Los panes de la proposición

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Los panes de la proposición Base bíblica: Éxodo 25:23-30, Levítico 24:5-9 23 Harás asimismo una mesa de madera de acacia; su longitud será de dos codos, y de un codo su anchura, y su altura de codo y medio. 24 Y la cubrirás de oro puro, y le harás una cornisa de oro alrededor. 25 Le harás también una moldura alrededor, de un palmo menor de anchura, y harás a la moldura una cornisa de oro alrededor. 26 Y le harás cuatro anillos de oro, los cuales pondrás en las cuatro esquinas que corresponden a sus cuatro patas. 27 Los anillos estarán debajo de la moldura, para lugares de las varas para llevar la mesa. 28 Harás las varas de madera de acacia, y las cubrirás de oro, y con ellas será llevada la mesa. 29 Harás también sus platos, sus cucharas, sus cubiertas y sus tazones, con que se libará; de oro fino los harás. 30 Y pondrás sobre la mesa el pan de la proposición delante de mí continuamente. Éxodo 25:23-30 5 Y tomarás flor de harina, y cocerás de ella doce tortas; cada torta será de dos décimas de efa. 6 Y las pondrás en dos hileras, seis en cada hilera, sobre la mesa limpia delante de Jehová. 7 Pondrás también sobre cada hilera incienso puro, y será para el pan como perfume, ofrenda encendida a Jehová. 8 Cada día de reposo lo pondrá continuamente en orden delante de Jehová, en nombre de los hijos de Israel, como pacto perpetuo. 9 Y será de Aarón y de sus hijos, los cuales lo comerán en lugar santo; porque es cosa muy santa para él, de las ofrendas encendidas a Jehová, por derecho perpetuo. Levítico 24:5-9

Introducción Dios se ha ido revelando progresivamente a su pueblo. Cuando Dios llama a Moisés para darle la tarea de sacar a su pueblo, Moisés le pregunta su nombre a fin de presentarse ante Israel y le siguieran, una especie de carta de presentación. El Señor le responde: “14 Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros. 15 Además dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos.” Éxodo 3.14-15

Hasta antes de este momento Dios no había revelado a su pueblo ningún nombre con el cual se le conociera, sólo se le conocía como el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Una traducción más acertada del v 14 sería Yo resultaré ser el que resultaré ser, dando a entender que Israel le conocería por experiencia y no solo como un nombre al cual referirse. A partir de las maravillas que el Señor hizo para sacar a su pueblo y las maravillas que hizo en el desierto, el pueblo comienza a experimentar en su vida quién es su Dios. El contexto histórico El pueblo de Israel ha salido de Egipto y se encuentra peregrinando en el desierto. Moisés es el único hombre que interactúa con Dios en la cumbre del Sinaí. Dios ha declarado sus mandamientos. El pueblo de Israel ha heredado costumbres profanas y se encuentra rodeado de


pueblos idólatras. Los dioses de esos pueblos no interactúan con ellos, no tienen una comunión cercana con ellos, son caprichosos en su temperamento, a veces contentos a veces airados. En ese contexto, Dios llama a Moisés a su presencia para darle una tarea, edificarle un tabernáculo, un lugar en el cual se acercaría más a su pueblo pues su ubicación estaría justo en medio del campamento. A diferencia de los dioses paganos, Dios comienza a tratar con su pueblo y lo invita a tener una comunión continua. Desde Éxodo 24 hasta el capítulo 30, el Señor detalla cómo habría de ser su culto. 1 Jehová habló a Moisés, diciendo: 2 Di a los hijos de Israel que tomen para mí ofrenda; de todo varón que la diere de su voluntad, de corazón, tomaréis mi ofrenda. 3 Esta es la ofrenda que tomaréis de ellos: oro, plata, cobre, 4 azul, púrpura, carmesí, lino fino, pelo de cabras, 5 pieles de carneros teñidas de rojo, pieles de tejones, madera de acacia, 6 aceite para el alumbrado, especias para el aceite de la unción y para el incienso aromático, 7 piedras de ónice, y piedras de engaste para el efod y para el pectoral. 8 Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos. 9 Conforme a todo lo que yo te muestre, el diseño del tabernáculo, y el diseño de todos sus utensilios, así lo haréis. Éxodo 25:1-9

