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Hagamos una paz que acabe con todas las guerras

Dicen un antiquísimo proverbio chino que “el simple aleteo de una mariposa puede cambiar al mundo”. Y creo que tiene razón. Tal vez porque nunca podremos alcanzar a comprender la secuencia interminable de hechos, aparentemente desvinculados, que acaban generando grandes cambios.

Trataré de mover mis pequeñas “alas”, hechas de palabras y sentimientos, una vez más, para unirme a ustedes a través de estas pocas líneas. Sobre todo porque veo, a fuerza de tantos años vinculado a la información, que la paz del mundo vuelve a estar amenazada.

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Nuevamente los “tambores de la guerra” se hacen sentir en distintos lugares del planeta, aumenta sin límites el gasto militar, y unos y otros toman posiciones cada día más irreductibles. Anunciando a los que conocen algo de la historia humana que más temprano que tarde la vida, la suya y la mía, nuevamente, se verán amenazadas por armas cada día más terribles y sofisticadas. Y ahora hasta con armas nucleares de consecuencias imprevisibles.

La historia de la humanidad está manchada por los estragos y las tragedias que ocasionan las guerras. Millones de personas inocentes han sido sometidas a las más terribles atrocidades en nombre de la “justicia”, la “integridad territorial” o la defensa de los “intereses nacionales”. Pero, ¿qué justicia puede haber en la destrucción de vidas inocentes? ¿Qué nobleza se encuentra en el derramamiento de sangre y la crueldad? ¿Qué “intereses nacionales” pueden ser más importantes que la vida de la gente?

Son solamente excusas perfeccionadas a lo largo de los siglos por personas egoístas que promueven las guerras debido a inconfesables intereses económicos y personales. Y ahora, más que nunca antes en la historia, multiplicando su mensaje y sus acciones gracias a una prensa cada día más corrupta y falta de valores éticos.

Sin embargo, aquí y allá, y aunque todo lo dicho sea una verdad, surgen voces que se levantan en medio de la oscuridad, contra la estupidez de las masas beligerantes e irreflexivas y desafían, aún a costa de sus propias vidas, los mensajes de odio a través del pacifismo, la compresión y, sobre todo, la empatía entre los seres humanos.

Una de esas figuras, por solo citar un ejemplo –que hoy pocos conocen, debido a que se ha hecho mucho por “olvidarla”–, fue la de Bertha von Suttner, una austríaca que pese a hacer nacido en 1843, en el seno de una familia de “heroicos” militares, decidió desde muy joven que debía mostrar a todos la luz del pacifismo y la importancia de detener la espiral de violencia que se gestaba en cada conflicto de su época.

Su obra más importante, un verdadero manifiesto que nos enseña que la guerra es el fracaso de la humanidad para resolver conflictos, fue la novela “Abajo las armas” –que les recomiendo–. Allí plasma, en una trama ágil y llena de sentimientos encontrados, una historia que nos invita a reflexionar sobre los horrores de la guerra y el papel que desempeñan aquellos que la promueven. Siempre a través de datos conmovedores y la exploración de emociones profundas que le permiten al lector DESCUBRIR LA URGENTE NECESIDAD DE TRABAJAR POR LA PAZ.

Escribió miles de artículos periodísticos, dio charlas en distintas partes del mundo y creó un gran movimiento pacifista que creció rápidamente para oponerse a la guerra como medio de solucionar problemas entre estados. Ganó el premio Nobel de la Paz en 1905, y envió cientos de cartas a los más importantes líderes de su tiempo para intentar que reflexionaran sobre la inutilidad de los conflictos armados.

Su poder de convencimiento y su decisión inquebrantables, fueron legendarios y, en un “mundo de hombres”, como el que le tocó vivir, logró imponer la razón a la violencia. Cientos de anécdotas son parte de su biografía, no exenta de sinsabores.

Se cuenta que en una ocasión, mientras viajaba en un tren con destino a la ciudad de París, Bertha presenció una acalorada discusión entre dos pasajeros. La situación se tornó cada vez más agresiva y estuvo a punto de convertirse en un enfrentamiento físico. Pero ella, a diferencia de otros pasajeros, intervino en el asunto y, en lugar de tomar partido o fomentar la confrontación, les hizo reflexionar sobre las consecuencias de la violencia.

Utilizando su habilidad para la persuasión y la empatía, les contó historias de personas que sufrieron las consecuencias de la guerra y cómo la violencia solo podía engendrar más violencia. Les instó a buscar una solución pacífica y a encontrar un terreno común en lugar de luchar. Sus argumentos fueron tan fuertes que pronto los ánimos se calmaron y ambos “contendientes” pudieron solucionar sus diferencias sin necesidad de la fuerza bruta. Claro, el resto del pasaje, que desconocía a aquella mujer tan decida, le brindó un aplauso que ella recordaría durante muchos años.

El legado de Bertha von Suttner, junto al de otros miles de valerosos hombres y mujeres defensores de la paz, previos y posteriores a su historia, adquiere hoy una dimensión colosal. La paz nos necesita a todos, sin distinción de nacionalidades, credos, identidades de género, colores, ideas políticas o condiciones sociales.

Ya no queda más tiempo para las especulaciones o para mirar a otro lado. La espiral de la violencia entre países, grupos humanos y hasta en el interior de las familias, en un contexto a cada momento más agresivo y falto de empatía, son las semillas de las guerras que se aproximan.

“La paz más desventajosa es mejor que la guerra más justa”.

“La paz no puede lograrse a través de la violencia, solo se puede lograr a través de la comprensión”.

El “Reloj del Fin del Mundo”, o “Reloj del Apocalipsis”, fue creado por un grupo de científicos hace 76 años, tratando de que los gobiernos tuvieran presente lo “cerca que se encontraban” de la destrucción nuclear. Hoy, las manecillas, que se adelantan o atrasan de acuerdo a la situación internacional, se encuentran –como nunca antes– a solamente 90 segundos de la hora señalada hipotéticamente para el momento de la gran tragedia de la humanidad.

Usted, en su casa, su trabajo o sus reuniones sociales puede empezar a hacer la “diferencia”, dejando el odio y los prejuicios de lado. Y así, como el ala de la mariposa del antiguo proverbio, esperar que sus acciones, sumadas a las de otros miles, puedan oponer a la estupidez de las guerras el poderoso sentido de una paz que todos podamos disfrutar ¡ABAJO

LAS ARMAS!

Postdata

Bertha von Suttner murió de un cáncer de estómago, a los 71 años, en 1914. Solo unos pocos días antes de que se declarara la Primera Guerra Mundial, causando la muerte de 10 millones de personas y lesiones incapacitantes a otras 20 millones más. Además, para la mayoría de los especialistas, generando las condiciones para la aparición de la terrible “Gripe Española”, que acabó con la vida de otros 20 millones en todo el mundo.

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