Tierra Inconexa: Dramaturgia Hondureña

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© Colectivo Tierra Inconexa, 2021 Tierra Inconexa – Dramaturgia hondureña Primera edición: marzo 2021 Para esta edición © Mujeres en las Artes “Leticia de Oyuela” - MUA PAKAS COSUDE Textos: Walter Lobo, Heber Villatoro, Ishtar Paz, Luis Cerna Mazier y Karina Nelson. Edición: María Eugenia Ramos Presentación: América Mejía Prólogo: Helen Umaña Diseño y diagramación: Arleth Rivera Tegucigalpa, Honduras Marzo 2021 Mujeres en las Artes “Leticia de Oyuela” MUA B° La Plazuela Ave. Cervantes casa 1331 Centro Histórico de Tegucigalpa Tel.: 2222-3015 | pakascultural@gmail.com www.pakashn.com Si desea llevar a la escena una de estas piezas, escribir a tierrainconexa@gmail.com


TIERRA INCONEXA DRAMATURGIA HONDUREÑA



ÍNDICE PRESENTACIÓN

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INTRODUCCIÓN

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PRÓLOGO

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EL PRECIO JUSTO

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ANTES DE UN TÉ

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EL JARDÍN DE LAS DELICIAS

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LOS PATRONES

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CRIATURAS DE LA HONDURA

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PERFIL TIERRA INCONEXA

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BREVES NOTAS BIOGRÁFICAS

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PRESENTACIÓN

Con la Plataforma de Acción Artística Cultural Solidaria Pakas se propuso desarrollar una estrategia de apoyo solidario a los y las artistas y trabajadores de la cultura en situación de vulnerabilidad económica y social ante la situación de emergencia sanitaria generada por el COVID-19, con el apoyo de Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación, COSUDE. Nuestra intención principal fue siempre el trabajo en red, atendiendo a la colaboración y los cuidados necesarios para la época transitada con una mirada humana, teniendo en cuenta los contextos de todos, todas y cada uno, pensamos una acción necesaria y urgente, lo llamaríamos actuar desde nosotros y nosotras. Para Mujeres en las Artes MUA-Pakas, presentar hoy la publicación Tierra Inconexa - Dramaturgia Hondureña, de autoría del Colectivo del mismo nombre; es interactuar con quienes están siendo parte del cambio generacional en el arte, escribiendo teatro, explorando diferentes territorios de procesos de producción artística, asimismo conocer e intercambiar con los y las artistas que están creando y pensándose desde otras formas de colaboración y creación, tanto por sus formatos como por sus contenidos y enfoques temáticos tales como derechos, violencias de género, justicia social, relaciones de poder, memoria, resiliencia y construcción de esperanza, a pesar del contexto. 9


En este breve tiempo compartido con el Colectivo, en modalidad virtual, hemos aprendido de su ejercicio profesional en gestionar la publicación del libro como un aporte al registro de la Dramaturgia Nacional, tan necesaria y urgente. MUA agradece a cada uno/a de los integrantes del Colectivo Tierra Inconexa, por convocarnos a ser parte de cuestionar realidad, también el acompañamiento de Maria Eugenia Ramos como editora, Helen Umaña como prologuista, Arleth Rivera en el diseño y diagramación de la publicación digital de Tierra Inconexa, COSUDE, y al equipo Pakas. Es tiempo de repensar todo y fortalecer lo asociativo/ colectivo en lo cultural y artístico. - AMÉRICA MEJÍA

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INTRODUCCIÓN Para explicar el presente libro, su razón de ser y su contenido, tendríamos que remitirnos indefectiblemente a algunas de las clásicas preguntas del teatro: ¿Qué? ¿Cómo? ¿Para qué? Esto es un compendio de obras producto de un primer proceso de escritura como colectivo exclusivamente enfocado en la producción de dramaturgia hondureña. En el 2020, en plena pandemia del COVID-19, entre las ahora habituales videollamadas, nosotros y nosotras, artistas escénicos nos reuníamos a conversar y siempre surgía una interrogante: ¿Por qué se escribe tan poco teatro en el país y por qué la negativa a escenificar estas obras? Así nace Tierra Inconexa y así mismo ven la luz las cinco piezas teatrales que aquí presentamos: El Precio Justo, Antes un Té, El Jardín de las Delicias, Los Patrones y Criaturas de la Hondura. Obras aparentemente disimiles, inconexas si se quiere, tanto en forma como en contenido, pero todo producto de un mismo germen: Honduras. ¿Cómo? La respuesta es sencilla: En colectivo. Si bien se piensa que el ejercicio de escritura pasa por la idea de la creación solitaria, no lo vimos así. Eso supuso apoyarnos en la otredad y cómo consecuencia la pérdida de la timidez y el miedo a enfrentarnos a un territorio poco explorado para la mayoría del grupo: Escribir teatro. Pero no nos perdamos, no hablamos aquí de escritura colectiva, si no de escritores y escritoras en colectivo, eso grupal que es tan propio de nuestro quehacer teatral y que lo nutre. 11


En un proceso que duró 5 meses íbamos compartiendo las ideas de las obras de cada integrante: las discutíamos, tratábamos de potenciarlas e incluso dejábamos pequeños ejercicios dramatúrgicos de diferente índole (Estructura, personajes, uso del lenguaje, etc.). ¿Para qué? Olvidemos en este punto cualquier idealismo, cualquier utilidad del teatro para la vida. Seamos sinceros: Cada uno escribe lo que quiere, lo que le genera placer, lo que lo construye socialmente, con lo que se identifica. Es en este terreno donde se da la discusión y es donde cada uno genera su postura. Entonces cada obra, representa el ideal del autor/a. (Vaya contradicción con lo colectivo, ¿No?) Así pues, esperamos, que usted no encuentre en estas obras, respuestas, si no más bien preguntas. Y esperamos, también, que las obras lleguen a su puerto final: La escena. -TIERRA INCONEXA

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AIRES RENOVADORES EN LA DRAMATURGIA HONDUREÑA El colectivo «Tierra inconexa» surgió en 2020 y lo conformaron cinco compatriotas cuando realizaban estudios de especialización en materias relacionadas con el área teatral en la ciudad de Buenos Aires. Su interés por la dramaturgia los condujo a integrar un grupo que sirviese de incentivo para impulsar su trabajo. Como producto de esa determinación —gracias a un taller realizado— tenemos cinco obras que han sometido a la consideración de los artistas y personas vinculadas a una de las manifestaciones artísticas más significativas en el desarrollo cultural de cualquier nación. Plantear situaciones de violencia contra la mujer es un objetivo central en El precio justo, obra de Karina Nelson (1977).1 El cuadro que ofrece es amplio presentando una cadena de agresiones a la mujer en el ámbito familiar que van de la cotidiana violencia verbal y psicológica, al golpe físico que poco a poco evoluciona hasta llegar a la muerte en forma cruel. También insidiosa y persistente es la hostilidad laboral que se manifiesta de formas múltiples: salarios inferiores desempeñando igual labor a la del empleado varón, bromas ofensivas o —en este caso— el coro de profesionales machistas que, soslayando la realidad, le niegan capacidad intelectual a una profesional calificada a la que 1 Todos los textos son inéditos y los envió «Tierra inconexa» en el mes de febrero de 2021. Forma parte de una publicación colectiva preparada para próxima divulgación.

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relegan a trabajos de menor cuantía. El irrespeto, el chantaje y el cinismo del hombre que cree que, con dinero, posición social e influencia en los medios de comunicación, puede doblegar los principios éticos de la abogada, quien, al final, muestra en qué forma dejó en claro su inteligencia e integridad moral con las cuales contribuyó a la caída del abusador, el personaje de aparente éxito que pagará, con años de cárcel, el asesinato de su esposa. Con afán de concienciación, un efectivo llamado de alerta para contribuir a la prevención de cualquier forma de agresión o minusvaloración de la mujer. Pertrechado de elementos culturales de tipo general, Walter Lobo (1987) escribió Criaturas de la hondura (o historia de Honduras para principiantes), texto que se centraliza en la figura de Francisco Morazán y demuestra, nuevamente, la persistencia del importante tema en la literatura del país. El dato histórico, la imaginación, y el acudir a creencias ampliamente difundidas sobre el héroe se mezclan en una obra que evade el planteamiento mimético y secuencial. Hay una inteligente incorporación de técnicas y mecanismos que dejan atrás los modos tradicionales de hacer teatro como aplicar el distanciamiento épico y acudir a mecanismos metateatrales. También alterna la prosa y el verso e introduce regionalismos y expresiones en latín, totalmente justificadas dada la situación presentada. El empleo del humorismo es sobrio. No obstante, habría que cuestionar —especialmente si tomamos en cuenta el subtítulo de la obra— la ocasional alteración de algunas circunstancias

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históricas importantes relacionadas con Morazán.2 Antes un té, de Heber Villatoro (1988), parte de una premisa: admitir que existe una forma de vida más allá de la muerte. Creer que esta última no es absoluta y definitiva sino el paso a otro tipo de existencia. De allí, una expresión que, a propósito del protagonista, se formula dos veces: «Un muerto que se siente vivo y un vivo que se siente muerto», síntesis de dos temas centrales: vivir sin la persona amada equivale a estar muerto y, aunque se esté muerto, tener al ser amado cerca, equivale a vida plena. Ideas que se supeditan a una tercera: la necesidad de renunciar a la satisfacción personal para cumplir con un deber ineludible. Durante el desarrollo de la trama surgen temas colaterales. No priorizar el amor puede ser la fuente u origen de una íntima frustración personal. Adela sacrificó al gran amor de su vida en aras de una exitosa carrera de bailarina que le ganó amantes circunstanciales pero que nunca calaron en su espíritu. Importante es, también, la idea de no renunciar a la lucha para alcanzar lo que ardientemente se desea. Santiago careció del suficiente coraje y del ánimo de arrostrar imprevistos que le hubiesen conquistado una situación de gratificante felicidad al lado de Adela. El amor también tiene otras manifestaciones. Las promesas nacidas del amor se cumplen. Adela, muerta en un 2 En algunas obras que indican estar basadas en la Historia, su ficcionalización es válida siempre que no altere aspectos básicos de lo que sucedió. La anécdota imaginativa que distorsione hechos y circunstancias también puede hacerse, pero con la aplicación de alguna forma que indique —mediante recursos metalingüísticos— el código que se aplica. Indicios que siempre están presentes en cualquier comunicación y que permiten aceptar la forma en que está planteado el mensaje. En este caso, el subtítulo dado por Lobo anuncia que ella permitirá aprender hechos históricos.

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accidente desde hace 15 años, tiene que esperar en un lugar muy frío y brumoso (¿equivalente al limbo cristiano?)3 hasta que llegue el alma de Santiago para cumplir lo que le prometió: regresar de una ciudad distante, visitarlo y llevarle su té preferido. Cumplir la promesa le permite seguir su camino para arribar al lugar definitivo que tiene asignado. Previamente logra convencer a Santiago, quien acaba de morir, de que tenga la suficiente voluntad como para responder al tratamiento de emergencia que le aplica una enfermera y lograr que su corazón funcione: que lo haga por amor a sus hijos que lo necesitan. En boca de Adela, la cita textual de los versos del canto I del Paraíso en la Divina Comedia, que alaban la infinita gloria de Dios en el universo y que ella lee en voz alta, representa una confirmación del triunfo del amor. Por ello, cuando lee los simbólicos versos se escuchan las trompetas celestiales. Adela sabe que el lugar de los bienaventurados está listo para ella. La perspectiva idealista del texto salta a la vista. Luis Emilio Cerna Mazier (1991) escribió Los patrones, obra que califica de tragicomedia y la cual evoca a las tradicionales ‘farsas’, antiguas representaciones de un hecho real o imaginario plagado de incidentes grotescos realizados con propósito jocoso, burlesco o moralizante y que, en este caso, revela con puntualidad un fenómeno cultural contemporáneo que se ha pretendido absolutizar: el desencanto de un gran sector de la población — especialmente entre la juventud— que ha arribado a un estado de descreimiento total frente a toda posibilidad de cambio social. 3 Una referencia en concordancia con la idea del ‘limbo’ como lugar temporal, previo a la entrada del reino prometido.

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Ubicada en la década del veinte del siglo anterior, la obra muestra el acontecer cotidiano de una finca en donde dos esposos (la cocinera y su marido, el mayordomo) son servidores leales de los propietarios y, dadas las órdenes recibidas, se encargan de realizar o encomendar a otros todo tipo de desaguisados: mutilaciones graves a los mozos (cortarles un brazo, extraerles un ojo, flagelarlos, colocarles hierros calientes en la espalda, esparcir sangre y cadáveres de animales sobre la tierra aduciendo que ello es buen abono, etc.). Por su parte, los dueños son ridículos y emiten ideas absurdas sobre el arte y la música; utilizan palabras en francés y términos que suponen refinados. También se dan comidas pantagruélicas que acompañan con actos sádicos contra los trabajadores. La contratación de Juan, trabajador proveniente de la ciudad, desencadena una rebelión y los dueños pagan con su vida sus arbitrariedades. Los rebeldes, no obstante, se tornan en nuevos amos. Inclusive, logran que él se ponga de su lado. Ello es muy significativo porque con frecuencia asumía una posición muy consciente frente a las injusticias y exhortaba a luchar por librarse de tan inicuos patrones. El ciclo se repite y la posibilidad de cambiar la situación se esfuma. El sistema oprobioso continúa… Tal planteamiento retrata, en buena medida, el desencanto de un buen sector de la población, incluidas personas jóvenes. Pero la realidad no es tan simple. Existe un segmento convencido, tanto en jóvenes como en adultos, de que nada permanece estático. Basta mirar el espejo de la historia para saberlo. Inclusive, Cerna Mazier, al escribir su texto y pintar una situación absurda, inequitativa e injusta, realizó el esfuerzo que ello entraña porque está convencido del poder transformador y educativo del teatro y de sus códigos. Si la obra evidencia la existencia 17


de una sociedad enferma puede motivar a la reflexión constructiva. Como esa actitud, según anotamos, también se adjudica a la juventud —condición que también atañe al autor— es útil traer a colación una reflexión de José Manuel Valenzuela Arce: Todas estas expresiones [manifestaciones de protesta, grafitis, consumos culturales, uso de las redes digitales: la ciber cultura, la ciber militancia, el ciber activismo] contradicen las narrativas y las retóricas dominantes acerca de que a los jóvenes no les interesa la política y, por lo tanto, son apáticos a las grandes problemáticas del país. Lo que no se entiende, es que ya cambiaron las formas de acción social y de la participación en la política, que están en clave cultural, en tanto que no se reducen a la adscripción a un partido o a la filiación a alguna ideología definida, o a las votaciones electorales.4

Un aura de reticencias e inquietantes sugerencias van generando en El jardín de las delicias de Ishtar Paz (1994) una atmósfera de oscuros matices en la que se presiente la existencia de una verdad que tarda en aceptarse pero que, al asumirla, conlleva una reconfortante sensación de libertad cuyo último escalón radica en apartar, en forma violenta, al personaje machista, malévolo y autoritario que ejercía un control absoluto sobre el sector femenino que él había construido alrededor del teatro. Anotamos algunos elementos o aspectos que permiten seguir las líneas básicas en la bien diseñada obra. Rosa es una excelente actriz que se retiró varios años del escenario y permaneció sin comunicación con Jazmín, su gran amiga. 4 En: Alfredo Nateras Domínguez (Coordinador) (2016). Juventudes sitiadas y Resistencias afectivas, Gedisa editorial y Universidad Autónoma Metropolitana. Unidad Iztapalapa. Consejo Editorial de Ciencias Sociales y Humanidades, p. 31.

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Soportó la acusación de robo de una prenda del vestuario teatral y regresó porque Napoleón, famoso dramaturgo, director del teatro, montará la que considera su obra maestra y cuyo título —El jardín de las delicias— remite al célebre tríptico de El Bosco. Él manipula y ejerce un dominio emocional con el elenco femenino de la compañía al que llama, justamente, ‘su’ jardín. Su control sobre las mujeres lo llevó a impedir que Jazmín disfrutase de una beca en Indonesia y frustró su capacidad de dramaturga. Se insinúa que en los inexplicables accidentes que en momentos diferentes sufrieron Margarita y Amapola pudo estar su mano. Hay indicios de un triángulo amoroso que permanece en claroscuro. El conflicto y la tensión terminan mediante un acto vindicativo que permite que la ecuación amorosa se resuelva ratificando la prevalencia de la fidelidad al íntimo sentir mediante la realización plena del amor homoerótico y la decisión de ambas mujeres de acompañarse y huir del lugar.5 El final de la obra de Napoleón —que también implica un futuro más humano para toda la sociedad, según se expresó en un ensayo de la obra— presagia la decisión personal que liberará a las dos amantes del personaje que las oprime. Título y aspectos de la obra de Paz nos remiten al trabajo de El Bosco, en el que, con intención moralizadora, en el panel del centro («El jardín de las delicias»), se representa la explosividad sexual al margen de los códigos morales existentes en la sociedad. No obstante, las alucinantes escenas de la pintura también están en necesaria vinculación con el mandato bíblico del «creced y multiplicaos» dado a Eva y Adán y que está presidido por el mismo Cristo en el panel izquierdo, en donde también sobresale la alegórica escena de los cuatro ríos del edén, símbolos de la vida y 5

Un tema que ha sido tabú en la dramaturgia hondureña.

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la fertilidad, aspectos reforzados en la figura del tranquilo cisne, metáfora del entendimiento, la amistad, el amor y el afecto posible de existir entre los humanos. Las reflexiones de Jazmín sobre el bien, el mal y el mundo de los valores, plantean una implícita conexión con la visión de la realidad que tiene el pintor flamenco. Formalmente, la obra ofrece una triple perspectiva: 1) en la parte superior del escenario se escuchan ruidos y voces, probablemente de los técnicos y observadores teatrales; 2) retazos de la obra de Santiago que se ensaya y 3) coincidencia de dicha obra con el drama femenino que se lleva a cabo en el espíritu de las dos protagonistas. El ensamble de las tres líneas es tarea del lector o espectador. Inclusive podríamos pensar que la presencia del Bosco —dadas las importantes alusiones, empezando por el título de la obra— es uno de los pilares fundamentales que la sostienen y que conlleva o demanda otra vertiente de análisis. Paz también vincula a Rosa y a Jazmín con las máscaras que aparecen en el escenario. Signo del ocultamiento de los verdaderos sentimientos que han tenido que afrontar para ocultar, por años, su auténtica identidad de género.6 Al mismo nivel de subterfugio puede estar la relación que guardan con Napoleón hasta que deciden cortar los vínculos con él y que, a una de ellas, la lleva al extremo de envenenarlo por haber jugado con sus vidas. Además fue incapaz de sentir amor (acusa falsamente a Rosa de ladrona, abusa de ella al sostener una relación sexual en la que se advierte falta de consentimiento y, por las coincidencias, se puede conjeturar que fue el probable autor de los accidentes de Margarita y Amapola). Tampoco los nombres de los personajes son fortuitos. Los de mujeres son de flores, 6

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La etimología de la palabra ‘persona’ remite al concepto de máscara.


seres vivos cuya fragilidad —característica que se les trasladada— ha hecho que Napoleón las domine. De hecho, las considera de su propiedad. Igualmente, su nombre evoca el del dictador francés que pretendió dominar a toda Europa. Nombres, pues, cargados de connotaciones. Evidentemente, la entrega de cinco obras teatrales de escritores bastante jóvenes fortalece la dramaturgia hondureña y alienta la esperanza de que otros autores se animen a seguir desplegando esfuerzos por revitalizar la dramaturgia del país. - HELEN UMAÑA 9 de febrero 2021

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El PRECIO JUSTO Karina Nelson


Personajes Abogada Cliente Esposa Jueza Voz fuera de escena Un abogado

Espacio Una oficina de la penitenciaría central de la ciudad.

Tiempo Unas semanas antes de presentarse al juicio. La obra se desarrolla en el transcurso de una semana.

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ACTO ÚNICO ESCENA UNO En la escena hay una mesa y dos sillas. El cliente está sentado al lado de la mesa y la abogada parada en la penumbra. La abogada debe preguntar con el ritmo de un interrogatorio policial. Cliente: Llegué a casa alrededor de las 2 de la madrugada, fui a la cocina a tomar agua, subí las gradas y la luz de la habitación estaba encendida, lo que me pareció extraño porque Ana duerme temprano y siempre apaga las luces. Pensé que estaba leyendo. Abrí la puerta y no la vi, fui al baño y nada, me di la vuelta y ahí estaba tirada con sangre alrededor de su cabeza. Mi primer impulso fue levantarla, pero preferí llamar a la ambulancia. Me dijeron que no la tocara, que ellos llegarían enseguida. No sé cuánto tiempo pasó. Yo estaba sentado en el borde de la cama viéndola sin saber que hacer, me sentía confundido y con náuseas. Cuando llegó la ambulancia, los médicos dijeron que había muerto de un golpe en la cabeza. Me preguntaban qué había pasado y les dije que no sabía porque yo estaba llegando a la casa. Ellos llamaron a la policía, dijeron que era una muerte sospechosa. Los policías me hacían preguntas, yo no sabía qué responder. Abogada: ¿Cuándo fue la última vez que vio a su esposa? Cliente: Alrededor de las nueve de la noche, cuando salí de la casa. Abogada: ¿Qué sucedió esa noche?

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Cliente: Discutimos antes de que yo saliera, ella intentó golpearme y yo, en defensa, la empujé. Salí de la habitación sin mirar atrás. Cuando regresé... Abogada: ¿Alguna vez pensó en asesinarla? Cliente: ¡No! Abogada: ¿Cuántos años llevaban de casados? Cliente: Veintidós años. Abogada: ¿Cuántos hijos tienen? Cliente: No teníamos hijos. Abogada: ¿Por qué discutieron esa noche? Cliente: Ella era muy celosa y me armaba escenitas por nada. Esa noche íbamos a salir con mis compañeros de la oficina y yo le dije que ella no podía acompañarnos, que iba a ser incómodo, ya habíamos tenido problemas por una amiga… Bueno, compañera de trabajo. Abogada: ¿A qué se dedica? Cliente: Soy empresario. Abogada: ¿Usted asesinó a su esposa? Cliente: Ya le dije que ella me estaba golpeando, fue en defensa propia. Yo no lo planifiqué… (La abogada sale de la penumbra.) 26


Abogada: No diga «yo no lo planifiqué». Cliente: Pero, no lo planifiqué. Abogada: Se hace ver culpable. Utilice «tuvo que ser un accidente», «yo no lo sabía». (Acercándose a la mesa.) Otra cosa: no baje la mirada cuando ella le pregunté, mírela directamente a los ojos, y responda con propiedad. Con la misma seguridad con la que habla cuando lo entrevistan en la televisión. Cliente: Lo siento, es que me pone nervioso la forma en que pregunta. Las entrevistas en televisión son una cosa y una muy diferente cuando te interrogan en un juicio por asesinato. Abogada: Tiene que aprender a responder de forma precisa. La fiscal va a valerse de cualquier error que usted cometa al hablar y lo va a presionar hasta confundirlo, así que piense bien lo que va a responder. Cliente: Usted siempre está un paso adelante en los casos. Abogada: Hemos terminado. Vendré en cuanto me comuniquen el día y la hora en la que se realizará la audiencia. (La abogada pone dentro de su maletín los papeles que están sobre la mesa.) Abogada: (Extiende la mano para despedirse.) De momento, intente mantenerse tranquilo. Cliente: (Sin darle la mano.) ¿Usted cree que me condenen? 27


Abogada: Le seré muy sincera: tenemos que comprobar su inocencia, nuestra defensa alega un delito culposo. Quiere decir: tienen una pelea acalorada, ella le da una bofetada, usted reacciona empujándola para que deje de golpearlo, quiere evitar a toda costa seguir discutiendo con ella, sale sin mirar atrás. Ella con el empujón pierde el equilibrio, se va de espaldas y pega la cabeza contra la mesita de noche. Ese golpe le ocasiona la pérdida del conocimiento y luego la muerte. Pero fue un accidente, usted nunca quiso matarla. En las declaraciones sus amigos confesaron que usted siempre fue bueno y comprensivo con ella, que nunca hizo nada para lastimarla. Sin embargo, la fiscal alega que planificó todo, que ese empujón fue con toda la intención de matarla. Por lo tanto, nos enfrentamos a una acusación de homicidio doloso. (La abogada lo mira detenidamente, él mantiene la vista en la mesa. Entra la esposa.) Esposa: ¿Puedo acompañarte? ¿Vas con tus compañeros de trabajo? Cliente: No, no quiero que nos acompañes. Esposa: No querés; porque vas a ver a tu amante. Cliente: Voy a salir con quien yo quiera. Queremos beber tranquilos, no necesitamos a una loca como vos armando escenas de celos. Busca qué hacer en la casa o salí con tus amigas. Esposa: Sinvergüenza, ¿cuáles amigas? Si te encargaste de apartarlas de mí. Quiero el divorcio, ya no me vas a tener encerrada como si fuera una inútil. 28


(Se escucha un grito, un golpe contra una mesa). Cliente: Ridícula, mártir, levántate y dejá el drama. No me voy a divorciar de vos. Calladita, si decís algo te mato. (Las voces se desvanecen. El cliente está con la mirada fija en la mesa.) Cliente: ¿Puedo fumar? Abogada: He estado pensando en un detalle: usted no vio caer a su esposa, pero cuando iba bajando las gradas ¿no escuchó ningún ruido? Ella debió caer con mucha fuerza. (La abogada saca de su cartera un paquete de cigarrillos, un encendedor y los pone en la mesa. El cliente enciende el cigarrillo y fuma.) Cliente: No, no la miré caer. (La abogada toma su maletín y se dirige a la puerta.) Cliente: ¿Usted alguna vez ha sido infiel? Abogada: ¿Infiel? ¿A mi esposo? No. Cliente: ¿A sus convicciones? Abogada: Nunca. (Pausa.) La fiscal que lleva el caso es una de las mejores abogadas de la fiscalía, es muy acuciosa y detallista. Ella va a buscar todas las maneras de enviarlo a prisión, será una audiencia dura, debe de estar preparado para ese momento, porque va a sacar a luz todos los problemas que tuvo con su esposa. 29


(La abogada se dirige una vez más a la puerta.) Cliente: ¿Usted va a seguir defendiéndome sin importar lo que le diga? Abogada: ¿A qué se refiere? Cliente: Algunas discusiones se subieron de tono y… Abogada: ¿Cuántas veces golpeó a su esposa? Cliente: No sé cuántas veces. (La abogada camina rápidamente hacia la mesa, saca de su maletín los archivos del caso y revisa las declaraciones.) Abogada: (Hablando para sí.) Pero ella nunca lo denunció, yo he revisado el expediente muchas veces y está limpio, ni siquiera tiene una multa de tránsito. (Al cliente.) ¿Algo más que quiera decirme? No quiero sorpresas en la audiencia. Cliente: Usted me dijo que haría todo lo que estuviera a su alcance para que yo salga de la cárcel. Abogada: ¿Qué más tiene que decirme? Cliente: ¿Por qué aceptó el caso? Abogada: Bueno, porque creo que es inocente… Cliente: ¿Está segura que fue solo por eso? Abogada: Sí. Cliente: ¿Usted conoce a la fiscal? 30


Abogada: ¿Qué tiene que ver eso? Cliente: La conoce. Abogada: Sí. Cliente: ¿Y? Abogada: ¿Qué es lo que quiere? Cliente: Usted aceptó mi caso cuando se enteró quién era la fiscal ¿O me equivoco? Abogada: Yo acepté su caso porque creo que en su inocencia y que la muerte de su esposa fue un accidente. Cliente: ¿Le da miedo perder? Abogada: Usted puede ir a la cárcel por un delito doloso, ¿Se da cuenta de eso? Cliente: Abogada, yo sé que usted no lo va a permitir, quedaría muy mal perdiendo frente a ella y con un caso que no es difícil de ganar. Abogada: ¿De qué está hablando? Yo me enfrento con abogados todo el tiempo, esto no es más que un juicio para mí. Cliente: ¿Está segura de lo que me dice? Abogada: Centrémonos en el caso, ¿Alguien sabe que usted golpeó a su esposa? Cliente: La sirvienta. 31


Abogada: Lo que nos faltaba, las testigos que les gustan a la fiscal. ¿Cómo era su relación con ella? Cliente: Distante, ella pasaba el día con mi esposa. Abogada: ¿Hay alguna manera de desacreditarla? ¿Algo que usted sepa de ella que le haga perder credibilidad? Cliente: No se preocupe tanto, eso está solucionado. Abogado: ¿Usted todo lo soluciona así? Cliente: No soy muy diferente a usted, abogada. Yo también estudio las situaciones. (La abogada se levanta de la silla, toma un cigarrillo y el encendedor. Fuma.) Abogada: Tiene razón, sí la conozco, me he enfrentado a la fiscal Alvarado un par de veces. Nunca le he ganado, porque yo no era la abogada a cargo. Cliente: ¿Usted se quiere enfrentar a ella? Abogada: ¿Por qué me dice eso? Cliente: Yo sí creo que tiene la garra para hacerlo, se ve en sus ojos. Pero en el bufete nadie confía en usted. ¿Una mujer penalista? Abogada: En el bufete todos me respetan. (Voz fuera de escena.)

