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Domingo 30 de noviembre de 2014
De izquierda a derecha, Robert de Niro en ‘Toro salvaje’, Paul Newman en ‘Marcado por el odio’ y Hilary Swank en ‘Million dollar baby’. Gabriel Ramírez Lozano
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omo cualquier otro deporte esconde paradojas. Del mismo modo que en el judo hay que aprender a caer para vencer, en el boxeo hay que aprender que se puede golpear mientras retrocedes. Es curioso comprobar que en el deporte las cosas funcionan justo al revés de lo que creemos. Si un deporte ha proporcionado material de trabajo a guionistas, productores y realizadores del mundo del cine, ese ha sido el boxeo. Estas tres películas (con las que no se aspira a dejar una lista de las mejores) pueden ser una buena referencia para aquellos que quieran indagar en el universo que se llena de cuadriláteros, guantes, trampas, sangre y vidas rotas. El boxeo apesta a cine, el boxeo apesta a humanidad. Por eso muchos sienten una atracción incontrolable por él. Sin saberlo, el público que acude a un combate de boxeo lo hace creyendo que la fiereza del hombre les provoca cierta fascinación, cuando, en realidad, eso es lo más superficial de todo lo que se puede ver sobre un ring.
‘Toro salvaje’ (Martin Scorsese, 1980). Scorsese es un pegador nato. Desde el primer plano de sus películas lanza ganchos y directos al rostro de los espectadores. Rápidos y precisos. Demoledores. No hay preparación alguna, no deja unos minutos para estudiar el juego de piernas del que mira. La estrategia es clara: ser demoledor. Suena la campana (en cine se llama créditos) y el combate se convierte en una lucha sin cuartel. Los personajes aparecen con fuerza, los diálogos no
El hedor que enamora CINE
El boxeo es un deporte que consiste, fundamentalmente, en llevar más allá de lo posible las capacidades físicas y mentales del ser humano. El boxeo consiste en acumular respeto a base de arrancárselo al contrario; no se trata de violencia y sólo violencia. Y el boxeo consiste en crear un universo dentro de un escenario construido sobre las miserias humanas y adornado con lujos que las esconden.
buscan las cuerdas sino que profundizan en las psicologías y hacen avanzar la trama. No hay tregua para el espectador despistado. Después de cada asalto no hay rincón en el que tomar aire. Toro Salvaje es una película que huele a boxeo. Pero no es una película sobre el boxeo. Cuenta la historia de Jake La Motta, de cómo triunfa y de cómo fracasa, de cómo el fracaso se puede maquillar con lo efímero del triunfo, de cómo el triunfo puede ser -al mismo tiempo- el mayor de los fracasos, de cómo el triunfo es -finalmente- una tortura insoportable. El tema que trata Scorsese (de forma magistral) no es el boxeo (ese es el vehículo necesario para llegar hasta donde quiere) es el fracaso. Porque todo en este mundo lo es. Pero la película es boxeo, sangre, golpes, dolor. Es evidente que las escenas que se muestran sobre el ring son boxeo, pero el resto (las que relatan el matrimonio de La Motta o la relación con el hermano) son tan brutales como lo es una paliza inmensa. Robert De Niro interpreta el papel de La Motta. Está estupendo. Además, (cosas de este actor) aparece gordo como un globo o en plena forma física sin caracterización alguna. Engordó para pare-
cerse al verdadero La Motta y se pasó por el gimnasio para subir al ring siendo creíble al cien por cien. Joe Pesci y Cathy Moriarty, aunque más discretos, también sobresalen en sus interpretaciones. Cercano al expresionismo más brutal, el fotógrafo Chapman arranca hasta el último detalle en cada toma. El montaje termina haciendo de la película un combate de boxeo en sí mismo. Rupturas, elipsis, cierta brusquedad en el ritmo narrativo. Tal y como es una pelea entre doce cuerdas. Todo parece ser una sucesión de asaltos que provoca en el espectador la sensación de recibir golpes para los que, por inesperados, no tiene defensa alguna. La banda sonora es notable. Incluye el Intermezzo de la Cavalleria Rusticana de Mascagni y sólo por eso merece la pena ver la película.
