EL OTRO LADO DE LA BICICLETA
© Pedro Villanueva González Patagonia. Chile. 2012
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La bicicleta rosada. Mi hermana me regaló una bicicleta rosada. Todo era de color rosa hasta las ruedas. Yo le pregunté ¿porqué la bicicleta de color rosado y no de otro color? Ella me respondió -porque tu corazón es de color rosado-. Yo salí a pedalear y veo anuncios de la pantera rosa en las latas de refresco, en las bolsas de leche, en los paquetes de galletas en un supermercado y al lado un cartel gigante de color rosa que decía “Vota por la pantera rosa”. Creí que me volví loco mientras escuchaba por dondequiera al grupo de Rock Pink Floyd pero con una letra nueva que decía: “Somos la voladora rosada porque tu corazón es de color rosado” Era cierto porque veo una enorme pantalla de televisión encima de un árbol. La pantalla decía: “Mírame” Yo me asombré de la belleza de un rostro bien simétrico y juvenil. Una hermosa mujer. Ella me miraba fijo durante horas y sus mejillas eran muy rosadas, pero cada diez minutos cambiaba de ánimo. De la alegría a la risa que influía en sus mejillas rosas, pasaba a la tristeza y a la melancolía con ojos semicerrados llenos de lágrimas y luego pasaba a la indiferencia total y su mirada entonces, se desviaba a mirar los flamencos rosados que bebían de una fuente estilo barroco en una plaza. Luego se volvía a reír mirándome y sus mejillas estaban sonrojadas del éxtasis sexual con una mirada entre la ternura infantil de Dios y la picardía de una mujer madura. Mi corazón latía con fuerza y me sentí hechizado, encantado donde en el aire se escuchaba unos sonidos mágicos de puro instrumento de Pink Floyd. En este momento ella me miraba fijo durante largo rato, entre la ternura, asombro, éxtasis, melancolía, alegría ¿Era un Dios femenino? Luego veo a ella en la enorme pantalla que en el fondo se torna rosa y veo su blusa de algodón de mangas cortas de color rosa que se podía percibir de forma delicada el contorno de sus senos. En este momento mi corazón de color rosado se funde hacia a ella. En este momento oigo el sonido del celular, era mi madre: -Necesito que compres un paquete de fresas en la casa rosada que la Sra. Kichner te lo venderá con una buena rebaja, anda apúrate que se acaban las fresas-. Veo que los flamencos comienzan a volar, porque venían dos unicornios rosados uno desde el cielo y el otro desde la tierra trotando a toda velocidad. De repente sale la luna de color rosa y el cielo se pone gris y pasa a ser un gris oscuro. La bella mujer comienza a mirarme indiferente, sus ojos perdieron brillo y su mirada se desvía hacia un muro alto lleno de graffiti de color rosa brillante donde decía: -¡Imbécil, me embaracé con otro!Me sentí como si me hubiera tragado la tierra. Sus ojos se transformaron en dos lunas de color rosa y su rostro se tornó oscuro, tan oscuro como el carbón. Sentía tronar el cielo gris oscuro y comenzó a llover torrencialmente. Inmediatamente comencé a pedalear con una enorme angustia por una calle estrecha de cemento rosado. Había pasado días y días de tanto andar en bicicleta y me encuentro a un escultor esculpiendo una gran escultura de piedra. El escultor esculpía una escultura con forma de fresa gigante. Él me
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dijo: -Es para que lo lleves a tu mamá-. Mira le respondí: -Estoy buscando a una chica…Él me interrumpe: -Ah, la chica de la pantalla, sigue a dos kilómetros más que la vas a encontrar y otra cosa, no olvides de llevar la escultura a tu mamá-. Seguí buscándola y buscándola. Hasta que la encuentro en forma real, pero ella flotaba encima de una rosa rosada, llenas de rocío del amanecer. Ella estaba desnuda encima de un pétalo y olía a fragancia, se dirigió hacia mí con una mirada de alegría e indiferencia. De pronto veo a un hombre con alas rosadas haciéndole el amor por detrás, mientras ella movía sus piernas graciosamente. Mi corazón rosado se transformó en un helado de fresa