INDEPENDENCIA CUENCA

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CUENCA Y LA INDEPENDENCIA DEL ECUADOR EL PENSAMIENTO LIBERTARIO EN LA INDEPENDENCIA DE CUENCA Resumen preparado por Juan Cordero Íñiguez, Ph. D. Cronista Vitalicio de Cuenca. Junta del Bicentenario. Una lectura útil en los momentos difíciles de una cuarentena forzosa. Cuenca, marzo del 2020 INTRUDUCCIÓN: Antecedentes, proceso y desarrollo. En el siglo XVIII en el mundo occidental hubo cambios fundamentales. Para nuestra América fue la época de su madurez colonial. Por diversos caminos llegaban libros, sobre todo a través de las comunidades religiosas, de viajeros, funcionarios, visitadores, con autorizaciones o evadiendo controles. Es cierto aquello de que “las ideas vuelan”, aunque para aquella época podemos decir con más exactitud que llegaban navegando en todo tipo de barcos, sin que los pilotos se dieran cuenta de ello. En las universidades, seminar ios y círculos culturales ya se discutían temas nuevos de filosofía, teología, física, naturaleza… Y, contrariamente a lo que se ha dicho, hubo difusión de avances científicos, por ejemplo, en 1774 ya se explicaba el sistema heliocéntrico copernicano en contraposición del geocéntrico de Tolomeo. Con mucha claridad se vio que quedaba atrás una visión y que surgía otra, concretada en la genial sentencia de Diderot: “Cada siglo está caracterizado por un espíritu determinado. El espíritu del nuestro parece ser el de la libertad.” Las nuevas teorías políticas provocaron confrontaciones y una de las doctrinas básicas contrapuso el constitucionalismo con el absolutismo, no solo por las corrientes que emanaban de Inglaterra sino también por la tradición de seguir a Santo Tomás o de aceptar el pensamiento del jesuita Francisco Suárez. Se discutió, concretamente, un tema central: ¿dónde reside la soberanía? El escolasticismo tomista era absolutista. El poder venía de Dios, tanto en lo religioso como en lo político. Suárez consideraba que la soberanía proviene del pueblo y retorna a él en caso de existir desgobiernos. Y sobre estas bases filosóficas se desarrollaron las nuevas posturas, que ya en el siglo XIX eran abiertamente a favor de lo que pensó Suárez. En el mundo intelectual de España y de Hispanoamérica hubo difusión de racionalismo y del pensamiento Ilustrado. Se vio, además, que la Revolución Francesa de 1789 llevó adelante el nuevo proyecto político que fue inicialmente teórico. Bajo el lema de libertad, igualdad y fraternidad, fue cambiando la historia tradicionalmente absolutista y en todas partes se pensó que había que tener una ley fundamental que organice al Estado y a la que debían someterse todos, desde los reyes hasta los vasallos. 1


A esto debe sumarse la Declaración Universal de los derechos del hombre y del ciudadano, traducida temprana por el neogranadino Antonio Nariño. Ya sea desde Francia o desde la misma España, estas corrientes se concretaron en libros, siendo uno de los autores preferidos Benito Feijóo y su Teatro Crítico Universal, obra en la que consta la doctrina del tiranicidio. Este escritor tuvo discípulos en Hispanoamérica. Uno de ellos fue Eugenio Espejo, de quien dijo el virrey Ezpeleta que “en el bullían las ideas de libertad”. En nuestra América se difundió esta corriente que creció a fines del siglo XXIII y que se consolidó a principios del XIX, con la que hubo una apertura intelectual, frente al sometimiento dogmático. Se empezó a creer en la libertad, vista ampliamente. Libertad para comerciar, para opinar sobre la economía local…para pensar, para buscar nuevas leyes y formas de gobierno… Y hay nombres que claramente proclamaron los derechos que había que conseguirlos, entre los más notables se puede citar a José Mejía Lequerica quien habló claramente en las Cortes de Cádiz. Hasta los mismos monarcas se dieron cuenta de la necesidad de hacer cambios para progresar, por ello expidieron el Reglamente del Libre Comercio o autorizaron y fomentaron la creación de sociedades de Amigos del País, que no solamente buscaban el progreso material y cultural, sino que fueron más allá y propiciaban, con disgusto de las autoridades españolas, la conquista de mayores libertades. A todo ello hay que añadir que tanto en Europa como en América fue importante el papel cumplido por las sociedades secretas, en particular por la masonería. Una élite criolla. En el siglo XVIII en el Nuevo Mundo creció la élite criolla que buscaba la igualdad, sobre todo en el trato político, con los españoles peninsulares. Esto sucedió porque se fue acentuando una nueva identidad que se contraponía a la española. Inicialmente fue conflictiva, como lo reconocía el padre Juan de Velasco, quien no se sentía ni de aquí ni de allá, como lo dijo expresamente en su Historia del Reino de Quito. Con el avance de los años la identificación con un nuevo mundo fue mayor, comenzando por la gente de poder para llegar poco a poco al pueblo, sobre todo de las ciudades, al que se identificaba como vecino y que estaba constituido sobre todo por los artesanos que hacían la vida cotidiana en sus talleres que producían cosas utilitarias más que artísticas: sastres, carpinteros, ebanistas, herreros, talabarteros, albañiles… Es oportuno decir que sobre la conciencia social del artesano y su papel en la vida republicana no se ha escrito lo suficiente, pues a nuestro juicio fue más trascendente de lo que se ha dicho hasta ahora, incluso a partir del movimiento libertario del primer cuarto del siglo XIX. Quienes mejor vieron estos cambios sociales fueron los jesuitas expatriados desde 1767. Algunos lo dijeron claramente en su destierro. España, más que ser madre, se había convertido en una mala madrastra, pues en el siglo XVIII había visto al Nuevo Mundo como una colonia a la que había que explotarla económicamente. Dentro de esta visión global del siglo XVIII, citamos de paso que se conocía ya la independenc ia de las colonias inglesas de Norte América, a partir de 1776, la aprobación de una Constitución y su preferencia por la vida republicana. Se sabía que España había apoyado directa o indirectame nte ese proceso y que pronto reconoció a Estados Unidos como una nación soberana.

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Con visiones contrapuestas se conocía el papel de Napoleón Bonaparte en la difusión de las conquistas de la Revolución Francesa. Aunque se las quiso ocultar se sabía y, a veces con detalles, lo que fueron los levantamientos indígenas bien planificados por Túpac Amaru II o por Catari. Hay que resaltar, a nuestro juicio, la existencia de un factor de un inmenso peso: la valoración del poder real de los Cabildos por su vinculación con los intereses locales inmediatos. El régimen español los estableció desde que fundó una primera ciudad en el área antillana y después en todas y cada una de las fundaciones e incluso lo adaptó para la organización de la República de los Indios. Los cabildos tienen una larga tradición medieval y entre nosotros, como representación de la justicia y del regimiento corren con la historia colonial y republicana, con algunos cambios en esta última época. La sociedad civil sabía que con los cabildos integrados por dos alcaldes y varios regidores se tenía una primera administración de justicia y se propiciaba el crecimiento de la ciudad dentro de claras normas de urbanismo. Y evocando una tradición española, de mayor incidencia política fueron frecuentes los cabildos abiertos o ampliados que se los convocaba para circunstancias especiales. Dentro de la Historia de Cuenca y su Región, obra de nuestra autoría, nos hemos referido a varios, sobre todo cuando amenazaban los piratas a la ciudad de Guayaquil y pedían auxilio a Cuenca o cuando había que cuidar los términos del Corregimiento en la región oriental, amenazados por los jíbaros. A finales del siglo XVIII, con la convocatoria del Gobernador Vallejo los hubo para buscar soluciones ante los acuciantes problemas económicos de la región. Con el peso de esta tradición en Cuenca lo primero que se hizo fue pedir que se convoque un cabildo abierto en los primeros días de noviembre de 1820 para tratar sobre una declaratoria de independencia, lo que fue frustrado por las autoridades. Unos factores circunstanciales. Fueron los que se presentaron en la primera década del siglo XIX. Comenzaron con los enfrentamientos de Carlos IV y Fernando VII, de los que se aprovechó en 1808 Napoleón Bonaparte para invadir España y colocar en el trono a su hermano José. El pueblo español sintió que perdió su libertad y comenzó a luchar contra los invasores. En muchas ciudades formaron juntas liberadoras y con esos ejemplos también se intentaron integrar en Caracas, Chuquisaca, La Paz, Quito… He aquí un conjunto de antecedentes para analizarlos y profundizarlos. La sociedad tenía una nueva visión política y los cambios llegaron como una lógica secuencia histórica. Todo comenzó en la élite que había tenido acceso a las nuevas doctrinas y a los sucesos políticos que se agudizaro n desde la Revolución Francesa de 1789 y poco después con la gran difusión hecha por Napoleón Bonaparte. El mundo occidental y particularmente el de nuestra América cambió en el primer cuarto del siglo XIX. Quedó atrás el absolutismo, se implantó el constitucionalismo, casi todos los países optaron por el régimen republicano y se creyó, con fe ciega, que con la libertad política se iba a progresar indefinidamente y en todos los campos. ¿Qué participación tuvo el pueblo en todo ello? Inicialmente fue reducida, pero por la dinamia de la historia y por la forma errónea de los gobiernos coloniales de afrontar los problemas, fue llegando a muchos sectores que juzgaron como malas las acciones tomadas. En Quito el pueblo salió a las 3


calles después de la masacre del 2 de agosto de 1810 y se ofrendaron cientos de vidas frente a la injusticia y en pro de la libertad. En toda América la guerra entre las tropas españolas y las libertarias fue extremadamente violenta, a sangre y fuego y para el año 1820 eran irreconciliab les las dos posiciones. Además, para esa fecha ya habían conquistado la independencia algunas regiones.

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CAPÍTULO I ANTECEDENTES LIBERTARIOS Presentación (5). Transición del siglo XVIII al XIX (7). Cómo era Cuenca a comienzos del siglo XIX (8). Cuenca en 1820 (9). Introducción al estudio de la independencia de Cuenca (11). Reflexiones previas sobre el movimiento libertario (11) Qué ocurrió en Quito (13) PRESENTACIÓN. Nuestra intención es centrarnos en Cuenca y su región, pero revisaremos las alternativas frente al dominio español. Los matices iban desde una integración con la Madre Patria, manteniendo a Fernando VII como la primera autoridad real, ya sea en una confederación de Estados, ya sea que él mismo llegara al Nuevo Mundo a gobernar, como se decía en algunas actas, no sin contar con el ejemplo de los reyes de Portugal, que se trasladaron al Brasil huyendo del dominio avasallador de Napoleón Bonaparte, en 1808. Algunos vieron que se debía caminar con prudencia, siguiendo el ejemplo de la Revolución Inglesa, que había actuado con sujeción a las normas jurídicas. Hubo quienes consideraban que el retorno de la soberanía al pueblo era una realidad jurídica de derecho natural, no solo porque lo habían expresado francamente los pensadores racionalistas franceses, contra quienes había una notable resistencia en la sociedad colonial, sino porque era ya tradición difundida por los educadores de ese tiempo, los padres jesuitas, seguidores de Francisco de Suárez y de Hugo Grocio. Los matices se incrementaron cuando se introdujeron los conceptos dentro de un constitucionalismo, que podían prever la existencia de un monarca sometido a una Constitución o de presidencias alternativas, con divisiones de poderes, dentro de una visión republicana. Los lapsos de duración variaban y hasta se habló de presidencias vitalicias y de la necesidad de dictaduras temporales, como la ejerció en cierto momento el mismo Libertador. En un lapso que va desde 1808 hasta 1822, los sucesos provocaron la radicalización de posiciones, siendo las más extremas las de una guerra total, con exterminio de los vencidos, lográndose en algunos lapsos ciertas treguas, con la vigencia del derecho de guerra, que contemplaba un substancial respeto a quienes no triunfaban por las armas. Los hechos confluyeron en la independencia política, el establecimiento de repúblicas democráticas y el reconocimiento, generalmente tardío, del hecho histórico, por parte de España.

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José Joaquín de Olmedo.

Vicente Rocafuerte.

Fray Vicente Solano. Francisco José de Caldas.1

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Tomado de: Larrea, Carlos Manuel, El Barón de Carondelet, XXIX presidente de la Real Audiencia de Quito, Corporación de Estudios y Publicaciones, Quito, s.f. 6


Constitución de Bayona.

TRANSICIÓN DEL SIGLO XVIII AL XIX. Desde fines del siglo XVIII circularon en Cuenca varias hojas impresas, hechas con recortes de palabras, que invitaban a la liberació n. Eran en verso las preferidas. Se dice que algunas fueron de Espejo. En 1795 se las fijaron en las paredes de edificios públicos y en casas de la ciudad, criticando al gobierno colonial representado por José Antonio Vallejo. Se los calificó de pasquines subversivos escritos en letras de molde. Uno decía: “Nobles ciudadanos, prevengan las armas para la libertad nuestra y la de nuestros hijos.” Otro rezaba así: “Noble auditorio, prevenid vuestras armas para la libertad de nuestros hijos y de nosotros, pues no queremos tirano rey.” Otro era más claro: “A morir o vivir sin rey, prevénganse valerosos vecindarios, que la libertad queremos y no tantos pechos y opresores.” Días después se colocó uno más largo: “Desde Lima ha llegado esta receta fiel, a morir o vencer, conforme a nuestra ley, menos los pechos del rey. Indios, negros y mulatos, ya, ya, ya (El que rompiere, su vida perder quiere); no se puede sufrir, como valerosos vecinos, juntos a morir o vivir, unánimes hemos de ser.” El gobernador inició una investigación. El expediente encabezó con la averiguación del autor o autores de los pasquines que se consideraban como punibles invectivas destinadas al tumulto del vecindario. El sumario recogió las declaraciones de Gregorio Landívar, quien informó que después de leer uno de ellos lo hizo pedazos. Igual procedimiento tuvo Manuel Guillén, quien lo rompió después de leerlo y compartir su contenido con otros vecinos. Otro declaró que lo había leído y retirado, sin sospechar de quien era la letra y, el sastre Pedro Cabrera dijo que lo leyó por petición de su mujer y que después de leer lo había despedazado. Con estos testimonios Vallejo emitió un decreto por medio del cual pidió la comparecencia de maestros y escribanos. Se preguntó primero a los cuatro maestros de escuela que había en ese entonces: Francisco Mariano Hidalgo y Ávila, Ignacio Espinosa, Francisco Xavier Vázquez y fray Antonio Ubidia. Después inquirió a los escribanos Nicolás de San Martín, Manuel Sánchez de Velasco y José de la Parra. Se nombró a fray Santiago de las Ánimas, que laboraba en el hospital real, para que también dé su versión, quien declaró que no tiene una sospecha de quién sea el autor. Se cerró el proceso indagatorio el 12 de abril de 1796. El expediente pasó a Quito y de esta ciudad a Santa Fe. Se comunicó, con fecha 6 de octubre de 1796 el estado de los trámites finales: “Con la superior orden de V.S. de 19 de agosto último he recibido el testimonio del expediente formado por el gobernador intendente de 7


Cuenca a consecuencia de los pasquines sediciosos que se encontraron fijados en aquella ciudad y en virtud de lo que V.S. me previene en dicha superior orden daré las providencias convenientes en el particular y en lo demás que ocurra sobre este asunto, siempre y cuando me las pida y necesite el expresado gobernador, según así se lo ordena. Dios Guarde a V.S.M. Al. Excmo. Sr. Luis Muñoz de Guzmán. Excmo. Sr. Dn. Joseph de Ezpeleta.” 2 Vallejo tomó providencias para ejercer un mayor control en la ciudad y entre otras deposiciones emitió la de que se les aprese a los vagabundos. Se inició un mayor control ideológico y ello influyó para que todos se cuidaran de no emitir una opinión en contrario de lo que pensaban las autoridades españolas, pues su persecución se anunciaba como implacable. A no dudarlo, estas providencias tomadas por Vallejo influyeran para que, a partir del 16 de agosto de 1809, muy pocos quisiesen adherirse a la revolución quiteña y más bien, que la gente más influyente, se empeñe en mostrar su lealtad y su adhesión al sistema imperante. Francisco José de Caldas, Alejandro Humboldt, José Salvany, Juan Tafalla y otros visitantes fomentaron, indirectamente, el interés para la ilustración y la independencia. Estuvieron en la primera década del siglo XIX. Hubo correspondencia entre los patriotas, como hemos podido comprobar en la obra Cuenca y el Diez de Agosto, de nuestra autoría. 3 En Cuenca residían varias personas que reservadamente impulsaban la liberación. CÓMO ERA CUENCA A COMIENZOS DEL SIGLO XIX. Después de la crisis de los años finales del siglo XVIII y con los correctivos establecidos por los gobernadores, la ciudad entró en una relativa prosperidad. Con una población calculada en 19.000 habitantes llegó con cierto optimismo al siglo XIX. Sus relaciones comerciales eran buenas y sus productos alimenticios y artesanales viajaban hasta varios lugares, especialmente a Lima, en una larga carrera terrestre. Allá iban sus tocuyos y bayetas, trabajados artesanalmente en los domicilios cuencanos, así como otras artesanías y productos alimenticios. Algodón, jabón y otras materias primas venían de Piura y en Cuenca se las procesaba, dándoles un valor agregado para retornar en tejidos a varias ciudades del país del sur e incluso de Chile como artículos manufacturados. Se terminó la centuria décimo octava y se entró de lleno al nuevo siglo, de grandes transformaciones, a partir del proceso independentista, con recuerdos e influjos remotos de la primera misión geodésica francesa; con un crecimiento humano y económico reflejado en la transformación del Corregimiento en Gobernación en 1771; con la llegada del primer gobernador José Antonio Vallejo, que dejó profunda huella, desde 1777 hasta 1801, con el largo proceso de creación del segundo obispado, en disputa con Guayaquil; su aprobación, delimitación, erección final en 1779 y la llegada efectiva del primer obispo José Carrión y Marfil, en 1787, enfrentado de inmediato, por razones jurisdiccionales y de competencias, 2

Los principales datos se han tomado de: Moreno Egas, Jorge, Pasquines subversivos contra el gobierno español aparecidos en Cuenca en 1795, Boletín de la Academia Nacional de Historia, vol. XLII, Quito, 1979. 3 Ver: Cordero Íñiguez, Juan, Cuenca y el Diez de Agosto de 1809, Universidad Alfredo Pérez Guerrero, Quito, 2009. 8


con el gobernador Vallejo. A comienzos del nuevo siglo hubo la visita de distinguidos viajeros como ya lo anotamos. Los habitantes de Cuenca tenían poca cultura, según la observación de Caldas. La provincia era la más extensa de la Audiencia y aunque se hablaba de pobreza, era menor que en la región del Norte, que no salía de la quiebra de sus obrajes y batanes. En estas condiciones llegó la fecha más importante de nuestra historia: el 10 de Agosto de 1809, hito trascendental en la iniciación de un profundo cambio, en el dilatado camino de la búsqueda de una independencia integral, dentro del país y de Iberoamérica. CUENCA EN 1820. Su población, de unos 19.000 a 20.000 habitantes, considerando las parroquias urbanas y rurales, se acercaba a unos 40.000 y toda la Gobernación a los 65.000. Cuando se produjeron los hechos del Tres de Noviembre, de Cuenca había salido ya Melchor de Aymerich, quien ejerció la Gobernación desde 1803 hasta 1819. Fue su sucesor, Antonio Díaz Cruzado, nombrado por Juan de Sámano en junio de 1819 como gobernador interino, en reemplazo del teniente asesor Juan López Tormaleo. Después de posesionar en Quito ante la Audiencia pasó a ejercer el cargo en Cuenca desde agosto; sin embargo, era sospechoso en círculos militares españoles, porque compartía los anhelos revolucionarios de los cuencanos y se descubrió su colaboración con el proceso del Tres de Noviembre por ello intervino Antonio García Trelles, quien estaba al frente de la Comandancia Militar de la provincia. El Cabildo civil tenía dos alcaldes, el de primer voto Macedonio Serrano y el de segundo José María Vázquez de Noboa. Contaba con los siguientes regidores: Manuel Arévalo, Antonio Carrión, Ignacio Crespo, Juan Dávila, José Hidalgo de Cisneros, Juan Antonio Jáuregui, Manuel Ochoa de Guzmán y Pedro Rodríguez. Tenía a León de la Piedra como escribano público y de Cabildo. Aún no se llenaba la vacante dejada por el obispo Cortázar y Lavayen, quien había muerto, mientras visitaba su diócesis. Fue provisor y vicario capitular José Miguel Carrión, quien presidía el Cabildo eclesiástico integrado por los doctores José María Landa y Ramírez, José Mejía, Pedro Ochoa, Fausto Sodupe y los señores Bernardino de Alvear, Tomás Borrero y José Granda. El colegio Seminario estaba ya funcionando, gracias al empeño del obispo y de su principa l colaborador José María Landa y Ramírez. Eran rector y vicerrector, en su orden los doctores Andrés Villamagán y Miguel Custodio Veintemilla. Tenía como profesores a sus autoridades y a José Torres, Juan Sánchez y fray Vicente Solano, quienes enseñaban a unos veintic inco alumnos.

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Había once abogados4 , un médico5 , cuatro escribanos6 , numerosos religiosos, dentro de los cuatro conventos de varones y dos de mujeres, así como en todas las veintidós parroquias rurales y en los veintiocho curatos. Las parroquias civiles estaban regidas por un teniente juez de partido. Fueron Azogues, Baños, Biblián, Cañar, Cañaribamba, Cumbe, Déleg, Jadán, Jima, Girón, Guachapala (Asmal), Gualaceo, Nabón, Oña, Paccha, Paute, Pucará, San Bartolomé, San Roque, Sidcay, Sígsig y Taday. En su momento, casi todas enviaron sus diputados para integrar el Consejo de la Sanción y aprobar la Constitución de Cuenca. En las jurisdicciones parroquiales había un Cabildo rural con un gobernador de indíge nas, dos alcaldes de vara y cinco regidores.

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Se han registrado los nombres de Joaquín Aguilar de Ávila, Manuel Casto Alvear (por graduarse), Santiago Bermeo, Agustín de Celis, José María Landa y Ramírez, N. Lequerica, Miguel Gil Malo, Salvador de la Pedrosa, Miguel Rodríguez, Joaquín de Salazar y Lozano, José María Vázquez de Noboa. 5 Era el sacerdote betlemita que dirigía el hospital, fray José de San Miguel. 6 Eran Jerónimo Illescas, Juan Izquierdo del Prado, León de la Piedra y Zenón de San Martín. 10


INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO DE LA INDEPENDENCIA DE CUENCA. La Independencia de Cuenca está enmarcada dentro de un proceso latinoamericano que cubre unos veinte años, al comienzo del siglo XIX. Se inicia con la liberación de Haití en 1804 y culmina con las batallas de Junín y Ayacucho en 1824, por las que conquistó su libertad el virreinato del Perú, el más apetecido por la Corona española. Los conflictos políticos europeos generados por Napoleón Bonaparte son los factores desencadenantes de un proceso que maduró a lo largo del siglo XVIII y que tiene como hitos la independencia de las trece colonias inglesas de Norte América en 1776, la Revoluc ió n Francesa de 1789; las reformas políticas y económicas establecidas por España, transformando sus dominios de ultramar en colonias de mayor explotación, la creación o fortalecimiento de las milicias, con el correspondiente entrenamiento militar, el trato desigual de los españoles peninsulares a los españoles criollos o americanos y el surgimie nto de líderes visionarios, a los que llamamos precursores, entre otros factores como el apoyo de España en 1779, a la independencia de USA; el incremento al impuesto de las alcabalas en 1780; la aprobación de la Constitución de los Estados Unidos; el pronto reconocimie nto que hizo Inglaterra de la independencia de USA; la duplicación del valor del papel sellado… En tres siglos, los procesos sociales, económicos y culturales debieron llevar necesariame nte a cambios políticos, como consecuencia lógica de la dinámica de la historia. La independencia llegó, lamentablemente, con acciones bélicas sanguinarias, que eliminaro n las élites más notables de nuestros países y que permitieron el surgimiento de una clase militar con excesivas ambiciones políticas, cuyo peso ha sido cuestionado en torno a nuestro desarrollo integral. Lo que suele discutirse es la conveniencia o no de la adopción del sistema democrático republicano y presidencialista por el que optó la mayoría de los Estados independientes, tema que siempre estará en el análisis, pues hay criterios razonados sobre la falta de preparación cívica de nuestros pueblos y dirigentes para optar por este sistema de gobierno, hoy en crisis, más que antes. REFLEXIONES PREVIAS SOBRE EL MOVIMIENTO LIBERTARIO. En el caso de nuestro país, como en otros de América, la lucha se dio por regiones. La inició Quito, con su amplia jurisdicción, desde el 10 de agosto de 1809 y tuvo sus vicisitudes, con triunfos y derrotas, con pérdidas de muchas vidas humanas, hasta culminar exitosamente con la batalla del Pichincha, el 24 de mayo de 1822. Los patriotas del 10 de agosto consideraron que cada región tenía la discrecionalidad de proclamar su propia independencia. En este proceso lograron la aprobación de una Constitución, en 1812. Guayaquil lo intentó tardíamente, pero por una sola vez, y desde el 9 de octubre de 1820 conquistó su libertad y, así mismo, dictó su Reglamento Provisorio que se considera como su primera ley fundamental. Cuenca, siguiendo el ejemplo de Guayaquil, luchó entre el 3 y el 4 de noviembre de 1820, obtuvo su independencia, dictó su Constitución política el 15 del mismo mes, pero su 11


duración fue efímera, ya que los patriotas sucumbieron en la batalla de Verdeloma, el 20 de diciembre de ese año y fue necesario que llegara Antonio José de Sucre para que nos diera la libertad definitiva desde el 21 de febrero de 1822. Creemos que estas actitudes tomadas por separado provienen, en parte, por las vicisitudes de la Audiencia de Quito en el siglo XVIII, con los cambios de dependencia jurisdiccio na l del virreinato del Perú hacia el de Santa Fe de Bogotá, con una supresión temporal y con la división de ciertas jurisdicciones, dejando unas para que se ejerzan desde Quito y otras desde el Perú, como consta en una real cédula de 1802. Hubo resquebrajamiento de la unidad de la Audiencia y esa fue una de las causas para que los movimientos se dieran por separado y la adhesión a la república de Colombia, lo mismo. Cuenca, agradecida por el apoyo de Bolívar, se integró, prácticamente desde la llegada de Sucre en 1822. Quito lo hizo a finales de mayo de 1822 y Guayaquil, apetecida por el Perú y Colombia, se adhirió a esta última por el poder y el prestigio de Simón Bolívar, quien tuvo que trasladarse a nuestro puerto principal a fines de julio para lograr imponer su criterio el 26, poco antes del arribo de José de Sanmartín. El pasado, sin incluir el prehispánico, y sólo contando desde la erección de la Real Audienc ia de Quito en 1563, nos conducía a la unidad, basada en esta división jurisdiccional para la administración de justicia, en primer término, y para la dirección política, a través de la presidencia de Quito y esta realidad se impuso sobre las otras posibilidades: la una, que se mantuvo políticamente hasta 1830, la de estar unidos con los territorios del virreinato de Santa Fe y la otra, de adherirnos al Perú, país con el que teníamos intensas relaciones económicas, culturales y humanas, sobre todo los guayaquileños, cuencanos y lojanos, lo que explica que varios prominentes hombres se hayan pronunciado a favor de la integrac ió n con el gobierno del sur, entre los que sobresale José Joaquín de Olmedo. Todas eran opciones legítimas en el momento histórico de conformar un Estado independiente. Desde España, el interés primordial de Fernando VII fue eliminar el liberalismo y a los liberales, quienes coincidían en que debía haber un régimen constitucional. La paradoja se dio cuando se reimplantó el absolutismo desde 1814 y los mismos que habían luchado por la vigencia de la Constitución de Cádiz y en contra de la invasión napoleónica, después del triunfo de Waterloo, fueron enviados a América a sofocar los levantamie ntos constitucionalistas e independentistas. Alrededor de 40.000 veteranos pasaron a nuestro continente, muriendo en los combates casi todos. Algunos retornaron después de las capitulaciones, pero fueron marginados por haber sido derrotados. Unos pocos volvieron a ser constitucionalistas e intervenir en las guerras carlistas. El proceso independentista que se desarrolló a lo largo de tres lustros (1809-1824) y que culminó con la independencia de casi todas las posesiones españolas en América, con avances rápidos hacia nuevas formas de gobiernos, es fundamental en la historia de la humanidad. Más allá de los enfoques que se han realizado sobre los alcances de los primeros intentos de autogobierno y el inicial fidelismo a un monarca, lo que ha sido objeto de profundos análisis e interpretaciones, desde los más simples de ver solo como una búsqueda de un gobierno criollo dentro de una monarquía que la ampare, al estilo de lo que luego ocurrió con los dominios ingleses en la llamada Commonwealth, hasta la interpretac ió n, dentro de la que incluimos nuestra opinión, de que en estos avances hubo promotores ubicados en distintas posiciones, desde algunas tradicionalistas hasta otras realmente 12


revolucionarias y que por el desarrollo de los acontecimientos se fueron consolidando a favor de estas últimas, que triunfaron con sus anhelos de lograr la independencia política y nuevas formas de gobiernos democráticos y presidencialistas. 7 Al revisar lo ocurrido en Chuquisaca el 25 de mayo de 1809 y el 17 de junio del mismo año en La Paz, todo conduce a creer que el mayor y más eficaz movimiento fue el planificado por los criollos quiteños en 1808 e iniciado el 10 de agosto de 1809. En nuestro estudio consideraremos también la lucha por la independencia ocurrida dentro de la misma España, que había perdido su libertad por la invasión de las tropas napoleónicas desde 1808 y que produjo una reacción ciudadana muy generaliza, pues se conformaron más de sesenta juntas que lucharon contra esa invasión, se organizaron ejércitos y hubo enfrentamientos sangrientos, deposición y muerte de virreyes y capitanes generales afrancesados y fusilamientos crueles, como los ocurridos en la Moncloa en mayo de ese año. A imitación de las juntas españolas surgieron en Iberoamérica otras, que fueron las que iniciaron el proceso de liberación, en primer lugar, repudiando el dominio francés, desprestigiado por su enfrentamiento con la tradición católica y luego por la actitud tomada frente a los problemas internos de España entre Carlos IV, un monarca impopular y el deseado Fernando VII, en aquellos primeros tiempos, visto como la esperanza de redención, los dos burlados y depuestos, con la imposición de un gobernante francés, el hermano de Napoleón Bonaparte, conocido como Pepe Botellas. QUÉ OCURRIÓ EN QUITO. Hubo una planificación detallada, con previsión de acciones y con nombres definidos, realizada el 25 de diciembre de 1808 en la hacienda que tenía en el valle de los Chillos Juan Pío Montúfar. Debía ejecutarse en el carnaval de 1809, entre el 13 y 14 de febrero, pero abortó por no haberse guardado el secreto prometido. En lo relacionado con el Diez de Agosto, señalamos con un poco más de detalle lo que ocurrió. El 8 de agosto los vecinos de Quito escogieron sigilosamente a sus diputados barriales. El 9 se reunieron los conjurados, redactaron el texto del acta de pronunciamie nto y acordaron volverse a reunir por la noche en la casa de la cofradía del Sagrario, que arrendaba parcialmente Manuela Cañizares, con el pretexto de celebrar el santo de un joven llamado Lorenzo Romero. Acudieron los conjurados y otros más. Juan de Dios Morales les arengó. También lo hizo, con una impresionante energía, según una tradición oral, Manuela Cañizares y suscribieron el acta: “Nos, los infrascritos diputados del pueblo, atendidas las presentes críticas circunstancias de la nación, declaramos solemnemente haber cesado en sus funciones los actuales magistrados de la capital y sus provincias; en su virtud, los representantes o delegados de los barrios del Centro o Catedral, San Sebastián, San Roque, San Blas, Santa Bárbara y 7

Todos los antecedentes, tanto los remotos y externos como los internos, especialmente los ocurridos en el siglo XVIII, más los procesos acaecidos en las dos primeras décadas nos llevan a la conclusión de que la Independencia fue un proceso que maduró por mucho tiempo, que se desarrolló en un lapso cort o de quince años y que cambió radicalmente la geopolítica mundial. Los otros cambios, más profundos que tienen que ver con lo económico y social, fueron desarrollándose más lentamente y algunos siguen en proceso. 13


San Marcos, nombramos por representantes a los marqueses de Selva Alegre, de Solanda, de Villa Orellana y de Miraflores y a los señores Manuel Zambrano, Manuel de Larrea y Manuel Mateu para que, en junta de los representantes que nombren los cabildos de las provincias que forman la Presidencia de Quito, compongan una Junta Suprema que gobierne interinamente la Presidencia a nombre y como representante de Fernando VII. Y elegimos y nombramos por ministros secretarios de Estado a don Juan de Dios Morales, a don Manuel Quiroga y a don Juan Larrea, el primero para el despacho de Negocios Políticos y de Guerra, al segundo de Gracia y Justicia, y al tercero de Hacienda; de jefe de la Falange al coronel Juan Salinas y de Auditor de Guerra a don Pablo Arenas. Acordamos también la formación de un Senado, compuesto de dos salas para la administración de justicia en lo civil y lo criminal.”8 El 10 de Agosto quedó establecida la Junta Suprema de Quito, independiente de las Juntas de España (en ese momento quedaba una en la isla de León). Juan Salinas sometió a la tropa que estuvo ya palabreada. Les leyó el acta a la cual se adhirieron. Al respecto comenta Manuel María Borrero: “La tropa pliega al pueblo y abre las puertas del Parque, porque las tropas son pueblo y pueblo quiteño”. 9 El conde Ruiz de Castilla recibió la notificación y quedó arrestado. En ese mismo día se enviaron las primeras comunicaciones suscritas por Juan Pío Montúfar, marqués de Selva Alegre, a las ciudades de Cuenca, Guayaquil y Popayán, pidiéndoles su adhesión. En Quito hubo repique de campanas, música y fiestas. Solo se dispuso unas pocas prisiones : del regente de la Audiencia, de un oidor, del asesor general, del colector y del administrador de Correos. “Se estaban rompiendo cadenas y no se podía remachar grillos, esposas ni cepos. Habrían sido blasfemias contra la libertad”. 10 De todo ello lo que claramente se deduce es que se aspiraba a un gobierno autónomo de criollos, cuya autovaloración les llevaba a no sentirse inferiores a los peninsulares. Así, se estableció el primer gobierno libre dentro de la América española, que asumió las funcio nes de la antigua Audiencia de Quito, con una inicial mezcla de lo que hoy llamamos funcio nes legislativas, administrativas y judiciales. Por los documentos y por los procesos se puede encontrar una gama de posiciones, desde las que aspiraban a mantener una vinculación con la corona española bajo la autoridad de Fernando VII, liberada del secuestro francés o gobernando en el Nuevo Mundo, hasta los que habían madurado en una nueva filosofía política, inspirada en una doctrina sostenida por pensadores españoles y franceses, del retorno de la soberanía al pueblo y de la capacidad de este de tomar decisiones propias, dentro de las cuales se difundió prontamente el anhelo de una liberación política con rompimiento de los vínculos con España, pero siempre firme en 8

Fragmento del Acta que se ha publicado en varios libros. Lo hemos tomado de la comunicación enviada a Cuenca el mismo 10 de Agosto y que está trascrita en la obra Cuenca y el 10 de Agosto de 1809 de nuestra autoría, publicada por la Universidad Alfredo Pérez Guerrero y la editorial Santillana en el 2009. 9 Borrero, Manuel María, Quito, Luz de América, s.e. Quito, 1959. 10 Borrero, op. cit. 14


la conservación de la fe católica y en la búsqueda de mejores días para la Patria, lo que se aceleró por las implacables persecuciones de las autoridades virreinales.

Columna de la Libertad.

¿Por qué se le persiguió tanto a la Junta de Quito? Primero, por las razones anotadas y luego porque vieron desde lejos que había otras intenciones y que el contagio podía ser inmine nte, como realmente lo fue ya desde 1810. De los documentos que hemos analizado, fundamentalmente los transcritos en la obra Cuenca y el 10 de Agosto de 180911 , podemos concluir que los gobernadores Melchor Aymerich y Bartolomé Cucalón creyeron firmemente que era el principio de un proceso que conduciría a la separación e independenc ia de las colonias y que no era solo un acto provocado por las élites, sino que tenía asidero popular. El presidente de la Audiencia, Joaquín Molina, que se trasladó a Cuenca comentó varias veces, en cartas dirigidas a diversas autoridades, sobre el profundo sentido de la revolución quiteña. Fuera de los territorios de la Audiencia, la trascendencia del movimiento quiteño preocupó y movilizó a los virreyes de Lima y de Santa Fe, quienes asumieron la tarea de sofocarlo por las armas, después de varias amonestaciones y peticiones de que retornen a la situació n anterior a la noche del nueve de agosto. Estamos convencidos que la Independencia fue un proceso creciente, que en el caso de nuestro país tuvo dos etapas bien definidas: la una que va desde el 10 de agosto de 1809 hasta el 4 de diciembre de 1812, y la otra, más exitosa, que arranca del 9 de octubre de 1820, con la liberación definitiva de Guayaquil y que culmina el 24 de mayo de 1822, con la batalla del Pichincha, en la que sobresalieron Antonio José de Sucre, enviado por el Libertador, y el cuencano Abdón Calderón Garaicoa. 11

Cordero Iñiguez, Juan, Cuenca y el 10 de Agosto de 1809, Universidad Alfredo Pérez Guerrero y Editorial Santillana, Quito, 2009. 15


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CAPÍTULO II CUENCA Y EL DIEZ DE AGOSTO DE 1809 Introducción (17). Valoración histórica del Diez de Agosto de 1809 (18). Cronología sintética de los sucesos de agosto a diciembre de 1809 en Cuenca (19). Reflexiones sobre Cuenca y el Diez de Agosto de 1809 (24). Una oposición infructuosa: Francisco (García) Calderón, Fernando (Guerrero) Salazar y Piedra (24). Unos pocos patriotas más (25). Lo que ocurrió en 1810 (26). Lo que ocurrió en 1811 (27). Lo que ocurrió en 1812 (29). INTRODUCCIÓN. Durante el año 1809 en Cuenca se vivía la rutina tradicional. Se conocieron los sucesos españoles provocados dentro de la Corona, con los problemas entre Carlos IV, que abdicó y su hijo Fernando VII, quien ascendió al trono. También se supo de la invasión a España de las tropas de Napoleón Bonaparte y la colocación en el trono de su hermano José, pero ante todo ello solo hubo incertidumbre y expectativa, mientras tanto el Cabildo seguía despachando los asuntos cotidianos con toda normalidad, incluso preocupándose de la sequía que afectaba a la ciudad y resolviendo hacer rogativas por intercesión de la Virgen María. Todo se hacía con normalidad hasta que llegó la noticia de lo ocurrido en Quito el día 10 de Agosto de 1809. Dos nombres deben ser destacados por su heroísmo, el del cubano Francisco (García) Calderón, funcionario de las cajas reales, casado con la guayaquileña Manuel Garaicoa, y el del cuencano Fernando (Guerrero) Salazar y Piedra, alcalde de primer voto, quienes se opusieron a la entrega de fondos para organizar un ejército que debía luchar contra la Junta Suprema de Gobierno, integrada por criollos y presidida por Juan Pío Montúfar. 12 Otros dos nombres deben recordarse como los de un total apego a la tradición: el del gobernador Melchor Aymerich y el del obispo Andrés Quintián Ponte y Andrade, quien incluso destinó sus bienes personales para organizar la contrarrevolución.

