RECOPILACION DE CUENTOS INFANTILES

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La bella durmente 4-9

La sirenita 10-17

Pocahontas 18-25

La bella y la bestia 26-33


la bella durmiente 4


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Médicos y magos fueron llamados a consulta. Sin embargo, ninguno logró vencer el maleficio. El hada buena sabedora de lo ocurrido, corrió a palacio para consolar a su amiga la reina. La encontró llorando junto a la cama llena de flores donde estaba tendida la princesa. “¡No morirá! ¡Puedes estar segura!” la consoló, “Solo que por cien años ella dormirá” La reina, hecha un mar de lágrimas, exclamó: “¡Oh, si yo pudiera dormir!” Entonces, el hada buena pensó: ‘Si con un encantamiento se durmieran todos, la princesa, al despertar encontraría a todos sus seres queridos a su entorno.’ La varita dorada del hada se alzó y trazó en el aire una espiral mágica. Al instante todos los habitantes del castillo se durmieron. “ ¡Dormid tranquilos! Volveré dentro de cien años para vuestro despertar.” dijo el hada echando un último vistazo al castillo, ahora inmerso en un profundo sueño. En el castillo todo había enmudecido, nada se movía con vida. Péndulos y relojes repiquetearon hasta que su cuerda se acabó. El tiempo parecía haberse detenido realmente. Alrededor del

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castillo, sumergido en el sueño, empezó a crecer como por encanto, un extraño y frondoso bosque con plantas trepadoras que lo rodeaban como una barrera impenetrable. En el transcurso del tiempo, el castillo quedó oculto con la maleza y fue olvidado de todo el mundo. Pero al término del siglo, un príncipe, que perseguía a un jabalí, llegó hasta sus alrededores. El animal herido, para salvarse de su perseguidor, no halló mejor escondite que la espesura de los zarzales que rodeaban el castillo. El príncipe descendió de su caballo y, con su espada, intentó abrirse camino. Avanzaba lentamente porque la maraña era muy densa. Descorazonado, estaba a punto de retroceder cuando, al apartar una rama, vio... Siguió avanzando hasta llegar al castillo. El puente levadizo estaba bajado. Llevando al caballo sujeto por las riendas, entró, y cuando vio a todos los habitantes tendidos en las escaleras, en los pasillos, en el patio, pensó con horror que estaban muertos, Luego se tranquilizó al comprobar que solo estaban dormidos. “¡Despertad! ¡Despertad!”, chilló una y otra vez, pero en vano. Cada vez más extrañado, se adentró en el castillo hasta llegar a la habitación donde dormía la princesa. Durante mucho rato contempló aquel rostro sereno, lleno de paz y belleza; sintió nacer en su corazón el amor que siempre había esperado en vano.

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Emocionado, se acercó a ella, tomó la mano de la muchacha y delicadamente la besó... Con aquel beso, de pronto la muchacha se desesperezó y abrió los ojos, despertando del largísimo sueño. Al ver frente a sí al príncipe, murmuró: ¡Por fin habéis llegado! En mis sueños acariciaba este momento tanto tiempo esperado.” El encantamiento se había roto.

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La princesa se levantó y tendió su mano al príncipe. En aquel momento todo el castillo despertó. Todos se levantaron, mirándose sorprendidos y diciéndose qué era lo que había sucedido. Al darse cuenta, corrieron locos de alegría junto a la princesa, más hermosa y feliz que nunca. Al cabo de unos días, el castillo, hasta entonces inmerso en el silencio, se llenó de cantos, de música y de alegres risas con motivo de la boda.