‘Million Dollar Baby’ (Clint Eastwood, 2004). Eastwood prefiere un buen juego de piernas, estudiar al contrario (el espectador) y ganar los combates por K.O. Técnico. Construye sus películas con paciencia, con montajes lineales y fáciles de seguir, para asegurarse de que nadie se queda atrás. Million Dollar Baby es una exce-
Cultura deportiva
lente película en la que la protagonista es boxeadora. Parece mentira que en un deporte que siempre estuvo pegado al hombre dé tanto de sí desde el lado femenino. Todo el metraje termina teñido de feminidad. Hasta la brutalidad de un golpe logra hacernos ver esa fragilidad tan propia del ser humano. El arco dramático de los personajes es inmenso e intenso. Vamos descubriendo a cada uno de ellos en sus facetas más íntimas, la trama ayuda a que su desnudez nos genere una empatía que muy pocas películas han conseguido. El trabajo de Eastwood es emocionante escapando de la lágrima fácil. Hilary Swank está estupenda y llena la pantalla de principio a fin. Eastwood y Morgan Freeman acompañan a la actriz aportando toda la luz posible. El guión se centra más en el éxito personal que en el deportivo, en esa zona escondida del mundo del boxeo que tiene que ver con el ser humano y su cosmos. La partitura es espléndida y supone un contrapunto magnífico que ayuda a convertir la violencia en un motivo de belleza. Parece imposible, pero se consigue.
‘Marcado por el odio’ (Robert Wise, 1956). El boxeo se ha ligado tradicionalmente a los bajos fondos, a las vidas rotas, a los chicos malos y a los que se aprovechan de ellos. A la zona más oscura del ser humano. Pero también a la redención a través del deporte. Es de esto de lo que habla esta película. Paul Newman interpreta el papel de Rocky Graziano. Es una de sus mejores interpretaciones. Muy bien dirigido por Wise, resulta creíble y se aleja de un histrionismo al que invita un papel como este muy vigoroso y centrado en la personalidad del boxeador. Le acompaña una estupenda Pier Angeli que hace de esposa abnegada, frágil y modosa. Uno frente a la otra provocan un contraste que arrastra la película hasta territorios que sacan del tópico una trama que hace aguas en algunos momentos por esa razón. Son esas interpretaciones tan estupendas y un montaje inteligente y eficaz lo que convierten el trabajo de Wise en algo grande. Marcado por el odio es una película que retrata más que bien lo que fue el mundo del boxeo en el imaginario colectivo durante buena parte del siglo XX. El universo pujilístico se llena de golpes, de miserias, de trampas, de dolor, de fama pasajera. Se llena de ganchos y directos, de un buen juego de piernas, de pasión, de odios que te hacen perder la pelea. Por eso funciona tan bien en el cine; porque se parece mucho al resto de los universos. El mundo del boxeo desprende un hedor del que es muy difícil escapar.
