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Palabras enmarcadas Anotaciones de julio III: El mar

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Hay días en los que la humedad es tan alta que en cualquier momento siento que me van a salir branquias y voy a comenzar a respirar bajo el agua.

Quedo en el casino con mi amiga A. y aprovecho para ver la exposición del murciano Nacho Muñoz Cano “El mar”. Precisión y delicadeza en la pincelada. Color realista. Me vienen a la cabeza los dibujos del premio Nobel de literatura Gunter Grass. Todo el arte es agónico, lo queramos o no, lo sepamos o no. No sé si el arte nos salva de algo, pero estar con una amiga a la que queremos y de cuya compañía hace tiempo que nos disfrutamos es lo más parecido a regresar a casa.

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Escribo esta anotación el último día de campaña electoral. Se percibe el cansancio en el ambiente. Un cansancio a todos los niveles. Tú que me lees, amigo lector, ya sabrás el desenlace de la película; yo, mientras sigo escribiendo, todavía voy por esa parte del metraje en la que todo es posible.

Leo estos días “Agua y Jabón. Apuntes sobre elegancia involuntaria”, de Marta D. Riezu. Un libro fresco, inteligente y muy bien escrito. Un libro fragmentario. Me gustan mucho ese tipo de libros. Puedes abrirlos por cualquier página y encontrar en ellos un hilo de lectura. Libros como “La calle de la reina Ester”, de Julio Martínez Mesanza o como, por irnos a un clásico, las “Meditaciones” de Marco Aurelio.

El nivel general de nuestros políticos es directamente proporcional al nivel general de nuestros periodistas. (Esta frase vale para cualquier momento de nuestra historia desde el siglo XVIII).

Hay tantos temas en los que ya es prácticamente imposible opinar con absoluta libertad que hablar de censura por ciertas cosas me parece hasta de mal gusto. Hemos llegado a un punto ciertamente peligroso: la imposibilidad de poder expresarnos con tranquilidad sobre muchos temas importantes porque en esos temas hay una “opinión única” y todo lo que se salga de esa “opinión única” es señalado como… bueno, usted, agudo lector, ya conoce la palabra.

Pretender reescribir la historia es una de las tentaciones totalitarias más peligrosas que existen. De eso hablaba, entre otras cosas, el “1984” de George Orwell. Pues bien, eso se está haciendo continuamente. La conclusión parece evidente: vivimos en una distopía y no nos hemos dado cuenta, que es, por otro lado, la primera obligación de toda distopía.

Rezo por unos amigos que están atravesando una difícil situación. Lo hago con la confianza de que es justo lo que tengo que hacer. Y con la absoluta tranquilidad de que es justo lo que ellos ahora necesitan.

El mar es como los buenos amigos: No importa el tiempo que estés sin disfrutar de su compañía, pero necesitas saber que, si lo necesitas, va a estar ahí aguardando tu mirada.

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