Desarrollo ¿Qué son los panes de la proposición?¿Cuál es su simbolismo? Los panes de la proposición se mencionan como parte del ritual asociado con el tabernáculo de Moisés, y posteriormente con el templo. El tabernáculo fue simplemente una versión movible del templo, así que el simbolismo es el mismo. Algunas versiones modernas han traducido la frase "panes de la proposición" con "panes de la presencia", lo cual comunica quizás un poco mejor el concepto, pues nuestra palabra en español "proposición" ya no significa, literalmente, proposición. El pan sobre la mesa era cambiado cada siete días, al final de la semana era sacado y era comido por los sacerdotes. El pan era preparado en el Sábado, y cuando aún estaba caliente, era colocado sobre la mesa. Al Sábado siguiente era retirado, y era comido por los sacerdotes en ese Día. Ahora bien, ¿cuál es el significado de estos panes? Tenemos que recordar, primeramente, que el pan es un sustento básico en toda la Biblia, a tal grado que se puede decir "No sólo de pan vivirá el hombre", y en la palabra "pan" se engloba todo lo necesario para el sustento físico. El pan de la presencia, entonces, representaba la provisión de Dios para las necesidades de su pueblo. El hecho de que había pan en la presencia de Dios significaba que él era la fuente de toda provisión para su pueblo. Esta realidad se subraya con el hecho de que había doce panes, uno para cada tribu de Israel. El significado va más allá de esto, sin embargo, porque notamos en nuestro pasaje de Levítico que los sacerdotes debían comer el pan en el lugar santo, frente a la presencia de Dios (que estaba en el lugar santísimo, encima del arca del pacto).


Compartir una comida con alguien es una forma de tener un compañerismo cercano con esta persona. Esta comunión es necesaria, para que Él pueda santificar nuestra vida. Ya que la santidad es un proceso, era necesario que el sacerdote estuviera continuamente entrando a participar de la mesa del Señor y de la comunión con Él. Cuando leemos, entonces, que los sacerdotes debían comer el pan en la presencia de Dios, podemos entender que ellos estaban compartiendo una comida con el Señor. Esto ilustra la relación cercana que debía formar la base del servicio de los sacerdotes a Dios. No servían a un dios como el de algunas de las naciones vecinas, un dios que les exigía que sacrificaran a sus hijos; servían a un Dios que les invitaba a comer con él. . Este pan simbolizaba, entones, la comunión ininterrumpida del pueblo con Jehová. Cuando pasamos al Nuevo Testamento, el nuevo pacto que Jesús inauguró, encontramos ecos de esta realidad. Jesús mismo se declaró el pan de vida, y aunque el referente directo de esta declaración era el maná, podemos ver también en el pan de la presencia una prefiguración de Jesucristo, ya que el pan de la presencia representaba la provisión material para el pueblo de Dios, y Jesús representa la provisión espiritual que Dios ha hecho. Al igual que las doce tribus, el pueblo de Dios material, son doce los representantes del pueblo de Dios espiritual. Los únicos que podían comer el pan de la presencia eran los sacerdotes, como ya vimos, aquellos que estaban delante de la presencia de Dios continuamente. Ahora, hemos sido constituidos sacerdotes de Dios, por lo que continuamente estamos delante de su presencia.

Conclusión Dios ha buscado desde el principio tener una relación real, personal y continua con su pueblo. ¿Cómo hemos madurado en nuestra relación con Él? ¿Qué tanto le conocemos y le hemos experimentado? ¿Cuánto hemos aprendido de su Palabra y la hemos aplicado en nuestras vidas? Es necesario entonces que dediquemos con tesón nuestras vidas a una relación íntima y estrecha. No hay otra cosa o ser que nos ofrezca una relación tan profunda. Valoremos entonces lo que hemos ganado al tener acceso directo a Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, valoremos lo que representa su sacrificio, pues antes no éramos su pueblo, éramos, por definición sus enemigos.


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