Handbook Edición Especial Arizona: Ruta 66

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Arizona: El corazón palpitante de la Ruta 66

Descubriendo Arizona a través de la Ruta 66

Parada 1: Phoenix

Parada 2: Lake Havasu

Parada 3: Oatman

Parada 4: Kingman

Parada 5: Seligman

Parada 6: Williams

Parada 7: Flagstaff

Parada 8: Winslow

Parada 9: Holbrook

Parada 10: Gilbert

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Hay carreteras que son útiles, otras que son hermosas, pero solo unas pocas son eternas. La Ruta 66 no es simplemente un camino; es un río de asfalto que corre a través del corazón y el alma de América. Es un poema que no se escribe con palabras, sino con ruedas que giran, con horizontes que prometen y con sueños que nunca se han detenido. Es una arteria que conecta no solo lugares, sino épocas, personas y espíritus. Es la promesa de algo mejor, siempre al alcance del siguiente kilómetro.

El Camino del Alma

“La Carretera Madre”, la llamó Steinbeck, y con razón. La Ruta 66 no fue solo un escape físico para los migrantes que huían del polvo y la desesperación durante la Gran Depresión; fue un escape emocional, una vía de esperanza que cruzaba el vasto pecho del país, prometiendo un futuro más brillante. "Era más que un camino. Era una cosa sagrada", escribió, y en cada milla recorrida, aquellos viajeros depositaban sus plegarias, sus deseos y sus vidas enteras.

Décadas después, la 66 dejó de ser un escape de la pobreza para convertirse en un símbolo de libertad. Bobby Troup lo inmortalizó en su canción inmortal, “Get your kicks on Route 66”. Fue el himno de los road trips familiares de los años 50, de los solitarios en busca de autodescubrimiento y de los rebeldes que, como los personajes de Kerouac, veían en las carreteras abiertas un destino en sí mismas. “Nada detrás de mí, todo delante de mí, como siempre en la carretera”, escribió Kerouac, y esa frase captura perfectamente el espíritu de la Ruta 66: un camino que siempre te lleva hacia adelante, hacia lo desconocido.

Por Jesús Alonso

Arizona: El Corazón

Palpitante de la Ruta 66

Y si la Ruta 66 es un poema, entonces Arizona es su verso más memorable. Aquí, la carretera serpentea entre paisajes que parecen irreales, una sinfonía de desiertos dorados, cielos interminables y pueblos que parecen detenidos en el tiempo. Arizona no es solo un estado por el que pasa la 66; es donde la carretera cobra vida, donde cada curva y cada parada susurran historias que esperan ser escuchadas.

En Oatman, los burros salvajes caminan por las calles polvorientas como si fueran los guardianes de un pasado que se niega a desvanecerse. Los edificios de madera y los espectáculos de tiroteos recrean el espíritu del viejo oeste, mientras los viajeros modernos se detienen para sentir el polvo bajo sus botas y dejarse transportar a una época en la que la vida era más simple, más cruda y, en cierto modo, más auténtica.

En Kingman, el Museo de la Ruta 66 te envuelve en una narrativa que te hace parte de algo más grande. Allí, las fotos en blanco y negro, los letreros antiguos y las reliquias de épocas pasadas cuentan historias de familias que lo arriesgaron todo, de soldados que regresaban del frente y de soñadores que buscaban un nuevo comienzo. No es solo un museo; es un santuario que guarda el espíritu de la carretera para las generaciones venideras.

En Seligman, el neón parpadeante y las fachadas retro te transportan a los años 50. Aquí, Ángel Delgadillo, el “Guardián de la Ruta 66”, luchó para que este tramo de la carretera no se perdiera en el olvido cuando las autopistas interestatales amenazaron con borrar su legado. “Mantener viva la 66 no es solo preservar una carretera, es preservar una forma de vida”, dijo, y su lucha ha convertido a este pequeño pueblo en un monumento viviente al pasado.

Paisajes Pintados por los Dioses

Arizona no es solo un viaje a través de la nostalgia; es un espectáculo visual que corta la respiración. El Parque Nacional del Bosque Petrificado es una maravilla que desafía el tiempo, con troncos fosilizados que cuentan historias de 200 millones de años. En Meteor Crater, un enorme cráter de impacto es un recordatorio de que incluso el universo ha dejado su huella en esta tierra.

Y luego están los cielos. Los cielos de Arizona no son solo cielos; son catedrales de color y luz. Al atardecer, el horizonte se enciende en tonos de fuego, y por la noche, las estrellas parecen estar tan cerca que podrías tocarlas. Este no es solo un lugar; es una experiencia que llena tus sentidos y tu alma.

La Magia de lo Retro

En cada parada, la Ruta 66 te envuelve en la magia de lo retro. Es el Wigwam Motel en Holbrook, donde puedes dormir en un tipi de cemento que parece salido de una película de los años 50. Es Delgadillo’s Snow Cap Drive-In, donde las hamburguesas saben mejor porque vienen con una buena dosis de humor y hospitalidad. Es Mr. D’z Route 66 Diner, donde una malteada y una jukebox pueden transportarte a una época en la que el rock and roll era la banda sonora de la vida.

Estos lugares no son meros vestigios del pasado; son portales a un tiempo en el que viajar era una aventura, en el que cada parada en la carretera era una celebración y en el que la Ruta 66 no era solo un camino, sino una experiencia en sí misma.

El Llamado de la Ruta

La Ruta 66 sigue viva porque su espíritu es eterno. Es un camino que no se trata de velocidad, sino de conexión. Conexión con los paisajes, con las historias, con las personas y, sobre todo, con uno mismo. Es una carretera que te invita a desacelerar, a mirar a tu alrededor y a encontrar belleza en los detalles.

Este no es un viaje para quienes buscan comodidad o rapidez. Es un viaje para los románticos, los soñadores y los aventureros que entienden que la verdadera magia está en el camino. Es para quienes quieren sentir lo que Steinbeck llamó “el pulso del alma de un país” y para quienes saben que, en la carretera, cada milla recorrida es un paso más hacia el autodescubrimiento.

El Camino Hacia Ti Mismo

Así que aquí está la invitación: sube al auto, ajusta tus espejos y enciende el motor. La Ruta 66 no es solo una carretera; es una metáfora de la vida misma. Es un viaje que no termina al llegar a un destino, sino que sigue vivo en tus recuerdos, en las historias que cuentas y en las personas que encuentras en el camino.

Como dijo Kerouac: “Porque la carretera es vida”. Y en Arizona, bajo cielos infinitos y paisajes que desafían las palabras, esa vida te espera. Adelante, toma el volante. El viaje de tu vida comienza aquí.

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