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Voz de abogado: ¿Una mujer penalista? (Se escuchan risas de otros hombres.) Debió de estudiar derecho familiar, para eso son buenas las mujeres (ríen). Su currículo es bueno. Para que vea que somos un bufete que le damos oportunidad a las mujeres, inicia el lunes a las 9 de la mañana. Será asistente en los casos de los abogados, archivar informes, organizar las agendas de ellos. Abogada: (Apagando el cigarrillo.) Necesito entrevistarme con la sirvienta, ¿cómo se llama? Cliente: Catalina López, ella sigue trabajando en la casa, ahí la puede encontrar. (La abogada anota en un cuaderno.) Abogada: Muy bien, iré mañana a visitarla. Cliente: No creo que sea necesario, ella no dirá nada. Abogada: Igual necesito orientarla, tiene que saber cómo responder al momento de ser interrogada. La fiscal es una mujer muy astuta, la hará cantar como un canario. Cliente: ¿Ha sido muy difícil su trabajo en el bufete? Abogada: (Perdiendo un poco el control.) Soy una abogada responsable y capaz de cumplir con mi trabajo, para eso estudié al igual que ellos. De hecho, soy mucho mejor abogada, capaz de ganar casos que perdieron por pura negligencia, mis méritos universitarios están por encima, pero soy mujer y por eso… «Si desea otro abogado está en su derecho».

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(El cliente permanece en silencio, con una leve sonrisa en los labios.) Cliente: Usted es la indicada. Abogada: Volvamos a lo nuestro. (Tomando los documentos de la mesa.) Cliente: Necesita conocer todos los detalles. Abogada: ¿De qué habla? Cliente: Yo la miré caer… (Pausa.) Abogada: (Molesta) ¿Por qué no me lo dijo antes? Cliente: Quizá por miedo a que no quisiera defenderme. Abogada: (Frustrada.) Esto cambia mucho las cosas… con lo que me está confesando… se da cuenta de que su confesión desestabilizó todo lo que habíamos armado para su defensa. Cliente: Yo no pensé en matar a mi esposa, pero la miré cuando se golpeó la cabeza y simplemente tomé la decisión de irme. Abogada: ¿Por qué lo está confesando? Nadie lo vio, su coartada era perfecta, yo lo iba a defender creyendo en su inocencia.

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Cliente: Por lo que usted ha mencionado de la fiscal. Es una mujer audaz, capaz de encontrar pruebas, siempre buscando detalles. Así que no quiero que pierda contra ella. Abogada: Es su vida, no la mía. Usted es el que irá a la cárcel. Cliente: Y usted la que quedará en ridículo si pierde. La abogada Medina una vez más enfrentada contra la fiscal Alvarado, a la que nunca le ha ganado en la corte. Abogada: ¿Entiende que su libertad está en juego? ¿Por qué quiere hablar de la fiscal? ¿Qué quiere ganar con eso? Está jugando, y la verdad yo no tengo ganas de estar en este circo. ¿Quién se cree que es? Soy una profesional, no tiene ningún derecho de querer burlarse de mí. Cliente: Usted es la que no tiene ningún derecho de hablarme en la forma en que lo está haciendo. Yo soy su cliente, ¿entiende? Soy el que le paga. Abogada: Yo no voy a seguir su juego. Cliente: (Burlón.) Cobarde, buscando cualquier pretexto para huir. ¿Le tiene miedo a la fiscal? Abogada: ¿Qué se cree? ¿Qué puede engañar a la fiscal, al juez? La fiscal va a pedir pruebas psicológicas para conocer su personalidad. Si usted es un violento, van a pedir la prueba científica, en la que van a determinar la profundidad y el tipo de golpe que ella tenía en la cabeza. Dígame: ¿Cómo fue el empujón que le dio? ¿Suave o con saña? (El cliente se levanta de la mesa.) 35


Cliente: ¡Ella quería el divorcio, quería que le diera el 50% de mi dinero! Mi esposa podía irse, pero sin mi dinero. Abogada: ¿Fue por eso que mató? Cliente: Yo no lo planifiqué, fue un accidente. Usted misma lo dijo, yo no la miré caer, no me di cuenta que se golpeó con tanta fuerza la cabeza. Abogada: Ella le dijo que se divorciaría de usted, por eso la empujó de forma violenta. Lo hizo con toda su fuerza, con la intención de lastimarla. Quizá no pensó en matarla esa noche, pero lo haría en cualquier momento. Lo que sucedió es que ese día se descontroló y se le salió de las manos la situación. Cliente: Ella fue la culpable de que eso sucediera, si no se hubiese puesto tan necia... Le dije que se quedara callada, que se fuera a dormir o viera una película, pero insistió con el divorcio. Es su culpa, ella no se comportó de forma racional. Abogada: Usted es el que demostró su irracionalidad golpeándola de la forma en que lo hizo. Cliente: (Violento.) Usted no estaba ahí, no sabe qué sucedió. (Golpeando la mesa.) Cállese, si no quiere que… Abogada: (Retándolo). ¡¿Qué?! ¡¿Golpearme?! ¡¿Cómo lo hacía con su esposa?! Cuando tengan la evidencia científica dirán que tipo de animal fue usted con ella. Cliente: ¡Cállese, cállese! Mujer tenía que ser, no saben nunca cuándo deben de callarse. Mi mujer era una perdedora, nunca se callaba, por más que le decía que 36


cerrara la boca. No se imagina cuantas veces intentó suicidarse y nunca lo logró. Era tan tonta e inútil, le hice un favor con el empujón que le di. Todas son iguales, necesitan que las golpeen para que aprendan cuál es su lugar en la vida. Abogada: Usted es culpable, mató a su esposa desde hace mucho. La fue matando lentamente en esos veintidós años que estuvieron casados. Hasta que al final lo logró, con una buena coartada, eso sí. Ya no creo en usted, es perverso, lo planificó todo muy bien. Puede usted llamar a mi jefe y pedirle que le envíe otro abogado. Me voy. (Coloca todos los papeles una vez más en su maletín, se dirige a la puerta.) Cliente: Si cruza esa puerta, mañana leerá en todos los diarios: «La abogada Medina abandona el caso, ¿Miedo al fracaso? ¿O a la fiscal Alvarado?». ¿Entiende quién soy yo? Tengo mucha influencia, muchos amigos en los medios de comunicación. Yo sé mucho de usted. Hace un par de años había una plaza en la fiscalía, iban a contratar a la mejor abogada, y usted fue hacer la entrevista. Para su sorpresa, la que se quedó con ese puesto fue la fiscal Alvarado. Ella poco a poco se ha ido convirtiendo en la mejor de todos los fiscales. Usted terminó en un bufete donde su trabajo se limita en ser asistente de los abogados, como si fuera una secretaria. Abogada: ¿Me ha estado investigando? ¿Por qué está empeñado en que sea yo la que lleve su caso? Busque otra abogada. Cliente: Sí, necesito una abogada, pero usted es la única que aceptó mi caso. ¿Por qué? Sería su primer caso importante. 37


Yo le estoy ofreciendo el caso que la va a catapultar a otro estatus. Si usted le gana a la fiscal ya no la verán de menos, la van a respetar en el bufete y en la corte. Míreme. ¿Quiere salir del hoyo en el que la han tenido encerrada todos estos años? Defiéndame y gane, yo le recompensaré muy bien, quizá después de esto abra su propia firma de abogados. (Ella está parada junto a la puerta a punto de salir. Luego camina hacia la mesa.) Abogada: No me interesa… Cliente: (Escribe en un papel y se lo extiende.) Su propia firma de abogados. (Pausa.) Abogada: (Toma el papel y lo mira.) ¿Es un insulto? Cliente: (Escribe en otro papel.) Piense en todo lo que puede lograr, todos queremos algo en la vida, muchas veces necesitamos que alguien nos ayude, y yo puedo ser esa ayuda para usted. Abogada: Claro, usted es muy bueno ayudando a la gente. Cliente: Soy muy generoso con los que saben colaborarme. Abogada: Tenga cuidado porque hay muchos perros que muerden la mano del amo que les da de comer. Cliente: El perro se vuelve más fiel entre más grande la porción de comida que se le da. (Escribe una vez más en el papel, ella lo mira y sonríe.) 38


Abogada: Mi propia firma. Cliente: ¿Quién le va a extender la mano como lo estoy haciendo yo? Les pediré a mis amigos de los medios que escriban sobre usted: «La abogada Medina una mujer fuerte y capaz». Funde su propio bufete para contratar a las abogadas y brindarles las mismas oportunidades que tenemos nosotros. Podrá demostrar que las mujeres son tan capaces como los hombres en las cortes. A mí me interesa su futuro y el de sus colegas. Piénselo: un bufete de puras mujeres. Su propia firma. ¿Entiende? (Pausa.) Abogada: Mi propio bufete donde no seré tratada como secretaria, ayudando a mis colegas… Cliente: Será el modelo a seguir de tantas jóvenes… (Pausa.) Abogada: Haré todo lo posible. Cliente: Y lo imposible. (Se dan un apretón de manos.)

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ESCENA DOS Se va encendiendo lentamente una luz cenital y vemos a la abogada. El escenario está vacío. Abogada: Su Señoría, después de conversar con mi defendido, solicitamos a usted proceder conforme a derecho, en estricta aplicación de la ley, y basar su resolución en lo que los hechos y las pruebas establezcan. (Se escucha la voz de la jueza leyendo el dictamen final.) Jueza: Este tribunal tiene muy claro su deber de emitir sus decisiones en forma completa e imparcial, que el objeto del proceso es el esclarecimiento de los hechos, determinar si se ha cometido un delito, procurar que el culpable no quede impune, que se haga la justicia aplicando el derecho. La fiscalía ha presentado pruebas contundentes que afirman este hecho, mediante las pruebas periciales se logra establecer conforme a los avances científicos, las reglas de la lógica y la ponderación razonada… Abogada: Te disfrazaste de oveja delante de tus amigos, siendo generoso con ellos, los manipulaste a tu antojo, venías agrediendo sistemáticamente a tu esposa, matándola lentamente, naturalizando el maltrato y humillación de forma cotidiana, justificando tus acciones ante los demás, diciendo que ella era una enferma de celos… Jueza: …Por tanto, luego de analizar y valorar la prueba que fue desahogada, cumpliendo las normas esenciales del procedimiento, este tribunal ha llegado a la firme convicción de que se acreditó la existencia del delito de homicidio doloso cometido por el acusado… 40


Abogada: …No se puede permitir que un hijo de puta como vos ande por la vida destruyendo mujeres, sin ningún remordimiento… Jueza: …Por lo tanto, este tribunal encuentra al acusado culpable y dicta una sentencia de 15 años de prisión. Abogada: Este es el precio justo de tus acciones. (Se escucha el golpe del final del juicio.) APAGÓN.

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ANTES UN TÉ (DRAMA)

Heber Villatoro


Personajes Adela Santiago Voz de la enfermera

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ACTO ÚNICO En el fondo del escenario, dos puertas, colocadas cada una a un costado; una lleva a la habitación principal y la otra a la entrada principal. En el centro y también al fondo, una ventana desde donde se observa el jardín trasero de la casa. Un desayunador divide la cocina de la sala. En la sala hay un pequeño comedor, un librero, una silla mecedora, un antiguo teléfono, un perchero con sombreros y bufandas, algunos cuadros. En la cocina, una pequeña refrigeradora, una estufa, tazas y una colección de teteras. Música a elección. Santiago (aparenta 45 años) sale de la puerta de la habitación principal. Es de caminar lento como si tuviese mayor edad. Se detiene justo en la ventana, de espalda al público, y observa el jardín. Con calma transita por la sala de su casa, observa extrañado mientras recorre cada rincón, luego le grita a la enfermera. Santiago: ¡Enfermera!... ¡Venga! ¡Algo extraño pasa!... Esta es mi casa, de eso estoy seguro, pero al mismo tiempo parece que no lo fuera… ¡No sé si lo que siento son escalofríos!... (Santiago se sienta e inhala y exhala lentamente, coloca su mano en su pecho al costado izquierdo, como deteniendo su corazón.) Santiago: ¡Enfermera!... ¡¿Qué pasa que no responde?!... ¡Mi corazón!... (Santiago inhala nuevamente, se queda tieso un momento y después exhala, se relaja Santiago: ¡Enfermera! ¡Ya no venga!... me siento mejor, solo es este frío que no es normal. 45


(Santiago se pone de pie y nuevamente avanza a la ventana.) Santiago: Mi jardín de suculentas necesita luz y hoy amaneció opaco, más que de costumbre. (Santiago avanza con calma a la cocina, agarra una de sus teteras y con un paño comienza a quitarle el polvo.) Santiago: El té de eucalipto y canela sin duda es mi preferido, aunque hace mucho que no lo bebo. Tal vez hoy sea diferente. (Santiago se sienta nuevamente; siente frío, se pone de pie, avanza hasta el perchero, se coloca una bufanda y un sombrero.) Santiago: Tengo que estar presentable, nunca se sabe cuándo puede llegar una visita inesperada. (Santiago se sienta nuevamente. Saca un peine y un pequeño espejo de la bolsa de su pantalón y comienza a peinarse.) Santiago: Hoy me veo más joven que de costumbre… (Un breve silencio, deja de peinarse.) ¡Enfermera!... no sé si es que estoy quedando demente, pero hoy me veo aterradoramente joven, como me veía hace unos treinta años… ¡Enfermera!... ¿cree usted que estoy quedando demente? ¿O será tan buena la crema que me envió mi hijo desde el extranjero?... Debería preguntarle dónde la compró. (Santiago marca el teléfono.) Santiago: ¡Aló hijo!... Aló… (Se percata de que no funciona y cuelga.) Santiago: ¡Enfermera!... ¡El teléfono no funciona!... 46


¿Tendrá usted algún amigo en Hondutel?... ¡Enfermera!... ¡Venga!... ¡Mi corazón!... ¡No está funcionando! (Santiago se queda tieso nuevamente por un momento, luego se relaja Santiago: ¡Ya no venga!... me siento mejor… me siento tan bien que hasta podría bailar. (Santiago practica unos pasos de baile, lo hace hasta que se escucha el timbre de la casa.) Santiago: Ese timbre no suena muy seguido… (Santiago se acerca a la puerta principal. Antes de abrir se peina nuevamente. Abre. Entra Adela, aparenta unos 40 años, trae una pequeña bolsa. Santiago se queda tieso nuevamente. Adela avanza y deja la bolsa en la cocina, Santiago continúa tieso, Adela se acerca y lo besa en la mejilla. Santiago se relaja.) Adela: Te dije que vendría. Santiago: Por fin llegaste. Te estuve esperando todo este tiempo, desde el último día bajo la lluvia. Adela: Traje eucalipto y canela. ¿Tenés una tetera? Santiago: No es necesario que vos prepares el té, hay una enfermera en mi habitación, ella podría ayudarnos. Adela: Dejá que ella descanse, debe ser agotador su trabajo. ¿Tenés una tetera? (Adela avanza a la cocina y encuentra una tetera.)

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Santiago: Tengo una colección entera, ninguna ha sido usada. Si tanto insistís en preparar el té, utilizá la que más te gusta. Así es como te recuerdo, determinada en tus decisiones. Adela: El té de eucalipto y canela es tu favorito. Santiago: ¿Aún lo recordás? (Adela se sienta.) Adela: Lo recuerdo muy bien. Cuando nos despedimos bajo la lluvia te hice una promesa. ¿Qué creíste? ¿Que no cumpliría?... También traje rosquillas. Santiago: Nunca dudé de tu promesa… También tengo una colección de suculentas en el jardín. Si querés luego te las muestro. Adela: El agua no tardará en hervir. Santiago: ¿Nos dará tiempo de platicar? Adela: ¿De qué querés hablar? Santiago: Del porqué. Adela: No has cambiado en nada, Santiago, te ves igual al día del entierro, al último día en que te vi. Santiago: Pudimos… ¿Te das cuenta, Adela?... Lo de nosotros pudo existir. Adela: Pero no fue así. Santiago: ¿Por qué? 48


Adela: Ya no tiene caso hablar de eso, mejor hablemos de lo que pasó luego. Santiago: Han pasado treinta años desde entonces. Adela: Ese día regresé a la gran ciudad, fue un viaje de doce horas en tren, lloré la mitad del camino, luego me dormí, desperté resfriada. Santiago: Me quedé observando el tren mientras avanzaba, no me importó que lloviera tan fuerte, la lluvia disimuló las lágrimas… no te veía en muchos años y tenías que irte tan rápido nuevamente… intenté entenderte, pero te miré destruida. Debió ser muy duro para vos lo del entierro. Adela: Tu corazón es noble, siempre lo ha sido. Santiago: Mi corazón con el tiempo me ha empezado a fallar… ¿Te conté que contraté una enfermera? Adela: Lo supuse, si no, por qué habría una enfermera en tu habitación. Santiago: Hoy parece no escucharme, ni siquiera ha salido a saludar. Adela: Deja que descanse, debe ser muy agotador su trabajo. Santiago: Padezco de presión alta, ella me lleva el control de la azúcar y de los triglicéridos… solo que hoy no sé qué pasa que no responde, normalmente acude inmediatamente a mis llamados. Adela: Tal vez tengas razón y no pueda escucharte. Santiago: Eso es imposible, mi habitación está aquí cerca, si le grito me escucha fácilmente.

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Adela: Tal vez hoy sea diferente. Santiago: ¿Hoy?... Es cierto, hoy es un día diferente. Adela: ¿Ya te percataste?... Creí que no te dabas cuenta, es por eso que el día está nublado, y es por eso el frío. Santiago: Lo sentí desde que entraste por esa puerta. Este momento al lado tuyo Adela, es extraño de explicar, pero es como si me sintiera de nuevo vivo. (Adela ríe al escuchar a Santiago.) Adela: ¡Una paradoja! Santiago: ¿El qué? Adela: Un vivo que se siente muerto, un muerto que se siente vivo. Santiago: No estoy entendiendo. Adela: No tardarás mucho en entender… ¿Creíste que no cumpliría la promesa? Santiago: Tengo grabada en mi mente tu voz mientras me prometías: «Sí Santiago, en verdad te amé, como a nadie en la vida —me dijiste mientras subías al tren. Un día regresaré nuevamente, Santiago, y beberemos té, de eucalipto y de canela, tu favorito, te lo prometo». Adela: ¡Soy una despistada!... Creo que no encendí la estufa, así nunca hervirá el agua. Santiago: Yo iré a corroborar.

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(Santiago avanza a la cocina. Adela observa los libros en el anaquel.)


Santiago: Sí, encendiste la estufa, pero no funciona. Algo extraño pasa, tampoco funciona el teléfono. Adela: Hoy es un día diferente, vos lo dijiste hace un momento. (Adela agarra uno de los libros y lo hojea mientras habla.) Adela: En la Divina Comedia, es Beatriz quien guía a Dante a través del paraíso, Beatriz baja del cielo para buscar al poeta en el purgatorio. (Santiago busca entre las gavetas de la cocina, mientras habla.) Santiago: Te soy sincero, nunca entendí bien ese libro… En parte entiendo el por qué no regresaste, siempre fuiste brillante, este pueblo te quedaba pequeño, vos siempre querías saber más, conocer más, y yo siempre fui tan cobarde ante lo desconocido. Por eso nunca me atreví a ir a buscarte hasta la gran ciudad… Por suerte tengo una pequeña estufa de gas, allí podemos preparar el té, así continuamos con la excusa para este insólito reencuentro. (Santiago coloca una pequeña estufa. Antes de que la encienda, afuera suenan unas trompetas. Santiago se acerca a la ventana y observa hacia el cielo, Adela no se inmuta en ningún momento, se concentra en la lectura. Declama un fragmento de La divina comedia, «El paraíso», canto I. Afuera continúan escuchándose las trompetas.) Adela: La gloria de quien mueve todo el mundo el universo llena, y resplandece en unas partes más y en otras menos. En el cielo que más su luz recibe estuve, y vi unas cosas que no puede ni sabe repetir quien de allí baja; 51


porque mientras se acerca a su deseo, nuestro intelecto tanto profundiza, que no puede seguirle la memoria. (Las trompetas dejan de escucharse.) Santiago: ¿Qué fue eso? Adela: «El paraíso», canto I, La divina comedia. Santiago: Lo supuse. (Santiago saca el espejo de su bolsillo y se observa. Se sorprende de su reflejo.) Santiago: Algo extraño está pasando, me veo más joven. Adela: Te dije recién llegué que te veía igual al último día en que te vi, al día del entierro de mi padre. Santiago: Hace más frío que de costumbre, y yo sin recordar donde coloqué los fósforos para encender la estufa. A este paso nos vamos a congelar antes de que el té esté listo. Adela: Aprendí a ser paciente, llevo bastante tiempo esperándote. Santiago: ¿Qué estás diciendo?... Yo soy el que lleva bastante tiempo esperando a que cumplieras, a que un día regresaras y que por fin bebiéramos del té que tanto me gustaba compartir a tu lado. Adela: Esa promesa me ha mantenido atrapada en este lugar frío. Santiago: Sin vos el té me parece insípido, Adela. 52


Adela: Yo te amé… Te amé como a nadie, Santiago, mi promesa fue sincera. Solo quería explorar el ambiente de la gran ciudad algunos años y luego regresarme a este pueblo, y rendirme en tus brazos, pasar con vos mis mejores años. Santiago: ¿Qué fue lo que pasó?... ¿Por qué cambiaste de parecer? Adela: ¿Y el fuego? Santiago: Creo que recordé dónde guardé los fósforos. Adela: Me perdí, era joven y quería fama. La gran ciudad me permitió desarrollarme como bailarina, aquí no existían esas oportunidades. Mi sueño tenía un precio, me alejó de mi familia, me alejó de vos. Santiago: Nunca lo acepté, solo fingí aceptarlo. Adela: ¿El qué? Santiago: Tu pasión por la danza. Me encantaba ver tus ojos cuando te emocionabas hablando de la danza, y cuando bailabas para mí eras la mejor, pero al mismo tiempo odiaba la danza, pues sabía que era la única cosa que podía separarnos, y así fue. Adela: Eras mi fan número uno, fuiste un gran apoyo en mis comienzos. Santiago: Te dejé de ver por veinte años hasta el día de la muerte de tu padre y solo fue por un momento, unas cuantas horas, y ahora ya han pasado treinta años más desde entonces. ¿Te imaginas si todo este tiempo lo hubiéramos disfrutado juntos? Adela: Pero no fue así. 53


Santiago: ¿Por qué? Adela: No hagas tantas preguntas, es martirizante vivir con tantos hubieras. Santiago: Encontré los fósforos, ¿Podrías venir y ayudarme?... Necesito tu ayuda para encender la estufa. Adela: Claro, será un placer ayudarte. (Adela avanza a la cocina, le ayuda a Santiago.) Santiago: ¿Sabés cómo se encienden estás estufas? Adela: Creo que debes de girar esta perilla, ahora enciende el fósforo. Santiago: Yo nunca la he usado, me la regaló mi hijo… No sé si estás enterada, me casé. Ya vivía con ella cuando ocurrió lo de tu padre. Tuvimos dos hijos hermosos, ambos viven en el extranjero, vienen una o dos veces al año a visitarme. Adela: ¿Has sido un buen padre? Santiago: Lo he intentado, los hijos siempre toman su camino, es la ley de la vida. Adela: Siempre creí que serías un gran padre… ¿Y con ella qué pasó? Santiago: Se apagó la llama. Adela: Suele pasar. Santiago: Del fósforo, digo, se apagó la llama. Ayúdame a cubrir el viento para que no se apague de nuevo. 54

Adela: Entre nosotros siempre hubo chispa, lo recuerdo.


