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Somos siendo original

Por Ursula Pruneda*

Nunca había usado esta olla, ni sabía que la tenía. Me gusta tanto el peltre.

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He descubierto que soy una gran cocinera, especialmente la salsa verde para chilaquiles me queda buenísima, fue tan simple como preguntarle la receta a mi comadre. Buenísima. Podría comer chilaquiles diario, pero una de las cosas que he procurado ya que yo soy la que me cocino diario desayuno, comida y cena, es cocinar variado. Esta es la primera vez que cocino para mí. Antes la pasta con atún era suficiente. Y no es la primera vez que la vida me pone en una cuarentena de muchos, muchísimos más días que cuarenta. Pero este encierro es diferente de los otros.

La licuadora es mi gran cómplice en este tiempo, si pudiera me casaría con ella. Aunque bueno, casarse no garantiza la permanencia, ni la vida. Tampoco gestar la vida, parirla y amarla. Con todo, yo amo la vida.

Habito mi casa como si fuera la primera vez. He descubierto rincones y recovecos maravillosos, la trayectoria del sol en las mañanas cambia un poco por semana, la luna no se pone siempre en el mismo lugar.

Arreglo todos los días mis plantas, están chulísimas, son muchas. Cuando regresé de Hermosillo casi me matan de un susto, estaban amarillas, apagadas, opacas, tristes, igual que mis perras. La pandemia nos agarró allá y tuvimos que parar la filmación. De no haber sido así, hubiéramos vuelto a CDMX a finales de abril, y yo creo que entonces sí, mis perras hubieran perdido todo su pelo de la tristeza, no solo el del pechito.

📷 / Augustine Wong

Mi casa por fin es mi casa, es la primera de mis cuarentenas que no soy una zombie y la habito con amor y dignidad, hasta con alegría. Disfruto mi café de las mañanas compartiendo con Jamaica el único rayito de sol que en esta época entra en casa. He disfrutado muchísimo la inmensa hamaca que trajimos de Mérida. Finalmente decidí dónde me siento cómoda con mi escritorio, frente a la ventana grande que da al parque. Ordené mis libreros, los roperos y los cajones de la cocina. Sigo sin poder escuchar música con letras e historias, sólo instrumentos y silencios. Uno de mis más grandes descubrimientos: si te agarra la angustia y no sabes qué hacer, ponte a trapear; no importa la hora, ni si los suelos están sucios, ponte a trapear. Lloras y trapeas, lloras y trapeas, trapeas hasta el cansancio, hasta que cambia el olor de la casa, lloras y lloras y trapeas y lloras y de tanto llorar y sudar hasta se baja la fiebre. Y cuando empiezan a cantar los pájaros, te abraza el cansancio y el sueño. Cuando estabas conmigo, las noches me gustaban. Cuando estabas conmigo, no tenía miedo.

Describa si presenta o ha presentado los siguientes síntomas en los últimos días:

Fiebre. Dolor de cabeza. Dolor muscular. Dolor de cuerpo. Irritabilidad. Náuseas. Vértigo. Mareo. Desorientación. Tos. Dificultad para respirar. Dolor al orinar. Dolor en la espalda baja. Ojos irritados. Diarrea. Vómito. Dolor abdominal. Dolor de garganta. Escurrimiento nasal.