FIN

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LA SIRENITA 10


En lo más profundo del mar había un castillo. En

el vivía un rey que tenía seis hijas, todas ellas sirenas de gran belleza. La más hermosa de todas era la menor; su piel era tan suave y delicada como un pétalo de rosa, sus ojos eran azules como el mar. Como todas las sirenas, no tenía piernas; su cuerpo terminaba en una gran cola de pez. Poseía la más hermosa voz que jamás se oyó. Todos los días las sirenas jugaban en las grandes habitaciones del palacio. Cuando las ventanas estaban abiertas, los peces entraban y salían libremente. Eran tan mansos que nadaban hasta donde estaban ellas, comían de sus propias manos, se dejaban acariciar y hacer cosquillas. Nada les gustaba más a las sirenas que escuchar las historias que les contaba su abuela sobre el mundo que existía más allá del mar. Pedían que les hablara sobre árboles, pájaros, ciudades y personas que usaban piernas para caminar. -Cuando cada una de ustedes cumpla 15 años -decía la abuela-, podrá nadar hasta la superficie del mar y, recostada sobre alguna roca, ver los barcos que pasen. Por fin llegó el día en que la sirenita cumplió sus 15 años, saludó a todos y nadó con ligereza ascendiendo hasta la superficie. Cuando asomó la cabeza sobre el agua, el sol estaba _poniéndose, las nubes se veían de color rosa, el mar estaba calmo y comenzaba a brillar el lucero.

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Se quedó deslumbrada mirando las aves que pasaban y las estrellas que van apareciendo. Gozó con la brisa que rozaba su rostro y acariciaba su pelo. A lo lejos, vio una nave. Nadando se acercó a ella, se sentó sobre una oca y observó atenta a los marineros que iban y venían alzando las velas. -¡Qué fuertes y varoniles son!- pensaba la sirenita. Se sentía feliz. Pero más se emocionó aún cuando apareció en cubierta un elegante y joven príncipe. Se había hecho muy tarde ya, pero no podía apartar sus ojos del barco ni del hermoso príncipe. De repente el cielo se cubrió de nubes, el viento sopló cada vez más fuerte, los truenos estallaron en estruendo y el mar provocó inmensas olas que sacudieron violentamente el barco hasta hacerlo hundir. La sirenita nadó apresuradamente para salvar al príncipe. Sostuvo su cabeza sobre las olas, dejando que la corriente los llevara hasta la costa. Arrastrándose pudo depositarlo sobre la arenaa. Se quedó a su lado cuidándolo,

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cantando para él las más bellas canciones durante toda la noche. Cuando salió el sol, vio que el príncipe despertaba. Entonces, regresó al fondo del mar. Volvió a su mundo acuático con el corazón enamorado de un príncipe terrestre. Contó a su abuela lo sucedido. Ahora sólo deseo -le dijo- volver al mundo exterior para poderlo ver. Lo quiero. ¡Deseo vivir con él en la tierra! -¿Pero qué dices, pequeña? -la interrumpió la abuela muy irritada- Tu vida, tu mundo, somos nosotros. ¡Ni se te ocurra esa tontería! La sirenita, entonces, decidió ir a ver a la bruja del mar. Pese a la repugnancia que le producía, sabía que sólo ella la podría ayudar. Nadó hacia las profundidades pasando por aguas arremolinadas, cruzó por entre las piedras y algas enroscadas como verdes serpientes, y finalmente encontró la guarida de la bruja, rodeada de peces con ojos saltones, tiburones y serpientes. La sirenita tomó el brebaje y nadó hasta la superficie. Mientras subía sintió un horrible dolor en su cola de pez.

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Cuando llegó a la costa tenía dos bonitas piernas. Quiso cantar de felicidad, pero la bruja le había quitado su bella voz. Se recostó en la arena recordando a su amado y se durmió. Cuando despertó, a su lado estaba su príncipe, más bello y radiante que nunca. -¡Gracias! -exclamó él- Me has salvado la vida, he venido a esta playa todos los días a buscarte. ¡Y hoy, al fin, tuve la dicha de encontrarte! Ella lo miró con los ojos muy abiertos y le sonrió. -Pero, ¿quién eres?- preguntó el príncipe, afligido. La sirenita negó con la cabeza. El príncipe entonces la tomó de la mano y la llevó al palacio. -Te llamaré Aurora- le dijo. La sirenita conoció bailes, realizó paseos por las montañas, cabalgó por la -Aurora -la llamó un día el príncipe-, te presento a Ursula, princesa de un país lejano. Se quedará con nosotros de visita. La sirenita, mientras sa- ludaba a Ursula, advirtió algo extraño en sus ojos. Un brillo de maldad se reflejaba en ellos. Transcurrían los días y el príncipe se acercaba más y más a Ursula,

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dejando

sola a la pobre sirenita, que no dejaba de pensar dónde había visto esos ojos. Una noche, durante una fiesta en palacio, Ursula cantó con una voz hermosa.

