NACHO LÓPEZ
Homenaje
El Instituto Nacional de Bellas Artes a través del Museo del Palacio de Bellas Artes, agradece el apoyo para realizar la exposición Nacho López. Fotógrafo de México a: Amigos del Museo del Palacio de Bellas Artes Fundación Mary Street Jenkins Fondo de Cultura Económica © Textos Yessica Contreras Jesse Lerner Rebeca Monroy John Mraz José Antonio Rodríguez Antonio Saborit Pilar Urreta
Corrección de estilo Axel Retif Palacios Preprensa Emilio Bretón
© Todas las obras reproducidas © Fotografía David Reyes Dario Arroyo Guillermo Montesinos © Imagen de portada y contraportada XX Coordinación general Miguel Fernández Félix Coordinación y cuidado editorial Evelyn Useda Miranda Mariana Casanova Zamudio María Helena Rangel Guerrero Julio Adrián Pérez Rivas
Nacho López Fotógrafo de México Primera edición: 2016 © Instituto Nacional de Bellas Artes Museo del Palacio de Bellas Artes Av. Juárez 101 Centro Histórico C.P. 06040 Ciudad de México ISBN: 978-607-605-385-0 © Nacho López (Ignacio López Bocanegra) Acervo Documental y Artístico Nacho López, propiedad de María del Pilar López Urreta, María de la Luz Binnqüist y Robledo, Rosaura Citlalli López Binnqüist. Impreso en México
Consejo editorial José Antonio Rodríguez Alberto Tovalín Ahumada Diseño Teresa Peyret Asistente Carlos A. Orenda
Todos los derechos reservados. Queda prohibida, sin previa autorización escrita de los titulares del © Copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, la fotocopia o la grabación.
mĂŠxico construye
[fotomontaje], 1962 | cat. 144
P
ara conmemorar el 30 aniversario luctuoso del fotógrafo mexicano Nacho López, presentamos en el Museo del Palacio de Bellas Artes la exposición Nacho López. Fotógrafo de México. Es una amplia retrospectiva que ofrece al público la oportunidad de ahondar en el disfrute y el conocimiento de la obra de uno de los más destacados maestros de la lente en la historia de nuestra cultura. Dar a conocer la diversidad de su trabajo y difundirlo es una tarea que asumimos con la determinación de acercar a todos los mexicanos a la riqueza cultural que integra el patrimonio visual de nuestro país. Una riqueza que Nacho López observó de manera muy personal, que supo mirar como creador y como testigo, y que capturó para entregarnos esa memoria de una sociedad en transformación, a la vez enraizada y novedosa. Detrás de cada fotografía de Nacho López hay una historia. En cada rostro captado, su cámara narró la vida de los mexicanos durante la conversión de la Ciudad de México en moderna metrópolis universal, de los hombres y mujeres indígenas ajenos a esta transformación, a los que retrató de manera íntima y humana, o del andar cotidiano (y no por eso exento de sorpresas) de
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las calles de la capital. Su formación como cineasta está, sin duda, en el origen de este arte de contar con imágenes, y de que su labor fotográfica se extendiera hacia una manera distinta de ver a través de la lente, el fotoperiodismo. En el fotoensayo Nacho López descubrió, en colaboración con la naciente revista semanal de José Pagés Llergo, una manera de narrar y de mostrar la realidad de una nación que se transformaba rápidamente en una metrópoli de dimensiones colosales, en un país en el que emergía una nueva forma de periodismo, más libre y menos complaciente. Esa nueva realidad requería de una mirada distinta, audaz y profunda, cosmopolita y nacional a la vez que crítica. Nacho López plasmó estos cambios en sus numerosas fotografías y fue rápidamente uno de sus paladines más creativos. Recordamos este profundo trabajo creativo a tres décadas del fallecimiento de Nacho López, con una exposición que deja ver el legado de su acervo fotográfico. Imágenes de gran valor como documento testimonial, como obras de enorme calidad artística y como esos espejos donde mirar lo que aún nos conforma. Imágenes que siguen siendo actuales y cuya mirada inteligente continúa significándonos. rafael tovar y de teresa secretario de cultura
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E