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En la época colonial a veces se alternaban y se usaban, indistintamente los apellidos de sus ancestros, por ello estos personajes se presentan de dos formas y para mayor claridad, seguiremos la tradición de llamarles Francisco Calderón y Fernando Salazar. 17


Juan Pío Montufar.

VALORACIÓN HISTÓRICA DEL DIEZ DE AGOSTO DE 1809. Nos ratificamos en reafirmar el aserto de que la independencia de Iberoamérica comenzó efectivamente a partir de lo hecho en nuestra capital en 1809. Sin dejar de reconocer que ya desde 1808 se discutió en Caracas sobre la invasión de Napoleón Bonaparte a los territorios españoles y la necesidad de establecer juntas como las que surgieron en España; valorando con justeza lo que se hizo en Chuquisaca en mayo de 1809 y luego en La Paz en julio del mismo año; sin duda, el movimiento quiteño, que arrancó desde el 25 de diciembre de 1808, con una clara planificación de una Junta y con su efectivo establecimiento desde el 10 de Agosto de 1809, fue el que tuvo mayor trascendencia, por habérselo integrado solo con criollos, que reclamaban desde antaño un trato igual al que se daba a los peninsulares; por haberse constituido en un gobierno autónomo; por haber iniciado un proceso de reorganización en lo político, económico, legislativo y judicial; por haber durado dos meses y medio en su primer momento; por la interpretación de los hechos por parte de los chapetones… por la persecución implacable a sus simpatizantes, que culminó con el holocausto del 2 de agosto de 1810 y la muerte de cientos de quiteños en las calles; por la temprana denominación dada a Quito por Camilo Henríquez, como Luz de América. Quito encendió la luz de la libertad con la participación de líderes de la nobleza, de personalidades de diversa procedencia, radicadas en la ciudad, pero también con la intervención del pueblo, representado por los soldados, los barrios y por sus hombres y mujeres en constantes actitudes de protesta.

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Bandera del 10 de Agosto.

CRONOLOGÍA SINTÉTICA DE LOS SUCESOS DE AGOSTO A DICIEMBRE DE 1809 EN CUENCA. El 1° de agosto salió de Quito con dirección a Cuenca el sargento Mariano Pozo con veinticuatro soldados para relevar a los veteranos. Estuvo confabulado con Juan de Salinas. El día 10 se estableció la Junta Suprema de Quito, independiente de la junta de España. Juan Salinas sometió a la tropa que estuvo ya palabreada. En el mismo día se envió la primera comunicación suscrita por Juan Pío Montufar a la ciudad de Cuenca, pidiendo su adhesión. El día 16 se reunió el Cabildo cuencano para conocer la comunicació n enviada por la Junta Suprema. Se resolvió invitar para que se incorporen a las sesiones a los sujetos más experimentados de la ciudad dentro de un Cabildo ampliado. Así ocurrió y la primera resolución fue la de oponerse radicalmente a la Junta quiteña y para ser eficientes se pidió a la Junta de real hacienda la extracción del dinero necesario para pagar a cien hombres que armados defiendan los derechos del Rey; que vayan comisionados a Guayaquil y a Loja con la petición de auxilios; que se mande un despacho al virrey de Lima para que auxilie con 200 hombres de tropa; que el gobernador tome todas las medidas que creyere convenientes para impedir el avance de la revolución quiteña; que las sesiones del Cabildo sean continuas para resolver con prontitud los problemas que se presenten. Al día siguiente se reunió la Junta de Real Hacienda presidida por el gobernador. El contador ministro oficial Francisco García Calderón citó artículos legales que permitían gastar el dinero solo en caso de invasión exterior, pero por votación se resolvió autorizar la entrega de una suma para que se organice un primer ejército antirrevolucionario. Hubo un juramento de fidelidad al rey. Quien juró en primer lugar fue el obispo Andrés Quintián Ponte, lo hizo de rodillas, frente a un Crucifijo y a los Evangelios y dijo: “Juro a Dios y a Jesucristo crucificado, sobre ellos, que ratifico el juramento solemne practicado en la santa iglesia catedral, de obedecer al Rey nuestro señor don Fernando VII y en su real nombre a la Junta Central que gobierna en España y estos dominios, en defensa de los derechos de la Corona y autoridad de dicha Suprema Junta, la Religión y la Patria, hasta derramar, si fuere necesario, la última gota de sangre; jurando así mismo no obedecer a la Junta creada por el pueblo de Quito, con el falso supuesto de haberse extinguido la

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verdadera central que gobierna por nuestro católico soberano don Fernando VII. Si así lo hiciere, Dios me guarde, y de lo contrario me demande en mal. Amén.” 13 Con este juramento se comprometieron, en la línea trazada por el gobernador y el obispo, los más notables ciudadanos de Cuenca, respetuosos de la religión y de la palabra de honor empeñada ante Dios y en su fuero interno. El alcalde de primer voto, Fernando de Salazar y Piedra, envió una comunicac ió n oponiéndose a la entrega de dinero para la defensa, por cuanto se había resuelto en un órgano que no tenía facultades para ello, como era una Junta auxiliar del Cabildo, donde había unos vocales sin derecho a voz y voto. Una comunicación con iguales observaciones la redactó Francisco Calderón, con otras destinadas a la Junta de Quito, pero fueron interceptadas. En esta fecha, se enviaron las cuartetas dobles contra los quiteños que intervinieron en la revolución del 10 de Agosto. Cuartetas dobles contra los quiteños. ¿Quién es el perro halagüeño? Quiteño. Que aunque muerde hace que lame infame. Por esencia engañador traidor. Para afuera adulador, mastín retrato del diablo, ¿no me entiendes? Contigo hablo, quiteño, infame, traidor. ¿Quién es el sabio en despeño? Quiteño, Que discurre poco a poco loco. Y al fin pare con garabato, insensato vuelve ente un corto rato. mira que está delirante y os muestras sabio ignorante, quiteño loco insensato. ¿Quién es el monarca en sueño? Quiteño, Puesto en solio cual Luzbel 13

Tomado de: Muñoz Vernaza, Alberto, Memorias de la Revolución de Quito, segunda edición, Universidad de Cuenca, 1966. 20


infiel, Audaz, vil y presuntuoso, orgulloso. Tu fin será lastimoso, otro que de Satanás, Napoleón y algo más, quiteño, infiel, orgulloso. ¿Quién está en pérfido empeño? Quiteño. Negando obediencia al Rey, sin ley. Rebuznando en ronca voz, sin Dios. Con que tizne tan atroz has marcado tu nación pregonando irreligión, quiteño sin ley ni Dios. ¿Quién es de lo ajeno dueño? Quiteño. Que de uñas toca arrebato, grato, por quiteña institución, ladrón. Zape, zape, picarón trapacista conocido, pues eres, serás y has sido quiteño, gato, ladrón. Maldito seas tirano si insistes en tu osadía. Y sigues con rebeldía contra nuestro Soberano. Dios te deje de su mano, mil rayos despida el cielo, la tierra se abra a celo, los fieles su ira descarguen, y los demonios te carguen al infierno sin consuelo. Morlacos la Religión grita a voces en el día. Deponed la cobardía y mirad por la oración, tratad pues, en la ocasión que aquí se está meditando, id vuestros bienes guardando 21


y tened en el lugar solo en vuestro meditar Religión, Patria y Fernando. Tomad las armas en mano y a esa Quito fementida, enseñadle que es debida la obediencia al Soberano. Con su furor inhumano, desolad esa esperanza de la quítense mudanza y muy pronto en la ocasión sea su fin la presunción de don Juan de Sancho Panza. Maldición de Cuenca. Quito infiel, traidor fatal, centro de la obscenidad, depósito de maldad, esencia del mismo mal. ¿Quién te hizo Junta Central? ¿Quién te dio tanto poder para que vengas a ser corte central despotismo? No hay duda tu fanatismo en la nada se ha de ver. Se confirmó tu osadía, perdió el velo tu maldad y viene a ser ciudad, corte de bellaquería. Ya plantó la picardía su trono, con altivez. Quito de corte te ves, pero corte de traidores, ya verán tus Protectores de su fortuna al revés. El Cabildo eclesiástico presidido por el obispo, resolvió entregar para la defensa, como un préstamo, la cantidad de 50.000 pesos. El 24 de agosto, personas desconocidas difundieron la falsa noticia de una toma nocturna de Cuenca por parte de los revolucionarios quiteños. Se convocó a todos por medio del toque de la generala. Acudieron hombres y mujeres de toda condición social, desde niños hasta personas mayores, con las armas que tenían en sus casas: cuchillos y palos, para auxiliar a los pocos soldados que debían defender a la ciudad. También llegaron personas de San Juan del Valle, de San Joaquín y de otros lugares cercanos. Desempedraron las calles y 22


acumularon las piedras en la Plaza Mayor y en la de San Francisco. Se encerró en su residencia el gobernador Aymerich y sólo salió cuando se confirmó que era una falsa alarma. Huyó el obispo fuera de la ciudad y regresó al día siguiente. El 25 muchos vecinos acudieron ante un notario para registrar su participación en este acto de protección de la ciudad. El mes de septiembre estuvo destinado a los preparativos del ejército que defendería a Cuenca y que iría a Quito a someter a los revolucionarios. Todo lo impulsó Melchor Aymerich, quien se consideraba el gran pacificador y tenía la aspiración de llegar a ser presidente de la Real Audiencia. Le secundaba plenamente el obispo Andrés Quintián Ponte. Se recibió del virrey del Perú José Abascal un oficio informando que ha dado a Guayaquil instrucciones sobre la defensa de esa ciudad y de la de Cuenca. El virrey de Santa Fe Antonio Amar felicitó a Cuenca por su actuación a favor de la “justa causa.” En octubre comenzaron las movilizaciones desde Cuenca para someter a Quito por las armas. Pronto se ordenó la desmovilización, con la correspondiente decepción de Aymerich. La Junta se había visto en la necesidad de llegar a arreglos con el conde Ruiz de Castilla, por haberse quedado prácticamente aislada y sin alternativas por las amenazas bélicas desde Santa Fe, Lima, Cuenca y Guayaquil. El 24 de octubre el conde Ruiz de Castilla fue repuesto a su antiguo cargo de presidente de la Real Audiencia de Quito. El Cabildo cuencano recibió los oficios sobre su reposición en el cargo de presidente. Informó que había aceptado algunas condiciones racionales sujetas a la aprobación del virrey de Santa Fe. Agradeció por los servicios prestados y dijo que informará a la Corona para que otorgue mercedes a la ciudad de Cuenca. Empezó el retiro de Aymerich y su retorno a Cuenca. Desde esa fecha hubo numerosos acontecimientos, incluido el traslado de la Audiencia a Cuenca bajo el mando de Joaquín Molina y Zuleta. Todos los anhelos de libertad concluyeron con la derrota final de los patriotas en diciembre de 1812 y el fusilamiento de sus líderes, dentro de los cuales estuvo Francisco Calderón.

Armas de la época.

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REFLEXIONES SOBRE CUENCA Y EL DIEZ DE AGOSTO DE 1809. Los quiteños pensaron que su movimiento tendría inmediata repercusión en las capitales de los virreinatos de Santa Fe y del Perú; creyeron también que las otras gobernaciones secundarían en seguida sus procedimientos, pero en ello estuvieron errados, pues ocurrió todo lo contrario y dentro del país el liderato de la oposición se radicó en Cuenca, con sus dos mayores autoridades, ambas españolas, el apasionado gobernador Melchor Aymerich y el ideólogo de la resistencia, el obispo Andrés Quintián Ponte y Andrade, quienes superando antiguos enfrentamientos de los poderes civil y eclesiástico, se unieron para ofrecer la mayor de las resistencias, a partir de un arbitrario uso de los fondos de las cajas reales, con el objeto de organizar un ejército contrarrevolucionario y con la obligación de renovar un juramento de fidelidad a una causa que estaba por finalizar, por injusta y arcaica. Cuenca fue oficialmente realista en aquellos tiempos, con unos pocos ciudadanos que, temerosos, simpatizaron con los patriotas quiteños, pero en una década se transformó y se convirtió en una ciudad libertaria, que inmoló muchas vidas en el proceso revolucionario.

Antorcha. Alegoría de la Independencia. Monumento a Abdón Calderón en Cuenca.

UNA OPOSICIÓN INFRUCTUOSA: FRANCISCO (GARCÍA) CALDERÓN Y FERNANDO (GUERRERO) SALAZAR Y PIEDRA. Comentamos que en Cuenca inicialmente hubo muy pocas personas que aceptaron los ideales de la libertad exhibidos en Quito el 10 de Agosto de 1809. Se necesitaba una enorme valentía para oponerse a las dos principales autoridades y por ello debemos dar a conocer algunos datos de quienes consideramos como nuestros primeros héroes. Francisco Calderón nació en 1765 en Pinar del Río, ciudad cubana, y en 1812 ofrendó su vida en Ibarra. Trabajó en rentas, llegando a ser contador de las cajas reales de Cuenca desde el año 1779. Estuvo casado con la guayaquileña Manuela Garaicoa, uno de cuyos hijos, Abdón, fue nuestro Héroe Niño del Pichincha. Fueron también suegros de Vicente Rocafuerte y de otros personajes notables de nuestros primeros años de vida republicana.

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Compartió los ideales del Diez de Agosto de 1809 con unas pocas personas que residían en Cuenca, como Joaquín Tobar, contador interventor de correos, y con Fernando Salazar , alcalde ordinario de primer voto. Descubiertos y enjuiciados por el Cabildo, presidido por Aymerich, fueron apresados y llevados a Guayaquil y sus bienes confiscados y rematados. Francisco Calderón, liberado por Carlos Montúfar, dirigió un combate en Verdeloma, donde triunfó, y otro en San Antonio de Caranqui, cerca de Ibarra, que lo perdió frente a Juan de Sámano, habiendo sido apresado. El 2 de diciembre de 1812 el fiscal le acusó de ser comandante en jefe del ejército insurgente que acometió contra el ejército real y el presidente Toribio Montes dispuso su ejecución, así como de otros patriotas vencidos y apresados, cumpliéndose con lo dispuesto dos días después. Fernando Salazar y Piedra, quien acostumbraba también firmar como Fernando Guerrero y Salazar, tuvo una larga trayectoria política y administrativa desde la creación de la Gobernación de Cuenca, pues se le encuentra en muchos documentos que dan testimonio de sus ejecutorias como alcalde, regidor o como un ciudadano que cumplía con las responsabilidades que se le asignaban. Había nacido en Cuenca hacia 1748 y en 1809 cumplía las funciones de alcalde de primer voto. Se opuso a la entrega de fondos de las cajas reales para combatir la revolución del Diez de Agosto. Consideró que no era legal la resolución porque la habían tomado en una sesión con la participación de muchas personas que no tenían derecho a voz y voto. Se expresó también a favor de la Junta Suprema de Quito y opinó que era mejor ser gobernados por criollos que por chapetones. Tenía sesenta y un años de edad cuando fue apresado y procesado, junto con Calderón y otros sospechosos. Los presos fueron remitidos en condiciones infrahumanas a Guayaquil, donde les esperaba el apasionado realista Bartolomé Cucalón, gobernador de esa ciudad, para exhibirlos en público como traidores, luego encarcelarlos y vejarlos. Hubo una orden de trasladar a Quito a los prisioneros y, en el trayecto, en el sector de Huachi, cerca de Ambato, Fernando Guerrero Salazar y Piedra fue asesinado, según unos por una turba fanática de realistas que le apedreó y según otros, por degollamiento ejecutado por el cirujano de la escolta que le custodiaba. 14 A nuestro juicio, es el primer héroe de la independencia de la patria, pues su muerte precede en varios meses a la de los quiteños sacrificados el Dos de Agosto de 1810. UNOS POCOS PATRIOTAS MÁS. También hubo unos pocos ciudadanos que simpatizaron o se vincularon en Cuenca con los anhelos de la Junta Suprema de Quito, quienes sufrieron persecuciones y sentencias de muerte por sus ideales políticos. El quiteño Blas Santos, conductor del correo de la capital; José González, de profesión platero, natural de Ibarra, vecino de Quito y transeúnte en Cuenca, sospechoso por el solo hecho de provenir de la capital; el quiteño Juan Antonio Terán, residente en Cuenca, acusado de haber escrito una carta al marqués de Selva Alegre en la que opinó que era mejor ser gobernados por patricios criollos que por europeos y por comunicar a la Junta de Quito lo que ocurría en Cuenca. El payanés Joaquín Tobar, interventor de correos de Cuenca, por poseer unos versos en contra de los criollos y otros de contestación, con críticas y burlas de los chapetones, quien, a consecuencia de los maltratos y privaciones, se enfermó, se contagió de tercianas, y en agonía se le trasladó a un hospital, donde murió. El bogotano Vicente Melo, avecindado en Quito, portador de una carta, interceptada por los espías de Melchor Aymerich. Hay que 14

Este dato consta en Borrero, Alfonso María, quien ha consultado la obra Recuerdos, escrita por Agustín Salazar. Consultar Cuenca en Pichincha, Casa de la Cultura, 1972. Segundo volumen. 25


añadir en esta lista a los veinticuatro soldados enviados desde Quito, con el sargento Mariano Pozo, quien estuvo vinculado con los preparativos del Diez de Agosto de 1809 y que debía llegar a Cuenca para renovar a quienes habían cumplido su período de vigilancia en nuestra ciudad. Hay otros nombres de personas que estuvieron por el cambio en esta hora difícil para la patria. He aquí algunos: Joaquín Vallejo, quien después de dos meses de estar preso sin que se le tome una sola declaración, pidió su libertad; Miguel Fernández de Córdova, oficial de las cajas reales, por haber participado en la redacción de los oficios enviados por Francisco Calderón, así como por haber dicho, por declaración de testigos, que estaba bien quitarles el mando a los chapetones y por haber redactado un diario con el registro de los acontecimientos; Juan José Aguilar, portador de una comunicación dirigida a Luis Cobos, con el nombramiento de corregidor del Cañar, quien logró salir con una fianza; Antonio Moreno, por haber comentado en Paute que en Quito pagaban a los soldados un peso diario y que aquí sólo dos reales; Teodoro Ordóñez Pesántez, porque en Pucará había dado la noticia de lo ocurrido en Quito; Manuel Rivadeneira, por conducir comunicaciones de funcionarios de Cuenca dirigidas a la Junta; Pablo Tames, quien en una conversación había aprobado a la Junta de Quito; Guillermo Valdivieso, por haber dirigido unas comunicacio nes a Cuenca y Loja sobre la Junta de Quito. Por declaraciones de testigos también deben incorporarse a esta lista a Joaquín Chiriboga, Juan Antonio Terán, Manuel Riva de Neyra, José María Borrero y Baca. Una familia que estuvo por la libertad política, pero que actuó con disimulo, fue la de Paulino Ordóñez y Margarita Torres, su cónyuge. Hijo de este matrimonio fue Tomás, así como se vinculó con ellos el quiteño Joaquín Salazar, casado con una hija de la pareja. Sus privadas libertades y en algunos casos sus vidas, fueron semillas que prosperaron pocos años después y que dieron sus frutos el Tres de Noviembre de 1820. Según el historiador Víctor Manuel Albornoz, simpatizaron en Cuenca con el movimie nto del 10 de Agosto los religiosos mercedarios Antonio Samaniego, Francisco Cisneros y Joaquín Astudillo y los dominicos José Mantilla y José Clavijo; sin embargo no hay documentos sobre su participación.15 LO QUE OCURRIÓ EN 1810. El 05 de enero José María Landa y Ramírez informó al Cabildo de Cuenca sobre el envío desde Lima de algunos documentos a la Corona, dando a conocer la lealtad de la ciudad. En sesión del Cabildo de Cuenca se trató también sobre el fluido de vacuna traído a su costa por Landa y Ramírez, así como su cuidado y aplicació n por medio de los facultativos.16 En 1810 se generalizaron en América los movimientos libertarios. El 02 de agosto ocurrió la masacre de unos 70 patriotas que estaban presos en las cárceles de Quito, especialme nte en el cuartel real de Lima y las tropas atacaron a mansalva a la población quiteña que salió

Albornoz, Víctor Manuel, “Movimiento cultural de Cuenca durante la época de la colonia”, en Revista Tres de Noviembre, N° 46/47, Cuenca, nov. /dic. 1939. 16 Con su propio peculio compró en Lima vacunas contra las viruelas para que se las utilice en Cuenca. El realista Landa sirvió a la ciudad en muchas ocasiones. Más adelante pasó a ser un republicano positivo para el desarrollo de la ciudad. 15

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a las calles a protestar por esta acción inhumana, injusta y preparada a traición, muriendo más de 200 personas.

Carlos Montúfar.

Joaquín Molina y Zuleta reemplazó en la presidencia de la Junta Superior al conde Ruiz de Castilla. El 07 de noviembre de 1810 llegó por barco desde el Callao hasta Guayaquil. Allí se enteró de que Carlos Montúfar no le aceptaba, alegando que había problemas legales en la expedición de su nombramiento. Molina esperaba ser bien recibido en Quito, cosa que no ocurrió, por lo cual tuvo que posesionarse en Guayaquil y establecer su despacho en Cuenca, que la convirtió en sede temporal de la Real Audiencia.17 LO QUE OCURRIÓ EN 1811. Hacia la iniciación del nuevo año se veía claramente que Cuenca ya tenía fuerzas encontradas. El 18 de enero salió de Guayaquil a Cuenca Joaquín Molina por el camino del Cajas. El 22, el Cabildo cuencano lo reconoció como presidente de la Audiencia. El 29 Molina tomó posesión efectiva de su cargo, lo que fue objetado por la Junta Superior presidida por Carlos Montúfar, alegando que debía posesionarse en la ciudad de Quito. Por el establecimiento del tribunal de la Real Audiencia en Cuenca el arcediano de la catedral Pedro Antonio Fernández de Córdova pronunció en la Catedral un discurso político moral, el 25 de febrero. El 18 de febrero Carlos Montúfar conminó a Cuenca para que deponga su actitud y acate la autoridad de la Junta Superior, pues en caso contrario dijo que iría a la ciudad para someterla.

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Al parecer, fueron argucias jurídicas para impedir su posesión, pues cambiaban los plane s de la Junta Superior. 27


Con esta amenaza huyeron de Cuenca, con destino a Guayaquil varias personas, entre otras el obispo Andrés Quintián Ponte, quien murió en el trayecto. El 19 del mismo mes Carlos Montúfar se enfrentó con Aymerich en Paredones del Cañar, replegándose este último a Verdeloma. En Cañar, Montúfar estudió sus posibilidades militares, en medio de un crudo invierno que le imposibilitaba avanzar con rapidez. El 04 de abril el Consejo de Regencia reformó provisionalmente el estatuto de la Junta Suprema de Quito, quedando de presidente Joaquín Molina y Zuleta y como vicepresidentes Carlos Montúfar y el obispo José Cuero y Caicedo. Se hizo todo esto de manera provisio na l, hasta que las Cortes de Cádiz determinen el sistema de gobierno de las provincias de la nación española. Hubo desentendimientos entre los patriotas, formándose dos bandos: los sanchistas y los montufaristas. El 14 de mayo se expresó un notable descontento del ala sanchista por las inciertas actuaciones de Carlos Montúfar, pues se le censuró por no tomar Cuenca, pudiendo haberlo hecho, y por otras decisiones. El 27 de diciembre se declaró la guerra contra las autoridades españolas establecidas en Cuenca y se nombró como director de las tropas a Francisco Calderón, quien había obtenido ya su libertad, gracias a la nueva política implantada por Carlos Montúfar Cuando del bajo infierno, la furia le hace acercar para destrozar a Cuenca con fiera barbaridad.

Banquete de celebración por los triunfos españoles.

El 29 de abril de 1811 Molina y Zuleta pidió al Supremo Consejo de Regencia que la sede de la Audiencia se traslade a Cuenca o a Guayaquil, ciudades que se la merecen, como se desmerece Quito, pero creía que más conveniente era escoger a Cuenca. Dijo: “La experiencia tiene acreditado que las ideas características de la Provincia de Quito son, desde su cuna, propensas a la revolución e independencia. Este es el espíritu que ha animado a los padres, esta es la leche que ha alimentado a sus hijos, esto es en lo que se 28


funda su soñada felicidad; esto es lo que suspiran; esto es, en fin, en lo que tienen puestas sus miras y lo que piensan constantemente como su trabajo más importante.” 18 Más adelante comentó que había unión entre el pueblo alto y bajo de Quito y que entre uno y otro había tal relación, que no se observa casi distinción de personas ni grados. Al continuar con sus argumentos dijo que por el estado crítico de la monarquía no era posible crear un modelo político con esas gentes a las que había que castigar por sus deslealtades y que por lo menos se le podía quitar el derecho de ser la capital de la Audiencia y darle este premio a Cuenca, “lugar digno de la dominación española, merecedor de su nombre y muy acreedor a este rasgo de beneficencia.”19 Dijo que Quito siempre ha mirado con menosprecio a Cuenca “a quien profesa hoy un odio eterno por haber sido el freno de sus insolentes procedimientos y la muralla para que no hayan cundido sus proyectos…” Elogió a Cuenca por sus extensísimas y amenas tierras, sanidad de costumbres y temperamento benigno de una continuada primavera, lo que incitaba a la permanencia y a contar con la segura lealtad de sus habitantes, cuyas heroicas virtudes e innato amor a la Real soberanía, parece que exigen un premio de esta naturaleza… Opinó que el edificio dejado por los expatriados jesuitas podría ser el lugar adecuado para las oficinas. Más adelante consideró que a Cuenca se le debía agregar las jurisdicciones de Piura y Lambayeque, pues tenían más cercanía y facilidades que con Lima. El 23 de noviembre de 1811 el virrey José Abascal autorizó oficialmente que se instale en Cuenca la Real Audiencia. Su funcionamiento, con oidores, ocurrió en enero de 1812. LO QUE OCURRIÓ EN 1812. El 15 de febrero de 1812 se aprobó la Constitución Quiteña, destinada a la región centro norte de nuestro país y con previsión para que rigiese en lo futuro en las otras que integraban la Audiencia de Quito. Molina lo dio a conocer de inmediato al Consejo de Regencia. Pocos días después, el 19 de marzo, entró en vigencia la Constituc ió n de Cádiz, preparada para España y los dominios de ultramar, considerados como provincias. Rigió hasta 1814 y se la volvió a poner en vigencia de 1820 a 1823.

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En Muñoz Larrea, Cuenca del Rey, Academia Nacional de Historia, Quito, 2013. Comprobar. Ídem. 29


Página de la Constitución quiteña. Constitución del Estado de Quit o 1812.

José Mejía Lequerica.

Constitución de Cádiz o La Pepa.

El 1° de abril de 1812 salió de Quito el ejército de los revolucionarios quiteños bajo el mando de Francisco Calderón, para someter a Cuenca. Para sofocar el movimiento libertario, avanzaba, por el sur, desde Lima, el ejército de Toribio Montes, con 2.000 soldados veteranos. Guillermo de Valdivieso, vicepresidente de la Junta, quien había sustituido a Carlos Montúfar, envió desde Riobamba el 2 de junio una información al Cabildo de Cuenca sobre la separación del presidente Molina, pues las Cortes de Cádiz habían aprobado la existenc ia de la Junta y habían designado como presidente a Toribio Montes. El 16 de junio de 1812 hubo un enfrentamiento en Paredones del Cañar, con un primer triunfo de los patriotas, dirigidos por Francisco Calderón, quien avanzó hasta Biblián. Su opositor fue el coronel español Valle. Ocho días después, el 24, ocurrió la Batalla de Verdeloma, con triunfo de los patriotas, a pesar de los desacuerdos y rencillas entre los sanchistas y los montufaristas. No fue una victoria contundente, pues tuvieron muchas pérdidas, dificultades de tipo geográfico por el excesivo invierno, deserciones y otros 30


problemas, por lo que no pudieron avanzar hasta Cuenca, a pesar de que esa era la intenció n de Francisco Calderón. Por este hecho Calderón fue nuevamente censurado con dureza, ya que se consideró que era una mala decisión política y estratégica. Fue el comienzo del fin de la nueva Junta. Le exoneraron definitivamente del cargo a Joaquín Molina el 1° de agosto de 1812. Comentó Molina al final de un largo informe: “Muy dichoso sería yo si pudiera explicarme de la misma manera acerca de los demás habitantes de esa jurisdicción pero hay derramada visiblemente entre algunos de sus clases, especialmente en la más distinguida y opulenta, aquella maldita semilla de libertad, independencia y odio contra los europeos, que ha cultivado y preparado la traición quiteña entre varios individuos de Cuenca, Loja, Zaruma y otros pueblos menores y por medio de ellos la infección se ha comunicado al más dócil de los terrenos. No sería grande el daño si se acude prontamente a remediarlo por el medio único y eficaz que consiste en sacar de dichos parajes a los Valdiviesos, los Radas, los Crespos, los Salazares, los Malos, los Chicas, y otros semejantes y transportarlos a Ultramar (pues en cualquier país de América podrían ser perjudicialísimos en las circunstancias del día...)” 20 Entre las principales decisiones que tomó Joaquín Molina en nuestra ciudad estuvo la de impulsar la construcción de un buen puente en el sector del Vado y la de solicitar para Cuenca la instalación de una universidad, convirtiéndose esta petición en uno de los primeros pasos que se dieron para ello y que se cristalizó solo en 1867.

Antiguo puente de El Vado, cuya construcción la impulso el presidente Molina y Zuleta.

Toribio Montes, con un ejército más disciplinado y mejor equipado por un donativo que hizo el Consulado de Lima, avanzó triunfante, atacó a Quito por tres frentes y al día siguie nte entró en la ciudad casi desierta y con la mayor indiferencia de los pocos que se habían quedado allí. Esto ocurrió en noviembre de 1812. En seguida envió a Juan Sámano en persecución de los patriotas, con 400 soldados de infantería y 100 dragones, y después de intentar maquiavélicamente algún arreglo pacífico, programado como una estrategia militar, se enfrentó con los quiteños, que fueron vencidos el 1° de diciembre, cerca de Ibarra. Apresó a algunos, que en seguida fueron procesados sumariamente y condenados a muerte.

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Archivo Histórico Nacional de Madrid, Legajo 21-678, libro de documentos N° 78. 31


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CAPÍTULO III EL SEGUNDO PROCESO INDEPENDENTISTA Cuenca entre 1813 y 1820 (33). El segundo proceso independentista (35). Repercusión del Nueve de Octubre de 1820 en Cuenca (35). El Tres de Noviembre de 1820 (38). El Cuatro de Noviembre (40). La República de Cuenca (43). Análisis de la Constitución cuencana (50). Protagonistas del Tres de Noviembre. Vecinos y vecinas de Cuenca (56). Principales líderes: Tomás Ordóñez Torres (57). Paulino Ordóñez (57). Margarita Torres (58). León de la Piedra (58). José María Vázquez de Noboa (58). Javier Loyola Prieto (59). Segundo Verdeloma (62). Los emigrados (63) CUENCA ENTRE 1813 Y 1820. Continuó en la Gobernación de Cuenca Melchor de Aymerich, manteniéndose en ella hasta 1819, año en el que fue nombrado Cosme Urguiola, con el título de gobernador político y militar de Cuenca en el Nuevo Reino de Granada como reza su nombramiento extendido el 15 de junio de 1819. No llegó Urguiola y realmente quien asumió la gobernación fue Antonio Díaz Cruzado, que colaboró con los patriotas en la preparación del movimiento libertario del Tres de Noviembre de 1820, por lo cual fue depuesto y sustituido por Antonio Arteaga. Conozcamos lo que ocurrió en la vida cotidiana de Cuenca en el lapso que va desde la liquidación del primer movimiento revolucionario hasta la iniciación del segundo, a partir del 3 de Noviembre de 1820. Fueron frecuentes los temas con participación de los indígenas, directamente o por medio de sus protectores. En 1815 Victoria Vallejo se dirigió al alcalde ordinario pidiendo la comparecencia a juicio del indígena Matías Arrisaga, su marido, acusado de maltratos físicos y de adulterio.21 De igual modo procedió en ese mismo año Ana Guachizhuca, india de la doctrina de San Blas, dirigiéndose al teniente gobernador interino. Solicitó que se inicie un juicio contra su marido por adulterio. En 1813 se inició un juicio promovido por los indios de Yunguilla contra el cura de Girón, relacionado con el pago de las primicias. En 1815 el protector de indígenas se dirigió al teniente general pidiendo que se realice una información de testigos sobre los maltratos físicos propiciados a dos indias de Cumbe por Patricio León y José Sabal. En ese mismo año Valenciano Tenesaca solicitó al gobernador de la provincia que su antiguo patrón, con quien ya liquidó cuentas por concertaje, ponga en libertad a su mujer. Son, entre otros casos, algunos juicios que se tramitaban siguiendo los procedimientos ordinarios. 22

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ANH/C, Gob. /Adm. C. 19.293, Cuenca, 26 - 27/10/1815. Las siguientes citas están en: ANH/C. Gob. Adm. C. 44.349, Cuenca, 09 - 10/11/1815; ANH/C, C. 30.784, Cuenca, 23/08/ 1813. Not. 2; ANH/C, Gob. Adm. C. 19.290. Cuenca, 20 – 25/10/1815; ANH/C, Gob. Adm. C. 44.355. Cuenca, 08/11 – 09/11/1815. 22 Se pueden conocer con detalles consultando los documentos en el ANH/C, Libro 564, fol. 118 v.; Documento N° 30.776, fol. 29, Not. 2.; Documento N° N° 30.787, Not. 9. 33


Los indios Andrés Chillogalli y Juan Chimbo, organizadores de la fiesta de la Virgen de la Nube se dirigieron al gobernador de la provincia, solicitando se les conceda las licenc ias necesarias para celebrar la corrida de escaramuza y mojiganga en la fiesta de la Virgen citada.23 Otros temas costumbristas registrados en esos años son, por ejemplo, la suscripción de un convenio en una notaría para pagar a medias, entre Antonio Larrea y María Mercedes Arteaga, los gastos que se ocasionen en la instalación de un juego de billar. En 1819 José Espinoza Rodríguez y Javiera Salabarría Gómez suscribieron una escritura de compromiso para casarse. En 1820 Antonio Soler y Vicente de Arriaga enviaron un oficio indicando que al cumplirse los 5 años de plazo para el remate del juego de gallos, han hecho publicar sus respectivos pregones para que se presenten los licitadores. Uno de los hechos más importantes en este lapso es el ocurrido el 13 de julio de 1815, pues fue nombrado obispo de Cuenca el guayaquileño José Ignacio Cortázar y Lavayen, quien apoyó las labores misionales en Gualaquiza, pagando de su peculio a un misionero. (Las cajas reales entregaban para estas misiones solo 183 pesos anuales). En 1817 fundó efectivamente el Seminario Conciliar, centro de formación de gran trascendencia para el despegue cultural de la ciudad, pues allí estudiaron los más valiosos intelectuales del siglo XIX, hasta cuando se fundó el colegio Nacional. La obra más importante que se hizo en esos años es el puente del Vado, ya anotada anteriormente. El Cabildo siguió dirigiendo la vida de la ciudad y para tener un mejor registro de las principales edificaciones y de su valor económico se hizo la tasación de las casas situadas en la calle del Comercio, con la participación de Francisco Vintimilla, experto medidor de tierras y de un tasador nombrado por el cuerpo colegiado. Temas económicos cotidianos fueron los cobros de diezmos, que en la mayoría de casos se hacía por rematadores que previamente presentaban una garantía. Se continuó enviando el situado, es decir los impuestos, como era tradicional. Para ejercer mejor control y cobrar las garantías, se registraban las listas de los individuos que marchaban, llevándolo. Hay documentos sobre cuidados para no dañar las sementeras con el acceso de acémilas, sobre concesión de aguas, sobre actividades comerciales y contratos de préstamos de dinero.24 En 1817 se rompió la monotonía de la vida cotidiana por la autorización y el apoyo que recibió del virrey de Santa Fe, que aportó 1.000 pesos a Juan López Tormaleo, teniente gobernador de Cuenca para realizar una expedición a Logroño, ciudad donde se habían 23

ANH/C, Gob. Adm. 43.412. Cuenca, 20/12/1815. Las siguientes citas están en el mismo Archivo. L. 564, Cuenca, 20/12/1816, fol. 346 v., Not. 3; L. 564, Cuenca, 08/03/ 1819, fol. 548 v.; Gob. Adm. C. 28.271. Cuenca, 12/07/1820; Gob. Adm. C. 35.015. Cuenca, 28/09/1820; Gob. Adm. 31.555. Cuenca, 04/0/1814; Libro. 563. Cuenca, 18/04/1817, fol. 420, Not. 3. 24 ANH/C, Gob. Adm. C. 435. Cuenca, 19/04/1816, fol. 01; ANH/C, L. 555. Cuenca, 05/05/1818, fol. 055. Not. 3. 34


rebelado los indígenas, así como para ir Gualaquiza. La expedición fue dirigida por José María Suero, quien utilizó para ello a 12 jíbaros ya cristianizados. En 1819 se creó en Angostura la República de Colombia ideada por Simón Bolívar, a la que ingresaría Cuenca, después de ser liberada por Sucre en 1822. EL SEGUNDO PROCESO INDEPENDENTISTA. Como anotamos ya, en Cuenca hubo personas que se comprometieron con la gesta libertaria del 10 de Agosto de 1809, aunque algunas no mantuvieron su palabra. Otras ofrendaron su vida o fueron perseguidas. De una comunicación de Molina y Zuleta podemos dejar en claro que, así como hubo personas leales a la corona, a quienes recomendó efusivamente, hubo otras que él las identificó con familias, a las que anhelaba enviarles lejos, a las cárceles de España, por su adhesión a las ideas libertarias. Recordemos que en su carta decía que convenía sacar de estos parajes a los Valdiviesos, los Radas, los Crespos, los Salazares, los Malos, los Chicas, y otros semejantes y transportarlos a Ultramar. Hubo un agobiante control de las autoridades civiles y religiosas y todos se volvía n sospechosos. Los ocultos anhelos de independencia de unos pocos cuencanos fueron acallados por las férreas voluntades del gobernador Melchor Aymerich y de Quintián Ponte y Andrade. Los documentos de la época se refieren a Cuenca como leal y fidelísima y hay encabezados de documentos que se refieren a Cuenca del Rey. Ya hemos analizado el lapso que corre entre 1813 y 1820. A su finalización todo cambió repentinamente, por influjo de lo que estaba ocurriendo en América, por la maduración de ideas libertarias entre algunos morlacos y por el movimiento libertario que estaba ocurriendo desde el Nueve de Octubre en Guayaquil. La ideología que nutrió a los movimientos de Guayaquil y de Cuenca, ciudades entrelazadas por diversas circunstancias que las acercaba n más, fue la que circulaba entre la clase media de comerciantes, artesanos e intelectuales. Seis son los aspectos fundamentales: el pueblo es depositario de la soberanía; la división de poderes; la vigencia de los derechos del hombre y del ciudadano, proclamados en la Revolución Francesa; la organización económica sin limitaciones, especialmente para el comercio; la tolerancia religiosa, aunque este principio no fue acogido en las primeras expresiones jurídicas; la libertad de expresión. Estas ideas pasaron poco a poco a los sectores más populares del vecindario. REPERCUSIÓN DEL NUEVE DE OCTUBRE DE 1820 EN CUENCA. Dentro de la secuencia independentista, los meses de octubre y noviembre de 1820 son de gran trascendencia en nuestra historia ecuatoriana. Estaba de gobernador de Guayaquil José Pascual de Vivero, quien hacía todo lo que podía para impedir que prosperen las ideas revolucionarias; sin embargo, con una clara estrategia militar y política, se logró la liberación de la ciudad el 9 de Octubre, siendo sus principa les impulsores, en diversos momentos decisivos José de Antepara, Antonio y Juan Francisco Elizalde, Gregorio Escobedo, José Vicente Espantoso, Antonio Farfán, León de Febres Cordero, Rafael María Jimena, Francisco de Paula Lavayen, Manuel Letamendi, Francisco Marcos, José Joaquín de Olmedo, Francisco María Roca, Luis Urdaneta, José de Villa mil, Luis Fernando de Vivero… 35


