Cuento 'Misión espacial contra el aburrimiento'

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teinventouncuento certifica que este cuento se ha inventado en exclusiva para Nahiara y Mikel Artola Pineda, porque su tĂ­a Susana querĂ­a que fueran protagonistas de una aventura espacial.



Texto y dise単o:

Sara Suberviola

Ilustraciones originales:

familia Pineda



Nahiara y Mikel les fue encomendada su misión espacial (y secreta) en un área de descanso situada entre Logroño y San Sebastián. Los hermanos volvían con sus padres de una escapada para visitar a la tía Susana, y habían parado a comer un bocadillo y estirar las piernas. Aunque no es un trayecto corto, a ellos se les solía pasar bastante rápido, porque se entretenían jugando a cualquier cosa. Mikel había conseguido ganar a su hermana unas


veinte veces hasta Estella. A partir de ahí habían pasado a adivinarse los pensamientos, y como Nahiara conocía muy bien las preferencias de su hermano pequeño, llevaba ya tres números y siete animales acertados. El último mientras le daba el mordisco final a su bocata de chorizo. Iba a tirar el papel


con las migas a la basura cuando vio el so-

bre. Era minúsculo, pero de colores llamativos, y su nombre y el de su hermano estaban claramente escritos en el papel. Lo sostuvo entre los dedos unos segundos, y al oír la llamada de sus padres para volver al coche se lo echó al bolsillo. Ya de nuevo en camino, Nahiara sacó el misterioso sobre y lo abrió. La letra era tan diminuta que no era capaz de leerla. Tampoco Mikel, que se ensimismó tanto intentando descifrar alguno de esos signos microscópicos que quedó exhausto y necesitó un largo trago de agua. Pero el esfuerzo mereció la pena, porque mientras bebía, Nahiara


se fijó en que sus dedos se veían más gordos a través de la botella, y probaron a usarla como lupa. Despacito, pudieron ir leyendo la carta, en la que se les encargaba una misión espacial (y secreta, claro). El objetivo era ganarle terreno al Aburrimiento, un enemigo que estaba cogiendo fuerza en nuestro mundo. Las partículas del Aburrimiento eran pequeñísimas, e infoensivas de una en una. Pero si se acumulaban, podían ser


altamente contaminantes y provocar daños a largo plazo en los cerebros de los niños. Afectaban sobre todo a la capacidad de imaginar cosas nuevas. Los índices de aburrimiento se estaban disparando en la Tierra. Sus partículas se sentían muy cómodas en cualquier aparato eléctrico, y se sentían atraídas por todo lo que emitiera luz, color y movimiento. Los humanos no dejaban de producir y usar tecnología, y el Aburrimiento envolvía ya toda


la atmósfera, dándole al planeta azul un brillo verdecino que no dejaba de atraer más y más polvo del Aburrimiento. Era necesaria una acción directa. El enemigo llegaba a la Tierra a través de una cadena de conexiones entre planetas, estrellas, satélites y otros elementos que ocupan el universo. Si se cortaba este camino, las nuevas moléculas se desorientarían y no llegarían tan directamente a nuestro mundo. Ellos tenían que encargarse de esa misión. Habían sido elegidos por su capacidad para matar el tiempo sin electricidad ni enchufes, sólo con la fuerza de la imaginación. Su misión consistía en retirar de un soplido la capa aburrida de algunos


planetas y satélites pequeños . Para ello tenían que recomponer, con su imaginación, los suelos y los mares que el Aburrimiento había corrompido, desempolvando mundos nuevos. Lo primero que había que hacer era poner a sus padres en modo simulación, para que


siguieran tan campantes en el coche familiar sin darse cuenta de que se había convertido en una nave espacial. Sí, todos los padres tienen un modo simulación. Se activa pulsando una peca que suelen tener en el hombro derecho (aunque en algunos casos extraños está en la rodilla izquierda). Cuando Mikel y Nahiara pulsaron el lunar de sus padres, ellos parecieron no notar absolutamente nada, pero tras las ventanillas cayó una noche oscura y honda. - ¡Hala! ¿De dónde has sacado ese traje de


astronaura? -dijo Mikel a su hermana-. - ¡Pero si tú también llevas uno, chico! Yo qué sé de dónde ha salido ¿de dónde han salido todas esas estrellas? ¿Y a dónde ha ido a parar la carretera?

Los dos hermanos admiraban el espectáculo con la boca abierta. El techo del coche se abrió y la falta de gravedad los sacó al exterior, manteniéndolos conectados a los asientos


a través de un tubo kilométrico. Frente a ellos, vieron unas bolas verdes y brillantes. - Esos serán los planetas aburridos que tenemos que salvar -observó Nahiara-. - ¿Y cómo lo hacemos? - Bueno, hay que imaginar. Pues vamos a pensar en cosas que se parezcan a esas bolas, y a ver qué pasa.


- Venga, vale ¿cuál te pides? - La grande. Y cada uno se concentró imaginando cosas redondas mientras miraba fijamente su planeta. Al cabo de unos segundos, la esfera que le había tocado a Nahiara empezó a girar a toda velocidad, sacudiéndose las partículas brillantes y mostrándose como una gigantesca y apetitosa aceituna. Mikel aplaudía a la vez que seguía imaginando, y su planeta se puso a dar botes de un lado a otro quitándose el aburrimiento. Cuando volvió a quedarse quieto, pudieron ver que tenía el aspecto de una sandía. ¡Qué fácil! -dijeron a la vez entusiasmados,


y siguieron combatiendo al Aburrimiento con su imaginaciĂłn. C re a ro n mundos habitados por bichos horripilantes o por peluches rosas, hicieron llover a nubes de chucherĂ­a, plantaron pimientos en tres planetas, y les pusieron a las lunas los nombres de sus amigos: Aimar, Yaiza, Adriana, Paula, Amalia, Nicole. Cuando los tubos volvieron a tirar de ellos hacia el coche, se despedĂ­an con la


mano de los habitantes que habían inventado, que curiosamente se parecían bastante a sus familiares. Desde un planeta parecido a Marte, decían adiós dos marcianas que se parecían a mamá y a la tía, y que se llamaban Jame y Sasuna. Y desde otro mundo, ya cuando se cerraban las puertas del coche y se veía San Sebastián, les mandaban besos una pareja de abuelos llamados Lilo y Énjal.


De hecho, mucho tiempo

después de aquel viaje, a Mikel a veces todavía se le escapa llamar a su tía Sasuna. Ella cree su sobrino sólo está haciendo un poco el payasete, pero en realidad le está hablando de sus mundos inventados. Y Nahiara ya no puede ver la luna sin sentir el sabor de una aceituna en su lengua. Son pequeñas cosas que se le quedan a uno después de una misión espacial (y secreta).



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