n la década de los cincuenta, Ignacio “Nacho” López marcó un hito en el quehacer fotográfico de nuestro país, como precursor del fotorreportaje y el fotoensayo. Se distinguió por sus capacidades técnicas y la calidad plástica de su trabajo, y también por su necesidad imperiosa de expresar “algo más” con su arte que un simple registro de la realidad. Como un acto de rebeldía frente a las corrientes y estilos imperantes en su tiempo, su trabajo creativo se movió siempre entre la fotografía documental y la de autor. Inmerso en las contradicciones de la sociedad que le tocó vivir, Nacho López entendió la labor fotográfica como el testigo necesario de una época y como un instrumento eficaz para el análisis y la reflexión del entorno social. Su interés de mostrar a los sectores más humildes de la sociedad como sujetos del mundo y no como objetos, hizo de su cámara el tamiz a través del cual pudimos reconocer y comprender los claroscuros de un tiempo y de un lugar en nuestra historia. Carlos Monsiváis señaló alguna vez que en sus imágenes se observa una Ciudad de México “fantasmal, gris, brillante, regocijada y regocijante, célebre en su anonimato, dividible en barrios y en calles,
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parrandera, libidinosa, chambeadora, bravera, holgazana, ritual, anárquica. Los adjetivos se encadenan pero sólo tocan descriptivamente al mundo de Nacho López.” A tres décadas de la muerte del reconocido fotógrafo tamaulipeco, el Instituto Nacional de Bellas Artes se enorgullece en abrir las puertas del Museo del Palacio de Bellas Artes para exhibir una de las exposiciones más amplias que se hayan hecho en torno a la figura de Nacho López. Sea esta muestra antológica, Nacho López. Fotógrafo de México, así como el catálogo que la acompaña, un digno homenaje a este gran fotógrafo, periodista, documentalista y maestro, reconocido como uno de los artistas de la lente más notables de México. Celebremos a este hombre de convicciones firmes e ideas vanguardistas, que siempre aportó su sensibilidad y conocimiento a su sociedad a través de una fotografía libre y honesta; un ser que nos enseñó a ver la dignidad que existe en aquello en apariencia intrascendente. Con esta exposición, el inba cumple con su misión de revisitar la obra de los creadores más sobresalientes de nuestra historia cultural, para ponerlos al alcance de las nuevas generaciones y revalorar su legado en el marco del siglo xxi. maría cristina garcía cepeda directora general del instituto nacional de bellas artes
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a fotografía realizada por los grandes exponentes de esta disciplina artística, como lo fue Nacho López, vive la grandeza de una paradoja: captar un momento estático y, con él, mostrar el movimiento y la historia. Es una narrativa que se completa con el continuar de los tiempos que, al voltear, se reconocen de nuevo en aquella imagen. Ignacio (Nacho) López Bocanegra produjo obras que revelan una época y declaran un modo de pensar que siguió su camino hasta nuestros días, sorprendiéndonos de pronto en un estatismo con forma y contenidos actuales. La exposición Nacho López. Fotógrafo de México no sólo se da en el contexto de la conmemoración de sus treinta años de fallecido, sino de la necesidad de festejar a los grandes fotógrafos mexicanos que han dejado un legado en el arte mexicano, además de cumplir con nuestro objetivo de fomentar y acercar a este recinto a la comunidad que ha sido testigo del trabajo de este artista, me refiero específicamente a las comunidades aledañas al Centro Histórico. Por supuesto, siempre de la mano de los curadores y cómplices José Antonio Rodríguez y Alberto Tovalín Ahumada. El fotógrafo de la gente y su cotidianidad nació en Tampico, Tamaulipas, en 1923, y murió en la Ciudad de México sesenta y tres años después. Las ideas que subyacen al quehacer fotográfico de Nacho López reúnen de manera natural el humor con la tragedia; los imperativos históricos de una época (que sigue siendo ésta) con el juego, con la risa que nos permite seguir compartiendo una realidad siempre resquebrajada y, muchas veces, terrible. La noción de fotoensayo, esgrimida por Nacho López, nos entrega, además, una manera nueva de realizar tomas fotográficas y de leer las imágenes; se trata al mismo tiempo de grandes fotos artísticas cuyo sentido se multiplica