Santiago: Nunca pude olvidarte, mi Adela. Adela: Dos intensos. Santiago: Amor a primera vista. Adela: Te conocí en verano, un día sábado. Yo tenía quince años y mi papá nos dejó a mi hermano y a mí ir a nadar al río. Vivíamos a unas cuadras, pero antes de llegar te cruzaste en el camino. Santiago: Ese día un amigo me prestó la bicicleta, y no sabía que estaban malos los frenos. Adela: Mi hermano te socorrió cuando te estrellaste en el pavimento. Santiago: Tu hermano siempre me simpatizó, ¿qué fue de él? Adela: Murió hace unos años, de un resfriado. Nos encontramos ese día, conversamos por un rato, luego él continuó su camino. Santiago: Lo lamento tanto. Adela: Era un tipo listo. Mientras él te socorría, notó de inmediato que quedé perpleja admirándote. Santiago: Cuando te vi creí que había muerto del golpe y que era un ángel que venía a mi recibimiento. Me enamoré. Adela: Tenías una cara de bobo. Santiago: Cualquiera, con el golpe que me di. Me distraje viéndote de lejos, y no pude frenar, me tiré de la bicicleta. Lo malo es que caí de cara al suelo. Sentí vergüenza de que observaras mi torpeza.

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Adela: Tu torpeza de cierta manera me cautivó. Te raspaste el cachete. Santiago: Anduve dos semanas con el raspón… lo recuerdo porque fue el tiempo que tardé para pedirte que fueras mi novia. Adela: ¿Querés comer una rosquilla en lo que hierve el agua para el té? Santiago: No podría resistirme a tal oferta. Adela: No me preguntes cómo las conseguí. (Adela come una rosquilla.) Están riquísimas. Santiago: ¡Están de infarto! Adela: ¿De infarto? Santiago: Es solo un decir. (Adela ríe.) Santiago: ¿Por qué la risa? Adela: Tenés un humor sarcástico… sos muy gracioso. Santiago: ¿En serio?... ¿gracioso yo?... Es por eso que morí el último día en que nos vimos, ves cosas en mí que ni yo mismo percibo. Adela: Es porque no querés darte cuenta… Hay algo que debo decirte… seguro ya lo has notado… es la razón por que la enfermera no te escucha. Santiago: Más despacio, por favor, Adela, no nos apresuremos a hablar de eso, aún tenemos tiempo… He 56


practicado algunos pasos de baile durante estos años, estaba ensayando justo cuando llegaste. Adela: Eso tengo que mirarlo, ¿Vos bailando? Siempre te rogué para que saliéramos a una discoteca, pero nunca te animaste. Santiago: En parte comprendo por qué te desinteresaste de mí, vos bailarina y yo una tabla sin ritmo, ¿que podíamos tener en común? Adela: No te hagas la víctima, mejor enséñame lo que en estos años has aprendido. Santiago: Con mucho gusto acepto, su reto mi bella amada. (Música y baile a elección.) (Hablan mientras bailan.) Adela: Estoy gratamente sorprendida, bailas muy bien. Santiago: He practicado mucho, tenía que estar a la altura de una espectacular bailarina… Te conté que tengo una colección de suculentas. Si querés luego vamos al jardín y te las muestro. Adela: Es mejor no salir, la neblina se pondrá más densa. Santiago: Aquí nunca hay neblina, al contrario, es por eso que cultivo suculentas, aquí el sol pega fuerte. Adela: Pero hoy es un día diferente, vos lo dijiste ya varias veces. (La música termina y dejan de bailar. Santiago se asoma a la ventana, se percata de la neblina) 57


Santiago: Hoy es un día diferente… afuera está nublado… si no querés salir por lo menos acercate a la ventana… podemos ver algunas suculentas desde aquí. (Adela se acerca.) Adela: No sabía que te gustaban las plantas. Santiago: Algunas cosas han cambiado. Renuncié a la finca bananera antes de la gran huelga. Comencé a trabajar la tierra que me heredó mi padre, sembré café. El país de repente se convirtió en uno de los mayores productores de café, y eso me benefició. Lo chistoso es que a mí ni siquiera me gusta el café, siempre preferí el té. Adela: Lo sé, en eso no has cambiado. Santiago: ¿Miras aquellas?... Son crasuláceas… son de las suculentas que más me gustan, siempre te recordaba al mirarlas, son como flores que no se marchitan, yo me identifico más con aquellas otras… las cactáceas, con muchas espinas, son de las que menos agua necesitan, así como mi relación con el amor… he mantenido en mis reservas las gotas de cariño que alguna vez me diste, Adela. Adela: Solo fueron tres años el tiempo en que estuvimos juntos. Santiago: Los mejores tres años de mi vida… pudimos conocer un manantial, pero en cambio nos conformamos con algunas gotas. Pudimos… ¿te das cuenta, Adela?... lo de nosotros podía durar más, pudimos disfrutar por más tiempo de nuestro amor. Adela: Pero no fue así. Santiago: ¿Por qué? 58


Adela: El agua ya debe estar hirviendo… por fin cumpliré mi promesa y podré continuar mi camino. Santiago: ¿Puedo ir con vos? Adela: Las trompetas sonarán nuevamente. Santiago: ¿Eso qué significa? Adela: ¿No te has dado cuenta?… El agua ya debe estar hirviendo. ¿Me podés ayudar y colocar la tetera en la mesa?, yo llevaré las tazas. Santiago: Con mucho gusto. Adela: Tené cuidado, está caliente. Santiago: Tengo tantas preguntas… vos también te ves como el último día en que te vi, lo cual es raro, ya que han pasado treinta años desde ese día. Adela: ¿Al fin lo notaste? Santiago: Durante el velorio, ¿por qué te escapaste un momento conmigo, si sabías que no ibas a regresar? Adela: ¿Y vos por qué no me dijiste que te habías casado? Santiago: No quería arruinar ese maravilloso momento, en que te tenía después de tanto tiempo en mis brazos. Adela: No estaba preparada para afrontar la muerte de mi padre. A pesar de eso, fue lindo estar con vos nuevamente. Me fui creyendo que regresaría. Santiago: En ese tren se fue mi vida. Una parte de mí murió ese día. 59


Adela: ¿Y hoy cómo te sentís? Santiago: Hoy me siento vivo. Gracias por la visita. Adela: Te lo prometí bajo la lluvia. (Suenan nuevamente las trompetas, Santiago se acerca a la ventana y observa el cielo. Adela, mientras tanto, sirve el té.) Santiago: Es la segunda vez que se escuchan. Adela: En realidad es la sexta vez. Las primeras cuatro sonaron antes de nuestro encuentro. Santiago: ¿Crees que suenen nuevamente? Adela: ¿Cómo podría saberlo?… Te serví un poco de té, deberías de sentarte… ¿Querés que le ponga azúcar? Santiago: Mejor no, por lo de la diabetes… La enfermera debió de irse y no me percaté. Normalmente se despide antes, pero hoy es un día diferente. Adela: Bebé tu té. (Ambos beben. Un silencio mientras se observan.) Santiago: Se llama Sofía. Adela: ¿Quién? Santiago: Mi ex esposa… Te esperé por varios años. Yo estaba casi en los cuarentas cuando conocí a Sofía. Ella acababa de cumplir veintiuno. Juró que la diferencia de edad no sería un problema, pero mintió… Envejecí y ella por fin aceptó que la edad sí era un problema. Se fue un día y no regresó… rehízo su vida junto a otro tipo más 60


joven que ella. No le guardo rencor, yo realmente nunca la amé con la intensidad que te amé a vos… eso nunca se lo dije… No me quejo, me dio dos hijos hermosos: Rodrigo, el mayor, es ingeniero, y Ernesto, el segundo, es profesor de idiomas. Ambos viven en el extranjero, ya te lo había comentado. Mis hijos son mi orgullo… ¿Y qué fue de vos?... ¿te casaste?... ¿tuviste hijos? Adela: Bebé otro poco de té, mi querido Santiago… te lo preparé con mucho cariño. (Ambos beben. Un silencio mientras se observan.) Adela: No tuve hijos, no me casé. Tuve algunos amantes, ninguno sorprendente. Mi vida giró en torno a la danza. Viajé por muchas ciudades, pisé grandes escenarios, brillé, recibí millones de aplausos. No me quejo de la vida que me tocó vivir, tuvo su recompensa el sacrificio, no me arrepiento de nada. Santiago: Está delicioso el té, muchas gracias. Adela: Estaba en lo mejor de mi carrera, cuando ocurrió el accidente… Hace quince años que deambulo en este lugar frío al que hoy has llegado. Santiago: Deberíamos de beber té con más frecuencia, mi amada Adela, el eucalipto ayuda a disminuir el azúcar en la sangre y la canela es un estimulante natural de la actividad de la insulina. Adela: Regresé para cumplir mi promesa. Una vez que terminemos la última gota de té, me marcharé, y al igual a como lo hizo mi hermano, yo continuaré mi camino. Santiago: Dejaré que se enfríe el té por un momento. 61


Me parece muy interesante esta plática, solo que me avergüenza aceptar que no termino de entender lo que exactamente tratas de decirme. Adela: ¿Ya te asomaste a la habitación? Santiago: Salí de ella antes de que vinieras. Adela: Pero, ¿miraste hacia atrás? Santiago: ¿Por qué debía hacerlo? Adela: Hay un cuerpo tendido en la cama Santiago: ¡¿La enfermera?!... ¿es por eso que no me contesta? Adela: ¿Por qué no vas y lo comprobás? (Santiago se levanta y se dirige a la puerta que conduce a la habitación principal. Se sorprende de lo que ve y guarda silencio por un momento antes de hablar.) Santiago: ¿Por qué no me lo habías dicho? Adela: ¿Dirás que no lo sospechabas? Santiago: Me pareció raro despertarme con la sensación de que esta era mi casa, pero que al mismo tiempo era un lugar diferente… Empecé a sospecharlo cuando observé mi reflejo, mucho más joven… y lo supe cuando te vi entrar, igual de hermosa… igual al último día en que nos vimos… Aquí nunca hay neblina, y ese extraño sonido de las trompetas… Te esperé por tanto tiempo y nunca regresaste, y hoy así de repente estás aquí… Lo que no me queda claro, es qué fue lo que ocurrió con la enfermera. 62


Adela: Está aquí, en este momento, en la habitación, intentando revivirte. Santiago: Eso no es cierto, no la veo por ningún lado, lo que veo es el cuerpo de un anciano que acaba de morir de un infarto. ¿Qué está pasando? Adela: El amor que me tenés es tan grande que me ha mantenido atrapada en este lugar tan frío durante quince años… La promesa que te juré fue verdadera y no podía continuar mi camino sin antes cumplirla. Ya era en aquella vida como lo es ahora en esta. Cuando terminemos la última gota del té que preparamos, yo quedaré libre de cualquier promesa que me mantiene atrapada en este limbo, me podré ir y descubrir qué es lo que sigue. Santiago: Disculpa, Adela, que sea tan maleducado, hace frío y no te he ofrecido un abrigo. También tengo algunas bufandas que podrían servirte. Adela: ¡Ya cállate, por favor!... ¡Sólo decís estupideces!... ¿Por qué nunca fuiste a buscarme?... Ambos somos culpables de que nuestra historia haya sido tan corta… El tiempo ya pasó y no podemos hacer ya nada. Lo que ahora te pido es que me dejes ir. Sé que me has amado y te lo agradezco, pero ya es necesario que me dejes marchar de este lugar tan frío. Llevo mucho tiempo aquí atrapada. Santiago: No te creo que estoy muerto. Al contrario, hoy me siento vivo, como hace mucho no me sentía, como el último día bajo la lluvia. Adela: Un vivo que se siente muerto, un muerto que se siente vivo. ¿Ahora lo entendés?

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Santiago: Lo entendí desde la primera vez, solo fingí no entenderlo. Quiero alargar al máximo posible este hermoso reencuentro. Nunca ha sido mi intención atraparte, simplemente he mantenido vivo mi amor por vos. Adela: Yo también me enamoré, desde el primer día en que te estrellaste en el pavimento, mis cachetes raspados… Cuando me pediste que fuera tu novia fue el día más feliz de mi vida. Los tres años a tu lado fueron maravillosos. Nunca me volví a enamorar, la danza y vos fueron mis amores más entrañables. Santiago: Pero ahora estamos juntos nuevamente. Este puede ser un nuevo comienzo, no tenemos por qué volver a separarnos. Adela: En el largo camino de la vida y de la muerte, cada quien tiene su propio camino. Es cruel aceptarlo, pero es cierto. Nuestros caminos se separaron hace tanto tiempo. (Suena el palpitar de un corazón. Se escucha la voz de la enfermera, combinado con el sonido de choques eléctricos.) Voz de la enfermera: ¡Don Santiago!... ¡regrese!... ¡sus hijos lo están esperando!... ¡Don Santiago! Adela: Este es nuestro destino… Fue lindo verte de nuevo… Vos tenés ahora la oportunidad de regresar. No puedo ser egoísta y pedirte que no lo hagas. Tus hijos te necesitan. Si no regresás ahora, te quedarás atrapado en este lugar frío. Santiago: ¿Y por qué no caminamos juntos por el mismo camino?... No me importa estar una eternidad en un limbo si es a tu lado. No quiero que nuevamente tomemos caminos diferentes… Pasaron veinte años hasta el día del velorio, en que nuevamente hicimos el amor en el baño del salón de vela, y luego tan rápido tenías que irte. Te fui a dejar hasta la estación del tren, sin importar la tormenta 64


que azotaba, y desde entonces pasaron treinta años más. En total son cincuenta años que pudimos compartir… pero no fue así… ¿Por qué?... No quiero regresar a aquella realidad que llaman vida. Para mí la vida es este momento que estoy a tu lado. ¿Por qué decís que no podemos irnos juntos? No quiero regresar a aquel cuerpo de anciano. Adela: No estás entendiendo. Yo, al cumplir mi promesa, podré salir de este lugar a vos, en cambio te atrapará el amor de tus hijos, no podrás salir de aquí hasta que ellos te dejen ir y continuar, así como vos lo has hecho conmigo. Santiago: Esto me parece tan absurdo. Adela: ¿Por qué te parece absurdo? Santiago: O sea que somos espíritus atrapados en un limbo, bebiendo té y comiendo rosquillas. Adela: Son tantas las cosas que ignoramos sobre la vida y sobre la muerte. Santiago: Te amo, Adela. Este es el día más feliz de mi vida. Adela: Hoy moriste Santiago, date cuenta, pero tenés la oportunidad de regresar… Terminemos rápido de beber el té, tal vez no quede mucho tiempo. Santiago: No quiero terminar de beber el té, quiero vivir este momento eternamente. Adela: Este momento debe terminar. Santiago: Eso significa que será el final de nuestra historia. Adela: Y el principio de una nueva. Por fin descubriré qué es lo que sigue. Por favor, ya no me mantengas aquí atrapada. 65


Santiago: No quiero que te vayas… El pensar que un día vendrías y nos reencontraríamos me mantuvo vivo todos estos años. Quería verte de nuevo. Mi mayor deseo era volver a verte al menos una última vez. Adela: Ese deseo es el que me ha mantenido aquí, sin poder salir, y hoy por fin nos reunimos una última vez, así como lo deseabas. Ahora debo continuar y descubrir qué es lo que sigue. Santiago: ¿Y yo? Adela: Vos ya sabés lo que debés hacer. (Se escucha nuevamente el palpitar de un corazón, seguido de la voz de la enfermera.) Voz de la enfermera: ¡Don Santiago! ¡Regrese por favor!… ¡Sus hijos lo están esperando!... ¡Regrese por favor! Adela: Te están esperando. Santiago: Para mí este no será un adiós, sino un hasta luego. Te amo tanto, Adela, tanto, desde el primer momento en que te vi y no pude frenar la bicicleta. Sé que debo dejarte ir y desear que tu felicidad también sea la mía. Ha sido un placer verte de nuevo… Al final saldrás por aquella puerta y yo entraré a esa habitación, donde está tendido mi cuerpo, pero eso no quiere decir que no estaremos juntos. Vos no sabés lo que nos depara la vida o la muerte. Nadie jamás podrá negarnos que estuvimos hechos el uno para el otro. Yo ahora, al igual que vos, debo resolver un asunto pendiente. Es por eso que regreso a esa muerte que llaman vida, para enseñarles a mis hijos que deben dejarme regresar a esta muerte que para mí es vida, porque estoy a tu lado. Quizás nos veremos luego, Adela. (Santiago bebe hasta la última gota del té.) 66


Adela: Ha sido un placer para mí volverte a ver, y disfrutar este momento tan grato a tu lado. Santiago: ¿Ahora te irás? Adela: Aún no. Santiago: ¿Y entonces? Adela: Antes una última cosa. (Adela besa a Santiago, él se entrega perdidamente. Suenan nuevamente las trompetas.) Adela: Se me anunció que al cumplir la promesa sonarían las séptimas trompetas, que marcarían el fin y el inicio… el momento de mi partida… pero antes de irme… ¿en qué estábamos? Santiago: Me estabas guiando por el paraíso. (Ambos se besan nuevamente.) Adela: Me tengo que ir. Santiago: Lo sé, no puedo ser egoísta, te deseo un lindo destino. Adela: Igual yo. Santiago: ¿Debería de acompañarte a la salida? Adela: Sería un lindo detalle. Santiago: Encontraré la manera, ahora soy yo el que promete buscarte. 67


Adela: No prometas nada. Santiago: Tu promesa fue cumplida, te dejo ir en paz. Adela: Gracias, Santiago, vos fuiste el amor de mi vida, te amaré por toda la eternidad. Santiago: Adiós, mi amor. Gracias por la visita. (Adela sale. El sonido del palpitar de un corazón se escucha nuevamente, seguido de la voz de la enfermera.) Voz de la enfermera: ¡Don Santiago!... ¡Por favor regrese!... ¡Su hijo Rodrigo sigue en el teléfono!... ¡Conteste por favor, don Santiago! (Santiago avanza por la sala. Se detiene a la par de la puerta que conduce a la habitación y observa su interior luego entra.) Voz de la enfermera: ¡Don Santiago!... ¡Es un milagro!... ¡Está con vida!... ¡su corazón funciona!... ¡Su hijo está al teléfono, don Santiago!... ¿Quiere hablar con él?... ¿Se siente capaz? Voz de Santiago: ¡Enfermera!... Muchas gracias por su ayuda, quiero hablar con mi hijo… ¡Hijo!... ¡hijo querido!... ¿cómo estoy me preguntas?... ¿Qué puedo decirte hijo querido?... el amor es tan difícil de explicar. (Se escucha la voz de Santiago mientras se apagan las luces y se cierra el telón.) FIN.

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EL JARDÍN DE LAS DELICIAS Ishtar Paz


Personajes Napoleón (50 años, director de teatro.) Jazmín (30 años, primera actriz del grupo independiente.) Rosa (35 años, actriz y profesora.)

Lugar Sala de un teatro independiente.

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OBRA EN TRES ACTOS ACTO 1 “El paraíso” Sala de un teatro independiente En el escenario hay un gran baúl cerrado con un candado; atrás hay dos cortinas traslúcidas. Alguien está probando luces, ilumina el baúl. Se oye que tocan a la puerta; baja una mujer vestida con ropa de ensayo, abre la puerta. Entra una mujer con una mochila y un reloj de madera mediano. Rosa: Jazmín. Jazmín: Rosa. Rosa: Cuánto tiempo. Jazmín: (Da un paso hacia ella, lo piensa y le da la mano.) Un gusto verte. Con que eras la sorpresa. (Ríe.) Rosa: (Desde la puerta.) Este lugar no ha cambiado nada. Vos no has cambiado nada. Jazmín: ¿No? Pintamos el año pasado. (Sonríe.) Vos tampoco, estás igual que antes… Siento que fue ayer que saliste por la puerta. Rosa: (Le da un abrazo.) Que bueno poder trabajar juntas nuevamente. Jazmín: (Se sienta.) ¿Napoleón ya te había dicho? Rosa: No. ¿A vos?

Jazmín: Tampoco. (Silencio.)

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Se escuchan unas risas, parece que vienen de la planta de arriba del teatro. Rosa: Recordé tu abrigo, el grande que usabas en aquella obra. Jazmín: ¿Cuál? (Mirando el reloj.) Rosa: Recuerdo que tenía una cinta roja que lo rodeaba. El abrigo era café, con manchas negras. Te quedaba muy grande. Jazmín: Ah, de El Fausto. Rosa: Sí. (Silencio.) Jazmín: Siempre me gustó más Hamlet, todas esas muertes por envenenamiento, tan poético, tan romántico, tan trágico, era mucho más divertido actuarla… El Fausto me aburría. Rosa: (Ríe.) A mí también me aburría, por eso me fui… Jazmín: Hace tiempo no te veía… Qué bueno que te haya llamado Napoleón. Rosa: Sí. Jazmín: Hace años no te veía. Rosa: Veo tan lejana esa época, cuando vos y yo… Fue una linda época. ¿Te acordás del reloj de madera? Marcábamos los días y los minutos para el ensayo general… las campanas sonaban muy fuerte, nos ponía tan alerta y corríamos a apagarlo cuando faltaban cinco minutos. Vos me diste este reloj y desde entonces lo uso para todas las obras, bueno… Las obras que monto con mis estudiantes. 74


Jazmín: Siempre llegás temprano por eso. (Ríe.) Rosa: Vos también. Jazmín: No creí que fueras a regresar. Rosa: Yo no creí volver. Pero cuando me dijeron que Margarita tuvo un accidente, simplemente no me pude negar, me llaman las tablas. Jazmín: Sí. (Se levanta y estira.) Rosa: ¿Qué le pasó a Margarita? (Deja el reloj en el baúl.) Jazmín: Lo mismo que a Amapola. Rosa: (Se levanta y estira.) Por cierto, ¿el abrigo se había perdido no? Jazmín: ¿Cuál abrigo? Rosa: El de El Fausto. Jazmín: Pasaron 5 años. ¿No? Desapareció casi cuando te fuiste... Se dijo que te lo llevaste. Rosa: Sí, lo buscaron en mi casa, Amapola era una persona que estaba mal de la cabeza. ¿Sigue? Jazmín: Sí. Rosa: ¿Y ya no? (Hace un movimiento con la mano.) Se escucha una risa desaforada. Jazmín: Lo hace, pero ya no le hacemos caso. 75


Rosa: Es tan raro regresar. Jazmín: ¿Y lo tenías? Rosa: ¿El qué? Jazmín: El abrigo, ¿lo tenías? Rosa: No. Jazmín: Era un lindo abrigo. Rosa: (Bebe agua.) Sí, lo era. Te importó más el abrigo que… Jazmín: ¿Cómo? Rosa: Que nosotras, pasé muchas noches pensando. ¿Por qué nunca me lo preguntaste? ¿Por qué de un día para otro le creíste a Amapola y no a mí? Jazmín: Rosa, yo… Esos días fueron muy agobiantes, todo fue confuso… Pero ahora te creo. Rosa: (Levanta la voz.) ¿Recién ahora? Jazmín: Sí, Rosa. Si Napoleón te llamó, es porque sabe que no te llevaste el abrigo, y yo le creo. Él ve adelante, siempre… Y que estés acá hará que la obra sea mejor… Lo sé, siempre fuiste una gran actriz. Rosa: (Suspira.) Y… ¿cómo te sentís con esta obra? ¿Qué dice Napoleón? Jazmín: Napoleón estrenará su «obra maestra», o por lo menos, él la llama así (ambas ríen.) Y creo en él, ha pasado incontables noches sin dormir, terminando de escribir, y analizando cada segundo la obra de El Bosco. Vamos, Rosa, 76


alegrá ese rostro, ya olvidamos el abrigo, y se viene algo grande. (Le da un abrazo.) Rosa: Se habla mucho de este estreno. Jazmín: Todos los reconocimientos que ha ganado en su vida, ahora toman más fuerza que nunca. Iremos al doble de países que fuimos antes, es más, ya le han enviado invitaciones de varios festivales. Rosa: Siempre fueron importantes sus logros para vos. ¿Verdad?… «El gran Napoleón» siempre ha trabajado con grupos pequeños, con el mismo elenco toda la vida. «Una vida dedicada al arte». Jazmín: Somos su jardín, Rosa, hemos cultivado esto, y ahora con esta gran obra. Rosa: ¿Ayudaste a escribirla? Jazmín: Le serví de inspiración. Rosa: ¿Solamente eso? ¿Ya no escribís? Jazmín: Dejé eso atrás, Rosa, Napoleón me dijo que mi mayor potencial era la actuación, así que dejé de perder mi tiempo en eso. Rosa: Pero Jaz… Jazmín:(Mira el reloj, la interrumpe.) ¿Y tu papá? Rosa: Murió, un año después de… Jazmín: Lo siento, yo no sabía… yo… Rosa: Supe que las giras empezaron en esa época, y todo es una locura cuando comienzan.

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Jazmín: (Vuelve a ver el reloj.) Debería haber otro reemplazo además del tuyo. Rosa: ¿Ah, sí? Jazmín: Sí, la asistente se fue. Rosa: ¿Quién será? Jazmín: No sé, sabes que a Napoleón le gustan los secretos… Yo no sabía que venías hoy. Aunque seguramente se quede así… esta obra es un gran secreto, todos saben que la está haciendo, pero nadie sabe de qué se trata… No creo que se lo confíe a alguien más. Rosa: Yo no sabía que seguías acá. Creí que te ibas a Indonesia, escuché de una beca, de máscaras balinesas. Jazmín: No, no pude irme, mi deber es estar acá. Rosa: ¿Para servir de inspiración? Se vuelven a escuchar las risas. Tocan a la puerta, Jazmín la abre. Entra Napoleón, un hombre de 50 años, con camisa y pantalón de tela blanca y sandalias. Napoleón: ¡Buenas, buenas! Siempre temprano, ¿no? (Le da un beso en la boca a Jazmín.) Jazmín: Sí. Napoleón: Ya se vieron, maravilloso. ¡Ya conocen parte de la sorpresa! Jazmín: Vaya sorpresa.

