CONJUNTOS MONUMENTALES RENACENTISTAS
Ú B E DA B A E Z A ANEXO 1 PATRIMONIO MUNDIAL INFORMES DE JUSTIFICACIÓN DE VALORES PROPUESTA DE INSCRIPCIÓN EN LA LISTA DE
E S PA Ñ A , J u n i o 1 9 9 9 A Y U N T A M I E N T O D E Ú B E D A
AY U N TA M I E N TO D E B A E Z A
J U N TA D E A N DA LU C Í A
PROPUESTA DE INSCRIPCIÓN DE ÚBEDA-BAEZA EN LA LISTA DE PATRIMONIO MUNDIAL
ANEXO 1
INFORMES DE JUSTIFICACIÓN DE VALORES
ANEXO INFORMES DE JUSTIFICACIÓN DE VALORES UNIVERSALES DE ÚBEDA-BAEZA
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ÍNDICE DE INFORMES
- ÚBEDA Y BAEZA EN EL RENACIMIENTO: LA LECCIÓN UNIVERSAL DE SU URBANISMO. Luis Marín de Terán. Dr. Arquitecto. Sevilla. - ÚBEDA Y BAEZA EN SU ENTORNO. UNA SINGULAR IRRADIACIÓN URBANA Y ARQUITECTÓNICA. - LA ORIGINAL Y COMPLETA SECUENCIA DE LA ARQUITECTURA RENACENTISTA EN ÚBEDA Y BAEZA. - TRADICION E INOVACIÓN EN LA ARQUITECTURA DE VANDELVIRA EN ÚBEDA Y BAEZA: APORTACIÓN A LA CULTURA ARQUITECTÓNICA RENACENTISTA UNIVERSAL. - ÚBEDA Y BAEZA. TALLER DE CANTERÍA UNIVERSAL. Pedro Galera Andreu. Dr. en Historia del Arte. Vicerrector Universidad de Jaén. - ÚBEDA-BAEZA, MODELO EJEMPLAR DE VOCACIÓN E INFLUENCIA EN AMÉRICA. Miguel Molina Martínez. Dr. en Historia de América. Universidad de Granada. - INNOVACIÓN Y EXCEPCIONALIDAD DEL DISCURSO ICONOLÓGICO RENACENTISTA. Joaquín Montes Bardo. Dr. en Historia del Arte. Úbeda.
- ÚBEDA-BAEZA, MODELO DE LUCHA POR LA DEMOCRATIZACIÓN MUNICIPAL Y DE INTEGRACIÓN CULTURAL DE LA SOCIEDAD EN LA BAJA EDAD MEDIA. Mª Josefa Parejo Delgado. Dra. en Historia. Sevilla. - ÚBEDA-BAEZA, RECONOCIDA “FORTUNA CRÍTICA” DE DOS CIUDADES DEL RENACIMIENTO. Arsenio Moreno Mendoza. Dr. en Historia del Arte. Universidad Pablo de Olavide, Sevilla. - ÚBEDA-BAEZA, ESPACIALIDAD LITERARIA. Antonio Chicharro Chamorro. Dr. en Filología Románica. Universidad de Granada. - ÚBEDA-BAEZA, UN ENTORNO CULTURAL VIVO. LA CONTINUIDAD EN LAS TRADICIONES Y EN LAS ARTESANÍAS. Juan Agudo Torrico. Dr. en Antropologogía. Universidad de Sevilla. - LOS ARCHIVOS HISTÓRICOS MUNICIPALES. VALOR HISTORIOGRÁFICO. Ramón Beltrán, Josefa Montoro y Vicente Ruiz, Archiveros Municipales de Úbeda y Baeza.
- LA UNIVERSIDAD DE BAEZA: MODELO DE INNOVACIÓN HUMANISTA DE LA UNIVERSIDAD ESPAÑOLA. Juan Higueras Maldonado. Dr. en Historia. Universidad de Jaén.
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ÚBEDA Y BAEZA EN EL RENACIMIENTO: LA LECCIÓN DE SU URBANISMO.
Luis Marín de Terán. No es necesario precisar en qué medida la realidad política, económica y municipal de las ciudades de España e Italia durante el quinientos fue muy distinta, un aspecto que en ningún momento se puede olvidar cuando se analizan los procesos urbanos desarrollados durante la etapa renacentista por cuanto ciertos temas, soluciones y prácticas formulados por los tratadistas italianos del s. XV, en múltiples ocasiones no podrán aplicarse directamente a las poblaciones de la Península Ibérica, exigiendo las correspondientes reelaboraciones para adaptarlos a sus particulares estructuras sociales, económicas y del poder. Por otra parte, las «ciudades-estado» de Italia durante el cuatrocientos y quinientos se vieron inmersas en un permanente clima bélico, que impide que en ellas puedan llevarse a cabo determinadas ideas planteadas por algunos teóricos, entre ellos Alberti, que propugnaban el tema de las poblaciones abiertas y en expansión gracias a un libre y activo comercio. Por el contrario, en España, incluso antes de la conquista del Reino de Granada, la seguridad de las poblaciones del interior propicia intensos crecimientos de los arrabales, lo que permite que en ellas puedan concretarse de manera ejemplar algunos temas presentes en los tratados, que en Italia debieron quedar como aspiraciones ideales pero sin posible aplicación en la práctica. A su vez, en tanto que en Italia naufragan ciertas ideas de los teóricos por razones de índole militar, éstas podían alcanzar formulaciones de insospechada pureza en países como España, y esto es lo que sucede en Úbeda y Baeza en lo que se refiere al tema de las puertas diseñadas como «arco de triunfo», o a la dinámica evolutiva de la periferia, a la construcción de grandes y monumentales equipamientos en los arrabales, entre ellos el Hospital de Santiago, que difícilmente hubieran podido levantarse en el interior del recinto amurallado. Las ciudades de Úbeda y Baeza mantuvieron a lo largo del quinientos dinámicas de transformación un tanto diferenciadas y complementarias. En términos de analogía, lo que acontece en Úbeda se aproxima más a lo que sucede en las cerradas poblaciones italianas de los siglos XV y XVI, en tanto que los cambios que experimenta Baeza al concluir el quinientos aproximan su estructura a los modelos de ciudad abierta preconizados por los grandes tratadistas del primer renacimiento. Por este motivo, y en conjunto, Úbeda y Baeza aportan una auténtica recopilación en la que se constata la presencia de gran número de las ideas, soluciones y prácticas del «urbanismo renacentista» adecuándolas, cuando se hacía necesario, a una realidad sociopolítica y municipal muy distinta de la italiana. En el caso de Baeza, el proceso de descentralización que se
pone en marcha desde finales del cuatrocientos en adelante conduce a una organización urbana hasta cierto punto binaria: el viejo recinto amurallado se nos presenta ante todo como un núcleo religioso y universitario en el que la Catedral, la residencia del Obispo, el Seminario, la Universidad y el Colegio de los Jesuitas son las piezas que con mayor intensidad recualifican la ciudad medieval reconduciéndola al orden urbano y arquitectónico del Humanismo. Por supuesto, en este ámbito existen otras muchas construcciones eclesiásticas y civiles, entre ellas el palacio de Jabalquinto y la casa de los Cabrera, que asociadas a ciertas remodelaciones de los espacios públicos y cambios en las alineaciones más o menos contundentes, también contribuyen decisivamente a reestructurar la parte alta de la población. Al tiempo, lo que antes fueran los arrabales de Baeza, desde los últimos años del s. XV comienzan a transformarse aceleradamente en ciudad completa y compleja en la que se concentran las actividades mercantil y económica, las nuevas sedes de las instituciones públicas, las residencias de numerosas familias principales y algunas piezas religiosas especialmente significativas. La plaza del Mercado junto con las brillantes arquitecturas platerescas o renacentistas de las Escribanías Públicas, la Alhóndiga, la Casa Consistorial Baja, la Cárcel y Casa de Justicia, el edificio de la Carnicería, el convento de San Francisco etc., confieren a la ciudad baja un peso funcional y simbólico incuestionable, en tanto que su tamaño supera con mucho las dimensiones del recinto amurallado. Nos encontramos ante un núcleo urbano abierto y en expansión, cosa que resultaba imposible en Italia, con fuertes crecimientos que se concretan unas veces en términos de arrabal en tanto que en otras responden a «planes» y parcelaciones trazados a cuerda y escuadra en las que las relaciones morfo-tipológicas guardan una estrecha relación con las dibujadas por Leonardo da Vinci para «Remorantin», o por Sebastiano Serlio para su «Descrizione e disegno di città militare». La dinámica de transformación de Úbeda discurre por otros derroteros. Aunque su periferia también experimente una importante expansión, la reforma renacentista tiende a concentrarse en el recinto de intramuros, que se ve inmerso en un denso proceso de recualificaciones urbanas y arquitectónicas. En este sentido, se constata la apertura de numerosas plazas y placetas vinculadas a residencias de familias principales, o la remodelación de espacios ya presentes en el núcleo medieval. Aunque estas intervenciones individualmente debamos considerarlas como operaciones de reestructuración de tono menor (al decir esto prescindimos de la plaza Vázquez
de Molina), en conjunto sí adquieren una importancia incuestionable por cuanto introducen un delicado sistema de puntuaciones en el tejido, que rompe y altera sensiblemente el «continuum» de la traza mudejárica. Ahora bien, es patente que esta política en modo alguno debe interpretarse como un comportamiento «provinciano», sino como la respuesta específica del urbanismo renacentista de España a las particulares condiciones sociopolíticas que se daban en sus ciudades. En otro orden de cosas, la manera concreta con que se sitúan ciertas arquitecturas en la trama viaria focalizando visuales mas o menos amplias -en línea con el «fin de perspectiva» y con la teoría renacentista de la «calle cerrada»- junto con las torres y las brillantes composiciones desarrolladas en ciertas aristas de esquina, constituyen otros tantos hitos y signos emitidos a escala urbana que contribuyen muy eficazmente a la recualificación de la ciudad heredada. Por último, resulta necesario referirnos a la plaza Vázquez de Molina de Úbeda en cuyas márgenes se levanta un brillante repertorio de edificios renacentistas religiosos, residenciales y públicos, que, incuestionablemente, debe figurar entre los conjuntos más destacados a nivel europeo. Con independencia de su extraordinaria calidad arquitectónica, lo que nos interesa de esta plaza es su dimensión urbana. Junto a los dos grandes polos de Úbeda, la medieval plaza del Mercado reforzada en el s. XVI con la construcción de las Casas Consistoriales, y la plaza de Toledo -ambos recualificadas durante el quinientos y de carácter dominantemente mercantil y municipal- la intervención que nos ocupa se nos presenta como un tercer polo que complejiza la organización urbana: se trata del nuevo recinto del poder y la concreción espacial y formal de la «aristocracia» política y económica que se configura durante la etapa renacentista. En este sentido, anula y sustituye al viejo y agotado espacio-emblema de los señores medievales -el núcleo del Alcázar- que despojado de sus antiguas funciones y contenidos paulatinamente se vacía de pobladores y se degrada materialmente. En suma, la LECCIÓN DE URBANISMO que nos ofrecen Úbeda y Baeza durante el quinientos trasciende ampliamente lo local y lo nacional, para instalarse con pleno derecho en el ámbito de la alta cultura renacentista por cuanto no supone la mera repetición de temas previamente desarrollados en Italia -en este caso su interés sería menor- sino por cuanto nos muestran ejemplarmente cómo el «Corpus Teórico» matriz se reelabora y adapta a una situación política, social, económica y del poder muy distinta, generándose un cúmulo de soluciones y modelos que reestructuran y recualifican la organización urbana medieval en los términos que predicaba la cultura del Humanismo.
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sociedad. Pero al contrario, las ciudades de contorno poligonal genéricamente respondían a motivaciones concretas, tendiéndose en ellas a corregir aspectos existentes en las estructuras reales
EL URBANISMO RENACENTISTA EN LA CIUDADES DE ÚBEDA Y BAEZA. LA RECUALIFICACIÓN URBANA PREVIA: LA RENOVACIÓN DEL PLATERESCO.
en busca de una mayor racionalidad. En este sentido todo indica que los trazados urbanos de Filarete, o Francesco di Giorgio Martini (Fig. 3), pretendían establecer unos prototipos válidos para ser construidos.
LAS TRANSFORMACIONES URBANAS RENACENTISTAS: A/ LAS PLAZAS Y PLACETAS DE REESTRUCTURACION. B/ LA FOCALIZACION. C/ LA ESQUINA Y LA TORRE: UN ASPECTO PARTICULAR DE LA FOCALIZACION. D/ LA ACTUALIZACIONES PROMOVIDAS POR EL CABILDO SECULAR DE ÚBEDA: LAS CASAS DEL CONCEJO Y LA PLAZA DE TOLEDO.
