Historia de chile, los mitos y la realidad

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TRAZOS DE LA HISTORIA DE CHILE LOS MITOS Y LA REALIDAD

IVAN LJUBETIC VARGAS

SANTIAGO DE CHILE, 2008

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EXPLICO ALGUNAS COSAS

Los hechos históricos son objetivos. Ocurren como acontecen, de una sola manera. Pero la interpretación de ellos es subjetiva. Depende de quien los observa, analiza, narra y explica. Y este espectador no es imparcial. Los interpreta según su forma de pensar, según su ideología, la que a su vez está determinada por los intereses de la clase social que, consciente o inconscientemente, representa.

En una sociedad dividida en clases antagónicas existen dos formas

de

interpretar el acontecer. Una es la “historia oficial”, la que se escribe en los textos de estudio y se difunde por los medios de comunicación de masas. Refleja los intereses de las clases dominantes, que pretenden mantener su posición, para lo cual necesitan mostrarse como los impulsores del progreso y, al mismo tiempo, ocultar sus crímenes. Para ello tergiversan la historia, crean mitos. Existe también la “otra historia”, que representa los intereses de las clases dominadas, las que sólo cambiando a fondo la sociedad pueden terminar con la explotación a la que están sometidas. Se basan en la verdad, que es siempre revolucionaria.

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La “otra historia” revela la realidad de lo acontecido, con el convencimiento de que, en la medida que se conozca exactamente el pasado, es posible comprender el presente y trazar las grandes líneas para forjar el futuro.

En este trabajo hemos tomado algunos capítulos de la Historia de Chile, intentando contraponer a los mitos creados por los historiadores reaccionarios la realidad de los acontecimientos. Entre esos mitos, están por ejemplo, afirmar que los descubridores de Chile fueron el portugués Hernando de Magallanes y el español Diego de Almagro; sostener que existe una “leyenda negra” sobre la conquista de América; explicar las derrotas de los pueblos originarios por los conquistadores europeos (lo que no ocurrió en Chile) en base a la superioridad racial de estos; señalar el 18 de septiembre como el día de la Independencia de Chile; “ignorar” la existencia de huelgas obreras en el siglo XIX; hablar de que una “revolución”

derrocó al Presidente Balmaceda;

responsabilizar a los

trabajadores de las masacres en su contra; pretender que el golpe fascista de 1973 tuvo como único culpable al Gobierno Popular, presidido por Salvador Allende. Iván Ljubetic Vargas Santiago de Chile, Diciembre 2008

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I.- LA PREHISTORIA

“En el fondo de América sin nombre estaba Arauco entre las aguas vertiginosas, apartado por todo el frío del planeta. Mirad el gran Sur solitario. No se ve humo en la altura... Pero en las hojas mira el guerrero” (Pablo Neruda: “Canto general”)

La historia de los pueblos que habitaron el territorio de Chile es de antigua data. El arqueólogo estadounidense Tom Dillehay descubrió en 1979 el asentamiento humano más antiguo de América. Está ubicado en Monte Verde, a 35 kilómetros al suroeste de Puerto Montt, austral ciudad chilena ubicada a orillas del golfo de Reloncaví. Los restos allí encontrados tienen una antigüedad de más de 30 mil años. Este hecho fue reconocido científicamente casi dos décadas después, en 1997, luego de exámenes de carbono 14, análisis geológicos, estudios botánicos y químicos.

Hace más de 30 mil años, por tanto, comenzó la historia de Chile, con la llegada de sus primeros habitantes, los genuinos descubridores de esas tierras. Durante más de 29.500 años, diversos pueblos originarios, en distintos lugares y épocas, poblaron territorio chileno, hasta que su evolución, más lenta –a igual que el resto de los

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pueblos americanos- con respecto a los habitantes del “viejo mundo”, fue cortada por el filo de la espada del conquistador europeo.

¿Por qué el retraso en la evolución de los pueblos americanos?

Hay historiadores

burgueses que hablan de la superioridad racial de los europeos. La verdad es otra. El desarrollo de la humanidad ha pasado por tres niveles: el salvajismo, la barbarie y la civilización. Los dos primeros divididos en tres estadios. El estadio medio o segundo de la barbarie se inició con la domesticación de los animales y el cultivo de cereales. Fue en ese estadio cuando se produjo una enorme diferenciación en el desarrollo de las culturas del “viejo mundo” y de América. En este continente no existían animales domesticables, excepto la llama en las regiones andinas, y no se conocía el trigo, la cebada ni el mijo. Sus pueblos tampoco tenían la posibilidad de enriquecer su alimentación con la carne y la leche. En el “viejo mundo”, el contar con estos elementos permitió a sus habitantes avanzar más rápidamente en su evolución, superar la barbarie y alcanzar el nivel de la civilización.

En cuanto a su organización económico-social, los pueblos que poblaban Chile vivieron hasta la llegada del conquistador europeo la etapa de la Comunidad Primitiva, caracterizada por la no existencia de propiedad sobre los medios de producción, clases sociales

ni

Estado.

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II.-LLEGAN LOS CONQUISTADORES: COMIENZA LA LUCHA

A. EUROPEOS TOMAN CONTACTO CON CHILE “Y la muerte del Sur desgranó el galope de los Almagros, hasta que volvió su caballo hacia el Perú donde esperaba al descubridor rechazado, la muerte del Norte, sentada en el camino, con un hacha”. (Pablo Neruda: “Canto General”)

El primer contacto de europeos con el territorio chileno lo realizó Hernando de Magallanes. Este navegante portugués al servicio del monarca español tuvo la audaz idea de acortar la ruta hacia las Molucas o “tierras de las Especies” (archipiélago de Indonesia), a través de un paso que debía existir en la parte sur del continente americano. La

expedición,

financiada por los Fugger, capitalistas alemanes, partió del puerto de San Lúcar (España) el 20 de septiembre de 1519. La componían cinco naves y 265 hombres. El 1º de noviembre de 1520, Magallanes encontró ese paso. Fue el estrecho que él llamó de Todos los Santos, posteriormente bautizado como Estrecho de Magallanes. Durante los 26 días que duró la navegación de ese estrecho, los europeos tomaron conocimiento de la parte austral del territorio chileno. Entre los miembros de la tripulación iba Francisco Antonio Pigafeta, quien en su Diario de Viaje narra que en la ribera norte encontraron huellas gigantes, por lo que bautizaron a sus habitantes como patagones

o patas grandes (correspondían a

indígenas que, para protegerse del frío, envolvían sus pies en cueros). Magallanes denominó a esa región Tierra de Patagones o Patagonia. Hacia el sur, siguiendo el relato de

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Pigafeta, quedaba una isla que podía ser el confín del mundo y que fue llamada Tierra del Fuego por las fogatas de los indios “fueguinos” que se divisaban en sus costas. El 27 de noviembre la flota salió a un mar –entonces extrañamente muy tranquilo- al que bautizaron como Océano Pacífico. La historia “oficial” escrita por autores de orientación reaccionaria, menciona a Hernando de Magallanes como el “descubridor” de Chile. Es una falsa denominación. No se puede hablar de descubrimiento de un territorio cuando éste ya está habitado.

Pasaron 16 años. Desde el Perú partió una expedición que, luego de un difícil recorrido, ingresó en marzo de 1536 a territorio chileno, cruzando la cordillera de los Andes por el paso de San Francisco, frente a Copiapó. A la cabeza venía Diego de Almagro, quien al pisar suelo chileno tomó posesión de éste en nombre del emperador Carlos V. El objetivo de esa expedición era buscar oro que, según habían escuchado en Perú, existía en abundancia. Pero lo que encontraron fue la resistencia mapuche. En la confluencia de los ríos Ñuble e Itata, en la zona centro-sur del país, se produjo el combate de Reinohuelén. Se iniciaba la lucha en defensa de su tierra por quienes la poblaban. Los frustrados conquistadores retornaron ese mismo año al Perú, atravesando el terrible desierto de Atacama. La historia “oficial” llama a la expedición de Diego de Almagro el Descubrimiento de Chile. Con este título existe un enorme cuadro del pintor Fray

Pedro Subercaseaux

Errázuriz, que por muchos años adornó el Salón de Honor del Congreso Nacional. Allí lo contemplaron parlamentarios de todos los partidos y muchas personas que concurrieron a actos en esa solemne sala. Nadie hizo notar la falacia de llamar descubrimiento a ese frustrado intento de conquistar Chile. Actualmente este salón, con el mismo cuadro, 7


pertenece al Ministerio de Relaciones Exteriores, pues el Congreso Nacional funciona desde 1990 en Valparaíso. Aquí debemos repetir lo señalado con respecto a Magallanes, no se puede llamar descubrimiento el tomar contacto con tierras ya habitadas. Como planteamos en el primer capítulo, los verdaderos descubridores del territorio de Chile fueron quienes lo vieron y habitaron por primera vez.

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B. CARACTERITICAS DE LA CONQUISTA DE AMERICA “Entraron matando a caballo, cortaron la mano que daba el homenaje de oro y flores, cerraron la plaza, cansaron los brazos hasta agarrotarse, matando la flor del reinado, hundiendo hasta el codo en la sangre de mis hermanos, sorprendidos” (Pablo Neruda: “Canto General”)

¿Se ha tejido, como sostienen historiadores reaccionarios, una “leyenda negra” sobre la conquista de América por los europeos, cuando ellos –afirman- trajeron la civilización a estas tierras pobladas por salvajes?

Veamos los porfiados hechos.

Con la llegada de las huestes de Pedro de Valdivia, en 1540, comenzó la Conquista de Chile. Sus características son las mismas que tuvo la Conquista de América:

1.- Fue el choque de dos mundos, de dos culturas muy distintas, en que se impuso el más desarrollado. Como escribió Fidel Castro en enero 1989, “los españoles conquistaron este continente usando una tecnología más moderna: el arcabuz, la ballesta y el caballo... Y con cuantos caballos sembraron el terror. ¿Qué era un caballo en aquella época? ¡una bomba atómica de hoy! ¿qué era un arcabuz? ¿la pólvora?: ¡la bomba atómica!”. En cambio las armas utilizadas por los pueblos originarios eran muy primitivas. En el caso de Chile, los mapuches contaban a la llegada de los invasores con las siguientes armas: flechas de coligue, la honda, lanza o pica de quila de 4 o 5 metros de largo; la macana (un palo duro de temo o luma de tres metros con punta arqueada, como una

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cachiporra); la boleadora. Sin embargo,

jamás

pudieron ser dominados por los

conquistadores. Pudo más su valor y coraje que todos los avances militares de los invasores.

2.- La violencia, la fuerza bruta, fue el método de los conquistadores. Como señaló Volodia Teitelboim:

“Para lograr el oro, no había límite ni medio vedado. Los

conquistadores entraron a sangre y fuego en las nuevas tierras... En la historia real de la conquista, el esclavizamiento, el asesinato, el pillaje, en una palabra, la fuerza bruta juega, como se sabe, el primer papel.”

3.- La conquista no operó sino muy débilmente con efecto asimilativo; destruyó las culturas nativas. Cortó su evolución natural. La Colonia se levantó sobre un cementerio de culturas de los pueblos originarios.

4.-Fue una forma de acumulación primitiva de capital. Werner Sombart afirmó: “El Estado moderno nació en las minas de plata de México y Perú y en los placeres auríferos del Brasil”. Y como ya hemos visto, los métodos de la acumulación primitiva no tuvieron nada de idílicos. Setenta millones de seres humanos de América perecieron como resultado de la conquista. 5.- El sabio Alejandro Lipschutz anotó: “La conquista española en América, en cuanto al mestizaje se refiere, no fue distinta a cualquier otra guerra de conquista. Se despoja al vencido de sus bienes, incluso de sus mujeres”. Así surgió el mestizaje. 6.- El conquistador aportó nuevas técnicas, la rueda, cultivos desconocidos en América, animales domesticables. Y el idioma, el español y el portugués. 10


Estos hechos echan por tierra lo sostenido por la historia “oficial” en el sentido de que se ha inventado toda una “leyenda negra” sobre la Conquista, considerando que los europeos –sostienen- trajeron a América valores tan importante como la civilización y la religión cristiana., la cultura occidental.

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C. LAUTARO, EL HALCÓN VELOZ

“Atacó entonces Lautaro de ola en ola. Disciplinó las sombras araucanas: antes entró el cuchillo castellano en pleno pecho de la masa roja. Hoy estuvo sembrada la guerrilla bajo todas las alas forestales, de piedra en piedra y vado en vado, mirando desde los copihues, acechando bajo las rocas” (Pablo Neruda: “Canto General”)

¿Es verdad que el triunfo de los invasores se debió a su superioridad racial, a su mayor inteligencia? ¿Lo ocurrido en Chile es un ejemplo de ello?

El período de la Conquista estuvo caracterizado en Chile por la lucha de los pueblos originarios contra el invasor. El 11 septiembre de 1541, cinco mil indígenas, encabezados por Michimalongo atacaron y destruyeron la ciudad de Santiago; en 1549 corrió igual suerte La Serena. El 24 de diciembre de 1553, los mapuches, comandados por Lautaro derrotaron a Pedro de Valdivia y le dieron muerte.

¿Quién era Lautaro? Había nacido hacia 1535 en las cercanías de Tirúa, en el sur de Chile. Su verdadero nombre era Lev Traru, que en mapudungún –lengua mapuche- significa Halcón Veloz. Fue capturado por los hispanos en 1546. Estuvo seis años como criado de Pedro de Valdivia. De enorme inteligencia, estudió la forma de vida de los invasores, cómo pensaban, sus armas, sus tácticas de lucha. Aprendió del enemigo. Se transformó en un estratega militar. En 1552 escapó de los españoles, llegó hasta los suyos. Fue nombrado toqui general por

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los guerreros mapuches y los comenzó a educar. Les explicó que para derrotar al conquistador era necesario unir fuerza y bravura con inteligencia y organización. Les enseñó que caballo y jinete no eran un monstruo, sino una bestia y un guerrero. Por primera vez los mapuches tuvieron una estrategia militar, practicaron nuevas tácticas e inventaron armas que dañaran al enemigo a pesar de sus corazas. Lautaro organizó su ejército dividido en numerosos batallones y al mando de cada uno puso a los toquis más aguerridos. Para formar los escuadrones hizo pasar a todos los guerreros por diferentes pruebas y luego los agrupó según sus habilidades. Así nacieron compañías de flecheros, piqueros, maceros, combatientes a caballo e infantes armados con macanas. Estructurado de esta forma el ejército, se inició la instrucción militar masiva, bajo una rígida disciplina. Cada guerrero se preparó para lograr el máximo de destreza en el arma que le fue asignada. Lautaro sabía lo

valioso que era conocer por anticipado los planes, movimientos y

recursos del enemigo. Uno de los métodos que utilizó fue el de instruir a los jóvenes mapuches que entraban al servicio doméstico de las casas de los conquistadores, especialmente de los oficiales, para que simularan no entender español, aunque lo hablaran bien; escucharan las conversaciones y le transmitieran la mayor información posible. Lautaro estudiaba el terreno antes del combate, para poder elegir el campo más favorable y llevar hacia él a las tropas enemigas. El 24 de diciembre de 1553 derrotó a los invasores en la batalla de Tucapel. El Gobernador Pedro de Valdivia fue hecho prisionero y muerto. El 26 de febrero de 1554 venció a los españoles, encabezados por Francisco de Villagra en el combate de Marigueñu. 13


El 28 de febrero de 1555 atacó y destruyó la ciudad de Concepción. Acción que repitió en diciembre de ese año. Lautaro murió en 1 de abril de 1557 en un combate que duró más de cinco horas en el fuerte de Petorca.

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D. DURANTE LA COLONIA

“Se adjudicaron haciendas, látigos, esclavos, catecismos, comisarías, cepos, conventillos, burdeles, y a todo esto denominaron santa cultura occidental”. (Pablo Neruda: “Canto General”)

¿Chile tuvo siempre, como parece creerse, la misma superficie que tiene hoy? ¿Fue la etapa de la Colonia un período tranquilo, donde los representantes del rey español, dueño de este país por mandato de una Bula del Papa Alejandro VI, controlaban todo el territorio que sus soldados habían conquistado? No. Continuaron los combates sin tregua. Derrotas y victorias, muertos por ambos bandos. En 1598 en la batalla de Curalava, a orillas del río Lumaco, los mapuches al mando del toqui Pelantaru, derrotaron a los invasores encabezados por el Gobernador Martín García Oñez de Loyola, quien estuvo entre los muertos. Esa batalla marcó el inicio de una gran ofensiva de los defensores de su tierra. Fueron tomadas y destruidas siete ciudades. Huyeron los conquistadores, dejando tras sí a unos mil soldados muertos. En cautiverio quedaron 400 mujeres y niños españoles y mestizos. La inmensa zona al sur del río Bío-Bío

se transformó en territorio libre por más de dos

siglos. Culminó así la primera etapa de las luchas emancipadoras.

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Como resultado de ello, durante dos siglos y medio el territorio de Chile se extendió desde el río Copiapó al Bío-Bío. Más al sur del Arauco indómito, quedaron Valdivia y Chiloé, como dos pequeños islotes.

Chile se había convertido en una Colonia perteneciente al monarca hispano. Dependía de éste, económica y políticamente. Su administración la realizaba a través de dos organismos. En lo económico, por medio de la Casa de Contratación, que imponía

a Chile el

monopolio comercial (éste podía producir, cultivar sólo lo que le fuera permitido y comerciar con un puerto español). El Consejo de Indias era el organismo rector de todo el sistema político, administrativo y judicial. Designaba al Gobernador y a la Real Audiencia, máximas autoridades de la Colonia. Estas estaban en manos de un pequeño grupo oligárquico, fuertemente cohesionado, constituido por ricos hacendados nacidos en España.

En 1793 ocurrió una curiosa historia. El 28 de octubre de ese año, el obispo Francisco José de Marán, salió desde Concepción en gira apostólica. Internada su comitiva en la cordillera de Nahuelbuta, fue sorprendida el 28 de noviembre por los mapuches. En vano intentó esconderse el obispo en las riberas del río Tirúa. Lo atraparon en una cuesta tupida de coligües y quilas. Tuvo fortuna el asustado siervo de dios, pues estaba por esos lados su amigo el cacique Curimilla, quien obtuvo de los captores que se decidiera la suerte del prisionero y acompañantes en un partido de chueca o palín. Este deporte clásico de los mapuches se jugaba en una cancha más larga que ancha, que estaba delimitada por ramos verdes. Se formaban dos equipos de igual número por lado, podían ser 15 o 20 mocetones. Sus uniformes eran: estar desnudos unos, los otros tapándose el bajo vientre. Cada uno con

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un madero, corvo en su extremo. Se colocaba una bola al medio, que había que echar al lado contrario. El evento, jugado a fines de la primavera de 1793, tenía un trofeo especial: la vida de un obispo y sus acólitos. Uno de los equipos estaba encabezado por el cacique Huentutelemu; el otro, por el cacique Martín Curimilla, de cuyo triunfo dependía la suerte del obispo Francisco de Marán. Luego de una ardorosa lucha, en ese primer día la victoria quedó indecisa. Debía definirse en la mañana siguiente. El dramático final lo describió así un cronista: “La victoria pareció en fin declararse por Huentutelemu, pero en ese momento Martín Curimilla, fiel cacique araucano amigo del obispo, se colocó frente a Huentutelemu y descargando su chueca sobre la de su contrario con tal furia que ésta saltó en astillas, como una lanza hecha trizas de un bote, sin perder tiempo, descargó otro sobre la bola, que, no

encontrando resistencia, corrió por la llanura y las personas del equipo, casi sin

oposición, arrastrando la bola hasta la raya que le servía de meta”. El testigo no entregaba antecedentes sobre las reacciones de los participantes ni de los espectadores. Los mapuches cumplieron su palabra. Dejaron libre al obispo y sus acompañantes. Así actuaban aquellos “salvajes”. Al conocer esta historia, el Intendente de Concepción, Ambrosio O’Higgins, montó en cólera, no por la imprudencia de Francisco de Marán, sino por el vejamen de haber sido jugado a la chueca. Su primer impulso fue enviar una expedición a la zona del Tirúa para vengar la afrenta. Lo pensó mejor. No lo hizo. No tenía las fuerzas suficientes para derrotar a quienes luchaban por su tierra.

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Hacia fines del siglo XVIII se hizo cada vez más aguda la contradicción entre el círculo de hierro que significaba el monopolio comercial y el desarrollo del país. Esta fue la principal causa objetiva de la lucha por romper la dependencia que ataba a Chile al sistema colonial español.

Pero la historia la hacen los hombres. Para llevarse a cabo la Independencia chilena, debieron surgir quienes llevaran adelante la empresa libertaria. Hacia fines de la Colonia tomaba cada vez más cuerpo las discrepancias entre los oligarcas terratenientes nacidos en la península, que sustentaban todo el poder, y los nacidos en Chile, más cultos que los anteriores, pero marginados de éste. Estos,

los criollos,

controlaban el Cabildo o Municipalidad de Santiago.

En 1808 llegaron importantes noticias desde España. Napoleón Bonaparte la había invadido, enviado a prisión al monarca Fernando VII y designado a José Bonaparte como rey. De inmediato surgió en la península la resistencia armada de quienes no aceptaban un tirano extranjero. Se formaron juntas provinciales y luego una Junta Central. En Chile, el Gobernador Francisco Antonio García de Carrasco realizó la Jura de fidelidad a Fernando VII, en diciembre de 1808.

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III.- LAS LUCHAS POR LA EMANCIPACIÓN DEL DOMINIO ESPAÑOL

A. EL MITO DEL 18 DE SEPTIEMBRE

“Nuestra tierra, ancha tierra, soledades, se pobló de rumores, brazos, bocas. Una callada sílaba iba ardiendo, congregando la rosa clandestina, hasta que las praderas trepidaron cubiertas de metales y galopes” (Pablo Neruda: “Canto General”)

La historia oficial plantea que el 18 de Septiembre es el Día de la Independencia de Chile. Se habla que ese decía es el cumpleaños de la patria. Se ha creado el mito del “18”.

La aristocracia criolla vio la posibilidad de arrebatarle el poder en Chile a los que hasta entonces lo sustentaban. Los criollos argumentaron que la Junta Central española no tenía derecho a gobernar los reinos de América, pues las colonias pertenecían al rey y no a la nación hispana. Comenzó a tomar fuerza el movimiento juntista. El Gobernador García Carrasco adoptó medidas represivas. La agitación era cada día más grande. La Real Audiencia, controlada por los oligarcas nacidos en España, se dedicó a evitar la realización de una Junta. Logró la renuncia de García Carrasco y en su lugar nombró al brigadier Mateo de Toro y Zambrano. Con el cambio quedaron contentos españoles y criollos, pues ambos bandos pensaban que lo podrían manejar. Luego de muchas vacilaciones, el Gobernador se inclinó por los criollos y aceptó la convocatoria de un Cabildo Abierto a efectuarse el 18 de septiembre de 1810, con la

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finalidad de elegir una Junta Gobierno, que mantuviera el reino de Chile bajo el mandato de Fernando VII. Esa reunión fue estrictamente controlada por los criollos.

De los 1.700 españoles

residentes, sólo recibieron la citación catorce. A las 9 horas de la mañana del 18 de septiembre de 1810, unas 450 personas llenaban el Salón del Consulado de Santiago. Sólo pudieron ingresar quienes portaban una invitación del Cabildo, en donde se leía: “Para el 18 del corriente, espera a usted el muy ilustre señor presidente con el ilustre ayuntamiento en la sala del Real Tribunal del Consulado, para tratar de las medidas de seguridad pública, discutiéndose allí que sistema de gobierno debe adoptarse para conservar siempre estos dominios al señor don Fernando VII”.

Se inició el Cabildo Abierto. Se eligió una Junta de Gobierno de nueve miembros, encabezada por el propio Gobernador. Sólo los dos secretarios y uno de los cinco vocales eran partidarios de librar al país del dominio extranjero. Con este paso, los criollos le arrebataron el poder a los españoles residentes en el país. Por tanto, el mito de la “historia oficial” de señalar el 18 de septiembre como el día de la Independencia de Chile, no tiene asidero alguno en los hechos ocurridos en esa fecha.

¿Por qué la historia oficial señala el 18 de septiembre de 1810 como la fecha en que Chile se emancipó del sistema colonial español? Para hacer aparecer a la oligarquía criolla, a los latifundistas de entonces, como los forjadores de nuestra Independencia.

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La emancipación del yugo colonial español fue un proceso que duró siete años y que se inició en forma vacilante con ese Cabildo de 1810. Esta lucha, con triunfos y derrotas, fue encabezada por un grupo de líderes,

como los hermanos

Carrera, el fraile Camilo

Henríquez, el guerrillero Manuel Rodríguez. Entre ellos se destacó Bernardo O’Higgins Riquelme.

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B. UN PATRIOTA REVOLUCIONARIO “Eres, O’Higgins, reloj invariable con una sola hora en tu cándida esfera: la hora de Chile, el único minuto que permanece en el horario rojo de la dignidad combatiente”. (Pablo Neruda: “Canto General”)

Hay quienes presentan a O’Higgins sólo como un soldado, silenciando su labor como conspirador revolucionario, subestimando su acción como diputado del Primer Congreso Nacional, calificándolo de un dictador sometido a órdenes extranjeras, no considerando sus notables y patrióticas obras ni su espíritu internacionalista. Por otra parte, durante la dictadura de Pinochet, éste intentó aparecer como el O’Higgins del siglo XX. Lo preocupante no es que se haya creado este mito, sino que existe gente, especialmente jóvenes, que crea en esa similitud. Por todo esto,

resulta imprescindible mostrar al verdadero O’Higgins, su

vida, su

pensamiento y su obra.

Bernardo O’Higgins Riquelme tuvo una difícil infancia. Nació en Chillán Viejo, el 20 de agosto de 1778. Su padre fue Ambrosio O’Higgins, un irlandés al servicio del monarca español; su madre, Isabel Riquelme, una bella joven chillaneja de 22 años. No se casaron. Las leyes españolas prohibían a los funcionarios del rey contraer matrimonio. La llegada del niño debió ser ocultada. Se lo arrebataron a la madre. Su Partida de Nacimiento, fechada en Talca el 20 de enero de 1783, la otorgó Pedro Pablo de la Carrera, cura y vicario de esa villa, quien certifica que bautizó “ ‘subconditione’ a un

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niño llamado Bernardo O’Higgins que nació en el obispado de Concepción el 20 de agosto de 1778, hijo del maestro de campo, General de este Reino de Chile y Coronel de los reales Ejércitos de S.M., don Ambrosio O’Higgins, y de una señora principal de aquel obispado, también soltera, que por su crédito no he expresado aquí su nombre”. A pesar de lo establecido en esa Partida de Nacimiento, por más de veinte años debió llamarse Bernardo Riquelme. Los aristócratas lo apodaban “guacho”. Estudió primero en un colegio para hijos de jefes mapuches de Chillán. La convivencia con los araucanos (nombre que le dieron los españoles) tuvo una gran influencia en la vida del joven estudiante. Después, su padre designado Intendente de Concepción (en 1786) y Gobernador de Chile (en 1787), lo envió a Lima para seguir sus estudios en la capital peruana. Tenía por entonces 12 años de edad. Don Ambrosio continuó su ascendente carrera. En 1796 asumió como Virrey del Perú, uno de los cargos más importantes en las colonias españolas de América. Entonces el joven Bernardo debió viajar a Inglaterra. Tenía 16 años cuando llegó a estudiar comercio en la Academia de Richmond, cerca de Londres. Fue un buen alumno. Pronto dominó el idioma inglés. También la literatura francesa y el dibujo. Le apasionaba la historia y la geografía. Leía mucho. Su libro predilecto era “La Araucana” de Alonso de Ercilla y Zúñiga. Le dolía no haber vivido la época de Lautaro, para luchar junto a los mapuches por la libertad de su tierra.

Su profesor de matemáticas comprendió muy bien los sentimientos del joven chileno. Era Francisco Miranda, patriota venezolano, desterrado en Europa que, para poder subsistir, daba clases en la Academia de Richmond.

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Un día, guardando enorme cuidado, Miranda conversó con su alumno. Le reveló que formaba parte de una sociedad secreta cuyo objetivo era emancipar las colonias españolas de América. Lo invitó a formar parte de ella. Bernardo, emocionado abrazó a su maestro y le dijo: “Mirad en mí, señor, tristes restos de mi compaisano Lautaro, arde en mi pecho ese mismo espíritu que libertó Arauco, mi Patria, de sus opresores”. Corría 1798. El nuevo miembro de la Logia secreta tenía 20 años de edad. Poco después debió abandonar Inglaterra. En Cádiz, España, tomó contacto con dos curas revolucionarios: el chileno José Cortés Madariaga y el argentino Juan Pablo Fretes. Le entregaron abundante información sobre la situación en Chile. Agentes del rey español descubrieron las actividades conspirativas de Bernardo. Como consecuencia de ello, don Ambrosio O’Higgins fue destituido de su cargo de Virrey del Perú. Indignado con su hijo, le escribió anunciándole que lo desheredaba de todos sus bienes.

Bernardo Riquelme, sin contar con recurso alguno, inició su retorno a la patria en 1801. Desembarcó en Valparaíso en septiembre de 1802, llamándose Bernardo O’Higgins Riquelme y convertido en dueño de la hacienda de Las Canteras y de una casa en Santiago. Don Ambrosio, en su lecho de muerte lo había perdonado, dado su apellido y dejado una apreciable herencia. Lo primero que hizo fue llevar a su madre, Isabel Riquelme, y a su hermana Rosita a la hacienda. Era ahora un poderoso latifundista, pero sus ideales se mantenían inamovibles. Se dedicó a constituir círculos clandestinos para luchar por la Independencia. Con toda razón pudo escribir en 1842: “Mis intereses personales son los menos que he cuidado en toda mi vida, particularmente cuando los de mi patria estaban de por medio”. 24


Encontró numerosos patriotas dispuestos a arriesgarse por la noble causa emancipadora. Uno de ellos fue Fray Rosauro Acuña.

Bernardo O’Higgins supo con inteligencia coordinar el trabajo conspirativo con el legal. En 1806 fue designado Alcalde del Cabildo o Municipalidad de Chillán; en 1809, elegido subdelegado interino de la Isla de La Laja. Ello lo libró de que cayera sobre él la represión de las autoridades, como ocurrió con algunos de sus compañeros de lucha.

El 18 de septiembre de 1810 se creó en Santiago la Primera Junta Nacional de Gobierno, con el objetivo- -como ya se ha visto- de mantener al país bajo la dominación del rey de España. O’Higgins, comprendiendo el carácter del nuevo gobierno, se dedicó a formar un regimiento con los inquilinos de su hacienda. El doctor Rozas, que encabezaba el movimiento emancipador en Concepción, lo nombró teniente coronel y segundo comandante.

O’Higgins no fue un soldado de profesión. Escribió en 1810: “La carrera a que me siento inclinado por naturaleza y carácter es la del labrador”. Y en 1813, explicó: “Soy un militar de circunstancias, que había tomado las armas para defender la patria como simple comandante de guerrilleros en un momento de peligro”.

El 4 de julio de 1811 se inauguró el Primer Congreso Nacional. O’Higgins formó parte de este parlamento, habiendo sido elegido diputado por Isla de La Laja. De los 42 congresistas, 24 eran los que la historia oficial llama “moderados”, contrarios a romper los lazos con España. En toda votación se unieron a ellos los cuatro “realistas”, partidarios del 25


monarca Fernando VII. Catorce diputados constituían la minoría patriota. A su cabeza estaba O’Higgins. En una de las sesiones del Congreso la mayoría formada por “moderados” y “realistas”, propuso enviar recursos económicos a España. El padre de la patria manifestó en un discurso: “Aunque estamos en minoría sabremos suplir nuestra inferioridad numérica con nuestra energía y nuestro arrojo y no dejaremos de tener bastantes brazos para oponernos eficazmente a la salida de este dinero”. Triunfaron los patriotas: los fondos no fueron enviados.

En 1813 se iniciaron las guerras de la Independencia. O’Higgins puso su espada al servicio de José Miguel Carrera, quien había sido designado comandante en jefe del Ejército patriota por la Junta de Gobierno de1813. Meses después reemplazó a Carrera. Mostró su valor en el combate de El Roble y en la batalla de Rancagua. En esta última, que tuvo lugar el 1 y 2 de octubre de 1914, los patriotas fueron derrotados. Muchos de estos emigraron a Mendoza, capital de la provincia argentina de Cuyo, para preparar la revancha. Se inició el período de la Reconquista española. En Chile, los guerrilleros de Manuel Rodríguez jugaron un notable papel. En Mendoza, con la enorme solidaridad del general José de San Martín, gobernador de Cuyo, se organizó el Ejército Libertador, que en los primeros días de febrero de 1817 atravesó la cordillera de los Andes y el 12 de ese mes derrotó a las tropas del monarca español en la batalla de Chacabuco.