La sirenita reconoció entonces su propia voz, que la bruja le había quitado el día que transformó su cola de pescado en piernas de mujer. El príncipe quedó maravillado ante esa voz, cálida, clara y tierna. Entonces propuso a Ursula que La ceremonia se iba a realizar en alta mar. La noche de la boda, la sirenita estaba muy hermosa, pero más triste que nunca. Mirando el mar, deseó estar junto a su familia. Fue entonces que surgieron desde el agua sus hermanas mayores. ¡Qué alegría verlas! La sirenita las abrazó con los ojos llenos de lágrimas. Las hermanas le dijeron: -Entregamos a la bruja nuestras joyas para que nos contara toda la verdad y poder encontrarte.

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-Escucha con atención hermanita -dijo la mayor-. Hay una forma de romper el hechizo de la bruja. Si besas al príncipe éste sentirá nuevamente amor hacia tí, volverás a tener tu voz y Ursula volverá a ser la bruja de los mares. La sirenita sonrió a sus hermanas y entró al salón donde todos, reunidos, aguardaban la ceremonia de la boda. Se lanzó a los brazos del príncipe y besó sus labios con todo el amor de su alma. En ese mismo momento se rompió el maléfico hechizo. El barco se sacudió con violencia y Ursula perdió todos sus falsos encantos. Convertida -_ otra vez en bruja, se arrojó al agua. Todos escucharon de los labios de la sirenita la verdad de la historia. -¡Cómo pude hacerte tanto daño! dijo el príncipe conmovido, y agregó dulcemente: -Pido que me perdones y aceptes, si es que todavía me amas, que te proteja y te brinde mi amor para siempre. ¿Deseas ser mi esposa?

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La sirenita lo miró gozosa y besó nuevamente sus labios con toda la ternura que tuvo para él desde la noche que lo conoció. La fiesta se realizó en un buque de lujo. Fue la boda más espléndida que jamás se vio. Las sirenas nadaron hasta la superficie para cantar a coro. Los peces se asomaron sobre las olas haciendo brillar sus escamas doradas. Hasta el gran rey de los mares subió para ver a su hija. La sirenita, recuperada la voz, cantó con sus hermanas, llenando de gozo el corazón del príncipe.

FIN


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pocahontas


Pocahontas era la hija del rey Powhatan, el que

reinaba sentado en un trono hecho como para servir de cama y cubierto con un gran manto de pieles de mapache cosidas de las cuales pendían todas sus colas. Fue criada en una casa alfombrada con esteras, entre sacerdotes y mujeres que tenían la cabeza y los hombros pintados de rojo vivo y que la entretenían con mordillos de cobre y cascabeles de serpiente. Namontak, un servidor fiel, velaba por la princesa y organizaba sus juegos. A veces la llevaban a la floresta, junto al gran río Rappahanok, y treinta vírgenes desnudas bailaban para distraerla. Estaban pintadas de diversos colores y ceñidos por hojas verdes, llevaban en la cabeza cuernos de macho cabrío, y una piel de nutria en la cintura y, agitando mazas, saltaban alrededor de una hoguera crepitante. Cuando la danza terminaba, desparramaban las brasas y llevaban a la princesa de regreso a la luz de los tizones.En el año 1607 el país de Pocahontas fue turbado por los europeos. Gentilhombres

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arruinados, estafadores y buscadores de oro, fueron a acostar en las orillas del Potomac y construyeron chozas de tablas. Les dieron a las chozas el nombre de Jamestown y llamaron a su colonia Virginia. Virginia no fue, por esos años, sino un miserable pequeño fuerte construido en la bahía de Chesapeake, en medio de los dominios del gran rey Powhatan. Los colonos eligieron para presidente al capitán John Smith, quien en otros tiempos había corrido aventuras hasta por tierra de turcos. Deambulaban por las rocas y vivían de los mariscos del mar y del poco trigo que podían obtener en el tráfico con los indígenas. Al principio fueron recibidos con gran ceremonia. Un sacerdote salvaje tocó ante ellos una flauta de caña; alrededor de sus cabellos anudados llevaba una corona de pelos de gamo teñida de rojo y abierta como una rosa.

y

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Su cuerpo estaba pintado de carmesí, su rostro de azul; y tenía la piel salpicada de lentejuelas de plata nativa. Así, con la faz impasible, se sentó en una estera fumó una pipa de tabaco.