Después de redactar el acta de independencia, comunicaron del hecho a Quito y Cuenca e invitaron a unirse al movimiento libertario. El 14 de octubre se formó una primera Junta de Gobierno, integrada por Espantoso, Jimena y Escobedo. El 8 de noviembre hubo elecciones y triunfaron Olmedo, Jimena y Roca. Quedó como secretario Francisco Marcos. La proclamación de la independencia en Guayaquil se conoció por oficio enviado a Cuenca y que llegó el día 15 de octubre, lo que influyó en el espíritu de nuestros próceres, quienes prepararon su liberación en los primeros días de noviembre; sin embargo, posiblemente para guardar las apariencias o porque no todos estaban convencidos de las bondades de la independencia, el Cabildo de Cuenca contestó en estos términos: “El sagrado amor a la Patria y observancia de las leyes que hasta ahora nos gobiernan, llaman la atención a esta Municipalidad que, por el oficio de V.E., de 9 del corriente se halla impuesta del acontecimiento de aquel día. No son ocultas a V.E. las relaciones y dependencia de Cuenca con el Señor y Jefe Político de Quito, a quien ha sido forzoso darle cuenta de todo, sin que otra cosa estén en su arbitrio, como tiene el honor de avisarlo a V. E. en contestación.”25 Como a toda América, a Guayaquil y a Cuenca llegaron las nuevas corrientes ideológicas que contrastaban con las tradicionales. Frente a la teoría de que el poder del monarca provenía directamente de Dios se impuso la corriente de que el poder residía en la soberanía del pueblo que delegaba, por medio de un sistema electoral, a las personas que debían dirigir los destinos de una patria. España también entró en la corriente liberal y por ello la Constitución de Cádiz satisfacía a muchos americanos, entre otros, al ideólogo de la revolución de Octubre, a José Joaquín de Olmedo, quien estuvo en las sesiones de la Asamblea que aprobó tal ley fundamental. En ella se sentaban las bases de la libertad y de la prosperidad, la administración de justicia con independencia del poder ejecutivo, la posibilidad de expresarse libremente de manera pública y la organización interna de las municipalidades. Olmedo mantuvo inicialmente su adhesión a la monarquía, pero no al absolutismo. En 1811 dijo: “días más claros y serenos brillarán en breve, se disiparán las nubes y tempestades, y los pueblos tranquilos y leales, bajo el nuevo y liberal gobierno español, hallarán abiertos los caminos por donde marcharán a su engrandecimiento.”26 Sus anhelos de cambios substanciales se pueden identificar con los dos discursos pronunciados para que se supriman las mitas. En ellos habló de predominio de la justicia y de la equidad y de la sindéresis, pues si se ha aprobado la igualdad, debe ser también para los desgraciados indígenas de América. Cuando España retornó al absolutismo con Fernando VII en mayo de 1814, el cambio de Olmedo en torno al papel de la monarquía le hizo aspirar a nuevas expresiones políticas republicanas, que se pueden apreciar más, a partir de sus actuaciones en 1820. Entonces 25 26

Boletín de la Biblioteca Municipal de Guayaquil, N° 46 publicado por Camilo Destruge. Olmedo, José Joaquín, Epistolario, Biblioteca Ecuatoriana Mínima, Cajica Jr., Puebla, 1960. 36


argumentó que en las sociedades sucede lo que en las familias y que a cierta edad los hijos se emancipan, por razones naturales.27 Olmedo quiso que se sustituyan las instituciones paulatinamente y que los medios mejores para lograr éxito en los nuevos proyectos estaban en la formación cívica y la moralizac ió n de los ciudadanos, sobre todo para que aprendan a respetar las leyes. También participaba de estas nuevas corrientes Vicente Rocafuerte, quien en 1821 publicó en Filadelfia su obra Ideas necesarias para todo pueblo americano que quiera ser libre en la que exaltó el modelo norteamericano. El mismo publicó tanto los artículos de la Confederación y perpetua unión aprobados en 1778 y la Constitución de 1787. Ideólogos y ejecutores de la independencia y de los primeros años republicanos fueron también José de Villamil, un comerciante próspero nacido en la Lousiana y que elogió a uno de nuestros primeros héroes, en estos términos: “Francisco Calderón era hombre de cuerpo de fierro, de corazón de león, de cabeza volcánica y de alma indomable; un verdadero republicano que no pretendía ser superior a nadie, ni consentía en ser inferior a ninguno…”28 Lo fue también José Antepara, hombre de amplia cultura, secretario del primer colegio electoral. A él y a Olmedo se atribuye la redacción del Reglamento Provisorio de Gobierno, que fue como una incipiente Constitución política. Murió en el segundo combate de Huachi. Hay que recordar gratamente a Francisco María Claudio Roca, vocal de la Junta de Gobierno, un generoso donante de 200 pesos para la compra de una imprenta, donde se editó el segundo periódico de Guayaquil El Republicano del Sur (el primero fue El Patriota de Guayas). Varios extranjeros, algunos venezolanos y otros cuzqueños, participaron en el movimie nto e influyeron notablemente en los primeros años de vida independiente. Revisemos con un poco más de detalle lo que sucedió en Guayaquil. El acta de Independencia dice, en resumen “En la ciudad de Santiago de Guayaquil, a nueve días del mes de octubre de 1820, y primero de su independencia, reunidos los señores que la han compuesto… dijeron: que habiéndose declarado la independencia por el voto general del pueblo, al que estaban unidas todas las tropas acuarteladas… debía primero recibirse el juramento al señor jefe político que se ha nombrado y lo es el señor doctor don José Joaquín de Olmedo por voluntad del pueblo y de las tropas…” Más adelante se justificó la deposición de las autoridades españolas y el nombramiento de las nuevas, amparados en el principio de que la soberanía reside en el pueblo.

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Se puede conocer mejor el texto de un discurso pronunciado por Olmedo en la inauguración del cuerpo electoral. Ver Revista del Archivo Histórico del Guayas N° 2, Guayaquil, 1972. 28 Citado por Fazio Fernández, Mariano, Ideología de la Emancipación Guayaquileña , Banco Central, Guayaquil, 1987. 37


La Junta de Guerra estuvo presidida por Luis Urdaneta. Asumió el mando militar Gregorio Escobedo. Como secretario de la Junta quedó José Leocadio Llona. En una proclama se convocó al pueblo para que viva dentro del orden, la unión y el amor fraternal. El 10 de octubre Olmedo, como jefe político y presidente interino del Ayuntamiento en Cabildo abierto convocó al primer colegio electoral republicano, llamando a participar a todas las cabezas de familia y a los vecinos de la jurisdicción de Guayaquil. Transcurridos seis días Olmedo declinó su cargo y fue elegida una Junta Provisoria de Gobierno, integrada por Gregorio Escobedo, Rafael Ximena y Vicente Espantoso. Olmedo se quedó como presidente del Cabildo. El Colegio Electoral, dirigido por Olmedo se reunió el 8 de noviembre y eligió una Junta de Gobierno, que por decisión general debía estar presidida por Olmedo e integrada por Rafael Ximena y Francisco Roca. El 11 de noviembre se aprobó el Reglamento Provisorio.29 EL TRES DE NOVIEMBRE DE 1820. Los patriotas se reunieron en casa de Margarita Torres, esposa de Paulino Ordóñez, para planificar las acciones liberadoras. Desde fines del mes de octubre se habían iniciado los preparativos y a pesar de las reservas que se impusieron, algunos planes fueron descubiertos, entre otros el apoyo del gobernador español, Antonio Díaz Cruzado, a quien se le pidió, por sugerencia de Joaquín Salazar Lozano y de Tomás Ordóñez Torres, su renuncia pues estaba ya palabreado, pero fue apresado por el comandante militar Antonio García Trelles y enviado preso a Quito el 2 de noviembre, escoltado por unos veinte soldados.30 Su sustitución dice así: “Don Melchor Aymerich, mariscal de campo de los ejércitos nacionales, presidente electo del Cuzco e interino de esta ciudad, jefe político superior de estas provincias, vice patrono real, capitán general de sus armas, superintendente de hacienda pública, correos y temporalidades por el Rey nuestro señor don Fernando VII, que Dios guarde, etc. “Por cuanto en circunstancias de haberse rebelado la ciudad de Guayaquil, limítrofe de la muy noble, fiel y valerosa de Cuenca, a cuyo Excmo. Cabildo aún tuvo la animosidad de invitarle a la conformación de su criminal gobierno de libertad e independencia, que le repulsó con energía, habiendo por las causas suscitadas su gobernador e intendente interino, el teniente coronel don Antonio Díaz Cruzado de que han dimanado divisiones odiosas ofensivas a la paz, quedando acéfalo el suyo y exigiendo la presente crisis peligrosa que se afiance la seguridad pública de aquella provincia y se consulte a su defensa por la agresión que amenazan los sediciosos de Guayaquil… he venido en reunir en una sola persona los mandos político y militar, nombrando interinamente… jefe político subalterno, intendente y comandante militar de la citada provincia de Cuenca al coronel graduado don Antonio Arteaga…”31 29

Aunque se ha dicho que la Revolución de Octubre de Guayaquil ocurrió sin derramamiento de sangre, el militar español que estuvo a cargo de las tropas hispánicas informó que sí lo hubo. Ver: Muñoz Larrea, Enrique, Informe de…….. Martín de Ocampo….etc. Ver la ficha en la Biblioteca. 30 Al pasar por Cañar fue liberado por los patriotas. 31 En Romero León, Remigio, La emancipación de Cuenca, Imprenta de la Universidad, Cuenca, 1915. Arteaga es antecesor de distinguidas personalidades de Azuay y Cañar. 38


Varios ciudadanos, entre los que estaba a la cabeza Tomás Ordóñez Torres, quisieron que se convoque un Cabildo público o abierto,32 para proclamar la libertad de la Patria, para lo cual motivaron a los vecinos del barrio de Todos Santos, donde muchas personas participaban el 1° de noviembre de una ceremonia religiosa. Se les pidió que avancen a la Plaza Mayor para presionar a las autoridades del Cabildo, pero no hubo la respuesta adecuada. Se optó por la medida alterna, la de iniciar un proceso bélico. Hay la tradición de que algunos líderes que debían tomar parte en el levantamiento se reunieron en el Valle, una parroquia cercana a Cuenca, y allí se organizaron para atacar el día tres, fecha en la que se iba a promulgar una resolución por medio de un bando, preparado ad hoc. Se aprovechó de esa oportunidad para desarmar a la guardia y así obtener unas pocas armas de fuego. Se logró lo planificado por la valentía de los complotados, destacándose entre todos Joaquín Crespo. Hubo disparos de los soldados y acoso con sus bayonetas, habiendo sido herido en la ingle Tomás Ordóñez. 33 Los mentalizadores y principales participantes de este movimiento fueron Tomás Ordóñez, Joaquín Salazar y Lozano, Francisco Chica, Zenón San Martín, Vicente Toledo, Joaquín Crespo, el cura Juan María Ormaza y José María Vázquez de Noboa, entre unos pocos más. Este último, que conocía de leyes, fue la figura central dentro de este corto lapso. El líder militar de la revolución, Tomás Ordóñez, encabezó al pueblo hacia la Plaza Mayor, donde se le impidió llegar al cuartel y a la casa de Cabildo. Había alrededor de ciento nueve soldados, al mando de Jerónimo Arteaga. Dentro de este grupo estaban tres sargentos primeros, un sargento segundo, un tambor, varios cabos, dieciséis soldados veteranos y setenta y nueve soldados milicianos. Estos se colocaron estratégicamente en las cuatro esquinas de la Plaza Central y en calles aledañas, con los únicos cuatro cañones que existía n en Cuenca y que se habían fabricado aquí mismo hacia 1809 para defender a la ciudad de un posible ataque de los revolucionarios del 10 de Agosto. Hay que poner en relieve, el papel de los vecinos – hoy decimos ciudadanos – pues su participación fue decisiva. Cubrieron con su presencia, cada vez más creciente, las esquinas de la Plaza, de manera que los soldados no tenían otra estrategia que esperar, pues, aunque hubieran disparado, al fin sucumbirían por la fuerza popular, aunque solo hayan estado con las herramientas de sus huertas y fincas, con lanzas de madera, que guardaban en sus casas desde años atrás, o con unos pocos cuchillos domésticos. A los patriotas se unió el cura José Peñafiel y desde San Sebastián empezaron a acosar a las autoridades y soldados españoles. Con la presencia de otras personas aumentó su número, todos dirigiendo sus pasos a la Plaza Mayor, también llamada de Armas. Con el entusias mo prendido por la causa libertaria, más las arengas patrióticas de Juan María Ormaza, otro cura 32

Hay algunas diferencias entre cabildo ampliado, que solo reúne a invitados especiales y un cabildo abierto que es de mayor participación ciudadana. Del primero era partidario Vázquez de Noboa y del segundo Tomás Ordóñez. 33 Según Alfonso María Borrero no hubo la reunión anotada en El Valle. Hay indicios de que también pudieron haber captado algunas armas más de un envió desde Naranjal. 39


orador y patriota y de Tomás Ordóñez, líder militar, algunos vecinos recorrieron los barrios, buscando mayor apoyo y juzgaron que era mejor ubicarse en el Vecino, por estar más cerca de los refuerzos que podían llegar desde el norte. Pasó ese día viernes 3 de Noviembre, solo con un constante acoso de los patriotas a los españoles, por las cuatro esquinas del parque, como dice un oficio del jefe de la plaza, Antonio García Trelles, pero sin ofrecer batalla. Ambrosio Prieto y unos pocos vecinos fueron apresados por los realistas, pero no pudieron moverse de sus puestos porque estaban cercados por los cuencanos, cuyo número crecía constantemente. Todos los soldados españoles amanecieron sobre las armas, como dice un parte, porque a cada momento les acometían los patriotas. 34 EL CUATRO DE NOVIEMBRE. Trelles pidió a los funcionarios de la real hacienda “remitirme cien pesos a buena cuenta para socorrer a la gente que se ha podido colectar el día de ayer desde el momento de la revolución para reforzar el cuartel y los cañones de artillería en las cuatro esquinas de la plaza… porque ni yo ni los oficiales que me acompañan podemos movernos de esta plaza…” 35 El día sábado cuatro de noviembre, con ayuda campesina y en particular de Javier Loyola, cura de Chuquipata, vencieron los patriotas. Otro cura que estaba de paso hacia su parroquia de Puebloviejo, arengó con gran elocuencia a los improvisados soldados para que siguiera n en su empeño. Octavio Cordero cree que el triunfo se dio al atardecer o por la noche, porque debieron pasar varias horas para que se enteraran del levantamiento en Chuquipata y para que llegara el refuerzo que les dio la victoria. Una copla circuló entre los revolucionarios: ¡Qué viva el cura Loyola! ¡Que viva la libertad! ¡Abajo los chapetones, abajo su terquedad!36 De inmediato fue nombrado Jefe civil y militar de la República de Cuenca, el abogado chileno, alcalde de segundo voto y encargado de la Gobernación José María Vázquez de Noboa, quien comunicó sobre lo ocurrido al vicepresidente de la República de Colombia, Francisco de Paula Santander, en estos términos: “Capitanía General. Intendencia de Cuenca.

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El 19 de marzo de 1867 el Concejo acordó que se debía celebrar anualmente, con júbilo y patriotismo, la independencia de Cuenca, centrada en el Tres de Noviembre de 1820. Se olvidaron de esta decisión y nuevamente, con la participación de varios historiadores, se acordó, entre 1915 y 1916, que esta fecha debía ser celebrada anualmente, con mucha pompa. 35 Citado por Luis Cordero Dávila. 36 Loyola había sido cura de Chuquipata por muchos años, pues hay una certificación suya sobre una capellanía, con fecha 15 de octubre de 1807. Posiblemente permaneció hasta 1825, por lo menos, pues en ese año el Cabildo le otorgó un certificado por su actuación en 1820 y por haber actuado como soldado del ejército que llegó a liberar a la ciudad de Cuenca. Últimamente ha redactado una biografía de Javier Loyola el acadé mico Bolívar Cárdenas, quien muestra las debilidades humanas de quien fue un factor importante para el triunfo revolucionario. 40


Considerando que servirán de grande satisfacción a V.S. los heroicos esfuerzos de esta provincia hasta conseguir su independencia de la Península, me apresuro a comunicarlo a V.S. que los días tres y cuatro del corriente fueron los de la mayor ignominia para los agentes del despotismo: en ellos vieron que al valor nada se resiste, y convencidos de la impotencia de sus armas y de que la sangre de los patriotas, derramada por ellos infructuosamente, solo servía para electrizar a los que se habían decidido por la noble empresa de recobrar los derechos usurpados a sus mayores, se decidieron, mal de su grado, a la entrega del cuartel, y a que reinase el orden, la unión y alegría, que forma el carácter de los patriotas. Hacer respetar del visir de Quito estas insignias deprimidas por más de trescientos años, es el anhelo de los ciudadanos que tengo el honor de mandar, cuya unión al sistema que V.E. protege hará efectiva la gloria de la Patria, que reconoce tantos héroes, cuántos hijos abriga en su seno. Dios guarde a V. S. muchos años. Cuenca, noviembre 7 de 1820. Primero de su independencia. José María Vázquez de Noboa.37 Por el contexto de algunos documentos que hemos podido revisar, el día 5 de noviembre se procedió a la jura de la independencia en la iglesia matriz, después de una misa de acción de gracias y un Te Deum. Pronunció la homilía el orador sagrado Andrés Beltrán de los Ríos. Ese mismo día Vázquez de Noboa envió comunicaciones a los cabildos de Zaruma y de Loja, invitando a unirse a la proclama revolucionaria. Zaruma contestó prontamente, bajo la dirección de Bonifacio Reyes Gálvez, con el apoyo del presbítero Apolinario Ramírez. Loja se adhirió a Cuenca el 18 de noviembre, con un movimiento ciudadano. 38 Para los gastos indispensables, el 23 de noviembre se recibió en condición de préstamo 11.812 pesos enterados en esta forma: “4.500 pesos en 23 de noviembre por mí, el tesorero don Antonio Soler, por orden de 22 del mismo del jefe revolucionario Dr. José María Vázquez de Noboa, en que previno que para los gastos, indispensablemente diese en empréstito dicha cantidad dentro del término de 24 horas, expresando que por este modo se consultaba mejor la seguridad de mi persona e intereses, y con el fin de precaver en lo posible la persecución y ruina, por otro orden que me amenazaba, desde luego consigné en la caja la cantidad, sacrificando casi todo el fondo de mi peculio, a fin de precaverme de mayores daños y perjuicios, sin que se me haya devuelto ni en todo ni en parte como se ofrecía; 3.500 pesos en 24 del dicho mes, que por el mismo orden se me exigieron a mí, el contador Dn. Vicente de Arriaga, y aunque representé serme imposible por carecer de la 37

Este documento fue encontrado por Alberto Muñoz Vernaza en Colombia, quien envió una copia a Cuenca. La conoció y comentó Remigio Romero y León en una conferencia titulada La Emancipación de Cuenca. 38 Sin embargo, como Cuenca y su región perdieron su libertad, Loja la recuperó el 19 de septiembre de 1821, con la llegada de una avanzada del coronel Santiago Luco, quien venía con e l mayor Francisco María Frías, en la marcha organizada por Antonio José de Sucre, para la liberación final de la patria. 41


cantidad, no se admitió, ni tuvo en consideración esta razón, ni otras que propuse, mandando dicho jefe que inmediatamente hiciese la consignación… tuve que buscar prestada la mayor parte de la expresada cantidad;… 3.812 pesos que enteró en 23 de dicho mes Dn. Manuel Torres, contador de correos, procedentes de la administración de dicho ramo de Piura con destino a Guayaquil…” 39 En la fugaz administración de Vázquez de Noboa ingresaron a las cajas fiscales en total 77.586 pesos, administrados por la Junta de Gobierno, que el mismo la presidía y que estaba integrada por Miguel Custodio Veintimilla, José Cárdenas, fray Alejandro Rodríguez, Manuel Dávila y José María Borrero. En total se gastaron 41.254 pesos y quedó como saldo al 21 de diciembre, es decir, al día siguiente de la derrota de Verdeloma, la suma de 36.332 pesos. Con estos dineros se debía atender las prioritarias erogaciones de un nuevo gobierno, que ya era constitucional desde el 15 del mismo mes. Una buena parte se destinó a la adquisic ió n de armas. Fueron comisionados para ello Pedro Rodríguez, Manuel Landívar y Paulino Ordóñez. Pedro Rodríguez que ofreció ir al puerto de San Buenaventura a traer armas para defender la libertad conquistada el tres de noviembre dijo en una solicitud: “… Mas habiéndose revocado por el Gobierno aquella providencia, y dirigídose la comisión para el de Guayaquil, me puse en marcha para dicha ciudad, sin gravar al erario patriótico en un solo maravedí… Las circunstancias políticas variaron el orden de las cosas, y se hizo infructuosa mi comisión, sin embargo, del gran interés que puse en la compra de fusiles, economizándola cuanto me fue posible, y solicitando del gobierno de Guayaquil recursos de elementos de guerra para que remitidos cuánto antes a esta ciudad, sostuviesen un sistema en cuya conservación cifraba nuestra felicidad. Aunque venciendo dificultades, fue remitida porción de pertrechos igualmente que ciento sesenta fusiles, de los que algunos llegaron, y otros fueron tomados en el camino por las tropas enemigas que perseguían a los emigrados…”40 Continuó solicitando un cargo público y fue sumillada la carta por Tomás de Heres, primer gobernador republicano, el 17 de abril de 1822.

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En Romero, León, Remigio, op. cit. Localizada y publicada por Luis Teódulo Crespo. Citada por Octavio Cordero Palacios en Históricos, (selección), Corporación Editora Nacional, Quito, 1986. 40

Estudios

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J.M. Vázquez de Noboa. Maqueta elaborada por Jesús Ayabaca para un monumento.

Constitución de la República de Cuenca.

REPÚBLICA DE CUENCA. El 15 de noviembre, con la participación de representantes de las instituciones públicas y religiosas, de los barrios de la ciudad y de las poblaciones del área rural se instaló la Asamblea o Consejo de Sanción y aprobó la Constitución de la República de Cuenca. 41 Estuvo integrada por 35 diputados elegidos por varias corporaciones y gremios: Cabildo municipal, Cabildo eclesiástico, milicias republicanas, agricultores, comerciantes, abogados. Se consideró también en aquella fecha que los representantes de la sociedad debían ser quienes provengan de las poblaciones que integraban la Gobernación de Cuenca: Asmal (Guachapala), Azogues, Baños, Biblián, Cañar, Cañaribamba, Cumbe, Chuquipata, Déleg, El Ejido (parte sur de la ciudad, más allá del río Tomebamba), El Valle, 41

Se reunió en el local donde hoy está la Corte de Justicia (Cordero y Sucre). 43


Gualaceo, Jadán, Molleturo, Nabón, Oña, Paccha, Paute, Pucará, San Bartolomé, Sidcay, Sígsig, Taday, Xima y Xirón. En total veinticuatro pueblos, los más cercanos a Cuenca. 42 El texto es el siguiente: REPÚBLICA DE CUENCA. PLAN DE GOBIERNO. “En la ciudad de Cuenca, a quince de noviembre de 1820. Primero de su independencia. Los S.S. Diputados así de las corporaciones de esta Ciudad, como de todos los pueblos de esta provincia que abajo suscribirán. Hallándose reunidos en las casas que habita el Excelentísimo Sr. General Jefe Político y Militar de esta provincia libre, a efecto de sancionar el Plan de Gobierno que deba adoptarse según el sistema de independencia que ha proclamado, sancionaron varios puntos interesantes, quedando establecidos por Ley fundamental los artículos siguientes: EN EL NOMBRE DE DIOS TODOPODEROSO, SER SUPREMO Y ÚNICO LEGISLADOR, CUYO SANTO NOMBRE INVOCAMOS, AMÉN. CAPÍTULO I Artículo 1. La Religión Católica, Apostólica, Romana será la única que adopte, como adopta esta República, sin que ninguna otra, en tiempo alguno, pueda consentirse bajo ningún pretexto, y antes por sus moradores y por el Gobierno será perseguido todo cisma que pueda manchar la pureza de su santidad. Artículo 2. Cuenca es y será para siempre una provincia libre e independiente de toda potencia o autoridad extraña, sin que en ningún caso deba ser subyugada por su voluntad. Artículo 3. Sin embargo, es y será confederada con las limítrofes y con todas las de América para los casos y cosas tocantes al sostén mutuo de su independencia y recíprocos derechos. Artículo 4. Su gobierno político durará en el presente Jefe el Excelentísimo Señor Don José María Vázquez de Noboa por término de cinco años, aun cuando la guerra con la Península o sus sectarios se termine en menos tiempo, pero si ésta continuase más, permanecerá el mando político y militar en el mismo Excelentísimo Señor hasta que efectivamente la América quede emancipada del antiguo despotismo español. Artículo 5. Terminando el gobierno político en el actual jefe, para la posteridad se muda cada dos años por elección practicada en el modo y forma que se ha verificado esta Junta. Artículo 6. El gobierno militar y mando en Jefe de las armas estará en el oficial de mayor graduación; como hoy reside éste en el Excelentísimo Señor Doctor Don José María 42

Ver las obras de Manuel Muñoz Cueva, Octavio Cordero Palacios, César Andrade y Cordero, Antonio Lloret Bastidas, Juan Cordero, Ana Luz Borrero… sobre la independencia de Cuenca.

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Vázquez de Noboa es a quien le pertenece perpetuamente, en pequeña gratitud de haber sido el autor principal para plantear el sistema adoptado; justa y cordial recompensa por el voto general. Mas, para lo sucesivo no podrá reunir un solo individuo el mando político y militar, respecto a que indispensablemente ha de estar cada atribución en distinta persona que merezca la confianza pública o que obtenga su grado militar, en premio de los servicios hechos a la Patria. Artículo 7. El actual Jefe como tal presidirá en todos los tribunales, senado y corporaciones de la provincia y en cualesquiera juntas que deban practicarse por exigirlo algunas circunstancias que imperiosamente lo pidan. Artículo 8. Sus atribuciones serán las que han correspondido a los virreyes, capitanes generales, con el agregado de la independencia en el uso y ejercicio de ellas. Artículo 9. Tendrá el Jefe amplia autoridad con jurisdicción ordinaria para juzgar los negocios y causas que no pendan ante otro juez competente, siendo lo privativo de los senadores y vocales de la Junta, con apelación al Senado. Artículo 10. Los delitos cometidos por los jefes serán juzgados en primera instancia por el Senado de Justicia y en segunda y tercera por la Junta Suprema de Gobierno. Artículo 11. Este tribunal será el juez de residencia de dicho Jefe, cuando concluya su mando; debiendo entablarse las instancias que sobre ella se propongan dentro del término de cuarenta días y terminare en el de veinte. Artículo 12. En las ausencias o enfermedades del Jefe ejercerá las funciones de tal el vocal de la Junta que la presida en lo interior de sus funciones y a falta de aquel, cuya designació n se hará por los mismos vocales por suerte; y en lo militar el oficial de mayor graduación. CAPÍTULO 2° Artículo 13. Habrá una Junta de Gobierno con el título de Suprema, el tratamiento de Eminencia en cuerpo y de Señoría en particular. Artículo 14. Sus individuos serán hoy nombrados por la presente Junta de diputados del común, y durarán dos años los que pasados se volverá a elegir por el mismo orden. Artículo 15. Se compondrá por ahora de cinco individuos, y en lo sucesivo de cuatro, suprimiendo el vocal regular, será uno por el clero secular, otro por el comercio, otro por la agricultura, otro por la milicia y hoy, uno por el clero regular. Artículo 16. La dotación de estas plazas será la de cuatrocientos pesos anuales del secretario, que durará el mismo tiempo, la de doscientos, con cien pesos más para gastos de oficina y paga de un oficial. Artículo 17. Sus atribuciones estarán reducidas, a acordar con el Presidente las disposicio nes generales gubernativas: 45


Declarar la guerra y establecer la paz con anuencia del Jefe, no teniendo voto en el primer caso el de los Eclesiásticos: Conferir sobre el procomún de la provincia; Promover el fomento de la agricultura y del comercio; Fomentar las manufacturas, con premio para el que las descubriere o adelantare; Establecer los medios conducentes a la salud pública; Cuidar del ornato de las poblaciones; Promover la educación de la juventud; Establecer el plan de ella y de estudios y grados, detallando las facultades de los colegios. Para este objeto se verificará esto con acuerdo del Senado de Justicia y Diputación del Ayuntamiento. Artículo 18. Si sucediere que muera algún vocal de la Junta dentro del tiempo de su mando, reemplazará su lugar otro elegido por el mismo orden. Artículo 19. El distintivo o uniforme correspondiente a esta Corporación será señalado oportunamente por el Jefe. CAPÍTULO 3° Artículo 20. Habrá un Senado de Justicia compuesto de cuatro individuos con perpetuidad en sus destinos. Artículo 21. Serán iguales en dignidad y uniformes, siendo sus preeminencias por el orden de antigüedad y las mismas que se han acostumbrado hasta aquí con los individuos llamados de los tribunales de audiencia. Artículo 22. Su distintivo será uniforme negro, banda aurora y sombrero de picos, alamares de plata en la solapa y botamanga, a un lado del cuello dos brazos unidos y al otro una balanza. Artículo 23. Su tratamiento: en cuerpo de Excelentísima, y en particular de Señoría. Artículo 24. Tendrá un secretario de cámara y un relator con trescientos pesos de dotación cada uno y los emolumentos de estilo, pasándose, además, al primero la cantidad de ciento cincuenta pesos oficiales y gastos de oficina. Artículo 25. Las atribuciones de este cuerpo estarán reducidas a la administración de justicia en segunda y tercera instancia en todo ramo y materia que llegue a ser contenciosa; debiendo admitirse las apelaciones en todo negocio que pase de cien pesos fuertes. Artículo 26. También abrazará el conocimiento de dicho Senado los recursos de fuerza y demás que ha conocido hasta hoy el llamado tribunal de audiencia.

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Artículo 27. Se gobernará por ahora por los códigos que han regido hasta hoy en materia de justicia, con sujeción a la reforma que estos puedan padecer por particulares circunstanc ias hasta que, generalizado el sistema independiente en las Américas, se adopte la legislac ió n que más convenga. Artículo 28. De los cuatro senadores, los tres ejercerán la judicatura, y el menos antiguo se denominará fiscal, cuyo ejercicio comprenderá lo civil, criminal y de hacienda patriótica en su tribunal, asistiendo a él con voto en las materias en que no sea parte. Artículo 29. Entre los senadores el decano será el regente (o presidente) y ejercerá como el fiscal las atribuciones particulares que por las expresadas leyes correspondían. Artículo 30. Su dotación será la de mil doscientos pesos al decano y mil pesos a los demás. Artículo 31. Las provisiones se sellarán con las armas de la ciudad sin derechos de canciller. Artículo 32. Las provisiones de estas plazas como las demás políticas tocan exclusivame nte al jefe, según queda sancionado, no contratándose artículo alguno expreso del plan a las provisiones militares por haberse estimado inconcuso e incuestionable que es privativa del general. CAPÍTULO 4° Artículo 33. Habrá igualmente por ahora y mientras las circunstancias lo hagan útil un tribunal de vigilancia compuesto por las personas que tenga a bien el Jefe, a quien incumbe con preferencia cuidar el orden, tranquilidad y sumisión de los pueblos a las autoridades constituidas. Artículo 34. Sus individuos ejercerán esta comisión sin renta, estimándola por una carga anexa a los buenos desempeños y demostración de su patriotismo, cuyo mérito se tendrá por recomendable. Artículo 35. Serán amovibles por el Jefe en todo o por tiempo limitado, según convenga a la quietud pública. Artículo 36. El orden de proceder en el ejercicio de dicha comisión será detallado por el jefe, con acuerdo del Senado de Justicia. CAPÍTULO 5° Artículo 37. Para el gobierno interior, en los diferentes ramos de su comprensión, habrá por ahora las mismas autoridades, corporaciones y oficios que hasta aquí reducidas en primer lugar a un Ayuntamiento compuesto de dieciséis regidores, dos alcaldes ordinarios, dos procuradores y un secretario, elegidos anualmente en el modo y forma que lo han sido por la Constitución española. Artículo 38. Se confirma al actual Ayuntamiento, sus alcaldes ordinarios y sus secretarios. 47


Artículo 39. El pueblo en la forma dicha procederá a elegir los funcionarios que faltan el completo, cuyo número y días para el caso se designarán por el jefe. Artículo 40. La jurisdicción de los alcaldes será la misma que tuvieron los ordinarios con apelación al Senado. Artículo 41. El Ayuntamiento tendrá, igualmente, las mismas atribuciones que tuvo antes el Cabildo llamado Real. Artículo 42. Los pueblos de la provincia por el orden establecido elegirán anualmente un juez territorial con la facultad en lo civil de conocer y sentenciar sin proceso hasta la cantidad de cincuenta pesos y en lo criminal hasta cerrar el sumario y dar cuenta a los jueces de la capital. El fallo sobre la cantidad de cincuenta pesos será sin apelación escrita, quedando al Jefe con el acuerdo, designar el modo de sustanciar estas apelaciones verbales. CAPÍTULO 6° Artículo 43. La hacienda patriótica se gobernará por ahora bajo del mismo plan que ha estado antes de la llamada Constitución española, designándose por el gobierno al excelentís imo propietario de ella la dotación conveniente, en consideración al déficit que ha padecido de su renta, adoptado el sistema republicano, y en premio de sus servicios y patriotismo. Artículo 44. Las causas contenciosas de hacienda serán conocidas en primera instancia por el alcalde de primer voto, con las apelaciones al Senado, perteneciendo lo gubernativo, económico y directivo al jefe superior de la provincia. Artículo 45. Estas causas se sustanciarán con un abogado fiscal que intervenga en los casos y cosas que le pertenezcan por su ministerio, sin más renta que sus emolumentos. CAPÍTULO 7° Artículo 46. En orden al estado militar sus preeminencias, rentas, disciplina, etc., serán por ahora conforme a la ordenanza militar que ha regido en América, y que queda adoptada con los mismos privilegios en orden a perpetuidad, montepío, etc., siendo de advertir que estas contribuciones no se cobrarán hasta pasados seis meses, en consideraciones a las particulares circunstancias que se han tenido presentes. CAPÍTULO 8° Artículo 47. Habiéndose omitido por equivocación poner este artículo en el capítulo que corresponde, siendo indispensable se adicione, que la renta del Jefe político será la de cuatro mil pesos y concluido su término la que le corresponda por razón de su grado militar según ordenanza. CAPÍTULO 9°

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Artículo 48. Las oficinas serán reunidas a una casa patriótica con dos oficia le s conservadores, iguales en facultades a los que antes se llamaban oficiales reales con dotación de mil pesos cada uno. Artículo 49. La administración de tributos que hoy corre a cargo de uno, en lo sucesivo estará a cargo de los administradores de los pueblos con el 4 por ciento, obligación de fianza y de rendir cuenta a la caja pública, con cuyo boleto se cancelará aquella. Artículo 50. El primer alcalde ordinario de Cuenca cobrará los tributos de los indios que pertenecen a las parroquias de San Blas, San Sebastián y San Roque, con la misma dotación, etc. Artículo 51. El gobierno formando expediente sobre el particular, designará la cantidad de fianza correspondiente a cada pueblo. Artículo 52. Habrá un administrador de alcabalas por el mismo orden que ha existido hasta aquí, sujeta a las modificaciones que se le han puesto y en adelante se le pusieren. Artículo 53. La de correos existirá en el pie actual. Artículo 54. Por lo peculiar a la renta decimal, su custodia y cobro continuará bajo el mismo pie que hasta aquí se ha practicado, introduciéndose a la caja pública. Artículo 55. Los novenos vacantes mayores y menores que pertenecían antes a la real hacienda se discutió si correspondían a la masa patriótica y, aunque se opinaba por la afirmativa, habiéndose propuesto por algunos senadores que debían revertir a la silla apostólica, se resolvió que respecto a que la materia era delicada y ardua, se formase dentro de quince días una junta de canonistas y teólogos para que se decidiese el particular, y que lo que de allí saliese resuelto, se tuviese por ley fundamental, sancionada en el presente Plan, lo mismo que se hubiera hecho en el día de hoy. Con lo cual se concluyó la Sanción y lo firmaron con Su Excelencia y los demás componentes de que certifico como secretario nombrado para este acto por toda la Corporación. José María Vázquez de Noboa Dr. Juan Aguilar Cubillus, diputado del Cabildo Eclesiástico. Dn. Miguel Custodio Veintimilla, diputado del venerable clero. José de Cárdenas, diputado del comercio. Dr. Joaquín Salazar, diputado de Abogados. Bernardino de Sisniegas, diputado de Taday. Dr. Miguel Rodríguez, diputado

Francisco Chica, diputado del Ayuntamiento. Ministro fray Alejandro Rodríguez, diputado de las Religiones. Felipe Serrano, diputado de la milicia. José María Borrero y Baca, diputado de los agricultores. Juan Orozco y Guerrero, diputado de Azogues. Manuel Ramírez, diputado de Sidcay. Fernando Francisco Cueto Bustamante, 49


del Ejido. Diputado del Cañar. José Ochoa y Serrano, diputado Juan Antonio Aguilar, diputado de Paccha. de Asmal. Manuel Dávila, diputado de Miguel Malo, diputado de Chuquipata. Gualaceo. Juan Contreras, diputado de Baños. José de la Vega, diputado de Paute. Pedro López Argudo, diputado de Bonifacio Ramírez, diputado de Biblián. Cumbe. Juan Ignacio Gómez de Arce, José Serrano, diputado de Oña. diputado de San Bartolomé. Mariano de Mora, diputado de Jadán Juan Bautista Xirón y Sánchez, diputado de Xirón. José Machuca Cardoso, diputado de Antonio Moreno, diputado de Sig Sig. Déleg. Manuel Ullauri y Quevedo, Juan Jaramillo diputado de Nabón. Francisco Illescas, diputado de Pucará. Manuel Guerrero, diputado del Juan Crisóstomo Zhuñio, diputado de Valle. Xima. Santiago Arias, diputado de José Veintemilla, diputado de Cañaribamba. Molleturo. Felipe Antonio Tello de la Chica, León de la Piedra, Secretario. diputado de los gremios.”

