Alfred Nobel

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por Tore Fr채ngsmyr

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Alfred Nobel por Tore Frängsmyr

Instituto Sueco alfr ed nobel

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Cara de una de las medallas Nobel. ® Fundación Nobel

© 1996 Tore Frängsmyr y el Instituto Sueco (SI) Nueva edición 2013 El autor es el único responsable de las opiniones ­presentadas en esta publicación. Traducción: Felipe Mena González Editora: Eva Sigsjö Diseño gráfico: BIGG, Estocolm Foto de la portada: Alfred Nobel a los 50 años de edad. Óleo de Emil Österman. ® Fundación Nobel Papel: portada, Tom & Otto Gloss 250 g cuerpo del libro, Tom & Otto Silk 150 g Impreso en Suecia por Åtta.45 Tryckeri, 2013 ISBN 978-91-520-0954-3

Tore Frängsmyr es profesor emérito de la cátedra Hans Rausing de Historia de la Ciencia en la

Universidad de Uppsala. Ha publicado muchos estudios sobre el siglo XVIII, entre ellos Science in Sweden (1989) y Linnaeus, the Man and His Work (1994). También ha escrito sobre el siglo XIX y sobre la época de Alfred Nobel. En el 2000 publicó una obra de dos volúmenes sobre la historia intelectual de Suecia entre los años 1000 y 2000 con el título de Svensk idéhistoria: Bildning och vetenskap under tusen år. Es miembro de la Real Academia de Ciencias de Suecia desde 1984. 2

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EL INSTITUTO SUECO es un organismo estatal dedicado a fomentar el interés por Suecia y la confianza en ella en el mundo entero. Con ese fin, el SI impulsa la cooperación y las relaciones duraderas con otros países, mediante una comunicación estratégica y un intercambio cultural, educativo, científico y come cial.

La actividad se lleva a cabo en estrecha colaboración con las Embajadas y Consulados de Suecia. es el portal oficial de uecia en la Red – una fuente rica de información que da una vislumbre directa de la Suecia actual en numerosos idiomas.

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Índice

Introducción 5 Juventud y educación 7 El inventor 9 El emprendedor 12 La dinamita 14 El empresario 18 El humanista 24 El hombre privado 27 El testamento 31 Breve cronología 39

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¿Qué forma pueden tener las burbujas? En Tom Tits Experiment, el mayor centro de ciencias de Suecia, los experimentos son a un mismo tiempo física, juego y poesía.


Los Premios Nobel son muy bien conocidos en todos los países

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obel es un apellido tan conocido, que ningún otro sueco, ni siquiera las estrellas del deporte y del rock, puede competir con su fama. Al mismo tiempo, tenemos que confesar que esta puede describirse como más indirecta que directa. Eso significa que los remios Nobel son muy bien conocidos en todos los países, pero que la persona que los creó, aún es relativamente desconocida.

Si bien es cierto que sobre Alfred Nobel es mucho lo que se ha escrito, no lo es menos que gran parte de esa literatura está compuesta de imágenes estereotipadas. A menudo se trata de descripciones sentimentales del recoleto millonario, infeliz a pesar de sus millones o, al menos, profundamente melancólico, emocionalmente ligado a su madre y con un par de desgarradoras historias de amor a sus espaldas. No es que todo eso sea erróneo. Alfred Nobel estuvo solo y fue evidentemente desdichado en su amor, pero, con tales descripciones, resulta difícil llegar muy lejos. Esta presentación intenta más bien transmitir una imagen más general del hombre en sí y de sus logros científicos y técnicos No obstante, primero debemos recordar datos de mayor importancia en la biografía de Alfred Nobel. Nació en 1833 en el seno de la sencilla familia de un ingeniero, si bien sus antepasados tenían unos antecedentes especialmente interesantes. Uno de ellos fue nada menos que Olof Rudbeck, el genio técnico de los tiempos en que Suecia fue una gran potencia europea. Rudbeck (1630–1702) personificó la cultur sueca durante aquel período. Como catedrático de Medicina en la Universidad de Uppsala hizo grandiosas aportaciones no sólo en su propia especialidad (descubrió el sistema linfático humano), sino también como botanista, historiador, compositor, arquitecto e ingeniero. Construyó casas y puentes, conducciones de agua y sistemas de esclusas, creó jardines botánicos y organizó la educación técnica en artillería y fortificaciones. no se inclina fácilmente a creer que hay una relación entre las dotes técnicas de Alfred Nobel y el brillante talento de Rudbeck. alfr ed nobel

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Alfred Nobel de joven.

La hija de Rudbeck, Wendela, contrajo matrimonio con Petrus Nobelius, cuyo apellido era la forma latinizada de su lugar de nacimiento, Nöbbelöv, en la región meridional sueca de Escania. Su nieto Immanuel, abuelo de Alfred, contrajo luego el apellido a Nobel. El hijo de éste, padre de Alfred, que también se llamó Immanuel, recibió una formación técnica y trabajó de arquitecto y maestro de obras. En un principio, los negocios fueron muy bien, pero, después, sufrió varios reveses y, el mismo año en que nació Alfred, 1833, dio en la quiebra. Le llevó diez años liberarse por completo de sus acreedores, pero no se rindió, probando de continuo nuevos proyectos técnicos. Cuando Alfred tenía cinco años de edad, el padre se mudó a San Petersburgo, donde puso en marcha un taller mecánico para la fabricación de minas terrestres para las fuerzas armadas rusas. La madre, Andrietta, tuvo que quedarse en Estocolmo y sustentar por sí misma a sus hijos. Tuvo una pequeña tienda para venta de leche y verduras, que les ayudó a sobrevivir. También se cuenta que Alfred y sus dos hermanos, Robert y Ludvig, tuvieron que contribuir al sustento vendiendo cerillas de azufre. (El cuarto hijo, Emil, nació posteriormente, en 1843.) Alfred estuvo enfermo con frecuencia y, por ello, pasó mucho tiempo con su madre. 6

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Quizá no fuera una casualidad que su predisposición se orientara a la Química

Juventud y educación En 1842, cuando Alfred tenía nueve años, la familia se mudó a San Petersburgo. La fortuna del padre había cambiado, y la familia pudo vivir al nivel de la alta burguesía. Por aquella época, San Petersburgo era una metrópoli ­europea, plena de actividades culturales y científicas, y de relación social. Los hijos no fueron matriculados en la escuela, sino que recibieron enseñanza en el hogar a cargo de eminentes profesores a nivel de catedráticos. La enseñanza fue orientada a las Humanidades y las Cien­ cias Naturales. Además de clases de sueco, Alfred y sus hermanos estudiaron ruso, francés, inglés y alemán, así como Literatura y Filosofía. En el campo de las Ciencias Natura­ les fueron guiados por dos catedráticos de Química, Julij Trapp y Nikolai Zinin, quienes les impartieron su enseñanza en Matemáticas, Física y Química. Teniendo en cuenta la especialidad de sus profesores, quizá no fuera una casualidad que la predisposición de Alfred se orientara a la Química. Así, pudo aprender a realizar experimentos químicos, actividad que parece que le fascinó desde un principio.

