Criatura Deforme: Antología de Dramaturgia Hondureña

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Cuando los elefantes luchan, es la hierba la que sufre.



CRIATURA DEFORME Antología de Dramaturgia Hondureña

Habitantes El misterio del barro y el elefante La sombra del ángel Flush


Colectivo Tierra Inconexa, 2021. Tierra Inconexa - Dramaturgia Hondureña Primera edición: diciembre 2021. Dramaturgia: Karina Nelson, Rodin Ruiz, Luis Emilio, Leonardo Banegas Edición: Federico Trejo Dibujo: Pablo Guillén Portada: Leonardo Banegas Diseño y diagramación: Luis Emilio Cerna Mazier Buenos Aires, Argentina Diciembre, 2021. Si desea llevar a la escena alguna de estas piezas, escribir a tierrainconexa@gmail.com


ÍNDICE

Criatura Deforme

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Habitantes

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El Misterio del Barro y el Elefante

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La Sombra del Ángel

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Flush

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Sobre Tierra Inconexa

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Criatura Deforme KARINA NELSON En medio de la oscuridad, silenciosamente se mueve un animal cuya hambre es insaciable, está lleno de odio y es perverso. Todo lo que toca lo vuelve como él, retorcido, deforme. Ha logrado filtrarse en todos los rincones, volviendo lo perverso en lo aceptable, lo cotidiano. La muerte y la destrucción son sus armas. Llamamos hijos e hijas de la patria a los que suministran medicamentos alterados, a los que matan a los defensores de territorios, a los que dictan leyes para hundir al vulnerado y a los religiosos que bendicen las armas con las que masacran a un pueblo abandonado y desprotegido.

LEONARDO BANEGAS Toda manifestación artística que nace en contextos de opresión social, de censura y sospecha constante, es una declaración de amor, un susurro que pretende convertirse en el canto de una sociedad que ya no recuerda cómo mirarse a la cara sin veladuras ni prejuicios, que sufre desesperada por reconocerse en la mirada del otro y de la otra. En ese sentido, escribir, es encender una llama en medio de la oscuridad, es el oficio de crear luz para sí mismo, para todos. “Criatura Deforme”, en la búsqueda literaria de sus cuatro autores, representa un incendio que se hace más grande para dar vida a una criatura de luz.

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LUIS EMILIO La violencia como engranaje. La tierra poco a poco se hunde. Una criatura da pasos agigantados y sacude el suelo. Lleva en su torso una bomba, tiene cabeza de elefante, patas de inyección y una cinta por ojos. Quien ose tocarla, corre el riesgo de hacer que explote. Sus huellas han creado un abismo que traga a los habitantes. Intentan salir. Es una criatura inmemorial. Las letras como tentativa de recuerdo.

RODIN RUIZ Escribir teatro en uno de los países mas pobres, corruptos y violentos del mundo es un acto de valentía que requiere una buena dosis de locura. Sin embargo, aquí estamos. Escribiendo con el alma rota y el corazón latiendo en la palma de la mano. También lo hacemos para confrontar una realidad que nos abruma. Escribimos sin certezas. Escribimos desde el miedo. Desde la oscuridad. Desde la soledad. Escribimos desde la fragilidad pero también escribimos desde el amor. De cierta forma, escribimos para mantener viva una utopía porque muy en el fondo queremos ser felices. 10


Queremos olvidar por un instante el dolor, Deseamos no perder la esperanza. No queremos morir viendo la misma mierda de siempre. ¡Maldita sea! Anhelamos que algo distinto ocurra. No quiero que me gane el pesimismo, Quiero creer que tiene sentido. Que vale la pena. Quiero creer. Confiar. Cerrar los ojos y saltar al vacío. ¡Honduras! ¡Honduras! ¡y cuanto me dolés Honduras! ¡Cuanto me dolés! En fin, escribir es un sueño imposible. No obstante, hay que tener sueños imposibles para avanzar en la vida.

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HABITANTES Luis Emilio Cerna Mazier


LUIS EMILIO Director Escénico y Cinematográfico Ha trabajado en múltiples grupos de teatro tanto en Honduras como en Argentina. Su obra Los Patrones fue publicada en el primer libro de Tierra Inconexa. Ganador del primer concurso de dramaturgia de COMHTE con su obra “El Anamagrítono”. Egresado de la Escuela Nacional de Arte Dramático (Honduras), continuó su formación en dirección escénica en el CELCIT. Estudió dirección de cine en la Universidad Nacional de las Artes en Buenos Aires (Argentina) y actualmente cursa la maestría en dramaturgia en esta misma institución. Correo electrónico: cernamazier.luisemilio@gmail.com


A Dilcia Mazier


Nota del autor La obra se sitúa, en su mayoría, en una suite de un resort de montaña; pero en diferentes tiempos que no están ordenados de manera cronológica. El texto está escrito en un “solo tirón” a propósito: una puesta no debería de dar la sensación de episodios, sino más bien de un continuo espacio-temporal, a excepción de la escena final donde se rompe todo. Los eventos se mezclan unos con otros al final de cada relato. Un experimento podría ser alterar el orden en que suceden los hechos y así crear una línea temporal distinta a la sugerida aquí. Si bien la obra tiene varios personajes, está diseñada para que se puedan doblar. En algún momento pensaba en un actor o actriz que podría hacer un personaje y luego hacer otro completamente contrario, para mostrar la oposición en la misma actuación. Estas son sugerencias desde la comodidad de una silla y una computadora. Los elencos, al trabajar con el texto, encontrarán cosas que yo no imaginé y es aquí donde se abre una conversación interesante. En este sentido, las palabras escritas solo son una provocación para una puesta que creará un nuevo mundo con sus propias leyes y reglas.

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Personajes

ADOLFO, actual dueño del hotel WILLIAM, empresario canadiense ARTURO, un periodista NADIA, esposa de Adolfo EL HOMBRE ARREPENTIDO EL HOMBRE VIOLENTO IRENE CARLOS Y ANA, los hijos de Irene MUJER CUBIERTA POR CENIZAS EMPLEADO 1 EMPLEADO 2

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Escenario en penumbras. Adolfo: Tuve un sueño. Había fuego y nieve. Una familia veía su casa arder bajo un gran campo desolado mientras caían copos. Parecía algo que no pertenecía al paisaje. Recuerdo, recuerdo, recuerdo. Pausa. Veo a un hombre en el balcón de la suite. No sé quién es. Viste ropas negras. Es algo joven. Extranjero. Esto no va a terminar bien. ¿Qué hace aquí? Luz gradual que revela una suite en el décimo piso de Jair Mountain Resort. Época actual. Al fondo una gran ventana, con balcón, donde se ven las montañas y a lo lejos el pueblo de Aurora. A la izquierda, la entrada principal. A la par, una pequeña antesala. En el centro, al fondo, una cama matrimonial. Arriba de la cama, una gran pintura de una familia. A la derecha, un baño. En el balcón, está William, empresario canadiense, quien mira la montaña. Adolfo, dueño del resort, está de pie dentro de la habitación. Adolfo: ¿Qué hace aquí? William: I prefer english, Adolfo. Adolfo: Está en mi propiedad. Hablaremos lo que yo quiera. William: Llegué de Canadá hace unos días y… Adolfo: ¿Qué hace en mi resort? William: Oh. Pausa. William: La vista aquí es hermosa. Adolfo: ¿Vino a ver la vista?

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Pausa. William: Adolfo, considero que you’re a man… es un hombre de gran visión. Cuando nadie se imaginaba siquiera tocar esta montaña, usted se adelantó y construyó Jair Mountain Resort, un lugar que fue único en este país. Adolfo: Es único. William: Después vine yo. Y nos hicimos vecinos. Este año celebramos una década desde que se abrió mi Summit Hotel, aquí al lado. No nos va nada mal. Es más, al contrario, cada vez nos expandimos. He abierto más sucursales en otros países latinoamericanos. Todo el mundo me ha dicho: “No inviertas en ese país empobrecido y violento, invertí en otro lado”. Y en eso se equivocan. Don’t they say one man’s thrash is another man’s treasure? Y ese pueblito de Aurora, esta montaña, es mi tesoro. Le apuesto todo. Yo también soy visionario, como usted. Quiero que nuestro hotel en este país sea el más grande de toda la región y que mis clientes tengan una verdadera experiencia mágica con estos bosques hermosos. ¿Se imagina? ¡Tomar todas estas tierras y hacer algo tan espléndido como el Banff Springs o el Widlflower Hall! Pero mi terreno se queda corto, Adolfo. Y el suyo… con todo respeto, me estorba. Adolfo: Ya le había dicho esto antes: no me interesa su oferta. ¿Algo no le quedó claro? William: Adolfo… Adolfo: Llámeme don Adolfo. No soy su amigo. William: ¿No quiere serlo? Adolfo: ¿Amigos? ¿Usted está loco? ¿De verdad piensa que yo le vendería mi resort con la forma en que me falta al respeto? ¿Qué es 19


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esto de venir a quedarse a la suite de mi negocio? ¿Qué pretende? William: Ah, sí. Esta habitación. Es hermosa. Me encanta como la decoraron. A pesar de ser un edificio moderno, logró captar la esencia de los locales: las sábanas, la alfombra, esos adornos de barro… ¡Hasta dejó estas pinturas horribles y naif que venden los indios! Ah, perdón. How do you call them now?... originals?… ¿originarios? Tantas cosas que puede contar una habitación, ¿no le parece? ¿Se imagina si estas paredes pudieran hablar? ¿O esa cama? ¿O el baño?… Se imagina si este balcón tuviese labios, ¿qué nos diría? Pausa. Adolfo: Lárguese. William: (Viendo en el balcón) Debe ser feo caerse de aquí, son varios pisos. Aunque si lo piensa bien, es una imagen muy poética. Imagínese que lo último que uno vea antes de morir sea esta hermosa montaña. Adolfo: ¿Me está amenazando? William: ¿De qué habla? Yo me refería a ese periodista… Arturo, el que se cayó aquí hace… ¿Cuánto ya? ¿Veinticinco años? Adolfo: Eso les pasa a los borrachos. Se caen de los lugares y se matan. William: O los empujan. Pausa. Adolfo: Lárguese. William: No, Adolfo. Me va a escuchar. He sido muy amable con usted. Mis propuestas han sido generosas. Le ofrecí una buena

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suma por este lugar y la rechazó. Adolfo: Y nada ha cambiado. William: This place is not for sale you told me the first time. Pero no se quedó allí, luego me dijo que nunca se la vendería a un extranjero de mierda. Como buen hombre de negocios, tragué el rechazo, su vulgaridad, y me retiré. Adolfo: Porque este lugar es mío. William: La segunda vez le ofrecí una cantidad más grande y me rechazó. Adolfo: This place is not for sale. ¿Qué parte no le quedó clara? William: Y la tercera vez que nos acercamos, ¿se acuerda? Adolfo: Mi mente no tiene tiempo para acordarse de estupideces. William: Me dijo que la única forma que saldría de aquí es en un ataúd. Pausa. William: Vamos. Yo no hago eso. Adolfo: No tiene el valor. William: ¡Esa actitud es la que lo va a hundir, Adolfo! Adolfo: Así somos los verdaderos hombres: inquebrantables. William: ¿Los verdaderos hombres son asesinos? Pausa. William: Dicen que al periodista lo encontraron con la cabeza destripada. Gritó y cayó por este mismo balcón. ¿Qué habrá 21


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encontrado esa noche del 95 por aquí? Adolfo: Rumores estúpidos… William: Usted tiene sangre en sus manos, Adolfo. Y él lo descubrió. Adolfo: ¡No hay prueba de eso! ¡Son mentiras que han inventado esos indios para manchar mi nombre! William: Ya no se les llama indians, se les dice originals… originarios. Sabe, hay una creencia que ellos tienen y me parece curiosa. Cuentan que hay una palabra que recorre el universo. Si alguien la menciona, esta palabra podría hacer que todo lo que conocemos se mezcle: los ríos, las montañas, el día, la noche, el frío, el calor, todo; hasta dejar de existir. Nadie la ha pronunciado nunca y hay muchos que la buscan. ¿Qué miedo, no? Saber que algo tan simple como una palabra podría destruir la vida como la conocemos. William saca una grabadora de mano vieja, estilo noventas. William: ¿Sabe qué es? Adolfo la mira. Lo sabe, pero no reacciona. William la enciende. Se escucha una grabación vieja. Es la voz del Hombre Arrepentido y Arturo. El Hombre Arrepentido: Tuve que hacerlo. No nos quedó de otra. En esos tiempos, no existía este resort, no había trabajo y un hombre hacía cualquier cosa por sobrevivir. Arturo: ¿Qué hizo? El Hombre Arrepentido: Los matamos a todos. Arturo: ¿A quiénes? El Hombre Arrepentido: A los pobladores de estas montañas, para que las abandonaran; así, dejarían en paz estas tierras y él 22


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construiría esto. Él dio la orden. Arturo: ¿Quién? El Hombre Arrepentido: El jefe. Arturo: ¿Quién? Se escucha el sonido de botellas y alguien que engulle. El Hombre Arrepentido: Ya sabe… don Adolfo Jair. Por favor, no me mire con esos ojos. Sé que soy un hombre abominable, Pero, ¡por favor…! William detiene la grabación. Adolfo: ¿De qué se trata este truco? William: Esto no es ningún truco, don Adolfo. Estas son las palabras de uno de sus hombres. La palabra codiciada por décadas, la palabra que destruye mundos. Esta es la cinta que usted ha buscado por tanto tiempo. Y ahora es mía. Adolfo le arrebata la grabadora. William: Please, Adolfo, don’t… Adolfo tira al suelo la grabadora y la rompe con su bastón. Adolfo: Aquí está su palabra. William: Come on, I think you’re smarter than that. No puede realmente pensar que esta es la original, ¿verdad? William saca un celular. Suena la misma grabación. El Hombre Arrepentido: Tuve que hacerlo. No nos quedó de otra. En esos tiempos no existía este resort, no había trabajo y un hombre…

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Adolfo toma el celular y lo destruye. Adolfo: ¡Salga de aquí! William: ¿Se imagina que estas grabaciones salieran a la luz? Se destaparía un escándalo en todo el país. Sería investigado y enjuiciado. La policía vendría a arrestarlo, los ciudadanos protestarían y exigirían justicia a favor de los originarios. Y todo este tiempo que ha trabajado para levantar el Jair Resort, con tanto sacrificio, no serviría para nada, porque eventualmente terminaría en prisión. Las pruebas son contundentes. No tiene chance de ganar. ¿Pasar por todo eso por no querer venderme su resort? It’s bad business. Creo que es más inteligente que eso. Silencio. Adolfo: Treinta años. William: Excuse me? Adolfo: Treinta años. Treinta años ha estado este Resort aquí. Cuánto trabajo ha dado. Antes que yo viniera, en estos lugares no había nada. La gente del pueblo de Aurora huía hacia la ciudad porque sus familias no tenían qué comer. Y es verdad, se necesitó de alguien, como dice usted, que tuviese visión. Este resort me ha costado treinta años de mi vida. Me ha costado sudor, lágrimas, cansancio. Me ha costado casi mi matrimonio. ¿Y todo esto para qué? Para poder brindar trabajo en este país pobre. Pero la gente no quiere eso, la gente quiere que se lo regalen todo. A los vagos se les aplaude. Y a la gente trabajadora, como yo, nos humillan y difaman. Cuánto ha sufrido la familia Jair, mi esposa Nadia; cuánto he sufrido yo. Pero la gente olvida, Mr. William. En estas montañas estaban instaladas personas que decían llamarse originarios. Me río ante la palabra. “Vagos”, es un término más acertado. Invasores. Se habían adue24


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ñado de tierras que le pertenecían al país. ¿Producían algo? ¡No! Lo único que hacían era parir hijos para que el Estado les diera su dinerito. Yo los hice dignos, les enseñé a que no pidieran, a qué se ganaran todo. ¡Mal agradecidos! Ah, pero estos son problemas del tercer mundo, cosas que su mente canadiense jamás entenderá. Adolfo se acerca a William y lo catea. William: What are you doing? Adolfo: Cerciorarme que no tenga un micrófono. William: Please, Adolfo. Mira muchas películas. Adolfo: No me voy a arriesgar. William: Si quisiera grabarlo, lo haría con este teléfono que tengo y ya (Adolfo se lo quita). Yo no soy un policía; soy un hombre de negocios, nada más. Adolfo: He tenido que hacer cosas para obtener lo que quiero. No me siento orgulloso de ellas. Pero aquí estoy. Y aquí está usted, con su Summit Hotel, que es parte de esta misma montaña llena de sangre. Nadie está limpio. William: Yo vine después, nunca toqué a nadie. Adolfo: Al igual que yo, ha edificado su hotel sobre huesos. William: Ya le dije, Adolfo, no soy ni policía ni activista político. Salga de aquí and let me do my thing. Adolfo: Usted sigue en esta habitación porque yo quiero, Mr. William. Está en mi propiedad y mis hombres están dispersos en esta montaña. Sería una lástima que no regrese a tomar ese avión que lo devuelva a Canadá.

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William: Vamos, no me trate como a un local. Usted no puede hacer eso conmigo. Todo el mundo sabe que yo estoy aquí Adolfo. Y si me llegase a tocar, créame que sería investigado. Puede ser que en este país la mayoría de casos se empolven en las gavetas del Ministerio Público; pero la muerte de un canadiense sí sería esclarecida. Pausa. Adolfo: ¿Cuánto? William: ¿Qué? Adolfo: ¿Cuánto me ofrece si le vendo el hotel? ¿Y qué porcentaje del nuevo negocio me daría? William: Come on, come on. No pretenda eso. La oferta expiró. Hace mucho. Todo esto será mío. Adolfo: ¡Hijo de puta! Adolfo se abalanza contra William, pero se cae. William: ¡Llore, Adolfo! ¡Llore todo lo que quiera! ¡Pero su tiempo aquí ya terminó! Este resort desaparecerá y no quedará ni el rastro. Mi Summit Hotel estará a lo largo y ancho de esta montaña. Y será majestuoso, no habrá nada que se le parezca. Y ese pueblo se vaciará de las personas que lo habitan. Vendrán más personas que se parezcan a mí, que hablen mi idioma, que compartan mis costumbres y piensen como yo. Y todo va a desaparecer. Adolfo: ¿Quién es usted? William: This place will be no more. You’re time is over. This resort will disappear and not a trace will remain. It will be buried.

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And my place will be all over this mountain. And it will be majestic. And there will be nothing quite like it. And that town will be emptied of the people who inhabit it. And more people who look like me will come, who share my customs, who speak my language, who think like me. And everything will disappear, and everything will disappear, and everything will disappear. Adolfo: ¡¿Quién es usted?! Entra el Empleado 1. Lleva una escoba y un recogedor. Limpia. La luz del sol desaparece y poco a poco se debería ir haciendo de noche. William y Adolfo permanecerán un momento en la habitación. Empleado 1: Todo ha desaparecido. En mi mente ya no quedan rastros de nada. Intento recordar mi nombre, pero nunca lo logro. Me duelen los huesos. Quizá sea la edad, aunque tampoco estoy seguro cuál es. Lo único que sé es que tengo que limpiar. En un hotel, el orden y la nitidez nunca pueden faltar. Pasan los días, los meses; pero no sé cuánto tiempo llevo aquí. Unos días, mi rostro es el de un joven; otros días, tengo las canas de un anciano. Escucho voces. Creo que son gritos. Todo arde. Hay nieve. ¿Cómo es que me llamaba? ¿Era Juan? ¿Guillermo? ¿Adolfo? No sé. Tengo que

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limpiar. En un hotel, el orden y la nitidez nunca pueden faltar. El Empleado 1 limpia. De repente, se escucha un grito. Entra una mujer cubierta de cenizas. Mira al Empleado 1. La imagen de la mujer es aterradora. Empleado 1: Ha aparecido otra vez, la mujer que asusta a todos los empleados. Murmura algo, pero nunca logro entender qué es…. Mujer Cubierta por Cenizas: En esta hora y este momento… danos… las cosechas… Empleado 1: La mujer sufre. Busca algo. La mujer llora. Mujer Cubierta por Cenizas: Hoy venimos… danos tu bendición… danos tu milagro… bendice las cosechas… Sale la Mujer Cubierta por Cenizas. Empleado 1: La mujer ha ensuciado el suelo. Todo debe estar nítido, impecable. El Empleado 1 limpia. Veo a través de la ventana del balcón y hay oscuridad. Es de noche. En el salón principal del resort se celebra una gran fiesta. Hay gente importante. Creo que esa gente no es de aquí. Ya he estado en esta habitación antes. Creo que conozco esta cama. La he arreglado. Arriba hay una pintura, es una familia. Se ven felices. Desde el balcón se mira toda la montaña; y a lo lejos, las luces de un pueblo. Qué tranquilo se ve. Es de noche. Es una noche de 1995. Entra corriendo Arturo, un periodista. Es 1995. William y Adolfo salen.

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Empleado 1: Es un hombre en una noche de 1995. Una noche fría, muy fría. Diría que va a nevar, aunque creo que en estos lados es imposible. Empiezo a recordar. Ah sí, el hombre de 1995. El periodista. En unos instantes morirá. Y habrá que limpiar todo. Arturo se sienta en el borde de la cama. El Empleado 1 sale. Arturo saca una grabadora. Se escucha una grabación. Hay ruidos de personas, como en una fiesta. El Hombre Arrepentido: Creo que he tomado mucho. Arturo: Repítalo, por favor. El Hombre Arrepentido: Lo que le digo… puede traer problemas. Arturo: Vamos. Nadie lo va a escuchar. Todos están ebrios. El Hombre Arrepentido: Tuve que hacerlo. No nos quedó de otra. En esos tiempos, no existía este resort, no había trabajo y un hombre hacía cualquier cosa por sobrevivir. Arturo: ¿Qué hizo? El Hombre Arrepentido: Los matamos a todos. Arturo: ¿A quiénes? El Hombre Arrepentido: A los pobladores de estas montañas, para que la abandonaran. Así dejarían en paz estas tierras, así él construiría esto. Él dio la orden. Arturo: ¿Quién? El Hombre Arrepentido: El jefe. Arturo: ¿Quién? Se escucha el sonido de botellas y alguien que engulle. 29


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El Hombre Arrepentido: Ya sabe… don Adolfo Jair. Por favor, no me mire con esos ojos. Sé que soy un hombre abominable, ¡por favor, tenga piedad! Todas las noches me he encomendado a Cristo para que perdone mis manos llenas de sangre. Quisiera poder regresar en el tiempo y corregir mis errores. Y ahora es muy tarde. Arturo: Tener esto es una forma de reparar esos errores. El Hombre Arrepentido: ¿Tener qué? Arturo: La verdad. Su palabra grabada en esta cinta. La grabación se detiene. Arturo camina y se pone de pie. Toma una botella de licor, se sirve y bebe. Arturo: Siempre hay que estar en el lugar correcto y en el momento indicado. Eso decían mis padres. Qué cosa tan difícil saber cuál es ese lugar y ese momento, como si fuera algo que uno pudiera controlar. Toda mi vida he pensado que trabajar para la revista Caché era una pérdida de tiempo. Nunca he creído que hacer artículos para una sección de viajes en una revista sobre gente millonaria me llevaría a algún lado. He recorrido este país, cubriendo las cosas más banales: “El distinguido empresario Henri Bernard, de origen francés, inaugura su hotel cinco estrellas en la bella playa Rubí. El presidente y su familia fueron algunos de los invitados de lujo. Las notas del trío de Jazz Acuario inauguraron la velada”. Aquí va otro de mis escritos brillantes, merecedores de un Pulitzer: “Conozca Bellucci Garden, el venue donde se reúne la farándula nacional. Lo encontrará escondido a unos kilómetros de la capital. Aquí puede recorrer su jardín botánico, dormir en una hamaca y mirar la bella naturaleza que nos brinda el creador. ¡Vamos! ¡No se la pierda! ¡Hasta puede que encuentre un pequeño mono carablanca!”. ¡Fantástico! He estado en lugares que apenas el diez por ciento de esta nación olvidada por 30


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Dios podría visitar. No me quejo. Cada sitio que he visitado me aloja en sus mejores habitaciones, como esta suite. No es gratuito, porque los dueños me tratan bien para que yo escriba mis brillantes artículos que alaban sus hoteles. ¿Cuántos se pueden dar el lujo de ver la majestuosidad de este paisaje que tengo ante mis ojos? He degustado los mejores cócteles, cenado con las personas más distinguidas, visitado los rincones más exóticos. En mis recorridos insignificantes nunca pensé que llegaría a ese lugar correcto, ese momento indicado que decían mis padres, ese suceso que haría brillar mi carrera periodística: encontrar una primicia que realmente importe y que me saque de este trabajo de mierda. Hasta que vine aquí. Mi jefe me dijo: “Tenés que ir al pueblo de Aurora a cubrir los cinco años de Jair Mountain Resort. Van a llegar todos los empresarios de todo el país, dicen que incluso algunos de los hombres más cercanos del presidente”. “Fantástico”, pensé. De todos los lugares, justo a mí me toca el Jair. Con lo que detesto a estos empresarios árabes y sus negocios sucios. Este resort no es la excepción. Tiene historia, tiene secretos. Se hablan de matanzas pasadas. Pero nunca nadie, convenientemente, supo algo. Pensé que venir aquí sería lo mismo: hacer una nota de mierda hablando de la gente estirada que viene a estos eventos. Pero me equivoqué, fue más que eso. Este es el lugar y el momento indicado. Arturo rebobina la cinta. Luego, la reproduce. Suena la grabación. El Hombre Arrepentido: Los matamos a todos. Arturo: ¿A quiénes? El Hombre Arrepentido: A los pobladores de estas montañas, para que la abandonaran; así dejarían en paz estas tierras, así él construiría…

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Arturo detiene la grabación. Arturo: Un hombre se me acerca. Es trigueño, delgado. Está ebrio. No es uno de estos empresarios árabes que están en el salón. Es un indio. Un trabajador. Se nota por su ropa y su aspecto. Me encuentra solo en el bar hablando a mi grabadora. Estoy tratando de hacer mi trabajo periodístico, tratando de recordar los detalles del evento para poder hacer mi prestigiosa nota turística. El hombre entabla conversación y me desconcentra. Le pongo stop a la grabadora. Primero, habla de cosas banales, me pregunta que marca de cerveza estoy tomando y me recomienda el licor de mora. Es hecho con fruta local, una exquisitez. Me pregunta si soy periodista. Yo le muestro mi gafete. Él lo mira. Levanto la vista y veo su cara. Está golpeado, tiene moretes abajo del ojo. El hombre se da cuenta que lo miro con extrañeza, me dice que tengo cara de ser honesto y quiere contarme algo. Su aliento es insoportable. “Que tipo tan pesado”, pienso, aunque los golpes me llaman la atención. No sé si me interesa lo que me va a contar, pero le doy el beneficio de la duda. Me quedo en la barra, le sigo el juego. Hablo con él. Me pregunta por mi grabadora, nunca antes vio una. Me pregunta cómo funciona, ni siquiera yo lo sé bien. De la nada, una lágrima recorre su rostro hinchado. Dice lamentar lo que ha hecho, arrepentirse. Me dice quién es y para quién trabaja. Me dice que encienda la grabadora. Le doy play. Escucho la historia y mi corazón palpita. En unos minutos obtengo la verdad en mis manos. Una vez que el hombre ha terminado su confesión, detengo la grabación y en ese segundo, pienso en mis padres. Arturo toma un trago de whisky y se detiene frente a la pintura. Rebobina la cinta, luego la reproduce. Arturo: ¿Por qué me cuenta esto? El Hombre Arrepentido: Porque estoy harto de este lugar, de la 32


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forma en la que me tratan. ¡Todo lo que he hecho por ellos! ¡Don Adolfo me trata como una basura! ¡Y el otro, me golpea por cualquier error que cometo! ¡Mire la golpiza que me dio! Arturo: ¿Quién lo golpea? El Hombre Arrepentido: El Hombre Violento, todos le tememos. Incluso a don Adolfo le da miedo, y eso que es su trabajador. Arturo: ¿Está aquí? El Hombre Arrepentido: Aquí en el salón, no. Está por la piscina, observando a los invitados. Si me viese hablando con usted… Arturo detiene la grabación. Saca una maleta y guarda su ropa rápidamente. Tocan la puerta. Arturo se detiene. Trata de no hacer ruido. Los golpes a la puerta se hacen más fuertes. Arturo se acerca a la antesala. El Hombre Arrepentido: (Fuera de escena) ¡Cálmese que va a asustar a los huéspedes! Los golpes son más fuertes. Tratan de forzar la puerta. Arturo camina, silencioso. Toma la grabadora y saca el casete. Busca lugares donde esconderla: Debajo del colchón, detrás de la mesa de noche, debajo de una cortina… hasta que ve la pintura. Con cuidado, mueve la parte de atrás y coloca la cinta. Siguen forzando la puerta. Arturo se acerca a la antesala y abre. El Hombre Arrepentido es arrojado dentro de la habitación. Choca con Arturo. El Hombre Violento está en el marco de la puerta, amenazante. Arturo: ¿Qué hace? El Hombre Arrepentido: ¡Discúlpeme! ¡Traté de detenerlo! Arturo: ¡Señor! El Hombre Arrepentido: ¡Tiene que dársela!

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Arturo: ¿De qué está hablando? El Hombre Arrepentido: ¡La cosa esa! ¡La…! ¡La…! ¡La cinta! Arturo: Por favor, les voy a pedir que salgan de mi habitación. El Hombre Violento entra. Arturo: ¡Señor, por favor, salga…! El Hombre Arrepentido: Él no entiende de razón, no sea necio. El Hombre Violento: (Al Hombre Arrepentido) Apurate. Cuando El Hombre Violento habla, es como si el tiempo se detuviese en la habitación. Arturo levanta al Hombre Arrepentido y mira que tiene sangre en su rostro. El Hombre Arrepentido: Discúlpeme… Arturo: ¿Qué hizo? El Hombre Violento: (Al Hombre Arrepentido) ¿Lo voy a tener que hacer yo? El Hombre Arrepentido: ¡Estoy intentando! ¡Estoy intentando! Arturo: Voy a tener que llamar a recepción. Arturo se dirige al teléfono en una mesa de noche. El Hombre Violento se pone en medio. El Hombre Arrepentido: No haga ninguna locura, por favor. Arturo: ¿Qué hizo? El Hombre Arrepentido: Le confesé lo que hablamos usted y yo. Arturo: ¡Cómo pu…!

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El Hombre Arrepentido: ¡Me sacó la verdad a golpes! ¡Como lo hace siempre! El Hombre Violento se sienta en la cama. El Hombre Arrepentido: ¿Dónde está? Arturo: No tengo nada. El Hombre Arrepentido: ¡No lo haga más difícil! El Hombre Arrepentido busca en la mesa de noche, debajo de las almohadas y las sabanas, en la mesa de la antesala. No encuentra nada. El Hombre Arrepentido: ¡¿Dónde está?! El Hombre Arrepentido abre la maleta de Arturo. Saca la ropa y la tira por todas partes. Encuentra un estuche. Lo abre. Está la grabadora y unas cintas. El Hombre Arrepentido la mira, sin saber cómo encenderla. El Hombre Arrepentido: ¿Es esta? ¿Cómo la hago funcionar? El Hombre Violento le arrebata la grabadora al hombre arrepentido. Le pide las cintas. Coloca una y le da play. Suena la voz de Arturo. Arturo: La celebración de los cinco años del Jair Mountain Resort ha sido opulenta, llena de… El Hombre Violento adelanta la cinta. Arturo: A la velada han llegado, como siempre, distinguidas personalidades; la más notable siendo el futbolista Rubén Toro, quien vino con su nueva novia, la modelo española, Jessica Ruiz. Hay derroche de elegancia y todos los ojos miran a la pareja. Realmente, brinda elegancia a la noche… nota: cambiar elegancia por caché en el artículo, así hago alusión a la revista. Le va a gustar al pendejo de mi jefe… 35


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Arturo: ¡No es necesario escuchar eso! El Hombre Violento detiene la grabación. Saca la cinta, la arroja al suelo y la quiebra con su pie. Arturo: ¡Ese es mi trabajo! ¿Qué hace? ¡Salvaje! El Hombre Violento pone otra cinta. Esta vez suena la voz de Adolfo. Arturo: ¡Don Adolfo Jair! ¡Don Adolfo! Sé que está muy ocupado, pero si me responde unas preguntitas… ¡Soy Arturo, de la revista Caché! Adolfo: Sí, mis amigos de la revista. Pregunte hombre, pregunte. Arturo: ¿Qué significan para usted estos cinco años que celebra hoy el prestigioso Jair Mountain Resort? Adolfo: Mucha alegría. Este lugar lo he construido con el sudor de mi frente. Ha brindado un rinconcito, en este país tan duro, para que los ciudadanos puedan relajarse… El Hombre Violento detiene la grabación. Saca la cinta, la arroja al suelo y la quiebra con su pie. El Hombre Violento: (Al Hombre Arrepentido) No es ninguna de estas. Arturo: No pienso darles nada. El Hombre Arrepentido: ¡Por favor! El Hombre Violento se pone de pie. Toma una llave de la mesa de noche. Va hasta la puerta y la cierra. El Hombre Arrepentido: (Al Hombre Violento.) Este no es cualquier hombre, ¡es un periodista! El Hombre Violento: Es un hombre más. 36


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El Hombre Arrepentido: ¡No haga nada! El Hombre Violento: ¡No me digás que hacer! El Hombre Violento atesta un golpe al Hombre Arrepentido. Lo toma del cuello y lo golpea. Arturo: ¡Déjelo! El Hombre Violento: ¡Siempre has sido un inútil! ¡Siempre trayendo problemas! ¡Desde que estabas pequeño! Arturo: ¡Déjelo! El Hombre Violento se detiene. Se da la vuelta y mira amenazante a Arturo. De repente, Arturo corre hacia la puerta del baño. La cierra. El Hombre Violento: Abra. Desde adentro del baño se escucha que Arturo mueve cosas. El Hombre Violento: Sí sabe que tengo las llaves, ¿verdad? El ruido del baño se detiene. El Hombre Violento abre la puerta del baño y cierra. Arturo: (Fuera de escena) ¡Déjeme, salvaje! El Hombre Violento: (Fuera de escena) ¿Dónde está la cinta? Arturo: (Fuera de escena) ¡Suélteme! Se escuchan varios golpes. El Hombre Violento: (Fuera de escena) ¡Dígame dónde está! Arturo: ¡Hijo de…! ¡Me está…! Gritos, objetos se caen y se quiebran. El Hombre Arrepentido se levanta, tambaleando. Abre la puerta del baño. 37


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El Hombre Arrepentido: (Fuera de escena) ¡Deténgase! ¡Lo va a…! Los golpes se siguen escuchando. De pronto, se detienen. El Hombre Arrepentido: (Fuera de escena) ¿Qué hizo? El Hombre Arrepentido sale del baño. El Hombre Arrepentido: Otro cuerpo no… otro cuerpo no… El Hombre Violento sale del baño. Ropas ensangrentadas. El Hombre Arrepentido: ¿Sabe lo que acaba de hacer? ¿Sabe en lo que nos acaba de meter? El Hombre Violento: Esto es tú culpa. El Hombre Arrepentido: Don Adolfo nos va a matar. El Hombre Violento: No. Te va a matar a vos. Yo no soy el imbécil que abrió la boca y le confesó lo que hicimos al primero que encontró. El Hombre Arrepentido: ¡En cinco años siempre me quedé callado! ¡Cinco años! El Hombre Violento: ¡¿Y por qué hablar ahora?! El Hombre Arrepentido: Estoy harto del silencio. Estoy harto de su maltrato. Estoy harto que me trate como una basura. ¡Usted! ¡Don Adolfo! ¡Todos en este lugar de mierda! ¡Y cuánto he dado por él! ¡Hasta he llenado mis manos de sangre! El Hombre Violento: Y te las llenaste otra vez. El Hombre Arrepentido: ¡Yo no he hecho nada! ¡Usted lo mató! ¡Usted! ¡Por su violencia de siempre! ¡Desde que éramos niños ha sido así! 38


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El Hombre Arrepentido llora. El Hombre Violento lo mira con una sonrisa. Le agrada verlo sufrir, todo esto es como un juego para él. El Hombre Violento: Necesitamos deshacernos del cuerpo. El Hombre Arrepentido: ¡No sé qué hacer! El Hombre Violento: Traelo. El Hombre arrepentido se levanta y va hasta el baño. Se escucha que arrastra algo. El Hombre Arrepentido se asoma a la puerta, haciendo mucha fuerza mientras arrastra el cuerpo de Arturo. El Hombre Arrepentido: ¡No puedo con él! Es muy pesado para mí. El Hombre Violento: ¡Dámelo! ¡Inútil! El Hombre Violento toma el cuerpo de Arturo y lo arrastra por lahabitación con mucha facilidad. Lo coloca en el centro; luego, mira alrededor y ve una botella de whisky. El Hombre Arrepentido toma el teléfono y marca. El Hombre Violento: Aló. ¿Recepción? Sí, soy yo… no pregunte que estoy haciendo aquí… traiga un par de botellas de licor vacías… ¡Y que nadie la mire subir! El Hombre Violento cuelga el teléfono. El Hombre Violento: Esta va a ser la última vez que te salvo el cuello. El Hombre Violento toma el cuerpo de Arturo. Lo lleva hasta el balcón. Lo deja en la baranda. Se asoma y mira hacia abajo. El Hombre Violento: (A sí mismo) No hay nadie. Deben de estar borrachos en el salón. Bien. El Hombre Violento levanta el cuerpo de Arturo. Lo acerca a la baranda. Antes que arroje el cuerpo, el Hombre Arrepentido dirá el siguiente

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monólogo. El Hombre Arrepentido: Miro una pintura en la habitación, es una familia. Son indios, como yo. Hay una madre y tres hijos, están en un patio. Al fondo hay una casa de bahareque, es humilde; sus paredes revocadas con cal están descascaradas. Me sorprendo por el detalle que tiene la pintura. Realmente, despierta la sensación de estos lugares, a pesar que los dibujos son medio feos. Me llama la atención la familia: se ven felices. Los niños corren descalzos, pero aun así sonríen. La madre costura un telar, lleva uno de los pañuelos coloridos y tradicionales en su frente; sus manos se ven desgastadas y sus ropas sucias. También sonríe. Les envidio, aunque no existan y solo sea una pintura. Yo también soy indio, también tuve una familia; pero nunca fue feliz. Recuerdo a mi padre que regresaba borracho después de trabajar en el campo. Recuerdo sus gritos, los que daba a mi mamá y a mis hermanos. “¡Ustedes son los culpables de la mierda en la que vivimos!”, solía gritar. Su voz era grave, profunda. Recuerdo cómo se llenaba mi cabeza de sangre cada vez que me golpeaba. Mi hermano mayor se metía para defenderme, siempre lo hizo. Yo nunca pude pelear, nunca me valí por mí mismo. Pausa. Sale sangre de mi cabeza. El Hombre Arrepentido mira la pintura. Se acerca, la levanta, revisa con la mano y encuentra la cinta. La saca. La palabra que destruye mundos. El Hombre Arrepentido guarda la cinta en su pantalón. El Hombre Violento arroja el cuerpo de Arturo por el balcón. El Hombre Arrepentido lo mira horrorizado.

