Vuelve el desarrollo: del economicismo al giro ético* Eloy Patricio Mealla
El desarrollo entendido en forma integral exige, en gran medida, un programa; no es mero producto automático de la economía o fruto de la espontaneidad del mercado. La oleada neoliberal -expresada a nivel mundial en el último cuarto del siglo por la ofensiva Reagan/Thatcher, con epígonos locales como Martínez de Hoz -sostenido en gobiernos militares- propiciaron precisamente lo contrario. Un “modelo económico” que consistió en la “acumulación rentística y financiera, la apertura irrestricta, el endeudamiento externo y el disciplinamiento social”1. Se produjo así un eclipse del desarrollo, cuestión que ahora parece retornar2. Esta tendencia pro libre mercado se mantuvo casi tres décadas. El retorno de las democracias no la pudo doblegar sino que se acentuó globalmente durante los 90 con el Consenso de Washington, y, a nivel regional, con el menemismo como mejor expresión de alineamiento incondicional al neoliberalismo. Pese a las nuevas aportaciones a la teoría del desarrollo, tales como desarrollo humano, desarrollo local, desarrollo sostenible y otras, no ha emergido todavía una propuesta superadora suficientemente fuerte y estructurante de un modelo de desarrollo verdaderamente equitativo. En efecto, la teoría del desarrollo, el nuevo nombre del progreso decimonónico, nace luego de la segunda guerra mundial teñido de un sesgo economicista que rápidamente exigió rectificaciones. El desarrollo entendido como crecimiento económico medido desde los países hegemónicos debía servir de patrón a los países más pobres y a los recientemente emancipados del sistema colonial. Subyacía una especie de concepción económico mecanicista que creía que, con el advenimiento del capital externo y la apertura comercial, rápidamente se irían recorriendo las etapas predeterminadas hacia el desarrollo. El subdesarrollo era sólo visualizado desde categorías temporales –pero paradójicamente prescindiendo de la historia real y de las causas políticas- que lleva a clasificar a los países y regiones en atrasadas y adelantadas. El uso de reactivos económicos adecuados y la modernización cultural pondrían a las sociedades tradicionales en la buena senda del desarrollo ascendente. Ahora bien, el aumento de los indicadores económicos y en particular el Producto Bruto Nacional, no aseguran por sí solo un mayor bienestar del conjunto de la población. *
En D.García Delgado y L.Nosetto (comps), El desarrollo en un contexto posneoliberal, UBA CyT FLACSO - Ed. Ciccus, Buenos Aires 2006. 1
Últimamente Mario Rapoport ha hecho una reseña de aquella época, “La política económica de la dictadura militar”, Revista de Ciencias Sociales n° 62, mazo 2006, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. También Rapoport historió el ciclo clásico del liberalismo en Argentina, ver: De Pellegrini a Martínez de Hoz. El modelo liberal, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1984. 2 Mealla, Eloy, “El regreso del desarrollo”, en Scannone, J.C. y García Delgado, D. (comps), Etica, desarrollo y región, CICCUS, Buenos Aires 2006.
Una crítica precursora al desarrollo economicista provino del estructuralismo latinoamericano difundido desde la CEPAL de mano de Raúl Prebisch que propugnaba, un “desarrollo desde dentro”3. Según esta perspectiva, el subdesarrollo no es una cuestión de tiempo, lo que permitiría clasificar a los países entre adelantados y atrasados respecto a un modelo de desarrollo preestablecido desde el puñado de países adelantados. Prebisch prefiere hablar de países centrales y periféricos que son tales en función de su estructura económica correspondiente4. Es decisivo “programar el desarrollo” –proclamaba la CEPAL conducida por Prebisch-, y es necesario “diseñar estrategias estatales explícitas dirigidas a transformar las estructuras internas, para romper los obstáculos al desarrollo y permitir nuevas formas de integración a la economía mundial”. No es que el Estado tenga que hacerlo todo sino que debe generar un “ambiente facilitador” al desarrollo, promoviendo entre otras cosas un proceso de industrialización basado en una estrecha colaboración entre el Estado y el sector privado. De todos modos, Prebisch rápidamente advirtió que la industrialización y la correspondiente sustitución de importaciones no debía hacerse a costa de sacrificar la agricultura o a renunciar a un perfil exportador. Más bien se inclinaba por un “modelo mixto” que combinara industrialización propia y capacidad exportadora. No se buscaba tampoco un proteccionismo a ultranza que disimulara ineficiencias o permitiera una cómoda baja calidad productiva local por falta de competencia. La integración regional fue vista también tempranamente como un modo de dar solución a los estrangulamientos –falta de escala, racionalización de costos- de dicha estrategia mixta5. Lo cierto es que los planteos estructuralistas prepararon el camino para una crítica más radical que dio origen a las teorías de la dependencia. Nos interesa destacar entre otros a Celso Furtado, “cuya empresa intelectual por esta época es inseparable de Prebisch”, que procura un “pensamiento económico autónomo y creador”, constituyendo el punto de partida de la teoría del subdesarrollo. Furtado subraya la necesaria ruptura con la economía clásica o con la ciencia económica generada en los países centrales que se
3
Terminología retomada textualmente por O. Sunkel (comp) en “El desarrollo desde dentro: un enfoque neoestructuralista para la América Latina”, El trimestre económico, lecturas, N° 71, Fondo de Cultura Económica , México, D.F., 1991. 4 Pese a reconocer los grandes méritos de Prebisch, algunos autores no dejan de señalar sus contradicciones políticas en la función pública de su propio país, al haber actuado en gobiernos antidemocráticos en la década del 30 y formando parte de la Revolución Libertadora que desalojó del poder a Perón en 1955. M.Rapoport, o.c., pág 68, por ejemplo, nos recuerda las objeciones que surgían de las medidas ortodoxas que en ese momento recomendó en contradicción con su prédica cepaliana. Aldo Ferrer, también. pese a ponderar muy positivamente a Prebisch, destaca su “poco afortunada” actuación pública en su propio país, ver, por ejemplo, “Las lecciones de Prebisch”, Clarín, Buenos Aires, 16 abril 2001. Ver igual juicio en Ferrer, Aldo, Vivir con lo nuestro, FCE, Buenos Aires, 2ª edición, 2002. Todo ello a nuestro entender seguramente provocó el silenciamiento posterior de su obra en Argentina. Un reconocimiento tardío provino del presidente Ricardo Alfonsín que en 1983 lo designa consejero del Banco Central. Ver también, Louro de Ortiz, Amalia El grupo Pinedo-Prebisch y el neoconservadurismo renovador, Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires 1992. Con una mirada distinta sobre este punto Cortés Conde, Roberto “ Raúl Prebisch: los años de gobierno”, en Revista de la CEPAL, n° 75, Santiago de Chile, diciembre 2001. 5 Ocampo, José Antonio “Raúl Prebisch y la agenda del desarrollo en los albores del siglo XXI” en AA.VV, Revista de la CEPAL, n° 75, Santiago de Chile, diciembre 2001.