Alfred pasó los años más importantes de su adolescencia en la capital rusa y, con sus cinco idiomas, de los que parece que tuvo un buen dominio, cimentó el carácter cosmopolita que luego habría de ser tan destacado en él.

Alfred Nobel pasó un año en París, donde, entre otras cosas, estudió la forma de producir nitroglicerina y otros explosivos.

Entre 1850 y 1852, Alfred hizo algunos viajes al extranjero orientados al estudio. Durante un año estuvo con el famoso químico Jules Pelouze, que era catedrático del Collège de France, pero que, precisamente entonces, había abierto un laboratorio privado dedicado a la enseñanza. Pelouze, que, por lo demás, había tenido buena amistad con el químico sueco Berzelius (1779–1848), había sido también maestro de Nikolai Zinin, uno de los profesores privados de Alfred. Fue durante aquel año cuando Alfred Nobel completó su formación de químico. Es allí también donde se pueden encontrar las raíces de los que habrían de ser los grandes inventos de su vida. Y es que entonces, si no antes, tuvo que haber oído hablar de aquel extraño explosivo: la nitroglicerina. Por extraño que parezca, esto no ha sido observado por la investigación, que ha situado el momento crucial diez años más tarde. alfr ed nobel

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Los antecedentes fueron los siguientes: un alumno de Pelouze, el italiano Ascanio Sobre­ ro, había descubierto en Turín en 1847 una nueva sustancia explosiva a la que primero dio el nombre de piroglicerina (después sería la nitroglicerina). Tanto en cartas a Pelouze como en un trabajo científico posterior, Sobrero advirtió, no obstante, sobre la nueva sustancia, ya que no sólo tenía una terrible fuerza explosiva, sino que además era imposible de dominar. El descubrimiento de Sobrero no surgió como por ensalmo. Trabajos previos importantes habían sido hechos, entre otros por el mismo Pelouze, ya en la década de 1830, años en que trabajó en la producción del algodón pólvora. Como Alfred estaba muy interesado en explosivos, era –por así decir– cosa de familia, y dado que Pelouze tenía conocimientos de primera mano sobre la producción de explosivos, Alfred tenía que tener conocimiento ya entonces de la nitroglicerina. Sin embargo, el atractivo de la novedad quedó inmediatamente amortiguado por los peligros implícitos en la producción y el manejo de la nueva sustancia.

Instrumentos del laboratorio de Alfred Nobel. En el centro, un brazo con una válvula; a la derecha, un aparato calentador y secador con una polea giratoria. Los objetos de vidrio son para destilar.

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La primera patente fue el preludio de una emocionante aventura

El inventor

Cofre, tanto con cubiertos como con material de escribir, que Alfred Nobel llevó en sus numerosos viajes.

El final de la guerra de Crimea (1856) implicó una catástrofe para la fábrica de Nobel, que había vivido de la fabricación de productos bélicos. La fábrica dio en la quiebra, y los padres se mudaron a Suecia. Los tres hijos mayores se quedaron para arreglar los negocios y reconstruir la empresa. En aquella situación, Alfred y sus hermanos discutieron con sus antiguos mentores sobre diversos proyectos posibles. Fue entonces cuando Nikolai Zinin recordó las posibilidades de la nitroglicerina. Parece ser que demostró la fuerza de la sustancia echando algunas gotas sobre un yunque y golpeándolas con un martillo, con lo que produjo una fuerte detonación. Y eso que, lo que estalló, fue sólo la parte del líquido que entró en contacto con el martillo; el resto no se vio afectado. Los problemas, de los que ya se había dado cuenta Sobrero, eran de dos tipos: por una parte, era peligroso producir la sustancia, ya que, si el calor era demasiado alto, explotaba toda la dosis; y por otra, una vez producida, era igual de peligroso hacerla estallar en condiciones controladas. alfr ed nobel

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En los años alrededor de 1860, Alfred repitió los experimentos, con grandes riesgos. Así consiguió, primero, producir nitroglicerina en cantidad suficiente sin que ocurriera ningún accidente. Después, echó la nitroglicerina en un tarro de vidrio, que puso en un bote con pólvora negra, encendiéndola luego con una mecha ordinaria. Se había inventado así una forma primitiva de detonador. Al cabo de varios intentos con éxito, realizados sobre el helado río Neva, en las afueras de San Peters­ burgo, Alfred regresó a Estocolmo. Allí, su ­padre había iniciado experimentos similares (aunque con menos éxito), después de haberse enterado por carta de los intentos de su hijo. El padre quiso incluso sostener que la nueva construcción era suya, pero, después de una carta cortante de Alfred, en la que se pusieron las cosas en claro decididamente, cambió de parecer. En lugar de ello, ayudó a solicitar la patente, que Alfred pidió en nombre propio. En 1863 se le concedió la patente del explosivo que Alfred, con un nombre bien certero, bautizó como “aceite explosivo”.

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Con esa primera patente se logró también el primer hito. Alfred no tenía más que 30 años, pero aquello fue el preludio de una emocionante aventura, que había de desarrollarse a un ritmo rapidísimo. En la primavera y el verano siguientes, Alfred prosiguió sus experimentos. Muy pronto quedó listo con una nueva patente, referente tanto a la producción de nitroglicerina (con un método simplificado) como a la utilización de un detonador, o como entonces se llamó, un “encendedor inicial”, es decir un taco de madera hueco que se llenaba de pólvora negra (después llamado “cápsula fulminante”). Aquella construcción fue mejorada rápidamente sustituyendo el taco de madera por un casquillo de metal. Ese invento constituyó una revolución en la técnica de los explosivos, ya que sólo con ella se pudo aprovechar de forma eficaz la nitroglicerina como explosivo. De ahí que muchos hayan considerado que, como invento, el detonador fue sencillamente más importante que la dinamita. Se ha dicho que representó el mayor avance en la técnica


Son muchos los que consideran que el “encendedor Nobel”, también llamado cápsula del cartucho o detonador, es un invento aún más importante que la misma dinamita.

de explosivos desde la introducción de la pólvora negra en Occidente, en el siglo XV. Ragnar Sohlman, el más íntimo colaborador de Nobel en los últimos años, consideró que el detonador, como construcción técnica, debía ir por delante de la dinamita. Otros lo han descrito como el mayor descubrimiento tanto en la teoría como en la práctica de la técnica de los explosivos. También el mismo Nobel parece haber compartido esa valoración, ya que, diez años más tarde, dijo que “la verdadera edad de la nitroglicerina” comenzó ya con su invento en 1864. La resolución y confianza en sí mismo, que posteriormente se había de ver cada vez con más claridad en Alfred, estaba ya allí presente. Él mismo escribió que era “el primero que había llevado esas sustancias del campo científico al industrial”, y logró obtener un gran préstamo de un banco francés.

Mecha Precarga

Caja de madera del encendedor Carga de pólvora negra del encendedor

Roca circundante Caja de cartón

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Reveses y éxitos fueron tratados de la misma forma resuelta

Debido a su enorme capacidad explosiva, la dinamita recibió su nombre de la palabra griega dynamis (fuerza).