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El Hombre Violento: Esta va a ser la última vez que te salvo el cuello. El Hombre Arrepentido mira hacia el balcón. El Hombre Arrepentido: Pobre hombre. El Hombre Violento: Simplemente estuvo en el lugar equivocado, en el momento equivocado. Entra la Empleada 2. Lleva una escoba y un recogedor. Limpia. La luz del sol desaparece y poco a poco cae nieve en el balcón. El Hombre Arrepentido y El Hombre Violento permanecerán un rato en la habitación. Empleada 2: Todo ha desaparecido. En mi mente ya no quedan rastros de nada. Intento recordar mi nombre, pero no lo logro. Me duelen los huesos, quizá sea la edad; aunque tampoco estoy segura cuál es. Lo único que sé es que debo limpiar. En un hotel, el orden y la nitidez nunca pueden faltar. Pasan los días, los meses; pero no sé cuánto tiempo llevo aquí. Unos días mi rostro es el de una joven y otros días tengo las canas de una anciana. Algunas veces tengo que limpiar la habitación del décimo piso, la suite; es la más linda. La vista desde el balcón es algo sorprendente. Realmente, uno puede ver el designio de Dios. Algunas veces juego a que soy una invitada en el hotel a la que han dado esta habitación. Imagino que soy una reina, como en esos cuentos que me solía contar mi madre. Me tiro en esta cama, acomodo las almohadas como un trono y miro hacia la ventana. Imagino que tengo decenas de servidores a mi alrededor, los cuales llamo con solo tocar una campana y cumplen todas mis órdenes. Y por esos segundos que soy una reina, cierro mis ojos y mis pies, agotados por el trabajo, descansan. Se escucha un grito. Entra la Mujer Cubierta por Cenizas. La mujer que grita no me deja soñar. Ni siquiera ella me da sosiego. 41


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Mujer Cubierta por Cenizas: En esta hora y este momento… danos… las cosechas… Empleada 2: La mujer sufre. Busca algo. La mujer llora. Mujer Cubierta por Cenizas: Hoy venimos… danos tu bendición… danos tu milagro… bendice las cosechas… Empleada 2: Murmura, pero no entiendo nada de lo que sale de su boca. Su cuerpo huele a azufre. Sus ojos están llenos de sangre. Mujer Cubierta por Cenizas: Desconfía de lo que ves abajo, no es barro. Desconfía de lo que ves abajo, no es barro… Empleada 2: Es inútil. Sus palabras se pierden. Mujer Cubierta por Cenizas: Desconfía de lo que ves abajo, no es barro… Empleada 2: ¿Qué es lo dice? Mujer Cubierta por Cenizas: Lo que ves abajo, no es barro… es sangre. La sangre se derrite junto a la nieve… Sale la Mujer Cubierta por Cenizas. Cierro los ojos y cuando los abro la mujer ya no está. Trato de recordar mi nombre mientras hago mis labores. ¿Cómo es que me llamaba? ¿Juana? ¿Carla? ¿Nadia? No sé. Tengo que limpiar. En un hotel, el orden y la nitidez nunca pueden faltar. Aunque una vez tuve que desordenar. Uno de los trabajadores me pidió una cosa extraña: Que le trajera botellas de licor vacías a esta suite. Qué hacía él aquí, no lo sé. Sí, ahora lo recuerdo. Eso fue en una noche de 1995. Toqué la puerta y me abrió. Era uno de los empleados. Un hombre corpu42


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lento al que todos tenían miedo. Me dijo que dejará las botellas en la entrada y me fuera. Recuerdo que me asomé y me pareció ver rastros de sangre en el suelo. Pude haberlo imaginado. Mi mente no es de fiar. Esa noche hubo mucho movimiento. Recuerdo que se encontró el cuerpo destripado de un hombre, se había caído de este balcón. Dicen que estaba borracho. Ya hace mucho de eso. Entra Nadia. Empleada 2: Esa noche nevó, algo que no suele pasar muy a menudo por aquí. Los indios dicen que es la tierra que reclama. En mi vida, creo que solo lo vi dos veces, esa noche del 95 y 24 años después, cuando la señora decidió terminar con todo. Es 2019. La Empleada 2 sale. Por el balcón se ve nieve caer. Nadia está de pie, viendo. Nadia: Hace mucho que no nevaba… la última vez que pasó… aquí hubo sangre. Pausa. Nadia: Mis manos sudan con el contacto del celular. ¿Debo hacer la llamada? Una vez que la haga, no hay marcha atrás y todo esto desaparecerá. Nadia se acerca a un espejo. Nadia: Ya no me reconozco. Una vez fui bella. Pero mi rostro ahora está deformado por los golpes. Todos en este resort me miran y lo saben, pero callan. Nadia saca un celular y marca un número de teléfono. Nadia: Me tomó 24 años hacer esto. Todo este tiempo tuve la esperanza que Adolfo cambiaría. 43


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Pausa. Nadia: Cuán equivocada estuve. Nadia espera que contesten. Nadia: El celular timbra. Se tarda en contestar. Mi corazón late con cada tono. Todavía estoy a tiempo de colgar y detener todo. El celular sigue sonando. ¿Qué estoy haciendo? Nadia va a colgar, pero en ese momento escucha algo y se pega el teléfono al oído. Un extranjero contesta la llamada. Me quedo unos segundos callada. El hombre pregunta quién habla. Sigo sin decir nada. Cuando el hombre está a punto de cortar, hablo. El extranjero pregunta quién soy, yo le digo que tengo algo que él necesita. Me vuelve a preguntar, le confieso que soy la esposa de Adolfo. Sé que toda su vida ha querido deshacerse de este resort para ampliar el suyo. Me pregunta si he hablado con él para convencerlo y le digo que no, pero que tengo algo que le servirá. La palabra codiciada por años. Nadia saca de su bolso un casete. Nadia: El extranjero no me entiende. Acuerdo una cita con él a escondidas, con la condición de que mantenga mi nombre en anonimato. Él tiene su Summit Hotel a unos metros del nuestro. Si mi esposo o alguno de sus hombres me ve, eso significará mi muerte. El extranjero accede y nos encontramos en medio del bosque. Nadia cuelga y guarda el celular. Se sienta en la cama y enciende un cigarro. Nadia: No vengo a esta habitación por la vista, sino porque es el único lugar de todo este maldito resort donde puedo fumar. ¿Cuántas 44


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veces, después de una golpiza a manos de Adolfo, me encerré aquí? Ya ni llevo la cuenta. Si me viera con este paquete de cigarros, tomaría uno y me lo apagaría en la lengua. Nadia se mira en el espejo. Nadia: Esta es la última obra de arte que dejó en mi cara. El viejo Adolfo es un déspota. Borracho de mierda. Camina por este resort como si él fuera un jeque; y este lugar, su palacio. Un jeque sin hijos. La última vez que bebió, como siempre, me recriminó por no poderle brindar su descendencia preciada. Me llamó demonio, mujer maldita, causante de todos sus males. Yo, que llevo años a su lado, aguantando sus berrinches. Tantos años he permanecido en silencio, a pesar de que sé las atrocidades que cometió. ¿Y se atreve a llamarme demonio? Pero esta última vez no me quedé callada. Entra Adolfo. Adolfo: ¡Hija de puta! ¡Tu vientre estéril ha sido el causante de todos mis males! Nadia: ¡Yo soy la mujer más feliz del mundo, Adolfo! No haber engendrado un hijo de un asesino es lo mejor que me pudo haber pasado. Adolfo: ¡Hija de puta! ¡Ramera! Adolfo intenta golpearla. Ella detiene el golpe, pero él la empuja y cae al suelo. Nadia: ¡Tus semillas nunca van a dar frutos Adolfo! ¡Esa es la maldición que te ha conferido esta tierra, por la sangre que tenés en tus manos! Adolfo: ¿Qué sangre, puta de mierda? 45


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Nadia: ¡Todo el mundo lo sabe! ¡Es un secreto a voces! ¡Asesino! ¡Asesino! Adolfo sale. Nadia: Y el resto es historia. Nadia se pasa las manos por la cara. Nadia: Y ahora lo voy a hundir. Nadia fuma. Nadia: Yo nunca quise estar con él, pero todo estaba arreglado. Mi padre era amigo de los Jair. El casamiento sería una alianza entre familias. Para ellos sería un pacto; y para mí, una condena. Pensé que me esperaba un futuro brillante en la ciudad, siempre quise ser profesora. Una vez se lo conté a Adolfo y se burló en mi cara. Me dijo que lo que tenía que hacer era cuidar el hogar para nuestros futuros hijos. Yo empecé a salir más seguido con mis amigas, cansada de estar encerrada. Y Adolfo endurecía su corazón. Quería que estuviera encarcelada en las cuatro paredes de la casa. Yo peleaba con él, se cumplían mis primeros años de casada, mis primeros años de condenada. Recuerdo que una vez salí a escondidas con Sara, mi amiga de la infancia. Nos fuimos al club a bailar un poco. Adolfo se dio cuenta, llegó y me sacó de los pelos. Me dijo que nunca volvería a ver a mi amiga porque era una mala influencia. No volví a saber nada de ella. Y entonces mi corazón se endureció y lo odié. Después, Adolfo me dio la noticia: nos íbamos de la ciudad. Había comprado un terreno en la montaña del pueblo de Aurora, donde pondría un lujoso resort. Vinimos a una casa de campo y yo veía mientras él construía este monstruoso edificio. Mi corazón se endureció más y mi odio se profundizó. Me alejé de él. Adolfo se acercaba a mi lecho, tratando de congraciarse, diciéndome falsas palabras de amor; pero 46


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yo sabía sus intenciones. Él no necesitaba este resort, ya era dueño de varias empresas. Lo que quería era alejarme de todo, me quería solo para él. Recuerdo los primeros días que nos mudamos, fueron duros. Todo aquí era ajeno para mí, el frío, la comida, la ropa, los rostros de las personas, casi como si estuviera en otro país. Y los pobladores nos veían de manera extraña. Yo no entendía por qué, hasta que una vez llegó algo a mis oídos: en estas tierras se ha derramado sangre, y mi esposo había sido participe. A pesar de que Adolfo era un déspota, nunca le creí capaz de algo así. Cuán ingenua fui. Nadia deja de fumar y se dirige a una mesa de noche. Hay un diario. Lo abre. Nadia: Es 1995. Han pasado varios días después de que murió el periodista. Cayó desde este balcón. (Lee.) “Arturo Gonzales, periodista de la revista Caché, muere tras caer de un décimo piso.” La nota dice que estaba muy borracho y se cayó por la baranda. La noticia recorre el país y los lectores lo creen. Hay algunos que dicen que Arturo había escuchado algo en las paredes de este resort; pero los diarios lograron tapar toda sospecha. Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. Esos días de 1995 nieva en el pueblo de Aurora, algo que no suele suceder. En este resort hay mucho movimiento. Parece que Adolfo busca algo con desesperación. Se pelea conmigo, está estresado. Yo trato de calmarlo, le pregunto qué le pasa. Él me dice que no me meta en sus asuntos. Vuelvo a preguntar y me propina un golpe en la mandíbula. Sale. Aprovecho que no hay huéspedes y me encierro en esta habitación para fumar y desconectarme de todo. Se escucha un ruido en el baño. Nadia: ¿Qué es eso? ¿Hay alguien aquí?

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Nadia se acerca al baño. La puerta se abre y vemos al Hombre Arrepentido, lleno de sangre, tambaleando. El Hombre Arrepentido: ¡Doña Nadia! Nadia: ¡Dios mío! ¿Qué…? El Hombre Arrepentido: No…no… ¡No se asuste! Nadia: ¡¿Qué hace aquí?! El Hombre Arrepentido: Tenía que… Nadia: ¡Está herido! ¡Necesita ayuda! El Hombre Arrepentido: ¡No! ¡Es...! ¡Espere! Nadia lo lleva hasta la cama. Nadia: ¿Qué le pasó? El Hombre Arrepentido: El hombre que todos temen…él me golpea. Nadia: ¿El hombre grande? El Hombre Arrepentido: Sí. Porque dije la verdad. Nadia se aleja del Hombre Arrepentido. Hay algo en su aspecto que le inquieta. Nadia se dirige a la puerta para salir. El Hombre Arrepentido: Usted también está herida. Nadia se detiene. Nadia: ¿Qué? El Hombre Arrepentido: Su quijada… don Adolfo la golpea, ¿verdad?

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Nadia: ¡Eso no le incumbe! El Hombre Arrepentido: Yo lo sé, señora. La he visto antes. Cada vez que se pelean, usted se encierra en esta suite. Nadia: Usted… El Hombre Arrepentido: Yo sé que probablemente ni sepa mi nombre, pero yo… sé que usted sufre. Nadia: Sí, ni siquiera sé quién es usted. El Hombre Arrepentido: Sé que para usted soy un peón más; pero yo la he visto, seño. Usted es diferente a don Adolfo. Usted camina por este lugar, haciendo sus ocupaciones diarias, viendo que todo en el resort se esté llevando en orden; pero su trato hacia los empleados es diferente, ellos lo dicen. Su marido grita cuando las cosas no se hacen como él dice; usted consuela a los empleados y les ayuda. Sé que incluso les pregunta cómo es su vida en el pueblo, cómo están sus familias. Sé que durante este frío horrible que nos azota ha llevado ropa al pueblo de Aurora para que la gente se abrigue. Todo a escondidas, porque probablemente su marido la lastimaría si se da cuenta que gasta dinero ayudando. Tiene un corazón noble. Nadia: Sabe mucho de mí. Y yo de usted… El Hombre Arrepentido: Nada. Yo sé. Soy un peón más a sus ojos, como le dije. Nadia: En este resort hay tantas personas, de verdad me disculpo. ¿Qué trabajo hace para mi marido? El Hombre Arrepentido: Cosas de las que no me siento orgulloso. Pausa.

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Nadia: Dijo que lo habían lastimado por decir la verdad, ¿a qué se refiere? El Hombre Arrepentido: Seño, probablemente esta sea la última vez que la vea. Me escondí en ese baño porque es a la única persona que le puedo dar esto. Ya no tengo familia y me es imposible irme de aquí. El Hombre Arrepentido saca el casete y se lo da a Nadia. Nadia: ¿Qué es esto? El Hombre Arrepentido: Esta es la palabra que destruye mundos. Úsela sabiamente. El Hombre Arrepentido se dirige a la entrada. Nadia: ¿A dónde va? El Hombre Arrepentido: Me he escondido de su esposo y de mi hermano. Dije la verdad y eso trajo problemas. Quiero dejar de ocultarme. Voy a pagar por todo lo que he hecho. Antes de salir, El Hombre Arrepentido se detiene. Mira hacia el balcón. El Hombre Arrepentido: Perdóname. Nadia: ¿Con quién se disculpa? El Hombre Arrepentido: Con la montaña. He derramado la sangre de sus hijos. El Hombre Arrepentido sale. Nadia se queda perpleja. Nadia: Después de ese breve encuentro nunca lo volví a ver. Recuerdo que le escondí esta cinta de mi marido. La puse en una grabadora y lo que escuché fue atroz. Sentía como si me clavasen cu-

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chillos en todo el cuerpo. El hombre que acababa de ver le relataba al periodista todos los crímenes que hizo junto a su hermano. Todo por orden de mi marido, ¡para construir este horrible pedazo de concreto! ¡Para hacer dinero! ¡Para alejarme! Quise tomar esta cinta, correr a la ciudad y denunciarlo; pero tengo que confesar que temía. Sí. Tantas noches lo pensé, tantos años. Y nunca me decidía, hasta hoy. El año es 2019, veinticuatro años después de que encontré a aquel hombre en esta suite, el hombre que me dio la palabra que destruye mundos, el hombre que se quiso redimir, el hombre que quiso corregir el tiempo. Pero hoy todo termina, la llamada está hecha. Nadia sale. Los Empleados 1 y 2 entran y lentamente empiezan a mover los objetos de la habitación. Empleado 1: Todo desaparece. Empleada 2: Ya no quedan rastros de nada. Empleado 1: ¿Cómo nos llamamos? Empleada 2: ¿Cuántos años tengo? Empleado 1: ¿Qué hora es? Empleada 2: Tenemos que limpiar, ordenar. Empleado 1: Destruir. Empleada 2: Escucho voces. Entra Adolfo corriendo. Mira a los empleados llevarse todo. Trata de detenerlos, pero ellos siguen su camino. Empleado 1: Una mujer ora. Empleada 2: Pide. 51


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Empleado 1: Ofrenda. Adolfo: ¡No! Empleado 1: Es el origen. Empleada 2: El comienzo. Empleado 1: La raíz. El escenario queda vacío. Todos salen. Entra Irene, quien bendice la tierra con maíz, copal y candelas. Irene: En esta hora y este momento, encendemos este incienso a la santa madre tierra. Danos tu bendición y tu milagro. Hoy venimos a hacer un gesto de admiración. Bendice las cosechas. Con permiso divino… Se escucha un grito. Irene se detiene. Entran Carlos y Ana. Irene: ¡Alicia! ¡Carlos!¡Me asustaron! Carlos: Soñé algo feo ma. Ana: ¡Yo también! Irene: ¿Qué vieron? Ana: Yo vi un cielo gris. Caía algo que no era de aquí, como agua congelada. Carlos: Yo soñé con árboles rojos y secos, la tierra estaba podrida. Ana: Una torre grande se erguía en esta montaña. Carlos: Yo era un anciano y tenía cadenas. Ana: ¡Yo también estaba vieja y era prisionera! Carlos: Había un hombre de cejas grandes. Gritaba por todos lados. 52


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¡Y usted no estaba, madre! ¡Tenemos que irnos! Irene: ¡Carlos! ¡Ana! Yo sé que muchas familias han… han dejado la montaña sin dejar rastro; pero este es nuestro lugar, hemos vivido aquí desde el principio de los tiempos. Carlos: Sí, ma; pero mire la familia de Miguelito, no se supo nada de ellos. Irene: Nuestro deber es con esta montaña, ¡no la podemos dejar! Ana: ¡Alguien anda por allí! Entran El Hombre Violento y el arrepentido. El Hombre Arrepentido: Doña Irene. Irene: Hijos, vayan a la casa. Carlos: Ma, ellos… Irene: ¡Hagan lo que les digo! Carlos y Ana salen. El Hombre Arrepentido: ¿Bendiciendo la tierra? Irene: Es la época del año, ¿ustedes ya lo hicieron? El Hombre Violento: Eso es de brujas. Irene: No, señor. Eso es nuestra tradición ancestral, ¿o la olvidaron? Pausa. El Hombre Arrepentido: Usted bendice una tierra que no es suya, doña. Él lo compró todo. Irene: El señor del Medio Oriente…

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El Hombre Arrepentido: El señor Adolfo. Pausa. El Hombre Arrepentido: Tienen que irse. Irene: Los conozco a ustedes desde que eran unos niñitos, los vi correr por los senderos de esta montaña, jugar en los árboles, bañarse en sus ríos, cazar pájaros, cantar canciones… ¿y esto es lo que hacen ahora? El Hombre Arrepentido: Doña Irene… Irene: ¡Hemos vivido en esta montaña por siglos! ¡¿O también ya olvidaron eso?! Silencio. Irene: Váyanse. El Hombre Arrepentido: No, Doña Irene, esta tierra no le pertenece. Irene: Cuidado, que una mentira repetidas varias veces se puede hacer verdad. Ese hombre del Medio Oriente obtuvo estas tierras ilegalmente. ¡Ustedes son de esta comunidad, muchachos! ¡No se presten a sus juegos infernales! El Hombre Arrepentido: Nosotros le venimos a advertir. Irene: ¿Y qué van a hacer con nosotros? ¿Lo mismo que al resto? Me llegan noticias del pueblo de Aurora, que en los diarios ponen: “Los pobladores de la montaña de Aurora abandonan sus hogares para buscar una vida en el norte”. ¿Abandonar? ¡Nadie abandona nada! ¡Ustedes se deshacen de ellos! ¡Animales! ¡Han olvidado todo! ¿Cómo se llaman ustedes? ¿Recuerdan siquiera sus nombres?

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El Hombre Arrepentido: Doña Irene… su nombre tampoco es suyo, se lo pusieron los que vinieron de Europa. Irene: Puede ser; pero en el interior de mi cuerpo, sé de dónde soy y de dónde vengo. ¡Esta es nuestra tierra y aquí vamos a morir! Entran Carlos y Ana. Carlos y Ana: ¡Ma! Pausa. El Hombre Violento: Que así sea. El Hombre Violento y El Hombre Arrepentido salen. Irene: Los hombres se marchan. El grande está decidido, pero veo un gran temor en los ojos del pequeño. Ojalá se de cuenta de lo que hace. Llevará una vida de sufrimiento. Tomo a mis hijos de sus brazos y los beso. Les digo que todo estará bien y que viviremos para siempre en nuestra pequeña casa de bahareque. Les digo que seguiremos labrando la tierra, cuidando de la montaña, comiendo de sus frutos. Les digo que les enseñaré a tejer y harán prendas hermosas de colores, con el material más suave y caliente. Les digo que les enseñaré a pintar a nuestras gentes con miles de colores que nos ha dado la madre tierra. Lo que les digo, es una mentira. Yo no pasaré de esta noche. Empieza a nevar. Ana: ¡Ma! ¿Qué es eso? Carlos: Es... ¡como agua congelada! Ana: Nunca la había visto. Irene sale. Carlos y Ana quedan en el escenario en el resto de esta es55


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cena. Es de noche y no deja de nevar. Se escuchan disparos. Entran El Hombre Violento y El Hombre Arrepentido. Se llevan a los dos niños. Se escucha una voz que murmura: Everything will dissappear, everything will dissappear, everything will dissappear… La luz se desvanece hasta quedar en penumbras. Entra Adolfo. Adolfo: Tuve un sueño. Había fuego y nieve. Una familia veía su casa arder bajo un gran campo desolado mientras caían los copos. Parecía algo que no pertenecía al paisaje. Olvido, olvido, olvido. Oscuro.

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EL MISTERIO DEL BARRO Y EL ELEFANTE Rodin Ruiz


RODIN RUIZ Artista Escénico Artista escénico, nacido en la ciudad de Tegucigalpa, Honduras. Su travesía artística empieza en su país de origen y posteriormente en España, Argentina y Estados Unidos. Actualmente trabaja como artista independiente, y a la vez, se dedica profesionalmente a contemplar la vida. Correo electrónico: rodinjra@gmail.com


Nota del autor Siento que soy el heredero de un silencio amplio y profundo, cargado de secretos. Cuando decido entrar en la esfera inconsciente donde descansa ese silencio, él se me revela incomprensible. Entonces, en una búsqueda desesperada por comprender ese silencio, decido escribir. Escribo para conocer la verdad del silencio, ese misterio que se oculta en las profunidades del barro y el elefante.


Obra compuesta por dos relatos distintos: el de Juan, que ocurre en la actualidad; y el de Martín, que acontece en 1932.


PRIMERA PARTE DE EL MISTERIO DEL BARRO Y EL ELEFANTE


EL MISTERIO DEL BARRO Y EL ELEFANTE

Relato del joven que empezó a vivir después de su muerte Época actual. Juan: Me llamo Juan y tengo 23 años, hace unos 15 días atrás soñé con mi padre. En el sueño él ponía un elefante de barro en mis manos; no podía ver claramente su rostro, pero sí era capaz de escuchar lo que me decía: encuentra la verdad, encuentra mi verdad. Luego, me desperté. Mi padre me abandonó cuando apenas tenía dos años de edad y esta es la primera vez en toda mi vida que sueño con él. No conozco exactamente los motivos por los cuales me abandonó, ni siquiera recuerdo ese día, pero puedo decir que este hecho es uno de los pilares del principio de mi existencia. Estoy constituido por el acto del abandono. Cuando intento recordar a mi padre, no logro tener una imagen precisa de él; curiosamente, lo único que veo es a un pequeño niño de dos años que viste un pijama azul con estampas de elefantes de color verde. Este niño está llorando, llora porque se siente solo. Relato del muchacho que se transformó en barro Año 1932. Martín: Me llamo Martín y tengo 13 años. Hace muchos días atrás un grupo de hombres armados llegó a mi aldea y lo primero que hicieron fue entrar específicamente a mi casa. Mi padre opuso resistencia. Entonces, lo amarraron en el patio para que no diera problemas. Aquellos hombres empezaron a golpear a mi padre para que confesara algo. No entendía lo que sucedía. Mi padre continuó sin decir una sola palabra mientras recibía una salvaje golpiza. Ante el resistente silencio de mi padre, el grupo de hombres tomó a mis tres 64


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hermanas y a mi madre para violarlas frente a mi padre. Él abrió su boca para gritar con furia, pero no dijo nada ni confesó ningún secreto. Mi madre y mis tres hermanas fueron ejecutadas. Mi padre gritó aún más fuerte, hasta desgarrarse la garganta, y luego murió súbitamente. Los hombres armados se enfurecieron por la repentina muerte de mi padre y golpearon su cadáver para sacudir su frustración. Yo era el único miembro vivo de la familia. Mi mente no entendía lo que había presenciado esa tarde cálida de domingo. Permanecí callado mientras seguía amarrado al tronco del árbol donde solía jugar por las tardes. Después de presenciar toda la tragedia, sentí que algo en las profundidades de mi cuerpo empezaba a pudrirse y por primera vez pude entender el viejo dicho que solía decir mi padre: “Cuando los elefantes luchan, es la hierba la que sufre”. Continuación del relato sobre el joven que empezó a vivir después de su muerte Juan: Necesito encontrar la verdad. Saber los motivos precisos que obligaron a mi padre a abandonarme. Por esa razón decidí investigar los hechos en mi entorno familiar más cercano, puesto que desconozco el paradero de mi padre. De hecho, nadie lo sabe. A continuación, mi búsqueda. Abuela: Tu padre. Es difícil definir a tu padre en una sola palabra. Recuerdo que cuando naciste te trajo a casa en una canasta de mimbre. Aquí le traigo a su nieto, dijo tu padre al entrar por la puerta; y como todos pensábamos que ibas a ser una niña, por la forma de la panza de tu mamá, yo creí que tu papá me estaba mintiendo. Señora, ya le dije que es un huevón. Mejor deme algo de comer, que desde ayer en la noche no pruebo bocado, me dice; pero yo, de curiosa, quise primero 65


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corroborar que no me mentía. Cuando me acerqué al canasto y bajé el pañal, me decepcioné, porque quería una nieta; no obstante, después me puse bien contenta. Juan: Bueno, abuela, pero lo que quiero saber realmente es por qué mi papá me abandonó, sus motivos. Abuela: Es cierto. Es que me pongo a hablar de todo. La verdad es que tu padre era bien mujeriego, decían que a tu madre le ponía los cuernos con una tal Betty, esposa de un militar gringo. Juan: Entonces, ¿él se fue con otra mujer? Abuela: Eso era nada más un chisme que me contaron, pero realmente no sé. Lo único que recuerdo es a tu madre cuando llegó a buscarme con vos en brazos, llorando porque tu papá, 15 días atrás, los había echado de la casa. Tu madre no me quiso decir dónde estuvo viviendo durante esas dos semanas; además, no me quise meter; ella tenía muchos líos que resolver como para ponerse a hablar de cosas que no quería. Después que vino a vivir conmigo, nunca volvimos a tocar el tema de tu papá. Años después, por casualidad, encontré a tu padre haciendo compras en el mercado; como siempre, fue bien amable: me saludó cariñosamente y me invitó a comer, me contó que estaba sin trabajo y estaba viviendo con una mujer de la costa norte. No le reclamé nada de vos, simplemente le conté que ya tenías seis años y eras muy inteligente; además, comida no te haría falta nunca. Antes de despedirnos, finalmente, le pregunté por qué se había separado de tu mamá. Él simplemente se rio como nervioso y me dijo: “Hay cosas que es mejor no hablar, Doña Blanca”, y luego se fue. Hasta el día de hoy, nadie sabe dónde se encuentra. La verdad es que él es una caja de misterios.

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Continuación del relato sobre el muchacho que se transformó en barro Martín: Fui arrancado de mi aldea junto con un grupo de jóvenes para ser transportados al cuartel general del ejército. Las madres lloraban desconsoladas al ver partir a sus hijos a un lugar del que no tenían ninguna idea. Es por el bien de la patria, decía un hombre con aspecto de estar al mando. Mi madre era la única que no estaba entre aquellas señoras para llorar mi partida. Ella estaba ardiendo en llamas junto a todos los cadáveres de mi familia. El pueblo entero estaba cubierto del humo despedido por el fuego que consumía mi casa. En cuestión de minutos, todo lo que poseía se convirtió en cenizas frente a mis ojos. Luego, me metieron en un camión de la misma forma en que se mete a las vacas para ser transportadas. Quienes se rehusaban a subir eran obligados por la fuerza y los padres que se quejaban eran amenazados con la punta de un fusil sobre sus cabezas. Únicamente, un padre que gritó de rabia, ¡el pueblo vencerá y pagarán por esto!, fue callado con la muerte: una bala entró en su frente. Finalmente, nos marchamos. Lentamente, pude ver como mi pueblo se perdía, poco a poco, a través de la distancia. Algunos iban llorando y pronunciaban palabras de maldición, otros nada más callaban; mientras que yo seguía sin entender nada, no sabía qué era un cuartel general ni siquiera dónde quedaba. Era la primera vez que salía de mi pueblo. Estuvimos un día entero de viaje. Permanecí durante todo el trayecto sin pronunciar una palabra. Al atardecer, tuve ganas de dormir un rato; pero, cada vez que cerraba los ojos, escuchaba de pronto los gritos de mi padre. Decidí quedarme despierto, sin mencionar palabra alguna. Mantuve mis ojos abiertos, perdidos en la nada. Seguía sin poder comprender todo lo que había sucedido, aquello me parecía un sueño, un mal sueño.

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Conversación entre el chico que deseaba marcharse y el joven que empezó a vivir después de su muerte Fabián: Vaya ojeras las que tenés. Juan: No he dormido bien. Fabián: ¿Por qué? Juan: Ya sabés, pensando en mi padre y lo del sueño. Fabián: Bueno, al menos esas ojeras te hacen ver como un mapache sexi. Juan: Pará. Fabián:¿Qué pasa? ¿El mapache sexi se siente incómodo? Juan: Fabián, en serio, pará. No estoy para juegos. Fabián: Tranquilo, solo intento hacer las cosas más amenas. Querés que te trate como un gato, yo sé que te gusta. Juan: ¡Ya, Fabián! No entendés que no estoy en condiciones de nada. Fabián: Bueno, tampoco me levantés la voz, ¿OK? Pausa. Fabián: ¿Lograste hablar con tu abuela? Juan: Sí. Por fortuna llegué cuando estaba sola. Fabián: ¿Y? Juan: Pues no me dijo nada claro, solo cosas que ya sé.

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Fabián: ¿Qué pensás hacer ahora? Juan: Seguir investigando. Fabián: Juan, ¿no crees que este asunto te está empezando a afectar? Ni siquiera estás durmiendo. Lo mejor sería que lo dejes. Juan: No empecés, por favor. Fabián: Lo digo porque me preocupás. Juan: Si yo realmente te importara, actuarías de otra forma. Fabián: ¿Qué tonterías estás diciendo? Juan: Por favor, no te hagás el idiota. Fabián: Mirá, si vamos a estar peleando, me voy a la mierda. Juan: Dale, andate, de todas formas te vas a ir, ¿no? Fabián: No seas tan hecho mierda, después de todo lo que he hecho por vos. Juan: Pues entonces no me vengás con esos cuentos de “dejar esas cosas que te afectan”. Yo no soy como vos que necesitás irte de la mierda como un cobarde. Yo las enfrento, aunque duela, duela hasta la médula. Fabián: Bueno, si tan valiente sos, por qué no vas directamente a investigar con tu madre y así de paso le das la cara, de esa forma vas a enfrentar la mierda. ¿Valiente? No digás estupideces, por favor. Fabián se marcha.

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Recuerdos del muchacho que se transformó en barro Martín: Mi aldea se llamaba El Naranjal y estaba perdida entre las montañas. Llovía casi todo el año y gracias a ello los prados siempre estaban verdes. La gente solía dedicarse a la siembra; de hecho, todas la familias del pueblo lo hacían, a excepción de la mía. Nosotros nos pasábamos trabajando el barro porque, además de la abundante lluvia, había mucho barro. Tenía entendido que mi padre aprendió el oficio de alfarería gracias a su padre, quien también lo heredó de su padre, y así fue pasando sucesivamente de generación en generación, hasta llegar a mí. Desde que tengo memoria, siempre estuve rodeado de barro; y en cuanto tuve la edad suficiente, empecé a involucrarme más en el oficio. A las cuatro de la mañana, mi padre y yo nos despertábamos para ir a buscar el barro a unos cinco kilómetros de la aldea. Después del almuerzo, empezábamos el proceso de trabajo. El barro pasaba cerca del fuego casi dos días seguidos y posteriormente era introducido dentro de una pila de agua durante una semana. Al terminar la semana, lo mezclábamos con arena de río para quitarle toda impureza. Cuando el barro estaba listo para moldearse, hacíamos con él cualquier clase de utensilio que pudiera servir en la cocina o para adornar las casas. Cada pieza era pulida con un raquis de maíz y una piedra lisa, luego se le aplicaban cuatro capas de pintura de tierra roja; finalmente, las piezas pasaban dos días al aire libre para secarse y ser introducidas en un horno. Todo este proceso me parecía agotador y debido a eso desarrollé un odio por el barro; además, limitaba mis horas de juego con mis amigos del pueblo, pero con el tiempo me adapte poco a poco a sus condiciones. Cuando aprendí con exactitud cada parte del proceso el barro dejo de ponerme resistencia y se dejaba moldear fácilmente según la voluntad de mis manos; una vez consumada la forma, podía 70


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permanecer de esa manera para siempre o por lo menos hasta ese instante justo antes de romperse en pedazos. Mi padre podía pasarse días enteros con el barro entre sus manos, nunca entendí cómo podía ser capaz de soportar tanto tiempo en la misma actividad. Un día se lo pregunté directamente y me respondió lo siguiente: “Hay cosas que es mejor no decirlas porque entonces pierden su magia”. El obsequio que le da la abuela al joven que empezó a vivir después de su muerte El tío: Dicen que cuando eras pequeño había un vecino que te metía la mano. Juan: Hablar de eso ahora no viene al caso. El tío: Pero, ¿es verdad? Juan: Podrías dejar de hablar de esas cosas. El tío: Es que quizá por eso te hiciste maricón. Mira, creo que tu vida sería de otra forma si tu papá te hubiera criado. Esas cosas nunca te hubieran pasado, estoy seguro. Pero, claro, al final toda la culpa la tiene tu mamá: si no hubiera andado de puta con otros hombres, tu papá nunca los hubiera corrido de su casa. Yo a mi hermana la quiero, pero las cosas hay que decirlas tal cual; lo de puta nunca se le quitó y vos has pagado por eso. Juan: ¿De verdad vas a seguir con tu mierda? porque si es así, me voy. El tío: Tranquilo sobrino, no se enoje. Si te vas, la abuela se va a poner triste; además, hoy quiere que cenes con nosotros. Abuela: Hijo, mejor anda cómprame las cosas para la cena. Así yo 71


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hablo a solas con Juan. Mira que no siempre viene a verme. El tío: Bueno, ahora voy. Pásela bien con su nieta; perdón, su nieto. Sale el tío. Abuela: A veces me pregunto si yo hice algo mal para criar hijos de esta calaña, pero creo que me voy a morir sin saberlo. Juan: Tranquila abuela, mejor cuénteme, ¿cómo ha estado? Abuela: Como siempre hijo, con la muerte en las pestañas. Esta vieja no tiene nada nuevo que decir. Mejor contame si no has pensado hablar con tu madre sobre las dudas que tenés de tu papá. Quizá ella también podría saber dónde se encuentra o algo por el estilo. Juan: Abuela, ya sabe cómo son las cosas entre ella y yo; mejor, prefiero evitarla. Abuela: En parte, te entiendo; pero te recomiendo que hagas el esfuerzo de verla. Creo que ya es tiempo de que superen el pasado. Además, ahora ella está más tranquila; creo que la nueva pareja que tiene le ha ayudado mucho. Juan: Espero que sea el definitivo Abuela: Ojalá que sí. ¿Y qué tal Fabián? Juan: Pues finalmente se va abuela. Abuela: ¿Le dieron la beca? Juan: No, pero de todos modos se irá. Abuela:¿Y qué pasará con ustedes? Juan: No sé. 72


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Abuela: Bueno, cuando lo veas otra vez, dale saludos de mi parte y a ver qué día se viene a comer otra vez. Juan: Yo se lo diré. Abuela: Por cierto, antes de que se me olvide, te quiero regalar algo. Cuando te fuiste la última vez, me quede pensando en tu papá y me acordé que tengo una foto de él con vos en brazos. Tendrías un año de nacido. Aquí está (Le da la foto). Te la podés quedar si querés. La semana más oscura que vivió el chico que se convirtió en barro Martín: En el cuartel general, me apartaron del grupo de jóvenes de mi aldea y fui llevado a un pequeño calabozo sin ventanas. Hasta que confesés, vas a salir, me dijeron. Mi padre había muerto súbitamente sin confesar un secreto que yo no conocía y que el grupo de hombres necesitaba. Seis días, creo que fueron seis días los que transcurrieron en aquella completa oscuridad. Contaba los días por cada vez que aquellos hombres llegaban para golpearme sin piedad reclamando que confesara. Yo les juraba que no sabía nada, pero aquellos individuos parecían no entender. Mi padre trabajaba todo el día con el barro y siempre se levantaba a las cuatro de la mañana, era todo lo que podía decir mientras era golpeado sin piedad, hasta que finalmente uno de los hombres daba la orden a mis torturadores para que se detuvieran Este no puede morir como su padre, por lo menos no hasta que confiese algo. Antes de marchar, siempre solían escupirme; en otras ocasiones, orinaban sobre mi cuerpo lastimado sobre el suelo. Mi sangre se mezclaba con la orina y era esta imagen la que descontrolaba mi llanto. El último día después de la golpiza, hice un esfuerzo por intentar recordar algo que podría ser útil y tal vez lograrán liberarme de aquel espanto. Intenté recordar la rutina diaria de mi 73


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padre, pero casi siempre lo recordaba dentro del taller trabajando el barro o su rostro de felicidad cada vez que mi madre le servía su comida. Lo único distinto que pude recordar eran aquellos días en que mi padre se pasaba la tarde sin mencionar palabra alguna. Su silencio era tan frío que podía sentirlo hasta en mis huesos. En esas tardes, mi madre solía sentarse junto a él para abrazarlo. Mi madre derramaba lágrimas sobre el regazo de mi padre y él la consolaba tiernamente. Esta escena se repitió con frecuencia antes del día de su asesinato. Yo no entendía lo que les pasaba. ¿Por qué, de pronto, mi padre guardaba un silencio tan frío y mi madre lloraba a su lado? A los trece años era difícil entender muchas cosas, pero si era capaz de sentir la tristeza que rodeaba a ambos cuando se abrazaban. Acaso es esto lo que necesitan saber estos hombres, me pregunté. ¿Es en esta tristeza donde se oculta ese gran secreto por el cual ambos fueron asesinados? Seguía sin poder entender nada. Mensaje de voz para el chico que deseaba marcharse de parte del joven que empezó a vivir después de su muerte Juan: Hola Fabián. Espero que estés bien. Hace muchos días no sé nada vos y, bueno, te dejo este mensaje para… Para disculparme por lo que te dije la última vez, soy consciente que fui un pesado y que no debí decirte nada de las cosas que te dije. Por favor, cuando podás, dejame un mensaje o al menos escribime algo, cualquier cosa; pero no me dejés así… Por cierto, he vuelto a ver a mi abuela, me dijo que te enviará muchos saludos de su parte y bueno, además me ha dado una vieja foto en la que estoy con mi padre. Curiosamente, en la foto estoy vestido con una pijama azul, con estampado de elefantes verdes; quizá te parezca un detalle ridículo, pero quería compartirlo. Hasta pronto.

