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ENTREVISTA MANUEL MERILLAS
from Revista TRAIL n.102
Texto y fotografía: Quim Farrero
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Manuel Merillas, “Manu” (Valseco,1991) es, en cierta manera, el arquetipo del corredor vinculado a la montaña, en la que ha crecido y en la que vive formando parte de una comunidad muy reducida en un pequeño pueblo, La Cueta, en el que nos sobrarán dedos si contamos los vecinos con los de las dos manos. Allí, Manu disfruta del espacio con Zar, su fiel seguidor. Corre, esquía, cualquier cosa que tenga que ver con la actividad física y la tranquilidad. Pero lejos de ser un ermitaño, Manu es alguien muy sociable y muy hablador, con un discurso rápido, un tanto atropellado en el que parece que quiera, en unas frases, soltar todo lo que no ha dicho en unas semanas. Abierto, cordial, se expresa a ráfagas y se le llena la boca cuando habla de su relación con la naturaleza y, sobre todo, de sus andanzas con su fiel compañero, Zar.
¿Cuál es tu relación con el mundo de la montaña? Empieza desde muy pequeño, en que iba por el campo con el ganado y mi familia. Vengo de una familia de ganaderos y mineros. No he tenido relación con la minería porque cuando tenía dieciocho años y hubiera podido trabajar en ella, la minería estaba prácticamente desmantelada. Es cualquier caso me tira más estar fuera que dentro. Mientras estuve en el ejército me propusieron trabajar en oficinas y no quise. A mi dame aire puro.
¿Cómo llegas al ejército? Pues llegué después de hacer un ciclo formativo de chapa y pintura y haber pasado por la Ford de prácticas. De allí, al cumplir los dieciocho años me fui al ejército. Me gustaba la dinámica y, al final, te formaban para hacer montaña, conducir cualquier cosa, usar armas… cosas que me llamaban la atención. Me lo tomé como un trabajo; era el año 2009, en plena crisis, y la cosa estaba mal. Me encantó. Estuve seis años y después lo dejé. El primer sitio en el que entré era porque había plazas (en montaña era difícil entrar). Estuve en San Sebastián y allí empecé a buscar la forma de ir a otra destinación y finalmente conseguí ir a Jaca, donde estuve cinco años.
¿Descubres correr por la montaña en el ejército? Empecé a correr estando en el monte con el ganado; siempre había alguna urgencia o algún motivo para ir deprisa a algún lado, como una vaca pariendo, por ejemplo. Estuve años jugando a fútbol, hasta los dieciocho, luego empecé a hacer atletismo y me gustó, hasta que mi tío me llevó al monte a correr y me gustó más que el atletismo y allí podríamos decir que empecé realmente. Mi tío ya corría; empezó a partir del momento que se planteó perder peso – de 130 kilos pasó a 70 – y la primera vez que salimos me sacó los ojos Eso fue también el desencadenante de empezar con el esquí de travesía, la escalada, el barranquismo… El esquí ahora me gusta mucho, pienso que el verano es para correr, pero cuando hay nieve… Si sabes esquiar no hay nada más. El esquí de travesía me parece un deporte muy bonito. Esquío desde muy pequeño: al lado de donde yo vivía, en Valseco, hay una estación pequeñita a la que iba muy a menudo, la primera vez con cuatro años.
¿Empiezas de chaval con el esquí de montaña?
No, hasta los dieciocho, más o menos, sólo esquié en pista. Fue en Jaca donde me metí en el equipo de esquí de montaña y lo descubrí. Ya esquiaba, con lo cual tenía una buena base, y la técnica de ascenso la fui cogiendo. Ahora sólo hago prácticamente esquí de travesía. Antes de la lesión estuve con la Selección Española y fui al Campeonato de Europa y a la Copa del Mundo. Entre correr y la travesía, te diría que cada uno tiene su cosa: el esquí de travesía te da mucha libertad –si sabes moverte-, pero puedes correr siempre, En cualquier caso, el cambio de dinámica es muy bueno para la cabeza. En invierno prácticamente no corro, y puedo salir de casa con los esquís.
¿Y la primera carrera? Al principio no sabía ni que existían las carreras por montaña. Probé y, a pesar de que en ningún momento había entrenado específicamente, vi que se me daba bien. Luego, antes de la lesión, si hubo unos años en que entrenaba de forma específica. A mi lo que me motivaba más era entrenar, andar por el monte.
Háblanos de esa lesión El detonante fue una carrera en Cantabria, en enero de 2016. Tenía una calcificación en el tendón de
Aquiles derecho que, tarde o temprano iba a darme problemas y que me dijeron de no tocarlo hasta que aparecieran esos problemas. Estuve como un año y cuatro meses hasta que me operé, probando de todo: ondas de choque, tratamientos con colágeno, todo tipo de manipulaciones manuales, y no había manera de mejorarlo. Finalmente, una resonancia definió lo que tenía exactamente, hablé con muchos médicos y acabé con David López, en Madrid y me dijo creía que él podía solucionarlo. En una semana estaba operado y ahí se acabó el problema. Me hizo un seguimiento y unos cuantos controles y a partir de ahí seguí una línea ascendente muy suave para ir subiendo el ritmo en dos años, que ahí es donde falla mucha gente que se opera, en las prisas. Yo, cuando me dijo dos años, le dije que quizás estaríamos tres. El médico me dijo que podía hacer tanta bici como quisiera, y a los dos meses de operarme me rompí la clavícula andando en bici y, al fin y al cabo, me fue bien para tomármelo con calma. Yo no tenía ninguna prisa e, incluso dos años después, seguía yendo con cierta cautela. Ahora ya puedo entrenar mucho.