El 16 de febrero de 1917, Bernardo O’Higgins fue designado Director Supremo de Chile por un Cabildo Abierto en Santiago, cargo desde el cual desarrolló un sinnúmero de obras de elevado valor patriótico y revolucionario. Entre ellas tenemos: 26


a) Consolidó la Independencia. A comienzos de 1818, una nueva expedición realista invadió el país. En esos críticos momentos, O’Higgins llamó a los ciudadanos a suscribir, el 12 de febrero de 1818, el Acta de Proclamación de la Independencia de Chile. En este documento se hace “saber a la confederación del género humano, que el territorio continental de Chile y sus islas adyacentes, forman, de hecho y por derecho, un Estado libre, independiente y soberano, y quedan para siempre separados de la monarquía de España y de otra cualquiera dominación, con plena aptitud de adoptar la forma de gobierno que más convenga a sus intereses”.

El 5 de abril de 1818, en la batalla de Maipú, fueron derrotadas las tropas realistas.

O’Higgins pensó en la necesidad de formar un ejército nacional sin relación alguna con el del rey español. Por ello fundó la Escuela Militar. (En cambio, los fascistas chilenos conciben el Ejército como heredero de las tropas del monarca hispano. El general Herman Brady, entonces ministro de Defensa de la dictadura, en un acto en homenaje a Pinochet, efectuado el 23 de agosto de 1976, sostuvo que “desde la época de la Colonia el Ejército de Chile ha sido la piedra angular para formar historia, formar tradición, formar hombría y mantener inalterable la institucionalidad de este Chile que tanto queremos”) El 11 de agosto de 1818, O’Higgins puso las bases de la Primera Escuadra Nacional. Con el objetivo de consolidar la emancipación de Chile, organizó la Expedición Libertadora del Perú para contribuir a destruir el principal centro de poder realista en América del sur. Zarpó de Valparaíso el 20 de agosto de 1820. Estuvo constituida por 23 buques, que transportaban 4.100 soldados. 27


b) Adoptó medidas contra la oligarquía. En 1812 había escrito: “Detesto por naturaleza la aristocracia y la adorada igualdad es mi ídolo”. Siendo Director Supremo fue consecuente con esas palabras. El 28 de noviembre de 1917 suprimió los títulos de nobleza y prohibió el uso de los escudos de armas. En el decreto respectivo señaló: “En una república es intolerable el uso de aquellos jeroglíficos, con que los tiranos premian a sus servidores. Son una ofensa a las ideas de libertad e igualdad”. (Entre los requisitos para obtener un título nobleza estaban: demostrar pureza de sangre por los cuatro abuelos, saber montar a caballo y no haber ejercido jamás oficio manual alguno). Obligó a los oligarcas, que colaboraron con los realistas durante la Reconquista española, a pagar fuertes contribuciones para cancelar los gastos del Ejército Libertador de los Andes y a entregar caballos y dinero para la Expedición Libertadora del Perú. Con fecha 5 de junio de 1818 firmó un decreto aboliendo los mayorazgos, institución del derecho español que consistía que el hijo mayor heredaba todos los bienes, impidiendo con ello la división de los grandes latifundios. Esta medida no pudo ser aplicada porque el Senado, con mayoría reaccionaria, la aplazó indefinidamente.

c) Entre las muchas obras de progreso material e intelectual, podemos mencionar: el inicio de la educación estatal, fundó escuelas primarias y el Liceo de La Serena; reabrió el Instituto Nacional y la Biblioteca Nacional, clausurados durante la Reconquista. En 1819 ordenó la construcción del Cementerio General, medida muy resistida por la Iglesia Católica, actitud que asumió también frente a las obras en favor de la educación pública. Creó el Mercado de Abasto, el paseo de La Alameda, terminó el Canal del Maipo. 28


Inauguró el

Teatro o Casa de Comedias. Dio desarrollo a la prensa, circulando 15

periódicos. Fundó las ciudades de la Unión, Vicuña y San Bernardo. Aplicó la vacuna. Estableció el servicio de diligencias y correos diarios entre Santiago y Valparaíso.

d) Realizó una política internacionalista consecuente. Además de la Expedición Libertadora del Perú, propició la unidad de los países americanos, desde México hasta Tierra del Fuego. Escribió: “Se podía ser chileno, peruano o venezolano y al mismo tiempo sentirse americano y compatriota en cualquier país de Hispanoamérica”. El 6 de mayo de 1818, publicó una Manifiesto abogando por “instituir una Gran Federación de Pueblos Americanos”.

La oligarquía y la Iglesia estuvieron contra la Independencia de Chile. La aristocracia firmó con fecha 9 de febrero de 1817, justamente cuando el Ejército Libertador ya pisaba suelo chileno, un Acta de Sumisión al rey español. En ella manifestaba su “íntima y decidida adhesión a la sagrada causa de nuestro legítimo monarca el señor Fernando VII, a cuya obediencia vivimos gustosamente sujetos”. Por otra parte, hubo dos papas que emitieron sendas encíclicas condenando a quienes estaban por liberar del dominio del rey hispano las colonias de América, que Dios (a través del corrompido Papa Alejandro VI –Rodrigo Borgia- y por medio de la Bula Intercaetera del 4 de mayo de 1493) le había otorgado. Estos papas fueron Pío VII, con su Encíclica del 30 de enero de 1816, y León XII, con la Encíclica de fecha 24 de septiembre de 1824.

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Estas dos instituciones fueron las que derrocaron al gobierno del principal luchador por la Independencia de Chile. Dieron un golpe de Estado utilizando a militares y depusieron a Bernardo O’Higgins el 28 de enero de 1823. Fue detenido por el general Ramón Freire el 6 de febrero de ese año y, el 17 de julio, salió al exilio rumbo a Perú. En este país, en cuyo Ejército tenía el grado de Capitán General, se incorporó a las tropas de Simón Bolívar, bajo cuyas órdenes combatió. A la celebración de la victoria de Ayacucho, en 1824, O’Higgins concurrió vestido de civil. Cuando Bolívar le preguntó el por qué de su indumentaria paisana, le respondió: “Señor, la América está libre. Desde hoy el general O’Higgins ya no existe, soy sólo el ciudadano particular Bernardo O’Higgins”.

En Perú, él y su familia vivieron con grandes privaciones. Solicitó en varias oportunidades la autorización para regresar a Chile. Se la negaron. Murió en el destierro el 24 de octubre de 1842, a la edad de 64 años. Su hermana Rosita debió vender la vajilla de plata para poder financiar los gastos de su funeral. Ni siquiera muerto los enemigos le perdonaron su conducta progresista y patriota. Sólo 27 años después de su fallecimiento sus restos mortales pudieron descansar en la patria a la que tanto amó y la que tanto le debe. Retornaron a Chile después de haber transcurrido 46 años de su salida al exilio.

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C. CAMILO HENRIQUEZ, UN FRAILE PATRIOTA

“Conocemos la importancia de Camilo Henríquez en la creación del periodismo nacional. A través de ‘La Aurora de Chile’ dio más amplia divulgación a sus ideas libertarias. Pero no era sólo una especie de activista de la Independencia, sino un hombre de amplia y seria cultura”. (Agustín Letelier: “Historia de la Literatura Chilena”)

Cada 18 de septiembre, la Iglesia católica chilena celebra el Te Deum, ceremonia en que da gracias a Dios por la emancipación de Chile. Es un acto pleno de cinismo, porque los representantes de Dios en la tierra, los Papas Pío VII y León XII, y estuvieron contra el proceso libertador.

Como ya se ha señalado, la Iglesia Católica asumió una posición

en contra de la

Independencia de las colonias españolas de América. La inmensa mayoría del clero siguió la orientación reaccionaria del Papado. Hubo, sin embargo, una valerosa minoría que se pronunció y actuó a favor de la emancipación de las colonias. Sobresalieron los sacerdotes Miguel Hidalgo y José María Morelos, en México; en Venezuela, el canónigo chileno José Cortés de Madariaga; en Cuba, Félix Varela; en Argentina, el Dean Funes y muchos otros.

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En Chile, el más destacado fue Camilo Henríquez, el fraile de la Buena Muerte. Pero no el único. Se recuerdan, además, a Antonio Orihuela, Rosauro Salas, Joaquín de la Jaraquemada, Ignacio Cienfuegos, Juan Fariñas, Bartolomé Reyes, Miguel Ovalle, Joaquín Larraín, Rosauro Acuña y Vicente Cantos. De los 190 sacerdotes seculares de la Diócesis de Santiago, sólo 22 eran patriotas. De los 500 miembros del clero secular no pasaban de 70 los revolucionarios. Por tanto, sobre el 80% del clero actuó contra la Independencia de Chile. El historiador Hernán Ramírez Necochea señala que “durante las campañas militares de la Patria Vieja, fueron muchos los ministros de Dios que con armas de fuego en la mano, lucharon contra los ejércitos nacionales. Una buena cantidad pudo ser apresada y expulsada del país”.

Camilo Henríquez nació en Valdivia el 20 de julio de 1769. Tuvo una hermana y dos hermanos. Uno de ellos, José Manuel, cayó combatiendo en una barricada patriota en la Plaza de Rancagua a comienzos de octubre de 1814. Camilo se trasladó a Santiago cuando tenía 9 años de edad. A los 15, se le envió a Lima para proseguir estudios. Ingresó al Convento de la Buena Muerte y profesó esa Orden el 28 de enero de 1790, poco antes de cumplir los 21 años. En tres ocasiones –en 1796, 1802 y 1809- la Inquisición lo procesó bajo la acusación de “tener libros prohibidos y consagrarse a la lectura de los filósofos franceses”. Ya en el primer juicio quedó en claro que Camilo Henríquez había leído el Contrato Social de Rousseau. La Inquisición no se equivocaba. El fraile patriota había leído y hechos suyos los postulados libertarios de los pensadores revolucionarios burgueses del siglo XVIII.

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Condenado a la cárcel en Lima, una vez liberado la Orden lo envió a Quito, pero al pasar por Valparaíso, optó por quedarse en Chile. Se entregó de inmediato a la lucha emancipadora. Escribió la Proclama de Quirino Lemáchez (anagrama de su nombre), que comenzó a circular el 6 de enero de 1811. Su objetivo era promover la elección de diputados al Primer Congreso Nacional. En este documento, Camilo Henríquez planteaba que debía ser elegido como diputado “el hombre virtuoso, el ilustrado patriota, el que más haya contribuido a romper las cadenas de la esclavitud, éste es el que conoce mejor los derechos del hombre, el que quiere conservarlos, el que está animado del espíritu público y el que merece la confianza de todos los hombres”. Esta fue el inicio de su valiosa labor como ideólogo de la emancipación chilena, uno de los escasos pensadores que se dedicaron a teorizar sobre el nuevo régimen.

Resultó elegido diputado suplente del Primer Congreso Nacional, por la circunscripción de Puchacay. En la ceremonia en que se instaló este Parlamento, le correspondió pronunciar el sermón inaugural, en una misa oficiada en la Catedral, el 4 de julio de 1811. En parte de su alocución, señaló: “Como la autoridad pública se ejerce sobre hombres libres por naturaleza, los derechos de la soberanía, para ser legítimos, han de fundarse sobre el consentimiento libre de los pueblos”.

La Junta de Gobierno, formada por Carrera, Cerda y Manso, lo designó el 16 de enero de 1812, redactor de La Aurora de Chile. El primer número apareció el 13 de febrero de ese año. Inició así su brillante obra como periodista de combate. Creó o impulsó más de doce

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publicaciones y escribió en todo periódico que aceptara sus colaboraciones. Su débil salud no fue obstáculo para que derrochara energía en la prensa patriota.

En el Nº 29 de La Aurora, de fecha 27 de agosto de 1812, Henríquez proclamó la tarea que se había echado sobre los hombros: “Mi alma detesta la tiranía y se esforzó por trasladar a las vuestras este odio implacable; la alienta el amor de la libertad y de la gloria, y no omitió medio alguno para despertar en vuestros pechos esta pasión sublime, fecunda en acciones ilustres y tan necesaria para regenerar a los pueblos y elevar a los Estados... Emprendí el arduo designio de la ilustración pública, descendí al campo peligroso, combatí las preocupaciones, os hablé de vuestros intereses, de vuestra dignidad. He trabajado solo, solo me he expuesto al odio de la tiranía y del error”.

Las fervientes proclamas de Camilo Henríquez por una total emancipación de España, sus ataques a lo que estuvieron con el viejo régimen, su particular manera de enfocar los asuntos religiosos, molestaron a los vacilantes y monárquicos que aún tenían influencia. Ello explica que en agosto de 1812, la Junta de Gobierno compuesta por Prado, Carrera y Portales, decretara la censura de La Aurora en materias religiosas. La que se amplió a todo tipo de temas el 12 de octubre. Sin aviso previo ni explicación alguna, La Aurora dejó de circular a partir del 1º de abril de 1813. Cinco días después apareció su sucesor, El Monitor Araucano, también dirigido por Camilo Henríquez. El 23 de junio de 1813 el Senado estableció la libertad de imprenta, aunque dejó la censura previa para los escritos religiosos. Este paso, aunque parcial, dio la razón al padre del periodismo chileno, que mostró gran lucidez al luchar por la libertad de prensa. 34


El 30 de septiembre de 1814, un día antes del desastre de Rancagua, apareció el último número de El Monitor. Después de la derrota patriota, Camilo Henríquez emigró a Buenos Aires, donde continuó su labor de periodista, dirigiendo tres publicaciones. En la capital argentina escribió dos dramas de contenido político: “Camila o la patriota de Sudamérica”, editada en Buenos Aires, y “La inocencia en el asilo de las virtudes”, que quedó inédita. ‘Camila’, escrita en 1817, tiene la importancia de ser la primera obra dramática chilena que se ha conservado y porque permite conocer la amplia cultura de su autor. Para Camilo Henríquez, precursor del teatro comprometido, éste no era un arte, sino un instrumento, una escuela pública desde donde se debía educar para alcanzar el progreso social y político del país.. En el Nº 31 de La Aurora, con fecha 10 de septiembre de 1812, había escrito: “Yo considero el teatro únicamente como una gran escuela pública; y bajo este aspecto es innegable que la musa dramática es un gran instrumento en manos de la política”.

Camilo Henríquez dedicó especial atención a la educación. En noviembre de 1811 elaboró un plan de estudios con el objeto de organizar la enseñanza pública. Fue el primer esbozo de lo que sería el Instituto Nacional. Por esa época, la educación era monopolio de la Iglesia. Una vez que asumió Bernardo O’Higgins como Director Supremo en febrero de 1817, éste realizó grandes esfuerzos por contar con el aporte del fraile patriota, aunque éste había sido un decidido partidario de los Carrera. Camilo Henríquez aceptó y jugó un notable rol en el desarrollo de la educación fiscal. Por entonces se crearon las primeras escuelas públicas y se fundó el Liceo de La Serena. Para paliar la carencia de profesores, se adoptó el sistema

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lancasteriano, en el que los alumnos más aventajados hacían el papel de monitores, ayudando a sus compañeros. Derrocado O’Higgins en enero de 1823, Camilo Henríquez continuó actuando en política. Fue elegido diputado en 1824, representando a Copiapó. Falleció en Santiago, el 16 de marzo de 1825, a los 56 años de edad, pobre, casi en la miseria, en una casa de la calle Teatinos Nº 33.

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IV.- SE PRODUCEN GRANDES CAMBIOS ECONOMICO-SOCIALES

A. SURGE LA CLASE OBRERA CHILENA “Detrás de los libertadores estaba Juan trabajando, pescando, combatiendo, en su trabajo de carpintería o en su mina mojada. Sus manos han arado la tierra y han medido los caminos. Sus huesos están por todas partes. Pero vive. Regresó de la tierra. Ha nacido. Ha nacido de nuevo como una planta eterna” (Pablo Neruda: “Canto General”)

Contrariamente a lo que sostienen algunos historiadores burgueses, la Independencia ejerció enorme influencia en el desarrollo del país. Rota la dependencia a España, Chile estuvo en condiciones de comerciar libremente. Poseía importantes riquezas mineras, especialmente cobre y plata. En Europa, Inglaterra vivía un impetuoso proceso de industrialización y requería de ese tipo de materias primas. Se produjo un importante flujo comercial entre ambos países. Los recursos provenientes de esas ventas fueron acumulados por los propietarios de las minas y, en menor proporción, por el Estado. Hubo posibilidades de aumentar ese comercio. Pero para ello era necesario ampliar los yacimientos mineros, mejorar sustancialmente las vías de comunicación, los medios de transporte y la capacidad de los puertos. Un significativo porcentaje de las ganancias fue invertido en aumentar y mejorar la producción minera y desarrollar vastas obras públicas. Los yacimientos, donde laboraban unos pocos operarios, dieron trabajo ahora a cientos y a miles. Se construyeron caminos y puentes. Se tendió la primera línea férrea del país, precisamente entre un centro minero, Copiapó, y un puerto de embarque, Caldera. Fue inaugurada el 25 de diciembre de 1851. Se mejoraron las instalaciones portuarias. Se 37


necesitó fabricar y reparar máquinas, carretas, vagones ferroviarios, herramientas. Surgieron así fundiciones, talleres, maestranzas, fábricas. Los operarios ocupados en los grandes minerales; los que construyeron caminos, puentes, vías férreas; los que cumplían funciones en los medios de transporte, los que cargaban y descargaban en los puertos; los que trabajaban en fundiciones, talleres, maestranzas y fabricas, eran muy distinto del artesano, campesino o peón existentes desde antes de la Independencia. Tenían formas distintas de laborar, vivir, pensar y actuar. Constituían un ente social nuevo. Formaban la clase obrera o proletariado, surgido como consecuencia de los cambios económico-sociales, del aparecimiento de formas capitalistas de producción; proceso, cuyo eslabón inicial en Chile, lo constituyó la minería. De esta manera, surgieron los primeros destacamentos de la clase obrera chilena en la región de Atacama, a partir de los años 20 del siglo XIX.

Los obreros son jurídicamente libres. Ninguna ley les obliga a trabajar bajo un patrón determinado. Son libres para elegir entre morirse de hambre o ser explotado por un capitalista. Esto, porque no poseen medio de producción alguno. Sólo disponen de su fuerza de trabajo, que para subsistir deben venderla, recibiendo por ella un salario. El obrero labora en grupos, nunca solo. Esto le otorga una importante fuerza moral, sicológica y social, que no tiene el solitario.

Las condiciones de vida y de trabajo del proletariado en el siglo XIX eran terribles. El escritor y periodista, José Joaquín Vallejo (Jotabeche) dejó un dramático testimonio sobre las labores en el mineral de plata de Chañarcillo, ubicado cerca de Copiapó:

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“A la vista de un hombre semidesnudo que aparece en la bocamina, cargando a la espalda 8, 10 y 12 arrobas (una arroba equivale a 11,5 kilos. Nota del autor), después de subir con tan enorme peso por aquella larga sucesión de galerías, de piques y frontones; al oír el alarido penoso que lanza cuando llega a respirar el aire libre, nos figuramos que el minero pertenece a una raza más maldita que la del hombre, nos parece un habitante que sale de otro mundo menos feliz que el nuestro, y que el suspiro tan profundo que arroja es una reconvención amarga dirigida al cielo por haberlo excluido de la especie humana”. Si a lo narrado por Vallejo, agregamos las largas jornadas de trabajo, los bajos salarios, la total carencia de seguridad laboral, pésima alimentación, viviendas insalubres e incluso castigos físicos que, a veces, llegaban hasta la muerte, ¿qué de extraño tiene que en 1834, a sólo dos años de iniciar sus actividades, se haya producido precisamente en el mineral de Chañarcillo, la primera huelga obrera en Chile y uno de los cuatro primeros movimientos obreros en el mundo? La clase obrera nació combatiendo. En el siglo XIX llevó a cabo 110 paros. Pero durante esa centuria y hasta la primera década del siglo XX, el proletariado chileno vivió la etapa, según la definición de Carlos Marx, de una “clase en sí”. Tenía una existencia objetiva, pero carecía de conciencia de clase y de organizaciones ( en lo sindical y político) propias.

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B. EL MITO DE DIEGO PORTALES “El 7 de abril de 1837 fueron fusilados en la plaza mayor de Curicó Faustino Valenzuela, Manuel Barros y Manuel José de la Arraigada ante la silenciosa amargura general del vecindario. El Intendente de la provincia de Curicó solicitó de Portales el indulto de Valenzuela. El Ministro puso de su puño y letra una rotunda negativa” (Encina-Castedo: “Resumen de la Historia de Chile”. Tomo II, p. 905)

La historia oficial denomina revolución a cualquier acción perpetrada por la reacción. Es el caso de la guerra civil de 1829-1830, desatada por los conservadores encabezados por el general Joaquín Pinto, que vencieron a las fuerzas liberales en la batalla Lircay el 15 de abril de 1830. Esta “revolución”, a decir de los historiadores burgueses, dio inicio a gobiernos autoritarios y antipopulares. El primero de ellos fue el del Presidente Joaquín Prieto, que tuvo como su vicepresidente a Diego Portales. Portales ha sido calificado por la historia oficial como el que “sentó las bases de un gobierno democrático”, como

“insigne estadista nacional”, “el político chileno más

influyente”, “el gran organizador de la República”. El dictador Pinochet le dio su nombre a la casa donde gobernaron los fascistas en los primeros años. El Presidente Ricardo Lagos sostuvo que Diego Portales “estableció los cimientos del Chile republicano” y

valoró

su “capacidad de entender lo profundo del ser nacional y el tipo de conducción política que tenía que hacer”.

¿Quién fue en realidad Diego Portales Palazuelos? Nació en 1793, siendo uno de los 23 hijos del matrimonio de

José Santiago Portales y María Encarnación Fernández de

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Palazuelos. En 1821 se inició como comerciante en un negocio de paños. Se asoció con José Miguel Cea y ambos se embarcaron hacia el Perú. En 1922 regresó a Chile al borde de la quiebra. Constituyó la casa comercial Portales, Cea y Cía. Logró un contrato con el gobierno del general Ramón Freire (el mismo que había encabezado el derrocamiento de O’Higgins), que le otorgó el estanco (monopolio) de las ventas del tabaco, naipes, licores y té. Recibió del Estado, además, un cuantioso préstamo a diez años, sin intereses, con el compromiso de cancelar la deuda externa que Chile tenía con Inglaterra. No cumplió y no le pasó nada. En 1830 –como hemos visto- la oligarquía impuso su poder con las armas en Lircay. Los comerciantes se plegaron a los vencedores. Fue a este “concubinato” al que representó Portales. En su régimen hubo una alianza entre una parte de la burguesía (comerciantes, manufactureros, mineros) con los latifundistas. Este pacto social fue la base de la acción portaliana. En los dos períodos en que tuvo el poder en sus manos actuó como un dictador. Eliminó a todos los partidos políticos, con la sola excepción de los “estanqueros” que él encabezaba. Fusiló, encarceló y desterró a opositores. Tenía un especial concepto de la democracia. Estando en Lima, escribió en 1922 a su socio Cea: “La democracia, que tanto pregonan los ilusos, es un absurdo en los países como los americanos, llenos de vicios y donde los ciudadanos carecen de toda virtud, como es necesaria para establecer una verdadera república”. Y agregaba que se necesitaba “un gobierno fuerte, centralizado, cuyos hombres sean verdaderos modelos de virtud

y

patriotismo, para así enderezar a los ciudadanos por el camino del orden y de las virtudes”. Naturalmente, él se consideraba uno de esos hombres. Olvidaba, claro está, que

su vida

privada no era tan virtuosa y que a la madre de sus hijos, la peruana Constanza 41


Noredenflycht, -a la que sedujo cuando ésta tenía 16 años, abusando de la confianza de su familia- le dio un trato indigno.

Portales tomó medidas contra el Ejército que había luchado en las guerras de la Independencia. Formó las poderosas milicias cívicas –fuerza civil y militarizada que llegó a contar con 25 mil hombres armados- para neutralizarlo. También eliminó de las filas a los más prestigiosos jefes que habían combatido contra las tropas del monarca español.

Portales, a diferencia de los combatientes por la Independencia de América del Sur que sostenían una posición internacionalista, tenía un “patriotismo” exclusivo y excluyente. Era un chovinista que deseaba hacer de Chile –como le gustaba decir- la “Inglaterra del Pacífico”, basando su progreso en la expansión económica y comercial, ejerciendo el dominio de los mares. Por ello, desde un comienzo se decidió a combatir por todos los medios a la Gran Confederación Perú-Boliviana, creada en Lima el 28 de octubre de 1836, por el general boliviano Andrés de Santa Cruz, Mariscal de Zepita. Esta no tenía como objetivo atacar a Chile o limitar sus posibilidades comerciales, sino hacer realidad el sueño bolivariano de unir a los pueblos de América del Sur. Una prueba de las positivas intenciones de Santa Cruz, fue que Bernardo O’Higgins, desterrado en Perú, apoyara con entusiasmo el proyecto del general boliviano; el patriota chileno, además, intentó impedir que las diferencias entre Portales y Santa Cruz desembocaran en un conflicto armado. Pero Portales estaba decidido a destruir la Gran Confederación. En diciembre de 1836, el Congreso, controlado por la reacción, autorizó al Presidente Prieto para declarar la guerra a la Confederación. Este conflicto era impopular en Chile. Sectores del Ejército estaban en 42


contra de una

confrontación bélica. Portales agudizó la represión. En Curicó fueron

fusilados tres ciudadanos. Un enorme malestar existía en todo el país. El 3 de junio de 1837, mientras pasaba revista a un destacamento del Ejército en Quillota, Portales fue apresado y tres días después fusilado. El Gobierno responsabilizó de este hecho a simpatizantes de la Confederación. Levantó la figura de Portales como un mártir defensor de la soberanía. Así logró que esa guerra injusta se hiciera popular. Comenzaba a tejerse el mito de Diego Portales, sostenido por historiadores de derecha, como es el caso de Francisco Antonio Encina. Otros, como Benjamín Vicuña Mackenna, se han esforzado por rescatar la verdad sobre este personaje.

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V.- LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX

A. IDEAS REVOLUCIONARIAS HACIA 1850 “Su carácter seco y reservado se transfiguraba delante de las multitudes. La sangre afluía a sus mejillas, pálidas de ordinario como la muerte; sus facciones delicadas ganaban relieve y de sus labios finos partían los acentos de una voz poderosa y admirablemente timbrada. La vestimenta exótica, los largos cabellos ondulados y los ojos azules, iluminados por el delirio, penetraban como efluvio místico en el auditorio, electrizándolo”. (Encina-Castedo: “Bilbao orador”, en “Resumen de la Historia de Chile”. Tomo II, p. 993)

Según historiadores reaccionarios las ideas revolucionarias surgidas en Chile hacia 1850, eran totalmente extrañas al país. Hacia mediados del siglo XIX, cuando la clase obrera chilena alcanzaba a 30 mil proletarios, las ideas

del liberalismo revolucionario agitaban a sectores de jóvenes

intelectuales, profesionales, artesanos e incluso obreros.

El 14 de abril de 1850, cuatro jóvenes intelectuales (Santiago Arcos Arlegui, Francisco Bilbao, Eusebio Lillo y José Zapiola), junto con dos muchachos trabajadores (Antonio Larrachea y Cecilio Cerda) fundaron la Sociedad de la Igualdad, inspirados en los principios e ideales burgueses de la Revolución Francesa del siglo XVIII.

Fue la primera institución en la historia de Chile nacida con el objetivo de organizar a los trabajadores chilenos y de incorporar a las masas populares a la lucha política. Se planteó las tareas de contribuir a mejorar las condiciones de vida de los asalariados, conquistar la libertad electoral y mantener las libertades públicas. 44


En agosto de 1850, a pocos más de tres meses de existencia, contaba con dos mil asociados. Su desarrollo inquietó a la reacción. La represión cayó contra ella. El 19 de ese mes, su sede fue atacada por policías y hampones. Como respuesta a la agresión, se llevaron a cabo masivas manifestaciones de repudio. Gobernaba el general Manuel Bulnes, quien dictó un decreto prohibiendo la Sociedad de la Igualdad y ordenando la detención de sus dirigentes.

Uno de ellos era Francisco Bilbao. Sobre él se han escrito algunos libros en que lo critican ácidamente. Uno de estos pertenece a Pedro N. Cruz, quien afirma: “Todas las obras de Bilbao, desde la primera a la última, están infladas por un dogmatismo irritante... Todos los adversarios de las doctrinas que sustenta son y precisamente han de ser estúpidos, imbéciles, serviles, hipócritas, y amontona sobre ellos groserías de toda especie”.

¿Quién fue realmente Francisco Bilbao? Había nacido en Santiago el 9 de enero de 1823. Su padre, Rafael Bilbao, hombre de principios democráticos, de ideas liberales, fue expulsado del país por el gobierno conservador del general Joaquín Prieto. Salió al destierro acompañado de Francisco, que a la fecha tenía once años de edad. Retornaron a la patria en 1839. Ya en Chile, el joven Francisco Bilbao leyó el “Libro del Pueblo”, de Félicite Robert de Lammenais, que lo impactó. Ya había leído a Voltaire, Rousseau y otros filósofos revolucionarios.

El 10 de junio de 1844, la revista “El Crepúsculo” publicó un ensayo de Francisco Bilbao con el título “Sociabilidad Chilena.” Este hacía un profundo examen de la situación social del país y analizaba las causas de su atraso. Según él, éstas eran el haber transplantado a 45


Chile la tradición monárquica y sobre todo el cristianismo, pervertido por los sacerdotes católicos. El trabajo de Bilbao desató un escándalo mayúsculo. “La revista Católica” pidió para el autor las penas del infierno. El 13 de junio fue presentada una acusación fiscal ante el Juzgado del Crimen. Se acusaba a Bilbao de blasfemia, sedición e inmoralidad.

Bilbao asumió su propia defensa. El 14 de junio de 1844 se realizó el juicio. El joven revolucionario, brillante orador, de acusado se transformó en acusador, convirtiendo el proceso en un juicio contra el injusto orden existente. En su encendida defensa se dirigió al acusador y le dijo: “Ahora, señor fiscal, ¿quién sois vos? La filosofía os asigna el nombre de retrógrado. ¡Eh! ¡Bien! Innovador, he aquí lo que soy; retrógrado, he aquí lo que sois...”

Bilbao fue absuelto del delito de sedición, pero condenado a pagar una multa de 1.200 pesos por inmoral y blasfemo. En las afueras del tribunal más de mil jóvenes esperaban el resultado del juicio. Eran estudiantes y artesanos. Al conocer la pena impuesta, reunieron la cantidad exigida y cancelaron la multa. Salió libre Bilbao y se improvisó un desfile por las principales calles de Santiago, en que era llevado sobre los hombros el joven de 21 años, que había desafiado a la reaccionaria sociedad del Chile de 1844.

La oligarquía y sus aliados no perdonaron la “insolencia” de Bilbao. Fue perseguido con saña. La Corte Suprema de Justicia ordenó quemar en público su escrito. Se le exoneró de las clases de derecho que dictaba en el Instituto Nacional. Los sacerdotes desde el pulpito, así como los profesores en las aulas, refutaban las “perniciosas doctrinas” del joven liberal. En la Catedral Metropolitana se le excomulgó. 46


Debió abandonar el país. Llegó a la capital de Francia a comienzos de 1845. Allí tomó contacto y conoció a importantes personalidades. En junio de 1848 combatió en las barricadas obreras de París. Retornó a Chile el 1 de febrero de 1850. El 14 de abril participó en la fundación de la Sociedad de la Igualdad. Todos sus socios estaban muy influidos por los acontecimientos de la Revolución Francesa del siglo XVIII. Incluso algunos cambiaron su nombre: Bilbao adoptó el de Vergniaud, gran orador revolucionario; Santiago Arcos, el de Marat; Eusebio Lillo, el de Rouget de Lisle, autor de la Marsellesa.

Cuando el 14 agosto de 1850, se produjeron las manifestaciones condenando el asalto a la sede de la Sociedad de la Igualdad, Bilbao encabezó la gran marcha. Logró escapar a la represión desatada por el Gobierno del general Bulnes en noviembre. Vivió clandestinamente en el país. Participó en el derrotado alzamiento cívico-militar del 20 de abril de 1851. Bilbao se exilió en el Perú. Consecuente internacionalista, participó en las luchas políticas de ese país entre 1851 y 1855. De nuevo viajó a Europa. Regresó a América Latina, residiendo en Buenos Aires. Se dedicó al periodismo. Tomó parte en las actividades políticas.

Falleció en la capital argentina en febrero de 1865, a la edad de 41 años.