2
sostenía en la lenta difusión del progreso técnico y en el sistema de división internacional del trabajo6. A Furtado se lo ha considerado luego como uno de los autores que “radicalizan” a Prebisch y con una visión más pesimista del desarrollo latinoamericano. Constata una creciente desnacionalización, en vez de un mayor control nacional de la economía. Al mismo tiempo, llama la atención sobre el agravamiento de los problemas de la balanza de pagos a causa de la ISI, el empeoramiento de las distribución de la renta, el aumento del desempleo y la falta de diversificación. Para los “dependentitstas de la CEPAL” se hacía necesario un giro de las ciencias sociales hacia el anticapitalismo 7. En forma más propositiva, Furtado considera que la tarea central de una teoría del desarrollo tiene que afrontar el aumento de la productividad del trabajo y sus repercusiones en la distribución y utilización del producto social”8 El subdesarrollo no es un retraso sino un producto del colonialismo y el imperialismo. Solo es posible el “desarrollo del subdesarrollo”9. O sea, el desarrollo o su carencia no se explica sólo desde factores económico externos e internos –habrá dependentistas que acentuaran unos factores más que otros- sino fundamentalmente en base a relaciones de poder político. La deriva hacia soluciones políticas y vinculadas a la toma revolucionaria del poder, también a su manera, contribuyó a eclipsar la discusión más técnica acerca del desarrollo considerada una cuestión reformista. Precisamente desde una óptica más reformista, el llamado enfoque social desaloja al PNB cómo único indicador del desarrollo y establece la satisfacción de las necesidades básicas como una meta más amplia del desarrollo y no simplemente el crecimiento económico. El desarrollo social es ciertamente un enriquecimiento en la concepción del desarrollo pero fácilmente puede transformarse en simples políticas sociales compensatorias y focalizadas, o en programas de alivio y contención hacia los sectores más vulnerables pero sin remover las causas que generan la pobreza y la desigualdad crecientes. La orientación del llamado desarrollo social – nacida a finales de los sesentafue retomada con nuevo ímpetu en los 90 poniendo el énfasis en el uso de mecanismos supeustamente más eficientes y transparentes –como reflejo de las reformas generales y de ajuste del Estado- dando lugar a un estilo gerencial y privatizador de las prestaciones. Por otro lado, el fracaso de las intentonas revolucionarias y la debilidad de las democracias permitieron que se acentuaran las propuesta ortodoxas liberal, especialmente a lo largo de los años 90, volviéndose a priorizar el crecimiento económico fundamentalmente en base a la apertura comercial, las privatizaciones y los programas de ajuste estructural que redundaron en el achique del Estado y en una visión mercadocéntrica generalizada, también habitualmente denominada pensamiento único. En esa perspectiva, el neoliberalismo se autodesigna como visión única, como solución única. Se podrá discutir la consistencia mayor o menor de sus propuestas, pero es 6
Furtado, C., “La cosmovisión de Prebisch”, en Enrique Iglesias, El legado de R. Prebisch, Washington, BID, 1993, citado por Eduardo Devés Valdés, El pensamiento latinoamericano en el siglo XX, tomo II: De la CEPAL al Neoliberalismo (1950 – 1990), Ed. Biblos, Buenos Aires 2003, pág 31. 7 Bustelo, Pablo Teorías económicas del desarrollo económico, págs. 210 y ss., Ed. Síntesis, Madrid, 1999. 8 Devés Valdés, Eduardo, El pensamiento latinoamericano en el siglo XX, tomo II: De la CEPAL al Neoliberalismo (1950 – 1990), Ed. Biblos, Buenos Aires 2003, pág 43. 9 Frank, Gunder, El desarrollo del subdesarrollo, Anagrama, Barcelona 1966.
