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Hacia 1930. Excavaciones en la Vega Baja. Archivo Hist贸rico Provincial de Toledo, Fondo Rodr铆guez.

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Edita: Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha Textos: Alfonso Caballero Klink, Susana Cortes Hernández, Ángel Fuentes Domínguez, Ricardo Izquierdo Benito, Carlos Mas González, Lauro Olmo Enciso, Diego Peris Sánchez Diseño y maquetación: AD-Medios Fotografía: DB Comunicación Depósito Legal: XXXXXXXX



Vista aĂŠrea de la Vega Baja, Toledo.


El territorio de la Vega Baja Diego Peris

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a Vega Baja de Toledo es el amplio territorio que se sitúa al norte de la ciudad histórica construida sobre la colina y que tiene el río Tajo como borde en su margen izquierdo. Este amplio espacio ha estado ocupado en distintos momentos históricos con actividades diversas que han dejado huellas de su presencia.

De época romana queda un espléndido circo del siglo I y durante la construcción de la Fábrica de Armas se encontraron mosaicos que nos habla de la presencia de villas residenciales. Con las excavaciones actualmente en curso podemos afirmar que la ciudad visigoda capital del reino en España estuvo situada en la Vega Baja donde poco a poco, el yacimiento arqueológico va dejando en evidencia la estructura de la ciudad que se mantuvo ocupada siglos después de la llegada de los árabes a Toledo. El complejo visigodo de Santa Leocadia dio lugar a dos templos: el de Santa Leocadia que en 1121 estaba ruinoso y en 1162 se restauró para una comunidad de canónigos regulares y el de San Ildefonso del que sabemos que existía en 1209 y tuvo culto durante la Edad Media. La iglesia de San Pedro y San Pablo pretoriense se recuperan para el culto llamándose San Pedro el Verde desde 1124. Se construye la ermita de san Bartolomé en el extremo occidental del circo romano, de la cual tenemos referencia en 1302 porque allí se celebraban las reuniones de la hermandad Vieja de Toledo. También se localizan en esta zona algunos conventos que ocupan espacios en esta zona de la ciudad hasta encontrar la oportunidad de trasladarse al interior del conjunto histórico.

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A lo largo del siglo XIV el territorio de la Vega Baja adquirió una nueva función de manos de la Mesta que la convierte en descansadero de ganados y lugar de control dentro de la red de cañadas. Y el propio municipio compró distintas propiedades para crear un ejido para el pasto de los ganados destinados al abastecimiento de la población. A comienzos del siglo XVI se fundó el convento de Mínimos de San Francisco en la antigua ermita de San Bartolomé. En la obra trabajan arquitectos como Alonso de Covarrubias, Nicolás Vergara el Mozo, Juan Bautista Monegro y Bartolomé Zúmbigo. El año 1515 se construyó el convento de santa Susana cerca de la Casa de la Monja centro de un barrio que se despuebla en el siglo XVIII. A comienzos del siglo XIX las tropas francesas ocupan como cuartel el convento de San Bartolomé que será incendiado y demolido en 1845. Las ermitas de San Ildefonso y del Cristo de la Vega sufrieron daños pero fueron restauradas para capilla del cementerio del Hospital de la Misericordia y del nuevo de capitulares catedralicios hasta que en 1836 se decidió la construcción del Cementerio General en el extremo norte de la vega Baja. En 1813 se destruyó también el Brasero de la Vega a la entrada de la Constitución de 1812 que abolió la Inquisición. Tras la desamortización de los bienes municipales en 1855 se acabó el régimen de explotación agrícola de la zona. Ya el Ayuntamiento trató de cambiar el uso de la Vega construyendo un canal de riego conocido como Mina del Corregidor. Al enajenarse las fincas se continuó con el proyecto construyendo ramales que permitieron las explotaciones de huertas en la zona hasta mediados del siglo XX.