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B. LA GUERRA DEL SALITRE

“La Guerra de 1879 en que la clase gobernante de Chile anexó la región del salitre” (Luis Emilio Recabarren: “Pobres y ricos”. Rengo, 1910)

La historia oficial chilena llama Guerra del Pacífico al conflicto bélico, que entre 1879 y 1883, desangró a Chile, Bolivia y Perú. Ello para ocultar la verdadera causa de la conflagración: el salitre. El océano Pacífico es la mayor masa marítima del planeta. Su superficie abarca 180 millones de kilómetros cuadrados y sus aguas bañan tres continentes: América, Asia y Australia. La guerra que nos preocupa se desarrolló en un mínimo rincón de ese océano y en su transcurso hubo sólo dos combates navales: el de Iquique, el 21 de mayo de 1879, y el de Punta de Angamos, el 8 de octubre del mismo año. Ambos duraron unas pocas horas y participaron seis naves. Dos peruanas, el Huáscar y la Independencia; cuatro chilenas, la Esmeralda, la Covadonga, el Cochrane y el Blanco Encalada. Posteriormente, la flota chilena surcó el Pacífico en tres ocasiones y sólo para transportar tropas. El escenario naval de ese conflicto abarcó desde Antofagasta a Pisco, unos 2 mil kilómetros.

Historiadores alemanes denominan a esta conflagración Salpeterkrieg (Guerra del Salitre). Y es el nombre adecuado.

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Durante años, el desierto de Atacama –al sur de Bolivia y al norte de Chile- fue despreciado por ambos países. Pero todo cambió al descubrirse el valor del salitre y que en el desolado de Atacama, como también se le llamaba, existían importantes yacimientos de nitrato. Comenzaron las discusiones sobre la frontera. El primer tratado de límites entre Chile y Bolivia, firmado en 1866, fijó como frontera el paralelo 24º latitud sur y dejó una zona compartida entre ambos países, el territorio comprendido entre los paralelos 23 y 25. Chile y Bolivia se repartirían por partes iguales las riquezas que se produjeran en esa franja. En 1874 se suscribió un segundo tratado, que mantuvo la frontera en el paralelo 24, eliminándose la zona compartida. En compensación, Bolivia se comprometió a no alzar durante 25 años los impuestos “a las personas, industrias y capitales chilenos”.

En Antofagasta, territorio boliviano, se instaló la Compañía de Salitre de Antofagasta, de capitales chilenos, que el 1º de Mayo de 1872 inició las exportaciones del “oro blanco” a Europa.

Más al norte, Perú puso en vigencia, con fecha 28 de marzo de 1875, una ley mediante la cual expropió las oficinas salitreras de Tarapacá, pagando a sus antiguos propietarios con certificados.

En 1879 el Presidente de Bolivia Tomás Frías fue derrocado por un golpe militar, encabezado por el general Hilarión Daza. Este gravó con un impuesto de 10 centavos cada quintal

de salitre exportado desde

territorio boliviano. La Compañía de Salitre de

Antofagasta se negó a cancelarlo. Entonces Daza ordenó el embargo y el remate de esa

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empresa. El Gobierno chileno salió en defensa de los capitalistas connacionales. Rompió relaciones con Bolivia y el 14 de febrero de 1879, día señalado para el remate, 200 soldados al mando del coronel Emilio Sotomayor, invadieron

suelo

boliviano, ocuparon

Antofagasta, impidiendo la subasta. Ante este atropello a su soberanía, Bolivia declaró la guerra a Chile el 1º de marzo. Otro tanto hizo Perú, que había firmado un pacto con Bolivia. El 5 de abril, Chile declaró la guerra a los aliados. Comenzó la conflagración con triunfos de las tropas chilenas, que hacia fines de 1879 tenían en sus manos la región de Tarapacá.

Pero en la región se libraba otra guerra secreta. Los protagonistas eran dos ingleses que no usaban fusiles ni cañones. Sus armas consistían en la especulación y la falta de escrúpulos. Uno era Robert Harvey, que había llegado a Tarapacá en 1874. Poco antes de la ocupación de esa provincia por los chilenos, el gobierno peruano lo había designado Inspector General de Salitreras. En 1880, fue confirmado en ese cargo por el gobierno de Chile, otorgándole amplias atribuciones. Recibía sueldo de los dos países y a ambos entregaba informes falsos. El otro británico, John Thomas North, llegó a Chile en 1866 con 10 libras esterlinas en los bolsillos. Trabajó como mecánico en la maestranza ferroviaria de Caldera. Después se trasladó a Tarapacá, donde se asoció con su compatriota Harvey. Ambos aprovecharon la caótica situación producida por la guerra y, con triquiñuelas y engaños, compraron certificados que el gobierno peruano emitió al expropiar las salitreras, cuando se cotizaban a un 11% de su valor nominal. Pudieron hacer esas compras gracias a los generosos créditos que les otorgaron los bancos chilenos Edwards y Valparaíso.

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Aún no finalizaba la guerra cuando el gobierno chileno de Domingo Santa María decretó, el 28 de marzo de 1882, la entrega de títulos de propiedad definitiva a quienes tuviesen certificados salitreros. De esta forma fueron entregadas a particulares más de 80 oficinas salitreras. Otras 71 quedaron provisoriamente en manos del Estado chileno. Algunos tenedores de certificados como John Thomas North, Robert Harvey y la Casa Gibbs, pasaron a ser propietarios de las más importantes y ricas oficinas salitreras, controlando la industria del nitrato y transformando el Norte Grande chileno en una factoría británica.

John Thomas North se convirtió en el “rey del salitre”, uno de los hombres más ricos del mundo. Fue dueño de numerosas oficinas salitreras, de los ferrocarriles y de una serie de otras empresas; monopolizó la distribución del agua potable y del comercio en la pampa, desde la harina y carbón hasta la carne y verduras. Fundó el Bank of Tarapacá and London Ltda.. Tuvo a su servicio a abogados y parlamentarios liberales, conservadores y radicales. Hizo importantes inversiones en Inglaterra, Francia, Bélgica, Egipto, Australia y Brasil.

El 10 de julio de 1883 se libró en Huamachuco el último combate de una guerra en que murieron 23 mil soldados bolivianos, chilenos y peruanos. Chile conquistó dos provincias, Tarapacá y Antofagasta, pero el salitre, razón y motivo del conflicto, pasó en su mayor parte a manos de capitalistas británicos. Fue así como el imperialismo inglés clavó su lanza en Chile.

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Con esta guerra de conquista, el territorio chileno se extendió al norte del río Copiapó, límite que tenía desde fines del siglo XVI. Creció en 180 mil kilómetros cuadrados, con una población que sumaba algo más 100 mil habitantes, de los cuales el 40% constituía la población activa. Hacia 1885 los obreros salitreros eran 4.571; en 1895 alcanzaban a 22.500. La guerra del salitre significó un aumento en cantidad y calidad del proletariado chileno.

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C. LA “PACIFICACIÓN” DE LA ARAUCANIA “El mapuche que antes fue libre, viviendo en sus tierras que eran extensas, fue vencido y obligado a vivir en reducciones y a transformarse en agricultor” (Carlos Olivares Adasme: “La ocupación de Villarrica”)

Ya el título que la historia oficial da a este capítulo es una tergiversación. Como hemos visto, hacia fines del siglo XVI, las luchas del pueblo mapuche expulsaron al invasor de las tierras al sur del río Bio Bio. Con la llegada de la República la situación no varió. Después de tres siglos de encuentros esporádicos, se inició en 1862, durante el Gobierno José Joaquín Pérez, la ocupación de la Araucanía, zona comprendida entre los ríos Bio Bio y Toltén, en donde habitaban 100 mil indígenas (picunches, huilliches, cuncos, pehuenches y mapuches). La campaña de anexión fue llevada a cabo según un plan confeccionado por el general Cornelio Saavedra, quien había sido nombrado Intendente de Arauco en 1860.

Este

comprendía acciones militares, fundación de fuertes y ciudades, construcción de obras públicas. La aparición en 1861 del francés Orellie Antoine de Tounens, que se proclamó Rey de la Araucanía, con el título de Orellie Antoine I, dio nuevos argumentos para la ocupación militar de esa zona, pues hizo temer una eventual alianza de Francia con tribus mapuches.

En poco tiempo, el general Cornelio Saavedra ocupó militarmente la zona comprendida entre los ríos Bío Bío y Malleco. En 1862 refundó la ciudad de Angol y los fuertes de Mulchén y Lebu. No fue una anexión pacífica, porque los mapuches que habitaban en las

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cercanías del Malleco opusieron resistencia armada. Hubo una sublevación liderada por el cacique Quilapán. Por su parte pehuenches y costinos pactaron con las autoridades chilenas.

En 1866 se promulgó la ley sobre tierras de la Frontera, que fue la base para la constitución de la propiedad en la Araucanía y de la radicación de los mapuches en comunidades o reducciones. Ese mismo año, el general Cornelio Saavedra fue designado comandante del Ejército de la Frontera. Entre 1867 y 1868 se llevó a cabo una segunda campaña del general Saavedra. Hubo varios combates. Uno de estos se produjo en 1868,entre la división del comandante Lagos y las fuerzas dirigidas por el cacique Quilapán, siendo derrotadas las tropas chilenas. A partir de ese encuentro y hasta 1869, el ejército del general Saavedra llevó adelante una campaña de exterminio contra los mapuches, destruyendo sus siembras y quemando sus aldeas, en la línea del río Malleco.

En 1870 Cornelio Saavedra realizó con los indígenas de la costa el Parlamento de Toltén. Constituyó un primer paso para unir ese lugar con Villarrica, a través de un camino y la construcción de fuertes, con la idea de aislar a los mapuches. Fracasó. Entonces las autoridades chilenas optaron por consolidar la ocupación de la región hasta el río Malleco. En 1871 se produjo una violenta ofensiva de las fuerzas del cacique Quilapán contra la línea del mencionado río. En 1873 se construyó una línea férrea uniendo San Rosendo con Angol. Ese año se inició, también, el remate de las tierras de la Araucanía. En 1879, al iniciarse la Guerra del Salitre, el Ejército de la Frontera fue enviado al Norte.

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En enero de 1881 los mapuches se alzaron en rebelión intentando recuperar los territorios hasta el Bio Bío. Sitiaron Traiguén, Levelúan, Los Sauces y Andecul. Invadieron, además, los campos de Curaco y Collipulli. Su objetivo era arrasar con los fuertes y apoderarse del ganado. Participaban en la lucha liberadora los cuatro “futalmapus” (grandes alianzas territoriales de los mapuches) existentes entre los ríos Bio Bío y Toltén, encabezados por los caciques Marileu Colipi, Huentecal, Menchiqueo, Melín Marihual y Pichunlao. Los triunfos de Chorrillos y Miraflores (13 y 15 de enero de 1881) permitió al Gobierno contar con fuerzas para atacar a los combatientes por su tierra. El 28 de enero, llegó a Angol el Ministro del Interior Manuel Recabarren con 2 mil hombres de las tres armas: caballería, infantería y artillería. Su misión era imponer la “línea del Cautín”, que tenía por objeto dejar libre del peligro indígena toda la región entre el río Cautín y el Bio Bío. El 4 de febrero emprendió la marcha desde Angol en dirección a Traiguén la infantería, comandada por el teniente coronel Evaristo Marín. El día 10 partieron otras fuerzas al mando del ministro Manuel Recabarren. El 13 de febrero se fundó el primer fuerte de la línea del Cautín, en Quino, junto al río del mismo nombre. Los mapuches, ante la superioridad de las tropas enemigas se retiraban quemando pastos, montes y rucas. El día 15 se levantó el fuerte Quillem. Los mapuches asaltaron en Perquenco una parte del convoy de carretas que traían abastecimiento para los efectivos chilenos. En esa acción cayeron combatientes de ambos lados. El 18, los soldados del Gobierno echaron las bases del fuerte Aníbal Pinto, que enseguida se denominó Lautaro. El día 21 de febrero la división de Manuel Recabarren llegó a Pillanlelbún, donde fundaron otro fuerte. El 23, los “pacificadores” se dirigieron al cerro Ñielol, donde habitaban las tribus de Maquehua. A unos cuantos centenares de metros al sur de ese cerro, junto al río 55


Cautín, en un lugar que los mapuches llamaban “huapi” (la isla), fundaron el fuerte de Temuco (que significa “agua de Temo”), el 24 de febrero de 1881.

En 1882, asegurada la victoria en la Guerra del Salitre, el gobierno chileno envió nuevas tropas al sur. A su mando venía el coronel Gregorio Urrutia, nombrado comandante del Ejército de la Frontera. La enorme superioridad militar le permitió derrotar a los indígenas. Aplastó la última resistencia mapuche en Villarrica. Con fecha 1º de enero de 1883 escribió el coronel Urrutia: “Hoy he tomado posesión del fuerte en donde estuvo fundada la ciudad de Villarrica... Agradezco profundamente las felicitaciones, pero soy yo quien debe felicitar a los señores jefes, oficiales y tropas por los grandes esfuerzos desplegados en esta campaña, terminada el último día del año que acaba de expirar y creo será el postrero de la barbarie (sic)... En todos mis actos he procurado hacer la ocupación araucana convenciendo al indio de las ventajas de la civilización”.

Este documento enviado por el coronel Urrutia a sus superiores, es de enorme cinismo. Refleja la mentalidad de la clase dominante que, guiada por la intolerancia, no podía concebir la existencia de diversos pueblos en un país. No podía aceptar la diversidad. Para ella, los mapuches no era un pueblo culturalmente distinto, sino simplemente bárbaros, salvajes, a los que había que “civilizar”, someter por cualquier medio, especialmente con las armas. Para lograr ese objetivo sembraron la Araucanía de fuertes. Además de los ya mencionados, erigieron los de Carahue y Nueva Imperial.

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La ocupación militar de la Araucanía significó, además el derramamiento de sangre de cientos de indígenas, la usurpación de sus mejores tierras y la transformación de éstos en campesinos pobres. Al pueblo mapuche se le expropió el 90% de su territorio. De los 5 millones de hectáreas que comprendía la región entre el río Malleco y Valdivia, a los araucanos se les encerró en menos de 500 mil hectáreas. Sus comunidades o reducciones fueron estratégicamente ubicadas, separadas unas de otras, por haciendas y parcelas. A esto se llama “Pacificación de la Araucanía”, obra civilizadora de los bárbaros.

Con toda razón Lorenzo Colimán señaló: “Lo que hemos conseguido con la civilización que dicen que nos han dado, es vivir apretados como el trigo en un costal”.

La “pacificación” estuvo caracterizada por el empleo de la fuerza, por la intolerancia, el despojo de las tierras y la violencia. De esta manera, el territorio de Chile que, por tres siglos llegó hasta el Bio Bío, se extendió hacia el Sur.

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D. PROCESO DEMOCRATIZADOR Y CONTRARREVOLUCIÓN “Sitia la sombra a Balmaceda. cuando llega el día lo insultan, lo encarnecen los aristócratas, le ladran en el Parlamento, lo fustigan y lo calumnian. Dan la batalla, y han ganado” (Pablo Neruda: “Canto General”)

La historia

oficial pretende que la guerra civil de 1891, que derrocó al Presidente

Balmaceda fue una revolución, que vino a terminar con un régimen dictatorial. La verdad es que fue una contrarrevolución llevada a cabo contra

un proceso de cambios

democratizadores. Veamos los antecedentes y el desarrollo de ese hecho.

Finalizada la Guerra del Salitre, se iniciaron en el país importantes cambios políticos con un claro sello democrático. Fueron llevados adelante por elementos liberales progresistas. Durante el gobierno de Domingo Santa María (1881–1886) se dictaron las leyes sobre matrimonio civil, registro civil y de cementerios laicos. Con ellas, la Iglesia Católica –tradicional aliada de la oligarquía- vio disminuida su influencia social. Tenaz impulsor de este avance democrático fue José Manuel Balmaceda.

¿Quién era Balmaceda? Nació en Bucalemu el 19 de julio de 1840. Se dedicó a la agricultura, donde formó su fortuna. En 1864 fue elegido diputado. Dos años después fundó el periódico “La Libertad”. En 1868 ingresó al Club de la Reforma, donde se agrupaban los jóvenes liberales progresistas. En 1870 llegó nuevamente a la Cámara de Diputados y, en 1885, al Senado.

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Apoyado por liberales y radicales, triunfó en los comicios presidenciales del 15 de junio de 1886. José Manuel Balmaceda asumió la Presidencia de la República el 18 de septiembre de ese año. Desde que llegó al Gobierno mostró una gran capacidad para valorar acertadamente el momento que vivía Chile, enfrentando con valentía y audacia los problemas existentes. Comprendió lo negativo que era para el país basar su futuro sólo en las entradas del salitre. En un discurso pronunciado en Iquique el 8 de marzo de 1889, señaló: “Debemos invertir el excedente de las rentas sobre los gastos en obras reproductivas para que en el momento en que el salitre se agote o se menoscabe su importancia por descubrimientos naturales o por progresos de la ciencia, hayamos transformado la industria nacional y creado con ella y los ferrocarriles, la base de nuevas rentas y de una positiva grandeza... Atesoraremos en ferrocarriles y construcciones públicas los 20 millones en que la renta ordinaria excede actualmente a los gastos”. Este justo razonamiento explica la obra, febrilmente creadora, que impulsó durante su Gobierno. Fue un Presidente que supo ver el presente con ojos del mañana.

Durante su administración (1886-1891) se construyeron 1.200 kilómetros de líneas férreas, 1.000 kilómetros de caminos y más de 300 puentes; se tendieron 1.500 kilómetros de líneas telegráficas. Se levantaron más de cien edificios para escuelas, con capacidad para 35 mil alumnos, y 20 centros penales. Se dotó de agua potable a 20 ciudades; se canalizó el Mapocho. Fueron habilitados diez puertos. Se crearon 350 escuelas de diversos tipos: primarias, normales, agrícolas, de minas y la primera escuela técnica femenina; liceos y el Instituto Pedagógico. 59


Como sostiene el historiador chileno Hernán Ramírez Necochea, “el plan de obras públicas estaba modificando de manera favorable para las clases asalariadas el mercado del trabajo y promovía, por otro lado, profundas transformaciones sociales”.

La gigantesca construcción de obras publicas, donde se cancelaban salarios más altos que en otras actividades, produjo el éxodo de campesinos. Las haciendas quedaron sin brazos para sus labores. En una ocasión Macario Ossa, representante de los latifundistas, reprochó a Balmaceda por esta situación. El Presidente le replicó: “El remedio está en sus manos: paguen a sus obreros lo mismo que les paga el fisco y tendrán brazos en abundancia”. Así era Balmaceda, un hacendado que no vaciló en perjudicar a su clase en aras del progreso del país.

Fue un gobernante antiimperialista. Comprendió lo negativo que era para Chile el dominio británico sobre el salitre. En el discurso ya citado, pronunciado en Iquique el 8 de marzo de 1889, sostuvo: “El monopolio del salitre no puede ser empresa del Estado... Tampoco puede ser obra de particulares, ya sean estos nacionales o extranjeros,

porque no

aceptaremos jamás la tiranía economía de muchos ni de pocos. El Estado habrá de conservar siempre la propiedad salitrera suficiente para resguardar, con su influencia, la producción y venta, y frustrar en toda eventualidad la dictadura industrial en Tarapacá”.

Los británicos controlaban los ferrocarriles en el norte. Por ello, en ese mismo discurso afirmó: “Espero que en época próxima todos los ferrocarriles de Tarapacá serán propiedad

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nacional. Aspiro, señores, a que Chile sea dueño de todos los ferrocarriles que crucen su territorio”.

Durante su Gobierno, Balmaceda continuó el proceso democratizador iniciado por el Presidente Santa María. Se vinculó a los sectores más progresistas. Integró a importantes funciones político-administrativas a elementos de las capas medias.

Afirmado en ellos,

prosiguió la democratización del país. Estableció el sufragio universal, modificó positivamente la ley de municipalidades; se ampliaron las incompatibilidades parlamentarias, etc. Frente a la clase obrera tuvo una actitud solidaria. En repetidas ocasiones planteó la necesidad de elevar los salarios. En 1890, a raíz de una huelga general de los trabajadores de Iquique, los industriales de la zona pidieron apoyo al Gobierno para aplastar el movimiento. Balmaceda les envió el siguiente telegrama: “Deseo que ustedes digan cuáles son las exigencias de los huelguistas y qué pasos han dado ustedes para una inteligencia razonable y equitativa con los trabajadores”.

Balmaceda no estuvo marginado de los antagonismos sociales. Tomó partido. Se identificó con las luchas de las fuerzas sociales nuevas (obreros y clase media), cuyos intereses estaban identificados con el progreso de la república.

Residiendo en Londres, John Thomas North conoció los patrióticos planes de Balmaceda, que herían sus intereses. Viajó a Chile. Llegó a Valparaíso el 21 de marzo de 1889. Se entrevistó con el Presidente. No consiguió sus objetivos. Entonces recurrió al numeroso grupo de chilenos que, pagados por él, actuaban contra los intereses de su patria. Habían 61


abogados, periodistas, parlamentarios. Connotadas figuras políticas como Carlos Walker Martínez, líder del Partido Conservador, varias veces parlamentario; Julio Zegers, dirigente del Partido Liberal, diputado y ministro de Hacienda en 1878; Enrique Mac Iver, patriarca del Partido Radical, parlamentario durante 46 años, ministro en dos ocasiones y Gran Maestre de la Masonería. Gran cantidad de parlamentarios eran empleados a sueldo de North. Con toda razón Balmaceda escribió en 1891: “El Congreso es un haz de corrompidos. Hay un grupo a quien trabaja el oro extranjero y que ha corrompido a muchas personas”.

Cuando los medios pacíficos fracasaron, North y sus cómplices chilenos echaron mano a la violencia reaccionaria. El 7 de enero de 1891 se sublevó la Escuadra, encabezada por Jorge Montt. Se inició la Guerra Civil del 91, que costó la vida a 10 mil chilenos.

El 28 de agosto de 1891 fueron derrotadas definitivamente las fuerzas leales. Balmaceda se asiló en la legación diplomática argentina. Allí escribió su testamento político. En una de sus

partes

señaló:

”No hay que desesperarse de la causa que hemos sostenido ni del porvenir. Si nuestra bandera, encarnación del gobierno verdaderamente republicano, ha caído plegada y ensangrentada en los campos de batalla, será levantada de nuevo en tiempo no lejano y con defensores numerosos y más afortunados que nosotros y flameará un día para honra de las instituciones chilenas, y para dicha de mi patria, a la cual he amado sobre todas las cosas de la vida”.

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La historia oficial llama a esta guerra civil “Revolución de 1891” (otro de sus mitos) y da como causa de ella al conflicto entre el Poder Ejecutivo y la mayoría del Parlamento. En verdad hubo conflicto entre ambos poderes, pero éste fue el reflejo de algo más profundo. La guerra civil fue la respuesta violenta, subversiva, a la patriótica política llevada adelante por Balmaceda. La

perpetraron

los

sectores perjudicados por ella: el imperialismo

británico, los latifundistas y la oligarquía financiera criolla.

Fue una contrarrevolución. Su objetivo: frenar y borrar los cambios que se llevaban adelante en Chile desde el término de la Guerra del Salitre. Logró su meta. Dio inicio a una llamada “República Parlamentaria”, durante la cual gobernaron seis presidentes y tres vicepresidentes, que llevaron a cabo una política abiertamente antiobrera y perpetraron doce masacres.

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E. LAS IDEAS DEL MARXISMO LLEGAN A CHILE “No olvidéis las palabras del gran socialista Karl Marx: la gente de trabajo de todas partes del mundo deben ser hermanas... Ellas tienen un mundo que ganar y sólo las cadenas que perder” (“Manifiesto de la Sociedad Marítima de Socorros Mutuos”, en El Pueblo. Valparaíso, 31 de agosto de 1892).

Historiadores burgueses pretenden negar el rol

jugado por la clase obrera chilena.

Desconocen que de su seno han surgido y surgen grandes personalidades. Plantean como una contradicción antagónica ser obrero y ser intelectual. Incluso, Gonzalo Vial llegó a sostener que Luis Emilio Recabarren no era un obrero. Este líder de los trabajadores es el más importante dirigente proletario que ha existido en Chile, pero no es el único. Fueron trabajadores, que habían madurado en la lucha de clases, quienes hicieron posible que las ideas revolucionarias del marxismo cayeran en tierra fértil en este pequeño país de América Latina.

Como afirma el historiador Hernán Ramírez Necochea, “después de la Guerra de Pacífico la clase obrera chilena alcanza un nivel de relativo desarrollo, que la capacita para actuar con cierta independencia, con mayor cohesión y seguridad, conciencia y organización”. Pero no superará su condición de una clase en sí hasta iniciarse la segunda década del siglo XX. El 20 de noviembre de 1887, se fundó el Partido Demócrata, primera expresión política popular en la historia de Chile. En sus inicios estuvo constituido por artesanos, pequeños comerciantes, modestos empleados y obreros.

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El proletariado aumentó en número y combatividad. Entre 1880 y 1899, tuvieron lugar alrededor de 90 huelgas. Surgieron las primeras organizaciones obreras. En 1890 se fundó en Tarapacá la asociación La Unión es Fuerza, que agrupó a los trabajadores de esa provincia. En 1892, se creó en Valparaíso la Unión Marítima de Chile, que reunió a los trabajadores de los puertos del litoral. El 1º de mayo de 1892 se conmemoró por primera vez en el país el Día Internacional de los Trabajadores. Según antecedentes recogidos, en ese año se inició el período del conocimiento del marxismo en Chile. Era frecuente que se mencionara a Karl Marx y que se citaran párrafos del Manifiesto del Partido Comunista, de Marx y Engels, publicado por primera vez en Londres el 24 de febrero de 1848.

El periódico El Pueblo, de Valparaíso, publicó, en su edición del 12 de agosto de 1893, un artículo firmado con las iniciales A.B.L., donde se hacen acertadas referencias a Marx.

En 1894 ocurrió un hecho que tendrá gran repercusión en el futuro.

Luis Emilio

Recabarren Serrano, obrero tipógrafo, ingresó a la lucha social, al afiliarse al Partido Demócrata. Recabarren había nacido en Valparaíso el 6 de julio de 1876. Sus padres eran modestos comerciantes. Tenía cinco hermanas y un hermano. Pudo estudiar sólo cuatro años en una escuela primaria de ese puerto. Su familia se trasladó a Santiago, allí el joven Luis Emilio, a la edad de 14 años, debió entrar a trabajar como obrero en una imprenta. Pronto aprendió el oficio de tipógrafo. A pesar de ser súper explotado (largas jornadas, bajos salarios, falta de seguridad industrial) se dio el tiempo y las fuerzas para leer y estudiar. Fue un 65


autodidacta, que atraído por los discursos de los líderes demócratas, que hablaban de los trabajadores, de la lucha por su emancipación, se incorporó a ese partido.

En 1896 se fundó en Santiago el Centro Social Obrero. El 22 de noviembre, salió el primer número de su órgano oficial, El Grito del Pueblo, a través del cual se difundían los principios del socialismo científico. En la edición del 29 de diciembre apareció un artículo titulado El Socialismo en Chile, firmado con el seudónimo de Karl Marx, donde se afirmaba: “Las ideas para expandirse no respetan nada... Atraviesan soberbias cordilleras como los Andes, para sentar sus reales en el indolente Chile y convertir a hijos del pueblo, acostumbrado a besar la mano del verdugo que los azota, en hombres libres que luchan sin miedo por emanciparse del yugo burgués”.

Ese mismo año surgió en Santiago la Agrupación Fraternal Obrera. Uno de sus fundadores, Luis L. Olea, se definía como marxista. En carta dirigida a David Acosta y publicada por El Proletario, el 20 de septiembre de 1897, sostuvo: “Diviso en esos temas al gladiador temerario que desafiando las fieras humanas esgrime con la seguridad del éxito las armas de la razón templadas en el yunque de las teorías de Marx.” Ese mismo periódico, publicó el 17 de octubre de 1887, un artículo donde se decía: “La lucha de clases, desconocida hasta ayer en Chile, se empeñará desde hoy, frente a frente proletarios y burgueses, artistas y profanos, reformadores y reaccionarios, víctimas y verdugos”.

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En octubre de 1897 se fusionaron el Centro Social Obrero y la Agrupación Fraternal, dando nacimiento a la Unión Socialista, que proclamó que tenía “por objeto implantar el socialismo en Chile”. El 8 de diciembre se transformó en Partido Socialista.

En 1897 se fundó en Punta Arenas la Unión Obrera. En la primera edición de su periódico El Obrero, de fecha 26 de diciembre, planteó la necesidad de “la posesión del poder político por la clase obrera y la transformación de

los instrumentos de trabajo en

propiedad colectiva, social o común”. En 1898 se creó en Santiago el Partido Obrero Socialista Francisco Bilbao. Su órgano El Trabajo, de 26 de diciembre de ese año, proclamó que “El obrero no debe esperar nada de tantos falsos apóstoles, su emancipación social, política y económica debe ser obra del obrero mismo y esto se conseguirá mediante la unión que hace la fuerza, formando el partido de los explotados”.

El 22 de enero de 1899 salió en Santiago el primer número del periódico La Democracia. Uno de sus fundadores y redactores era Luis Emilio Recabarren que, iniciaba así, su labor como principal impulsor de la prensa obrera chilena.

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VI.- DESDE LAS MACOMUNALES A LA ASAMBLEA OBRERA DE 1918

A.

SURGEN LAS PRIMERAS ORGANIZACIONES SINDICALES “Yo encontré por los muros de la patria, junto a la nieve y su cristalería, detrás del río de ramaje verde, debajo del nitrato y de la espiga, una gota de sangre de mi pueblo y cada gota, como el fuego, ardía” (Pablo Neruda: Canto General”)

La versión burguesa de la historia niega la existencia de la lucha de clases. Ignora o pretende desconocer los tres aspectos que adquiere la lucha de clases del proletariado: la económica, la ideológica y la política, así como las herramientas que se forjan los obreros en cada uno de estos tipos de enfrentamiento. Oculta el proceso en que la clase obrera va creando, por ejemplo, el movimiento sindical revolucionario, el arma que esgrime en la confrontación económica con los patrones. Resulta, pues, de enorme interés estudiar el surgimiento en Chile de las primeras organizaciones sindicales.

Hacia 1900 Chile tenía tres millones de habitantes, de los cuales 250 mil eran obreros. El 21 de ese año, surgió en Iquique la Combinación Mancomunal de Obreros, fundada por los lancheros de ese puerto encabezados por Abdón Díaz. El 1º de mayo de 1902, nació la Mancomunal de Obreros de Tocopilla, creada también por los lancheros, dirigidos por Gregorio Trincado.

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Las Mancomunales fueron las primeras organizaciones sindicales en la historia de Chile. Sus objetivos: organizar a los trabajadores, unirlos, orientar sus luchas, fomentar la solidaridad de clase; entregar ayuda asistencial a sus afiliados; crear escuelas, filarmónicas, centros sociales y grupos artísticos, para educar y alejar de los vicios a sus asociados. Con el aparecimiento de las Mancomunales se incrementaron las luchas reivindicativas. Estas ganaron en organización y, especialmente, en fuerza al practicarse esa importante herramienta que es la solidaridad de clase. En 1901 tuvo lugar un paro de los marítimos de Iquique, para derrotarlo, los patrones debieron traer rompehuelgas desde el sur.

El 12 de mayo de 1903, los obreros portuarios de Valparaíso declararon una huelga demandando aumentos salariales. Salieron a las calles exigiendo sus reivindicaciones. Tropas del Ejército los reprimió violentamente. Cayeron asesinados 30 obreros y otros 200 quedaron heridos. Gobernaba Germán Riesco. Fue la primera masacre del siglo XX.

El septiembre de 1903, llegó Luis Emilio Recabarren a Tocopilla, contratado por la Mancomunal de ese puerto, para hacerse cargo de publicar su periódico. El 18 de octubre apareció el primer número de El Trabajo. La participación en ese sindicato

tuvo gran

significado para Recabarren. También para la organización obrera, de la cual llegó a ser muy pronto uno de sus dirigentes. En 1904 tuvo lugar una huelga de los pampinos de la oficina salitrera Chile. Nuevamente el gobierno de Riesco empleó al Ejército para reprimirlos. Se produjo en ella una segunda masacre. 69


El domingo 22 de octubre de 1905 tuvo lugar en Santiago un mitin de protesta por el impuesto decretado por el Gobierno gravando la internación de ganado argentino. Esto favorecía a los latifundistas chilenos, porque la carne argentina se vendía a precios módicos y al colocarle un impuesto más alto, ésta se encarecía. Lo que, naturalmente, perjudicaba a los sectores populares, que eran los que habían salido a la calle a exigir la derogación del impuesto. El

masivo mitin, celebrado en la Alameda, designó una

delegación para entregar una carta al Presidente Riesco, quien se negó a recibirla. Los manifestantes lanzaron gritos ante La Moneda. Fueron atacados por la policía. Se defendieron a pedradas. Realizaron destrozos en la vía pública. Se retiraron a sus casas. Por la noche, jóvenes de la oligarquía se armaron con el apoyo del Gobierno y recorrieron los barrios populares asesinando a todos aquellos que encontraban en su camino. El lunes reinó en la capital una tensa calma. El martes se llevó a cabo un nuevo mitin. El Ejército, que había regresado apresuradamente de las maniobras que realizaba fuera de Santiago, masacró al pueblo indefenso. En esa acción actuaron también las “guardias blancas”, formada por elementos de la oligarquía y del lumpen. Quedaron 70 manifestantes muertos, 300 heridos y otros 530, detenidos. Una estricta censura de prensa impidió que se conociera el verdadero alcance de esa matanza.