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El ultimo día de la semana más oscura que vivió el chico que se convirtió en barro Martín: Al séptimo día, fui llamado para confesar frente a un grupo de señores que nunca había visto. Me llevaron hasta una sala muy amplia cubierta por una enorme nube de humo de tabaco. Yo estaba débil, no había comido bien y apenas podía sostenerme sobre mis pies. Sentía frío, el cuerpo no dejaba de temblar de frío. Cuando uno de los señores se acercó para preguntarme sobre mi padre, fue inevitable no posar mis ojos en la pequeña medalla que llevaba colgada en su cuello. La medalla tenía un elefante muy bien esculpido en su centro. Entonces, pensé en mi padre y en los elefantes que luchan. Es la hierba, le contesté espontáneamente al señor con la medalla de elefante, mi respuesta causó una enorme risa en el sala. ¿Qué tiene que ver la hierba con tu padre?, me preguntaron. La lucha de los elefantes, dije. De pronto, caí al suelo, convulsionando. Había perdido el sentido completamente. Mensaje de voz para el joven que empezó a vivir después de su muerte de parte del chico que deseaba marcharse Fabián: Hola Juan, muchas gracias por tu mensaje y perdón por contestar hasta hoy. Creo que no tenés porque disculparte, esta es una situación difícil para ambos y por eso tenemos las emociones frágiles. Quería comentarte que ya he comprado mi billete de avión y me quedan pocos días en el país. Me encantaría pasar con vos la mayor cantidad de tiempo posible, por favor, llamame cuando podás, no importa la hora. Además, me encantaría que me mandaras una imagen de la foto que te dio tu abuela, ya que me cuesta imaginar un elefante de color verde. Adiós. 75


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La visión del séptimo día del chico que se transformó en barro Martín: Después del colapso que tuve en aquella enorme sala llena de señores y humo de tabaco, me transporté a un mundo alterno en donde pude ver a mi padre como una silueta desdibujada; pero sabía que era él, lo supe cuando tomó mi mano y me sacó de mi cuerpo. Pude ver como mi parte física quedó tendida en el suelo, casi como un cadáver. Mi padre me hizo volar hasta las profundidades del cielo y allí, en ese lugar, estaba mi hogar, la casa donde crecí. Al entrar por la puerta me percaté que todo seguía igual, parecía que en ese lugar no pasaba el tiempo. Mi padre me llevó al mismo sitio donde solíamos trabajar el barro y me senté a su lado. Mi padre elaboró con mucha maestría dos figuras, una era el mismo y la otra era yo. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, no entendía el motivo de su tristeza. Un impulso extraño se apoderó de mí y tomé un pedazo de barro que muy hábilmente convertí en un elefante, luego se lo extendí a mi padre y él lo tomó entre sus manos, e inmediatamente salió al patio para cavar un hoyo profundo con una vieja pala. Mientras hacía esto, empezó a gritar. Gritaba descontroladamente como el día en que murió. Yo nada más le observaba, no sabía qué hacer. Cuando el agujero en la tierra alcanzó la suficiente profundidad, mi padre me dirigió una mirada y me indicó que me acercara hasta él. Ya no hay más que yo pueda enseñarte. Entendés a la perfección el misterio del elefante, ahora debés enterrarme para cerrar el ciclo, dijo. Yo me negué a hacerlo; pero mi padre no me permitió titubear, puso la pala vieja en mis manos y se introdujo en el agujero. Enterrame, dijo sin vacilar. Yo estaba paralizado, sin poder actuar. ¡Vamos, hacelo. Enterrame y acabá con todo de una vez!, gritó. Inmediatamente, empecé a cubrir a mi padre; era difícil contener mi llanto. Mi padre no dejaba de verme. Cerrá el ciclo. No te murás sin acabar el ciclo, decía constantemente. Poco a poco, mi padre quedó enterrado. Una vez terminada 76


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mi tarea, puse las dos figuras que él hizo junto al elefante, como el símbolo de una tumba. De pronto, me di cuenta que yo no era el mismo, algo había cambiado dentro de mí. Ahora yo habito dentro de vos, escuché que decía de forma palpable la voz de mi padre. No sabía de dónde provenía, pero estaba seguro que la había escuchado. Pesadilla del joven que empezó a vivir después de su muerte La madre: Juan ¿Qué son estas horas de venir? Juan: ¿Qué te importa? La madre: No me hablés así. ¿Quién era ese señor que vino a dejarte? Juan: Un amigo. La madre: Si me llego a dar cuenta que ese es otro señor casado, te vas a ir de esta casa. Juan: Pues, ¡me voy a la mierda! La madre: ¡No me alcés la voz, idiota! Juan: ¡Hago lo que me da la puta gana! La madre: Sos una porquería de hijo, y una rata miserable. Juan: ¿Y qué es lo que puede esperarse del hijo de una puta? La madre: ¡Cerrá la boca! Juan: ¿Un muchacho correcto y decente? No. Soy un maricón de mierda que se prostituye porque soy el hijo de una puta, una zorra, una madre de mierda. Juan empuja al suelo a su madre e intenta estrangularla con sus manos.

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Juan: ¡Te odio, maldita zorra. Hija de puta! Fabián: Juan… Juan… Despertá… Juan. Juan se despierta de la pesadilla. Fabián: ¿Estás bien? Juan: Sí, fue una pesadilla con mi madre, nada más. Fabián: ¿Necesitás algo? ¿Agua? No sé, tal vez puedo… Juan: No, no. Tranquilo. Relajate. Estoy bien. Ya sabés como me pongo cuando voy a ver a mi madre. Fabián: Juan, tenés que intentar calmarte. Juan: Si, lo sé. Fabián: ¿Estás seguro de que no querés algo? Juan: Tranquilo, no te molestes. Pausa. Fabián: Juan, quizá es mucho pedirte y probablemente no soy el indicado para decirte esto, pero deberías aclarar las cosas con tu madre. Juan: Lo sé Fabián. Pero desafortunadamente con un simple perdón las heridas no va a borrarse. Fabián: Cierto, pero puede buscarse alguna manera para que no te afecten tanto. Juan, sos un tipo guapo, joven y muy inteligente. Podés hacer un montón de cosas. Sé que no has tenido una vida fácil; pero tenés el derecho a disfrutar, a intentar ser feliz. Date la oportunidad.

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Juan: Te voy a echar tanto de menos. Fabián: Yo también. Juan: Prometé que me vas a llamar. Fabián: Te lo prometo. Juan: Y que pase lo que pase, no me vas a olvidar. Fabián: Nunca, Juan. El silencio que escuchó el chico que se transformó en barro Martín: Desperté nuevamente a la mañana siguiente. Me encontraba sobre una cama en una enorme sala con paredes azul celeste. El lugar tenía el aspecto de un hospital. A través de la ventana pude ver sobre el cielo un sol resplandeciente, pero no sabía si esto seguía siendo parte de la visión o la realidad misma. Una enfermera entró a la sala para verme, me preguntó cómo me encontraba y tocó mi frente. El contacto de la enfermera me hizo comprobar que estaba de vuelta en el mundo real. Le contesté que me sentía bien con una voz casi susurrada. Has tenido una fiebre muy alta y te deshidrataste hasta perder el conocimiento, un día más en ese estado y hubieras muerto. Mientras ella me aplicaba una inyección, aproveché a preguntarle qué día era hoy. Martes. Afuera hace un día hermoso, contestó. Definitivamente, me encontraba mucho mejor; pero ella me dijo, como si me compartiera un secreto, que haría lo posible para que me quedara más tiempo en aquel lugar. Descansa, dijo antes de salir de la sala. Yo me quedé pensando que hoy era martes por la mañana y que a esta hora yo solía estar trabajando con mi padre. Cuando vi algunas partes de mi cuerpo iluminadas por la luz del día, pude comprobar lo lastimado que me encontraba. Ahora entendía mi constante dolor 79


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de cuerpo; además, sentía la cara hinchada, pero al menos ya no tenía el mal olor que producía la sangre mezclada con orina. No sabía cuánto tiempo permanecería en la sala del hospital, pero deseaba que las horas se hicieran eternas para no regresar al calabozo sin ventanas y ser golpeado por los soldados; solo pensar en estas cosas me llenaba de ansiedad y lloraba amargamente. Quería escaparme, pero estaba seguro de que no podría. En ese momento, empecé a odiar a mi padre; por primera vez en mi vida, experimenté un sentimiento de esa magnitud. Todo este sufrimiento era su culpa. Yo no debería estar en este lugar. Entonces, recordé la visión que había tenido durante mi colapso. Si ahora habitás dentro de mí, hacé algo para sacarme de este Infierno, le dije; pero no pude escuchar su voz. Esperé durante mucho rato su respuesta; pero únicamente fue palpable su silencio, su maldito silencio. La madre del joven que empezó a vivir después de su muerte La madre: Te agradezco que hayás venido. Creo que son casi dos años sin verte, el tiempo pasa tan rápido. Juan: Sí, dos años ahora en marzo. La madre: ¿Y cómo has estado? Juan: Bien. La verdad, no me quejo. Por fortuna, he podido encontrar buenos trabajos para mantenerme. La madre: Me alegra saberlo. Te cuento que he aprendido a cocinar unos postres y me quedan deliciosos. A ver si otro día regresás para probar alguno. Pausa. La madre: ¿Y dónde estás viviendo? 80


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Juan: En la calle 14, allí hay unos apartamentos baratos; pero creo que pronto dejaré de vivir en ese lugar. La madre: ¿Y por qué?, si puedo saber. Juan: Me gustaría vivir fuera de la ciudad por un tiempo. La madre: Entiendo. Pausa. Juan: ¿Puedo preguntarte algo? La madre: Claro que sí. Juan: ¿Por qué mi papá nos abandonó? La madre: Pero Juan, ¿por qué a estas alturas, que ya sos casi un hombre, preguntás esto? Nunca lo hiciste cuando eras un niño. Juan: Cuando era un niño nunca estabas en casa para preguntarlo, por eso lo pregunto ahora. La madre: Creo que no tiene sentido ahora. Juan: Tengo derecho a saberlo. ¿Por qué mi padre nos abandonó? La madre: Entonces, ¿es por eso que viniste? Pensé que lo hacías porque querías verme y disculparte. Juan: No empecés con tus dramas. Cuando pueda, te pagaré el dinero de tus amantes. La madre: ¿Por qué sos tan violento? Si siempre tuviste una caricia de tu madre cuando más lo necesitaste. Y no necesito que me pagués ningún dinero; lo hecho, hecho está, y te perdono. Juan: No te hagás la santa madre a estas alturas. Bien sabés que

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nunca tuve un hogar estable. Tu perdón no lo necesito, te voy a pagar hasta el último centavo que te robé cuando me fui de casa, porque no quería verte más la cara. La madre: Juan, las cosas que hice, las hice por vos, para sacarte adelante. Juan: Pues, no te sirvió de mucho, porque nunca llegué tan lejos. Hablemos con franqueza, siempre te gustó la vida fácil. La madre: Si vas a seguir así, es mejor que te vayás. Juan: Tranquila, me voy a ir, y te prometo que no me vas a volver a ver; pero antes quiero saber que pasó con mi padre. La madre: Nos abandonó, Juan. Una mañana cualquiera me pidió que me largara con vos sin explicación alguna. Juan: ¿Le fuiste infiel? La madre: Nunca. Juan: ¿Y por qué el tío lo dice? La madre: El tío siempre dice cualquier cosa. Juan: ¿Y cómo puedo confiar en que vos decís la verdad? La madre: Soy tu madre, jamás te mentiría. Juan: Cierto. Nunca me dirías una mentira, a excepción de aquellas veces que me dejabas solo, los fines de semana, con la excusa de irte a trabajar; cuando en realidad te ibas a andar de puta. La madre: Sos tan cruel. Juan: Soy realista.

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La madre: Andate. Juan: No me iré hasta que me digás la verdad. La madre: Te he dicho toda la maldita verdad, Juan. Andate. Juan: Te odio. Juan se va. La señal que recibe el chico que se transformó en barro Martín: Era de madrugada cuando sentí que de pronto alguien me despertó. Al abrir los ojos me di cuenta que frente a mí estaba la enfermera que me había atendido. Me dijo que guardara silencio y que estaba allí para ayudarme. Puso unas botas en mis pies; no estaban a mi medida, pero fueron lo suficientemente cómodas para caminar. Todas las luces del hospital estaban apagadas mientras andábamos sigilosamente por los pasillos. Al principio pensé que me iba a cambiar de sala o algo por el estilo, pero pronto me di cuenta que se trataba de un acto de fuga. ¿Por qué esta mujer me está ayudando de esta manera? ¿Es acaso esta la respuesta que esperaba de mi padre? Decidí seguirla sin preguntar nada, no deseaba regresar al calabozo sin ventanas. Nos desplazamos hasta la cocina del hospital, allí nos esperaban dos personas más. Otra enfermera y el señor con medalla de elefante que me había cuestionado sobre mi padre en la sala llena de tabaco. Sin decir una sola palabra, me hicieron entrar en un depósito de basura. Antes de introducirme la enfermera me sujetó de la mano. Una vez fuera, huye lo más rápido que puedas y no mires atrás, prométemelo, mencionó la enfermera con los ojos húmedos. Yo asentí con la cabeza. Tu padre era un gran hombre, gracias por ser tan valiente al guardar el secreto. Y gracias por revelarnos la clave del elefante de forma tan sutil, tu padre estaría orgulloso, agregó después el hombre 83


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con la medalla del elefante. Pronto tendremos las armas y ganaremos el poder. Sus palabras me dejaron atónito. Yo no conocía ningún secreto y además no entendía qué clave les había revelado al mencionar lo de la hierba y los elefantes. El misterio que guardaba mi padre y que yo no conocía empezó a hacer un eco más fuerte en mi interior. Antes de introducirme completamente dentro del depósito de basura, pude fijarme que la otra enfermera, que no había visto antes, tenía un elefante tatuado casi a la altura de la muñeca; luego, ella fue quien me transportó dentro del depósito hasta el sitio donde desechaban la basura del cuartel. No recordaba la última vez que había visto la noche y las estrellas, por primera vez en mi vida pude apreciar la belleza del cielo oscuro. El frío no tardó en penetrar los huesos; pero, a pesar de eso, huí. Corrí sin ver atrás, tal como le había prometido a la enfermera. Tras varios minutos de estar corriendo, me introduje en la oscuridad de un bosque; quería detenerme a descansar, pero la idea de regresar al calabozo sin ventanas me hizo avanzar. No sé cuánto tiempo transcurrió mientras corría; pero corrí, corrí hasta que finalmente el sol salió por el horizonte. La señal en forma de elefante que recibió el joven que empezó a vivir después de su muerte Abuela: No sé qué mal aqueja a esta familia, Juan. Tan pequeña y no somos capaces de llevarnos bien. Vos te peleás con tu madre, tu mamá contra tu tío y tu tío toda la vida de irrespetuoso con el papá. Siempre recuerdo una vez que tu abuelo le estaba dando una golpiza a tu tío por andar de borracho. Pensé que iba a matar a mi muchacho de tan fuerte que lo estaba golpeando. Cuando intenté intervenir, tu abuelo me apartó con tal furia que caí rodando en el suelo, por lo que me lastimé la cabeza y un brazo. En ese instante, recordé aquella ocasión en que mi padre me dijo que no me casara 84


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con tu abuelo, ya que ese hombre nunca me haría feliz. Qué razón tenía, si tan siquiera hubiera escuchado a mi padre… Pero ya es muy tarde para arrepentimientos. Juan: Lo siento mucho, abuela. Abuela: No sé por qué te cuento estas cosas, pero en fin. Entonces, tu mamá te dijo que tu papá les echó de la casa y nada más. Juan: Sí. Abuela: ¿Y por qué no creés que fue así? Juan: ¿Quién sería tan idiota de creer que de pronto alguien viene y te dice que te vayas sin un motivo claro? Alguna razón hay que mi madre no quiere confesar, estoy seguro. Abuela: ¿Y si fuera verdad lo que te dice? Juan: Tendría que comprobarlo. Abuela: ¿Y cómo podrías comprobarlo? Juan: No sé. Pausa. Abuela: ¿Puedo preguntarte algo?, pero te pido que no te molestés. Juan: Está bien. Abuela: ¿Por qué de pronto todo este tema de tu padre te intriga tanto? De niño nunca mostraste un interés particular por tu papá. De hecho, el tema te era indiferente. Juan: Pues… tuve un sueño, abuela. En ese sueño, la figura de un hombre sin rostro me hablaba y decía que encontrara la verdad, mi 85


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verdad. Ese hombre era mi padre. Abuela: ¿Por qué decís que era tu padre? Juan: Porque lo siento, abuela ¿Quién más podría ser? Necesito conocer esa verdad y probablemente, conociendo esa verdad, mi vida adquiera un sentido… distinto… Estoy seguro de eso. Abuela: Entonces, espero que podás encontrar esa verdad, Juan. Lamento no poder ayudarte. Juan: Tranquila. Abuela: ¿Has pensado buscar directamente a tu padre? Juan: Creo que es lo próximo que debo hacer. Abuela: No pienso que sea difícil encontrarlo. Juan: ¿Por qué lo decís? Abuela: Pues, no todas las personas se tatúan elefantes en los brazos. Juan: ¿Qué? Abuela: Sí, en el brazo derecho, casi a la altura de la muñeca. Cuando le vi el tatuaje, por primera vez, me pareció la cosa más rara del mundo. Pero, cuando mi padre vio a su nieta con ese pretendiente, casi le da un paro cardiaco. Esta familia está maldita, dijo. Después de ese día no volvió a mencionar ninguna palabra y a las dos semanas simplemente murió. Juan: ¿Y sabés por qué mi padre se había puesto ese tatuaje? Abuela: La verdad es que nunca se lo pregunté.

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El susurro maldito del muchacho que se transformó en barro Martín: Tenía sed. Tenía hambre. Habían transcurrido tres días desde que me escape del cuartel. ¿A dónde ir? ¿Qué hacer? Me preguntaba constantemente. Por momentos, tenía la sensación de caminar en círculos, aquel bosque parecía un laberinto sin salida y el dolor en mi cuerpo producido por los golpes que recibí empezaron a agudizarse. Apenas podía mantenerme en pie. Finalmente, me venció la debilidad y caí al suelo; mi cuerpo estaba indispuesto, pero también lo estaba mi alma. No había motivos para continuar. Entonces, sentí un gran desconcierto en mi pecho. No quería vivir. No tenía ganas ni fuerzas para mantenerme con vida. Volví a llorar, lloraba sin entender bien las cosas que sentía y de pronto solté un grito que hizo un ruido sordo en medio de la nada que me rodeaba. Tras acabar de gritar, me di cuenta que no era yo quien gritaba; era mi padre. De alguna forma, sentía que el dolor que me heredó al verlo morir lo hacía estar presente. Su dolor era tan profundo que gritaba desde el más allá a través de mi ser ¿Por qué me hiciste esto? ¿Por qué soy el heredero de tus desgracias?, le susurré a la voz interna de mi padre. Te odio, dije finalmente. De pronto, fue la imagen misma de mi padre la que apareció frente a mí. En su rostro tenía una sonrisa que destilaba ironía. Bienvenido a la vida. Deseo que tus huesos se consuman por las lágrimas que brotan de tus ojos, me dijo. En un arranque de rabia me incorporé con la poca fuerza que me quedaba y me lancé sobre mi padre. Ambos caímos al suelo. Yo estaba sobre él, apretando con mis manos su cuello; quería estrangularlo para siempre, pero parecía que no le afectaba mi ataque. Mi padre reía a carcajadas mientras intentaba matarlo. No podrás huir, Martin. Nunca. De pronto, su imagen se desvaneció. Volví a estar solo. El silencio del bosque me abrazó inmediatamente. Estoy dentro de vos, no podrás huir, dijo la voz interna de mi padre. Un pequeño susurro salió de 87


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mis labios. Era una maldición a la vida, a mi padre y a mí mismo. El quebranto del joven que empezó a vivir después de su muerte Juan: Mi padre tenía un elefante tatuado casi a la altura de la muñeca. Fabián: ¿Sabés el motivo? Juan: No. Fabián: Quizá le gustaban mucho los elefantes. Juan: Puede ser. Pero no creo que mi padre se hiciera un tatuaje nada más porque le gustaba. Probablemente, ese elefante tenía un simbolismo personal. Fabián: No deberías hacer conclusiones sobre algo que no conoces realmente. Juan: Tenés razón. Aunque hay algo que me parece inquietante en todo esto: la figura del elefante se repite muchas veces en distintas circunstancias. Primero, en mi sueño; luego, en la vieja foto que me dio mi abuela; y ahora, el tatuaje de mi padre. Me da la impresión de que es una señal, una señal venida de otra parte. Fabián: Juan, tal vez podría tratarse de una casualidad. No te lo tomes tan apecho. Juan: Todo esto está tan perfectamente medido que dudo se trate de una casualidad. Hay otro detalle que es muy importante: cuando viajo a mi primer recuerdo, a esa primera memoria escondida en mi mente, lo único que veo es un pequeño niño de dos años que llora. Llora porque se siente solo y está vestido con un pijama azul con 88


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estampado de elefantes verdes. Fabián: ¿Y cómo sabés que eso es un recuerdo y no una creación de tu mente? Juan: Porque puedo sentirlo. Fabián: ¿Sentir qué? Juan: El misterio, Fabián. El misterio que envuelve a mi padre. El secreto del elefante. Todas estas son señales que intentan decirme algo sobre esa verdad que necesito saber. Fabián: Juan… No quiero que te lo tomés a mal, pero deberías calmarte un poco. Le estás poniendo una trascendencia a algo que probablemente no lo tiene. Juan: ¿Y cómo podés estar seguro que no lo tiene? Fabián: Tu papá ni siquiera te dio su apellido y podría nombrar otros detalles que demuestran el poco interés que tenía por vos. Juan: Alguna razón hay. Fabián: Juan, tu miserable vida no va a encontrar ningún maldito sentido en las acciones de un hombre irresponsable al que nunca le interesaste. Pausa Fabián: Perdoname, creo que me pasé un poco. Juan: Si esto no tiene ninguna trascendencia, entonces mi vida no tiene ningún sentido, Fabián. Fabián: Tampoco es para… Juan: Mañana ya no vas a estar aquí. 89


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Fabián: Juan. Juan: Te vas. Te vas y me dejás. Fabián: Esto también es difícil para mí. Juan: Si es tan difícil y doloroso dejarme, ¿por qué lo hacés? Pausa. Juan: Seamos claros, Fabián. Sos tan egoísta como mi padre. Fabián: No es así, Juan. Sabés que no es así. Juan: Andate, Fabián. Andate y dejame solo, como todas las personas lo hacen. Fabián: Juan, ¡por dios! No seas tan cruel. No seas tan… Juan: ¿Que no sea qué? Decilo. Fabián: Mañana me voy del país. Juan: Y no te volveré a ver. Fabián: Juan. Juan: Andate. Fabián: Juan, no… Juan: Dije que te fueras. Fabián se rompe… Mira directamente a Juan y luego se marcha. Juan cae derrotado en el suelo. Martín: Me siento solo. Necesito un abrazo, o algo que me devuelva la seguridad de que todo estará bien. Me siento como un pequeño niño de dos años que llora. Llora porque se siente solo. Además, está perdido en un bosque y hace mucho frío. A esta hora del día 90


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se siente muy indefenso porque piensa que cualquier cosa puede matarlo. El pequeño niño ahora tiene hambre. Tiene tanta hambre que le arden todas las vísceras y entonces intenta comer las hierbas que hay debajo de sus pies. Muy en el fondo, lo único que desea es morirse porque ha descubierto que la vida duele. Duele hasta lo profundo y no hay cura que borre el dolor para siempre. La cura es la muerte, el silencio que disipa la existencia. Allí no hay nada, no se siente nada. Es el final de un viaje que carece de sentido. Es la muerte el alivio de la herida que sangra eternamente, es ella la diosa que consuela a los frágiles. Su seno es cálido. Dormiré plácidamente. En mis sueños, soñaré que no soy nada y que me he disuelto en el universo. El tiempo no podrá envolverme con su melodía porque estaré sordo, su sonido no podrá envejecerme. La muerte parecería la gloria, pero allí no hay luz. Entonces dormiré plácidamente y nadie podrá despertarme. Dormiré al abrigo de la sombra que no veo. Dormiré y que nadie me moleste. Dormiré. Dormiré. Martín se duerme. Juan intenta suicidarse.

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SEGUNDA PARTE DE EL MISTERIO DEL BARRO Y EL ELEFANTE


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Al otro lado de la frontera Juan: La frontera que existe entre la vida y la muerte es oscura. En este lugar solo se escucha el sonido de un viento cálido. A un lado de la frontera, están mi madre y Fabián, desesperados por salvarme. Al otro lado, hay una completa desolación, un desierto árido y vacío. A lo lejos se acerca un hombre con vestiduras gastadas por el tiempo, no puedo distinguir su rostro. En sus manos carga barro. Avanza de manera constante y precisa hasta donde me encuentro. Cuando se acerca a mí, sigo sin poder distinguir su rostro claramente. Poco a poco, empieza a moldear el barro que sostiene en sus manos. Ha hecho un elefante de barro y me lo extiende como si de una ofrenda se tratara. Yo estoy indeciso en tomarlo, pero él insiste en obsequiarme la figura de barro. Finalmente, accedo a tomar el elefante. Al otro lado, mi madre grita y desfallece. Fabián intenta consolarla. Nunca había visto a mi madre sufrir por mí; y Fabián… él simplemente ya debería estar lejos, en otro país, luchando por sus sueños. Pero ambos están al otro lado de la frontera, desesperados, gritando mi nombre. Yo sigo parado en aquel lugar que no es la vida ni la muerte. Intento respirar profundamente. No sé si deba tomar una decisión o simplemente abandonarme al designio de mi destino. ¿Cómo puedo saber con certeza que este es el final de mi vida? Observo el elefante de barro que reposa en mis manos, las arenas del desierto me acarician suavemente la piel. Sin pensarlo, decido cruzar completamente la línea que divide la vida de la muerte. El hombre con las vestiduras gastadas empieza a guiarme con pasos lentos hacia las profundidades del desierto. Instantáneamente, mi piel se seca y mis huesos hierven. Tengo sed, mis adentros gimen por una gota de agua. Me detengo e intento ver hacia atrás, al otro lado de la frontera. Aquel hombre corta mi impulso sin voltear la cabeza y pronuncia una advertencia: Una vez aquí dentro, ya no puedes 94


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ver atrás; si lo haces, te convertirás en una estatua de barro. Entonces, no habrás muerto; pero tampoco estarás vivo. Serás barro para toda la eternidad. Sus palabras crearon un gran eco en mi corazón y callé por un instante. Callé y reflexioné. Después de estar vivo, ya no hay nada que pueda asustarme. No me importa ser barro para toda la eternidad, le contesté. Volteé mi cabeza para ver hacia el otro lado de la frontera. Poco a poco, desde los pies a la cabeza, mi cuerpo se fue convirtiendo en una masa amorfa de barro y así permanecí durante mil eternidades. La mudez del chico que se transformó en barro Martín: ¿Está vivo?, preguntaba una voz. Sí, todavía respira, contestaba la otra. Yo permanecí inconsciente, pero de alguna manera podía percibir las cosas que acontecían a mi alrededor. Fui llevado a una pequeña choza. El lugar era cálido y bastante cómodo. Tenía tantos días de no sentir esta clase de cosas que quise permanecer allí sin abrir mis ojos durante mucho tiempo. Cuando decidí despertar, me encontraba tumbado en una cama improvisada, elaborada con sábanas y hierba seca; un pequeño fuego ardía frente a mí. No tenía idea de lo que me había sucedido; pero estaba en un lugar seguro, al menos eso creía. Había sido rescatado por una pareja de campesinos que me encontraron tirado en el bosque; me trajeron a su casa e hicieron todo lo posible para mantenerme con vida. La señora, al verme con los ojos abiertos, se puso muy contenta y me dio de comer con pequeñas cucharadas un caldo caliente. Milagrosamente, no moriste en el bosque. Seguramente, todavía tenés muchas cuentas pendientes en esta vida, mencionó después de darme de comer. ¿Cómo te llamas?, preguntó luego la señora. No contesté a su pregunta. Veo que perdiste tu voz, es una situación difícil no poder hablar; pero tranquilo, a todos nos pasa alguna vez. Además, el silencio es necesario. Quise contestarle que

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no tenía ganas de hablar, pero me di cuenta que realmente había perdido mi voz; intenté pronunciar una palabra, pero de mi boca no salía ningún sonido. Estaba completamente mudo y no entendía las razones. Entonces, así continué durante mucho tiempo. Los quince días más oscuros que vivió el niño de dos años que vestía un pijama azul con estampas de elefantes verdes y su madre En una habitación de hospital. Juan está sobre una cama, abre lentamente sus ojos. A su lado está su madre que permanece en silencio. Juan: ¿Qué hacés aquí? La madre: No había nadie más para cuidarte. Juan: Me hubieras dejado morir. La madre: Por una vez en tu vida intenta no ser tan frío. Juan: Es difícil no ser yo mismo. Pausa La madre: Juan, sé que no has tenido una vida perfecta y hasta cierto punto me siento responsable de eso; pero hijo, creéme que en la vida hay más cosas de las que podés imaginar. A tus 23 años tenés el mundo entero por devorarte. Juan: Me hubiese gustado que te preocuparas de esa forma por mí a los ocho años, cuando aún había posibilidad de cambiarme. Pausa La madre: Yo también desearía retroceder el tiempo y cambiar muchas cosas, pero eso nunca será posible. Viviré con esta frustración 96


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por el resto de mi vida. Sin duda, creo que hay cosas que podés hacer por vos mismo. Al menos para intentar salvarte. Juan: ¿Qué cosas son esas que pueden salvarme? La madre: No sabría decirte exactamente, pero sé que están dentro de vos. Juan: ¿A dónde? ¿En mis pulmones, mis huesos, mis tripas? Porque eso es lo único que tengo dentro. La madre: No me refiero a eso. Juan: Lo único que quiero son respuestas concretas y precisas. Necesito hechos, no abstracciones ridículas. La madre: Tu papá nos echó a vos y a mí una mañana cualquiera sin explicación alguna. Juan: Calla. La madre: Quise saber sus motivos, pero no dijo nada. Juan: Basta. La madre: Le grité como una loca desquiciada para que me dijera algo. Había creído ciegamente en él, en cada una de sus palabras. Abandoné mi casa, insulté a mis padres y dejé de educarme. Todo por él, por tu maldito padre. Juan: No sigas. La madre: Y una mañana cualquiera nos desechó como basura, dejándonos en la miseria. Ni siquiera le importó su hijo que apenas tenía dos años ¿Sabés cuántos días dormimos en la calle? ¡Quince días, Juan! Estuvimos mendigando quince días por su culpa y nunca aguantaste hambre ni frío, porque estuve dispuesta a hacer de todo 97


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por vos, Juan, de todo. Silencio La madre: Lamento hacer estas cosas, pero me pediste respuestas concretas y precisas. Ahora, hacé lo que querrás. Adiós. La madre se va. La similitud entre las plantas y el muchacho que se transformó en barro Martín: Qué cálidos fueron los días en aquella pequeña choza. La pareja de campesinos me asistió hasta que finalmente pude recuperarme. Durante ese entonces, ninguno de los dos me cuestionó nada, ni siquiera mi nombre. Yo permanecí callado. Por más que lo intentaba, no podía romper el silencio; así que no me quedó más opción que acostumbrarme a habitarlo y he de confesar que me resultaba cómodo, pero mi mudez no fue excusa para no incorporarme en las labores diarias que solían hacer los campesinos. Con las primeras lluvias empezamos la siembra de las hortalizas y las legumbres. La rutina era sencilla, pero agotadora. Por momentos fue tediosa y repetitiva, pero casi en una semana logramos cultivar las semillas a lo largo del huerto. Luego, todo consistía en el constante mantenimiento de la tierra. Poco a poco, pude ver brotar una enorme cantidad de pequeñas plantas de todos los tipos; eran tan frágiles, pero parecían muy determinadas a crecer y ofrecer su fruto. A la vez, me convertí en un excelente trabajador de la tierra. Aquel trabajo requería una enorme paciencia y dedicación, pero realmente amaba trabajar con las plantas porque podía empatizar con su silencio; ellas tampoco tenían voz. Las plantas se limitaban simplemente a estar con sus raíces aferradas a la tierra. No importaba cuán fuerte 98


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era la tormenta o si de pronto no caía ninguna gota de agua; ellas permanecían quietas en silencio, resistiendo. Y si debían morir, simplemente morían sin decir nada. Su vida se resumía en un absoluto silencio. Quise entonces ser como ellas, y por ese motivo siempre permanecía trabajando en el huerto. Trabajé arduamente hasta tal punto que olvidé la noción del tiempo, nunca sabía qué día era o en qué mes estábamos, pero realmente no me importaba saber estas cosas porque a las plantas tampoco les importaba. La situación empezó a tornarse más crítica el día en que no pude recordar mi nombre. ¿Quién era yo?, me pregunté; pero no hice nada por encontrar una respuesta, ya que este estado de total olvido me resultaba agradable. Además, las plantas no tenían un nombre propio y yo quería ser como ellas. La señal que salvó al joven que empezó a vivir después de su muerte Juan: Pensé que no te volvería a ver tan pronto. Fabián: Yo también. Juan: No me digás que te arrepentiste de irte. Fabián: No. La verdad, no. Mi vuelo se pospuso por condiciones climáticas. Al parecer, el aeropuerto donde iba a aterrizar está bloqueado por una enorme cantidad de nieve. Es curioso, desde hace más de 20 años, allí no pasaba algo similar, y justo ocurre cuando voy a viajar. Quizá se trate de una señal. Juan: Vos no creés en esas cosas. Fabián: Siempre puede existir un lugar para la duda, Juan. Pausa. 99


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Juan: ¿Por qué me salvaste? Fabián: ¿Cómo sabés que fui yo? Juan: Fuiste la última persona que vi antes de intentar suicidarme. Es una simple deducción. Fabián: Cuando salí de tu apartamento me juré olvidarte; pero, mientras caminaba de regreso a mi casa, vi un pequeño niño, calculo que tendría unos 2 años de edad. Estaba perdido y lloraba, lloraba porque sentía miedo. Por fortuna, su madre logró encontrarlo. Entonces, fue inevitable no pensar en vos y corrí como loco de regreso a tu departamento. No sé por qué, pero tenía la sensación de que necesitabas con urgencia mi ayuda. Juan: ¿Y cuándo te irás finalmente? Fabián: Mañana. Al parecer, mañana el aeropuerto volverá a estar listo. Pausa. Fabián: Juan, de verdad te juro que no quiero que lo nuestro termine de esta forma tan… Absurda. Hemos compartido tantas cosas hermosas que no quisiera simplemente irme y olvidarte. Quiero que nuestro adiós sea distinto o por lo menos no como una última discusión. Quiero irme en paz, sabiendo que al menos todo terminó en las mejores condiciones. Juan: Sos una de las mejores cosas que me han pasado en la vida, Fabián. Andate tranquilo y trata de ser feliz, te lo merecés. Prometo no guardarte rencor, aunque debo admitir que odio que te vayas. Quisiera que te quedaras, pero sé que necesitás irte. Fabián: Vos también merecés ser feliz, Juan. 100


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Juan: Voy a intentar creer eso. Fabián: Tengo que irme ya. Solo pasaba para saber cómo estabas. Juan: Gracias por venir. Que tengás un buen viaje. Fabián intenta irse, pero regresa. Fabián: Olvidaba decirte que estuve investigando sobre elefantes tatuados y descubrí que, en la guerra civil de 1932, los líderes de los rebeldes al régimen se lo tatuaban para identificarse entre ellos o usaban una prenda de elefante. Me pareció un dato bastante curioso. No sé si eso tendrá alguna relación con tu padre. Creo que deberías seguir buscando la verdad, Juan. Por lo demás, intentaré comunicarme con vos en cuanto pueda. Adiós. Fabián se marcha. La diferencia entre las plantas y el muchacho que se transformó en barro Martín: Cuando llegó el tiempo de la cosecha, el trabajo fue arduo; pero la recompensa valió la pena. La choza estaba a rebosar de todo tipo de frutos de la tierra. Los días eran tranquilos, habitar el olvido y el silencio me ofrecía cierta paz que no había sentido durante mucho tiempo. Ahora que el huerto estaba casi vacío, no tenía mucho trabajo por hacer, así que podía pasarme las tardes enteras contemplando el transcurrir de los días. Este estado de contemplación me permitió de cierto modo lograr mi cometido. Me sentía como una planta que pasa su periodo de vida en el mismo lugar, habitando la ausencia del sonido. No necesitaba nada más; de alguna forma, había encontrado la felicidad. Algunas tardes lloraba de alegría. Esto me parecía una enorme contradicción, puesto que el llorar siempre 101


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lo vinculé con el dolor; pero descubrí que las lágrimas también pueden estar cargadas de una sensación distinta al dolor. Pero esta tranquilidad no duró mucho. Pronto descubrí que entre las plantas y yo existe una única diferencia; a pesar de ser una, esta era determinante: yo tenía un pasado; ellas, no. Me di cuenta de esta verdad un día en que la campesina iba a matar a una gallina para el almuerzo. La sujetó por el cuello y la gallina empezó a revolear en el aire; cuando este animal estaba medio muerto, le cortó la cabeza con un afilado cuchillo. De pronto, la sangre se regó por todos lados. Al presenciar esto, inmediatamente recordé El Naranjal, Mi aldea. Una cascada de imágenes empezó a invadir mi mente. Mi nombre era Martín y tenía 13 años. Hace unos meses atrás, un grupo de hombres armados había llegado a mi aldea y… ese mismo día volví a escuchar la voz interna de mi padre, susurrando en mis adentros: Nunca podrás huir, Martín, porque yo vivo dentro de vos. La habilidad especial del joven que empezó a vivir después de su muerte Abuela: Disculpá que no pude ir a verte al hospital.Últimamente, no me he sentido muy bien. Juan: No tenés la obligación de preocuparte por un nieto con tendencias suicidas. Abuela: Con mucha más razón tuve que estar con vos, hijo. Pero contame, ¿cómo te sentís? Juan: No me siento en las mejores condiciones, abuela. Abuela: Juan, hacé el intento de seguir adelante. A nadie le toca vivir una vida cómoda, todos tenemos un demonio que debemos enfrentar; y por más que queramos huir, ese demonio siempre 102