Páginas de la Constitución de Cuenca.

ANÁLISIS DE LA CONSTITUCIÓN CUENCANA. Fuera de Vázquez de Noboa, considerado como el líder del momento, las instituciones o gremios convocados fueron el Ayuntamiento, Cabildo Civil o Concejo Municipal; el Cabildo Eclesiástico; las comunidades religiosas, a cuyo representante se lo llamó diputado de las religiones; el clero secular, con un representante; las milicias, los comerciantes, los agricultores, los abogados (el grupo profesional más numeroso, pues otros fueron muy reducidos o no existían en 1820); y, los gremios de artesanos, con un diputado. No se conoce la representación que ostentaba Juan Jaramillo. 50


Tuvo cincuenta y cinco disposiciones distribuidas en nueve capítulos. Se acudió a Dios, en primer lugar. Su encabezamiento dice textualmente: “En el nombre de Dios todopoderoso, Ser Supremo y único legislador, cuyo santo nombre invocamos. Amén.” Se estableció una religión del Estado. En el primer artículo se declaró que la Religió n Católica, Apostólica y Romana será la única que adopte la República, con exclusión y persecución de otros cultos. Es el comienzo de esta y de casi todas las constituciones de los países de América, y por supuesto, del nuestro, a partir de la de 1812, que se la aprobó En el nombre de Dios Todopoderosos, Trino y Uno y se hizo constar, en la parte introductoria, que se la dictaba a nombre del Pueblo soberano del Estado de Quito, y entre otros considerandos que se la hacía para gloria de Dios, defensa y conservación de la Religión Católica y felicidad de estas provincias… 43 Recordemos solo que en 1843 se hizo una modificació n, excluyendo cualquier otro culto público, por lo que hubo un gran escándalo y surgió una mayor oposición al presidente del momento, Juan José Flores. En el artículo segundo se hizo constar la libertad y la independencia como un derecho de Cuenca, que jamás deberá ser subyugado. Se dejó abierta, como era lógico, la posibilidad de confederarse con las gobernaciones o provincias limítrofes y se añadió la posibilidad de hacerlo con otras de América, con el objeto de sostener su independencia y sus derechos. El anhelo inicial, según podemos deducir fue la unidad dentro de un régimen confederado, quizá siguiendo el ejemplo de los Estados Unidos. Esta idea se mantuvo en el sur del Ecuador y los principales políticos siempre pensaron en esta alternativa que liberaba del centralismo, ya criticado desde entonces. La federación o confederación fue siempre un anhelo y quizá una solución justa para una mejor distribución de los ingresos y de los gastos públicos. 44 Al poder ejecutivo se dedicaron varios artículos. Por estos y por el contexto general se puede concluir que en 1820 se le consideraba a su titular José María Vázquez de Noboa, como el gran líder, a quien había que darle un sinnúmero de facultades. Pesó en la opinión de los asambleístas la larga experiencia que tenía como abogado, pues laboró desde 1807, cuando llegó de Chile, formando parte del equipo que trajo el obispo Andrés Quintián Ponte y Andrade. Sus colaboradores marginaron u olvidaron todo el apego al realismo que manifestó en sus primeros años de permanencia en Cuenca y exaltaron su liderato en el momento mismo de luchar por la independencia en 1820, pues él en calidad de alcalde, tomó decisiones oportunas para que prospere el movimiento. Con dedicatoria expresa para él se le estableció, como excepción, un período de cinco años prorrogables, en caso de que no terminen las luchas por la independencia en toda América. 43

La Constitución quiteña de 1812 rigió por poco tiempo pues pronto se aprobó la de Cádiz para España y todos sus dominios. 44 A nuestro juicio, Vázquez de Noboa ya pensaba en la in tegración de Cuenca dentro de la República de Colombia. No olvidemos que comunicó de inmediato la liberación a Santander, quien estaba encargado de la Presidencia. 51


Sus sucesores solo podrían gobernar por dos años y su elección la hará un cuerpo de diputados, similar al que aprobó la Constitución. Igualmente, con esa misma dedicatoria, se redactó el artículo sexto, que le dio el poder militar por ser el oficial de más alta graduación y como un acto de gratitud por ser el autor principal del sistema que se estaba adoptando. En el futuro no se podían juntar en una sola persona los poderes político y militar. Las amplias funciones previstas para él se concretaron en la presidencia de todos los tribunales, del Senado de Justicia, de las corporaciones y juntas. Y se concretaron más sus atribuciones, dándole las que tenían los virreyes y capitanes generales. Más allá de estas exageraciones y excesivos poderes, la Constitución cubre todas las instituciones fundamentales de una República, con un poder ejecutivo que, lamentableme nte, concentró muchas actividades, pero se previó que habría una función legislativa, otra judicial, un cuerpo asesor del Ejecutivo, un órgano de control constitucional, unas funcio nes locales a cargo del Cabildo civil y un régimen para el manejo de la hacienda pública. La Junta Suprema de Gobierno estaba integrada por cinco miembros en el momento de su conformación por parte de la Asamblea y en el futuro lo estaría solo por cuatro: José Miguel Carrión, Alejandro Rodríguez, José Cárdenas, Manuel Dávila y José María Borrero. Representaban al clero secular, al comercio, a la agricultura, a las milicias y al clero regular. Esta última representación quedaba insubsistente para años posteriores. Se excusó el primero, quien fue sustituido por Miguel Custodio Veintemilla.45 Se creó una secretaría para la Junta. Sus miembros debían actuar de acuerdo con el Ejecutivo y tratar sobre los temas que se consideraban en esa época de interés colectivo: a) Declarar la guerra y acordar la paz. En estos casos no tendría voto el representante el clero. b) Buscar el bien común de las provincias. Fue una generalización que puede abarcar muchas actividades que seguramente se las concretaría en leyes y reglamentos. 46 c) Promover el fomento de la agricultura y el comercio, temas propuestos seguramente por los representantes de esas dos actividades que participaron en la aprobación de la Constitución. Quizá eran asuntos de interés del momento, pero no hay que olvidar que Antonio Vallejo hizo en 1791 una consulta para reactivar la economía deprimida de la Gobernación y que las respuestas cubrieron una gran variedad de temas, que superan con mucho a solo a estos dos. d) Remediaron en algo lo anterior al referirse al trabajo de las manufacturas o artesanías, pero estuvieron lejos de propiciar un desarrollo industrial. Más allá de esta limitación, se preveían estímulos para quienes aporten con mejoras y con innovaciones, lo que debía regularizarse en leyes secundarias.

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Se incluye información sobre estas personas al final de la obra. Grafía de este apellido v aria en los distintos documentos 46 Hoy también se dice que uno de los fines del Estado es buscar el buen vivir. 52


e) Se previó la atención a la salud pública, estableciendo los medios adecuados para lograrla, pero no hay que olvidar que para aquellos años su cuidado estaba en manos de los religiosos, quienes lo hacían como una obra de beneficencia. f) En relación con el desarrollo material de las poblaciones solo se refirieron a su ornato, lo que limitó mucho otros temas de más interés, que seguramente se mantendrían dentro de los cabildos, cuyas funciones quedaban como en la época colonial, salvando la ampliación del número de regidores. g) Tema de gran interés fue el relacionado con la educación, aunque solo se refieran a la juventud y no a otras etapas de la vida. Para aquella fecha ya funcionaba el Seminario y había muy pocas escuelas, que pronto se incrementarían a la llegada de la liberació n definitiva. Se preveía, como era usual en esos años y en décadas sucesivas, que la aprobación de los planes de estudio y los títulos a concederse sean establecidos por las máximas autoridades, por ello se hizo referencia a la participación del Senado de Justicia y del representante del Cabildo civil, incluso porque gran parte de la educación provenía de las municipalidades. En resumen, aunque hubo inicialmente concentración de poderes en la persona de José María Vázquez de Noboa, la previsión fue que en el futuro sean independientes. La funció n ejecutiva con un presidente que en ocasiones la Constitución lo llama jefe, con un Consejo de Gobierno que le asesore y que oriente las actividades más importantes para el desarrollo de los pueblos. En primer lugar, la búsqueda del bien común de todos, como una aspiración permanente y de carácter general, luego preocuparse por la creación de riqueza a través del fomento de la agricultura a la que estaba asociada la ganadería, del comercio, que para aquellos años había entrado en decadencia por los diez años de conflictos con España, de las artesanías utilitarias llamadas manufacturas, con la creación de estímulos para quienes propongan sus mejoras; de la salud pública; del crecimiento y ornato de la ciudad; de la educación. Esta enumeración hecha en un artículo, aunque no es exhaustiva, sí cubre las principa les tareas a cumplirse en una buena administración pública y deja establecidas las prioridades del momento. Aquí terminó la pequeña lista de las obligaciones que tenía el cuerpo colegiado llamado Junta Suprema de Gobierno, que solo se limitaba a dar ideas y a secundar lo que haga el presidente o jefe de la República. Claramente se puede concluir que fue excesivame nte presidencialista y centralista. El Senado de Justicia tendría cuatro miembros elegidos a perpetuidad, por el Ejecutivo, con las mismas obligaciones que los que antiguamente integraban una Real Audiencia. Tres administrarían justicia y uno tendría las funciones de fiscal. Gozarían de los fueros y distinciones que tenían los oidores o los fiscales. Serían apoyados, como en las mencionadas audiencias, por relatores y un secretario de cámara. Se les dio funciones de apelación en segunda o tercera instancia, pues la primera continuaba en los cabildos, con un alcalde que se ocupaba de los asuntos civiles y otro de los criminales. Por el artículo 27 se declararon vigentes los códigos coloniales y se mantuvieron otras obligaciones que eran tradiciona les en las audiencias. Se salvaron, como era lógico, las nuevas situaciones que devendrían por la conquista de la independencia. 53


En el capítulo cuarto se creó un Tribunal de Vigilancia, de carácter honorífico, nombrado por el Jefe y removido, en cualquier momento por el Ejecutivo. Su misión sería la de cuidar la vigencia del nuevo orden constituido y el respeto a las autoridades. Su patriotismo y sus acciones serían recomendables. Con la participación del Senado de Justicia se debían precisar sus responsabilidades. Quizá se le podría comparar con el actual Tribunal de Garantías Constitucionales. El capítulo quinto estuvo destinado a la organización territorial y en sus seis artículos se ratificaron las funciones y la jurisdicción tradicionales que tenían. Los regidores serían dieciséis, 47 los alcaldes dos, así como se preveía que haya dos procuradores y un secretario. Su elección sería anual, como era antes, pero a los que laboraban para la fecha se les confirmó en sus puestos y en el futuro sería el pueblo el que los elija. Es notable que aparece la palabra pueblo, repetida en dos artículos, cuando se dijo que los pueblos de la provincia elegirán anualmente un Juez Territorial para resolver en juicios verbales temas de menor cuantía.48 La fuerza militar se regirá por la Ordenanza tradicional, con la suspensión por seis meses de los privilegios, montepío y otros beneficios, por la difícil situación económica del momento. Su autoridad máxima será el Jefe del Estado o Jefe Político. El manejo de las finanzas quedó intacto, como se había concebido en la época colonial, salvando las adaptaciones que debían hacer para acoplarse a la nueva realidad política. La designación del responsable de los aspectos administrativos y directivos correspondió al Jefe Superior de la Provincia. Las causas judiciales se las presentará ante el alcalde de primer voto, con abogado, con la posibilidad de apelación ante el Senado, siempre con el patrocinio de un abogado. Las antiguas cajas reales pasaron a llamarse cajas patrióticas, que serán atendidas solo con dos oficiales. La administración de los tributos pasó a los mismos que existían en los pueblos, previa la presentación de una fianza y, en el caso de la ciudad, quien cobraría a los indios de San Blas, San Sebastián y San Roque sería el alcalde de primer voto. No hubo, pues, ninguna consideración nueva para los indígenas, quienes seguían siendo los mayores contribuye ntes de tributos y diezmos. El cobro de alcabalas o impuesto al comercio no fue modificado. En cuanto a la renta decimal (diezmos) seguiría como se había cobrado anteriormente, solo con la modificación de que iría a la caja pública. Sobre el destino de los novenos vacantes que para unos debían ir a la caja pública y para otros a la silla apostólica (iglesia), se dejó en suspenso para que una Junta de Canonistas y Teólogos lo resuelva. Rara es esta disposición, pues no cumple con lo esencial de una ley 47

Primera y única vez que tuvo tan alto número de integrantes pues incluso solo en estos últimos años ha llegado al número de quince. 48 El término se generalizará y será el preferido en los discursos políticos de los siglos XIX, XX y XXI. 54


que es mandar, prohibir o permitir. Tiene una redacción, posiblemente hecha para salvar algún posible enfrentamiento entre los poderes civil y eclesiástico. A lo largo del texto, junto a disposiciones trascendentes, la Constitución incorporó otras de segundo orden, como el establecimiento de las remuneraciones que tendrían los principa les funcionarios, los títulos con los que se tratarían a los cuerpos colegiados o a sus miembros y hasta los uniformes que usarían en ceremonias públicas. Alfonso María Borrero comentó hace unos cien años que dicha Ley no es ni puede ser una obra perfecta, ya por falta de conocimientos de nuestros antecesores en las ciencias políticas, ya por la rapidez con que fue dictada; pero tiene el indiscutible mérito de la espontaneidad, de la sencillez, de que consta tan solo de 55 artículos, y de que no es utópica ni una imitac ió n servil de las constituciones de otras naciones. No trata, desde luego, de todo lo que debe legislarse una Carta Fundamental, esto es, del territorio, de la forma de gobierno, de la nacionalidad, de la ciudadanía, de las garantías individuales y colectivas, etc.; pero en ella se habla ya, aun cuando sea un bosquejo, de las funciones ejecutivas y judiciales como principales atribuciones de la soberanía.

Escudo de la Independencia.

En esos mismos días se aprobó la confección de un escudo con un indio cañari con la mano levantada hacia el cielo y la otra con una lanza enhiesta. José Andrade, un crítico de la época, lo interpretó como un indio corpulento y musculoso que representa a la raza dueña del Continente, la estrella luminosa es la de la libertad que le alumbra en su largo éxodo de paria, la lanza, cuya punta hinca en la tierra es el signo del dominio sobre el suelo querido que le usurparon. En resumen, puede traducirse como trabajo libre, de la tierra libre, por la raza libre. Por su parte, el poeta Remigio Tamariz Crespo también hizo su propia interpretac ió n y dijo que, de pie, en alarde olímpico, estaba victorioso un indiano que clava en la tierra libre su redentor acero y muestra en el infinito, con la sangrienta mano el sol que la gloria señala el derrotero. Es el esclavo invicto trocado en soberano del suelo en que su trono fatal alzó el íbero: su lanza es lanza ungida con sangre del tirano, su sol, el sol que dora los lauros del guerrero.

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Una y otra son versiones poéticas e idealizadas, lejanas a la situación de miseria que vivía n los indios, quienes volvieron a ser objeto de temas literarios y pictóricos en muchas ocasiones, sin que haya, hasta la fecha, una verdadera y sistemática política para buscar su progreso, asunto que en nuestra opinión, debe ser preparado por los mismos indígenas, que hoy tienen ya un claro liderazgo en la Republica. 49 Lamentablemente, creyeron que con la libertad podía prosperar el indígena, creencia errónea que más bien le desprotegió, porque en la época colonial por lo menos tenía un protector jurídico, pues a lo largo del siglo XIX siguió siendo explotado y sujeto de injustas contribucions e incluso las comunidades indígenas fueron despojadas de las tierras comunales para otorgarlas a los líderes militares. Sobre nuestra independencia Remigio Crespo Toral dijo en elocuente discurso: “Sin desconocer el sacrificio de Quito y la altivez del Guayas, la independencia del Azuay no puede considerare acontecimiento insignificante ni por los hechos de armas ni por los hombres que dirigieron el movimiento. La liberación del antiguo Reino de Quito se preparó y se hizo en sus tres antiguos centros, más tarde Departamentos de Colombia: Ecuador, Guayaquil y Azuay, los distritos de la República en su primera organización… Unidos y confederados los tres pueblos, después de Pichincha se formó el Ecuador en Colombia, y al fin, en 1830, el Ecuador Libre…” Más adelante dijo: “Hasta el ejemplar auténtico de nuestra Constitución fue llevado a la tumba de un archivo distante por mano de un tirano; y menester ha sido casi cien años para que ese hermoso documento resucite por inquisición del señor Celiano Monge, hijo de Ambato, tierra de gentil pluma, de la imprenta y de la magnanimidad…” 50 Octavio Cordero fue quien propuso que se guarden los documentos en un cofre de oro y que se le otorgue una condecoración especial a Celiano Monge, la que fue enviada al presidente del Concejo Municipal de Quito, quien cumplió con el cometido entregándole en una sesión solemne. La Constitución de la República de Cuenca y su Junta Suprema de Gobierno duró 35 días, del 15 de noviembre al 20 de diciembre, fecha de la pérdida de los patriotas en Verdeloma. Resaltemos a algunas de las figuras de la Independencia, poniendo énfasis en las que más sobresalieron en torno a noviembre de 1820. PROTAGONISTAS DEL TRES DE NOVIEMBRE. VECINOS Y VECINAS DE CUENCA. En un profundo y real análisis de los hechos ocurridos entre el tres y el cuatro de Noviembre de 1820 lo que más se debe destacar es la respuesta dada por los vecinos que respondieron eficientemente a las arengas de los líderes y de los oradores sagrados, para ser los primeros protagonistas en participar activamente en acciones que conduzcan a la entrega del poder de los españoles a los patriotas, mediante el bloqueo de las salidas y la presión 49 50

Hay personas que encuentran en esos símbolos elementos asociados con la masonería. Crespo Toral, Remigio, Selección de Ensayos, Editorial Ecuatoriana, Quito, 1936.

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para que abandonen, sin causar daño, tanto el cuartel como la casa de gobierno, que en aquella época estaban unidas en el manzano de las actuales calles Sucre, Cordero, Córdova y Malo. En Cuenca, más que en otras ciudades, el pueblo fue protagonista de la independencia política. PRINCIPALES LÍDERES. TOMÁS ORDÓÑEZ TORRES. Este personaje, que nació a fines del siglo XVIII, está considerado como uno de los héroes más notables del período independentista de Cuenca. Se forjó en los ideales revolucionarios con Paulino Ordóñez y Margarita Torres. Solicitó un Cabildo abierto al alcalde interino Juan Antonio Jáuregui, sin obtener respuesta favorable, después no sólo organizó y participó en el movimiento del Tres de Noviembre de 1820, habiendo sido herido en el combate, sino que sufrió él y su familia una permanente persecución. Sus padres, desde años atrás, por su simpatía con las ideas emancipadoras, soportaron el decomiso de buena parte de sus bienes. Participó en el combate de Verdeloma en diciembre de 1820 y tuvo que refugiarse por un tiempo en Guayaquil. En 1821 se unió a Francisco María de Frías, que cumplía órdenes de Antonio José de Sucre, hasta llegar a ocupar por pocas horas la ciudad de Cuenca, desalojando temporalmente a Agustín Agualongo, el jefe militar de las tropas españolas, como una estrategia militar dispuesta para dividir las fuerzas de Melchor Aymerich. Cumplida la misión, retornó a Guayaquil para dar parte a Sucre del interés que tenían algunos cuencanos por conseguir la liberación política. En su carrera militar llegó a ser capitán y a recibir el reconocimiento de sus méritos por los gobernadores Tomás de Heres e Ignacio Torres, de quien fue su edecán y por las máximas figuras de ese entonces: Antonio José de Sucre y Simón Bolívar, ya que fue, además, el portador de los auxilios de Cuenca para la independencia del Perú. Los años finales de su vida debieron haber sido de retiro y de actividades privadas. Ocasionalmente fue elegido como concejal, pues hemos encontrado su nombre en algunas de las actas capitulares. Posiblemente murió hacia 1845, después de hacer un testamento.

Tomás Ordóñez Torres.

PAULINO ORDÓÑEZ en 1809, por orden del gobernador Melchor Aymerich, debió fundir algunos cañones pedreros para la supuesta defensa de Cuenca, pues se decía que estaba amenazada por la Junta Suprema de Gobierno, instalada en Quito desde el 10 de Agosto de 57


1809. Cumplió con la producción de dos a cuatro unidades que después fueron empleadas en las luchas libertarias. Estuvo vinculado con los próceres del 10 de Agosto. Para la nueva etapa libertaria, que culminó en los días tres y cuatro de Noviembre de 1820, su vivie nda particular fue sede de reuniones de los patriotas. 51 Era una casa solariega, en cuya planta inferior funcionaron las cajas reales. En esa casa nacieron José Domingo La Mar y Abdón Calderón Garaicoa. MARGARITA TORRES, esposa de Paulino Ordóñez, es una de nuestras heroínas de la independencia. Se la compara con Manuela Cañizares, por ser alentadora de las ideas libertarias impulsadas por su esposo, su hijo Tomás y su hijo político el doctor Joaquín Salazar. Sufrió la persecución de las autoridades españolas que confiscaron sus bienes.

LEÓN DE LA PIEDRA. Fue el mentalizador, como secretario de la Asamblea Constituyente, junto con Vázquez de Noboa, del texto de la Constitución de la República de Cuenca, aprobada en 1820. Por sus méritos fue promovido por el mismo presidente, en estos términos: Dr. D. José María Vázquez de Noboa y López de Arteaga, Presidente de la Suprema Junta de Gobierno… Por cuanto es conveniente al mejor servicio de la Patria promover al capitán veterano de la Primera Compañía don León de la Piedra al cuerpo de Artillería en atención a los conocimientos de geometría que posee… He venido a conferirle la plaza de Capitán vivo y efectivo del distinguido cuerpo de Artillería perteneciente al batallón Libertados de las Cadenas de Cuenca… JOSÉ MARÍA VÁZQUEZ DE NOBOA. Nació en Concepción (Chile) a fines del siglo XVIII. Llegó como abogado a la Audiencia de Quito, acompañando al obispo Quintián Ponte y Andrade. A fines de 1806 o a comienzos de 1807 debió estar ya en Cuenca, ejerciendo su carrera, cuyo título obtenido en Chile fue aceptado en Quito en 1807. El 23 de diciembre de 1808 compró una casa en Cuenca por el valor de cuatrocientos pesos, pero en 1818 ya la había trasferido, quizá ficticiamente, por un juicio que se le siguió por el pago de diezmos.52 En 1809 fue alcalde de segundo voto en el Cabildo cuencano y participó en la toma de decisiones en contra del movimiento revolucionario del 10 de Agosto. Dirigió un escuadrón de soldados que participaron con Melchor Aymerich en el ascenso por el callejón interand ino con el objeto de someter a los revolucionarios quiteños. Integró los tribunales que juzgaron a sus simpatizantes e incluso formó un cuerpo militar para apoyar a Melchor Aymerich. En Quito actuó como fiscal en el procesamiento de los patriotas.

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Estuvo ubicada donde está actualmente la sede de la alcaldía (Bolívar y Borrero, esquina) y antes fue propiedad del Banco del Azuay. Fue derrocada en los años veinte del siglo pasado. 52 El Dr. Villamagán, procurador fiscal del obispado, comentó que se les siguió un juicio a José María Vázquez de Noboa y a Nicolás Mosquera por una deuda de diezmos y que recusó al juez nombrado Dr. José María Landa, por ser muy amigo del enjuiciado. 58


Volvió a Cuenca, integrado a la Audiencia trasladada a nuestra ciudad y colaboró con el presidente Joaquín Molina y Zuleta, como su secretario, siendo también capitán de la séptima compañía de milicias. Ejerció otros cargos como fiscal interino y protector de naturales. Antonio Soler se opuso a que se le paguen dos sueldos, pues cobraba por sus funciones y por ser capitán, pero como estuvo bajo la protección del presidente de la Audiencia, logró que no se le prive de ninguna de las remuneraciones. Después fue nuevamente alcalde de segundo voto, regidor, asesor del Cabildo y síndico municipal. En 1813 preparó una larga relación de méritos con el objeto de obtener un ascenso en su carrera como abogado al servicio de la corona española. 53 “El presidente de Quito y el Ayuntamiento de la ciudad de Cuenca del Perú en los adjuntos informes documentados recomiendan al fiscal interino… a don José María Vázquez de Noboa, a fin de que se le coloque en alguna plaza togada. Y de orden de S.A. paso a V.S. dichos informes para que el Consejo de Estado tenga presente el mérito de este interesado… Cádiz 31de enero de 1813”. Su aspiración fue llegar a una plaza togada de las audiencias de Chile, Charcas, Cuzco o Quito. El expediente tiene las recomendaciones y certificaciones de Joaquín de Molina y Zuleta. En un documento suscrito el 29 de marzo de 1812, dijo que ha correspondido a la confianza que se le ha dado y que se ha hecho acreedor, por sus virtudes y nobles sentimientos de su corazón, manifestados con particularidad en los tiempos de turbulencia, en obsequio de la Religión, del Rey y de la Patria, con la fidelidad más pura y de una invariable constancia en cuánto puede convenir a la restauración del orden y en coadyuvar el progreso de las armas de S.M., incluso haciendo donativos y desempeñando algunas funciones con notable ahorro del erario. Exaltó su desempeño como procurador general síndico del Cabildo cuencano y recomendó con insistencia en que se le dé alguna de las plazas togadas de la Audiencia. José Villavicencio y Andrade, secretario del Cabildo y de las juntas de Sanidad y Vacuna, etc., certificó que el licenciado Vázquez de Noboa, fiscal interino de la Real Audienc ia, procurador general y curador de menores de la ciudad de Cuenca, en 1811 fue reelecto con sufragio general de votos y que se hallaba ejerciendo libremente ambos empleos. En otro documento, sumamente amplio, hizo un recuento de todos los méritos del solicitante y lo suscribió “En la muy noble, leal y siempre valerosa ciudad de Santa Ana de Cuenca en el Perú” a cinco días del mes de noviembre de 1811. Otra certificación elogiosa la obtuvo del Cabildo, justicia y regimiento de Cuenca el 27 de mayo de 1812, habiéndola suscrito Juan López Tormaleo, Antonio García, Ramón Ramírez, Eugenio de Arteaga, Carlos Célleri, Joseph Seminario y Carlos Casamayor. Obtuvo del Ayuntamiento Constitucional de la villa de Zaruma la recomendación para que se le otorgue definitivamente el cargo de fiscal de la Audiencia o que se le dé alguna plaza togada en América. El documento fue suscrito por todos los regidores, el 2 de enero de 1814.

53 Hemos localizado el expediente en el Archivo General de Indias, sección Audiencia de Quito, legajo N° 231, que tiene 139 folios. Algunos fragmentos y datos relevantes los hemos incorporado en esta obra.

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El obispo Andrés Quintián Ponte certificó el 26 de enero de 1812 que trajo a José María Vázquez de Noboa, natural de Concepción de Chile, como uno de sus familiares, por el conocimiento que tenía de su juicio y aprovechamiento en la carrera literaria y porque después de ser examinadas sus inclinaciones, concluyó que sería más útil en la sociedad sin seguir la carrera eclesiástica. Informó también que desempeñó las funciones de alcalde en el año 1809, “dejando ver el imperio que tienen en su alma el amor a la justicia y la fidelidad al Soberano” y que fue uno de los que capitanearon una de las compañías a órdenes del gobernador Aymerich. Después intervino, dentro de las filas realistas, en la batalla del primer encuentro en Verdeloma, pasando luego a ser secretario del presidente Molina y Zuleta. Vázquez de Noboa incorporó certificados de que sirvió a la Iglesia, la que le nombró asesor general del Obispado, con un desempeño impecable de sus responsabilidades. Cuando cumplió las funciones de fiscal expidió el nombramiento a favor del doctor Manuel Arévalo para que cumpla las funciones de defensor de naturales, “no solo para que los proteja y defienda, instaure demandas, otorgue conciertos, intervenga en las escrituras, fianzas y más [actos] necesarios, y… ejerza sin distinción todas las facultades de que se halla investido el Protector, con lo que se consulta desde luego la mayor utilidad de los Naturales y acierto en sus defensas…”54 Sin haber logrado un ascenso permanente en calidad de oidor o fiscal de la Audiencia, como era su aspiración, pues solo tuvo el carácter de interino, cargo que al parecer lo mantuvo con esta calidad cuando Toribio Montes reubicó oficialmente la Audiencia nuevamente en Quito. Hay documentos sobre su actuación en esa ciudad, como la autorización dada para que se envíe a Cuenca el escudo de armas del Seminario. Retornó a Cuenca como vecino patricio al servicio de la Corona española. En 1819 contrajo matrimonio en Cuenca con Teresa Ramírez Gordillo. Se sabe de un hijo, con el largo nombre de José María Vicente Francisco, quien llegó a ser también alcalde y regidor. Desde 1818 residía en Monay donde tenía una propiedad rural, que le fue quitada después del fracaso de la revolución y adjudicada por la Junta de Secuestros a favor de doña Jacoba Polo, viuda del primer gobernador de Cuenca José Antonio Vallejo. No conocemos cómo se produjo su conversión hacia la liberación política, pero está claro que, al ser el jurista y funcionario más experimentado, lideró desde noviembre de 1820 los cambios políticos que concluyeron con la aprobación de la Constitución de la República de Cuenca. Durante el proceso libertario de 1820 fue Presidente de la Junta Suprema de Gobierno, Senado de Justicia, Excelentísimo Cabildo y demás corporaciones del Distrito. Tuvo un fugaz ascenso militar con la designación de general del Ejército Libertador de las Cadenas. En esos días gustaba que le llamen José María Vázquez de Noboa y López de Arteaga. Fue promotor, impulsor y director del Consejo de la Sanción que el 15 de noviembre aprobó la 54

Este documento fue suscrito en la muy noble, fidelísima y valerosa ciudad de Santa Ana de Cuenca del Perú el 17 de junio de 1816. Consta en: Cordero Palacios, Octavio, Crónicas documentadas para la Historia de Cuenca, Cuenca, 1920. 60


Constitución o Plan de Gobierno de la República de Cuenca, siendo secretario y mentalizador del texto León de la Piedra. Fue nombrado jefe político y militar de la provincia libre de Cuenca. Después de la derrota de los patriotas el 20 de diciembre de 1820 en Verdeloma, se fue a vivir en Guayaquil. Como consecuencia de su participación en el movimiento revoluciona r io perdió sus bienes, entre los que estaba una hacienda cercana a Girón. Acompañado de su hermano Ramón, pasó a Lima, donde residía su hijo. Allí le concedieron la condecoración Orden del Sol. Se integró a las filas de José de San Martín y desempeñó algunos cargos como vocal del tribunal de seguridad pública y coronel mayor de la plaza. Después de que José de San Martín abandonara el Perú, se unió a José de la Riva Agüero, como coronel mayor de una división. Apoyó a su líder, enemigo de Bolívar, en la búsqueda de soluciones prácticas para el futuro político del Perú. Con otros distinguidos peruanos y su hermano Ramón, se enfrentaron con Simón Bolívar, fueron derrotados y apresados. A todos se los condenó a muerte, pero hubo algunos indultos y no se conoce a ciencia cierta qué pasó con los Vázquez de Noboa. Según Vicente Lecuna “los caudillos Noboa, Silva y seis oficiales abandonados por sus tropas huyeron al Marañón al aproximarse Bolívar a esta última villa. El batallón de Noboa y el escuadrón de lanceros de la Victoria se dirigieron a Otuzco y a Trujillo a rendirse.” 55 El Señor Negocios, como se lo apodaba, según Alberto Muñoz Vernaza, retornó a su país y sus restos mortales cree que están en la catedral de Concepción. Antonio Lloret dice: “El papel que le correspondió asumir a Vázquez de Noboa fue de tanta importancia en el 3 de Noviembre que sin su actuación no habría sido posible la culminación del movimiento político militar que encabezó y tal fue de importante su rol patriótico que llegó a fundar la República de Cuenca, cuya Constitución fue el primero en sancionarla y rubricarla.”56 “Ninguna infamia mancha el nombre mil veces ilustre de Vázquez de Noboa: el proyecto de constituir en América monarquías fue idea de muchos próceres… Si Riva Agüero lo estuvo negociando con La Serna, fue no por traición, sino por el ansia de concluir la guerra y no estuvo traicionando al hacerlo: la prueba es que Bolívar encontró injusto condenarlo a muerte y que en el Perú nunca le han considerado traidor. El general Herrera, otro que negociaba con La Serna, no fue considerado traidor y, quien lejos de haber sido fusilado, fue elevado a la primera magistratura del Perú…. Vázquez de Noboa no negociaba con el virrey del Perú, quienes negociaban era Riva Agüero y Herrera… En aquellos tiempos, la

55 Lecuna,

Vicente, Crónica razonada de las guerras de Bolívar, The Colonial Press, New York, 1950. Lloret Bastidas, Antonio, en: Azuay, Pensamiento y Cultura, Romlacio Editor, Cuenca, 1991. Dos volúmenes trabajados con el autor de esta obra. 56

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forma monárquica de gobierno era lo que primero venía a la mente…” (Alejandro Carrión Aguirre).57 En 1847 su mujer hizo testamento y declaró que su dote para el matrimonio fue de 4.600 pesos. Su esposo no aportó dinero u objetos. JAVIER LOYOLA PRIETO. 1764 – 1831 (Chuquipata). Sacerdote ordenado en 1788, que fue como misionero al Oriente y que regresó como párroco de Chuquipata. Es conocido por el apoyo efectivo brindado a los revolucionarios de Cuenca, levantados en armas el Tres de noviembre de 1820. El día cuatro, su participación, con gente de San Marcial de Chuquipata y de lugares aledaños, fue decisiva para tomar la plaza y apoderarse del gobierno local. Después de la derrota de los patriotas en Verdeloma fue perseguido y se refugió en Machala. Simón Bolívar le valoró por su patriotismo y por haber sido el primero en pedir la incorporación de esta región a la República de Colombia. Loyola fue cura de Chuquipata por muchos años, pues hay una certificación suya sobre una capellanía con fecha 15 de octubre de 1807. Posiblemente permaneció hasta 1825, por lo menos, año en el cual el cabildo le otorgó un certificado por su actuación en 1820 y por haber sido soldado del ejército que llegó a liberar a la ciudad de Cuenca en los años inmediatos.

SEGUNDO VERDELOMA. Antes de que se diera el desastre de Verdeloma, hubo otro muy grave, infringido por los españoles dirigidos por Francisco González a los patriotas, al mando de Luis Urdaneta, en Huachi, el 22 de noviembre de 1820. Se preveía que iría a terminar con la Revolución de Octubre, pero, al parecer por razones estratégicas, más bien se encaminó hacia Cuenca para sofocar a los insurrectos del Tres de Noviembre. Las tropas de uno y otro bando se enfrentaron en el Segundo Verdeloma, lugar cercano al cantón Biblián, el veinte de diciembre del mismo año. Los españoles eran seiscientos veteranos y experimentados soldados, mientras que los patriotas, quizá superiores en número, eran improvisados y estaban dotados de menor cantidad de armas y de municio nes. Una estrategia envolvente que les llevó a los españoles a lo alto del cerro y desplazó a los patriotas a los flancos, fue fundamental para el triunfo. Jugó mucho la inexperiencia en la derrota de los patriotas. No se ha estudiado con profundidad esta derrota y uno de los testigos del momento, el doctor Cayetano Ramírez Fita, considera que fue decisiva la falta de un oportuno envío de tropas y 57

Antonio Lloret cree que no hubo una investigación seria y que fue una decisión ligera la de suprimir su nombre de una de las calles de Cuenca. La nueva Comisión de nomenclatura de calles de Cuenca ha sugerido la restitución de su nombre y el Municipio resolvió positivamente en el 2013. 62


de armas que se pidió a Guayaquil, por la suma de 15.000 pesos. Tal vez los miembros de la Junta, que también estaban defendiendo su independencia, entregaron esa suma a un representante del José de San Martín, quien posiblemente no pudo adquirir las armas por falta de tiempo o por otros motivos que no conocemos. 58 Se calcula que el número de caídos llegó a los dos centenares y el de heridos a otro tanto. Comandaba las tropas patriotas el coronel José María Hidalgo de Cisneros. Su vencedor, el coronel español Francisco González, reasumió el poder en Cuenca y lo ejerció con tiranía. Estableció una Junta de Secuestros para decomisar los bienes de quienes habían participado en el proceso y de manera sumaria, en la Plaza de San Francisco mandó a fusilar a 28 patriotas en enero de 1821.59 Los que se salvaron viajaron a Guayaquil, donde se mantenía firmemente la independencia, o se escondieron en lugares de difícil acceso. En el análisis histórico se ha considerado que Verdeloma, si bien fue una pérdida dura para Cuenca, fue la salvación para Guayaquil, pues las tropas realistas y veteranas podían ir a esa ciudad y someterla, con lo cual se hubiera cerrado la puerta para el acceso del apoyo de Simón Bolívar y de su principal colaborador Antonio José de Sucre y quizá se hubiera retrasado o dilatado todo el proceso final de nuestra independencia. Los cuencanos de aquellos tiempos tuvieron que esperar por un año y medio más, para ser liberados definitivamente del dominio español. Verdeloma fue el bautismo de sangre de los patriotas de Cuenca, quienes más allá de la derrota, por falta de armas y de experiencia, supieron contribuir substancialmente, extremando su sacrificio, para los triunfos finales del ejército libertador. 60 LOS EMIGRADOS. En este lapso, algunos patriotas cuencanos se refugiaron en Guayaquil después de la derrota de Verdeloma y ofrecieron sus servicios a la causa independentista. El documento que anexamos da testimonio de ello: Su líder, José María Vázquez de Noboa cursó una comunicación en estos términos: Oficio dirigido al Presidente de la Junta Superior de Guayaquil. “Desde que he llegado a esta ciudad he visto con dolor el estado en que se hallan varios oficiales emigrados de Cuenca, cuya situación es capaz de comprender a los mismos opresores de América, que, abusando de la superioridad de fuerzas sobre aquella inerme provincia, causaron el desastroso suceso de que se halla V.S. impuesto. Si mi estado no fuera igual y aún más doloroso, tendría el placer de sacrificar lo mejor de mi subsistencia para alivio de tales necesidades; pero no siéndome posible, me queda el partido de manifestarlo a V.S. a efecto de que, haciéndolo presente a la Junta Superior, se sirva dictar alguna providencia, por cuyo medio logren estos patriotas, siquiera lo preciso para no padecer de necesidad en su país en que no tienen humano auxilio. 58

Diez mil pesos se entregaron a un oficial de las tropas de José de San Martín, lo que equivalía al valor de 1.000 fusiles. Esta deuda fue reconocida posteriormente. 59 Este dato corresponde a una tradición porque no se han encontrado los juicios sumarios que precedían a las ejecuciones. 60 Lo ha demostrado fehacientemente el gran historiador Alfonso María Borrero en su substancial obra titulada Cuenca en Pichincha. 63


No se me ocultan las atenciones y estrecheces en estas cajas y por esto es que, atendiendo a ellas, propongo a V.S. que dichos oficiales estarían consultados con medio sueldo de los que gozaban en Cuenca, donde son escasos comparativamente a los de esta plaza y para que este socorro sea menos gravoso, podría aún hacerse en fuerza al servicio que presten, previa una incorporación provisional en alguno de los batallones, si V.S. lo estimase conveniente. Para tal solicitud no se necesita más recomendación que la de ser uno el sistema y la causa que se sostiene, pero a esto debe agregarse que el Gobierno de Cuenca, en circunstancias no menos estrechas, decretó igual incorporación provisional y contribuyó sueldo íntegro a los oficiales de Guayaquil y tropa derrotada en Guache (Huachi), desde el momento en que se presentaban los que habían sufrido el revés de las armas, hecho que comunicado por mí a V.S. causó que dicha Junta Superior de esta provincia, al mismo tiempo de darme las gracias, se ofreciese en mutua correspondencia a practicar lo mismo en su caso. Dios guarde a V.S. muchos años. Guayaquil y enero 5 de 1821. José María Vázquez de Noboa.”61 Hemos localizado algunos documentos de quienes huyeron de las persecuciones, algunos de los cuales pidieron que se les enrole en Guayaquil. Las circunstancias habían cambiado y esperaban recibir algún reconocimiento por las nuevas autoridades republicanas. Citamos , entre otros los presentados por Joaquín Crespo, quien fue el más decido en desarmar a la guarda que protegía a los pregoneros, el 3 de Noviembre de 1820, y que intervino también en Verde Loma. Emigro a Guayaquil, donde sirvió en el Cuerpo de Cívicos. 62 Expuso que desde “el momento en que se trató de proclamar la dulce independencia en este suelo desgraciado [por] el despotismo hispánico y fui uno de los distinguidos en desarmar la guardia que se componía de una infantería de línea, sin más armas que la decisión a favor de la causa santa y el conocimiento de que cualesquiera sacrificios eran pocos para un ciudadano convencido del suave gobierno de la República, en donde el hombre procede libre como debe, persistiendo con este entusiasmo hasta que la poca disciplina y escasas armas cooperaron a la pérdida en el punto de El Verde (Verde Loma), donde resultó la emigración a la ciudad de Guayaquil y serví en el honroso Cuerpo de Cívicos, hasta que conseguí tomar algunos principios de milicia, hasta que se formó la expedición de las tropas de la República, y en el mismo momento me puse en marcha a reponerme en mi país.” Acompañó varios documentos y pidió que den testimonio Zenón de San Martín y Landívar, Tomás Ordóñez y Torres, Felipe Serrano, Pedro Zeas, Alonso Serrano y Cordero, Ignacio Ochoa, José Sevilla, Juan Pereyra y José Domingo Lamar. Todo se certificó con la rúbrica de un secretario.