Ese año de 1905 se inició la penetración del imperialismo estadounidense en Chile. El consorcio Kennecott comenzó la explotación del mineral de cobre de El Teniente.

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En enero de 1906 los obreros que laboraban en la construcción del ferrocarril de Antofagasta a Bolivia presentaron un pliego de peticiones. Esta se negó a escucharlos. Entonces recurrieron a la Mancomunal Obrera de Antofagasta, que se había fundado en 1903 y que agrupaba a los lancheros, jornaleros de tierra y marítimos, carpinteros, mecánicos, herreros, caldereros y carpinteros de ribera. Recabarren que, por entonces, participaba en esa organización sindical propuso apoyar la huelga que los trabajadores de la construcción del ferrocarril habían acordado para el 6 de febrero. El paro inmovilizó la región.

Ese día, más de tres mil manifestantes se reunieron en la Plaza Colón de

Antofagasta.

Luis Emilio Recabarren escribió en la editorial de La Vanguardia, de ese puerto, con fecha 7 de febrero de 1906:

“Pocas veces Antofagasta ha presenciado actos de unión y

compañerismo como el de ayer. Los obreros en huelga han mantenido sus exigencias a la altura de la justicia que les asiste para exigir esas mejoras en el trabajo. El simpático acto que se desarrolló ayer en las últimas horas de la tarde ha sido marcado con sangre del pueblo, por culpa exclusiva de la autoridad complaciente y poco previsora. Un grupo de comerciante armados, con el permiso de la autoridad, se paseaba en presencia del pueblo en actitud provocadora. El gentío que en esos momentos ocupaba la plaza y que estaba oyendo alegre a sus oradores y esperando la respuesta que debía traer una comisión, al ver las fanfarronadas de esos comerciantes, los silbaron y sólo este hecho fue suficiente para que éstos con premeditación y con una intención criminal, dispararan sus armas con furia de salvajes, sobre toda la multitud, produciendo muertos, heridos y el desconcierto que es de suponerse.”.

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Algunas de las balas de los agresores fueron a dar a la Intendencia, donde se encontraba destacado un piquete del Regimiento Esmeralda. Los soldados, creyendo que los disparos provenían de la plaza, abrieron fuego contra los manifestantes. Según se denunció en la Cámara de Diputados los muertos llegaron a 58 y los heridos a 300.

El 4 de marzo de 1906, hubo elecciones parlamentarias. Los trabajadores de Antofagasta utilizaron su voto como un arma para repudiar a los masacradores. Uno de los dos diputados elegidos resultó ser Luis Emilio Recabarren,

candidato del Partido Demócrata.

Fue el primer parlamentario obrero de América. La reacción lo despojó del cargo, en una maniobra inmoral.

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B. LA MASACRE DE LA ESCUELA SANTA MARÍA “Benditas víctimas que bajaron desde la pampa llenas de fe y a su llegada lo que escucharon voz de metralla tan solo fue. Pido venganza por el valiente que la metralla pulverizó pido venganza por el doliente huérfano y triste que allí quedó”. (Francisco Pezoa: “Canto a la Pampa”)

Los historiadores burgueses dan como causa de las 55 masacres perpetradas en Chile en el siglo XX, la acción de “agitadores” que –según ellos- arrastran a las masas a la violencia, que siempre proviene de los trabajadores. Para poder justificar tal posición, no muestran o tergiversas los verdaderos motivos que condujeron a esos momentos en que las fuerzas represivas actúan violentamente contra los que exigen pan y justicia. Lo ocurrido en la región de Tarapacá hacia fines del año 1907 es esclarecedor al respecto.

Hacia 1907, Chile tenía 3 millones de habitantes. De ellos, 1.250.000 constituían la población activa. Con fecha 25 de mayo, Recabarren escribió en el periódico El Pueblo Obrero, de Iquique: “El obrero para emanciparse tiene que atacar a la burguesía, quitándole el poder público, comercial y la propiedad de sus privilegios. ‘La emancipación de los trabajadores debe ser obra de los mismos trabajadores’, ha escrito Karl Marx, hace 60 años en Alemania, y esta frase inmortal es el faro que nos guía y vivirá unida a esta otra del mismo autor: ‘¡Proletarios de todos los países uníos!’.”

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El sábado 21 de diciembre de 1907, durante el gobierno de Pedro Montt, se perpetró una de las masacres más terribles de la historia de Chile. Justamente un mes antes, el periódico La Voz del Obrero, de Taltal, había publicado el pliego de peticiones suscrito por los obreros de la pampa de Tarapacá. Solicitaban el alza de los jornales, según la elevación del costo de la vida; medidas de seguridad industrial; fin del monopolio comercial que ejercían los patrones en las oficinas salitreras a través de las pulperías, etc. Al no tener respuesta a sus planteamientos, los trabajaron iniciaron una huelga en la Oficina San Lorenzo, que en los dos días siguientes se extendió por toda la pampa de Tarapacá. Con el fin de presionar por una solución, los pampinos, acompañados de sus mujeres y niños, emprendieron a partir del 13 de diciembre una marcha hacia Iquique. Largas columnas caminaron por la árida pampa. El 15 llegaron los primeros huelguistas al puerto. Realizaron desfiles y mitines. Entregaron sus peticiones a las autoridades. Incluso, enviaron una carta al Presidente Pedro Montt, donde le relataban la difícil situación que vivían los obreros del salitre a raíz de la desvalorización monetaria.

El 16, los huelguistas eligieron un comando para dirigir el movimiento. Ese mismo día el Ministro del Interior de Montt envió un telegrama al Intendente de Tarapacá, ordenando: “Para adoptar medidas preventivas, proceda como en Estado de Sitio. Fuerza pública debe hacer respetar orden cueste lo que cueste. Esmeralda va en camino y se alista más tropa”.

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El 17 de diciembre continuaron llegando los pampinos a Iquique. Fue un día de tensa espera del Intendente titular, Carlos Eastman, que veía desde Santiago, acompañado del coronel Roberto Silva Renard. Los huelguistas habían sido concentrados por las autoridades en la vieja Escuela Santa María. El Intendente llegó el 19. Elías Lafertte, testigo presencial de los hechos, relata en “Vida de un Comunista”: “A las dos de la tarde del jueves, noveno día de huelga, junto a los acorazados Zenteno, Pinto y Chacabuco, vimos anclar otro barco de guerra: era el que traía al intendente. Llenaban el muelle los pampinos, que aguardaban llenos de esperanza, vigilados por un fuerte contingente militar, pues las autoridades, alarmadas por la importancia que en la ciudad iban tomando los trabajadores, habían trasladados a Iquique el regimiento de guarnición en Arica y al O’Higgins de Atacama...” El intendente fue llevado en andas por los huelguistas hasta la Intendencia. Desde los balcones dijo: “Traigo la palabra oficial del gobierno para arreglar el conflicto”. Fue ovacionado por una multitud plena de esperanzas. Pero las instrucciones que traía el intendente Eastman eran diametralmente opuestas a lo que esperaban los trabajadores. Se conocieron alarmantes señales. Los patrones afirmaron que no concederían nada, mientras los obreros no volvieran a sus faenas; en la oficina Buena Ventura, militares dispararon contra pampinos. Los Cónsules de Perú y Bolivia se reunieron con sus connacionales y les advirtieron que abandonaran la Escuela, porque algo terrible iba a ocurrir. Les respondieron: “Con los chilenos vinimos, con los chilenos morimos”.

El sábado 21 de diciembre de 1907, los huelguistas fueron sorprendidos con la noticia que se había dictado el Estado de Sitio. A las 15,30, efectivos del Ejército y de la Marinería, estos provistos de ametralladoras, rodeaban la Escuela. 75


El coronel Silva Renard, montado en caballo blanco, ordenó a los pampinos a abandonar el lugar. Estos se negaron a hacerlo. El militar fríamente dio orden de abrir fuego. Fusiles y ametralladoras dispararon contra la masa indefensa. Tres mil muertos entre trabajadores, mujeres y niños. Fue éste un duro golpe para el movimiento obrero. Con la masacre de la Escuela Santa María de Iquique no sólo se sepultaron los allí asesinados. También desaparecieron las Mancomunales. Se inició un período de cinco años de reflujo de las luchas de los trabajadores.

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C. HACIA LA FUNDACIÓN DEL PARTIDO REVOLUCIONARIO “Allí llegó con sus panfletos este capitán del pueblo. Tomó al solitario ofendido que, envolviendo sus mantas rotas sobre sus hijos hambrientos, aceptaba las injusticias encarnizadas, y le dijo: ‘Junta tu voz a otra voz’, ‘Junta tu mano a otra mano’...” (Pablo Neruda: “Canto General”)

Historiadores que representan los intereses de las clases dominantes, pretenden demostrar que el Partido Comunista es una entidad exótica, totalmente extraña a los intereses nacionales. En sus comienzos lo acusaron de estar “pagado por el oro peruano”, después de 1917, de ser financiado por el “oro de Moscú”. Ocultan que surgió precisamente del seno de la clase obrera, que es la que produce todos los bienes que sustentan la sociedad. Pretenden desconocer que ha sido y es un partido patriota, que jamás ha estado al servicio de intereses foráneos y que su patriotismo

no es en absoluto contradictorio con su

consecuente posición internacionalista.

Cuando se produjo la masacre de 1907, Recabarren vivía exiliado en Buenos Aires. Había salido clandestinamente de Chile, hacia fines de 1906, para eludir una injusta condena de 541 días de cárcel. En la capital argentina escribió varios artículos repudiando la matanza de Iquique. En uno de sus escritos, reproducido por La Voz del Obrero, de Taltal, el 13 de enero de 1908, llamó a crear el partido revolucionario de la clase obrera y un poderoso movimiento sindical. Retornó al país en noviembre de 1908. Fue detenido y enviado a la cárcel de Santiago, donde permaneció cuatro meses. Otro período igual estuvo en la cárcel de Los Andes, 77


donde vivió un hecho que tendrá enorme influencia en su futuro: conoció a una muchacha de Iquique, Teresa Flores, quien llegará a ser su compañera.

La derecha aprovechó el momento de reflujo que sufría el movimiento sindical revolucionario y creó el 18 de septiembre de 1909 la Gran Federación Obrera de Chile. Su fundador fue el abogado del Partido Conservador Pablo Marín Pinuer. Siendo su primer presidente Emilio Cambié.

Esta institución tenía un carácter mutualista, que postulaba la ayuda mutua entre los socios para paliar la miseria, pero no para luchar contra las causas de ella; propiciaba la colaboración de clase, entre patrones y trabajadores. Se oponía a las huelgas o cualquier forma de confrontación para resolver los problemas de los obreros.

Los elementos más conscientes del movimiento sindical, entre ellos Recabarren, debieron optar entre ingresar a esta organización o crear una entidad de carácter clasista. Sabiamente eligieron la primera posibilidad. Se decidieron ir a donde estaban las masas proletarias, independientemente de quien las dirigiera, y desde el interior de la Gran Federación ganar a los trabajadores para posiciones más consecuentes.

Recabarren no cesaba en su lucha por educar a las masas asalariadas. A los numerosas artículos de prensa, agregó en 1910 tres folletos: “La Huelga de Iquique de 1907”, “Ricos y pobres a través de un siglo de vida republicana” y “Mi Juramento”. Fueron las primeras obras marxistas escritas en Chile. Con ello se cierra la etapa del conocimiento del marxismo y se inicia una nueva: la de la aplicación del marxismo a las condiciones del país. 78


El líder se había trasladado a Iquique, en donde vivía con su compañera, Teresa Flores. Hacia fines de 1911, y tras contraer numerosas deudas, adquirió una imprenta. La instaló en una casona ubicada en calle Barros Arana Nº 9, casi esquina Sotomayor de ese puerto, que le facilitó el comerciante ecuatoriano, David Barnes. Fue allí donde se editó “El Despertar de los Trabajadores”, el más importante de los once periódicos que fundara Recabarren. El primer número apareció el 16 de enero de 1912.

Esta publicación jugó un significativo rol en el nacimiento del partido de la clase obrera. Por ejemplo, en su edición del 21 de mayo de 1912, escribió Recabarren un artículo titulado “Vamos al socialismo”, en donde planteó: “En la última sesión del directorio de la Agrupación Central se ha propuesto el cambio de nombre de nuestro partido en la provincia...

Aceptamos el cambio de nombre, y junto con eso, que nos separemos

definitivamente del seno del Partido Demócrata, por las siguientes razones: 1) Porque el Partido Demócrata en su política y con sus actos públicos durante los últimos años ha declarado prácticamente que no sirve los intereses de la clase trabajadora porque en cada acto electoral ha hecho causa común con los partidos de la clase explotadora y opresora. 2) Porque los dirigentes del Partido son en su mayoría elementos burgueses, que no conocen ni saben sentir las necesidades materiales y doctrinarias del pueblo. La Directiva general no se ha preocupado de las conferencias populares ni de la prensa definida, permanente y activa...

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“No, trabajadores del salitre, no apoyemos más esta funesta política. Alcemos bien nuestra frente y sin vacilaciones fundemos aquí el formidable pedestal del Partido Socialista de Chile”.

Durante el mes de mayo de 1912 se dieron los pasos definitivos para la fundación de la nueva colectividad política. El Despertar de los Trabajadores publicó el siguiente texto: “Podrán formar parte de este partido todos los obreros o trabajadores que acepten la doctrina socialista, se incorporen o formen parte de las agrupaciones constituidas o que se organicen nuevas. “El nombre del partido no está todavía acordado definitivamente; pero si se adoptara el de Partido Obrero Socialista no querrá decir que sea exclusivamente obrero. En este nuevo partido entrarán todos los que amen la doctrina socialista. No serán admitidos los viciosos y gente de conducta condenable”.

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D. FUNDACIÓN DEL PARTIDO COMUNISTA DE CHILE “Y este habitante transformado que se construyó en el combate, este organismo valeroso, esta implacable tentativa, este metal inalterable, esta unidad de los dolores, esta fortaleza del hombre, este camino hacia mañana, esta cordillera infinita, esta germinal primavera, este armamento de los pobres, salió de aquellos sufrimientos, de lo más hondo de la patria, de lo más duro y más golpeado, de lo más alto y más eterno y se llamó Partido. Partido Comunista. (Pablo Neruda: “Canto General”)

Actualmente los historiadores dan dos fechas sobre la fundación del PC: el 4 de junio de 1912 y el 2 de enero de 1922. La confusión es responsabilidad de los propios comunistas. Durante 43 años esa entidad mantuvo como fecha de creación el 4 de junio de 1912. Pero en su XIV Congreso Nacional, realizado en Cartagena en abril de 1956, se resolvió cambiar el día fundacional. Se dieron dos razones: que no podía existir un PC antes de la Revolución Rusa de 1917 y que era poco modesto aparecer como uno de los dos o tres primeros partidos comunistas del mundo. Se adoptó como nueva fecha el 2 de enero de 1922, día en que culminó el IV Congreso Nacional, que acordó la adhesión del PC a la Internacional Comunista. En la Conferencia Nacional realizada en Santiago del 28 de mayo al 2 de junio de 1990 se reivindicó la verdadera fecha: 4 de junio de 1912.

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1912 fue un momento de apogeo de la industria del salitre. Funcionaban 170 oficinas salitreras, que empleaban el sistema Shanks, que requería abundante mano de obra. Laboraban cerca de 50 mil obreros, que aportaban el 52% de los ingresos ordinarios del país. El Norte Grande, especialmente la región de Tarapacá, bullía en actividad.

Fue en ese escenario en que nació el Partido Comunista de Chile. El 4 de junio de 1912 se reunieron alrededor de treinta personas en el local de El Despertar de los Trabajadores, en la calle Barros Arana Nº 9 de Iquique. La proposición de Recabarren de constituir una nueva entidad política fue aprobada por unanimidad. Por mayoría, se acordó llamarle Partido Obrero Socialista (por entonces todos los partidos revolucionarios de la tierra se denominaban socialistas o socialdemócratas).

En el Acta Oficial de esa histórica reunión, publicada en El Despertar de los Trabajadores, con fecha 6 de junio de 1912, se mencionaron 27 nombres y a continuación de la lista se añadía “y otros amigos”. Entre los 27 fundadores estaban: Luis Emilio Recabarren, su medio hermano Néstor Recabarren, Elías Lafertte, el ecuatoriano David Barnes, el español E. Aguirre Bretón y Teresa Flores, la única mujer que tomó parte en la fundación del Partido Comunista.

Ese mismo día 4 de junio, se creó el PC en la oficina salitrera Abra. Casi simultáneamente surgió en Punta Arenas. Poco después nacieron las secciones de Tocopilla, Antofagasta y Taltal. Algo más tarde, las de Valparaíso, Santiago, Concepción, zona del carbón y de otras ciudades.

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En un informe que Recabarren envió al Comité de la Segunda Internacional, con fecha 10 de febrero de 1913 y titulado “Labor Obrera en Tarapacá”, escribió: “En el mes junio de 1912, 22 secciones del Partido Demócrata se transformaron en Partido Obrero Socialista y continúan una marcha regular, desde el punto de vista orgánico político”.

Las 22 secciones mencionadas por Recabarren eran: Iquique, Centro Lagunas, Gloria, Primitiva, San Pablo, Argentina, Alianza, Rosario de Huara, Cala Cala, Cholita, Barcelona, Ramírez, Bellavista, Amelia, Abra, Jazpampa, Pan de Azúcar, Agua Santa, San Lorenzo, San Remigio, Pozo Almonte y Pisagua.

Al iniciarse 1912, junto al gran movimiento que significaba el auge de la industria del nitrato, Tarapacá vivía aún con el recuerdo y las hondas cicatrices dejadas por la masacre de la Escuela Santa María. En el año 1912 –como sostenía Recabarren en el ya citado Informe a la Segunda Internacional- “el espíritu obrero muy decaído por la cruel matanza en la huelga de 1907, recién empieza a reanimarse”.

En el Primer Programa del PC de Chile, redactado por Recabarren y publicado en 1912, se encuentran varios conceptos que coinciden con los planteamientos hechos por Marx y Engels en el Manifiesto del Partido Comunista, publicado por primera vez en Londres el 24 de febrero de 1848. Veamos algunos de ellos: -

“Los enemigos del socialismo lo desfiguran y presentan su doctrina muy distinta de los que es en su realidad”.

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-

“Las clases existen. Son un hecho. Desde que existen clases, existe lucha entre ellas”.

-

“El fin de sus aspiraciones (del Partido) es la emancipación total de la humanidad, aboliendo las diferencias de clases y convirtiendo a todos en una sola clase de trabajadores, dueños de los frutos del trabajo, libres, iguales, honrados e inteligentes”.

-

“Los privilegios de la burguesía están garantizados por el poder político, el que tiene en sus manos y con el cual dispone de las fuerzas opresoras”.

-

“La transformación de la propiedad privada en colectiva no significa en ningún caso un despojo de los bienes necesarios para el individuo en beneficio de la comunidad”.

-

La existencia de la propiedad privada y su consagración presente es la causa motriz de todos los males existentes. Por eso es que el socialismo ha nacido como remedio ineludible para este mal social”.

Por entonces, el proletariado chileno ya había superado su etapa de “una clase en sí” y entraba a la de una “clase para sí”: amplios sectores de él habían madurado, adquiriendo conciencia de clase. Además, había forjado sus organizaciones propias, de clase. En lo político, el Partido Comunista; en lo gremial, sindicatos clasistas, que darían más adelante nacimiento, el 25 de diciembre de 1919, a la primera central sindical nacional con orientación revolucionaria: la Federación Obrera de Chile, la FOCH.

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E. LA ASAMBLEA OBRERA QUE HIZO HISTORIA “Hasta la fecha no hemos conseguido en Chile organizar una fuerza obrera, que pueda servirnos útilmente para luchar por el mejoramiento de las condiciones de vida a que tenemos derecho” (Luis Emilio Recabarren en ‘El Socialista’, Antofagasta, 17 de agosto de 1918)

Historiadores de derecha, y también algunos de izquierda, presentan al Partido Comunista de Chile –a veces con cierta razón- como entidad sectaria y con afanes hegemónicos. Sin embargo, hay largos períodos de su historia, en que ha actuado como un ejemplar partido revolucionario. Uno de ellos fue en tiempos de Recabarren.

El Partido Comunista lanzó la iniciativa para crear

la Asamblea Obrera por la

Alimentación Nacional (AOAN). Al mismo tiempo, convocó desde fines de 1917 a realizar mítines a través de todo el país como respuesta a la amenaza de cesantía, producto de la crisis económica que vivía Chile. Gobernaba Juan Luis Sanfuentes (1915–1920), el último presidente de la llamada “República Parlamentaria”, surgida con la contrarrevolución de 1891. Fue el inicio de una intensa campaña de protestas, que crearon las condiciones para la formación del primer frente unido del proletariado chileno: la Asamblea Obrera de la Alimentación Nacional. El PC contribuyó a la constitución y desarrollo de la AOAN, pero no participó como partido en ella. No obstante, uno de sus militantes fue elegido presidente.

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En marzo de 1918, la AOAN agrupaba a 87 entidades sociales: 27 federaciones de la Gran Federación Obrera de Chile (dirigida por elementos conservadores, pero que en sus bases se habían formado importantes sindicatos clasistas a partir de 1912, gracias a la acción de Recabarren); 27 organizaciones pertenecientes al Consejo de Alimentación Nacional (de orientación católica); la Federación de Profesores de Instrucción Primaria; el Congreso Social Obrero de Sociedades Mutualistas; la Asociación de Educación Nacional;

la

Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH); la Federación de Estudiantes Secundarios; la Sociedad de Artesanos La Unión; la Sociedad Igualdad y Trabajo; la Sociedad de Fábricas y Maestranzas del Ejército y otras 24 federaciones, mutuales, sociedades y uniones. La AOAN tenía por objetivo unir a los trabajadores para enfrentar la crisis. Elaboró un Programa y publicó una serie de declaraciones destinadas a unificar políticamente a la mayoría de la clase obrera, tarea nada fácil considerando lo heterogéneo de la composición de la Asamblea, en donde predominaban los elementos partidarios de la conciliación de clases. Su primer acto, realizado en noviembre de 1918 en la Alameda de Santiago, con la participación de cien mil manifestantes, fue un mitin contra el hambre y la desnutrición. Constituyó una elocuente demostración de la convocatoria de la AOAN. A las movilizaciones obreras el Gobierno de Sanfuentes respondió con la represión, que culminó en cuatro ocasiones con masacres: a fines de 1917 contra mujeres en Antofagasta, que se habían tendido en la línea férrea para impedir el paso de un convoy militar que iba a reprimir a ferroviarios en huelga; el 30 de diciembre de 1918,contra obreros de Punta Arenas; el 23 de enero de 1919 contra trabajadores de Puerto Natales; ese mismo año, contra huelguistas de la oficina salitrera Domeyko, de Antofagasta. 86


Pero la represión no detuvo las acciones. Los actos del 1º de Mayo de 1919 fueron una nueva demostración de fuerza de la AOAN.

Al respecto escribió Recabarren en El

Socialista, de Antofagasta: “¿Quién detendrá ahora la marcha triunfante, impetuosa, irresistible, de las únicas fuerzas efectivas de la vida -¡las fuerzas del trabajo!- la unión de los trabajadores, que van marchando...?” Las posiciones de la AOAN dependían, entre otros factores, de la región del país en que actuaba. En lugares con predominio proletario, mostraban gran claridad política. Era lo que ocurría, por ejemplo, en Antofagasta. La Asamblea de esa región emitió el 7 de junio de 1919 un Manifiesto en que denunciaba que “algunas empresas hacen de las salitreras pequeños feudos donde no hay más ley ni derecho de aquel que conviene a sus mezquinos y egoístas intereses”. En agosto de 1919 tuvo lugar otro mitin en Santiago contra el hambre. Se reunieron cien mil trabajadores; a lo largo de diez cuadras de la Alameda se levantaron ocho tribunas, por las cuales pasaron decenas de oradores. Hacia fines de 1919 la AOAN sumaba más y más fuerzas. Era importante en Santiago, Valparaíso, Concepción y Antofagasta.

En los centros proletarios llegaba a su culminación el proceso que permitiría un salto cualitativo en el movimiento sindical: reemplazar a la Gran Federación Obrera por una nueva central sindical clasista y revolucionaria. Esto ocurrió en la III Convención Nacional, realizada en Concepción el 24 y 25 de diciembre de 1919. De ella surgió la Federación Obrera de Chile (FOCH), culminación de una de las grandes aspiraciones de Recabarren, quien no encabezó la nueva entidad, como equivocadamente se sostiene.

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Recabarren se refirió a esa convención diciendo que era “un inmenso acontecimiento en la historia proletaria de este país, tanto por la calidad de los elementos proletarios que la compusieron, como por las fuerzas numéricas que estaban representadas... casi todos venían del seno de las organizaciones que les dieron poder... Podríamos decir que la Federación Obrera entraba a la Convención como a un crisol de donde ha salido completamente nueva y harto distinta por la voluntad casi unánime de los elementos que la componían”. El nacimiento de la FOCH con su claro programa clasista revolucionario, separó aguas en la AOAN. Entró en contradicción con las orientaciones de orientación burguesa, mutualista y de conciliación de clases. También con los sectores anarcosindicalistas. La AOAN cayó en crisis y terminó por disolverse en enero de 1920. La FOCH fue la continuadora de los principios más progresistas de la AOAN y llegó a reunir –según escribió Recabarren el 19 de agosto de 1919- “cerca de 300 mil federados”.

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VII. DESDE LA “COMUNA” DE NATALES A LA MASACRE DE RANQUIL

A. LA “COMUNA” DE NATALES “En la década de los años 70 (siglo XIX) llegaron a Punta Arenas unos trescientos franceses considerados comunistas y que habían sido desterrados de su patria por su participación en la Comuna de París; desde Punta Arenas, muchos de estos emigrantes se trasladaron a otros lugares de la república” (Hernán Ramírez N.: “Origen y formación del Partido Comunista de Chile”. Editora Austral. Santiago,1965)

Existen acontecimientos que la historia oficial oculta cuidadosamente y, si los llega a mencionar, sólo lo hace de pasada, sin entrar de detalles. Es lo que ocurre con uno de los hechos más importantes en la historia del movimiento obrero chileno: la “Comuna” de Natales.

Puerto Natales, fundada en 1911, es una ciudad ubicada en la Región de Magallanes, a 247 kilómetros al Noroeste de Punta Arenas. En ese mismo año comenzó a construirse allí un frigorífico. Hacia 1918 Puerto Natales tenía una enorme actividad. Su bahía era surcada constantemente por vapores de carga. Era el punto de embarque de la producción de lanas y cueros de la Patagonia argentina. A seis kilómetros al Noreste de Puerto Natales está Puerto Bories, en donde se levantó otro frigorífico. Las condiciones laborales y de vida en los dos frigoríficos eran pésimas. Los trabajadores, afiliados a la poderosa Federación Obrera de Magallanes, declararon una huelga el lunes 20 de enero de 1919. Fue tan masivo el movimiento, que obligó a la Sociedad Explotadora de 89


Tierra del Fuego, propietaria de ambos establecimientos, a firmar un acuerdo el miércoles 22. En Puerto Natales los obreros volvieron a sus puestos de trabajo en completa tranquilidad. Pero no ocurrió lo mismo en Puerto Bories. En

el frigorífico de esa localidad, el

administrador, Míster Kidd, llevó a cabo represalias y provocaciones. Una de ellas consistió en negarse a cancelar un trabajo de pintura que había encargado a dos obreros. Esto produjo fuertes discusiones entre ambas partes. Ante estos hechos, se reunió el Subcomité de la Federación Obrera y designó una comisión para que mediara en el problema. Los miembros de ésta, al dirigirse a la Administración, observaron que había carabineros apostados en las partes más estratégicas del establecimiento. Se reunieron con el administrador. La Comisión hizo varias proposiciones. Todas fueron rechazadas. Hubo un breve y violento cambio de palabras. Míster Kidd sacó un revólver y disparó contra Carlos Viveros, dirigente de la Federación Obrera de Magallanes, quien murió instantáneamente. El asesino huyó hacia el interior de la industria, donde estaban los policías. Algunos miembros de la comisión lo persiguieron. Los carabineros hicieron fuego contra ellos. Dos cayeron muertos. Los obreros respondieron. Un policía fue herido mortalmente. Al conocerse estos hechos en Puerto Natales, un grupo de trabajadores se dirigieron a Bories. Al pasar frente al retén de carabineros próximo al Chorrillo Natales, fueron atacados con fuego de fusiles. Quedaron varios obreros heridos, algunos mortalmente. Al escuchar la balacera todos los operarios del Frigorífico Natales abandonaron sus faenas. Buscaron armas. Se reunieron en la sede de la Federación Obrera y acordaron recorrer el pueblo en señal de protesta. Los policías izaron provocadoramente una bandera roja sobre el cuartel, indicando: ¡guerra a muerte! La columna marchaba tranquilamente, cuando le 90


dispararon desde el retén. Los obreros respondieron el fuego. El combate duró seis horas: desde las 14 a las 20 horas. Murieron cuatro carabineros. El resto se rindió, quedaron en calidad de detenidos. Los trabajadores tuvieron tres bajas. A partir de ese momento la ciudad quedó en manos de la Federación Obrera. Estuvo bajo su autoridad durante varios días. Trabajadores armados patrullaban las calles, resguardando el orden. Los frigoríficos y demás actividades económicas funcionaban normalmente. En esa austral ciudad de Puerto Natales se vivió en el verano de 1919 uno de los episodios más relevantes de la historia del movimiento obrero chileno. Fue la “Comuna” de Natales, nombre dado al compararlo, guardando todas las diferencias del caso, con aquel episodio, uno de los más importantes de la historia del movimiento revolucionario mundial, la Comuna de París, cuando los obreros de la capital francesa se tomaron el poder, por cerca de tres meses, a comienzos de 1871.

En febrero llegaron desde Punta Arenas fuerzas del Ejército y la Marina para tomar el control de Puerto Natales. Recién entonces apareció el mayor Bravo, subdelegado de Última Esperanza, que había estado escondido desde el 23 de enero. Casi simultáneamente con las tropas, fondeó en la bahía un barco trayendo a bordo al juez Miranda Aguirre, que venía a instruir el sumario correspondiente. Usía no se dio el trabajo de desembarcar. Se instaló en la nave y allí procedió a tomar las declaraciones. Ordenó la detención de 27 trabajadores, que fueron enviados a la cárcel de Punta Arenas. Apenas reasumió su cargo, que había abandonado cobardemente, el subdelegado, Mayor de Ejército Bravo, se dedicó a tomar represalias. Hizo conducir, por un piquete de marinos a los obreros del frigorífico de Natales a los faldeos de un cerro, ubicado a la salida de la ciudad, apostando al pelotón de la marinería a los pies del cerro. Sospechando que algo 91


grave se tramaba, las mujeres -que habían sido avisadas de lo que ocurría- corrieron con sus chiquillos a ponerse ante los obreros. El subdelegado les ordenó retirarse. Nadie le hizo caso. Fue un momento de enorme tensión. Los marineros prepararon sus armas. Entonces, en un gesto heroico, José Domange, presidente de la Cruz Roja, con el estandarte y su gente, se colocó delante de los trabajadores y sus familiares. Y se movieron hasta que se retiró la tropa de la marinería. La valiente actitud de los miembros de la Cruz Roja evitó que se perpetrara una nueva masacre en la historia del movimiento obrero chileno.

El juicio siguió su curso. Fue un verdadero fraude. El Trabajo, órgano de la Federación Obrera de Magallanes, escribió en su edición del 2 de marzo de 1919: “¿Por qué en el famoso proceso aparecen culpables nuestros compañeros, no más?

¿Y los asesinos de

nuestros camaradas Viveros, Espinoza, Therán, Saldivia, Mancilla, etc, dónde están detenidos esos asesinos?” El proceso se alargó meses. Después de cerca de un año, la mayoría de los 27 que habían permanecido todo ese tiempo en prisión, fueron puestos en libertad. Seis, condenados a varios años de cárcel. Ningún policía fue enjuiciado. Tampoco el asesino Mr. Kidd, que siguió persiguiendo y despidiendo arbitrariamente a obreros.