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en los juegos de luces, en la configuración de formas, en la composición general y su constitución plástica, y de imágenes periodísticas que dan cuenta de una realidad específica; en esta manera de ver sus obras encontramos historias de pobreza (Una vez fuimos humanos), de modernización (Pasos en el cielo), de rebeldía (Los mixes protestan), de justicia social (Sólo los humildes van al infierno y Esperando justicia), y también imágenes de sexualidad cotidiana, de asombro y de juego (La Venus se fue de juerga por los barrios bajos y Un día cualquiera en la vida de la ciudad). La presente exposición reúne también la obra experimental de López, sus imágenes de danza (La manda, Zapata, Le valse, La poseída, entre otras) además de muestras de su trabajo cinematográfico (Los hombres cultos), disciplina que amó, estudió y trabajó. Mención aparte merecen sus imágenes de pueblos indígenas, los rostros con los que hizo patente la exclusión y el olvido sufrido por tarahumaras, tzotziles, mixes, zapotecas, hñahñús y coras, evidenciada e historiada por Nacho López en los años sesenta y setenta. Se trata de una vasta selección de obra que integra los múltiples temas en los que Nacho López trabajó la imagen, la forma en la que manifestó sus intereses, preocupaciones e inteligencia. La presente exposición es un rostro profundo de la modernidad vivida en el México del siglo xx, de la vida de la ciudad y sus rostros, pero también de la vida y los rostros que desde la periferia, constituyen una manera de entablar comunicación con nuestro presente. Agradezco profundamente a todas las colecciones e instituciones que son parte de este homenaje nacional que permiten, como la Fundación Jenkins, que dejemos a través de esta publicación y de la muestra, un testigo de este acontecimiento artístico. miguel fernández félix director del museo del palacio de bellas artes
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de la serie “niños”, ciudad de méxico, ca. 1960 | fig. 28
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Nacho López. Fotógrafo de México
José Antonio Rodríguez Alberto Tovalín Ahumada
autorretrato en estudio, ca.
p. 16, sin tĂtulo, ca. 1970 | cat. 184
1960 | cat. 8
A
hora se puede ver. A la distancia es evidente que no fueron pocos los caminos artísticos por donde transitó Nacho López como un creador total. Él puso en práctica un viejo estilo —el de los vanguardistas de los años treinta, en donde lo mismo se era pintor, que fotógrafo o cineasta—, en el que sus hallazgos no se quedaban en los límites de la ortodoxia del papel fotográfico. Cambió viejos conceptos, incluso contra las ideas imperantes en la segunda mitad del siglo xx. Planteamientos esquemáticos que no se ajustaban a sus propias búsquedas en la hechura de las imágenes. De ahí esa multiplicidad de ejercicios, acaso también ese persistente ir de aquí para allá en nuevos (otros) hallazgos. Nacho López fue heredero natural de un cambio profundo que se dio en la historia de la visualidad entre las décadas de los veinte y los treinta. Algunos aprovecharon este legado, otros no. Varios supieron que había otra forma de plantear nuevas resoluciones en las imágenes, que también se volverían en otras provocaciones. Eso hizo que se adentrara en la experimentación visual, en el fotomontaje, en las imágenes sin cámara (sus Vasedactigrafías), en sus permanentes puestas en escena, en la transformación de las superficies (junto con Pedro Cervantes). Más allá de una imagen bidimensional, como simple registro de un hecho, podía haber una actitud que cambiara los sentidos. Una trastocación de los materiales visuales. El mundo estaba en transformación; ¿por qué no la imagen fotográfica? El que todo era maleable en las imágenes lo había demostrado la generación anterior de vanguardistas. Aunque claro, para la mitad del siglo xx —más exactamente desde finales de los años cuarenta— se vivían otras circunstancias: de las ciudades en cenizas se levantaban los espíritus que habían sobrevivido a la debacle. Las sociedades supieron que podían enfrentarse entre sí y que las consecuencias, los residuos de lo que quedara de ellas, eran tan duras como las guerras mismas. De ahí es que venía nuestro fotógrafo, no exactamente de la zozobra social sino de sus repercusiones en todos los ámbitos, en el arte, en la vida de las ciudades, en la cotidianidad de las personas. Había que crear nuevos universos, más esperanzadores quizá. Es ahí, en esos momentos, en donde se solicitaba ser testigos conscientes de lo social. ¿Cómo innovar, entonces, frente a una crudeza que estaba a la vuelta de la esquina?; ¿cómo desapegarse de esto, incluso dentro de aquellas sociedades en donde, aparentemente, no habían repercutido directamente los conflictos?