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Cordero Íñiguez, Juan (transcripción y comentario), La República de Cuenca, Municipalidad, Cuenca, 2013. En esta obra hay más documentos relacionados con el proceso libertario de Cuenca y de Guayaquil. 62 Crespo participó en la batalla del Pichincha donde perdió la vida. 64


Similar exposición hizo Tomás Ordóñez, que en 1822 era ya un teniente capitán graduado y ayudante del gobernador. Expuso, con el mayor respeto que “en virtud de mis servicios hechos en favor de la causa de Colombia, el señor general intendente del departamento de Quito Antonio José de Sucre se dignó in voce conferirme la clase que expreso, destinándome al servicio de la ayudantía que está a mi cargo, según me lo comunicó verbalmente el señor coronel Tomás de Heres, gobernador de esta provincia”. Puso como testigos a Manuel Rada, Bartolomé Serrano, José de la Vega, Carlos Célleri, Mariano Gómez, quien fungió de secretario. También expuso sobre su participación en el proceso independentista León de la Piedra, quien ejercía las funciones de Escribano mayor de Gobierno y Hacienda Pública. Igualme nte expuso sus méritos Felipe Serrano. La exposición más larga y motivada fue la hecha por José María Vázquez de Noboa y López de Artiaga, general del Ejército libertador de las Cadenas, Jefe Político y Militar de la Provincia Libre de Cuenca, etc. 63

Libro enviado desde Guayaquil por el historiador Camilo Destruge.

63

Cordero Íñiguez, Juan, La Constitución de la República de Cuenca, Municipalidad, Cuenca, 2013. Parte de los documentos que constan en esta publicación se los ha transcrito y resumido en esta obra. 65


CAPÍTULO IV UNA LIBERTAD CONQUISTADA CON MUCHO SACRIFICIO De diciembre de 1820 a febrero de 1822 (66). Modos y formas de recaudación de fondos (68). Resoluciones tardías y unas pocas obras públicas (70). Estrategias preliminare s antes de la liberación final de Cuenca (71). Sucre en Guayaquil y en Cuenca (73). Antonio José de Sucre y la liberación final (80). Abdón Calderón Garaicoa (82). Otros nombres sobresalientes (84), Cuadro de honor de patriotas que lucharon por la Independencia de Cuenca (87)

DE DICIEMBRE DE 1820 A FEBRERO DE 1822. Eran los primeros años de la República de Colombia, liberada en su núcleo central en agosto de 1819, en la batalla de Boyacá. Había focos de resistencia chapetona, pero gobernaba como presidente Simón Bolívar. En Cuenca ya se recibían comunicados y memorandos del gobierno de Colombia, como una copia del decreto expedido por el Vicepresidente de la República por la muerte de Thomas Jefferson y de John Adams, ex presidentes de los Estados Unidos, pero también hubo disculpas de quienes no habían colaborado con Francisco González, como Vicente Serrano, que le expuso los motivos por los que no podía contribuir dando dinero en calidad de préstamo para la compra de raciones para el ejército. 64 Junto a Francisco González estuvo el coronel Antonio Arteaga, quien ejerció la última gobernación española, la jefatura política, la intendencia y la comandancia militar de Cuenca, precisamente desde el 3 de Noviembre de 1820. Contó como ayudante al español Francisco Eugenio Tamariz Gordillo. Cesó en julio de 1821. Previamente fue nombrado por Melchor Aymerich como jefe político subalterno y comandante militar interino de la provincia de Cuenca. Fue un lapso de despotismo, requisas, empréstitos forzosos y extorsiones a los ciudadanos, con contribuciones obligadas para el mantenimiento del ejército español. Fue más de un año de terror, similar al que se implantó en esta misma ciudad entre los meses de agosto y diciembre de 1809. Cuenca vivió años muy difíciles, de enormes sufrimientos. Cada vez fueron más frecuentes las solicitudes a los vecinos que las daba Francisco González, quien obligó frecuentemente a entregar camisas y ropa por cantidades superiores a las 2.000 unidades, así como raciones alimenticia s, abundante pan, velas, aceite y cantidades de aguardiente… Todo esto hasta el último día de permanencia del gobierno español, es decir, hasta el 20 de febrero de 1822. El coronel Antonio Arteaga nació en la provincia de Vizcaya, en el partido judicial de Bilbao. Ejerció la gobernación de Quijos y Archidona. En Cuenca fue alcalde de la Santa Hermandad, capitán de la cuarta compañía de regimiento de milicias de infantería, en 1790; fue alcalde de segundo voto en 1797. En 1811 estuvo de capitán de la compañía de granaderos de las milicias regladas en Cuenca. Intervino en los enfrentamientos contra los

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ANH/C, C. 35.014. Cuenca, Gob. Adm. 09/07 - 19/05/1820 -1821. 66


revolucionarios quiteños en sus primeros intentos libertarios. Ascendió a teniente coronel, luego a coronel graduado y por fin a coronel de los reales ejércitos.

Durante este lapso, el último de la dominación española, se continuó con la cotidianidad , pero con gran tensión. En el Cabildo eran sus miembros Juan Dávila, Joaquín Crespo, Carlos Sélleri e Idrovo, Juan Domínguez Gómez, Antonio Carrión, Antonio Coronel, Tomás de Veintimilla, Manuel Chica y Astudillo, Carlos José Fernández, Francisco Moscoso, Bonifacio Pazmiño. Seguía como secretario el escribano Juan Izquierdo del Prado. Miguel Malo fue elegido como procurador síndico. 65 Las sesiones eran continuas, a veces diarias, y como algunos regidores se ausentaban, se estableció una multa de 200 pesos por la inasistencia, destinados al mantenimiento de las tropas. Sus actas encabezaban con la expresión en Santa Ana de Cuenca del Perú. El Cabildo recibió la orden del presidente de la Audiencia Melchor Aymerich, de entregar una lista de los implicados en la rebelión de noviembre de 1820. Antonio Arteaga en cambio pidió datos, con reserva, sobre el “mal manejo y peor conducta de José Noboa… en tiempo que fomentó como principal cabecilla la insurrección en esta ciudad.” Por disposición de las autoridades se celebraron los triunfos de las armas reales ilumina ndo la ciudad con ceras y velas, con un egreso de 19 pesos. Se continuó con la tradición de hacer bendecir las candelas, en ceremonias especiales, con un costo de 84 pesos. Los bienes de los patriotas fueron confiscados, fuera de los ya citados de Vázquez de Noboa y de la familia Ordóñez, estuvieron los de José Cisneros, Miguel del Pino, Pedro Rodríguez, Francisco Chica, Pedro Argudo, Pablo Heredia, Pedro Guillén. Se obligó a reclutar por la fuerza a 380 hombres blancos y a falta de estos a indios solteros de buena estatura y robustos. El clero debía dar una contribución mensual en pesos igual que algunos vecinos adinerados. Al Cabildo civil se le obligó a equipar 34 camas en el hospital. La no colaboración se interpretaba como alta traición. 65

Fue padre de Benigno Malo Valdivieso. 67


Se estableció una Junta Militar y eran sus máximas autoridades el comandante Francisco González y Antonio Arteaga, coronel graduado que había recibido el rimbomba nte nombramiento de teniente jefe político subalterno, intendente y comandante militar de esta provincia, que en resumidas cuentas era el de gobernador, quien cesó en julio de 1821. Cuando González tuvo que marcharse a Quito, quien le reemplazó fue el español Francisco Eugenio Tamariz, que posteriormente, con la intervención de Antonio José de Sucre, se adhirió a los principios republicanos y prestó importantes servicios a la ciudad y al Ecuador. MODOS Y FORMAS DE RECAUDACIÓN DE FONDOS. Para facilitar la obtención de recursos, el comandante Francisco González creó la Junta de Secuestros, la que frecuentemente se dirigió al Cabildo en duros y exigentes términos como el siguiente: “por la suma escasez del erario, que no alcanza a cubrir aquellas precisas e indispensables atenciones que requiere el sustento del soldado, se ve en la necesidad de hacer esta manifestación, con el objeto de que entre los vecinos pudientes de esta ciudad, y su provincia, excepto el pueblo del Cañar, se cubra la desnudez de sus valientes soldados, por medio de un repartimiento proporcionado a las facultades de cada uno, hasta completar el número de dos mil cuatrocientas camisas, y otros tantos de pantalones de buen género blanco…”66 En otra comunicación insistió al Cabildo sobre una petición anterior para que se reúnan 962 reclutas blancos y que si eso no era posible que “echen manos de indios solteros de buena estatura y robustos y no débiles y enfermos.” Uno de sus problemas era la deserción, por lo que estableció una multa de 100 pesos, que debían pagar quienes desertaban, los retenían u ocultaban, todo destinado al mantenimiento de su ejército. De las erogaciones no se exceptuaban ni los religiosos, a quienes se les pidió contribucio nes en dinero (4.000 pesos), caballos, mulas, pantalones, camisas y alimentos. Se les dijo que sus aportes eran importantes para “evitar lamentables consecuencias que momentáneamente amenazan y se conceptúan irreparables”, lo que, en otras palabras, era la independencia política, que la presentaban como vinculada con el ateísmo y el irrespeto a la Iglesia, como había ocurrido con Napoleón Bonaparte. Francisco Eugenio Tamariz, expresó que se necesitaba una casa inmediata a la del hospital real, que provisionalmente sirva para sesenta camas de enfermos de la tropa. El Cabildo decidió que sea la casa de Dionisio Heredia y que se actúe de acuerdo con el físico (médico) don Lorenzo Rodríguez. Se escogió en varias ocasiones a los vecinos más pudientes para que den contribuciones de 4.000, 1.000, 200, 150 y 100 pesos. A unos pocos se les exigió menores cantidades. Empréstitos. Se pidieron préstamos a las testamentarias de personas que habían dejado algunos bienes y dinero. Quienes se oponían serían apresados y considerados como enemigos de la nación. También se acudió a las personas notoriamente acaudaladas como 66

Libro de Cabildos de 1821. 68


Manuel Avilés, a quien se le dio veinte y cuatro horas para que sufrague diez mil pesos. Avilés alegó que no tenía esa suma para prestar. El Cabildo también resolvió que Francisco Xavier Arcelius, ausente en España, haga un empréstito de medio sueldo para el mantenimiento de las tropas. El vecino Manuel Veintimilla Domínguez manifestó no tener dinero para cumplir con el empréstito de unos mil pesos solicitados por el Cabildo y que, a efecto de manifestar su fidelidad y adhesión a la justa causa, entregaba el trigo que tenía acopiado y que, para llenar el total de la cantidad ya referida, tenía a bien hacer denuncia de las personas que poseían en el distrito de Chuquipata fondos que podían ser solicitados. Así se procedió y, además, fueron escogidos varios vecinos de Gualaceo, Paute, Biblián, Quingeo y otros lugares para que hagan empréstitos. También se pidió un préstamo a la tesorería de diezmos. Se contestó que los caudales estaban en poder de la mujer del tesorero don Manuel Landívar. Consultada, ella dijo que ya los había distribuido. Contribuciones de otros lugares de la jurisdicción. Se tomaron decisiones para que Loja, y Zaruma contribuyan con los gastos que se necesitaban para el sostén de las tropas establecidas en Cuenca. Loja entregaría 4.000 pesos y 400 cabezas de reses y Zaruma 1.000 pesos en sal, arroz o dinero. También se resolvió que Alausí debía dar su contribuc ió n. Además, se dispuso que remitan camas con un colchón, sábanas, cubrecama y una almohada, de acuerdo con la siguiente distribución: el pueblo de Gualaceo cinco, el de Paute cuatro, el de Azogues cinco, el de Biblián tres, el de Sidcay cinco, el del Valle tres, el de Pagcha cuatro, el de Sígsig dos, el de Quingeo cuatro, el de Girón tres, el de Nabón tres, el de Oña dos, el de Guachapala cuatro, el de Cañar seis y el de Cumbre dos. Al ya mencionado Manuel Avilés se le comisionó para recaudar los fondos de Loja y se nombró como procurador general a José Agustín de Celis. Transcurrido un tiempo prudencial se asustaron los regidores porque no retornaba Avilés de su cometido. Loja se resistió a dar los auxilios, en cambio sí lo hizo Zaruma, por lo que se le agradeció. Santiago Bermeo, alcalde constitucional primero del pueblo del Cañar, dijo que teniéndose en consideración los juntos obstáculos que le impedían hacer el empréstito de quinie ntos pesos, se le admitiese la cantidad de doscientos pesos en calidad de donativo voluntario. Se aceptó su oferta y se le agradeció. Necesidad de aguardiente. En las actas del Cabildo constan los reiterados requerimie ntos relacionados con el suministro de aguardiente para las tropas. Se exigieron provisio nes diarias, pero se dijo que “este pobre y miserable vecindario, no alcanza a sufragar la ración diaria de aguardiente a más de los de alimentos necesarios de las tropas” y se resolvió inicialmente que un día sí y otro día no se diese la ración de licor, llegando después de esto a no poder soportar aún esta resolución, por lo cual solo se suministraba aguardiente en los días festivos. El Cabildo, amedrentado por las autoridades españolas, sesionaba a veces cotidianame nte, pues les amenazaba una multa que ascendía a 200 pesos por cada inasistencia. 69


Ante todas estas exigencias los perjudicados decían que eran tan excesivas las contribucio nes que ya no podían hacer más sacrificios. Azogues, alegando extrema pobreza, pidió que se limiten las contribuciones pedidas. En resumen, la situación económica y los problemas político militares mantuvieron a la ciudad en difíciles condiciones y en los poblados abundaban los mendigos y los discapacitados, algunos con fingimiento para no ser llamados a campaña. RESOLUCIONES TARDÍAS Y UNAS POCAS OBRAS PÚBLICAS. El Cabildo recibió muy tardíamente la notificación sobre la abolición de las mitas y los repartimientos de indios; por ello se resolvió que los indios que estaban sirviendo en la ciudad vayan a sus respectivos pueblos. A más de tantas contribuciones se impusieron algunas celebraciones forzadas por los triunfos de las armas españolas, ordenando la iluminación de la ciudad con ceras y velas, previame nte bendecidas en ceremonias religiosas y disponiendo, con amenazas la imposición de graves multas. En una oportunidad se pidió que se recuerde a las víctimas del 2 de mayo de 1808, fusiladas en Madrid, en el barrio de la Moncloa, cuando se levantaron contra las tropas francesas, defendiendo su libertad, conculcada por los Bonaparte. Ese mismo anhelo de libertad, en nuestras ciudades, era reprimido y condenado con fusilamientos. El Cabildo dispuso que se haga un terraplén en la plaza y se componga la pila de agua. Para ello resolvió llamar “a los alcaldes, mandones y regidores de las parroquias de San Blas, San Sebastián, San Roque y Baños, para que congreguen a todos los indios que puedan con sus lampas, cajones y cueros, para que se practique inmediatamente lo dispuesto para limpiar y componer la expresada plaza mayor bajo la dirección del señor teniente coronel don Francisco Eugenio Tamariz.”67 De mayor trascendencia fue la resolución de que se pongan en práctica algunas reformas tramitadas en las Cortes españolas como el compromiso de establecer escuelas públicas en los pueblos de cada cabeza de parcialidad. Dice el acta: En el “Cabildo se tuvo presente la forzosa obligación de establecer las escuelas de primeras letras, conforme a lo dispuesto por nuestra sagrada Constitución, y notándose que en el día se hallan extinguidas las que habían con perjuicio de la juventud, y la responsabilidad a que se halla sujeto el presente gobierno acordaron se proceda al indicado restablecimiento, nombrándose un ciudadano adornado de las calidades necesarias para obtener el destino de maestro de primeras letras, con la dotación necesaria.”68 También se dieron a conocer los tratados de armisticio y regularización de guerra concluidos entre el general en jefe de las tropas españolas Pablo Morillo y el Presidente de la República de Colombia Simón Bolívar.

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Libro de Cabildos de Cuenca. Año 1821. Libro de Cabildos de Cuenca. Año 1821. Recordemos que en 1820 se puso nuevamente en vigencia la Constitución de Cádiz, aprobada en 1812 y derogada en 1814. 68

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ESTRATEGIAS PRELIMINARES ANTES DE LA LIBERACIÓN FINAL DE CUENCA. Por razones estratégicas, Antonio José de Sucre, que llegó para defender a Guayaquil y liberar al resto del país, envió al sargento mayor Francisco María de Frías para que distrajera a una parte de las fuerzas españolas que estaban acantonadas en Cuenca, bajo el mando del coronel Francisco González. A Frías le acompañó Tomás Ordóñez. También envió a otro militar, el capitán Santiago Luco, primero a Loja y después a Riobamba. Quería dividir las fuerzas de Melchor Aymerich, quien dispuso que González salga de nuestra ciudad hacia el norte, dejando al frente de una guarnición a Agustín Agualongo y al teniente coronel Carlos Marín. En ese año, unas pocas personas se atrevieron a desafiar las órdenes de las autoridades españolas, ocultándose o poniendo pretextos, salvo el caso decidido de Santiago Bermeo, alcalde de Cañar, quien debía transportar 10.000 raciones alimenticias y 100 reses y que una vez recibidas, las hizo desviar y desaparecer. Las autoridades españolas, al conocer este hecho, exigieron la entrega de 2.000 raciones, aguardiente y velas para enviarlas al pequeño poblado llamado Jesús María y a Naranjal, donde estaban las tropas españolas dirigidas por el coronel Francisco González. El Cabildo cuencano mandó a un comisionado para que informara sobre las tropas liberadoras que venían por Pucará y Chaguarurco y Frías mandó una comunicación para que Agualongo y sus tropas desocuparen nuestra ciudad. El Cabildo ampliado, compuesto de una mayoría fidelistas, quiso afrontar la situación en una sesión ampliada y así, el 18 de septiembre “acordaron se proceda a la reunión de todas las corporaciones y ciudadanos que representan al pueblo, para consultar la conciliación del orden y seguridad de la provincia, sea cual fuese la contestación del indicado comandante.” Participaron y decidieron con dilatorias Juan Dávila, Mariano Isidoro Crespo, Juan Domingo Gómez de Arce y Villamil, Antonio Coronel, Manuel Avilés, Bernardino Alvear, fray Ignacio de los Reyes (guardián), fray José Pastor (prior de los Agustinos), fray José Terán (comendador), fray José de San Miguel (prefecto). Actuó como secretario Mariano Gómez. Un día después Frías envió otra comunicación y luego otra, el 20 de septiembre. En esta última pidió 30 caballos, raciones diarias para cien hombres y la preparación de mayores cantidades para todo el batallón que estaba por llegar. El Cabildo informó que no había raciones ni caballos y se comisionó a varios ciudadanos para que consigan animales y provisiones, para lo que nombraron como tesorero de las donaciones a José Cárdenas. Los españoles abandonaron la plaza, tomada por menos de un día (20 de septiembre de 1821) por Francisco María Frías, quien se reunió con algunos patriotas republicanos, entre los que estaban Custodio Veintemilla, su espía de confianza y Tomás Ordóñez, quien había llegado clandestinamente para auscultar el real poder que tenían los españoles e informar a Antonio José de Sucre. Regresó Agustín Agualongo y expulsó al militar patriota, quien, con su presencia, cumplió con el plan estratégico previsto por Sucre. La represalia de los españoles contra los simpatizantes de la libertad política, después de este hecho, fue mayor. El 12 de septiembre de 1821, en el segundo Huachi, habían triunfado las fuerzas realistas dirigidas por Aymerich; de inmediato se informó al Cabildo de Cuenca, que acordó, el 22 de 71


septiembre, por petición del capitán español Vicente Ruiz, proceder, “por vía de secuestro a extraer los frutos aplicables de reses y menestras para el sostén de las tropas de los individuos siguientes: Dn. José María Borrero, Dn. Francisco Pastor, Dn. José Ayora, Dn. Manuel Sempértegui, Dn. José Hinostroza, Dn. Ignacio Merchán, Dn. Salvador Valdivieso, Dn. Baltasar Valdivieso, Dn. Mariano Mora, Dn. Melchor Alvarado… Dn. Pedro Argudo, Dn. Carlos Domínguez, Dn. Tomás Novillo, Dr. Fernando Coronel y Dn. Pablo Heredia” (estos cinco últimos de la jurisdicción de Azogues). Incluyeron a Dn. Manuel Chica, Dn. Manuel Avilés, Dn. Manuel Esparza y al Dr. Dn. Ramón Barberán. También se dispuso que los alcaldes de los barrios informen de toda novedad, especialme nte de desplazamientos de ciudadanos, bajo la amenaza de graves sanciones. El 28 de septiembre salieron de Cuenca Vicente Ruiz, Agustín Agualongo y otros militares, quedando esta plaza nuevamente al mando del coronel Francisco González, quien continuó las persecuciones, mientras los simpatizantes de la libertad se escondían y ocultaban sus principales bienes. Al fin, por acuerdos entre las partes litigantes: Sucre y Aymerich, se redujeron las persecuciones de uno y otro lado. Loja se dirigió a Cuenca para comentar sobre la actuación de Frías. Una comunicac ió n fechada el 9 de noviembre decía… “unificaremos cuantas medidas sean adaptables a la conservación de la justa dependencia a la gran nación española.” Entre otras actividades del Cabildo, de las autoridades y de los vecinos, consta la certificación solicitada por Fausto Sodupe, arcediano de la iglesia catedral, sobre su buena conducta, arreglados procedimientos y sobre la persecución y hostilidades que padeció en tiempo de la rebelión de independencia. Diariamente había abandonos del ejército español por los reclutas y creció una multitud de mendigos que vagaban por los pueblos, so pretexto de haber sido inutilizados en campañas militares y decían que vivían a costa de la pública compasión. Se prohibió, por una antigua real orden de 1814, la creación de nuevos ayuntamientos. Esto se recordó porque los vecinos del pueblo de Pucará habían pedido que se establezca un ayuntamiento constitucional. En un oficio del presidente se dieron las gracias por haber desempeñado el cuerpo capitular con actividad, celos y esmero, en beneficio del cuerpo de tropas, llenando los encargos del señor coronel comandante en jefe don Francisco González. Se dio a conocer que se debía proceder a la elección de electores de diputados para las Cortes. En enero de 1822 se conoció la noticia de que llegaría a Cuenca una división peruana al mando del coronel Andrés de Santa Cruz, ante lo cual González dispuso que todos los vecinos de 18 a 50 años se integren al ejército español y que haya una nueva contribuc ió n forzosa de víveres, ganado, armas y dinero. Como último acto dictatorial dispuso el 12 de enero que se levantara un monumento como recuerdo de su reincorporación a la corona

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española y que se lo festejara con alumbrado de la ciudad, repique de campanas y lanzamiento de cohetes y bombardas. El 4 de febrero se dispuso que se reúnan 200 reclutas y que se unan todos los gremios de artesanos para enfrentarse a Antonio José de Sucre, que ya avanzaba hacia Cuenca. Dentro de las filas libertadoras venía también el futuro primer gobernador republicano, Tomás de Heres. El Cabildo debía, por su parte, entregar galletas, sal, arroz, velas, mulas y raciones alimenticias diarias para la tropa. Todo se hacía a la fuerza y con saqueos de haciendas, tiendas y casas. Carlos Tolrá fue a Girón, al encuentro de Sucre, el 9 de febrero, y allí desencadenó otros saqueos, incluyendo bienes de la Iglesia y haciendas, de las que tomaron sus herramientas. No se presentó a la batalla, huyó de retorno, tomó los dineros de las cajas reales y abandonó definitivamente la ciudad el 20 de febrero. En las filas de los militares realistas que cumplió funciones en Cuenca estaba el español americano Agustín Agualongo Almeida, quien nació en Pasto en 1780 y murió en Popayán en 1824. Inicialmente fue un artesano pobre que en 1811 ingresó a la tercera compañía de milicias del rey. Luchó contra Pedro Montúfar en 1811, perdiendo y huyendo a Pasto. Ascendió a cabo y luego a sargento. En 1816 llegó a teniente. Hasta 1819, junto a los realistas, persiguió a los patriotas. El triunfo de Bolívar en Boyacá terminó con el gobierno español en gran parte de Nueva Granada, pero aún se mantuvo un foco realista en Pasto, que estaba bajo la jurisdicción de la Audiencia de Quito. Aymerich incluyó en sus filas a Agualongo. Luchó contra Sucre y contra los patriotas cuencanos, venciéndoles junto a González en la batalla de Verdeloma, el 20 de diciembre de 1820, quedando como jefe militar de Cuenca. Sucre venció en Yaguachi el 19 de agosto de 1821. Agualongo organizó su retirada de Cuenca el 20 de septiembre, pero como triunfaron los realistas en el segundo Huachi, se mantuvo en nuestra ciudad hasta enero de 1822, fecha en la que entregó el mando al coronel Carlos Tolrá. Se integró al ejército realista, pero no participó en la batalla del Pichinc ha, partiendo para Pasto, donde se fortaleció e inició una guerra de guerrillas. Hubo derrotas y triunfos de los patriotas. Agualongo llegó a tomar Ibarra el 12 de julio de 1823. Interviniero n Juan José Flores y Simón Bolívar y el pertinaz realista volvió a refugiarse en Pasto, de allí huyó a Buenaventura, donde lo venció Tomás Cipriano Mosquera y después el general José María Obando, quien le tomó prisionero, enjuició y fusiló el 13 de julio de 1824. Le había llegado en esos días el ascenso a general de brigada. SUCRE EN GUAYAQUIL Y EN CUENCA. La Junta de Gobierno de Guayaquil se dirigió a Bolívar, a menos de tres meses de haber obtenido su libertad, pidiendo apoyo para mantenerla y llevar adelante la liberación general de la antigua Audiencia. El Libertador tomó la decisión el 2 de enero de 1821 y resolvió mandar los batallones Santander, Guías y Albión y sobre todo a Antonio José de Sucre quien, el 15 de mayo de 1821, suscribió el acuerdo que declaró a la provincia de Guayaquil bajo los auspicios y protección de la República de Colombia. Dice Camilo Destruge: “No podía ser más acertada la elección, el

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general Sucre, joven aún de treinta años… en él habían madurado los dones del espíritu, y tenía con la actividad del joven, la severa dirección del hombre experimentado…”69 Con diversa suerte se dieron los combates de Huachi, Yaguachi y Tanizagua. En 1822 se aclaró la estrategia, cuyo objetivo era terminar con el dominio español en lo que fue la Audiencia de Quito y para ello se contó con tropas ofrecidas por José de San Martín, que llegarían del Perú, dirigidos por los coroneles Andrés de Santa Cruz y Tomás de Heres. Es importante resaltar que hubo acuerdos claros entre Simón Bolívar y José de San Martín para mantener los logros obtenidos hasta 1821 y proyectar la liberación final de todo el Perú, donde se habían concentrado las fuerzas realistas en varios lugares de la Sierra y en el puerto fortificado del Callao, cercano a Lima. El primer paso fue apoyar con unos mil soldados, quienes debían ponerse a las órdenes de Sucre, sin otra consideración que la de acatar sus disposiciones, pues tenía una misión y una jerarquía superior. Esta confluencia de fuerzas provenientes de los dos grandes libertadores de América, comenzó a dar los resultados que se esperaban, a partir del encuentro de las tropas al sur de Cuenca y a su acción conjunta para liberar a la ciudad.70 Sucre formó en Babahoyo una división de alrededor de unas mil personas, integrada por sobrevivientes de los batallones Santander, Albión y Paya. Salió de Samborondón el 22 de enero de 1822. El 23 fue despedido por los guayaquileños. Convino en encontrarse con los refuerzos peruanos en Machala, pero hubo problemas, lo que retrasó la unión de las dos fuerzas. El 25 de enero llegaron a Naranjal. De allí Antonio José de Sucre envió una Proclama: “¡Cuencanos! Las armas americanas os conducen a la suspirada libertad. Los hierros de la ignominia, que os oprimen, caerán sobre la cerviz de los tiranos, cuyos intereses habéis servido violentamente. ¡Cuencanos! Brilla ya la hora de la paz en el horizonte de Colombia. Preparaos a gozar de ella y de las benéficas leyes con que un pueblo libre se constituye por sí mismo glorioso y feliz. La sola expresión de vuestros deseos va a facilitaros los bienes de la Independencia, que ha costado a otros pueblos doce años de lucha, de desolación y de sangre. Llamados en los últimos momentos a labraros vuestra dicha, justificad que sois dignos de poseerla por vuestra resolución y vuestras virtudes. ¡Cuencanos! Volad a uniros con los defensores de la Humanidad, de vuestra religión y de vuestros derechos.

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Destruge, Camilo, La Revolución de Octubre y Campaña Libertadora , Imprenta Elzeveriana, Barcelona Guayaquil, 1922. 70 No se ha destacado mayormente este apoyo de José de San Martín, cuya contribución fue decisiva para la liberación de Cuenca y de las demás ciudades, hasta la batalla del Pichincha. 74


Cuartel general de Naranjal, a 25 de enero de 1822.”71 Al comentar esta proclama, Luis Andrade Reimers dice: “… Es plenamente justificable que el joven general venezolano no conociese los antecedentes históricos de la ciudad de Cuenca, en lo relacionado a su lucha contra los españoles por la consecución de su independencia… Si Sucre hubiese estado presente en Cuenca el 3 de noviembre de 1820 y en la masacre subsiguiente del 20 de diciembre del mismo año en Verdeloma, jamás habría podido decir que los cuencanos habían sido llamados en último momento a las luchas por la libertad, ni menos que iban a conseguir la independencia con la sola expresión de vuestros deseos. Sin embargo, no sería justo exigir conocimientos históricos locales en un joven y recién llegado general venezolano, consagrado a la acción en cuerpo y alma.” 72 Avanzaron hasta el río Jubones y ascendieron por la cordillera, por sendas difíciles y con un clima invernal muy lluvioso. El 06 de febrero, desde Yulug, Sucre envió una carta a Custodio Veintimilla, colaborador en la tarea liberadora en Cuenca. Le agradeció y le instruyó para que reduzca el poderío del enemigo español. Más adelante, ofreció a los desertores del ejército realista que lo hicieran con armas diez pesos y a los que llegaban con caballo catorce pesos. Las tropas libertarias avanzaron sin dificultades hasta Yunguilla, a unos sesenta kilómetros de Cuenca. En el camino se habían unido ya las tropas peruanas del corone l Andrés de Santa Cruz. Estuvieron en las huestes libertarias el joven Abdón Calderón, Alejandro Vargas Machuca, Tomás Ordóñez, Joaquín Crespo, José Moscoso, Vicente Toledo, Zenón de San Martín, Manuel Chica, José Sevilla, todos distinguidos cuencanos. El virrey general Juan de la Cruz Murgueón ordenó a sus subalternos, incluyendo al coronel Carlos Tolrá, que estaba en Cuenca, que no ofrezca combate sino en condiciones ciertas de poder triunfar. Tenía entre novecientos y mil doscientos soldados, siendo veteranos y experimentados unos quinientos. Al medir las fuerzas, prefirió huir hacia Riobamba y Sucre, muy oportuno, dispuso que los coroneles Federico Rash y Luis Urdaneta salieran en su persecución. Sobre la entrada de Antonio José de Sucre en nuestra ciudad, el 21 de febrero, los historiadores han emitido diversos criterios, pues mientras Pedro Fermín Cevallos comentó que se le recibió con ardor y entusiasmo, el mismo protagonista comentó que hubo un tímido entusiasmo y ello se podía explicar por las condiciones de extrema pobreza que se vivía en ese entonces, pues las guerras, desde diciembre de 1820 hasta esa fecha, con las extorsiones de Francisco González, habían sido extremas y agotadoras. Se ha calculado que llegaron con Sucre y Santa Cruz alrededor de dos mil doscientos soldados, a los que había que mantener hasta que se organicen para emprender la marcha hacia Quito, destino final del proyecto de liberación. En efecto, se exigieron nuevas contribuciones humanas y otras en dinero, víveres y acémilas.

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Archivo de Sucre. Citado por varios autores, entre otros, por Luis Andrade Reimers en Sucre en el Ecuador. Andrade Reimers, Luis, Sucre en el Ecuador, Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1982. Segunda edición: Corporación Editora Nacional y Universidad Andina Simón Bolívar, Quito, 1995. 72

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El presidente del Cabildo municipal, Bartolomé Serrano, dio el principal discurso de bienvenida. Entre otras expresiones, comentó que le agradecía a nombre de la ciudad “por las benéficas y generosas operaciones con que se ha conducido en la ocupación de esta plaza con el sagrado objeto de transformar su gobierno al nuevo establecimiento de la República.”73 Desde su llegada Antonio José de Sucre asumió el mando de todas las tierras liberadas. La antigua papelería que llevaba las armas españolas fue sustituida paulatinamente por una nueva, sumamente sencilla, con el escudo de Colombia y en los encabezados de los documentos se dejó de utilizar la expresión en Cuenca del Rey, sustituida por en Cuenca Libre, y al poco tiempo solo con la frase en Cuenca, República de Colombia.

Libro inicial de las nuevas actas de Cuenca ya finalmente independiente. Papel sellado donde conste Cuenca Libre.

Nuevo Libro de Cabildos, a partir de la liberación definitiva de 1822.