3
inadmisible su pretensión de fundamentación generalizada y de explicación última y completa de la realidad. Otra limitación grave del pensamiento único es sólo considerar los éxitos económicos ignorando los efectos sociales negativos. En realidad, una economía que no impulsa calidad de vida no es una buena economía, ni una economía eficiente. Para el pensamiento único la historia había terminado, en cuanto que lo único que cabía esperar era la universalización de su visión y su aplicación. No había que esperar alternativas. Pero la historia siguió e hizo un rotundo desmentido de las bondades anunciadas. Por el contrario, se produjo el aumento de la pobreza y la desigualdad, las asimetrías de todo tipo, las migraciones forzadas, el terrorismo, el narcotráfico, las guerras preventivas. A nivel más regional, los primeros límites del modelo tuvieron su primer brote en México con el “efecto tequila” de 1995. Tales consecuencias no podían ya ser consideradas inexistentes o resultados de mediciones hechas con criterios distorsivos. Tampoco valía el argumento de los efectos no deseados que sostenía que había que soportarlos estoicamente hasta tanto se cumplieran las nuevas promesas de prosperidad para todos que emanaría por derrame desde los ganadores10. Ahora bien, las nuevas contribuciones a la concepción del desarrollo aparecen a lo sumo como enfoques rectificadores que tan sólo atenúan o moderan la voracidad de los mercados, pero no terminan de vertebrar un paradigma alternativo de desarrollo. Nos estamos refiriendo, por ejemplo, a las conceptualizaciones, como ya dijimos, del desarrollo humano, el desarrollo local, el desarrollo sostenible, y a otras muchas adjetivaciones que al desarrollo se le van añadiendo. Así cada uno de estos “desarrollos” se “autonomizaría” de una visión totalizadora, focalizándose en un aspecto, segmentando la cuestión del desarrollo y las consecuentes políticas que se diseñen. De este modo, el desarrollo local, por ejemplo, es visualizado –al menos en ciertas versiones- como si fuera posible sólo desde lo local alcanzar el desarrollo. Tal “fragmentación del desarrollo” hace perder la “unicidad del desarrollo”11. Tal vez, en nuestros días es ciertamnte más difícil construir una “propuesta heterodoxa influyente”. El estructuralismo latinoamericano original se formuló cuando se desmoronaba la escuela neoclásica a raíz de la crisis mundial de los años 30, dando lugar al keynesianismo en los países centrales12. Por lo tanto, era menos difícil en la periferia elaborar un modelo alternativo. No obstante, los efectos del modelo ortodoxo en la actualidad están conmoviendo no sólo su consistencia teórica sino también su viabilidad política y social. En ese sentido, disparan la oportunidad de buscar un nuevo rumbo “desde la perspectiva de nuestros propios intereses”, siendo “partícipes activos y no subordinados de la globalización”13.
10
Mealla, Eloy, “El ocaso del pensamiento único”, Familia Cristiana, Buenos Aires, julio 1998. Olivera, Noemí Luján, “El desarrollo local en el ‘desarrollo’ ” diciembre 2004, en www.tejidosocialflacso.org.ar / principal / alumnos / desarrollo local. 12 La economía neoclásica (1870-1930) continua la doctrina clásica (XVII y XIX que considera que la economía se rige fundamentalmente a través de las leyes del mercado), pero acentuando los análisis microeconómicos. 13 Ferrer, A., “Las lecciones de Prebisch”, Clarín, Buenos Aires, 16 abril 2001. 11
4
Busquemos ahora algunos intentos que nos ponen en camino hacia esa unicidad del desarrollo o de que lo también podríamos llamar la propuesta de un rumbo desde nosotros mismos. A esta perspectiva también se la denomina estrategia país queriendo indicar la importancia de que el país todo, la sociedad toda, esboce un proyecto de mediano y largo plazo para sí misma, superando el coyunturalismo o las recetas de moda. O sea, significa establecer unas coincidencias básicas sobre un nuevo modelo de desarrollo, ya no meramente, en la escala del Estado Nación sino inserto en la región y en un escenario global. Definir una estrategia de país significa establecer qué país queremos como ciudadanía responsable y en la mejor sinergia posible entre Estado y sociedad civil 14. Mencionemos algunos de los esfuerzos mas significativos en ese sentido en el ámbito latinoamericano. Luego de la “revolución neoclásica”, con su enfoque pro mercado de mediados de los años setenta y ante sus efectos devastadores, resurgen las originarias tesis cepalinas adaptadas al nuevo escenario mundial conformando el neoestructuralismo latinoamericano 15. Se retoman los postulados originales que en términos actuales significa apuntar a las bases del desarrollo en cuanto capacidades tecnológicas, institucionales y de conocimiento propios. Los cuales son procesos esencialmente endógenos que necesitan ser programados y se insiste en prestar atención a las características estructurales, en el contexto histórico -a diferencia de las tesis economicistas que hacen abstracción de él-, a la amplificación de las imperfecciones del mercado y en la necesidad de considerar los aspectos sociales, políticos y medioambientales. O sea, las premisas recuperadas por el neoestructuralismo son asumidas mediante una revisión crítica actualizada que reconoce que fueron instrumentadas insuficientemente con una confianza excesiva en el intervensionismo estatal, con un pesimismo exagerado en los mercados externos y prestando poca atención a los aspectos monetarios y financieros16. Se reconoce con más realismo la escasa maniobrabilidad de los países subdesarrollados en medio de una economía mundializada caracterizada por la creciente economía financiera transnacional, la mayor influencia de los organismos internacionales en las políticas internas, la incidencia global de los desequilibrios monetarios y el nuevo proteccionismo de los grandes países desarrollados. Retomando entonces aquello de un “desarrollo desde dentro” la nueva propuesta agiornada de la CEPAL desemboca en la estrategia de “transformación productiva con equidad”. Fundamentalmente se basa en reducir la transferencia de capital al exterior para pagar la deuda externa, en aminorar el déficit no sólo restringiendo el gasto público sino aumentando los ingresos del Estado mediante una reforma tributaria y, de modo general, en aplicar medidas graduales que resulten socialmente aceptables y no frenen el crecimiento, de ahí el nombre de “ajuste heterodoxo”. Pero su novedad propiamente 14
García Delgado, Daniel, Mealla, Eloy y Scannone, Juan Carlos, Argentina: Estrategia - País en el marco de la integración regional y el mundo globalizado. Consensos y Tensiones en la Búsqueda de un Nuevo Rumbo, Comisión Episcopal de Pastoral Social - Cáritas Argentina-Comisión Nacional. Documento de trabajo, diciembre de 2004, para el Foro de debate Estrategia País. Revisión y edición a cargo de Victoria Darling y Cristina Calvo. La versión completa en www.caritas.org.ar/ForoDebate. 15 Rosales, O. “Balance y renovación en el paradigma estructuralista del desarrollo latinoamericano”, Revista de la CEPAL, n° 34, 1988. citado por Bustelo 16 Sunkel, O, y Zuleta, G. “Neoestructuralismo versus neoliberalismo en lo años noventa”, Revista de la CEPAL, n°49, 1990, o.c. en Bustelo, Pablo Teorías económicas del desarrollo económico, págs. 250 y ss., Ed. Síntesis, Madrid, 1999.