Después otros se alinearon en columnas de a cuatro, pintados de negro y de rojo y de blanco y algunos por mitades, cantando y bailando delante de su ídolo Oki, hecho con pieles de serpientes rellenas de musgo y adornadas con cadenas de cobre. Pero pocos días después, cuando el capitán Smith exploraba el río en una canoa, fue de pronto asaltado y maniatado. Lo llevaron en medio de terribles alaridos a una casa larga donde lo custodiaron cuarenta salvajes. Los sacerdotes, con sus ojos pintados de rojo y sus rostros negros cruzados por dos grandes franjas blancas, circundaron por dos veces el fuego de la casa de guardia con un reguero de harina y de granos de trigo. En seguida John Smith fue conducido a la choza del rey. Powhatan vestía su manto de pieles y aquellos que estaban alrededor de él tenían los cabellos adornados con plumas de pájaro. Una mujer llevó al capitán agua para lavarle las manos y otra se las secó con un manojo de plumas.

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Mientras tanto, dos gigantes rojos depositaron dos piedras planas a los pies de Powhatan. Y el rey levantó la mano, como señal de que John Smith iba a ser acostado en esas piedras y que se le aplastaría la cabeza a mazazos. Pocahontas tenía apenas doce años y sacaba tímidamente la cabeza por entre los consejeros pintarrajeados. Gimió, se lanzó hacia el capitán y puso su cabeza contra la mejilla de éste. John Smith tenía veintinueve años. Tenía grandes bigotes enhiestos, la barba en abanico y su rostro era aguileño. Se le dijo que el nombre de la muchachita del rey, que le había salvado la vida, era Pocahontas. Pero no era su verdadero nombre. El rey Powhatan hizo las paces con John Smith y lo puso en libertad. Un año más tarde el capitán Smith acampaba con su tropa en la selva fluvial. La noche era densa; una lluvia penetrante sofocaba todos los ruidos. De repente, Pocahontas tocó el hombro del capitán.

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Había atravesado, sola, las espantosas tinieblas de los bosques. Le susurró que su padre quería atacar a los ingleses y matarlos cuando estuvieran comiendo Le suplicó que huyera si quería salvar su vida. El capitán Smith le ofreció abalorios y cintas; pero ella lloró y respondió que no se atrevía. Y huyó, sola, por el bosque. Al año siguiente, el capitán Smith cayó en desgracia con los colonos y, en 1609, lo embarcaron para Inglaterra. Allí compuso libros sobre Virginia, en los cuales explicaba la situación de los colonos y contaba sus aventuras. Hacia 1612, un cierto capitán Argall, que había ido a comerciar con los potomacs (que era el pueblo del rey Powhatan) raptó por sorpresa a la princesa Pocahontas y la encerró en un navío como rehén. El rey, su padre, se indignó, pero no le fue devuelta. Así languideció prisionera hasta el día en que un gentilhombre de buena presencia, John Rolfe, se prendó de ella y la desposó.

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Fueron casados en abril de 1613. Dicen que Pocahontas confesó su amor a uno de sus hermanos, que fue a verla. Llegó a Inglaterra en el mes de junio de 1616, donde despertó, entre la gente de la sociedad, gran curiosidad por visitarla. La buena reina Ana la acogió con ternura y mandó que se grabara su retrato. El capitán John Smith, que estaba a punto de partir otra vez para Virginia, fue a rendirle pleitesía antes de embarcarse. No la había visto desde 1608. Ahora tenía veintidós años. Cuando él entró, ella volvió la cabeza y ocultó el rostro, no respondió a su marido ni a sus amigos y permaneció sola durante dos o tres horas. Después preguntó por el capitán. Entonces alzó los ojos y le dijo: -Usted le había prometido a Powhatan que todo lo suyo sería de él y él hizo lo mismo; extranjero en su patria, lo llamaba padre; por ser yo extranjera en la suva, lo llamaré así. El capitán Smith arguyó razones de protocolo, pues ella era hija de rey. Ella continuó: -Usted no tuvo miedo de ir al país de mi padre y lo asustó, a él y a toda su gente, pero no a mí.