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A finales del siglo XVIII comienza la construcción del edificio Sabatini de la Fábrica de Armas. Durante dos siglos se consolida una ciudad para la fabricación de armas, modelo de arquitectura industrial hoy rehabilitada como campus universitario. Edificios realizados en ladrillo con estructuras metálicas conforman más de 50.000 metros cuadrados de edificación que se ubican en un espacio próximo al río Tajo que ha sido su fuente de energía en todas las épocas. La Vega Baja de Toledo, territorio de más de ochenta hectáreas de superficie ha sido el espacio de actividad social, cultual y política de Toledo durante veinte siglos. La cultura material, los restos arquitectónicos, el material arqueológico encontrado en esta zona documenta esta realidad. La actividad arqueológica realizada a lo largo del siglo XX ha ido documentando materiales de las diferentes culturas. La riqueza de los materiales encontrados en este espacio, su estructura urbana de grandes dimensiones, hacen del sitio histórico de la Vega Baja un yacimiento de singular importancia que deberá continuar estudiándose en las próximas décadas. El proyecto de Vega Baja, encomendado a Toletum Visigodo tiene por objeto documentar este amplio espacio arqueológico, definir su configuración urbana como ciudad dentro de una ciudad que ha crecido en su entorno, y conformar los equipamientos culturales, sociales y educativos que hagan convivir la cultura de otros momentos con la actividad cotidiana de nuestros días.

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Detalle central de mosaico romano hallado en la Vega Baja, siglo III D.C. Museo de Santa Cruz, Invยบ Gen. 935.

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La Vega Baja Romana Ángel Fuentes

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esde comienzos del Imperio (siglo I A.C.), Toledo había recobrado paulatinamente su papel de gran centro de comunicaciones de la Meseta Sur, por su ubicación en el cruce del Tajo; así la vieja ciudad carpetana fue adquiriendo rasgos de verdadera capital, aunque no administrativa, y llegó a ser la ciudad más grande del centro peninsular. Pronto, su espacio se demostró insuficiente y comenzó a extenderse cerro abajo, hacia ambas vegas. Probablemente Vega Baja tenía un aspecto monumental de consideración ya a fines del siglo I y que fue mejorando a lo largo de los siglos, enlazando la ciudad alta con los alrededores del impresionante circo, mediante sucesivas terrazas perfectamente urbanizadas. En ellas se dispusieron viviendas y edificios, y en la Vega misma las suntuosas mansiones que, como auténticos palacios, casi cigarrales, pertenecían a las grandes familias toledanas. De ellos conservamos numerosos vestigios y, particularmente, el gran mosaico de tema marino. Ya para finales del Imperio, la ciudad, cristianizada y liderada socialmente por su incipiente obispado, a falta de grandes puestos de la administración, tenía un aspecto de capital regional o provincial. Cuando los reyes visigodos, de fe arriana, se instalan en Toledo, buscan de una parte la discreta separación del centro toledano, episcopal y católico y, de otra parte, la opulencia de estos palacios, a la altura de un verdadero rey, como era el de los Godos.

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Portada de “La Crónica del Rey don Rodrigo con la destruyción de España”. Biblioteca de Castilla-La Mancha, SL/1249.

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Una urbe legendaria Carlos Mas

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ebido a la limitación y escasez de las fuentes documentales del periodo visigodo, las alusiones a la geografía urbana toledana se reducen a los nombres de las iglesias dónde se celebraron los Concilios: la Iglesia de Santa María, hipotéticamente ubicada en el actual solar de la Catedral, y las iglesias de Santa Leocadia y de los Santos Apóstoles, en el suburbium de Toledo, en la Vega Baja. La poco rigurosa cronística medieval, cristiana o musulmana, se mezcló con narraciones fantásticas orientales y con la novela de caballería, construyendo una imagen mágica de la ciudad de Toledo, en la que la maravilla formaba parte del paisaje. La leyenda de la Torre de Hércules, o la Casa de Hércules, es sin duda la más célebre: al acceder al trono, cada nuevo rey colocaba un candado en la puerta de este edificio, que se suponía construido por Hércules. En el interior, un tesoro dormía a salvo de la codicia de los monarcas, protegido por una profecía de destrucción del Reino si se entraba en la torre. El último rey visigodo, Rodrigo rompe los candados y penetra en la torre, encontrando varias salas llenas de riquezas y un manuscrito escrito por el mismo Hércules donde se anuncia la invasión musulmana y el fin del dominio visigodo en Hispania. Cuando Rodrigo, apenado, sale al exterior, un águila desciende del cielo con un tizón de fuego incendiando la torre y todo su contenido. Esta historia, remotamente inspirada en la costumbre de los reyes godos de dotar las iglesias con coronas votivas, está ligada a otras leyendas como la de La Cava o como la de la Mesa del Rey Salomón, uno de los tesoros simbólicos custodiados en la torre, y se ha transmitido hasta la actualidad, ubicando erróneamente este edificio imaginario en los subterráneos del callejón de San Ginés. Se escribieron muchas versiones de esta “Caja de Pandora” toledana; la de Pedro del Corral, “Crónica del Rey Don Rodrigo”, escrita hacia 1430 e impresa con notable éxito en el siglo XVI. Un ejemplar de esta obra, que bien podría inscribirse en el género de las novelas de caballería, se custodia en la Biblioteca de Castilla-La Mancha. 11