El emprendedor Fue también entonces cuando surgió a la luz el siguiente rasgo de su personalidad: el inventor recibió la compañía del emprendedor. Reveses y éxitos fueron tratados de la misma forma resuelta. En septiembre de 1864 se produjo la gran explosión en la pequeña fábrica de Hele­ne­ borg, en la zona central de Estocolmo, donde su hermano Emil y otras cuatro personas perdieron la vida. Como es natural, aquello fue una catástrofe. Los fallecimientos implicaron en sí mismos una tragedia, pero a ello hubo que añadir el terror del entorno y los rumores. Immanuel, el padre, se vio afectado poco después por una apoplejía. Sin embargo, Alfred aguantó con fortaleza; sabía lo que quería y pensaba realizar sus planes, a pesar del trágico accidente. Tan sólo un mes más tarde fundó su primera sociedad anónima, Nitro­ glycerin AB, decididamente y sin sentimentalismo. Fue difícil conseguir licencia para construir una nueva fábrica; la policía decidió que, debido al riesgo de explosión, tenía que hacerse fuera de la ciudad. La fabricación de aceite explosivo tuvo que organizarse primero de forma 12

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provisional en una chalana sobre el lago Mälaren. Después se compró un establo en Vinterviken, al sur de los límites de la ciudad, donde se instalaron el laboratorio y la fábrica. Ahora podría acelerarse en serio la fabricación. La nueva sociedad anónima logró una buena respuesta en el mercado. Un gran paquete de acciones fue comprado por el acaudalado hombre de negocios J.W. Smitt, que había logrado hacer fortuna en Sudáfrica. Los pedidos comenzaron a llegar, a pesar del accidente, o quizá gracias a él, ya que de la fuerza explosiva de la nueva sustancia nadie podía dudar. Los Fe­ rro­carriles del Estado de Suecia pidieron, por ejemplo, aceite explosivo para el túnel que ­estaban construyendo en Estocolmo entre la estación central y la estación sur. Al año siguiente, 1865, Alfred hizo su modelo mejorado del detonador en metal, que es, en principio, la misma construcción usada hoy día. Después de aquello, se sintió atraído por otras partes del mundo. Nobel viajó por varios países sondeando el terreno. Consiguió la patente

de su aceite explosivo en Gran Bretaña, ­No­ruega y Finlandia, entablando negociaciones con varios países más. Todo fue rápido. En marzo de 1865, Nobel partió para Hamburgo; tres meses después fundó allí su primera sociedad extranjera, Alfred Nobel & Co., con los hermanos Wilhelm y Theodor Winkler, así como el jurista financiero C.E. Bandmann. En el otoño de aquel mismo año se compró un terreno en un valle, en Krümmel an der Elbe, justo al sur de Hamburgo, donde se hizo construir una fábrica. En el Año Nuevo de 1866 hizo una demostración del explosivo en una cantera del norte de Gales, pero los británicos no mostraron gran interés. Un par de meses más tarde iba camino de América, adonde ­llegó a mediados de abril. El ambiente en América estaba muy excitado. Habían ocurrido varias explosiones graves en poco tiempo: en Estados Unidos, Europa y Australia, y, en todos los casos, la causa indicada habían sido cajas de nitroglicerina. En total habían muerto cientos de personas. En ciertos casos, las cajas habían sido enviadas de las fáalfr ed nobel

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La palabra dinamita la acuñó por el vocablo griego que significa “fuerza”

bricas de Nobel en Europa. El público estaba muy asustado y, en el Congreso, estaban en plenas discusiones sobre una prohibición total del transporte de la peligrosa sustancia. Como es natural, tal prohibición haría imposible que Nobel pudiera desarrollar su industria y vender sus productos. Nobel era calificado de hombre peligroso en la prensa y, por eso, se decidió a tomar el toro por los cuernos. Así, pidió al alcalde de Nueva York que se le permitiera demostrar su método para manejar la nitroglicerina, en forma de su aceite explosivo. En mayo de 1866 se realizaron aquellas explosiones de prueba en una cantera del Alto Manhattan, donde aún no se había llegado a construir. Las explosiones se desarrollaron según lo planificado y bajo el control total del propio Nobel, cosa que impresionó a los espectadores y al público en general. Ello, junto con cierta labor de grupo de presión, contribuyó, con toda seguridad, a que la ley prohibitiva del Congreso quedara fuertemente atenuada. Así pues, bastaría en principio con poner a los peligrosos transportes carteles claros de avi14

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so. Al día siguiente de la decisión del Congreso, Nobel, junto con otras partes interesadas de Estados Unidos, creó la “United States Blas­t­ ing Oil Company”. La dinamita A pesar de la lentitud de las comunicaciones, todo fue entonces con rapidez. Los acontecimientos se sucedieron literalmente sin interrupción. Estando Alfred en América, estalló la fábrica de Alemania. Al volver allí en agosto, tuvo que limpiar todos los escombros y planificar para una nueva construcción. Por el momento, Alfred tuvo que instalar de nuevo su laboratorio en una chalana, que amarró esta vez en el Elba, en las proximidades de la zona de su antigua fábrica. No podía esperar un segundo. Era evidente que el aceite explosivo, a pesar de todo, no resultaba estable, y que el transporte o la conservación durante mucho tiempo implicaban grandes riesgos. Por eso, Nobel siguió pensando en el problema de la seguridad, haciendo todo el


Dinamita y detonador, el invento de Nobel con mayor éxito.

tiempo nuevos experimentos. Comprendió que, para poder manejar más fácilmente la nitroglicerina, esta tenía que ser absorbida por algún material poroso y mezclada con otra sustancia. Probó sistemáticamente una serie de distintos aditivos, como carbón vegetal, serrín y cemento, aunque sin éxito. Finalmente, Nobel encontró lo que buscaba, casi sin esforzarse. En las landas alemanas, exactamente en el lugar donde se encontraba, había una arena porosa y absorbente llamada tierra de diatomeas, aunque, a nivel local de Lüneburger Heide, fuera conocida por arena de Heidberg. Cuando Nobel hizo que la nitroglicerina fuera absorbida por esa tierra, se formó una pasta amasable. A esa masa se le podía dar forma de barras, que podían ser metidas con facilidad en el agujero taladrado y ser transportadas y sometidas a golpes, sin que ocurriera ninguna explosión. Se le podía incluso exponer al fuego sin que pasara nada. Era el detonador el que hacía explotar la masa. La desventaja de la nueva sustancia era que disminuía algo la fuerza explosiva, ya que la tierra alfr ed nobel

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de diatomeas no participaba como sustancia activa, pero ése era el precio que había que pagar. Así fue, en breve, el invento de la dinamita, palabra que, por lo demás, acuñó el mismo Nobel por el vocablo griego que significa “fuerza”. Sus colaboradores alemanes habían propuesto la denominación de “masilla explosiva”, pero Alfred pensaba que sonaba como si se fuera a hacer estallar cristales de ventana, y esa no era la intención. En 1867 obtuvo la patente de la dinamita en varios países, sobre todo en Estados Unidos, Gran Bretaña y Suecia. Podía comenzar la fabricación en gran escala; la demanda crecía rápidamente. La época exigía grandes proyectos de instalaciones como ferrocarriles, puertos, puentes, minas y, sobre todo, túneles, donde las explosiones eran necesarias. En los trabajos del túnel de San Gotardo a través de los Alpes, en la década de 1870, la dinamita fue decisiva. Al año siguiente de la patente, Alfred Nobel obtuvo, junto con su padre, el Premio Letter­ 16