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de la serie ‟ la venus se fue de juerga por los barrios bajos”, colonia santa julia, 1953 | fig. 19
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roberto doisneau (1912-1944), el beso del hotel de ville, 1950 | fig. 8
Hubo, sin embargo, una sutil línea que se deslizaba ya dentro de lo lúdico, un cierto jugueteo un tanto encubierto, acaso necesario para olvidarse de una etapa oscura que todo lo había envuelto, que se filtraba hasta el último rincón. Edward Steichen en algo contribuyó a ello cuando quiso mostrar un resur gimiento humanista —unificar a las sociedades y sus esperanzas— con la exposición The Family of Man, organizada por el Museo de Arte Moderno de Nueva York, la cual se vio en medio orbe a partir de 1955. Una vuelta de hoja hacia otra historia. “Serenidad… sueño… rostros que más allá olvidan… Un alfabeto y una multiplicación de cuadros vivientes que respiran…”, escribió emocionado Carl Sandburg en el prólogo del catálogo.1 Junto a ello algunos fotógrafos construyeron “una fotografía poética de registro humanista”. Esto es, realizaron puestas en escena en donde ciertos figurantes interactuaban entre la multitud y en los espacios de la urbe.2 En escenas candorosas, agradables para una vida cotidiana, amable. Y frente a las cuales, no circunstancialmente, se encontraba alguien que las registraba. Uno de ellos fue Robert Doisneau. Diversas obras suyas de la postguerra dejan ver sus recursos: Le Baiser de l’Hôtel de Ville (El beso frente al Ayuntamiento) fue parte de una serie que se publicó dentro de un reportaje para las páginas de Life en 1950. No era la única imagen, otras ahí mismo mostraban la ciudad y a una serie de amorosas parejas de profundo afecto. Lo esperanzador de nuevo. La urbe y sus amantes, cuyas puestas en escena querían definir —simbólica y testimonialmente— a París y sus habitantes. Trastocó el viejo estilo fotodocumentalista desde sus códigos (distancia de la escena, baja velocidad
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en viandantes fugaces y por tanto fuera de foco, y la esencia de la imagen, al centro, detenida). Doisneau se valió de figurantes (extras), actores que contribuyeron a sus recreaciones. Y logró definir en el imaginario a una ciudad. Una hermosa urbe poblada d’amoureux. “Para no retener las fotografías más negras de otro periodo”.3 Lo mismo hizo con La mirada oblicua en septiembre de 1949, en que realizó una serie de imágenes en donde registra, a través de una vidriera, las actitudes, las respuestas gestuales, de los transeúntes frente a la pintura de una mujer desnuda. Reacción obligada, vaya que si no. Publicada originalmente en la revista Lilliput, a toda página y en secuencia de imágenes rebasadas, Doisneau mostró que las imágenes generaban impulsos, y éstos, a su vez, modos de ver otras circunstancias en comunión, en interactuación.4 Por ahí es que el joven Ignacio López Bocanegra andaba también. En 1948, durante una estancia en Caracas, Venezuela, a donde llegó a impartir un curso sobre técnica fotográfica, le planteó a la agencia neoyorquina Black Star —en una carta escrita en inglés— tres historias, o como el las llamó “Planned photo stories”: “Dr. Kanoche”, “El padre Armellada” y “Los inmigrantes”, tres narraciones visuales en la cual el fotógrafo ofreció toda una planeación de las circunstancias a registrar. En la primera, basada en una historia real, propuso una oscura narración sobre un médico ermitaño en la montaña de El Ávila, que domina la ciudad de Caracas. El Dr. Kanoche asumía, para sí, que las personas al morir nunca debían ser enterradas, que éstas debían seguir respirando mediante un embalsamamiento. Al ir muriendo cada uno de los miembros de su familia él les aplicaba una inyección especial (“I think I can get the formula”, escribía el novel fotorreportero). Pero el doctor no corrió con la misma suerte: su sirviente, el último de los habitantes de la pequeña casa, no supo aplicarle la inyección y permaneció insepulto sobre la tierra. Para lograr una efectividad de este fotorreportaje de ficción, Ignacio López escribió: “La foto historia puede hacerse sobre el viaje de un grupo de jóvenes [a esa casa] que deciden quedarse en la noche. Imágenes de momias, la casa solitaria en el crepúsculo, los muchachos con los rostros asustados y una dramática luz que enfatiza la atmósfera”. Las otras historias poseían también su sello dramático, pero también con un trazo sobre lo social. La del padre Armellada trataría sobre los salvajes indios Motilene que habitaban la selva. Un territorio impenetrable en donde todo hombre que intentaba adentrarse era muerto por la flechas indias. Armellada intentaría ayudarlos arrojándoles alimentos y enseres desde un helicóptero (“Airviews from the plane, if possible”), “las inexpresivas reacciones de los indios se tomarían en orden”, finalizó Nacho López. La crónica visual de los inmigrantes intentaría mostrar el éxodo hacia Venezuela de agricultores, técnicos y trabajadores en búsqueda de establecerse en una pacífica y prometedora América.