Domingo 7 de diciembre de 2014
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Cultura deportiva
Roberto Fontanarrosa ‘El Negro’ fue uno de esos genios que quiso y pudo acercar el arte al fútbol y viceversa. Lo hizo a través del mejor humor gráfico en Argentina. Gabriel Ramírez Lozano
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ay quien podría pensar que unir fútbol y arte es, sencillamente, una quimera. Y nada más lejos de la realidad. Otra cosa bien distinta es que algunos o muchos aficionados al fútbol no muestren el más mínimo interés por el arte o que algunos o muchos artistas creen que el fútbol no merece atención alguna. Pero eso ya es hablar de las personas y de sus circunstancias. Además, eso mismo pasa si hablamos de los aficionados al voley playa, a la caza de mariposas o al gin tonic. Eso mismo pasa si hablamos de carpinteros, cocineros o peritos industriales. Si alguien se esforzó por arrimar el fútbol al arte, en convertir un deporte en una forma de expresión artística, ese fue Roberto «el Negro» Fontanarrosa. «El Negro» fue hasta el año de su muerte (2007) uno de los humoristas gráficos más importantes de Argentina y, además, un excelente escritor. En muchos de sus relatos breves, dedicó el esfuerzo narrativo a contar historias en las que el fútbol, los jugadores y las aficiones fueran los personajes principales. Son muchos relatos. Pero alguno de ellos sobresalen sobre el resto. Si buscamos esa fusión de la que hablamos entre arte y deporte, de la forma más explícita posible, hay que leer Viejo con árbol. El texto es excelente. Fontanarrosa nos cuenta cómo un equipo de aficionados tiene un seguidor fiel desde unas semanas atrás. Uno solo. Se trata de un anciano que mira los partidos sentado bajo un árbol. En uno de los partidos, un jugador se
El fútbol por encima de todas las cosas HUMOR GRÁFICO
Hay cosas que tienen que ver con la cultura y que parecen imposibles. Por ejemplo, que se pueda hablar de pintura o de literatura al mismo tiempo que de fútbol. Sin embargo, se trata de una falsa percepción que se estableció hace mucho tiempo en el ideario común y que no parece posible que se pueda eliminar. Un ejemplo es el trabajo de Roberto «el Negro» Fontanarrosa
retira porque no puede más a causa del calor y sale de la cancha por la zona en la que el anciano observa con unos auriculares puestos (escucha un concierto de música sinfónica). El futbolista se sienta junto a él e inician un diálogo interesantísimo en la que el anciano explica el partido como si se tratase de un conjunto de esculturas, una danza, un lienzo, un ballet o una obra de teatro. Las descripciones (encuadradas en ese diálogo) son estupendas. Y el lector, del mismo modo que el futbolista del relato, va mirando ese partido de otro modo. Pero aparecen las pasiones y Fontanarrosa nos vuelve a colocar frente al fútbol como deporte que arrastra al más pintado hasta territorios que dejan al descubierto algunas cosas que no nos gustan (agresividad, apasionamiento desmedido…). Tras plantearnos un partido a los lectores que se juega en una cancha distinta a todas las imaginadas, el autor nos golea, después de zancadillearnos, para que volvamos a la realidad. Cualquier amante del fútbol disfrutará con la lectura de este relato. Pero, de entre todos los cuentos del argentino, uno de ellos sobre-
sale sobre el resto. Es posible que sea el mejor relato futbolístico jamás escrito. Fontanarrosa, escapando de todo preciosismo o lenguaje imposible, logra construir un universo en el que todo lo preside el fútbol, en el que todo crece, disminuye o desaparece por efecto de este deporte. Habla de la pasión del aficionado, de la extravagancia del que vive como un hincha y nada más. El viejo Casale (así se titula) es un relato en el que todo cabe si el objetivo es la victoria. Centra la acción en el antes y el durante de la semifinal del Torneo Nacional argentino, si bien es cierto que se narra habiendo pasado unos años. Esto le proporciona al relato un punto de acidez demoledor cuando el lector comprueba que la reflexión del narrador no casa con la pasión. El partido lo disputan Rosario Central y Newell’s Boys. Asistimos (en el tramo final de la narración) a pases envenenados del flaco Menotti, a paradas imposibles que ponen los pelos de punta y causan terror en la afición. Dos aficiones: los canallas (Rosario Central) y los leprosos (Newell’s Boys). Un partido que muchos consideran que, de perderlo, puede cambiar la vida de la
ciudad y de un par de generaciones. Así de exagerado es el mundo que dibuja Fontanarrosa porque así de exagerado es el mundo del fútbol. Encontramos pasión, religión, superstición, miedo, arrojo, un plan estructurado para hacer vencer al equipo. El autor expresa, como nunca antes nadie había conseguido, cómo seguir a un equipo no es tan importante como odiar al contrario (en muchos casos, afortunadamente, eso no se produce); las consecuencias de una derrota; la angustia del espectador, su alegría; cómo se llega a situaciones extremas por defender unos colores. La vida de las personas se abarata si se trata de un partido que hay que ganar como sea. Todo se justifica aunque sea de forma absurda; lo que sucede en el campo es lo único importante. El viejo Casale es una joya de la literatura. No hay que olvidar que Fontanarrosa era argentino y que allí no se puede vivir el fútbol sin verdadera pasión, como si cada partido fuese el último. Por ello el trazo de los personajes es exacto, porque él era uno de esos aficionados. Imprescindible.