Fig. 1. Fray Giocondo de Verona. Vista de ciudad ideal (1513)
LA PLAZA VÁZQUEZ DE MOLINA DE ÚBEDA. LA PERIFERIA EL SIGLO XVI.
INTRODUCCIÓN El urbanismo renacentista mantuvo en Italia durante los siglos XV y XVI dos líneas bien diferenciadas. Por un lado, ciertos vectores del pensamiento teórico se concretan en el trazado de las llamadas «ciudades ideales», de perímetro circular o poligonal, cuya planta surge como respuesta a las conocidas y un tanto vagas indicaciones de orden práctico expuestas en los libros de Vitrubio, sin que pueda descartarse también cierto grado de pervivencia de un orden simbólico medieval en cuyo seno se entendía que la circunferencia era la figura geométrica superior por cuanto expresaba la perfección divina.
Fig. 2. Gianbatista Caporali. Diseño de ciudad vitrubiana.
El dibujo tantas veces publicado de Fray Giocondo de Verona (Fig. 1), algunos trazados de Sangallo el Joven, la planta de «Ciudad Vitrubiana» realizado por Gian Battista Caporali (Fig. 2) etc, son diseños que muestran ejemplarmente las coordenadas conceptuales de lo que fue el «urbanismo ideal» del Renacimiento, cuyas propuestas serán siempre ciudades cerradas, completas, acabadas y no ampliables que, con independencia de su mayor o menor dosis de utopía, en modo alguno podemos considerar que fuesen fantasías situadas al margen de la realidad, y prueba de ello lo tenemos en Cortemaggiore, Sabioneta o Palmanova, que se trazaron y construyeron siguiendo rigurosamente los principios teóricos formulados en algunos tratados y en las representaciones gráficas de la ciudad ideal. Es cierto que los diseños de planta circular no se dibujaron para ser realizados, sino para testimoniar una cierta visión del mundo, de la vida, y concretar la organización ideal de la
Ahora bien, en paralelo con las formulaciones ideales -que siempre son fundaciones «ex novo»- el urbanismo renacentista no considera la ciudad medieval heredada como una organización obsoleta que se debe sustituir o remodelar drásticamente, sino que la entiende como un medio todavía válido, que sólo precisa de ciertas operaciones de reestructuración o recualificación mas o menos intensas -de matriz arquitectónica o estrictamente urbanística- destinadas a alterar los valores y significados del tejido en que se inscriben con objeto de introducir las modificaciones espaciales, formales, funcionales y técnicas que se condideraban imprescindibles para conseguir un mayor grado de adecuación al mundo conceptual renacentista. Se impone precisar que estos últimos planteamientos no deben interpretarse como una respuesta pragmática y resignada ante la imposibilidad de reformar profundamente los núcleos urbanos medievales dado que existe un «corpus» teórico que los avala: frente a la ciudad ideal cerrada y conclusa, sin posibilidad de expansión y no remodelable, Alberti sostiene que la ciudad no debe proyectarse y construirse de una vez por todas -como debe hacerse en el caso de un edificio o una plaza- sino por etapas sucesivas: las poblaciones deben ser abiertas, flexibles, en crecimiento, y capaces de experimentar reformas y actualizaciones a medida que se hacen necesarias. En este sentido, Alberti asume la coexistencia y la continuidad entre las organizaciones y elementos figurativos del pasado, del presente y del futuro, manteniendo una marcada preferencia por la «reestructuración parcial» no sólo respecto de lo que suponían las nuevas fundaciones, sino de los proyectos mas ambiciosos que implicaban una reestructuración global. Si las tablas de Baltimore, Berlín y Urbino (Fig. 4), se inscriben dentro del campo de las formulaciones ideales, numerosos fondos de cuadros de los pintores del cuatrocientos (Fig. 5), o las «Escenas de Ambiente Urbano» de Serlio, y en especial la Cómica (Fig. 6), muestran nítidamente en qué medida el tejido medieval heredado continuaba manteniendo su validez en la ciudad renacentista.
Fig. 3. Francesco di Giorgio Martini. Proyectos de ciudades de planta poligonal.
Es más, el proyecto que realiza «il Gatapponne» para Gubbio -por encargo del Cardenal Albornoz- en el que se plantea romper la trama medieval para reconducirla al orden de la retícula cardo decumánica, constituye uno de los muy raros ejemplos dentro del cuatrocientos italiano de lo que podemos calificar de «reestructuración fuerte», destinada a anular las trazas de la implantación precedente mutándola por
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Fig. 4. Tablas de Baltimore y de Urbino
una organización de matriz «clásica» y más racional (Fig 7).
alcance comentaremos en páginas posteriores.
Durante los siglos XV y XVI lo habitual fue entender que la construcción de nuevos templos, palacios y edificios civiles, la remodelación de viejas plazas, alguna rectificación en las antiguas alineaciones de ciertas calles, la apertura de nuevas plazas y ejes viarios etc -planteados como operaciones autónomas o vertebradas por una cierta intencionalidad- por acumulación bastaban para provocar las modificaciones necesarias en la ciudad heredada, reconduciendo las estructuras de la Baja Edad Media hacia un nuevo orden espacial, figurativo y funcional más acorde con las coordenadas del Humanismo.
Por otra parte, se impone señalar la preocupación de los Reyes Católicos por dotar a las poblaciones de unos edificios de traza y calidad acordes con la importancia de las instituciones civiles que debían albergar: las Casas del Concejo, Casas de Justicia y la Cárcel, Pósitos, Alhóndigas, Carnicerías etc, junto con operaciones de reestructuración urbana complementarias, también contribuirán a la transformación de los tejidos precedentes, desmedievalizándolos con mayor o menor intensidad.
Como es obvio, es precisamente en el ámbito de estos últimos planteamientos donde debemos inscribir las transformaciones urbanas de Úbeda y Baeza durante el quinientos y seiscientos, y desde donde se debe analizar el amplio repertorio de intervenciones urbanas, dominantemente de matriz arquitectónica, que en conjunto determinan la reconversión de los viejos tejidos medievales de raíz islámica en ciudades renacentistas dotadas de una fuerte personalidad.
ALGUNAS CONSIDERACIONES PREVIAS. Fig. 5. Doménico Veneciano. El milagro de San Zenobio
La contienda civil española que concluye en 1476 tanto o más que una guerra de sucesión fue un conflicto entre nobleza y monarquía que se salda con la victoria de esta última, que opta por mantener una política conciliadora, y en muchos aspectos altamente conservadora, basada en la creencia de que el «Estado» precisaba de una clase aristocrática fuerte. A partir de este momento y de estas premisas, los Reyes Católicos abordan la tarea de imponer la autoridad de la Corona, restablecer el orden, pacificar las ciudades e introducir las condiciones que posibilitasen el desarrollo económico y demográfico.
Fig. 6. Sebastiano Serlio. Escena Cómica.
Fig.7. Proyecto de Reestructuración viaria para Gubbio, redactado por «Il Gatapponne».
Dentro de un amplio contexto de cambios, nos limitaremos a señalar que ciertas medidas que se adoptan de orden político, administrativo o material tendrán efectos importantes a corto o medio plazo sobre la estructura de algunas poblaciones del país: en numerosas ciudades, entre ellas Úbeda, Baeza, Trujillo, Cáceres, Sevilla etc, se habían mantenido luchas constantes durante todo el cuatrocientos entre grandes familias que aspiraban al control total de los núcleos urbanos. Entre las medidas pacificadoras que adoptan los reyes Católicos figuran genéricamente el desmochamiento de torres y lienzos de muralla con objeto de eliminar las «fortalezas privadas» internas, y también romper las sólidas defensas de algunos alcázares con ánimo de impedir el atrincheramiento en su recinto de alguno de los «clanes» en litigio. Las consecuencias directas o indirectas de estas operaciones de demolición, tanto en lo material como por su contenido simbólico, inducirán cambios estructurales, o posibilitarán operaciones urbanas de otra manera impensables -la aparición de la plaza Vázquez de Molina en Úbeda por ejemplo- cuyo
Ahora bien, debemos tener en cuenta que en los siglos XVI y XVII la situación de las poblaciones de España en los planos de lo social, económico, político e institucional era muy distinta de la que existió en Italia durante el cuatrocientos y quinientos, y ello, obviamente, determina que existan comportamientos diferenciados entre la arquitectura y el urbanismo que se desarrollan en uno y otro país: es evidente que determinados modelos y soluciones acuñados por los grandes teóricos del Renacimiento italiano no podían aplicarse directamente a nuestras ciudades, imponiéndose efectuar algunas reelaboraciones del «corpus teórico», y en este sentido interesa adelantar que lo que acontece en Úbeda y Baeza en el s. XVI supone un excelente compendio de las extrapolaciónes y adaptaciones que debían experimentar determinadas ideas para insertarse en el contexto sociopolítico y económico español. En otro orden de cosas, se impone considerar que en los últimos años del s. XV y a lo largo del s. XVI la cultura del Humanismo en la Península Ibérica era un privilegio de la clase dominante y de los intelectuales y artistas ligados a ella. Esto implica que los monarcas, los componentes de la nobleza e iglesia puedan incorporar rápidamente en las construcciones que emprenden o patrocinan, con mayor o menor grado de pureza, tipos, formas y léxicos vinculados nítidamente con la arquitectura renacentista y en ruptura con los modelos del gótico. Pero en el terreno del urbanismo la situación es más compleja: Por un lado, en tanto que la nueva cultura es patrimonio de pocos (como sucede en toda Europa), era impensable que se produjese una mutación de la ciudad, o se llevasen a cabo en ella intervenciones de reestructuración drásticas (como las propuestas para Gubbio), porque ello implicaba un cambio global de la cultura ciudadana, cosa que no era posible. Por otra parte en España, y en el terreno del urbanismo, entre cualquier propuesta y su realización no se intercala únicamente la voluntad del «príncipe local», sino el Concejo y una serie de condicionamientos de carácter económico y político que limitan notablemente las iniciativas de los cabildos seculares cuantitativa y cualitativamente: incluso teniendo en cuenta que tanto Úbeda como Baeza mantuvieron un cierto grado de «libertades municipales» (por cuanto la composición de sus respectivos Concejos no queda totalmente en manos de la nobleza tras las reformas impulsadas por los Reyes Cató-
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licos), es patente que la capacidad operativa de los Cabildos se vió muy mermada por los intereses de una aristocracia local e Iglesia propietarios de extensos patrimonios inmobiliarios que, al ser intocables, limitaban notablemente el ámbito de las intervenciones municipales. En consecuencia, en la España del s. XVI, como antes había sucedido en el cuatrocientos italiano, las grandes operaciones urbanas tenían escasas o nulas posibilidades de realizarse a no ser que mediase una intervención directa del monarca, como es el caso de las actuaciones conexas a la Lonja de Contratación de Sevilla, impulsadas directamente por ese «Príncipe Renacentista» que de manera muy ejemplar fué Felipe II. De ahí que en la mayor mayor parte de las poblaciones de la península, entre ellas Úbeda y Baeza, debamos admitir que se produce un sensible desequilibrio cuantitativo y cualitativo entre la renovación arquitectónica y los proyectos urbanos, y que la mayor parte de estos últimos no se situen a priori, sino a posteriori y como complemento de los nuevos edificios que entonces se levantan. Por último, hay un dato que no se puede pasar por alto: las ciudades italianas durante la etapa renacentista se vieron inmersas en un permanente conflicto bélico dado que sus territorios constituyeron el campo de batalla donde Francia y España dirimían sus intereses. Ello determina que sean núcleos cerrados y protegidos por sólidas murallas, que sólo pueden ensancharse cuando se levanta un nuevo sistema defensivo, lo cual suponía una clara contradicción con los ideales del Humanismo que aspiraban a unas ciudades abiertas y en crecimiento físico y económico por via del comercio, tal y como había teorizado Alberti en sus tratados. Por el contrario, en la Península, una vez que los Reyes Católicos ponen orden en sus dominios y se toma el reino de Granada, las posibilidades de que las ciudades situadas en el interior sufriesen un asedio se tornaba remota: a partir de este momento, y en términos genéricos, nos inclinamos a pensar que si las cercas se conservan y reparan no es tanto por razones de índole militar como por argumentos de orden fiscal. Esta situación de paz estable posibilita que en Úbeda y Baeza los arrabales de la periferia mantengan un desarrollo muy activo, lo cual, como es lógico, en cierta medida atenua las tensiones renovadores sobre el interior de sus respectivos recintos amurallados -dado que múltiples exigencias funcionales o técnicas podían resolverse más cómodamente en el suelo del «ensanche» y con menores costes- en tanto que algunos temas, tales como las puertas de la ciudad diseñadas como «arcos de triunfo», inviables en Italia, si podían llevarse a cabo en España.