5
radicaría en subrayar el crecimiento exportador, inicialmente de bienes primarios como manufacturados, para luego pasar a una fase de productos con mayor valor agregado. Cuesta ver en estos planteos la energía y la visión alternativa de la CEPAL fundacional. Es por eso que no han faltado críticas a la corriente neoestructuralista que indican demasiado eclecticismo y “convergencia con el enfoque favorable al mercado”17. Desarrollo con densidad nacional Un paradigma distinto, pese a provenir de algún modo de la misma fuente, es el que nos presenta Aldo Ferrer18. Podríamos decir que efectivamente su propuesta se inscribe en la línea del estructuralismo latinoamericano. Además expresamente reconoce que se inspira, al menos inicialmente, en la obra del brasileño Celso Furtado - en su momento joven colaborador de Prebisch- que considera que es imposible lograr una comprensión de las causas de nuestras crisis sin rastrear sus raíces históricas19. De este modo, colocada en perspectiva histórica las causas de la debilidad de los sistemas periféricos se observa que mientras Inglaterra proclamaba el libre comercio, en el primer liberalismo durante el siglo XIX, las potencias emergentes de entonces Estados Unidos, Alemania y Japón- constituyeron sus propios capitalismos nacionales, autocentrados en sus propios recursos y regulando el proceso de apertura. Los países de América Latina obraron generalmente en forma distinta. En el caso argentino -nos recuerda Ferrer- desde la mitad el siglo XIX la mayor parte de los capitales extranjeros que estaban en el país eran de origen británico: la infraestructura, las comunicaciones , el transporte, los frigoríficos. Era el producto de la alianza estratégica entre los grupos dominantes, los terratenientes de la región pampeana, y el mercado británico que absorbía la casi totalidad de las exportaciones. Luego a partir de 1930, cuando se produce la crisis mundial, se replantean las relaciones estratégicas y el país empieza a orientarse hacia Estados Unidos. En ambos casos se manifiesta la debilidad de los dirigentes del país que conciben el desarrollo siempre en referencia a un punto central y nunca en referencia hacia un eje interno, desechando su propio potencial. No obstante, el país logra una “industrialización inconclusa” que colapsó con la reprimarización de las exportaciones y el aumento de la brecha tecnológica. Es por eso que hoy día se hace imperioso “asumir el comando de su propio destino”. Es decir, el desarrollo de un país es consecuencia de la capacidad para dar respuesta a los desafíos y oportunidades delos cambios. Las naciones que logran desarrollarse fueron aquellas que avanzaron en una integración de la sociedad , contaron con liderazgos que buscaron acumular poder dentro del espacio nacional y mantuvieron estabilidad institucional. Eso es tener “densidad nacional”.
17
Bustelo, Pablo, o.c., págs 255 y ss. Del mismo parecer son M. Nahón, Corina Rodríguez Enríquez y Martín Schorr, y propugnan volver a colocar en el centro del debate la cuestión del desarrollo, “El pensamiento latinoamericano en el campo del desarrollo del subdesarrollo”, FLACSO Argentina, de próxima publicación. Por su parte, es oportuno remitir aquí al economista chileno French-Davis que analiza la situación de su país, tanta veces puesto como ejemplo líder para la región, indicando los límites de la orientación exportadora actual y la persistencia de la pobreza: French-Davis, Richard Entre el neoliberalismo y el crecimiento con equidad, Siglo XXI, 2006. 18 Ferrer, Aldo, Vivir con lo nuestro, FCE, Buenos Aires, 2ª edición, 2002. 19 Ferrer, A. La economía argentina, FCE Buenos Aires., 3ª ed, 2004 , Introducción,
6
Argentina a pesar de ser excedentaria en cuanto a recursos naturales, a la producción de alimentos y a la energía, y con recursos humanos valiosos, no alcanza a tener suficiente densidad nacional. No hay una economía de importancia en que la infraestructura, las industrias básicas estén en manos de filiales de empresas extranjeras, sino que el capital extranjero está integrado en el tejido productivo nacional, promoviendo un proceso de acumulación de capital, de capacidad, de conocimiento. Esto es la capacidad de “vivir con lo nuestro” –otra consigna propia de Ferrer- integrados al mundo sin vender el patrimonio ni endeudándose al extremo. Al mismo tiempo impulsó como Ministro de Obras Públicas en 1971 la campaña del “Compre Nacional” que establecía que la demanda de bienes de las abundantes empresas públicas de la época se cubriera preferentemente con producción nacional.