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Las imágenes de los inmigrantes se tomarían fuera del buque. Impresiones de los rostros de los niños y los viejos. Su primera noche en las barracas, el desembalaje, los hombres afeitándose, las mujeres en su primer día de lavado… la vida con los inmigrantes mientras ellos reciben su paga formados en las granjas de El Trompillo y La Esmeralda. Todas estas foto-historias van con subtítulos, hechos, nombres y cifras exactas. Se prestará atención en la calidad dramática y humana de la composición, la iluminación y principalmente en no “mover las imágenes”.5
Ignacio López tenía para entonces 24 años. Y ya desde esos años él perfilaba su trabajo en esa interactuación (similar a los ejercicios de Doisneau en París) con las personas, en la puesta en escena, en la precisa planeación, en la concepción previa, lejos de la ortodoxia fotoperiodística que asumía un registro que debía ser inamovible, frío, esquemático. Eso lo definiría en varias de sus búsquedas y hallazgos. De manera notable Raúl Flores Guerrero lo advirtió en un ensayo publicado como “Nacho López. Fotógrafo de México”: La relación personal con algunos fotógrafos célebres de los Estados Unidos y la lectura constante de los escritos de los técnicos internacionales más experimentados, llevaron a Nacho López hasta el umbral de la fotografía de concepto, es decir, aquella que no es la mera reproducción gráfica de tal o cual hecho, sino que entraña una interpretación consciente del mismo. Esta interpretación es el último paso en ese proceso, ya artístico, que se inicia con el saber ver, o más bien con el pre-ver, posibilidad, ésta, que sólo se produce en el artista con la experiencia fincada en la observación de las reacciones humanas. El fotógrafo puede llegar a intuir, según los antecedentes instantáneos de un hecho, cuál va a ser el desenlace final, cómo reaccionarán los personajes que en él toman parte activa. Esto invalida la intervención de la casualidad como factor indispensable en la fotografía; no hay otra casualidad que la de encontrarse ante un sujeto fotografiable.6
“Interpretación”, el “pre-ver”, “observación de las reacciones”, “intuir” o la no casualidad, son precisamente conceptos y acciones en la obra del fotógrafo. Aplicado todo ello en muy diversos escenarios creativos, digamos: la danza. Continúa Flores Guerrero en su texto, en el cual ya están definidas las temáticas esenciales del artista: Consciente de esto y empleando una técnica peculiar que consiste en abrir el obturador de la cámara el tiempo indispensable para captar, simultáneamente, el desarrollo de un movimiento gracias a la superposición de las imágenes (lo que el “futurismo” intentó en la pintura), Nacho López comenzó a tomar fotos de danza sobre los mismos escenarios, sin otras luces que la tramoya teatral, y, con el tiempo, se ha convertido en el mejor fotógrafo de danza en México. Y es así que los
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cuerpos de los bailarines en proyección espacial, las faldas de vuelos inalcanzables, quedan detenidos siempre en el negativo minúsculo, con todo el dinamismo que tienen en los instantes más significativos de las danzas.7
En efecto, los escenarios dancísticos le ofrecieron a Nacho López un espacio para trasmitir la multidimensionalidad del movimiento coreográfico, per mitiéndole, a su vez, construir una gramática visual de fuerza y delicadeza, de rítmicas sugerencias, en donde las figuras cruzan, por momentos, como fantasmas en transición, y por otros, como esculturas fortalecidas por lo vital. Y, de manera continua, la acción en la que otros figurantes desconciertan a los viandantes de la urbe. La ciudad como un gran escenario movible, transitable en donde se puede acompañar a los actores. Acciones vistas en las páginas visuales, discursivas en sus secuencias, de revistas como Mañana y Siempre! Vio que un hombre, cargando un maniquí desnudo de mujer se adentraba en el laberinto de La Merced; sabía que ahí sucedería algo digno de