Lo que le ocurrió a un joven que no encontraba esposa. Eugenio es un soltero de 32 años al que le han fayado todos los intentos de encontrar mujer. Un día hablando con su mejor amigo le dijo: -Llevo unos días pensándolo y creo que ya sé la razón por la cual no encuentro esposa, creo que me siento atraído por las personas de mi mismo sexo. -Eugenio, amigo antes de tomar una decisión precipitada escuchad esta historia que espero que te sirva de ayuda: Un día el hijo de un ilustre caballero tenía que elegir a la que sería su futura esposa. A pesar de las presiones de sus padres para que continuase con la dinastía de sus nobles apellidos, el joven no se sentía atraído por ninguna doncella, a pesar de que estas eran muy hermosas y de buenas familias. Los días pasaban y cada vez era más la presión a la que el mismo se sometía, no encontraba la mujer adecuada. Una calurosa mañana, al abrir la ventana, sintió como la piel se le ponía de gallina, al observar el torso desnudo del jardinero que se encontraba trabajando. Un escalofrío recorrió su espalda. Aquello no podía estar pasando, tenía que cumplir con su deber y no dejarse llevar por las emociones. No podían gustarle los hombres, pues sus padres no lo resistirían, ya que su honra iría de boca en boca y sería el hazmerreir de todos los salones. Con el paso de los días llego a la corte una joven muchacha y este sin explicárselo sintió algo, una sensación rara que le recorría todo el cuerpo, pero el caso era que le gustaba. En ese momento se dio cuenta de que lo que meses atrás había sentido podía haber sido fruto de su imaginación puesto que se veía sometido a una presión constante. Así que no se lo pensó demasiado y pidió la mano de la joven doncella, con la que no tardó mucho en casarse y tener descendencia, cumpliendo así con los deseos de sus padres. -Por eso Eugenio, no te martirices con ese tema. Tú y yo sabemos perfectamente que te gustan las mujeres, sólo tienes que esperar a la adecuada. Eugenio tomo esto por un buen consejo, no le dio muchas vueltas a la cabeza y un buen día encontró a la mujer perfecta, con la que no tardó en casarse. Y es que: No presiones mucho a tu cabeza que verás lo que nada te convenga. Ana Bernad Quilez.
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