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stedska de la Real Academia de Ciencias de Suecia, galardón que él tenía en gran estima. El Premio le fue concedido por “inventos importantes de valor práctico para la humanidad”. Podemos escuchar el eco de esa formulación en las motivaciones de sus propios Premios Nobel. En 1872 falleció el padre de Alfred, Immanuel, después de varios años de enfermedad. Con ello quedaba atrás el recorrido decisivo para llegar al honor y la fama. Podemos detenernos un momento en el año 1873. Alfred Nobel tenía entonces 40 años. Todo había ocurrido en los últimos diez años. Su primera patente la obtuvo a la edad de 30. Ahora que tenía 40, ya había hecho sus descubrimientos más importantes; había construido un imperio mundial; había hecho fortuna; y había comprado una gran casa en pleno centro de París, en la Avenida Malakoff después Avenida Poincaré). Los cimientos estaban echados. Después hizo nuevos descubrimientos, sobre todo la gelignita y la balistita, y su empresa crecía, al igual que su riqueza.


Lo más característico de él era su calidad polifacética. Era inventor, magnate industrial y organizador. Tenía que vigilar los intereses de sus patentes, desarrollar sus productos, crear nuevas sociedades, mantener correspondencia en cinco idiomas con todo el mundo sin ayuda de ninguna secretaria, antes de que el teléfono e Internet hicieran la felicidad del ser humano; tenía que viajar mucho en tren o en barco, antes de que existiera el avión; las fábricas explotaban; estallaban campañas de terror; empresas quedaban descubiertas como fraudulentas. De todo ello se ocupaba él mismo. Además, raras veces estaba bien; se sentía enfermo y delicado, quejándose a menudo de migraña, reumatismo y mal de vientre. Su vida estaba plagada de ajetreo y estrés. En cartas desde París se quejaba del acoso al que se veía expuesto; era, con sus propias palabras, “pura tortura”; la gente está como loca, escribía; entran y salen corriendo de su oficina; todos quieren verle y tiene que estar en todas partes. Pero, a pesar de todo, conseguía llevarlo adelante. En su papel de empresario era insuperable.

La inquietud era, naturalmente, un ingrediente importante del genio inventor de Nobel. No podía dormirse en los laureles de sus éxitos; quería mejorar continuamente sus construcciones. Ni siquiera la dinamita era perfecta; consideraba que su efecto explosivo era demasiado débil. En 1875 hizo una versión mejorada, o un nuevo invento si así se quiere, con la llamada gelignita. La historia ilustra muy bien su curiosidad y su forma de trabajar. Se desarrolló en París. Según su propio relato, se había cortado en un dedo. Por la noche bajó a su laboratorio y se pinceló un poco de colodión, que producía una capa elástica sobre la herida. Se quedó pensando sobre esa sustancia y, de repente, se le ocurrió la idea de mezclar en un cuenco colodión con nitroglicerina, que se disolvió inmediatamente. El resultado fue una masa gelatinosa, si bien la consistencia podía variar según las proporciones de las sustancias. Continuó con sus experimentos toda la noche, y, al llegar por la mañana sus colaboradores, pudo presentarles su nuevo invento: la gelignialfr ed nobel

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Alfred Nobel a los 60 años de edad.


En 1896, tenía sociedades principales en una veintena de países

En 1986, año de la muerte de Nobel, su imperio empresarial comprendía un centenar de fábricas del mundo entero.

ta (gelatina explosiva), que tenía un efecto explosivo más fuerte que la nitroglicerina pura y que, además, era químicamente estable e insensible a los golpes. Al año siguiente, en 1876, patentó su nuevo invento. En los años de 1875 a 1877, dada la continua expansión de su imperio industrial, Nobel se vio obligado a reorganizar cierto número de sus empresas. En 1875 fundó en Francia la Société générale pour la fabrication de la dynamite. Un año después, su empresa alemana Alfred Nobel & Co. se convirtió en Deutsche Dynamit Actien-Gesellschaft (DAG). Algunos años más tarde, Nobel inventó una pólvora sin humo, que él llamó balistita, pero que también suele llamarse pólvora Nobel. Esta iba a sustituir a la pólvora negra en diversas armas, que daba lugar al “humo de pólvora” que siempre rodeaba a las luchas con fusil o pistola. Combinando la nitrocelulosa con la nitroglicerina, Nobel obtuvo una pólvora que no dejaba humo alguno, sino sólo vapor de agua. Para desarrollar su nuevo invento, adqui18

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rió en 1881 un nuevo laboratorio en SevranLivry, en las afueras de París, aunque no fue hasta 1887 cuando obtuvo su primera patente sobre esa sustancia, también en Francia. Al mismo tiempo, Nobel trabajaba con una serie de proyectos diversos. Su capacidad creativa no descansaba nunca, ya se tratara de goma y cuero sintéticos, de barcos de aluminio, de construcciones aeronáuticas o de neveras para los hogares. Él mismo llegó a escribir en una ocasión: “Si se me ocurren 300 ideas en un año y una de ellas es utilizable, entonces estoy satisfecho.” El empresario Como características motrices subyacentes en los éxitos de Alfred Nobel en su calidad de empresario podríamos citar su visión de conjunto, su capacidad organizativa y su conciencia del paso del tiempo. Esto último fue quizá más importante de lo que creemos a primera vista. Parece que Nobel se sentía todo el tiempo muy ajetreado. Parte de sus inventos flotaban ya en


el aire, entre otras razones porque había una necesidad manifiesta de ellos. Las patentes eran siempre algo inseguras; algunas podían ser utilizadas de forma ilegal. Ciertos socios eran menos escrupulosos, a veces incluso criminales. Los políticos y burócratas no le facilitaban la vida a un inventor de explosivos. El público se asustaba fácilmente y ello creaba estados de opinión. En ciertos casos había, hasta en círculos de los Gobiernos, un interés propio en poner trabas a las sociedades de Nobel. La estrategia de Nobel fue entrar en el mercado tan pronto como fuera posible y luego construir fábricas para la producción en gran escala, adelantándose así y neutralizando a los posibles competidores. En EE.UU. se construyó la primera fábrica de dinamita ya en el otoño de 1867, en Rock House Canyon, en las afueras de San Francisco, pero la demanda era tan grande, que hubo que ampliarla ya a los dos años. En Inglaterra, si bien es cierto que Nobel consiguió pronto la patente, en la primavera de 1867, luego la situación se puso más difícil a pesar de las demostraciones con éxito

realizadas en Surrey en el verano de aquel mismo año. No fue hasta 1871, después de una serie de intrincados avatares políticos y jurídicos, cuando se creó la sociedad “British Dynamite”. Para entonces, Nobel se había cansado ya de los ingleses y, por eso, instaló la fábrica en Ardeer, Escocia, el mismo año, en un valle junto a la costa atlántica. El director gerente fue su fiel socio John Downie, si bien Nobel participó de forma activa en la construcción. Como es natural, y fiel a su costumbre, instaló un laboratorio propio; se compró una casa en el pueblo de Lauriston, y allí vivió durante largos períodos en la década de 1870. En Francia, Nobel tropezó también con dificultades en un principio. Primero estuvo prohibido fabricar dinamita, pero luego llegó la guerra franco-prusiana (1870–1871), y entonces, de repente, cambiaron las tornas. En un tiempo récord se construyó una fábrica a comienzos de 1871 en el pueblo de Paulille, en el sur del país, en colaboración entre Nobel y su socio francés, el ingeniero y ex-oficial de artillería Paul Barbe. Sin embargo, a finales de la alfr ed nobel