¿Qué es entrenar mucho para ti? Unas 1.800 o 1.900 horas al año, unos 600.000 positivos, unos 10.000 kilómetros corriendo y otros 14.000 en bici. Haga lo que haga en la montaña, aunque sea trabajo de guía, siempre me lo tomo como un entrenamiento. Ahora me he sacado el TD2 de montaña y quiero dedicar este año a guiar y a correr. Desde que dejé el ejército, todos mis trabajos han estado vinculados al entorno natural, sea de guía sea en medioambiente controlando al Urogallo. Además, después de lo que haga trabajando hago algo más, a veces a costa de dormir.
¿Y el descanso? El descanso es muy importante, lo que pasa es que llevo unos cuantos años trabajando en un método de entreno personal, consultado con un entrenador, en el que en cinco o siete días meto lo que otros en tres semanas. Durante un tiempo me entrenó Jokin Lizeaga, luego me entrenó Juan Carlos, un chico de Santander, y después de la lesión empecé a hacerlo por mi cuenta y riesgo.
¿Cuándo te vas a vivir a La Cueta? Poco después de la operación, unos tres meses después, me trasladé allí con una caravana. Estuvimos mirando cabañas en el monte, o casas para alquilar y como un encontrábamos nada, a mi padre se le ocurrió la posibilidad de hacerse con una caravana y ponerla en el corral de un amigo para poder tener corriente de la casa. Estuve tres años en la caravana. En verano me movía porque no se podía estar en la caravana de calor. Iba a casa de mi hermana, de mis padres. Me quedaba en la caravana si veía que daban lluvia, si no era un horno. Ahora estoy en una casa. Somos siete vecinos en un pueblo que está en la cabecera del río Sil y, a pesar de que es muy conocido, va muy poca gente. Yo conocía el lugar porque mi abuelo me llevaba de pequeñín. A lo largo del año me muevo en base al calendario que haya hecho, normalmente tengo dos o tres objetivos, y prefiero los retos personales en la montaña.
No obedeces mucho al estándar de corredor de alto nivel… Tengo temporadas enteras planteadas en base a un reto, sea el Anillo de Picos o un Campeonato
de Europa. Prefiero dedicar los fines de semana a hacer montaña, a menudo solo, pero a veces con algún amigo. En general lo prefiero a las carreras, que en general, me gustan más largas. No entiendo viajar horas para correr sólo una; igual después de correr tendría que ir a entrenar… Pero al final hago un poco de todo, porque los kilómetros verticales me gustan, me gusta la polivalencia. Y también la competición, aunque sea contra mí mismo. Hago muchas cosas para mi y no me importa demasiado si se homologan los tiempos o no. Yo me apunto en una libreta todo lo que quiero hacer y voy tachando. Me parecen absurdas esas polémicas de si uno está federado o no y esas cosas. Por supuesto que puede haber trampas, pero el que las haga se las hace a si mismo, eso me decía siempre mi padre. A veces es la necesidad de conseguir reconocimiento.
¿Y vivir de esto, qué tal? Este año puedo vivir de ello, más allá de otros trabajos como entrenar gente o guiarla por la montaña, que me representa un plus. Yo vivo con muy poco, tengo todo lo que
necesito. Mi futuro estará en la actividad como guía, no en lo que saque de mi vida deportiva. Sin ser fácil, las posibilidades de vivir de esto son mejores ahora que hace diez años, el tema del futuro lo tengo claro desde que me lesioné y me dejaron colgado varios patrocinadores. Algunos, como Mammut, me trataron muy bien y respetaron el contrato hasta el último día, otros, como Compressport, me dejaron colgado debiéndome dinero.
Háblame de Zar… Zar, mi perro, ha hecho conmigo de todo. Lo tengo desde los dos meses y es de una camada de perros para cuidar el ganado de mi familia. Es una maravilla. En ocasiones con la moral baja, es quien me obliga a salir, podríamos decir que en algún momento me ha sacado a pasear él. Aún no se dónde está el límite de que me pueda acompañar. Va por donde sea, y si necesita ayuda, la pide. Me acompaña esquiando, haciendo bici de montaña, de carretera -por la del pueblo que no va nadie-, corriendo… Ha hecho cuevas conmigo, barrancos, ha rapelado colgado de mi arnés -tengo un arnés para él-. Son perros muy resistentes. No se despega de mí. Después de la operación estaba siempre a mi derecha como protegiendo mi pierna. Parecía más preocupado él que yo.