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Napoleón: ¡Sabía que estarías encantada! Los reencuentros en este grupo se ponen al día. (Mira a Rosa.) Y volvemos a


ser como hace varios años. (Se acerca a Rosa y le da un beso en la boca.) Rosa: Maravilloso. (Le quita la mirada.) Napoleón: Bien, bien. Falta el último comodín y les lanzo la noticia. (Suena su teléfono, contesta.) ¿Hola? Sí… Sí… ¿No hay nada qué? … No, por supuesto… Claro, bueno, si no hay nada que se pueda hacer… Listo, bueno… abrazos. (Cuelga el teléfono.) Al parecer Margarita no podrá caminar en un año, estará en recuperación y no podrá venir al estreno. Jazmín: Pobre Marga… Rosa: ¿Y qué le pasó? Napoleón:(Ignora a Rosa.) Bueno, las he reunido esta tarde, encontrándose de esta manera tan abrupta, después de tantos años de vivir en la incertidumbre que llamamos vida, porque... Porque tuve una visión, compañeras. Está a punto de suceder lo que les había dicho años atrás. Se acerca el inicio de una nueva temporada, y con ella el cambio de muchos paradigmas, esta será mi obra maestra. ¿Escucharon bien? ¡Mi obra maestra! Mi visión es la misma de hace unos años. (Cae repentinamente, se sostiene en el baúl.) Acá. No queda nada de nosotros ya. ¿No lo entienden? El cambio es inminente y sólo estamos nosotros tres para cambiarlo, hoy, todo cambiará. Por su pasado, el mío y todo lo que eso conlleva… Se escucha la respiración fuerte y agitada, seguida de aplausos. Napoleón: Ahora verlas juntas, para terminar mi gran obra maestra, «El jardín de las delicias», inspirada en El Bosco, una maravilla de la contemporaneidad, y ustedes serán parte de ella. Nos quedan dos semanas, debemos retomar lo antes posible. Rosa, ¿cómo estás con los textos? ¿Viste los videos?

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Rosa: (Viéndolo con admiración.) Estoy lista, Napoleón, llevo años esperando esto. Jazmín: Rosa, has llegado en el mejor momento del grupo, y pensar que te fuiste tanto tiempo, y ahora regresaste, con tu reloj. Napoleón: Maravilloso, Rosa, este reloj es histórico acá, y vos también lo sos. Campanas sonando en el estreno, el Ángel que desapareció por años, regresa. ¿Qué te parece? ¡Para la publicidad! Se escuchan risas. Napoleón: ¿Se dan cuenta? Serán parte del más grande trabajo del cual participarán en su vida, está obra lleva años gestándose, mil vueltas dieron en mi cabeza, esto como entenderán no nació hace poco, y tampoco terminará pronto, lo llevarán en sus recuerdos siempre. Y se completa la obra al ustedes ser parte de ella, que tan animosamente accedieron a transitar en sus vidas, como un estilo de vida. Jazmín: En todas las obras que querrás seré parte. Napoleón: Y el comodín final es Rosa. ¿No te parece, Jazmín? ¿Qué después de tantas vueltas la vida nos la trajo de vuelta? ¿Qué malentendidos horribles nos la haya arrebatado por tantos años? Somos tres, en este espectacular trabajo… (Se escuchan risas tímidas de arriba.) Y este teatro, que tanto ha visto de nuestras vidas. (Se sienta sobre el baúl y lo acaricia.) Y que tantos secretos nos ha guardado. (Se queda abstraído en sus pensamientos.) Jazmín: (A Rosa, bajando el tono de voz.) Al final Margarita no se lo merecía tanto. Rosa: ¿Y qué le pasó a Margarita? ¿Vendrá a los ensayos al menos? 80


Jazmín: No esperés que venga, ella no quería ser parte de la obra realmente, venía tarde a los ensayos y no entendía la obra, era muy compleja para ella… (Le toma la mano a Rosa.) Napoleón: (Interrumpe bruscamente.) Vamos, a escena entonces. A sentir el espacio. (Enciende un parlante y se escucha música tribal.) Las dos actrices entran en el escenario, el baúl está en el centro y hay una luz fría iluminándolas, ambas recorren el espacio, hacen figuras con el cuerpo, bailan rodeando el baúl, Jazmín se acerca a Rosa y le da un beso en la mejilla, esta sigue moviéndose por el escenario y sonríe. Napoleón: ¡Alto! ¡Texto! Jazmín: Fuimos Polvo. Rosa: Y Polvo seremos. Jazmín: (Se mueve por el escenario, moviendo el cuerpo expresivamente.) Y de las fauces renaceremos, vivas, rodeando fuente de la vida, hombres y mujeres por igual, caminando en el Edén, con el paraíso en nuestras manos, la virtud se extiende, y con las manos desnudas atravieso el camino a la libertad. Rosa: Y volvemos, a donde nunca pudiste llegar, a tu nacimiento como humanidad. Las actrices se mueven por el espacio, se escuchan aplausos. Rosa: ¿Es necesario el baúl acá? Napoleón: Es necesario todo lo que hay, vas muy bien, Rosa, te ves despampanante en la escena. ¿Verdad, Jazmín?

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Jazmín: Muy bien, Rosa. (La abraza.) Como en los viejos tiempos. Napoleón: (Apaga la música y se acerca al escenario.) Ahora quiero que las dos se queden ahí, justo así. Ambas se quedan abrazadas, Jazmín se deja caer y hace una vuelta ágil y ahora abraza a Rosa por la espalda. Jazmín: Y los días son horas, y las horas se convierten en años. Ambas se desvanecen y vuelven a colocarse en la misma posición varias veces. Napoleón: (Susurrando.) Ahora bésala y siéntela de verdad, Jazmín. Jazmín besa a Rosa, ella reacciona tímida, pero igual le devuelve el beso, ambas siguen besándose, ahora con más ímpetu que antes. Napoleón: Y comienza el nuevo jardín de las delicias… (Sale de escena.) Ambas siguen besándose en el escenario, se apaga una a una las luces, se escuchan las risas de la segunda planta. Fin del primer acto.

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ACTO 2 “La Tierra” Primera parte Una semana antes del estreno Camerinos Rosa está sentada frente al espejo. Hay un estante con máscaras. Ella abre y cierra la boca, hace sonidos guturales con la voz, se para y toma una rosa que está colocada frente al espejo. La observa, suspira, la guarda en el bolsillo de un abrigo colgado en un costado del camarín. Practica la secuencia de acciones de una coreografía cuando llega Jazmín, que se queda observándola desde la puerta. Rosa: De nadie estamos más lejos que de nosotros mismos, de nadie estamos más lejos que de nosotros mismos, de nadie estamos más lejos que de nosotros mismos. (Repite varias veces de diferentes formas frente al espejo.) Jazmín: No somos conocedoras de nosotras mismas. Rosa da un salto del susto y ríe, inmediatamente vuelve a practicar la secuencia de acciones de la coreografía. Jazmín: Desde que te fuiste, las cosas no son iguales. Rosa: Desde que me fui, mi vida mejoró. Jazmín: ¿Y cómo crees que me fue a mí? Rosa: Eso depende. Jazmín: ¿De qué? 83


Rosa: Si te diste cuenta. Jazmín: ¿Cuenta de qué? Rosa: (Toca con su mano el exterior del bolsillo del abrigo colgado y la retira.) Napoleón no ha cambiado, ¿verdad? Jazmín: Hemos cambiado, aunque no lo parezca. Rosa: ¿Por qué nadie me dice lo que le pasó a Margarita? Jazmín: Se cayó de las gradas, como Amapola. Rosa: Debí imaginarlo. ¿Por qué en este teatro las actrices tienen los mismos accidentes? Jazmín: Creo que es por la forma de las gradas. Rosa: ¿Te parece que es por eso? Jaz, tenes que ver más allá. (Suspira.) Debo irme, tengo que repasar. Falta poco para el estreno. (La abraza, y sale por la puerta, regresa inmediatamente). Me hiciste mucha falta. Jazmín: Siento lo mismo. Rosa: Tenés que cuidarte mucho. Jazmín: Sé cuidarme sola. (Sonríe y se sirve una copa de vino.) ¿Y vos? Rosa: (Ríe). Yo también me cuido sola. (Se acerca a Jazmín y le besa la mano. Sale.)

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Jazmín se sienta frente al espejo, abre y cierra la boca, hace sonidos guturales con la voz. Se toca la mano que le besó Rosa. Hace sonidos cada vez más fuertes, toma un vaso, hace gárgaras y escupe; ahora los sonidos son estridentes. Cae al suelo y se levanta lentamente.


Jazmín: ¿Bajo qué condiciones inventó el ser humano esos juicios de valor, del bien y el mal? ¿Qué valor tienen ellos mismos? ¿Cuándo los recuerdos se volvieron tan amigos del presente? (Se para sobre la silla.) Hoy vengo a disfrutar de todos los placeres, todo lo que me fue negado antes será disfrutado en el resto de mis días. (Se baja, se vuelve a ver en el espejo y toma vino.) Hace tanto que no la veía, hace tanto… ¿Pasaron en vano los años, o a qué se refiere? Siempre fue tan concisa, tan real, tan… (Se sacude la cara, se sube en un estante de un salto.) La felicidad es solamente la ausencia del dolor, y este sentimiento que me abriga no es más que una mentira, con olor a delicias. No he encontrado un verdadero propósito, ni un solo rasgo de exactitud en su mirada. (Se sienta, toma el texto.) ¡No, no! Así no va… ni un solo rasgo de exactitud en su mirada (Aparta el texto). ¿Qué quería decir con que Napoleón no ha cambiado? ¿Qué tiene que ver eso con darme cuenta de quién sabe qué cosas está imaginando? (Se acomoda en el estante y deja caer el abrigo, lo recoge y encuentra la rosa.) Claro, «no cambia» (Le habla a la rosa). ¿Verdad, rosita, que te encanta? ¿Por eso regresaste? … (Vuelve a colocar la rosa en el abrigo.) Antes era todo perfecto… ahora hay un sinfín de historias, y sus misterios regresan... Verla me trae tantos buenos recuerdos y al mismo tiempo me marea, ya no puedo seguir pensando en ella, no más... (Se coloca una máscara del estante, con gesto molesto.) «La felicidad es solamente la ausencia del dolor, y este sentimiento que me abriga, no es más que una mentira, con olor a delicias. No he encontrado un verdadero propósito, ni un solo rasgo de exactitud en su mirada». (Repite varias veces, sube en el estante, se sienta, recoge la rosa, la guarda, mientras repite el texto). Y todos los deseos terrenales, vendrán conmigo al amanecer». Napoleón entra en los camerinos, observa a Jazmín repitiendo varias veces el mismo texto, ella no se percata de que Napoleón entró y sigue repitiendo mecánicamente. Le pone en un florero un ramo de jazmines. 85


Napoleón: Sos fuego, y la mejor actriz que he dirigido en mi vida, te verás perfecta, mejor que cualquier otra. Fuego sos, querida. (Aplaude y Jazmín se detiene.) ¿Escuchaste? (Le toma el rostro.) Fuego. (La besa, se apagan las luces de repente.) Napoleón: Si no reparamos ese controlador de luces, se nos quema el teatro, Jazmín (ríe.) Jazmín: Eso no va a pasar, ya lo he revisado mil veces y se siguen apagando las luces al mismo tiempo, no sé qué conexión rara les hizo el último técnico. Napoleón: ¿Y vos sos mejor técnica que cualquier técnico profesional? Jazmín: Lo arreglaré. Napoleón: (Aplaude y se encienden las luces, Jazmín ha comenzado la misma secuencia.) Lo perfecto en el arte, lo sublime en el arte, viene de la desaparición del tiempo, de los recovecos profundos del alma, del sufrimiento. (Mira a Jazmín.) Y de los sacrificios. (Toma las flores y las destroza.) ¿Qué sería del arte sin los sacrificios? (Se vuelve a apagar la luz.) Jazmín: Ahora sí, lo arreglaré. (Sale de escena con una linterna.) Napoleón: (Enciende la vela de un candelabro, que lo ilumina tenuemente.) ¿Quién diría que a unos días del estreno estaría encendiendo el candelabro de El Fausto, con Rosa actuando en la obra? Fue casi un milagro que Rosa aceptara, por un momento lo dudé, el pasado la atormentaba mucho y yo no le parecía el mejor recuerdo. (Enciende un cigarrillo.) En esos días las cosas se descontrolaron, y yo no pude hacer nada para que el jardín se mantuviera unido, las uniones hicieron que todo se rompiera, y el maldito 86


abrigo. (Ríe.) ¿Cómo se me ocurrió que viniera? Y ella es el comodín, hará que la obra culmine con gracia, ahora las piezas están en su lugar. (Coloca varias llaves en la mesa.) Ya no hay nada que pueda romper el engranaje, y yo estoy más contento que nunca, ellas brillarán y yo estaré ahí, rompiendo cualquier estigma, volviendo sublime lo que se ve malvado. En unos días marchará todo a favor del viento, y yo volaré en los hitos de la historia. Volaré, y ellas indómitas vomitarán fuego. Ya no volverán a ser las mismas, no, nunca más serán las mismas después de esto. Napoleón toma una pluma y escribe una carta. Se escucha un murmullo, seguido de risas tímidas y el sonido del reloj de madera. Dobla la carta y la guarda en su bolsillo delantero. Sopla las velas del candelabro y sale de escena.

Segunda parte A tres días del estreno Camerinos Napoleón está revisando el inventario de la utilería. Jazmín entra en el camerino. Jazmín: (Cansada.) Tardé en hacer que funcionara de nuevo, pero está listo. No dará más problemas. Napoleón: Llegas tarde al ensayo, Jazmín, es el segundo día consecutivo, esto es inaceptable… ¿Debo pensar que estás perdiendo el interés? Jazmín: ¡Nunca! Sé que es inaceptable y no dejaré que vuelva a pasar. Se escuchan risas en la segunda planta.

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Napoleón: Eso espero, Jazmín. Entra Rosa, desmejorada. Napoleón la abraza y acaricia su cabello. Jazmín para, les observa, recoge sus cosas y sale corriendo del camerino. Napoleón: Rosa, ¿Qué crees de los impulsos de Jazmín? ¿Te parecen dignos de una actriz? (Le sirve una copa de vino.) Rosa: (Rechaza la copa.) ¿A qué te referís con impulsos? ¿Qué tiene que ver con dignidad? Napoleón: Ah, Rosa, siempre tan audaz. (Toma vino y vuelve a ofrecerle.) ¿Te molesta algo? ¿O solo yo siento que ustedes dos se siguen queriendo? Rosa: No, no. (Revisa las máscaras del estante, no encuentra su máscara, se toca la cara, luce mareada.). Napoleón: (Le vuelve a ofrecer vino, ella lo toma.) La extrañas, ¿no? ¿Cuánto tiempo tenías de no verla? ¿De no sentir su cuerpo? (Se acerca a Rosa.) ¿Tuviste otra relación? Rosa: (Acerca su rostro al de Napoleón.) No tuve otra opción, todas creyeron que yo me lo llevé. Napoleón: ¿Vivís tanto del pasado? (Se aleja.) Creí que vivías día a día. Rosa: Lo hago. (Bebe, y busca otra vez la máscara.) Napoleón: Jazmín se la llevó, la máscara… Rosa: También busco el reloj, hace días no lo veo.

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Napoleón: Puede ser que lo haya puesto en otro lugar. Ya sabés que Jazmín es muy despistada, no es como vos. Sabés que siempre me gustaron las actrices disciplinadas, dejarse llevar por arrebatos no es profesional. (Rosa se sienta en una silla frente al espejo, cada vez se ve más cansada. Napoleón le pone un collar en el cuello.) Actrices con tu disciplina y talento no se encuentran, a vos te conviene trabajar acá. (Empieza a acariciar su cuello.) ¿Te imaginas ser la primera actriz de un grupo tan consagrado? (Comienza a darle un masaje.) ¿Querés seguir siendo maestra o querés una experiencia de verdad? (Se escuchan gemidos cada vez más fuertes en la segunda planta.) Rosa: Siempre ha sido mi sueño. (Jazmín llega y se esconde atrás de la puerta para no ser vista; permanece oculta toda la escena.) Napoleón:(Besa en el cuello a Rosa.) Sí, Rosa, tu oportunidad es acá, junto a mí. (Al oído de Rosa.) Tené cuidado, Rosita, acá hay gente que no les gusta ver triunfar a los demás. Vos sabes que siempre estoy de tu lado, como con el abrigo, fui el único que te defendió, Rosa. (Toca los senos de Rosa.) Tardé años en que todas creyeran que no eras la culpable. Lo real es que nadie sabe qué pasó, pero yo siempre supe que no tenías culpa alguna. (Los gemidos invaden todo el camerino). Cuántos años pasaron sin poder escucharte, Rosa, tu voz en el escenario conmueve a quien te escuche, y gracias a tantas peleas te fuiste lejos, por tanto tiempo. Rosa: Jazmín me dijo que creía en vos, pero no me habló por tantos años. ¿Por qué no me habló? Napoleón: Ella habla por sí misma, Rosa, su razón tendría. ¿Pero por qué hablamos de ella? 89


Rosa: ¿Y Margarita? Napoleón: Hay tantas teorías como hechos. Las dos han sido buenas flores en este jardín, pero nunca florecieron por su cuenta. Ella no pudo asumir el papel, y se tiró por las gradas, o se cayó… O la tiraron. No quiero pensar en eso… (Deja de tocar a Rosa, bebe vino.) Rosa: ¿Creés que alguien la tiró? ¿Por qué no llamaron a la policía? (Los gemidos terminan abruptamente.) Napoleón: ¿Y evidenciar a Jazmín? Rosa: Ella no puede estar involucrada en esto… Napoleón: Este será su último gran trabajo, ya no volverá al escenario, no como hasta ahora por lo menos… ¿Vos te vas a quedar, Rosa? Te necesitamos, no querés ver este teatro vacío… Rosa: No lo sé… Tengo que pensarlo… Napoleón: (Se aleja de Rosa y se dirige a la puerta.) Pensalo, siempre fuiste la chica inteligente del grupo. (Sale.) Rosa llora. Se levanta, se coloca una máscara sonriente, se ve en el espejo; ahora busca el abrigo y saca la rosa, toma su bolso y saca rosas secas. Empieza a sacarles los pétalos uno a uno, luego las arranca y destruye las rosas, las espinas hieren su mano. Se escucha un grito del piso de arriba.

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Rosa: ¿Qué dijiste? (Escucha.) No puedo hacer eso… No podría… (Se escucha una risa, bebe vino.) Y ahora soy yo un chiste. Sí, vine por ella, y nadie me detendrá ahora que ya sé la verdad… Yo no vine a actuar, no vine a revolcarme con Napoleón, vine a verla a Jazmín, vine a sacarla de este


infierno y no me van a engañar más tiempo, Napoleón es «todo» acá. (Sonido de sorpresa, escucha.) Sí, él ya no puede fingir que Amapola y Margarita se cayeron de las gradas por «accidente» (ríe.)… su «pequeño jardín» nos llama (estrella el florero contra la pared, sonido de risas, toma vino.) Debo ser fuerte, este lugar es más potente que yo, y ya no soporto nada, estás malditas paredes, la sonrisa falsa y esos ojos tan mentirosos. Tengo que hacerla entender de alguna manera que este lugar te absorbe, si no lo hago, me va a absorber a mí. (Bebe de la botella, se ve en el espejo y se tambalea.) Tengo que sacar a Jazmín de acá… tengo que… Liberarla... (Se recuesta en el banquito, y se va quedando dormida.) Jazmín sale de su escondite, se sienta al lado de Rosa y acaricia su cabello. Jazmín: Nos iremos juntas, Rosa, pero no sin hacer que pague por todo…. Toma las llaves que está en la mesa y las guarda en su bolsillo. Fin del segundo acto

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ACTO 3 “El infierno” Un día antes del estreno Sótano del teatro. Hay utilería y escenografía de obras pasadas, se encuentra justo debajo del escenario, el baúl rojo está a un costado. Se escuchan campanadas. Jazmín da vueltas por el sótano, buscando el sonido; se detiene frente al baúl y empieza a forzar el candado con un clip. Se detiene, escucha, saca la llave de su bolsillo y abre el baúl. Extrae de él un abrigo grande con manchas negras. Jazmín: Que idiota soy. ¿Cómo no me di cuenta? ¿Y él me quiere exponer a mí? ¿Qué tengo que ver en todo esto? ¿Cuánto pasó desde el Fausto? (Silencio, cuenta, vuelve a contar.) La cabeza me da vueltas, las palabras y los años se me olvidan, ya no recuerdo cómo me sentía. (Sigue buscando adentro del baúl, saca el reloj de madera que hace sonar las campanadas, lo apaga.) Siempre lo tuvo acá, en nuestras caras… (Cierra el baúl, se sienta a su lado, llora.) Rosa entra con el vestuario de la obra, con máscara. Rosa: Jaz, te estamos esperando arriba. ¿Qué tanto tenés que esperar para salir? ¿Te pasa algo? Jazmín: ¿Sabés qué es lo más cercano a la pureza? Rosa: No tenemos tiempo para esto. Jazmín: El fuego. Rosa: ¿Qué te pasa? Decí tus textos en el escenario. ¡Vamos! 92


Jazmín, están todos los de producción arriba esperándote. Jazmín: ¿A qué se debe ese fuego en su mirada? Voz en off: ¡Jazmín, Rosa, Jazmín, Rosa! (Risas.) Rosa: (Acercándose a Jazmín, que se encoge sobre el baúl.) Es un estreno más, Jaz, no va a salir tan mal. Jazmín: Es «su» estreno. No tuyo ni mío. Rosa: ¿Qué pasó? Jazmín: Anoche, ¿qué hiciste con Napoleón? Rosa: Jaz, yo, nada. Jazmín: Los escuché, Rosa. Rosa: Yo… (Llora.) No lo pude parar, nunca lo pude parar... Este lugar está maldito, Jaz, ya no quiero seguir acá. Jazmín: Tenías la razón. Rosa: ¿De qué? Jazmín: Has tenido la razón desde que llegaste, y yo no lo supe ver. (Le muestra el abrigo de manchas.) ¿Cómo no pude ver la maldad en sus ojos? Rosa: No esperaba verlo, ni ahora, ni nunca… Jazmín: Creo que siempre lo supe, lo del abrigo, las cartas de Amapola, tu silencio por años, el accidente de Margarita, y cosas que no entiendo, hay muchas cosas en ese baúl. ¿Qué hago, Rosa? No sé qué hacer… 93


Rosa: Vámonos, no volvamos más. Jazmín: ¿Y el estreno? Rosa: Eso es lo de menos. Voz en off: ¡Jazmín, Rosa, Jazmín, Rosa! (Risas.) Jazmín: (Temblando.) ¿Cómo me voy a ir? No voy a poder trabajar afuera, aquí es donde sucede el arte, donde de verdad creemos en lo que hacemos… Voy a terminar siendo una fracasada, como vos, Rosa (Llora.) Nadie nos va a querer afuera, nadie, yo no soy nadie sin él, me enseñó todo lo que sé… No sé trabajar con nadie más y ya no queda nadie… Me quedaré sola… Rosa: Estamos juntas Jazmín, mirame, vamos a salir de esto, esta es la última noche que pasamos acá, no vamos a volver y se lo vamos a decir todo de una maldita vez. ¿Me escuchás? Jazmín: No sé si es suficiente. Rosa: Por ahora es lo que podemos hacer. Nos esperan, Jaz, vamos arriba, y terminemos el ensayo general. (Camina con Jazmín hasta la puerta.) Se lo diremos, después del ensayo, en nuestro tradicional brindis antes del estreno. Ahí se lo diremos, y no regresaremos más. Yo me encargo de todo, Jaz… Todo va a estar bien. Jazmín: No sé si es suficiente. Rosa: (Revisa el baúl y saca su reloj de madera, mueve las manecillas.) Cuando vuelva a sonar, le diremos todo. (Lo vuelve a meter en el baúl.) Vamos. (Le toma la mano y la besa, salen.) 94

Arriba se escuchan voces y aplausos.


Voz en off de Jazmín: Y de los recovecos del alma ya no queda más, no surge nada nuevo, porque acá todo se repite, no cambia el dolor o el sufrimiento, noche, día, día noche. Y los terrenos del infierno fríos y calientes son, se queman las fauces burlonas, todo lo que escuchas, dagas son, ya no queda salvación, solo las cenizas. Escucha mi voz una vez más, como liras en el desierto, como cerdos vestidos de santos escuchaste, te ruego, únete a mí, y devoremos nuestros cuerpos, hasta quedar reducidos a nada. (Aplausos.) Rosa entra en el sótano mientras Jazmín dice el monólogo. Se la nota cansada. Coloca el baúl en el centro del sótano, coloca tres copas y sale de escena. Las voces, risas y los aplausos se escuchan más fuertes. Jazmín: (Entrando, coloca una botella de vino sobre el baúl.) Con el paraíso en nuestras manos, la virtud se extiende, y con las manos desnudas atravieso el camino a la libertad. Jazmín sirve una copa de vino, la toma de un trago, saca una nueva botella, sirve una copa y vuelve a guardar la botella. Entra Rosa, apresurada. Rosa: ¡Pronto! Napoleón está por bajar. Jazmín sirve las otras dos copas con la botella que está sobre la mesa y las deja a la derecha e izquierda de la superficie del baúl. Cuanto entra Napoleón, ambas lucen felices y animadas. Napoleón: ¡Aún falta mucho, pero estamos tan cerca de este estreno! Rosa: Salió como lo planeaste. Napoleón: ¡Que final, Rosa! Todos tus textos estaban en sintonía con el inframundo. ¡Perfectos! 95


Jazmín: No recordaba tanta sinceridad en la escena, Rosa, gracias por estar acá y ayudarnos a sacar adelante esta obra. Napoleón: ¡Ya tienen todo listo por acá! Jazmín: Estás llegando tarde. (Toma la copa y bebe.) Rosa: Napoleón, hay algo de lo que nos gustaría hablar. (Jazmín le acerca la copa de la izquierda.) Napoleón: (Toma la copa que quedó sobre el baúl.) ¿Qué mejor momento que este para hablar? Cuando los ánimos están elevados y nuestros cuerpos encendidos por ese ensayo general. ¿Qué me dirán, Rosa? ¿Será antes o después del brindis?