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primavera, se produjeron los disturbios de la Comuna de París, y su asiduo uso de los explosivos produjo un nuevo pánico entre los políticos. Por consiguiente, ya en el otoño se prohibió toda fabricación privada de dinamita y sustancias similares. No sólo fueron Nobel y Barbe los que protestaron, sino que recibieron el apoyo de propietarios de minas, constructores de túneles y empresas de ferrocarriles. Después de fuertes presiones y de numerosos avatares políticos, se volvió a permitir la fabricación en marzo de 1875. El ritmo era muy rápido. Hasta 1873, Nobel había puesto en marcha 17 fábricas; tan sólo en los dos años de 1871 a 1873 fueron diez fábricas en nueve países distintos. Así, aparte de las ya citadas, se instalaron fábricas en Austria, España, Suiza, Italia y Portugal. Todo ello hizo, naturalmente, que fuera necesario tener una visión de conjunto y una colaboración entre las distintas sociedades. Entre 1875 y 1883, Nobel se dedicó intensamente a esa tarea. Primero congregó las diversas fábricas de cada 20

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país bajo una sociedad principal. Luego creó cárteles de todas las sociedades o, con una terminología moderna, grupos de empresas. Poco antes, John D. Rockefeller había reunido sus intereses petroleros en el primer cártel del mundo, “The Standard Oil Co.”. El primer grupo de Nobel comprendió las sociedades británicas y alemanas, y recibió el nombre de “The Nobel Dynamite Trust Co. Ltd”, con sede en Londres y con un capital en acciones de dos millones de libras. Un segundo grupo se creó para el campo cultural latino, “Société Centrale de Dynamite”, con sede en París y con un capital en acciones de 16 millones de francos. Este grupo comprendía sociedades francesas, italianas, suizas, españolas y portuguesas. Al fallecer Nobel en 1896, tenía sociedades principales en una veintena de países, fabricándose diversos tipos de explosivos conforme a su patente en una centena de fábricas del mundo entero. Aparte de todo ello, Alfred Nobel participaba también en las actividades de sus hermanos


1. Paz – brazalete de la Cruz Roja, de la Primera Guerra Mundial. La Cruz Roja Internacional ha obtenido el Premio Nobel de la Paz tres veces.

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2. Química – el modelo de Max Perutz muestra cómo las moléculas de hemoglobina pueden transportar el oxígeno por el cuerpo.

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3. Literatura – cuaderno de Boris Pasternak, con las poesías de “Jurij Zhivago” de la década de 1940. Cuando la novela El doctor Zhivago quedó prohibida en la Unión Soviética, circularon este tipo de cuadernos de literatura.

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4. Medicina/Fisiología – la investigación de Barbara McClintock sobre mazorcas mostró, entre otras cosas, que “genes saltadores” podían producir granos de maíz de color de bronce y con manchas. 5. Física – el descubrimiento de Wilhelm Röntgen de que el cuerpo deja pasar a través de él ondas electromagnéticas, nos ha dado la posibilidad de obtener imágenes de distintos órganos y tejidos. 3

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1, 3 y 7: La cara de las medallas lleva siempre un retrato de Alfred Nobel. 2: Medicina/Fisiología – el espíritu de la Medicina con un libro abierto sobre la rodilla. De la roca saca agua para mitigar la sed de una niña enferma.

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4: Física y Química – la naturaleza, con rasgos de la diosa Isis, lleva un cuerno de la abundancia como atributo. El espíritu de la ciencia levanta el velo de la diosa.

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5: Literatura – un joven está sentado bajo un laurel escuchando encantado a la musa, mientras escribe su canto. (Las tres primeras medallas nombradas, diseñadas por Erik Lindberg.)

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6: Paz – tres hombres traban lazos de hermandad. (Diseñado por Gustav Vigeland.) 8: Economía – símbolo de la Real Academia de Ciencias de Suecia. (Diseñado por Gunvor Svensson-Lundkvist.)


Línea superior: Albert Einstein, Alemania/Suiza, Premio de Física 1921; Arvid Carlsson, Suecia, Premio de Medicina 2000 compartido; Frank Wilczek, EE.UU., Premio de Física 2004 compartido. Línea central: Linda Buck, EE.UU., Premio de Medicina 2004 compartido; Wangari Muta Maathai, Kenia, Premio de la Paz 2004; Ryoji Noyori, Japón, Premio de Química 2001 compartido; Tomas Tranströmer, Suecia, Premio de Literatura 2011. Línea inferior: el decimocuarto Dalai Lama, Tenzin Gyatso, Tibet, Premio de la Paz 1989; Selma Lagerlöf, Suecia, Premio de Literatura 1909; Toni Morrison, EE.UU., Premio de Literatura 1993; Marie Curie, Francia, Premio de Química 1911, Premio de Física 1903 compartido.

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Toda ciencia se basa en la observación de similitudes y disimilitudes La pieza teatral de Nobel, Nemesis, se estrenó en el 2005 en el Intima Teatern de Estocolmo, fundado por August Strindberg. Director: Richard Turpin. En la foto: Ulf Drakenberg y Richard Turpin.

Robert y Ludvig en Rusia. A raíz de la quiebra del padre, los hermanos sanearon los negocios y pusieron en marcha un taller mecánico exitoso en San Petersburgo. Después se metieron en negocios de petróleo y construyeron la gran red petrolera de Bakú, Azerbaiyán. Entre otras cosas, hicieron construir el primer tanque de petróleo del mundo. Alfred participó como parte interesada y como garante económico de las sociedades petroleras. Su hermano Ludvig respondía de las importaciones rusas de dinamita. La colaboración entre los hermanos era buena y fructífera. El humanista Hay otra dimensión más de la personalidad de Alfred Nobel que debe ser tocada y es la del humanista y filósofo. Sabemos que tenía ambiciones e intereses literarios, que leía mucha literatura y que escribió dramas y poesías. Es posible que sorprenda el hecho de que su poeta favorito fuera Shelley, aunque ese ateo y revolucionario escondía también la figura de un lírico sentimental. 24

