Otoño Invierno

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N

o hay luces sobre tu espalda, sólo quedan rasgos botados en tu alfombra, bebo sueños inconclusos congelados en la nevera donde todo es tan difuso. Confundo palabras e ignoras lo que creo escupiendo burbujas sobre la almohada. Se queman las paredes, hierves el agua del acuario, mueren nuestros peces y todo está tan bien, creo que me hundo.


P

odría contar las silabas que salen de tu boca y vomitarlas en estrofas, las uniría con botones bajo tus parpados caídos, tus zapatillas resuenan en el piso brilloso del pasillo al que le llega la luz reflejada en tus cordones, hoy no tengo ambiciones de montar un circo en tu ombligo, el universo ha decidido que ha sido mucho por hoy día, ya tienes las puntas del pelo partidas después de este verano. Caen las hojas y cierras los ojos mientras divagas palabras en medio del humo y en un lapsus te consumo todas las ideas.


H

ay en tu cabeza un lapsus de tiempo abortado por el sol, que se estrelló en este planeta y que no hace más que divagar por los mismos caminos, inconscientemente les deja tatuado un susurro que luego pasa a ser un estallido. Deliramos en medio del bosque, sentimos sus pasos en nuestra sombra, todo gira ensimismado, el planeta rota sin que le importe nadie más y las galaxias de tu cabeza nunca se agotan. El círculo absorbe miradas siempre dirigidas a la nada absoluta, no flotamos ni creemos mientras el aire se lleva lo que vemos. Estamos ciegos de cordura.


P

asan rápidas tus palabras, mi cabeza no las digiere, codifico tu lenguaje complejo y aún así no entiendo nada, hundes tus dedos en mi sien tratando de encontrar mi sensatez, pero ésta ya se ha ido y ahora está muy lejos como para que tu índice en mi cabeza pueda hacerla volver. Puentes conectan nuestras mentes, la obviedad de lo frustrado espera lo que no llega, no hay un fin sólo zapatillas en el suelo y colillas de cigarro atragantadas en mi garganta. Al toser no siento nada.


N

o distingo sílabas de vocales ni lo que digo de lo que pienso. El sol quema fuerte desde lejos, ya no quedan hemisferios, sólo tu corte de pelo separa tu cabeza, tiritas y deliras, se estremece el aire que rodea la silueta que contornea tus huellas, sacudes las moléculas que conforman tu cuerpo, se disocian un segundo y te esparces por el cosmos tan fugazmente que al girar mi cabeza ya haz vuelto. El pasto húmedo se esparce por las piernas y la tierra absorbe nuestros organismos, silenciosamente nos deja vacios. El agua del florero se pudre mientras la tetera sigue hirviendo eternamente sin que nadie la escuche.


E

l lugar está lleno, la gente baila mirando al suelo, el tipo sobre el escenario es contemplado por una masa inerte, pasan videos, imágenes entrecortadas, paf paf paf!, los sentidos distraídos juegan con nuestras percepciones, caminamos y no llegamos a ninguna parte, avenidas interminables y solitarias cobijan las vanguardias de una noche amarga. Si no fuera por las hojas en el suelo que se estremecen con nuestros pasos no nos daríamos cuenta de nuestra propia presencia somnolienta e itinerante, chubascos resguardan nuestro insomnio ambulante. El café me quema la lengua.


H

ace tiempo nadie riega las flores del balcón, de vez en cuando se marchitan. El eclipse de la almohada y tu cara, arraigada en el sueño, suena la alarma, la ventana se quedó abierta, un rayo de luz alumbra todo el pasillo, las nubes se mueven más rápido que tu estático cuerpo, quizás es demasiado temprano como para incitar el discernimiento. Indiferencia ante lo externo como molinos de viento apáticos a la brisa, imperecederos y estoicos. No se quejan ni titubean, paralizados en sus cimientos como nuestros pies al suelo. Quedan tres canciones en la lista.


M

e gusta sumergir los asteroides en una botella, vomitar nubes en medio de las estrellas, sentir la carencia como un zumbido en mis oídos, bailar toda la noche, ver amanecer mientras nos duele la cabeza, amar las temporadas de insomnio, flotar en el pasto húmedo y escuchar la misma canción todas las mañanas. Temporadas grises presienten los tiempos de máximo esplendor, todo en la vida es inversamente proporcional, sólo hay que dejar de buscar las ecuaciones y rendirse ante la espontaneidad.


E

s como ser un árbol sumergido en una pecera gigante, no hay osos a la vista ni panales de abejas en las ramas, no hay termitas ni luciérnagas que alumbren las noches como luces de navidad, no hay absolutamente nada, sólo están tus raíces rebozando en agua mientras la vida choca contra el vidrio de tu pecera. No eran rayos ni luciérnagas las que iluminaban tu cabeza, eran chispazos de glitter en tu brillante cabellera carente de ideas. Tus brazos se entrelazan.


escrito e ilustrado por

nicolerozas.dn@gmail.com

fanzine de insomnio Impreso en Santiago de Chile a fines del invierno del dosmildoce


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