EL URBANISMO RENACENTISTA EN LA CIUDADES DE ÚBEDA Y BAEZA. No es este el caso de exponer el clima de conflicto bélico en que se vieron sumidas tanto Úbeda como Baeza desde la segunda mitad del s. XIV en adelante a causa del casi permanente enfrentamiento entre clanes encabezados por ciertas familias de la nobleza local. Sabemos que en la ciudad de Úbeda los Reyes Católicos tuvieron que intervenir en 1479, 1498 y 1503, ordenando en esta última ocasión, como antes hicieran en Baeza, Cáceres, Trujillo etc, el desmochamiento de torres y el derribo de lienzos de la muralla, pero estas medidas parece ser que no se llevaron a cabo según se deduce de acontecimientos posteriores. En 1507 estalla una «guerra» especialmente virulenta en la que los Molina ocupan el Alcázar -permaneciendo sitiados en él- mientras los Cuevas se hacen dueños de la ciudad y del Cabildo. Esta vez, cuando se apaga la contienda, se procede a demoler la mayor parte de la cerca que separaba la «ciudadela» de la población -excepto en el tramo situado ante la colegiata de Santa María- utilizándose los escombros para rellenar la vaguada por la que discurría el «arroyo Azacaya». La operación, mas allá de su alcance material, tiene una verdadera importancia en la organización de la ciudad, que deja de ser ternaria por cuanto el tejido de la ciudadela se incorpora a la población real pasando a ser un simple barrio de ella. Al tiempo, y como consecuencia del terraplenado del «arroyo Azacaya», se genera una explanada conocida primero como «llano de Santa María» y después «llano del Salvador», cuya forma inicialmente fue alargada y suponemos que un tanto irregular por cuanto era el resultado contingente de los derribos que allí se habían realizado en uno de sus bordes. Este amplio vacío que ocupa una posición un tanto centrada -lo cual constituye un hecho realmente insólito en la morfología de los núcleos medievales- se considera espacio comunal pasando a celebrarse en él ferias de ganado y mercados, pero esto, obviamente, no era su último destino dado que ofrecía la posibilidad de llevar a cabo en sus márgenes importantes operaciones arquitectónicas, acordes con las teorías renacentistas, que resultaban imposibles en el abigarrado tejido de origen islámico por razones económicas. En el caso de Baeza nos encontramos ante una operación de alcance muy similar a la desarrollada en Úbeda. Para cortar con la luchas y conflictos planteados por familias opuestas de la nobleza local se procede al derribo del lienzo de la muralla que separaba la ciudadela -conocida como «Barrio del Alcazar»- de la población real que se extendía por cotas inferiores. Aunque las deducciones puramente morfológicas siempre deban contemplarse con cierta cautela, cabe pensar que las actuales calle San Benito y Cuesta de San Gil perpetuan en el plano de la ciudad lo que fue el trazado del lienzo interno de cerca que ordenan derribar los Reyes Católicos. En todo caso, la medida tendrá importantes repercusiones
para la población por cuanto, al incorporarse el recinto señorial a la ciudad, se produce una desmedievalización de Baeza no sólo en términos de estructura y simbólicos, sino en el plano de lo social; en efecto, sabemos que poco después de la demolición de la citada muralla comienzan a abandonar el barrio del Alcázar numerosas familias de la aristocracia local, que optan por levantar sus casas principales fuera del recinto amurallado -en el arrabal- detectándose una concentración significativa de estas mansiones platerescas a lo largo de la calle de San Pablo. Es más, esta salida de la clase noble con toda seguridad constituye el primer episodio del posterior vaciado y ruina del barrio del Alcázar, que al concluir el primer tercio del s. XVII ya debía ser importante: en el plano de 1639 (Fig. 8), no se representa la Colegiata de Santa María -hasta entonces el segundo templo en importancia de la ciudad- lo cual implica que la mayor parte de sus feligreses por estas fechas ya habían abandonado el ámbito de la collación.
1º. LA RECUALIFICACIÓN URBANA PREVIA: LA RENOVACIÓN DEL PLATERESCO. Durante el último tercio del s. XV y a lo largo del XVI Úbeda y Baeza se ven inmersas en una intenso proceso constructor desarrollado ante todo por la nobleza local, en tanto que sus respectivos Concejos mantedrán una activa política de mejoras urbanas si bién de tono menor: tal y como sucede en las poblaciones mas importantes del sur de la Península, los cabildos seculares comienzan a preocuparse por los pavimentos de las calles -los empedrados de Úbeda pueden considerarse equivalentes de aquellos extensos enladrillados que en Sevilla dieron tan mal resultado- adoptando también un conjunto de medidas tendentes a la buena conservación de soportales y plazas, limpieza de los espacios públicos, supresión de los vertederos y muladares internos etc, advirtiendo que en nuestras notas prescindiremos de este tipo de actuaciones de «policía» urbana por cuanto poco o nada afectan a las reestructuraciones que experimenta la ciudad, que constituyen el objetivo primordial de nuestras lecturas. Así pues, tal y como acabamos de indicar, durante los primeros años del quinientos el protagonismo lo asume la renovación arquitectónica que entonces se pone en marcha, y a la que corresponde un amplio conjunto de edificios platerescos sobre cuya calidad no es necesario insistir: el crecido número de publicaciones y monografías que versan sobre ellos avala su importancia dentro de la Historia de la Arquitectura. En la ciudad de Úbeda es obligado citar la casa del Regidor, el palacio Torrente, las casas del Caballerizo Ortega y de la calle Gradas, la casa de los Salvajes, el palacio del Obispo Canastero etc, en tanto que en Baeza se contabilizan mansiones tan excelentes como son el palacio de los Condes de Garcíez, el de los Sánchez Valenzuela, la casa de los Acuña, el caserón de los Cabrera etc.
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Aunque estos edificios se insertan en su mayor parte en el tejido medieval respetando las viejas alineaciones y sin provocar ningún tipo de reestructuración urbana, es patente que con ellos se inicia la recualificación y la transformación de la ciudad en un doble sentido: por un lado, son piezas ambiciosas, cultas y renovadoras por cuanto están trazadas de acuerdo con unos códigos compositivos, estilísticos y tipológicos en los que cada vez se hace más presente la influencia renacentista. Por otra parte, provocan una importante ruptura de escala respecto del tejido residencial circundante entrando en competencia con los «monumentos» de la Iglesia: a partir de este momento, las fachadas de la arquitectura señorial comienzan a equipararse en altura y tamaño con los hitos religiosos que eran los templos parroquiales que centralizaban las distintas collaciones y ello supone, si no una secularización de la ciudad, al menos una atenuación de la hegemonía que hasta entonces habían disfrutado las formas eclesiásticas. Dentro de este contexto debemos examinar con algún detenimiento el Palacio de Jabalquinto de Baeza, edificado por Don Juan Alfonso de Benavides Manrique, primo segundo del Rey Católico. Con independencia del valor que tiene esta pieza en cuanto obra de arte, y de su heterogeneidad estilística -se comienza a construir en gótico isabelino y se concluye en un impecable renacimiento- el palacio nos interesa en su implantación urbana por cuanto supone una nítida formulación de ciertos objetivos del «palacio renacentista»: nos encontramos ante un volumen autónomo, de clara vocación cúbica, que manifiesta su independencia respecto del orden del entorno al ser una pieza totalmente exenta (Fig 9). La planta del edificio, casi un cuadrado con patio central porticado, remite inequívocamente al modelo renacentista. Volumétricamente no es un cubo, pero debemos tener en cuenta que la mayor parte de los palacios italianos que se
levantaron en los siglos XV y XVI tampoco lo fueron por razones de orden económico, técnico y de programa. Pero lo que nos interesa ante todo es la manera en que sus dos fachadas a la vía pública modifican las alineaciones que hasta entonces habían mantenido las calles San Felipe Neri y Beato Avila, proclamando con este recurso su singularidad y su autosuficiencia: la manera en que la esquina que corresponde a la plaza de la Santa Cruz, trazada a escuadra, se ofrece en cuanto un emblema de construcción racional y racionalizante dentro de un contexto urbano de incuestionable contenido medieval transformándolo. En otro orden de cosas, también nos interesa la manera en que el Palacio de Jabalquinto se «apodera» de la plaza de la Santa Cruz -un espacio urbano previo- imponíendose por escala y retórica formal al templo de mediados del s. XIII, y relegándolo a una posición subordinada: en la «secularización» que experimenta aquel espacio urbano apreciamos una recualificación de naturaleza renacentista.
2º. LAS TRANSFORMACIONES URBANAS RENACENTISTAS:
A/ LAS PLAZAS Y PLACETAS DE REESTRUCTURACIÓN. Desde finales del cuatrocientos se desarrolla en España una práctica urbana consistente en la apertura de plazas o placetas ante los nuevos edificiós públicos o residenciales de cierta entidad, estableciéndose una especie de correspondecia biunívoca entre arquitectura singular y un espacio frontal -no importa su tamaño- que refuerza su «prestigio» dentro del complejo sistema sígnico de la ciudad. Lo que acabamos de señalar vale para el recién comentado Palacio de Jabalquinto: en este caso la plaza de Santa Cruz ya existía, y la casa de Don Juan Alfonso de Benavides se levanta allí probablemente para capitalizar una dilatación del viario que, dentro del orden de valores culturales y semánticos al uso por aquellas fechas, exaltaría el rango de cualquier gran edificio que se levantase en sus márgenes. La presencia de estos espacios urbanos asociados a una arquitectura emblemática, muchos de ellos de pequeña entidad considerados individualmente, pero muy numerosos, constituye un rasgo muy característico y distintivo de las transformaciones que experimentan algunas ciudades españolas durante la etapa renacentista, y uno de sus rasgos de especifidad; a la postre, esta «política» debemos valorarla ante todo como una reelaboración y adaptación de determinadas ideas y teorías del Humanismo a una situación sociopolítica muy distinta.
Fig. 9. Baeza. Plaza de Santa Cruz. 1. Palacio de Jabalquinto. 2. Iglesia de la Santa Cruz 3. Universidad 4. Seminario
Es más, incluso en algunas ocasiones creemos que no resulta descaminado pensar que la falta de ambición y tono menor que exhiben las fachadas de ciertas casas señoriales se debe justificar precisamente en función de la presencia de la placeta frontal, que por sí sola bastaba para introducir una marca de singu-
laridad, significación y prestigio en la estructura urbana. En esta línea, sabemos que los Reyes Católicos ordenan en la ciudad de Sevilla la tasación equitativa de casas situadas ante la Alhóndiga para derribarlas y abrir una placeta ante ella. Los Duques de Alcalá, tal vez la familia más renacentista de Sevilla, adquieren mediante procedimientos que se ha insinuado como poco claros, algunas construcciones situadas ante la fachada de su nueva residencia, para derribarlas y abrir la plaza de Pilatos. Rodrigo Caro alaba estos nuevos espacios, inducidos desde la arquitectura y a su servicio, considerando que «desahogan, adornan y descubren la majestad de los edificios». Un comentario del Licenciado Peraza, cuando afirma que no hay caballero en Sevilla que no tenga una placeta o dos ante su casa, viene a confirmar la extensión de una práctica cuya incidencia sobre los viejos tejidos medievales será considerable. Por otra parte, se impone constatar que fueron numerosas las familias que, para evitar las siempre costosas expropiaciones, optaron por levantar sus residencias y palacios en los bordes de las plazas de origen medieval que ya existían como es el caso de Jabalquinto- o aprovechar las pequeñas dilataciones que se generan en las encrucijadas del viario para explotarlas en términos escenográficos. Con independencia de las mansiones platerescas que hemos citado, la primera gran casa palaciega que se levanta en la Úbeda del quinientos -que tal vez comienza a construirse hacia 1520 y se conoce como «Casa de las Torres»- cuenta con una fachada que remite «al castillo». Es posible que en la elección de este modelo haya influido el clima de guerra civil en que todavía vive la inmersa la ciudad -que sólo concluye cuando, tras la batalla de Villalar, Úbeda queda bajo el control de los partidarios del Emperador- pero también cabe invocar otras razones: la condición militar del propietario y, sobre todo, el prestigio que todavía podía mantener por estas fechas el tema del «alcázar urbano torreado», y al decir esto pensamos en el Palacio Jabalquinto de Baeza, cuyo tipo de fachada tal vez se tomase como modelo. En este sentido, conviene recordar en qué medida el tema de la «torre», una permanencia del pasado connotadora de prestigio, pese a su medievalismo, reformulado y actualizado, se mantendrá en la arquitectura renacentista española, asumiendo en numerosas ocasiones la dimensión de un signo emitido a escala urbana que afecta decisivamente la traza de los edificios: las torres de esquina del Monasterio del Escorial avalan especialmente tal práctica compositiva por cuanto este edificio queda muy lejos de cualquier sospecha de provincianismo o de inactualidad cultural (Fig. 10). Como era casi preceptivo, la «Casa de las Torres» se complementa con una pequeña «placeta» situada frente a su fachada principal, y destinada a reforzar la singularidad del
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que sucede en el caso de Jabalquito, y en la relación que allí se formula entre las arquitecturas civil y religiosa.