ser fotografiado… El hombre, dejando a un lado su impúdica mujer artificial, se dispuso a comer algunos tacos. En la foto aparece en el momento culminante de la primera mordida, indiferente a la mirada sentenciosa de una vieja mojigata que parece reprocharle su falta de tacto al transportar sin ropas a esa señorita de yeso y alambre, y a la de los muchachos, clavadas por obra y gracia de su imaginación, en las redondeces barnizadas de la figura. También sabía el fotógrafo lo que iba a suceder cuando esa joven de ajustado vestido pasara frente a los estudiantes que distraían sus ocios en la acera. La expresiones de desfallecimiento y éxtasis, teatrales y espontáneas a la vez, que éstos muestran en la fotografía, son la evidencia más palpable de la importancia que tiene la pre-visión de las situaciones…8
“Acción dirigida”: así denominaba Nacho López a estos ejercicios en los que viandantes y ciudad se volvían actores y escenografía.9 Y he ahí también a la Ciudad de México, el gran escenario en la obra del fotógrafo. La urbe en donde vio —y mostró a los espectadores en la década de los años cincuenta, en las páginas de las revistas ilustradas— las fragilidades, las desesperanzas, las injusticias, lo insólito, lo dramático. De ahí la gestación de su poema, que es a su vez una declaración de amor a la ciudad, Yo, el ciudadano. Nacho López, desde la interpretación del mismo Flores Guerrero, registró: La tristeza infinita de la carpa vacía en la que un solo espectador —tal vez el primero, tal vez el último, tal vez el único— sube los pies sobre los travesaños de su silla de palo en un intento por escapar de las aguas que, inundando la sala, se tragan, muertas de hambre, temblorosas, la frialdad, los reflejos de los focos impotentes. En algunas plazas de la ciudad ha detenido el momento chispeante
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ballet pastillita, 1952 | Cat. 13
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de los payasos pobres, esas familias en desgracia ante cuyos chistes el público que los rodea se esfuerza por reír para no defraudarlos en su trabajo serio. Ha estado también en los billares del barrio: en la fotografía parece resonar la carcajada de aquel tipo desdentado que hizo carambola… Naturalmente no podían faltar entre las fotos de Nacho López las escenas de la delegación: cerca del reo, el gendarme aburrido recargando su barba en una mano; las comadres en plena discusión; unos dedos que en la penumbra encubren un rostro lloroso. Tampoco escaparon a su cámara los tragicómicos o dramáticos aspectos de la cárcel: los presos, tras las rejas de la tela de su traje mal cortado, sacando en hombros el ataúd de un compañero que pudo salir al fin libre gracias a las influencias de la muerte, o bien la impresionante aparición de unos dedos trémulos y desesperados que piden un cigarrillo a través de un agujero de la puerta que cierra la celda de castigo.10
Ante este universo personal, Flores Guerrero terminó: “Estas fotografías son un testimonio vivo, una imagen indiscutible de la historia presente, un mensaje artístico sin subterfugios. De ahí que Nacho López, por ser el fotógrafo del pueblo, sea el gran fotógrafo de México”. Aunque es claro que no fueron éstos los únicos ámbitos creativos del fotógrafo. También se insertó en el mundo rural, en la plena experimentación —la evidencia más palpable de su herencia de las vanguardias de los años treinta— y en la cinematografía, lo que no era poco. Él expuso una de las grandes lecciones para insertarse en las culturas indígenas: “Sabrá hasta dónde es aceptado o rechazado por la familia y tendrá sumo cuidado en no transgredir los límites de la más elemental educación… lentamente penetrará en la cultura y la idiosincrasia de los habitantes, y obtendrá un documento perdurable… más allá de la realidad aparente”.11 Tiempo, entonces, para adentrarse en la esencia de la tierra. Esto definía su humanismo —su esencial humanismo, hay que remarcar—, tanto en los universos rurales como en su práctica en los espacios urbanos. La región mixe, como muchas otras (entre los coras o los huicholes), fue la constatación de su dicho. En su libro Los pueblos de la bruma y el Sol, escribió: Atrapados en otra realidad, concebimos un mundo imaginario acorde a los prejuicios de una clase social que no penetra en ese mundo ‟mágico” (idea cursi-poética) sólo descarnada por la injusticia, hambre, represión, aislamiento e insalubridad prevalecientes… Sólo queda la espera para los auténticos mexicanos que una vez poseyeron la tierra y ahora se arrinconan en las montañas.12