De hecho, Sucre consideró a Cuenca desde su llegada ya como parte de la República de Colombia. La ciudad sería su cuartel general por algún tiempo, pues en ella se prepararía para emprender la tarea final de liberar a toda la Audiencia de Quito. A sus comprobadas cualidades militares debía unir otras, la de un hábil político y administrador. En nuestra ciudad comenzó a ejercerlas y sus acciones fueron fructíferas tanto para esa hora como para ejercitarse en cumplir responsabilidades políticas y administrativas que le dieron experienc ia para cumplir otras en Quito y Bolivia, dentro de sus cortos años de vida. Inicialmente, para descargar las responsabilidades políticas, comenzó a emitir resolucio nes importantes: el 23 aprobó un decreto, nombrándole como gobernador a Tomás de Heres,

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Citado por V. M. Albornoz en la revista Tres de Noviembre N° 46 y 47 de los meses de noviembre/diciembre de 1939. 76


quien había formado parte del ejército de Andrés de Santa Cruz. Su solemne posesión se hizo ante el Cabildo. Heres, con la participación de las autoridades, dispuso que se reúnan todos los cuerpos y corporaciones y, por medio del presidente del Ayuntamiento, se le exprese al general Sucre el agradecimiento de los vecinos de Cuenca para él y para la República de Colombia, pues habían salvado a la ciudad de los males con que había sido devastada y confundida en la más funesta situación por la arbitrariedad y el despotismo… Sucre dispuso que se ilumine la ciudad y que el 25 se dé gracias a Dios. “Siendo el primer deber del hombre dirigir sus oraciones al Ser Supremo por los bienes y felicidad que concede a los pueblos, se celebrará mañana en la Catedral una misa de gracias, para la cual se convida a todos los ciudadanos que quieran asistir con las tropas a solemnizar ante el Dios de la Justicia la entrada de las Armas Libertadoras a esta capital.”74 Sucre ofreció recompensas para quienes donen sus caballos y socorran de una u otra forma a la División Libertadora. El 26 informó a Santander que las tropas enemigas se habían establecido en Cañar, pues pensaban reconquistar Cuenca. Ello conllevaba la necesidad de que el Cabildo integre una Junta auxiliadora para el ejército, por lo que se dirigió en estos términos: “Las armas liberadoras han entrado en esta capital, protegidas del Dios de la Paz, porque sus enemigos no se han atrevido ni aun a mirarlas. Nuestros deberes están satisfechos hacia Cuenca; para emanciparla y para sostenerla hemos traído todos los elementos de guerra que es posible conducir: hombres, armas, municiones y nuestra sangre que será vertida para defender los derechos de este país.” La respuesta del Cabildo fue inmediata, pues el 27 organizó una Junta de Auxilios para la subsistencia de las tropas liberadoras, integrada por el gobernador Tomás de Heres, el regidor Manuel Chica y Astudillo, el representante del clero Mariano Isidro Crespo, el representante del Cabildo eclesiástico Bernardino de Alvear, el comerciante José Cárdenas, el agricultor José María Borrero, el responsable de la caja nacional José Orellana y el escribano León de la Piedra. Su duración fue corta pues, casi de inmediato, todo el Cabildo asumió esta responsabilidad. En esa fecha estuvo integrado por Bartolomé Serrano, Manuel Chica y Astudillo, Juan Domingo Gómez de Arce y Villamil, Carlos Séllere (sic), Antonio de Carrión y Manuel Ochoa. Actuaba como secretario Mariano Gómez. Tarea primordial fue seleccionar a las personas pudientes de toda la jurisdicción y distribuir una cuota económica que debían entregar primero en calidad de donación y después como un préstamo. El 10 de marzo, Sucre abolió el estanco de alcoholes para que los cañicultores más bien contribuyan con un tributo por los productos elaborados. Invitó a que regresen a Cuenca a quienes huyeron, con la condición de que juren fidelidad y obediencia a las nuevas leyes, lo que pronto fue acogido por los canónigos de la Catedral, unos retornando, previa solicitud de licencia y otros haciéndolo de hecho. 75 Pasado un tiempo declaró vacantes los cargos de quienes habían huido y no retornaron en el plazo establecido y ampliado por él. Sin embargo, 74

Estas y las subsiguientes citas provienen del Archivo de Sucre. Los canónigos que retornaron fueron confirmados provisionalmente por Sucre, pues la definitiva debía llegar desde Santa Fe de Bogotá. Recordemos que en esa época eran funcionarios que cobraban una remuneración. 75

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las dos decisiones de mayor trascendencia fueron, el decreto expedido el 12 de marzo, con el siguiente texto: “Los indios serán considerados en adelante como ciudadanos de Colombia, y los tributos que hacían la carga más pesada y degradante a esta parte desgraciada de la América quedan abolidos con arreglo a los decretos del Congreso General…”76 La otra fue la creación, el 20 de marzo, del Tribunal de Justicia de Cuenca, con tres minis tros y un fiscal: Salvador Pedrosa, José M. Lequerica, Miguel Malo y Agustín Celi. Después nombró como asesor jurídico al guayaquileño Vicente Espantoso. En tan solemne acto Sucre pronunció un discurso en el que exaltó el respeto que se debe tener a las leyes republica nas aprobadas después del sacrificio de doce años de guerras. Leyes que igualan al más desventurado con el más favorecido ciudadano. El Tribunal, por estar aún Quito bajo el dominio español, tuvo una amplia jurisdicción y por ello se lo podría considerar como una Corte Suprema de Justicia, que fue en su momento, reemplazada con la que se estableció en nuestra capital. Pasaron unos años y en 1831se creó lo que se llamó Corte de Apelaciones y después, por mucho tiempo, Corte Superior de Justicia y que hoy lleva el nombre de Corte Provincial. Con la confianza en el poder de las leyes y en la vigencia de la Constitución de Cúcuta, solicitó el envío de muchos ejemplares para que los conozcan y expliquen a los jóvenes, las personas más notables de la ciudad. También solicitó el envío de las leyes y decretos que se habían emitido desde Bogotá. En abril decretó la creación de un cuerpo de Milic ias Nacionales para resguardar al nuevo gobierno. 77 El 29 de marzo Sucre contrastó la poca colaboración del Cabildo para financiar los preparativos de su acometida final frente al entusiasmo del pueblo, que se sacrificaba hasta el límite de sus posibilidades. Dijo en una comunicación, que tal vez no apreciaban en su real valor, porque quizá estuvieron… “acostumbrados a ser gobernados por la espada de los españoles” y tal vez consideraban como una debilidad el sistema benéfico del nue vo gobierno. Como posibles justificaciones podríamos recalcar sobre lo que ya anotamos, las extremas contribuciones a las que fueron sometidos los cuencanos desde 1820 y los abusos cometidos por los soldados mercenarios que llegaron con las tropas de Andrés de Santa Cruz, por lo que el mismo Sucre tuvo que emitir una drástica resolución: que todo individuo que salga al campo o que tome por fuerza algún bien de los ciudadanos, tendría graves sanciones, pues se le consideraría como desertor y hasta se le podría aplicar la pena capital. Es posible que esta decisión le haya molestado al general Santa Cruz, pues el 30 de marzo anunció que se retiraba a Lima, argumentando que había sido llamado por sus superiores. Hubo cruces de notas entre uno y otro y se aclaró que la única autoridad a la que debía someterse Santa Cruz era a la de Sucre, pues eso estaba claro en el convenio establecido con José de San Martín. Posteriormente Sucre ofició sobre el particular a las autoridades 76

Para no agravar la situación financiera dejó en claro que los indígenas debían pagar lo que adeudaban por los dos años anteriores, pero reducido el monto en una tercera parte, pues los preparativos para la guerra final exigían esta contribución. 77 ANH/C, Gob. Adm. C. 28.274. Cuenca, 18/03/1822, fol. 02. 78


peruanas, las que confirmaron el acuerdo, pero en una carta reservada, las mismas autoridades le decían a Santa Cruz que esté pendiente de las decisiones de José de La Mar, nombrado como presidente del Perú. El 01 de abril Sucre solicitó un empréstito obligatorio de 30.000 pesos, con cargo a las futuras rentas, cantidad que era muy difícil de reunir, pues Cuenca estaba ya esquilmada. Las cajas de la ciudad habían tenido 24.000 pesos y se gastaban mensualmente unos diez mil solo en el mantenimiento de los mil soldados que llegaron con Andrés de Santa Cruz y se preveía gastar en el tercer mes 13.000 pesos por los nuevos miembros que incrementaron las filas militares, procedentes de Piura. Mayores cantidades se habían gastado, con contribuciones de cuencanos y lojanos, para el mantenimiento de las tropas de Antonio José de Sucre. Quizá, valorando todo ello, el 11 de abril se despidió de Cuenca, dirigiéndose al Cabildo en estos términos: “Reciba Vuestra Excelencia los sentimientos de mi gratitud y consideración, bien persuadido que Colombia jamás olvidará los servicios que por conducto de V. E. ha prestado Cuenca a la División Libertadora del Sur, y que será el momento más grato a mi corazón aquel en que tenga el honor de recomendarlos muy particularmente a V. E. el Libertador Presidente…” Antes de la salida de Sucre, el gobernador Tomás de Heres se dirigió a un Cabildo abierto, el 8 de abril, pidiendo que resuelva sobre la adquisición de una imprenta para la ciudad. Detrás de este pedido estuvo fray Vicente Solano y, aunque no se obtuvo de inmedia to, el gobernador Ignacio Torres impulsó la adquisición y ya hubo una buena imprenta hacia 1828.78 Dos días después, es decir, el 10 dispuso que se llame Sangurima a la novena calle de la ciudad, resolución que fue cumplida tardíamente, pero que se mantiene hasta la fecha. El 11 de abril, el Cabildo resolvió jurar la Constitución bolivariana y con ello quedó resulta oficialmente la incorporación de Cuenca a la república de Colombia. Hubo 34 votos a favor de esta tesis y 9 para que el tema se resuelva después de lo que ocurra con la expedición hacia Quito. La permanencia de Antonio José de Sucre en Cuenca fue de 49 días, muy importantes por todas las decisiones tomadas y, sobre todo, porque nos permitió vivir en libertad desde el 21 de febrero de 1822. La figura de Sucre ha sido siempre exaltada por los historiadores, políticos, intelectuales y artistas cuencanos. Para su avance triunfal por el callejón interandino Antonio José de Sucre llegó a tener inicialmente unos 2.360 efectivos, con los soldados que se unieron en Cuenca y en el trayecto, más los 200 que habían salido de Guayaquil a órdenes del coronel Daniel O´ Leary y es muy probable que haya llegado a reunir unos 3.000 soldados, contando con los traídos por Santa Cruz. Desde marzo ya se adelantaron algunos grupos de avanzada y, el 12 de ese mes los patriotas tuvieron los primeros triunfos. Formalmente comenzaron el 10 de abril a evacuar desde 78

Desde principios del siglo XIX ya hubo una mínima imprenta, pero su capacidad se limitaba a imprimir papel sellado y tal vez unas hojitas religiosas, como lo sostiene Ezequiel Márquez, atribuyendo su posesión al deán Fausto Sodupe. 79


Cuenca las tropas libertarias, haciéndolo con planificación, de manera escalonada, en los días sucesivos. El 11 de abril Sucre envió una primera Proclama a Quito. El 15 de mayo Sucre renunció a la mitad de su sueldo como Jefe civil y militar de Cuenca, cantidad que destinó a los fines libertarios. “En Cuenca se repusieron y aumentaron las tropas libertarias, debido al enorme sacrificio de sus pobladores, que contribuyeron con todo cuánto les fue posible, ya en dinero -y hasta en joyas, llegando varios ciudadanos al caso de entregar sus vajillas de plata-, ya en acémilas, ya en víveres, ya en vestuario, en fin, dando mil fusiles y el contingente de sangre de más de ochocientos azuayos que se cubrieron de gloria en el Pichincha”.79 Reamente, fueron duras las medidas tomadas para atender a un ejército, que debía prepararse para ascender por la Sierra y liberar paulatinamente a las diversas ciudades, hasta llegar a Quito. Un triunfo culminó los esfuerzos de casi trece años y se lo obtuvo con estrategia y heroísmo en la batalla del Pichincha, el 24 de mayo de 1822, donde el abanderado del batallón Yaguachi -contribución dada por Guayaquil para la libertad del país-, el joven cuencano de menos de dieciocho años, ofrendó su vida, al ser herido de gravedad y morir unos pocos días después. La presencia de Antonio José de Sucre en Cuenca, por el lapso de mes y medio, fue fructífera, a pesar de que también exigió contribuciones económicas y humanas para las batallas finales por la libertad de América. Con sus resoluciones y actitudes demostró tener un excepcional talento militar, finas cualidades administrativas y políticas y, sobre todo, que predominaban entre sus valores la lealtad y el patriotismo, la humildad y el desprendimiento, tanto de honores como de dinero. Es anecdótica la actuación de Susana Bobadilla, mujer de un gran sentido cívico, que auxilió a las tropas de Antonio José de Sucre cuando permaneció en Cuenca en 1822. Su participación consta en el siguiente documento: “Se hizo presente ante el Cabildo Susana Bobadilla, ofreciendo proveer con las raciones de pan a las tropas y hospitales por toda la semana siguiente; y, dándosele las gracias por su generosidad y patriotismo, se admitió la oferta…” Se resolvió que este ejemplo sea dado a conocer para que otras personas hagan lo mismo.80 Antonio José de Sucre también dio un ejemplo de desprendimiento, pues al renunciar a la mitad de su sueldo, destinó parte del mismo para favorecer a la ciudadana Juana Soto, madre del mayor Torrero, quien había prestado grandes servicios a la República y que se encontraba en la indigencia. Al disponer que se le ayude dice “nuestro deber nos obliga a socorrerla”.81 ANTONIO JOSÉ DE SUCRE Y LA LIBERACIÓN FINAL. Antes de referirnos a los hechos más importantes de nuestra liberación política final, es dable decir algo de su principal impulsor, Antonio José de Sucre. Nació en Cumaná (Venezuela) en 1795 y murió 79

Albornoz, Víctor Manuel, ver Revista Tres de Noviembre N°. 29, de mayo de 1938. El Municipio designó una calle de Cuenca con el nombre de Susana Bobadilla. Se la recuerda también con la nominación de una escuela. 81 Grisanti, Ángel, Vida ejemplar del gran Mariscal de Ayacucho, Colección Andrés Bello, Caracas, 1952. 80

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en la selva de Berruecos, en Colombia, en 1830. Su vida está ligada íntimamente a la hist oria del Ecuador. En lo relacionado con Cuenca, fue quien la liberó definitivamente e impulsó la adhesión de esta región a la Colombia de Simón Bolívar. En su permanencia en la ciudad fue quien más exaltó las cualidades de Gaspar Sangurima y resolvió para nuestra ciudad la creación de una Corte de Justicia. Aquí reunió una copia de pertrechos y numerosos refuerzos para ascender por el callejón interandino, liberando a varias ciudades, hasta culminar en la batalla del Pichincha, el 24 de mayo de 1822, con el triunfo final que nos dio en definitiva la liberación política. En 1829 intervino como estratega en la batalla de Tarqui, junto con Juan José Flores, para derrotar al mariscal y presidente del Perú José de La Mar. 82 El mejor elogio de este personaje salió de la pluma de Simón Bolívar: “La campaña que terminó la guerra del sur de Colombia, fue dirigida y mandada en persona por el general Sucre: en ella mostró sus talentos y virtudes militares, superó dificultades que parecían invencibles: la naturaleza le ponía obstáculos, privaciones y penas durísimas. Mas a todo sabía remediar su genio profundo. La batalla de Pichincha consumó la obra de su celo, de su sagacidad, y de su valor. Entonces fue nombrado, en premio de sus servicios general de división e intendente del Departamento de Quito. Aquellos pueblos veían en él a un libertador, a su amigo: se mostraban más satisfechos del jefe que les era destinado, que de la libertad misma que recibían de sus manos. El bien dura poco, bien pronto lo perdieron.”

Antonio José de Sucre. La primera es una pintura de Nicolás Delgado. La segunda es una obra anónima.

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No relataremos con detalle lo ocurrido desde la salida de Cuenca hasta el 24 de Mayo, pues ello ya está en las mejores páginas de la historia nacional. Nuestra intención ha sido destacar su activa participación de nuestra ciudad y su región y hay que recordar que hubo 82

Contrajo matrimonio con la quiteña marquesa de Solanda doña Mariana Carcelén. Sus restos mortales están en Quito, así como su antigua casa, debidamente restaurada y convertida en un museo. 83 Tomada del archivo del Centro Cultural Cordero. 81


desde nuestra región una gran contribución de soldados y de bienes de diversa índole en todos los procesos de liberación, hasta llegar al triunfo definitivo en el Pichincha.84 Sucre fue liberando a varias provincias hasta que llegó a las afueras de Quito. El 23 de mayo ascendieron las tropas libertarias, en silencio, hacia lo alto del volcán Pichincha. Sucre tenía alrededor de 3.000 soldados, algunos experimentados por su participación en las llanuras del Apure, en Carabobo, Boyacá, en Maipú y Chacabuco… Apoyaban a Sucre el general Mires, el coronel Morales, el coronel José María Córdova, el coronel Santa Cruz. Frente a ellos estaba, dirigiendo a los realistas, Melchor Aymerich, presidente de la Audiencia y experimentado militar. Se inició el combate a la madrugada del día 24. Después de enfrentarse con armas de fuego la lucha se realizó cuerpo a cuerpo, con bayonetas caladas. Los enfrentamientos se prolongaron hasta la tarde. Abdón Calderón tenía el grado de teniente y era abanderado de una de las compañías del batallón Yaguachi. Recibió varias heridas. Los españoles al fin cedieron y se refugiaron en el Panecillo. Sucre le pidió a Aymerich, por medio de Daniel O’Leary, que capitulara. Cedió y se firmó el acta y el 25 de mayo entraron las tropas triunfantes a la ciudad de Quito. Sucre dio un parte sobre lo ocurrido. “Cuatrocientos cadáveres enemigos y doscientos nuestros han regado con su sangre el campo de batalla; además tenemos ciento noventa heridos de los españoles y ciento cuarenta de los nuestros… Hago una particular memoria de la conducta del teniente Calderón que, habiendo recibido sucesivamente cuatro heridas, no quiso retirarse del combate. Probablemente morirá; pero el Gobierno de la República sabrá compensar a su familia los servicios de este Oficial heroico.”85 El historiador colombiano coronel Manuel Antonio López Borrero, testigo presencial, en su libro Recuerdos Históricos, informó que Abdón Calderón recibió un balazo en el brazo derecho, después otro en el brazo izquierdo que le afectó un tendón y le fracturó el hueso del antebrazo. Avanzado el combate recibió un balazo en el muslo izquierdo, un poco más arriba de la rodilla, que le desarticuló el hueso. Al final le acertaron otro, en el muslo de la pierna derecha que le rompió completamente el hueso. “Sus soldados le condujeron al campamento en una ruana, lo colocaron sobre unas frazadas en el suelo de la sala de una casita, porque no se encontró una cama donde acostarle. Su estado de postración requería auxilios eficaces, para al menos calmar su devorante sed y darle algún alimento; un amigo se encargó de prestarle aquellos servicios…”86 ABDÓN CALDERÓN GARAICOA. Nació en Cuenca el 30 de julio de 1804 y murió en Quito, a los pocos días del triunfo patriota en las faldas del Pichincha, el 07 de junio de 1822, según las certificaciones recibidas oficialmente por su madre doña Manuela Garaicoa, solicitadas en 1832. 84

La mejor investigación, bien documentada, sobre la participación de nuestra región en el proceso final independentista está en Borrero, Manuel María, Cuenca en Pichincha, Casa de la Cultura, Cuenca, 1972. El autor no solo incorporó documentos auténticos, sino que también rectificó algun os conceptos expuestos por otros historiadores. 85 Parte emitido por Sucre en el Cuartel general de Quito, a 28 de mayo de 1822. 86 López, Manuel Antonio, Recuerdos históricos. Tomado de Cuenca en Pichincha, obra citada. 82


Hijo de Francisco Calderón, el héroe del primer movimiento de emancipación, y de la guayaquileña Manuela Garaicoa. El nombre corresponde al del santo del día de su nacimiento. Su partida bautismal reza así: “En el año del Señor de mil ochocientos cuatro, el treinta y uno de julio, siendo yo el doctor Mariano Isidro Crespo cura rector de esta santa iglesia, bauticé solemnemente a Abdón Senén, hijo legítimo del contador real Dn. Francisco Calderón y de Dña. Manuela Garaicoa. Fue su padrino el prebendado Dr. Dn. Mauricio Salazar, testigos Pablo Tomes y Manuel Montúfar y lo firmo. Mariano Crespo.” Octavio Cordero Palacios considera que “El primero de los hogares deshechos por la causa de la libertad americana, fue el de don Abdón; y, las de su madre, las primeras lágrimas del mar del llanto de esposas…”87 En su hogar y con José María Landa y Ramírez, sacerdote llegado del virreinato de La Plata, recibió la enseñanza de las primeras letras. Desde agosto de 1809, fecha en que se le acusó a su padre de estar de acuerdo con el movimie nto revolucionario de Quito y se inició un proceso, quedó el hogar deshecho y sin bienes, pues entre las sanciones establecidas, se incluyeron las confiscaciones. Preso, junto con Fernando Salazar y otros, fue enviado a la cárcel por el duro camino del Cajas hasta llegar a nuestro puerto principal. Después del fusilamiento de su padre, en diciembre de 1812, fue con su madre y sus hermanos a vivir en Guayaquil. Tenía ya ocho años y esta condena le encendió su fervor patriótico hasta que llegue el momento de luchar por la libertad el heroísmo. Participó como soldado voluntario en la división del coronel León de Febres Cordero, que tomó el cuartel de Granaderos de Reserva, donde ya estaban palabreados el capitán Antonio Farfán y el teniente Hilario Álvarez. Quedó establecida la Junta de Guayaquil, que organizó la división Protectora de Quito, bajo el mando de Luis Urdaneta y de León Febres Cordero. Abdón se integró al batallón Voluntarios de la Patria con el grado de subteniente para defender la independencia de Guayaquil, con triunfos en el Camino Real, cerca de Guaranda, el 9 de noviembre de 1820 y después en Cone. Su conducta fue sobresaliente y por ello en el parte a la Junta se pidió que le asciendan al grado de teniente. Aymerich, de retorno desde Pasto con su escuadrón de caballería Dragones de Granada, dirigidos por Francisco González y como segundo por Francisco Eugenio Tamariz, presentó batalla a las tropas libertarias el 22 de noviembre de 1820. Vencieron los españoles en el sitio denominado Huachi y Abdón Calderón tuvo que huir para salvarse y al poco tiempo se integró al ejército libertador en Babahoyo. Intervino en el combate de Yaguachi en 1821, y fue promovido efectivamente al grado de teniente. Después de los combates, en el segundo Huachi, el 12 de septiembre de 1821, participó en Tapi, en Riobamba, en el mes de abril de 1822, dentro de la Divis ió n Libertadora, como teniente de la tercera compañía del batallón Yaguachi y en estas condiciones participó en la batalla del Pichincha, el 24 de Mayo de 1822, donde recibió Cordero Palacios, Octavio, “Vida de Abdón Calderón”, en Revista del Centro de Estudios Históricos y Geográficos, N°. 3, Cuenca, junio de 1921. Se han hecho otras ediciones, por ejemplo, en Estudios Históricos, Corporación Editora Nacional, Quito, 1986. Esta última con una selección y un es tudio del autor de esta obra. 87

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varias heridas, hasta fallecer, pocos días después, antes de cumplir sus dieciocho años de vida. Fue ascendido a capitán por Antonio José de Sucre. 88 Simón Bolívar, que llegó a Quito el 16 de junio, emitió un decreto de honor donde consta la disposición de que, al pasar revista dentro del batallón, cuando se lea su nombre, todos responderán: Murió gloriosamente en Pichincha, pero vive en nuestros corazones. También se dispuso en ese mismo decreto que se entregue una pensión vitalicia para su madre. 89 El 31 de mayo Sucre se dirigió al Cabildo de Cuenca informando del triunfo en la batalla del Pichincha. El gobernador y los concejales felicitaron a Sucre por ello y resolvieron realizar algunos festejos como la iluminación de la ciudad por tres noches, el repique de campanas, interpretaciones de música a cargo del respectivo gremio y realización de corridas de toros.

Monumento a Abdón Calderón.

OTROS NOMBRES SOBRESALIENTES. A los nombres cimeros que hemos expuesto hay que añadir algunos otros vinculados con el proceso libertario. 90 Baltasara Calderón Garaicoa. Nació en Cuenca el 07 de enero de 1806 y murió en Guayaquil el 07 de julio de 1890. Hermana de Abdón y esposa de Vicente Rocafuerte, apoyó la liberación política del país y acompañó a su esposo en sus últimos años en Lima, donde quedó viuda en 1847. Francisco Calderón Garaicoa. Habiendo nacido en Cuenca, se trasladó tempranamente con su madre Manuela Garaicoa, a Guayaquil. Allí siguió la carrera marinera y participó como 88

Hay varias biografías, unas históricas como la de Octavio Cordero Palacios, y otras bellamente literarias, sobre un fondo histórico, como la de Manuel J. Calle. Hoy se conoce que fue atendido en una propiedad de José Félix Valdivieso y que le asistió devotamente su distinguida esposa. 89 En Cuenca se le erigió un monumento que fue colocado en el centro de la Plaza Mayor en 1931, cambiando el antiguo nombre de parque Vargas Torres por el de Abdón Calderón. El monumento es obra del escultor Mayer. Varios centros educativos del Ecuador llevan su nombre, así como una ciudadela de Cuenca, la parroquia también conocida como la Unión, en el cantón Santa Isabel, y otra en la zona costanera del Azuay. 90 Los hemos puesto en orden alfabético. 84


guardia marino al constituirse la Junta de Gobierno en 1820. Después estuvo en combates, incluyendo en el sitio del Callao, al mando del general Illinworth. María del Carmen Calderón Garaicoa. Nació en Cuenca el 17 de julio de 1807. Dejó nuestra ciudad después de la persecución de su padre por su participación en el primer proceso libertario que se inició el 10 de Agosto de 1809 y terminó el 4 de diciembre de 1812, fecha en la que fue fusilado. Estudió en Guayaquil e hizo amistad con Simón Bolívar en 1822, cuando se le brindó un baile en su honor. A ella le distinguió llamándole la Gloriosa de la Patria. Después cruzaron correspondencia, y las primeras cartas fueron enviadas desde Cuenca, cuando el Libertador llegó en septiembre y retornó en octubre de ese año. En sus misivas comentó sobre la excesiva timidez de las cuencanas y la añoranza que tenía de sus amigas, las Calderón Garaicoa, especialmente de Carmen o Carmela, quien estuvo profundamente enamorada del Libertador. El 26 de octubre de 1829 les dijo: “Son ustedes tan buenas conmigo que no es posible más. La Gloriosa tiene razón de quererme, porque yo le tengo amor y gratitud.” Manuela Garaicoa de Calderón. 08/06/1784 (Guayaquil) -25/04/1867 (Lima). Fue esposa de Francisco Calderón, quien trabajó en las cajas reales y en el proceso independentista se vinculó con los patriotas, siendo derrotado y ajusticiado en 1812. Integró una familia distinguida oriunda de Guayaquil, y que retornó a esa ciudad después de la muerte de su esposo. Sus hijas estuvieron vinculadas con personajes importantes: Ana fue esposa de José de Villamil (militar norteamericano que participó en la independencia de Guayaquil y en la posesión de las Galápagos para el Ecuador); Francisca, que se casó con el jurisconsulto Luis Fernando Vivero, quien fuera secretario de la Junta octubrina de 1820. Sus hermanos fueron también notables personajes: Lorenzo, participó en la independencia de Guayaquil; José, que intervino en la batalla de Yaguachi, junto a Antonio José de Sucre; Francisco Xavier, que llegó a ser obispo de Guayaquil y arzobispo de Quito. Entre los hijos de Manuela, cuyo nombre completo es el de Manuela de Jesús Josefa Nepomuceno Medranda de Garaicoa y Llaguno, están Lorenzo y José, que se destacaron en las filas de los patriotas. El más conocido fue Abdón, nacido en Cuenca en 1804 y héroe de la batalla del Pichincha, cuando tenía el rango de teniente. También lo fueron Baltasara, que se casó con Vicente Rocafuerte; Carmen, admirada y amada platónicamente por el Libertador, quien la llamó y coronó como La Gloriosa. Un claro elogio de Manuela consta en una carta enviada el 25 de marzo de 1822 a Bolívar y a Santander por el prócer Joaquín Mosquera, encargado de negocios de Colombia. Entre otros aspectos está lo que sigue textualmente: “… Encargo a Ud. muy particularmente que remita muchas Constituciones y cuántos más impresos hagan honor a la República. De este modo se aumentará nuestra opinión y se ganarán amigos. Los sujetos a quienes deben mandarse… son don José Merino, don Ignacio Gorochategui y doña Manuela Garaicoa, que sola nos vale más que nada. Esta señora, sus hijos y sus hermanas, sus amigos y amigas, son el foco de nuestra opinión y cantan diariamente hasta por las calles en algunas noches las canciones colombianas en honor del Libertador y de la República…”91

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En, Borrero, Manuel María, op. cit. 85


Manuela con su bondad llevó a abogar incluso por los vencidos, como en el caso del canónigo Andrés Villamagán, rector del seminario de Cuenca, separado por su acendrado realismo, sustituido por el Dr. Custodio Veintimilla y después desterrado pero que, con la intervención de doña Manuela, se conmutó sólo por el confinamiento en una hacienda, en los límites de la provincia del Azuay. Un prestigioso colegio cuencano lleva su nombre. También una calle de la ciudad.

Documento y firma de Manuela Garaicoa de Calderón.

CUADRO DE HONOR DE PATRIOTAS QUE LUCHARON POR LA INDEPENDENCIA DE CUENCA. Para resumir, en la lista que incorporamos, están las principales personas que han cumplido un papel importante en el proceso que va de 1809 a 1822. A muchas de ellas ya nos hemos referido a lo largo de esta obra y aquí solo registramos sus nombres, a partir de un primer reconocimiento oficial que hizo el Cabildo cuencano en 1945. Los citamos en orden alfabético: Juan José Aguilar, portador de una carta para Cañar; Juan Álvarez, capitán; Pedro de Argudo o López de Argudo, asambleísta; Andrés Beltrán de los Ríos, presbítero, orador; José Cárdenas, miembro de la Junta de Gobierno de Cuenca y gran colaborador de Sucre por ser hombre de fortuna; Francisco Carrasco, teniente coronel; José María Cisneros Hidalgo, coronel comandante en Verdeloma; Francisco Cisneros, mercedario que por su fogosa oratoria patriótica fue trasladado a España; José Camino, líder popular; Joaquín Crespo y León, quien participó en la batalla de Verdeloma y en la del Pichincha, donde perdió la vida; Abdón Calderón ( tratado ampliamente en este libro); Joaquín Chiriboga; Manuel Chica Ramos, liberó al depuesto gobernador Díaz Cruzado en Cañar; Manuel Dávila, miembro de la Junta de Gobierno de Cuenca y asambleísta; León De la Piedra, secretario de la Asamblea y combatiente en Verdeloma; Antonio Díaz Cruzado, gobernador español que estuvo de acuerdo con el cambio y fue depuesto por Antonio García Trelles; Miguel del Pino, liberó al gobernador depuesto Díaz Cruzado; Miguel del Pozo, decomisados sus bienes; Antonio Farfán, militar cuzqueño que participó en la liberació n final de Cuenca; Miguel Fernández de Córdova, oficial de las cajas reales, opuesto a 86


Aymerich; Francisco María de Frías, que ocupó por pocas horas la ciudad de Cuenca en 1821, desalojando a las tropas españolas; Manuela Garaicoa de Calderón y sus hijos Baltasara, Francisco y María del Carmen (a ellas dedicamos unos párafos); Francisco García Calderón (tratado ampliamente en este libro); José González, platero ibarreño a quien se le sorprendió por sospechoso; José González, militar venezolano; Pedro Guillén, perseguido y decomisados sus bienes; Guillermo Harris, militar irlandés; Pablo Heredia, decomisados sus bienes; Tomás de Heres (de él se ha tratado ampliamente); José María Hidalgo de Cisneros, comandante en Verdeloma; Esteban Iglesias; español, quien participó en la batalla de Verdeloma en las filas revolucionarias; Evangelista Landázuri; Manuel Landívar; Javier Loyola Prieto (tratado ampliamente en este libro); Vicente Melo, portador de una carta de la Junta Suprema de 1809. Murió el 2 de agosto de 1810); Antonio Morales Galavis, militar neogranadino; Antonio Moreno, por comentarios en Paute juzgados por los españoles como inconvenientes; Vicente Monroy, capitán de caballería; Evaristo Nieto, cañarense, fraile mercedario que arengó con entusiasmo a los guayaquileños el Nueve de Octubre de 1820 92 ; Ignacio Ochoa, capitán de caballería; Paulino Ordóñez (tratado en este libro); Tomás Ordóñez, capitán (tratado ampliamente en este libro); Teodoro Ordóñez Pesántez, por comentar lo ocurrido en Quito; Juan María Ormaza, sacerdote, mentalizador de la independencia en Guayaquil y Cuenca; Salvador Pedrosa, fiscal del tribunal de Justicia instaurado por Sucre en Cuenca; José Peñafiel, presbítero, orador, arengó a los vecinos de Cuenca; Manuel Picón, líder barrial; Miguel Pino, teniente coronel y comandante del Cañar; Mariano Pozo, sargento vinculado con los líderes del Diez de Agosto; Ambrosio Prieto, apresado por los realistas el Tres de Noviembre; Cayetano Ramírez Fita, presbítero; Manuel Rivadeneira, conductor de comunicaciones revolucionarias; Pedro Rodríguez, comisio nado para conseguir armas y perseguido; Fernando de Salazar y Piedra (tratado ampliamente en este libro); Joaquín de Salazar y Lozano, mentalizador, regente del Senado, etc. (tratado ampliamente en este libro); Zenón de San Martín, mentalizador del movimiento libertar io; Arturo Sandes, militar dublinés; Andrés Santacruz, el militar boliviano que colaboró con Antonio José de Sucre en la liberación de nuestro país; Joaquín Salazar Lozano. En 1820 fue uno de los impulsores del levantamiento del 3 de Noviembre; Tomás Salazar; Blas Santos, conductor de cartas de compromiso con los patriotas del Diez de Agosto; Felipe Serrano, asambleísta, capitán; Manuel Serrano; Pedro Serrano, teniente; José Sevilla, teniente; Guillermo Talbot, coronel irlandés; Francisco Eugenio Tamariz, español que pasó a las filas independentistas al mando de Sucre; Pablo Tames, por decir que estaba de acuerdo con lo ocurrido en Quito; Juan Antonio Terán, partidario del movimiento quiteño expresado en una carta; Joaquín Tobar, interventor de correos, poseedor de unos versos burlones, apresado y muerto a consecuencias de los maltratos; Vicente Toledo, mentalizador del movimiento libertario; Pedro Antonio Torres, neogranadino que pronunció un discurso en la catedral con motivo del juramento de la Constitución de Colombia en 1822; Margarita Torres de Ordóñez (tratada en este libro); Ignacio Torres Tenorio, segundo gobernador republicano, con amplia actuación en Cuenca; Guillermo Valdivieso, por emitir comunicaciones dirigidas a Cuenca; Alejandro Vargas Machuca. “Fue el mayor prócer y militar azuayo que, después de Lamar, prestó mayores servicios a la causa de la José Villamil dice que “estuvo en primera fila entre los patriotas y su arma en la revolución fue la palabra”. Pasó a ser sacerdote secular, ocupó una canonjía en la catedral de Cuenca. 92

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Independencia” (Alberto Muñoz Vernaza) 93 ; José María Vázquez de Noboa (tratado ampliamente en este libro); Ramón Vázquez de Noboa; Joaquín Vallejo, apresado sin fórmula de juicio; Miguel Custodio Veintimilla, religioso, asambleísta, colaborador de Sucre; Pedro Zea, capitán de artillería.

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El autor de este libro tiene un Fichero, donde hay micro biografías de la mayor parte de las personas nombradas. Se lo pondrá en un programa digital para su libre consulta. 88


Dentro de esta lista también hemos incluido a los asambleístas que aprobaron la Constituc ió n de Cuenca y que no constan en las enumeraciones anteriores: Juan Aguilar Cubillus, canónigo, representante por el Cabildo Eclesiástico; Juan Antonio Aguilar, representante de Asmal (Guachapala); Santiago Arias, representante de Cañaribamba; José María Borrero Baca, representante de los agricultores; Juan Contreras, representante de Baños; Fernando Cueto Bustamante, representante del Cañar; Francisco Chica, representante del Ayuntamiento; Manuel Dávila, representante de Gualaceo y miembro de la Junta de Gobierno; José de la Vega, representante de Paute; Juan Ignacio Gómez de Arce, representante de San Bartolomé; Manuel Guerrero, representante del Valle; Juan Jaramillo: no consta su representación; Francisco Illescas, representante de Pucará; Pedro López Argudo, representante de Biblián; Miguel Gil Malo, representante de Chuquipata; José Machuca, representante de Déleg; Mariano de Mora, representante de Jadán; Antonio Moreno, representante del Sígsig; José Ochoa Serrano, representante de Paccha; Juan Orozco y Guerrero, sacerdote, representante de Azogues; Bonifacio Ramírez, representante de Cumbe; Manuel Ramírez, representante de Sidcay; Alejandro Rodríguez (religioso), representante de las comunidades religiosas; Miguel Rodríguez, representante del Ejido; José Serano, representante de Oña; Bernardo Sisniegas, representante de Taday; Felipe Thello de la Chica, representante de los Gremios; Manuel Ullauri, representante de Nabón; José Veintemilla, representante de Molleturo; Juan Bautista Xirón Sánchez, representante de Girón; Juan Crisóstomo Zhuñio, representante de Xima.