totalmente derretido y veo que vienen un grupo de personas muy delgadas con un hambre terrible a comer con ansiedad el helado de fresa derretido que manaba de mi corazón. Ella se deleitaba verme así, pero el hombre con alas rosadas que le hacía el amor se transforma en una espina atravesándole con fuerza su vientre interior hasta la boca. Rápidamente ella se queda totalmente muda y confusa. Su mirada hacia mí transita bruscamente de la indiferencia, a la ternura, a la tristeza, a la distancia, al amor profundo y a la melancolía. Ella se convierte en un saco de cemento rosado para ser vendido en un almacén. La bicicleta azul. La bicicleta azul se reventó el neumático con un clavo de hierro milenario quizás de la época del Neolítico, de la Era astrológica de Cáncer. Tuve que sentarme sobre una roca húmeda lleno de musgos. Una lluvia torrencial se apoderó de mí y sentía un fuerte olor a jabón, pues cerca había una fábrica grande con dos chimeneas y algo antigua con sus cristales rotos que hacían jabones con la grasa de las primeras Venus gordas de la época de Neolítico. El olor era tan fragante y tan puro cuando todavía no existía la contaminación ambiental. Oigo sonar el celular y oía los gritos de mi madre: -Tu papá es un degenerado y no me da de comer-. Me sentía tan cansado, pues hay cosas que no puedo solucionar y no están a mi alcance, miré hacia el horizonte de color azul lejano y en ese momento pensé en el culo de piel blanca, de Paulina y poder bajar delicadamente su pantalón ancho muy decorada al estilo hindú, con el deseo de fundirme hacia ella. El culo fresco de Paulina, suave, de anchas caderas, joven, maternal, blanca, ni frío, ni caliente, o a veces frío y a veces caliente. Este culo me llevaba a saltar hacia una belleza infinita, hacia un universo misterioso e inexplorado que el explorador que viaja todavía le queda miles de años luz. Me levanto de la roca y tomo la bicicleta azul con el neumático delantero reventado y me voy caminando por una pendiente, pues mi casa quedaba solamente a unas cuadras cerca. Mientras camino bajo la lluvia torrencial, veo de pronto las casas patagónicas con sus cortinas abiertas donde habían parejas haciendo el amor, algunos con violencia, otras con ternura, otras con precocidad y otras parejas lo hacían jugando y solo escuchaba gritos como: ¡Por el culo!, otras mujeres gritaban: ¡Dame hijos, papi!, otras gritaban: ¡La tengo húmeda, dale, dale!. Era la intimidad expuesta hacia fuera, hacia la
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calle. Yo seguía caminando algo confundido con mi bicicleta azul y veo mi reloj que había pasado más de media hora y no encontraba mi casa, solo el camino. Sigo caminando y de pronto los gemidos, los gritos cesaron con rapidez, cuando alguien del cielo hizo un sonido como acallando, Sssss…Las casas cerraron sus cortinas, quedaron mudas y solitarias. Sigo caminando y no encontraba mi casa, y ya han pasado nueve horas y el camino era el mismo. Mirando el cielo se despeja y se torna azul intenso y veo de pronto un cartel grande que decía: República de Carla y las casas al estilo babilónico de ladrillos estaban cubiertas con losas de piedras azul turquesa, con puertas y ventanas cerradas. El suelo era arenas gris. Miré a Carla desnuda con su piel blanca y rosada. Ojos de color azul profundo y pelo rojizo con sus mejillas rosadas. Ella jugaba y corría. Pero le gustaba correr con delfines en la arena. Miré a Carla jugar con el miembro largo de un delfín mientras se reía a carcajadas y se deleitaba, sus ojos soltaban una chispa de azul intenso. Luego Carla abrió sus piernas encima del delfín y apretaba la aleta con fuerza. El cielo se tornaba azul intenso, y luego pasaba a azul claro, a azul turquesa, a azul marino, a azul cian, a azul violáceo. Los ojos azules de Carla en este momento parecían muy penetrantes y mágicos, como dos agujeros negros del universo que devoraba todo. Sus piernas, sus pies blancos y rosados con algunos lunares en sus muslos