Mientras que en lo cinematográfico (con obras clave como Los hombres cultos), su otra gran práctica reflexiva, dijo:
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autor no identificado, nacho lópez durante la filmación del documental los hombres cultos, ca. 1970 | fig. 2
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La ventaja fundamental del cine reside en los enormes auditorios con los cuales cuenta diariamente. Esto entraña una grave responsabilidad en quienes manejan el medio gráfico de mayor difusión que se conoce. Ellos deberían: hermanar a los pueblos, reflejar los movimientos sociales de importancia histórica y los problemas de los conjuntos humanos, en vez de dividirlos y ofuscarlos con películas de guerra, de odios raciales y, en general, con cintas en donde se refleja un escapismo constante de la realidad. Yo soy partidario de los films documentales que nos “hablan” del progreso, de la industria, de los problemas sociales de cada pueblo y de los anhelos e ideales de los hombres… Hago esta breve relación porque ya es tiempo de que en México se impulse un tipo de documental que contribuya a acrecentar el concepto de nacionalidad en el mexicano, que lo ayude a ser consciente del progreso técnico y de los problemas sociales y culturales de nuestro pueblo, dichos en un lenguaje cinematográfico sencillo y veraz.13
Transitoriedad de imágenes para retener una realidad. Nacho López, ciertamente, fue un creador múltiple durante la segunda mitad del siglo xx mexicano. Y para entonces apenas estábamos en 1956 y con todo el futuro por delante de este artista que trastocó de lleno el oficio de la fotografía.
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notas 1
Edward Steichen, The Family of Man, Nueva York, Museum of Modern Art, 1955, p. 3. 2 Laure Beaumont-Maillet, et al. (coords.), La photographie humaniste, 19451968, París, Bibliothèque nationale de France, 206, pp. 26-33. 3 “Speaking of Pictures…”, Life, 12 de junio de 1950, pp. 16-18, reproducido en Beaumont-Maillet, La photographie humaniste, 1945-1968, op.cit. 4 “The picture in the window, and eight ways of viewing it”, título en inglés de la serie, en Lilliput, septiembre de 1949, y conocida como Le Regard oblique en francés desde 1948. 5 “Sypnosis of three planned photostories”, propuesta desde Caracas a la agencia Black Star por parte de Nacho López. Documento en el Acervo Artístico y Documental Nacho López, propiedad de María del Pilar López Urreta, María de la Luz Binnqüist y Robledo, Rosaura Citlalli López Binnqüist.
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Raúl Flores Guerrero, “Nacho López. Fotógrafo de México”, revista Universidad de México, de un recorte periodístico sin fecha. Centro de Documentación Sinafo-inah, Pachuca, Hidalgo. 7 Ibid. 8 Ibid. 9 “Acción dirigida”, una planeación, o pre-visualización, por parte de Nacho López de la puesta en práctica de un hecho en escenarios urbanos y con personajes. Comunicación personal con Rodrigo Moya, uno de sus colegas y amigos. 10 Raúl Flores Guerrero, op. cit. 11 César Carrillo Trueba y Citlalli López Binnqüist, Los rumbos del tiempo, México, Instituto Nacional Indigenista (Colección Raíces), 1997, pp. 16-17. 12 Nacho López, Los pueblos de la bruma y el Sol, México, Instituto Nacional Indigenista-fonapas, 1981. 13 Juan Gonzalo Rose, “La fotografía artística en México: Nacho López”, en Diorama de la Cultura, suplemento de Excélsior, México, 19 de agosto de 1956, p. 4.