Domingo 14 de diciembre de 2014
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Cultura deportiva
Fútbol es poesía Gabriel Ramírez Lozano
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stá muy arraigada la idea; en muchas personas y, fundamentalmente, en los que no son aficionados; de un fútbol como cosa de incultos, de violentos o de locos que no viven para nada que no sea su propia pasión. Puede ser que un sector de aficionados se encuentre dentro de estos terribles parámetros. Igual que cualquier otro segmento de la sociedad puede tener incorporado a algún indeseable. Que nadie piense que un título universitario o nobiliario te convierte en culto y te aleja de la violencia o de las pasiones desenfrenadas. Podemos encontrar incultos, violentos o locos, allá donde miremos. Pero, y esto es lo importante, también, podemos encontrar aficionados cultos, tranquilos, educados y cuerdos, que se interesan por su mundo y por el de todos. De hecho, no son pocos los intelectuales que han vivido con pasión su afición por el fútbol, convertido en objeto poético cuando alguno de ellos tomó la distancia necesaria, convertido en algo de lo que un poeta queda prendado por siempre jamás. La cosa no es nueva. Homero, en el canto VI de La Odisea, presenta a Nausica y sus doncellas jugando con una pelota con la que despiertan a Odiseo. Esto es solo un ejemplo de entre cientos. No hay que olvidar que el fútbol, como cualquier otro elemento de la realidad, se reduce a la imagen y a la palabra, pilares fundamentales de la poesía. Todo en este mundo es simbólico y, por tanto, poesía. En el caso del fútbol, el ju-
Osvaldo Picardo.
A pesar de lo que puedan pensar algunos, el aficionado al fútbol no tiene por qué ser violento o inculto. Basta echar un vistazo a la historia de la literatura reciente para comprobar que son muchos los grandes autores que han tenido el fútbol como fuente de inspiración
Luis García Montero.
La mano de Dios. gador necesita dominar su cuerpo y el balón, genera una coreografía precisa y preciosa, una imagen única. De los balones imposibles que llegan de posturas improbables, llega la pasión a las gradas. Eso es el fútbol. Del mismo modo, las mayores emociones del ser humano llegan con el poema que dice eso que solo puede decirse de ese modo tan preciso. Eso es la poesía. El fútbol está unido, irremediablemente, a la palabra. Los hinchas cantan, gritan, intentan aportar algo de lirismo en sus pancartas; los jugadores se dicen unos a otros para que todo se convierta en el partido perfecto. Y el fútbol es imagen, pura imagen. Elegante, brutal, geométrica, violenta, propia de un multitudinario ballet. Palabra e imagen. Fútbol y poesía. Incluso lo que se encuentra en la periferia del fútbol necesita arrimarse a la lírica. Michel Platini escribió: “Morí el 17 de mayo de 1987, a la edad de 32 años, día en que me retiré del fútbol”. Palabra e imagen poética (porque le seguimos sufriendo).
Rafael Alberti.