Todos. Todos esos síntomas más dolor de cuello, dolor de una pierna, dolor de muñecas, dolor de clavícula, sensación de presión en la boca del estómago, sensación de tener un chaleco apretado en el pecho, cansancio intenso, como si mi cuerpo de pronto se derritiera, fríos los pies y escalofríos en todo el cuerpo. ¿Cómo reconocer los signos de alarma? Una de las primeras madrugadas me despertó el temblor de mi cuerpo y el frío, no podía sostener un vaso de agua, se me caía el agua; tres gotas de Rivotril (que después me prohibieron), me ayudaron a dormir dos horas después. Al siguiente día, mi doctora me dijo que ese, exactamente ese temblor, era un signo inequívoco de emergencia y de correr al hospital. Si se repite a la hora que sea ni me llames, corres al hospital. Dificultad para respirar. Sensación de ahogo. Pueden haber tantísimas más razones para correr al hospital… Como cuando volamos por Calzada de Tlalpan por tu dolor de cuello y espalda. O esa tarde, justo después de comer, cuando yo parecía manejar una ambulancia gritando y agitando los brazos al volante mientras tú vomitabas como no creí posible nunca. O como aquella madrugada que corrí, corrí, corrí, corrí, corrí, corrí, corrí, corrí, corrí, corrí y ya no te alcancé a ver los ojitos abiertos. Las mismas palabras siempre: su esposa está estable. Tiene pronóstico reservado. Se va a quedar en Terapia Intensiva. Las próximas 72 horas son cruciales. La tomografía de tu cerebro era un océano furibundo, mezclada la arena y la sangre con la sal y el terror. ¿Qué carajos es Terapia Intensiva? ¿Pronóstico RESERVADO? ¿Malformación Artereovenosa Cerebral Tipo V? Pero si mi hija había muerto hace apenas nueve años, eso no podía estar pasando.

Si te vuelve a pasar, corres al hospital, ni me llamas, corres. Ya sé a lo que se refiere. ¿Y podría manejar? ¿Dónde dejaría el coche? Pero y si me estoy ahogando ¿sería capaz de llamar un taxi o una ambulancia? Las ambulancias estas semanas no han dejado de pasar por casa, día y noche. Hace poco, en el documental Midnifht Family, escuché la frase a un paramédico: llegamos y la muchacha ya estaba boqueando. ¿Como un pez fuera del agua? Me dolió mucho esa imagen. En ese documental dicen que en toda la ciudad de México solo hay 50 ambulancias públicas trabajando para 9 millones de habitantes. Bueno pero antes de la ambulancia, reconocer la emergencia, y mientras llevar con disciplina una bitácora de toma de signos vitales, oxigenación, pulso, presión arterial y temperatura, de cinco a siete veces al día. Mi escuadrón de médicos me llamaba cuatro veces al día; a cada uno de ellos debía repetir cada síntoma, signo, novedad. Desde ayer ya solo mando registro una vez en la noche. Tardaron cuatro semanas en darme de alta, al ser paciente de alto riesgo por el cáncer de mama, me anticoagularon, me tuvieron bajo una lupa 24/7 pero en casa. Sólo fui al hospital a hacerme laboratorios y tomografías y electrocardiogramas y placas de tórax. Hablé mucho con mis doctores, mucho: si la gente supiera lo que nosotros vivimos ahí dentro, pensaría dos veces sus decisiones y cuidados. Yo no tengo idea cómo me infecté. Tal vez el aire. Tal vez un tránsito en la calle. Tal vez un roce en el parque.

📷 / Fernando Rodrigues

Hay cuidados que creo que se van a quedar para siempre en mi vida: herencias del C-19. Me ha gustado mucho aprender a usar la secadora de ropa. Las toallas quedan muy suaves y tersas. Tengo ganas de comprarme una olla exprés y una arrocera. Aunque el arroz me queda como nunca de bueno. Lavar con agua y jabón las patas de mis perritas es algo que haré para siempre. Es la única forma en la que me siento cómoda para invitarlas a dormir conmigo a mi cama, y me gusta mucho dormir con ellas. Ellas y yo nos hemos conocido mucho estas semanas, me conmueve la familia que formamos, somos cuatro menos una. Yo a mi vez, soy dos menos una dos veces. Somos siendo. Nos acompañamos.

Esta vez no me tocó morir.

📷 / Fernando Rodrigues

Ursula Pruneda. Actriz y creadora escénica, multipremiada nacional e internacionalmente, es una hacedora de teatro, actriz de cine y series, gestora cultural, directora de reparto y docente mexicana. Le apasiona contar historias, es amante de la ficción y una apasionada de la filosofía, sobre la cual se encuentra haciendo un posgrado en este momento. Tiene en su haber, una larga lista de películas, series y obras de teatro. Lo que más ama, después de la ficción, es viajar.

twitter / facebook / instagram @ursulapruneda

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