apretaban con fuerza enroscada al delfín, mientras el semen del mamífero fluía inundando la pelvis, el culo y las piernas de Carla. Me siento cansado y confuso. Aguanto con fuerza la bicicleta azul y descubro que el neumático ya no estaba ponchado y en el tubo de metal azul que sujetaba el asiento, decía con letras blancas Carla. La bicicleta amarilla. -Por favor, cuídame la bicicleta amarilla- Me dijo mi amigo azteca que vivía cerca de Po-Po-Vul. El problema es que le dolía el vientre y tuvo fuertes diarreas por comer mucho maíz amarillo. Se oía los estruendos de su diarrea que hacía temblar la tierra y las casas. Su diarrea salió como un chorro de color amarillo como una fuente que inundó las casas y las calles. El alcalde se enojó con el ministro de obras públicas por no poner paraguas amarillas encimas de las casas, por lo que le costó la destitución del ministro. Mi amigo azteca no aparecía, estuve esperando días y días sentado sobre una caja amarilla donde estaban las cenizas de los grandes líderes del mundo. La bicicleta amarilla era de Oro milenario fabricado por los aztecas totalmente decorada por cada tubo con motivos de la cultura maya, llenos de Kines galácticos de no sé donde y que provenía de la mariposa galáctica donde Pauli surgió allá. Esa Pauli con sus cabellos rizados y dorados, con
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sus mejillas sonrojadas de siempre. Después de hacerme la vida imposible, me contó que tenía problemas hormonales. Sus ovarios amarillos estaban sucios, me contaba ella. De tanto esperar, me decidí irme pensando que mi amigo azteca se olvidó de su bicicleta amarilla o ajustó su reloj al calendario de Venus, pues sabemos que los mayas conocían este calendario y está en otro universo paralelo para que su mamá le limpie sus nalgas y cambie de pañales. Eso creo porque una vez me contó que su mamá tenía muchos relojes y almanaques con calendarios de Venus. Tomé la bicicleta amarilla, subiendo por un largo camino con una pendiente de 75º hasta llegar al gran pezón de Vanesa. Si estaba pedaleando cuesta arriba con esfuerzo encima de la piel del seno erecto, pero tomaba horas hasta llegar al gran pezón. Una vez que llegué al gran pezón, había un letrero que decía: “Debes escalar si quieres verme, te amo, tu Vanesa” Escalé y escalé sobre la piel del pezón erecto y rosado para llegar a la cima, pasaron años y pasaron años. Llegué a la cima con casi noventas años, toda una vida entera para llegar a la cima. Me veía tan viejo, tan canoso, tan encorvado y babeaba tanto. Estaba en la cima y el cielo era amarillo al igual que las pinturas de Rembrandt. Comencé a gritar: -¡Vanesa, me has dejado, me has abandonado!- Pero la punta, la cima de su pezón imponente se abrió y me tragó succionando con fuerza. Me deslicé sobre sus vasos, sus tejidos hasta llegar al vientre y comencé a rejuvenecer tanto que me convertí en una yema amarilla del huevo, luego me convertí en un feto y salí del vientre de Vanesa. Crecí muy rápido hasta llegar a ser joven y robusto. Pude verla, era hermosa, con ojos rasgados y pómulos sobresalientes. Una mezcla asiática, africana y nórdica. Una belleza impresionante. En este momento yo era joven y robusto. Vanesa con su sonrisa abrió sus piernas con su vello amarillo y húmedo. Me dijo: -Ven, te necesito- Me enroscó con sus piernas doradas y tersas donde tenía aros de Oro en sus tobillos. Después de hacer el amor, me convierto rápidamente en feto y el tiempo retrocedía tan rápido que entraba en su vagina nuevamente para ser huevo y nuevamente yo salía de su vientre para ser joven y hacerle el amor para volver a ser bebé y entrar en su vagina. Nuevamente para ser joven y con la energía solar, haciendo el amor húmedo y sudado. Para volver a ser huevo húmedo, tibio y cálido. El tiempo dejó de existir para siempre, daba lo mismo el calendario de la Tierra, el de Venus o el de Marte. Yo me convertí en amarillo como la yema del huevo, yo me convertí en amarillo radiante como el Sol.