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estará presente. Juan: Y entonces, ¿qué sentido tiene la vida, abuela?, si al final esto se trata únicamente de sufrir. Abuela: Me encantaría darte una respuesta. Te juro que a mis 75 años todavía no la he encontrado; pero sí puedo decirte con certeza que, a pesar de toda la mierda que me ha tocado ver, considero que volvería a vivir. Hay sufrimiento y también unas cuantas alegrías, pero esa mezcla de cosas es lo que hace exquisita la vida. Desafortunadamente, todavía no se ha inventado la palabra justa para definir la combinación del sufrimiento y la alegría, quizá cuando se invente empecemos a encontrar el sentido de vivir; pero seguramente, para ese entonces, ya estaré muerta. Sabés, Juan, cuando apenas eras un niño de ocho años me parecías tan valiente. No le tenías miedo a la oscuridad y te burlabas de mí, porque yo era una vieja asustadiza que necesitaba dormir con las luces prendidas. Una noche, simplemente las apagaste y con la voz más tierna y serena me dijiste que no tuviera miedo. Por primera vez en mi vida alguien me hacía sentir segura en la oscuridad. Sé perfectamente que en vos está la cura de un silencio que nunca antes ha podido romperse, Juan. Lo sé perfectamente, porque tenés la capacidad de entrar en la oscuridad sin sentir miedo. Juan: ¿Y qué se supone que debo hacer para romper ese silencio, abuela? Abuela: Encontrá a tu papá y resolvé tus dudas. Juan: Pero, ¿dónde lo encuentro? Abuela: Será más fácil de lo que pensás. Tu tío tiene un amigo que es primo de tu papá y, por una enorme casualidad, se lo encontró hace como tres días atrás. Tu tío me dijo que estuvieron hablando 103


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durante mucho rato y le contó que tu papá está viviendo en un pueblo que se llama El Naranjal. Al parecer, está viviendo con una mujer que se llama Doris Gutiérrez, quien trabaja como profesora en la escuela del pueblo. Estoy segura que no será difícil encontrarlo. El demonio interno del chico que se transformó en barro Martín: Empecé a dormir poco, perdí el apetito. Constantemente, estaba de mal humor y me sentía agotado. Muchas noches tenía fiebre. Los recuerdos de mi pasado me atacaban, yo quería olvidarlos y permanecer como una planta que únicamente vive en silencio hasta el día de su muerte. Pero no, no fue posible. Mi pasado estaba allí acechando como una sombra. No podrás huir nunca, me susurraba constantemente mi padre. Una noche, mientras cenaba con los campesinos, me fue imposible poder tragar la comida, sentía que un nudo bloqueaba mi garganta; y por más que lo intenté, no pude engullir un bocado. De pronto, empecé a tener dificultades para respirar, algo me estaba oprimiendo el pecho. Inmediatamente, aparecieron frente a mí los soldados que me habían torturado en el cuartel general. Confesá la verdad, me gritaron. Volví a sentir el dolor de sus golpes en mi cuerpo. Salí a toda prisa de la choza, en el patio vi los cadáveres de mi madre y mis hermanas que sangraban como gallinas decapitadas en el suelo. De pronto, de la tierra surgió una mano. Era la mano de mi padre. Luego, todo su cuerpo salió de la tierra y empezó a seguirme; corrí a toda prisa para ocultarme en algún lugar, pero era imposible escapar. Mi padre logró alcanzarme y me sujetó por el cuello. Con un cuchillo similar al que usaba la campesina para degollar gallinas, atravesó mi pecho. Sangré, y mientras sangraba, mi padre me cortó la cabeza. No podrás huir, volvió a decir. Cerré mis ojos, a lo lejos podía escuchar la voz de la

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campesina; me estaba llamando, pero no podía responderle. Sentí que un silencio profundo me absorbía y tuve la sensación de dejar de ser. Desperté al siguiente día. Estaba tumbado en mi cama. No tenía una idea clara de lo que había presenciado, pero estaba vivo. Cuando la campesina me vio despierto, se acercó a mí y me puso unos paños de agua fría en la cabeza. El demonio que te habita es muy fuerte. Es un demonio muy antiguo que no dejará de atormentarte mientras no lo enfrentés. Podés quedarte en este lugar el tiempo que querrás, pero creo que es necesario que te vayás y solucionés las cosas que debes resolver, me dijo. Aquellas palabras me asustaron. Tuve miedo, pero muy en el fondo sabía lo que tenía que hacer. Ya no había vuelta atrás, tampoco forma de escapar. Tenía un pasado, también secretos que descubrir. Debía marcharme de la choza en busca de respuestas y enfrentar al demonio que me habitaba. Traté de esperar el momento indicado para irme. Quería reunir las fuerzas necesarias para emprender el viaje, sentirme preparado para enfrentar la oscuridad. Nunca hay un momento preciso, me dijo mi padre durante el silencio de una madrugada- No puedes huir, Martín. Entregate a la oscuridad de una sola vez; si no lo hacés, ella vendrá por vos y será aún peor. Después de escuchar esta advertencia, decidí partir en ese mismo momento. La luna iluminaba el cielo mientras los campesinos dormían. En la oscuridad de la noche, abandoné la choza sin emitir ningún ruido. Me fui sin decir adiós porque me resultaba difícil hacerlo. Cuando iba bastante avanzado en el camino, me di cuenta que nunca supe el nombre de los campesinos ni sus edades o si tenían hijos. No sabía nada de ellos. Volteé mi cabeza para ver por última vez la choza, pero me percate que allí ya no había nada. Todo había desaparecido. Comprobé de inmediato que ese lugar y todo lo que allí viví se había hecho parte del pasado; en el momento en que quedó atrás, fue devorado salvajemente por el tiempo. Qué misteriosa se dibujó la vida aquella madrugada. 105


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La consumación del deseo del chico que deseaba marcharse Fabián: Hola Juan. ¿Cómo estás? Hace como unas tres horas, aproximadamente, aterricé sin ningún problema. No tenés idea de lo hermoso que es este lugar. Todo está cubierto de nieve, jamás había sentido un frío capaz de congelarte hasta el alma si no estás bien abrigado. El apartamento donde voy a vivir es bastante cómodo. Mi habitación tiene una vista hermosa de la ciudad, creo que frente a la ventana será un buen lugar para tomar café por las tardes a la vez que observo las calles transitadas por la gente. Por ahora, quiero descansar un rato y acomodar bien las cosas en mi habitación, ya que por la noche saldré a conocer un poco. Por lo demás, quiero decirte que me hacés mucha falta. Estuve pensando mucho en vos cuando venía en el avión. La distancia que nos separa me hizo consciente de cuánto te amo y mientras miraba las nubes a través de la ventana me pregunté si alguna vez te volvería a ver. Hacerme esta pregunta me llenó de tristeza y tuve ganas de llorar, pero por fortuna una señora italiana iba sentada a mi lado y de pronto empezamos a conversar muy a gusto, hasta el punto que se disipó por un instante mi tristeza. En fin, no quiero marearte más con mis historias. Cuando podás, dejame un mensaje para saber cómo estás. Te quiero. El muchacho que se transformó en barro y el hombre que sujetó su brazo Martín: Al borde de una carretera tuve la suerte de conseguir espacio para viajar en un camión que transportaba verduras. El conductor del vehículo me dijo que iba hasta la capital del país. Le comenté que ese era también mi destino, aunque en realidad mentía. Ni yo mismo sabía a dónde tenía que ir. Al cabo de unas tres horas, llegamos finalmente. Nunca antes había estado en un lugar similar. El 106


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conductor se despidió de mí y además me dio un par de monedas para que comiera algo. Recorrí con asombro las calles transitadas de gente que caminaba en muchas direcciones. Llegué a un determinado lugar en donde estaba conglomerado un grupo de gente con pancartas en las que podía leerse insultos contra el presidente de la nación. Otro grupo de individuos gritaba airado toda clase de consignas. El pueblo vencerá, gritó de pronto alguien. Esas palabras me recordaron instantáneamente al señor que le dispararon en la frente el día que me arrancaron de mi aldea. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, sentía que esas palabras cargaban la muerte. Mi cuerpo empezó a temblar descontroladamente y quise salir de la multitud que me rodeaba. Al separarme, me topé de frente con un grupo de hombres que vestían igual que los asesinos de mi familia y a todos los que estaban en el cuartel general. Mi desesperación fue extrema, la imagen de esos hombres me produjo pánico, no podía moverme. Poco a poco, empezaron a avanzar hacia donde me encontraba; lo hacían a paso lento, pero firme. A cada paso que se acercaban, la masa de gente a mi alrededor se enfurecía aún más y les gritaba insultos. Mientras tanto, yo me encontraba paralizado en medio de aquellos dos bandos, sin poder reaccionar. Cuando los dos grupos chocaron entre sí con violencia, toda la realidad la percibí con lentitud, como si al tiempo le costará avanzar. Los hombres que vestían como los asesinos de mi familia eran golpeados con palos y piedras, mientras que la multitud enfurecida era atacada con garrotes negros. De pronto, escuché el sonido de un disparo, su sonido era el mismo que escuché cuando ejecutaron a mi madre y mis hermanas. Aquella imagen volvió a mi cabeza a la vez que la multitud corría por todos lados muerta de miedo. Miré varios cuerpos caer al suelo, sus cabezas sangraban tal y como sangraba el cadáver de mi madre; sentía que aquel día volvía a repetirse como si se tratara de una maldición en mi vida. Seguía sin poder moverme, hasta que sentí una 107


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mano sujetar con violencia mi brazo derecho, la fuerza de la mano logró arrancarme de las visiones de mi cabeza y de manera casi instantánea empecé a correr a la par de un hombre que me gritaba que no me detuviera. Así lo hice. Con una fuerza que no entendía, huí del lugar sujetado por la mano de un hombre que no conocía. Tras varios minutos de correr sin descanso, nos metimos dentro de una alcantarilla; recorrimos por un rato un laberinto oscuro, hasta que finalmente llegamos a un desagüe ubicado frente a un río. Allí nos encontramos con un grupo de gente que nos recibió con agua y sanaron inmediatamente el golpe que tenía en la cabeza el hombre que había sujetado mi brazo. Mientras lo atendían, vi que casi a la altura de su muñeca derecha tenía un elefante tatuado. Antonio Pérez, escuché que se llamaba aquel hombre, el cual fue llevado del lugar por un grupo de hombres. Intenté seguirlo, pero alguien me detuvo. Buscá a tus padres o tu casa, pronto habrá toque de queda. La casa que ardía y el joven que empezó a vivir después de su muerte Juan: Hace unas dos horas llegué a El Naranjal. Mi primera impresión sobre este lugar es que el tiempo se ha detenido y que ni siquiera las hojas se caen de los árboles. No es un pueblo muy grande y sus calles están vacías. Este lugar está lleno de un silencio que no comprendo, pero que a la vez se me hace muy familiar. Siento que he estado aquí antes, en otra vida. Percibo que algo grita mi nombre. Es un llamado lejano, pero está presente. Escucho que ese llamado viene de una casa en ruinas. En esa casa hay una mujer y tres muchachas sentadas en el patio, todas tienen entre sus manos un pedazo de barro; están intentando moldearlo. Quiero acercarme por curiosidad, pero me gana la duda. Ellas se percatan de mi presencia y una de las muchachas se acerca hasta donde estoy. El barro te está 108


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llamando, me dice al acercarse. No entiendo a qué se refiere, pero la mirada de aquella muchacha me resulta agradable. He visto esos ojos antes, pienso. Me entran unas ganas enormes de abrazar a la muchacha y llorar de felicidad, pero ella se da la vuelta y regresa al patio. Inmediatamente, la casa empieza a arder en llamas; me sorprendo de lo que veo, pero lo que más me choca es ver que ninguna de ellas se mueve de su lugar para escapar y salvar su vida. Todas son consumidas por el fuego. Cuando las llamas finalmente desaparecen, en aquel terreno no hay nada, ni siquiera cenizas, ningún rastro de la catástrofe que presenciaron mis ojos. Entonces, recuerdo que debo buscar a mi padre, por eso estoy aquí. Continúo mi búsqueda, pero la presencia de aquel suceso sigue rondando en mi cabeza... El chico que se transformó en barro y la fogata de cadáveres Martín: No hice caso a las indicaciones de la persona que me detuvo, ya que no tenía padres ni casa a dónde ir. Además, estaba seguro que ese hombre llamado Antonio Pérez podría saber algo sobre mi padre. Decidí seguirlo a él y a quienes lo acompañaban, con mucha cautela para no ser visto. Lo llevaron hasta una pequeña casa hecha de madera, casi en las afueras de la ciudad. Estuvieron con él un rato bastante largo hasta que finalmente abandonaron el lugar. Iba a aprovechar la completa oscuridad que había derramado la noche para escabullirme dentro de la pequeña casa; pero de pronto, pude ver que aquellos individuos que se habían marchado regresaban corriendo. Entraron a toda prisa en la pequeña casa; rápidamente, esta fue rodeada por un grupo de siete hombres que vestían como los asesinos de mi familia. Guardé silencio e intenté moverme lo mínimo posible para no ser descubierto. Al acercarse a la puerta, la abrieron de un disparo y cuatro de aquellos hombres entraron. De 109


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repente, pude escuchar una ráfaga de disparos dentro de la casa. Uno de los hombres que vestía como los asesinos de mi padre salió herido y advirtió a sus colegas que los individuos de adentro estaban armados. Desde adentro de la casa empezó a caer súbitamente otra ráfaga de disparos. Nuevamente, pude presenciar dos bandos luchando, hasta que finalmente casi todos los hombres que vestían como los asesinos de mi padre cayeron muertos al suelo. Esa noche murieron siete personas, uno pertenecía al bando de individuos que estaban dentro de la casa y fue enterrado en el patio trasero. Los otros cadáveres fueron quemados, tal como los cadáveres de mi familia. Recordé este detalle por el olor que producía la carne humana al arder en el fuego. El salto a la oscuridad del joven que empezó a vivir después de su muerte Juan: Hola Fabián. Disculpa que conteste tu mensaje hasta ahora. He estado sin señal durante mucho tiempo. Me alegra saber que hayas llegado bien y que te sintás cómodo en el lugar en el que vas a vivir. Procura siempre abrigarte bien y cuando podas seguime contando cosas de la ciudad. Por otro lado, quería decirte que me encuentro en un pueblo que se llama El Naranjal Esta como a ocho horas de viaje desde la capital. Estoy aquí porque este es el pueblo donde vive mi padre. Me enteré gracias a un primo de él que conoce a mi tío. De hecho, ahora mismo estoy frente a la casa donde vive, no fue difícil dar con el lugar ya que está casado con una profesora de la única escuela que hay en el pueblo. He de confesarte que estoy nervioso, llevo casi una hora frente a su casa pensando en las mil formas en que podría presentarme…. Fabián llama a Juan. Juan contesta. 110


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Fabián: ¿Juan? Juan: Hola. Fabián: Disculpá que te llame de pronto. Vi que habías recibido mi mensaje y quise llamarte de inmediato. Quería saber cómo estás. Juan: Estoy bien. Fabián: ¿Seguro? Juan: Me encuentro exactamente frente a la casa donde vive mi padre. Fabián: ¿Qué? ¿Pero cómo? Juan: Te lo explicaré luego. Por ahora, debo entrar a la casa. Fabián: Juan, ¿estás seguro que te sentís listo para esto? Juan: No. No estoy listo, pero debo hacerlo. Fabián: Cualquier cosa que suceda, quiero que sepás que contás conmigo. Juan: Gracias. Te llamaré cuando pueda. El último trozo de alma del chico que se transformó en barro Martín: Había uno de los hombres de los que vestían como los asesinos de mi familia que quedó con vida. Este fue amarrado de manos y pies, empezaron a golpearlo salvajemente sin piedad alguna. En los rostros de aquellos individuos se dibujaba un placer sádico mientras golpeaban al hombre. A la vez que lo golpeaban, cantaban canciones que exaltaban la patria y la revolución. Luego de golpearlo, se emborracharon y brindaron de alegría. Mañana la 111


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revolución triunfará, decían. De pronto, uno de los borrachos empezó a orinar sobre aquel hombre que yacía en el suelo casi moribundo. Desde la ventana por la cual los observaba, pude ver como la orina se mezclaba con la sangre, entonces recordé a mis torturadores. No es posible, pensé, mi padre no podía estar relacionado con gente como esa. Decidí marcharme, pero en mi intento de fuga me topé con dos individuos que me sujetaron con fuerza y me introdujeron dentro de la casa. Por un momento pensé que iba a volver a sufrir la misma pesadilla del cuartel general. Antonio, mirá lo que encontramos espiando por la ventana, le dijeron al hombre con el elefante tatuado a la altura de la muñeca. Antonio Pérez me vio directamente a los ojos y logró reconocerme. ¿Qué es lo que buscás?, me preguntó. Mi padre se llama Ezequiel Morales. Trabajaba con barro y vivía en un pueblo que se llama El Naranjal. Fue asesinado junto al resto de mi familia. Murió sin confesar un secreto, el cual necesito conocer. Todos los allí presentes reaccionaron con asombro. Sos hijo de Ezequiel Morales. Pensé que ningún miembro de su familia había quedado vivo. Tu padre fue un hombre fiel al movimiento revolucionario, tanto así que decidió callar hasta la muerte. Tras pronunciar estas palabras, puso un arma en mis manos. ¿Ves a ese hombre que viste como los asesinos de tu familia? Tendrás el honor de asesinarlo, así vengarás a tu familia y honrarás el sacrificio de tu padre, mencionó con voz seca. De pronto, volví a escuchar la voz interna de mi padre: vivo dentro de vos, Martín. Debés también cerrar el ciclo. Tus manos tienen que llenarse de sangre, al igual que las mías; es la lógica natural de la vida. Tras un largo silencio, Antonio Pérez habló: Matalo. Al ver los ojos de aquel hombre que vestía como los asesinos de mi familia, me vi a mí mismo en los días de oscuridad que viví en el cuartel general. Su rostro me recordó mi propia existencia. Cuando disparé en la cabeza del hombre, sentí que el último trozo de mi alma que permanecía vivo se desvaneció y de pronto percibí como todo mi cuerpo se transformó en barro. Bienvenido a la vida, susurró 112


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la voz interna de mi padre. La mujer sin pierna y el joven que empezó a vivir después de su muerte En el escenario, una mujer sentada en una silla de ruedas. Juan: ¿Doris Gutiérrez? Doris Gutiérrez: Sí, soy yo. ¿Qué buscás? Juan: Me llamo Juan. Ando en busca de Alfredo Pérez. Soy su hijo. Doris Gutiérrez: Vaya cosas las de la vida. Lamento decirte que ya no vive aquí. Juan: ¿Sabe dónde se encuentra? Doris Gutiérrez: En la cárcel. Juan: ¿Qué? Doris Gutiérrez: Hace ya tres meses. Juan: Pero, ¿por qué? Doris Gutiérrez: Asesinato. Mató brutalmente a una de sus amantes después de una discusión. Silencio Doris Gutiérrez: No te sorprendás, tu padre no es una buena persona. ¿Sabés por qué estoy en esta silla de ruedas? Por tu padre. En una de sus tantas borracheras, me atacó con un machete y me cortó la pierna. Gracias a dios, no logró matarme porque me ayudaron unos vecinos. No perdás el tiempo buscándolo, no vale la pena.

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Juan: ¿Alguna vez mi padre le habló de mí? Doris Gutiérrez: Nunca Juan: El tatuaje del elefante, ¿sabe por qué lo tenía? Doris Gutiérrez: En honor a su abuelo, Antonio Pérez. Un cabecilla de la revolución del 32. Al parecer, este también tenía un elefante tatuado a la altura de la muñeca. Final del relato sobre el chico que se transformó en barro Martín: Después de asesinar al hombre que vestía como los asesinos de mi familia, me marché de la vieja casa sin ser apenas percibido por el grupo de individuos borrachos. Únicamente, Antonio Pérez notó mi salida, pero no hizo nada más que mirarme. Nunca olvidarás este día, pronunció. Luego, me fui. Me fui a cualquier lugar, puesto que no había más secretos que descubrir. Nunca supe con detalle cuál era el vínculo que mi padre tenía con todas las personas que se tatuaban un elefante. Consideré que después de lo que había sucedido en esa madrugada, todo estaba claro. La oscuridad era la única verdad concreta, la oscuridad y el silencio. Una vez consumado el ciclo que mi padre necesitaba cerrar, no volví a escuchar su voz gritando en mis adentros; así que decidí huir de todo vínculo que me uniera a él. Jamás regresé a El Naranjal, tampoco mis manos volvieron a tocar el barro. Dejé que mi pasado se cubriera de la oscuridad que contenía el secreto de mi padre; de esa forma permaneció oculto donde no podía verlo ni sentirlo, aunque era consciente que estaba presente, en la oscuridad del secreto. Mis trece años quedaron atrás rápidamente y me convertí en un viejo, aunque sin duda, aquella etapa de mi vida seguía tan latente en mis adentros que hasta el mismo día de mi muerte sentí que nunca había envejecido, por114


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que para mí la vida se detuvo a mis trece años. Muchas veces pensé que, poco a poco, el tiempo podía desvanecer el pasado oculto en la oscuridad, pero nunca fue posible; todo lo contrario, el pasar de los años lo agudizó, convirtiéndolo en un dolor infinito, un dolor del cual no podía ni siquiera hablar. Pese a todo, logré continuar mi vida porque aprendí a convivir con una herida que nunca se cerraría; de esta forma, pude finalmente tener ciertos momentos de felicidad. Entonces, descubrí que la vida, al igual que las lágrimas, puede estar cargada de una sensación distinta al dolor. Desafortunadamente, todavía no se ha inventado la palabra justa para definir la combinación del sufrimiento y la alegría; quizá cuando se invente empecemos a encontrar el sentido de nuestra existencia. Aprender a convivir con la herida, fue la única conclusión a la que pude llegar al final de mis días. Hubiera querido que mi historia tuviese un final distinto o al menos que tuviera un sentido, un maldito sentido. Pero las cosas son así y punto, no hay más opción que asumirlo todo tal cual es. No puedo decir más, el silencio no me lo permite. Este es el final del relato del chico que se convirtió en barro. Final del relato sobre el joven que empezó a vivir después de su muerte Abuela: Querido nieto, cuando leas esta carta seguramente ya estaré muerta. No quise que te avisaran que me puse muy grave, ya que para mí era muy importante que resolvieras tus dudas. Es mejor que los muertos entierren a los muertos. Por este motivo, decidí dejarte esta carta para despedirme. No estoy segura si nos volveremos a encontrar; pero, por los momentos, deseo que podás estar bien. Tengo mucha confianza en vos, en que podrás hacer las cosas mucho mejor 115


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de lo que tus antepasados lo hicieron. Sé perfectamente que el nido en el que creciste estaba rodeado de espinas y cuando una de esas espinas te atravesó la piel ya no había vuelta atrás, la herida estaba hecha. Esa herida se hizo más grande con el pasar del tiempo y todavía sangra. Lamento decirte que la herida nunca desaparecerá, tal vez se haga más grande o quizá cicatrice; pero ten por seguro que permanecerá, y es allí donde está también la clave: aprender a convivir con la herida. Esa es una de las cosas más sabias que me dijo mi padre al morir. Sé que nunca te he hablado de él, pero es que no sabía muchas cosas sobre mi padre; siempre fue un hombre muy reservado con su vida. Daba la impresión que una enorme oscuridad cubría su pasado y que por ese motivo un silencio profundo cerraba su boca. Sin duda puedo decirte que se llamaba Martín, y por algún extraño motivo odiaba el barro. No sé por qué razón te escribo estas cosas, pero muy en el fondo siento que debo hacerlo. Además, siempre me recordaste a mi padre; estoy segura que de él heredaste una gran parte de tu esencia. En vos, Juan, permanece el elefante que llenaba su espíritu; pero ten mucho cuidado con esto, ya que cuando los elefantes luchan es la hierba la que sufre. Sin más que decir, recordá que la oscuridad no puede vencerte porque la derrotaste a mi lado aquella noche en que apagaste la luz para demostrarme que todo iba a estar bien. No me resta aconsejarte que intentés tener una vida plena. Un eterno abrazo. Te quiero. Atentamente, tu abuela.

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Epílogo de El Misterio del Barro y el Elefante Llamada telefónica. Fabián: ¿Juan? Juan: Sí, soy yo. ¿Cómo estás? Fabián: Bien, contento de tu llamada. Que sorpresa. Juan: Perdona si te interrumpo, puedo llamarte luego si querés. Fabián: No, tranquilo. Por suerte tengo un poco de tiempo. Juan: Gracias. Fabián: ¿Cómo has estado? Juan: Al menos estoy vivo. Fabián: Eso es bueno. Juan: Perdona si no te he llamado ni contestado a tus mensajes estos días, pero necesitaba tiempo para procesar la repentina muerte de mi abuela. Fabián: No tenés por qué disculparte. Sé que es una situación difícil pero recordá que estoy para vos Juan y podes hablarme cuando querrás, aunque sea para llorar. Juan: ¿Sabés que te amo mucho? Fabián: Sí. Juan: Quiero que lo tengás bien claro. Fabián: Lo tengo muy claro. Juan: Bien. 117


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Pausa Fabián: Juan, he estado pensando que quizá… Bueno, no sé; ahora que he conseguido un buen trabajo, podría ayudarte a que te vengás conmigo y hacer una vida juntos. Me parece que este lugar te podría gustar mucho. Juan: Sería hermoso Fabián. Te lo agradezco. Pero creo que mi lugar está en otra parte. Fabián: Pero, Juan... Juan: Fabián, no soy la persona indicada para vos; te merecés a alguien en condiciones de hacerte feliz. Yo no tengo esa capacidad. Fabián: Yo soy feliz con vos, Juan. Juan: No hagás las cosas más difíciles, por favor. Fabián: ¿Y qué pensás hacer? Juan: No sé. Lo único que tengo claro es que quiero irme a vivir a El Naranjal. Fabián: Pero, ¿qué vas a hacer allí? Juan: Es un lugar donde hay mucho barro, creo que probablemente me dedicare a trabajarlo. Fabián: ¿Así que te vas a hacer alfarero? Juan: Es una locura, pero sí. Fabián: Por cierto, no sé si finalmente encontraste la verdad que tu padre te pidió en aquel sueño que tuviste unos meses atrás. Juan: No, realmente no; pero dudo que aquel hombre del sueño fuese mi padre. 118


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Fabián: ¿Quién era? Juan: No lo sé. Silencio Fabián: Bueno. Creo que debo dejarte Juan, en un rato entro a trabajar. Juan: Perdón por el atraso. Fabián: Tranquilo. Llamame cuando querrás. Juan: Lo haré. Que te vaya bien. Fabián: Gracias Juan. Adiós. Juan: Adiós. Cuelgan. Juan: Me llamo Juan y tengo 23 años. Hace unos meses atrás tuve un sueño. En el sueño, un hombre ponía un elefante de barro en mis manos; no podía ver claramente su rostro, pero sí era capaz de escuchar lo que me decía: encuentra la verdad, encuentra mi verdad. Luego, me desperté. Pensé que aquel hombre era mi padre, quien me abandonó a los dos años de edad, dejándome una herida profunda. Entonces, intenté buscar la verdad para sanar la herida; pero lo único que pude encontrar fue una enorme oscuridad, la cual siento que debo habitar para encontrar algo que podría revelarme un antiguo secreto, un secreto que ha estado oculto durante mucho tiempo, incluso antes de que yo naciera. Allí también hay un dolor infinito. Quizá en esa oscuridad también pueda encontrar la palabra precisa que pueda mezclar el dolor y la alegría en una sola cosa; mientras tanto, habitaré el silencio profundo y oscuro. El barro me invita a habitar ese silencio, y constantemente me hace sentir 119


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como un pequeño niño de dos años que llora, llora porque se siente solo, y a la vez, me hace morir para poder entrar en las entrañas de la oscuridad. Allí, en esa profundidad, encuentro a un chico de trece años, cuyo cuerpo está cubierto de barro. Me dice que llore, que llore junto a él, porque mis lágrimas pueden limpiar el barro de su alma. Entonces, los dos juntos derramamos lágrimas y nos abrazamos con la fuerza de un elefante. Poco a poco, el chico de barro desaparece y la oscuridad se ilumina; entonces, yo regreso a la vida. Después de morir, empiezo a vivir... Final de El misterio del barro y el elefante.

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LA SOMBRA DEL ÁNGEL Karina Nelson


KARINA NELSON Artista Escénica Actriz, egresada de la Escuela Nacional de Arte Dramático (Honduras), con más de 20 años de experiencia como actriz, directora y docente. Como actriz trabajó en diversas obras teatrales y producciones cinematográficas tanto en Honduras como en Argentina. Ganadora del premio “Mejor Actriz” en el Festival Internacional de El Heraldo 2016, Honduras, con el cortometraje “Rarezas” de Luis Emilio Cerna. Como docente trabajo en la Escuela Nacional de Arte Dramático. Tiene experiencia en teatro con niños y jóvenes con discapacidad y vulnerabilidad social. Correo electrónico: karinaraudales@gmail.com


La muerte es el menor de todos los males Francis Bacon


Personajes

ZULEMA, enfermera joven DOCTOR JEFA DE ENFERMERAS PACIENTES: MARIO, GUSTAVO, CARLOS, PABLO

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Escena primera Sala de un hospital, la habitación tiene cuatro camillas ocupadas por pacientes. Zulema está sentada en la silla frente a la cama de Mario, también está Gustavo parado a la par de la cama. Los otros pacientes están acostados en sus camas. Mario: Nosotros creemos que es el espíritu de una enfermera que se suicidó porque el novio la abandonó, dicen que se suicidó en esta sala y aquí era el área de las enfermeras; por eso la cambiaron de lugar, por miedo ellas ya no querían quedarse solas en el turno de la noche, varias enfermeras se fueron porque decían que la miraban entrar y salir del lugar. Zulema: ¿Ustedes creen que ella viene a cuidarlos en la noche? Mario: Sí… (lo interrumpe Zulema). Zulema: (Riendo) No puedo creer que ustedes, siendo tan grandes, crean en historias para niños. Gustavo tiene una gran imaginación como buen escritor, creo que está alimentando está historia porque le sirve para construir la trama de su novela de suspenso. Pero usted, Mario, es un hombre de ciencia. Entran la jefa de Enfermeras y el Doctor, se quedan escuchando en la puerta. Gustavo: Es cierto, una noche yo miré una sombra que entró a la sala y nos miró a todos; yo me quedé quieto, me dio mucho miedo, la sombra se acercó a la camilla de Lucas y se sentó en la cama como hablando con él; luego, salió rápidamente de la sala y a la mañana siguiente Lucas estaba muerto. Zulema: (Asombrada) Mario, ¿de qué murió Lucas?

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Mario: La enfermera… Zulema: De insuficiencia renal… Jefa: ¿Ya están otra vez asustando a las nuevas? (Zulema se levanta asustada y Gustavo se va a su cama). Zulema tiene razón, Lucas murió de insuficiencia renal, murió en tranquilidad. No les haga caso, están tan aburridos que inventan historias de gente muerta que viene a visitarlos. Colóquese bien en su cama que el doctor viene a revisión. Zulema, ayude al doctor con los expedientes. Zulema: Sí, señora. La jefa sale. Doctor: Buenos días, señores (acercándose a la primera camilla). ¿Cómo se siente hoy? Mario: El malestar normal después de una operación, estoy caminando para ejercitar un poco. Doctor: levántese la camisa, vamos a ver esa operación (lo revisa, hace un gesto de satisfacción). Muy bien, los puntos están sanos, en un par de días se los voy a retirar. (Dirigiéndose a Zulema) Mantener la dieta blanda y los analgésicos solo si los necesita. En unos días le doy el alta. El doctor se acerca a la segunda camilla. Doctor: Buen día, ¿cómo amaneció hoy? ¿Tuvo dolor, mareos o ansiedad? Carlos: Tengo la sensación de que aún tengo la pierna, después comienzo a sentir su ausencia y me da ansiedad… Doctor: La pérdida de un miembro del cuerpo es un proceso difícil

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de transitar, pero poco a poco lo irá aceptando y adaptándose a su nueva realidad. Una vez que la herida sane le enviaré a rehabilitación y ellos le ayudarán a tener una mejor calidad de vida, también tendrá opciones de prótesis que le ayudará a regresar a su vida normal. Carlos: ¿Qué voy a hacer sin mi pierna, doctor? Doctor: Trabajemos en su recuperación, luego vamos a buscar una solución. Debemos mantener controlada la diabetes; si se descompensa, todo será más difícil. (Dirigiéndose a Zulema) Zulema, debe mantener limpia y seca la herida. Carlos: Gracias, doctor. El doctor se dirige a la siguiente camilla, Zulema va detrás de él. Doctor: Don Gustavo, ¿cómo está hoy? ¡Hombre! Ya se le ve mejor el semblante. Gustavo: Mi familia me vino a visitar ayer, doctor; eso me levantó el ánimo. Ya quiero que me dé el alta. Doctor: Muy bien que mantenga el buen ánimo, eso le ayudará a recuperarse más rápido. Gustavo, aún no le puedo dar el alta; tendrá que esperar hasta que la herida siga sanando y deje de despedir pus, así que hay que seguir controlándola. (Se dirige a Zulema) Vamos a mantener las inyecciones y limpieza tres veces por día, gasas nuevas después de cada limpieza. Se dirigen al siguiente paciente, Zulema siempre está escribiendo las indicaciones del médico en los expedientes. Doctor: ¿Cómo se ha sentido? ¿Alguna molestia? Pablo: Doctor, me siento muy débil y solo quiero dormir. No tengo 129


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ánimos de caminar ni de levantarme de la cama. Zulema: A él se le está manteniendo con complejo vitamínico, se levanta solo para ir al inodoro o cuando se va a bañar. Doctor: Me dijeron que usted está comiendo muy poco, necesita alimentarse bien para recuperar las fuerzas y pueda ir a su casa con su familia. Pablo: ¿Para qué doctor? Afuera no me espera nadie (Le da la espalda al doctor). Doctor: Ya terminamos con las transfusiones de sangre, vamos a seguir cuidando de usted, necesito que nos colabore. Caminan con Zulema hasta la puerta de salida. Doctor: Hemos terminado. Zulema, veamos cómo evoluciona Pablo; si no, tendremos que remitir al psicólogo. El doctor saca algo de su bolsillo y lo lleva a la boca. Zulema: Yo estaré pendiente doctor; cualquier cambio o alteración, se lo informo. ¿Qué es ese olor? Doctor: (Ríe) Cardamomo ¿Quiere? (Le extiende uno a Zulema). El doctor sale de la sala, Zulema se queda parada en la puerta con los expedientes y el cardamomo en la mano. Mario: (Riendo) Creo que a usted le asustó más la seño que la historia de la muerta. Zulema: Me van a llamar la atención si me quedo más tiempo con ustedes, no quiero que me despidan en mis primeros meses de trabajo…

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Gustavo: ¿Cómo sabe que murió Lucas? Zulema: Porque leí los expedientes de todas las salas a las que me asignaron y aún estaba el de Lucas. Mario: Una enfermera muy dedicada. El doctor le dijo a la seño que usted era una enfermera muy inteligente y muy acuciosa con los expedientes. Gustavo: Se va a poner celosa la seño siendo usted tan inteligente (ríen). ¿Por qué no estudio para ser doctora? Entra la jefa de enfermeras, se queda escuchando desde la puerta lo que hablan. Zulema: Me gusta mucho ayudar a otros y el doctor no pasa tiempo con los pacientes, las enfermeras somos las que conocemos mejor a los pacientes. Me apasiona mi trabajo y quiero ser una muy buena enfermera, como lo fue mi abuela. ¿Quieren que les consiga algo para leer? Así ya dejan de estar inventando historias de enfermeras asesinas (ríe), Gustavo es el único que le saca provecho… Jefa: (Interrumpiéndola) Usted no está aquí para buscarle actividades a los pacientes. Cumpla con sus obligaciones, hay más pacientes por atender. La Jefa toma los expedientes de las manos de Zulema, sale. Zulema: Sí, señora (sale tras ella).

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Escena Segunda En la misma sala del hospital, Mario camina a lo largo de la sala, Gustavo está sentado en el borde de la cama, el resto de los pacientes permanecen acostados en sus camas. Carlos: Mario, ¿podría pasarme agua?, por favor. Gustavo: Yo se la paso hombre. ¿Es hora de tomarse sus pastillas? Carlos: No, no es hora; pero tengo mucho dolor en el pedazo de pierna que me quedó. Mario: ¿Quiere que llame a la enfermera? Carlos: No. Además, hace un rato la seño le llamó la atención a Zulema por venir a verme. Gustavo: A veces pienso que ella… (no termina la oración). Carlos: Si pudiera hablar con el ángel de la muerte, le pediría el favor… Gustavo: (interrumpiéndolo) Ni lo diga, piense en su familia. Carlos: Porque pienso en ellas es que lo digo: mi madre es una mujer que necesita que le apoyen económicamente y mi hermana no tiene un buen trabajo, es difícil para ella encargarse sola de la familia. (Suspirando) Ahora yo soy una carga para ellas. Mario: Mientras hay vida, hay esperanza. Gustavo: Su familia lo ama. ¿Cómo va a pensar en la muerte? Se imagina el gran dolor… Pablo: O un profundo alivio. Es más fácil pagar un ataúd que mantener a un discapacitado lo que le resta de vida. 132


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Mario: (Alzando la voz) ¿A usted qué le pasa? Pablo: Ustedes no lo entienden porque… Mario: Eso no le da el derecho de decirle… Pablo: ¿Qué? ¿Qué es mejor la muerte a tener una vida limitada y en miseria? Deberíamos de tener el poder de elegir… Mario: ¿Quién se cree? ¿Dios? Pablo: Ojalá lo fuera, sería más benevolente con la humanidad, les daría el verdadero libre albedrío para elegir lo que quieren hacer con sus vidas, sin juicios… Gustavo: Yo no voy a debatir las creencias de ninguno de los dos, eso me da igual; lo que sí le voy a pedir es que respete al compañero, ¿qué no le conmueve su estado? Ayúdenos a… Pablo: “Si hay vida, hay esperanza”, ¿con esas frases inútiles? Al hombre le cortaron la pierna y es diabético. ¿Cómo se sentiría si eso le pasara? Mario: Desgraciado, merece ser ciego… Gustavo: Mario, contrólese, que no le gane el enojo… Pablo: Déjelo que se desahogue, es fácil decirle al otro qué hacer y cómo sentirse, cuando él no puede solucionar sus propios conflictos. Mario quiere golpear a Pablo, Gustavo lo detiene. Mario: Lo voy a matar. Pablo: Pues máteme, me haría un gran favor… Gustavo: Cálmense, Mario. Tranquilo, no vale la pena caer en provocaciones. 133


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Carlos: Pablo tiene razón, él me comprende. Es un ser miserable igual que yo: un pobre ciego y… Mario: No sea negativo hombre, tenga esperanza. Carlos: Toda mi vida he luchado contra la diabetes, cansado de usar insulina. ¿Sabe lo que es para un niño no poder comerse un chocolate? ¿Sabe lo que cuesta una ampolleta de insulina? En el hospital nunca hay, así que siempre tengo que tener el dinero mensual para comprarme las inyecciones. Ya imaginará lo difícil que es para un don nadie como yo, un simple albañil que gana pocos centavos en las obras en donde me llaman; no tengo ningún beneficio, ni prestaciones, seguro social, vacaciones y aguinaldo… nada. El maistro con el que trabajaba se hizo de la vista gorda cuando me golpeé la pierna en la construcción; solo me vinieron a dejar al hospital y avisaron a mi familia. “Es un simple empleado por horas, no tenemos responsabilidades con él”, dijo eso y se fue, nunca más volví a saber de él. Ahora me cortan la pierna y existe una probabilidad alta de que me corten la otra. Pablo: Si uno no quiere vivir, ¿por qué… La jefa de enfermeras entra a la habitación. Jefa: Vivir solo por vivir, no vale la pena… Gustavo: Seño, ¿Cómo puede…? Jefa: Regresen a sus camas, y si quieren seguir discutiendo si vale o no vale la pena vivir, háganlo sin gritar. Este es un hospital, señores, y hay más pacientes que necesitan tranquilidad, ¿comprenden? (Sale de la habitación).