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¿Tendrá miedo, acaso, de que aquí lo llame padre mío? Le diré padre mío y usted me dirá hija mía, y yo seré para siempre de la misma patria que usted. Allá me habían dicho que usted había muerto... Y le confió con voz baja a John Smith que su nombre era matoaka. los indios, por temor a que les fuera arrebatada por un maleficio, habian dado a alos extranjeros el falso nombre de pocahontas . jhon smith partio para virginia y nunca mas volvio a ver a Matoaka. Ella cayó enferma en Gravesend, a comienzos del año siguiente, empalideció y murió. Aún no tenía veintitrés años. Su retrato está orlado por este exergo: Matoaka alias Rebecca filia potentissími príncipis Powahatami imperatoris Virginie. La pobre Matoaka tenía un sombrero de fieltro, alto, con dos guirnaldas de perlas; una gran gorguera de encaje tieso y llevaba un abanico de pluma. Tenía el rostro afinado, los pómulos salientes y grandes ojos dulces.

FIN

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la bella y la bestia 26


Érase una vez... un mercader que, antes de partir

para un largo viaje de negocios, llamó a sus tres hijas para preguntarles qué querían que les trajera a cada una como regalo. La primera pidió un vestido de brocado, la segunda un collar de perlas y la tercera, que se llamaba Bella y era la más gentil, le dijo a su padre: “Me bastará una rosa cortada con tus manos.” El mercader partió y, una vez ultimados sus asuntos, se dispuso a volver cuando una tormenta le pilló desprevenido. El viento soplaba gélido y su caballo avanzaba fatigosamente. Muerto de cansancio y de frío, el mercader de improviso vio brillar una luz en medio del bosque. A medida que se acercaba a ella, se dio cuenta que estaba llegando a un castillo iluminado. “Confío en que puedan ofrecerme hospitalidad”, dijo para sí esperanzado. Pero al llegar junto a la entrada, se dio cuenta de que la puerta estaba entreabierta y, por más que llamó, nadie acudió a recibirlo. Entró decidido y siguió llamando. En el salón principal había una mesa iluminada con dos candelabros y llena de ricos manjares dispuestos para la cena. El mercader, tras meditarlo durante un rato, decidió sentarse a la mesa; con el hambre que tenía consumió en breve tiempo una suculenta cena. Después, todavía intrigado, subió al piso superior. A uno y otro lado de un pasillo largísimo, asomaban salones y habitaciones maravillosos

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En la primera de estas habitaciones chisporroteaba alegremente una lumbre y había una cama mullida que invitaba al descanso. Era tarde y el mercader se dejó tentar; se echó sobre la cama y quedó dormido profundamente. Al despertar por la mañana, una mano desconocida había depositado a su lado una bandeja de plata con una cafetera humeante y fruta. El mercader desayunó y, después de asearse un poco, bajó para darle las gracias a quien generosamente lo había hospedado. Pero al igual que la noche anterior, no encontró a nadie y, agitando la cabeza ante tan extraña situación, se dirigió al jardín en busca de su caballo que había dejado atado a un árbol, cuando un hermoso rosal atrajo su atención. Se acordó entonces de la promesa hecha a Bella, e inclinándose cortó una rosa. Inesperadamente, de entre la espesura del rosal, apareció una bestia horrenda que iba vestida con un bellísimo atuendo; con voz profunda y terrible

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le amenazó: “ ¡Desagradecido! dado hospitalidad, has comido en mi mesa y dormido en mi cama y, en señal de agradecimiento, ¿vas y robas mis rosas preferidas? ¡Te mataré por tu falta de consideración!”

Te

he

El mercader, aterrorizado, se arrodilló temblando ante la fiera: ¡Perdóname!¡Perdóname la vida! Haré lo que me pidas! ¡La rosa era para mi hija Bella, a la que prometí llevársela de mi viaje!” La bestia retiró su garra del desventurado. “Te dejaré marchar con la condición de que me traigas a tu hija.” El mercader, asustado, prometió obedecerle y cumplir su orden. Cuando el mercader llegó a casa llorando, fue recibido por sus tres hijas, pero después de haberles contado su terrorífica aventura, Bella lo tranquilizó diciendo: “ Padre mío, haré cualquier cosa por ti. No debes preocuparte, podrás mantener tu promesa y salvar así la vida! ¡Acompáñame hasta el castillo y me quedaré en tu lugar!” El padre abrazó a su hija: “Nunca he dudado de tu amor por mí. De momento te doy las gracias por haberme salvado la vida. Esperemos que después...” De esta manera, Bella llegó al castillo y la Bestia la acogió de forma