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La bicicleta verde. Sentí un fuerte dolor en los testículos, cuando la bicicleta saltó sobre un enorme bache, del movimiento brusco hizo que el asiento golpeara mis testículos. Me quedé casi sin aire. Frené la bicicleta verde y me senté sobre la acera, todo me daba mareo y nauseas. Al levantarme vomité bruscamente sobre los zapatos del Concejal Aguilera que pasaba justamente en este momento. Él siguió caminando con sus zapatos de color café con el vomito, mientras cantaba por la calle. Mi rostro estaba pálido al verme en el pequeño espejo reflector, yo estaba verde. Un rato comienzo a sentirme mejor. En este momento una mujer alta de piel blanca con un vestido de color verde brillante y pelo entre rubio y rojizo. Ella me abrazó con ternura. Sus brazos acariciaban mi cara y quería que sintiera el olor fragante, pura y natural de sus axilas. Me dijo: Ven. Yo la acompañé y fui hasta su casa. La sala estaba decorada en las paredes con ilustraciones de limones grandes color verde limón. La mesa de pino con una cesta grande de manzanas, peras, pepinos, uvas verdes entre tonos claros y oscuros. Me invitó a su cuarto y las paredes estaban decoradas con dibujos de celulares modernos con tonos verde oscuro, como el color del pino y musgo. Para asombro había una pintura grande colgada en la pared de lienzo y óleo. Resulta ser que era yo pintado con mi bicicleta verde, un retrato. La alfombra era de un color verde fosforescente y la sobrecama que cubría la hermosa cama estilo neoclásico, de un color verde sobrio y oscuro. Me dijo poniendo su mano sobre la cama: Ven mi amor. Su cuerpo estaba sudaba por el calor. Ella se desnuda, su piel era lisa, blanca, sin ninguna arruga, ni era delgada, ni gorda y brillaba por el sudor femenino. Miré su ropa interior, la única diferencia era de un color rojo carmín intenso al igual que sus pezones hinchados. Mientras hacíamos el amor, ella emanaba una fuerte fragancia femenina pero con otros olores que acompañaban, a menta, a pino, a laurel, a romero, a cilantro. Su boca tenía sabor a Manzana y cambiaba a Peras, a uvas verdes amargas, a pepino y guayaba verde. Estábamos fundidos de sus labios y su boca con la mía. Después que hicimos el amor, ella respiraba muy suave con una sonrisa muy dulce y acogedora. Su posición relajada y veo que su cuerpo se transforma en una escultura semidura, pero al acercarme y sentir su piel. Era su cuerpo femenino convertido en una manzana, con la piel y el olor a manzana, como la misma manzana fresca y verde. Podía haber arrancado un pedazo de su labio y comerla como fruta pero no lo hice. Yo noté un pequeño cambio, mi vello genital se transformó en pequeñas hojas de pino. Me asusté entre el temor, el éxtasis, el hechizo y la embriaguez. Yo buscaba mi bicicleta y es que estaba estacionada en la pintura grande.