El Plan Fénix: desarrollo con equidad Justamente treinta años después estalla la mayor crisis generalizada de Argentina que como señalamos al comienzo- basada en un patrón de acumulación y distribución subordinado a los centro financieros internacionales perdiendo la capacidad de decidir su propio destino, totalmente distinto al que se acaba de señalar. En septiembre de 2001, ante la inminencia de la catástrofe que estalló poco meses después, un grupo de profesores de la Universidad de Buenos Aires comienza la elaboración de un conjunto de propuestas que constituye el Plan Fénix20. Sintéticamente, se busca inaugurar un proceso de crecimiento con equidad que supere una visión que nos confine a ser un segmento menor de la economía mundial sin derecho a la autodeterminación. Se considera que el país puede ponerse de pie por sus propios medios asumiendo el comando de su propio destino. Hay varias condiciones favorables para ello: una gran capacidad ociosa y un sostenido superávit comercial que posibilitan la puesta en producción de recursos hoy inactivos; mayor espacio, ante la pérdida de credibilidad de las fórmulas ortodoxas, para la renegociación de la deuda y la reinserción en el orden financiero internacional; el formidable potencial humano y de recursos humanos con que cuenta el país. Tales condiciones permiten una política centrada en la erradicación de la pobreza y la redistribución progresiva e inmediata del ingreso que provocarán la recuperación de la demanda sobre las bases reales de la producción y la infraestructura económica y social. El ahorro interno es la fuente principal de financiamiento. La inversión extranjera en un complemento de la inversión doméstica, habiendo que revisar los criterios de incorporación de inversiones privadas directas con regulaciones que las orienten a ampliar la capacidad productiva – en vez de adquirir activos ya existentes-, incorporar tecnología al acervo científico propio y acceder a terceros mercados.
20
El Plan es asumido en diciembre de 2001 como proyecto estratégico por la Universidad de Buenos Aires. El director del proyecto es Abraham Gak y algunos integrantes del mismo son Luis Beccaria, José Luis Coraggio, Aldo Ferrer, Mercedes del Pont, Mario Rapoport. El grupo dio a conocer sus principales propuestas en dos documentos: “Hacia el Plan Fénix, diagnóstico y propuestas. Una estrategia de reconstrucción de la economía argentina para el crecimiento con equidad”. Fac. de Ciencias Económicas, septiembre de 200; Plan Fénix. Propuestas para el desarrollo con equidad. Fac. de Ciencias Económicas, diciembre de 2002, ver, ENOIKOS, Revista de la Facultad de Ciencias Económicas N° 19 y 20. Toda la actividad y demás documentación del Plan Fénix se puede consultar en www.econ.uba.ar/planfenix
7
Respecto al Estado, se postula su papel rector y con capacidad de recuperar el comando de los instrumentos técnicos imprescindibles (fiscales, monetarios y cambiarios) de la economía pero complementarios y no sustitutivos de las metas políticas. En cuanto a los servicios públicos, en su mayoría transferidos a la propiedad de no residentes, es necesario reformar los marcos regulatorios por los que fueron privatizados para compatibilizar los intereses del país con la viabilidad económica de las empresas. La política social debe contemplar un seguro de empleo y formación de carácter masivo prestando además especial atención a la problemática de la seguridad social y de la salud. Por su parte, la educación, la ciencia y la tecnología, como elementos esenciales del desarrollo y del bienestar, exigen su atención prioritaria en el rediseño presupuestario. Asimismo, el MERCOSUR es apreciado como el ámbito comercial natural y la base común a los países de la región para vincularse con los grandes bloques mundiales. En definitiva, el Plan Fénix tiene la virtud de ser también, además de una propuesta académica – proveniente de la universidad pública (sector especialmente abandonado en el esquema neoliberal), una verdadera movilización de diversos actores, principalmente universidades de todo el país y entidades representativas de sectores empresarios, sociales, sindicales, estudiantiles y políticos, así como del exterior. Un aporte que concreta algunos aspectos del Plan Fénix es el de la economía social. Se trata de impulsar – en palabras de su principal promotor José Luis Coraggio- una economía mixta en que convivan y se complementan mutuamente un sector capitalista articulado con un sector estatal, que produce bienes públicos imprescindibles, y un sector social . Este sector social incluye actividades cooperativas de consumo y producción, mutuales y otras organizativas que gestionan recursos, ahorran, acumulan, invierten e innovan pero no tienen fines de lucro. La economía social eficiente social y técnicamente, provee no sólo mercado sino bienes, servicios y fuerza de trabajo emprendedora. No se trata de una economía pobre para pobres, sino una opción de calidad que beneficiará al conjunto de la sociedad, generando más democracia , así como recursos que favorecerán la competitividad del mercado y la viabilidad económica del Estado. Para ello es necesario entre otras medidas, facilitar un respaldo burocrático y fiscal, generar una plataforma de servicios tecnológicos, organizativos, control de calidad, información y formación permanente; canalizar el ahorro popular a formas de banca social y pequeña producción; formar un fondo nacional de desarrollo local. Aquí subyace una tensión entre una “economía social” y la “economía solidaria“. La primera “exige que las organizaciones sociales produzcan sociedad, pero a la vez pasen la prueba del mercado y puedan competir con las empresas capitalistas”. La segunda es reacia al mercado y el dinero, y aspira a ser subsidiada por trabajo voluntario o donaciones para poder mantener los valores de la solidaridad, no contaminados por el clientelismo y la competencia del mercado capitalista”21.