Los trabajadores no olvidaron a los compañeros caídos. En el cementerio viejo de Natales, en la tumba donde yacen sus restos, hay una lápida donde se lee: “...Sucumbieron en la acción por la idea y el pensamiento libre... Pensamiento y acción es la divisa”.

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B.

TERROR EN EL SUR DEL MUNDO

“El edificio de la Federación Obrera de Magallanes, el hogar de los trabajadores de este territorio, fue incendiado entonces y carbonizados muchos de estos en cuya bandera de redención social se cobijaban... Y aquí es necesario declarar que no es la bala homicida la que puede aplacar la sed de libertad y bienestar que se busca con el noble esfuerzo de un trabajo honrado y perseverante”. (Marcolín Piado: “Los horrorosos sucesos del 27 de julio” Ediciones Avance. Punta Arenas, 1987)

Sobre los dramáticos sucesos ocurridos en Punta Arenas en julio de 1920, la historia oficial señala que allí se produjo un incendio en la sede de la Federación Obrera de Magallanes, pero silencia quienes fueron los autores intelectuales y materiales de los hechos (conocidos públicamente) como también la bárbara represión que se desató después del ataque al local de los trabajadores.

Corría julio de 1920 y gobernaba en Chile Juan Luis Sanfuentes. Un mes antes se habían efectuado las elecciones presidenciales, en que triunfó Arturo Alessandri Palma. En la provincia de Magallanes, con un clima inclemente, se acumulaban las tensiones. Cuatro años atrás había visitado la región, durante cuatro meses, Luis Emilio Recabarren. Con alegría constató el excelente estado de orgánico de la Federación de Obreros de Magallanes, que contaba con

más de seis mil afiliados y tenía un enorme respaldo

económico. Sus bienes se calculaban en unos cien mil pesos, cifra enorme para la época. Recabarren la reconoció como la más poderosa de América del Sur. Y ello no era mirado con buenos ojos por los patrones de la zona.

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En Punta Arenas las fuerzas reaccionarias preparaban manifestaciones en apoyo a la movilización de tropas en la provocativa acción contra el Perú, conocida como la “guerra de don Ladislao”. Estos círculos, autodenominados “patrióticos”, resolvieron constituir una “guardia blanca”. Su primera tarea fue organizar una manifestación pro gobiernista en la tarde del domingo 25 de julio de 1920. Como era habitual todos los domingos, ese día la FOCH realizaba una velada artísticocultural en su sede de calle Errázuriz, en un salón repleto de obreros y sus familiares. Los “patrióticos” se reunieron en la Plaza Muñoz Gamero. Finalizada la concentración, iniciaron un desfile hacia la calle Errázuriz, con el propósito de provocar a los que estaban en el acto de la Federación. No lograron su objetivo. Los trabajadores cerraron las puertas de su sede y continuaron con su actividad. Finalizada la velada, los dirigentes sindicales adoptaron medidas para proteger su local. Esa noche se quedaron unos 60 obreros montando guardia. No ocurrió nada extraordinario. Tampoco el lunes. Alrededor de la una de la madrugada del martes 27 de julio de 1920, soldados, policías y civiles, se concentraron cerca de la sede de la Federación. Llovía copiosamente y caía algo de nieve. Eran más o menos las dos, cuando se escucharon ruidos sospechosos en uno de los pasillos del edificio. Un obrero preguntó: ¿Quién vive?. Un disparo fue la respuesta. De inmediato se produjo la primera descarga de fusilería contra los trabajadores. Luego un oficial del Batallón Magallanes golpeó la puerta exigiendo que la abrieran. Nadie contestó.

Un grupo con hachas y combos intentó derribar la puerta.

Simultáneamente se produjo una segunda descarga. De inmediato, la tercera. Seguían los forcejeos en la puerta, que no cedía. Una cuarta descarga. Gritos de dolor de heridos. La quinta y última descarga. 94


El oficial mandó a cesar los disparos y ordenó el asalto de la “guardia blanca”. Los civiles entraron disparando a diestra y siniestra. Incendiaron el local y destruyeron la imprenta. A lo menos doce obreros murieron carbonizados o ultimados por las armas. En 1922 fue publicado en Punta Arenas un folleto titulado “Los horrorosos sucesos del 27 de julio”. Su autor se firma con el seudónimo Marcolín Piado. Fue reeditado en julio de 1987. En sus páginas hay un documentado relato del asalto, incendio y masacre a la sede de la Federación Obrera de Magallanes y sobre la despiadada represión que siguió posteriormente. Se reproducen varios testimonios. Uno de ellos es del obrero Ulises Gallardo. Fue detenido el 30 de julio de 1920 en su hogar en Punta Arenas. Lo condujeron a la comisaría. Era mediodía. Lo interrogaron y golpearon salvajemente. A las tres de la madrugada del 1º de agosto fue sacado de su encierro y subido a un camión del batallón Magallanes, que manejaba un soldado de apellido Vergara. Ulises Gallardo relata: “El camión, tras una rápida marcha, nos dejó en la playa frente al taller Minerva. Descendimos todos y mientras el inspector Román me apuntaba al pecho con un revólver, el subprefecto Guzmán me ataba las manos con cordeles. Enseguida este último me introdujo un pañuelo en la boca colocándome otro por fuera que servía de mordaza. Luego fui embarcado en un bote. Adentro, el soldado que conducía el camión, procedió a amarrarme las piernas a la altura de los tobillos. Para ejecutar esta acción se ocuparon unos alambres en uno de cuyos extremos se amarró una piedra de regular tamaño.. Habrían bogado unos cien metros cuando los remeros (el agente Otaíza y el soldado Vergara) cesaron en su tarea para tomarme uno de la cabeza y el otro de los pies, largándome al mar como se bota un bulto cualquiera después de columpiarlo para hacerlo despedir con fuerza. El impulso del lanzamiento y el peso de la piedra me hizo tocar fondo. 95


Para felicidad mía –continúa el obrero Ulises Gallardo- el punto elegido por mis verdugos para fondearme no tenía mucha hondura. Una vez desligado de la mordaza, pude gritar pidiendo auxilio; pero los que oyeron fueron mis verdugos, quienes por contestación me acertaron un golpe de remo en la cabeza. Esto me hizo hundirme en el agua nuevamente sin conocimiento. Al volver en mí, noté que iba arrastrado por la marea hacia la playa. Entonces, luchando con la muerte, en un titánico esfuerzo, y como la piedra que tenía sujeta a las piernas no era de mucho peso, hice una especie de flexiones con lo que podía de vez en cuando sacar la cabeza a la superficie, manteniéndome verticalmente. No puedo precisar cuánto tiempo permanecería en esta forma que me martirizaba enormemente. Pero sí puedo decir que, en un esfuerzo desesperado y ayudado por la corriente que me empujaba hacia la playa y el bajo fondo, salí a tierra. Densos nubarrones cubrían el firmamento y un manto de tragedia y tristeza se cernían sobre el pueblo. Entre mis sufrimientos y dolores y con el terror de ser descubierto pude llegar hasta el hogar del obrero Leopoldo Rodríguez, quien bondadosamente me brindó protección. Me salvé y por esto he podido narrar estos hechos que me tuvieron a punto de tener el mar por sepultura”. Así termina el relato de Gallardo. Muchos de sus compañeros no tuvieron esa suerte. Murieron fondeados en el océano.

Los trabajadores de la mina de carbón Loreto, perteneciente a la compañía Menéndez Behety, al conocer los luctuosos sucesos del 27 de julio de 1920 declararon un paro de protesta. Sobre ellos cayó la represión del Ejército y de la policía. Las autoridades provinciales decretaron el Estado de Sitio y la censura de prensa y correspondencia. Sólo varios días después se supo lo sucedido en Punta Arenas en el resto del país. 96


C. OBREROS Y MILITARES EN LOS AÑOS VEINTE

“Hemos sido, somos y seremos siempre antimilitaristas, porque estamos convencidos que el militarismo es una afrenta a toda civilización, es la carga más inútil y más pesada que soportan los pueblos, y es la amenaza permanente a todos los derechos... El militarismo será siempre la fuerza opresora con que la clase capitalista explote al pueblo”. (Luis Emilio Recabarren en periódico Justicia. Santiago, 5 de octubre de 1924)

Los historiadores burgueses muestran al Ejército –y a las Fuerzas Armadas en generalcomo instituciones que están por sobre las clases sociales y sus luchas. Justifican sus acciones represivas señalando que han actuado para restaurar el orden, la propiedad y la vida de los chilenos. Por otra parte, silencian las contradicciones existentes en su seno como también las actuaciones de militares progresistas. La historia de Chile demuestra que, salvo contadas ocasiones, los militares han actuado siempre reprimiendo a los trabajadores para defender los intereses de las clases dominantes.

El proletariado chileno fue tomando, con el correr de los años, un rol cada vez más importante en la historia del país. Entonces, en respuesta a ello, las fuerzas reaccionarias agudizaron la represión en su contra, perpetraron nuevas matanzas.

Durante el primer Gobierno de Arturo Alessandri Palma, hubo ocho masacres: el 3 febrero de 1921, contra pampinos de la Oficina salitrera San Gregorio; abril de 1921, contra mineros del carbón en Curanilahue; 23 noviembre de 1921, contra cesantes en Santiago;

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ese mismo año, contra huelguistas de la Compañía Chilena de Tabaco en Valparaíso; febrero de 1922, contra huelguistas de Tejidos Lourdes en Santiago; 25 de mayo de 1922, contra cesantes en Santiago; también ese año, contra campesinos del fundo La Tranquilla de Petorca.

Durante ese Gobierno, en el país reinaba gran descontento. El 3 de septiembre de 1924 se produjo el llamado “ruido de sables”, una protesta de la oficialidad joven del Ejército. El día 5 se constituyó la Junta Militar y Naval (JMN), en la que quedó representada la mayoría de las unidades de la guarnición de Santiago, a través de sus comandantes y ayudantes, además de un gran número de capitanes y tenientes. Con la inclusión de oficiales de la Marina y la policía, llegó a tener 41 miembros. Fue presidida por el teniente coronel Bartolomé Blanche y ofició de secretario el teniente Alejandro Lazo. El 6 de septiembre, formó una Comisión de Difusión Obrera, encabezada por el capitán Carlos Millán, con la misión de tomar contactos con los sectores populares y organizaciones sindicales. Tuvo numerosas reuniones con la FOCH, dirigentes anarquistas y anarco-sindicalistas. La JMN presionó al Presidente Alessandri y al Parlamento, obligando a éste a aprobar el 8 de septiembre, sobre tabla, 16 proyectos de ley de carácter social, progresista para la época, que tramitaba durante largos meses. El 11 de septiembre de 1924 tomó el poder una junta militar derechista constituida por los generales Luis Altamirano y Juan Pablo Bennett, más el vicealmirante Francisco Nef. Desde un comienzo hubo contradicciones entre la Junta de Gobierno y la JMN. Esta última fue disuelta el 13 de diciembre. Durante los 99 días en que actuó, llevó a cabo –a través de

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la Comisión de Difusión Obrera- numerosos contactos con las organizaciones sindicales. Recabarren participó en ellos, a pesar de su posición antimilitarista.

El 19 de diciembre de 1924, la clase obrera y el pueblo chileno sufrieron una gran pérdida. Recabarren se suicidó en su hogar ubicado en calle Santa Filomena Nº 195, en el barrio Recoleta de la capital. El domingo 21 de diciembre, una gigantesca e impresionante multitud lo acompañó hasta su última morada en el Cementerio General. Así se rindió homenaje al más grande educador de masas de la historia de Chile, al fundador del Partido Comunista y de la primera central sindical revolucionaria, al padre de la prensa obrera; al líder obrero que, durante 30 años, de 1894 a 1924, jugó un rol muy importante en los acontecimientos nacionales, que fue el principal factor subjetivo para la transformación del proletariado chileno de una clase en sí, en una clase para sí.

El 23 de enero de 1925 se llevó a cabo otro golpe militar. La Junta militar derechista fue derrocada. El PC y la FOCH respaldaron este movimiento. La nueva Junta llamó a Arturo Alessandri, que se encontraba exiliado en Italia. Regresó al país y reasumió la Presidencia de la República el 20 de marzo de 1925. Como ministro de Guerra se impuso el coronel Carlos Ibáñez del Campo. Se organizó una manifestación de simpatía y adhesión al capitán Carlos Millán, que se había destacado en los contactos con los sindicatos y que había sido recientemente ascendido a mayor. A este acto, efectuado el 26 de abril de 1925, en el local de la Federación Ferroviaria, asistieron dirigentes de la FOCH, de la Unión de Empleados de Chile, de la Unión de Transporte y de los dueños de casa.; también una nutrida delegación del ejército, encabezada por el ministro coronel Carlos Ibáñez del Campo. Entre los 99


invitados estuvo el poeta y periodista Vicente Huidobro. Uno de los oradores fue el dirigente comunista Salvador Barra Woll, que finalizó su discurso diciendo: “Si es verdad que la junta militar está sanamente inspirada, debemos formar el Frente de la Espada y el Martillo para hacer que en nuestro país reine la igualdad, la justicia y la libertad”.

Hacia mediados de 1925 la crisis golpeaba duramente a los obreros del salitre. Sus sindicatos eran fuertes, la FOCH vivía un gran momento, el Partido Comunista mostraba buena organización e influencia en los pampinos. Estaban todas las condiciones para iniciar un amplio movimiento reivindicativo. Conociendo esta situación, el Presidente Alessandri puso en marcha un plan de provocaciones. Detrás de éste, estaba el coronel Ibáñez, los empresarios ingleses y estadounidenses del salitre, más sus respectivos gobiernos. Comenzó una huelga en varias oficinas salitreras de Tarapacá. La represión no se hizo esperar. Para escapar de ella, numerosos trabajadores y sus familias se cobijaron en la oficina La Coruña. El comandante general de armas y jefe de la guarnición de Iquique, Recaredo Amengual, comunicó a Ibáñez que “en la pampa había estallado la revolución soviética”. Este ordenó al general Florentino de la Guarda reprimir el movimiento, que cumplió su acometido. El 4 de junio de 1925, utilizando cañones y ametralladoras, asesinó a más de dos mil pampinos, mujeres y niños en la oficina salitrera La Coruña. Era sólo el comienzo. El Embajador estadounidense que visitaba Arica, informó en carta cifrada de fecha 22 de junio: “Se dice que 300 huelguistas embarcados en el O’Higgins, en Iquique, fueron declarados desaparecidos y también que se han usado ametralladoras contra los huelguistas de la pampa matando a mil de ellos”.

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El cónsul de EE UU en Iquique reconoció que “el orden había sido restaurado el 6 de junio”. El coronel Ibáñez envió al general Florentino de la Guarda un telegrama de felicitación. Por su parte, el Presidente Alessandri agradeció a las fuerzas armadas “los dolorosos esfuerzos y sacrificios patrióticamente gastados para restaurar el orden público y para defender la propiedad y la vida injustamente atacados por instigadores de espíritus extraviados o perversos”. Y estas posiciones de los dos autores intelectuales de la masacre de La Coruña, son las aceptadas por la historia oficial. Una vez más, la espada había caído brutalmente sobre los que empuñaban el martillo.

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D.

LA SUBLEVACIÓN DE LA MARINERIA “Quince mil hombres, después de haberse apoderado de todos los barcos de guerra y puertos militares, con el apoyo de la Federación Obrera y la simpatía de numerosos cuerpos armados, parecían tener en sus manos la posibilidad de cambiar los destinos del país!” (Liborio Justo: “La sublevación de la Escuadra”)

La historia oficial sostiene que a comienzos de septiembre de 1931, los comunistas chilenos, siguiendo las orientaciones de Moscú, prepararon y llevaron a cabo

el

levantamiento de la marinería de la Escuadra, con el fin de constituir una República Soviética en el norte del país. ¿Cuál fue la realidad de los acontecimientos vividos en esos días?

En Coquimbo, a fines de agosto de 1931, los oficiales de las naves de la Armada surtas en ese puerto, elevaron una petición solicitando anular la orden impartida por el Ministro de Hacienda Blanquier del Gobierno del Vicepresidente Manuel Trucco, de rebajar todos los sueldos en un 30%. El comodoro de la Escuadra y comandante del Almirante Latorre, Alberto Hozven, retuvo la solicitud. Los oficiales no se atrevieron a insistir. En vez de eso, instigaron a las tripulaciones para que presentaran un pliego de peticiones. Eran las 20 horas del lunes 31 de agosto de 1931, cuando en el Acorazado Almirante Latorre se realizó una reunión clandestina de los tripulantes de la flota de guerra. Acordaron iniciar una insurrección: A las 0.40 horas del martes 1º de septiembre, las tripulaciones debían apoderarse de los barcos, apresar al comodoro y otros oficiales y

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retenerlos en sus camarotes; redactar un Manifiesto explicando los motivos de la acción; designar un Estado Mayor de las Tripulaciones y Comités Ejecutivos para encabezar el movimiento y apoderarse de todo el armamento menor y municiones. A las 4.05 horas, una luz roja se encendió en seis naves. Significaba “barco tomado”. Cinco minutos después lo hicieron otros dos buques. Se constituyó el Estado Mayor de las Tripulaciones (EMT). Lo encabezó el sargento Ernesto González, un profesor primario enrolado en la Marina. De inmediato se envió por radio un Manifiesto al ministro de Marina. En éste se decía: “Desde hoy 1º de septiembre tripulaciones de la Armada tienen control de todos los buques... un deber de patriotismo obliga a las tripulaciones de la Armada a no aceptar dilapidaciones ni depreciaciones en la Hacienda del país, por la incapacidad imperante del gobierno actual y la falta de honradez de los anteriores”. En La Moneda hubo reunión de emergencia a las 23.30 horas. Concurrieron el Vicepresidente Trucco, sus ministros y dirigentes de los partidos de derecha y centro. Se acordó enviar a parlamentar con los sublevados al almirante Edgardo Von Schroeders. Esa misma noche el Estado Mayor de las Tripulaciones envió un segundo mensaje radial, con proposiciones concretas para paliar la crisis económica del país. Entretanto los sublevados habían recibido las adhesiones de los barcos anclados en Talcahuano, del Apostadero Naval, de la Artillería de Costa, de la radio estación de la Armada, de la Escuela de Artillería de Torpedos y Electricidad, del transporte Maipo y otras naves, del Regimiento de Artillería Arica de La Serena, etc. Miércoles 2. Se iniciaron los primeros contactos del emisario del Gobierno con el Estado Mayor insurrecto. 103


El Vicepresidente Trucco recibió el apoyo de las guardias cívicas, del Colegio de Abogados y una serie de organizaciones controlados por los partidos de centro y derecha. El jueves 3, después de tensas discusiones en el Latorre, tripulantes y el delegado del Gobierno firmaron un Acta de Acuerdo que puso fin al conflicto, satisfaciendo las demandas de la marinería. El Gobierno y los jefes militares leales a él, llevaban adelante una campaña anticomunista, responsabilizando al PC de ser los gestores y promotores de la sublevación. Pero la verdad era que los comunistas no habían participado en la organización ni desarrollo del alzamiento, pero producido éste, solidarizaron decididamente con la marinería. Fue así como en la noche del jueves 3, se reunieron en Santiago delegados de todas las organizaciones afiliadas a la FOCH, controlada por el PC, y acordaron realizar un paro de apoyo a los tripulantes el jueves 4. Este se desarrolló exitosamente. El Almirante Schroeders, cuyas gestiones habían tenido sólo por objeto ganar tiempo para acumular fuerzas, presentó a los tripulantes una “nueva redacción” del Acta de Acuerdo. El Estado Mayor la rechazó. En la noche del viernes 4 el Gobierno dio por terminadas las conversaciones. Al día siguiente envió un ultimátum exigiendo la rendición incondicional de los sublevados. Estos respondieron: “Declaramos ante la conciencia del país que en estos momentos, las tripulaciones, al ver la intransigencia antipatriótica del gobierno y al considerar que el único remedio para la situación es el cambio social, hemos decidido unirnos a las aspiraciones del pueblo y zarpará junto a nosotros una comisión de obreros que representa el sentir del proletariado de la Federación Obrera de Chile y del Partido 104


Comunista. La lucha a que nos ha inducido el gobierno se transforma en estos momentos en una Revolución Social”. El sábado 5, el Ministro de Relaciones Exteriores, Luis Izquierdo, se entrevistó con el Embajador estadounidense, a quien informó que el gobierno estaba convencido de que se trataba de una conjura de características continentales, que por ello necesitaba de la ayuda de Estados Unidos. Ese mismo día arribaron a Coquimbo los barcos que venían desde el sur. Se unieron las dos escuadras. Eran ahora 23 unidades sublevadas, con quince mil hombres. La FOCH envió un mensaje a los marinos insurrectos, que finalizaba diciendo: “Compañero marino: Tú tienes los buques ya, dad armas a tus hermanos de miseria y en 48 horas, los consejos de marinos, soldados, obreros y campesinos le habrán dado a Chile un gobierno donde la miseria no impera... “Marino: el triunfo es tuyo: para que nada ni nadie te lo quite, únete a los trabajadores. “Ten presente: no dejes el arma”. Domingo 6 de septiembre. A las 17.00 horas, el regimiento O’Higgins atacó y, luego de un reñido combate, derrotó a los defensores del Apostadero Naval de Talcahuano. A las 17.30 la aviación atacó a las naves en la bahía de Coquimbo. El ataque duró 25 minutos. Un avión fue derribado y otros cinco averiados. Sólo una nave fue alcanzada, el submarino H 4 Quidora, resultando un muerto y algunos heridos. Desde un punto de vista militar, el bombardeo fue un fracaso.

A pesar de ello,

finalizado éste, se entregaron al gobierno cuatro destroyers. El lunes 7 lo hizo el acorazado O’Higgins. Entre los marinos sublevados se habían producido serias contradicciones. Muchos ya no obedecían al Estado Mayor. Ese mismo lunes 7, cayeron en poder de las tropas gubernamentales los fuertes del Morro, Punta de Parra y el 105


Borgoño. Otros efectivos atacaron e hicieron rendirse, en Valparaíso, a la Escuela de Comunicaciones, la Base Aérea de Quintero y el Regimiento Maipo. Esa noche del lunes 7, izó bandera blanca el último bastión de la sublevación, el acorazado Almirante Latorre. ¿Por qué fue derrotado el alzamiento de la marinería? Fue un movimiento espontáneo, que careció de organización y una correcta dirección. Sus jefes no fueron capaces de dirigir y encauzar el heroico impulso de sus hombres. La mayor firmeza y combatividad se encontraba en la tripulación de más baja graduación. Los más vacilantes eran los suboficiales, los que en mayor proporción dirigieron el movimiento, debido a que los marineros los eligieron jefes, impulsados por un falso respeto a la jerarquía. Las organizaciones civiles que los apoyaron, la FOCH y el PC, estaban muy debilitadas debido a que, sólo hacía 35 días que había sido derribada la dictadura del general Ibáñez, que las había perseguido brutalmente. Se podría afirmar que la causa fundamental de la derrota de la sublevación de la marinería fue que, en septiembre de 1931, no existía en Chile el elemento principal del factor subjetivo: un partido revolucionario, capaz de ponerse a la cabeza de una revolución social, aprovechando las condiciones objetivas que ya habían madurado. Derrotado el levantamiento de la Escuadra, los tribunales militares comenzaron a juzgar a cientos de marineros. Dictaron fallos monstruosos: penas de muerte, presidio perpetuo y otras largas condenas a prisión. Esto conmovió a vastos sectores de la población. Se constituyeron comités para impedir las penas de muerte, de las cuales se había dictado ya el “cúmplase”. Se logró frenar los asesinatos legales. Pero quedaron decenas de tripulantes en la cárcel. 106


E. DOCE DIAS QUE ESTREMECIERON A CHILE

“La republiquita atraía. Llegaban al centro a caballo, en carretas, en vehículos inverosímiles adornados con guirnaldas de papel. Los rostros no eran habituales. Estos hombres parecían reencarnación de aquellos que crearon la Comuna de París...Era el pueblo de los barrios lejanos. En la expresión de esos chilenos, que se dejaban ver tan poco y que son tan escépticos, brillaba la fe. Sentíase algo nuevo y promisor”. (José Santos González Vera: “Cuando era muchacho”)

La historia oficial habla de una asonada militar a comienzos de junio de 1932, de la que surgió una llamada “república socialista”., de brevísima vida, que no tuvo significado alguno. Totalmente ajena a la idiosincrasia de los chilenos. ¿Cuáles fueron los hechos vividos por el país en junio de 1932?

Después de derrotar a Arturo Alessandri Palma en los comicios del 4 de octubre de 1932, Juan Esteban Montero, abanderado de conservadores y radicales, asumió la Presidencia de la República el 3 de diciembre de ese año. Durante su gobierno se agravó la situación que vivía el país. Tanto por la incapacidad de sus personeros como por las repercusiones de la crisis, iniciada en Estados Unidos en 1929. Ello motivó una serie de conspiraciones de civiles y de militares. Estos últimos, como hemos visto, estaban actuando activamente en política desde 1924. 107


En la noche del lunes 2 de junio de 1932, Marmaduke Grove –Comodoro del Aire (jefe de la Aviación) desde el mes de marzo- fue invitado a una reunión conspirativa en San Bernardo. Concurrió con el objeto de convencer a los complotadores que no siguieran adelante con sus planes. No lo logró. Lo que consiguió fue que el coronel Pedro Lagos, en cuyo domicilio se efectuó la sesión clandestina, denunciara al Gobierno su presencia en ella. Muy temprano el martes 3 de junio, el Presidente Montero y su gabinete acordaron pedir la renuncia de Grove. Esa misma mañana, y cumpliendo los planes de los conspiradores, un avión sobrevoló Santiago arrojando proclamas en que se invitaba al pueblo “a una gran revolución que tendrá lugar hoy 3 de junio a las 5 de la tarde”. Este insólito acto, talvez único en el mundo, fue una invitación frustrada. Ese día no hubo revolución alguna. La destitución de Grove causó sorpresa e indignación. En la Aviación el clamor general exigía que se mantuviera en el cargo. A las 21 horas del día 3, Grove llegó a la base aérea de El Bosque, recibiendo demostraciones de adhesión. Poco después se hicieron presente Eugenio Matte, Gran Maestre de la Masonería, y otros de sus partidarios. El recinto estaba colmado de oficiales de todas las ramas de la defensa. A las 23,30 concurrió al lugar el comandante Ramón Vergara, designado jefe de la Aviación por el gobierno. Exigió asumir su cargo. Tuvo una fuerte discusión con un grupo de oficiales. Incluso intercambio de balazos. Fue hecho prisionero. El sábado 4 de junio de 1932 se vivieron 20 horas al rojo.

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0.15 horas. En la base aérea de El Bosque, el coronel Marmaduke Grove arengó a una multitud de soldados y civiles. Llamó a forjar la República Socialista de Chile. Aplausos. Gritos: ¡Viva Chile socialista! ¡Viva el Socialismo! 2 de la madrugada. En La Moneda, el Presidente Montero, sus ministros y un puñado de militares, esperaban la noticia del aplastamiento de los sublevados de El Bosque. 3 de la mañana. Llegó a El Bosque, el coronel Pedro Lagos, comandante de la Escuela de Infantería de San Bernardo, acompañado de su plana mayor. Se entrevistó con Grove, Matte y el teniente Charlin. 3.15 horas. Concurrió a La Moneda el teniente coronel Carlos Cruz, comandante del Regimiento Buin, informando que los jefes de su regimiento se negaban a combatir contra sus camaradas de la Aviación. 4 horas. Se conoció en La Moneda que el Regimiento Cazadores no defendería al Gobierno y que apoyaba a Grove. 5 de la mañana. El Batallón de Ferrocarrileros se plegó a la sublevación. 6 horas. En la base de El Bosque, Grove, Pedro Lagos y Matte ya han acordado derrocar a Montero e instaurar una República Socialista. 7 horas. El coronel Pedro Lagos llegó a La Moneda y comunicó los acuerdos adoptados en la reunión de El Bosque, presentándolos como un ultimátum de Grove. Consumado actor, aparentó ser un decidido partidario del Gobierno. 7,30 horas. En La Moneda se trazó un plan de emergencia para enfrentar la crisis. 10 de la mañana. El Gobierno envió al general Carlos Sáez a parlamentar con Grove. 11 horas. La misión del general Sáez fracasó. Jefes y oficiales de todas las unidades y armas de las guarniciones de Santiago, San Bernardo, Puente Alto y San Felipe acallaron al emisario del Gobierno gritando ¡Viva el Socialismo! 109


11,30. La noticia de la revolución socialista de Grove se había ya divulgado. En Santiago salieron a la calle miles de proletarios para expresar su alegría. 12 horas. Gobierno convocó a una asamblea de notables. Concurrieron políticos de centro y derecha, también el trotskista Manuel Hidalgo. No se obtuvo nada. 12,30. Carabineros reprimieron a trabajadores en la Alameda. 13 horas. Montero estaba dispuesto a aceptar ultimátum de Grove., pero Arturo Alessandri lo convenció que postergara su decisión. Creía poder manejar a Grove. 15 horas. Alessandri se entrevistó con Grove. Fracasó en sus intenciones de pescar a río revuelto. 16,15. Alessandri al despedirse de Grove, cínicamente le dijo: “No afloje, mi coronel”. 16,30 horas. Cien micros repletas de soldados parten desde El Bosque hacia La Moneda. 17,30. Tropas rodeaban el Palacio Presidencial, pero no llegan los líderes del movimiento. 19,30 horas. En un viejo taxi llegaron Eugenio Matte y Carlos Dávila. Poco después lo hizo Grove en su auto particular. Causa del atraso: el “taco” producido por las cien micros. 19,45. Los revolucionarios, encabezados por Grove y Matte, se reunieron con Montero, quien renunció a la Presidencia de la República. 20 horas. Fue proclamada la República Socialista.

El régimen surgido el 4 de junio de 1932 no tuvo por objetivo construir una sociedad socialista, sino una república más democrática. Presidió una Junta de Gobierno formada por Eugenio Matte, Carlos Dávila y el general Arturo Puga. Como ministro de Guerra quedó Marmaduke Grove, líder del movimiento. La Junta adoptó una serie de medidas en favor de las masas populares: la suspensión de los lanzamientos de arrendatarios morosos; devolución inmediata, sin pago alguno, de las 110


herramientas de trabajo dejadas en prenda en la Caja de Crédito Popular; dictación de un decreto-ley de amnistía a los procesados o condenados por causas políticas, disponiendo la libertad inmediata de quienes estuvieran encarcelados, como era el caso de los marineros que se habían sublevado a comienzos de septiembre de 1931; devolución de sus derechos previsionales a los exonerados por razones políticas; la reincorporación de los maestros primarios despedidos por Montero y de los estudiantes expulsados por el Consejo Universitario. El jueves 9, El Mercurio informó de la “voluntaria socialización de la empresa de acuerdo a la doctrina de la nueva República, dando cabida en su consejo a dos representantes de los obreros y empleados”. El sábado 11 de junio, se constituyó la Alianza Revolucionaria de Trabajadores, con el fin de apoyar el Gobierno. La formaban la Asociación de Profesores, la Confederación de Sindicatos Industriales, la Federación Nacional de Trabajadores., el Partido Socialista Marxista, el Sindicato de Comunicaciones, el Partido Comunista de Chile, la Confederación Nacional de Cooperativas, el Comité de Dueños de Mejoras, el Comité de Obreros de la Construcción, etc. En su declaración de Principios planteó “la abolición de las clases opresoras mediante la socialización de la tierra y de los medios de producción, con lo cual se facilitará el advenimiento de una era de paz y de justicia”. Jueves 16 de junio, a las 16 horas, cien mil personas se reunieron ante La Moneda apoyando la República Socialista. A las 19,30, un golpe contrarrevolucionario del ejército derrocó la República Socialista. Se iniciaba la dictadura de Carlos Dávila. Grove, Matte y otros dirigentes de la República fueron detenidos y deportados a Isla de Pascua. 111


D. LA MASACRE DE RANQUIL

“Después, por la abrupta orilla del río que abajo en el abarranco se ahocica cadoso, los echaron a andar. Iban con los ojos túmidos hasta la ceguera y con la cabeza llena de burujones a fuerza de golpes. Hechos una sola llaga, apenas voz en el misericorde torpor de los sentidos, muriendo ya, caminaron a trapies un breve trecho. - ¡La pagarán carajo! ¡Viva la revolución campesi!... Tras el estampido de varias detonaciones, los dos hombres se tambalearon, hicieron una grotesca pirueta en el vacío. Abajo se abrió el agua en vorágine de espumas. Y siguió el río su curso lento, poderoso y sonoro”. (Reinaldo Lomboy: “Ranquil”)

Los historiadores de derecha, basándose en los argumentos dados por entonces Presidente de la República, Arturo Alessandri Palma, y en las informaciones de la prensa reaccionaria, responsabilizan de los sangrientos sucesos a los colonos, liderados por Juan Leiva Tapia, quien actuaba -según ellos- siguiendo órdenes de Moscú. Afirman que estaba en marcha una revolución social y que existía un numeroso ejército de extremistas en la región del Alto Bio Bío. Mitos para justificar una de las más crueles matanzas.