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Al tocar el lienzo pude sacar la bicicleta de manera suave para no romper la tela, de dos dimensiones, se transformaba mi bicicleta en tres dimensiones. Tuve que irme y cerrar la puerta verde. Al salir para sorpresa veo a Claudia con unos ojos verdes intensos y atractivos, pero su mirada solo lanzó una fuerte fragancia a ruda, a sándalo, menta y pino. Claudia desaparece en un instante. Sigo con mi bicicleta verde hacia una calle tranquila y antigua donde encuentro muchos letreros verdes que decía “ilegal vender Cannabis” Mientras en el centro había una plaza, donde no lo podía creer y es que veía al líder Fidel Castro sentado sobre una maleza, teniendo una diarrea eterna de color verde y no paraba de recitar sus discursos que apenas se oían. Los chicos jugaban de cerca escupiendo pesadas flemas de color verde pálido. Ya quería ir rápido de allí y me monto en la bicicleta alejándome de este lugar, pero al ir pedaleando, veo una enorme uva verde, en el camino con una transparencia que podía ver un hermoso feto de un bebé adentro. Era una niña que iba a nacer y muy idéntica a mi rostro.
La bicicleta naranja. Una pieza maestra, los tubos de la bicicleta hecho de metal extraídos del enorme tanque naranja de la Shuttle. Algo histórico, pues el tanque de la última lanzadera espacial en misión secreta, que voló vomitando todo su fuego con un ruido estruendoso, ocurrió a mediados del año 2011, en un lugar apartado de Groenlandia. La misión secreta era extraer todos los datos de cómo hacía el amor Carla, visto desde arriba con cámaras y telescopios infrarrojos. Sólo había un astronauta trabajando en esta misión secreta. El comandante de vuelos, Juan Mirahoyos. Durante la re-entrada, el tanque naranja en vez de quemarse en la atmósfera, sólo se quemó un pedazo y el otro pedazo se cayó intacto con sus chapas de metal naranja sobre una casa, destruyendo el techo y matando a una pareja que hacían el amor en el baño con jabones naranjas. El pedazo de metal naranja se lo llevaron unos indigentes alcohólicos para hacer refugio. Unos días Roberto Hurtado, se llama así porque le gusta robar y hurtar, vio aquel preciado metal del pedazo de tanque y les regaló a los borrachos Pisco de Mandarina a cambio de llevarse el pedazo de metal. Al ver la tentación fue a una tienda y robó piezas de bicicletas, golpeando a los vendedores con guantes de boxeo de color naranja y de ahí fabricó su bicicleta, en el jardín abandonado de su casa. Una pieza única y hermosa. Escribió su marca en la bicicleta de metal naranja como “Roba y Ná” Al día siguiente al tomar una pastilla de vitamina C de color naranja falleció asfixiado y es que Don Roberto no sabía leer las instrucciones que decía “Vitaminas C, solo para personas de 2 metros de altura”
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Pasaron años y años hasta que encontré la bicicleta que estaba más naranja que nunca e inoxidable. Nadie le gustaba el color naranja, pero yo sí, entonces me llevé la bicicleta que estaba abandonada en la acera que daba hacia la casa de “Roba y Ná” Caminando con mi bicicleta naranja sobre la hermosa arena de la playa, con el día bellamente naranja y romántica. Conocí a Lucrecia sentada en posición de loto y en meditación Yoga mirando con pasión hacia el lejano e infinito horizonte naranja. Lucrecia de abundante pelo rizado y un rostro a la perfección simétrica, vestía a la moda Hippie, con un pantalón ancho y pies descalzos. Ella tenía una fuente de barro con mandarinas, naranjas, duraznos y mangos, todos bellamente con tonos naranjas con sésamo y trocitos de Jengibre. Su aliento sabía a durazno y a mango. Su cuerpo olía a fragancia de las cáscaras de mandarina, sus pies y dedos tenían un rico sabor a naranja. Sus ojos eran únicos, una combinación perfecta de color avellanas con naranja. Lucrecia me pidió hacer el amor tántrico, se desnudó sobre la suave arena y en diferentes e infinitas posturas, me enseñó el éxtasis del sexo naranja acompañado entre la rica brisa, el sudor y la calidez eterna. Pasaron días, meses, no comíamos, no bebíamos. Sólo teníamos el poder infinito del sexo como una fuente de la energía del universo. Hasta que mi espermatozoide llegó a su óvulo y se generó una explosión, una reacción en cadena y nos transformamos en una bola de fuego naranja inmensa hasta que fue creciendo y llegar al tamaño de la luna. Nuestro sol derritió los hielos de la Antártica dando origen hacia una especie más evolucionada, un nuevo ser humano.