Fig. 10. El Monasterio del Escorial.
Por último, muy cerca de la «Casa de las Torres», una casa señorial hoy desaparecida también se retranquea respecto de la alíneación de la calle -dando lugar a la placeta señalada como B en la fig. 11- generándose de esta manera, y por articulación de dos operaciones «autónomas», el espacio en T que ha llegado hasta nosotros, que transforma, recualifica y centraliza un amplio sector circundante: en este caso, y en términos simbólicos, se produce una auténtica inversión dado que la dimensión religiosa queda de nuevo subordinada e instrumentalizada por el poder señorial emergente, ligado a las nuevas estructuras señoriales y económicas del Renacimiento andaluz. Al concluir el s. XV la Úbeda de intramuros presentaba dos pequeñas plazas vinculadas a los templos parroquiales y algunos espacios que suponemos todavía un tanto informes, ubicados ante las puertas de la muralla, que se libran de los procesos de ocupación de la ronda interior. Tal y como hemos señalado anteriormente, algunas familias principales optan por adquirir viviendas emplazadas en sus márgenes para derribarlas o transformarlas en sus nuevas casas eludiendo los costes que implica abrir una placeta frontal. En esta línea se levantarán: - La «Casa de los Morales» en la plaza de Santo Domingo, presidida por el templo parroquial (Fig 12). - El palacio del Marqués de la Rambla, que ocupa un lado del espacio que se mantenía libre ante una de las puertas de la muralla (Fig 13).
Fig. 11. Úbeda. Plaza de San Lorenzo.
edificio y su importancia, si bien nos inclinamos a pensar que la intervención tal vez tuvo mayor alcance: entendemos que el fragmento de la plaza de San Lorenzo señalado como A en la fig. 11 no debió existir durante la Edad Media, pues en este caso la parroquia hubiera labrado su puerta abriéndola a tal espacio. En consecuencia, y teniendo en cuenta las actuales alineaciones, consideramos que no es muy aventurado pensar que el fragmento A sea una reestructuración inducida por la residencia del Capitán Andrés Dávalos de la Cueva con el fin de potenciar y exaltar en términos visuales una de sus torres de esquina, que se impone un tanto escenográficamente en el encuentro de la calle Ventanas con la plaza. Al tiempo, con esta apertura se consigue que la espadaña del templo parroquial presida el lado Sur de la plaza, introduciendo un vector complementario de sacralidad -pero de tono menorque incrementaría el prestigio del espacio urbano y del palacio, y en esto existen ciertos puntos de coincidencia con lo
- Análogamente, en la primera década del quinientos, la casa de D. Luis de la Cueva centraliza la plaza llamada de Josefa Manuel (Fig 14).
Fig. 13. Palacio del Marqués de la Rambla.
Fig. 14. Úbeda. Casa de Don Luis de la Cueva.
El examen de estos espacios sugiere que, en algunos de ellos, se realizaron operaciones de remodelación consistentes en pequeños cambios de alineaciones con objeto de dotarlos de una cierta regularidad, y aquí encontramos un rasgo muy característico de este tipo de intervenciones urbanas renacentistas subordinadas a una construcción relevante, que se da no sólo en Úbeda y Baeza, sino en otras muchas poblaciones del Sur: la citada plaza del Marqués de la Rambla casi rectangular- o la plaza de la Contratación de Sevilla, indican hasta que punto no se busca el auténtico rigor geométrico sino tan sólo una apariencia de orden formal que se considera suficiente. En este sentido, se impone advertir que este tipo de planteamientos en modo alguno es ajeno a la cultura urbana de Italia: la «Piazza del Popolo» de Ascoli Piceno (Fig.15), o la «Piazza della Libertá» de Faenza (Fig 16), se inscriben en la nada corta relación de reestructuraciones internas en las que no se alcanza un auténtico rigor formal al mantenerse en parte las viejas alineaciones de la ciudad gótica. En lo que concierne a las plazas de nueva formación que se labran en Úbeda durante el quinientos, tienen el común denominador de ser operaciones de reestructuración de mayor o menor calado al servicio de una arquitectura señorial concreta, y de sus necesidades de significación y expresión a escala urbana:
Fig. 12. Úbeda. Casa de Los Morales.
- La plaza que se conoce como de Torres, situada frente al palacio de los Orozco, seguramente deriva de la compra y derribo de casas situadas en la acera opuesta a su fachada principal (Fig. 16). ANEXO INFORMES DE JUSTIFICACIÓN DE VALORES UNIVERSALES DE ÚBEDA-BAEZA
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En este sentido, si en Úbeda la aparición de nuevas «plazas» es un hecho casi exclusivamente ligado a la arquitectura residencial, en Baeza se vincula de forma dominante a los edificios públicos que se levantan en los siglos XVI y XVII. En este apartado podemos señalar cómo el brillante edificio de la Cárcel y Casa de Justicia retranquea su fachada generándose ante ella lo que en rigor no es otra cosa que una calle ancha pero que, en relación con el viario circundante, adquiere el sentido de una plaza larga (Fig. 19).
Fig. 15. Ascoli Piceno. Piazza del
Fig. 16. Faenza. Piazza della Liberta.
- En lo que concierne a la plaza de Santa Clara, con independencia de que pudiese existir previamente una pequeña dilatación ante la puerta del convento, es patente que configuración actual deriva de un contundente retranqueo respecto de la línea de la calle por parte de la fachada de una casa señorial hoy desaparecida (Fig. 17). - El retranqueo de la fachada del palacio del Marqués de Contadero es evidente que no pasa de generar más que un muy modesto ensanche del viario, que entonces se debió considerar suficiente como para que el edificio adquiriese el necesario grado de presencia en la ciudad: a la postre esta operación manifiesta hasta qué punto las «placetas» que nos ocupan tenían ante todo una dimensión simbólica e independiente de su tamaño real (Fig. 18), y esto también vale para las plazas de Juan de Valencia, «Los Porceles», «Caballerizo Ortega» etc.
Fig. 17. Úbeda. Plazas Torres y Santa Clara. 1. Palacio de los Orozco. 2. Casa señorial. 3. Convento de Santa Clara.
Fig. 18. Úbeda. Palacio del Narqués de Contadero.
Al tiempo, la construcción del Arco de Villalar y del edificio de las Escribanías Públicas recualifica y reestructura la plaza de los Leones (Fig. 20), en cuyo ámbito se eleva ortodoxamente una bella fuente compuesta en términos de «collage», en la que se emplean restos traídos de las ruinas romanas de Cástulo: con esta pieza la ciudad proclama su origen clásico de forma análoga a como hace lo hace Sevilla con las dos columnas de la Alameda de Hércules etc (Fig. 21).
Hasta este momento hemos citado ejemplos de Úbeda porque a la postre son los más numerosos, pero en modo alguno podemos pasar por alto lo que sucede en Baeza, si bien en este caso se impone una aclaración previa. La política que emprenden los Reyes Católicos, que se prolonga durante todo el quinientos, encaminada a levantar en las ciudades del reino sedes de las instituciones públicas cuya arquitectura fuese digna y acorde con su importancia -lo cual en múltiples ocasiones acarrea operaciones urbanas conexastendrá extraordinaria importancia en la estructura y actualización de algunas poblaciones: basta recordar en Sevilla las Casas Consistoriales y las nuevas Casas de la Justicia que se levantan en la plaza de San Francisco, y la Lonja que traza y edifica Juan de Herrera por orden de Felipe II sobre el solar que resulta del derribo de un grupo de construcciones, y que constituye una de las operaciones mas nítidamente renacentistas del siglo XVI español. En el caso de las dos poblaciones que nos ocupan, comprobamos cómo en Baeza hay una importante y numerosa arquitectura pública civil mientras que en el caso de Úbeda se aprecia un profundo desequilibrio entre la cantidad y calidad de la arquitectura señorial y la parquedad de las construcciones públicas, al punto de contabilizar en este apartado tan sólo como piezas significativas el Ayuntamiento y el Pósito. Para explicar este desequilibrio nos remitimos al estudio realizado por Arsenio Moreno, en el que se expone como Baeza y Úbeda constituyen uno de los raros casos de dos poblaciones próximas que contaron con un sólo Regidor. Sucede que esta «figura» administrativa, pese al compromiso de vivir seis meses en una y los otros seis en la otra, se afincó establemente en Baeza pese a las reiteradas protestas de Úbeda, optando por levantar los edificios públicos que de él dependían en el ámbito de su lugar de residencia.
Fig. 19. Baeza. La cárcel y Casas de Justicia.
Fig. 20. Baeza. Plaza de Los Leones. 1. Escribanías Públicas 2. Fuente de los Leones.
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Es patente que la mayor parte de las plazas y placetas que acabamos de citar individualmente no tienen gran entidad, pero en conjunto sí adquieren una inportancia incuestionable al contribuir decisivamente a la recualificación de la ciudad que existía a finales del cuatrocientos, conduciéndola hacia un nuevo orden espacial. En este sentido, los nuevos espacios, al margen de su tamaño, vienen a introducir un sistema de puntuaciones que rompe la narración mucho más continua del tejido medieval alterando, y no poco, los anteriores significados. Por otra parte, los edificios públicos o residenciales que se levantan en sus bordes, construidos de acuerdo con el léxico del Plateresco o los códigos compositivos del Humanismo, al margen de la nueva escala que aportan, actualizan el mundo de las formas introduciendo en la ciudad heredada y por vía de la arquitectura vectores de racionalidad nada desdeñables. En suma, nos encontramos ante una acumulación de operaciones autónomas pero con un denominador común -potenciar un edificio concreto mediante un espacio frontal- que a la postre componen una especie de «política» recualificadora en la que la cantidad compensa la moderada «intensidad» de cada una de ellas, y en el caso de Úbeda, al decir esto, prescindimos de lo que acontece en la plaza Vázquez de Molina. En consecuencia, se aprecia un comportamiento que se aparta sensiblemente de las pautas de reestructuración que se siguen en las poblaciones italianas: prescindiendo de lo que sucede en las ciudades «míticas» (Roma, Florencia, Venecia etc), en las restantes lo habitual fue que se desarrollasen dos o tres «grandes» operaciones que estratégicamente, y mas allá de sus límites materiales, afectaban a toda la ciudad, tal y como sucede en Urbino con la construcción de Palacio Ducal, la plaza conexa y la «Via Valbona» (Fig. 22).
Por el contrario, la estructura del poder político y municipal determina que en el panorama urbano del Sur de España las grandes intervenciones durante el quinientos serán escasas e impulsadas casi siempre por la monarquía central -una de las pocas será, reiteramos, la Lonja que ordena edificar Felipe II en Sevilla, y no es casual que se produzca en lo que entonces era la ciudad más importante del pais en todos los aspectos- mientras que la proliferación de actuaciones menores desemboca también, aunque por otros derroteros, en la reestructuración global de las poblaciones.
Cuando el cabildo secular se translada a este edificio es probable que, entre otras razones, se tuviese en cuenta el protagonismo visual de la pieza (Fig. 23). En el caso de Úbeda, y en lo que hoy conocemos como «Casa de los Salvajes», se opta por disponer la portada -donde se condensa el esfuerzo figurativo y representativo- en un pequeño chaflán que suaviza la esquina más aguda que antes formaban las calles Horno Contador y de la Cueva (Fig. 24).
En nuestro caso, nos inclinamos a pensar decididamente que la suma de estas operaciones de reestructuración que calificamos de tono menor en modo alguno debe interpretarse como un comportamiento «provinciano», sino como la respuesta específica del urbanismo renacentista de la Península Ibérica a las particulares condiciones sociopolíticas y económicas que se daban en sus ciudades. En otro orden de cosas, las nuevas plazas y placetas complejizan y modifican la ciudad anterior no sólo cuantitativa sino cualitativamente: si hasta fines del s. XV había existido un policentrismo básicamente religioso, al concluir el quinientos es superior el número de espacios presididos por grandes residencias y edificios públicos que se comportan como nuevos simbolos sectoriales, introduciendo un cierto contrapunto secular en la ciudad, por otra parte compatible con la fuerte sacralización del recinto urbano que provocan los conventos y monasterios cuyo número no cesa de aumentar. B/ LA FOCALIZACION. Junto con la apertura de placetas ligadas a edificios singulares, la «focalización» constituye otro aspecto -arquitectónico pero con profundas implicaciones urbanas- muy presente en la reconversión que experimentan las ciudades españolas durante los siglos XVI y XVII.
Fig. 23. Baeza. La Plaza de Santa María. 1. La Casa de los Cabrera, después Casas Consistoriales Altas. 2. La Catedral. 3. El Seminario. 4. La calle San Felipe Neri.