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inesperada: fue extrañamente gentil con ella. Bella, que al principio había sentido miedo y horror al ver a la Bestia, poco a poco se dio cuenta de que, a medida que el tiempo transcurría, sentía menos repulsión. Le fue asignada la habitación más bonita del castillo y la muchacha pasaba horas y horas bordando cerca del fuego. La Bestia, sentada cerca de ella, la miraba en silencio durante largas veladas y, al cabo de cierto tiempo empezó a decirles palabras amables, hasta que Bella se apercibió sorprendida de que cada vez le gustaba más su conversación. Los días pasaban y sus confidencias iban en aumento, hasta que un día la Bestia osó pedirle a Bella que fuera su esposa. Bella, de momento sorprendida, no supo qué responder. Pero no deseó ofender a quien había sido tan gentil y, sobre todo, no podía olvidar que fue ella precisamente quien salvó con su sacrificio la vida de su padre. “¡No puedo aceptar!” empezó a decirle la muchacha con voz te

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temblorosa,”Si tanto lo deseas...” “Entiendo, entiendo. No te guardaré rencor por tu negativa.” La vida siguió como de costumbre y este incidente no tuvo mayores consecuencias. Hasta que un día la Bestia le regaló a Bella un bonito espejo de mágico poder. Mirándolo, Bella podía ver a lo lejos a sus seres más queridos. Al regalárselo, el monstruo le dijo: “De esta manera tu soledad no será tan penosa”. Bella se pasaba horas mirando a sus familiares. Al cabo de un tiempo se sintió inquieta, y un día la Bestia la encontró derramando lágrimas cerca de su espejo mágico. “¿Qué sucede?” quiso saber el monstruo. “¡ Mi padre está muy enfermo, quizá muriéndose! ¡Oh! Desearía tanto poderlo ver por última vez!” “¡Imposible! ¡Nunca dejarás este castillo!” gritó fuera de sí la Bestia, y se fue.

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Al poco rato volvió y con voz grave le dijo a Bella: “Si me prometes que a los siete días estarás de vuelta, te dejaré marchar para que puedas ver a tu padre.”¡Qué bueno eres conmigo! Has devuelto Has devuelto la felicidad a una hija devota.” le agradeció Bella feliz. El padre, que estaba enfermo más que nada por el desasosiego de tener a su hija prisionera de la Bestia en su lugar, cuando la pudo abrazar, de golpe se sintió mejor, y poco a poco se fue recuperando. Los días transcurrían deprisa y el padre finalmente se levantó de la cama curado. Bella era feliz y se olvidó por completo de que los siete días habían pasado desde su promesa. Una noche se despertó sobresaltada por un sueño terrible. Había visto a la Bestia muriéndose, respirando con estertores en su agonía, y llamándola: “¡Vuelve! ¡Vuelve conmigo!” Fuese por mantener la promesa que había hecho, fuese por un extraño e inexplicable afecto que sentía por el monstruo, el caso es que decidió marchar inmediatamente.

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“¡Corre, corre caballito!” decía mientras fustigaba al corcel por miedo de no llegar a tiempo..Al llegar al castillo subió la escalera y llamó. Nadie respondió; todas las habitaciones estaban vacías. Bajó al jardín con el corazón encogido por un extraño presentimiento. La Bestia estaba allí, reclinada en un árbol, con los ojos cerrados, como muerta. Bella se abalanzó sobre el monstruo abrazándolo: “No te mueras! No te mueras! Me casaré contigo!” Tras esas palabras, aconteció un prodigio: el horrible hocico de la Bestia se convirtió en la figura de un hermoso joven. “¡Cuánto he esperado este momento! Una bruja maléfica me transformó en un monstruo y sólo el amor de una joven que aceptara casarse conmigo, tal cual era, podía devolverme mi apariencia normal. Se celebró la boda, y el joven príncipe quiso que, para conmemorar aquel día, se cultivasen en su honor sólo rosas en el jardín. He aquí porqué todavía hoy aquel castillo se llama “El Castillo de la Rosa”.

FIN

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