Aunque a muchos les pueda parecer mentira, el fútbol es poesía cuando el que mira quiere ver el significado de este deporte, lo que representa para millones de personas, lo que encierra su carga simbólica; cuando quiere entender lo que le sucede dentro o fuera de la cancha, en este mundo. Y no crean que son malos poetas los que construyen versos inspirados en el fútbol. Rafael Alberti escribió un poema recordando una intervención del guardameta húngaro, Ferenc Platko, en la final del Campeonato de España del año 1928 (defendía la elástica del FC Barcelona y fueron necesarios tres partidos para conocer al ganador del torneo). Evitó la derrota de su equipo en el primer encuentro de la final. Tituló el poema Oda a Platko. Estos son algunos versos: “Volvió su espalda al cielo, / camisetas azules y granas flamearon, / apagadas sin viento. / El mar, vueltos los ojos, / se tumbó y nada dijo”. Más y mejor no se puede decir. Con mayor claridad no se
Luis Alberto de Cuenca.
puede presentar una imagen. Osvaldo Picardo en su poema La mano de Dios nos enseña hasta qué punto el fútbol es importante en la realidad. Cuenta en su poema cómo fue ese gol de Maradona a la selección inglesa con el que engañó al mundo entero y al destino; pero, sobre todo, cuenta lo que significó: “Después fue otro día, apenas salió el sol / y se habló de la trampa y hasta de Dios”. Y es que la potencia de este deporte es descomunal. Otros dos poetas, ambos ubicados en lo que se ha llamado poesía de la experiencia, se afanan en explicarse el mundo, su propia vida; escribiendo un poema sobre el fútbol, sobre la vida alrededor de un balón. Luis Alberto de Cuenca se pregunta por su vida, recordando “Aquellos viejos tiempos del fútbol en España, / cuando un pase genial de Di Stéfano a Puskas / borraba de un plumazo todos sus sinsabores y sabiendo que …Viejas alineaciones / que repetir delante de los viejos amigos, / y un nudo en la garganta cuando alguien te recuerda / los años que han pasado”. Toda una vida con el fútbol como hilo conductor. Por su parte, Luis García Montero revisa las infancias que “es verdad que son mares en un vaso de agua o días que amanecen / con la tranquilidad de un tres a cero, / de un cinco a cero en punto de la tarde”. La vida contada con el lenguaje propio del fútbol. Esto es solo una pequeña muestra. En definitiva, el fútbol es lo que es. Y, por tanto, es palabra, es imagen. Fútbol es fútbol; fútbol es poesía.
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Domingo 21 de diciembre de 2014
Cultura deportiva
texto en el que se desarrolla la trama de esta película basada en hechos reales. Se narra la ascensión a la cara norte del Eiger (el Ogro), en 1936, por parte de los alemanes Tony Kurz y Andreas Hinterstoisser, a los que se unió una segunda cordada compuesta por los austriacos Willy Angerer y Edi Rainer. El relato es tremendo. La climatología absolutamente desfavorable, cada detalle en contra de que las cosas salgan bien, el sufrimiento de los escaladores. Pero lo importante es comprobar cómo los cuatro alpinistas no se separan a pesar de estar jugándose la vida, cómo alguien es capaz de pelear hasta con los dientes por su vida, cómo la naturaleza en incontrolable e invencible. La película está bien ambientada, el vestuario está muy cuidado y la fotografía (realista y buscando los tonos más grises a medida que avanza la trama) encuadra bien lo que se quiere mostrar. La película se divide en dos partes: la primera trata de ex-
A la izquierda, cartel de la película ‘La Soledad. 127 horas’. Sobre estas líneas, el cartel de ‘Pura vida’. A la derecha, un fotograma de la película ‘ La poesía. Más allá de las cimas.