¿Cuáles fueron los hechos? Ocurrieron en el valle de Lonquimay, en el Alto Bio Bío, donde la naturaleza es muy dura; entre montañas con bosques milenarios y tierras pobres.

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La crisis iniciada en Estados Unidos en 1929, repercutió fuertemente en Chile en los años 30 y 31. Paralizaron muchas oficinas salitreras. Miles de desocupados deambulaban por el país. Algunos llegaron al Alto Bio Bío, donde el Gobierno abrió lavaderos de oro y comenzó el túnel ferroviario de Las Raíces. Las miserables condiciones laborales empujaron a muchos obreros a convertirse en campesinos. Se afiliaron al Sindicato Agrícola de Lonquimay, que en 1930 logró la asignación de parcelas. Había sido fundado por el profesor comunista Juan Segundo Leiva Tapia y un minero de Lota de apellido Alarcón. Era un sindicato muy especial: agrupaba a inquilinos, colonos pobres, colonos acomodados, obreros del túnel Las Raíces y de los lavaderos de oro, dueños y empleados de pulperías, mapuches, aspirantes a conseguir tierra, etc. Leiva Tapia fue un auténtico líder popular, un verdadero agrarista que, con los años, se ha convertido en leyenda. Un dirigente obrero lo describe así: “Aunque vestía como sus compañeros de trabajo, botas de motar, chaqueta corta y manta de castilla, era un hombre muy cultivado, que argumentaba admirablemente y hablaba con lógica y, al mismo tiempo, con pasión. Había estudiado en el Instituto Pedagógico y según entiendo se había recibido de profesor de Castellano y Francés. Conmovido por la miseria de los campesinos había dedicado a ellos su vida, a organizarlos, a levantarlos, y para esta tarea hizo lo que debe hacer un luchador: se identificó plenamente con los campesinos pobres, pasó a ser uno más de ellos”. Se supo que el Gobierno de Ibáñez se disponía a entregar la tierra de los colonos a la sucesión Puelma Castillo. Entonces cundió la alarma. Viajó una delegación a Santiago, encabezada por Leiva Tapia. Se entrevistó con el Presidente y se obtuvo que se dictara un nuevo decreto reconociendo los terrenos ocupados por los colonos como tierras fiscales. Eso significaba la permanencia en sus parcelas. 113


En 1932 se inició la segunda Administración de Alessandri Palma (1932-1938). Este entregó las tierras de los colonos a la sucesión Puelma Castillo y ordenó al Intendente de Cautín que dispusiera el desalojo de decenas de colonos del valle de Lonquimay. Arturo Huenchullán, diputado gobiernista por la zona, telegrafió al Presidente Alessandri: “La orden de lanzamiento de colonos del Alto Bio Bío que cumplen 30 carabineros, está causando alarma en la región entera... Es probable que ocurran muertes como en San Gregorio...” En abril de 1934, parejas de carabineros comunicaron a los colonos que debían abandonar su tierra en 48 horas. Como no lo hicieron, los uniformados emplearon la violencia. Campesinos, mujeres y niños opusieron leve resistencia. Les quemaron sus viviendas, quedaron a la intemperie y fueron empujados hacia los riscos cordilleranos. La llegada del invierno agravó su situación. Los campesinos desesperados por el hambre y el frío, atacaron algunas pulperías para conseguir alimentos. Hubo choques. Quedaron muertos y heridos. La prensa de derecha habló de salteadores, de gente sin ley, que se apoderaba de la zona. Los lanzamientos coincidieron con una huelga de los obreros del túnel Las Raíces que protestaban porque le empresa los estaba despidiendo de cien en cien. Los huelguistas se unieron a los colonos, inquilinos, trabajadores de los lavaderos de oro y a los mapuches de Ralco, encabezados por un cacique que –cosa notable entonces- era comunista: Ignacio Maripe. Todos unidos exigiendo justicia. Organizaron grupos de autodefensa. Contaban con escaso armamento, pero había decisión de pelea. El parte Nº 544 de la Primera Comisaría de Bío Bío constataba la existencia de “un grupo de 70 hombres, más o menos; de éstos, 10 armados de carabinas, revólveres y escopetas, montados, y el resto a pie, armados con garrotes”. 114


Julio Salas Romo, ministro del Interior de Alessandri, ordenó al Intendente de Cautín que empleara “todos los medios por dolorosos que fueran para mantener el orden”. En la zona se reunieron 200 carabineros, con armamento y equipo de guerra, apoyados por la Guardia Civil de Lonquimay, compuesta de cien hombres, una compañía de la Milicia Republicana y otros grupos derechistas armados. Hubo enfrentamientos en pleno invierno: entre el 26 de junio y el 2 de julio. No pasaron de ser más que escaramuzas. El combate más importante se libró en el puente Ranquil, en esa última fecha. Doscientos campesinos lucharon con fuerzas policiales superiores en número y capacidad militar. Fueron derrotados, cesando toda resistencia. Ese mismo día, por orden del Presidente Alessandri, se dirigió al sur un tren son cien efectivos de carabineros, para “impedir el avance sobre Mulchén de los bandoleros”. El Diario Austral, de Temuco, informó el día 3 de julio, que se habían dispuesto cuatro aviones de bombardeo “para combatir a los rebeldes de Lonquimay”. Se inició una operación de aniquilamiento de los vencidos. Asesinaron a más de cien campesinos. Ignacio Maripe, el cacique rebelde fue torturado hasta matarlo. A Juan Segundo Leiva Tapia lo cogieron preso, lo flagelaron bárbaramente, en seguida lo ataron del brazo a una montura, llevándolo a trote, atravesaron el río Ranquil; llegaron con él hasta orillas del Llanquén, donde fue asesinado en medio de horribles torturas. Esta cacería dejó más de 500 prisioneros. Clementina Sagredo, una de las sobrevivientes relató: “A cientos de nosotros nos llevaron amarrados hasta Temuco, a pie por la nieve. Éramos una larga y fantasmal procesión, oscura y cruel ... A muchos los sacaban de la columna y partían con los pacos. Se despedían de nosotros con una mirada triste. Después de asesinarlos, los tiraban al Bío Bío. Volvían los pacos solos. De los 500 prisioneros sólo 55 llegaron a Temuco. El diputado del Partido Democrático, Juan Pradenas Muñoz 115


denunció en la Cámara: “Si estas 500 personas estaban prisioneras, no pudieron huir. Pues bien, señor presidente, tengo algunos antecedentes para creer que la mayor parte de esos hombres fueron asesinados, cobardemente, sin juicio previo...” Si bien es cierto que militantes comunistas, como Juan Leiva Tapia y el cacique Maripe, jugaron un papel descollante en las acciones, el PC como tal no tuvo responsabilidad en los hechos. Según Elías Lafertte, dirigente de ese partido, afirmó que el levantamiento de Ranquil fue “una rebelión espontánea, no preparada, un estallido de cólera de campesinos esquilmados durante siglos y a quienes se les estaba terminando de quitar sus pobres y escasas tierras”. Los partidos populares participaron activamente en la solidaridad con los sobrevivientes. El Socorro Rojo ayudó a los familiares de los caídos. Luis Alberto Núñez Rebolledo, un modesto maestro zapatero de Temuco, fue figura destacada en la recolección y distribución del auxilio. Hubo procesos formales, supuestas “serias investigaciones” judiciales. Los autores intelectuales y materiales de la matanza, conocidos públicamente, quedaron en la impunidad.

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VIII.- DEL FRENTE POPULAR HASTA CUANDO LA TRAICION FUE GOBIERNO A.- EL FRENTE POPULAR “El Frente Popular es un bloque de partidos, es un frente de clases para la lucha por un Programa de Liberación Nacional. Cada partido y organización que ingrese a él conserva su fisonomía y estructura propias. Ninguno renuncia a sus principios doctrinarios ni a su organización interna”. (Carlos Contreras Labarca: “La gran experiencia del Frente Popular”)

Según historiadores que representan el punto de vista de la burguesía, el Frente Popular en Chile fue promovido por el comunista peruano Eudocio Ravines, enviado por la Internacional Comunista. Ello no es verdad. El acuerdo de constituir los amplios frentes populares surgió en el VII Congreso de la Internacional Comunista, celebrado en Moscú entre el 25 de julio y el 20 de agosto de 1935. Asistieron 513 delegados, representando a 76 partidos. Uno de ellos fue Carlos Contreras Labarca, secretario general del PC chileno. Este regresó de inmediato al país, informó de la resolución del VII Congreso al Partido y se constituyó en uno de los principales promotores del Frente Popular, encontrando rápido apoyo en algunos dirigentes más izquierdistas del Partido Radical. Fue una ardua tarea, especialmente difícil por la cerrada oposición de dirigentes del Partido Socialista, fundado el 19 de abril de 1933.

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En la tarde del 26 de marzo de 1936, concurrieron a las oficinas del diario La Opinión, en Santiago, dirigentes de los partidos Radical, Socialista, Democrático, Radical-Socialista y Comunista. Su objetivo fue firmar el pacto que dio vida al Frente Popular. No había sido fácil llegar a ese acuerdo, especialmente por los sectarismos imperantes y por el sesgo de derecha del Partido Radical. Un gran papel jugó en la formación del Frente Popular el dirigente radical Justiniano Sotomayor y el entonces secretario general del PC, Carlos Contreras Labarca.

Los mismos personeros se volvieron a reunir el 8 de abril para suscribir el programa del Frente Popular, que se componía de tres partes, aunque en

realidad eran tres programas.

Uno de carácter general; otro sobre las medidas inmediatas del Gobierno, una vez que esa coalición triunfara en las próximas elecciones presidenciales; un tercero, estaba dedicado a la juventud.

En ese mismo mes de abril de 1936, se celebraron elecciones complementarias para elegir un senador por las provincias de Bio-Bío, Malleco y Cautín. El Frente Popular presentó un candidato y venció.

El 25 de diciembre de ese año se inició el Congreso de Unidad Sindical, del cual surgió la Confederación de Trabajadores de Chile, CTCH, continuadora de la FOCH. Esta nueva central clasista, que reunía a 100 mil afiliados, adoptó el acuerdo de incorporarse al Frente Popular. En 1937 se constituyó la Alianza Libertadora de la Juventud, el equivalente juvenil del Frente Popular, la que actuó con mucho despliegue, con picardía, con métodos muy 118


atractivos para la joven generación. Pronto, a través de todo el país surgieron comités de la Alianza Libertadora.

En marzo de ese año hubo elecciones parlamentarias. Los partidos que conformaban el Frente Popular obtuvieron el 33,99% de los sufragios; los de la derecha, el 41,05%.

Gobernaba por segunda vez Arturo Alessandri Palma. Igual que en su primera administración, realizando una política antipopular. En 1938, cuando finalizaba su período se encontraba en una encrucijada, que pretendía resolver en las elecciones presidenciales, que tenían lugar ese año, con un sucesor de ultraderecha. La situación internacional estaba al rojo: la guerra civil española seguía su curso y el Eje de Hitler y Mussolini, unía Alemania e Italia en planes agresivos y expansionistas.

En Chile la situación empeoraba. Crecían las movilizaciones populares ante el alza del costo de la vida y las condiciones de miseria imperantes. La corrupción se extendía. La derecha no descartaba un golpe de Estado, pero entre tanto levantaba la candidatura del empresario y banquero Gustavo Ross Santa María. Un intento de putsch protagonizado por un grupo de jóvenes nazistas, fue aplastado sin misericordia por Carabineros que cumplió instrucciones del

gobierno de Alessandri.

Sesenta muchachos, ya rendidos, fueron masacrados en el edificio del Seguro Social, el 5 de septiembre de 1938, a veinte metros de La Moneda. La matanza del Seguro Obrero aumentó el repudio al gobierno de Alessandri.

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En la convención presidencial del Frente Popular, que se había inaugurado el 14 de abril de 1938, luego de varias votaciones, fue designado candidato el profesor y abogado radical Pedro Aguirre Cerda.

La consigna de “Pan, techo y abrigo”, levantada por la coalición de Izquierda, la hizo suya la mayoría de los trabajadores. El 25 de octubre de 1938 fue un día tenso, agitado. “Encerronas” de la derecha, lucha contra el cohecho, largas filas en los recintos de votación... Un día primaveral. A poco de concluidos los escrutinios, corrió la noticia del triunfo del candidato del Frente Popular. “Estalló la algarabía frenética –recuerda Volodia Teitelboim en ‘Un muchacho del siglo XX’- fueron horas de vítores y gritería. Los hombres aprovechaban para besar a las mujeres. Y ellas se dejaban besar. Se sucedieron los oradores, los cantantes, los bailarines. La fiesta continuaba. La gente no se quería dispersar... Transcurrieron horas de pesada incertidumbre antes de que se anunciara oficialmente el resultado. Pedro Aguirre Cerda ganaba por dos mil votos”. La izquierda se impuso en las grandes ciudades y en las zonas del carbón, el salitre y el cobre. A medianoche del 25 de octubre la radio reconoció el triunfo del candidato del Frente Popular. El gobierno lo hizo al día siguiente. El historiador Ricardo Donoso escribió: “La impresión que el desastre electoral produjo en las clases conservadoras fue dramática y desde la primera hora se esmeraron en difundir los rumores más descabellados, mientras Alessandri comenzó jugar a la política creyendo empresa fácil obtener la prórroga de su mandato presidencial”.

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Los resultados sólo reflejaron pálidamente la voluntad del pueblo. Existía un sistema electoral que permitía el cohecho más descarado. La euforia de la gente de izquierda era explicable. Por primera vez una coalición popular triunfaba en unas elecciones presidenciales.

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B. EL GOBIERNO DE PEDRO AGUIRRE CERDA

“Pedro Aguirre Cerda era de carácter alegre, socarrón a veces, y creo que su aspecto de roto chileno, con los bigotes caídos en los extremos y los ojos ‘achinados’ le ayudó mucho a ganar la simpatía personal”. (Elías Lafertte: “Vida de un Comunista”)

Los historiadores de derecha no pueden negar las enormes realizaciones del Gobierno del Frente Popular, pero no las muestran en su real significado en la construcción de una industria nacional, forjada con el esfuerzo de profesionales, técnicos y obreros chilenos; financiadas con capitales del país. No informan de que casi todas las empresas levantadas a partir de la Administración de Aguirre Cerda fueron entregadas, casi regaladas, a capitales privados -nacionales y extranjeros- durante la dictadura de Pinochet y los gobiernos de la Concertación.

Tampoco reconocen en toda su magnitud la gran labor a favor de la

educación estatal. La política del Presidente Aguirre Cerda fue lo antagónico al modelo neoliberal que esos historiadores tanto embellecen y defienden.

En medio de la alegría de sus partidarios, se inició el 23 de diciembre de 1938

la

administración de Pedro Aguirre Cerda. Al asumir el gobierno, pidió al Partido Comunista que designara ministros, pero el PC declinó participar en el gabinete, pero le aseguró su irrestricto apoyo. Fue un gobierno democrático: restableció las libertades públicas, fueron reintegrados los maestros y obreros exonerados durante el régimen de Arturo Alessandri, dejó sin efecto las

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disposiciones que disolvían los sindicatos del salitre; se constituyeron 1.172 nuevos sindicatos obreros, duplicándose el número existente. Aguirre Cerda se negó a promulgar una ley que declaraba ilegal al Partido Comunista. Venciendo la obstinada resistencia de la derecha, creó –a través de la ley Nº 6.334, promulgada el 29 de abril de 1939- la Corporación de Fomento de la Producción, CORFO. La CORFO se transformó en eficiente palanca del desarrollo económico. Con recursos aportados por el Estado y con la capacidad y esfuerzo de trabajadores y técnicos chilenos, echó las bases de empresas como ENDESA, para la electrificación del país; CAP, la usina de Huachipato; ENAP, para impulsar la explotación del petróleo, y IANSA, para el azúcar. Mediante varias disposiciones el Estado se reservó el dominio de todos los yacimientos de hidrocarburos en estado líquido y gaseoso.

En su mensaje al Congreso Nacional del 21 de mayo de 1939, el presidente Aguirre Cerda señaló: “Gobernar es educar, y con esta firme concepción aprovecharé todas las fuerzas que el

Estado pueda disponer para despertar

el espíritu constructivo, de organización y

perseverancia, que tanto necesita la colectividad y rectificaré el abandono en que se ha desarrollado la educación pública... Para que la enseñanza pueda cumplir su misión social con toda amplitud, es necesario que sea gratuita, única, obligatoria y laica”. No se quedó en palabras. Entregó a la comunidad 500 escuelas primarias, 13 escuelasgranjas, 140 escuelas de adultos, 47 escuelas vocacionales, 3 escuelas industriales y de minas, 11 escuelas de artesanos, 3 institutos comerciales y 1 escuela técnica femenina. ¡Todas fiscales!

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Fue un gobierno solidario. En una histórica empresa, encabezada por el poeta Pablo Neruda, rescató de Francia en el Winnipeg a 2.500 republicanos españoles, que llegaron a Valparaíso el 3 de septiembre de 1939. Los Frentes Populares, surgidos en muchos países, eran una respuesta democrática a los regímenes fascistas instalados en Italia, Alemania y Japón. Estos Frentes habían ganado el gobierno en España, Francia y Chile. El gobierno republicano español fue aplastado en la guerra civil desatada por Franco con el apoyo de Hitler y Mussolini. En Francia fracasó producto de la traición de elementos socialdemócratas. En Chile hubo un intento de golpe para derrocar al Presidente Aguirre Cerda, dirigido desde las sombras por el ex dictador Carlos Ibáñez del Campo. Lo encabezó el general Ariosto Herrera. Fracasó tanto por la oposición que encontró en oficiales del Ejército leales al gobierno, como por la movilización de masas en las principales ciudades.

El gobierno del Frente Popular duró sólo tres años. El Presidente Aguirre Cerda falleció en Santiago el 25 de noviembre de 1941, a los 62 años.

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C. LA TRAICION “Así ha sido, la traición fue Gobierno de Chile. Un traidor ha dejado su nombre en nuestra historia. Judas enarbolando dientes de calavera vendió a mi hermano, dio veneno a mi patria, fundó Pisagua, demolió nuestra estrella, escupió los colores de una bandera pura. Gabriel González Videla. Aquí dejo su nombre”. (Pablo Neruda: “Canto General”)

Al iniciarse 1942, Chile tenía una población de 5.023.500 habitantes. Un 20% de ella, algo más de un millón, correspondía a obreros: 302 mil laborando en la industria fabril; 99 mil 100 en la minería; 60 mil 200, en la construcción; 77 mil 400, en

transportes y

comunicaciones; 268 mil 300 en servicios.

El 1 de febrero de 1942 hubo elecciones presidenciales, triunfó el candidato radical Juan Antonio Ríos, que obtuvo 260 mil votos, apoyado por los partidos del ex Frente Popular, más la Falange y sectores liberales. Carlos Ibáñez del Campo, logró 204 mil preferencias, con el respaldo de conservadores, sectores liberales y el Partido Democrático. Talvez el mayor mérito de su administración fue el rompimiento de relaciones diplomáticas y comerciales con los países del Eje fascista: Alemania, Italia y Japón. Este acto se logró sólo en enero de 1943, después de múltiples presiones y acciones de masas.

El Presidente Juan Antonio Ríos, gravemente enfermo, hizo abandono de su alto cargo el 17 de enero de 1946. Asumió el mando el radical derechista Alfredo Duhalde, en calidad de

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Vicepresidente. Ejerció ese cargo sólo nueve meses y durante su período perpetró tres masacres. Una de ellas fue la matanza de la Plaza Bulnes de Santiago. A mediados de enero de 1946, los obreros de las oficinas salitreras Humberstone y Mapocho declararon la huelga en protesta porque las compañías, violando una acuerdo firmado con los dos sindicatos, habían alzado los precios en las pulperías, almacenes propiedad de las empresas, que tenían el monopolio de las ventas en cada oficina (éstas se encontraban en plena pampa, lejos de centros poblados). El gobierno de Duhalde se puso lado de las empresas. Anuló las personalidades jurídicas de ambos sindicatos en conflicto, dejando a los trabajadores indefensos. Ante estos hechos, la Confederación de Trabajadores de Chile, convocó a una concentración en la Plaza Bulnes de la capital para el 28 de enero de 1946. Concurrió gran cantidad de manifestantes. La policía provocó y disparó contra la masa inerme. Fueron asesinados 6 obreros. Muchos otros resultaron heridos. Otra masacre tuvo lugar en la provincia de Cautín, a comienzos de mayo de 1946, donde murieron 3 mapuches y quedaron varios heridos. Una tercera, ocurrió el 14 de ese mismo mes contra campesinos del fundo La Isla, comuna de Fresia. El saldo: dos campesinos muertos y cuatro heridos.

El 4 de septiembre de 1946 tuvieron lugar elecciones presidenciales. Obtuvo la primera mayoría el candidato de la Izquierda, el abogado radical Gabriel González Videla. Este inició su gobierno el 3 de noviembre de ese año. Su primer gabinete estuvo integrado por 3 ministros radicales, 3 liberales y 3 comunistas.

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Según historiadores que representan los intereses de la derecha, el Partido Comunista, estando en el gobierno habría promovido paros y huelgas de trabajadores. Y esta fue la razón por qué González Videla decidió la salida del gabinete de sus tres ministros. Pero la verdadera causa fue otra. El 6 de abril de 1947 se llevaron a cabo elecciones municipales. El PC surgió de ellas como la tercera fuerza política nacional, lo que inquietó al imperialismo estadounidense y a la reacción criolla. Estos presionaron al Presidente para que hiciera salir del gabinete a los comunistas y lanzara por la borda el Programa jurado al pueblo. A pocos días de ello, el gobierno perpetró la primera de las seis masacres que tuvieron lugar en su período. Ocurrió el 12 de junio de 1947 contra los choferes y cobradores de micros, que dejó 4 muertos y 20 lesionados. La historia oficial afirma que “una vez apartado del gobierno, el partido comunista se hizo más intratable, promoviendo una huelga en las minas del carbón de Lota”. Ello no fue así. Los mineros del carbón, después de haber sido tramitados varios meses, iniciaron el 4 de octubre de 1947 una huelga legal, exigiendo mejores salarios. El régimen hizo todo un montaje, presentando ese movimiento sindical como el primer capítulo de un complot en su contra por parte del movimiento comunista internacional. González Videla reprimió salvajemente a los mineros, sosteniendo que esa era “la primera batalla de la Tercera Guerra Mundial”. El 21 octubre, inició la persecución contra el Partido Comunista. Cientos de sus dirigentes y militantes fueron detenidos y relegados al campo de concentración de Pisagua y a otros lugares. El

3 de septiembre de 1948, González Videla

promulgó la Ley de Defensa de la

Democracia, la “ley maldita”, contra el PC. Se borró de los Registros Electorales a 40 mil 127


ciudadanos; se exoneró a militantes comunistas o sospechosos de serlo, que trabajaban como profesores, ferroviarios y en otras reparticiones públicas.

La traición de González Videla constituyó un duro golpe para el PC. Hizo madurar en él la convicción de no participar más en coaliciones en que la fuerza hegemónica fuera la burguesía, como lo había hecho desde 1936.

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IX.- SEMBRANDO LA PRIMAVERA

A. SALVADOR ALLENDE GOSSENS “Entre los más preciados legados de Salvador Allende está el de su voluntad unitaria. Fue un consecuente luchador por la unidad de los trabajadores, y por la más estrecha alianza de los partidos de izquierda.” (Luis Corvalán: “Discurso pronunciado en Moscú el 3 de septiembre de 1980”)

Según el periodista británico Robert Moss, cuyo libro El Experimento Marxista Chileno fue editado por la dictadura, “Allende no era un pensador original y no sabía nada de economía. Pero era un marxista de toda la vida, cuyo trotskismo juvenil no se había diluido durante todos los años de sillón senatorial”

Salvador Allende Gossens nació en Valparaíso en 26 de junio de 1908. Tenía 18 años cuando ingresó a la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile. Durante la dictadura del general Carlos Ibáñez del Campo (1927 a 1931) siendo dirigente estudiantil, participó activamente en las manifestaciones contra el régimen. Fue encarcelado. Se vivían días agitados. Un poderoso movimiento democrático expulsó de La Moneda a Ibáñez el 26 de julio de 1931. Después tuvo lugar la breve República Socialista (del 4 al 16 de junio de 1932). Fue derrocada por un golpe militar, que dio nacimiento a la dictadura de Dávila. Allende siguió presente en los combates contra la reacción. Nuevamente cayó detenido y procesado el 16 de junio de 1932. Estando en prisión conoció de la muerte de su padre. Lo autorizaron a participar por una hora en sus funerales, que tuvieron lugar el 8 de

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noviembre de 1932. Ante la tumba de su padre declaró públicamente: “Desde este momento consagraré mi vida a la lucha social” Cumplió esa promesa. Se incorporó a las acciones de las causas populares, comprendiendo cada vez más el importante rol de la clase obrera. Allende, siendo hijo de una familia burguesa, puso su existencia al servicio de los trabajadores.

El 19 de abril de 1933 participó en la fundación del Partido Socialista. Al nacer el Frente Popular en 1936, ocupó el cargo de presidente de esa coalición en Valparaíso. En 1937 fue elegido diputado por Quillota y Valparaíso. Siendo parlamentario, actuó en 1938 como generalísimo de la campaña presidencial de Pedro Aguirre Cerda, ocupando además la Subsecretaría del PS. En enero del año siguiente, ejerció el puesto de Secretario General interino de su partido. El 28 de septiembre de 1939, renunció Allende a su cargo de diputado, para asumir la cartera de Ministro de Salubridad del Presidente Aguirre Cerda. Tenía 31 años de edad. Poco después, contrajo matrimonio con Hortensia Bussi. En 1942 dejó el Ministerio para transformarse en el secretario general del PS. Tres años más tarde, fue elegido senador por Valdivia, Llanquihue, Chiloé, Aysén y Magallanes. Siendo miembro del Senado, votó en 1948 contra la aprobación de la Ley de defensa de la democracia. En 1949 ocupó el puesto de presidente del Colegio Médico de Chile.

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B.

FORJANDO LA VICTORIA POPULAR

“No renunciéis al día que os entregan los muertos que lucharon. Cada espiga nace de un grano entregado a la tierra, y como el trigo, el pueblo innumerable junta raíces acumula espigas, y en la tormenta desencadenada sube a la claridad del universo” (Pablo Neruda: “Canto General”)

La victoria de Salvador Allende no fue –como afirman historiadores burgueses- producto de un error de cálculo de los partidos de centro y derecha, que se presentaron divididos en las elecciones que culminaron el 4 de septiembre de 1970. Ella fue el resultado de muchos combates grandes y pequeños, de triunfos y derrotas, en un largo período, iniciado con las luchas de Recabarren a fines del siglo XIX. Ese proceso -llevado a cabo por dos rieles, uno de la unidad sindical que culminó con la fundación de la CUT en 1953; el otro, de la unidad política que alcanzó su cima con la Unidad Popular en 1969- desembocó en la victoria de 1970. Este proceso entró en tierra derecha a partir de 1951, con la creación del Frente del Pueblo.

La posición sobre una nueva política de alianzas del PC fue compartida por Salvador Allende y sus camaradas del Partido Socialista de Chile, PSCH, la fracción más pequeña en que se había dividido el Partido Socialista.

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La otra, el Partido Socialista Popular, PSP, que era la mayoritaria, formaba parte de una heterogénea coalición, donde participaban desde marxistas hasta fascistas, que había levantado la candidatura del ex dictador Carlos Ibáñez del Campo y montado una campaña electoral que, utilizando un lenguaje popular, tomaba una serie de reivindicaciones que los sectores más avanzados exigían desde hacía años: la nacionalización del cobre, la reforma agraria, etc.

El 13 de noviembre de 1951 nació el Frente del Pueblo. Lo constituyeron el PC, el PSCH y otras agrupaciones. El domingo 25, en el teatro Caupolicán, fue proclamada la candidatura presidencial de Salvador Allende. Se elaboró un programa que planteaba la necesidad de conquistar un Gobierno que rompiera la dependencia con el imperialismo, a través de la nacionalización del cobre y otras riquezas básicas; que entregara la tierra a quien la trabajaba, por medio de una profunda reforma agraria, y que terminara con el dominio de la oligarquía financiera estatizando bancos y otras empresas en sus manos. En las elecciones del 4 de septiembre de 1952 triunfó Carlos Ibáñez, obteniendo 432.920 votos. Allende ocupó el cuarto y último lugar, con 51.984 sufragios (el 5,43% del total). Tres días más tarde dijo en el Senado: “Ese 5% implica un triunfo real y efectivo... esos 52 mil sufragios constituyen la expresión de otras tantas conciencias limpias que sabían que votaban por un programa, por una idea, por algo que estaba apuntando hacia el futuro”.

El 3 de noviembre de 1952 terminó el “tiempo de la infamia” y comenzó el gobierno del general Ibáñez, en medio de las ilusiones de amplios sectores populares. Allende y los partidos del Frente del Pueblo, continuaron su acción unitaria. Coincidieron con ellos otras entidades políticas. Ello posibilitó que, entre el 12 y el 16 de febrero de 132


1953, se realizara en Santiago el Congreso Constituyente de la Central Única de Trabajadores de Chile, CUT. Esta nació oficialmente el 12 de febrero de 1953. En ese histórico evento se aprobó una Declaración de Principios, donde se señalaba: “La Central Única de Trabajadores de Chile

tiene como finalidad primordial la

organización de todos los trabajadores de la ciudad y del campo, sin distinción de credos políticos o religiosos, de nacionalidad, de color, sexo o edad, para la lucha contra la explotación del hombre por el hombre, hasta llegar al socialismo integral”.

En el Consejo Directivo Nacional, formado por 25 miembros, elegidos por votación democrática, quedaron representadas todas las corrientes ideológicas existentes en ese momento en el movimiento sindical chileno (comunistas, socialistas populares, socialistas de Chile, socialistas disidentes, anarcosindicalistas, falangistas, radicales e independientes).

En los primeros meses de su administración, Ibáñez tuvo una actitud paternalista hacia la CUT. Pero, a partir de mayo de 1954, inició la represión contra el movimiento obrero. Reabrió el campo de concentración de Pisagua y aplicó la “ley maldita”.

El 28 de febrero de 1956 se fundó el Frente de Acción Popular, FRAP. Lo formaron el Partido Comunista, el Partido Socialista de Chile, el Partido Socialista Popular, el Partido del Trabajo, el Partido Democrático de Chile y el Partido Democrático del Pueblo. En las elecciones parlamentarias del domingo 3 de marzo de 1957, eligió 26 de los 147 diputados que formaban la Cámara.

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En septiembre de 1956 y en marzo-abril de 1957, el gobierno perpetró tres masacres contra manifestantes que protestaban contra las alzas. Después de haber hecho uso de la Ley de Defensa de la Democracia, el Presidente Ibáñez contribuyó a derogarla, a través de la promulgación de una ley, el sábado 2 de agosto de 1958, cuando faltaba un mes para las elecciones presidenciales. Estas tuvieron lugar el 4 de septiembre de 1958. Triunfó el candidato de la derecha Jorge Alessandri Rodríguez. Salvador Allende, abanderado del FRAP, quedó en segundo lugar, a sólo 33 mil votos del vencedor (alcanzando el 28,51% del total de sufragios). Pocos días después afirmó Allende por cadena de radioemisoras que las fuerzas del FRAP han salido victoriosas “porque hemos penetrado profundamente en la conciencia ciudadana con nuestro pensamiento renovador”. La alta votación de Salvador Allende preocupó seriamente a Washington.

El 3 de noviembre, se inició el “Gobierno de los Gerentes”. En los comicios presidenciales del 4 de septiembre de 1964, Salvador Allende, nuevamente candidato del FRAP, sufrió su tercera derrota (pero logró el 38,64% del total de los votos válidamente emitidos). Triunfó Eduardo Frei Montalva, candidato de la Democracia Cristiana apoyado por los partidos de la derecha. Contó además con un fuerte respaldo de la CIA, que desde 1962 y por órdenes del Presidente John Kennedy comenzó a actuar contra el candidato de la Izquierda.

