Cómo triunfar en Internet en 7 días

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M

e pasa cada dos por tres: estoy en el pasillo del instituto, entre clase y clase, y un chaval se queda mirándome fijamente.

Supongo que a un simple mortal como tú le parecerá paranormal, pero yo estoy acostumbrado. Soy un youtuber superfamoso. Seguro que el chaval ha visto mis vídeos un montón de veces. Lo raro es que no se atreva a pedirme un autógrafo.

Pero esto no siempre fue así. Hasta hace poco, no me conocía ni mi abuela. Va en serio. Mi abuela no ve nada cuando olvida las gafas. 9


Hasta hace una semana yo era simplemente David, un chaval de trece años en el primer curso del instituto. Resumiendo: un PRINGADO como TÚ. ¿Que cómo me convertí en el youtuber más famoso del mundo? Estás de enhorabuena, porque tienes en tus manos el Manual inimitable y oficial para triunfar en las redes y molar mucho mucho. O más breve:

Cómo

triunfar en

Internet

10

en

7

días.


Día 1


SÁBADO

C

uando tienes trece años y tus padres te dejan salir por primera vez con tus amigos, parece el mejor plan del mundo. Claro que si tu único amigo es Manu Borrego, que hasta hace dos cursos se comía los mocos en clase, no mola tanto. -¡Por fin sin padres! -exclamó mi colega nada más llegar al centro comercial. Tuve que pararlo para que no hiciese un baile de celebración-. ¡Es super-mega-chachi! Me aseguré de que nadie había oído eso. Empezábamos mal. -¡Prohibido decir «chachi»! -le recordé-. Es una palabra de viejos, ¡de la Edad Media por lo menos!

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Manu asintió obediente. Me estaba costando horrores reeducarlo para la dura vida en el instituto. -Vale, vale. ¡Diré «yupi» entonces! -¡Aaaaaargh! -Lo di por perdido-. ¡Me rindo! Estaba de los nervios. Nuestra primera salida sin padres al centro comercial era una misión de alto riesgo. Ya éramos bastante impopulares de normal, como para empeorar las cosas. Desde el primer día de curso, mis planes para hacerme amigo de los Guays habían sido un fracaso. Supongo que el hecho de ir al instituto en zapatillas de ir por casa no ayudó. Zapatillas de ositos, para más detalle. Es que eran tan calentitas...

Un despiste lo tiene cualquiera, ¿¡vale!? Sin embargo, yo no me rendía. Para mi sorpresa, los Guays también habían ido ese viernes al centro comercial. Sara, la chica más guapa del curso, estaba entre ellos. Bueno, sorpresa, sorpresa... tampoco. 13


Manu y yo espiábamos todas sus conversaciones y sabíamos qué hacían exactamente cada viernes. Por eso elegí el centro comercial. Confiaba en cambiar nuestra suerte de marginados y ser aceptados en el grupo de los Guays.

Al menos yo. Me temo que para Manu ya era demasiado tarde. Cuando los vi en el vestíbulo, me aseguré de pasar muy cerca de ellos. Una vez... Dos... Cinco veces... -¿Vamos a seguir dando vueltas a su alrededor? -preguntó Manu-. Tengo hambre. -Es que no nos han visto -justifiqué después de la sexta vuelta-. Si no, ya nos habrían saludado. De pronto, uno de ellos levantó la mirada del teléfono móvil. ¡Por fin! -Mirad quiénes están aquí -dijo Sergio, un abusón que ya tiene pelusilla en el bigote-. ¡Son los frikis, JA! -Pues sí que nos han visto -confirmé cabizbajo. Los Guays nos señalaron entre risas. Alguien preguntó dónde tenía las zapatillas de ir por casa. 14


¡Solo las llevé al insti una vez, no es justo! Seguimos la estrategia del dinosaurio: aguantarnos la respiración hasta que se olvidaran de nosotros. Por suerte, estaban demasiado entretenidos con sus móviles.

No íbamos a dejar que nada saliese mal. Manu y yo habíamos planeado la tarde al milímetro. Teníamos dinero para compartir unas tortitas (mis padres me dan la paga de un bebé) y jugar una partida en la bolera. Las tortitas estaban buenísimas, pero se me fue la mano con el sirope de chocolate.

En la bolera no nos fue tan bien. Yo conseguí tirar un bolo, aunque casi salgo rodando con la bola. Lo de Manu fue peor. 15


Cuando echó la bola hacia atrás para darse impulso, esta salió disparada.