El tema de la focalización, de muy amplio espectro -que debemos relacionarlo con el «fin de perspectiva» y con la teoría renacentista de la «calle cerrada»- consiste en la «apropiación» de visuales mas o menos largas con el fin de conseguir la mayor presencia de una arquitectura concreta dentro del complejo contexto sígnico de las poblaciones, debiendo adelantar que la línea que separa las prácticas compositivas urbanas tardo-medievales de las renacentistas se torna muy tenue en múltiples aspectos: decimos esto porque existen casos de focalización en la última ciudad gótica si bien hemos de reconocer que en términos cuantitativos el número de ejemplos se multiplica a lo largo del quinientos.
Fig. 22. Urbino. 1. Vía Balboa 2. La Plaza Ducal y el Palacio
En la ciudad de Baeza, en un momento del largo proceso de reestructuraciones que experimenta la plaza de Santa María, se levanta la casa de los Cabrera -un edificio gótico tardío que en principio fué exento- que se constituye en cuanto fin de perspectiva de la calle San Felipe de Neri -que por aquellas fechas y en términos funcionales ya era una de las mas importante de la poblaciónamteponiéndose a la Catedral, a la que relega a un segundo plano.
Fig. 25. Úbeda. Fachada de la Iglesia de San Juan de la Cruz.
ANEXO INFORMES DE JUSTIFICACIÓN DE VALORES UNIVERSALES DE ÚBEDA-BAEZA
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Esta medida supone tanto la renuncia al orden de la simetría en la planta como al abandono de la entonces ya canónica secuencia renacentista de puerta-zaguán-patio porticado, a favor de una mayor presencia del inmueble a escala urbana y conseguida en términos de máxima economía. La fachada pasa a dominar el tramo de la calle Horno Contador que conduce desde la Plaza del Mercado hasta ella, constituyendo un fin de perspectiva que acapara las visuales, y a este objetivo básico se subordinan todos los aspectos compositivos del edificio. Pero sin duda alguna, el ejemplo más nítido de esta práctica lo ofrece el convento de San Juan de la Cruz de Úbeda, en el que se lleva a cabo una operación binaria muy delicada, y concebida también en términos económicos: por un lado, se produce un pequeño retranqueo de parte de la fachada del edificio, generándose una dilatación mínima de la calle pero suficiente para alcanzar los fines que se perseguían. Por otra parte, la portada de acceso al templo, muy medida en su escala y ornamento -con una decidida renuncia a formulaciones retóricas y espectaculares- se traza de acuerdo con el eje de la calle San Juan de la Cruz (Fig. 25). De esta manera, el resultado urbano que se consigue mantiene estrechos vínculos con aquella gama de soluciones propuestas por la cultura renacentita que se concretan en la «calle cerrada», o calle jerarquizada, por cuanto uno de sus extremos concluye en una pieza arquitectónica singular que se instituye en fin de perspectiva. Si tuviésemos que establecer una analogía, cabría proponer lo que sucede en la romana «Via Paolina», con San Giovanni dei Fiorentini como telón de fondo (Fig. 26).
algunos tratamientos que se proyectan para ciertas aristas de esquina, en las que aparecen soluciones formales más o menos ambiciosas, que en algunos casos adquieren una sorprendente belleza al tiempo que se muestran como manifiestamente heterodoxas respecto de los modelos acuñados por el Humanismo italiano, pero muy representativas de las formulaciones e interpretaciones particulares que realizan la arquitectura y urbanismo español a partir del corpus teórico del Humanismo. En efecto, aunque el palacio renacentista sea un volumen exento, sus alzados deben resolverse plano por plano. Cada paramento es una composición cerrada en la que las pilastras de esquina -una, o dos según magistral solución de Palladioconcluyen el trazado de la fachada autonomizándola de las laterales. Por el contrario, en algunas ocasiones la arquitectura española contempla el diedro como una alternativa que encierra grandes posibilidades de enunciado frente a la ciudad. Por otra parte, las bellas desmaterializaciones que se consiguen mediante los huecos en ángulo y las columnas situadas en la arista, pensamos que no deben leerse en modo alguno como permanencia de las prácticas compositivas del Gótico -en las que la columnilla de esquina expresaba el deseo de continuidad entre los frentes- sino como una contribución muy positiva a las arquitecturas del quinientos tanto en el plano conceptual, como en lo perceptivo, como en sus implicaciones técnicas. En este sentido, el palacio «Vela de los Cobos» de Úbeda constituye un excelente ejemplo de una práctica ampliamente difundida por la geografía española, en la que se manifiesta un especial empeño por rentabilizar las posibilidades que ofrecen ciertos ángulos de las construcciones en cuanto soporte de composiciones más o menos complejas, que adquieren un valor muy preciso en el código de significados que entonces regía la lectura de la forma urbana dentro de España (Fig 27). Otro aspecto de la «focalización» directamente emparentado
Fig. 26. Roma. Vía Paolina y San Giovanni dei Fiorentini.
C/ LA ESQUINA Y LA TORRE: UN ASPECTO PARTICULAR DE LA FOCALIZACION. Dentro del tema que denominamos «focalización», no podemos pasar por alto las soluciones arquitectónicas más o menos ambiciosas y retóricas ligadas al «valor de la esquina» de un edificio en cuanto lugar donde convergen varias visuales. Aceptando que existe una especial preocupación en la cultura arquitectónica española del s. XVI por los signos de cualquier índole que se emiten a escala urbana y que connotan la importancia del edificio que los exhibe, debemos considerar
Fig. 27. Úbeda. Esquina del Palacio Vela de los Cobos.
con las soluciones de esquina será la torre. De inequívoca ascendencia medieval, constituye una permanenencia cuidadosamente reformulada en el seno de la arquitectura civil renacentista española, que la incorpora sin reparos al repertorio de las formas manejables: las torres del Monasterio del Escorial, del Palacio Monterrey en Salamanca, del palacio de los Condes de Gomara en Soria, o del palacio del Marqués de Mancera en Úbeda etc, testimonian una práctica compositiva que busca con ellas introducir hitos a escala urbana que marquen la presencia de una arquitectura singular por encima del «techo» que establecían las cubiertas de la masa residencial, debiendo precisar que esta técnica de significación, aunque con menos frecuencia, también se encuentra presente en el panorama de Italia, y al decir esto pensamos en el palacio señorial de Montepulciano, cuyo medievalismo se acentúa con el remate almenado de su fachada principal (Fig. 28), o en ciertos palacios de Verona, Carpi etc.
Fig. 28. Montepulciano.
Sobre el empleo de las torres como elemento de focalización a escala urbana ya nos hemos referido al comentar ese excelente ejemplo que se da en la «Casa de las Torres» de Úbeda, o en el palacio del Marqués de Mancera, pero el ejemplo más brillante y espectacular de esta práctica lo tenemos en la torre del palacio del Conde de Guadiana, en la que además se desarrolla un refinado tratamiento de la arista de esquina (Fig. 29). En relación con esta casa sabemos que su cuerpo principal se levanta a fines del s. XVI, en tanto que entre 1611 y 1615 se compran cuatro viviendas para labrar un apéndice rematado por una torre que se asoma a la calle Real, tal vez el eje viario más importante de la población y en el que paradójicamente, y salvo este inmueble, no se levanta ninguna otra construcción relevante. El resultado final de las operaciones que se llevan a cabo en el palacio Guadiana es realmente complejo y con profundas implicaciones urbanas. En primera instancia, y como era práctica habitual, el edificio que se levanta a finales del s. XVI había retirado su fachada del ábside de la iglesia de San Pedro para abrir una placeta ante lo que entonces era su puerta principal (Fig. 30).
ANEXO INFORMES DE JUSTIFICACIÓN DE VALORES UNIVERSALES DE ÚBEDA-BAEZA
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D/ LAS ACTUALIZACIONES PROMOVIDAS POR EL CABILDO SECULAR DE ÚBEDA: LAS CASAS DEL CONCEJO Y LA PLAZA DE TOLEDO. Desde los últimos años del s. XV en adelante se aprecia en la ciudad española una tendencia a situar las Casas del Concejo y de Justicia que se edifican de nueva planta en puntos de la ciudad libres de cualquier presencia de los grandes poderes del momento para expresar simbólicamente la independencia que debían tener.
Fig. 29. Úbeda. Torre del Palacio del Conde de Guadiana.
Este hecho se percibe con gran nitidez en Sevilla: si durante la etapa tardo-medieval el Cabildo Secular se había reunido en la sede del Cabildo Eclesiástico, situado al pie de la Catedral y muy cerca de los Reales Alcázares -lo cual constituía un claro signo de subordinación del poder municipal respecto de la Iglesia y la Monarquía- el nuevo Ayuntamiento y la Casa de Justicia se levantan en lo que será la plaza de San Francisco, un lugar en el que no existía ningún templo ni casa señorial. De esta manera, en el plano de las formas, ambas instituciones venían a proclamar la saludable autonomía que debían mantener respecto del estamento religioso, el Monarca y la nobleza, instaurando en el plano de la ciudad un nuevo centro del «poder civil» en lo que hasta entonces había sido un espacio interno residual. En relación con este «modelo» examinaremos en primer lugar algunos aspectos que conciernen a la sede del Concejo de Úbeda.
Fig. 30. Úbeda. 1. Palacio del Conde de Gaudiana. 2. Iglesia de San Pedro. 3. Convento de Santa Clara. 4. Calle Real.
Algo más tarde se decide introducir un gran gesto retórico en la ciudad construyendo una torre de esquina, de cuatro plantas de altura, que pasa a constituir uno de los episodios formales más bellos y sorprendentes que aporta el Renacimiento de Úbeda: entendemos una vez más que estas piezas y de un modo mas especial las tardías- no pueden ser interpretadas como fruto del desconocimiento de las reglas compositivas del Humanismo sino como soluciones que testimonian la autonomía del discurso arquitectónico y urbano que se mantuvo en el Sur de España.
Sabemos que en 1511 y con los Reyes Católicos, se realizan los primeros mandamientos para la construccion de unas Casas Consistoriales, dando fachada a lo que entonces era la «Plaza de Abajo» -hoy colmatada por construcciones- que
Lo que acontece en Úbeda pensamos que guarda alguna relación con lo expuesto en el caso de Sevilla. Para levantar la Casa del Cabildo se escoge una plaza entonces libre de cualquier presencia arquitectónica de signo eclesiástico o señorial, pero que por su adyacencia con la del Mercado formaba parte del núcleo más «ciudadano» de la población. Así pues, al labrar su fachada principal a la «Plaza de Abajo», y situarse lejos de la parroquia, en el plano de los enunciados expresaba su autonomía pero sin renuciar a un alto grado de centralidad. Es mas, al concluir las obras, la sede del Concejo hace «acto de presencia» con su mirador en el recinto del Mercado, pero eludiendo cualquier tipo de subordinación respecto de la iglesia de San Pablo que, a la postre, jerarquizaba la otra plaza. Esta operación, pese a las reducidas dimensiones del edificio, tiene una incuestionable importancia a nivel urbano; el recinto mas destacado del núcleo medieval -hasta entonces mercantil y eclesiastico en términos funcionales- se complejida al añadirle el componente de municipalidad, que lo refuerza en cuanto principal centro de Úbeda imprimiéndole un marcado caracter ciudadano. Al tiempo, las impecables arquerías de la logia municipal dispuestas en situación de adyacencia con los pórticos medievales de la plaza del Mercado, introducirían un importante contraste formal y figurativo -análogo al que provocan la Alhóndiga y la Casa Consistorial Baja en la baezana plaza del Mercado- remarcando la actualización cultural del Cabildo secular y su adaptación al nuevo orden político-administrativo, que por estas fechas ya había asumido decididamente las fórmulas compositivas y estilísticas del Renacimiento. En apartados precedentes nos hemos referido de manera reiterada a ciertas formulaciones de los tratadistas del cuatrocientos en las que se postulaba a favor de las poblaciones abiertas gracias a un clima de paz, y en las que un activo comercio debía impulsar el crecimiento económico y dimensional. En ellas, las puertas dejarían de ser construcciones militares mutándose por arcos de triunfo de traza clasizante, destinados a expresar al exterior la gloria ciudadana, tal y como dibuja Cesare Cesariano en su «Ciudad Vitrubiana» (Fig. 32).
Si las nuevas placetas que se abren durante el s. XVI, junto con las que se remodelan, introducen un sistema de puntuaciones dentro del espacio urbano -que al tiempo aporta aspectos cualitativos altamente renovadores- las torres suponen un importante elemento de recualificación formal por cuanto introducen una serie de marcas verticales muy visibles y compuestas en línea con los nuevos códigos compositivos del Humanismo. Si las espadañas y torres de los templos parroquiales antaño se comportaron como mástiles que sustentaban un velo litúrgico que cubría toda la población, en el quinientos el manto queda un tanto superado y «roto» por los signos urbanos que levantan los nuevos señores del Renacimiento
era un espacio articulado con la plaza del Mercado (Fig. 31). Las obras de este inmueble, de biografía un tanto compleja y accidentada, parecen prolongarse hasta 1609, fecha en la que se adquiren unas casas laterales y se labra el cuerpo dotado de una bella logia superior que se asoma a la plaza del Mercado.