El 3 de noviembre de 1964 llegó Eduardo Frei Montalva a La Moneda, prometiendo realizar una “revolución en libertad”. No hubo revolución alguna, pero sí, se perpetraron 10 masacres contra trabajadores, pobladores y estudiantes. 134


En 1965 Salvador Allende mostró la esencia de la Democracia Cristiana al señalar que “se trata de un partido burgués, cuya misión básica radica, exactamente, en preservar la existencia del sistema burgués” En julio de 1967, Allende viajó a La Habana encabezando una delegación, constituida por dirigentes de los partidos de Izquierda, que participó en la Conferencia Tricontinental de Solidaridad, donde se

condenó las acciones agresivas del imperialismo estadounidense.

En esa Conferencia, Allende propuso la creación de la Organización Latinoamericana de Solidaridad, OLAS, que fue fundada en agosto de ese año.

Los tres últimos gobiernos burgueses, con distintos matices, significaron más miseria para los trabajadores, empobrecimiento de las capas medias, mayor dependencia del país al imperialismo extranjero. Por eso surgió el clamor de cambios de fondos. Recogiendo esa exigencia se creó, el 9 de octubre de 1969, la Unidad Popular, la más amplia coalición de Izquierda de la historia de Chile. La formaron partidos marxistas: el PC y el PS; partidos socialdemócratas como el PR, el Partido Socialdemócrata y el API (Acción Popular Independiente), más uno de origen cristiano, el MAPU. La de 1970 fue la campaña más corta de la Izquierda chilena. Se inició recién el 22 de enero. Pero fue una campaña a la ofensiva. Se unió lo electoral con la solución de los problemas del pueblo; en sus marcos se desarrolló el primer paro nacional campesino, tomas de sitios, huelgas. Las brigadas Ramona Parra y otras, pintaron calles y caminos. Un año antes, en 1969, habían comenzado los trabajos electorales Jorge Alessandri Rodríguez, candidato de la Derecha y Radomiro Tomic, abanderado democratacristiano. El 4 de septiembre de 1970 triunfó Allende en las urnas. Obtuvo la primera mayoría relativa, con el 36,3% de los votos. 135


En la madrugada del 5, Salvador Allende habló al pueblo desde un balcón de la Federación de Estudiantes de Chile.

En parte de su encendida improvisación dijo:

“Esto que hoy germina es una larga jornada. Yo sólo tomo en mis manos la antorcha que encendieron los que antes que nosotros lucharon junto al pueblo y el pueblo. Este triunfo debemos tributarlo en homenaje a los que cayeron en las luchas sociales y regaron con su sangre la fértil semilla de la revolución chilena que vamos a realizar” Y finalizó en medio del fervor, de la alegría y la decisión de miles de manifestantes: “Gracias, gracias, compañeras. Gracias, gracias, compañeros. Ya lo dije un día. Lo mejor que tengo me lo dio mi partido, la unidad de los trabajadores y la Unidad Popular. A la lealtad de ustedes, responderé con la lealtad de un gobernante del pueblo; con la lealtad del Compañero Presidente”.

Después de 60 días al rojo, en que el imperialismo estadounidense y la reacción criolla usaron todos los medios -incluso el asesinato del comandante en jefe del Ejército, general René Schneider- para impedir la llegada de Allende a La Moneda, éste asumió la Presidencia de la República el 3 de noviembre de 1970.

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C. LAS REALIZACIONES EN LOS MIL DIAS DEL GOBIERNO POPULAR

“Hemos triunfado para derrotar definitivamente la explotación imperialista, para terminar con los monopolios, para hacer una seria y profunda reforma agraria, para controlar el comercio de importación y exportación, para nacionalizar en fin, el crédito, pilares todos que harán factible el progreso de Chile, creando el capital social que impulsará nuestro desarrollo”. (Salvador Allende: “Discurso del 5 de septiembre de 1970”)

Cuando los historiadores burgueses se refieren al Gobierno de Salvador Allende, subrayan el caos, el desabastecimiento, las largas filas para lograr algún producto, los actos violentos (efectuados por terroristas de derecha), pero se cuidan de entregar datos sobre las grandes obras llevadas a cabo durante ese período.

El 3 de noviembre se inició el Gobierno Popular. Hubo grandes y alegres festejos. El 5, en un masivo acto, enfatizó el Presidente Allende: “Nuestro camino será aquel construido a lo largo de nuestra experiencia, el consagrado por el pueblo en las elecciones, el señalado en el Programa de la Unidad Popular: ‘El camino al socialismo en democracia, pluralismo y libertad’... Por primera vez en nuestra historia, cuatro obreros forman parte del Gobierno, como Ministros de Estado.”

El 1º de Mayo de 1971, hubo una gran conmemoración del Día Internacional de los Trabajadores en la Plaza Bulnes de Santiago. En la tribuna, además del Presidente, estaba el

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Cardenal Raúl Silva Henríquez, Víctor Díaz, que habló en nombre de la CUT, dirigentes políticos, sindicales y sociales. En esa ocasión, Allende pronunció un combativo discurso en el cual manifestó: “Tenemos que tener conciencia: la revolución no se hace en las palabras, compañeros, se hace en los hechos. Y hacer la revolución no es tan fácil, sino ya la habrían realizado otros pueblos, en otras latitudes o en este continente. Es necesario tener el nivel político, la responsabilidad necesaria para entenderlo: no basta hablar de la revolución. Hay que hacer la revolución interior, que le dé autoridad a uno para poder exigirle a los demás.”

En su mensaje al Congreso Pleno del 21 de mayo de 1971 dijo: “Caminamos hacia el socialismo no por amor académico a un cuerpo doctrinario... Vamos al socialismo por rechazo voluntario, a través del voto popular, del sistema capitalista y dependiente cuyo saldo es una sociedad crudamente desigualitaria, estratificada en clases antagónicas, deformada por la injusticia social y degradada por el deterioro de las bases mismas de la solidaridad humana”.

En un discurso pronunciado en la Universidad de Concepción a fines de mayo de 1971, advirtió: “Yo no quiero que nadie preste apoyo a este Gobierno si no comparte la realidad de la táctica, si no comparte el camino que hemos fijado (hubo algunos silbidos de parte de militantes del MIR, que se definió como ‘oposición de izquierda al Gobierno Popular’). Allende continuó: “Debo anticiparles que no me inquietan ni los silbidos ni los aplausos. Tengo demasiados años en la lucha social para sentirme intranquilo frente a la recepción parcial que puedan tener mis palabras”. Y añadió: “El extremismo revolucionario es también traición al socialismo” (Nuevos silbidos) “Silben a Lenin. No a mí”. 138


El 10 de noviembre de 1971, Fidel Castro inició una visita al Chile de la Unidad Popular. El día de su llegada fue recibido por una impresionante multitud que se estacionó a lo largo de todo el recorrido realizado por el líder cubano junto a Salvador Allende. Fue una exitosa gira por todo el país que duró casi un mes. Cuando ella casi finalizaba, la reacción efectuó en Santiago una manifestación contra el Gobierno y Fidel, en la cual asomaron por primera vez las garras del fascismo. Al día siguiente, 2 de diciembre, se realizó en el Estadio Nacional de la capital el acto de despedida del ilustre visitante. En la ocasión, el Presidente Allende pronunció un dramático discurso en que manifestó: “...y yo les digo a ustedes, compañeros de tantos años, se lo digo con calma, con absoluta tranquilidad: yo no tengo pasta de apóstol ni tengo pasta de Mesías, no tengo condiciones de mártir, soy un luchador social que cumplo una tarea, la tarea que el pueblo me ha dado, pero que lo entiendan aquellos que quieren retrotraer la Historia y desconocer a la voluntad mayoritaria de Chile: sin tener carne de mártir, no daré un paso atrás; que lo sepan: dejaré La Moneda cuando cumpla el mandato que el pueblo me diera. “Que lo sepan, que lo oigan, que se les grabe profundamente: defenderé esta revolución chilena, y defenderé el Gobierno Popular porque es el mandato que el pueblo me ha entregado, no tengo otra alternativa, sólo acribillándome a balazos podrán impedir la voluntad que es hacer cumplir el Programa del pueblo”.

El segundo Mensaje al Congreso Pleno, dijo el 21 de mayo de 1972: “En 1971 se otorgó personalidad jurídica a 599 sindicatos industriales, 85% más que el año anterior. Agrupan a

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35 mil asociados. En el sector rural, fueron reconocidos 122 sindicatos agrícolas que agrupan a 127 mil miembros”. El 2 de diciembre de 1972, hablando en el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, de Guadalajara, México, afirmó: “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción, incluso biológica; pero ir avanzando en los caminos de la vida y mantenerse revolucionario, en una sociedad burguesa, es difícil”.

Dos días después, Allende pronunció un histórico discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. En parte de éste, denunció: “No sólo sufrimos el bloqueo financiero, también somos víctimas de una clara agresión. Dos empresas que integran el núcleo central de las grandes compañías transnacionales, que clavaron sus garras en mi país, la International Telegraph & Telephone Company

y la Kennecott

Corporation, se

propusieron manejar nuestra vida política.”

El día 12 de ese mes de diciembre de 1972, en un discurso dicho en la Plaza de la Revolución, en La Habana, Allende señaló: “Hace unos pocos minutos el Gobierno Revolucionario de Cuba ha honrado a Chile en mi persona, al otorgarme la más alta distinción que pudiera recibir en mi vida de revolucionario: la Medalla José Martí. Ella pertenece al pueblo chileno, que siempre estuvo y estará junto al pueblo de Cuba y su proceso revolucionario”.

El 4 septiembre de 1973 se cumplieron tres años de la victoria popular de 1970. Al hacer un balance de esos casi mil días del Gobierno de Allende, los logros alcanzados eran enormes:

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a) Cambios revolucionarios en la economía del país: -

Nacionalización de la gran minería del cobre, hierro y salitre;

-

Nacionalización de otras empresas como la Compañía Chilena de Teléfonos, la Fundición NIBSA e industrias alimenticias;

-

Estatización de empresas en manos de la burguesía criolla, como la minería del carbón; 16 de los 18 bancos privados, lo que permitió controlar el 90% del crédito; además de alrededor de 90 otras empresas;

-

Realización de una

profunda Reforma Agraria, que puso fin al improductivo

latifundio, expropiando 4 mil haciendas, con una superficie total 8,9 millones de hectáreas y entregando la tierra al que la trabaja; -

Se constituyó una poderosa área social de la economía, propiedad de todos los chilenos; a las 27 empresas del Estado existentes en 1970, el Gobierno Popular agregó otras 160. Llegando esta área a controlar el 32% de la producción nacional;

-

El Estado tuvo en sus manos el 90% del comercio de exportación y el 60% del de importación.

b) Se produjeron importantes avances en la economía: -

Con el aprovechamiento pleno de la capacidad instalada de la industria, la producción fabril aumentó en más de un 20%;

-

Según un estudio del Banco Mundial, publicado en 1974, la productividad de la Industria chilena fue en 1971 un 6,5 superior a la de 1970;

-

El producto Geográfico Bruto, que creció un 1,6% en el período 1959-1970, se elevó a un 5,3% en 1971-1972, lo representa un auge sin precedente en la historia de Chile. 141


c) Todo esto se tradujo en mejoramiento de la calidad de vida del pueblo: -

La cesantía disminuyó del 6,3% al 3%, el nivel más bajo desde 1901;

-

Fuerte redistribución del ingreso nacional. La participación de los trabajadores se elevó del 55% en 1970, al 65% en 1972;

-

La capacidad adquisitiva del salario mínimo fue de 27,3 kilos de pan al día;

-

Se entregó diariamente, en forma gratuita, medio litro de leche a todos los niños hasta 15 años de edad, a las mujeres embarazadas y a las que amamantaban;

-

Se entregó previsión social a 725 mil chilenos, especialmente de los sectores medios;

-

Se crearon consultorios de salud periféricos en las ciudades y en el campo, por cada 40 mil habitantes;

-

La construcción de viviendas populares aumentó en un 18%;

-

Se realizaron los veraneos populares;

-

En dos años se publicaron 12 millones de ejemplares de obras de la literatura nacional y mundial, que se vendían a muy bajo precio;

-

Se democratizó la educación, que era gratuita, con entrega de textos y cuadernos desayunos y almuerzos a los alumnos de educación básica. Se instituyeron becas para hijos de obreros, campesinos, mapuches y soldados

-

Se promovió el cine nacional.

-

Existió la democracia más avanzada de la historia de Chile;

-

Se respetaron irrestrictamente los derechos humanos.

c) La política internacional del Gobierno Popular fue soberana y digna. Chile tuvo relaciones diplomáticas con todos lo países de la tierra. 142


D. LA SUBVERSIÓN DE LOS ENEMIGOS DEL PUEBLO

“El factor fundamental de la derrota de la experiencia de la Unidad Popular lo constituyó la decidida resistencia de los enemigos del pueblo al proceso y la inmensa fuerza que lograron acumular” (Luis Corvalán: “El Gobierno de Salvador Allende”)

Los historiadores de derecha eluden mencionar las acciones subversivas contra el Gobierno de Salvador Allende. No entregan antecedentes del cúmulo de testimonios que existen en el Informe Church del Senado estadounidense y en los documentos desclasificados de la CIA, sobre la intervención extrajera contra el proceso revolucionario que se llevó a cabo entre 1970 y 1973. Es de gran valor conocer estos hechos, para comprender mejor lo mucho que hizo el Gobierno Popular, a pesar de todo ese sabotaje.

Los cambios revolucionarios llevados a cabo por el Gobierno de Salvador Allende beneficiaron al pueblo chileno, pero perjudicaron a los tres enemigos de su progreso: el imperialismo estadounidense, los latifundistas y la gran burguesía criolla. Estos, dirigidos por el Comité de los Cuarenta, que encabezó Henry Kissinger, iniciaron su labor sediciosa el mismo 4 de septiembre de 1970.

“El Presidente John Kennedy decidió en 1962 que era del interés nacional de seguridad norteamericana que resultara elegido como presidente

chileno en 1964 el candidato

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democratacristiano Eduardo Frei” -reveló Edward Korry, ex Embajador de Estados Unidos en Chile- agregando que “esto también correspondía a los llamados directos de los prelados católicos, tanto en Roma como en Santiago”. Esto revela que, desde 1962, el gobierno de EE UU asumió una actitud antiallendista, que era la contrapartida del antiimperialismo del líder chileno. Pero no fueron sólo palabras las lanzadas desde la Casa Blanca. Entre 1963 y 1973 la CIA gastó en Chile 13 millones 400 mil dólares (8 millones en ayuda a la Democracia Cristiana y partidos de derecha; 4 millones 300 mil en elaboración y difusión de propaganda en los medios de comunicación masiva; 900 mil en ganar influencias en instituciones sindicales, estudiantiles, campesinas, de mujeres; 200 mil en el “estímulo” al golpe militar).

En Chile, desde la llegada de Allende a La Moneda, se llevó a cabo un plan sedicioso dirigido y financiado por el Comité 40. Hubo varios intentos de golpes, que fueron abortados gracias, especialmente, a la labor del comandante en jefe del Ejército, General Prats González. Entre las principales acciones contrarrevolucionarias, estuvo el Paro Patronal de Octubre de 1972. Los grandes capitalistas, agrupados en la Sociedad de Fomento Fabril, SOFOFA, llamaron a un paro de actividades, que se debía realizar paralelamente al paro de los camioneros y de los colegios profesionales controlados por la Democracia Cristiana y la derecha. La CUT instruyó a los trabajadores a tomar sus puestos de trabajo y hacerse responsables de la producción. De los 35 mil talleres y fábricas existentes en el país, paralizaron menos de 20; de los 5 mil asentamientos campesinos, lo hicieron sólo 65. Esta fue la respuesta de los trabajadores. 144


Por su parte, el Ejército, encabezado por su Comandante en Jefe, salió al paso a los intentos de crear el caos en ciudades y caminos. El Gobierno actuó con firmeza. Allende constituyó un nuevo Gabinete donde participaron ministros de la UP, de la CUT y de las Fuerzas Armadas. El general Prats fue designado ministro del Interior. La enérgica actitud de éste, obligó a los patrones a poner fin al paro.

Otra acción sediciosa fue el llamado “golpe blanco”. La oposición planificó alcanzar una alta votación en las elecciones parlamentarias del 4 de marzo de 1973, logrando así tener la mayoría necesaria en el Congreso Nacional, especialmente

en el Senado, para derrocar

“legalmente” al Presidente Allende. También fracasaron. La Unidad Popular reunió el 43,9% de los sufragios, superando así el 36,3% obtenido el 4 de septiembre de 1970, echando por tierra los planes de los sediciosos.

Fue entonces, cuando Pablo Rodríguez, jefe del movimiento fascista “Patria y Libertad” (y actualmente uno de los abogados de Pinochet) planteó públicamente que no se podía esperar hasta las elecciones presidenciales de 1976, porque para esa fecha “los marxistas alcanzarán el 80% de los votos”. El único camino para derrotar a la Izquierda chilena era un golpe de Estado, echar mano a los militares. Pablo Rodríguez y otros miembros de “Patria y Libertad” contactaron a elementos sediciosos del Ejército y se lanzaron a preparar un golpe de estado que debía derrocar al Gobierno Popular el

viernes 29 de junio de 1973. En la noche del jueves al viernes,

robaron ametralladores pesadas y municiones en los almacenes del Batallón Blindado Nº 2, ubicado en calle Santa Rosa. Simultáneamente un grupo de tenientes subversivos alistaban a los efectivos y el material para iniciar a la mañana siguiente la aventura. 145


El viernes 29, el general Carlos Prat, comandante en jefe del Ejército, contrariamente a lo que era su costumbre, se quedó dormido después que sonó el despertador a las 6,30. Lo despertó su teléfono privado. Eran ya las 9 horas. El secretario general de la comandancia en jefe le comunicó que el Batallón Blindado Nº 2 se había sublevado y que los tanques atacaban La Moneda. Prats le ordenó que mantuviera contacto con los generales Augusto Pinochet, Orlando Urbina y Mario Sepúlveda. Se dirigió a la Escuela Militar, donde se reunió con el comandante de los institutos militares y el director de la Escuela Militar. Realizó varios contactos telefónicos y visitó el Regimiento de Artillería Nº 1 Tacna. A la salida se encontró con José Tohá, ministro de Defensa, a quien informó de lo que ocurría, solicitándole comunicara ello al Presidente Allende. Pasó a la Escuela de Suboficiales, donde había resistencia para salir a aplastar la subversión. Reunió a los oficiales, los enfrentó y convenció. Luego avanzó en auto por la calle Dieciocho en dirección a La Moneda. En el trayecto meditó sobre los acontecimientos y llegó a la conclusión que el Batallón Blindado Nº 2 no podía estar solo en el intento de golpe; que por tanto, era urgente dominar la situación rápidamente. Si se prolongaba el movimiento, podían plegarse a la intentona otras fuerzas. Había que actuar con audacia. “En la esquina de Dieciocho con la Avenida Bernardo O’Higgins (la Alameda) –relata Prats en sus Memorias- me bajo del auto, portando una subametralladora Thompson, y avanzo hacia el este por la calzada sur, hasta la esquina de Lord Cochrane, donde espero al general (Julio) Canessa y su columna. Ya se había congregado numeroso público que observaba nerviosamente los movimientos de la tropa. La mayoría aplaude presumiendo que se trata de efectivos leales al Gobierno. Ordeno al general Canessa que despliegue la Escuela (de Suboficiales) a lo ancho de la avenida y emplace las armas pesadas, mientras 146


yo avanzo a hablar con los amotinados... Decido avanzar, entonces, acompañado sólo por el subdirector de la Escuela de Suboficiales, teniente coronel Osvaldo Hernández, por el capitán Roger Vergara y el sargento primero Omar Vergara. El capellán Villarroel, muy conmovido, nos da la absolución. Nos encaminamos resueltamente hacia el tanque más próximo, ubicado cerca de la esquina de Teatinos con avenida Bernardo O’Higgins. El comandante del tanque nos apunta con su ametralladora, pero no dispara. Le ordeno bajar e identificarse, y que se entregue a la Escuela de Suboficiales. Sucesivamente repito mi gesto con otros tanques y carros de combate, ubicados en el lado sur de La Moneda... Algunos huyen, en dirección al sur, en vez de rendirse”. Restaba lograr la rendición del comandante del Batallón Blindado Nº 2, coronel Roberto Souper. Este permanecía en el lado norte de La Moneda. Emprendió rápida marcha por Teatinos hacia el sur. Prats ordenó que avanzara la Escuela de Suboficiales y tomara el control del sector sur de palacio de gobierno. Se produjo un intercambio de fuego con individuos apostados en la torre ENTEL y otros edificios. Fueron prontamente acallados. Prats hizo abrir las puertas sur y norte de La Moneda. “En ese momento –relata el general Prats- alcanzan la calzada de calle Moneda, frente a la puerta principal del palacio de gobierno, efectivos del Regimiento Buin, que tenían la misión de atacar a los amotinados desde el norte. Lo encabeza el general Augusto Pinochet, jefe del estado mayor general del ejército, y el coronel Geiger, comandante de la unidad. Pinochet me abraza”. Pronto llegó el presidente Salvador Allende. Aún se escuchaban disparos aislados. El general Prats le informó de los sucesos y se dirigió a su oficina en el Ministerio de Defensa. Pronto el comandante Roberto Souper, que encabezó el intento de golpe, se rindió.

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Finalizó así el llamado “tanquetazo”. No hay duda que otros elementos comprometidos en la aventura se echaron para atrás a última hora. Pablo Rodríguez y varios miembros de “Patria y Libertad” se asilaron en la Embajada de Ecuador. Esa tarde, a las 19 horas, se realizó una masiva concentración en la Plaza de la Constitución, donde habló el Presidente Salvador Allende.

Por entonces las contradicciones dentro de la Unidad Popular contribuían al avance de los planes sediciosos. “En el seno del Gobierno –leemos en las Memorias del general Prats- se retornó nuevamente a la pugna entre duros y moderados que surgieron entre mayo y septiembre de 1972. El Partido Socialista, el sector de Garretón del MAPU, parte de la Izquierda Cristiana, apoyados ‘extraoficialmente’ por el MIR, insistieron en su tesis voluntarista de la movilización de masas y del fortalecimiento del presidencialismo. Con ello se propiciaba conformar una estructura económica con drásticos mecanismos de regulación socialista sobre la industria, la banca, la agricultura y la distribución de bienes, afincados en la ilusión de neutralizar a las Fuerzas Armadas, como consecuencia del conflicto interno entre soldados ‘honestos’ y los ‘reaccionarios’. El Partido Comunista, la fracción del MAPU liderada por Gazmuri, un sector de la Izquierda Cristiana, el API y el Partido Radical, sostenían la tesis de llevar a la práctica un ‘programa de emergencia económica’, bajo una ‘dirección única, oportuna y eficiente, compartida por el Gobierno, la UP, la CUT y las Fuerzas Armadas, y así combatir frontalmente la inflación y las ganancias especulativas”.

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Siguiendo el guión del Comité de los 40, con fecha 22 de agosto de 1973, el Partido Demócrata Cristiano, presentó a la Cámara de Diputados un proyecto de acuerdo declarando ilegal al Gobierno Popular. Fue aprobado por la mayoría opositora.

El 23 de agosto, la mayoría de los generales, comprometidos con el golpe, lograron hacer renunciar al General Prats a sus cargos de Ministro de Defensa y de Comandante en Jefe del Ejército. Lo reemplazó el general Augusto Pinochet, que posaba de leal al Gobierno.

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X.- BOTAS PISOTEAN LA PRIMAVERA

A. EL GOLPE DEL 11 DE SEPTIEMBRE DE 1973 “El Presidente no sólo fue valiente y firme en cumplir su palabra de morir defendiendo la causa del pueblo, sino que creció en la hora decisiva hasta límites increíbles... Muchas veces el pensamiento inerme quedó abatido por la fuerza bruta. Pero ahora puede decirse que nunca la fuerza bruta conoció semejante resistencia, realizada por un hombre de ideas, cuya armas fueron siempre la palabra y la pluma”. (Fidel Castro: “Discurso en acto en homenaje a Allende. La Habana, septiembre de 1973”)

Elementos de derecha y algunos sectores de la Concertación plantean que “todos somos responsables del golpe del 11 de septiembre de 1973”. Se señala que las Fuerzas Armadas procedieron ante el pedido de la ciudadanía porque la situación caótica no daba para más. El ex Presidente Eduardo Frei Montalva declaró el 11 de octubre de 1973 al periódico ABC de Madrid, que “los militares salvaron a Chile”. Los historiadores burgueses silencian las verdaderas causas que llevaron a los fascistas a asaltar la democracia y quienes estuvieron detrás de su actuación, tanto desde el extranjero, como en el país. Según el periodista inglés Robert Moss: “Los generales chilenos llegaron a la conclusión de que la democracia no tiene derecho a suicidarse. Decidieron que había llegado el momento en que el país debía escoger el mal menor: optar entre caer en una uniforme -y probablemente inalterable- dictadura marxista, o imponer una forma transitoria y amplia de gobierno militar que daría tiempo para hacer retornar al país a su condición primitiva”. 150


El 4 de septiembre de 1973, tuvieron lugar los actos conmemorativos del tercer aniversario de la victoria popular. A través del país cientos de miles de personas manifestaron su apoyo al Gobierno. En Santiago marcharon cerca de un millón. Este respaldo masivo a Salvador Allende, obligó a los conspiradores a perpetrar un golpe fascista. No bastaba un golpe de Estado tradicional. Había que emplear la violencia extrema.

Martes 11 de septiembre de 1973. Era aún muy temprano cuando el Presidente Allende fue informado que tropas de la Armada y del Regimiento Maipo habían tomado Valparaíso y que seis camiones con efectivos de la Marina se dirigían a Santiago. Allende ordenó a fuerzas de carabineros detenerlos en la carretera. Lo que se cumplió. Luego intentó comunicarse con los comandantes en jefes. No logró ubicarlos. Sólo respondió el director general de Carabineros. El Presidente aún creía en la lealtad del Ejército. Le resultaba inconcebible que pudiesen traicionar quienes, hacía pocas horas,

habían manifestado

lealtad y obediencia al

Gobierno constitucional. La mañana estaba fría. A las 7,20 Allende y su escolta abandonó Tomás Moro y se dirigió velozmente hacia La Moneda. A esa misma hora, desde Valparaíso, el teniente coronel Patrick J. Ryan, agregado naval de la Embajada de Estados Unidos, informaba jubiloso a la Central en la zona del Canal de Panamá que en Chile se había iniciado el día D. A las 7,30 horas el Presidente de la República ingresaba por la puerta principal del Palacio de Gobierno, resguardado por tanquetas de Carabineros. 151


Se reunió en su oficina con los asesores Joan Garcés y Augusto Olivares. Hasta allí llegó el director general de Carabineros, general Sepúlveda, para informar de las medidas que había ordenado para defender el Gobierno. Tres de los teléfonos del gabinete presidencial estaban conectados con las radios Corporación, Magallanes y Portales. Eran las 7,55 horas cuando Allende se dirigió ese martes 11, por primera vez al pueblo. Lo hizo por Corporación. Informó de los acontecimientos de Valparaíso. Llamó a ocupar los puestos de trabajo y esperar en ello con absoluta calma y serenidad. Señaló que en Santiago no se habían observado movimiento extraordinario de tropas. Finalizó enfatizando: “Yo estoy aquí, en el Palacio de Gobierno y me quedaré aquí defendiendo al gobierno que represento por voluntad del pueblo”. Todavía confiaba que el Ejército estaba de su parte. En esos precisos momentos el “leal Pinochet” dirigía las acciones golpistas desde su puesto de mando, ubicado en el Comando de Peñalolén, en los faldeos cordilleranos a unos mil metros de altura, desde donde se dominaba una amplia vista de Santiago. Llegó el Subsecretario de Guerra, quien relató: “Vengo del Ministerio de Defensa. Quise entrar y no me dejaron. Está tomado por el Ejército”. Era una primera señal de lo que ocurría con esa rama de la defensa. Aún con esta información, Allende no perdía la esperanza de contar con el Ejército. Habló por segunda vez por radio. No pudo hacerlo por Corporación, pues su antena había sido bombardeada. Lo hizo por las ondas de la Magallanes: “Tengo la certeza de que los soldados sabrán cumplir con su obligación. De todas formas, el pueblo y los trabajadores fundamentalmente, deber estar movilizados activamente, pero en sus puestos de trabajo,

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escuchando el llamado que pueda hacerles y las instrucciones que les dé el compañero Presidente de la República.”

Se recibió un llamado del Edecán Aéreo, ofreciendo a Allende, en nombre del secretario del comandante en jefe de la Fuerza Aérea, un avión con el cual saliera del país. “El Presidente de Chile no arranca en un avión”, fue la respuesta indignada. “Que él sepa comportarse como un soldado, que yo sabré cumplir como Presidente de la República” Quedó claro con este hecho que la Fuerza Aérea estaba comprometida en la intentona golpista. Faltaba conocer en qué situación se hallaba el Ejército y Carabineros. Desde el gabinete presidencial telefoneó a su mando el general Sepúlveda. Y fue sorprendido con la noticia: Ya no era más el director general de Carabineros. Se había producido un golpe de mano en la alta jerarquía policial y fue reemplazado por el general Mendoza, que estaba muy abajo en el escalafón. A las 8,40 se dio a conocer por radio el primer bando militar. En lo medular decía: “El señor Presidente de la República debe proceder a la inmediata entrega de su alto cargo a las Fuerzas Armadas y Carabineros”. Lo firmaban los comandantes en jefe Augusto Pinochet, por el Ejército y el general Leigh, por la Fuerza Aérea. Y los autodesignados almirante Merino, por la Armada, y el general Mendoza, por Carabineros. Allende respondió de inmediato por radio Magallanes: “No lo haré. Notifico ante el país la actitud increíble de soldados que faltan a su palabra y a su compromiso.. Hago presente mi decisión irrevocable de seguir defendiendo a Chile en su prestigio, en su tradición, en su forma jurídica, en su Constitución”. Eras las 8,45. Allende abrió un ventanal del ala norte de La Moneda y se asomó. Se escucharon gritos de apoyo y aplausos. 153


Las tanquetas de carabineros se habían transformado de protectoras del Palacio Presidencial en sitiadoras. Diez miembros del GAP, llegados desde Tomás Moro,

que intentaron

ingresar, fueron detenidos y posteriormente, asesinados.

Entre los que lograron cruzar el cerco policial estuvieron dos hijas de Allende: Beatriz e Isabel. También logró hacerlo, Hernán del Canto, enviado por el Partido Socialista. Joan Garcés, testigo presencial del breve diálogo entre el dirigente del PS y el Presidente, lo recuerda así: -Presidente, vengo de parte de la dirección del partido a preguntarle qué hacemos, donde quiere que estemos. -Yo sé cual es mi lugar y sé lo que tengo que hacer. Nunca antes me han pedido la opinión. ¿Por qué me la piden ahora? Ustedes, que tanto han alardeado, deben saber lo que tienen que hacer. Yo he sabido desde un comienzo cuál era mi deber.

Pasaron aviones de guerra a vuelo rasante. Era el anuncio del comienzo del fin. Una de las grandes cualidades de Allende fue su consecuencia. Unió a las palabras, los hechos. Y ese 11 de septiembre cumplió con lo que había dicho en el acto de despedida de Fidel Castro, en el Estadio Nacional, el 2 de diciembre de 1971. Cuando ya estaban para él claras las cosas, se dirigió una vez más al país. A través de las ondas de Radio Magallanes dijo: “La historia no se detiene ni con la represión ni con el crimen. Esta es una etapa que será superada , este es un momento duro y difícil...Ante estos hechos sólo me cabe decirle a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza que la semilla que entregamos a la 154


conciencia de miles y miles de chilenos no podrá ser cegada definitivamente Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen, ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.”

El presidente despidió a sus cuatro edecanes, que abandonaron el Palacio de Gobierno. Tomó de nuevo el teléfono conectado a la única emisora leal que estaba en el aire. Eran las 9,15 horas: “Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal a la patria. El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse. “ ¡Trabajadores de mi patria! Tengo fe en Chile y en su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile, viva el pueblo, vivan los trabajadores!