Jazmín: No importa el momento, dado que el resultado será el mismo. (Bebe.) Napoleón: Jazmín, estás diferente hoy. Jazmín: ¡Brindemos, pues! (Se acerca a Napoleón tambaleándose y lo besa en la boca.) Rosa: Jaz. ¿Estás bien? (La sostiene.) Jazmín: ¿Te das cuenta, Napoleón, que esta será tu noche? (Ríe y lo vuelve a besar.) Brindemos por esta gran noche, brindemos por el teatro, brindemos por esa maravillosa obra que hicimos, por vos Napoleón, por haber estado tan constante tantos años, levantando este grupo. ¡Salud! (Bebe.) Rosa: Salud (bebe.) Napoleón: ¡Salud! Por ustedes, mi jardín. (Bebe.) 96


Jazmín: Sabes… Realmente no pienso nada de lo que te dije. Se escuchan carcajadas, y empiezan a sonar las campanadas del reloj de madera. Rosa: Napoleón… Jazmín: No, Rosa, lo haré yo. Napoleón: (Ríe.) ¿Ahora se les ocurre pelear? Jazmín: Siempre peleamos, Napoleón. Pero ahora más después de esto. (Bebe.) Rosa: Napoleón, Lo sabemos todo… Lo del abrigo, lo de las cartas de Amapola… Napoleón: ¿Qué saben de eso? Rosa: ¡Que fuiste partícipe de eso, escondiste las cosas! ¿Acaso vas a negarlo? Napoleón: ¿Solo eso? Jazmín: Que yo pude haber sido culpable de la caída de Margarita, ¿o cómo era? Napoleón: ¿De dónde se sacaron todo esto? ¿Tienen pruebas? Rosa: Tenemos las pruebas. (Camina hacia el baúl y Jazmín no la deja pasar.) Vamos, Jaz, movete. Se escuchan carcajadas. Napoleón respira rápido y se sienta en una silla. 97


Jazmín: (Abre lentamente el baúl, y saca su contenido.) Mirá, el abrigo de Rosa, del Fausto… Mirá, Napoleón, las cartas de Bali, de cuando me aceptaron en la beca, las cartas que nunca me llegaron. Rosa: Mi reloj, Napoleón ¿Qué hace ahí? Napoleón: (Carcajadas.) Mi querido jardín tiene malezas. ¡Por fin se volvió salvaje! (Se levanta de repente, respirando entrecortado.) Ya han crecido y pueden llenar este espacio por sí mismas, ya conquistarán otros lugares, y la obra se termina y se culmina acá, el jardín está completo. (Tose desenfrenadamente, toma el reloj y lo lanza contra el suelo.) ¡El tiempo se ha terminado! (Se tambalea.) Rosa: ¿Estás bien, Napoleón? ¿A qué te referís con que la obra culmina acá?

Napoleón: (Ríe.) ¡¿Idea de quién fue?! ¿Quién me da este final tan digno? «Escucha mi voz una vez más, como liras en el desierto, como cerdos vestidos de santos escuchaste, te lo ruego, únete a mí, y devoremos nuestros cuerpos, hasta quedar reducidos a nada». (Se cae y tose fuerte, tiene espuma en la boca.) Rosa: ¿Qué le está pasando? ¡Jazmín, hay que hacer algo! (Rosa lo levanta de un costado, intenta auxiliarlo.) ¡Llamá a una ambulancia!

Jazmín se ha quedado sentada en el baúl viendo toda la escena. Napoleón convulsiona y muere. Se escucha un suspiro del piso de arriba. Rosa: ¡No, no! Esto no puede ser cierto. Jazmín, ayudame, debemos llevarlo a un hospital. Jazmín: Te dije, Rosa, que no era suficiente, él merecía esto… Ni más ni menos. 98


Rosa: ¡Mierda! (Llora.) Está muerto… Jazmín: Se lo merecía. Él nos separó, ya no nos volverá a apartar nunca más. Rosa: ¿Qué vamos a hacer ahora? Jazmín: Esconder el cuerpo. Se escuchan aplausos, risas, silbidos. Rosa: Esto está muy mal. Se escuchan abucheos. Jazmín: Lo que estaba mal era lo que nos hacía. Rosa: En unas horas es el estreno, Jazmín, vienen medios, viene público selecto… Jazmín: No vamos a dar el estreno… Nos vamos a ir. Rosa: ¿Y él? Jazmín: No lo sé, Rosa, no lo había pensado bien… ¿Qué debemos pensar cuando el mal se acaba de terminar? Rosa: ¡Lo mataste y no lo tenías planeado! ¿En qué cabeza cabe esto? No, no. (Se acerca y se aleja de Napoleón.) ¿Qué vamos a hacer? (Llora.)

Jazmín: ¿No era esto lo que querías? ¿No se cumple tu venganza acá, Rosa? Rosa: Lo quería dejar sin estreno, Jazmín, no dejarlo sin vida… Se van a dar cuenta, todos sabían que se quedaba con nosotras esta noche. 99


Jazmín: No realmente, les dije a los demás que me quedaría con vos esta noche… Rosa: No estamos hablando de esto. (Se tapa los oídos.) Jazmín: Por favor, Rosa, asumilo de una vez. En vez de llorar, tenemos que pensar qué hacer con este maldito. Rosa: Me voy, yo no quiero ser parte de esto. (Se levanta y corre hacia la salida; Jazmín la intercepta.) Jazmín: Las dos somos parte de lo que pasó. Estamos juntas en esto. ¿En serio me querés mandar a la cárcel por esta escoria? Sigamos con nuestras vidas y destrocemos su legado, que nadie se acuerde de él, Rosa. Nos encerró por años en este maldito lugar, jugando a su juego de mierda, no éramos más que parte de sus obras, juguetes que podía desechar cuando le pintaba. ¿Me ves, Rosa? ¡Soy libre como nunca lo fui! Y ya no hay nada que me haga arrepentirme de lo que hago. Vámonos, lejos, y no volvamos a este mísero lugar, donde solo odio queda. ¡Liberémonos juntas! Podemos hacerlo ver como un suicidio y nos libramos de todo. ¡Vamos Rosa, alegrate, que ese malnacido ya no se va a vanagloriar con nuestro trabajo nunca más! (Intenta besarla.) Rosa: ¿Y damos la función? Jazmín: No, Rosa, nos vamos. Rosa: No, demos la obra. Jazmín: ¿Por qué te obsesiona tanto eso? Rosa: Lo mataste, Jazmín… Esto ya no es un juego… ¿Te parece que nos vamos a librar tan fácil de esto? Mierda (mira a Napoleón.), hiciste exactamente lo que él quería, «un final digno», eso fue para él, hiciste lo que él quería, 100


hicimos lo que quería. Todo el tiempo… No tenemos forma de decidir, todo esto es lo que él quería, y ahora ya no sé qué hacer. (Llora.) Jazmín: Simplemente nos vamos, y si nos vamos lejos a nadie le va a importar. ¿Te parece que alguien va a extrañar a este payaso? (Recuesta con dificultad el cuerpo de Napoleón en el baúl.) ¡Miralo, Rosa! Ya no nos hará más daño. (Saca el abrigo del baúl, se lo coloca a Napoleón, revisa sus bolsillos y extrae un papel; lo lee en silencio, ríe.) Rosa: (Llorando). Hicimos lo que quería, hicimos lo que quería. ¡Somos sus fichas de juego, somos su maldita obra, es lo que quería, es lo que quería! Jazmín: (Leyendo el papel.) «Queridas flores mías, salvajes e indómitas, hoy se liberaron de sus cadenas, y con ellas llegaron a la más sublime belleza existente, lograron derribar sus barreras, y se mostraron fieras, completaron el ciclo, la obra está completa, es mi obra maestra la que les heredo, por fin lograron hacer arte de verdad, que trasciende el tiempo y la moral, la belleza en su máximo esplendor. Las amo, mis flores queridas, ahora más que nunca.». (Ríe.) Rosa: Te lo dije, era un enfermo. Se escuchan carcajadas. Jazmín: Ya lo sabíamos. Rosa: ¿Vamos a hacer la obra? Jazmín: ¿Por qué deberíamos hacerlo? No busques ahí, las respuestas se encuentran en mi mano. (Ríe.) Rosa: ¿Por qué podemos decidir por nosotras mismas? Por eso… 101


Jazmín: ¿Y él qué? ¿Hacemos la obra con su cuerpo en la platea? (Juega con el cuerpo de Napoleón.) Rosa: Él se suicidó, Jazmín, en su delirio de grandeza, llevaba meses deprimido. Jazmín: Él no estaba deprimido. Rosa: Sí, eso solo lo sabías vos, eras su confidente más cercana… Jazmín, no podemos perder esta oportunidad, Vos misma lo dijiste, el doble de giras, el doble de reconocimiento… Jazmín: No estás entendiendo nada, Rosa, él no se merece ningún reconocimiento, sabía que no lo ibas a entender, siempre fuiste muy tibia para las grandes decisiones. Esto es una farsa, Rosa, nada es real, las voces, las risas, los aplausos, el maldito reconocimiento. Ya te he explicado de muchas maneras él porqué de su muerte. (Suspira.) Siempre supe que no lo ibas a entender… Este lugar debe purificarse, y solo el fuego purifica las cosas, Rosa, debemos hacerlo realidad. Solo así nos vamos a purificar. Pu-rifi-car. (Baila lentamente, se ve humo entrando por la puerta.) Rosa: ¿Qué es esto? (Sale del sótano y entra corriendo.) ¡Fuego! ¡Nos va a consumir! Jazmín: (Saca el contenido del baúl, se lo pone como adorno a Napoleón y ríe.) Tu solución no es suficiente, la solución es purificar este lugar. Rosa: ¿Qué hiciste, Jazmín? Jazmín: (Bailando y riendo desenfrenada.) ¡Solo el fuego purifica la verdad, y de las cenizas renaceremos! Rosa: (Toma las copas en las que bebieron y las guarda en la cartera.) Tenemos que irnos de acá… 102


El sótano está completamente lleno de humo, se escuchan carcajadas y aplausos. Jazmín: (Bailando.) ¿Sabés, Rosa? Tenés razón, hagamos la obra, la función debe continuar. Rosa: ¡Vámonos, Jazmín! Jazmín: ¡Vámonos al inframundo juntas! Rosa: Si no salimos no vamos a poder estar juntas. Jazmín: ¿Por qué no podemos amarnos ahora que somos libres? Rosa: ¡Ya no sé qué es ser libre! Jazmín: Bailando somos libres, Rosa. (Tose.) Rosa: Vámonos. Jazmín: A donde me lleve mi eterno letargo. ¡Culpas no tengo! Rosa: Donde podamos estar juntas, Jazmín. (Toma su mano.) ¡Vamos! Jazmín: ¡Tus manos son dagas!

Rosa: Y sobre dos corazones estamos. Humo, en toda la habitación, ya no se ve nada. Off: Vamos. Ovación. FIN

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LOS PATRONES (TRAGICOMEDIA)

Luis Emilio Cerna Mazier


Personajes Juan, un antiguo soldado, ahora mozo La Cocinera El Mayordomo Miguelito, mozo joven Chago, encargado de los caballos Lincoln Washington Mozo Primero Mozo Segundo

Los Patrones: Don Rafael Doña Beatriz

Espacio y tiempo La acción se desarrolla en una finca en la década de 1920.

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PRIMER CUADRO La cocina de una finca. Al fondo, a través de una ventana, se observa un bosque y a lo lejos una casa de campo. En la cocina hay mesas de madera, sillas, utensilios, trastes, etc. La Cocinera está de pie frente a la mesa, desplumando una gallina. Le falta un ojo, por lo que lleva un parche negro. A su lado está sentado Juan, un hombre en sus treintas. Cerca de sus pies hay una bolsa de tela. La Cocinera: Usted ha visto sangre derramarse. Me falta un ojo, pero con el que todavía tengo veo bien. Juan: Prefiero no hablar de eso. La Cocinera: (Mira su bolso.) ¿De qué huye? Juan: Yo… de nada. La Cocinera: ¿Está seguro? Juan: Sí. La Cocinera: Usted no es de aquí. Conozco a todas las personas de las aldeas y caseríos alrededor de esta finca. Juan: Vengo de la ciudad. La Cocinera: Ah, de la ciudad. Entonces sí huye de algo: de la guerra. Por más que lo oculte, sus ojos lo delatan. (Juan le quita la mirada.) Usted quiere trabajar acá, pero yo no confío en la gente que viene de la ciudad. Son inútiles y se quejan de todo. Una garrapata les pica y lloran toda la semana. 107


Juan: Yo soy apto para el trabajo, señora… La Cocinera: ¿Sí? ¿Por qué dice? Juan: Porque ahorita vengo de la ciudad, pero no soy de allí. La Cocinera: (Impaciente.) No me diga adivinanzas, hombre. ¿De qué está hablando? Juan: Sí, vengo de la ciudad, y sí, he peleado allí, pero soy nacido en el campo. Fui a la ciudad a pelear porque la vida me llevó a eso, pero de chico trabajé en la finca de mi papá. Sé usar la guadaña, el machete, la fusta; sé cabalgar, ordeñar, hacer queso o cuajada. Si me acepta obtendrá a una persona trabajadora y honrada. (Silencio.) La Cocinera: ¿Es capaz de seguir órdenes y mantenerse callado? Juan: Sí. La Cocinera: Aquí la paga no es grande. Juan: No hay problema. La Cocinera: En esta finca a nadie le importa su pasado, presente ni futuro. Lo que sí queremos son mozos que trabajen desde que salga el sol hasta que se esconda y que hagan lo que se les pide sin hacer preguntas. Juan: Puedo hacerlo. 108


La Cocinera: Bien. Entonces tiene un nuevo trabajo. Juan: Gracias, señora. Soy un hombre honrado y trabajador. Sus patrones no se arrepentirán. La Cocinera: En relación a ellos… (De repente se escuchan gritos. La Cocinera se acerca a la ventana.) La Cocinera: ¿Qué mierda es eso? Chago: (Fuera de escena.) ¡Agárrenlo! ¡Agárrenlo! ¡Se nos escapa! (Entra corriendo Miguelito, un mozo joven.) La Cocinera: ¿Qué es este alboroto? Miguelito: Por favor, se lo ruego, se lo ruego, no me haga regresar… (Entra el Mayordomo, seguido de Chago. Al verlos, Miguelito se trepa en la mesa tirando todo.) La Cocinera: ¡Marrano! ¡Bajate de la mesa! (A Chago.) ¡Y vos, inútil! ¡No te quedés parado! (Chago trata de agarrarlo, pero Miguelito se le escapa. El Mayordomo toma un lazo.) Miguelito: Haré lo que quieran, pero por favor… (La Cocinera toma un rodo de amasar y golpea en las piernas a Miguelito. El Mayordomo lo amarra.) 109


Chago: Ahora no te vas a ningún lado. (El Mayordomo pasa el lazo por su boca violentamente.) Juan: Señor, ¿No cree que puede ser más leve con el muchacho? El Mayordomo: (Como el balido de una oveja.) ¡Beeeeee! Juan: ¿Qué? La Cocinera: ¡Sáquenlo de aquí pedazo de imbéciles! (El Mayordomo y Chago sacan a Miguelito. Juan recoge la gallina que se ha caído y la pone en la mesa.) Juan: ¿Qué… qué fue eso? La Cocinera: Ese muchacho es el loquito de acá. Algunas veces se le disparan los cables y hace desorden. Pero nosotros lo ponemos en su lugar. Juan: Oiga… ¿Y ese hombre? Berreaba como una cabra. La Cocinera: Es mi marido, el mayordomo. No le haga caso. ¿En qué estábamos? Juan: Me decía algo de los patrones. La Cocinera: ¿Mira esos bosques? (Señalando a través de la ventana.) Juan: Sí. La Cocinera: Esa es la casa de don Rafael y doña Beatriz, 110


los dueños de estas tierras. Bajo ninguna circunstancia usted podrá acercarse allí. Si es visto merodeando por esos lados se le disparará al instante. No tendría que hacerlo, porque de igual forma hay bastante trabajo que lo tendrá ocupado. Vino en el tiempo de la Yerra. Juan: ¿La Yerra? La Cocinera: Nuestra celebración anual. Ahora, hay mierda de caballo que debe ser recogida. (Juan recoge su bolsa y está a punto de salir.) Bienvenido a su nueva vida, Juan. (La Cocinera corta la cabeza de la gallina. Juan sale. Entra el Mayordomo.) La Cocinera: ¡¿Es que tengo que hacer todo aquí?! El Mayordomo: (Con dificultad para hablar.) ¡Fue-no…fue no mi...culpa! ¡Beeee! La Cocinera: ¡Calla! Hay que apaciguar a los mozos. Si los tenemos que castigar nunca ganaremos su favor. Nuestra tarea no puede esperar más. El Mayordomo: ¡Gren-sa! ¡Gren-sa! Santa… sanga… ¡Sangre! La Cocinera: ¡Sí, Mayordomo! ¡Pero debemos esperar! El Mayordomo: ¡Beeee! La Cocinera: ¡Lo sé! Yo quisiera hacerlo ahora mismo si, pero debemos de seguir con nuestros personajes hasta que llegue el momento indicado. Por ahora necesitamos ponerle ojo a Juan, el nuevo mozo. Viene de la ciudad y ha estado en la guerra.

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El Mayordomo: (escupe.) ¡Citadinos cuerpos! ¡Cuerpos! ¡Puercos! La Cocinera: Por eso debemos de estar atentos. Los de la ciudad siempre andan metiendo sus narices en todo. Aunque no me guste, tuve que darle el trabajo. Cada día mueren más trabajadores. Necesitamos sangre nueva que pueda con las labores de la finca. Juan necesita ser amaestrado, eso es todo. Pronto será un perro que sigue órdenes como el resto de mozos. El Mayordomo: ¡Verdá! ¡Verdá! La Cocinera: ¡No podemos bajar nuestras cabezas ahora, Mayordomo! ¡Estamos muy cerca! Aunque el día sea oscuro, veremos la luz.

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SEGUNDO CUADRO Un campo en la finca. Juan, con ropas ensangrentadas, carga en sus espaldas un balde. Lo deja en el suelo. Mira a los alrededores, se agacha y saca la cabeza de un caballo. La sostiene en sus brazos. Entra Chago, quien ahora no tiene una pierna y anda en muletas. Juan: Disculpame, Goloso. Chago: ¡Ey! ¡Ey! ¡Esa cabeza no es para contemplarla ni hablar con ella! ¡Hay más caballos por descuartizar y usted está aquí perdiendo el tiempo! ¿Quiere que le diga a la cocinera? Juan: ¡No, no! Chago: Entonces eche esas cabezas a la tierra. Juan: Es que no entiendo por qué hacerlo. Este caballo estaba joven y sano. Chago: ¡Los caballos destazados fertilizan la tierra! ¡Así lo dicen don Rafael y doña Beatriz! Juan: (En voz baja.) Eso no tiene sentido… Chago: Deje el murmullo que lo voy a tomar como una afrenta al mandato de los patrones. (Le pega con una fusta.) Además, soy el maestro de caballos. ¡Haga lo que le ordeno, mozo! (Juan tira la cabeza al suelo.) Juan: (Percatándose.) Oiga Chago, ¿Y usted no tenía dos piernas?

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Chago: Ehh… La perdí en un accidente hace unos días… tuve un problema con un caballo. No le dé importancia. (Chago sale.) Juan: (Esparciendo tripas.) Cortar las cabezas de las vacas, ordeñar toros, sacar a pastar a los gatos… En esta finca se hacen cosas extrañas. Se come carne de perro y se desperdicia la de chancho. Se usan los burros como tiro al blanco y a los caballos se les dan de comer zapatos. Hay mozos que se pierden y cuando los vuelvo a encontrar les falta una parte de sus cuerpos. Como ese mozo, Miguelito. Llevo semanas sin verlo. (Juan continúa con sus labores. De repente, se escucha alguien que llora. Juan va hacia unos sacos y los aparta: Es Miguelito. Ahora le falta un brazo.) Juan: ¡Miguelito! ¿Qué le pasó a tu brazo? Miguelito: (Dudando.) ¿Mi brazo? ¡Mi brazo…! Eh… se lo comieron las hormigas. Juan: ¿Qué? Miguelito: Sí, las hormigas culonas. Son unas malditas. Creo que se deben de haber trepado a mi cama mientras dormía. Las barracas están llenas de ellas. Juan: ¿Dónde te habías metido? Hace días no te veo la cara. Miguelito: Estuve recuperándome en la cabaña de sanación.

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Juan: ¿Cabaña de sanación? Nunca escuché que hubiese una. (Entran la Cocinera y el Mayordomo.) La Cocinera: ¿Qué hacen? Juan: Yo solo… Miguelito: ¡Juan me estaba contando cómo le gusta la vida en el campo, Cocinera! La Cocinera: ¡Qué lindos! ¿Y por qué no escriben una pastorela, se agarran de las manos y van a saltar por las praderas? ¡No quiero verlos hablando otra vez! ¡¿Entendido?! Estamos en plena Yerra, hay mucho trabajo por hacer. (A Juan.) Ese muchacho está loco, se lo dije varias semanas atrás. Ahora, me han dicho que usted cuestiona sus quehaceres. Juan, ¿le gusta estar aquí realmente? Juan: Claro, señora. La Cocinera: Eso pensé. Entonces, si se le pide que lleve un cabro hasta esa colina y lo arroje al abismo, ¡lo hace sin preguntar! Juan: Sí, Cocinera. La Cocinera: ¿Quiere regresar a la ciudad? ¿A esa pudrición? Las ciudades de los hombres son peores que las enfermedades todas revueltas. Son peores que la babesiosis, la mastitis o la leptospirosis. Juan: ¿Ah? 115


La Cocinera: ¡Leptospirosis! ¡No se diga más! (La Cocinera toca un silbato. Aparecen Chago y Lincoln Washington, seguido del Mozo Primero y el Mozo Segundo.) La Cocinera: ¡Mozos! Como ustedes saben, la Yerra es un día especial en el año. Tiempo de fertilidad y de jolgorio, de alegría y de renovación. Don Rafael y doña Beatriz deben de ser atendidos con todos los lujos. Tenemos que estar atentos a todos sus pedidos y ser agradecidos. Sin ellos, nosotros, pobres huérfanos, no tendríamos rumbo alguno, recuérdenlo. Nuestro sacrificio es nuestra ofrenda. (Al Mayordomo.) ¿Quién será el afortunado el día de hoy? El Mayordomo: (Leyendo un papel.) Lil.. lin.. Linco… Linco-gua… ¡Lincoln! Lincoln Washington: ¡Lincoln Washington a su servicio, cocinera! La Cocinera: (A Lincoln.) Dese un baño, cámbiese y échese perfume, que en la noche lo esperan los patrones. (Lincoln sale.) El Mayordomo: ¡Zomos! ¡Mozos! (Cacarea.) ¡Quíquiriquí! (Aclara su garganta.) Medemos... debemos aspirar asperezas. (Saca una biblia.) Recuerden lo que dijo el profe, el profeta: “No, no, no, no juegen y no se les jugará, ¡juzgará! No denco, no condenen y no… La Cocinera: El Mayordomo quiere decir que les guardamos mucho aprecio. Las cosas han sido duras los últimos días. Les hemos corregido, pero sepan que es por su bien. Son ovejas que algunas veces se descarrían del camino y con un poco de disciplina hacemos que regresen a él. ¿O no? 116


Mozos: ¡Sí, Cocinera! La Cocinera: Para que vean que no todo es castigo, estuve todo el día preparándoles su comida favorita. Para Chago, sopa de frijoles. Para Lincoln, sopa de frijoles. Y para Juan, sopa de frijoles. ¡Para todos, sopa de frijoles! (Los mozos aplauden, menos Miguelito.) Chago: ¡Cocinera, si me permite! La Cocinera: ¡Hable, Chago, gran maestro de caballos! Chago: Estos días nos hemos esforzado para ser mejores. ¿Nos va a dejar jugar con Miguelito como recompensa? La Cocinera: Se lo merecen. Mayordomo, el látigo. (Los mozos, salvo Juan, celebran.) Chago: (A Juan.) ¡Ahora viene lo bueno! Juan: ¿Qué van a hacer? Mozo Primero: Un jueguito que hacemos todos los años. Mozo Segundo: Amarramos a Miguelito a un poste y le damos una buena tunda. Juan: ¿Qué? Chago: Sí y a usted le toca estrenarse, muchacho de ciudad. La Cocinera: Juan, tiene el honor de empezar con nuestro pequeño juego. 117


(La Cocinera le da el látigo.) Juan: ¿Juego? ¿Qué clase de diversión es esta? No puedo hacer algo así. (Los mozos se ríen.) Mozo Primero: (Imitándole.) “¡No puedo hacer algo así!” Mozo Segundo: ¡Maricón! ¡Agarre güevos! Juan: ¡Suficiente! ¡Esto es inhumano! El Mayordomo: ¡Co, co, cobarde como Abraham! La Cocinera: Aquí no hay lugar para los cobardes, Juan. O lo hace usted, o lo hace Chago, que no le tiembla la mano. Juan: ¡Pero… pero…! Chago: ¡Déjeme a mí, Cocinera! Miguelito: No se preocupe, señor Juan, que mi espalda va a ser dichosa de probar el látigo de sus manos. La Cocinera: ¿Ya lo ve? El muchacho está contento. Créame que después de esto, saldrá… renovado. Juan: (Mirando al cielo.) Dios, perdóname. (Salen Juan, Miguelito y el resto de Mozos. Sale la Cocinera. Mientras El Mayordomo hable se escucharán latigazos, gritos y risas fuera de la escena.)

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El Mayordomo: ¡Mozos del cam, campo! El… se… se… El Señor… es el único camino… ¡Beeeee! «Esto, esto, pues, digo y redigo… requiero… del Señor; no andéis coco… como otros misiles, ¡gentiles!, que en la vainilla de su temen… mente, teniendo el entendimiento embrecido… entenebrecido… ajenos de la vida de Dios por la ignorancia, por la zudera de su corazón, dureza, después que, que, que perdieron toda visilidad, sensibilidad, se entregaron a la lasaña, ¡lascivia! » ¡Beeee!