Fig. 31. Úbeda. El centro de la ciudad. 1. La Plaza de Abajo 2. La Plaza del Mercado 3. Las Casas Consistoriales 4. La Iglesia de San Pablo.
También hemos indicado cómo esta idea resultaba inviable en Italia por las permanentes contiendas en que se vió inmersa durante los siglos XV y XVI, y cómo este tema sí resultaba posible en las poblaciones situadas en el interior de España. En el caso de Úbeda, tras la toma de la ciudad por los cristianos, los caminos que conducían a Baeza, Jaen, Córdoba,
ANEXO INFORMES DE JUSTIFICACIÓN DE VALORES UNIVERSALES DE ÚBEDA-BAEZA
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Sevilla, Toledo y a la capital de la nación confluían en la plaza de Toledo - un espacio adosado a la cara externa de la cercaque se transforma en el principal nudo circulatorio de la población y en punto de llegada casi obligado para los viajeros.
intención de labrar un templo-panteón familiar. Para realizar esto último parece ser que consigue suelo del Hospital de los Honrados Viejos, que obtiene a cambio de ciertas compensaciones que sólo en parte se cumplieron.
El reconocimiento de estos hechos se sitúa en la base de dos intervenciones impulsadas por el Concejo para un espacio que ya destacaba en términos funcionales, de tráfico, y de actividades conexas.
La ampliación de la casa-linaje puede fecharse hacia 1535 y podemos considerar que apenas tiene implicaciones urbanas por cuanto respeta las viejas alinaciones del viario y no provoca cambios morfológicos relevantes: únicamente cabe señalar que la concentración de parcelas y el consiguiente cambio de escala que experimenta el inmueble matriz introducirían un cierto grado de contraste con el más menudo caserío del entorno, en tanto que la fachada, que a juzgar por lo que se conserva debió ser muy parca en términos léxicos, tampoco debió provocar la esperable ruptura estilística.
En primera instancia, «por cuanto hay gran necesidad que en la puerta de Toledo por ser lugar de tanto concurso y tan conveniente se ponga un reloj», el Cabildo ordena recrecer una torre de la cerca situada en el borde occidental de la plaza levantando un cuerpo cerrado destinado a albergar la maquinaria, y edificando sobre este un templete superior de remate (Fig. 33). Esta pieza ademas de cualificar la plaza resaltando su importancia, introduce un hito municipal entre los numerosos hitos verticales expresivos del poder religioso y señorial que existían en la ciudad: las espadañas y torres de los templos y palacios. En segundo lugar, se edifica en esta plaza hacia 1593 la Puerta de Toledo -derribada en 1868- y de la que desgraciadamente no se conserva ningún dibujo o imagen. Ahora bien, a partir de las descripciones realmente precisas que han llegado hasta nosotros, se sabe que consistía en un «noble» arco de medio punto enmarcado por columnas estriadas, en el que se había suprimido cualquier elemento o atributo de índole militar. De esta manera, y porque «Cosa es conveniente que los pueblos suntuosos y bien edificados desde su primera vista prometan lo que dentro tienen», el Concejo de Úbeda introduce dos elementos en lo que era el principal acceso a la población -la torre del reloj y el arco de triunfo- que anticipan al viajero la brillante ciudad renacentista del interior, al tiempo que aportan una fuerte connotación municipalista en lo que era la entrada principal a Úbeda.
Fig. 33. Úbeda. La torre del reloj.
La reestructuración realmente importante que introduce D. Francisco de los Cobos en el tejido tardo-medieval viene del templo del Salvador, que se edifica aproximadamente entre 1536 y 1559.
LA PLAZA VÁZQUEZ DE MOLINA DE ÚBEDA. Aquel «llano de Santa María» que se genera por derribo de la muralla que separaba la ciudad del recinto del Alcázar, y por el terraplenado del cauce del «arroyo Azacaya», será el soporte de un grupo de construcciones civiles y religiosas, que se edifica en un plazo de tiempo inferior a los cincuenta años, y que compone, en términos de arquitectura, el gran conjunto renacentista de España, y uno de los mas importantes del panorama arquitectónico europeo. Hay un dato que tiene gran importancia para comprender lo que sucede en este espacio: parece ser que la Reina Juana cede a la ciudad los terrenos que habían resultado del derribo de la cerca interna, que pasan a inscribirse entre los bienes comunales. En las acciones que emprende el Personero de Úbeda en 1558 oponiéndose a su ocupación parcial por edificios públicos o privados -a las que nos referiremos posteriormente- creemos que radica una de las razones por las que no se desarrolla un plan global de reestructuración para el «llano de Santa María», manteniéndose en buena medida su contorno contingente e irregular, si bien pensamos que con algunas rectificaciones de alineaciones de tono menor. De hecho, una de las pocas certezas que tenemos es que la forma y organización final del «llano» no responde a un proyecto previo de conjunto, alcanzándose su forma actual por suma de operaciones arquitectónicas parciales, algunas de ellas suponemos que dotadas de una intencionalidad específica, a las que hemos de unir una intervención del Concejo ese loteamiento al que se opone el Personero- cuya traza y amplitud desconocemos.
Fig. 32. Cesare Cesariano. Planta de Ciudad Vitrubiana.
En términos cronológicos sabemos que hacia 1526 D. Francisco de los Cobos comienza a adquirir viviendas -en algún estudio se dice que fueron once- con ánimo de ampliar el caserón que había heredado de su padre y también con la
Esta pieza, que como era de esperar se concibe en términos de edificio exento, pensamos que se inscribe en el interior de las alineaciones medievales retranqueando sus paramentos de acuerdo con las exigencias de la planta, con lo cual se limita a provocar las correspondientes rupturas en el continuum de la «pared mudejárica», reforzadas por el brusco cambio de escala vertical y por un brillante desarrollo arquitectónico plenamente actualizado (Fig. 34). La posición que mantiene la iglesia del Salvador respecto del actual espacio urbano nos sitúa frente a una disyuntiva ante la cual sólo cabe aventurar algunas conjeturas. Tal y como acabamos de señalar, parece un tanto inverosímil la hipótesis de que haya existido un «proyecto « previo que no se cumple -impulsado por el todo poderoso D. Francisco de los Cobos- en el que se contemplase la ordenación del «llano de Santa María» de tal manera que el eje de su templo-panteón constituyese el eje de simetría de un recinto de perímetro regularizado, tal y como preconizaba la ortodoxia compositiva del Renacimiento: los vínculos de parentesco o subordinación que mantuvieron respecto de D. Francisco los promotores del palacio Vázquez de Molina y de la casa del Deán Ortega, obligan a pensar que ambos hubieran respetado las alineaciones establecidas en el hipotético plan de D. Francisco sin apropiarse de parte del espacio de lo que debiera ser la plaza, con independencia de que se trataría de una invasión de suelo comunal que hubieran desencadenado los correspodientes pleitos por parte del Personero. La segunda alternativa, que consideramos como mas verosimil, consiste en aceptar que la construcción del Salvador se entiende como una hecho autónomo, mediatizado por las alineaciones en que debía inscribirse la iglesia, con la única pretensión de que su fachada principal fuese visible desde el extremo opuesto del «llano de Santa María», y ocupando una posición «desplazada» como la que mantiene el Duomo en la «Piazza Sodello» de Mantova (Fig. 35).
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y se centra en sus propios objetivos. Tomando como referencia la alineación opuesta -el resto de muralla que por aquellas fechas parece ser que constituía el lado norte de la Colegiata de Santa María- se proyecta en cuanto un objeto aislado cuya fachada jerarquiza la dilatación que existe en el extreno Oeste del «llano de Santa María», introduciendo un segundo eje dominante en aquél espacio y generando virtualmente una «segunda plaza» maclada con la principal. De esta manera, y muy hábilmente, el palacio Vázquez de Molina, atenua su condición de pieza subordinada al templo del Salvador, colocándose como protagonista de su propio «subespacio» e introduciendo un vector de complejidad en el conjunto, cuya planta en L tambien se presenta en algunas plazas de reestructuración de las ciudades renacentistas italianas (Fig. 36).
Fig. 34. Úbeda. La Plaza Vázquez de Molina. 1. Capilla del Salvador. 2. Palacio Vázquez de Molina. 3. Palacio del Deán Ortega. 4. Antiguo Pósito. 5. Nuevas alineaciones. 6. Antigua cárcel del obispo. 7. Palacio Marqués de Mancera. 8. Iglesia de Santa María.
El tercer episodio lo constituye la casa del Deán Ortega, que se edifica hacia 1550 aproximadamente. Con independencia de las alineaciones de origen medieval que pudiesen existir en aquel frente, la pieza, de manera intencionada, se constituye en cuanto término mediador y de articulación entre la línea que establece la fachada principal del palacio Vázquez de Molina y el volumen del Salvador, inflexionando su fachada para liberar de cualquier obstrucción visual la fachada del templo.
Dado que la única pieza que se mantiene en pie es el Pósito no es posible precisar si las actuales alineaciones en aquél frente de la plaza corresponden a las establecidas en la parcelación que redacta el Concejo, o si por el contrario fueron otras. En consecuencia, poco o nada podemos decir sobre la intención de aquel «proyecto» parcial de regularización. En el límite, cabe establecer las dos hipótesis reseñadas en la figura 37, inclinándonos a pensar como más verosímil la segunda: además del citado referente de la «piazza Sordello», interesa señalar que la forma trapezoidal, sin ser frecuente en el urbanismo renacentista, tampoco constituye una anomalía, y al decir esto pensamos no ya en lo que es el ejémplo canónico por excelencia (la plaza de San Marcos de Venecia), o en la romana «piazza del Popolo» (Fig. 38), sino en la mucho más modesta plaza principal de Sarzana (Fig. 39). Los otros edificios significativos que se levantan en el «llano del Salvador» -el conocido como «Cárcel del Obispo», de la segunda mitad del siglo XVI, y el posterior «Palacio Mancera»- parecen ajustarse a los bordes contingentes del espacio matriz, sin intentar reconducirlo hacia una geometría más regular. Y cabe pensar que la torre de esquina que exhibe el palacio tenga por objeto señalar su presencia a nivel urbano, compensando con esta pieza la posición un tanto secundaria que ocupa en el recinto. Por último, en 1604 y entre otras obras, la Colegiata de Santa María rehace la fachada que corresponde al «Llano»: en la nueva traza se establece una portada retórica que se «enfrenta» a la puerta del palacio Vazquez de Molina, con lo que se refuerza el eje transversal que establecía este último. Parece obvio que existe un deseo de la Iglesia de Úbeda de participar en lo que ya se valoraba como el principal espacio político y del poder de la población construyendo una fachada para su templo principal -debemos tener en cuenta que el Salvador era «privado»- cuya composición respondiese a unos principios arquitectónicos plenamente actualizados.
Fig. 35. Mantova. Piazza Sordello.
Fig. 36. Padova. Piazza del Santo. Fig. 35. Mantova. Piazza Sordello. Perspectiva de la Iglesia.
El segundo episodio lo constituye la construcción del palacio Vázquez de Molina -se está edificando en 1546- que hemos de valorar como un impecable ejemplo del palacio renacentista: tal y como escribe Tafuri, nos encontramos ante un edificio de clara vocación cúbica, emblema de una severa voluntad ética, racional y racionalizante, que por su sola presencia aspira a mutar los contenidos y los significados del entorno en que se inscribe. Compuesto de acuerdo con los cánones de la ortodoxia, su fachada principal, simétrica, se estructura verticalmente en los preceptivos zócalo, plano noble y ático rematado por una potente cornisa. En términos urbanos, esta pieza también se concibe de forma autónoma
debemos suponer con voluntad ordenadora, es a la que se opone el Personero de la ciudad por entender que se ocupaba un espacio comunal.