21 Coraggio, , José Luis, en Prólogo a Di Stefano, R., Sabato, H., Romero, L.A., Moreno, J.L. De las cofradías a las organizaciones de la sociedad civil. Historia de la iniciativa asociativa en Argentina, GADIS, Buenos Aires 2002.
8
El desarrollo en perspectiva regional La propuesta de Aldo Ferrer, un poco más arriba referida, tiene una correspondencia convergente, muy importante de destacar, con el brasileño Helio Jaguaribe, contribuyendo así a la generación de un corpus que sienta las bases de un desarrollo propio regional. El antiguo binomio Prebisch-Furtado, podríamos verlo actualizado en Ferrer-Jaguaribe. Jaguaribe, con ocasión de analizar las consecuencias de ALCA, destaca que no hay destino para una Argentina y un Brasil aislados. Reconoce las peculiaridades de cada país. Argentina es más homogénea desde el punto de vista sociocultural, tiene un alto grado de “integración social”, pero su subdesarrollo es “predominantemente de carácter productivo” pues, a diferencia de las décadas del 50 y del 60 del siglo XX, su economía actual se basa en actividades primarias, como la producción agropecuaria y el petróleo. Brasil, por su parte, tiene una heterogeneidad social enorme, su subdesarrollo es “predominantemente de carácter sociocultural”, pero con un alto grado de “integración nacional”. Es decir, cohesión en torno a los mismos intereses como Nación que le ha permitido mantener mayor autonomía que Argentina que fue más afectada por una “visión fundamentalista de la globalización” y “organizada en torno a ejes transnacionales”. Brasil por el contrario logró mantener un continuado proceso de industrialización espontáneamente desde 1930 y deliberadamente durante el gobierno de Vargas (1950 1954) y el de Kubischek (1956 1960) que la oleada neoliberal de los 90 redujo pero no logró interrumpir. Por lo tanto, por una razón o por otra, ni Argentina ni Brasil tiene capacidad de resistir por sí solas. Ambos países tienen un destino amenazado y pueden convertirse en “meros segmentos indiferenciados del mercado internacional”. Para contrarrestarlo es indispensable la alianza estratégica argentino-brasileña que Jaguaribe compara con la franco-alemana que dio origen a la Unión Europea. Considera que la unión estable y confiable entre Argentina y Brasil ASEGURA -en un análisis más actualizado habría que ponderar la reciente inclusión de Venezuela- la consolidación y el éxito operacional del MERCOSUR y consecuentemente beneficiará al resto del espacio sudamericano en forma gradual. Reconoce que los países andinos y Chile están ilusionados con su presumida integración con Estados Unidos, perro la experiencia les demostrará que dicha operatoria es simplemente una apertura a las exportaciones y servicios norteamericanos sin la correspondiente reciprocidad. Hasta tanto, habrá que lograr con esos países un acuerdo de libre comercio y cooperación con las mismas ventajas que pactaron con Estados Unidos. Por lo tanto, el MERCOSUR podrá exportales aunque ellos entren al ALCA y para ellos es importante porque tendrán una opción en el MERCORUR que los librará del oligopolio norteamericano. Por otro lado, se necesita un MERCOSUR fuerte que asegure la “autonomía nacional de sus participantes”, la capacidad de negociar con más masa crítica ante el ALCA y abrirse a un multilateralismo mediante acuerdos más favorables con la Unión Europea, China, Rusia e India22.
22 Jaguaribe, H., “Argentina y Brasil: problemas y perspectivas ante el siglo XXI”, ponencia en CEDET, Universidad Nacional de San Martín, Buenos Aires, 2004; Esnal, Luis “No hay destino para una Argentina y un Brasil aislados”, entrevista a H.Jaguaribe, La Nación, Buenos Aires, 3 de marzo de 2004.
9
Nuestra apuesta por un desarrollo regional y sustentable parece derrumbarse ante conflictos como el surgido entre Argentina y Uruguay por la instalación de fábricas para la producción de celulosa sobre el río Uruguay, o por las discusiones sobre los contratos gasíferos entre Bolivia y Brasil . Parece que lo coyuntural nos impide ver la estrategia de largo plazo o al revés pone en evidencia su buen rumbo aunque de difícil alcance dado los intereses en pugna. Por ejemplo, el conflicto argentino-uruguayo rápidamente es usado por algunos sectores como excusa para cuestionar la forma y, lo que es peor, los objetivos del proyecto de integración y amenazar con acuerdos unilaterales con Estados Unidos. Más bien habría que señalar que las limitaciones puestas en evidencia ponen de manifiesto que hay que perfeccionar en lugar de desechar el proceso de integración mercosureño. De esta manera, se hace necesario especialmente en este caso acordar con respecto a qué pasos seguir respecto de la inversión directa externa y de las normas que debieran proteger el medioambiente en la región. También es atendible, a nuestro entender el aspecto fuerte de la posición uruguaya, la falta de transparencia en el sistema de toma de decisiones en el MERCOSUR donde los socios menores. En definitiva, el diferendo por la instalación de las papeleras en Fray Bentos, más allá de que ojalá muy pronto sea un episodio olvidable, sirve para poner de manifiesto clarividentemente las concepciones en pugna sobre los modelos de desarrollo. Las papeleras “son un resabio del viejo modelo centro-periferia -al decir de A. Ferrer- basado en la extracción de recursos naturales de nuestros países, bajo la gestión de filiales de empresas extranjeras, destinada a la exportación al mercado mundial. Este modelo, como lo revela experiencia latinoamericana y del resto del mundo, no resuelve el problema del desarrollo sustentable”. Más allá del daño ambiental que provoque este tipo de emprendimientos, no se ha seguido el otro camino posible que es propulsarlo con la participación preponderante de capitales, tecnología y tejido industrial uruguayos, argentinos y del MERCOSUR, con la contribución complementaria de aportes extraregionales, pero manteniendo el control de la iniciativa. Ello se debe a que el MERCOSUR abandonó la programación de una estrategia compartida para el desarrollo industrial de la región. Está pendiente el establecimiento de políticas públicas comunitarias para la región23