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Además, Nobel mostraba inclinación por las cuestiones filosóficas. Entre los documentos que dejó, hay un libro de notas negro con filosofía, del que no se han preocupado su biógrafos. Naturalmente que no se trata de comentarios profundos originales, pero esas anotaciones a lápiz muestran de todas formas un serio interés por la filosofía. Nobel repasa la filosofía desde la antigüedad hasta los tiempos modernos y señala las que considera que son cuestiones importantes. Hace sus propios comentarios, que, de forma arisca, muestran que mantiene cierta distancia respecto al tema. Da sus opiniones sobre Platón, Aristóteles y Demócrito, así como sobre Newton y Voltaire, o sobre biólogos contemporáneos como Darwin y Haeckel. Así, por ejemplo, dice que está poco claro qué es lo que condujo al ser humano a la idea de un Dios: “Aristóteles se lo achaca al temor; Voltaire, al deseo de los listos de engañar a los tontos”. Habla con respeto de la duda filosófica en Descartes y Spinoza, y considera, con razón, que ese tiene que ser el punto de partida

de toda filosofía. También se muestra especialmente interesado por las cuestiones del conocimiento. Así vuelve repetidas veces a la tesis de Locke de que todo conocimiento emana de impresiones sensoriales, sosteniendo por tanto que “el cerebro es un registrador de impresiones de carácter muy inestable”. Eso le lleva a reflexionar sobre la metodología de la ciencia, y desarrolla un razonamiento que no sólo está inspirado en Locke, sino también en el ideal del conocimiento de Alexander von Humboldt. “Toda ciencia se basa en la observación de similitudes y disimilitudes”, escribe Nobel. Como ejemplo de esa teoría indica campos tan dispares como la Química, la Historia, la Geografía, la Geología, la Astro­ nomía y la Física. “En todos ellos hay que identificar diferencias y similitudes, antes de poder pasar a clasificar y comparar – y a analizar. La única excepción de esa regla es la Religión, pero también ella se apoya en la similitud de la credulidad de tantos seres humanos. Incluso la Metafísica, si no es demasiado alocada, tiene que apoyarse en hipótesis sobre alguna especie alfr ed nobel

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Bertha von Suttner.

de analogía, y se puede afirmar sin exagerar que lo que sirve de fundamento a todo el conocimiento humano es la observación y búsqueda de similitudes y disimilitudes.” Nobel podía haber completado el razonamiento con las palabras de Humboldt de que “de la observación se pasa a la experimentación... basada en analogías e inducción de leyes empíricas”. Nobel no hablaba de una teoría grandiosa del conocimiento, sino de un método empírico. A él mismo le parecía seguramente que había llegado bastante lejos aplicando ese método en su trabajo. Aún más interesantes eran quizá las ideas de Nobel sobre la guerra y la paz. A menudo suele decirse que instituyó un premio de la paz por la mala conciencia que tenía por su industria de armas, pero eso es erróneo como indica ya el mismo hecho de que sus explosivos, con excepción de la balistita, no fueron usados en la guerra durante su vida. En sus contactos con Bertha von Suttner, la defensora de la paz (ver pág. 29), discutía a menudo sobre cuestio26

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nes relativas a la paz, defendiéndose de las críticas contra sus propias actividades. En cierta ocasión opinó que quizá sus fábricas llegaran a terminar con las guerras con mayor rapidez que los congresos de ella por la paz, ya que, cuando dos ejércitos igual de fuertes puedan aniquilarse mutuamente en un segundo, entonces todas las naciones civilizadas retrocederán y licenciarán a sus tropas.” Nobel volvió a menudo sobre este punto. A nosotros nos puede parecer testimonio de una actitud ingenua, pero el mismo argumento se utiliza en nuestros días. Bertha von Suttner intentó conseguir que Nobel se comprometiera personalmente en la labor en pro de la paz. Así, fue miembro de la asociación austriaca por la paz y donó dinero para tal fin, pero, en el fondo, pensaba que el movimiento por la paz carecía de un programa realista. Su propia idea de principios consistía en crear un tribunal de arbitraje que dirimiera las disputas entre naciones. Durante un año, mientras se realizaban las negociaciones, se impediría que las partes utilizaran la violencia. Nobel llegó in-


Su vida errante imposibilitó una relación social convencional

cluso a emplear durante algunos años a un diplomático turco, Aristarchi Bey, que debía mantenerle informado y ser su asistente en los temas de la paz. Por ello resultó natural que, en el testamento de Nobel, se prestara atención a la labor en pro de la paz. El premio sería concedido a “quien más y mejor haya actuado a favor de la confraternización de los pueblos y de la abolición de los ejércitos, así como de la formación y difusión de congresos por la paz”. El hombre privado

Como persona, Alfred Nobel fue bastante anónimo. Era reservado y tímido. No le gustaba mezclarse con grandes aglomeraciones humanas y declinaba a menudo la asistencia a banquetes oficiales. Era en verdad una persona modesta, que no quería rodearse de cortejos y brillantes fi stas. A ello hay que añadir, naturalmente, que una persona de la posición de Nobel siempre se

viera expuesta al interés público. Los buscavidas querían entrevistarse con él; la prensa le vigilaba; al público se le ponían a veces los nervios de punta por sus actividades. No era, pues, nada extraño que fuera escéptico y quisiera mantener distancias con respecto a la gente. La sensibilidad del carácter de Nobel queda manifiesta de muchas formas, por ejemplo, en la historia sobre Sobrero. Como ya hemos visto más arriba, este había descubierto innegablemente la nitroglicerina, aunque también había dicho que la sustancia no podía ser usada ni desarrollada debido a su peligrosidad. Al conseguir Nobel domar sus fuerzas y llegar al éxito con esos productos, Sobrero volvió a dar señales de vida. En un artículo para una revista sostuvo Sobrero en 1870 que su descubrimiento había sido injustamente olvidado, exigiendo el reconocimiento de su aportación. Aunque Nobel y sus contemporáneos vieron claramente dónde estaba el límite entre el descubrimiento de Sobrero y la aplicación del mismo por parte de Nobel, este se sintió seguramente muy afectado. Así, dio empleo a Sobrero como consultor alfr ed nobel

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Ejemplar propio de Alfred Nobel de la obra de Bertha von Suttner, Die Waffen nieder! (¡Abajo las armas!).


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Villa Nobel en San Remo (Italia).

en su empresa suizo-italiana con unos honorarios generosos. A la muerte de Sobrero en 1888 se le erigió una estatua en la fábrica de Aviglia­ na; sus honorarios de consultor pudo conservarlos la viuda el resto de su vida. Nadie hubiera podido decir tampoco que Nobel era vanidoso, tan poco amigo como era de fiestas y alborozo. Tan sólo en una ocasión consideró que había sido postergado. Fue con motivo de la pomposa inauguración del túnel de San Gotardo en 1882, ¡a la que no fue invitado! Sin embargo, él pensaba que había contribuido en gran medida a la realización con éxito del proyecto y que, por ello, bien podía haber recibido esa pequeña atención. Las relaciones de Nobel con su familia fueron buenas. Tuvo un estrecho contacto con su madre y sus hermanos mientras vivieron, escribiéndoles cartas, felicitándoles en sus cumple­ años y siendo económicamente una persona bastante generosa. Por sus sobrinos mostró unas atenciones conmovedoras, les llevó a su chalet de San Remo y se preocupó de su bien-

estar. Tenía cierto talento social y, cuando se presentaba la ocasión, podía divertirse en el círculo íntimo de sus amistades. A pesar de todo, en general, el multimillonario Nobel tiene que haber estado bastante solo. Su vida errante imposibilitó una relación social convencional. Nunca formó una familia, sino que vivió solo prácticamente toda su vida. En 1876 conoció a Bertha Kinsky (después von Suttner), empleándola como secretaria. Eviden­ temente, él quedó encantado por ella, pero Bertha cesó en su trabajo casi inmediatamente para casarse. Aquel mismo año, Nobel conoció a una joven en Viena, Sofie Hess, a la que llevó a París, instalándola en un piso propio. Él quería que ella adquiriera una formación y aprendiera francés, pero la cosa no salió bien. A Sofie lo que más le gustaban eran costumbres caras y vestidos lujosos, y el enamoramiento de Alfred se convirtió poco a poco en una atención paternal. Le compró a ella un chalet en los Alpes austriacos y alentó su matrimonio con un caalfr ed nobel