En el lado opuesto sabemos que el Concejo pone en venta en 1557 una serie de parcelas situadas frente a la casa del Deán Ortega. También conocemos por noticias documentales que D. Rodrigo Orozco adquiere algunos de estos solares para labrar su residencia, en tanto que sobre otros se levantará el Pósito, cuya construcción tal vez se inicia en 1558. Cabe pensar que este loteamiento fuese un auténtico «proyecto urbano» que tuviese como objetivo formalizar el borde oriental del «Llano», en aquel momento realmente irregular y contingente, introduciendo una especie de crujía pantalla que ocultase el desorden provocado por los derribos que se habían realizado en el borde del Alcázar. A esta operación, que
En suma, en su forma final el «llano del Salvador» mantiene un contorno irregular y un tanto contingente -»grosso modo» asimilable a una L- si bien en él se cumple una norma básica del urbanismo renacentista: en las plazas lineales, cuando las jerarquiza un edificio religioso -el templo del Salvador, origen del proceso de transformación del espacio- éste debe situarse en uno de los lados menores del recinto. Cuando lo preside un edicio civil éste se situa en uno de los lados largos. En el «llano de Santa María», el templo del Salvador se levanta en cuanto fin de la perspectiva mayor jerarquizando el ámbito de la plaza material y simbólicamente, en tanto que los edificios civiles se ubican en los laterales. Por último, con independencia de los juicios de valor que se puedan emitir sobre la traza urbana y la calidad de las arquitecturas que se levantan en los bordes, la plaza Vázquez de
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Molina supone el nuevo espacio del poder: sobre la vieja trama funcional y simbólica de la Baja Edad Media, y mas allá de las transformaciones iniciadas a finales del s. XV con lo Reyes Católicos, la ciudad de Úbeda se enriquece con un gran núcleo que es la concreción espacial de la nueva «aristocracia» política y económica de la etapa renacentista, y cuya importancia se hace más patente a medida que el Alcázar -el emblema del viejo orden- se degrada materialmente y se vacía de sus viejos contenidos.
LA PERIFERIA, EL SIGLO XVI. Dentro del panorama urbano renacentista de Úbeda y Baeza resulta obligado comentar, siquiera brevemente, el tema de las nuevas relaciones que se establecen entre el centro y la periferia.
Fig. 38. Il Tridente di Piazza del Popolo. Fig. 37. Úbeda. Plaza Vázquez de Molina. Hipótesis de alineaciones de la parcelación municipal. Alternativa 1.
Fig. 39. Sarzana y su plaza trapezoidal.
Fig. 37. Úbeda. Plaza Vázquez de Molina. Hipótesis de alineaciones de la parcelación municipal. Alternativa 2.
La posición geográfica de Baeza y Úbeda, y su particular desarrollo socio-económico, son la causa de un intenso crecimiento demográfico desde la segunda mitad del s. XIV en adelante, a tal punto que al concluir el s. XV en ambos casos la población de los arrabales supera sensiblementa la que se aloja en el interior del núcleo amurallado: en el caso concreto de Úbeda por esta fechas se contabilizan 1.800 casas en los barrios y collaciones externos frente a las 1.078 que contiene el recinto acotado por la cerca. Esta particular situación tiene importantes repercusiones en términos de la dinámica urbana, si bien entre ambas ciudades existen sensibles diferencias que exigen lecturas separadas. En el caso de Baeza está probado documentalmente que desde los últimos años del cuatrocientos se produce una actividad descentralizadora que se acentua durante el s. XVI. En páginas anteriores hemos aludido al abandono del «barrio del Alcázar» por parte de numerosas familias de la nobleza local, que al trasladar sus residencias a los arrabales ponen en marcha un proceso «centrífugo» de incuestionables repercusiones sociales al revalorizar ciertos sectores y ejes de la periferia en cuanto espacio urbano susceptible de ser ocupado por la clase alta y plantear un nuevo concepto del «ensanche». Pero no sólo sucede esto: también se constata en paralelo una salida de funciones urbanas hacia los barrios exteriores con lo cual, al concluir la etapa renacentista, se ha formulado un modelo de ciudad estructuralmente muy distinto del medieval. También hemos indicado cómo Baeza a principios del quinientos contaba con dos grandes polos: el simbólico -la plaza de Santa María- se sitúa en el centro del recinto amurallado y en él la componente religiosa no hará otra cosa que acentuar su peso con el paso de los tiempos . Perdida tempranamente la función económica -de mercado- que tuvo durante los primeros tiempos de la dominación cristiana, pasa a ser centro religioso y municipal para después, cuando el Ayuntamiento se traslada a la Casa Consistorial Baja, quedar reducido a un espacio fundamentalmente religioso jerarquizado por la Catedral y el Seminario.
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Por el contrario, el polo económico se sitúa en la «ciudad baja», fuera de las murallas, centrándose en la plaza del Mercado y sus aledaños. La vitalidad e importancia de este núcleo urbano determina que buen número de las nuevas construcciones civiles se levanten en su entorno - las Escribanías Públicas, las Carnicerías, la Alhóndiga, La Cárcel y Casas de Justicia, la nueva sede del Ayuntamiento etcreforzando considerablemente la centralidad del lugar, que se convierte en el foco mas vital de la población. En este sentido consideramos decisiva la contribución de este más que brillante conjunto de arquitectura civil en el proceso de reorganización de la ciudad tanto en términos funcionales como simbólicos, planteándose una clara disyunción entre el espacio del «viejo orden» y el espacio donde se concretan las acciones de las nuevas fuerzas renacentitas emergentes. La concentración de gran número de las construcciones públicas y residenciales en la ciudad baja -a las que hemos de unir algunos conventos especialmente significativos, como es el de San Francisco- implica una mayor estabilidad del viejo recinto amurallado, que obviamente experimenta menos reestructuraciones de las esperables en términos urbanísticos, en tanto que la periferia adquiere un peso creciente, al punto de que, en muchos aspectos, lo más fundamental del hecho urbano se condensa en ella. Como consecuencia de estos acontecimientos se produce un cierto grado de especialización entre las dos partes de la ciudad. Simplificando, podemos mantener que en el casco medieval tienden a condensarse las funciones religiosas y docentes: las primeras se concretan en la Catedral, la residencia del Obispo, y los numerosos templos parroquiales y conventos que se levantan en su ámbito. Las segundas se concretan ante todo en el edificio de la Universidad, el Seminario Diocesano -después Seminario de la Orden de San Felipe de Neri- y en el Colegio de los Jesuitas. En lo que concierne a la periferia, en ella se concentran las sedes de las instituciones seculares, gran parte de la residencia y los elementos urbanos y edificios que constituyen el soporte de la vida civil y económica. De esta manera ciudad alta y ciudad baja, diferenciadas en sus atributos y funciones, componen un sistema que, con independencia de posibles interpretaciones puristas, puede considerarse un vértice en lo que es aquella idea de la ciudad del Humanimo que preconizase Alberti: abierta, en expansión, construida por fases, reestructurada de acuerdo con las nuevas necesidades y, sobre todo, densamente poblada de bellas arquitecturas expresivas de la nueva cultura. En el caso de Úbeda la situación es otra y la concepción del «ensanche» un tanto diferente. Tal y como hemos señalado las grandes familias tienden a permanecer en el interior del recinto amurallado levantando allí sus nuevas casas e induciendo buen número de esas pequeñas operaciones de reestructuración urbana que por suma recualifican sensiblemente el tejido medieval: de hecho, el número de arquitecturas
residenciales significativas que se contabilizan en la periferia es realmente bajo: el palacio de Busianos, la casa del Caballerizo Ortega y poco más. Análogamente, la escasa arquitectura pública civil de nueva planta también se levanta dentro de la vieja ciudad contribuyendo a recualificarla, a excepción del magnífico Hospital de Santiago. En esta ciudad, y a diferencia de lo que acontece en Baeza, la medieval plaza del Mercado no pierde sus funciónes; el nuevo polo ciudadano que se consolida en la plaza de Toledo la complementa pero no la anula, en tanto que la plaza Vázquez de Molina acaba por constituir un centro simbólico y emblemático. Al tiempo, las nuevas fundaciones religiosas externas -entre ellas los conventos de la Santísima Trinidad y San Franciscotienden a ubicarse en los bordes de lo que era la ronda de circunvalación de la cerca medieval, y próximas a las puertas de acceso al núcleo de intramuros, sin incidir prácticamente sobre la estructura de los arrabales. Por último, la construcción más importante en términos dimensionales y cualitativos que se levanta en el «ensanche», el gran Hospital de Santiago, permanece como un hecho un tanto aislado que no induce las esperables tensiones de crecimiento en el territorio, en lo cual es análogo al Hospital de las Cinco Llagas de Sevilla. De esta manera, al concluir el s. XVI se alcanza en Úbeda una situación que en ciertos aspectos podemos considerar contraria a la de Baeza: un casco que se mantiene como «toda la ciudad» y que, en consecuencia se reestructura y recualifica para adaptarse al nuevo orden económico, político y cultural -el hito más destacado dentro de los procesos de transformación interna lo constituye sin duda la plaza de Vázquez de Molina- en tanto que la periferia, aunque dominante en el plano de lo cuantitativo, se manifiesta ante todo como una masa residencial un tanto amorfa y menos cualificada. Si en términos de analogía lo que acontece en Úbeda se acerca más a lo que sucede en la cerradas ciudades italianas de los siglos XV y XVI, las transformaciones que ha experimentado Baeza al concluir el quinientos aproximan su estructura a los modelos preconizados por los grandes tratadistas del primer Renacimiento. En la medida en que una y otra se complementan, en conjunto nos muestra una auténtica recopilación de gran parte de las ideas, soluciones y prácticas del urbanismo renacentista adaptándolas o reformulándolas, allí donde era necesario, a una realidad política, económica y social muy distinta de la italiana. De aquí que consideremos plenamente justificado el título que hemos dado a estas notas: ÚBEDA Y BAEZA EN EL RENACIMIENTO. LA MAGISTRAL LECCIÓN DE SU URBANISMO.
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ÚBEDA Y BAEZA EN SU ENTORNO: UNA SINGULAR IRRADIACIÓN URBANA Y ARQUITECTÓNICA.
Pedro Galera Andreu. A diferencia de otras ciudades medias en España y Andalucía, Úbeda y Baeza, lejos de presentarse con respecto a su territorio como un hecho urbano aislado, lo hacen impostadas sobre una red de pequeños núcleos: Torreperogil, Sabiote, Rus, Canena, Ibros y Begíjar, situadas en un radio de 5 a 8 kms. en torno a las dos ciudades.
Todo este sistema de construcciones subraya la íntima relación social y económica de Úbeda y Baeza con su entorno territorial.
Estos núcleos o villas se caracterizan, y ésta es su originalidad, por mostrar a escala reducida equipamientos que signan fuertemente a los grandes núcleos, como son los militares y los religiosos, además de incorporar, en el primero de los casos función de residencia temporal para próceres de las ciudades.
b/ La innovación en las tipologías arquitectónicas que entran en juego.
Otras unidades menores: los cortijos y haciendas de labor para la agricultura, que sustentan la economía de la comarca, se esparcen diseminados entre esa red de pequeños pueblos. De cronología bastante antigua, se remontan al S. XVIII (Cortijo de Nínchez); Casa de Caldona (S. XIV); La Mainilla, el Allozar y Villapardillo (S. XVI) ; del Ahorcado y de la Orden (S. XVIII) hasta los más abundantes del S. XIX y S. XX. Únase a estos ejemplos molinos de pan o trigo, movidos por fuerza hidráulica con sus característicos “cubos” de piedra para la entrada de agua. Por último, una serie de puentes atestiguan la importancia de la red viaria que atraviesa el territorio y confluyen en las dos ciudades. Tres de ellos constituyen un alarde ingenieril y de virtuosismo de la cantería: Puente del Obispo; el de Ariza y la Puente Nueva o puente de Mazuecos.
Una doble peculiaridad observamos en esta relación: a/ Su pervivencia en el tiempo.
Respecto al tiempo, resaltar que muy anterior al siglo del Renacimiento, ya estaban asentadas estas poblaciones e igualmente con funciones similares: defensas militares tan antiguas e importantes como la muralla ciclópea de Ibros (S. V a.C.), Monumento Nacional desde 1931, o las torres medievales de Canena y Torreperogil, que se refuerzan con los castillos de Canena y Sabiote en el S. XVI. El pleno uso hasta nuestros días de los molinos y la utilización de los puentes en las mismas vías de comunicación. En cuanto a la innovación tipológica destacaríamos la aparición temprana para España, el primer caso, de muros abaluartados en el Castillo de Sabiote, tras su compra por D. Francisco de los Cobos, y el bovedaje de los molinos de pan (caso del Molino del Comendador), similar en lo constructivo al bovedaje de los Pósitos o almacenes de grano en las ciudades, como el de Baeza, de original variedad tipológica en su género, que prueba la estrecha dependencia económica entre campo y ciudad. También, en las haciendas de labor se observa una fusión de la tipología tradicional con el racionalismo académico, visible en el caso de la Hacienda de La Laguna (Baeza) obra del ingeniero centroeuropeo Tomasz Frnaciszek Bartmanski.
Úbeda y Baeza. Grabado de Anton Van der Wyngaerden
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ÚBEDA Y BAEZA EN SU ENTORNO, UNA SINGULAR IRRADIACIÓN URBANA Y ARQUITECTÓNICA. Ya es significativo que el pintor y dibujante Antonio Van der Wyngaerden a la hora de recoger estas dos ciudades para su serie de ciudades hispanas, encargadas por Felipe II, eligiera una vista conjunta de ambas, dominando un territorio con que se hacen consustanciales. Su proximidad, por tanto, cobraba sentido a los ojos del artista flamenco en cuanto que centros destacados de un conjunto. Esta estructura de núcleos urbanos a modo de satélites de Úbeda y Baeza, ofrece la particularidad de una larga continuidad en la historia, antes y después del gran momento de esplendor del S. XVI. Los hallazgos arqueológicos, que desde la Edad del Cobre, pero sobre todo desde la protohistoria, prueban que se suceden los asentamientos en todas esas localidades con restos arquitectónicos tan importantes como las murallas Ciclópea de Ibros (S.V. a.c.), testigo de una población Íbera, declarada Monumento Nacional en 1.931. También los recientes descubrimientos junto al Castillo de Sabiote demuestran un asentamiento de, al menos, época romana.