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CAPITULO V CUENCA EN LA VIDA REPUBLICANA El primer gobernador republicano (90). Otros temas relacionados con Cuenca hacia 1822 (94). El Libertador Simón Bolívar (96). Algunas disposiciones de Bolívar emitidas en Cuenca (101). Visión general de la sociedad en el proceso independentista (102). Cuencanos en las batallas finales por la independencia (106). Participación de extranjeros en la Independencia de Cuenca (107). Reflexiones sobre la independencia. Su sentido histórico (107). Consecuencias de la liberación política (108). Últimas reflexiones (112). Recapitulación final (113) EL PRIMER GOBERNADOR REPUBLICANO. Quedó como gobernador de Cuenca, desde el 21 de febrero de 1822, Tomás de Heres, quien puso empeño en mejorar la educación. Trabajó en colaboración con el encargado del obispado, José María Landa y Ramírez, armonizando los poderes civil y eclesiástico, que al comienzo se habían enfrentado. El 8 de abril hubo una sesión solemne en Cabildo abierto, bajo la presidencia de Tomás de Heres. Se la convocó para que se expongan los medios más adecuados para el progreso de la ciudad. El provisor del obispado, Manuel Isidro Crespo, consideró que lo mejor era favorecer las manufacturas, el comercio y la agricultura, así como propender al adelanto de la minería, comprometiéndose a presentar un plan. El canónigo Andrés Villamagán dijo que se debería dar preferencia a la salubridad, aseo y policía de las poblaciones. Pidió que se construya un cementerio en las afueras de la ciudad y que no se entierren a las personas dentro de las iglesias. Fray Ignacio de los Reyes sugirió que se construyan puentes sobre los ríos Jubones y Machángara y que se importe una imprenta. Con acatamiento a estas sugestiones se creó una Junta de Agricultura, se fomentó la siembra del lino y la cosecha de la cochinilla, se impulsó la construcción del camino a Naranjal, se fundó un lazareto y se iniciaron las gestiones para la adquisición de una imprenta. También se dictó el Reglamento que se observará en las escuelas de primeras letras: asistencia a las seis de la mañana para ir a misa, clases de ocho a once y de tarde de dos a cinco. Aunque las escuelas eran unidocentes, los niños serían divididos entre los que saben leer y los que no, atendidos por contramaestres. Fueron cuatro las creadas por él para niños y consiguió que los monasterios de religiosas lo hicieran para niñas. En las dos jornadas que corrían de lunes a sábado se enseñaría catecismo, lectura, escritura, aritmética, geografía, urbanidad y pequeñas nociones de contabilidad. Se inculcarían sentimientos religiosos, de unión y de fraternidad. Se les enseñaría también algunos artículos de la Constitución Política. Habría castigos proporcionados a la edad de los niños. Entre las resoluciones estaban hasta los textos que debían servir para leer y estudiar. Se descansaría en los domingos y los días de preceptos, en semana santa, tres días en Pascua y en el mes de agosto.94 José María Landa y Ramírez fue designado subdirector de las escuelas. Con las creadas en cantones se llegaba al número de treinta y seis. Comentó sobre la educación el mismo Heres: “Ella estaba del todo abandonada en esta provincia y traté de establecerla, pero para esto ¡qué de 94

El texto completo puede ser consultado en la Revista Tres de Noviembre N°. 46/47. 90


dificultades se presentaron! No había rentas, no había maestros y ni aún habitaciones destinadas para el efecto.” Según un proyecto de Ley de División territorial, se subdividió la provincia en cantones. Se refaccionó la casa donde funcionaba el Seminario, convertido por algún tiempo en cuartel. Su gestión cubrió muchos otros campos: censo de la población, de forasteros, represión de vagos, control de la embriaguez, mejoras de la ciudad, control del inquilinato, de mercados, aseo y orden en las calles. Anotemos algunos datos más de este primer gobernador republicano de nuestra historia cuencana. Nació en Angostura (Venezuela) el 18 de septiembre de 1895 y murió asesinado, al parecer por un familiar, en esa misma ciudad el 10 de abril de 1842. Antes de expirar dijo: “Muero sin haber procurado el mal de nadie; en este momento en que voy a dar cuenta a Dios, debo ser creído. Perdono del mismo modo al que me ha herido, le conozco y encarezco expresamente a mi mujer (María de Jesús Rodil) no lo descubra; yo lo perdono…95 ” Es uno de los grandes héroes de la independencia, con una actuación sobresaliente en la batalla de Tapi, cerca de Riobamba, el 21 de abril de 1822, fecha en que los patriotas vencieron a los realistas. Laboró junto a Simón Bolívar y llegó a ser su edecán. Desde la liberación de Cuenca, el 21 de febrero de 1822 ejerció la gobernación de la provincia. Permaneció hasta fines de año y cumplió una labor administrativa muy amplia. Recibió a Bolívar en su visita a Cuenca y redactó los reglamentos para que funcionaran varios centros educativos, entre los que estaban escuelas para niños y niñas y la Maestranza, que debía dirigirla Gaspar Sangurima, habiendo recibido del Cabildo un decidido apoyo, incluso para el reclutamiento de alumnos. Fomentó también el progreso material de la ciudad. Dijo en un informe dirigido a Simón Bolívar: “Yo me he visto precisado a reanudarlo todo y, si se puede decir, a crearlo todo.” Los españoles, con ambición y crueldad, para sostener su poder agonizante, tomaron todos los recursos que este suelo poseía. Todo lo exterminaron, de manera que había que hacer supremos esfuerzos para atender los gastos de la continuación de la guerra y los de la administración de la ciudad. El texto completo de esta comunicación es amplio y lo resumimos, extractando lo más trascendente: - Creación de una junta auxiliar para la División del Sur. Ante su lentitud pasó la responsabilidad al Cabildo. - Elaboración de una lista de ciudadanos para hacer un reparto proporcional de contribuciones. - Se hipotecó el producto de la renta de tributos, incluso considerando los rezagados de 1819. - Se atendió a la Maestranza, dirigida por Gaspar Sangurima, que debía arreglar los fusiles, construir instrumentos e incluso confeccionar vestuarios para los soldados. (Más adelante dijo que todo lo que tiene el batallón Sur se lo había hecho en ese lugar.) 95

En Borrero, Alfonso María, op. cit. 91


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Se mejoró el hospital existente y se creó otro, pues había muchos soldados heridos y enfermos. Desde Cuenca se brindó el apoyo necesario para sostener a las tropas que se hallaban en Cañar al mando de Luis Urdaneta. Se reunieron, por petición de Sucre, quinientos reclutas y cuatrocientos caballos. Esta cantidad se incrementó cuando salieron las tropas hacia Riobamba. Todos los reclutas habían sido disciplinados y disponían de un fusil de origen inglés. “Para no afligir a esta provincia, de la cual los enemigos habían sacado indistintamente hombres para las armas y para que no se resintiesen de falta de brazos para la agricultura… se hizo a los pueblos un repartimiento de reclutas, proporcionando a la población… Todo el batallón Sur se compone de mozos solteros y escogidos por su comandante…” Se pidió a Loja dinero, gente y materiales, sobre todo para la Maestranza. Se socorrió, con todos los arbitrios al alcance, a la solicitud del coronel José María Córdoba, para atender a la primera sección del batallón del Alto Magdalena. (Recibió la colaboración del Valle, Paccha, Baños, Sayausí y Los Altos). Se le dio a cada soldado una frazada y un vestuario. Envío hasta Naranjal una expedición que atienda a algunos enfermos del batallón Magdalena y para que recojan armas que habían quedado en el camino. Se formaron nuevos padrones de contribuyentes. Se hizo un encabezamiento (listado) de las cuadras de cañas sembradas y se convino con los propietarios sobre la cantidad que diesen a la hacienda pública. Se arregló con algún sector del clero el pago de contribuciones y deudas. Los demás dieron sus aportaciones con generosidad, de acuerdo con sus posibilidades. (Unos dieron medio sueldo, otros dieron cantidades menores, probando que tenían a varios familiares bajo su responsabilidad) Se dispuso que el gobernador de Loja intervenga en el ramo de la cascarilla, que fue rentable para el gobierno español. Se tomaron resoluciones sobre el comercio del tabaco. Las autoridades y el pueblo juraron el acatamiento de la Constitución. Se dividió la provincia en cantones y en cada uno se puso como autoridad a un comandante. Para la educación pública, que estaba abandonada y sin financiamiento se acudió a las capellanías y legado hechos para los niños huérfanos para que sus rentas se destinaran a este fin. Se pidió al Cabildo que nombre maestros. Se aprobó un reglamento para las escuelas. También se dispuso que los comandantes de cada cantón procedan a crear escuelas, así como se abran escuelas en cada monasterio. (En total se llegó a la suma de 36 escuelas) Se refaccionó el Seminario y se ordenó su biblioteca. Se estableció un lazareto. Se revisaron las fundaciones piadosas para destinar sus fondos a la creación de un hospital para mujeres. Se vigiló de la limpieza de la ciudad, a cargo de los jueces de policía, para prevenir enfermedades. Cada vecino debía contribuir con un real para este fin, así como para el mejoramiento de los caminos. Reorganización de los artesanos por barrios. Reposición de la numeración de calles y de casas. 92


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Se amobló la casa de gobierno. Integración de una Junta de Agricultores para solucionar los problemas de las heladas, con acopios y redistribuciones oportunas. Atención tinosa a la supresión de conventos menores (es decir, que tenían muy pocos religiosos. Sobre el particular tuvo un problema con la justicia). Colaboración con Antonio José de Sucre para la creación del Tribunal de Justicia. Devolución a los legítimos dueños de los bienes confiscados por los españoles por motivos ideológicos.

Concluyó diciendo “Sin embargo de todas las providencias que llevo indicadas, es verdad que esta provincia ha hecho grandes esfuerzos y algunos sacrificios.” 96 Con este informe y con la exposición hecha en las páginas anteriores, se puede concluir fácilmente que el nuevo orden establecido con la independencia política, trajo substancia les reformas que cambiaron muchos aspectos de la sociedad y que se inició un proceso de desarrollo que bien puede calificarse de revolucionario. Heres continuó colaborando con Sucre y Bolívar. En 1823 fue nombrado sub jefe del estado mayor general Libertador y al año siguiente pasó a ser jefe. En 1824 fue nombrado minis tro interino de Guerra y Marina del Perú, cargo que después lo desempeñó como titular. Con el triunfo en Ayacucho fue ascendido a general de brigada. Por algunos años fue encargado de negocios de Colombia ante Chile. Regresó a Cuenca para intervenir en la batalla de Tarqui, en 1829, habiendo logrado, por su actuación, el ascenso a general de división. Retornó a su ciudad natal donde ejerció la gobernación de la provincia de Guyana. En 1831 fue elegido diputado. Cumplió con otros encargos políticos. Un atentado en su propia casa le hirió gravemente y a consecuencia de ello murió.

Tomás de Heres.

Le sustituyo en la gobernación de Cuenca el General Ignacio Torres Tenorio, pues Tomás de Heres pasó a servir directamente a Simón Bolívar.

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Este informe en su texto íntegro fue publicado por primera vez por Octavio Cordero Palacios en el periódico La Cruz, de donde tomó Alfonso María Borrero y lo incorporó a su obra Cuenca en Pichincha. 93


OTROS TEMAS DE INTERÉS RELACIONADOS CON CUENCA HACIA 1822. Según la publicación de Baldwin, Cradock y Coy, de 1822, el Departamento de Quito tenía las provincias de Quito, que abarcaba todo el norte, con 230.000 habitantes, Quixos y Macas con 35.000, Cuenca con 78.000, Jaén y Maynas con 69.000, Loja con 48.000 y Guayaquil con 90.000. En total, la Audiencia ya independiente, sumaba una población de 550.000 habitantes. En el Archivo Histórico Nacional, en la sección Presidencia de Quito y en el Archivo Histórico Municipal de Cuenca encontramos documentos sobre Cuenca, en buen número, hasta febrero de 1822, fecha en la que se obtuvo la liberación final y luego muy pocos en los meses posteriores, hasta que quedó definitivamente liberada la región norte, después de la batalla del Pichincha. Las nuevas comunicaciones se dirigían ya a las autoridades que sustituyeron a las españolas. Es de interés saber que en Cuenca, que aún estaba bajo el mando de los españoles, se recibió una comunicación con la nómina de los españoles y americanos desterrados de la República por desacuerdos a la causa de Colombia, por disposición del Libertador Bolívar. Todas las actas capitulares de estos últimos meses comenzaban así: “En la muy noble, fidelísima y valerosa ciudad de Santa Ana de Cuenca del Rey…” Ocurrida la transformac ió n política, aunque se seguía utilizando el viejo papel sellado con las armas de los Austrias, los encabezados comenzaban con la sencilla expresión: “En Cuenca, Libre. República de Colombia” y al referirse a las personas comenzaron a llamarlas ciudadanos, en sustituc ió n del término antiguo de vecinos.97 Al retirarse las tropas realistas, pues recibieron la orden de Juan de la Cruz Murgueón de no dar batalla, sino en condiciones de obtener un triunfo, las autoridades españolas se llevaron papeles sellados y aún seguían enviado comunicaciones, como la emitida por Antonio Arteaga el 2 de marzo, informando Murgueón su retiro de Cuenca hacia Riobamba hasta que esa sea evacuada por el enemigo. Otra similar le envió Antonio García, quien también se fue para Riobamba, siempre con la esperanza de recuperar la ciudad. El proceso bélico continuaba en la Sierra norte y hubo hasta proclamas disuasivas y ofertas de estímulos ofrecidas por Carlos Tolrá y difundidas subrepticiamente entre los soldados patriotas. Los españoles estuvieron conscientes que la última batalla se daría en Quito, por ello Carlos Tolrá comunicó a Melchor Aymerich que había ordenado a la columna del comandante Mercadillo que regrese a la capital, sin embargo, de ser de gran importancia en otros lugares, pues creía que era más conveniente concentrar las fuerzas para la batalla final. En el otro lado, también se emitieron comunicaciones sobre el estado de la fuerza del ejército del Sur de la Nueva Granada, sobre los efectos de la maestranza dados al batallón de cazadores de Cuenca con destino a Quito o sobre el éxito de las operaciones realizadas por las tropas al mando del sabio general Sucre en los puntos de Totorillas y Guamote.

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Hemos constatado en el Libro de Cabildos de Cuenca correspondiente a todo el año de 1822. AHM/C. 94


Por el triunfo de Antonio José de Sucre el Cabildo le envió una cálida felicitación. En Cuenca Francisco Eugenio Tamariz laboraba como comandante del Sur y se mantenía en contacto con Sucre, informándole lo que ocurría en la región y en la ciudad, y en una de las misivas le manifestó que el batallón a su mando no estaba aún capacitado para iniciar la marcha ordenada por el general Sucre, quien aspiraba a liquidar los problemas con los tenaces realistas que aún estaban atrincherados en Pasto. Hemos localizado también un oficio de José Machuca dirigido a Sucre, por el que le felicitaba por su brillante triunfo en Pichinc ha : “Colombia no olvidará los grandes servicios de S. E. y todos los habitantes desde el Ecuador hacia el sur podrán decir con orgullo: Nuestra felicidad está grabada por la invicta mano de Sucre.” Desde Quito llegó una copia de la provisión relativa a la supresión del convento de San Agustín, dirigida al alcalde y al gobernador superintendente para que se cumpla con lo dispuesto. Se le había pedido el gobernador Tomás de Heres, por orden superior el expediente sobre esta supresión y ante su desacato la Corte Superior de Justicia le impuso una multa de 500 pesos. Desde Bogotá se había dado la orden de que se proceda a recibir un juramento solemne de acatamiento de la Constitución de Cúcuta, lo que se cumplió en todas las ciudades y en los cantones, pero el gobernador de Loja comentó con Tomás de Heres, su par de Cuenca, que aún no era conveniente que se haga jurar la Constitución de Colombia en Jaén porque aún no había un pronunciamiento de sus vecinos. También se procedió a elaborar las listas de electores, para nombrar a quienes debían participar, según la Constitución, a nombre del Departamento de Cuenca, en el Congreso Nacional de la República de Colombia. Así mismo, según las disposiciones constitucionales, debía haber grandes festejos, en el mes de diciembre, por los triunfos obtenidos y por la celebración religiosa en honor de la Virgen Inmaculada. Para el fiel cumplimiento de esta última parte, se recibió una copia del decreto expedido por el intendente general Vicente Aguirre con motivo de la festividad de la protectora de la República de Colombia, la Inmaculada Concepción de María. 98 Un documento más que hemos localizado es el relacionado con un problema entre el ciudadano Miguel Malo y el gobernador Tomás de Heres. El primero había tenido duras expresiones contra el segundo, quien le pidió unas veinticinco cabalgaduras para los oficia les que llegaban del Perú para apoyar a Antonio José de Sucre. Salvador Pedrosa, conocedor del juicio instaurado por este motivo, informó que le había prevenido y amenazado con aplicarle sanciones a Miguel Malo por sus indecorosas expresiones en contra del gobernador Tomás de Heres. Como colofón de esta parte, podemos deducir fácilmente, que lo que más ocupó a las últimas autoridades españolas fue el tema militar. Con consultas de numerosos documentos ratificamos nuestra apreciación de que se exigieron, hasta el límite del agotamiento, las 98 Estos

documentos se han seleccionado de la obra La Presidencia de Quito, 1822, Casa de la Cultura, Quito, 1983. La obra fue preparada por Alfredo Costales, Director del Archivo Nacional, de donde ha tomado una relación mayor de los documentos correspondientes a 1822. También se ha consultado el Libro de Cabildos de Cuenca que abarca el lapso que va del 02 de enero de 1822 al 16 de diciembre del mismo año, cuya copia reposa en el Archivo Luis Cordero. 95


contribuciones de Cuenca para el ejército español y después del triunfo de las tropas de Sucre continuó el aporte de la ciudad y de la región para la culminación del proceso libertario. EL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR. El personaje más notable de la historia republicana que haya llegado a Cuenca es el Libertador Simón Bolívar. Antes de conocer sus actuaciones en nuestra ciudad, recordemos algo de su extraordinaria vida. Nació en Caracas el 24 de julio de 1783 y murió en 17 de diciembre de 1830, a la edad de cuarenta y siete años, en una hacienda cercana a la ciudad de Santa Marta en Colombia. Con una infancia solitaria, aunque con una gran fortuna, pues inclusive en el día de su bautismo el padrino le obsequió una hacienda, creció con ciertas libertades y despreocupaciones. Estuvo en España, viajó a Francia, se casó con Teresa Toro, a quien la llevó a Venezuela donde enfermó y murió, antes de cumplirse el año de matrimonio. Sufrió una temprana viudez, maduro sus ideales y pasó a la gloria hasta ser llamado Libertador, único y acertado título dado a una persona. Siempre se sintió honrado con el título que se le dio y tuvo conciencia de su papel histórico y de su valía. Aunque pudo, no quiso ser el Napoleón de los Andes. En su juventud tuvo excelentes maestros: Simón Rodríguez, Andrés Bello, Carreño. Con ellos afianzó sus ideales permanentes, que los mantuvo a lo largo de su vida. Amó la libertad y vivió y murió por ella. Llegó a ser uno de los mayores estrategas militares de todos los tiempos. Valiente, decidido, con visión de las limitaciones de los enemigos, oportuno, consciente de las ventajas de sus soldados. Utilizó mucho la sorpresa, a veces con viajes largos e increíbles, todos a caballo. En una ocasión recorrió 5.000 km. en pocos días. Se le ha calificado como un genio militar. Galán, admirador de las mujeres, gran bailarín, fue romántico en la vida y también como escritor, especializado en el género epistolar, en el ensayo político y en la oratoria. Su genialidad, su inmensidad, sobrepasan las ubicaciones políticas en las que se le ha querido encajar dentro del liberalismo o conservadurismo. El Ecuador y Cuenca le deben mucho al Libertador, pues fue decisiva su participación en nuestra liberación y en los primeros años de vida política, interviniendo directamente o por medio de su más fiel colaborador, Antonio José de Sucre. Bolívar, después del encuentro con José de San Martín en Guayaquil, pasó a ser el líder máximo de la liberación de América, hasta sellarla en las grandes batallas de Junín y Ayacucho en el Perú, en 1824. Su gran sueño fue ver unidas y prósperas las regiones que antes formaron el virreinato de Santa Fe, dentro de una gran república llamada Colombia, sueño que duró solo diez años, pero cuyos anhelos siguen siendo de actualidad. Recordemos que fue nuestro presidente durante ocho años. Rápidamente, como en una caída precipitada, pasó del poder y la gloria al abandono y a la muerte. La soledad de su infancia la volvió a vivir en sus días de agonía. Su vida cruzó siempre desde las situaciones más adversas a los mayores logros, quizá los mejores ejemplos son los que se ubican en el Perú y en Nueva Granada: de la crisis de Pativilca a la luminosidad de Junín; de la posibilidad de ser un emperador como Napoleón a las conspiraciones que atentaron con su vida, a la renuncia y a un destierro volunta r io, 96


hasta que cerró los ojos en San Pedro de Alejandrino el 17 de diciembre de 1830. Desde entonces su sombra protectora cubre a las naciones que liberó: Colombia (incluida Panamá), Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia.

Monumento erigido en Cuenca al Libertador. 99

Después de la Batalla del Pichincha, que selló la independencia del Ecuador el 24 de Mayo de 1822, Simón Bolívar se apresuró para venir a nuestro país. En junio arribó a Quito, ciudad que le acogió con muchos festejos y en la que encontró el amor en el talento y la gracia de Manuelita Sáenz. Viajó a Guayaquil para asegurar la adhesión a su Colombia, llamada después La Grande; se entrevistó con José de San Martín entre el 26 y el 27 de julio. En agosto planificó venir al sur y visitar Cuenca y Loja. 100 Este fue el tema de mayor interés para los cuencanos en los últimos meses de 1822. Hubo preocupación de las autoridades sobre todo para proporcionarle a Bolívar y a su comitiva de treinta personas las suficientes acémilas para el transporte desde Balao o Naranjal a Cuenca. En agosto se conoció certeramente que llegaría en el mes siguie nte. Entonces comenzaron las diligencias: El 20 el Cabildo envió al gobernador una lista de personas que podían contribuir con mulas o caballos para que el Libertador venga desde el Naranjal a Cuenca. El 22 Bernardino de Alvear se dirigió al Vicario Juan Aguilar, informando que por carecer de mulas no daría su contribución. El 24 llegó un informe sobre la obligación de los ciudadanos que constaban en una lista para que contribuyan cada uno con un caballo para la conducción del Libertador. Ese mismo día ofició el gobernador al provisor vicario capitular, pidiendo se ordene al clero para que contribuya con mulas o caballos, pues consideraba que era vergonzoso que hasta la fecha no se haya entregado nada. Ya el 05 de septiembre se informó que estaban listas 4 mulas de silla y 4 de carga con 12 arrieros, mínima cantidad que había solicitó el Libertador para su partida. Los auxilios pedidos a Cuenca llegaron tardíamente, pero Bolívar no se detuvo y emprendió su viaje. Para su retorno también hubo dificultades en la consecución de animales. El 09 de octubre el gobernador recibió la lista de los individuos de la ciudad y de los pueblos que deben contribuir con bestias, así como la nómina de quienes se negaban a entregar mulas, 99

Escultura ejecutada por Paul Palacio Collman. También estuvo en Gualaceo y, según unos estudios realizados por Bolívar Cárdenas, visitó Azogues.

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expresando no tenerlas. Y hay el caso de la comunicación del alcalde primero al gobernador, solicitando se le indique de quién procedía la orden de encarcelamiento por no haber entregado una mula, ya que si venía del Libertador él lo cumpliría gustoso, pero sí la orden provenía del gobernador, no la obedecería.101 Más allá de estas pequeñas dificultades, el pueblo se sintió honrado por tan importante visita y se preparó para darle una bienvenida. Hubo muchos agasajos, banquetes, serenatas en la casa de gobierno (hoy Municipio) donde se hospedó por varios días. Tocaron para él los músicos Agustín Nivicela y Hermenegildo Rodríguez, organizó un coro u orfeón Martín Gárate y ha quedado como recuerdo el estribillo Viva Bolívar, el iris de la paz, el rayo de la guerra. El Libertador exaltó a Gaspar Sangurima, tomó decisiones políticas como presidente de Colombia y se pasó cavilando noche y día sobre los medios que se deben emplear para adelantar un ejército grande y realizar una expedición para liberar al Perú. Bolívar comentó en una carta dirigida a las hermanas Calderón Garaicoa que no le agradó la excesiva dependencia del clero. “La Iglesia se ha apoderado de mí: vivo en un oratorio, las monjas me mandan la comida, los canónigos me dan de refrescar, el Te Deum es mi canto y la oración mental mi sueño, meditando en las bellezas dotadas por la Providencia a Guayaquil y en la modestia de las serranas que no quieren ver a nadie por miedo del pecado. En fin, mis amigas, mi vida es toda espiritual y cuando Uds. me vuelvan a ver, seguramente que estaré angelicado.”

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ANH/C, C. 32.326. Cuenca, 20/08/1822, fol. 01. Gob. / Adm.; ANH/C, C. 32.325. Cuenca, 22/08/1822, fol. 02. Gob. / Adm.; ANH/C, C. 32.328. Cuenca, 24/08/1822, fol. 01. Gob. / Adm.; ANH/C, C. 28.263. Paccha, 24/08 - 06/12/1822, fol. 04. Gob. / Adm.; ANH/C, C. 32.338. Cuenca, 09/10 – 16/10/1822, fol. 03. Gob. / Adm.; ANH/C, C. 32.337. Cuenca, 05/10/1822, fol. 02. Gob. / Adm. 98


Buscó un lugar más tranquilo y se retiró a Chaguarchimbana desde el 16 de septiembre, allí se alojó en una modesta casa donde permaneció hasta el 4 de octubre, fecha en que viajó a Loja.102 Desde nuestra ciudad envió otras cartas. En una le dijo a Francisco de Paula Santander, el vicepresidente de Colombia, encargado de la Presidencia, que ha sido “acogido con entusiasmo y obsequiado magníficamente.” En otra comentó: “La gente parece buena, aunque todos no dicen lo mismo; el país parece miserable porque carece de todo, menos de granos, que los hay en abundancia, pero sin caminos para transportarlos…”103 En una epístola más a Santander comentó que el general Sucre es el único adecuado para intendente de Quito… “Sucre es libertador, activo, amable y el único para Quito, que es país, según la fama y la experiencia, muy suspicaz y descontentadizo… Estas provincias están en la frontera de la guerra y de la usurpación. El Perú quiere usurparlas y el ejército español conquistarlas… No quiero ir a Bogotá a luchar contra miserables facciosos mientras haya españoles en América contra quienes luchar.” Y en otra más se ratificó en su negativa a regresar a Bogotá pues le dijo: “Le aseguro que esto se pierde si me voy yo.” En una misiva del 11 de octubre comentó: … “El general Lamar está nombrado de presidente de un triunvirato que ejerce las funciones del poder ejecutivo… Lamar es el mejor hombre del mundo porque es tan buen militar como hombre civil. Es el mejor que yo conozco.” En una carta del 27 del mismo mes la encabeza con una exaltación: Al Gran General del Perú don José de La Mar, le dijo: “es infinita la satisfacción que he tenido al saber que Ud. está a la cabeza del gobierno del Perú. La pérdida que se ha hecho del general San Martín no puede ser reparada sino por Ud. y el general Alvarado. Los hombres públicos valen tanto cuánto es la opinión que se tiene de ellos…”104 Se cuenta la anécdota de la despedida que se le hizo a Bolívar en Cuenca. Varios canónigos presididos por José María Landa y Ramírez le acompañaron en sus buenas cabalgaduras y al final del recorrido le pidieron órdenes y se ofrecieron servirle con algo más de lo ya hecho. El Libertador les agradeció y ante la insistencia de uno de ellos les dijo: mi Estado Mayor va en pésimas cabalgaduras, haremos un cambio, ocupemos las que nos ofrecen los sacerdotes. No tuvieron otra alternativa que desmontar, entregar sus buenos caballos y subir en los que les dejaba Bolívar.105

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Muy poéticamente dice Carlos Aguilar Vázquez: El Libertador Simón Bolívar descansó un momento. Allí pidió tregua a la vida y paz a las traiciones. Allí llenó su tuberculosis de oxígeno y de agua clara y limpia; y allí hizo acopio de sosiego y de serenidad; allí, en fin, preparóse para la tragedia de septiembre y el calvario de Santa Marta. Añadimos que en el ANH/C hay un documento fechado el 19 de octubre y firmado por Simó n Bolívar en el cuartel general dando disposiciones sobre la marcha del colegio de Loja. ANH/C, C. 11.060. Loja, 19/10/1822, fol. 01. Gob. / Adm. 103 No olvidemos que Cuenca estuvo agotada con las interminables contribuciones para los ejércitos de los españoles hasta febrero de 1822, y de Sucre hasta abril del mismo año. A pesar de todo ello, la ciudad y la región siguieron aportando con dinero, hombres y vituallas para la liberación del Perú, hecho ocurrido en 1824. 104 En Revista El Tres de Noviembre, N° 13, de noviembre de 1937. 105 Algunos historiadores afirman que Simón Bolívar estuvo también en Azogues. 99


Al retornar de Loja, decidió visitar Gualaceo, donde permaneció por unos pocos días y luego viajó a Guayaquil, llevando la idea de completar el proceso de liberación con su direct a participación en el Perú, para lo cual Cuenca colaboró activamente, como lo ha demostrado fehacientemente el historiador Alfonso Borrero Moscoso; sin embargo, nuestra máxima aportación fue con José Domingo La Mar, héroe indiscutido de la última batalla, la de Ayacucho, en diciembre de 1824.106

Casa en la que descansó “El Libertador” 107

En el lugar donde llegó Bolívar se elevó esta casa que hoy está destinada a una biblioteca bolivariana y a actividades culturales.

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Recomendamos las obras Cuenca en Pichincha y Ayacucho, de Alfonso María Borrero. Ver la bibliografía. Tomada del Archivo del Centro Cultural Cordero. 100


Retratos del Libertador.

ALGUNAS DISPOSICIONES DE BOLÍVAR EMITIDAS EN CUENCA. Dentro de las actividades cumplidas en nuestra ciudad, las que más se recuerdan son: la exaltación del artista indígena Gaspar Sangurima, la creación de la Maestranza o Escuela de Artes y Oficios y la expedición de minuciosos reglamentos preparados por el gobernador Tomás de Heres.108 Emitió, además, algunas regulaciones como un reglamento sobre las minas de Pilzhún y otras sobre el establecimiento de un tribunal de comercio. También resolvió algunos problemas judiciales e hizo nombramientos como el de Rector del Seminario a favor de José María Landa y Ramírez. Insistimos en que la resolución de mayor trascendencia para Cuenca fue la exaltación que hizo Bolívar del indio Gaspar Sangurima, nuestro excelente escultor y multifacético artista, a quien confió la dirección de una Maestranza o Escuela de Artes y Oficios, donde se enseñarían varias disciplinas, según su vocación, a treinta jóvenes cuencanos. En su taller se trabajaron clarines, cornetas y cajas de guerra que se tocaron en las batallas de Junín y 108

El Reglamento de la Maestranza fue dado a conocer minuciosamente por Octavio Cordero Palacios. 101


Ayacucho. También cumplieron con otros compromisos como la provisión de ropa confeccionada para los soldados.109 El buen gobernador Tomás de Heres pasó a ser edecán de Simón Bolívar y llegó en su reemplazo otro gran gobernador, el general colombiano Ignacio Torres Tenorio, quien cumplió con la aspiración de que haya en la ciudad una imprenta, que la puso al servicio de fray Vicente Solano, el dinamizador de nuestro prestigio cultural. En el año de la liberación política definitiva (1822) el Ecuador quedó constituido por tres departamentos: Quito, Guayaquil y Azuay. Cuenca, como capital tenía dos provincias : Azuay y Loja y tres cantones: Cuenca, Azogues y Gualaceo. VISIÓN GENERAL DE LA SOCIEDAD EN EL PROCESO INDEPENDENTISTA. El proceso independentista y el lapso grancolombiano trajeron como consecuencia algunos cambios en la estructuración de la sociedad. Quizá lo más notable sea el robustecimiento de la clase militar, que pronto se convirtió también en un poder político que intervend r ía frecuentemente, para bien o para mal, en muchos aspectos de la vida nacional. Hemos insistido anteriormente sobre el creciente poder militar que hubo en los años finiseculares del XVIII, porque los españoles procuraban que sus principales autoridades tengan un grado militar para robustecer su autoridad, con miras a mantener el orden en la sociedad, lo que se intensificó cuando se crearon las intendencias y se robustecieron las milicias, pero su poder estaba ceñido a las leyes de Indias y el control de sus actividades se hacía permanentemente con la visitas y los juicios de residencia. En esta nueva época el heroísmo militar exhibido en las guerras de la independencia fue pagado con ascensos jerárquicos, con cargos públicos y con entrega de propiedades rurales, en algunos casos, despojándoles a sus antiguos dueños que eran españoles realistas a ultranza, o indígenas que mantenían tierras comunales. La sensibilidad ante los ancestrales dueños de estas tierras fue más teórica que real, y su situación económica y social en algunos casos se mantuvo igual y hasta empeoró. Poca preocupación efectiva hubo en torno a ellos. Fueron declarados en igualdad ciudadana como todos los demás, pero no hubo acciones reales que se establecieran para remediar su ignorancia, su pobreza y hasta su miseria. Hubo una preocupación inicial por la libertad de los esclavos pues hubo órdenes que se dieron para que sean manumitidos, con el pago a sus dueños de las debidas indemnizacio nes. Estas disposiciones fueron cumplidas en un grado menor pues no había los presupuestos municipales para cubrir las altas cantidades a invertirse, pues el costo de cada esclavo estaba, por lo general, entre los trescientos y cuatrocientos pesos. Lo que más hemos encontrado en los archivos es la liberación humanitaria, de gratitud o por razones religiosas, cuando se hacía testamentos.

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Consultar: Cordero Íñiguez, Juan, Gaspar Sangurima, de la leyenda a la historia, de la historia a la Leyenda, en Ver la obra sobre artesanías publicada por el CIDAP. 102


Por mucho tiempo se prolongó la prohibición de que los españoles se casen en tierras americanas mientras se mantenían conflictos bélicos.110 La sociedad quedó con el hábito de hacer caridad para atender algunas obras sociales, como era tradicional en la época colonial, pero pronto se organizó una Junta de Benefice nc ia Pública por orden del Libertador Presidente, con la consigna de hacer lo mejor que se pueda para ayudar a la población más necesitada. La Junta debía comunicar a las autoridades sobre las medidas que tomaba para cumplir con sus fines. 111 La costumbre de iniciar pleitos, con el patrocinio de abogados, para enjuiciar por robos en general y por abigeato en particular, por concubinato, así como la de conceder poderes para la realización de gestiones en diversos lugares, siguió su curso normal. Los archivos notariales están llenos de procesos judiciales. Matizaba la vida citadina la participación de la sociedad, en sus distintos estratos, en los juegos de naipes, dados, boliches, billares, carreras de caballos y corridas de toros, estas últimas muy disminuidas en Cuenca, según la opinión de Humboldt. Se hacía poesía, algunas irónicas y anónimas, como las que incorporamos en esta obra, se representaban mojiga ngas y piezas de teatro y en menor grado, sobre todo en el campo, se jugaba al huairu en las ceremonias fúnebres y al pucara en la época de carnaval. En cuanto a la educación se puede decir que hubo real interés del nuevo poder público por el mejoramiento de la educación en sus diversos niveles. Se incrementaron los centros educativos, se exigió a las comunidades de religiosas de claustro que establezcan escuelas para niñas, hubo preocupación para que el Seminario funcione con regularidad, mejore y diversifique sus asignaturas y lo más notable de esta época es la disposición para que se abra una maestranza para el aprendizaje de artes y oficios. En una comunicación se informó desde el Gobierno Superior que se habían enviado cincuenta pizarras para la escuela de enseñanza militar, porque también había preocupación por la educación de los milicianos y soldados. 112 A cargo de los instructores privados Juan de Dios Corral y Juan de la Cruz Piedra funcio naba un centro educativo para formar profesores, lo que con el tiempo se llamó una escuela normalista. Seminario de Cuenca. Desde la creación del obispado hubo interés por el establecimie nto de un seminario. Los primeros informes se pidieron al obispo Carrión y Marfil, en 1790. Para 1803 ya existía el colegio de San Francisco Javier, del que se aspiraba a que sea un colegio real, con escudo y blasones. Después pasó a llamarse colegio de San Andrés. Desde entonces se empezó a reunir dinero proveniente del 3% de las rentas eclesiásticas y del valor de una canonjía suprimida.

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ANH/C, L. 19. Cuenca, 16/10/1828. Gob. / Adm, fol. 117. ANH/C, L. 19. Cuenca, 03/11/1828. Gob. / Adm, fol. 121-121 v.; ANH/C, L. 19. Cuenca, 04/11/1828. Gob. / Adm, fol. 122. 112 ANH/C, C. 31.400. Guayaquil, 06/07 /- 21/07/1825. Gob. / Adm, fol. 04. 111

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Imagen de San Francisco Xavier, primer patrono de la educación.

El obispo Quintián Ponte trajo desde Lima a buenos profesores, siendo el más renombrado el doctor José Mejía, quien influyó en los cuencanos para que se dedicaran a estudiar y cultivar las letras. El seminario como tal fue creado oficialmente por disposición de Fernando VII el 6 de septiembre de 1813, con el impulso del encargado del obispado, el argentino José María Landa y Ramírez, y del cuencano Miguel Custodio Veintimilla. En 1817, con el obispo José Ignacio Cortázar hubo una nueva fundación, con el nombre de San Ignacio de Loyola. Comenzó a funcionar normalmente desde 1818. Fue también rector Andrés Villama gá n, presbítero quiteño. Catedrático de moral fue fray Vicente Solano. En 1822, con la firma de Simón Bolívar, fue confirmado en el rectorado José María Landa y Ramírez: “Por cuanto es necesario nombrar un rector del colegio Seminario Conciliar de esta ciudad, que cuide de la enseñanza de los alumnos, de su bien espiritual, de la inversión de las rentas y demás anexos al empleo: por tanto, concurriendo en el Sr. Dr. José María de Landa y Ramírez, dignidad maestrescuela de esta santa iglesia Catedral, las cualidades necesarias de virtud, literatura y conocido patriotismo, hemos tenido a bien, de acuerdo con el Exmo. Sr. presidente de Colombia, elegirlo y nombrarlo, como desde luego lo elegimos, nombramos y diputamos de tal rector del enunciado colegio Seminario Conciliar de esta ciudad para que en su virtud, entre en uso y ejercicio de todas las funciones anexas al rectorado, en los términos que tiene dispuesta la Constitución, que lo gobierna por ahora, y mientras que se recibe el plan de estudios que debe regir en toda la República, esperando del notorio celo y prudencia de dicho señor, que cuidará del buen arreglo y orden del citado colegio, a fin de que se logre el fruto de ver que la Iglesia y el Estado tengan ministros y ciudadanos útiles y por el trabajo que ha de emprender en el servicio referido haya y lleve la renta señalada por dicha Constitución. Y mandamos a todas y cualesquiera personas de cualquier estado, calidad y condición que sean, hayan existido y tengan al mencionado

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señor, manteniendo por tal rector y le guarden las honras, preeminencias y libertades que se son debidas. En testimonio de lo cual mandamos dar y dimos el presente, firmado de nuestra mano, sellado con el sello del venerable deán y Cabildo, y refrendado por el infrascrito secretario de gobierno, a diecinueve de septiembre de 1822. Bolívar.”113 Con el impulso de este dinámico rector el Seminario se puso a la cabeza de la educación cuencana. En ocasiones se lo llamaba también como Colegio Nacional. Estuvo dirigido desde la Curia, pero controlado por el Ejecutivo. A una disposición de que se enseñe gramática castellana y filosofía respondió de inmediato el rector que así se procederá. 114 Es de gran trascendencia la insistencia de un pedido anterior hecho por el presidente de la Audiencia Joaquín Molina y Zuleta, en 1812, sobre la instalación de una universidad en Cuenca. En 1826 lo hizo el Cabildo civil, dirigiéndose a las autoridades de la República de Colombia. Las artesanías cuencanas. Las artesanías han sido casi siempre anónimas. Lo son, hasta ahora, salvo algunos nombres que, por excepción, han llegado hasta nosotros. Dentro de su campo estuvieron obras que hoy las llamamos artísticas, más aún, aquellas que fueron producidas con la intervención de varias personas, como en el caso de las esculturas, talladas por unos, pintadas por otros y encarnadas, al fin, con algunos secretos, por terceros. En estos casos no sabemos si atribuir y elogiar a quien hizo la talla o a quienes completaron el embellecimiento de la obra.115 Un artesano comenzaba su preparación en el taller de un maestro, previa la suscripción de un contrato, donde pasaba largo tiempo como ayudante y aprendiz hasta que, después de dos, tres o cuatro años, ante un tribunal rendía un examen y aprobado pasaba a tener la calidad de maestro. Todo estaba legislado y controlado. Nadie podía ejercer una profesión artesanal sin este proceso. Si quería obtener otro título, debía pasar por toda esta secuencia y sólo así podía ser, por ejemplo, maestro en escultura y pintura. Creemos que Gaspar debió aprender en un taller o en varios y que quizá, como era usual en aquella época, comenzó por imitar a su propio maestro o a otro, tal vez un quiteño, probablemente a partir de alguna obra

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Documento donado por María Isabel Eljuri a la Universidad de Cuenca. Archivo de la Institución. ANH/C, C. 32.127. Cuenca, 29/08/1825. Gob. / Adm, fol. 03. 115 Carpinteros y otros artesanos hubo desde la fundación de Cuenca. Algunos nombres los han recogido en obras generales como la Historia del Corregimiento de Cuenca de Juan Chacón o en más especializadas como El Artesano en la época colonial de Diego Arteaga u Oficios y actividad paragremial en la Real Audiencia de Quito de Jesús Paniagua y Deborah Truhan y, por supuesto, en historias del arte como en El Monasterio del Carmen de la Asunción, con capítulos especializados en arte y artesanías de nuestra autoría y de René López Moreno; en La pintura mural en el Monasterio del Carmen de Juan Martínez o El arte quiteño: 1650 -1850, coordinado por Alexandra Kennedy. Lo ha hecho también José Tarquino León, con su obra Biografía de Artesanos y Artistas del Azuay y, últimamente, Simón Valdivieso. También citamos De lo Divino y lo Profano, obra poligráfica publicada por el Banco Central. Ver Bibliografía. 114

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que mandaran sus dueños a restaurarla. Creemos que hay que desterrar la idea de que fue autodidacta.

Púlpito de la Catedral Vieja

Detalle de un Cristo crucificado, atribuido a Gaspar Sangurima.

Cristo azotado. Iglesia de La Merced.