Alpinismo: amor por la superación personal Gabriel Ramírez Lozano
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no de los retos a los que el ser humano se ha enfrentado con mayor placer es el de subir montañas. El alpinismo, una vez que se dejó atrás la escalada como obligación (antes no había medios de transporte que nos llevaran de un lugar a otro salvando las dificultades ortográficas), se convirtió en motivo de disfrute y una medida de la capacidad inimaginable que el ser humano posee para superarse a sí mismo. En 1786, Jacques Balmat y MichelGabriel Paccard, alcanzaban la cumbre del Mont Blanc (4.810 metros), por gusto, por ser capaces de ganar la partida a la naturaleza imposible. Era el primer gran logro registrado. Desde entonces, el alpinismo como deporte ha evolucionado extraordinariamente. Las técnicas son otras, los materiales que se utilizan en la escalada son otros. Pero las personas seguimos siendo personas y nuestro deseo de vencer y contemplar el mundo desde lugares privilegiados no ha cambiado. Por supuesto, el mundo de la cultura ha tenido este deporte como referente para crear obras de gran calidad e interés. En con-
CINE
Las montañas son esos obstáculos que el hombre nunca tuvo que inventarse. Ahí están desde el principio de los tiempos. Y esperan que alguno de nosotros alcance su cima. Si eso es así significa que el mundo sigue adelante
creto, el mundo del cine acumula excelentes películas en las que son los escaladores y las montañas sus principales protagonistas. Estos son algunos ejemplos que, por distintas razones, merecen un especial interés:
espectador se agarre al sillón para no caer aunque todo se convierte en un gran poema que habla de amistad, de amor por la vida, de la importancia de marcarse retos y conseguirlos o, al menos, pelear por ellos. Imprescindible.
La poesía. Más allá de las cimas (2009). Documental soberbio e
Las personas. Pura vida. The Ridge (2012). Documental que
imponente. Por la belleza de unas imágenes que arrastran al espectador al territorio en el que se puede sentir (al menos intuir) lo que un alpinista cuando se eleva a lo largo de una pared que parece imposible de escalar. Pero, también, por cómo nos presentan la filosofía del escalador desde su intimidad. No se exagera, ni se condiciona a la grabación del documental, elemento técnico alguno. El alpinismo aparece puro, sin trucos. Catherine Destivelle, famosa por sus ascensiones en solitario a algunos de los picos más imponentes del mundo (por ejemplo, a la cara norte del Eiger), es la protagonista de este documental dirigido por Remy Tezier en el que vemos como asciende el Gran Cap junto a una antigua alumna, el Grépon con su hermana menor o la aguja verde del macizo del Mont Blanc junto a dos escaladores mucho mayores que ella. Las imágenes hacen que el
relata cómo un grupo de escaladores intentan rescatar a un compañero en graves apuros. Capaces de viajar desde diferentes lugares del mundo para intentar bajar de la montaña a Iñaki Ochoa de Olza, asistimos (desde una fotografía preciosa) a la escalada de la cara sur del Annapurna, podemos comprobar que el compañerismo es el gran valor entre los alpinistas, descubrimos que la gloria no está fabricada para quien piensa en el reto como algo personal, conocemos la vida familiar de los escaladores y, por tanto, los miedos de sus familiares. Inquietante desde el comienzo y muy bien contado, el documental deja ver lo que el alpinismo es y esconde en su estado más puro. Impresionante.
La épica. Cara Norte (Nordwand) (2008). Alemania nazi. Olimpiadas. Última cara norte de los Alpes sin escalar. Este es el con-
poner el contexto político y deportivo en el que se desarrolla la trama; la segunda se centra en la ascensión. Apasionante. La soledad. 127 horas (2010). El actor James Franco, de la mano del realizador Danny Boyle, consigue transmitir, sin casi moverse durante buena parte del metraje, la experiencia de soledad y capacidad de supervivencia del montañero. Asistimos a escenas llenas de belleza, pero, también, a las que se inundan de angustia y de lo que pudiera parecer imposible sin serlo. El ritmo es trepidante en su primera parte. Lógicamente, cuando el protagonista se encuentra atrapado, es más pausado, pero actor y director logran que la tensión narrativa sea constante y de una fuerza apabullante. Una de las escenas (en la que vemos al montañero autolesionarse para sobrevivir) es desgarradora. Conmovedora. Existen otros títulos de gran interés aunque son los documentales los que mejor reflejan la realidad de este deporte. En las películas se cede más ante el espectáculo, la trama o el carácter puramente comercial. Conocer este deporte es conocer al ser humano. No deje de hacerlo.