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“Para los que, durante el año pasado, hayan sido de mayor utilidad a la humanidad”

pitán de caballería. A pesar de la decepción por Sofie, siguió pasándole todos los años una abundante renta vitalicia. Incluso en su testamento le asignó una cantidad, pero Sofie no quedó satisfecha con ella, sino que le amenazó con un escándalo y pudo, por ello, ofrecer el rescate de las cartas de amor de Alfred por una suma importante. El repentino enamoramiento se convirtió rápidamente en una carga, y no repitió el intento. La soledad pasó a ser una constante de su vida. Alfred Nobel se miraba además con cierta distancia o, por así decir, con escepticismo filosófico. Se describía a menudo como solitario, eremita, melancólico o misántropo. En un contexto escribió: “Soy misántropo y, sin embargo, sumamente benévolo; tengo un montón de tornillos sueltos y soy un superidealista, que digiere mejor la filosofía que la comida.” Ya de esa descripción se desprende que el misántropo lleva también incluido un filántropo, un amigo del género humano o lo que él llama, con otra palabra, superidealista. Fue

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Laboratorio de Alfred Nobel en San Remo.

esa dimensión la que le llevó a donar su fortuna a los que hacen bien a la humanidad por medio de la Ciencia, de la Literatura y de la labor por la Paz. El testamento La idea de donar su fortuna no se le ocurrió a Alfred Nobel como un capricho inconexo. Había pensado en ello mucho tiempo e incluso había reformulado el testamento en varias ocasiones para sopesar entre sí distintas formulaciones. En una ocasión manifestó también lo siguiente: “En especial, considero que las grandes fortunas heredadas son una desgracia que sólo contribuyen a la apatía del ­género humano.” Para Nobel era muy importante la labor por la paz, en parte inspirado por sus contactos con Bertha von Suttner (Premio Nobel en 1905). La Literatura satisfizo su esparcimiento intelectual, y las Ciencias fueron las bases de sus propias actividades como investigador e inventor técnico. El testamento definitivo lo firmó alfr ed nobel

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Primera página del testamento de Nobel: “El infrascrito, Alfred Bernhard Nobel, declara por el presente…”

Nobel el 27 de noviembre de 1895 en el Club sueco-noruego de París. En las últimas décadas de su vida, Alfred Nobel tuvo numerosos hogares. En 1890, y a raíz de controversias habidas con las autoridades francesas, abandonó París para establecer su residencia en San Remo, Italia. Cuatro años después, compró la fundición de hierro y fábrica de armas de Bofors, en Suecia, instalando su hogar sueco en la cercana casa solariega de Björkborn. En todas sus viviendas montaba laboratorios, en los que poder continuar sus experimentos. Era evidente que añoraba Suecia, aunque se quejaba del clima invernal sueco. Su estado de salud comenzó a tambalearse de forma inquietante: visitaba médicos y balnearios cada vez más a menudo, pero no tenía tiempo de completar lo más importante: “descansar y cuidar la salud”, como él mismo lo expresó. El 10 de diciembre de 1896 falleció Alfred Nobel en su hogar de San Remo. Nobel había nombrado a sus jóvenes colegas 32

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Ragnar Sohlman y Rudolf Lilljequist como albaceas de su testamento. Recayó sobre todo en el primero la función de liquidar los negocios de Nobel conforme a los deseos de este, una tarea compleja. Había que vender acciones; las empresas estaban en muy diversos países; el testamento estaba formulado de manera imprecisa; se requería ayuda legal. Además, el testamento fue impugnado por algunos miembros de la familia. Incluso el rey de Suecia y Noruega, Óscar II, se opuso a la idea de que el dinero de los premios pudiera ser concedido a personas que no fueran suecas o noruegas. A pesar de todo, al cabo de una labor maratoniana de cinco años, los arreglos quedaron concluidos. El testamento de Nobel cabía, a grandes rasgos, en unas páginas escritas normales. Después de una relación de legados a familiares y a otras personas allegadas, Nobel declara que los intereses de todo el resto de su fortuna han de utilizarse “como premio para los que, durante el año pasado, hayan sido de mayor utilidad a la humanidad” en los campos de la Física, la

Química, la Fisiología o la Medicina, la Lite­ ratura y la labor de fomento de la Paz. Los ­premios de Física y de Química serían concedidos por la Real Academia de Ciencias de Suecia; los de Fisiología o Medicina, por el Karolinska Institutet de Estocolmo; los de Literatura, por la Academia Sueca; mientras que los laureados por la Paz serían elegidos por un comité nombrado por el Parlamento de Noruega, país que formó con Suecia una unión de 1814 a 1905. A su muerte, Alfred Nobel tenía 355 patentes registradas en su nombre, sobre las que había construido unas 100 fábricas en 20 países. Por eso no es de extrañar que la cantidad de dinero disponible para establecer los premios fuera tan grande: unos 31 millones de coronas suecas. El rendimiento sería utilizado, por una parte, para los premios y, por otra, para acumularlo al principal. Los fondos son administrados por la Fundación Nobel. En el 2012, la cantidad original había aumentado a 3.075­ millones de coronas. El importe de cada premio asciende a 8 millones de coronas. alfr ed nobel

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La portada de la memoria anual, 1993, del Instituto de Basilea ilustra el sistema inmune. Elaborado por el artista Niki de Saint Phalle en colaboración con Roger Guillemin, Premio Nobel de Medicina y también artista informático.

El testamento llamó la atención en el mundo entero. No era corriente que se donara cantidades tan grandes con fines científicos e idealistas. Muchos criticaron también el carácter internacional de los premios, considerando que debían haberse reservado para los suecos. Sin embargo, eso no hubiera convenido al cosmopolita Alfred Nobel. Algunos familiares hicieron objeciones y, además, hubo que resolver complicadas cuestiones jurídicas y administrativas. Todo ello llevó su tiempo, pero, poco a poco, se solucionó. Así, en 1901, pudieron concederse los primeros Premios Nobel. Desde entonces, los Premios se han establecido firmemente como los más altos honores cívicos del mundo. El anuncio de los laureados con los Premios es esperado con ansiedad cada otoño, mientras que las ceremonias de entrega en Esto­ colmo y Oslo, el 10 de diciembre, en presencia de dignatarios reales e internacionales se han convertido en acontecimientos de gran prestigio social. El mismo donador apenas hubiera podido imaginarse la importancia que su filantropía había de tener para las generaciones futuras. 34

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El día de Nobel se celebra de distinta forma en Noruega y en Suecia. En Oslo se concede el Premio Nobel de la Paz en una solemne ceremonia musical en presencia de los reyes noruegos. Se presenta al laureado que, a continuación, da la llamada conferencia Nobel. En Estocolmo, la concesión de los otros Premios Nobel es la ocasión para el evento social más magnífico del año. En una ceremonia celebrada en la Sala de Conciertos de la capital sueca, el rey presenta a los ganadores de los Premios de Física, Química, Medicina o Fisiología y Literatura, así como del Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel. Al igual que en Oslo, la ceremonia va acompañada de canto y música. Por la tarde se celebra un magnífico banquete con entretenimiento en el Ayunta­ miento de Estocolmo para unos 1.350 invitados. Tanto la ceremonia de los Premios como la del banquete son transmitidas por televisión a todo el mundo.


