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La brecha de género en ciencia y tecnología

Marcela Storm Ciberactivista

Es inaceptable que aún en 2023, después de más de un siglo de lucha por la igualdad social, las niñas y mujeres todavía tengan que enfrentarse a las barreras sistémicas y culturales que coartan su participación y su progreso en el campo de la ciencia y la tecnología.

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La brecha entre hombres y mujeres en el área científico-tecnológica es un reflejo de la división sexual del trabajo. Desde edad temprana, las niñas son sometidas a través de distintos aparatos ideológicos a estereotipos de género que las hacen creer que la ciencia no es para ellas y que sus roles sociales son otros, lo que limita su confianza y su motivación. Esto, aunado a la falta de modelos a seguir y a la carencia de apoyo, recursos y oportunidades, las aleja de las carreras científicas.

Las cifras son elocuentes y muestran la magnitud del problema. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), en el mundo sólo 35% de los estudiantes de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas, y apenas 28% de los investigadores, son mujeres. Por si esto fuera poco, un estudio de 2019 de la Universidad de Cambridge encontró que las mujeres vinculadas a esas áreas reciben pagos en promedio 9% menores que los de los hombres. Es decir, no solamente somos pocas en este campo, sino que nuestro trabajo vale menos. Y qué decir del techo de cristal en el sector: si ya entrar en este ámbito es un asunto complejo, alcanzar posiciones visibles de liderazgo es una auténtica odisea.

Otro agravante es el acoso y la discriminación en el entorno laboral. Las mujeres a menudo enfrentan comentarios sexistas que pueden afectar negativamente su desempeño y bienestar. En Estados Unidos, por ejemplo, un estudio reciente de la Universidad de Texas-Austin encontró que 41% de las mujeres en el campo de la ciencia han experimentado acoso sexual en el lugar de trabajo.

Desde luego que ha habido avances en materia de políticas públicas que promuevan ambientes educativos y de trabajo adecuados para el desarrollo de las mujeres en el campo científico-tecnológico, pero las barreras existen todavía. Así que todo apunta a que más allá de los programas de sensibilización y las campañas para estimular la incorporación de chicas a estas áreas, se necesita un orden diferente de la división sexual y social del trabajo y, por ende, una nueva forma de concebir la manera de relacionarnos.

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