Fue increíble. Parecía que la bola tuviese vida propia. Tiró una bandeja de refrescos que llevaba una camarera (por suerte, ninguno era para nosotros). La bola cayó encima del pie de un motero enorme. Este chilló como si se hubiese pillado los dedos en la puerta. La bola rodó hasta la mesa donde merendaban los Guays del curso. Se hizo un silencio. Manu y yo nos temimos lo peor. Dicen que si deseas algo con todas tus fuerzas, el universo conspira para que se haga realidad. «Que no nos vean, que no nos vean, que no nos vean...». Seguro que el que se inventó eso no era un pringado como yo. Manu no se pudo contener: -¡Uy, lo siento, amiguitos! ¡Ha sido sin querer! Los Guays levantaron la mirada de los móviles para ver quién era el culpable del lío. 16


Si existía la remota posibilidad de que creyesen que la bola se la había tirado otro, Manu la había echado a perder. -¿Otra vez vosotros? ¡Patosos! -insultó Jessica. -Ha sido sin querer -se justificó mi amigo-. Mi madre dice que tengo manos de mantequilla. Cuando Manu se pone nervioso, dice lo primero que se le pasa por la cabeza. Podría ser peor. En ocasiones le sangra la nariz, sobre todo en clase de Educación Física.

Miré a Sara, la chica guapa del curso. Pero esta ni siquiera nos hizo caso para meterse con nosotros. Estaba hipnotizada con la pantalla del móvil. Primero mirando fijamente y luego dando saltitos. -¿Qué pasa, Sara? -le preguntó un amigo. Pensé que se había atragantado con las palomitas. La chica hizo un silencio dramático y de pronto chilló: -¡¡¡HAY NUEVO VÍDEO DE ELMORENUS!!! Los otros Guays corrieron a su alrededor. 17


Yo no tenía ni idea de quién era ese ElMorenus, pero si a Sara le interesaba, era mi oportunidad de llamar su atención: -Cómo molan las canciones de ElMorenus, ¿verdad? Los Guays me miraron horrorizados. Sara me habló por primera vez: -Para que te enteres, listillo: ElMorenus no es un cantante, es un youtuber. Sentí cómo me ponía rojo de la vergüenza. Es lo que me pasa cuando meto la pata: que me entran calores como si estuviese en una sauna.

-Perdonadle, se ha golpeado la cabeza con un bolo -dijo Manu en mi defensa. Puede que sea rarito, pero es el mejor amigo que podría tener. Manu me arrastró lejos de los Guays, donde ya no podían escucharnos. De todos modos, estaban demasiado entretenidos con el nuevo vídeo de ElMorenus. -¿No conoces al youtuber más Guay de todos los tiempos? ¡Es más famoso que Lady Gaga y Messi juntos! Si tuviesen un hijo, no sería ni la mitad de famoso que él. 18


Intenté imaginar al hijo de los dos y mi cerebro casi explota.

-¿Estás de broma? No sé lo que es un youtuber. Manu puso los ojos en blanco (literal, es una especie de superpoder que tiene). -Los youtubers graban vídeos y los suben a Internet. Los hay superfamosos, como ElMorenus. Tiene más audiencia que los partidos de fútbol. -¿Vídeos de qué? Mi amigo se encogió de hombros. -De cualquier cosa: videojuegos, viajes, anécdotas... Una vez, ElMorenus se grabó comiendo un yogur y el vídeo tuvo 100000 reproducciones.

-Menuda chorrada. ¿A quién le pueden interesar esos vídeos? -¿Es que acabas de nacer? -Manu estaba superindignado, como si le hubiese dicho que no sabía quién era Cristóbal 19


Colón-. ¡Los youtubers son lo más! Son las nuevas superestrellas. ¿¿¿Es que no tienes Internet??? -Claro que tengo Internet -dije a la defensiva-. ¿Dónde crees que vivo? ¿En una cueva de murciélagos?

-¡Todo el mundo ve vídeos en Internet! -insistió Manu, que estaba disfrutando mucho del hecho de que, por una vez, el rarito fuese yo. Esto tiene una explicación. Por supuesto que en casa tenemos Internet. El problema es que mi padre trabaja en casa, y casi no deja libre el ordenador. Además, cuando está disponible, mi hermana Angy lo acapara enseguida para jugar a su videojuego favorito, Peina a Pomelito el Poni.

Manu y yo terminamos la partida de los bolos sin volver a mencionar el tema, pero cuando nos fuimos de allí, volví a fijarme en Sara y el grupo de los Guays. Estaban entretenidos comentando el último vídeo de ElMorenus. 20


Si a Sara le gustaban los youtubers, no podían ser tan malos. Volvimos a casa emocionados por nuestra primera salida sin padres... aunque: 1) Manu había provocado el pánico con la Bola a la Fuga. 2) Casi me atraganto con las tortitas. 3) Perdimos el bus y tuvimos que volver a casa a pie. 4) Se puso a llover y me caí en un charco.

A pesar de todo, lo habíamos pasado bastante bien. A Manu no le había sangrado la nariz ni una vez. Sara me había mirado, aunque fuese por una milésima de segundo. Me moría de ganas por llegar a casa y descansar. Los sábados es el Día Oficial de Peli y Pizza en casa, el único momento de la semana en que nos dejan cenar delante de la televisión. Mis padres son de la teoría de que si los niños pasamos muchas horas delante de la tele, nos convertiremos en bestias salvajes o algo así. 21


La culpa la tiene mi tío Alfonso, que cada vez que hay partido de fútbol se tensa más que un hombre lobo en la Luna.