Etica y desarrollo Dedicaremos los últimos párrafos de esa reseña a lo que hemos denominado el actual “giro ético” en el debate sobre el desarrollo 24. La vinculación entre ética y desarrollo tiene un doble perfil. Por un lado, resulta atrayente, si por ello se entiende una consideración integral del desarrollo que permita superar consideraciones reduccionistas especialmente de carácter economicista que en realidad son “no desarrollo” o “antidesarrollo” 25. Es interesante observar que con el solo hecho de cuestionar el Ver también: Ferrer, A. y Jaguaribe, Helio Argentina y Brasil en la globalización. ¿MERCOSUR o ALCA?, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2001. 23 Ferrer, Aldo, “Imaginemos un escenario distinto”, Clarín, Buenos Aires, 26 abril 2006. 24 D.García Delgado y G Molina consideran que en el debate sobre ética y desarrollo subyace la confrontación entre una visión preponderante pero limitada a un horizonte básicamente procedimental y otra visión ampliada y más crítica que remite a la superación de las asimetrías y a la justicia dirtibutiva, ver, “Etica y desarrollo, el conflicto de las interpretaciones”, en Scannone, J,C y García Delgado (comp..), o.c. 25 Goulet., Denis, Etica del desarrollo, Ed Estela-IEPAL, Barcelona 1965. David Crocker considera a D.Goulet como uno de los precursores principales de le ética del desarrollo, ver Crocker, D. “Etica
10
economicismo se ingresaría en una perspectiva ética del desarrollo26. Por otro lado, el “giro ético” en algunas recientes teorías del desarrollo nos causa cierta preocupación si fueran sólo una manera de acentuar los aspectos culturales del desarrollo soslayando la base económica del mismo o fuera una especie de cruzada moralista contra la corrupción. Al economicismo no se lo supera negando o minusvalorizando las condiciones materiales del desarrollo, tampoco se lo supera acentuando de tal modo los factores culturales o morales que encubran las causas estructurales y políticas de la pobreza27. Asimismo podemos decir que los planteos de Amartya Sen y toda la perspectiva del desarrollo humano pueden ser entendidas también como una consideración ética del desarrollo. Sen especialmente ofrece muchos elementos valiosos en ese sentido, en cuanto que gran parte de todo su esfuerzo estaría orientado a superar una visión utilitarista de la vida humana, pero él énfasis nos parece demasiado puesto en el individuo28. Así sin pretenderlo, “la propuesta del Desarrollo Humano puede terminar refuncionalizada con sus términos y apotegmas distintivos (capital humano, invertir en la gente, igualdad de oportunidades equidad, participación) incorporados a la jerga neoliberal, concluyendo operativamente en políticas pública coincidentes con las derivadas de ese modelo”29. Por eso, creemos que habría otra manera más vigorosa de relacionar ética y desarrollo, aunque todavía con necesidad de vertebrarse más, pero que engarzaría mejor con el paradigma alternativo que se busca, y que consistiría en entender la ética del desarrollo en una dirección distinta. Se trata de una ética que apunte fundamentalmente a consolidar el derecho al desarrollo de los pueblos que, eludiendo posibles énfasis retóricos y retrospectivos, lo adapte a la realidad actual mucho más crítica desde que empezó a ser formulado. De este modo nos prevenimos y superamos una orientación limitadamente culturalista e individualista del desarrollo.
internacional del desarrollo: fuentes, acuerdos, controversias y agenda”, Institute for Philosophy an Public Policy, Univesity of Maryland, 2001. 26 Tal es el caso, por ejemplo, de D. Crocker, o.c., que ubica espontáneamente a Prebisch entre los pioneros de una “ética del desarrollo” aunque no hayamos encontrado propiamente referencias expresas a ese tema en la obra del argentino, Del mismo modo, en el homenaje que se rindió recientemente a Prebisch en una publicación de la CEPAL, ver Dosman, Edgard (ed.), Raúl Prebisch: power, principle and the Ethics of Development, Essays in honour of David Pollock marking the centennial celebrations of Raúl Prebisch, IDB-Intal, Buenos Aires, January 2006. Tampoco encontramos aquí ningún despliegue del concepto salvo la simple mención del mismo. 27 Mealla, Eloy Patricio “Las organizaciones sociales: continuidades y novedades”, en Grupo Farell, Crisis y reconstrucción, San Pablo, Buenos Aires, 2003. 28 Prats, Oriol “El desarrollo como libertad. La crítica de Sen al utilitarismo”, DHIAL, Magazine n°1, Insitituto Internacionalidasd Gobernabilidad, www.iigov.org /iigov / pnud /bibliote /dhial 1. 29 Coraggio, José Luis “Es posible pensar alternativas a la política social liberal”, Nueva Sociedad 164, Caracas, diciembre 1999. Para más datos sobre el origen y discusión sobre el concepto de desarrollo humano, J.L. Coraggio, Desarrollo Humano, Economía Popular y Educación, Editorial AIQUEIDEAS, Buenos Aires, 1995. Allí el autor dice: “Si bien reconoce muchas vertientes y antecedentes, el principal promotor y sistematizador de esta propuesta es justamente, un organismo internacional: el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Si bien se ha planteado una metodología bastante abierta y dialógica para ir conformando ese paradigma, es evidente que se trata de una iniciativa llamada a defender el espacio institucional ante la pérdida de vigencia del paradigma del desarrollo industrializador que la misma organización impulsaba en los 60 y 70s. A nuestro juicio es una propuesta suficientemente amplia como para aceptarla como hipótesis “paraguas” de la búsqueda en que debemos empeñarnos”.