Yo, el ciudadano
sin título, ciudad de méxico, ca. 1955 | cat. 189
pp. 30-31, obreros de la construcción, ca. 1953 | fig. 45
[ 32 ]
de la serie “filósofos de la noticia”, 1951 | fig. 25
[ 33 ]
de la serie ‟ voceadores. filósofos de la noticia” [reportaje], 1951 | cat. 108
[ 34 ]
de la serie ‟ un día cualquiera en la vida de la ciudad”, ciudad de méxico, 1958 | cat. 86
[ 35 ]
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[ 37 ]
sin título, ciudad de méxico, ca. 1955 | cat. 190
pp. 36-37, boda charra, colonia chimalistac, ciudad de méxico, 1964 | fig. 14
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calle dolores, ciudad de méxico, ca. 1959 | cat. 19
estanquillo, ciudad de méxico, ca. 1955 | fig. 35
[ 39 ]
caldos de indianilla, ciudad de méxico, ca. 1955 | cat. 17
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caldos de indianilla, ciudad de méxico, ca. 1955 | fig. 15
[ 41 ]
sin título, ciudad de méxico, ca. 1960 | cat. 192
[ 42 ]
rock-ola, ciudad de méxico, ca. 1960 | cat. 164
[ 43 ]
de la serie “voceadores. filósofos de la noticia”, ciudad de méxico, 1951 | cat. 109
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sin título, ciudad de méxico, ca. 1955 | cat. 199
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sin título, ca. 1951 | fig. 58
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sin título, ciudad de méxico, ca. 1960 | fig. 67
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sin título, ca. 1955 | cat. 200
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sin título, ca. 1955 | cat. 201
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coheteros, ciudad de méxico, ca. 1955 | cat. 24
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sin título, ca. 1960 | fig. 51
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judas de cartón, ciudad de méxico, ca. 1955 | fig. 39
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sin título, ciudad de méxico, ca. 1955 | cat. 202
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sin título, ciudad de méxico, ca. 1955 | cat. 203
[ 54 ]
sin título, ciudad de méxico, ca. 1959 | cat. 204
[ 55 ]
de la serie “tendederos”, ciudad de méxico, 1953 | fig. 24
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sin título, ciudad de méxico, ca. 1955 | fig. 60
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de la serie “trabajadores ambulantes”, avenida cuauhtémoc con diagonal san antonio, ca. 1955 | cat. 124
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sin título, ciudad de méxico, ca. 1960 | fig. 63
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pollero en el rastro de ferrería, ciudad de méxico, ca. 1955 | cat. 148
[ 60 ]
mercado mixcoac,
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ciudad de méxico, 1976 | cat. 143
sin título, ciudad de méxico, 1953 | fig. 56
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calle del órgano, ciudad de méxico, ca. 1950 | cat. 18
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sin título, ciudad de méxico, 1982 | fig. 57
[ 64 ]
sin título, ciudad de méxico, 1976 | cat. 187
[ 65 ]
sin título, ciudad de méxico, 1955 | cat. 198
pp. 66-67, escuela revolución, calle niños héroes, colonia doctores, ciudad de méxico, ca. 1960 | cat. 133
[ 68 ]
calle oro, colonia roma, ca. 1960 | cat. 20
vendedor de estampas religiosas, ciudad de méxico, diciembre de 1950 | cat. 207
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sin título, ciudad de méxico, ca. 1957 | fig. 61
[ 70 ]
sin título, ciudad de méxico, ca. 1960 | fig. 64
[ 71 ]
de la serie “carpa bombay”, colonia tlalpan, ciudad de méxico, 1952 | cat. 49
[ 72 ]
de la serie “carpa bombay”, colonia tlalpan, ciudad de méxico, 1952 | cat. 50
[ 73 ]
de la serie “carpa bombay”, colonia tlalpan, ciudad de méxico, 1952 | cat. 51
[ 74 ]
camerino
[ 75 ]
[teatro lírico], ciudad de méxico, 1959 | cat. 21
avenida reforma,
ciudad de méxico, 1961 | cat. 12
[ 76 ]
colonia nonoalco, ciudad de méxico, 1959 | cat. 25
[ 77 ]
de la serie “fotógrafos de prensa” [concurso fotográfico], ca. 1953 | cat. 57
[ 78 ]
sin título, ciudad de méxico, ca. 1960 | fig. 65
[ 79 ]
juanita, una joven asesinada en iztapalapa, ca. 1955 | fig. 38
[ 80 ]
de la serie “asesinato de juanita”, iztapalapa, ciudad de méxico, 1961 | cat. 48
[ 81 ]
sin tĂtulo, boca del rĂo veracruz, 1975 | fig. 13
ÍNDICE 8 // Nacho López. Fotógrafo de México José Antonio Rodríguez / Alberto Tovalín Ahumada 17 // Fotógrafo en tránsito por la Ciudad de México Yessica Contreras 83 // De íntimos mirares Rebeca Monroy Nasr 149 // Universos. Pueblos indígenas John Mraz 221 // Raíces Pilar Urreta 273 // Preliminares
Otra práctica innovadora José Antonio Rodríguez 329 // El cine de Nacho López Jesse Lerner
353 // Nacho López, el fotógrafo
375 // Crítica y reflexión de Nacho López Citlalli López Binnqüist 381 // Textos críticos 389 Lista catalográfica 428 // Créditos y Agradecimientos 461 Antonio Saborit