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Escena Tercera Es de noche, todos duermen. La jefa de enfermeras está inyectando a Pablo a través del suero, salé. Luego, entra Zulema para hacer la ronda de supervisión. Pablo: Zulema, ¿es usted? Zulema: Sí, Pablo. Soy yo. (Acercándose a la cama de Pablo) Lamento haberlo despertado. Pablo: No, no estaba dormido. Zulema: ¿Le molesta algo? ¿Tiene insomnio? Pablo: No, simplemente no puedo dejar de pensar. Zulema: ¿Quiere que le dé zolpidem para dormir? Pablo: No, gracias. Quiero que siga el ruido en mi cabeza, quizá en medio de ella encuentre la tranquilidad que mi alma necesita. Zulema: ¿Puedo ayudarle de alguna manera? Pablo: No. Zulema: Buenas noches, trate de dormir. Aquiete su mente (Se dirige a la salida). Pablo: Zulema (ella se detiene). Zulema: Dígame. Pablo: ¿Usted cree en la existencia del ángel de la muerte? Zulema: (Acercándose). Es una historia que inventaron, o quizá alguien… Pablo: Pero, ha habido muertes misteriosas: dicen que el ángel los 135


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visita por las noches y… Zulema: Por favor, ¿realmente cree en esos cuentos? Pablo: ¿Cree en los espíritus? A mí las monjas me enseñaron que había espíritus malignos y otros de luz... Zulema: ¿Piensa que es la enfermera que viene a visitarlos? Si eso fuera cierto, entonces sería un espíritu bueno, porque estamos para ayudar, para servir; no para hacerle daño a un paciente. Pablo: Quiero hablar con él… me gustaría… ayúdeme a… Zulema: ¿Cómo puede pensar en algo así? Pablo: ¿Y por qué no? Zulema: Pablo… Pablo: Soy ciego, sin familia, me han cambiado toda mi sangre, era lo único que tenía de mi madre aparte de esta foto vieja… (se la muestra). Zulema: Su madre era una mujer muy bonita (le devuelve la foto). Era necesaria la transfusión… Pablo: Mi madre murió cuando yo era un bebe, me enviaron a un hogar de adopciones. Pero, ¿qué cree? Nadie me adoptó por ser ciego. La directora del hogar se convirtió en una madre para mí; ella también murió cuando era niño. Después de eso, cerraron el hogar y nos enviaron a diferentes instituciones donde había todo tipo de niños; algunos eran delincuentes, otros venían de la calle y nosotros los que veníamos del hogar. Los chicos nos golpeaban y violaban, un día jugando ahorcaron a uno de mis amigos porque no quiso compartir su comida. Cada noche yo le pedía a mi madre que me llevara con ella, quería que el sufrimiento parara; pero mi des136


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tino estaba maldito y ni usted ni nadie puede ayudarme… (silencio). ¿Puede describirme a mi madre? Zulema: Pelo negro y lacio, ojos grandes y oscuros, de tez blanca, tenía pecas, lo tiene en los brazos; se parece mucho a ella, no importa que le hicieran una transfusión de sangre… Pablo: Quiero descansar, aquietar mi alma y mi mente de tanto ruido. ¿Comprende? Zulema: Quizá, vengo de una familia pobre, luchadora, con otro tipo de conflictos. Aprendí que era necesario luchar y salir adelante. No se desespere, la ansiedad que siente es producto de los medicamentos. Pablo: No es ansiedad, es tristeza… la única que me ha acompañado desde el día que mi madre murió… (Un fuerte ruido viene del pasillo, Zulema se asusta y da un salto). Zulema: Por Dios, ¿qué fue eso? (sale). En medio de la oscuridad aparece una sombra que se va acercando lentamente a Pablo. Pablo: ¿Zulema? La sombra se para frente a la camilla. Pablo: ¿Quién es? ¿Madre? ¿O es, la que va a dar libertad a mi alma? La sombra se acerca sin decir una palabra. Pablo: Ángel de la muerte, yo… La sombra emite un sonido, Zulema aparece por la puerta y la sombra se esconde.

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Zulema: No sé qué demonios se cayó, aún tengo la piel de gallina. Dejemos de hablar de demonios y fantasmas. Pablo, mañana será un mejor día, trate de descansar. Pablo: Le prometo que dormiré tranquilamente. Pablo se acomoda en la cama, ella le ayuda a acomodarse, él le sujeta la mano. Pablo: Gracias por su ayuda, usted es una buena enfermera… (le suelta la mano). Zulema: Prométame que va a estar bien, mañana será un mejor día. Pablo: Se lo prometo. Zulema: Descanse. Ella sale de la habitación. La sombra aparece frente a la cama, se acerca a Pablo, él se queda quieto en la cama. El ángel de la muerte le pasa la mano por la cara, Pablo suspira y expira fuerte. La sombra sale.

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Escena Cuarta En la misma habitación por la mañana, entra la jefa de enfermeras. Jefa: Buenos días, siéntense para tomarles la temperatura (Todos se sientan, Pablo no se mueve de la cama). Pablo siéntese (acercándose a él). ¿Cómo se siente hoy? ¿Pablo? Ella lo toca y se da cuenta de que el cuerpo está frío, sale sin decir nada; en pocos minutos regresa con el doctor. El doctor lo revisa, le toma el pulso, trata de escucharle el corazón. Doctor: Llame a la morgue para que vengan por él, murió en la madrugada. Zulema entra y se para frente a la camilla. Zulema: ¿Qué pasó? Doctor: Murió mientras dormía. Zulema: Se ve tranquilo, parece que está dormido. Jefa: Zulema, vaya a organizar los medicamentos para los pacientes y retíreles el termómetro. Zulema: Pero, yo quiero… Jefa: No, yo me encargo del cuerpo. Vaya a hacer lo que le estoy ordenando. Doctor: (Se dirige a la jefa de enfermeras). Avise a los familiares. Jefa: En todo este tiempo nadie vino a visitarlo y… Zulema: Él no tenía familia, era huérfano… Jefa: Zulema… 139


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Zulema: Disculpe, ahora me voy. Zulema retira los termómetros de los pacientes, va anotando en los expedientes, luego sale. Todos están en silencio. El médico pone una sábana sobre Pablo, luego salen de la habitación. Mario: El ángel de la muerte nos visitó. Carlos: Debió llevarme a mí y no a él… Gustavo: Cállese hombre, no lo vuelva a invocar. Entran la jefa de enfermeras y dos hombres con una camilla. Pasan el cuerpo a la camilla y salen. Entra una mujer con un carrito de ropa. Jefa: Limpie y cambie las sábanas. (Sale). La mujer quita las sábanas de la cama y coloca otras. Toma un trapo, le pone un líquido, limpia las partes de metal de la cama y la mesa. Entra Zulema, acercándose a la cama, toma las pertenencias de Pablo; se le cae la foto, ella se agacha a recogerla y encuentra una ampolla en el suelo, está sobre un pedazo de papel. Se levanta y mira detenidamente la ampolla y el papel. Gustavo: Me parece mentira que Pablo muriera. Zulema pone la ampolla en la bolsa de su uniforme y se da la vuelta para verlos, la mujer que limpiaba sale. Zulema: Sí, es difícil de creer que muriera tan repentinamente. Carlos: Fue el ángel de la muerte… El doctor entra, se queda al lado de la puerta. Doctor: Zulema. Ella se acerca a él. 140


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Zulema: Dígame. Doctor: ¿Este es el primer paciente que se muere estando bajo su cuidado? Zulema: (Llorando). Sí. Doctor: Algunos pacientes logran recuperarse, otros mueren. Hay muchos que mejoran y repentinamente recaen y mueren. Lamentablemente. Pablo no… Zulema: Él sabía que iba a morir… Doctor: (Interrumpiéndola). ¿Dijo algo más? Zulema: Me habló un poco de su vida, lo triste que había sido. Doctor. me siento responsable, él necesitaba ayuda y yo le dije que se durmiera. Debí quedarme toda la noche acompañándolo. Doctor: No es su culpa, usted no es responsable de su muerte. Estaba deprimido, débil; su salud mental estaba muy inestable, no quería vivir. Zulema: El ángel de la muerte lo mató. Doctor: ¿Cómo puede creer en eso? Zulema: Ya no sé si creer o no, pero algo extraño está pasando aquí… Doctor: No se deje llevar por las historias de los pacientes… ¿Cree que el fantasma de una enfermera vino por él? Zulema: ¿Y si no fuera un fantasma? Doctor: Zulema… Zulema: Voy a... Pablo se estaba recuperando lentamente, pero iba 141


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por buen camino. Doctor: La recuperación no solo es física, también es psíquica. El paciente tenía un desequilibrio emocional; justo mañana tendría su primera cita con el psiquiatra, yo lo había remitido porque me preocupaba que atentara contra su vida. Él no tenía deseos de vivir, se entregó a la muerte. Sé que es triste sobre todo cuando venimos iniciando (silencio). Cuando era residente de último año tuve un paciente, Roberto. Recuerdo muy bien la tarde que llegó a la sala, tenía cáncer y a pesar de que el dolor lo torturaba, él siempre sonreía. Mi maestro me regañaba porque yo pasaba mucho tiempo con él, no tenía familia, nadie lo acompañaba, yo pensaba que se iba a recuperar con el tratamiento; pero no lo logró, el dolor y la soledad fueron más fuertes que él. La noche que murió yo estaba junto a su cama, el tomó fuerte mi mano, me sonrió y murió (Silencio). Yo quedé destrozado, me sentía culpable; pasó mucho tiempo para que yo recuperara la confianza en mí mismo. Mo caiga usted en eso. No fue su culpa (le da un cardamomo). El doctor sale. Zulema saca de su bolsillo la ampolla que encontró, la observa. Se da la vuelta y ve a los pacientes. Gustavo está escribiendo en una libreta, Mario mira por la ventana, Carlos duerme.

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Escena Quinta En la sala, los pacientes realizan diferentes actividades: Carlos lee, Gustavo escribe y Mario, impaciente, camina de un lado a otro. Carlos: (Leyendo una revista). Mario, ¿estás planeando hacer un surco? Mario: ¿Ah? Carlos: No has dejado de caminar desde que te levantaste. Gustavo: ¿En dónde andan tus pensamientos? Mario: Lo de Pablo me tiene inquieto. Carlos: A todos. La vida es como la neblina, así decía mi abuela. Mario: Su muerte fue muy abrupta… Gustavo se acerca a Mario y le habla en voz suave para que Carlos no escuche. Gustavo: ¿Por qué estabas en la cama de Pablo el día que murió? Mario: ¿Qué? Gustavo: Yo me desperté y te vi… Entra la jefa de enfermeras con el carrito de medicamentos. Jefa: Señores, a sus lugares. (Acercándose a cada paciente, les coloca los termómetros, le da pastillas a Gustavo y a Carlos. Llegar a la camilla de Mario) Mario, voy a inyectarle, acomódese… Mario: No. Jefa: ¿No qué?

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Mario: No quiero que usted me inyecte… Jefa: No le estoy preguntando si quiere o no, le estoy diciendo que lo voy a inyectar… Mario: No quiero que lo haga usted… Jefa: Hombre, ¿qué le pasa hoy? Alzan la voz. Entra Zulema. Zulema: ¿Qué pasa? Se escuchan los gritos hasta el pasillo. Jefa: Que el señor Mario hoy amaneció siendo un niño berrinchudo… Mario: Solo quiero que usted no me inyecte, que lo haga Zulema. Jefa: Se da cuenta lo que ocasiona usted por andar consintiendo pacientes. Zulema: Mario, está siendo muy grosero con la seño, discúlpese con ella… Mario: No estoy siendo grosero, simplemente no quiero que ella me inyecte… Zulema: ¿Por qué? Jefa: Yo no tengo tiempo para perderlo con niñerías, hágase cargo Zulema. La jefa de enfermeras sale. Zulema: Mario, ¿por qué se comportó de esa manera con la seño? Mario: Tengo mis razones. Zulema: ¿Cuáles son? 144


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Mario: Es que no sé si debo… Zulema: (Molesta). Bueno, son cosas que no deben volver a ocurrir. (Zulema retira los termómetros y regresa con Mario). Ahora sí, ¿lo puedo inyectar? Mario: Zulema, no se moleste conmigo, lo que pasa es que es algo serio lo que tengo que decirle. Acérquese. (Zulema se acerca a Mario). Yo miré a la seño inyectar a Pablo la noche en que murió. Zulema: ¿Qué tiene eso de extraño? Mario: Esa noche, ¿quién estaba de guardia? Zulema: Yo… Mario: ¿Por qué lo inyectó ella si era usted la que estaba de turno? Además, lo hizo minutos antes de que usted entrara... Zulema: Quizá Pablo le pidió algún calmante, él estaba muy inquieto esa noche. Mario, no se haga historias en la cabeza… Las novelas déjeselas a Gustavo que ese es su trabajo, pero usted es un hombre que dedicó su vida al servicio de otros en un hospital, sabe que estamos para ayudar al paciente en su recuperación… Mario: Zulema… Zulema: No se hable más del asunto y discúlpese con ella cuando regrese. Vamos, que lo voy a inyectar. (Mario se acomoda y ella lo inyecta. Zulema coloca todo en la carreta de medicamentos). Mantengan la tranquilidad, sé que es un momento difícil para todos; pero Pablo ahora descansa (sale).

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Escena Sexta En la estación de enfermeras está el doctor buscando en el armario unos medicamentos. Zulema llega, se aproxima hasta la puerta, mira al doctor. Voz fuera de escena: Zulema, por favor, presentarse en la sala de mujeres. Ella se aleja. Luego, Zulema regresa a la estación con unos expedientes en las manos. Zulema: ¿Ese ruido viene de aquí? Zulema deja los expedientes en el escritorio, se prepara un café y se sienta a completar los expedientes. La jefa de enfermeras entra y va directo al teléfono. Jefa: Buenos días, necesito que me envíes un camillero y una aseadora, tenemos una nueva inquilina para la morgue, piso quinto, sala A de mujeres. (Pausa). Todo bien, mi madre ya está en casa. (Pausa). Sí, sí. Mi hermana la está cuidando. (Pausa). Por favor, prioriza en mi pedido, ya sé que no tenés suficiente personal... sí... bien. (Pausa). A las seis… claro, en el café de enfrente. Adiós. La jefa cuelga el teléfono, se da la vuelta y mira a Zulema. Jefa: ¿Terminó con los expedientes? La jefa de enfermeras se dirige al armario, abre la puerta y saca unos medicamentos. Zulema: (Interrumpiéndola). ¿Quién fue la señora que murió? Jefa: La paciente de la cama 5, de la sala de mujeres… Zulema: ¿Qué fue lo que le pasó? Jefa: Ella estaba muy débil y su recuperación era lenta, pero iba por buen camino. La verdad creí que iba a salir de esto; he visto a muchas pacientes recuperarse y vivir un par de años más. Anoche 146


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se quejaba mucho del dolor… Zulema se levanta rápidamente y sale de la sala. Jefa: Zulema, Zulema. Que muchacha… va a tener que aprender a vivir con la muerte… Entra Zulema, trae una ampolla en las manos. Jefa: Zulema, no se involucre con los pacientes, usted está aquí… Zulema: Para ayudarles y cuidarlos, ya lo sé… (Se dirige al escritorio, se sienta y va a escribir; mira a la jefa quien está organizando medicamentos, los cuenta y anota en la libreta). Seño, usted la inyectó anoche para el dolor. Jefa: Sí… La jefa termina de escribir y organizar los medicamentos en el armario; cuando quiere cerrarlo, lo hace con mucha fuerza produciendo un ruido muy fuerte que se convierte en un eco hasta los pasillos. Zulema: Ese ruido… Jefa: No hay otra forma de cerrar esta puerta, tengo que pedirle a los de mantenimiento que vengan a repararla… Al escuchar el ruido, Zulema se levanta violentamente de la silla. Zulema: ¿Usted es la única enfermera que tiene la llave de ese armario? Jefa: ¿A qué viene eso? Zulema: Es la segunda vez que encuentro un frasco de morfina… Jefa: ¿Qué está insinuando?

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Zulema: Es la única con acceso a este medicamento. Jefa: ¿Me está acusando de mala praxis? Zulema: Dígame, ¿por qué tenía que inyectar usted a Pablo la noche en que murió? Jefa: Él tenía dolor, por eso lo inyecté… Zulema: ¿Pero yo era la enfermera de guardia, ¿por qué no me dijo que lo hiciera yo? Jefa: Zulema, usted estaba ocupada en la sala de mujeres, yo solo le ayudé para... Zulema: ¿Matándolo? Jefa: (Dándole una bofetada a Zulema). No le permito, tengo 30 años trabajando como enfermera y no tengo ninguna sanción por mala praxis… Zulema: La voy a denunciar, usted es la responsable de la muerte de Pablo. Jefa: ¿Se volvió loca? Zulema: Los pacientes no confían en usted… Entra el doctor. Doctor: ¿Qué está pasando aquí? Jefa: (Gritando). ¡Zulema enloqueció, doctor, y asegura que yo asesiné a Pablo... Zulema: Y sabrá Dios a cuantos más… Jefa: No le permito…

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Doctor: Calma, se da cuenta de la acusación que está realizando contra su superior. Si usted no tiene pruebas, no puede... Zulema saca los dos frascos de morfina. Zulema: Tengo las pruebas, son dos frascos de morfina. Este medicamento solo lo puede usar la jefa de enfermeras porque es la única que tiene llave del armario donde se almacenan… Jefa: Lo que yo le inyecté a Pablo fue oxicodona… Zulema: Entonces, ¿por qué razón he encontrado los frascos de morfina a la par de los cuerpos de los pacientes? ¿Descuido? Jefa: (Va a abofetear a Zulema y el doctor la detiene). Déjeme que le dé su merecido a esta niña insolente… Zulema sale corriendo de la habitación, sale al pasillo y se encuentra a Gustavo. Gustavo: Zulema, ¿qué le sucede? Zulema: Nada, nada… Gustavo: ¿Le volvió a llamar la atención la seño? Zulema: No, no se preocupe. No es nada. ¿Qué hace afuera de la habitación? Gustavo: Salí al baño y ya voy de vuelta a la habitación, no me regañe… Gustavo sigue caminando. Zulema: Gustavo (él se detiene y la mira) iba a buscarlo para preguntarle cómo va con su novela. Gustavo: (Sonriendo). Muy bien, anoche logré avanzar con la trama... 149


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Zulema: ¿Ya reveló quién es el asesino? Gustavo: Aún no, el detective anda tras las pistas. Zulema: ¿Cómo logro resolver la escena del asesinato? Hace dos días me dijo que se sentía bloqueado porque nunca había visto morir a alguien. Gustavo: Todo fluyó… Zulema: ¿Quizá la muerte de Pablo le ayudó? Gustavo: (Nervioso). No, Zulema, ¿cómo cree que la muerte de él podría ayudarme? Zulema: No lo sé, es el artista… Usted dígame. Gustavo: Zulema… Zulema: Disculpe Gustavo, vaya a dormir. Gustavo se dirige a la habitación. Zulema: ¿Le gustaría visitar la morgue? Gustavo: ¿La morgue? Zulema: Sí, creo que sería una buena experiencia para usted… Gustavo: Podría describir el rostro de un muerto. ¿Cree que haya algún cadáver que tenga una expresión de pánico? Zulema: ¿Pánico? Gustavo: Sí, recuerde que a mi personaje lo asesinan de forma violenta y me gustaría ver cómo es la expresión con la que queda la víctima. Zulema: Pablo tenía un rostro lleno de paz… 150


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Gustavo: Sí, por eso no me sirvió verlo. Zulema: (Ella lo mira de forma acusadora). ¡Ajá! Gustavo: Zulma, hay algo que he querido decirle, pero… (pausa) esa noche... (se queda en silencio). Zulema: ¿Sí? Gustavo: Yo salí al baño, todos estaban dormidos y cuando regresé procurando hacer el mínimo ruido, miré a Mario inclinado en la cama de Pablo, se acercó mucho a él, parecía decirle algo al oído, Pablo solo suspiro fuerte, Mario se apartó rápidamente de la cama y se metió debajo de sus sábanas; esperé un rato y entré en silencio… Zulema: Quizá Pablo le pidió ayuda a Mario… Gustavo: No creo, ese día habíamos discutido fuerte con Pablo, Mario le dijo que lo iba a matar y al día siguiente… Pablo estaba muerto… Zulema: Gustavo, regrese a la habitación yo me voy a encargar de investigar qué fue lo que pasó… La jefa de enfermeras sale, pasa por el pasillo, se detiene, mira a Zulema; ella la mira y agacha la cabeza, la jefa sale. Gustavo entra a la habitación, Zulema regresa a la estación de enfermeras, entra silenciosamente. Doctor: Pase Zulema, he logrado tranquilizar a la seño; pero creo que usted le debe una disculpa, su acusación es muy seria… Zulema: ¿Usted cree que alguien más pudo haber asesinado a Pablo? Doctor: ¿Sospecha de otra persona? Zulema: Realmente no lo sé, pero Mario también tuvo un altercado 151


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ese día con Pablo y lo amenazó; uno de los pacientes miró a Mario en la cama de Pablo de una manera sospechosa. Recuerde que él fue laboratorista de este hospital y conoce muy bien de medicamentos, además lo investigue y tiene varios llamados de atención por mala praxis... Doctor: Mario… si alguien sabe cómo administrar medicamentos, es él. Usted dijo que encontró frascos de… Zulema: Morfina… Doctor: Sí, fue él. ¿De dónde obtuvo los medicamentos? Zulema: Debemos investigar eso… (Mira hacia la puerta). ¿Usted ya se marcha? Doctor: Voy a estar unos quince minutos más, necesito terminar de revisar unos expedientes… Zulema: Debo ir a hacer la ronda. (Camina hasta la puerta). Hasta mañana doctor, gracias por escucharme y creer en mí. Doctor: Zulema, quiero tanto como usted llegar al fondo de este asunto. Trate de mantenerse tranquila e investigar de forma muy sutil. Zulema: Lo haré doctor. Doctor: Hasta mañana. Zulema: (Sale y regresa). Doctor, casi se me olvidaba: hace un rato llamó la jefa de Recursos Humanos, dijo que olvidó marcar una salida, que pase por la oficina. Doctor: Gracias. Zulema sale, el doctor se queda revisando los expedientes, se lleva un 152


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cardamomo a la boca. Escena Séptima En la sala de enfermeras está el doctor tomando café con la jefa de enfermeras, entra Zulema y tras de ella entran Mario y Gustavo. Doctor: La escuchamos. Zulema: Bien, siéntense (indicándoles a Gustavo y a Mario). En el pabellón han muerto dos pacientes más de forma sospechosa, sé que son casos difíciles y se podía esperar que fuera así. Pero, hay un patrón en las muertes: he encontrado evidencia que el o la asesina utilizó morfina para matarlos. Bien, ustedes cuatro son sospechosos de esos crímenes. Gustavo: (Levantándose). Yo, ¿por qué soy sospechoso? Si yo le alerté de lo que estaba pasando. Zulema: Pero se le olvidó mencionar que usted también estuvo cerca de Pablo esa noche. Reconstruyamos los hechos: salió al baño y cuando regresó fue directamente a la cama de Pablo y describió en su novela cómo se veía el rostro Pablo (Saca una hoja de papel arrugada): “Conocí la cara de la muerte esta noche, pareciera que la muerte chupara poco a poco el rostro hasta dejarla piel y hueso, es como si la parca se tomará el río de nuestra vida y nos dejara secos”. Encontré en el basurero esta hoja de papel que pertenece a su cuaderno, el que usa para escribir su novela, tiene su firma y la hora en que lo escribió. Gustavo: Yo no lo maté, solo quería describir el rostro de una persona condenada a la muerte; pero no me servía porque él tenía un semblante muy relajado esa noche. Mario fue el que lo asesinó, lo miré inclinado sobre él. 153


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Mario: (Mario se levanta de forma violenta). Sí… Zulema: (Deteniendo a Mario). Permítame (Mario se vuelve a sentar). Mario me confesó que miró a la seño inyectar a Pablo esa noche… Jefa: Zulema, usted no era la única preocupada por el bienestar de Pablo. Antes de irme siempre iba a verlo para saber si necesitaba algo, solo que yo no soy como usted, quien quiere que todo el mundo se dé cuenta de lo buena que es; yo no lo hago público… Zulema: (Interrumpiéndola). Usted fue a inyectarle sin comunicármelo a mí que era la encargada de la guardia esa noche… Doctor: ¿Y yo por qué soy sospechoso? Zulema: Doctor, ¿hasta qué hora estuvo usted en el hospital anoche? Doctor: No sé, quizá hasta alrededor de las dos de la madrugada, ¿por qué? Zulema: Seño, ¿cuántas personas tienen acceso a las llaves del armario de medicamentos? Jefa: Solo yo. Zulema: Doctor, yo lo miré abriendo el armario y sacando medicamento. No dije nada porque creí que los médicos también tenían acceso, hasta que la seño dijo esta tarde que ella era la única que tenía las llaves. ¿Por qué tiene una copia usted? Doctor: (Se levanta mostrando sus llaves). Dígame, ¿cuál de estas llaves es la del armario? Jefa: (Llevándose las manos al rostro). Quizá no tenga la llave, pero... Doctor: (Dirigiéndose a Zulema). Deje de decir tonterías, yo no le haría daño a un paciente; yo busco el bienestar de ellos. 154


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Jefa: (Sentándose). No sé qué decir. Mario: No logro entender que es todo esto… Gustavo: Yo sí, uno de ustedes asesinó a Pablo. Doctor: O lo asesinó usted, Gustavo… Gustavo: ¿Yo? ¿Cómo? ¿Con un lápiz y un cuaderno? Reconozco que quería describir a una persona muerta porque nunca había tenido la experiencia; pero Pablo no estaba muerto, estaba profundamente dormido. Zulema: Eso quiere decir que la seño no es la asesina. Jefa: Vaya, por fin se le iluminó el cerebro y dice algo sensato. Zulema: La jefa entró a darle una inyección para el dolor a Pablo, salió rápido porque no quería que yo la mirara siendo sensible a la necesidad de un paciente. Gustavo se levantó y salió a buscar algo que lo inspirara para poder seguir escribiendo su novela; cuando regresó, miró a Mario inclinado en la cama de Pablo. Se quedó escondido para ver qué es lo que sucedía, esperó que Mario se fuera a su cama y se durmiera para entrar y fue directamente a ver a Pablo; le sorprendió verlo tan tranquilo, dormir profundamente, y eso le inspira escribir... Gustavo: (Interrumpiendo). Pero estaba así porque Mario ya le había dado algo para asesinarlo. Él trabajó muchos años en un hospital, sabe cómo aplicar medicamentos… Mario: No sea tarado hombre, yo fui a verlo porque él estaba inquieto y se movía mucho; le tomé el pulso que estaba un poco acelerado, entonces me di cuenta de que le habían inyectado algo fuerte para adormecerlo y poco a poco se fue tranquilizando; pero, amaneció 155


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muerto, lo que significa es que la seño le dio algo para que muriera mientras dormía… Jefa: Le di oxicodona, un medicamento para el dolor, y un poco de relajante para que duerma… usted pudo haberle dado algo para que muriera, admita que logró una jubilación antes de que le retiraran la licencia por mala praxis y experimentar con sustancias... Zulema: Mario ha sido enfermero y laboratorista, él es sensible en su sueño, trabajó tantos años que un sonido por pequeño que sea lo despierta. Bien, todos estos sucesos se dieron entre las diez y las doce de la noche. Yo entré a las doce y cuarto para mi ronda, Pablo se despertó y me dijo que no estaba durmiendo bien porque sus pensamientos eran muy rápidos, eso fue producto del medicamento que le inyectó la seño y al despertarse estaba mareado; le ofrecí algo para ayudarle a dormir y él dijo que no. Mientras estaba con él, hubo un ruido muy fuerte en el pasillo, yo salí a ver qué sucedía; fue un golpe fuerte, como que cerraron una puerta con mucha fuerza. Cuando salí al pasillo y estaba a punto de entrar a la sala de enfermeras me pareció ver a alguien entrando a la habitación de los pacientes; pero, como estaba asustada, pensé que era producto de mis nervios. Regresé y Pablo estaba más tranquilo, dijo que iba a dormir y yo tenía que continuar con la ronda. Doctor: Zulema, ¿cuál es el punto? Tengo que hacer ronda en diez minutos… Zulema: Gustavo se levantó y salió de la habitación para caminar, la seño entró para inyectar a Pablo. Mario se despertó y miró esa escena. La seño salió rápido, Pablo se quejó y Mario se levantó a ver qué es lo que le sucedía. Al darse cuenta que era producto del medicamento se fue tranquilo a su cama. Gustavo que regresó a la habitación y observó lo que estaba pasando, asumió que Mario le dio 156


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algo para matarlo y su deseo de tener un encuentro con la muerte lo hizo acercarse a ver a Pablo; pero el medicamento ya le había hecho efecto y él estaba dormido. Doctor: (Ríe). Zulema, ¿usted de verdad cree que esto fue un asesinato? Miré a su alrededor, está en un hospital, aquí mueren personas todos los días… Pablo murió porque su organismo estaba rechazando las transfusiones y acuñado a eso el poco deseo de vivir que tenía; él estaba débil, cansado, simplemente se entregó a la muerte… y usted está cansada, ha estado sin dormir varias noches y las muertes le han afectado mucho. Gustavo y Mario, regresen a la sala, ustedes no deberían de estar aquí, no tiene sentido. Jefa: Vayan a dormir, en un momento iré a realizar la ronda. Mario: ¿Zulema? Zulema: (Avergonzada). Vayan, todo ha sido un mal entendido… Gustavo: Vamos, Mario. Gustavo y Mario salen de la estación de enfermeras. Doctor: Esto es un gran mal entendido y creo que usted necesita ayuda… Jefa: Este asunto no se puede quedar así… Doctor: Zulema, usted es una mujer muy inteligente, ¿por qué está buscando tanta explicación a una muerte que fue natural? Zulema: ¡Basta, deje ya su actuación de buen doctor; usted ha estado inyectando morfina a los pacientes para matarlos! Yo lo miré buscando algo en el armario de medicamentos, y esa noche había un olor fuerte a cardamomo en el pasillo y aquí; usted es el único que lo mastica, su olor estaba aquí, en la estación de enfermeras, cuando 157


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entré esa noche. La puerta del armario se traba y he visto cómo la seño tiene que darle golpes fuertes para poder cerrarla, ese fue el sonido de esa noche… Doctor: Yo ni siquiera estaba en el hospital esa noche… Zulema: Miente… No puede probarlo, ese fue el día que usted olvidó marcar la hora de salida en su tarjeta, lo dijo la jefa de Recursos Humanos… Doctor: Zulema, enloqueció… la jefa de enfermeras ha estado sentada observando a Zulema y al doctor mientras discuten. Se levanta repentinamente. Jefa: Una noche tuvimos una emergencia y necesitaba un medicamento, dijo que vendría usted para que yo siguiera atendiendo al paciente… yo le dije dónde estaba la llave, usted lo sabía... Zulema: Asesino, asesino… Doctor: Yo quería la recuperación de Pablo, como la querían ustedes… Jefa: Doctor, ¿qué ha estado haciendo? Doctor: ¿No me diga que va a creer en todas las locuras de Zulema? Ella es una enfermera novata que se ha dejado influenciar por las historias de los pacientes, sobre todo de las historias de Gustavo. Zulema: No, no. Sé muy bien que fue usted, ese olor que lo caracteriza estaba en la sala de hombres la noche que Pablo murió. El doctor sirve un vaso de agua y se lo extiende a Zulema, ella no lo toma. Doctor: Tranquilícese, está alterada por los nervios, no está pensan158


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do bien. Jefa: Zulema, ¿tiene pruebas de lo que está diciendo? Doctor: (Dirigiéndose a la jefa). Ella no está bien. Primero, la acusaba a usted; después, a los dos pobres hombres que han de estar con una gran historia metida en la cabeza por sus arrebatos, Zulema. Ahora soy yo el culpable porque sintió el olor a mi cardamomo… Zulema lleva la mano hasta la bolsa de su uniforme y saca los envoltorios de cardamomo y se los extiende a la jefa. Zulema: Los encontré junto con las ampollas de morfina. Son los envoltorios de sus dulces de cardamomo, doctor… Doctor: Debieron caerse durante mis rondas. Jefa: Su última ronda es a las cuatro de la tarde y las aseadoras limpian a las cinco de la tarde las salas. Por lo tanto, es imposible que hubiera basura en el salón. Zulema: No puede negar que usted es el culpable. Jefa: ¿Es usted responsable de las muertes, doctor? Zulema: (Gritando) Asesino, asesino, asesino… Doctor: Solo le di paz... Jefa: ¿Qué? Zulema: Al igual que a los otros pacientes… Doctor: Seño, usted debería de entenderme, todos queremos una muerte digna… Jefa: Si, pero queremos su recuperación; no su muerte.

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Zulema se desploma en una silla. Doctor: No podemos condenar a nuestros pacientes a morir en medio del dolor, lo que he hecho es liberarlos del dolor; nunca le he ayudado a un paciente sin su consentimiento… Jefa: ¿Qué está diciendo? Zulema: ¿Usted es Dios? Doctor: No, Zulema. Soy un simple mortal que quiere ayudar a los pacientes a morir con dignidad. No soy de piedra, los veo sufrir y tengo que decirles que soporten, que hay alternativas; yo miré morir a mi madre en medio del dolor y eso me desgarró el alma… Jefa: Lamento que la muerte de su madre fuera llena de dolor; pero eso no justifica lo que hace… Doctor: (Tomando agua). Claro, hay que dejarlos sufrir... Zulema: Doctor, ¿desde cuándo…? Doctor: Recuerda que le hablé de mi primer paciente… Zulema: ¿Lo mató? Doctor: Roberto no tenía familia y mis maestros me habían prohibido visitarlo fuera de mis horarios de rondas, decía que el mundo lo había abandonado. Él tuvo el mismo cáncer por el cual había muerto mi madre. Esa noche que lo visité, tomó mi mano y me pidió que le ayudara a morir, que quería acabar con el dolor; el cáncer ya no tenía retroceso, había invadido otros órganos de su cuerpo, estaba destinado a morir. Sujeté su mano fuerte, clavé la aguja, fue un momento de tormento y liberación. Pasé mucho tiempo juzgando y tratando de comprender lo que había hecho… ¿Fue una buena acción o no? 160


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Zulema: ¿Qué vamos hacer? Jefa: Lo que se debe, entregarlo a la policía… Doctor: Cuando se está enfrentando a la muerte, entonces uno tiene que tener una idea muy clara de qué es la muerte para poder convivir con ella, lidiar con ella, amigarse con ella; confrontar cuando es necesario… (pausa, respira profundo). Zulema pone su mano sobre el teléfono, mira al doctor y a la jefa de enfermeras. Apagón.

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FLUSH En algún lugar no muy lejano Leonardo Banegas


LEONARDO BANEGAS Artista Escénico Leonardo Banegas, nació en Tegucigalpa (Honduras) en 1989. Abogado, escritor y actor egresado de la Escuela Nacional de Arte Dramático (ENAD). Es miembro fundador del Proyecto La Fábrica. En su faceta actoral, ha formado parte de numerosas obras teatrales y proyectos audiovisuales. Ha publicado “Sweet-Jab” España, editorial La Equilibrista 2021. “Desde que te dejé” CELCIT (Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral) 2021, la cual ha sido montada en México, por alumnos del Instituto de Artes de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. Correo electrónico: fredyleo89@gmail.com


PERSONAJES

RENZO

BLOOM

ROSS

MR. PITTER PATTER

NORA

DR. JACK POLLOCK

ROSITA

MR. WISDOM

KODA

MR. PAIN

IVANOVA

MR. MISERY

CAILÍN

CARCELERA UNO Y DOS

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PRIMERA PARTE: CAMALEÓN


FLUSH

1. Forajido Lugar: Cárcel del Rymden. Suena Them Bones de Alice in Chains. En el centro de una celda se observa la silueta de un hombre, está sentado sobre una silla rústica, completamente encorvado, con el rostro apuntando al suelo. Una luz tenue lo alcanza desde el tragaluz, está por amanecer. Todo lo demás se encuentra en completa penumbra. En el suelo hay mechones de cabello que pertenecen a RENZO y quien ha sido completamente rapado. El alcaide ingresa a las instalaciones en compañía de un par de guardias. Mr. Pitter Patter: ¡Renzo! Al menos eso dicen sus documentos. Confío que ya se ha dado cuenta de su paradero; sino, permítame refrescarle la memoria (Las carceleras revisan sus signos vitales y toman una muestra de ADN). Mr. Pitter Patter: Fue capturado mientras intentaba ingresar a nuestros dominios. ¡Felicidades! Lo ha logrado, está usted en el Rymden, en la prisión para ser más exactos. ¡Ah! Disculpe mi falta de modales, olvidé presentarme: soy Mr. Pitter Patter, el alcaide de este centro penitenciario. Ya tendremos tiempo para conocernos mejor… Bien, dejemos las introducciones y… por favor, vaya olvidándose de eso que ustedes llaman vida más allá de nuestras fronteras. Pronto será usted un hombre nuevo, no lo dude. (Da un par de palmadas). ¡Vamos! CARCELERA UNO sujeta a RENZO, obligándolo a mantener la boca abierta, mientras CARCELERA DOS trata de hacerlo tragar una píldora. 168


LEONARDO BANEGAS

Renzo: (Escupe la píldora e intenta ponerse de pie, las guardias lo detienen). ¿De qué se me acusa, Peter Pan? Mr. Pitter Patter: ¡Es Pitter Patter! ¿Lo ha oído? Muéstrenle, chicas. Carceleras uno y dos: (Con no). ¡Mr. Pitter Patter!

un

ligero

zapateo,

al

uníso-

Mr. Pitter Patter: (Saca un estuche de píldoras de su bolsillo y obliga a RENZO a tragar una). Recuérdelo antes de dirigirse a mí nuevamente, este no es el país de nunca jamás; pero algo si es seguro: con esa actitud, usted jamás saldrá vivo de este sitio. Las carceleras hacen señal de reverencia. Acto seguido, PATTER abandona la celda. Carcelera uno: ¿Te ha quedado claro? No compliques las cosas o regresaremos. Carcelera dos: Mientras todos duermen. Carcelera uno: Cuando todo está en silencio. Carceleras uno y dos: ¡Y te arrancaremos los huevos! Ambas dejan la celda. Al llegar a la salida principal del pabellón, presionan un interruptor que activa el sonido de una alarma antibombas acompañada de un juego de luces frenético. Carcelera uno: Mira que tierno se ve sin esa melena. Carcelera dos: ¡Sin esa ropa asquerosa! Carcelera uno: Te ayudaremos a expiar tus pecados. Carceleras uno y dos: ¡Bienvenido! El cuerpo de RENZO vibra intensamente. Está aturdido por el suceso que 169


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la alarma antibombas le ha hecho recordar. Alguien presiona la descarga de un inodoro; es ROSS, quien aparece desde un costado poniéndose los pantalones, lleva un pañuelo amarrado en la cabeza, usa vendas en las manos y viste una camiseta sin mangas, ajustada y vieja; camina hasta llegar al costado de RENZO. Ross: Más vale que te acostumbres, aquí los rebeldes duran muy poco. Renzo: ¿Qué es lo que me han dado? Ross: Son vitaminas para rendir en el trabajo. Eso te dirán, recíbelas amablemente; pero no te las tragues. Renzo: ¿Por qué? Ross: Mantén los ojos abiertos y aprende a mezclarte si valoras tu vida… Te hacen olvidar, ese es el primer síntoma. Renzo: ¿Las píldoras? Ross: Sí, los primeros días tienes alucinaciones, piensas que quizá es producto del cansancio. Luego comienzas a olvidar tu pasado, a los tuyos, y finalmente despiertas un día sin saber quién eres. Entonces, estás listo. Renzo: ¿Para qué? Ross: Para ser parte de ellos (Se dirige al otro extremo de la celda donde hay un espejo roto y un lavamanos. Lava su rostro). Renzo: ¿Qué es este lugar? Ross: Eso depende de a quién le preguntes. Para los ciudadanos del Rymden, es solo una correccional; para Pitter Patter y a quienes sirve, es un parque de atracciones, le llaman el Sueño de Calígula.

