales representaban cada territorio conquistado, se acercó a la ventana lentamente y contempló un magnífico escenario. El sol se levantaba en el horizonte, podía observar una gran calle extremadamente ancha, y sobre ella, millones de hombres alineados con trajes grises y con un rifle sobre sus hombros, que marcaban el paso de un ritmo mecánico sobre la tierra. Al fondo, un gran arco de oro, y sobre este cinco estatuas que representaban los continentes a los cuales había entrado victorioso. Los hombres seguían marchando y marcando ese paso mecánico, dando gritos de saludos. El cielo se volvió gris, miles de aeronaves cruzaban el cielo lentamente, aeronaves que venían hacia él, de acero brillante, reflejando el sol lejano que se asomaba, dejando ver entre sombras gigantescas, máquinas caminantes que desfilaban bajo el arco. Lian abrió más sus grandes ojos 29
y extendió sus brazos hacia el cielo ensanchando más su sonrisa macabra. Lejos al este, entre los edificios, se podía observar el mar, y cientos de cruceros que lo cruzaban. El espectáculo mecánico se incrementó más cuando por la calle que estaba a sus pies, ruidosas maquinas con las más variadas armas desfilaban, acompañadas por mas hombres que cantaban una canción al unísono, una canción de victoria, una canción fuerte, mezclada de fuerza, alegría, pero que también helaba los corazones de las personas. Cuatro hombres y una mujer vestidos de blanco entraron a la habitación, Lian con su sonrisa se giró para mirarlos, moviendo levemente su cabeza en varias direcciones a la vez. Los hombres le miraron profundamente. La mujer rubia que los acompañaba, elegantemente vestida de blanco se le acercó, y lo sacó de la ventana, lo sentó sobre la cama suavemente, le retiro la gorra y su capa gris. Los hombres lo volvieron a mirar con aprensión. -Señor, es hora de su medicina, si no la toma, su salud mental puede empeorar- Entonces uno de los hombres camino a la ventana para cerrarla, sin antes mirar una calle vacía y gris solo acompañada de un cielo despejado.
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Cuentos en la nieve es una serie de cuentos juveniles, escritos bajo el frio, el cual se impregna en lo profundo del significado de cada historia. Cuentos de amor, fantásticos y mágicos, que tocaran más tus más profundos sentimientos y en donde momentos de tu vida vendrán a ti. Prepárate a explorar cada sensación de tu ser…
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