Diploma Nobel de Orhan Pamuk. ® Fundación Nobel 2006. Artista: Karin Mamma Andersson; calígrafa: Annika Rücker; reproducción fotográfica: Fredrika Berghult.

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El Rey Carlos XVI Gustavo concede los diplomas y las medallas Nobel en la Sala de Conciertos de Estocolmo, en el 2003. PÁGINA 37

El personal de servicio de la fiesta de Nobel consta de varios centenares de cocineros, camareros, camareras y conserjes. El banquete de Nobel en la Sala Azul del Ayuntamiento de Estocolmo. Después de la cena, se celebra un baile en la Sala Dorada. La princesa heredera Victoria aplaude a los laureados.

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De la exposición “Inventos de mujeres”: espejo con nitidez al detalle, que hace superfluos los lentes. ‘Zum especular’, de Annika Winell, en el Museo Técnico de Estocolmo, 2007.

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Breve cronología 1833 1842 1850-52 1863 1864 1865 1866 1867 1868 1871 1873 1875 1876 1884 1886 1887 1890 1893 1895 1896 1900 1901

Alfred Nobel nace el 21 de octubre en Estocolmo. La familia Nobel se muda a San Petersburgo. Alfred Nobel emprende un viaje educativo a EE.UU. y conoce, entre otros, a John Ericsson, inventor de la hélice de barco. Estudios en París; experimentos con nitroglicerina. Mudanza a Estocolmo. Saca su primera patente por un método para producir nitroglicerina, comercializada con el nombre de aceite explosivo. Explosión en la fábrica de Heleneborg, en Estocolmo, donde muere el hermano de Alfred, Emil. Funda la empresa Nitroglycerin AB en Estocolmo. Abre una fábrica en Krümmel, en las afueras de Hamburgo (Alemania), e inventa la dinamita. Viaja a EE.UU. para hacer solicitudes de patentes y abrir fábricas. Obtiene patentes por la dinamita en cierto número de países, incluidos Suecia, el Reino Unido y EE.UU. Patenta el detonador o cápsula fulminante. La Real Academia de Ciencias de Suecia le concede el Premio Letterstedska. Abre una fábrica en Ardeer (Escocia). Compra una casa en París. Inventa la gelignita. Conoce a Bertha Kinsky (después, von Suttner). En el mismo año conoce a Sofie ess. Ingresa en la Real Academia de Ciencias de Suecia. Fusiona sus empresas para formar la Nobel Dynamite Trust Co. Ltd, en Londres, y la Société Centrale de Dynamite, en París. Inventa la balistita, una pólvora casi sin humo. Se establece en San Remo (Italia). Adquiere la empresa AB Bofors-Gullspång en Suecia. Doctor honoris causa por la Universidad de Uppsala (Suecia). Escribe su testamento en París. Alfred Nobel muere en San Remo el 10 de diciembre. Los estatutos de la Fundación Nobel son ratificados por el ey de Suecia. Se conceden Premios Nobel por primera vez.

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Derechos de las fotos Foto de la portada: ® Fundación Nobel pág.   2 ® Fundación Nobel pág.   4 Gustav Fresk/Tom Tits Experiment pág.   6 Fundación Nobel pág.   7 Matton Images pág.   8 Gabriel Hildebrand/Museo Nobel pág.   9 Reklamfotograferna, Borlänge/Fundación Nobel pág. 11 Ilustración por Sebastian Ek pág. 12 Stockbyte, foto libre de derechos de autor pág. 15 Gabriel Hildebrand/Museo Nobel pág. 17 Fundación Nobel pág. 18 Matton Images pág. 21 foto 1 Jan Eve Olsson/Museo Nobel foto 2 Gabriel Hildebrand/Museo Nobel foto 3 Jan Eve Olsson/Museo Nobel foto 4 Gabriel Hildebrand/Museo Nobel foto 5 Eva Tedesjö/Scanpix Sweden

pág. 22 ® Fundación Nobel pág. 23 foto 1 Fotógrafo desconocido/Scanpix Sweden foto 2 Tommy Svensson/Scanpix Sweden foto 3 Bertil Ericson/Scanpix Sweden foto 4 Jonas Ekströmer/Scanpix Sweden foto 5 Eric Feferberg/Scanpix Sweden foto 6 Jessica Gow/Scanpix Sweden foto 7 Ulla Montan foto 8 Boris Roessler/Scanpix Sweden foto 9 Fotógrafo desconocido/Scanpix Sweden foto 10 Nancy Kaszerman/Zuma Press/ Scanpix Sweden foto 11 Fotógrafo desconocido/Archivo Bonnier/ Scanpix Sweden pág. 24 Mikaela Westerholm pág. 26 Fundación Nobel pág. 27 Jan Eve Olsson/Museo Nobel

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pág. 28 Fundación Nobel pág. 30 Fundación Nobel pág. 32 Fundación Nobel pág. 34 Instituto de Basilea pág. 35 ® Fundación Nobel 2006; artista: Karin Mamma Andersson; calígrafa: Annika Rücker; reproducción fotográfica: Fredrika Berghult pág. 36 Victor Kayfetz/Image Bank Sweden pág. 37 foto 1 Ola Torkelsson/Scanpix Sweden foto 2 Fredrik Sandberg/Scanpix Sweden foto 3 Pawel Flato/Scanpix Sweden foto 4 MYSTY/SIPA/Scanpix Sweden pág. 38 Truls Nord/Museo Técnico



Los Premios Nobel, concedidos todos los años en Estocolmo y Oslo, son reconocidos internacionalmente como los honores cívicos más prestigiosos del mundo. Pero ¿cómo fue el hombre que los creó? Alfred Nobel –inventor incansable, emprendedor y magnate industrial a nivel ­mundial– fue también lingüista, filósofo y humanista. Este químico sueco, cuya gran fortuna se basó en sus descubrimientos en el campo de los explosivos, ­desarrolló un interés apasionado por los temas de la paz y tiene que ser considerado como uno de los benefactores del mundo verdaderamente grandes. Esta publicación presenta la vida de Alfred Nobel, siguiendo no sólo sus logros científicos y empresariales desde los primeros días, sino centrando también la atención en él como persona privada.

ISBN 978-91-520-0954-3

9 789152 009543


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