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TERCER CUADRO La cocina. Es de noche. Se ve una luz a lo lejos que proviene de la casa de campo de los Patrones. También se escuchan sonidos de violines. Juan ve desde la ventana. En una mano tiene una vela encendida y en la otra una botella de ron. Viento y sonidos de animales. Juan: En la finca corre sangre y de la casa de mis patrones se escuchan violines y trompetas. Los animales están inquietos. Hay viento que anuncia una tormenta. (Bebe.) Miro mis manos y me dan asco. Pobre Miguelito. (Se escucha un ruido.) Alguien anda por allí. ¿Será la Cocinera? Me va a castigar si me ve aquí. No le gusta que nadie se acerque a la cocina cuando ella no está. Parece que este lugar fuera su cuartel. (Juan toma la vela y trata de ver quién es.) ¡Dios! ¿Será un fantasma? (Hablando con la botella.) ¿O usted me tiene loco otra vez? (Entra Miguelito cubierto con una cobija.) Juan: ¡Un fantasma! ¡No estaba equivocado! (Golpea a Miguelito.) ¡Dios y los santos me protejan! ¡Toma, maldito! Miguelito: (Quitándose la cobija.) ¡Señor Juan! ¡Señor Juan! ¡Soy yo! Juan: ¡Miguelito! Miguelito: ¿No le basta con los latigazos que me dio hoy? Juan: ¡Perdón! ¡Pensé que eras un fantasma! Miguelito: ¿Un fantasma? 120


Juan: Muchacho, mi cabeza está mal. Los fantasmas de los que maté en la guerra me acompañan todas las noches. (Besa la botella.) Pero esta es la única que me ayuda con ellos. ¡Ah! ¡Hablo estupideces! ¿Y vos? ¿Qué hacés con esa sabana? Me sacaste un susto. Miguelito: Las heridas del látigo aún están frescas. El simple roce del viento hace que me arda. Juan: Soy un desgraciado. (Juan toma. Miguelito le quita la botella.) Miguelito: ¡Compóngase, señor Juan! Juan: No puedo ni verte a los ojos. ¿Por qué me obligarían a darte el castigo que te di hoy? ¡Ah, pero ustedes le llaman juego! ¡Es diabólico! Miguelito: Eso es lo único coherente que ha dicho hasta ahora. Lo estuve buscando toda la noche. Tenemos que hacer algo. Juan: ¿De qué hablás? Miguelito: Los mozos tienen miedo. Por eso no dicen nada. Pero estas tierras están cosechadas con huesos, señor. Juan: Hablá con claridad muchacho. Miguelito: Mírelo con sus propios ojos. (Señala la casa de los patrones.) Allí va a obtener todas sus respuestas. Juan: La Cocinera me ha prohibido acercarme. Miguelito: Claro, porque lo quiere domesticado.

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Juan: No tengo problema en ello. Fui por mucho tiempo una bala perdida. Miguelito: No señor, créame que no quiere ser domesticado. Usted es diferente, lo veo en sus ojos... tantas veces esos hombres tuvieron el látigo en sus manos y no dudaron en usarlo contra mí, burlándose. Pero usted… usted mostró compasión. Cuando terminó y todos se fueron, se quedó y se acercó para ver si yo me encontraba bien. Sé que me castigó en contra de su voluntad. Y por eso agarré el valor de acercarme esta noche y hablarle. Usted no está viciado como la gente de aquí. Necesita hacer algo al respecto. Juan: Miguelito, no quiero que me echen. Miguelito: Señor, puede perder algo más grande… Juan: Ya perdí lo más grande que tenía… mi alma. La dejé en esa guerra de mierda que peleamos. Me acuerdo cuando los caudillos iban a los pueblos para reclutar jóvenes. Nos decían: «Pelearemos contra la injusticia que se vive día a día! ¡Los terratenientes deben de morir! ¡Alimento y tierra para todos! ¡Únansenos!» Y nosotros lo creímos. Con fusil en el hombro marchamos hasta la ciudad. Y lo que vi, ¡no se lo deseo a nadie! ¿Y todo para qué? Para que los «libertadores» terminaran pactando con el enemigo. Nos dejaron sin nada, Miguelito. Tuve que huir. No pude ni regresar a mi pueblo. Vine acá para trabajar, envejecer y vivir en paz. Miguelito: Si busca la paz, señor Juan, vino al lugar menos indicado. (Se escuchan pasos.)

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La Cocinera: (fuera de escena.) ¡Ay del hijo de puta que encuentre fuera de las barracas! ¡No le voy a tener piedad!


Miguelito: ¡Rápido! ¡Escóndase en ese baúl! (Juan corre hasta un baúl, lo abre y se esconde. Entran la Cocinera y el Mayordomo.) La Cocinera: ¡Miguelito! ¡Muchacho del diablo! Miguelito: ¡Cocinera, solo vine por un vaso de agua! La Cocinera: ¡No debe haber nadie en mi cocina después de la cena! (El Mayordomo saca el látigo y le pega a Miguelito.) Juan: (Abriendo el baúl sigilosamente.) Son unos salvajes. La Cocinera: Por tu insolencia, nos vas ayudar a cargar ese cajón de comida hasta la casa de los patrones. Miguelito: ¡Lo que usted diga! El Mayordomo: (Dándole con el látigo.) Apu, ¡apurate! Miguelito: ¡Ya no más, señor! La Cocinera: (riéndose.) ¡Cómo llora el niñito! El Mayordomo: So, so, soy Mi, mi… ¡Beeee! ¡Miguelito! ¡Y soy un popo, pobre manco! La Cocinera: Dejalo. No gastés tu energía en esta basura. Vaya a buscar la botella de la señora, Mayordomo. Yo terminaré de preparar la gallina. (El Mayordomo busca en la alacena. La Cocinera va a la estufa. Miguelito va hasta el cajón. Juan le toma la mano.)

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Miguelito: ¿Qué hace? Juan: No soporto ver cómo te tratan, muchacho. Si en esa casa voy a obtener una respuesta de este mundo retorcido, entonces correré el riesgo. (Cierra el cajón.) La Cocinera: ¡Miguelito! ¡¿Cree que ese baúl se va llevar solo?! ¡Apurate, marrano, que los patrones piden más comida! Miguelito: ¿Cómo voy a cargarlo si me falta un brazo? La Cocinera: ¡Entonces arrastralo! (Miguelito toma el cajón y lo arrastra. El peso de Juan no ayuda. Sale.) La Cocinera: Hoy es la noche, mi amado. ¡Hoy es la noche! Mire lo que tengo por aquí. (La Cocinera saca un cuchillo oxidado.) ¿Se acuerda de él? ¿Se acuerda de él? El Mayordomo: ¡El cucú, el cucú, cuchillo! La Cocinera: ¡El mismo cuchillo con el que sacaron mi ojo! ¡El mismo con el que lo hirieron a usted! Lo guardé todos estos años, esperando que esta noche llegara. Los mozos están acicalados, durmiendo en las barracas. No nos darán problemas. Están comidos y bebidos. Los cerdos se hartan en su mansión, dándose un festín. Cuando llegue la hora, tomaremos este cuchillo y degollaremos su cuello. ¡Con la sangre de los patrones haremos morcilla, y entonces seremos nosotros los que nos demos el gran banquete! (El sonido de los animales se acrecienta. El viento se escucha más fuerte.) 124


CUARTO CUADRO Salón en casa de los patrones. Alguna vez fue elegante, pero ahora es decadente. Dos sillas de cuero que parecen tronos. Una mesa larga cubierta con un mantel blanco llena de platos con sobras. Un baúl de madera en una esquina. Cuadros, libreros e instrumentos musicales. En un mueble, a la izquierda, un gramófono. En la pared, colgados, los que parecen trofeos de caza cubiertos con una tela. Don Rafael está sentado al extremo de la mesa, chupando el hueso de un pollo. Es cojo de una pierna. Doña Beatriz está parada, tocando el violín con guantes negros. Cuando hablen, deberán de tratar de emplear el tú de manera tosca y poco refinada, alternando con el vos. La melodía que toca doña Beatriz asemeja una pieza barroca muy mal ejecutada. Al otro extremo de la mesa está Lincoln Washington. Bien peinado y con traje que le queda corto. Don Rafael: ¡Ah! ¡El arte! (Doña Beatriz termina de tocar. Don Rafael aplaude. Lincoln Washington tiene sus ojos en la comida.) Don Rafael: ¡Vamos, Lincoln! ¿Su patrona no se merece aplausos? Lincoln Washington: ¡Claro que sí! (Aplaude.) Doña Beatriz: Eso fue un bourré tocado en mi menor con la quinta en andante motto y crescendo en allegretto. Lincoln Washington: ¡Qué bonito! Doña Beatriz: ¡¿Bonito?!

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Don Rafael: Al arte no se le llama bonito ni feo, mozo. Se usan otros términos más elevados. ¡El arte mueve las fibras de sus huesos! ¡Nos mete en un trance sublime! ¡Nos da epifanías cual orgasmos! ¡Premoniciones sensoriales! (A sí mismo.) ¡Premoniciones sensoriales! Me gusta eso. (Saca una libreta y escribe.) «Premo…» ¿Cómo se escribe premoniciones? Doña Beatriz: Con dos zetas y una eñe, mon chérie. Don Rafael: Gracias, ma chère. (Lincoln agarra un bocadillo. La señora le pega con el arco del violín.) Lincoln Washington: ¡Ay! Doña Beatriz: ¿Qué va a saber este iletrado de lo subliminal? ¡Solo piensa en comer! Don Rafael: Mi Beatriz preciosa, son mozos. Saben más de arte los gusanos que les damos de hartar a los zopilotes. Toca más querida, toca más. Doña Beatriz: Nah. Me he puesto melancólica. Mejor escuchemos algo en el grafómono. Don Rafael: Granomofo, mi amor. Doña Beatriz: Rafael, sos tan instruido en el verso. (Acercándose a uno de los estantes. Saca un disco de vinilo.) Veamos… ¿Qué tenemos para hoy? (Leyendo con dificultad.) Bacchh… Chukoski… Engels… Yiu… yiu… Giuse…

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Don Rafael: Giusepi Tortoni. Ah sí, un músico impresionista de la edad media. Griego. Excelente elección, ma chere. (Suena Tartini. Doña Beatriz hace un baile extraño.) Don Rafael: ¿Cómo va el hierro, mi amor? (En una esquina, dentro de un asador, se ve el mango de un hierro para marcar ganado. Doña Beatriz lo abre.) Doña Beatriz: Diría que está tres cuartos. Jugoso. Don Rafael: Fantástico. Hoy es noche de Yerra. Doña Beatriz: Noche de travesuras. Don Rafael: Noche de disparates. Doña Beatriz: Noche de barbaridades. Ambos: Noche de compensación. Lincoln Washington: De verdá, soy agradecido de que ustedes… pues… ¿Cómo se dice? Me haigan invitado a tan exquisito banquete. Doña Beatriz: (Remedándole.) ¡«Exquisito»! Don Rafael: El mozo sabe palabras. Maravilloso. Pensé que los suyos solo sabían bramar como los toros. Lincoln Washington: (Halagado.) Ay, gracias, señor. Don Rafael: ¿Cómo no honraríamos al hijo de Donaldo? ¿Sabía que yo conocí a su padre, Lincoln Washington? 127


Lincoln Washington: ¿Mi padre? ¡Nunca lo llegué a conocer! ¡Murió cuando yo era un niño! Don Rafael: Sí, querido Lincoln. Conocemos a cada uno de los padres que los parieron a ustedes. ¡Ah! ¡Pero eso no importa! El pasado es pasado. Doña Beatriz: En efecto. Ahora siga bebiendo. (Lincoln Washington toma de una copa.) Lincoln Washington: Nunca había tomado vino. Qué rico. Tiene sabor azucarado y gusto a clavos de olor. Doña Beatriz: ¿Y ese toque al final lo siente? Lincoln Washington: Sí, como amarguito. Doña Beatriz: Es sangre de garrapata. (Lincoln Washington escupe el vino. Los Patrones se carcajean.) Doña Beatriz: ¿Qué pasa? ¿No le gusta? Mire que ese vino fue preparado con estas manos. Don Rafael: Esas «exquisitas» manos. Exuberantes. Fantasmagóricas. (Don Rafael besa las manos de doña Beatriz. Se pone de pie y empieza a besar su cuerpo.) Doña Beatriz: Ay, ay, ay…

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(Don Rafael la sube a la mesa y se besan apasionadamente. Lincoln Washington aprovecha para comer.)


Don Rafael: Estoy tan duro como un toro, mujer. Doña Beatriz: Basta… basta… basta… no delante de nuestro invitado. Don Rafael: ¿Y cuándo hemos tenido reparo en ello? Doña Beatriz: ¡Nunca! (Lincoln Washington eructa.) Doña Beatriz: ¡Animal! Lincoln Washington: ¡Me disculpo! ¡Se me salió! Don Rafael: No te preocupes, querida. Nada que no se pueda solucionar. (Don Rafael va hasta una pared en la cual hay colgada una fusta. La toma y se acerca a Lincoln, quien no para de comer.) Don Rafael: A ver. Tus manos. Lincoln Washington: ¿Mis manos? Don Rafael: ¡Sí! (Lincoln Washington pone sus manos en la mesa.) Don Rafael: ¡Mirá, amor! Parecen los huesos del pollo que me acabo de hartar. Doña Beatriz: Hasta tiene tierra en las uñas. Lincoln Washington: Es que estuve todo el día… 129


Don Rafael: (Pegándole en las manos.) ¡Silencio cuando habla la patrona! Lincoln Washington: ¡Ay! ¡Ay! (Don Rafael le pega violentamente y Lincoln se sube a la mesa. Entra la Cocinera con bandejas de comida, seguida del Mayordomo y de Miguelito, quien arrastra el cajón.) La Cocinera: ¡Lincoln! ¡¿Qué hacés en la mesa, marrano?! Lincoln Washington: ¡Señora, yo…! Don Rafael: Está bien, está bien, Cocinera. No pasa nada. (El Mayordomo mira a Lincoln y brama como un toro.) Doña Beatriz: ¡Ash! Ya viene este con sus sonidos. Afectan mi oído absuelto. La Cocinera (Al Mayordomo): ¡Cállese! (A Doña Beatriz.) Ilustre a una pobre ignorante, doña Beatriz. ¿Qué es un oído absuelto? Doña Beatriz: Quiere decir que puedo escuchar y reconocer todos los sonidos habidos y por haber. Don Rafael: ¡Tenemos hambre! ¡Se han tardado con la comida! La Cocinera (A Miguelito): ¡Vamos, inútil! ¡Dejalo en la esquina! (Miguelito arrastra el cajón hasta una esquina. Doña Beatriz se acerca a él.) 130


Doña Beatriz: Hola, muchacho precioso. Usted y yo nos divertimos bien bonito la vez pasada. Miguelito: Ho… hola… señora Beatriz. Doña Beatriz: Siempre me excito cuando estás cerca. Don Rafael: Natural, querida. Es producto de las feromonas, serotonina y dióxido de carburo. Doña Beatriz: ¿Qué versado es mi marido, verdad Miguelito? Miguelito: Sí… sí… señora. Don Rafael: ¿Cómo va ese brazo, muchacho? Miguelito: Bien, señor. Doña Beatriz: Te tenemos una sorpresa. Muéstrale, my love. (Don Rafael saca de un cajón algo enrollado. Lo destapa: es un brazo.) Don Rafael: ¿Te gusta, chiquillo? Le pedí al Mayordomo que lo embalsamara. Miguelito: ¡Mi brazo! Doña Beatriz: ¡Nuestro brazo! ¡Nuestro! ¡No es tuyo! ¡Entiendan, mozos estúpidos, ustedes nos pertenecen! La Cocinera: (En voz baja.) Veremos qué tanto dura eso… 131


(Juan da un golpe dentro del cajón.) Doña Beatriz: ¿Qué fue eso? Miguelito: Eh… probablemente el viento. Parece que se acerca una tormenta, señora. La Cocinera: (Pegándole.) ¡Nadie te preguntó a vos! Pero siéntense, señores y coman. (Les sirve comida.) Don Rafael: Hoy es noche de Yerra. Doña Beatriz: Noche de diversión. Don Rafael: Noche de picardías. La Cocinera: Noche de compensación. (Al Mayordomo.) ¡Vamos! ¡Rápido! ¡El mejor vino! Doña Beatriz: Con el vino van bien el queso y la mortadela. (Miguelito busca queso y mortadela del cajón. Juan asoma la cabeza.) Juan: ¿A dónde me has traído, muchacho? Miguelito: ¡Silencio que lo pueden descubrir! La Cocinera: Señores, ¿cómo se está portando Lincoln Washington? Doña Beatriz: Como un asno. La Cocinera: (A Lincoln Washington.) Espero no le des problemas a los patrones, ¿Entendiste, asno? 132


Doña Beatriz: (A la Cocinera.) ¿Asno? Pobre igualada. Quieres imitar a tu señora. Don Rafael: ¿Quién no querría imitarte a ti, que eres un derroche de finura y delicadeza? Te escribí un poema elogiando tus atributos: «Los alacranes gimen como tu murmullo en la cresta del sol. Los cometas del firmamento son tan delicados como tu resbaladizo encaje. Cada día que pasa, me atormenta tu racconto». (Todos aplauden, menos Miguelito.) La Cocinera: (A Miguelito.) ¡Aplaudí! Miguelito: ¡Solo tengo un brazo! Doña Beatriz: Mi amor. Eres una maravilla. (A La Cocinera.) Pero este saco de huesos jamás podría imitar mi finura y delicadeza. (La Cocinera se ríe.) ¡¿Te ríes, hija de puta?! ¡¿Se te olvida quién soy?! ¡¿No te basta que te haya sacado un ojo?! ¡¿Querés perder el otro?! La Cocinera: No, señora. Don Rafael: Vamos, vamos, que no se agüe la fiesta. Doña Beatriz: Vos la defendés porque te gusta. Cerdo. Don Rafael: Beatriz… no empecemos… Doña Beatriz: Sí, como dijiste una vez: «Sus ojos claros color carmesí». (A la Cocinera.) ¡Pues tu ojo ya no es carmesí! ¡Tiene el color de la mierda! ¡Está pudriéndose en el lodo, donde lo enterré! 133


Don Rafael: ¡Querida! ¡Querida! El hierro ya está caliente. Doña Beatriz: ¡El hierro! ¡Sí! Don Rafael: ¡Lincoln! Lincoln Washington: ¡Dígame, patrón! Don Rafael: Venga conmigo, buen hombre. (El Mayordomo ata a Lincoln y lo lleva detrás de un biombo. Don Rafael toma su fusta. Se escuchan golpes y los gritos de Lincoln.) Doña Beatriz: ¡Noche de Yerra! Don Rafael: ¡Noche de pasión! Doña Beatriz: ¡Noche de fervor! El Mayordomo: (Con la biblia en la mano.) «¡Despojos del, del, jievo, viejo hombre…!» Doña Beatriz: ¡El fierro, Cocinera! El Mayordomo: «…que está civiao, viciado, conforme a los deseos en, en, ¡engañosos!» (La Cocinera le da el fierro caliente a Doña Beatriz. Va detrás del biombo. Se escucha el sonido del hierro candente en la espalda de Lincoln.) Lincoln Washington: ¡Ayy! ¡Dios mío! El Mayordomo: “¡Dío! ¡Dío! ¡Dío!” 134


Don Rafael: ¡En estas tierras no hay dios que te salve! El Mayordomo: ¡Cocinera! La Cocinera: ¡Es nuestra oportunidad! (Saca el cuchillo oxidado.) ¡Verá quién es la verdadera hija de puta! (Juan sale del baúl.) Juan: ¡Paren esta atrocidad, bárbaros! La Cocinera: ¡¿Qué?! (Don Rafael y Doña Beatriz salen del biombo.) Don Rafael: ¿Quién es este mal nacido? La Cocinera: (Escondiendo el cuchillo.) ¡Es Juan! ¡El nuevo mozo! Don Rafael: ¡Ah! ¡El mozo de la ciudad! Don Beatriz: ¡Impertinente! ¡¿Qué no sabes tu lugar aquí?! Juan: ¡Mi lugar es hablar en nombre de la cordura! ¡Dejen a ese pobre hombre en paz! Don Rafael: ¡Vienes a contaminarnos con tus enfermedades de ciudad! ¡Peores que la babesiosis, la mastitis o la leptospirosis!¡Ya verás, malevo! (Don Rafael toma una espada y ataca a Juan, quien lo esquiva.) Doña Beatriz: ¡Mi amor, deja el honor por un momento! 135


(Doña Beatriz toma un revólver. Dispara, pero Juan logra esquivar el tiro.) ¡Dicen que la tercera es la vencida! (Juan sale corriendo.) ¡No se queden parados, imbéciles! ¡Atrapen a ese maldito! Don Rafael: ¡Rápido! ¡Liberen los perros! ¡Avisen a los mozos que el que me traiga la cabeza tendrá una buena recompensa! ¡Apuraos! (El Mayordomo y Miguelito salen.) Doña Beatriz (A la Cocinera): ¡Quiero este lugar protegido con tus mejores hombres! ¡Y si sale algo mal no volverás a ver la luz del día, escarabajo pelotero! (La Cocinera sale. Se escucha un silbato. Ladrido de perros. Relámpagos y luego una tormenta.)

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QUINTO CUADRO El campo en la finca. La tormenta está desatada. Los animales están revueltos: mugidos, cacareos, ladridos, gruñidos, etc. Entran el Mozo Primero y el Mozo Segundo con machetes en sus manos. Mozo Primero: ¡Ya quiero encontrar a ese mal nacido! Mozo Segundo: No estaría mal ganarse unas cuantas monedas. Mozo Primero: ¡Si lo encontramos nos repartimos el botín! Mozo Segundo: Depende quien le corte su cabeza primero. Mozo Primero: ¡Lo que digás, eunuco! Mozo Segundo: ¡No te burlés de mis güevos! Mozo Primero: ¡Dicen que cuando el señor te los cortó hizo que te los tragaras! Mozo Segundo: Y vos, tullido de mierda, ¿de qué hablás? (El Mozo Segundo le tira un machetazo al Mozo Primero. Pelean. Entra La Cocinera y el Mayordomo.) La Cocinera: ¡Estúpidos! ¡Dejen de pelear! ¡Mayordomo, dele sus cuantos azotes! Mozo Segundo: (A la Cocinera.) ¡Si siguen con los azotes será su cabeza la que le llevemos a los patrones! La Cocinera: ¡¿Qué es ese atrevimiento?! (Le quita el látigo al Mayordomo.)

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El Mayordomo: (En voz baja.) ¡No, Cocinera! No nos coco, conviene. Mozo Primero: ¡Vamos! ¡Quiero verla! La Cocinera: ¡Queridos! ¡No estamos pensando con nuestras cabezas si no con nuestro culo! ¡El villano aquí es Juan! ¡No peleemos entre nosotros! ¡Piensen! ¡¿No quieren unas buenas monedas?! ¡Hay que complacer a los patrones! Mozo Primero: ¡Yo quiero mis monedas! La Cocinera: ¡Bueno, entonces a buscarlo! No debe estar lejos de aquí. (Se escucha un sonido de un balde cayéndose.) Mozo Segundo: ¡Se escucha algo por los establos! La Cocinera: ¡Vayan por él! (Los Mozos salen.) La Cocinera: (Al Mayordomo.) ¡¿Habrase visto semejante cosa?! ¡Yo tratando a esas basuras de esta manera solo para obtener su favor! ¡Estuvimos tan cerca, mi amor! ¡Tan cerca! Iba a deslizar este cuchillo por el cuello de Doña Beatriz cuando ese imbécil de Juan echó a perder mis planes. El Mayordomo: (consolándole.) Mia… mia amor…. La Cocinera: Nunca nos vamos a librar de ellos… estamos destinados a cargar con este martirio por siempre. Dios… El Mayordomo: Dío… dío… dío… 138


La Cocinera: Dios me abandonó, Mayordomo. Cuantas veces no le oramos para que don Rafael se atragantara con un hueso de pollo o que doña Beatriz confundiera el vino con veneno. Pero nunca sucedió, Mayordomo. Y yo nunca tuve el valor de matarlos. ¡Hasta esta noche de Yerra! ¡Y se fue todo a la mierda! ¿Cuándo se acabará este infierno? Chago: (fuera de escena.) ¡Allí está! Mozo Primero: (fuera de escena.) ¡Atrápenlo! Mozo Segundo: (fuera de escena.) ¡¿Qué hacés, Miguelito?! Miguelito: (fuera de escena.) ¡Hay que amarrarlo! Chago: (fuera de escena.) ¡¿Y pensás hacerlo con una sola mano, imbécil?! Mozo Primero: (fuera de escena.) ¡Su cabeza es mía! (Entran Chago, el Mozo Primero, el Mozo Segundo y Miguelito, quien sujeta a Juan.) Chago: ¡¿A dónde lo llevás, Miguelito?! Miguelito: ¡Hay que amarrarlo! Se… ¡Se nos puede escapar! (En voz baja.) Disculpe, señor Juan. Estoy tratando de darle tiempo. La Cocinera: ¡Déjenmelo a mí! Chago: ¡Eh, Cocinera! ¡Usted quiere cobrar el dinero por nosotros!

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La Cocinera: ¡A mí que me importan unas monedas! (A Juan.) Estiércol de puerco, pus de cabro, cáncer de hígado, me las vas a pagar. Mozo Segundo: ¡Es nuestro! La Cocinera: ¡Imbéciles! Mozo Primero: ¡Insultando esta tuerta! La Cocinera: ¡¿A quién le decís tuerta, desgraciado?! Juan: ¡Compañeros! ¡Dejen las peleas! ¡No gasten su fuerza entre ustedes! ¡Úsenla para detener las atrocidades que suceden en estas tierras! Chago: ¿De qué atrocidades habla? Juan: ¡Mírense! ¡Son pobres cristianos desmembrados por unos amos salvajes! Chago: ¡No se puede referir así a los patrones! ¡Son unos santos! Juan: ¡¿Santos?! (Escupe al suelo.) Señores, pensé que en la guerra había visto la miseria, pero allá, por lo menos, algunos derramaron sangre peleando por algo noble. ¡Pero aquí se hace para complacer a dos infelices! La Cocinera: (Abofeteándole.) ¡Calla, desgraciado! Juan: ¡Pégueme todo lo que quiera! Es más, ¡corten mi cabeza! ¡Pero ustedes sufrirán eternamente!