Estas son mis últimas palabras,

teniendo la certeza de que el sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una sanción moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición”. Fue su último mensaje. Luego hizo salir de La Moneda a los carabineros que permanecían en él. Se quedaron 16 detectives, a pesar de que los liberó de toda responsabilidad de continuar ahí. Comenzaron a disparar desde afuera. Fuego de ametralladoras y de cañones de tanques. Se iniciaba el ataque dirigido por el general Palacios. Allende organizó la defensa. 155


Logró un alto al fuego para que abandonaran La Moneda las mujeres. Salieron ocho, pero otras dos quedaron escondidas: la Payita y una secretaria llamada Marcia. A las 11,52 cayó la primera bomba. Luego otra y otra más. Fuego, humo, escombros por todas partes. Atmósfera irrespirable. Fue encontrado muerto el periodista Augusto Olivares. El Presidente parlamentó una nueva tregua, asegurando que todos abandonarían La Moneda. A las 13,30 horas se abrió la puerta de Morandé 80. A la Payita, su gran amiga, le entregó el Acta de la Independencia firmada por O’Higgins, para salvarla de ser consumida por las llamas. Un soldado se la arrebató y destruyó. ¡Todo un símbolo!: ¡Allende preocupado de salvar el Acta de la Independencia; un militar golpista, destruyéndola! Los últimos de la fila alcanzaron a escuchar el grito: “Allende no se rinde”.

El general Palacios comunicó por radio al almirante Carvajal: “Misión cumplida. La Moneda tomada. Presidente muerto”. El almirante, ‘curiosamente’, usó el inglés para dar la noticia a los otros jefes golpistas. Pablo Neruda finalizó sus Memorias escribiendo sobre el funeral de su amigo y compañero Presidente: “Aquel cuerpo fue enterrado secretamente en un sitio cualquiera. Aquel cadáver que marchó a la sepultura acompañado por una sola mujer que llevaba en sí misma todo el dolor del mundo, aquella gloriosa figura muerta iba acribillada y despedazada por los disparos de las ametralladoras de los soldados de Chile, que otra vez habían traicionado a Chile”.

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B. LA DICTADURA PINOCHETISTA

“...nadie sabe dónde están ahora, no tienen tumba, estás dispersos en las raíces de la patria sus martirizados dedos sus fusilados corazones: la sonrisa de los chilenos: los valerosos de la pampa: los capitanes del silencio. Nadie sabe dónde enterraron los asesinos estos cuerpos, pero ellos saldrán de la tierra a cobrar la sangre caída en la resurrección del pueblo”. (Pablo Neruda: “Canto General”)

Los historiadores de derecha al referirse a lo que llaman el gobierno militar, subrayan los grandes progresos económicos, que según ellos, se alcanzaron durante ese período. La heroica acción de los familiares de víctimas del terrorismo de estado y la abnegada labor de los abogados de derechos humanos, les han obligado a reconocer algo del genocidio, atribuyendo esos hechos a excesos de algunos militares aislados.

El golpe del 11 de septiembre de 1973 fue fascista, no sólo por el uso de la violencia extrema, sino porque su objetivo no era cambiar un gobierno por otro; su finalidad fue reemplazar un régimen revolucionario, destruir las obras del Gobierno Popular, para imponer la contrarrevolución. Cambiar Chile en todos sus aspectos.

Los fascistas intentaron justificar el asalto a la democracia y el derrocamiento del Gobierno constitucional, democráticamente elegido, a través de su Bando Nº 5, que decía:

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“Teniendo presente: 1º Que el Gobierno ha incurrido en grave ilegitimidad, demostrada al quebrantar los derechos fundamentales de libertad de expresión, libertad de enseñanza, derecho de reunión, derecho de huelga, derecho de petición, derecho de propiedad y derecho en general, a una digna y segura subsistencia; 2º Que el mismo Gobierno ha quebrantado la unidad nacional, fomentando artificialmente una lucha de clases, y llevando una lucha fratricida y ciega, tras ideas extrañas a nuestra idiosincrasia, falsas y probadamente fracasadas; 3º Que el mismo Gobierno se ha mostrado incapaz de mantener la convivencia entre los chilenos; 4º Que, además, el Gobierno se ha colocado al margen de la Constitución en múltiples oportunidades; 5º Que, asimismo, usando subterfugios se han dejado leyes sin ejecución, se han atropellado otras y se han creado situaciones de hecho ilegítimas desde su origen; 6º Que, también, reiteradamente ha quebrado el mutuo respeto que se deben entre sí los Poderes del Estado, dejando sin efecto las decisiones del Poder Judicial y de la Contraloría General de la República; 7º Que el Poder Ejecutivo se ha extralimitado en sus atribuciones en forma ostensible y deliberada, procurando acumular en sus manos la mayor cantidad de poder político y económico; 8º Que el Presidente de la República ha mostrado a la faz del país que su autoridad personal está condicionada a las decisiones de comités y directivas de grupos que lo acompañan; 9º Que la economía agrícola, comercial e industrial del país se encuentran estancadas o en retroceso; 158


10º Que existe en el país anarquía, asfixia de libertades, desquiciamiento moral y económico; 11º Que todos los antecedentes consignados en los números anteriores son suficientes para concluir que está en peligro la seguridad interna y externa del país; 12º Que estos mismos antecedentes son suficientes para justificar nuestra intervención para deponer el Gobierno ilegítimo, inmoral y no representativo del gran sentir nacional. LAS FUERZAS ARMADAS Y DE ORDEN: Han asumido el deber moral que la Patria le impone de destituir al Gobierno que ha caído en la ilegitimidad flagrante”.

Este documento de los golpistas muestra una de las características del fascismo: su cinismo y el intento de dar a todos sus crímenes una apariencia de legalidad.

¿Qué fue lo que caracterizó a la dictadura de Pinochet?

El objetivo principal del régimen impuesto a sangre y fuego por los golpistas fue destruir los cambios revolucionarios llevados a cabo por el Gobierno Popular e implantar la contrarrevolución en todos los aspectos del país. Su método fue el terrorismo de Estado. Primero empleó la represión masiva, después creó organismos para detener, torturar, hacer desaparecer y asesinar en forma selectiva. Entre estos estaban la DINA, CNI, el Comando Conjunto, etc. Fueron miles las víctimas de la violencia fascista. La base teórica de esos crímenes fue la Doctrina de la Seguridad Nacional: la de guerra de exterminio contra el enemigo interno.

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La dictadura se “institucionalizó” a través de engendro jurídico de la Constitución de 1980, del Plan Laboral, etc.

El régimen fascista barrió con todo elemento democrático: prohibió los partidos y las organizaciones sindicales, quemó los registros electorales, disolvió el Congreso Nacional y lo reemplazó por un “poder legislativo” formado por los comandantes en jefe de las tres ramas de las Fuerzas Armadas y el Director de Carabineros.

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C.

LA LUCHA ANTIFASCISTA “La gente volvió a cantar ‘La Internacional’, con el puño en alto, sin recato. La cantaban todos, incluso los que no la habían cantado nunca... Los soldados miraban estupefactos, desconcertados. Les costaba dar crédito a sus oídos. En la multitud, muchos creían que de repente sonaría una descarga. De nuevo la voz ‘Compañero Pablo Neruda’ Y la respuesta: ‘¡Presente!’ Pero de improviso, el grito volvió a cambiar. Se oyó un ‘¡Compañero Víctor Jara!’. Y la repuesta de todos fue ‘¡Presente!’ Hubo un silencio y aquel que hacía de portavoz Exclamó con voz estentórea: ‘¡Compañero Salvador Allende!’ Se contestó un ‘¡Presente!’ donde se encerraba toda la adhesión hacia el Presidente caído.” (Volodia Teitelboim: “Neruda”)

Se sostiene con insistencia por historiadores y periodistas de derecha y del Gobierno, que lo que ellos llaman retorno a la democracia (democracia con múltiples amarres dejados por la dictadura) es fruto del entendimiento entre los partidos que formaban la Concertación y Pinochet. Fue

la salida pactada entre ambos actores, sobre la base de una serie de

compromisos que los primeros aceptaron en 1989. Por tanto, para esos historiadores y hombres de prensa, la heroica lucha librada por miles de patriotas contra la tiranía -lucha que para miles significó la muerte, la desaparición, la prisión, torturas y el exilio- no habría tenido ningún significado para terminar con el régimen de terrorismo de Estado. Los hechos muestran que esto es absolutamente falso.

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Sólo los sectores más consecuentes de la Izquierda lucharon desde los comienzos contra la dictadura. La primera manifestación antifascista fueron los combativos funerales del poeta Pablo Neruda, el 25 de septiembre de 1973. Desde el golpe hasta 1975 grupos de patriotas se esforzaron

en mantener activas sus

organizaciones políticas y sindicales, al mismo tiempo que eludían ser detenidos y asesinados por los agentes de la tiranía. De 1975 a 1977 se vivió una etapa de reorganización de los organismos populares. Recién en esa etapa el Partido Demócrata Cristiano cesó de apoyar a la dictadura y pasó a una oposición pasiva.

Entre el 14 al 23 de junio de 1977 tuvo lugar una de las acciones más valerosas y audaces de la Resistencia antifascista: la primera huelga de hambre de los familiares de los detenidos desaparecidos. Ella marcó el inicio de una nueva etapa, caracterizada por el surgimiento de las primeras acciones de masas contra la dictadura. Estas adquirieron gran fuerza en 1978, cuando los trabajadores de los minerales de cobre de Chuquicamata y El Salvador, los obreros y empleados de la usina de Huachipato, realizaron las huelgas de las ollas vacías, primera expresión de desobediencia a las autoridades militares.

El 19 de agosto y el 30 de septiembre de 1982 se efectuaron masivas marchas contra el hambre en Santiago. El 24 de marzo de 1983 se llevaron a cabo acciones de protesta en 20 ciudades del país. El 11 de mayo de 1983, convocada por la Confederación de Trabajadores del Cobre, tuvo lugar la Primera Jornada Nacional de Protesta. Fue ésta una masiva demostración de repudio al régimen; miles y miles de personas a lo largo de Chile protestaron utilizando 162


todos los medios imaginables. Desde no comprar ese día, hasta barricadas en barrios y poblaciones. La masiva demostración contra la dictadura, marcó el inicio de una nueva e importante etapa en la lucha antifascista. Ese año se efectuaron otras seis jornadas similares que comenzaron a arrinconar al tirano. Este se vio obligado a ceder espacios a la oposición. Aparecieron publicaciones críticas y surgieron a la vida pública los partidos políticos. En agosto, se constituyó la Alianza Democrática, liderada por la Democracia Cristiana; en septiembre, el Movimiento Democrático Popular, encabezado por los comunistas. El 14 de diciembre, se fundó el Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Se multiplicaron las acciones de desestabilización de la dictadura: cadenazos, apagones, ataques a agentes del terrorismo de Estado. En 1984 hubo cuatro grandes jornadas de protesta; en 1985, otras cinco. En abril de 1986 se constituyó la Asamblea Nacional de la Civilidad, talvez la más amplia coalición social en la historia de Chile. También, el Comité Político Privado, en que participaban todos los partidos de oposición. Organizada por esa Asamblea, los días 2 y 3 de julio de 1986, se llevó a cabo la más grande y combativa jornada de protesta antifascista. Fue tan potente, que en Chile nadie dudaba que, de continuar la tendencia progresiva de esas acciones, en septiembre de ese año, el país sería ingobernable para Pinochet. Pero no prosiguieron esas jornadas. El imperialismo estadounidense, al constatar la envergadura que tomaba la lucha antifascista y las claras perspectivas de una salida democrática de masas, intervino groseramente en los asuntos internos de Chile. Presionó al dictador y a la DC y otros partidos de derecha y centro. Estos abandonaron la Asamblea de la Civilidad y el Comité Político Privado, renunciaron a la lucha confrontacional contra el régimen y comenzaron a buscar una salida pactada con los fascistas. 163


Sólo las fuerzas populares más consecuentes prosiguieron la resistencia. En febrero de 1988, trece partidos, incluyendo a todos los que habían formado la Unidad Popular, con la sola excepción del PC, constituyeron la Concertación por la Democracia y acordaron participar en un plebiscito convocado por la dictadura. Este se realizó el 5 de octubre de 1988. Triunfó el NO. Pinochet fue derrotado por la Concertación y el PC. El 14 de diciembre de 1989 hubo elecciones presidenciales, triunfó el democratacristiano Patricio Aylwin, apoyado por la Concertación y el PC. Asumió la Presidencia de la República el 11 de marzo de 1990.

Se inició la Transición Pactada. No se cumplió el

Programa de la Concertación de 1989. Pero sí

los compromisos contraídos por los

dirigentes de esta coalición con el dictador.

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XI.- MITOS PARA JUSTIFICAR LA IMPUNIDAD

A.

LA “MESA DE DIÁLOGO”

“Yo insisto en que ellos (los personeros vinculados con la dictadura y de los partidos de la Concertación) son los responsables de que el pasado siga arrastrándose y las heridas estén cada día más abiertas, que haya más impotencia e impunidad, porque ellos siguen justificando el golpe militar”. (Sola Sierra, Presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos. Junio de 1999).

La derecha, los partidos de la Concertación, el Presidente Lagos y los militares aseguraron y aseguran que la “Mesa de Diálogo” significó un enorme paso para conocer la suerte corrida por la detenidos desaparecidos, que fue un gran aporte al esclarecimiento de la verdad de lo ocurrido durante la dictadura y un importante avance en la “reconciliación” de todos los chilenos. Los hechos mostraron y muestran lo erróneo de estas afirmaciones.

El sábado 21 de agosto de 1999, el Ministro de Defensa del Presidente Eduardo Frei RuizTagle, Edmundo Pérez Yoma, puso en marcha la llamada “Mesa de Diálogo” .

La

integraron representantes del Gobierno de la Concertación, de las Fuerzas Armadas, de la Iglesia y tres abogados vinculados a los derechos humanos: Pamela Pereira, Héctor Salazar y Roberto Garretón. Tanto la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos como la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos se opusieron a esa mesa y declararon

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que esos tres abogados no las representaban. Otros 34 abogados de derechos humanos apoyaron a las organizaciones de familiares de víctimas de la dictadura.

El martes 31 de agosto de 1999 tuvo lugar la segunda sesión de la “Mesa”. La última, el martes 13 de junio de 2000. En ella se aprobó una Declaración. En ese documento los participantes en ese intento por imponer la impunidad de los crímenes de la dictadura, expresaron en un párrafo lo siguiente: “Chile sufrió, a partir de la década de los 60, una espiral de violencia política, que los actores de entonces provocaron o no supieron evitar. Fue especialmente serio que algunos de ellos hayan propiciado la violencia como método de acción política. Este grave conflicto social y político culminó con los hechos del 11 de septiembre de 1973, sobre los cuales los chilenos sostienen, legítimamente, distintas opiniones”.

Este párrafo de 66 palabras, contiene cuatro intentos de tergiversar la historia reciente de Chile, de crear nuevos mitos que signifiquen borrar la realidad de los hechos.

1) ¿Cuál fue la “ espiral de violencia política” que sufrió Chile a partir de la década de los 60? Recordemos que ocurrió entre 1960 y 1973. Durante ese período hubo tres gobiernos: uno de la derecha presidido por Jorge Alessandri Rodríguez (1958 –1964), durante el cual se perpetraron tres masacres; otro de la Democracia Cristiana, encabezado por Eduardo Frei Montalva (1964–1970), en que hubo diez masacres, y el de la Unidad Popular, con Salvador Allende, en que no se produjo ninguna. En esta última administración se llevaron a cabo una serie de cambios revolucionarios, que elevaron sustancialmente el nivel de vida 166


de los chilenos, ello en base a hacer de Chile

empresas que estaban en manos de

capitalistas extranjeros o nacionales, expropiar todos los latifundios improductivos. Medidas adoptadas respetando rigurosamente la Constitución Política del país. Esta fue la “violencia política” llevada a cabo por el Gobierno de la Unidad Popular.

En ese período de 1960 a 1973 hubo otros hechos relevantes que se deben considerar. En 1962, el Presidente estadounidense John Kennedy planteó la imperiosa necesidad para la seguridad del imperio, que Allende fuera derrotado por Frei Montalva en las elecciones de 1964 (Ver El Mercurio, edición internacional, 26 diciembre 1976-1º enero 1977,p. 7) También en 1962, la jerarquía de la Iglesia chilena emitió una Carta Pastoral, dada a conocer el 18 de septiembre de ese año, con un contenido profundamente anticomunista. En una parte de ella se decía textualmente: “Del triunfo del comunismo en Chile, la Iglesia y todos sus hijos no pueden esperar sino persecución, lágrimas y sangre”. La firmó un Cardenal, tres arzobispos, 17 obispos, dos administradores apostólicos y el secretario general del Episcopado. (Ver El Diario Ilustrado, Santiago, 23 de septiembre de 1962, p. 11) Por entonces ya se sabía que el “comunista” Allende postularía por tercera vez como candidato a la Presidencia de la República en 1964.

Entre el 26 y el 29 de junio de 1965, tuvo lugar en Linares el XXI Congreso General Ordinario del Partido Socialista de Chile. Entre sus resoluciones se leía: “La vía armada es la única vía para tomar el poder”

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Por su parte, el Partido Demócrata Cristiano, en una Declaración de su Consejo Nacional, publicada en el diario “La Nación” con fecha 11 de julio de 1967, decía: · “En ciertos casos, la subversión es alentada y dirigida por cristianos de avanzada”. Tanto estos dos partidos, miembros de la Concertación, como la Iglesia participaron en la “Mesa de Diálogo”, y suscribieron la Declaración citada más arriba.

2) ¿Quiénes han “propiciado la violencia cómo método de acción política”? En el siglo XIX el Ejército lanzó al país a tres guerras civiles; además realizó varios golpes de estado y motines. La Marina de Guerra desató la contrarrevolución de 1891 que derrocó al Presidente Balmaceda. Durante el siglo XX las Fuerzas Armadas y la policía, obedeciendo órdenes de gobiernos anti populares, perpetraron 55 masacres, sin considerar el genocidio llevado a cabo por la dictadura de Pinochet.

3) ¿A qué llaman “los hechos del 11 de septiembre de 1973”? A un golpe fascista que derrocó un gobierno constitucional elegido democráticamente y dio inicio a 17 años de terrorismo de estado, que significó –según señalaron en abril de 1998, abogados de derechos humanos- 1.100 detenidos desaparecidos, 2.100 ejecutados políticos, 10.000 torturados, 27.000 lesionados, 40.000 detenidos y 150.000 exiliados. Esos abogados sostuvieron que “ello configuró el más grande y cruel genocidio político de nuestra historia, condenado invariablemente durante 15 años consecutivos por la Organización de Naciones Unidas”.

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4) ¿Los chilenos tienen sobre el golpe fascista “legítimamente distintas opiniones”? Sobre el golpe del 11 de septiembre de 1973 hay dos versiones antagónicas: una es la de las víctimas y sus familiares. La otra, de los violadores de los derechos humanos, de los asesinos, de los torturadores. Por ello, al oponerse a participar en la “Mesa de Diálogo”, Sola Sierra, Presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, dijo en junio de 1999: “Los familiares de las víctimas no tenemos que buscar ningún acuerdo ni sentarnos a ninguna mesa a negociar nada, porque aquí no hay nada que negociar. Nuestros planteamientos han sido muy claros: exigimos que se reconozca nuestro legítimo derecho a la justicia, y vamos a seguir planteando que aquí debe haber verdad y justicia plena”.

Ricardo Lagos, Presidente de la República, al conocer la Declaración de la “Mesa de Diálogo” ,enfatizó la “valentía y coraje de las Fuerzas Armadas” y envió de inmediato un Proyecto, en base a las conclusiones de la Mesa, al Parlamento. Este lo aprobó a una velocidad record el 29 de junio de 2000. Votaron a favor los parlamentarios de la derecha y de la Concertación. De esta coalición, se abstuvieron tres diputados democratacristianos y sólo un senador de ese partido votó en contra. Fue Jorge Lavandero Illanes. La auto llamada “izquierda” oficialista votó en bloque por la impunidad.

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El vienes 5 de enero de 2001 las Fuerzas Armadas entregaron un informe al Presidente sobre los lugares donde se encontrarían los cuerpos de los detenidos desaparecidos. Al día siguiente éste lo hizo llegar a la Corte Suprema. El domingo 7, Ricardo Lagos se dirigió al país señalando que con los antecedentes recibidos se podía mirar el futuro con “expectación y esperanza”. Pero pronto se conoció la falsedad de los datos entregados por las Fuerzas Armadas. Por ejemplo, el miércoles 25 de abril de 2001, la ministra en visita, Amanda Valdovinos, informó a los familiares del dirigente comunista Juan Luis Rivera Matus, que sus restos habían sido encontrado en una tumba clandestina en el Fuerte Arteaga del Ejército y que no fueron lanzados al mar a 40 millas al oeste del puerto de San Antonio, como afirmaron las Fuerzas Armadas en el documento entregado el 5 de enero de 2001. Otro tanto ocurrió con los restos del dirigente del PC José Santos Rocha Alvarez, que no se encontró en el Servicio Médico Legal, como habían asegurados los militares.

La “Mesa de Diálogo” fue uno de los tantos intentos por echar tierra a los crímenes de la dictadura de Augusto Pinochet.

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B. EL SEMINARIO DEL GENERAL CHEYRE “Presiento que mis ex camaradas de armas jamás recuperarán en vida la paz de sus espíritus... ¿Quiénes fueron los cerebros que los perturbaron hasta el paroxismo? ¿Mostrarán algún día sus rostros?” (General Carlos Prats: “Memorias”)

Siguiendo la línea de la “Mesa de Diálogo”, el Ejército efectuó un Seminario al cual invitó cuidadosamente a personeros de la derecha y del gobierno, que conociéndolos bien, sabía que cumplirían el rol asignado: limpiar a las fuerzas armadas de la responsabilidad del golpe del 11 de septiembre de 1973. La conclusión fue la que tenía que ser: “todos los chilenos somos responsables del asalto a la democracia de 1973”. Lo señalado en capítulos anteriores demuestran la falsedad de esta tesis.

El martes 7 de diciembre de 2004 tuvo lugar en el aula magna de la Escuela Militar un seminario organizado por el Centro de Estudios e Investigaciones del Ejército., siendo su convocante el general Juan Emilio Cheyre, Comandante en Jefe del Ejército. Llevó por título: Ejército y derechos humanos: compromiso para el siglo XXI. Fueron invitados y participaron, entre otros, Hernán Larraín de la UDI (partido de derecha comprometido totalmente con la dictadura) y presidente del Senado; Andrés Allamand, de la derechista Renovación Nacional; Ricardo Núñez, senador y dirigente del Partido Socialista; Jaime Ravinet, democratacristiano, Ministro de Defensa del Presidente Lagos; Luis Bates, Ministro de Justicia; Jorge Burgos, diputado del Partido Demócrata Cristiano; José Zalaquett, abogado; Luis Amunátegui y el propio general Cheyre. 171


El periódico La Tercera (derechista) en su edición del miércoles 8 de diciembre de 2004 caracterizó

el evento:

“Un cerrado respaldo al general

Juan Emilio Cheyre y una

seguidilla de mea culpa marcaron ayer la agenda del seminario”. ¿Qué fue lo que aplaudieron de pie y respaldaron los representantes de los tres poderes del Estado, de la Iglesia, de la Concertación y de la derecha? En ese Seminario se había afirmado por los convocantes “la desazón que existe en el ejército por los recientes fallos judiciales, en especial por la decisión de la Corte Suprema de validar la tesis del ‘secuestro permanente’.” También se habló del apoyo que presta el ejército a sus “ex camaradas de armas que hoy sufren prisión, están sometidos a procesos o a aquellos que no les ha sido aplicada la prescripción y la amnistía”. El UDI Hernán Larraín, presidente del Senado, representó el sentir de todos los participantes en el seminario al señalar: “Nadie puede decir que no tuvo responsabilidad en el quiebre institucional de 1973”. Que esto lo haya afirmado un pinochetista, es comprensible. Pero que lo hubiera sostenido también un dirigente del Partido Socialista, en el cual militó Salvador Allende, resulta inconcebible. Fue el caso del senador Ricardo Núñez, quien sostuvo: “Desde nuestra perspectiva, qué duda cabe, hicimos una lectura equivocada de la situación. No entendimos el rol de la ideología de un sector importante de la sociedad, que no estaba en condiciones de aceptar la radicalización de la ‘vía chilena al socialismo’, que no quería seguirnos en nuestra propuesta de cambio, que deseaba seguridad por sobre el salto histórico que pretendíamos... La vida política se había degradado a un extremo inimaginable... Quienes tenían la responsabilidad de impedirlo no lo hicieron o no tuvieron la fuerza para hacerlo. Soy de los que creen que no hubo voluntad suficiente... Que la vida en sociedad se había hecho malsana... El golpe de Estado se hizo inevitable”. 172


No hay duda que este invitado fue muy bien elegido por los militares. Cumplió su rol. Según sus palabras los golpistas fueron obligados por los hechos a intervenir. En la televisión se dijo que el senador Núñez hizo en ese seminario una autocrítica en nombre de la Unidad Popular. La Tercera sostuvo, el 8 de diciembre de 2004, que el senador del PS había hecho un “reconocimiento de la responsabilidad que tuvo la Izquierda en la crisis institucional que vivió Chile en 1970” (sic). Interesante lapsus del diario derechista. Núñez representó a su partido y otros conglomerados que fueron de la Unidad Popular, pero que a partir de febrero de 1988, jugaron el papel de carro de cola de la Democracia Cristiana. Pero en ningún caso al Partido Comunista. En el seminario faltó la voz de un militar democrático, el general Carlos Prats González, asesinado en Buenos Aires, el 30 de septiembre de 1974, por agentes de Pinochet. De haber participado habría recordado tal como lo hizo en sus Memorias: “El viernes 3 de agosto de 1973, es también un día histórico: en esa fecha, (Patricio) Aylwin (entonces presidente del PDC) desahució el diálogo con el Gobierno, abriendo así las compuertas de la más grave crisis institucional de la historia de Chile. Sin embargo el presidente Allende no perdió la esperanza de evitar una solución de fuerza y pidió a los comandantes en jefe y al director de

Carabineros que integrásemos el gabinete que

denominó de ‘Seguridad Nacional’... Esto más que todo como un símbolo de su apertura a un entendimiento político con la oposición. Esta no quiso recibir el mensaje y apoyó una nueva huelga de los transportistas, dispuestos a no cejar hasta que cayera el régimen de Allende”. El día 11 de septiembre de 1973, el general Prats escribió en sus Memorias: “Me siento profundamente consternado ante el súbito y fatal derrumbe de tantos valores y principios, 173


presintiendo, con horror, cuánta sangre se derramará entre hermanos. La tenaz lucha sostenida para impedir que el ejército se dejara arrastrar a la destrucción de su profesionalismo, ha sido estéril... Pienso en la terrible responsabilidad que se han echado sobre sus hombros mis ex camaradas de armas, al tener que doblegar por la fuerza de las armas a un pueblo orgulloso del ejercicio pleno de los derechos humanos y del imperio de la libertad...Presiento que mis ex camaradas de armas jamás recuperaran en vida la paz de sus espíritus”. Más adelante se pregunta el general Prats: “¿Quines fueron los cerebros que los perturbaron hasta el paroxismo? ¿Mostrarán algún día sus rostros? ¿Desentrañará la historia la madeja diabólica de esta conspiración insensata en Chile cuyos instigadores –como siemprepermanecen en la penumbra?”

Después de leer lo expuesto en las Memorias del general Prats, cabe la pregunta: ¿Acaso el general Cheyre y los otros participantes en el seminario del 7 de diciembre de 2004 vivieron en otro Chile distinto al del ex comandante en jefe del ejército chileno?

En el seminario del 7 de diciembre de 2004 el general Juan Emilio Cheyre planteó los “cuatro supuestos básicos que deben darse para que el compromiso asumido por el ejército en materia de derechos humanos sea viable”. ¿Cuáles fueron las condiciones impuestas por el ejército a todo el país? 1) “Lograr mirar desde otra perspectiva a aquellos militares que cometieron los abusos”. (Sigue con la tesis de que no hubo una política de terrorismo de estado, sino que los crímenes fueron simples abusos de algunos de los soldados).

174


2) “Tratar de encontrar una respuesta que impida que el país siga atado a los hechos de 1973 y antes” (Olvidar los “hechos de 1973”, o sea, el golpe y quienes llevaron a cabo el asalto a la democracia. Y los de “antes”, es decir, poner en un plano de igualdad el golpe y el Gobierno Popular) 3) “Priorizar la ‘reconciliación’ como un valor nacional por sobre las disputas que se están produciendo sobre la responsabilidades del pasado” (El mensaje es claro: perdón y olvido; por sobre la verdad y la justicia debe primar la reconciliación nacional). 4) “Que el ejército se solidifique en sus roles profesionales”. Lo que según sostuvo Cheyre “se ha conseguido a plenitud”.

El diario La Tercera, siempre muy bien informado en lo referente al pensamiento de la reacción, afirmó en su edición del 8 de diciembre de 2004, el general Cheyre “dejó entrever la tarea pendiente que les corresponde a los otros poderes del Estado (sic) y a la clase política para avanzar en la reconciliación”. A propósito de lo anterior, el general Cheyre deslizó una crítica a la Corte Suprema de Justicia por haber rechazado aplicar el decreto-ley de amnistía del tiempo de la dictadura. También lanzó sus dardos contra las organizaciones defensoras de los derechos humanos, señalando que una dificultad para alcanzarla unidad nacional hacia la reconciliación era la existencia de “grupos que tras sus propios objetivos, muchos legítimos, están obstaculizando un proyecto de futuro”. En contra, sostuvo, del pensamiento de la mayoría de los chilenos que apoya el proyecto reconciliador, pues “la presencia de todos los sectores

175


en la Escuela Militar debía constituir un símbolo de unión entre civiles y militares, con el solo objetivo de alcanzar la unidad entre todos”.

Y el eco a las palabras del general vino desde La Moneda. Francisco Vidal, entonces vocero del gobierno de la Concertación, señaló –tajante como siempre- que “lo ocurrido en la Escuela Militar fue un hito. Hace 31 años fue un recinto de detención. Ahora es un lugar de reencuentro de todos los sectores políticos para tratar el tema de la violación de los derechos humanos”. Pero no todos los que allí estuvieron detenidos fueron invitados al seminario. Uno de ellos, Luis Corvalán Lépez, entonces secretario general del Partido Comunista de Chile.

176


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182


INDICE

Biografía del Autor ................................................................

1

Explico Algunas Cosas ................................................................

2

I .- La Prehistoria ..........................................................................

4

II.- Llegan los conquistadores: comienza la lucha .......................

6

A. Europeos toman contacto con Chile ................................

6

B. Características de la Conquista de América .....................

9

C.

Lautaro, el Halcón Veloz .................................................

D. Durante la Colonia

12

.........................................................

15

III.- Las luchas por la emancipación del dominio imperial ..........

19

A. El mito del 18 de septiembre .............................................

19

B. Un patriota revolucionario ................................................

22

C. Camilo Henríquez, un fraile patriota ...................................

31

IV.- Se producen grandes cambios económico-sociales ................

37

A. Surge la clase obrera chilena ........................................

37

B. El mito de Diego Portales ..................................................

40

183


V.- La segunda mitad del siglo XIX ............................................... A. Ideas revolucionarias hacia 1850

44

.......................................

44

B. La Guerra del Salitre ............................................................

48

C. La “pacificación” de la Araucanía ....................................

53

D. Proceso de democratización y contrarrevolución ...............

58

E. Las ideas del marxismo llegan a Chile ................................

64

VI.- Desde las Mancomunales a la Asamblea Obrera de 1918 .............

68

A. Surgen las primeras organizaciones sindicales .........................

68

B. La masacre de la Escuela Santa María .....................................

73

C. Hacia la fundación del partido revolucionario .........................

77

D. Fundación del Partido Comunista de Chile ..............................

81

E. La Asamblea Obrera que hizo historia ........................................

85

VII.- Desde la “Comuna” de Natales a la masacre de Ranquil ..............

89

A. La “Comuna” de Natales ............................................................

89

B. Terror en el Sur del Mundo ..........................................................

93

C. Obreros y militares en los años veinte ..........................................

97

D. La sublevación de la marinería ......................................................

102

E. Doce días que estremecieron a Chile .............................................

105

F. La masacre de Ranquil ...................................................................

112 184


VIII.- Desde el Frente Popular hasta cuando la traición fue Gobierno .... 117 A. El Frente Popular ........................................................................

117

B. El Gobierno de Pedro Aguirre Cerda ......................................... 122 C. La traición ................................................................................... 125

VIII.- Sembrando la Primavera

............................................................... 129

A. Salvador Allende ......................................................................... 129 B. Forjando la Victoria Popular ........................................................ 131 C. Las realizaciones de los mil días del Gobierno Popular ...........

137

D. La subversión de los enemigos del pueblo ..................................

143

IX.- Botas pisotean la Primavera ............................................................. 150 A. El golpe del 11 de septiembre de 1973 ........................................ 150 B La dictadura pinochetista ....................................................

157

C. La lucha antifascista ..................................................................... 161

X.- Mitos para justificar la impunidad A. La “Mesa de Diálogo”

........................................................

B. El Seminario del general Cheyre

Bibliografía

............................. 165 165

.............................

171

.......................................................................................

177 185


186


187


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