Arqueta cilĂ­ndrica de hueso, con escena de la vida de JesĂşs, siglos III al VII. Hallada en Vega Baja.

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Urbe Regia in Toletana Sede Lauro Olmo

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l papel de Toledo como capital del Reino Visigodo desde mediados del siglo VI D.C. supondrá el inicio de todo un proceso de cambios en la imagen de la ciudad. En este contexto de consolidación de un Estado centralizado favorecido por el rey Leovigildo, es donde hay que situar temporalmente el inicio de un nuevo desarrollo urbanístico en el suburbio de la actual Vega Baja, destinado a proporcionar a la capital un nuevo paisaje urbano y una arquitectura de poder símbolo del proyecto ideológico triunfante. Las excavaciones arqueológicas en la Vega Baja, comienzan a transmitir datos sobre una apreciable actividad constructiva, cuyo momento de mayor desarrollo debería situarse entre la segunda mitad del siglo VI y mediados del siglo VII D.C., que confirma la existencia de un proceso de ampliación de la ciudad en época visigoda. Dicho proceso conllevaría, por tanto, un desarrollo urbanístico de nueva planta que supuso la edificación del complejo palacial, así como de los templos más importantes, a excepción de la catedral, de la ciudad – Santa Leocadia y Santos Apóstoles Pedro y Pablo - en el citado suburbio. Parte importante de esta planificación, la constituyó un amplio programa de construcción de edificios destinados a viviendas y a otros usos, así como una nueva red de calles que comunicaban los diferentes espacios de la Vega Baja, todo lo cual confirma las destacables dimensiones y alcance de este desarrollo urbanístico que confirió a la ciudad una nueva imagen. Los objetos expuestos, representativos de la vida cotidiana, de las actividades económicas así como del desarrollo artístico de la época, muestran la participación de Toledo en el dinamismo social, económico y cultural que se está produciendo en el Mediterráneo en ese momento.

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Ubicaci贸n de fragmentos arquitect贸nicos visigodos en Toledo. 14


La Cantera de Toledo Lauro Olmo

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l recurso a la reutilización de elementos decorativos o constructivos procedentes de edificaciones antiguas – los spolia - en otras nuevas ha sido una constante a lo largo de la Historia. Los más usados entre ellos han sido, fundamentalmente, arquitectónicos, artísticos, inscripciones, o materiales singulares como mármol, granito, etc…

En función de sus características, decorativas o constructivas, la reutilización de estos materiales se entiende desde dos perspectivas, la primera definida por criterios ideológicos, y por tanto ligando el reempleo de materiales con un evidente valor artístico e iconográfico, como elementos de prestigio, poder, propaganda o legitimidad. La segunda perspectiva posee una vertiente más funcional y se refiere al uso de materiales meramente constructivos en nuevas edificaciones, con el fin de abaratar costes y a la transformación de los espacios que contienen restos del pasado en verdaderas canteras al servicio de los nuevos programas urbanísticos y monumentales. En este sentido, la Vega Baja siempre estuvo asociada a la memoria toledana como un territorio que contenía abundantes restos del pasado, tal y como refleja la abundante documentación escrita desde el siglo XVI, y que se usaron desde época plenomedieval en diferentes construcciones tanto de la Vega Baja como del Toledo amurallado. Testimonio elocuente de esta actividad, lo constituye la prohibición de extraer restos antiguos del subsuelo destinados a la construcción de la Fábrica de Armas, dictada por el Cardenal Lorenzana a finales del siglo XVIII, con el evidente propósito de proteger la memoria del pasado.

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Detalle de ladrillo funerario, siglo XI. Museo de Santa Cruz, Invยบ Gen. 50.

