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Adrián Garfias

EMPRESARIO LGBT, BEARMEX

Uno de los atractivos de la Marcha es el colectivo de osos. Estos grandes y fuertes miembros del colectivo son muy organizados y siempre se esmeran por crear atuendos temáticos cada año; ya sea marineros o vaqueros, la comunidad de osos siempre roba las miradas. Pero nada es gratis. Detrás de esta comunidad está Bearmex, el proyecto de Adrián Garfias que ofrece espacios seguros para esta tribu, como sus fiestas temáticas y el Nicho’s Bar en la Zona Rosa. Aquí lo que nos contó Adrián sobre cómo vive el orgullo en la ciudad.

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¿Cómo viviste tu infancia como niño queer en la CDMX?

No es fácil recordar. De adolescente me identifiqué con la comunidad queer. Fue una infancia favorable porque tuve la oportunidad de expresarme en mi casa. Vengo de una familia divorciada, yo me quedé con mi mamá y a los 16/17 años le comuniqué mis preferencias y afortunadamente no tuve un rechazo, eso me ha ayudado a transitar mucho mejor los procesos que vivimos en la comunidad. Desafortunadamente, sí hubo un rechazo social, que lo vivimos en mi generación a principios de los ochenta. En 1982, me identifiqué con los puntos de encuentro, en aquel entonces los bares; icónico bar Nueve en Zona Rosa que marcó a esa generación, fue de los primeros en ser abiertamente queer. Aun así sufrimos violencia física por parte de las autoridades; las famosas redadas en las que aparecía la policía y te perseguía o te golpeaba por el solo hecho de verte diferente o verte salir de estos lugares, o a veces sólo platicando con amigos en la esquina, llegaban las autoridades. Muy difícil. La Zona Rosa se pensaba como el lugar de encuentro de la comunidad pero en aquel entonces había un doble discurso y nos veían indefensos. Es difícil ese camino pensando en que fuera a pasar algo y desgraciadamente había chicos que desaparecían.

¿Cómo te involucraste con la comunidad? Fui marcado por la aceptación en mi casa y el rechazo fuera, pero siempre me identifiqué con la comunidad queer. En el movimiento, ver las marchas improvisadas de protesta me llevó a interesarme y hasta que me convertí en empresario LGBT, regresé a la Zona Rosa hace 16 años con Nichos. Eso es una respuesta consciente o inconsciente de tener un espacio seguro para nuestra comunidad. Tener estas bases que nos formaron mucho.

También cosas bonitas porque en estos oasis que teníamos, que hasta la fecha nuestros espacios son centros comunitarios que aparte de divertirte, se hace comunidad, y se sigue haciendo porque es donde surgen modas, movimientos musicales. ¿Qué más representativo que comience una protesta en un bar? A veces se nos olvida pero ese es el origen del movimiento.

¿Cómo percibes a las nuevas generaciones queer?

Como generación nos ha sorprendido. Estos avances han mejorado la comunicación entre nosotros. Es sorprendente ver cómo la comunidad se ha visibilizado. Me cuesta trabajo decir que se han logrado derechos; sí, los tenemos en ley, desafortunadamente solo se queda en el papel. Así como decimos que Zona Rosa es un espacio para la comunidad, desgraciadamente también podemos decir que es como un gueto. Simplemente en la CDMX, si vas a algunas alcaldías, el problema de discriminación es fuerte, pero falta mucho por hacer, porque el día al día se ven los atropeyos; en redes vemos cómo desaparecen las chicas trans, es triste que no veamos tanta carga positiva, que la hay, pero nos falta camino, las nuevas generaciónes toman esta bandera y tienen más motivos de orgullo y expresarse más libremente que nosotros.

¿Qué auguras para las nuevas generaciones?

Como empresario es el momento de la generación actual. Tienen una responsabilidad para más adelante, que no dejen que se diluyan los derechos y que podamos ser reconocidos como ciudadanos con los mismos derechos. Que no tenga que existir la palabra queer en el futuro, que sea algo que suceda; ha evolucionado de gay a LGBTTTI y que llegue solo tu nombre. Falta mucho, hacia allá vamos, pero lo vemos en otros países.

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