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Renzo: ¿El Sueño de Calígula? Ross: ¡Vamos! Ponte de pie, pronto lo entenderás, levanta tu corona y guárdala para ti. (Saca una vieja hoja de afeitar que lleva escondida en uno de sus vendajes y rasura su rostro). Renzo: ¿Hablas de mi cabello? Ross: Por supuesto, haces muchas preguntas… te sacarían el cerebro si les fueras útil después de eso, grábatelo de una vez. Nos cortan el cabello por que le temen a nuestras ideas, es la identidad lo que intentan arrancarnos, ¿entiendes? (Pausa). Tienen a la razón en baja estima, por ahora solo mantente alerta y aprende. Renzo: (Recogiendo su cabello, aún algo aturdido). Aún recuerdo el sonido de las sirenas el día del bombardeo. Ross: ¡No seas patético! Apenas me conoces y ya quieres mi hombro para ponerte a llorar. Tus problemas los puedes consultar con las ratas, aquí solo nos interesa la gente dispuesta a colaborar y preferimos evitar ese tema. (Toma la silla y la lleva hasta un extremo de la celda donde se encuentra una mesa y una escoba, la cual lanza a RENZO). Pronto nos sacarán al patio, apresúrate. Renzo: (Barriendo el lugar). Nos refugiamos bajo la mesa del comedor. Ross: ¿No puedes quedarte callado, cierto? Renzo: Hasta el viento huía despavorido desgarrando todo a su paso, lo supe cuando la onda expansiva alcanzó nuestra zona derribando los edificios, rompiendo las puertas y ventanas; entonces, escuché los gritos de auxilio… aún me despiertan por la noche. ¿Sabes? (Pausa). Recuerdo a mi madre tratando de sacar los trozos de vidrio enterrados en mi cuerpo, mientras mi padre gritaba por 171


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auxilio con sus ojos llenos de esquirlas. ¿Alguna vez has visto una estatua de Jesús llorando sangre? Ross: Ya no se ven muchas de esas… Renzo: Unos tipos armados y vestidos con trajes anti radiación irrumpieron en la casa. Yo seguía debajo de la mesa tratando de sacar un trozo de vidrio clavado en la planta de mi pie, los vi tomar a mi madre por la fuerza, y a mi padre forcejear con uno de ellos antes de recibir un disparo justo en la cabeza. No pude hacer nada para evitar que se la llevaran. Ross: (Colocándose labial). Intentaron quitarnos todo la noche del estallido. La ingenuidad, la piel y la vida misma. Apenas éramos unas criaturas cuando quedamos envueltos en la enorme explosión, sin hogar ni destino. Renzo: ¡Y de pronto si quieres hablar. Ross: Ahora cállate y escucha (Pausa). Un soldado presionó su bota contra mi cuello, mientras sus colegas arrestaban a mis padres y los metían en un camión militar. Corrí tras ellos tanto como pude, suplicando me dejaran subir, hasta que logré sujetarme de la compuerta trasera. El mismo soldado, que antes había tratado de asfixiarme, tomó su navaja y dando reiteradas puñaladas a mis manos me hizo caer sobre el concreto caliente (Pausa). El llanto desgarrado de una niña me trajo de vuelta, y por alguna extraña razón sentí consuelo. Al ponerme de pie, la encontré allí, justo frente a mí, con los brazos abiertos, cual rosa envuelta en llamas derramando sus pétalos… entonces, juré que me vengaría algún día. ¿Lo has oído? Renzo: Sí. Ross: Ahora que ya sabes que no eres especial, guárdate las emocio172


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nes con el resto. Se encienden las luces del pabellón. Ahora se puede ver el resto de celdas. Frente al centro se encuentra un área común donde se realizan diversas actividades. NORA sale de su celda. Nora: ¡Ivanova, ven de inmediato, me tienes harta! ROSS sale al patio atraído por los gritos. Ross: ¡Buen día, Nora! ¿Por qué tanto alboroto? Nora: Ya sabes, Ross, lo de siempre… ¡Ivanova, que vengas te digo! IVANOVA deja su celda seguido por KODA. Ivanova: (Adormilado). Aquí estoy, ¿qué quieres? Nora: ¡Has vuelto a tomar mi diario, entrégamelo ahora! Ivanova: Yo no lo he tomado. Pero déjame decirte algo, qué mal escribes… Nora: ¡Ya verás, suricata de alcantarilla! (Persigue a IVANOVA e intenta golpearlo). Koda: (Interponiéndose entre ambos). ¡Aquí está el diario! Disculpa, Nora, he sido yo. Le pedí a Iva que lo leyera para mí. Oye, ¿somos tus personajes? Ivanova: Que injusta eres al describirme, Nora. ¿Por qué me llamas así? Nora: ¡Por qué apestas a mierda! Ivanova: ¡Claro! Mientras tu escribes tus estupideces, yo me ocupo de hacer algo útil por el bien de todos. Además, no veo que hayas escrito mis hazañas en ese librito. ¿O sí, Koda? 173


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Nora: (Tomando su diario). Eso sería torpe de nuestra parte, ¿no te parece? Koda: Nora tiene razón, Iva. No podemos dejar ningún eslabón suelto, imagina que las guardias lo encontraran y descubrieran todo. Nora: Además, alguien debe documentar lo que aquí sucede, ¿no es cierto? (A IVANOVA). Y tú, calla o te elimino de la historia. Ivanova: Solo no me llames suricata de alcantarilla en tu libro; si es por falta de creatividad, déjame darte algunas ideas: el oso, destructor, el excavador. Nora: ¡Mmm! Insisto… suricata te va muy bien. Mejor vete acostumbrando, eso te pasa por andar metiendo las narices donde no debes. Ross: Ánimo Iva. Después de todo, no te queda tan mal… (Para sí mismo) Suricata… (Ríe burlonamente). Ivanova: ¡Lo que me faltaba! Koda: Puedes escribir una escena en la que grito: ¡Llévame a ver un tren! Nora: Es un trabajo biográfico; si lo haces, entonces lo escribiré. Koda: ¡Lo haré, no lo dudes! ROSITA y CAILÍN salen de su celda. Koda: ¡Rosita! Muchacha de mis ojos. ¿Cómo amaneciste? Rosita: Bien, tío Koda. (Abraza a KODA). Cailín: Viejo meloso… Ivanova: Tan ácida como siempre, déjalo en paz. (A CAILÍN). “Suricata”. 174


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Cailín: ¿Cómo me has dicho? (Todos ríen). Hazme el favor y cierra el pico, no soporto escucharte un segundo más. Ivanova: No sé qué es peor, si tu mal genio o ese hedor a cloaca que cargas. Ross: Ya basta. (A IVANOVA). A ti no hay quien te aguante. Cailín: Déjalo, Ross. Si todo sale bien, no tendré que volver a trabajar con este torpe. Ivanova: Claro, la próxima vez estaremos fuera de aquí. Cailín: ¡Cállate! Si sigues abriendo la bocota, nos van a cortar la cabeza antes de ejecutar el plan. A veces eres tan infantil. Ivanova: Infantil eres tú, que actúas sin convicciones. ¿Acaso solo yo quiero salir de aquí y saber qué fue de mis padres? Me pregunto si los habrán enviado a un campo de concentración, si me recuerdan o si al menos seguirán con vida. Rosita: Los míos murieron en la explosión. Koda: Yo era huérfano desde mucho antes. Ivanova: Lo lamento por ustedes, pero yo aún guardo la esperanza de volverlos a ver… Ross, ¿no quieres saber si los tuyos aún viven? Ross: Por supuesto, y también quiero venganza. Pero debemos ser astutos, guárdate la fanfarronería para otro momento. Ivanova: Solo digo que cuando llegue el momento de la verdad, más vale que recordemos todo lo que nos han quitado. Nora: Hablas bien, pero ten cuidado. Si te envenenas de odio, ellos habrán ganado después de todo.

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Ivanova: Maldita Bloom, quiero que muera ahogada en su propia sangre. Si tuviera el poder en mis manos, acabaría con esto de una vez por todas, la degollaría a ella y a todos sus súbditos; luego, expondría sus cabezas en la plaza y procuraría la paz para todos. Cailín: Sí, y luego te sentarías en su trono, nos cortarías la cabeza a todos nosotros y lo llamarías justicia para que nadie se atreva a cuestionarte. Ivanova: ¡Yo jamás haría algo así! Nora: No sería la primera vez que sucede. Tal y como eres de intolerante y metiche… tienes madera de dictador. Ivanova: ¡Ya les he dicho que no sería capaz de hacer algo así, par de estúpidas! Cailín: (A NORA). ¡Parece que el comandante necesita un cambio de pañales! Todos ríen, hasta que RENZO sale de su celda atraído por el bullicio. NORA grita del susto y junto a los demás se queda observándolo en silencio. Nora: (Rodeándolo). ¿Y a este biscocho cuando lo trajeron? Ross: Recién ayer lo ingresaron. Saluda, Renzo; ella es Nora. Renzo: Hola. Nora: ¡Muchacho! Déjame te presento al resto. Ella es Cailín, padece de mal genio; pero en el fondo es todo un dulce. Renzo: ¡Hola Cailín! Cailín: ¿Tienes un cigarro?

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Renzo: ¡Eh! No. Cailín: ¿Por qué me diriges la palabra entonces? Nora: ¡Lo ves, es un encanto! Bien, sigamos. Él es Koda, así de bonachón y todo como lo ves, ten cuidado de él. Tiene la mala costumbre de tomar lo ajeno. Koda: No le haga caso, joven; yo solo tomo lo que la gente deja tirado. Ivanova: Es cierto, Koda es incapaz de tomar cosas ajenas… bueno, de vez en cuando se pierde una que otra cosa; pero siempre las devuelve. Koda: (Saca una semilla del enorme abrigo que lleva puesto). Ahora que lo recuerdo… ¡mira, Iva, te conseguí la semilla de mango que tanto me has pedido! Una de las carceleras la dejó en su plato después de comer, la tomé mientras lavaba en la cocina. (Mostrándoles la semilla). Parece un bebe con el pelo alborotado, ¿verdad? (Todos observan la semilla con mucha curiosidad). Ivanova: Y yo defendiéndote. No te dejas ayudar, viejo. Me pones en avergüenza, dame eso… (Guarda la semilla cuidadosamente y se dirige a RENZO). Como ves, esta gente es ordinaria. Yo soy Ivanova, pero puedes llamarme Iva; cuenta conmigo si necesitas ayuda. Renzo: Gracias. (A ROSITA). Y tú eres… Rosita: Me llamo Rosita. Nora: ¡Ella es la cantante del grupo! Renzo: ¿La cantante? Nora: Si, aquí todos tenemos una función, algún talento. Yo soy es-

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critora (Entusiasmada abraza a RENZO). ¡Desde hoy serás parte del libro que estoy escribiendo! Renzo: Señora, ¿podría quitar su mano de mi trasero? Nora: ¡Ah, sí! Disculpa muchacho, es que perdí la sensibilidad en esta mano. Ivanova: Lo que ha perdido es la vergüenza… Cailín: Y tú el cerebro… Nora: Te he dicho que te voy a borrar de la historia. Ivanova: Está bien, me callo. Ross: Yo soy el bailarín. Nora: Y también nuestro estratega. Ross: Me gusta pensar que la estrategia es como la danza. Debe ser ejecutada con osadía y perfección. Cada movimiento en el instante preciso, con la contundencia necesaria para alcanzar el clímax, el momento en que la sangre comienza a correr por dentro y fuera. Danzar es aniquilar la espera Renzo, por eso bailo. Koda: (Eleva la mano). Yo soy bueno pasando desapercibido. Nora: Sí, cariño; tú eres ese. Ivanova: Y yo soy el… (CAILÍN, lo interrumpe). Cailín: Él es el loco que habla con las plantas. Ivanova: Al menos admites que soy bueno con las plantas. Cailín: He dicho que te la pasas hablando con las plantas. El pobre esta demente.

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Ross: ¡Bueno, ya! No van a empezar de nuevo… hay que reconocerlo. Iva es el mejor estudiando la conducta de las plantas y recolectando semillas. Cailín: ¡Por favor! No sería capaz de mantener vivo a un cactus. Ivanova: Eso y mucho más deseo hacer. Podríamos ayudar a la tierra a sanar, así prosperaríamos todos a la vez. Estas semillas representan la cura para nuestro hogar, volveríamos a respirar aire limpio y fresco, el horizonte se tornaría colorido y lleno de frutos (saca la semilla de mango de su bolso). He estudiado cuidadosamente la conducta de las plantas a lo largo de estos años y sé que con mucha paciencia podría crecer vida donde yace solo el recuerdo de una masacre. (A CAILÍN). A ti que te apasiona cuidar de la salud de los demás deberíamos trabajar en equipo; yo cultivaría y tú podrías desarrollar la medicina natural que nuestra gente necesita. CAILÍN escucha atentamente, quiere responder con una grosería; pero logra mantenerse en silencio, pensativa. Renzo: Siento haberlos interrumpido, me sorprendió escuchar risas en este lugar y quise saludar. Ross: No hay problema, ahora que ya sabes un poco de nosotros, dinos algo sobre ti. Koda: ¡Sí, cuéntanos! Se activan las sirenas y alarmas antibombas, desatando un ataque de pánico colectivo entre los presos, todos quedan petrificados. Las carceleras entran realizando una marcha portentosa desde ambos extremos de la plataforma ubicada al fondo sobre las celdas, se dirigen hasta el centro donde hay un micrófono. Carcelera uno y dos: ¡Boom! 179


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Suena Take a Quick Break, de Bugge Wesseltoft. Los presos quedan completamente desorientados. En conjunto, componen una imagen de devastación. MR. PITTER PATTER llega desde el fondo del centro hasta la altura del micrófono. Mr. Pitter Patter: Por mandato directo de nuestra líder Bloom, primera mujer del Rymden y madre de todos. Con relación a los actos de sedición cometidos por grupos insurgentes de La Tierra de Los no Deseados, la cámara de ministros declara lo siguiente: Tras casi veinte años de paz ininterrumpida, gracias al surgimiento de una nación que se eleva sobre los pilares del estatismo y la perfección de la especie humana. Hoy, nos vemos nuevamente amenazados por quienes intentaron destruirnos la noche del estallido. Quisieron borrar nuestro espíritu, arrancarnos la fe; pero resistimos, y nos hemos levantado más fuertes que nunca. Ciudadanos del Rymden, es nuestro deber informar que, a altas horas de la madrugada, los sistemas de seguridad reportaron el desplazamiento ilegal de grupos hostiles ubicados a unos cuantos kilómetros de nuestra frontera, por lo que enviamos a un equipo de reconocimiento aéreo. Para nuestra sorpresa y total desconcierto, desaparecieron por completo antes de que nuestros drones llegaran a la zona. Ante la inminente sospecha de ataque, se declara el estado de sitio y la aplicación de medidas extremas contra cualquier acto del enemigo extranjero que ponga en riesgo la salud, la fe, y el orden público. Esto aplica para todos los privados de libertad que esperan juicio en la penitenciaría, cualquier acto de conspiración será castigado con la muerte. No permitiremos sublevación alguna. Defenderemos el milagro que Madre Bloom ha obsequiado a nues180


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tros niños y niñas. El privilegio de nacer puros de sangre. Hemos sido librados del pecado de la enfermedad, de la imperfección que por siglos fue heredada de generación en generación. Eso ya no es más que un mal sueño, una pesadilla de la que Madre Bloom nos ha hecho despertar. Y hoy nos exhorta una vez más a mantener la calma, y recordar que somos el futuro de la especie humana. Mr. Pitter Patter: ¡Salve Bloom! Carceleras: ¡Salve! Mr. Pitter Patter: ¡La madre es el Estado, la madre es eterna! MR. PITTER PATTER realiza un fervoroso saludo militar y abandona el podio. Las carceleras ejecutan una marcha de salida. Desde las calles, las plazas y los callejones se escucha el vitoreo de los ciudadanos del Rymden celebrando a su líder BLOOM. Rosita: ¡Agua! (Abriendo sus brazos lentamente). ¡Agua, agua, por favor! Nora: ¡Mi niño, has vuelto! ¿Dónde te habías metido? Te busqué por todas partes, entre los escombros y las cenizas; prométeme que no volverás a soltar mi mano, la próxima vez huiremos juntos del peligro (Emula abrazar a alguien). Rosita: ¡Agua! Ross: ¡No se vayan, déjenme subir, quiero ir con ustedes, se los suplico! ¡Papá, mamá! (Con la mirada clavada en sus manos temblorosas). ¡Quema! Rosita: ¡Agua! Koda: Sigue ladrando Pequeño, sigue ladrando, voy por ti… ¡no te escucho, ladra! ¿Recuerdas el día que nos conocimos frente a un viejo trozo de pan? Intentábamos llenar el estómago y me ladras181


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te, ladraste ferozmente antes de dejarme recoger aquel mendrugo que juntos comimos tirados en la acera. ¡Vuelve a ladrar como ese día, ferozmente, ladra Pequeño! Desde ese día, has sido lo más grande para mí. Cailín: Yo quería creer en ti… Si acaso existes. ¿Por qué guardas silencio, como puedes permitir tanto dolor? Ross: ¡Quema! Rosita: ¡Agua, denme agua, por piedad! Ivanova: ¿Acaso no lo ven? ¡Los muros comienzan por dentro! Renzo: (Saliendo del aturdimiento). ¡Basta! Todos retoman la cordura, excepto ROSITA y CAILÍN quienes siguen en shock, el resto intenta tranquilizarlas. Rosita: Si la salida del Infierno conduce al olvido, abrazo la llama; prefiero el recuerdo. Ross: Tranquila, ya pasó… (Toma a ROSITA entre sus brazos). Todos pensaron que no llegarías con vida al amanecer, que tu cuerpo no soportaría tantas heridas, tanto dolor. Pero yo supe que crecerías fuerte y serías como la rosa que terca se abre camino entre la muerte; y lo hiciste, quien creería que detrás de tanto sufrimiento nacería tu canto, con el que apaciguas nuestra tristeza. No volverás a estar sola. Koda: Sí, mi niña, cuenta con tu tío Koda. Rosita: Ustedes siempre cuidando de mí… ¡Cailín! ¿Estás bien? Nora: Ya se pondrá bien, solo está demasiado exhausta. Cailín: (Con extrema discreción). Está hecho, Nora. 182


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Nora: ¿Salió de acuerdo con el plan? Cailín: Sí, ahora solo es cuestión de tiempo. Ivanova: Cuestión de tiempo para que decidan venir y nos exterminen a todos. ¡Debemos actuar! Ross: De ninguna manera, hay demasiado en riesgo. No podemos darnos el lujo de reaccionar de forma impulsiva. Hay que apegarnos al plan. (A CAILÍN). ¿Entregaste las órdenes? Cailín: Afirmativo, en este momento deben estar desplazándose a sus posiciones. Ivanova: ¿Te dieron la radio? Cailín: Sí. Ross: ¿Y funciona? Cailín: Fuerte y claro. Nora: Perfecto. Por ahora, dispersémonos. Ven conmigo, Cailín; necesito que me pongas al tanto de lo sucedido (Se dirigen a la celda de NORA). Ross: Muy bien, luego las alcanzo. Ivanova y Koda, vengan conmigo; tenemos que hablar. ROSS se retira a su celda, seguido por IVANOVA y KODA. ROSITA se acomoda el pañuelo que lleva amarrado a la cabeza y canta “Rosa de Hiroshima” sin percatarse de que RENZO la escucha en silencio. Al notarlo intenta marcharse apenada. Renzo: ¡No te vayas! Rosita: ¿Qué quieres?

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Renzo: Me llamo Renzo. Rosita: Ya sé cómo te llamas. Renzo: Hacía mucho que no escuchaba a alguien cantar. Rosita: ¡Ah, ya! (Retomando la marcha). Renzo: Mi madre decía que al cantar se sanan las heridas del alma. Rosita: Tu madre tenía mucha razón. Oye, ¿por qué me dices todo esto? Renzo: Disculpa, no te retengo más. Rosita: ¡No, ahora explícate! (Se acerca a RENZO con una mirada acuciosa). Renzo: No sé si te sonará extraño, pero al escucharte cantar sentí que algo se despertó dentro de mí; es como si hubiese estado endurecido desde la médula todo este tiempo. Perdí mi fe en las personas y abandoné toda esperanza de cambio al quedarme solo. (Pausa). Tenía diez años cuando ocurrió el estallido; desde entonces, solo me he dedicado a sobrevivir lejos de todos. (Pausa). ¿Cuánto puede soportar un ser humano sin afecto? Pensaba en eso mientras te escuchaba… veo que ustedes permanecen unidos a pesar de las circunstancias, se consideran familia entre sí y pienso que quizás me he estado perdiendo de mucho. ¿Cómo mantienen la esperanza? Me parece irreal. Rosita: ¡Qué chico tan rudo! No es tan difícil de entender. Ven, acércate. Lo que ocurrió la noche del estallido ya había sucedido mucho tiempo atrás en 1945, durante la Segunda Guerra Mundial, en una escala menor. Fue la primera vez que la humanidad presencio tal nivel de devastación; y al igual que ahora, en aquel momento 184


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hicieron que los ojos del mundo pusieran su atención en otra parte, que olvidaran el genocidio de miles de civiles inocentes. Y así fue, creyeron que jamás volvería a suceder. Renzo: ¿Cómo sabes todo eso? Rosita: Lo descubrimos mientras hacíamos expediciones, volvimos a las zonas afectadas con la esperanza de recolectar cualquier cosa que nos fuera útil ¿Puedes creer? Al principio encontramos toda clase de artefactos como: utensilios, aparatos electrónicos averiados y herramientas. Pero no era suficiente para nosotros. Buscábamos algo que nos ayudara a justificar nuestra existencia en un mundo donde el pasado parecía no existir. Lo logramos, descubrimos un edificio que, debido a su construcción, logró resistir; en su interior nos esperaba una biblioteca con libros sobre historia, filosofía, ciencia, medicina, biología, arte y religión. El mundo comenzaba a tomar sentido nuevamente. Luego, encontramos música, fotografías y documentos que nos ayudaron a reconstruir una memoria histórica. (Pausa). Ahora sabemos la verdad que por tanto tiempo Bloom ha tratado de ocultar a los habitantes del Rymden. Renzo: Impresionante, ¿cuántos libros has leído? Rosita: No lo sé. Se lo debo a Ross, no solo me encontró y curó mis heridas; también me enseñó a leer. Renzo: Me gustan tus marcas, van bien con tu nombre. Rosita: ¡Tonto! El nombre es culpa de Ross. Renzo: ¡Lo digo en serio! Rosita: (Sonrojada). A mí me gustan las tuyas. Las carceleras ingresan al pabellón. 185


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Carcelera uno: Todos fuera de sus celdas. Carcelera dos: Hora de trabajar inútiles. Carcelera uno: Vamos, moviendo el culo. Los prisioneros abandonan sus celdas y se ubican en fila, van saliendo del pabellón uno por uno, llevan trapos para secar el sudor. ROSITA y RENZO son los últimos en la fila. Carcelera uno: (A RENZO). Tú te quedas con nosotras. Carcelera dos: El Dr. Jack Pollock quiere verte. Carcelera uno: Al parecer, hay algo extraño con tu sangre. Carcelera dos: ¿Qué podría haber de extraño? Carcelera uno: No lo sé, sangre sucia por supuesto. Carcelera dos: (A ROCITA). Y tú, ¿qué haces aquí?, remiendo… ve con el resto o te parto la cara ahora mismo. ROSITA se marcha a los campos de trabajo. Renzo: ¡Cuídate, Rosita! (Es esposado y llevado con el DR. JACK POLLOCK). Oscuro.

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2. La cruzada del camello Lugar: Celda de Ross. Noche en el pabellón del Rymden. ROSS y RENZO, están sentados a la mesa uno frente al otro. Su apariencia es la de un par de obreros que han trabajado hasta dejar la última gota de energía en sus labores. Pensativos, comen las sobras de sus platos, en absoluto silencio. Ross: ¿Ves esa garrafa de agua en la esquina? Tráemela. Renzo: (Va por la garrafa y la pone sobre la mesa). Allí la tienes. Ross: (Come y bebe agua en repetidas ocasiones). Si despertaras en medio del desierto y tuvieras que elegir entre un manantial o un camello, ¿qué elegirías? Renzo: No tengo ni la menor idea. Ross: Sería una difícil decisión, ¿no crees? Por un lado, tienes abundante agua para hidratar tu cuerpo; pero el sol seguiría saliendo allá arriba y sin transporte para ir a ninguna parte, la gran estrella de los tiempos se convertiría en tu verdugo. La ceguera sería inminente, pronto serías incapaz de distinguir el cielo de la tierra en el horizonte, tu piel se quemaría a fuego lento y arderías a tal punto que desearías morir ahogado en ese manantial. Renzo: ¿De qué hablas? (Evasivo, intenta seguir comiendo). Ross: Por otra parte, tienes al camello. Una excelente opción si deseas salir del desierto, pero debes conocer el camino; de lo contrario, vagarías sin rumbo por un par de días y finalmente el camello se reusaría a llevar tu trasero a Dios sabe dónde. ¿Sabes qué es más fuerte que cualquier ideal humano, Renzo? El instinto animal:

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puedes intentar someterlo con elocuencia y elegancia, exponerlo a altas dosis de belleza; pero cuando menos lo esperes, reaparecerá hambriento y formidable. Eso somos, animales, el más erguido y maquinador entre toda especie. Es más, podríamos intentar conocernos largo y tendido ahora mismo, y al final solo obtendríamos una versión de nosotros mismos proyectada en el otro. ¿Tú te conoces Renzo? RENZO intenta elaborar una respuesta, pero ROSS lo interrumpe. Ross: Ahórrate las palabras. Todo lo que un hombre puede decir de sí mismo se reduce al plano de la sobrevivencia, allí es donde la auténtica personalidad aflora y la verdad sale a la luz. (Pausa). Hablando de luz y volviendo al tema, ¿sabes qué sucedería? El maldito camello terminaría por entender que lo estás conduciendo hacia su propia muerte y obedeciendo a su instinto te dejaría a merced de la gran estrella luminosa. Rezarías por un milagro, suplicarías al cielo la piedad de sus nubes. Finalmente, tus ideales más grandes y tu propia fe quedarían reducidas a una pequeña gota de agua. Enloquecerías creyendo que ves cientos de ellas caer del cielo, pero solo sería tu vida evaporándose frente a tus ojos. La muerte puede adoptar muchas formas, ¿sabes? En esta ocasión quizá vendría vestida de serpiente cascabel para inducirte una epifanía, mientras rodea tu cuerpo ahora sensible y apagado; y entonces, sin piedad, te traería de vuelta al inmenso páramo de arena para hacerte suplicar por un poco de su veneno, solo un poco que ayude a acabar con tu agonía. Renzo: Cállate. (Traga con dificultad). Ross: ¿Te sucede algo? Renzo: (Intenta tomar la garrafa de agua, pero ROSS se la arrebata). Dame eso… 188


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Ross: ¿El qué? Renzo: (Con dificultad). Dame… la maldita… agua. (Tose bruscamente). Ross: ¿Quieres agua, Renzo? Renzo: ¡A-GU-A! (Se está asfixiando). Ross: ¿Dime qué eliges, el manantial o el camello? (Meneando la garrafa). ¿Qué tipo de hombre eres? Renzo: ¡A-GU-A! Ross: ¿Vas a luchar por tu vida, o solo te echarás a lloriquear como lo hiciste el día que asesinaron a tu padre y se llevaron a tu madre? ¿Qué harás? (Meneando la garrafa nuevamente). Vamos, muéstrame quién eres, de qué estás hecho. Renzo: ¡A-GU-A… maldito… hijo de perra! (Cae al suelo derribando los platos sobre la mesa). Ross: (Derrama agua sobre el piso). ¡Bebe! ¿O acaso no sabes beber del piso que te sostiene? ¿Eres capaz de morir por orgullo? Forcejean. Justo cuando RENZO está a punto de colapsar, ROSS lo toma por el hombro y le da un puñetazo en el estómago para expulsar el trozo de comida que le asfixia. Ross: Bebe. Tranquilo, ya está. Recupera el aliento. RENZO bebe agua tirado en el suelo. Ross: Ahora dime, ¿qué sucedió esta tarde? Supe que te llevaron a ver al loco ese. Renzo: Tú estás loco… Ross: Vamos, no me hagas comer ansias, responde. 189


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Renzo: ¿Qué esperas que diga? Es un maldito doctor hizo lo que hace cualquier médico, supongo. Ross: ¿Supones? Renzo: Tomaron otra muestra de mi sangre y me hizo una serie de preguntas… estupideces. Ross: ¿Estupideces? Ese tipo no abre la boca para preguntar estupideces, he escuchado su voz apenas un par de ocasiones y eso jamás ha salido bien. Renzo: Me pareció amable, ¿qué puedo decir? Dijo que había algo extraño en mi sangre y me preguntó sobre mis padres. Ross: ¿Qué más te dijo, te preguntó algo sobre mí o el resto? Si quieres te lo saco a golpes. Renzo: No me amenaces. Ross: ¿Qué escondes? Renzo: ¿Por qué desconfías de mí? Fueron ellos los que te arrebataron todo. Puedo ver la rabia en tus ojos y déjame decirte que no eres el único que desea acabar con todo esto. Ahora, si lo que buscas es a alguien con quien sacarte la cólera, podemos matarnos aquí mismo; no te voy a permitir que utilices la memoria de mis padres en mi contra, y mucho menos que actúes como si me conocieras. No estoy aquí de vacaciones, Ross. Me quitaron lo único que he tenido estos últimos años: mi libertad. Ya me tienes harto con tu interrogatorio absurdo; te lo repetiré una vez más, y si no me lo crees, te puedes ir a la mierda. Respondí a sus preguntas y dijo que enviará por mí mañana para otra revisión. Ross: Entonces, eso es lo que más valoras, tu libertad. 190


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Renzo: Sobre todas las cosas. Ross: Puedo ofrecerte eso, la pregunta es si estarías dispuesto a morir si fuese necesario. Renzo: Estoy dispuesto a asumir ese riesgo; si recupero mi libertad, habrá valido la pena. De lo contrario, quizá la muerte sea una forma de libertad comparado con esto. Ross: (Incorporándose). Tendrás que ser cauteloso y saber escoger tus palabras. Renzo: Me queda claro. Ross: (Extiende su mano a RENZO y lo ayuda a ponerse de pie). Eso pensé. Después de todo, sí tienes agallas. (Se dirige a la mesa). Ven, acércate. Renzo: ¿En qué puedo ayudar? Ross: Nuestro tiempo aquí se agota y aún no logramos descubrir si existe algún antídoto, algo que revierta la pérdida de memoria inducida por esas pastillas. Si acaso existe, Jack Pollock debe tenerla y allí es donde entras tú. Renzo: ¿Qué quieres que haga? Ross: Eres el primero que se acerca a ese monstruo y regresa con vida de su laboratorio, creemos que usa a los presos como conejillos de india para sus experimentos. Sea cual sea la razón por la que muestra tanto interés en ti, debemos usarla a nuestro favor. Ross: Bien. Ross: Mañana, cuando Pollock envíe por ti, debes aprovechar cualquier descuido y revisar sus archivos, sus anotaciones, cualquier

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cosa que nos conduzca a la cura. Renzo: Cuenta con ello. Y luego, ¿qué? Ross: Luego, sembraremos el caos desde adentro. Renzo: Tendrías que haberlo dicho desde un principio. (Se dan un apretón de manos). Las luces de la penitenciaría comienzan a apagarse lentamente, RENZO se acomoda en una esquina para descansar, ROSS le alcanza una vieja sábana y luego se dirige al baño. Oscuro.

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SEGUNDA PARTE: OBLIVION


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1. La Hoguera Lugar: Jardín en el palacio del Rymden. Suena Fratres de Arvo Pärt. Temprano por la mañana. BLOOM se encuentra en los jardines del palacio, cuidando de sus flores; las hay de muchos colores y tamaños. Viste un atuendo que la hace parecer la más grande flor de todas, de expresión y belleza melancólica. Bloom: Las sembraría en cada rincón de mi reino si pudiera. Desde las colinas hasta el desierto, lo colmaría todo con sus colores y aun sobre las nubes plantaría su perfección. Quizá así lloviera belleza y fertilidad sobre este mundo gris. Todos tendrían flores para los días felices y las noches en vela, para el amor, y la espera. Pero jamás sobre una tumba o en la mano de un idiota enamorado. Ninguna de ustedes flores mías merece ser sacrificada por una emoción humana. MR. PITTER PATTER ingresa silenciosamente al jardín, la observa. Mr. Pitter Patter: Si me permite el atrevimiento, está usted más bella que nunca. Su presencia lo eclipsa todo. Bloom: Nunca te cansas. Mr. Pitter Patter: Haría lo que fuera para ganar su afecto. Bloom: No hay nada que puedas hacer para ganarlo. Patter, las cosas del amor solo se viven entre iguales, todo lo demás es miseria humana. Estás aquí para ser mis ojos y mis oídos, dedícate a eso y no lo arruines. Mr. Pitter Patter: Por favor, mi señora. Comandaría ejércitos hasta el mismísimo Infierno si así me lo pidiera. 196


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Bloom: Eso es justo lo que pienso hacer, desatar un Infierno en Las Tierras de los no Deseados. Mr. Pitter Patter: Haré lo que me pida, para demostrarle que soy digno de usted. Bloom: Tendrías que hacer un milagro para mostrarte digno ante mí. ¿Vez el horizonte?, poseo todo lo que tus ojos ingenuos alcanzan a ver, y mucho más; no hay nada oculto para mí entre el cielo y la tierra, soy la dadora de la vida y de la muerte. No olvides cuál es tu posición o yo misma te haré arder hasta reducirte a cenizas. Mr. Pitter Patter: (Se pone de rodillas). Perdón, mi señora. No volverá a pasar. Bloom: Así está mejor. Compórtate como lo que eres, mi siervo. (Vuelve su atención a las flores). ¿Dónde están los ministros?, ya deberían estar aquí. Mr. Pitter Patter: Esperan afuera por usted, mi señora. Bloom: ¿Por qué sigo viendo tu cara? Ve y hazlos pasar, de inmediato. MR. PITTER PATTER abandona el jardín en busca de los ministros. Bloom: Solo ustedes, flores mías, pueden entenderme. Saben que nada soporta el paso del tiempo, que todo se marchita y aun así brotan cada tanto con su dulce aroma. Entienden que el precio de la perfección es la muerte. Y pensar que yo, que he descubierto los secretos más ocultos de la genética, también he de perecer como ustedes algún día. Malditas aves de rapiña las que me rodean, desean poseer la esencia de todo cuanto es bello para presumirlo como propio; no teman, flores mías. Nadie tomará su aroma, así como nadie poseerá el don que he creado. 197


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Los ministros ingresan al jardín, seguidos por MR. PITTER PATTER. Mr. Wisdom: Mi señora, aquí estamos. Mr. Pain: A sus órdenes. Mr. Misery: Y sin demora, ya sabe. El tiempo es oro. Bloom: Caballeros. Mr. Wisdom: ¿A qué se debe la premura de esta reunión? Bloom: Los he reunido para planificar el ataque. Mr. Pain: ¡Victoria! Bloom: Tenías razón, Pain. No debí mostrar piedad a esa escoria. Mr. Wisdom: Eran un mal necesario, mi señora. Mr. Pain: El mal debe ser erradicado, Wisdom. Mr. Wisdom: Debe ser confeccionado y administrado en pequeñas dosis. Así se controla la voluntad de las masas. Lo tuyo es el caos, Pain; lo mío, la manipulación y el miedo. Mr. Pain: Te mataría ahora mismo solo por diversión. Mr. Wisdom: No lo dudo. Hasta que descubras cómo gobernar un reino con cadáveres, te sugiero que dirijas tu ira hacia nuestro próximo ataque. Mr. Pain: Lo haré, y luego me ocuparé de ti. Bloom: ¡Basta! Mr. Misery: Tus maniobras son tan necesarias como costosas, Pain. Debemos maximizar los esfuerzos, el proyecto nuclear fue demasiado costoso. Opino que esta vez optemos por una opción más ortodoxa. 198


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Mr. Pain: ¡Crucifixión! Mr. Misery: Me gusta, solo necesitamos madera y clavos. Bloom: Una inmensa hoguera. Mr. Misery: Excelente opción, mi señora. Un tanto medieval para mi gusto; pero qué más da. Solo necesitaremos mucha madera. (Ríe). ¡Cash, cash, cash! Bloom: Los haremos arder a todos en la plaza. Mr. Pain: Arderá tan fuerte que la noche no se pondrá sobre el Rymden. Mr. Misery: ¿Cómo lo llamaremos? Bloom: Debe ser contundente, algo que avive el espíritu de mis hijos. Mr. Wisdom: La Última Cruzada. Bloom: ¡Suena maravilloso! Mr. Pain: ¡Victoria! Mr. Wisdom: No se diga más, estará en todos los periódicos, mañana a primera hora. Bloom: Pain, prepara a todo mi ejército. Deben partir mañana con la caída del sol; condúcelos a través de Las Tierras de Los no Deseados y procura que sea un ataque sorpresa, quiero que captures a todos y cada uno de esos bastardos y me los traigas con vida. Conocerán la fuerza de mi castigo. Mr. Pain: Será todo un placer. A mis hombres les hace falta algo de diversión. Siguiendo con la idea de avivar el espíritu de nuestra

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gente y la temática clásica del caso, sugiero realizar una ejecución de prisioneros por animales en el coliseo. Las familias del Rymden estarán muy agradecidas con su líder. Mr. Wisdom: Una excelente oportunidad para mostrar su benevolencia, mi señora. Bloom: Continúa. Mr. Wisdom: Ofrecer la absolución de la pena a los prisioneros que se rindan ante usted, y que el resto sean sacrificados en el coliseo. Ganará toda la admiración de sus hijos si muestra que el peso de su castigo equivale al peso de su perdón. Bloom: Nada como el perdón de una madre… que así sea. Wisdom, haz los preparativos. Patter. Mr. Pitter Patter: Mi señora. Bloom: Informa a los prisioneros que quienes estén dispuestos a ser transformados, recibirán mi perdón esta misma noche. El resto, pueden servir de diversión en el coliseo. Mr. Pitter Patter: Entendido. Bloom: Misery, encárgate de los preparativos para la hoguera, que sea la más grande que se haya visto jamás. Mr. Misery: Sugiero la colaboración de todos los niños del Rymden en la construcción de tan importante monumento, mi señora. Ya sabe, como un ejercicio cívico. Y claro, para disminuir los costos. Bloom: Tienes mi consentimiento. Así cuando se cuente la historia, mis hijos estarán orgullosos de haber servido a la causa. Muy bien señores, me retiro. Cumplan mis deseos al pie de la letra y que sus actos florezcan. 200


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Mr. Wisdom: ¡Salve Bloom! Todos: ¡Salve! BLOOM abandona los jardines, tras el gesto de reverencia que sus súbditos realizan. MR. PITTER PATTER intenta marcharse con urgencia. Mr. Misery: ¡Patter! Mr. Pitter Patter: Caballeros. Mr. Misery: ¿A dónde vas con tanta prisa? ¿Nos estás evitando? Mr. Pitter Patter: Por supuesto que no, señores. Me dirijo a cumplir con mis órdenes. Mr. Pain: Apestas a perro faldero, Patter. Mr. Misery: Te equivocas, Pain, reconozco ese aroma. Esta rata traviesa huele a codicia. Mr. Pitter Patter: Mi lealtad es absoluta y desinteresada, caballeros. Mr. Wisdom: ¡Alcaide! ¿No estará padeciendo del síndrome de Edipo? Mr. Pain: De ser así, yo mismo le arrancaré los ojos. Mr. Misery: Hazlo, Pain. Así no podrá codiciar más a esa decrepita. Mr. Pitter Patter: ¡Cómo se atreve! Mr. Misery: Eres un pobre y vulgar soldado. Los hombres como tú son solo un medio para una mujer como ella. (Lo inspecciona). Puedes lustrar tus botas todo lo que quieras y llevar el uniforme impecable; pero no será a ti a quien busque cuando desee que alguien caliente su cama. De seguro, al verte lo único que encuentra es al cerdo sangriento que eres. 201


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Mr. Wisdom: No es necesario exponer así la desgracia de nuestro servicial Alcaide. Ve al grano y marchémonos. Mr. Pain: Sí, comienzo a perder la paciencia. Mr. Misery: Bien. (A MR. PITTER PATTER). ¿No habrás creído que vamos a acabar con todos en la penitenciaría sin antes celebrar como es debido? Mr. Pitter Patter: No hace falta que lo diga, Mr. Misery. Yo mismo me encargaré de los preparativos. Mr. Wisdom: ¡Esta noche, es noche de celebración! Mr. Misery: ¡Noche del Sueño de Calígula! Mr. Pain: ¡Me hierve la sangre de solo pensarlo! Ya sabes lo que me gusta, Patter. En vista de las circunstancias, que sea una dosis doble para mí, haz que valga la pena. Mr. Pitter Patter: ¡Entendido! Mr. Misery: Que me reciban las dos arpillas astutas esas, eh… ¿cómo se llaman? Mr. Pitter Patter: La prisionera Rosita y Cailín. Mr. Misery: ¡Exacto! Esas dos sí saben jugar sucio… Mr. Pitter Patter: Cuente con ello. Mr. Wisdom: Ya sabes que soy algo aburrido, Patter; lo de siempre para mí. Señores debemos irnos. Mr. Pain: Hazlo bien, no estropees nuestra última visita al parque de atracciones. Mr. Misery: Hasta entonces, Patter. 202


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Mr. Pitter Patter: Caballeros. (Permanece en posición de saludo hasta que los ministros abandonan el recinto. Observa las flores pensativo. Frustrado, arranca una de ellas e intenta lanzarla contra el suelo; pero se detiene. Mira a su alrededor y, guardándola en su bolso, abandona el lugar). Oscuro.