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La Vega Baja Medieval Ricardo Benito Izquierdo

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ras la llegada de los musulmanes a Toledo en el año 711, durante al menos siglo y medio una parte de ellos se instaló en el complejo urbano que se había desarrollado en Vega Baja en época visigoda. Aunque no llegaron a ocupar todo el espacio edificado, sí que adaptaron a sus necesidades varios edificios residenciales en los que se establecieron. Llegaron incluso a contar con un pequeño cementerio. Es posible que durante aquel tiempo hubiesen convivido con la población hispanovisigoda cristiana que no se convirtió al Islam, es decir, los que habrían de ser conocidos como mozárabes. Cuando se abandonó definitivamente Vega Baja, a mediados del siglo IX, la población musulmana que en ella había vivido se instalaría en la parte alta de la ciudad. Entonces comenzaría un gradual proceso de destrucción de todos los edificios que allí se habían levantado, incluidos los más significativos, como eran el complejo palatino visigodo, el circo romano o la basílica de Santa Leocadia. La zona se presentaba entonces como un lugar idóneo para reaprovechar todo el material constructivo en otros edificios que se levantasen en la ciudad. En el circo romano se ubicó un complejo alfarero y también el interior del mismo se utilizó como cementerio islámico. Lo que había sido un extenso suburbio urbano desde época romana, densamente poblado y con una intensa actividad económica, se convirtió en una zona despoblada cada vez más orientada a un uso agrícola.

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Relieve. Piedra. Siglos II a IV D.C. Hallado en Toledo en las excavaciones de Vega Baja. Museo de Santa Cruz, Invº 2010/4/13.

2.

Antefija. Barro Cocido. Siglos I a III D.C. Hallada en el Circo Romano de Toledo. Museo de Santa Cruz, Invº 22001.

3.

Estela funeraria. Piedra caliza. Siglo V. Hallada en Toledo en las excavaciones del paseo de la Basílica del Cristo de la Vega. Museo de Santa Cruz, Invº 1992/2/2.

4.

Molde, Siglos III a V. Hallado en Toledo, en las excavaciones de la Vega Baja.

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5.

Dintel. Piedra caliza. Siglo VII. Hallado en Toledo, en las excavaciones del Cristo de la Vega. Museo de Santa Cruz, Invยบ 19122.

6.

Imposta. Piedra caliza. Siglo VII. Hallado en Toledo en la Vega Baja. Museo de Santa Cruz, Invยบ153.

7.

Cimacio. Siglo VII. Hallado en Toledo en las excavaciones de Vega Baja. Museo de Santa Cruz, Invยบ 2010/3/24.

8.

Columna. Mรกrmol. Siglo VII. Hallado en Toledo en las excavaciones de Vega Baja. Museo de Santa Cruz, Invยบ 681.

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9.

Fragmento de lรกpida sepulcral. Piedra. Siglo VII. Hallado en Toledo en las excavaciones de Vega Baja. Museo de Santa Cruz, Invยบ 2010/3/10.

10. Fragmento de Relieve decorativo. Piedra. Siglo VII. Hallado en Toledo en las excavaciones de Vega Baja.

11. Capitel. Piedra. Siglos VI-IX. Hallado en Toledo en las excavaciones de Vega Baja.

12. Capitel. Piedra. Siglos VI-IX. Hallado en Toledo en las excavaciones de Vega Baja.

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13. Cipo funerario de Aglab Ben Jalifa. Año 411 de la Hégira (1030 D.C.) Piedra caliza. Hallado en Toledo en la Vega Baja. Museo de Santa Cruz.

14. Jarro. Barro cocido. Siglos X–XI. Hallado en Toledo en el Circo Romano. Museo de Santa Cruz, Invº 31714.

15. Lápida funeraria de Ahmed ben Said. Piedra Caliza. Año 420 de la Hégira (1049 D.C.) Hallada en Toledo en el pradillo de la Vega. Museo de Santa Cruz.

16. Candil. Barro cocido y vidriado. Siglos XI a XII. Hallado en Toledo en las excavaciones de la Vega Baja. Museo de Santa Cruz, Invº 996.

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28 Archivo Hist贸rico Provincial de Toledo, Fondo Rodr铆guez.

Hacia 1930. Excavaciones en la Vega Baja.




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