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Mozo Primero: ¿Sufrir? Usted no sabe lo que es la Yerra. Nuestra sangre renueva esta tierra para que se vuelva fértil, para que los campos se llenen de geranios, hortalizas y diamantes… Juan: ¡Estupideces! ¡Nada de eso tiene sentido! Mozo Segundo: ¡Es lo que dicen los patrones! ¡Campos llenos de mandolinas! Juan: ¿Sabe siquiera que es una mandolina? Chago: (Riéndose.) ¿Qué cree? ¿Qué somos ignorantes por ser campesinos? La mandolina es una piedra preciosa. Juan: (A sí mismo.) Dios mío. (A los mozos.) ¡Escuchen! ¡Si esto continúa están destinados a perecer en estas tierras! ¡No van a tener una muerte rápida si no que van a sufrir lentamente hasta que los gusanos se los coman! Mozo Segundo: ¡Desde que estábamos pequeños hemos vivido de esta manera! Chago: ¡No venga a cambiar nuestras costumbres, degenerado! Mozos: ¡Chancho de ciudad! ¡Chancho de ciudad! Juan: ¡No! ¡Yo, de niño, me crié en un campo! Fui a la ciudad a pelear porque en nuestras tierras abundaba la hambruna, la injusticia… Cuando vi perdida la batalla escapé y vine a esta finca para reencontrarme con el olor del monte, la leche de la vaca, el canto de los gallos. ¡Pero aquí lo único que se escucha son los gritos de los hombres! 141


El Mayordomo: (A la Cocinera.) Mimi, mira como lo escusan, escuchan. Juan: ¡¿No extrañan sus brazos?! ¡Sus piernas! ¡Sus ojos! Miguelito: ¡Yo extraño mi brazo! Chago: ¡Y yo mi pierna! Mozo Primero: ¿Y qué quiere que hagamos? Los señores son los dueños de esta tierra. Chago: Son sanguinarios. Mozo Segundo: ¡Han metido a mozos en aceite hirviendo! Mozo Primero: ¡Yo vi como tiraron a un mozo moribundo en el campo para que se lo comieran las abejas! Chago: ¡Me han hecho atar a pobres mozos de los caballos hasta desmembrarlos! Mozo Primero: ¡Está loco si cree que podemos enfrentarnos a ellos! Juan: ¡Nosotros somos más! ¡Podemos contra dos personas! Chago: ¡Prefiero ser rico! Mozo Primero: Hay una buena recompensa por su cabeza. Juan: ¿Ustedes han visto los lujos esparcidos en esa casa? Serán más ricos que un par de monedas que les den. 142


(Los mozos hablan entre ellos.) Miguelito: ¡El señor Juan dice puras verdades! Mozo Primero: (A Miguelito.) ¿Y quién te preguntó algo a vos? La Cocinera: ¡Juan! ¡Juan! Cuando llegó aquí supe que no andaba algo bien con usted… Pero esta noche… esta noche… me ha hecho recordar. Años y años de tortura, de crueldad…. ¡Mozos, este hombre es un predicador del bien! Mozos: ¡¿Qué?! La Cocinera: ¡Señor Juan! Si yo antes era una pagana, usted me ha convertido. Creo en su fuerza, en su chispa. Esos señores deben pagar por todo lo que nos han hecho. Chago: ¿Cocinera? ¿Es usted la que habla? La Cocinera: ¡Estoy más viva y lúcida que nunca! Todos hemos sido víctimas de las peores atrocidades. ¡Mírenme! ¿Saben por qué soy tuerta, muchachos? Porque la señora decía que mis ojos eran demasiado hermosos y creyó que con ellos seducía a don Rafael. Hasta que un día me arrancó uno con su cuchillo. ¡Lo tiró y lo destripó en el lodo! ¡Y a mi pobre Mayordomo! ¡Mi querido esposo! El Mayordomo: Mi, mi lenga, lengua…

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La Cocinera: El Mayordomo leía la biblia, día a día, al lado de la mesa de don Rafael, con la esperanza que la palabra de Dios le cambiara ese corazón de piedra. ¿Y saben qué hizo don Rafael? Tomó el mismo cuchillo con el que la señora me sacó mi ojo y le cortó la lengua al Mayordomo. Pero no terminó allí. Para humillarlo más, le cosió una lengua hecha con partes de varios animales. ¡Y ahora no puede hablar bien! ¡Perdió su hermosa voz con la que cantaba salmos! El Mayordomo: ¡Mal, mal, malditos! La Cocinera: (Saca el cuchillo.) ¡Este cuchillo fue el responsable! Chago: ¡El cuchillo! La Cocinera: ¡Sí! Oxidado y viejo, pero todavía tiene filo. ¡Yo creo en Juan, amigos míos! Mozo Primero: ¿Ahora nos dice amigos? Mozo Segundo: ¡Usted ha sido la peor de todas! Chago: ¡Sí! La Cocinera: Este personaje de la cocinera es uno que he tenido que actuar. ¡Si yo no cumplía con las órdenes de los patrones me ganaba un castigo peor del que les di a ustedes! Miguelito: Yo a usted… ¡A usted no le creo nada!

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La Cocinera: Miguelito… Sé que he sido dura contigo. ¡Pero juro que ellos me pedían que te hiciera cosas peores! ¡Y no lo hice!


Miguelito: ¿Y si tanto rencor les ha tenido, por qué nunca los mató? La Cocinera: ¡Por miedo, al igual que ustedes! Esta noche, esta misma noche los iba a degollar, pero no contaba con el alboroto que hizo Juan. (Los mozos murmuran entre ellos.) La Cocinera: ¡Ante ustedes me arrodillo y les pido perdón! ¡Hagan conmigo lo que quieran! ¡No le corten la cabeza a él! ¡Córtenmela a mí! ¡Pero paremos este circo! Mozo Primero: ¿Cortarle la cabeza? Eso no estaría mal… La Cocinera: ¡No merezco existir! ¡Mátenme! ¡Pero escuchen a Juan! Juan: ¡No! ¡Basta! ¡No se hará lo mismo! ¡Suficiente sangre se ha derramado ya! La Cocinera está con nosotros. ¡Es una amiga! El Mayordomo: ¡Yo, yo, yo también! Miguelito: ¡Sigo sin creerles! Juan: Miguelito. Apartá el rencor de tú corazón. La Cocinera: Ay Miguelito… no soy digna. Miguelito: ¡Estos dos son lobos vestidos de corderos, señor Juan!

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Juan: ¡Vamos, Miguelito! Debemos de encontrar el perdón. Que el pasado se entierre. Juntos somos más fuertes. Juntos venceremos. ¡Juntos haremos que los patrones paguen por lo que han hecho! Chago: ¡Compas! ¡Este hombre habla la verdad! ¡Esos salvajes cortaron mi pierna! Mozo Primero: ¡Yo estoy con ustedes! Mozo Segundo: ¡Y yo! Juan: ¡Eso es! ¡Ahora soltame, Miguelito! (Miguelito lo desata.) Mozo Primero: ¡Yo quiero ser el primero que los destaje! Chago: Yo con que me dejen a ese gordo nefasto estaré satisfecho. Juan: ¡Hermanos! ¡No haremos nada de eso! Mozos: ¡¿Qué?! ¡¿De qué habla?! Juan: Iremos a la casa y los echaremos de estas tierras… Chago: ¡¿Y no los humillaremos como ellos lo han hecho con nosotros?! Juan: ¡No! ¡La paz debe reinar! ¡Recuerden! ¡El perdón! Chago: ¡Ellos no fueron así de considerados! Juan: Sí, Chago, pero no somos iguales. Seamos mejores, y que sus pecados sean juzgados en el juicio final. 146


Mozo Primero: ¡Está loco! Chago: (A Juan.) ¿Y qué quiere que hagamos, entonces? Juan: Dejarlos ir, nada más. Lejos de aquí. Que anden sin rumbo. Que sean errantes como Caín. Eso es algo peor que la muerte: tener que cargar con el peso de sus acciones. (Los mozos murmuran entre ellos.) Chago: Está bien. Pero no espere que los lujos de esa mansión se los demos a los pobres. Juan: Todo será de ustedes. Cada pieza de oro. (Los mozos murmuran entre ellos nuevamente.) Chago: Usted verdaderamente es un hombre diferente, señor Juan. Trato hecho. Juan: ¡Ahora despertemos a los demás mozos! ¡Que esta tierra se estremezca!

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SEXTO CUADRO La sala en la mansión de los patrones. Afuera, llueve. Don Rafael mira por una de las ventanas mientras sujeta un rifle. Doña Beatriz está sentada escuchando música en el gramófono. Lincoln Washington está amarrado de espaldas en el centro de la habitación, con dos grilletes. En su piel tiene las marcas hechas por el fierro caliente. Permanecerá inmóvil en gran parte de la escena. Doña Rafael: ¿Por qué se tardarán tanto esos imbéciles? Con nuestros sabuesos es fácil capturar al mal nacido. Me parece raro que no los escuche ladrar. (Asomándose por la ventana.) Nuestros mozos están en el bosque, protegiéndonos como perros guardianes y fieles. Pero no veo más allá… la tormenta no tiene cara que se vaya a detener en ningún momento. Doña Beatriz: (A sí misma.) Ahogarle en agua fría… no… Despellejarlo vivo… puede ser… Aceite hirviendo… salpica mucho… Desmembramiento por caballos… sí… desmembramiento… un clásico… eso me gusta. ¡Ese mozo de Juan pagará por lo que ha hecho! (Afuera se escucha un gran disturbio. Don Rafael mira.) Doña Beatriz: ¡Allí viene mi cuerpo! Don Rafael: Espera. Parece que los mozos hablan con los guardianes. Doña Beatriz: ¡¿Qué?! (Se escuchan gritos. Luego, sonido de puertas derribándose. Entran mozos por diferentes partes de la casa. Por la entrada 148


principal, entran Juan, la Cocinera, el Mayordomo, Miguelito y Chago.) Don Rafael: ¡¿Qué es esto?! Doña Beatriz: (Viendo a Juan.) ¿Por qué anda suelta esta basura? Juan: Doña Beatriz, le pediría un trato más moderado hacia mi persona. Mozo Primero: ¡No les hable con tanto respeto, Juan! (Los mozos percuten en el suelo con sus machetes.) Don Rafael: ¡¿Qué es este jolgorio en nuestra santa morada?! Juan: (A los mozos.) ¡Señores! Hay que… La Cocinera: Déjeme hablar a mí. Doña Beatriz: (A la Cocinera.) ¡Muchacha del demonio! ¡¿Por qué no pones orden?! La Cocinera: Queridos patrones nuestros. Queridos verdugos nuestros. Mozos: ¡Eso! Don Beatriz: ¡¿Verdugos?! ¡¿Quién crees que eres?! ¡Amor! ¡Dispárale!

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(El Mayordomo le da un latigazo y Don Rafael tira su rifle. Doña Beatriz trata de tomarlo, pero un mozo la detiene con un machete. Otro mozo toma a don Rafael y lo amenaza con su machete. Los ponen contra el suelo.) Don Rafael: ¡Hija mía! Doña Beatriz: ¡Ratas! ¡Ratas! ¡¿Cómo tienen a su patrona en el suelo? La Cocinera: Por mucho tiempo he esperado este día. Con mi ejército de minusválidos recorro la noche y reclamo estas tierras llenas de cuerpos rancios y podridos. Don Rafael: ¡Traición! La Cocinera: ¡Eso! ¡Chilla! ¡Chilla como un cerdo! Mozos: ¡Cerdo, cerdo! Don Rafael: No te reconozco, Cocinera. La Cocinera: ¡Es porque nunca me has conocido, bola de cebo! Yo era simplemente un títere que usabas para controlar a estos pobres mozos. Juan: Cocinera… La Cocinera: ¡Cocinera no! ¡Ahora sabrán como me llamo! ¡Amelia es mi nombre! Uno que no se pronunciaba en estas tierras desde hace mucho. Doña Beatriz: ¡Mayordomo, haga algo!

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Mayordomo: ¡Dienes! ¡Dien, dienes! ¡Mí, mi nombre es Denis! Doña Rafael: Amelia, ¿por qué este trato? La Cocinera: La pregunta es descarada. Miren a estos deformes delante de ustedes. Cuánto han sufrido sus cuerpos. Doña Beatriz: ¡Por la Yerra! Don Rafael: ¡Su sangre purifica la tierra! Ha sido nuestra tradición por años… La Cocinera: ¡Mentira! ¡Ustedes lo han hecho para divertirse con nosotros! Don Rafael: Es verdad… ¡Es verdad! Se nos ha ido un poco la mano. Doña Beatriz: (A Don Rafael.) Querido… Don Rafael: (En voz baja.) Más vale calmarnos un poco, amor. ¡Amelia! ¡Hija mía! ¡Mírate! ¡Me sorprendes! ¡Segura de ti, fuerte y con templanza! La Cocinera: ¡Claro que sí! Don Rafael: ¿Y a quién le debes eso? La Cocinera: Lo único que le debo a ustedes es ser una maldita a la que le falta un ojo.

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Don Rafael: Sí… pero eres más que eso… escucha cómo hablas… ¿De quién aprendiste esas palabras, Amelia? ¿Quién te enseñó a leer y a escribir? ¡Cultivamos tu mente! ¿Mayordomo, es que no reconoces a tu patrón? El Mayordomo: ¡Caca, caca, calla infeliz! ¡Mi lengua, mi lengua! (Relincha. Doña Beatriz trata de liberarse, pero Amelia le pega.) ¡Coco, cortale la lengua para que aprenda! Chago: ¡Yo digo que les saquemos la pierna a los dos! Juan: ¡Señores! ¡Cordura! Miguelito: ¡Tranquilícense! (Los mozos gritan.) Juan: ¡Señores! ¡Por favor! ¡No hagamos algo de lo que nos arrepentiremos después! (Los mozos siguen gritando.) Toda mi vida he buscado la justicia y tuve que pelear en una guerra que creí cambiaría todo. Pero no fue así. Muchos murieron y perdí la esperanza. La sangre no lleva a nada bueno. ¡Que nuestra nueva vida sea una fundada en la paz y no en… La Cocinera: Muy bonito lo que dice, Juan, pero usted no ha sufrido lo que nosotros. La guerra de la ciudad y lo que ha pasado aquí son cosas muy distintas. Juan: ¡Puede ser! ¿Pero sabe de qué sí estoy seguro? Que los patrones no son diferentes a nosotros. Son seres que han cometido atrocidades… Mozos: ¡Sí! 152


Juan: …Que los han tenido bajo el yugo… Mozos: ¡Sí! Juan: …Pero que respiran como ustedes y yo. Son humanos. Cometieron errores. Hubo un tiempo en que yo pensaba que se debían de empalar las cabezas de los terratenientes. Pero mientras escapaba pude pensar en el camino. Me harté de la violencia. Hice un pacto con Dios de no volver a matar y quiero mantenerlo. Don Rafael: ¡Este muchacho tiene razón! ¡Somos seres humanos! ¡Y fuimos mozos como ustedes! La Cocinera: Eso fue hace mucho. Chago: (A la cocinera.) ¿A qué se refiere? La Cocinera: ¡Hablen, infelices! Don Rafael: Ustedes nos ven como patrones, pero hace mucho fuimos simples campesinos. Don Gil y Doña Elizabeth eran los verdaderos dueños de esta finca. ¡Quisiera olvidar esos nombres! ¡Si ustedes creen que somos desalmados es porque no los conocieron a ellos! Beatriz y yo trabajábamos aquí. Los padres de ustedes fueron nuestros compañeros. A pesar que todos hacíamos nuestras labores arduamente, Don Gil y Doña Elizabeth se divertían maltratándonos, sin razón alguna. Muéstrales, querida. (Doña Beatriz se quita los guantes negros. Sus manos tienen quemaduras.) Doña Beatriz: Metieron mis manos en aceite hirviendo. ¡Tenía apenas 15 años! 153


Don Rafael: ¡Y los padres de ustedes lo vieron! ¡Los tuyos, Cocinera! ¡Los tuyos Mayordomo! ¡Chago! ¡Lincoln Washington! ¡Miguelito! ¡Y ninguno hizo nada! Pero una noche nos cansamos, así que Beatriz y yo tomamos los machetes y degollamos las cabezas de los patrones. Mozos: ¡Mentira! ¡Mentira! La Cocinera: No, señores, lo que dicen es verdad. (La Cocinera y el Mayordomo van hasta una de las paredes y destapan los trofeos de caza. En lugar de animales, vemos dos cabezas embalsamadas: los antiguos patrones. Los mozos se inquietan y gritan.) Don Rafael: ¡Son los verdaderos patrones! ¡Nosotros los embalsamamos! Doña Beatriz: Con estas mismas manos. Don Rafael: Con tus exquisitas manos, querida. (A los mozos.) ¿Se fijan? No fuimos muy diferentes a ustedes… ¡Tengan piedad de nosotros! La Cocinera: ¿Piedad? ¡Me da risa esa la palabra! Creo que olvida un pequeño detalle de su cuento de hadas, el cual el Mayordomo y yo conocemos bien. ¿Qué pasó con todos nuestros padres? Doña Beatriz: ¡Un desliz! La Cocinera: ¿Un desliz? ¡Mentira! ¡Ustedes los asesinaron! Mozos: ¡Que hablen! ¡Que hablen! 154


La Cocinera: ¡Torturaste a mi padre y a mi madre hasta matarlos! ¡Al padre de Denis! ¡A las padres y madres de todos! (A los mozos.) ¡Ustedes eran muy pequeños, por eso no lo recuerdan! ¡Pero yo sí! ¡Denis también! ¡Nosotros, que éramos los mayores, los criamos! ¡Y por eso los patrones inventaron la Yerra! ¡Para recordar su venganza! Mozos: ¡Deben morir! ¡Deben morir! Juan: ¡Señores! La Cocinera: ¿Siguen creyendo en la paz de Juan? ¿O debemos de darles una cucharada de su propia medicina? Mozos: ¡Que sufran! ¡Que sufran! La Cocinera: ¡Entonces, déjennos al Mayordomo y a mí guiarlos por esta oscura noche, amigos! ¡Nosotros, los portadores de la antigua historia, iluminamos el camino! El Mayordomo: (Haciendo gruñido de lobo.) ¡Nosotros! Mozos: ¡Que viva la Cocinera! ¡Que viva el Mayordomo! La Cocinera: (A los patrones.) ¿Escuchan? Ellos nos claman. Su destino está sellado. (A los mozos.) ¡¿Qué piensan?! (Se saca el cuchillo.) ¿Los despellejamos vivos? Mozos: ¡Los caballos! ¡Los caballos! La Cocinera: ¿Desmembrarlos? Mozos: ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!

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La Cocinera: ¡Los caballos entonces! ¡Mi cuchillo no probará sangre esta noche! Los Patrones: ¡Hijos de puta! ¡Mal nacidos! La Cocinera: ¿Lo ven? Ni en sus últimos segundos estos chanchos muestran respeto hacia nosotros. ¡Chago, maestro de los caballos! ¡Prepare sus corceles! Chago: ¡Con gusto, señora! La Cocinera: ¡Y cuando terminen nos traen sus cabezas! ¡Hay que poner nuevos trofeos de caza! (Los mozos se llevan a los patrones.) Miguelito: Cocinera, esta no era la manera. La Cocinera: ¡Calla, muchacho! ¡Ahora en adelante las cosas como son! Doña Amelia y don Denis. Los nuevos patrones de estas tierras. Miguelito: ¿Qué? La Cocinera: Esta finca necesita orden. El Mayordomo: ¡Y no, no, sonotros, nosotros somos los llamados para hacerlo! Miguelito: ¡Juan! ¡Haga algo! Juan: No creí ver esto nuevamente. (El Mayordomo desencadena a Lincoln.) 156


Lincoln: Mi espada… mi espalda… El Mayordomo: Buen hombre, leva… levantate... cu, cu, cururaré tus heridas. Lincoln: Señores… almas nobles… ¿Cómo podría agradecerle lo que han hecho por nosotros? El Mayordomo: ¿Quieres servirnos, querido Lincoln? Lincoln: ¡Por ustedes haría lo que sea! La Cocinera: Entonces, toma esto. (La Cocinera le da un machete.) ¡Y capturá a Juan! (Lincoln toma el machete. Juan trata de huir. Pelean. Lincoln gana.) Lincoln: Ni piense moverse… La Cocinera: (A Juan.) Creo que es un hombre fuerte, Juan. Un hombre sabio. Nos sería de gran ayuda que trabajara para nosotros. Juan: Señores, por favor, les hago un llamado a la cordura… El Mayordomo: Los corderos… la cordura, no existe en estos lares, señor Juan. A-a-a acepte, o es su caca, cabeza en nuestras manos. Miguelito: ¡Él jamás aceptará! La Cocinera: Ahora veremos eso. ¡Lincoln! ¡Llévelo a ese biombo! 157


(Lincoln lleva a Juan hasta uno de los biombos.) Juan: ¡Déjenme, infelices! Miguelito: ¡Señor Juan! La Cocinera: (Sacando su cuchillo.) Parece que sí probarás sangre, querido. (La Cocinera y el Mayordomo se van detrás del biombo.) Juan: ¡Ahh! ¡Mi ojo! ¡Mi ojo! ¡Malditos! La Cocinera: ¡Te sacaremos el otro si no te estás quieto! Juan: ¡Noooo! La Cocinera: ¡¿Nos servirás?! Juan: ¡Déjenme! El Mayordomo: ¡¿Nos servirás? Juan: ¡Sí! La Cocinera: ¡¿Seguirás todas nuestras ordenes?! Juan: ¡Sí! La Cocinera: ¡¿Trabajarás desde que salga el sol hasta que se esconda?! Juan: ¡Sí! La Cocinera: ¡Muy bien! 158


El Mayordomo: ¡Ahora nos perteneces! (El Mayordomo lo sella con el hierro. Juan grita.) Miguelito: ¡Déjenlo en paz, infelices! La Cocinera: ¡Lincoln! ¡Callá a ese idiota! (Lincoln sale con el machete. Pelea con Miguelito. Lo hiere. Antes que lo mate, Miguelito escapa y sale. La cocinera aparece.) La Cocinera: ¡Dejalo! Que corra todo lo que quiera. No llegará lejos en estos campos sin fin. ¡Que todos los mozos que deseen huir lo hagan! ¡Pero que los perros vayan tras ellos! El que quiera irse es porque no entiende que en estas tierras se avecina un porvenir donde todo será mejor, donde los pájaros volverán a cantar y los ríos darán agua limpia y fresca. (Juan sale arrastrándose y cubriéndose el ojo ensangrentado.) La Cocinera: Juan, necesitaremos un nuevo cocinero. Juan: (Convaleciente.) A sus… a sus órdenes…. El Mayordomo: Besa nuestras manos, hijo mío. (Juan besa sus manos.) Has hecho lo correcto. La Cocinera: Don Denis… tu voz. El Mayordomo: ¡La he recuperado!¡Puedo hablar normalmente! La Cocinera: ¡Alabado sea Dios!


El Mayordomo: Verdaderamente, alabado sea. (Saca la biblia y la besa.) Seremos los nuevos dueños de esta tierra, mi querida. Gobernaremos justamente, los árboles darán frutos frescos, los hombres cantarán y bailarán… Lincoln: ¡Alabado sea Dios! La Cocinera: ¡Calla, ignorante! ¡Las palabras de cierre nunca se interrumpen! El Mayordomo: ¡Este quiere latigazos! (El Mayordomo saca su látigo y golpea a Lincoln sin reparo.) ¡Aprenderán a quedarse callados! Lincoln: ¡Sí, señor! ¡Sí, señor! (Sonido de galopes.) La Cocinera: ¡Escuchen! (Sonido de cuerdas tensándose, gritos y huesos crujiendo.) Doña Amelia y don Denis: ¡Está hecho! ¡Está hecho! ¡La noche es nuestra! ¡Noche de Yerra! ¡Noche de travesuras! ¡Noche de barbaridades! ¡Noche de refundación! Apagón.

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CRIATURAS DE LA HONDURA (O HISTORIA DE HONDURAS PARA PRINCIPIANTES) Walter Lobo


Personajes: Narrador 1 Narrador 2 Francisco Morazán Dionisio de Herrera El clero José Trinidad Cabañas Pueblo

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PARTE 1: Morazán PRIMER CUADRO (Los narradores) Durante la entrada del público los dos narradores aplican una encuesta. con preguntas de carácter curioso sobre los próceres. La escena la componen la orquesta y el resto de los actores. La orquesta comienza a tocar una música como de entrega de premios. Entran el narrador 1 y 2. El narrador 1 está vestido elegante, con corbatín y bien peinado. El narrador 2, en cambio, tiene aspecto desprolijo, jovial. Con esmoquin, pero sin corbatín y despeinado. N1: Muy buenas noches, señoras y señores, les estamos profundamente agradecidos por acompañarnos en este viaje a los más profundos recovecos de nuestra historia. La historia de Honduras. Pedacito de tierra en el centro mismo de América (grandilocuente.) y del mundo. N2: Buenas noches, banda. Nosotros seremos sus anfitriones. Y estamos listos para aclarar cualquier duda, si se da el caso. Y si en algún momento la cosa se pone aburrida, aquí estoy yo para hacerles el rato más ameno. Insisto, si tiene alguna duda, pregunte, que es mejor pasar por tonto una vez que ignorante por toda la vida. N1: Yo esa frase la conozco. N2: Obvio, es famosa, lo dijo Francisco Morazán. N1: Obvio. N2: Pregunta. Para vos, ¿Cuándo empieza la historia de Honduras? 165


N1: Pues obvio que con la llegada de Colón. El descubrimiento, pues. Año 1492 de nuestra era. N2: No puede ser. N1: ¿Por qué? N2: Porque todavía no se llamaba Honduras. N1: ¿Cómo no? Nada de historia sabés. No escuchaste la famosa frase «gracias a Dios que hemos salido de estas honduras». Y es que se los estaba tragando el mar. Y entonces pudieron llegar a tierra. A Gracias a Dios. Por eso es que se llama así. N2: Nombe. Eso es pura anécdota. No hay registros. Mirá. Si vamos a hacer esto lo vamos a hacer bien, yo digo que nos centremos en los hechos que se pueden corroborar. Y en los personajes que realmente importan. Como en la vida del general Francisco Morazán Quesada, por ejemplo. N1: Chico Ganzúa. Ya sé por dónde vas. Que se me hace que vos sos revoluco. N2: Revolucionario. Sí. (Despectivo.) Y vos, medio conservador... N1: Sí. ¿Y qué? Inicia una discusión que va subiendo de tono. La orquesta acompaña con música de pelea hasta que los músicos no pueden más y paran. Los narradores se percatan del público y llegan a un arreglo decidido por este. N1: (Arreglando su peinado.) Distinguido público. Les ofrecemos nuestra más sincera disculpa por hacerles partícipes de esta infructífera disputa ideológica. Mi compañero y yo hemos decidido diplomáticamente dejar en ustedes el peso de la disyuntiva que nos aqueja. Así, pues… 166


N2: Ya mucha casaca. Lo que quiere decir es que decidan ustedes. Eso es todo. Entonces. Si quieren que la obra hable de Colón y dure tres horas y media… levanten la mano. (Esperan). Y si quieren que la obra se enfoque en Morazán (Eufórico.) y su valiente lucha por la independencia y la unidad de la República Federal Centroamericana, griten conmigo. Tres… dos… uno… Acción. Fin del primer cuadro.