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2. ADN/ CLASIFICADO. Lugar: Laboratorio del Dr. Jack Pollock. RENZO es ingresado por las carceleras al laboratorio del DR. JACK POLLOCK. Carcelera uno: (A la CARCELERA DOS). Mira todas esas máquinas. Carcelera dos: ¡Y estos instrumentos! Carcelera uno: (Toma un escalpelo). ¡Esto es el paraíso! Carcelera dos: ¿Lo recuerdas? Carcelera uno: ¡Cómo olvidarlo! (Lanza a RENZO sobre una camilla). Sabes Renzo, de pequeñas jugábamos a ser científicas. Carcelera dos: Sí, yo cazaba a los animalitos. Carcelera uno: Y yo preparaba el sótano donde escondíamos herramientas de todo tipo. (Mueve el escalpelo descuidadamente cerca de RENZO). Carcelera uno: ¡Cortar! Carcelera dos: ¡Remover! Carcelera uno: ¡Suturar! Ríen como dos niñas cómplices de una travesura. Carcelera uno: Hermana, mira este lindo espécimen. Carcelera dos: Podríamos jugar un poco con él, como en los viejos tiempos. Carcelera uno: Quiero una oreja. 204


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Carcelera dos: No, mejor un ojo. Carcelera uno: O mejor ambos, nadie notará la diferencia. Carcelera Dos: ¡Es tan apuesto, quiero una parte de él! ¡Hagámoslo! El DR. JACK POLLOCK, ingresa al laboratorio. Dr. Jack Pollock: ¡Señoritas! Carcelera uno y dos: ¡Lo sentimos, doctor! Dr. Jack Pollock: Dejen al prisionero en paz. Es todo por ahora, ya pueden retirarse. Carcelera uno: Si necesita un par de manos extra, nosotras podríamos ayudar. Dr. Jack Pollock: Largo de aquí. Carcelera dos: Por supuesto, doctor. Con su permiso. Las carceleras, abandonan el laboratorio. Dr. Jack Pollock: Parece que lograron asustarte esas dos traviesas. (Toma el escalpelo y lo regresa a su sitio). Renzo: Ni un poco, doctor. (Se sienta sobre la camilla). Dr. Jack Pollock: ¡Claro! Relájate, ahora vuelvo. Tus resultados están casi listos. El DR. JACK POLLOCK abandona la habitación. RENZO toma el escalpelo y aprovecha la oportunidad para revisar entre las cosas del doctor. Se dirige al escritorio y revisa entre la pila de documentos, luego abre las gavetas y ojea los archivos rápidamente. De pronto, uno de ellos captura su total atención, revisa página tras página sin poder creer lo que está viendo. El DR. JACK POLLOCK vuelve a la habitación, con la mirada 205


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sumergida en los resultados. Dr. Jack Pollock: Justo como lo sospeché. ¡Es un milagro! Renzo: (Apunta el escalpelo contra JACK POLLOCK, amenazante). ¿De dónde sacaste esta información sobre mis padres y estas fotografías? (Le muestra una de las fotografías). ¡Aquí aparezco en sus brazos, recién nacido! Responde, pervertido, o mi cara será lo último que verás. Dr. Jack Pollock: No es lo que piensas, Renzo. baja eso y hablemos. Renzo: ¡Eres un monstruo! ¿Qué hiciste con mis padres? (Lanza una estocada fallida). Acabaré contigo. Dr. Jack Pollock: ¿De qué hablas?, apenas los conocí. Yo mismo tomé esas fotografías. Renzo: ¡Enfermo! (Acecha a POLLOCK, este intenta escabullirse rodeando el escritorio). No volverás a usarnos para tus retorcidos experimentos. Dr. Jack Pollock: (Retrocede bruscamente, cayendo sobre el piso). ¡Espera un segundo! ¿Qué crees que hago en este sitio? Renzo: (Aturdido). Torturas y asesinas a los nuestros. Dr. Jack Pollock: ¡Genial! Renzo: (Se abalanza sobre el doctor y coloca el escalpelo sobre su cuello). Cómo te atreves, sinvergüenza. Dr. Jack Pollock: ¡Alto! Quiero decir que es genial que después de tanto tiempo trabajando en este laboratorio aún nadie sospeche lo que en realidad intento desarrollar aquí. Renzo: (Le propina un puñetazo directo a la nariz). ¡Escúpelo! 206


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Dr. Jack Pollock: ¡Maldición, cómo duele! Renzo: Todos saben lo que haces aquí. Nadie vuelve de este sitio. Dr. Jack Pollock: Eso tiene una explicación. ¡Arr! ¿Por qué en la nariz? No deberíamos hablar de esto aquí; pero lo que acabo de confirmar sobre ti es mucho más alarmante. Al parecer no tengo elección. Renzo: Habla de una vez. Pero antes, dime dónde escondes el antídoto para esa píldora con la que induces la pérdida de la memoria. Dr. Jack Pollock: ¿Eso es lo que pretendías encontrar entre mis cosas? Renzo: ¡Dámelo! Dr. Jack pollock: Es lo que trato de explicarte. Mírame, ¿te parece que soy un torturador de personas, o el Dr. Frankenstein? Renzo: ¿Frankenstein? No te lo repetiré. ¿Dónde escondes el antídoto? Dr. Jack pollock: Vaya fama la que me he ganado. Mira, en primer lugar, no fui yo quien creó esa droga; ha sido obra de Bloom, guiada por la mente perversa de Wisdom. Él la convenció de eliminar los recuerdos de todos los habitantes y destruir cualquier recurso histórico que cuestionara la nueva narrativa establecida. Quemaron toneladas de libros y censuraron a muchas personalidades históricas por considerar sus ideas indeseadas y provocativas. Luego, iniciaron una gran campaña con la que Bloom fue elevada al estatus de deidad. Se tomaron los medios de comunicación y toda expresión artística quedó destinada a contar exclusivamente la heroica historia de una mujer que logró proteger estas tierras de la devastación del enemigo y volvió victoriosa con un milagro entre sus manos. Así crearon al ciudadano modelo, incapaz de cuestionar su palabra, leal 207


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hasta la muerte. Para ellos no hay nada antes o después del Rymden. Renzo: ¿Intentas tomarme el pelo? Dr. Jack Pollock: ¿No lo entiendes, cierto? El primer paso fue controlar la voluntad de las familias más poderosas e influyentes del país a través del miedo, lo lograron con el ataque nuclear que Bloom planificó con la ayuda de Pain, el ya entonces Ministro de Guerra. Renzo: Continúa. Dr. Jack Pollock: Ese fue solo el comienzo. Luego, le hicieron creer a todos, que se trataba de una conspiración por parte del enemigo extranjero, en un intento por despojar a Bloom de su gran descubrimiento: “La posibilidad de nacer genéticamente perfectos”. Esa fue la cereza en el pastel. En solo cuestión de días, comenzaron a levantar los muros y así nació el Rymden. Renzo: ¿Por qué aceptaron olvidar, tomando esa píldora? Dr. Jack Pollock: No lo hicieron, los engañaron diciéndoles que debían tomarla para erradicar los efectos de la radiación; en cuestión de meses la población entera había olvidado sus recuerdos, como envases vacíos, listos para verter en ellos las ideas de Bloom, así logró instalarse en sus mentes como “La madre de todos”. Entonces, Misery se hizo cargo de completar el trabajo, expropiando a los empresarios de sus empresas para controlar los medios de producción. Ni siquiera tuvo que hacer uso de la fuerza; quién se atrevería a desafiar a “la dadora de la vida y de la muerte, Bloom”. Desde entonces, controlan todo lo que aquí se dice, se escucha y se hace. Eso que buscas es lo mismo que he intentado descubrir todos estos años metido en este laboratorio. Renzo: ¿No la tienes? 208


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Dr. Jack Pollock: No. RENZO apunta el escalpelo contra POLLOCK y lo acecha en círculos alrededor de la mesa. Renzo: ¡Dámelo! Dr. Jack Pollock: Te estoy diciendo la verdad. Renzo: ¿Qué hiciste con los reclusos que nunca regresaron? Dr. Jack Pollock: ¡Détente! (Exhausto). Esos reclusos sucumbieron ante el encierro y decidieron tomar la droga. Solicité que el procedimiento se hiciera bajo mi supervisión para hacer pruebas del antídoto que estoy desarrollando en secreto. Me matarían si descubren que intento crear una cura. Solo he logrado ralentizar la eficacia de la píldora; pero terminan olvidando y luego son trasladados a las granjas de trabajo donde se les asigna un nuevo nombre, un pasado y una familia postiza. Allí se dedican a cuidar de los cultivos y el ganado con el que se alimentan las familias del Rymden. Lo hacen con orgullo hasta el día de su muerte, con la promesa de un paraíso donde vivirán para siempre cerca de Bloom. Uno de los reclusos me dijo que se sentía un traidor por preferir el olvido antes de morir en esta cárcel, tenía vergüenza de mirar a los suyos a la cara. Por eso lo hacen en secreto. Renzo: (Para sí mismo). Entonces, no hay una cura. Dr. Jack Pollock: Me temo que no. Renzo: Dijiste que tú mismo tomaste estas fotos. Dr. Jack Pollock: Sí. En esa época el Estado desarrollaba el proyecto Futura, una investigación para combatir las enfermedades congénitas en los niños no nacidos; el programa estaba dirigido por Bloom 209


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y un equipo de genetistas, yo era parte de ese equipo. Bloom se obsesionó con la idea de alcanzar la perfección del genoma humano. Siempre supe que tarde o temprano lo lograría… debí detenerla. Renzo: ¿Eso qué tiene que ver conmigo y mis padres? Dr. Jack Pollock: El programa buscaba parejas jóvenes dispuestas a someter su planificación de embarazo al procedimiento científico, se trataba de una apuesta riesgosa. Pero si todo salía bien, darían a luz un hijo completamente sano. A tus padres les atrajo la idea y… Renzo: Espera un segundo, me estás diciendo que… Dr. Jack Pollock: Si, Renzo. Después de cientos de intentos fallidos y muchos años de trabajo, el proyecto tuvo éxito. Naciste tú, el primer niño sin rastro de enfermedad en su historial genético. Renzo: ¿Por qué debería de creerte? Dr. Jack Pollock: Ese archivo esconde todas las evidencias. Estuviste bajo supervisión durante el embarazo y se te mantuvo en secreto tras tu nacimiento. Todo marchaba bien, hasta que Bloom se empecinó con la idea de que tú eras su primogénito y debías ser criado por ella. Aterrados, tus padres huyeron muy lejos y lograron esconderte. Renzo: (Revisa el archivo). Soy un producto de laboratorio. Dr. Jack Pollock: Técnicamente sí, Renzo. Pero tus padres te amaron tanto que no les importó poner sus vidas en riesgo para mantenerte a salvo, lejos de Bloom. Renzo: ¿Por qué me dices todo esto? Dr. Jack Pollock: Porque planeo sacarte de aquí, antes de que sea demasiado tarde. Si Bloom se entera, la loca idea de que eres su pri210


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mogénito volverá a su cabeza y querrá manipularte para prolongar su reino de destrucción contigo. Renzo: ¿Cómo estás tan seguro? Dr. Jack Pollock: Porque Bloom solía ser mi esposa. Renzo: ¿Qué? Dr. Jack Pollock: Sé que tienes muchas preguntas, Renzo; pero no tenemos tiempo, ven conmigo. Te contaré todo en el camino. MR. PITTER PATTER irrumpe sorpresivamente en el laboratorio. RENZO esconde en su bolsillo la fotografía donde aparece junto a sus padres. Mr. Pitter Patter: ¡Caballeros! Lamento interrumpirlos. Pasaba por aquí y no pude evitar escuchar que piensan ir de paseo. Dr. Jack Pollock: ¡Patter! Mr. Pitter Patter: ¡Carceleras! Las carceleras ingresan al laboratorio. Carcelera uno: ¡Señor! Carcelera dos: ¡Si, señor! Carcelera uno: ¿Qué vamos a diseccionar? Mr. Pitter Patter: Mis lindas e impacientes criaturas. No diseccionaremos a nadie, por ahora. ¡Escolten al prisionero de vuelta a su celda! Y mejoren su saludo. Carcelera uno: ¡Señor! Carcelera dos: ¡Sí, señor!

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Mr. Pitter Patter: ¿Acaso quieren provocarme un dolor de cabeza? Ya tengo suficiente por hoy. (Ejemplificando). !Seeeñor! ¡Síííí, Seeeñor! Así deben saludar, practíquenlo para la próxima. Carceleras uno y dos: ¡Lo sentimos, señor! Mr. Pitter Patter: Tomen al prisionero y déjennos a solas. Las carceleras, escoltan a RENZO de vuelta al pabellón. Mr. Pitter Patter: Con que el primogénito de Bloom. Dr. Jack Pollock: Patter, debemos sacarlo de aquí. Mr. Pitter Patter: Siempre me pregunté por qué una mujer tan bella e inteligente como Bloom pondría su mirada en un pusilánime de su talla. Dr. Jack Pollock: No sabes nada de ella, solía ser muy diferente. Mr. Pitter Patter: Puedo creerle. Sin duda, por eso decidió dejarlo atrás. Dr. Jack Pollock: Fui yo quien decidió alejarse de ella y todo lo que ahora representa. Dr. Pitter Patter: ¡No se atreva a levantar falsos contra mi señora! Nadie es capaz de rechazar a tan hermosa flor. De ser así, ya estaría usted muerto. Dr. Jack Pollock: Lo que dices es verdad. Jamás rechazaría a la mujer con la que me casé, con la que construí un hogar y pensé envejecer. Esa mujer ya no existe, solo queda la persona despiadada que decidió ser ¿Has escuchado alguna vez un te amo salir de su boca? Yo sí. Ahora respóndete por qué sigo con vida. Mr. Pitter Patter: Eso se acaba ahora mismo. (Desenfunda su pistola, 212


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toma sus esposas y se las lanza a POLLOCK). No sabe cuánto he esperado este momento. Al fin podré deshacerme de usted; y por si fuera poco, ha puesto en bandeja de plata para mí el milagro que necesito para ganarme el corazón de su exesposa. Cuando mi amada sepa de su traición, seré yo mismo quien lo ejecute. Dr. Jack Pollock: ¡Lo pagarás muy caro! Mr. Pitter Patter: ¡Vamos, no tengo tiempo que perder! Espósese a ese tubo. (El DR. JACK POLLOCK se esposa al tubo). No se preocupe, volveré pronto y me aseguraré de darle una muerte digna, quizá lo hagamos a su manera. Nunca me interesé tanto por la anatomía como ahora. Podría explicarme un poco mientras lo voy diseccionando lentamente, será divertido. ¿No le parece? Mr. Jack Pollock: ¡No te saldrás con la tuya, maldito megalómano! MR. PITTER PATTER golpea a POLLOCK con la cacha de su pistola, dejándolo inconsciente. Se dirige al escritorio, toma el archivo que oculta la información de RENZO y se marcha deprisa. Oscuro.

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3. La Señal Lugar: Pabellón en la penitenciaría del Rymden. ROSITA está sentada a solas en el pabellón, tararea una melodía. Las carceleras abren el portón y lanzan a RENZO bruscamente contra el suelo. ROSITA actúa como si nada estuviera pasando. Cuando las carceleras se retiran, corre a ayudar a RENZO. Rosita: ¿Estás bien? Renzo: No, realmente. Rosita: (Alarmada). ¿Qué te han hecho? (Revisa si tiene alguna herida). Renzo: Descuida, Me han traído en una pieza. Y, aun así, me siento hecho pedazos. Rosita: ¿Qué tienes?, parece que has visto un fantasma. Renzo: Algo parecido… Rosita. ¿Puedo confiarte un secreto? Necesito sacármelo del pecho. Rosita: Puedes decirme lo que quieras, desahógate. Renzo: Acabo de descubrir algo que me hace cuestionar mi vida entera. Rosita: Vamos, habla; no me pongas más nerviosa. Renzo: Seguramente ustedes están al tanto del proyecto Futura, el origen de toda esta mierda. Rosita: Claro. Renzo: Mis padres aceptaron ser sometidos a las pruebas del experimento y…

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Rosita: Creo que te han drogado (Revisa sus pupilas). Hablas incoherencias. Renzo: ¡Escúchame! Yo pensé lo mismo, hasta que vi esto. (Saca la fotografía de retrato que guardó en su bolsillo). Mírala, hay docenas de ellas en los archivos de Pollock. Rosita: Sí, sí. Pero, ¿quiénes son estas personas? Renzo: Ellos son mis padres. Rosita: O sea que ese bebé… eres tú. (Atónita). Renzo: No me juzgues, por favor. Tuve una familia, un hogar y todo eso que sustenta una infancia. ¿Sabes quién soy en verdad? Soy el primer resultado exitoso del proyecto Futura. Y al parecer mi vida entera es una farsa… (Pausa). Prométeme que no se lo dirás a nadie. Rosita: Renzo, deben saberlo. Renzo: No, no lo hagas, por favor. Me matarán. Rosita: Estoy segura de que lo podemos resolver. Tenemos un plan en marcha; si te unes a nosotros, todo estará bien. Renzo: ¿Un plan? Rosita: No debería hablarte de esto, pero quiero creer que podemos confiar en ti. Renzo: Confía en mí. ROSITA se percata de que ha dicho demasiado, intenta abandonar la conversación. Rosita: Olvídalo, creo que debo irme. Renzo: No te vayas, puedo ser de ayuda en lo que sea que estén tramando. 215


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Rosita: El riesgo es muy alto para alguien que ama su libertad sobre todas las cosas. Renzo: ¿Hablaste con Ross? Rosita: Me advirtió que debía tener cuidado contigo. Renzo: Ese idiota no me conoce. Rosita: No hables así de él. Renzo: Disculpa. Yo sería incapaz de traicionar tu confianza. Rosita: ¿Por qué debería creerte? Renzo: Porque no recuerdo cuándo fue la última vez que me sentí así, como en este momento. Cada vez que te veo me siento feliz y no pienso reprimirlo; si acaso muero, que sea así, sintiéndome extrañamente feliz. Rosita: (Sonrojada se sonríe). Yo también me siento extrañamente feliz cuando te veo. Renzo: Entonces, debe significar algo. Te prometo por esto que siento que no te defraudaré, aunque sea lo último que haga. Rosita: Si pudieras elegir, ¿qué sería lo último que harías antes de morir? Renzo: elegiría algo que nunca haya hecho. (Se acerca lentamente a ROSITA). Rosita: ¿Y qué sería eso? Se acercan cada vez más el uno al otro, hasta que sus labios quedan muy cerca. Rosita: (Se aleja de RENZO bruscamente). Está bien, te lo diré. Pero 216


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antes debes responder a una pregunta. Renzo: Lo que digas. Rosita: ¿Por qué quieres unirte al plan? Renzo: Si mi corazonada es cierta, mi madre debe estar viva en alguna parte. Necesito encontrarla para saber su versión de todo esto. Rosita: Bien. (Pausa). Escucha. ¿Recuerdas las expediciones de las que te hablé? Renzo: Sí. Rosita: En los últimos años nos dimos a la tarea de encontrar alguna debilidad en los muros del Rymden, aquello fue inútil. Sin importar lo que hiciéramos, el ejército de Bloom salía al paso. Perdimos a muchos de los nuestros intentando penetrar la ciudad y poco a poco perdimos también la esperanza, fue justo cuando creímos imposible vencer la muralla que un descubrimiento lo cambiaría todo. Cailín encontró los planos de la ciudad donde ahora se levantan los muros del Rymden, en estos descubrió un antiguo sistema de alcantarillado que pasa justo debajo de las murallas y conduce a diferentes puntos de la ciudad. Renzo: Espera un segundo, entonces, ¿cómo terminaron aquí metidos? Rosita: El elemento sorpresa es inútil si no sabes a qué te enfrentas. Necesitábamos entrar a la ciudad sin ser vistos como una amenaza, conocer al enemigo y saber lo que aquí se trama, mientras poníamos en marcha nuestro plan. Antes me preguntaste qué es este lugar, ahora te diré lo que es. Es nuestra oportunidad para sembrar el caos desde adentro ¿Sabes lo que hay justo debajo de nosotros?

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Renzo: La antigua red de alcantarillado. Rosita: ¡Correcto! La parte fácil era ser puestos en prisión. Una vez adentro, Ivanova ideó una manera de tener acceso a la red de alcantarillado, así podríamos entrar y salir sin ser descubiertos. Renzo: ¡Los retretes! Rosita: Acertaste. Ahora debes hablar con el resto, yo te voy a respaldar. Renzo: ¿Por qué haces todo esto? Rosita: Me caes bien. RENZO y ROSITA se acercan nuevamente, están a punto de besarse. KODA sale sorpresivamente de su celda. Koda: ¡Les dije que el muchacho sería valiente! Los demás prisioneros dejan sus celdas. Ross: No tan rápido, Koda. Koda: Al menos se las arregló para volver en una pieza. Ivanova: (A RENZO). Vaya que sí, amigo. ¿Qué te hicieron esas carceleras? Noté cómo te miraban cuando vinieron por ti. Debes decirme cómo le haces para cautivarlas a todas. Cailín: ¡Cállate, tonto! (Le propina un codazo). Ivanova: ¡Ey! Solo bromeo. Renzo: Te aseguro que no quieres estar cerca de esas psicópatas. Creo que tienen una fijación. Ivanova: ¡Cuéntanos!

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Rosita: (Extrañada). ¡Eh! Sí, cuéntanos. ¿De qué fijación se trata? Ivanova: Puedes hablar de chicas conmigo cuando quieras, sé mucho de eso. Renzo: (Nervioso). Al parecer, les encanta diseccionar cosas. Ivanova: ¡Oh, mi amigo! Eso es lo que yo llamo una atracción fatal. Nora: Pobre muchacho, debes estar traumatizado después de estar a solas con esas arpías. ¿Aún tienes algo entre las piernas, cierto? Renzo: ¿De qué hablas, Nora? Cailín: Lo que nos faltaba. ¡Ahora tenemos un eunuco en el grupo! Renzo: Todo está muy bien entre mis piernas… Ross: ¡Qué atrevido has vuelto! Renzo: Digo que todo está en su lugar. Cailín: Bien por ti, Rosita. Rosita: ¡Por favor, Cailín! Concéntrate en lo importante. Cailín: Créeme, eso es importante. Nora: (Picaresca). Muy importante, mi niña. Rosita: Perdemos el tiempo. Renzo: ¿Podemos ir al grano? Nora: ¡Primero el cortejo, muchachos! Ivanova: Tráiganle agua a esta señora que se está quemando. Koda: ¡Yo traigo el agua! Nora: ¡Ven acá, Koda! ¿Estas senil o qué? ¿Cómo te prestas para los 219


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juegos de esta suricata? Koda: Creí que te quemabas, Norita. Ross: Ya estuvo bueno, ¡silencio! Entonces, dinos Renzo, ¿descubriste algo? Renzo: Sí… Lamento decepcionarlos, no hay una cura. Ross: ¿Cómo estás tan seguro? Renzo: Me encontró husmeando entre sus cosas. Ross: ¿Y te lo has creído? Renzo: En un principio, no; pensé que me haría ejecutar allí mismo, así que opté por matar o morir. Pero su versión comenzó a tener sentido a medida que me hablaba. RENZO saca la fotografía de su bolsillo y se las muestra. Ross: ¿quiénes son estas personas? Renzo: Son mis padres. Cailín: (Toma la fotografía). Y supongo que ese eres tú. Renzo: Sí. Ross: ¿Cómo la conseguiste? Renzo: Es una larga historia y no tenemos mucho tiempo, tengo algo que decirles. Si las palabras de Pollock son ciertas, yo soy la primera prueba exitosa del experimento de Bloom, al parecer, mis padres huyeron de ella para mantenerme a salvo. Patter nos escuchó hablando. Ross: ¡Maldición, pronto vendrán por ti! Eso compromete nuestros planes. 220


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Rosita: Ni siquiera te atrevas a insinuarlo, Ross. ¿Por qué nos delataría? Ross: Mejor pregúntate por qué no lo haría; a fin de cuentas, es uno de ellos. ROSITA se interpone entre ROSS y RENZO. Rosita: Si continúas por ese camino, no quedará nada de ti para cuando todo esto acabe. No olvides quién eres, Ross. Eres la persona que me rescató y haz hecho hasta lo imposible para protegernos, porque amas la vida. Renzo: Cumplí lo que me pediste a cabalidad, Ross: puse mi vida en riesgo; y ahora que sé la verdad sobre mi pasado, tengo motivos de sobra para hacerlo de nuevo. Quizá mi madre sigue con vida, prisionera de Bloom y voy a descubrirlo con o sin ustedes. Ivanova: Piénsalo, Ross. Podría sernos útil. Renzo: Eso es lo que intento decir. Rosita: (A ROSS). Lo ves, no hay motivo para desconfiar. Ross: Espero sepas lo que haces. Rosita: Confía en mí. Está con nosotros. Ross: (A RENZO). En ese caso, hay algo que podrías hacer por nosotros. Las sirenas antibombas se activan. MR. PITTER PATTER ingresa al pabellón en compañía de las carceleras, cargan tres bolsas que contienen vestuarios y utilería. Los prisioneros se muestran aturdidos. Pitter Patter: ¡Damas y caballeros, hoy es un buen día! (A las carceleras). ¿Ustedes que opinan? 221


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CARCELERA UNO y CARCELERA DOS se miran sin saber qué decir. Pitter Patter: Son un caso perdido. ¡Quiero escucharlo! Carcelera uno y dos: ¡Hoy es un buen día! Pitter Patter: Así está mejor. Bien, ¿en qué estaba? Carcelera uno: (Discretamente). Dijo que hoy es un gran día. Mr. Pitter Patter: ¡Aah, sí! Qué más da, vamos al grano. He venido a informarles de su ejecución. El tiempo que se les concedió en este sitio, con la esperanza de enderezar sus almas, ha llegado a su fin; sus tristes cuerpos podrán largar de todo el cansancio y los efectos del encierro. Solo el más grande acto de perdón podría salvar sus almas, eso es justo lo que Bloom les ofrece. Quienes acepten ser transformados y se rindan ante ella, recibirán la absolución de sus pecados, serán hechos nuevos y su dolor será borrado para siempre. Si al ponerse el sol no han tomado una sabia decisión, serán llevados al coliseo para servir de entretenimiento en nuestra próxima ejecución por animales. Pero, qué son esas caras… los quiero ver a todos sonriendo. (A las carceleras). ¿Por qué chicas? Carcelera uno y dos: ¡Hoy es un gran día! Mr. Pitter Patter: ¡Así se hace! Vaya día el que tenemos, tantas sorpresas; creo que empiezo a creer en los milagros. (A las carceleras). Los vestuarios y la utilería. Las carceleras lanzan las bolsas a los prisioneros. Mr. Pitter Patter: Prepárense, porque esta noche tendremos El Sueño de Calígula. Complazcan a nuestros invitados o se las verán con222


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migo. Renzo, usted venga conmigo. ¡Carceleras, escóltenlo! Las carceleras esposan a RENZO, ROSITA corre hacia él y logra besarlo antes de que CARCELERA UNO le propine un golpe en el estómago que la deja adolorida en el suelo. RENZO forcejea mientras las carceleras lo conducen fuera del pabellón. Mr. Pitter Patter: (Se dispone a dejar el pabellón). ¡Ah! Por poco lo olvido, saquen a pasear su naturaleza salvaje esta noche, los invitados esperan ansiosos por algo… intenso. MR. PITTER PATTER abandona el pabellón. Los prisioneros ayudan a ROSITA a incorporarse. Ross: ¡Has perdido la cabeza! ¿Acaso estás buscando que te maten? Nora: Déjala en paz, a quién no le viene bien un poco de afecto en estos tiempos. Ross: No estamos aquí para jugar al amor. Ivanova: Estamos aquí para ajustar cuentas. Ross: Así es. (A ROSITA). Dime, ¿de qué hablaste con ese chico antes de que llegáramos? Rosita: Me confesó lo que había descubierto, temía que si se los decía quisieran matarlo. Ross: Rosita… no le habrás… Rosita: ¡Sí, sí! ¡Le he dicho sobre nuestro plan! Lo lamento. Sé que no va a defraudarnos. Ross: Cómo pudiste, ahora la vida de toda nuestra gente está en las manos de ese aparecido, todo gracias a tus estúpidos sentimientos, no te equivoques niña, aquí no hay espacio para el amor. 223


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Nora: ¡Déjala, Ross! Ross: No nos queda alternativa. Koda, tendrás que solicitar el perdón; solo así tendremos ojos y oídos allí afuera. Intenta encontrar a Renzo y asegúrate de que esté de nuestro lado; a la menor sospecha, ya sabes lo que debes hacer. Koda: Pero, yo no… quiero decir, nunca he matado. Ross: Espero no tengas que hacerlo. (Entrega una navaja a KODA). De ser necesario, no dudes en hacerlo. Cailín: ¡Estamos jodidos! Sin Koda no tenemos quién dé la señal en la radio. Nora: Lo tengo. (Toma a KODA por los hombros). Tú dirás la señal, encuentra el momento para pedir la palabra durante la ceremonia, y hazlo en grande. Koda: ¡Llévenme a ver un tren! Nora: ¡Correcto! Esa será la señal. Ivanova, cambio de planes; comunica tan pronto como puedas que Koda dará la señal durante la ceremonia. Koda: Tengo nervios, Nora. Nora: No temas, cariño. Ross: Bien, nuestra oportunidad ha llegado; preparémonos y estemos atentos. Ya cada uno sabe lo que debe hacer. NORA carga una de las bolsas, IVANOVA y ROSS cargan otra. Rosita: Ross, déjame explicártelo. Ross: Se acabaron las explicaciones, Koda acompaños, antes debe-

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mos hablar a solas. ROSS se retira a su celda acompañado por IVANOVA y KODA. CAILÍN intenta levantar a ROSITA, pero le es imposible debido a un fuerte mareo. NORA la sostiene. Nora: ¿Estás con náuseas de nuevo? Cailín: No es nada. Nora: Cómo que no, llevas semanas así. Cailín: Basta, ya deja de preguntar. No eres mi madre. (Se marcha alterada). Nora: (Ayuda a ROSITA a ponerse de pie). Vámonos, cariño. ROSITA toma la última bolsa y juntas salen de escena. Oscuro.

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4. El Milagro Lugar: Salón principal en el palacio del Rymden. BLOOM ingresa al salón principal, viste una túnica elegante con caída larga, lleva el rostro maquillado con un estilo elegante y cierto aire de guerra. Toma una copa de vino y se dirige a un gran ventanal con vistas a toda la ciudad. MR. PITTER PATTER ingresa al salón. Mr. Pitter Patter: Mi señora, gracias por recibirme. Bloom: ¿Qué es eso tan importante que requiere mi atención? Mr. Pitter Patter: Ha ocurrido un milagro, mi señora, y vengo a ponerlo en sus manos. Bloom: ¿De qué hablas? Mr. Pitter Patter: Se trata de su primogénito, mi señora. Bloom: No hables de él, está muerto. Yo misma le saqué la verdad a su progenitora. Mr. Pitter Patter: Se trató de un engaño para mantenerlo lejos de usted. BLOOM saca su navaja y la coloca en el cuello de PATTER. Bloom: Será mejor que hables en serio. Mr. Pitter Patter: ¿Quién se atrevería a jugarle una broma? El Dr. Pollock lo descubrió, logré intervenir antes de que ese traidor lo sacara de la penitenciaría. Se lo he traído, está justo detrás de esas puertas. BLOOM baja su navaja lentamente. Se muestra conmovida, una alegría que desborda en llanto la invade. 226


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Bloom: Hazlo pasar, tráelo ya. Serás generosamente recompensado por esto. Mr. Pitter Patter: Gracias, mi señora. MR. PITTER PATTER abre la puerta principal y hace pasar a RENZO custodiado por las carceleras. Mr. Pitter Patter: Aquí lo tiene. Las carceleras hacen ponerse de rodillas a RENZO. Carcelera uno: No la veas a los ojos, escoria. Carcelero dos: Muestra respeto. Bloom: ¿Cómo se atreven a tratar así a mi primogénito? Quítenle las esposas de inmediato y lárguense de aquí. Carcelera uno y dos: ¡Lo sentimos, madre! (Liberan a RENZO y abandonan el salón). Bloom: (A MR. PITTER PATTER). Lárgate tú también. Mr. Pitter Patter: Pero, mi señora, es un salvaje. Bloom: Estaré bien, es mi hijo y ha vuelto a donde pertenece. Mr. Pitter Patter: Sobre su generosa recompensa, me gustaría discutirlo. Bloom: Ya lo he decidido. Te recompensaré enviándote al frente de batalla. Mr. Pitter Patter: Pero… Bloom: ¿No es eso lo que querías, ir hasta el mismísimo Infiero por mí?

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Mr. Pitter Patter: Claro… agradezco su consideración conmigo. Una cosa más, solicito la ejecución del Dr. Pollock, por intento de traición. Bloom: Libéralo. MR. PITTER PATTER se queda incrédulo ante la orden de BLOOM, hace una reverencia y se retira indignado. Bloom: Ponte de pie. (Toma a RENZO por la barbilla y revisa su aspecto). La vida no te ha tratado como mereces. Renzo: No me toque. Bloom: Debes tener muchas preguntas. Te pido mantengas la mente abierta y te tomes el tiempo de conocer la otra versión de la historia. Renzo: ¿Dónde está mi madre? Su versión es la única que me interesa conocer. Bloom: Ella te engendró, pero yo te soñé y te amé con un amor perfecto, como lo que llevas dentro. Renzo: Estás más enferma de lo que pensaba. Bloom: Esa mujer, a la que llamas madre, nunca te amo. Lo hizo por el dinero que ofrecíamos a las parejas a cambio de prestar su vientre para el experimento. No te amaron a ti; pero una vez que naciste, les pareció buena idea poseer lo que llevas dentro. ¿Lo ves? No te tuve en mi vientre, pero deposité en ti mi bien más preciado. Renzo: Mientes, ellos solo trataron de protegerme de ti. (Observa la ciudad del Rymden a través de la gran ventana). Bloom: Es maravillosa, ¿verdad? (Lo toma por los hombros y le muestra su reflejo en el espejo). Mírate, eres mi primogénito; todo eso

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que ves podría pertenecerte algún día. Si crees que Los no Deseados te aceptarán siendo quién eres, bien; pero aquí estás a salvo. Las personas como tú y yo estamos condenadas a la soledad, poseemos un poder incomprensible para muchos. Yo te enseñaré todo lo que debes conocer, gobernaremos juntos y algún día heredarás todo esto y te entregaré mi secreto para hacer nuestro legado eterno. Renzo: ¿Qué hiciste con mi madre? Bloom: Huyó a la primera oportunidad que tuvo. Le supliqué que me dijera tu paradero para rescatarte, prefirió ver por ella y dejarte a tu suerte. Demasiado egoísmo para llamarla madre, ¿no te parece? RENZO permanece en silencio mirando su reflejo en el espejo. Bloom: No tienes que decidirlo ahora, tómate tu tiempo. Esta noche otorgaré mi perdón a los prisioneros que así lo deseen, ven conmigo a la ceremonia. Pronto tu corazón te dirá a dónde perteneces, solo espero que no sea demasiado tarde. Tenemos razones para creer que los no deseados están preparando algo. Cualquier información que nos ayude a frustrar su plan, es de suma importancia. Sin el Rymden, no tendrás ningún reino que gobernar. (Pausa). Tu mirada me dice que sabes algo. Renzo: Sí. BLOOM toma a RENZO de la mano. Bloom: Ya me lo contarás todo. Primero, haré que te limpien y te vistan apropiadamente. Debes estar muy hambriento, hijo mío. (Abandonan el salón). Oscuro.