11
Los planteamientos acerca del derecho al desarrollo gozan ya de varias décadas. Para algunos las primeras formulaciones sobre el destino universal de los bienes y del derecho de todos los hombres de acceder a ellos en igualdad de condiciones se encuentra en el pensamiento social cristiano30. Allí se expresa que “el campo de los derechos del hombre se ha extendido a los derechos de los pueblos y las naciones”. De este modo, “lo que es verdad para el hombre los es también para los pueblos”. De ahí se deducen, el derecho a la autodeterminación de cada pueblo, a la independencia, a la existencia, a la propia lengua y cultura, mediante las cuales un pueblo expresa y promueve su ‘soberanía’ espiritual, a modelar su vida según la propias tradiciones, excluyendo, naturalmente, toda violación de los derechos fundamentales -en particular, la opresión de las minorías-, a construir el propio futuro proporcionando a las generaciones más jóvenes una educación adecuada31. O sea, no es suficiente una proclamación solamente individualista de los derechos, es necesario atender también a las condiciones sociales, económicas y políticas, sin las cuales los derechos y deberes de las personas quedarían abstractamente idealizados32. Para otros, el derecho al desarrollo tiene su fuente principal en nuestro tiempo en autores procedentes fundamentalmente de Africa. El jurista senegalés Keba M´Baye sería quien primero propiamente efectuó en 1972 una definición sobre el derecho al desarrollo que luego poco a poco fue ocupando un lugar en la agenda temática de los organismos y conferencias internacionales. Así se llega, en medio de importantes divergencias, a la Declaración sobre el Derecho al Desarrollo de la Asamblea General de la Naciones Unidas de diciembre de 1986 que es el principal instrumento jurídico en la materia, pese a que EE.UU. votó en contra y ocho países desarrollados se abstuvieron. La Declaración ha sido perfeccionada; por ejemplo, en la Conferencia de Río de 1992 el derecho al desarrollo se lo vinculó estrechamente con la protección del medio ambiente; o en la Conferencia Mundial de derechos Humanos celebrada en Viena en 1993 se lo reconoce como “derecho universal e inalienable y como parte integrante de los derechos humanos fundamentales”. De todos modos, sigue siendo problemático su contenido y su valor jurídico internacional, y de hecho hasta el momento ningún tratado internacional lo ha reconocido expresamente33 El valor creciente de su tematización no ha sido todavía acompañado de una práctica acorde y eficaz, además hay que reconocer que la declamación discursiva de derechos produce cierta saturación y hasta corre el riesgo de contribuir a la dispersión y a su difuminación. Finalmente, en un mundo marcadamente asimétrico y complejo, plantear la relación entre desarrollo y ética no puede eludir el abordaje de una lección liminar de la ciencia moral que es la justicia distributiva. O sea, la mirada ética no debe limitarse a lo conmutativo –yo te doy, tú me das- sino que debe estar referida a la justicia en la carga 30
Ver, Jongitud Zamora, Jacqueline, “El derecho al desarrollo como derecho humano: entre el deber, el ser y la necesidad”, Universidad Veracruzana, México en www.iadb.org /etica. Si bien los pronunciamientos más lejanos se pueden encontrar en la encíclica Rerum Novarum de León XIII de 1891, el documento más destacado sobre estos puntos es la encíclica Populorum Progressio (El Desarrollo de los Pueblos) de Pablo Vi publicada en 1967. Ver también, Filibeck, G. The right to development. Conciliar and pontifical texts (1960 1990), Pontifical Council for Justice and Peace, Vatican City, 1991. 31 Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n° 157; Pontificio Consejo Justicia y Paz/ Conferencia Episcopal Argentina, Buenos aires 2005. 32 Mealla, Eloy, “Religión, valores y derechos humanos”, en Educación en valores, religiosidad y derechos humanos, Ed. Espacio, Buenos Aires 2006. 33 Gómez Isa, Felipe, “Derecho al desarrollo”, art. en Pérez de Armiño, Karlos (dir), Diccionario de Acción Humanitaria y Cooperación al Desarrollo, Icaria Editorial, 2000.
12
tributaria, a la prioridad social y a la promoción productiva que multiplique el empleo. Complementariamente, “lo moral no se resuelve con la asistencia remedial, exige meterse con la economía”34. Al mismo tiempo, si cabe hablar de un giro ético más bien habría que entenderlo como indignación ética ante la desigualdad y la miseria, que provoca la determinación de constituir una nueva teoría del desarrollo basado en el compromiso con la realidad económica, política y social. Actualmente una perspectiva ética del desarrollo significa el coraje intelectual de asumir el desafío de reconstruir un pensamiento social de la región – ante décadas de deslegitimización académica y política-, siendo imperioso volver a colocar el desarrollo en el centro del debate 35.•
34 Coraggio, José Luis “Un cambio necesario”, Clarín Económico, Buenos Aires, domingo 2 de marzo 2003. 35 Nahón, Rodríguez y Schorr, o.c., págs 32 y33.
13