La bicicleta violeta. Me regalaron una bicicleta de color violeta que decía “Hecho en el planeta Neptuno”. Me lo regalaron por ser el mejor diputado de la zona. Yo pregunté por curiosidad porque estaba fabricado en el planeta Neptuno, me contaron que en el planeta Neptuno descubrieron una planta abandonada de bicicletas hace miles de años y por el tiempo de la atmósfera neptuniana, las bicicletas adquirieron un color violeta fantástico. La Sonda Espacial europea Eo-Neptune descubrió con cámaras especiales la planta abandonada. Luego enviaron una nave no tripulada que tardó tres años de viaje con motores iónicos y tenía un enorme imán electromagnético y pudo atraer las bicicletas para llevarlos a la Tierra. Una bicicleta “Hecho en Neptuno”, pues solamente hay 95 unidades y valen una fortuna de factura extraterrestre que no se sabe el origen.
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Mientras andaba en la bicicleta violeta, Lena una hermosa mujer de tez muy blanca, jovial, de pelo largo y negro. Unos ojos de color violeta nunca visto, de constitución delgada, alta y cadera anchas. Lena miraba con amor a la bicicleta violeta y me admiraba por andar en esta bicicleta con sus ojos centelleantes de color violeta. Me invitó a su casa hecho con ramas de lavanda. El techo era de color violeta lavanda intenso y lleno de estas flores, se sentía un olor fragante y fuerte. En el fondo se oía una música de Eriko Pajazzotti. Lena era pintora y pintaba grandes pinturas al óleo, puras bicicletas violetas. Me desnudó suavemente y me utilizó como modelo para pintar una pintura al óleo. A Lena le gustaba pintar bicicletas violetas con una mano zurda y con la mano derecha acariciaba suavemente su genital femenino y sus largas lindas piernas blancas. Mientras gemía cuando se tocaba su pubis, su vagina y al mismo tiempo pintaba, sus muslos, sus pies se retorcían y movía su columna al ritmo de las hojas de otoño cuando caen del árbol. Sus pezones y vagina con cada gemido emanaban un olor a flor de lavanda pura. Después de terminar su obra. Me invitó a comer en su mesa de pino antiguo. Había dos fuentes de barro cocido grande con grandes uvas de color violeta puro, con semillas de sésamo y crema. Sabía exquisito. Ella rozaba su mejilla hacia la mía con su pelo suave. Lena le gustaba rozar mi mejilla con la suya con una ternura mágica y me dijo en voz baja hacia el oído: “Mira hacia el paisaje” Todo cambió la luna pasó a ser color violeta púrpura y el Sol pasó a ser color violeta lavanda y la luna giraba alrededor del Sol de manera graciosa. Me hizo sentar en un sofá de seda china color violeta. Ella me miró fijamente con ternura, nostalgia y su rostro estaba pasivo y relajado. Sus ojos violetas que variaban de tonos y de brillos comenzaron a hipnotizarme. Se desnuda y sin sentarse, para ver todo su cuerpo, ella adsorbía toda una energía luminosa de color lavanda que provenía de su cabeza y se movía en el vientre y salía de su vagina, como una energía espiral dando vueltas con rayos violetas y chispas de tonos lavanda fluorescente. La energía espiral quería decir algo pero no sabía como expresar y al mismo tiempo expresaba pasión, ternura, amor y leía todos mis pensamientos en fracciones de segundo. La energía espiral de forma graciosa, jugaba con mi vientre, se alejaba y se acercaba hasta que entra suavemente en mi vientre, se desplaza hacia mis hombros en forma de cruz. Los ojos de Lena permanecían fijos y clavaban de manera mágica hacia los míos. En cuestiones de segundo sentí como mi vientre se hinchaba y de repente tenía un feto, iba a tener un varón, después una hembra. Esta energía me hacía enroscar con Lena en forma de 8 y ∞ como la cinta de Moebius. La infinitud encima de la bicicleta paseando por un prado llenos de cristales de cuarzo de color lavanda que reflejaban nuestras energías en una sola.