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TERCERA PARTE: KAMIKA SES


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1. El Sueño de Calígula Lugar: Penitenciaría del Rymden. Las luces del pabellón se encienden progresivamente, el área común del patio ahora está decorada de manera festiva. Al frente del centro se sitúa un mesón rectangular, equipado con un banquete y bebidas. Los ministros están sentados a la mesa. MR. MISERY ocupa el extremo derecho de la mesa, MR. WISDOM está al extremo contrario y MR. PAIN se encuentra justo al centro, comen y beben. MR. PITTER PATTER hace una efusiva aparición con un número de baile que hace honor a su nombre, porta sombrero y bastón. Mr. Pitter Patter: Sean bienvenidos a este recinto del placer, siempre es un honor contar con su distinguida presencia, caballeros. Como su humilde anfitrión, me gustaría comenzar la noche recitando uno de mis más recientes poemas. PAIN ríe de forma hilarante y burlesca mientras mastica, MISERY se une a la carcajada seguido por WISDOM. Mr. Misery: No nos hagas perder el tiempo, Patter. Ya has hecho suficiente con el bailecito. Mr. Pain: Sí, no le hagas más daño a la poesía. Mr. Wisdom: Como diría alguna vez un demente: “Si estás intentando escribir como cualquier otro, olvídalo”. En la mayoría de los casos, el silencio resulta más reconfortante que un pobre verso, refunfuñado, sin alma ni sangre. Eso es como mearse uno mismo enfrente de todos. Olvídalo, Patter. Mr. Pitter Patter: No lo han escuchado, es un poema contemplativo. Mr. Pain: Contemplativo mis pelotas. Yo quiero acción. 232


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Mr. Misery: Sí. ¡Acción, acción! Los ministros: (Golpean sus manos sobre la mesa). ¡Acción, acción, acción! Mr. Pitter Patter: ¡Si buscan acción, eso recibirán! Señores ministros, damos por iniciada la noche. ¡Bienvenidos al Sueño de Calígula! Los ministros aplauden entusiasmados. Mr. Pain: Pon mi canción favorita, Patter. Mr. Pitter Patter: ¡De inmediato! Directo a la cabina de controles. (Abandona la sala realizando su zapateo). Mr. Pain: (Levanta su copa). Un brindis, por una noche inolvidable. Mr. Wisdom y Mr. Misery: ¡Por una noche inolvidable! Mr. Pain: ¡Salud! Suena Army of me de Björk. La iluminación de la penitenciaría cambia progresivamente, la atmósfera se torna en la de una discoteca estilo industrial. ROSITA, CAILÍN y NORA, hacen su aparición desde las celdas; visten ropas estilo steampunk futurista, y llevan un maquillaje que les hace parecer cuervos. NORA trae un biberón gigante entre sus manos, ROSITA y CAILÍN llevan maletines. Realizan una coreografía grupal. NORA se dirige a WISDOM quien la invita a ocupar su asiento y luego se sienta sobre sus piernas. ROSITA y CAILÍN van en busca de MISERY, dejan los maletines sobre la mesa y toman asiento. ROSS e IVANOVA dejan sus celdas y avanzan realizando una coreografía, toman a PAIN por los hombros y lo conducen violentamente, hasta el frente del centro. Los tres ejecutan una coreografía que de a poco se

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convierte en una verdadera pelea. El resto contempla la lucha. ROSS e IVANOVA logran someter a PAIN, este se muestra excitado con cada golpe que recibe. Le ponen una correa para perros y lo llevan de vuelta a su silla. Mr. Pain: Qué deliciosa es la ira, los mataré después de esto. ROSS lanza a PAIN sobre la mesa, saca su látigo y lo golpea en el trasero. PAIN gime de placer con cada latigazo. Ross: ¡Cállate! Mr. Pain: No me mandes a callar, perra. (Ladra y ríe como un demente). ¡Juro que los mataré después de esto, será tan excitante! (Gime de placer). Mr. Wisdom: Ese perro me está atemorizando, nana. Mr. Nora: No se preocupe, señorito. Ahora lo resolvemos. (A ROSS e IVANOVA). ¡Muchachos! IVANOVA sostiene firmemente a PAIN mientras ROSS lo azota una y otra vez. Los gemidos y ladridos de PAIN son cada vez más fuertes, provocando que WISDOM llore como niño desconsolado. Mr. Wisdom: Ya no lo soporto más, nana. Haz que se calle de una vez por todas, ¡mátalo! (Llora como bebé). Nora: Tranquilo, mi pequeño demonio. Ahora lo vamos a mandar a callar. (Toma el pepe gigante y alimenta a WISDOM). Mr. Pain: ¡Cómo detesto a los niños! IVANOVA saca una mordaza bozal de su bolsillo y se la coloca a PAIN, quien adopta la conducta de un cerdo sobre la mesa. Mr. Misery: (A MR. PAIN). ¡Gruñe cerdito, gruñe! ¡Oink, Oink! (A 234


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ROSITA y CAILÍN). Ahora sí, par de arpías, veamos de qué lado está la suerte esta noche. ROSITA abre el primer maletín repleto con fajos de dinero; tras colocarlo sobre la mesa, CAILÍN abre el segundo y lo sostiene al costado de MISERY. Mr. Misery: (Toma un fajo de dinero y lo huele). Jugaremos como de costumbre. Ustedes me lanzan adivinanzas y yo intento descifrar las respuestas. Si pierdo, ganan un fajo de mi preciado dinero. Pero si gano… (Saca un revólver del maletín que sostiene CAILÍN). Pagarán con su vida. ¿Entendido? Cailín: A la perfección, desgraciado. Mr. Misery: ¡Ja, ja, ja! Impetuosa como siempre, comienza tú… piénsalo bien. Si pierdes, serás mi primer blanco. CAILIN y ROSITA se dan la espalda y discuten en voz baja. Cailín: ¡Listo! Soy alta siendo joven y corta cuando soy vieja. Resplandezco con la vida y el viento es mi mayor enemigo. ¿Qué soy? Mr. Misery: ¡Una anciana! Mr. Wisdom: No, idiota. La respuesta es, una vela. Cailín: ¡Correcto! ¡Perdiste! Rosita: Ahora paga (ROSITA toma uno de los fajos de dinero, saca su encendedor y se dispone a quemar los billetes). Mr. Misery: ¡Quémalo, puedo crear todo el que sea necesario! (Bebe un trago de alcohol). Las personas como ustedes no tienen futuro, se niegan a ser productivas, útiles; en este mundo solo sobreviven los que mantienen la rueda en movimiento. Mírense, son tan graciosas,

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se piensan inmunes a los encantos del dinero. En mi experiencia, todos tenemos un precio y voy a descubrir cuál es el suyo. Entonces, tendré toda su devoción y harán lo que yo quiera sin cuestionamiento alguno. Cailín: ¡Quema su asqueroso dinero, Rosita! ROSITA enciende los billetes; MISERY los ve arder, el hecho le provoca cierta excitación. Mr. Pain: ¡Oink, Oink! Eres un idiota, Misery. No les interesa el dinero; son como un virus, hacen hasta lo imposible para sobrevivir. (IVANOVA le propina un latigazo). Ross: ¡Cállate! Mr. Pain: Sigue alimentando mi ira, ya vendrá tu turno. Mr. Misery: Un virus… Tienes razón, Pain. Si no puedo comprar su obediencia, al menos tendré su miedo. Cambio de reglas. De ahora en adelante, si gano, escogeré a una de ustedes para disparar mi arma contra uno de los suyos. Mr. Pain: ¡Victoria! Has dado en el clavo. Mr. Wisdom: Nana, tengo miedo. ¡Todos están equivocados, en su verdad! ¡Mátalos! Nora: No te preocupes, pequeño demonio, la muerte nos llega a todos. Ni el más astuto sabe cómo escapar de sus garras. Mr. Misery: ¡Calla de una vez a ese niñote, queremos jugar! WISDOM patalea. Nora: ¡Shhh, shhh! (Saca una sonaja de bebe que lleva oculta entre su busto). Tengo una sorpresa para ti. Si te portas bien, te la daré. 236


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Mr. Pain: (A MISERY). Apresúrate y termina con tu juego. Estoy impaciente por someter a estos dos. ROSS azota a PAIN nuevamente. Mr. Wisdom: Continuemos, veamos si pueden sorprenderme. CAILIN y ROSITA se reúnen nuevamente para discutir su próxima jugada. Rosita: ¡Listo! Es mortífera, universal, eterna, rápida, taciturna y extraña. Mr. Wisdom: ¡Una bomba! Rosita: Estuviste cerca, pero no. La respuesta es… Mr. Wisdom: La muerte. Mr. Misery: Nadie te lo ha preguntado, ¡enclenque! Mr. Wisdom: ¿Lo escuchas, nana? está convencido de su estupidez. No tiene salvación. (Malévolamente). Córtale la cabeza. Nora: Tranquilo, pequeño parto de las sombras. ¿Quieres descabezar algunos peluches? Ven conmigo, hay muchos de ellos en mi celda esperando por ti. Mr. Wisdom: ¡Vamos! WISDOM se marcha con NORA a su celda. Cailín: Hay que aumentar el riesgo del juego. ¿Qué dices, Rosita? Rosita: Por supuesto. Ven con nosotras, Misery. Hemos preparado una apuesta que no podrás resistir. Mr. Misery: Me encantan las sorpresas, no podía esperar menos de

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un par de traviesas como ustedes. ROSITA, CAILÍN y MISERY, se marchan a una celda. Mr. Pain: Eso solo significa una cosa: ha llegado su hora, grandulones. Espero que tengan listos mis juguetes. Ross: Por supuesto. Ivanova: Vamos. ROSS e IVANOVA conducen a PAIN hasta la celda. Oscuro.

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2. Madre de Todos Lugar: Podio oficial de comunicaciones del Rymden. Se encienden las luces del podio ubicado sobre las celdas, hay un decorado prominente, propio de una mandataria. Se escucha el sonido de tambores y el bullicio de los habitantes del Rymden. BLOOM hace su entrada triunfal acompañada por RENZO. Ambos visten atuendos elegantes, color azul imperial, con un ligero toque militar. Las ovaciones del pueblo no se hacen esperar. Bloom: (Ejecuta un pequeño gesto con su mano para llamar al silencio). Hijos míos, mi corazón se alegra de verlos a todos reunidos. Las ovaciones vuelven a tomarse el lugar. Bloom: Cada uno de ustedes es el testimonio vivo de la resiliencia humana, hemos aprendido a hacer frente a las vicisitudes de la vida y a la maldad misma de quienes aborrecen la belleza; me enorgullecen, hijos míos. Nadie nos ha regalado la paz que aquí se respira, la hemos conquistado con determinación. ¡Llénense de regocijo, hijos míos! Ha llegado el momento de hacernos más fuertes. Recuerden que cuando sobreviene el caos, solo los mejores salen victoriosos. Una fuerte ovación vuelve a tomarse el lugar. Bloom: Tengo la plena certeza de que esta vez lograremos acabar por completo con nuestro enemigo, el presente nos sonríe con un hermoso milagro. Sé que se estarán preguntando quién es este joven de ruda apariencia. Mis amados, les presento a mi primogénito, su gran hermano, a quien di por muerto hace muchos años y el destino ha traído de vuelta para gobernar a mi lado y ser el futuro protector de nuestro amado Rymden. (A RENZO). Ven, hijo. Saluda a tus hermanos. 239


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Renzo: Soy Renzo, primer hijo del Rymden. Su hermano mayor les saludo. Se eleva otra ovación por parte de los habitantes que dan la bienvenida a RENZO. Bloom: Nos sobran razones para estar contentos. Como siempre les he dicho, en los peores momentos es cuando la bondad se pone a prueba. Por eso, he decidido otorgar mi perdón a todos los prisioneros que así lo deseen. No estamos dispuestos a infligir más daño del que sea necesario para mantener la paz y el orden. ¡Háganlo pasar! Las carceleras ingresan a la plataforma custodiando a KODA. Bloom: No es de sorprenderse que solo este hombre, triste y afligido, haya tomado la sabia decisión de optar por el camino del perdón. He aquí, una muestra más de que quienes nos desprecian han sido corrompidos por el odio hasta la médula. Nos desprecian de forma irremediable. ¡No habrá otro camino para ellos que la destrucción! Suenan los tambores de guerra. Bloom: Acércate, pobre hombre (KODA es custodiado por las carceleras hasta llegar al podio). Dime, ¿reafirmas tu deseo de recibir mi perdón? Koda: ¡Sí, seño! Las carceleras lo derriban con un golpe en el estómago. Carcelera uno: “Mi señora”, así debes dirigirte a ella. Koda: (Levanta la mano). Lo siento, mi señora. Perdone mi falta de modales, me gustaría que me permita unas palabras para manifestar mi firme decisión. 240


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Bloom: Adelante. Carcelera dos: (Se interpone entre KODA y el podio). ¡Mi señora! Bloom: Déjalo, todos queremos escuchar lo que esta pobre alma tiene para decir. KODA avanza temeroso hasta el podio. Arregla su cabello y aclara la voz. Koda: Buenas noches a todos los presentes. Antes que nada, me gustaría presentarme. Me llamo Koda y vengo de un mundo muy distinto a este, crecí en las calles, con la orfandad por compañía; y a pesar de eso, siempre condené la violencia y lo sigo haciendo. He llegado hasta aquí intentando hacer el bien y practicando el perdón. Lamento que el mundo aún siga dividido por razones mezquinas y absurdas. Hoy, con esta oportunidad que me dan de estar aquí ante ustedes, me doy cuenta de que ha llegado mi momento de tomar una posición, les pido perdón por esto. KODA toma aliento y grita a todo pulmón. Koda: ¡Llévenme a ver un tres! Se crea un silencio absoluto. BLOOM, CARCELERA UNO, CARCELERA DOS y RENZO, se miran confundidos. Acto seguido, suena el estruendo de una explosión, se trata de LOS NO DESEADOS quienes atendiendo a la señal de KODA comienzan a salir de la red del alcantarillado por diferentes puntos de la ciudad. Se oyen disparos y los gritos de las personas que huyen aterrorizadas. Bloom: ¡Qué has hecho! (Saca su navaja y hiere a KODA en el costado). RENZO intenta detener a BLOOM, pero CARCELERA UNO lo derriba de un golpe. Bloom: ¡Cómo te atreves a tocarlo! (Se acerca a CARCELERA UNO, 241


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la abraza, besa su frente, y la apuñala en el vientre). Carcelera uno: ¿Por qué? Bloom: Así estarás mejor. Este mundo nunca será noble contigo. (La sostiene mientras se desvanece sobre el suelo). Carcelera uno: ¿Por qué? Bloom: No te resistas, pronto acabará tu dolor. ¡Vámonos, Renzo, debemos huir ahora que todavía hay tiempo! Renzo: No iré a ninguna parte contigo. Bloom: Tu vida también corre peligro. Te esconderé en mi palacio allí estaremos a salvo. Renzo: Ve y haz lo que mejor sabes hacer, escóndete. ¿Creíste que esos muros te mantendrían a salvo para siempre? Sé a dónde pertenezco, ¿no lo ves? Tu caída ya fue escrita. Carcelera dos: Los disparos se escuchan cada vez más cerca, mi señora. Debemos irnos. Bloom: Renzo, tengo mi esperanza puesta en ti, todo esto te pertenece. Ahora no lo entiendes, pero pronto abrirás los ojos. Carcelera dos: ¡Ya vienen! Bloom: ¡Ven conmigo, Renzo! CARCELERA DOS forcejea con BLOOM y la saca del lugar contra su voluntad. Renzo: ¡Resiste Koda! Koda: Pensé que nos habías traicionado.

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Renzo: Hice lo que pude para ganar tiempo. Koda: ¿Descubriste la verdad sobre tu madre? Renzo: Me abandonó. Carcelera uno: (Agonizando). No te abandonó. Al contrario, prefirió ser ejecutada antes de decirle tu paradero a Bloom. Ella misma la asesinó. Renzo: ¿Cómo lo sabes? Carcelera uno: Ella es… Renzo: ¡Habla! ¿quién es ella? Dime… (CARCELERA UNO fallece). Koda: ¡Me duele mucho! Renzo: No te duermas Koda, ya te pondrás bien; Cailín se encargará de curar la herida. RENZO carga a KODA y se marchan en busca del resto. Oscuro.

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3. Cicatrices Lugar: De regreso en la penitenciaría del Rymden. Las luces y sirenas de alerta están encendidas, se oyen lamentos y gritos de dolor que provienen de las celdas, estos se mezclan con el canto de ROSITA. ROSS corre fuera de su celda con las ropas llenas de sangre, se dirige al interruptor que apaga las sirenas, MR. PITTER PATTER le sale al paso. Ross: (Presiona el interruptor que apaga las alarmas). ¿A dónde crees que vas? Mr. Pitter Patter: Apártese de esa puerta de inmediato. (Hacia las caldas). Señores ministros, ¿está todo bien allí adentro? Ross: Yo en tu lugar me preocuparía por comenzar a hacer memoria. Mr. Pitter Patter: ¿De qué habla? ¡Recluso insignificante! Déjeme pasar o me aseguraré de ejecutarlo por esta insubordinación. Ross: (Le cierra el paso). No me recuerdas, ¿verdad? Mr. Pitter Patter: ¡Quítese! PATTER ataca a ROSS con su bastón, este lo esquiva y golpea a PATTER en las piernas derribándolo. Mr. Pitter Patter: Jamás, alguien se atrevió a desafiarme en mi propia cárcel. ¡Yo soy amo y señor de este lugar! Le enseñaré de lo que soy capaz. Ross: Sé perfectamente de lo que eres capaz. Mr. Pitter Patter: ¿Quién se cree? Usted jamás ha tenido el placer de conocerme. ¡Carceleras, Carceleras! 244


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Ross: Deja de gritar, no servirá de nada. Mr. Pitter Patter: Aléjese de mí. Sea cual sea su molestia, le aseguro que está equivocado. Ross: No, es a ti a quien he estado acechando todo este tiempo. Sabes, es difícil escoger el desenlace para una mierda como tú. MR. PITTER PATTER intenta ponerse de pie, ROSS lo deriva nuevamente con una patada en el pecho. Mr. Pitter Patter: Déjeme ir, solo es un hombre enojado. Le prometo que, si me deja ir, le daré lo que quiera. Ross: Si, me darás lo que quiero y me lo darás ahora. (Comienza a quitarse las vendas de sus manos). PATTER observa las manos de ROSS. Poco a poco, su rostro se llena de asombro. Ross: Ahora sí me recuerdas, ¿verdad? Mr. Pitter Patter: Perdóneme, solo seguía órdenes. Yo era un muchacho estúpido. Por favor, no me haga daño, se lo suplico. Puedo sacarlo de aquí ahora mismo; a cambio, perdóneme la vida. Ross: Primero te haré una pregunta. Ten en cuenta que si detecto un mínimo rastro de engaño te ahorcaré con mis propias manos. (Toma el bastón de PATTER y lo presiona contra su tráquea). ¿Dónde están mis padres, que hicieron con ellos y con el resto? (Aumenta la presión del bastón sobre su tráquea). ¡Responde! Mr. Pitter Patter: Fueron llevados a campos de concentración, allí los hicieron trabajar hasta que… Ross: Hasta que… ¿qué?

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Presiona aún más, PATTER comienza a toser bruscamente. Mr. Pitter Patter: Hasta… (Tose). hasta que no pudieron más y perecieron unos tras otros en los campos de trabajo. (Tose nuevamente). Le he dicho toda la verdad. Ahora, déjeme sacarlo de aquí y quedaremos a mano. Ross: Claro. (Extiende su mano a PATTER, lo ayuda a ponerse de pie). Mr. Pitter Patter: Venga, es por aquí. ROSS recoge una de las vendas del suelo, la enrolla súbitamente en el cuello de PATTER y presiona. Mr. Pitter Patter: (Forcejean). Suélteme, le he dicho toda la verdad. Ross: Lo sé. Luchan hasta caer al suelo y rodar. ROSS logra montarse sobre PATTER, le prensa las manos en el cuello y presiona hasta acabar con su vida. NORA e IVANOVA salen de las celdas, sus cuerpos están bañados en sangre, ambos cargan una bolsa ensangrentada; en su interior, yacen las cabezas de PAIN y WISDOM. Rodean a ROSS. ROSITA y CAILÍN también dejan su celda, traen una tercera bolsa que contiene la cabeza de MISERY. CAILÍN camina con dificultad. Rosita: Está hecho. Nora: ¿Te hirieron, Cailín? Cailín: Descuida, ya se me va a pasar. Ivanova: Dinos, Ross, ¿lograste sacarle a esa rata dónde están nuestros padres? ROSS se pone de pie, desorientado y confundido. IVANOVA lo toma por

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los hombros y lo sacude tratando de hacerlo volver en razón. Ivanova: (Al borde del llanto). Están vivos, ¿verdad? Respóndeme, debemos ir por ellos donde quiera que estén. ROSS no responde, permanece atónito. Ivanova: Háblame Ross, no me hagas esto. (Lanza a ROSS contra el suelo). Háblame. ¡Dime que están vivos! ROSS lo mira y, rompiendo en llanto, hace un gesto de negación con la cabeza. ROSITA y CAILÍN acuden a ellos e intentan consolarlos. Nora: Debemos continuar con el plan. Vamos por Bloom. Ivanova: Déjenmela a mí, la ejecutaré yo mismo en nombre de todos nuestros muertos. ROSS se pone de pie, extiende la mano a IVANOVA y lo ayuda a levantarse. Ross: Que así sea. Nora: De prisa, nuestra gente ya debió haber tomado la ciudad. Cailín: Solo puede estar en una parte. Ivanova: Andando. Salen en grupo con dirección al palacio de BLOOM. Oscuro.

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4. Rosa Hereditaria Lugar: Palacio del Rymden. Suena Fratres de Arvo Pärt. Los sistemas de electricidad en el Rymden han sido desactivados, hay múltiples incendios en la ciudad, el sonido de las llamas se mantiene presente. BLOOM está de pie en el centro de su jardín, sostiene su cuchillo ensangrentado y una antorcha. Con rostro de incredulidad, observa el caos en el que se ha convertido su reino; tiene la mirada clavada en el horizonte. LOS NO DESEADOS han tomado el control de las armas, se escuchan los cañonazos que atentan contra la integridad del palacio. CARCELERA DOS, ingresa al jardín, carga dos contenedores llenos de gasolina. Bloom: ¡Apresúrate! Carcelera dos: ¿Está segura de esto, mi señora? Bloom: Hazlo. CARCELERA DOS, derrama gasolina sobre las flores. Bloom: Pensé que aquí estaríamos a salvo, flores mías; ahora lo veo con claridad. No importa cuánto las proteja de quienes aborrecen la belleza y la destruyen con sus propias manos; aun después de levantar los muros más formidables y construir este palacio de impenetrable apariencia, sigo llevando conmigo el germen del caos. A donde quiera que vaya, la destrucción pronto comenzará a gestarse; y una vez que dé a luz, llorará cual bebé hambriento, reclamando mi sangre. ¿Cómo no pude darme cuenta a tiempo? Bajo mis propios pies se engendraba una venganza y ahora no hay quien calle el grito que reclama mi sangre. (Pausa). ¡Apresúrate! 248


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Carcelera dos: Está casi listo, mi señora. Bloom: Este mundo no las merece. (Alza la antorcha). NORA, ROSS, CAILÍN, ROSITA e IVANOVA, irrumpen en el jardín. Nora: ¡Detente! ROSS toma a la CARCELERA DOS por la espalda y apunta un cuchillo contra su garganta. Ross: Quédate quieta, o te mueres. Nora: Aquí está, compañeros. “Bloom, La madre de todos”. Quién diría que detrás de tus engaños y ese hermoso vestido solo hay una cobarde escondida tras los muros de su palacio. No eres nada sin tus perros salvajes. Es hora de ajustar cuentas. Bloom: ¡No tengo ninguna deuda con ustedes! Deberían de estar agradecidos conmigo, el mundo que conocíamos se estaba cayendo a pedazos. Todos los males de la humanidad azotaban. La pobreza y la enfermedad avanzaban sin piedad a cada instante. Mientras tanto, la humanidad no hacía otra cosa que revolcarse en sus ideologías, como cerdos luchando por fango. El cáncer terminó sembrado en todas las mentes y aniquilada la razón, las naciones se levantaron unas contra otras. ¡El fin de la humanidad era inminente! ¡Fue obra mía la preservación de la especie humana! Ivanova: Arrasaste con miles de inocentes y nos segregaste, bajo tu propia idea de lo que vale una vida. Bloom: Fue el precio a pagar. Ivanova: ¡Estamos hablando de vidas humanas!

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Bloom: Eran débiles, o simples fanáticos. No entendieron que el poder no tiene raza, credo o nacionalidad. El poder es solo eso, es absoluto e incuestionable. Quizá puedas obtenerlo con buenas intenciones; pero, al final, él siempre gana. La gente de la que hablas no tenía oportunidad, fueron engañados con el cuento de que podían cambiar el mundo, que sus voces serían escuchadas. Ya sabes lo que dicen: dale un poco de poder al indignado y será tu mejor aliado. Solo se trataba de un ingenioso distractor para mantener ocupada a la mayoría, mientras unos pocos decidían el verdadero rumbo de nuestro destino. Yo decidí acabar con eso y forjar un mundo donde la igualdad se mide por un valor irrefutable: la salud. Les di eso y levanté mis muros para protegerlos del germen de la guerra. Nora: ¿El germen de la guerra? Bloom: Aquí todos son iguales. Eliminé los caminos que conducen a la insatisfacción. Ninguno de mis hijos espera nada del futuro, la eternidad está aquí y ahora. Todos son piezas fundamentales y reciben mi amor por igual. Homogeneidad absoluta. Ivanova: Ellos no lo saben. Eso que llamas igualdad no es otra cosa que control vil y absoluto. Encontraste una manera de romper sus almas y no dudaste en hacerlo. Por eso, ninguno se atreve a refutar tus ideas mesiánicas, ni siquiera recuerdan cuál es la diferencia entre un sí y un no. Les quitaste la oportunidad de decidir y te aseguraste de que fuese un camino sin retorno. IVANOVA, NORA, ROSITA y CAILÍN, BLOOM empuña amenazante el cuchillo y la antorcha.

la

Bloom: No se acerquen un paso más. (Eleva la antorcha). Ivanova: ¡Gasolina!

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rodean.


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Bloom: Está por todas partes. Aléjense, o la dejaré caer. CAILÍN se lanza sobre ella y logra quitarle la antorcha, BLOOM reacciona atacándola con su cuchillo, IVANOVA interfiere y recibe el impacto. La gravedad de la herida lo deja en el suelo. CAILÍN corre a auxiliarlo. NORA y ROSITA continúan rodeando a BLOOM. Nora: Maldita infértil. Bloom: No lo entiendes, gracias a la ciencia he creado un milagro. Si tan solo pudieras ver la sonrisa de mis hijos, sus cuerpos ya no sufren dolor y sus almas están libres de la culpa impuesta por las religiones. Solo grandeza, nada más que eso vive en sus corazones. Nora: No soy una mujer de ciencia, yo prefiero la alquimia del alma, las palabras. Me he dedicado a invocarlas en defensa de la vida y todo lo que nos hace libres. Pero, en momentos como este, las palabras no alcanzan. ¡Tú desvaneciste la sonrisa de mi hijo en un abrir y cerrar de ojos, lo arrebataste de mi lado! Eres tú quien no lo entiende. Yo te diré lo que es un milagro. Un milagro es amar sin prejuicios, eso fue lo que me arrancaste; amaba a mi hijo con todos y cada uno de sus defectos. NORA ataca a BLOOM quien se defiende con el cuchillo. Bloom: El universo no entiende de emociones, lo que hice representa el más grande acto de amor que se haya visto. La ciencia es nuestra única arma para vencer el destino. Nora: Me importa una mierda el destino, solo quiero reunirme con él nuevamente. Bloom: Entonces déjame ayudarte. (Ataca nuevamente a NORA). ROSITA derriba a BLOOM con una patada en la espalda. 251


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Nora: Las emociones e ideas que describes como debilidad son lo único que nos queda cuando todo sale mal, con la palabra hemos aprendido a dar nombre a lo inexplicable, lo oculto. No somos un pronóstico, Bloom; somos magia, la misma que pretendes vencer al creerte dueña del destino. Nadie puede detener el paso inefable de las cosas. NORA ataca. BLOOM la esquiva y hiere a NORA en el brazo. Bloom: Lo ves, tenemos más cosas en común de lo que piensas. Al igual que tú, también llevo un vacío imposible de llenar. Todos me llaman madre, pero jamás he podido sentir el amor verdadero que solo un hijo deseado desde el vientre te puede dar. Déjame sanar tu dolor, yo puedo apagar el Infierno del pasado que hay en tu cabeza, dame ese cuchillo y déjame ayudarte. Ross: No la escuches. Recuerda las palabras, Nora. Nora: Si la salida del Infierno conduce al olvido, abrazo la llama, prefiero el recuerdo. ROSITA se lanza sobre BLOOM, le quita el cuchillo y la sujeta por el cuello. RENZO ingresa al jardín, ayudando a KODA a mantenerse de pie. Koda: (A ROSITA). Alto, no lo hagas. Ivanova: Hazlo de una vez, dame ese gusto de verla morir. Ross: La vida te preparó para este momento. Koda: Lo único que aguarda ese cuchillo es una inmensa sombra. Renzo: Tiene razón. Tú misma lo dijiste, Nora. Si nos envenenamos de odio, ellos habrán ganado después de todo.

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KODA se desvanece, NORA corre a auxiliarlo. Nora: Resiste, viejo amigo; eres un hueso duro de roer. Koda: Está bien, Nora. No te preocupes por mí, estoy acostumbrado a vagar solo; quizá después de esto me espera algo mejor. Es bonito pensar que me reuniré nuevamente con Pequeño. Nora: Lo es, pero no te duermas. ¡Cailín haz algo! CAILÍN indica a NORA con la mirada que no hay nada qué hacer mientras intenta contener la hemorragia de IVANOVA y ve en agonía también a KODA. Nora: Descansa. Koda: Lo hice Nora, escríbelo… Llévenme a ver un tren (KODA fallece). BLOOM aprovecha el estado de consternación de ROSITA, le quita el cuchillo y le propina un codazo que la deja de rodillas, entonces la sujeta del pelo. Bloom: ¡Lárguense! No permitiré que se acerquen a mis flores con sus asquerosas manos. Obedezcan, o la mato. Renzo: ¡No te atrevas! Bloom: Hijo mío, mira lo que me están haciendo; harán lo mismo contigo, así es esta escoria. Lo que profesan esconde un pútrido complejo de inferioridad capaz de destruirlo todo. Pronto te verán como lo que eres, su enemigo natural; y cuando eso suceda, te cortarán la cabeza. Renzo: Tus engaños no funcionaran conmigo. Ya sé que mataste a mi madre. Tómame a mí si así lo deseas, pero déjala ir.

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Bloom: (Incrédula). ¿Acaso amas a esta bastarda indeseable y me rechazas a mí? Renzo: Sí, la amo. Déjala ir y haré lo que me pidas. Bloom: Eres la única persona de quien no esperaba sumisión. Solo deseaba tu amor, hijo mío. Renzo: No soy tu hijo, no vuelvas a decirlo; nunca te podrás comparar con mi madre. Bloom: En ese caso, me llevaré conmigo todo lo que amas. El DR. JACK POLLOCK irrumpe en el jardín cargando a CARCELERA UNO, traen sus ropas semi quemadas. Dr. Jack Pollock: (Quebrantado). ¡Mataste a nuestra hija! Todos se quedan paralizados. Bloom: No es lo que piensas… Ella se portó mal, no tuve alternativa. ¡Has algo, sálvame de estos salvajes! Carcelera dos: (Todavía inmovilizada por ROSS). Sí, papá; ella la mató. (A BLOOM). Nos despreciaste desde el día en que nacimos, por ser extrañas, raras, tontas. Bloom: No supe cómo ser una madre para ustedes… es verdad, yo la maté. Perdóname, Pollock. No pude soportar la idea de que mis hijas no fueran perfectas, o al menos normales. Dr. Jack Pollock: No he venido aquí a salvarte, Bloom. Solo espero que haya algún sitio diseñado para ti. Suelta ya a esa joven, ya no hagas más daño. (A ROSS). Deja ir a mi hija, por favor. Confía en mí. ROSS suelta a CARCELERA DOS quien corre a los brazos del DR. JACK POLLOCK. 254


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Bloom: (A CARCELERA DOS). Hija, haz algo… Pollock, cariño. No lo permitan. Dr. Jack Pollock: Ven acá, hija. Perdóname, he sido un desastre de padre, las perdí de vista todos estos años metido en el laboratorio, debí protegerlas mejor. CARCELERA DOS y POLLOCK observan en silencio. BLOOM, acorralada, deja caer el cuchillo y suelta a Rosita. Renzo: ¡Ven Rosita, aléjate! ROSITA permanece inmóvil con la mirada puesta en el cuerpo de KODA e IVANOVA. Toma el cuchillo y súbitamente lo clava en el abdomen de BLOOM. Rosita: Esto es por todas las personas que has asesinado, yo no te perdono. Bloom: Esa mirada, llevas un incendio dentro. Cómo te llamas, niña. Rosita: Me llamo Rosita. Bloom: (Sonríe moribunda). Qué ironía. BLOOM cae muerta en el piso. Suena Silent Lucidity de Queensryche. Ivanova: Tenías razón, Cailín. He sido un inútil, ni siquiera pude cobrar venganza. Cailín: No es así. Gracias a ti logramos llegar hasta aquí. tienes el mal de la gente buena, eso es todo. Ivanova: La gente buena se hace estrella, ¿verdad? Cailín: Si, serás una estrella; allá arriba podrás seguir construyendo 255


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caminos entre la oscuridad. Ivanova: ¿Te unirás a mí? Cailín: Ahora no puedo. Debo permanecer aquí por los dos. Ivanova: Me atemorizaban esos túneles; pero tú estabas allí, eso era suficiente. Cailín: Estoy embarazada, Iva. Tendremos un bebé. Ivanova: ¿Hablas enserio? Cailín: Pensaba decírtelo al terminar todo esto; pero, al parecer, no nos queda más tiempo. Ivanova: Veo un túnel, hay una luz a lo lejos. Cailín: Ve, no temas. Ivanova: Prométeme que le enseñarás a platicar con las plantas. Cailín: Te lo prometo. Descansa mi amor. Ivanova: La guerra nos dejó huérfanos a nosotros. No quiero un mundo así para nuestro bebé. (Con dificultad, saca su pequeña bolsa de semillas y la pone en manos de CAILÍN). Esta es mi herencia, enséñale a rescatar el mundo. Cailín: Lo haré. IVANOVA deja de respirar. CAILÍN, envuelta en llanto, lo besa y cierra sus ojos. Cailín: Y ahora, ¿qué nos queda? Nora: Nos queda todo por delante, mi niña; llevas una criatura en tu vientre. Debemos cuidarla y asegurar que crezca en un mundo

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diferente. Los cimientos del palacio comienzan a estremecerse. Dr. Jack Pollock: Hay que irnos, esto se caerá a pedazos en cualquier momento. Síganme, conozco un camino seguro. NORA toma a CAILÍN quien se niega a dejar el cuerpo de IVANOVA; junto al DR. JACK POLLOCK y CARCELERA DOS, se dirigen a la salida. Nora: ¡Vámonos! Ross: Me temo que no podré acompañarles. (Comienza a cargar el cuerpo de IVANOVA. CAILÍN suelta la mano NORA y corre a ayudarlo). Cailín: ¿De qué hablas? Ross: Debo tomar mi propio camino, aún hay muchas preguntas sin responder. Es tiempo de ir por mi cuenta amiga. CAILÍN y NORA lo abrazan. Nora: Cuídate, cariño. Y no olvides sonreír, has sido fuerte por todos nosotros, busca tu felicidad. Ross: Lo intentaré. Cailín: Adiós, amigo. Extrañaré nuestras locuras juntos. Por favor, dale un entierro digno. Ross: Será un honor. Dr. Jack Pollock: ¡Ya no hay más tiempo! Ross: (A CAILÍN y a NORA). Vayan, vayan. Yo me encargo, no me gustan las despedidas.

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CAILÍN, NORA, el DR. JACK POLLOCK y la CARCELERA DOS, huyen del lugar. ROSITA llora desconsolada junto a RENZO. Ross: No llores más, Rosita de mi alma. Necesito alejarme de todo, seguro nos volveremos a encontrar. Ya no me necesitas, te has vuelto tan fuerte como esperaba. Rosita: No me olvides, por favor. Ross: Jamás. Rosita: Gracias por todo, nunca podré pagártelo. Ross: Ocúpate de ser feliz, con eso estamos a mano. (Extiende la mano a RENZO). Adiós, amigo. No debí juzgarte tan duramente. Renzo: Descuida, habría hecho lo mismo con tal de proteger a los míos. Ross: Ahora lo sé. Renzo: Cuídate. Ross: Ustedes también. ROSS abandona el edificio. Rosita: Sé que no es el mejor momento para preguntar; pero, ¿es cierto lo que dijiste? Renzo: Si. Te amo, Rosita. Rosita: Yo también. ROSITA y RENZO se besan. Renzo: ¿Y ahora qué sigue? Rosita: La verdad todos deben saberla. Quizá no logren recuperar 258


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su pasado, pero al menos sabrán todo el mal que les han hecho. Renzo: Ese es un buen inicio. Rosita: Haremos una enorme biblioteca con todos los libros que hemos rescatado. La mirada de las personas volverá a llenarse de ilusión. ¿Te lo imaginas? Hay miles de historias entre esos libros. El estruendo producido por el edificio es cada vez más fuerte. Rosita: ¡Vámonos! ROSITA ayuda a RENZO a cargar el cuerpo de KODA. Renzo: Rosita, ¿puedes enseñarme a leer? Rosita: Claro. Renzo: Gracias. Suena Un niño nace de Luis Alberto Spinetta. RENZO toma la mano de ROSITA y cargando el cuerpo de KODA, abandonan el jardín. Una luz cenital roja baña el cadáver de BLOOM, mientras la escena se apaga lentamente. Oscuro. Fin.

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SOBRE TIERRA INCONEXA En el 2020, en medio de la pandemia del COVID-19, cinco teatristas de Honduras (Walter Lobo, Heber Villatoro, Ishtar, Paz, Luis Cerna Mazier y Karina Nelson) se reúnen mediante sesiones virtuales con un propósito: Crear dramaturgia. Luego se suman al colectivo los compañeros Rodin Ruiz y Leo Banegas. Esta necesidad surge por la escasa escritura y montaje de texto teatrales hondureños. A su vez, sabemos que hay muchas personas antes que nosotros que han realizado dramaturgia. Sin embargo, sus obras están casi en la oscuridad. Aparte de crear, tenemos el propósito de investigar y difundir estos aportes para que nuevas generaciones conozcan lo que se hizo antes. Por último, queremos que nuestros textos motiven a más generaciones de teatristas hondureños/as para escribir teatro.

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