CUENCANOS EN LAS BATALLAS FINALES POR LA INDEPENDENCIA. Ochocientos cuencanos participaron en la Batalla de Pichincha, donde se distinguió Abdón Calderón. Cuenca dio de sí -dijo Sucre- todo lo que podía dar. Fue importante el apoyo económico y humano de los azuayos para las batallas de Junín del 6 de agosto de 1824, dirigida por Simón Bolívar, y de Ayacucho, del 9 de diciembre de 1824, al mando de Antonio José de Sucre. En las dos participaron muchos cuencanos, llevados por Ignacio Torres, siendo sobresaliente el papel cumplido por José Domingo La Mar, nacido en nuestra ciudad, a quien por su heroísmo se lo ascendió a mariscal, grado máximo en la escala 106


militar. Recordemos que en Ayacucho, situado al sur del Perú, fue donde se dio la última batalla por la libertad de América. Hubo, a más de los cuencanos, una notable participació n de tropas de la república de Colombia y particularmente del departamento del Sur, pues tanto Quito como Guayaquil enviaron hombres y vituallas. Antonio José de Sucre, fue llamado desde entonces Mariscal de Ayacucho. El batallón Yaguachi que partió de tierras ecuatorianas continuó exaltando el nombre de Abdón Calderón cuando se pasaba lista de sus integrantes, en cumplimiento de una disposición dada por Bolívar. Desde el gobierno y comandancia general de la provincia de Cuenca, en oficio enviado el 28 de junio de 1823 se comentó sobre la “Cuota de la provincia de Cuenca dentro del cupo asignado al Departamento de Quito en 1823 para el sostenimiento de la División de Colombia en el Perú.”116 El cupo fue de 15.000 pesos y se ofreció cubrir con el cobro de rezagos de tributos de años anteriores. Otro documento se refiere a la Colecta de dinero en la provincia de Cuenca, donde se expone sobre las dificultades en el cobro por la pobreza de la ciudad y a pesar de ello se entregó al coronel Ibarra una fuerte suma, añadiendo que se empeñará en cubrir lo solicitado. 117 PARTICIPACIÓN DE EXTRANJEROS EN LA INDEPENDENCIA DE CUENCA. Varios fueron los extranjeros que participaron en nuestro proceso independentista, comenzando por Francisco (García) Calderón, cubano de nacimiento, fusilado en 1812, pasando a los que intervinieron en períodos posteriores: el chileno José María Vázquez de Noboa, el neogranadino Ignacio Torres Tenorio, el bogotano Antonio Morales Galavis, el cuzqueño Antonio Farfán, los irlandeses Guillermo Harris y Guillermo Talbot, el dublinés Arturo Sandes, el español Francisco Eugenio Tamariz, los venezolanos Antonio José de Sucre, Tomás de Heres y José González. De muchos de ellos incorporamos a lo largo de la obra y al final una importante información biográfica. La mayor parte de estas personas participaron con idealismo y hubo unos pocos que lo hicieron representando los intereses de sus países. Algunos se afincaron en Cuenca y sus descendientes han cumplido notables roles en nuestra historia económica y social. REFLEXIONES SOBRE LA INDEPENDENCIA. SU SENTIDO HISTÓRICO. A nuestro juicio hubo un proceso de liberación que tiene antecedentes remotos y cercanos y un desarrollo efectivo en el lapso de unos quince años. Un proceso de liberación. La libertad política fue una conquista que había que mantener la. La historia del Ecuador está llena de páginas heroicas. Ya Benedetto Croce nos habló de la historia como hazaña permanente de la libertad. Hay otras libertades que están por conquistarlas o por afirmarlas: la social, que nos permite vivir en armonía, reconociendo igualdades y diferencias, pero brindándonos a todos los mismos derechos y obligaciones; la -

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ANH/Q. Sección República de Colombia. Departamento del Sur. Año 1823. Tomo 3. Doc. 142, fol. 170, en Luna Tobar, Alfredo, El Ecuador en la independencia del Perú, Banco Central, Quito, 1986. Tres volúmenes. 117

ANH/Q. Sección República de Colombia. Departamento del Sur. Año 1823. Tomo 4. Doc. 30, fol. 39. Idem. 107


ideológica, que nos da derecho a exhibir con dignidad y con respeto nuestros pensamie ntos y creencias; la cultural, que nos permite acceder a las letras, cultivar los valores del espíritu y conocer y mantener la identidad de los pueblos, hoy amenazada por esa corriente denominada globalización, mundialización o universalización, que tiende a destruir los valores heredados. Y hay una última libertad: la económica, conseguida por pocos pueblos, no lograda o perdida por muchos, que a Estados y a individuos nos tiene sometidos y con limitaciones para avanzar hacia el progreso. Hay muchas libertades que aún son una utopía y una nueva meta, que aún exigen la presencia de precursores y de héroes. La liberación política obtenida en un proceso cruento que va desde el 10 de agosto de 1809 hasta el 24 de mayo de 1822 fue un gran paso, pero el Ecuador aún necesita de muchos veinticuatros de mayo, de muchos nueves de octubre, de muchos tres de noviembre, que no se los ve venir, porque estamos comprometidos con una sociedad consumista y corrupta, de enfrentamientos, de protección de intereses mezquinos, de acusaciones irreflexivas, de desunión, de egoísmos; en suma, de antivalores. Y todo esto contrasta con las potencialidades del Ecuador, maravillosa síntesis de la historia, de la etnografía y de la geografía universal, en la mitad del mundo. Nos aventuramos a pensar que la redención podría estar en la toma individual de conciencia, en la profunda reflexió n que hagamos cada uno de nosotros, primero como ecuatorianos y después como ciudadanos, sobre los deberes a cumplir cada uno, con una tarea concreta en el hoy que pronto se hace pasado. Y con esa sincera toma de conciencia, debemos mantener el propósito de sumar esfuerzos para empujar en una misma dirección, identificando cinco o seis grandes objetivos nacionales que nos conduzcan a la conquista de esas libertades aún no ganadas. Sin recriminaciones, sin echar la responsabilidad en los hombros de los demás, asumiendo nuestra tarea, sólo con el amor a la patria, tierra que nos ha prestado un poco de su polvo y mucho de su espíritu para llamarnos dignamente ecuatorianos, y poniendo como meta de nuestros actos el valor social más trascendente, la solidaridad. CONSECUENCIAS DE LA LIBERACIÓN POLÍTICA. Retornemos a la historia para recordar qué conseguimos con la Batalla del Pichincha. Primero, el establecimiento de un nuevo régimen político: democrático, constitucional, republicano, que sigue en vigencia, a pesar de haber cambiado por más de veinte veces la Constitución Política del Estado; después, el establecimiento y la definición de las funciones principales del Estado; la consolidación de algunos rasgos o características particulares de nuestro país; el anhelo de integración en unidades regionales mayores a partir de la Gran Colombia, hasta vivir aún el sueño de una mayor integración andina o regional, con historias e ideales comunes. Con la independencia se avanzó hacia el paulatino deslindamiento del Estado y la Iglesia, cuya culminación estuvo a cargo de la Revolución Liberal; se avanzó en el proceso de un nuevo ordenamiento legal, manteniendo algunas instituciones, como los municipios y las comunas indígenas; se continuó con las mismas artes plásticas coloniales con el añadido de nuevas corrientes como el paisajismo y el retratismo; surgió una clase militar poderosa, siempre atenta para interrumpir los procesos democráticos cuando se jugaban oscuros o claros intereses; se desarrollaron nuevas expresiones literarias; surgieron muchos valores humanos en las distintas actividades políticas, culturales, etc. En suma, se definieron los rasgos que nos permiten hablar de una nacionalidad cívica que nos cobija a todos los ecuatorianos, humana y culturalmente mestizos, sin dejar de reconocer la pervivencia de nacionalidades 108


étnicas, que ante todo necesitan oportunidades para compartir, en igualdad de condiciones, los derechos y responsabilidades que nos brinda el país. Todos estos son temas que podrían ahondarse y completarse con otros que han sido tratados por historiadores, políticos, sociólogos, economistas o estudiosos de diversas especialidades. Lo que queremos decir con estos ejemplos, es que el proceso de la liberación política es la culminación de otro proceso mayor que se dinamizó en el siglo XVIII y es, a su vez, puerta para nuevos acontecimientos, cuya proyección ha llegado hasta nuestros días. Conclusión. El conocimiento de la gesta libertaria que culminó el 24 de Mayo de 1822, es una valiosa ocasión para reflexionar acerca de este patriótico legado y sobre el papel que nos toca desempeñar a todos nosotros, como usufructuarios de esa libertad. En aquellas heroicas batallas participaron líderes militares y civiles, y especialmente tropa idealista entrenada o no, lo que vale decir ahora, pueblo esperanzado, ese gran grupo humano anónimo que confió en sus conductores y ofrendó su vida por un ideal y por una esperanza en días mejores para sus familias, para sus amigos, para todos. Nosotros, identificados como ecuatorianos, debemos hacer un buen uso de la libertad y de la independencia que nos legaron nuestros antepasados. Debemos recoger sus esperanzas y honrar la sangre derramada por los combatientes de un dilatado lapso de quince años, que nos han permitido tener una Patria Libre y con potencialidades para que todos podamos llevar una vida digna. En estos últimos años se ha trabajado mucho en el estudio y la profundización del proceso independentista y todos coinciden en darle gran trascendencia nacional e internacional al proceso y al hecho iniciado el Diez de Agosto de 1809, que tuvo su trágico final en 1812. En todos se ve el empeño de demostrar que lo ocurrido en Quito fue más orgánico y de una indiscutible mayor trascendencia que los episodios de mayo y junio en Chuquisaca y La Paz de ese mismo año. Ya hace cien años hizo un excelente análisis del tema y lo trató magistralmente el historiador guayaquileño Camilo Destruge, en su obra Controversia Histórica sobre la iniciativa de la Independencia Americana. ¿Quiénes fueron los promotores de este fundamental paso hacia la libertad? Este es ya un tema de controversia. Tradicionalmente se ha exaltado a la nobleza quiteña encabezada por Juan Pío Montúfar, marqués de Selva Alegre, pero hace cincuenta años saltó a la palestra Manuel María Borrero González con su obra Quito, Luz de América, en la que expuso que el principal actor fue el pueblo quiteño, al que se le puede encontrar en los soldados que en la noche del nueve al diez plegaron al movimiento emancipador, en los representantes de los barrios, en la adhesión al acontecimiento mediante su respaldo con ocho mil firmas, así como en su participación en los alegres festejos. De inmediato surgió otro erudito libro de Jorge Salvador Lara, que precisó y aclaró conceptos en La Patria Heroica. Hoy se habla de los roles de cada estamento y hasta se puede armonizar el papel de los líderes con el cumplido por el pueblo. En cuanto a los sucesos de Cuenca, también hemos procurado resaltar la participació n popular, pues su intervención fue decisiva para el abandono de las autoridades y tropas

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realistas. También hemos insistido en la contribución humana para los enfrentamientos en las batallas, con triunfos y derrotas, hasta la liberación final. Sobre los procedimientos y los sistemas políticos que se pretendían establecer hay mayores distanciamientos entre los historiadores. El regalismo, es decir, el mantenimiento de la autoridad regia, pasa a ser una primera gran interrogación: ¿fue sincero o una táctica circunstancial? Este hecho debe verse no solo en el contexto local sino también en el internacional, pues todas las Juntas que se crearon en América durante el arranque inic ia l tuvieron la misma orientación. La tesis tenía enorme peso político y moral, por la vinculac ió n del Estado con la Iglesia a través del Patronato, con que se generó una tradición de verle al rey como autoridad indiscutible, a veces de derecho divino y natural. En este contexto es ya una significativa avanzada el recuperar la doctrina de que, a falta de autoridad legítima, el poder retornaba al pueblo, como se alegó en varios documentos. El republicanismo y la democracia, como ahora están en nuestras mentes, son construccio nes que han surgido en largos procesos históricos. Es algo parecido, en una hipótesis no consentida, a si hoy a alguien se le ocurriere pensar en un gobierno monárquico, después de un consolidado republicanismo en doscientos años. Las revoluciones no han sido radicales desde su iniciación, pues solo se partía de unos pocos líderes que desde el comienzo aspiraban a lograr profundas rupturas con el pasado. En la historia encontramos procesos y formación de bandos que pronto se polarizan. Un ejemplo es el de la Revolución Francesa que comenzó por respetar la monarquía, para pasar a liquidarla, incluso con la decapitación del rey y de la reina, y luego retornar a un imperio, bajo el mando de Napoleón Bonaparte, que se coronó a sí mismo. Entre nosotros, pronto se abanderizaron los líderes en dos grupos: montufaristas y sanchistas, estos últimos con ideas más avanzadas. Había varias iniciativas para tomar el poder y ejercer un gobierno autónomo. La más cómoda y práctica era mantener el vínculo legal con la Corona, pero asumiendo el gobierno una élite criolla. Se ha especulado que la Junta Soberana manejó mal los cálculos políticos, pues sus miembros creyeron que iban a producirse, casi con simultaneidad, otros movimie ntos similares en los virreinatos de Santa Fe y de Lima, pues toda España estaba llena de Juntas Patrióticas dispuestas a expulsar al invasor Bonaparte. También se creyó que habría un apoyo esperado y planificado de las gobernaciones de Guayaquil, Cuenca y Popayán; sin embargo, algunos de sus líderes contactados no mantuvieron su compromiso. Y pasó todo lo contrario. Lo ocurrido en Quito, sin derramamiento de sangre, recibió una respuesta violenta e inmediata, en las gobernaciones mencionadas, a partir de la recepción de las comunicacio nes de adhesión. Surgió una discusión sobre el liderato de la contrarrevolución entre Bartolomé Cucalón y Melchor Aymerich, este último respaldado incondicionalmente por el poder moral y económico del obispo de Cuenca Andrés Quintián Ponte y Andrade, cada uno haciendo méritos ante los virreyes, con diversas demostraciones de fidelidad. Sobre el papel de la Iglesia católica se discute y se seguirá discutiendo con pasión. En el caso del obispo de Quito José Cuero y Caicedo, (que antes lo fue de Cuenca) es de sumo interés observar el proceso evolutivo de su pensamiento y de sus acciones, desde la suscripción de un contra juramento, guardado secretamente en un convento de religiosas enclaustradas, 110


hasta la toma de decisiones valientes a favor del pueblo, después de la masacre del Dos de Agosto. La iniciativa de la violencia partió de los peninsulares. La guerra a muerte fue declarada por ellos a partir de las persecuciones implacables iniciadas en Cuenca desde el 16 de agosto de 1809 y continuadas en Quito, desde que el conde Ruiz de Castilla cometió la infamia de violar un juramento de respeto a los insurgentes, lo que le llevó a buscar por todos los medios a su alcance a todas las personas que manifestaron su simpatía por los cambios, procesarlos y conducirlos con premeditación al vil asesinato de muchos de ellos encerrados en cárceles, el Dos de Agosto de 1810. Estos hechos, conocidos y repudiados en América, envalentonaron a quienes lucharían por la libertad en años sucesivos. Si nos remontamos un poco a la génesis del proceso hay que llegar a los cambios generados en la segunda mitad del siglo XVIII, poniendo énfasis en el pensamiento ilustrado y al final en el reconocimiento de Eugenio Espejo como un Precursor del movimiento. Papeles trascendentes en la definición del nuevo ente que se estaba formando y que se llamar ía Ecuador tuvieron Pedro Vicente Maldonado y los cartógrafos que definieron el espacio físico de la Real Audiencia de Quito, así como el padre Juan de Velasco, autor de una primera gran historia del Reino de Quito en la América Meridional. Durante las primeras luchas revolucionarias de 1809 a 1812 hubo doce combates o enfrentamientos militares, así como varios personajes que sobresalieron en este proceso político, militar e ideológico: Manuela Cañizares, Juan de Dios Morales, Antonio Ante y Flor, Carlos Montúfar y Larrea, los esposos Mejía-Espejo, José Cuero y Caicedo, las mujeres revolucionarias que llevaron el bello nombre de Rosa y Manuel Rodríguez Quiroga, entre otros. Desde Cuenca las figuras más notables en ese primer lapso heroico fueron Fernando Salazar y Francisco Calderón. Una nueva historia política. Cumplido el primer cuarto del siglo XIX, América comenzó a vivir una nueva historia, llena de vicisitudes, con anhelos de crecimiento y con muchas frustraciones. Hoy, ya en la segunda década del siglo XXI, los problemas se han acrecentado, y muchos tenemos sentimientos de frustración, pues no hemos sido capaces de administrar el derecho a autogobernarnos, si vemos sólo desde la faceta más importante que es la humana, pues hay una inmensa mayoría de ciudadanos que no participan de los benefic ios que debía traerles una libertad política, dentro de un proceso que mejore constantemente sus condiciones de vida. Se han dado pasos importantes, sobre todo en estos últimos años, pero aún nos falta mucho para superar las condiciones de pobreza de la mayoría de ecuatorianos. Las futuras historias juzgarán cuánto se ha avanzado. Al revisar el proceso de nuestra independencia política debemos motivarnos para reflexio nar sobre nuestras responsabilidades, recordando los ideales de quienes soñaron con el bienestar colectivo, a partir del hecho político de la liberación del dominio español. No debe ser sólo el recuento de un hecho histórico, porque visto así sería un mero ejercicio intelectual. Debe ser motivo de profundas reflexiones para involucrarnos todos en la búsqueda de algo que todavía no conseguimos: la liberación de la inhumanizante pobreza.

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Creemos que en ese lapso hubo hechos heroicos dignos de recordarse y que hubo intencio nes laudables para conquistar el progreso con esfuerzos propios. No todos asumieron sus responsabilidades y hubo también intereses personales que se sobrepusieron a los colectivos, y que por ello aún quedan muchas tareas singulares y sociales, ahora a cargo de nosotros, para crear una sociedad más justa y equitativa. ÚLTIMAS REFLEXIONES. Nadie puede negar que lo iniciado en 1809 tuvo trascendencia mundial y que fue punto de partida para el surgimiento de numerosos estados iberoamericanos que entraron plenamente al siglo XIX con una nueva identidad política, la mayor parte convertidos en repúblicas constitucionales, democráticas y presidencialis tas, con muchos anhelos, difíciles de satisfacer de inmediato, porque la conquista del progreso es lenta y la desunión de las naciones no permitió sumar esfuerzos como ocurrió en Norte América. Asumir actitudes para auto gobernarse era ya un acto revolucionario y por ello hubo una radical reacción de las autoridades españolas que en los casos iniciales de Bolivia y de Quito, fueron sofocados con juicios sumarios, tendenciosos y sin sometimiento a los procedimientos establecidos, para llegar a lo que querían: pedir la pena capital y ejecutarla de inmediato. Los enfoques que se han hecho y se seguirán haciendo sobre estos primeros intentos de autogobierno, sobre el generalizado fidelismo a Fernando VII, y sobre los avances hacia actitudes más radicales, seguirán siendo hipótesis con más o menos argumentos. Nosotros, que últimamente hemos revisado la literatura actualizada sobre el tema, hemos llegado a la conclusión de que hubo una inicial firmeza, con graves dubitaciones posteriores y hasta con debilidades propias de la condición humana, enfrentada a una inminente muerte, pero que en suma, se dio un gran paso: demostrar que la soberanía retornaba al pueblo cuando se extinguía una autoridad, aunque sea ostentada por reyes y respaldada por una larga tradición y por ciertas doctrinas regalistas. En este proceso revolucionario hubo diversas posiciones, desde las más simples de ver solo una búsqueda de un gobierno criollo dentro de una monarquía que los ampare, al estilo de lo que luego ocurrió con los dominios ingleses en la llamada Commonwealth, hasta la interpretación, dentro de la que incluimos nuestra opinión, de que en estos avances hubo promotores ubicados en distintas posiciones, desde algunas tradicionalistas hasta otras realmente revolucionarias y que por el desarrollo de los acontecimientos se fueron consolidando a favor de estas últimas, que triunfaron con sus anhelos de lograr la independencia política y nuevas formas de gobiernos democráticos y presidencialistas. En suma, todos los antecedentes remotos y externos, así como los internos, especialme nte los que se cumplieron en el siglo XVIII, más los procesos ocurridos en las dos primeras décadas del siglo XIX nos llevan a la conclusión de que la Independencia fue un proceso que maduró por mucho tiempo y que se desarrolló en el lapso que va de 1809 a 1824, y que cambió radicalmente la geopolítica mundial. Los otros cambios, más profundos que tienen que ver con lo económico y social, fueron desarrollándose más lentamente y aún tienen muchas tareas pendientes.

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Estamos convencidos de que la Independencia fue un proceso creciente, que en el caso de nuestro país tuvo dos etapas bien definidas: la una que va desde el 10 de agosto de 1809 hasta el 4 de diciembre de 1812, y la otra, más exitosa, que arranca del 9 de octubre de 1820, con la liberación definitiva de Guayaquil. Que pasa por la independencia de Cuenca el 3 de Noviembre y que culmina el 24 de mayo de 1822 con la batalla del Pichincha, en la que sobresalieron Antonio José de Sucre, enviado por el Libertador, y el cuencano Abdón Calderón Garaicoa. Se mantendrá aún la discusión de si fueron movimientos de solo una élite o si hubo participación popular. Podríamos concluir que comenzó por el impulso de unos pocos, como generalmente ocurre en todo proceso de cambio, pero que creció la participación popular, como reacción contra la política extremadamente represiva de la Metrópoli y porque hubo mayor difusión de lo que significaba la libertad política y el autogobierno, dentro de un régimen democrático, contrastado con el absolutista que se estaba dejando atrás. Dice Remigio Crespo Toral que nuestros libertadores “se propusieron hacernos felices, bajo la paternidad del gobierno local… Desde Bolívar y San Martín, desde los honrados patriotas de Quito, Caracas, Santiago, Charcas y Buenos Aires que formaron los Cabildos y las Juntas que organizaron la independencia, una ilusión pasó por todos los cerebros de los hombres de armas como Miranda, Sucre, Belgrano, O Higgins; de los sacerdotes como Cortés, Hidalgo, Henríquez, hasta los estadistas y escritores como C. Torres, Zea, Nariño, Espejo, Rivadeneira, Bello. El ensueño republicano se miró, durante las primeras victorias de la magna guerra, como una próxima realidad…” 118 En su momento, cuando se hablaba de un intento español para reconquistar tierras americanas, dijo Benigno Malo: “Un libro no bastaría para hacer la descripción del inmenso progreso que, con la independencia, aún en medio de nuestra anarquía, hemos realizado en los últimos cuarenta años. Nuestra riqueza natural centuplicada; nuestra inteligencia lanzada en todos los horizontes del saber humano; la esclavitud de la raza africana abolida; las formas constitucionales ensayadas; la libertad de la prensa ejercida con un brillo superior al de la antigua metrópoli; nuestros anales ennoblecidos con hazañas heroicas…”119 RECAPITULACIÓN FINAL. Del 10 de Agosto de 1809 al 9 de octubre de 1820. Todo país tiene muchos motivos para enorgullecerse. Como historiadores nos complacemos en insistir en algunos de ellos, tanto de la época indígena, como de la hispánica y de la republicana. De esta última solo citaremos uno: la primera proclamación y el mantenimie nto por un breve tiempo de un proceso de liberación política, hecho que ha servido para que a Quito se le llame con propiedad Luz de América. Con lo ocurrido el 10 de Agosto de 1809 comenzaron a realizarse los ideales del mayor de nuestros mestizos, de múltiple vertiente étnica como somos la mayoría de los ecuatorianos, el precursor Francisco Eugenio de Santa Cruz y Espejo.

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Crespo Toral, Remigio, Cien años de emancipación (1809-1909), en Selección de Ensayos, Editorial Ecuatoriana, Quito, 1936. 119 Malo, Benigno, en El Centinela, Cuenca, 1964. 113


Vicisitudes. Hubo numerosas vicisitudes en un lapso de más de diez años, tiempo en el cual se consolidó un ideal, pero también en el que se sacrificaron muchas vidas humanas, de quienes se constituyeron en los primeros héroes de nuestra historia nacional. Bástenos recordar sólo a los patriotas que murieron el Dos de Agosto de 1810, en las cárceles y en las calles de Quito. Nuevas corrientes ideológicas surgían en España y allí estuvieron para enarbolarlas y defenderlas personas de la talla de José Mejía Lequerica o de Vicente Rocafuerte, que participaron en la elaboración de la Constitución de Cádiz, puesta en vigencia en 1812. Con el ejemplo de Quito, América preparaba su nacimiento a una nueva vida, más esperanzadora, liberada de regímenes monárquicos y autoritarios. Y se sucedieron las batallas dirigidas por geniales estrategas y políticos, brillando en esa constelación el astro mayor, Simón Bolívar. Las tres regiones tradicionales. Nuestro país, ya llamado en ese entonces tierras del Ecuador y preferentemente Presidencia de Quito, estaba constituido por tres regiones bastante diferenciadas, pero unidas cultural y políticamente por España: Quito, Guayaquil y Cuenca. Por España, sí, no por los pueblos aborígenes que se mantuvieron cada uno con su maravillosa identidad, hoy valorada de manera creciente en los museos arqueológicos y etnográficos, en los estudios etnohistóricos y en todas las culturas vivas, como parte substancial de nuestra identidad mestiza. No por los incas, que tuvieron una cultura de montaña sólo para la región serrana del Ecuador. Sí, por España, que abarcó todo el territorio nacional en una unidad política y cultural llamada Real Audiencia de Quito, creada jurídicamente a partir del 29 de agosto de 1563 y mantenida, con algunas vicisitudes, hasta el proceso mismo de la liberación política. Una compleja geografía nos alejaba a unos de otros y un proceso temporal de tres siglos nos daba elementos de identidad y de diferenciación. De derecho y de hecho, cada unidad actuó con autonomía, aunque coincidieran en su interés por estar libres del gobierno español. Por ello los procesos de independencia de Quito y su región centro norte, de Guayaquil y su región natural de la Costa tienen sus propias historias, igual que el de Cuenca y su jurisdicción austral. Sumando todos hacen la gran historia de la independencia nacional. Del 9 de Octubre de 1820 al 24 de Mayo de 1822. Guayaquil, con más planificación y con la suerte de contar con militares venezolanos distinguidos, logró en un solo acto proclamarse y mantenerse liberada desde el 9 de Octubre de 1820. Y con total derecho dictó sus propias normas legales, inspiradas, fundamentalmente, por José Joaquín Olmedo. Antes lo había hecho Quito, con la Constitución aprobada para la región Norte, el 15 de febrero de 1812, de corta duración por las reivindicaciones realistas dirigidas desde los virreinatos del Perú y de Santa Fe. También la aprobó y puso en vigencia la ciudad de Cuenca y su región, el 15 de noviembre de 1820, creando una República independiente, con sólo la duración de treinta y cinco días, por haber perdido su libertad en Verdeloma el 20 de diciembre de ese mismo año. Cada unidad tenía sus legítimas aspiraciones, porque se vivía un proceso de reestructuración y de redefinición política. Varias fueron las derrotas de los patriotas guayaquileños al mando de Luis Urdaneta. La historia recoge los fracasos de Huachi y Tanizahua, pero ello no los acobardó. Simón Bolívar mandó al General Mires y a Antonio José de Sucre con contingentes de tropas para mantener la libertad de Guayaquil, y aunque hubo triunfos y derrotas, Sucre, el más fiel lugartenie nte 114


de Simón Bolívar, defendió esa independencia y proyectó la liberación de Cuenca, de varias ciudades interandinas y de Quito, con el apoyo y el beneplácito de los patriotas de nuestro Puerto principal. Antonio José de Sucre, consolidó la independencia y recuperó para la libertad las ciudades serranas, a partir del 21 de febrero de 1822, día en que entró triunfante en la ciudad de Cuenca. Traía en su equipaje de campaña, pero sobre todo en su mente, la Constituc ió n Bolivariana de Cúcuta y el ideal de ampliar los territorios de la soñada y ya fundada por Simón Bolívar, República de Colombia. Y puso todo su empeño para que esa aspiración se hiciera realidad. Prácticamente desde su entrada a Cuenca consiguió la adhesión de nuestra ciudad, que con toda su jurisdicción pasó a formar parte de lo que hoy llamamos Gran Colombia. Más tarde consiguió la de Quito y Simón Bolívar, con su presencia, logró la de Guayaquil. Batalla del Pichincha. Con logros políticos y con triunfos militares deambuló por el callejón interandino, llevando en las filas de su ejército al joven cuencano Abdón Calderón Garaicoa, hasta llegar a la sede política de la Audiencia, donde debía darse la batalla definitiva. Por increíbles caminos ascendió el volcán y se puso en situación estratégica ventajosa, con el objeto de equilibrar la inferioridad numérica de sus soldados frente a los españoles. A mediodía del 24 de mayo estaba ya sellada la victoria de Sucre y de sus soldados y con ella la independencia y la unidad de todo el Ecuador. Manuel J. Calle, novelista, biógrafo, relatista y periodista, mitificó la figura de Calderón, que no por ello ha dejado de ser la de un héroe joven, que luchó por la independencia de nuestro país desde los dieciséis años y que murió a consecuencia de esa vida azarosa de campaña y de las heridas recibidas en Pichincha, a los quince días de la Batalla. Con el triunfo del 24 de Mayo de 1822 se cerró para nuestro país el proceso independentista, iniciado a fines del siglo XVIII con la llegada de las doctrinas racionalistas, con el ejemplo de la independencia de los Estados Unidos, con los logros de la Revolución Francesa, pero sobre todo con la maduración de una etapa de trescientos años de vida hispánica que debía terminar en la libertad política por una necesidad histórica y por un proceso cuyo protagonista principal fue el Cabildo secular o municipal, pues allí tuvieron oportunidad de ejercer sus derechos y de expresar sus anhelos los criollos y mestizos por varias centurias y fue allí donde se gestaron los movimientos independentistas con la convocatoria de cabildos abiertos, que impulsaron y popularizaron las luchas por la libertad. Esta precisión es conveniente traerla a colación porque en ningún momento debemos olvidar que la entidad jurídica más antigua, que ha sobrepasado los cambios históricos, es el Municipio o Cabildo y que su papel de ente dinamizador de una colectividad está comprobado, debiendo siempre ser considerado para todo proceso de descentralización o de autonomía. Entrevista de Guayaquil. Los dos grandes caudillos de América, Simón Bolívar y José de San Martín, anhelaban conocerse y apoyarse mutuamente. Al pasar por Guayaquil, en su retorno de Lima, los tres delegados del Libertador: Miguel Letamendi, León de Febres Cordero y Luis Urdaneta, se afincaron en esa ciudad, donde se unieron a los más distinguidos 115


guayaquileños para participar en la lucha por la libertad. El camino de una entrevista, abierto por ellos, se concretó después de la Batalla del Pichincha, para fines de julio de 1822. Guayaquil tenía cuatro opciones: mantenerse independiente, reunirse con Quito y Cuenca para formar un Estado libre, anexarse al Perú, en cuyo virreinato estuvimos integrados casi por tres siglos o, por último, compartir el proyecto político de Simón Bolívar, uniéndose a la Gran Colombia. Triunfó temporalmente esta última alternativa y cuando llegó San Martín, los hechos estaban consumados. Después de ocho años, se optó por formar un país independiente con Quito y Cuenca y desde 1830 nos hemos mantenido y consolidado como un Estado unitario, superando profundas crisis, como la de 1859 y grandes problemas históricos y contemporáneos.

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ÍNDICE GENERAL CAPÍTULO I. CUENCA: ANTECEDENTES LIBERTARIOS. Introducción (3). Cronología sintética del lapso 1809–1830 (4). Descripciones de Cuenca (9). Cuenca en 1820 (10). Cuenca en 1822 (12). Relación geográfica, topográfica… de la Presidencia de Quito en 1822 (12). Introducción al estudio de la independencia de Cuenca (13). Transición del siglo XVIII al XIX (14). Reflexiones previas sobre el movimie nto libertario (15). Qué ocurrió en España (17). Qué ocurrió en Chuquisaca (19). Qué ocurrió en La Paz (19). Qué ocurrió en Quito (20). CAPÍTULO II. CUENCA Y EL DIEZ DE AGOSTO DE 1809. Introducción (24). Valoración histórica del Diez de Agosto de 1809 (25). Cronología detallada de los sucesos de agosto a diciembre de 1809 en Cuenca (25). Reflexiones sobre Cuenca y el Diez de Agosto de 1809 (37). Quién fue Andrés Quintián Ponte y Andrade (37). Quie n fue Melchor Aymerich (38). Una oposición infructuosa: Francisco (García) Calderón, Fernando (Guerrero) Salazar y Piedra (39). Régimen de terror y espionaje (45). Pensamiento político de la jerarquía eclesiástica (43). Recopilación de documentos por el Cabildo cuencano (45). Lo que ocurrió en 1810 (49). Lo que ocurrió en 1811 (50). Joaquín Molina y Zuleta en Cuenca, sede de la Real Audiencia (51). Lo que ocurrió en 1812 (56). CAPÍTULO III. EL SEGUNDO PROCESO INDEPENDENTISTA. Cuenca entre 1813 y 1820 (60). El segundo proceso independentista (62). Repercusión del Nueve de Octubre de 1820 en Cuenca (63). El Tres de Noviembre de 1820 (63). El Cuatro de Noviembre (65). República de Cuenca (70). Análisis de la Constitución cuencana (76).

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Personajes del Tres de Noviembre. Tomás Ordóñez Torres (87). José María Vázque z de Noboa (89). Segundo Verdeloma (91). CAPÍTULO IV. UNA LIBERTAD CONQUISTADA CON MUCHO SACRIFICIO. De diciembre de 1820 a febrero de 1822 (85). Modos y formas de recaudación de fondos (87). Resoluciones tardías y unas pocas obras públicas (89). Estrategias preliminare s antes de la liberación final de Cuenca (90). Sucre en Guayaquil y en Cuenca (93). Antonio José de Sucre y la liberación final (99). Abdón Calderón Garaicoa (101). El primer gobernador republicano (103). Cuenca dentro de la República Colombia. La Constitución de Cúcuta (118). Los emigrados (120). Otros temas de interés relacionados con Cuenca hacia 1820 (121). El Libertador Simón Bolívar (124). Algunas disposiciones de Bolívar emitidas en Cuenca (130). Cuencanos en las batallas finales por la independencia (130). Unas reflexiones sobre la independencia y su sentido histórico (131). Participación de extranjeros en la Independencia de Cuenca (139). Complemento informativo de los años veinte (139). CAPÍTULO V. CUENCA EN LA GRAN COLOMBIA. Cuenca en el desenvolvimiento de la República de Colombia (141). Asuntos de interés administrativo (144). Procesos eleccionarios (145). Otros sucesos notables ocurridos en 1824 y 1825 (149). Comunicaciones con la jerarquía eclesiástica (151). Ley de división territorial (153). Nueva jerarquía de Azogues. (156) Las villas de Gualaceo, Cañar y Girón. (160) Zaruma, Catacocha y Cariamanga (161). Otros temas de interés registrados en 1824 (162). Cuenca de 1825 a 1830 (165). Obras públicas (165). Los religiosos y la República de Colombia (169). Movimiento económico entre 1825 y 1830 (176). Desenvolvimiento político y administrativo (179). Relaciones internacionales (182). Un cabildo público (183). Administración de justicia al finalizar la época grancolombiana (185). Asuntos militares (186). Guerra colombo peruana (189). Batalla del Portete o de Tarqui (191). Unas reflexiones actualizadas (192). El Convenio de Girón (194). Consecuencias de la batalla de Tarqui (194). La agonía de Colombia (216). CAPÍTULO VI. SOCIEDAD Y CULTURA. Sociedad. Visión general (197). Educación en la época gran colombiana (199). Seminario de Cuenca (199). Gaspar Sangurima López (201). Fray Vicente Solano (206). José Domingo de las Mercedes Lamar Cortázar (209). José María Landa y Ramírez (212). Otras personalidades que se destacaron por su actuación o que nacieron en el lapso de 1809 - 1830 (229).

Bibliografía (248). Documentación (252).

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CUENCA EN 1822. Simón Bolívar, que estuvo en nuestra ciudad entre septiembre y octubre de 1822, en una carta dirigida a Francisco de Paula Santander, vicepresidente de la República de Colombia, describió así la situación de Cuenca: “El país parece miserable porque carece de todo, menos de granos que los hay en mucha abundancia, pero sin medios de transporte. Aquí el clero es todo y los indios nada, porque son pobres y pocos, de suerte que se asegura que no hay donde hacer más reclutas, después que dio la provincia lo que pudo a nuestro ejército.” En otra misiva la calificó como una ciudad de segunda clase. Cuenca quedó aniquilada, con extrema pobreza, con el comercio hacia el Perú muy disminuido, integrada sin ilusión a la Gran Colombia, pero con esperanzas, porque se hicieron esfuerzos por el restablecimiento de escuelas públicas, se creó una maestranza bajo la dirección de Gaspar Sangurima y, sobre todo, porque hubo un gran impulso, en varios campos, dado por personas seculares y regulares, pero sobre todo por el singular Combatiente Solitario, que llevó el nombre de Vicente Solano, nacido en 1791 y muerto en 1865. RELACIÓN GEOGRÁFICA, TOPOGRÁFICA… DE LA PRESIDENCIA DE QUITO EN 1822120 . “El distrito de Cuenca es el próximo después de la Presidencia de Quito. Este distrito está subdividido en dos departamentos. Cuenca y Alausí: el primero que contiene diez aldeas; y, el segundo, que confina con Riobamba, tiene cuatro. Las minas de este distrito son muy numerosas, pero por falta de capital, y de otras causas, no están labradas. Aquí cultivan el azúcar, el algodón y el grano; crían ganado; y fabrican mucho paño. Este distrito es famoso por las muchas ruinas que ofrece de arquitectura peruana, las ruinas del catillo Cañar, de que ya hemos hablado, que están cerca del lugar llamado AtunCañar, o Gran Cañar; y es también notable por sus campos cubiertos por rico trigo. Los desgraciados habitantes del distrito fueron inhumanamente degollados por Atabalipa, por haber asistido a su hermano Huáscar, haciendo morir 60.000 después de haber ganado una victoria sobre aquel monarca. La principal ciudad es Cuenca, fundada por Gil Ramírez Dávalos en 1557. Está en 2°, 53’, 49” de latitud del sud, y el 79°, 14’, 40” de longitud del oeste, en una llanura espaciosa, a cosa de media legua del río Machángara. En el lado meridional hay otro río llamado Matadero; y a cuatro leguas otros dos llamados Yanuncay y Baños. El clima de la ciudad de Cuenca es suave, el frío no se siente, y el calor es muy templado; sin embargo, está expuesta a terribles temporales, cae agua, truenos y rayos y en el departamento de Alausí se sienten temblores de tierra. Toda aquella parte del distrito está llena de aberturas y agujeros ocasionados por estos sucesos. En esta parte el aire es frío, en razón de su vecindario con las montañas nevadas.

Relación geográfica, topográfica… de la presidencia de Quito . Londres. Publicada por Baldwin, Cradock y Joy. 1822. Tomado de La Presidencia de Quito, 1822, Casa de la Cultura, Quito, 1983. 120

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Los ríos tienen vados en el verano, pero en el invierno no se pueden pasar más que por puentes. El llano de Cuenca tiene seis leguas de largo; y en él se juntan cuatro ríos los que hacen uno muy grande. Las calles son derechas y anchas, las casas son, la mayor parte de ellas, de adobes. Los arrabales indianos consisten en chozas bajas y pobres. La ciudad está bien provista de agua y las cercanías son muy fértiles y agradables. Contiene tres iglesias, dos de las cuales son para los indios. También hay varios conventos, un hospital y un colegio que pertenecía a los jesuitas. Sus oficinas públicas son la tesorería, y las del gobierno de la ciudad; y los diezmos y otros impuestos de Loja y Jaén de Bracamoros se pagan aquí. El número de habitantes excede 20.000. Los hombres aquí, se dice, que son muy holgazanes; las fábricas de bayetas y de algodón las trabajan las mujeres, las que hacen también los demás negocios. Alausí, la villa principal del otro departamento, es muy poco importante…”121

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Hay una descripción inglesa anónima de Cuenca en 1826. Es la misma anterior publicada cuatro años después, sin ninguna modificación.

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