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Mientras escuchaba y sentía el sonido LA Mayor. Cada instante nos transformábamos en gotas de lluvias transparente con reflejos violetas. Las dos gotas de lluvia húmeda se fundían para convertirse en una lágrima, en un río, en un mar. El líquido del fluido eterno del segundo estado de la materia que siempre estuvo, está y estará.
La bicicleta blanca. La bicicleta blanca era de metal Rodio, si el Rodio conocido como el Oro blanco. El metal más caro del mundo, vale 10.000 dólares la Onza. Los radios de la bicicleta eran de aleación de cromo con titanio inoxidable, de color blanco brillante. La bicicleta era de marca Obordx. Me lo regaló la princesa Paulina, del reino de Koru. La conocí varias veces, pero su arrogancia y vanidad femenina era tan grande que me excluía. Sentirse rechazado, excluido y marginado por un amor imposible era un duro golpe para mí, pues a Paulina la conocí una vez cuando era pequeño, me sonrió y me amó como una diosa. Tenía pesadillas todos los días y hablaba sólo con la pared. Estaba desajustado, además de que la Virgen Blanca, la Virgen de los Hielos me deportó hacia un lugar lejano y aislado, hacia el lejano sur con pura nieve y hielos por haberle pedido que en mi cumpleaños y que coincidía con el mes más caluroso del año, cayera un poco de nieve y el precio que tuve que pagar fue alto. Ahora, yo estaba sólo con un frío bajo cero, ganando un sueldo miserable en la República de Arpuna. En esta republica para el colmo, los habitantes tienen conductas o comportamientos típicos de autismo, no hablan y miran hacia abajo, la mayoría padecen de depresión y de ostracismo social. Mi trabajo era lavar platos blancos. El Sol era muy joven, no, no era el Sol de la Tierra. Era un Sol más pequeño que el de la Tierra pero daba una luz muy fuerte que lo veía todo blanco. Si usaba lentes infrarrojos, veía todo más blanco y más irreal aún, porque los árboles, casas, se veían de color blanco por su poca radiación del calor. Después de terminar de lavar platos hasta las seis de la mañana. El día amanecía, el cielo era blanco y la nieve blanca. Estaba muy cansado y salgo con mi bicicleta de Rodio puro, donde había muchos letreros que decía “Prohibido mear sobre la nieve” y “Multas severas si ensucias el blanco”
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Mientras yo pedaleaba por el largo camino tortuoso y enredado. De repente por el frío y por el cansancio me quedé en blanco, mi mente se quedó en blanco, mi corazón se quedó en blanco. Una hermosa rubia con pelo largo, de piel muy blanca, casi nacaradas y con algunos bellos lunares. Llevaba una corona sencilla de perlas. Ella tenía los pezones y la vagina muy fría, su vello era jovial y rubio casi blanco. Con piernas esbeltas de una joven de 20 años. Ella se fundió hacia mí con fuerza para transformarme en una hoja en blanco, ya más abajo no pueden seguir leyendo…. Pedro Villanueva González. 1974. Pintor y escritor radicado en la Patagonia. Autor de otros escritos que se encuentran en la Web. “La habana, la Patagonia y el Tribar”, “Evolución Noúmenica de la especie humana y Neogénesis del arquetipo femenino”, “Psicoanálisis ecológico”, “Transestructuralismo”, manifiesto neofeminista y su arte, etc.
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