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SEGUNDO CUADRO (Delirio) 15 de septiembre de 1842. San José Costa Rica. Suena la orquesta y va iluminando poco a poco la imagen de Morazán, semejante a una estatua de parque. Voz en off: En nombre el autor del universo en cuya religión muero. Declaro: que todos los intereses que poseía, míos y de mi esposa, la señora María Josefa Francisca Úrsula de la Santísima Trinidad Lastiri del Lozano, viuda de… Morazán: Sí. Soy yo. José Francisco Morazán Quesada. Y este es el día de mi muerte. Sí ( Hacia afuera). Oyeron bien, cobardes… José Francisco Morazán Quesada. Pacificador de la República de Honduras, el más grande político y militar de Centroamérica. Jefe del Ejército Aliado Protector de la Ley. No crean que la muerte me hace justicia. Porque, aunque esté muerto, viviré. Llevarán mi nombre las universidades, honrarán mis estatuas en las plazas. Desfilarán frente a mí las escuelas y los colegios. Porque no soy cualquiera. No es un perro al que tienen encerrado. Soy José Francisco Morazán Quesada. Amigo íntimo del gran Simón Bolívar. Qué digo amigo. Soy el Simón Bolívar de Centroamérica. Y aun así me desprecian. Así como también desprecian la capacidad y el destino de grandeza del hombre y la mujer centroamericana. Voz en off: (testamento de Morazán.) Declaro: Que no he merecido la muerte, porque no he cometido más falta que dar libertad a Costa Rica y procurar la paz a la República. Por consiguiente, mi muerte es un asesinato, tanto más agravante cuanto que no se me ha juzgado ni oído. Yo no he hecho más que cumplir los mandatos de la Asamblea, en consonancia con mis deseos de reorganizar la República. Morazán: No desesperes, Morazán. Tranquilo, ya vendrá el fiel Cabañas al rescate. Ay de mí, que no tengo mi valiente ejército de Texíguat. No desesperes porque el tiempo 168


hace siempre justicia. Traga veneno, Morazán. Que el tiempo todo lo equilibra. Uff… Que olor a muerte, uff… como cuando en la isla de Lemnos el guerrero Filoctetes agonizaba en su propia pestilencia. ¡Ay, ay, ay! Como cuando burlado por la diosa Atenea, el valiente Ajax dio muerte a todo un rebaño y después a sí mismo aplicó el filo mortal para evitar la vergüenza y el oprobio. Ay de mí, pues también soy víctima del capricho del Altísimo. ¿Qué chiste? ¿Qué paradoja? ¿Qué azar dispone el final de mi epopeya, enviándome al cadalso justamente hoy, que se cumplen 22 años de la independencia del yugo imperial? (Se congela la escena y entran los narradores.) N1: Que aburrido. ¿Quién escribió esto? Yo pensé que la idea es que la obra sea entretenida. N2: A mí me parece que está buena. ¿Qué es lo que no te gusta? N1: Habíamos acordado comenzar por la independencia. Y de entrada ya están matando al pobre Morazán. Además, que lo estamos pintando medio loquito. ¿No te parece? N2: (Ríe.) Bueno. Un poco, sí. Pero mira. Te explico. N1: Ay no. Me asusta cuando te pones en plan «mira, te explico». N2; No, tranquilo. Mira. La idea de comenzar por el final es justamente para que no sea aburrida. Vamos de un evento a otro sin importar el orden cronológico. (En plan profesor.) Como una elipsis. N1: Mmm… No sé. Vamos a confundir a la gente. Además, mirá al pobre Morazán (lo miran y sigue congelado). Ya ha de estar cansado. N2: ¡Huy! Es cierto. Bueno, te propongo un juego. Si yo gano, la obra sigue de manera elipsoidal. Y si no, pues como vos digás. 169


N1: Bien. Pero yo decido el juego. N2: Ok. N1: Entonces… bien. La idea es esta. Vamos a decir de quiénes son las caras en los billetes de menor a mayor denominación. Además de un aporte que hayan hecho a la historia. El primero que se equivoque pierde. N2: Démole, pues. Empiezo yo. En el de un lempira está Lempira. Obvio. Fue el cacique más importante de la resistencia indígena contra la invasión española. Murió a traición en Congolón, Coyocutena y Piedra Parada. (Saluda al público a la espera de aplausos.) N1: Billete de dos lempiras; Marco Aurelio Soto. Fue presidente de Honduras entre 1876 y 1883. Gestor de la reforma liberal, abrió a Honduras al capital extranjero y cambio la capital de Comayagua a Tegucigalpa. N2: El primer corrupto mayor de Honduras. N1: Somos narradores. No jueces de la suprema corte. Además, me gusta la idea de que cambió la capital de lugar por amor. Dicen que la mujer era de Teguz y no le gustaba Comayagua. N2: Te la creíste, es todo mentira. Cambió la capital para Teguz porque planeaba robarse todo el oro de San Juancito. Lo de abrirse al capital extranjero era más bien despatarrársele a su amigo el gringo. N1: ¿Vos creés? N2: Por supuesto. Pero sigamos. Cinco lempiras: Francisco Morazán. Insisto en que esta obra tiene que centrarse en él. (Al público.) Además, miren ustedes que buen actor lo interpreta. Morazán sigue congelado al fondo de la escena. 170


N1: Huy, pobre. Ya le están temblando las piernas. N2: Descanse, mi general. (Morazán descansa.) El más grande de todos. Y no digo más porque esto se hace eterno. N1: Billete de a diez: José Trinidad Cabañas. El más honesto de todos. Fiel amigo y compañero de Morazán en sus batallas. N2: 20 lempiras: aparece José Cecilio del Valle. El Sabio. N1: Perdiste. Es Dionisio de Herrera. N2: Estoy seguro, es Valle. (Consulta al público.) N1: Lo sabía, todo mundo los confunde. Porque son primos y se parecen. N2: ¡Qué vergüenza! N1: Bien. Ahora vamos a seguir. Y vamos a seguir como yo quiero. A ver. ¿Dónde nos quedamos? Morazán: En que me van a fusilar el día de aniversario de la independencia. (Salen de escena narrador 2 y Morazán.) N1: Una luz cenital sobre mí por favor. (Se apagan todas las luces y queda el solo iluminado, Afina su voz y prosigue con tono de presentación). Quince de septiembre de 1821 en la Capitanía General de Guatemala. Fin del segundo cuadro

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TERCER CUADRO (Día de la independencia) Es la calle de la Capitanía General. Los músicos participan de la escena. Hay ambiente murguesco. Los narradores, ya vestidos conforme a la época, están mezclados con el pueblo. El pueblo: Urge la independencia En este preciso momento Ya nos cansaron sus cuentos Y esta vida sin querencia Horas cuatro nomás os damos Para resolver el asunto Si no quieren ser difuntos Pues apresto viene Thanos Cuatro horas ofrecemos Para resolver el asunto O por vivos y difuntos Fuego a todo le metemos. N2: ¿Qué pasa? ¿Por qué hablan así?

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N1: No sé. Es verso, endecasílabo. Probemos, dale. (Sigue sonando la música.)


N2. Ah, no. Yo de poeta no tengo ni un pelo. Será que es necesario hablar así acá. N1: No sé. Pero es peligroso si se dan cuenta que no somos de acá, mejor lo intentamos. Así, mirá. (Con un poco vergüenza.) Mi padre es una rosa, mi padre es un clavel. Yo soy un botoncito acabado de nacer… N2: Cuando era pequeñito, me daban muchos abrazos. Y ahora que soy grande, me agarran a pi… N1: Shsssss. El pueblo: ¡Hey! ¿Y ustedes quiénes son? N2: Eh… Ehhh... N1: Somos hermanos centroamericanos. El pueblo: ¡Mentira! Seguro son infiltrados de la corona y los conservadores. N1: ¿Conservadores? Jamás. N2: Es cierto. Somos amigos de Francisco Morazán. Uno del pueblo: ¿Y quién demonios es Morazán? N1: (A N2, en secreto.) ¿Qué hacemos? Esta gente nos va a linchar. N2: No digas nada. Déjamelo a mí. (Al pueblo.) Queridos hermanos, déjenme explicarles... Nosotros venimos de Honduras. Por encargo de don Francisco Morazán. El pueblo: ¿Quién es Francisco Morazán? 173


N1: Es el sobrino de don Dionisio de Herrera. El pueblo: ¿Y quién es Dionisio de Herrera? N2: Es el primo del sabio Valle. Uno del pueblo: ¡Ah bien! A él si lo conocemos… Pero está allá adentro, diciendo que no estamos listos para la independencia. ¡Vaya sabio! N2: Nos dijeron que hablemos con doña María Dolores Bedoya de Molina. Uno del pueblo: Sí claro. Ella fue la que organizó esto para hacer presión y que declaren la independencia. Todos: ¡Viva Centroamérica! ¡Viva Centroamérica! (Todos cantan.) Cuando el pueblo se levanta, De su terrible letargo, Aunque el trago esté amargo, El valor no se quebranta. Los que están arriba dicen Que aún no estamos preparados,Pero a la tierra va el arado, Antes que la flor, laaaas aveeejas poliniiiiicen. N2: Vamos, compañeros y compañeras. A tomarnos la Capitanía. ¡Independencia o muerte! Todos: Independencia o muerte… ¡Independencia o muerte! Fin del tercer cuadro 174


CUARTO CUADRO (Los pliegos) Tegucigalpa, 28 de septiembre de 1821. En la plaza se baila música folklórica. Al fondo de la plaza, apoyado en la base de una farola, está Morazán, inquieto. Entran los narradores visiblemente cansados, haciéndose lugar entre la gente. Suenan las campanas. Algarabía total. Los narradores interrogan a los transeúntes. N1: Disculpe, señora. ¿Ha visto a Morazán? El pueblo: ¿Quién es Morazán? N2: ¡Ey! ¡Muchacho! ¿Conoces a Morazán? N1: Hola, buenas. ¿Usted conoce a Francisco Morazán? La señora: Ay sí, joven. Sí lo conozco. Es un muchacho muy guapo. Y esas patillas largas que tiene… N2: ¿Y lo ha visto? La señora: No, fíjese. Los narradores siguen encontrando respuestas imprecisas, hasta que uno se acerca a Morazán y le pregunta. N1: Oiga joven... Disculpe la molestia. Pero usted se ve una persona sabedora. ¿Por casualidad conoce a un muchacho que se llama Francisco Morazán? Morazán: ¿Quién lo busca? N1: Es que tenemos un encargo de Guatemala. Morazán: (Empuña una daga que porta por debajo de la camisa.) Insisto, mi señor. ¿Quién lo busca? 175


N2: (Acercándose.) ¿Lo encontraste? ¡Hola, joven! Morazán: (Exaltado, desenfunda el puñal.) Es suficiente. O me dan sus nombres, o este cuchillo probará sangre. N2: ¡Tranquilo joven! No se exalte. Mi nombre es… eeh... Doroteo. Doroteo Cano. N1. Y yo soy su hermano, Cipriano, Cipriano Cano. N2: (Aparte.) Muy bien. ¿Cómo supiste? N1: Leí el libro. N2: (Al público.) En el libro Los brujos de Ilamatepeque, el escritor hondureño Ramón Amaya Amador nos cuenta la historia de dos hermanos, soldados de Morazán que le acompañaron en sus batallas y sus viajes por Centroamérica… N1: En esos viajes, Morazán aprovechaba para enseñarles a sus soldados a leer y escribir, además de técnicas de irrigación para mejorar sus cultivos. N2: Cuando volvieron a su pueblo, mientras los demás habitantes de Ilama, dormían, ellos aprovechaban para regar sus milpas, lo que ocasionó que sus cultivos fueran mejores. Por eso el pueblo comenzó a odiarles. Y con la ayuda de la iglesia, fueron linchados por sus propios vecinos. Morazán: ¿Bueno, y de dónde son? N1 y N2: De Ilamatepeque. N1: Pero nos gusta viajar. Ahora mismo venimos de Guatemala. Tenemos un encargo para que Morazán se lo entregue a su tío. 176


Morazán: ¿Y cuál sería ese encargo? N2. Los pliegos. Morazán: ¿Cuáles pliegos? N1: Los de la independencia. Hemos viajado por trece días, estamos muertos de cansancio. Pasamos por Valle y Comayagua, donde quisieron atacarnos. Pero logramos escapar. Y recién llegamos acá. Morazán: Entonces ustedes son ángeles. Portadores de buenas nuevas. Ya verán cómo la historia hablará de ustedes y su valiente gesta. Vamos rápido con mi tío. Ya la gente sabe de la independencia, pero es importante proteger los pliegos. N2: ¿Entonces vos sos Morazán? Morazán: Sí. Es un placer conocerles, compañeros. N1. Pero… ¿Y las patillas? Morazán: ¿Qué patillas? N2: Las tuyas. Nos dijeron que tenías unas hermosas patillas largas. Morazán: Ah... (ríe). Me las corté. Para pasar desapercibido. Son tiempos difíciles. Los conservadores, principalmente de Comayagua, quieren que nos unamos al imperio mexicano. Los terratenientes tienen miedo y son peligrosos. Pero tenemos un enemigo peor. Escuchen cómo suenan las campanas. (Salen). Fin del cuarto cuadro

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QUINTO CUADRO (El clero) En la parte superior de la escena está el sacerdote. Habla en el tono en que se oficia una misa. Como oposición en la escena está Dionisio de Herrera, viendo cómo en el centro de la escena se queman todos los libros de su biblioteca. Alrededor de la hoguera están otros clérigos. El clero: Psalmus cantici, in die sabbati. Bonum est confiteri Domino, et psallere nomini tuo, Altissime: ad annuntiandum mane misericordiam tuam, et veritatem tuam per noctem, Vir insipiens non cognoscet. Dionisio: Soy don Dionisio de Herrera, jefe de Estado de Honduras. El primero. Pero no será por mucho tiempo. Esa hoguera que ven ustedes, es mi vida entera… N2: (Aparte.) Se supone que Herrera tenía la biblioteca más completa de su época. Dionisio: Montesquieu. Rosseau... todos los enciclopedistas franceses. Sófocles, Esquilo, Shakespeare. Todos herejes, según esta pandilla de ignorantes que causan horrores en nombre del Altísimo (llora.) El pueblo: ¡Hereje! Ese hombre es un hereje. Que lo quemen. En nomine del cristes… A la hoguera. El clero: Et stultus non intelliget haec. 178


Dionisio: No sean tontos. Es que no entiend… (Ruido de un golpe). N1: (Aparte). Ni alcanzó a terminar la palabra «entienden», cuando uno del bulto le asestó un golpe seco en la cabeza con una biblia del tamaño de un bloque. Fue capturado y puesto en prisión. Dionisio yace en el piso. Fade out. Suena música. El Clero: Oiusti Meditabitur Patientiam et lingua eius Loquetur indicium. Final del quinto cuadro

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SEXTO CUADRO (Morazán y el mar) Una noche de 1841 Morazán en la proa de una barcaza en la que también viajan su familia, Cabañas, el general Saravia, los coroneles Orellana y Escalante, el capitán Gómez y el teniente Molina. Morazán: Todos preguntan por qué vuelvo. Que he perdido el favor de mi pueblo. Que la patria no es la misma de hace 22 meses que me autoimpuse este exilio. Pero pienso distinto, no es posible que el pueblo se mantenga en este terrible letargo. Y nosotros que hemos ayudado a construirlo somos los llamados. Más aún cuando los que acarician el yugo han permitido el avance de fuerzas extranjeras. Detesto el mar, porque amo la tierra. He conocido a grandes personajes en este viaje, que me han hecho reflexionar sobre el camino a recorrer para salvar la unidad de Centroamérica. Pero no estoy solo, me acompaña mi fiel amigo Cabañas y me esperan otros tantos que darían la vida por mí. De eso estoy seguro. Ha sido largo el viaje desde Callao. Noche tras noche hemos tenido por compañía la oscuridad de la noche y la inmensidad del mar. Pero el trayecto está claro, no nos detendremos hasta arrancar de las garras del enemigo la patria… Nuestra patria. Cabañas: ¡General, por favor! Entre al barco, la tormenta es demasiado fuerte, se va a caer. Morazán: No temas, Cabañas. Que ninguna fuerza es mayor que la de las ideas libertarias. Cabañas: ¡Sí, mi general! Pero esta es la fuerza de la naturaleza. La tormenta nos ha desviado… Hace dos días debimos llegar a Chiriquí. Doña Josefa está muy nerviosa, estamos perdidos.

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Morazán: ¿Perdidos? No, mi amigo. El mar nos pone a prueba. ¡Ay de nosotros si damos lugar a la cobardía! ¿Acaso Ulises se acobardó ante tantos obstáculos en su regreso a Ítaca? A ver, dame la lista de nuestros aliados. ¿Eres aliado o enemigo, Cabañas? Cabañas: Me ofende la pregunta, mi general. Morazán: Hagamos la lista, pues. (Gritando en la proa.) Si están de mi lado, digan presente. ¡Y si no, serán echados como Jonás! Cabañas: Pero, mi general... Morazán: Nada de peros… (Comienza a gritar los nombres de los ocupantes de la embarcación. Todos responden presente.) Y por último, aunque no esté presente, mi amigo don Pedro Mayorga. (Un trueno, precedido de la embestida de una ola, les hace caer estrepitosamente.) Fin del sexto cuadro

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SÉPTIMO CUADRO (Madrugada del día de la Batalla de la Trinidad. O donde el caballo botó a Morazán). Noviembre de 1827. Están resguardados en una cueva. Morazán duerme, Cabañas está con los narradores y otros soldados alrededor de una pequeña fogata. Limpian fusiles y espadas. Uno de los narradores toca un motivo romántico. Se detiene, afina la cuerda. Morazan: ¡No! No. Todos: ¡General! Cabañas: Shss. ¿Un trago? Morazán: Sí. Cabañas: ¿Qué pasa, general? N2: Perdón, general, lo desperté con el ruido de la guitarra. Morazán: No, no. Está bien, me gusta que toques, tuve una pesadilla… Un sueño. Cabañas: Cuente, pues… N1: (Aparte). Por favor, otra vez. Morazán: Bueno, pero bajémosle un poco al fuego. Ya está menguando la lluvia y hay mayor visibilidad. Entonces... Estaba yo en un barco. Volvía de Perú, de conocer a Simón Bolívar. Estaba mi mujer, y también vos, Cabañas. En el sueño, había sido presidente de toda Centroamérica. ¿Se 182


imaginan? Lo malo es que al final del sueño me fusilan. Y vos no estás ahí, Cabañas (a los narradores.) y ustedes tampoco. Pero eso fue un sueño. La realidad en este momento es que tenemos que ser cautelosos en la batalla. De forma despreciable y traicionera han actuado nuestros enemigos, encerrando a su propio presidente. A mi tío Dionisio, que tan buen proceder ha tenido con todos. Mordieron la mano que le ofreció amistad y justicia. Cabañas: Me ofende que diga todo eso sobre la traición y el buen proceder. Justo después de presumir que no daría mi vida por usted y por la patria, como pasó en su sueño. Morazán: No te preocupes, amigo, un sueño es solamente eso. Confío plenamente en tu lealtad. Cabañas: Igual me siento ofendido… Quiero reivindicar las palabras de mi padre cuando me entregó junto con mis dos hermanos, al servicio de don Dionisio. (Silencio.) Solicito permiso para repetir las palabras de mi padre, señor. Morazán: Adelante. N2: «Señor, el peso de mis años no me permite acompañarlos al campo de batalla, pero aquí tenéis a mis tres hijos que pueden lo que yo debiera hacer, dispuestos a derramar su sangre al pie de la bandera que defendéis.» N1: (Aparte a N2.) ¿Eso le dijo? Vaya padre ese. Oíme, yo siempre pensé que Cabañas era más viejo que Morazán. N2: Yo también. Supongo que es por como salen en los billetes. Y Morazán siempre de perfil. Dicen que fue en esta batalla que perdió la oreja… N1: ¿En serio? Bueno. Ahora si se va a poner emocionante la cosa. Eso sí me gusta, las batallas. Apuremos esto, que si no Morazán no se calla nunca y la obra se hace larga. N2: Bien, vamos. Apagón. 183


Al volver la luz a la escena se ve a Morazán. Montado en un burro, entrando victorioso a la plaza central de Comayagua. Ahora está siempre de perfil. Gritos de júbilo. El pueblo: ¡Viva el general Francisco Morazán! Viva, viva Honduras, viva (bis) N1: Ah no. No, no, no. N2: ¿Qué pasó? N1: Hacete el tonto. ¿Qué hacemos acá? Se supone que estábamos en la batalla. En cambio estamos acá. Viendo a Morazán tirándoselas de Jesucristo salvador. N2: Ya, hombee. Tranquilo. N1: No es justo. Mirá que ni la oreja tiene ya. Nunca sabremos que pasó. Nos perdimos toda la acción. N2: Shss. Tranquilo. Yo te lo explico. Pasa que no podemos poner escenas violentas porque nos cancelan. Por eso pasamos a la entrada triunfal. Morazán ordenó que le consiguiéramos un burro. Y ahí lo tienes. La verdad sí es medio loco. En la batalla peleaba como si no hubiera mañana. Así como lo vemos, todo chaparrito, es una fiera con la espada. N1: Claro que tenía siempre a Cabañas cubriéndole las espaldas. N2: Y mira que fue así hasta el final. (Al público.) Este día fue el más importante en la vida de nuestro amado general. Este triunfo le valió la fama que llevo a ser presidente e toda Centroamérica durante nueve años, dominando por completo la escena política de la región. N1: ¿O sea que Morazán estuvo dos períodos de presidente?


N2: Ese fue el error de Morazán. Las segundas elecciones las perdió con el Sabio Valle. Pero tuvo que quedarse en el puesto porque este murió antes de asumir el cargo. Creo que ahí comenzó el declive de Morazán. N1: Yo creo que fue por meterse con los ticos. N2: No lo sé. Hay muchas cosas… Morazán: (Mientras avanza montado en el burro.) Compatriotas, hermanos y hermanas. La victoria nos ha sonreído. Porque no hemos luchado por nosotros mismos, sino por nuestra patria. Quiero contarles que anoche he tenido una pesadilla. Pero ahora es un sueño. Porque no temo morir en defensa de mi pueblo. El pueblo: ¡Viva Morazán! ¡Viva! Morazán presidente, sí, Morazán a la presidencia. ¡Viva, viva, viva!

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CUADRO FINAL (Morazán duerme) Voz en off de Morazán: Costarricenses: Han llegado a mi destierro vuestras súplicas, y vengo a acreditaros que no me son indiferentes las desgracias que experimentáis. Vuestros clamores han herido por largo tiempo mis oídos, y he encontrado al fin los medios de salvaros, aunque sea a costa de mi propia vida (Sonido de fusiles.) FIN

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COLECTIVO TIERRA INCONEXA DRAMATURGIA HONDUREÑA

En el 2020, en medio de la pandemia del COVID-19, cinco teatristas de Honduras (Walter Lobo, Heber Villatoro, Ishtar Paz, Luis Cerna Mazier y Karina Nelson) se reúnen mediante sesiones virtuales con un propósito: Crear dramaturgia. Luego se suman al colectivo los compañeros Rodin Ruiz y Leo Banegas. Esta necesidad surge por la escasa escritura y montaje de texto teatrales hondureños, pero a la vez, sabemos que hay muchas personas antes que nosotros que han realizado dramaturgia. Sin embargo, sus obras están casi en la oscuridad. Aparte de crear, tenemos el propósito de investigar y difundir estos aportes para que nuevas generaciones conozcan lo que se hizo antes. Por último, queremos que nuestros textos motiven a más generaciones de teatristas hondureños/as para escribir teatro.

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BREVES NOTAS BIOGRÁFICAS

ISHTAR PAZ Egresada de la ENAD, es artista escénica, que se desarrolla en el trabajo de la dirección de puesta en escena. También se desenvuelve con un incipiente trabajo dramatúrgico, trabaja el clown y expresiones artísticas callejeras, además es estudiante del cuarto año de carrera de Dirección Escénica, Universidad Nacional de las Artes, Argentina (UNA). WALTER LOBO Artista escénico. Se desenvuelve en la actuación, escenografía, espacio sonoro y actualmente en la dramaturgia. Es pasante de la licenciatura en Escenografía de la Universidad Nacional de las Artes, Argentina (UNA), además es integrante del grupo argentino “La Polenta”. KARINA NELSON Egresada de la ENAD. Artista escénica, desarrollándose en las áreas de dirección, actuación y docencia. Dando sus primeros pasos en la dramaturgia. Estudió en el Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (CELCIT). Actualmente finalizando el posgrado en arteterapia en la Universidad Nacional de las Artes, Argentina. 190


LUIS CERNA MAZIER Director de cine y teatro. Actualmente incursiona en el terreno de la dramaturgia. Ha trabajado en múltiples grupos de teatro tanto en Honduras como en Argentina. Egresado de la ENAD, continuó su formación en el CELCIT y la UNA en Buenos Aires, Argentina. HEBER VILLATORO Actor, dramaturgo, director y pedagogo. Egresado de la Escuela Nacional de Arte Dramático. Publicó en el 2013 “Desde el Desorden”, un libro con dramaturgia de su autoría. Sus obras han sido montadas. Ha trabajado en múltiples grupos de teatro, entre ellos el Teatro Taller Tegucigalpa, Proyecto Coral y otros. RODIN RUIZ Artista escénico nacido en la ciudad de Tegucigalpa, Honduras. Ha desarrollado su proceso de formación en su país de origen y posteriormente en España y Argentina. Reside en Washington D.C. donde trabaja como artista independiente y a la vez en compañías de teatro locales (Teatro de La Luna, Synetic Theater). LEO BANEGAS Actor, egresado de la Escuela Nacional de Arte Dramático (ENAD), miembro fundador de Proyecto Teatral la Fábrica y colaborador de Proyecto Fantasma, donde aborda poesía desde diferentes expresiones artísticas. Actualmente trabaja con la Casa del Teatro Memorias, además explorar diferentes lenguajes literarios, como la dramaturgia, la poesía y la novela. 191






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