Hoy cumples treinta años… ¿Cómo te ves en la próxima década? Mientras vea que sigo mejorando, lo daré todo. Me gusta apretarme, estar en forma. No preparo las temporadas por picos de forma, mi planteamiento es una línea constantemente ascendente. Intentaré mantener eso hasta que llegue al techo. Hasta ahora, cada año me siento mejor, voy más rápido (subiendo y bajando) y aguanto más. Siempre hay algo que mejorar. Esto intento trasladarlo a la gente que entreno. Donde me siento más cómodo es en terreno técnico en montaña. En cuanto a la próxima década, iré hasta donde llegue, y después, me iré enfocando hacía mi actividad como guía y, desde el
punto de vista deportivo, hacia el alpinismo. Mi sueño sería un K2. Siempre con la idea de ir rápido, aunque sean actividades difíciles.
¿Entonces, cuando corres, te sentirás más cómodo en las subidas? Pues no, creo que mi punto fuerte son las bajadas. Me siento muy bien subiendo, pero mis amigos me dicen que lo hago mejor bajando, me dicen que no soy consciente de cómo bajo.
¿Una carrera ideal? La Travesera de Picos, en Alpes tal vez Kima. Tengo el Tor des Géants en lista para hacerla en unos años, iba a ir este año pasado, pero con el tema de la pandemia lo dejé y, de momento, lo he pospuesto para otro momento. Ahora me veo muy fuerte en carreras más cortas, de diez o doce horas, y voy a aprovechar. La Hardrock, también me gustaría, corrí una vez en EEUU y me gustó el rollo que llevan: altura y desnivel, con un recorrido lógico, a poder ser con una cima. A la vuelta al Mont Blanc le falta la cima, por bonita que sea y por mucho que haya que hacerla -la tengo pendiente- le falta algo. No es que no se pueda vivir sin ir a UTMB, pero es un poco como Zegama, son
carreras que, si se puede, hay que vivir, aunque no sea exactamente mi estilo, y no porque sea comercial, eso, de por sí, no es malo, pero si lo es, debería serlo con todas las consecuencias, incluyendo premios en metálico. Algún año iré. Este año tengo en la agenda Mágina, que será campeonato de España, luego Travesera, tal vez Livigno, Comapedrosa en Andorra, los Campeonatos del Mundo en la Buff y finalmente los récords del Cervino y Mont Blanc. Entremedias iremos metiendo alguna otra cosa.
¿Cervino? ¿Mont Blanc? Tengo destinadas unas tres semanas y media para el Cervino, si me sale en menos, pues estupendo, más cosas podré hacer. Tenía pensado hacerlo el año pasado, por Italia. Creo que es un recorrido ideal para mí. Lo tengo apuntado en la libreta desde 2014. El Mont Blanc quiero hacerlo desde Courmayeur. Tiene el récord Marco de Gasperi y el recorrido me parece más bonito que el del lado francés, tal vez no sea tan directo porque hay una
travesía larga hasta que no llegas a la base, pero luego subes recto, y como ahora estoy con Scarpa, pues todo viene bien.
Vamos con el mundo de las redes… Hasta hace muy poco, en casa no tenía cobertura, ni tele ni nada y puedo gestionar algo de redes, pero antes era imposible; tenía que salir, hiciera el tiempo que hiciera, para buscar un punto de cobertura y poder enviar o responder mensajes o poner algo en redes. Lo llevaba preparado en el teléfono para que saliera automáticamente en cuanto cogiera cobertura sin tener que sacar el aparato del bolsillo. Intento llevarlo lo mejor que puedo, y ahora me ayuda mucho mi pareja, por suerte, porque no se me daba bien. Yo le digo qué quiero decir y cómo y ella lo prepara. De todos modos, me gusta contestar yo mismo los mensajes. Puedo tardar, pero contesto. En cualquier caso, en redes intento ser lo más fiel posible a lo que yo soy, aunque a veces me siento un poco mercena-
rio. Es difícil equilibrar el valor deportivo con el mediático, pero es que estamos en un deporte en el que, incluso valorar quién es el mejor es difícil, hay muchos campeonatos del mundo, todos con características diferentes: en una carrera le pueden sacar veinte minutos al que en otra ha sido campeón del mundo. Pienso que en montaña, ir a buscar quien es el mejor es un poco absurdo, con la excepción de Kilian que está claramente por encima del resto. Por otro lado, yo me puedo pasar días comunicándome muy poco. A veces, ir a carreras como Zegama, en las que hay mucha gente, es mi dosis de interacción con la gente, y me gusta: cualquiera que se me acerque tendrá respuesta. Pero luego me puedo pasar muchos días sólo hablando con mi pareja o cuando voy a hacer la compra. Y me siento a gusto. Esa tranquilidad me gusta en la montaña, no llevo nunca música. Esa tranquilidad me ha permitido, por ejemplo, ver osos en alguna ocasión, y ver que el oso se asusta más que yo -los ataques de osos a humanos son muy raros- del mismo modo que el lobo no hace nada. El que me da más respeto es el jabalí: se puede llevar por delante todo lo que esté en su trayectoria.
Un libro: Un burka por amor, de Reyes Monforte Una película: Límite vertical, de Martin Campbell Música: Extremoduro