-¿Qué tal lo has pasado en el centro comercial? -preguntó mi madre nada más verme. -¡NO ME INTERROGUES! -protesté. Los adolescentes tenemos que hacernos los duros para que nos tomen en serio. -Pero si solo te he hecho una pregunta... -dijo ella, alucinada. Era verdad. Tenía que trabajar mejor mi dramatismo si quería que me subiesen la paga semanal. Cambié la estrategia por Peloteo Puro y Duro: -Lo hemos pasado muy bien. Por cierto, estás muy guapa, mamá. Mi madre me dirigió una de esas miradas de Ya-Sé-Lo-QueTramas. -David Gamero -solo pronuncia mi nombre completo cuando está muy seria-: no vamos a subirte la paga hasta que apruebes el curso. 22


En serio, no sé dónde entrenan a las madres para pillarte tan rápido. Si la mía trabajase en el FBI, pillaría a los asesinos antes de planear el crimen. Justo en ese momento, papá entró en casa. Venía del videoclub, esos sitios del siglo pasado donde la gente del siglo pasado alquila películas del siglo pasado. Papá es el único cliente del último videoclub de la ciudad. A veces pienso que sigue yendo por algún tipo de profecía apocalíptica.

Ese sábado me tocaba elegir a mí, así que trajo Tiburones VS arañas, una de mis películas favoritas. La había visto tantas veces que me sabía los mordiscos de memoria. Los diálogos no. ¿Cuándo has visto a un tiburón hablar? Esta peli había recibido un montón de premios: Premio Terrorizzi Palma

de

Oro

a la

de

Echar

la

Pota

Película Más Asquerosa

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La película perfecta para un sábado. Mi abuela fue la primera en sentarse. Su sillón estaba a medio metro de la tele porque es un poco cegata.

-¿Es una película de amor? -preguntó ilusionada. Mi abuela es una apasionada de las pelis pastelonas, de esas que cuando las ves es como si te comieses ocho algodones de azúcar. Miré la carátula de Tiburones VS arañas. El único corazón que íbamos a ver era el que se comerían los tiburones. Menos mal que la abuela se quedaba sopa a mitad de todas las pelis. Mis padres se sentaron a mi lado en el sofá. Angy, mi hermana pequeña, lo hizo justo delante. Siempre encuentra el modo de estorbar. -¿No te puedes poner en otro sitio? -pregunté de mal humor. -Qué quejica eres -dijo mi madre-. ¡Deja que tu hermanita se siente donde quiera! Una renacuaja no te tapará la pantalla. Como si la estuviesen retando, Angy se puso a hacer estiramientos de bailarina delante de la pantalla.

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-¡Para! -protesté. -Pero si no te tapo... -dijo con aire inocente. Sabe qué hacer exactamente para fastidiarme. No sé si he dicho ya que Angy es la hermana más insoportable del universo. Eso no lo digo yo: lo dicen en la NASA.

Una vez conseguí que Angy dejase de tapar la pantalla, pinché al play y nos pusimos a disfrutar.

Pizza y peli de terror. ¡Era perfecto! El plan de sábado por la noche no podía ser mejor, hasta que Angy se puso a resoplar para boicotear la peli. 25


Primero un resoplido bajito: -Puff... Luego un poco más alto: -PUFFFFF... Y por último, tan alto que no podíamos seguir la peli: -PUUUUUUUUUUUUUUUUUFFF...

Yo empecé a mosquearme. Con sus suspiros era imposible escuchar la típica música de tensión que te avisa de que el tiburón está a punto de atacar. -Angy, cariño, ¿podrías respirar para dentro un ratito? -dijo papá con mucho cuidado de no molestarla. La miman más que a una emperatriz-. Así es imposible seguir la peli. -¡Claro, papá! -respondió ella con su carita de niña buena. Yo no me fiaba un pelo. Demasiados años aguantándola. No tardó en contraatacar: -ME ABUUUUUUUUUUUUURROOOOOOOOOOOOOOOOO.

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Mamá se aclaró la garganta. No quería ser dura con Angy (había leído en un manual de psicología infantil que los gritos pueden transformar a los niños en pequeños terroristas), pero empezaba a perder la paciencia. -Cuchifritina -dijo mamá con mucho tacto. A mí me pitan los oídos cada vez que escucho su apodo-, estamos intentando ver la tele. ¿Podrías callarte un poquito? Pero mi hermana no se dio por vencida tan pronto. -Yo quiero ver una peli de ponis. -¿Es de amor? -preguntó la abuela, esperanzada. Yo salté por los aires. Se había pasado tres pueblos. -No es justo. ¡Quiero ver la película! La semana pasada ya vimos la que eligió Angy. La recordaba perfectamente. Todavía sentía escalofríos.

-Pórtate bien, cuchifritina -le pidió papá-. David también tiene derecho a elegir película. Sonreí con satisfacción. Angy se cruzó de brazos, enfadada. Seguimos intentando ver Tiburones VS arañas durante un 27


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