Murallas de Ibros.
Iglesia y plaza de Begíjar.
En el estado actual de los conocimientos históricos y arqueológicos, desde el S.II a.c., Úbeda y Baeza se erigen en cabezas administrativas y económicas del territorio con núcleos secundarios dependientes; Aldeas o Vicus romanos, identificados en los alrededores de las actuales Begíjar y Rus. Todavía otras ciudades menores, muy abundantes y discriminadas por el espacio territorial, dedicados a explotación agropecuaria, la villae, se identifican con cortijos actuales como Cortijo del Ahorcado y de los Monoro, en término de Baeza, el de los Álamos en Lupión, el Molinillo en Canena o Puntal del Rey, en Ibros, etc. Incluso en el período más oscuro de la Alta Edad Media, época de las invasiones Bárbaras, Baeza que gozó del privilegio de ser sede episcopal, bajo los visigodos, tiene notables testimonios arquitectónicos en los eremitorios o cenobios, rupestres que han aparecido en término de Rus; (Valdecanales y Cueva de Veguilla), estudiada la primera por el Instituto Arqueológico Alemán, aparte de los restos aparecidos en el subsuelo de muchos de estos núcleos. La ocupación Islámica y su enfrentamiento con los Reinos Cristianos, sin olvidar los propios conflictos internos de finales del Califato y período de Taifas, reforzando los aspectos defensivos de un territorio que iba a la postre a convertirse en una línea de frontera perenne desde el S. XII, cuando Úbeda y Baeza fueron conquistadas por primera vez por Alfonso VII. Esto marcará un importante desarrollo de recintos fortificados, que aparte de las celebradas murallas de Úbeda o del mismo recinto de Baeza, ofrecen notables vestigios en Sabiote, Torreperogil, Canena y Begíjar, donde pueden rastrearse la superposición de sistemas constructivos musulmanes y cristianos, a la vez que destaca el uso residencial de algunos elementos, con la Torre del Obispo de Begíjar, lo que subraya la relación de dependencia entre los grandes núcleos y los pequeños, en este caso Baeza y Begíjar.
Castillo de Sabiote. Detalle.
Castillo de Sabiote. Planta.
En fin, el S. XVI culmina este proceso, en gran medida por la intervención del poderoso Francisco de los Cobos, el Secretario del Emperador, que Comprará núcleos enteros como el Sabiote, el Mármol, anejo a Rus. De carácter excepcional resultan algunas intervenciones arquitectónicas consecuentes: Reedificación del Castillo de Sabiote con modernos sistemas abalvartados, absolutamente novedosos en la España del interior, para la época, o la calidad del patio renacentista en el castillo de Canena. Pero también los templos de todas estas poblaciones, que junto a los elementos militares nuclean los pequeños espacios cívicos de estos pueblos, a los que se incorporan posteriormente otros edificios públicos y privados. Muy destacables son los templos de Torreperogil, con un lenguaje protorenacentista, que se codea aún con el gótico, el de S. Pedro de Sabiote, ensayo de Andrés de Vandelvira, sobre un arranque igualmente protorenacentista y gótico o las interpretaciones más tardías de Begíjar y Rus.
Castillo de Canena.
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Del mismo modo que estos núcleos intermedios se han renovado a lo largo del tiempo, las unidades menores: cortijos, haciendas etc... han hecho lo propio. La mayoría son construcciones que datan de fines del siglo pasado y de éste, dentro de una tipología tradicional de vivienda con corral o establo, pero en bastantes casos afloran elementos arquitectónicos de diversos momentos: medievales (cortijos de Nínchez y de Caldona, S. XIII y XIV respectivamente); renacentista (La Mainilla, el Allozar o Villapardillo en términos de Torreperogil y Baeza) y posterior, el de la Orden y el del Ahorcado, este último con importantes restos romanos, descubiertos por Horace Sandars en 1.924. Las haciendas, más escasas y complejas en lo tipológico, en cuanto que diversifican distintos espacios articulados por patios, destacando la vivienda y a la que no falta una capilla, tienen su mejor exponente en la hacienda de la Laguna, cerca de Baeza, proyectada el ingeniero polaco Tomaz Frnaciszek Bartmanski, el siglo pasado, ejemplo de tradición e innovación racionalista, hoy convertida en Museo del Aceite.
Por último la red de comunicaciones que une toda la Comarca, en gran parte orientada por los cursos fluviales, queda patente por la huella de calzadas y vías que desde Roma y durante la época medieval han formado la base de las actuales vías de comunicación. Aquí la piedra se hace brillantemente hegemónica en la construcción de puentes, que aunque alguno sea de época romana (la Puente Vieja sobre el Guadalquivir) tienen sus más brillantes ejemplos en el S. XVI: Puente del Obispo (Baeza) muy a comienzos del siglo, con detalles góticos como la capilla (rehecha modernamente) y el de Arizas encargo del Obispo D. Francisco de los Cobos de A. Vandelvira. Sobre el Guadalimar y la “Puente Nueva” (término de Baeza, sobre el Guadalquivir) rehecha parcialmente este siglo, pero del que se conserva sus trazas originales, obra también de A. De Vandelvira y Francisco del Castillo.
Puente de Ariza.
En resumen, hoy día todos los analistas coinciden en ver activo en la actual Comarca de la Loma este sistema de ciudades que hemos visto formarse y cristalizar en el Renacimiento en torno a estas dos ciudades Medias, Úbeda y Baeza, cabezas de una serie de núcleos menores unidas por su actividad básicamente agraria y signada poderosamente por una arquitectura de corte clasista. Puente del Obispo.
Hacienda de La Laguna.
Únase a estas unidades los molinos de pan, como específicas construcciones relacionadas con la actividad agraria más importante de la época medieval y moderna: el cultivo del trigo y su transformación. Levantados junto a los cursos de agua para aprovechar la fuerza hidráulica, se sitúan a orillas de los ríos Guadalimar (Molinos de los Escuderos, de Gil Ramírez, Cardona y Puente de Guadalimar) y Guadalquivir (Molinos Nuevos, Santa María, Pedro Alfonso, el de Calatrava, el del Comendador etc.). Aparte del interés etnográfico de su maquinaria y sistema de molienda, es su construcción, de sólida mampostería, sobre todo en el del Comendador, lo que unifica más estas piezas con el resto de los construido y con peculiares tipologías urbanas, como es el caso de los Pósitos y almacenes de trigo erigidos a mediados del S. XVI a.c. a instancias de la Corona para controlar los desequilibrios de las cosechas, donde volvemos a encontrar magníficas cámaras abovedadas de piedra (Pósito de Baeza, fechado en 1554).
Molino del comendador.
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LA ORIGINAL Y COMPLETA SECUENCIA DE LA ARQUITECTURA RENACENTISTA EN ÚBEDA Y BAEZA.
Pedro Galera Andreu. Los inicios de la arquitectura renacentista en Úbeda y Baeza se pueden situar a partir de la década de 1520, en una solución de continuidad con el gótico final, presente aún en portadas de templos realizados en las dos primeras décadas del siglo (San Isidoro; San Nicolás o San Pablo de Úbeda) y con la arquitectura palaciega de fines del S. XV (fachada del Palacio de Jabalquinto, en Baeza). Son precisamente los tipos residenciales los primeros en ensayar las novedades del léxico de la Antigüedad en un balbuciente lenguaje de proporciones no ajustadas: gruesas columnas de fustes superpuestos en exteriores, muy decorados, frente a finísimos soportes en patios y otros puntos interiores, dentro de una concepción de masa y volumen heredada del Medievo. Este lenguaje de lujosa ornamentación, inspirada en la tipografía e iluminación de libros, tanto o más que en la orfebrería, constituye ese Protorenacimiento o “Plateresco”, particularmente rico y arraigado en España, que dejará honda huella en la casapalacio de todo el período moderno en las dos ciudades. La llamada Casa de las Torres”, en Úbeda; el palacio de Torrente, también en Úbeda o la actual Sede de la U.N.E.D. en la calle Gradas, de la misma ciudad, de la que sólo subiste la portada, junto al palacio de los Salcedo de Baeza; el primitivo Ayuntamiento o Casas Consistoriales Altas de Baeza -antigua casa de la familia Gyl Baile de Cabrera- e incluso las mismas intervenciones en la fachada del palacio de Jabalquinto, son el escenario de estos ensayos. Junto a ellos, los templos se sumarán al nuevo estilo en intervenciones menores: portadas y capillas, donde de manera concentrada se experimentará el lenguaje. Así, la portada sur de San Andrés de Baeza prácticamente enlaza las últimas intervenciones góticas en la misma iglesia, visible en la tore aneja, con los nuevos gustos, al igual que ocurre con una capilla interior. Connotaciones civiles ofrece, por su parte, la portada meridional de Santa Domingo de Úbeda, con arco de grandes dovelas despiezadas y balaustres, elementos éstos visibles en las iglesias parroquiales de los vecinos pueblos de Torreperogil y Sabiote, mientras que dislocadas superposiciones de columnas clásicas se insertan en estructura de portada medieval en el convento de San Antonio de Baeza. La década de 1540 marca el giro decisivo hacia el triunfo de la mejor arquitectura renacentista con dos obras religiosas de patrocinio privado: La Sacra Capilla de El Salvador de Úbeda y la de los Benavides en San Francisco de Baeza. Ambas tienen un carácter funerario y en las dos intervendrá de forma activa Andrés de Vandelvira, aunque responden a dos modelos diferentes; el primero, una refinada e intelectual interpretación por parte de Diego de Siloé del
espacio funerario en la Antigüedad (Panteón de Roma); el segundo, siguiendo la capilla funeraria castellana de fines del Medievo. En las dos, pero en Baeza de forma íntegra, Vandelvira pone a prueba las posibilidades del Orden Clásico a muy diferente escala con brillantísimas soluciones estereotómicas en la cubrición. Desde 1550 a 1575, fecha de la muerte de Vandelvira, se produce el florecimiento en Úbeda y Baeza de la arquitectura civil, tanto pública como privada, si bien en esta última se dan los mejores frutos vandelvirianos: Palacio de Vázquez de Molina y del Deán Ortega, que acaban por configurar la actual Plaza de Vázquez de Molina, junto al de Vela de Cobos y Marqués de la Rambla, en la misma ciudad, así como el Hospital de Santiago, la obra de mayor aliento al final de su vida y una de las mejores en su género en España.
catedrales de México, Puebla, Oaxaca, Mérida, Guadalajara, Lima y Cuzco; y, aunque de fecha posterior, la catedral de Buenos Aires sigue de cerca los presupuestos de Vandelvira. La iglesia del Salvador de Úbeda dejó asimismo su impronta en tierras americanas, concretamente su fachada lateral tuvo una cabal réplica en la portada principal del convento de Yecapixtla (México). Por otro lado, sus torreones parecen repetirse en la fachada de la iglesia mexicana de Cuilipán. Otros elementos del templo ubetense, como la modalidad de bóvedas acasetonadas, pueden rastrearse en la iglesia de La Mercel de Sucre (Bolivia). Por lo que se refiere a Baeza, es muy significativa la Capilla del Pópulo por cuanto puede considerarse como un claro precedente de las capillas de indios en América.
Más no es sólo la actividad de Vandelvira. Otros talleres y otros arqitectos contribuyen a enriquecer las dos ciudades: Ginés Martínez de Aranda, maestro baezano, que dirige la empresa hidráulica del abastecimiento de agua a su ciudad natal, de la que dejaría memoria en la Fuente conmemorativa delante de la catedral; la presencia de Francisco del Castillo “el Mozo”, un arquitecto jiennense formado en Roma a la sombra de Vasari y Ammanatti, autor de la fachada de la Chancillería de Granada, trabajando para la catedral de Baeza, y la del jesuita Juan Bautista Villalpando, quien labra la portada de ese mismo templo y traza el Colegio de la Compañía unos metros más abajo. Este último arquitecto, discípulo de Juan de Herrera, daría inicio en Baeza y en ese Colegio, junto con Jerónimo del Parado, a uno de los libros más fecundos para la teoría e historia de la arquitectura: La visión del Templo de Jerusalén, según el Profeta Ezequiel, obra que iluminó a toda la tratadística europea, como ha reconocido Joseph Rykwert, en un clima cultural especialmente exaltado, como el que se vivía en la Universidad de Baeza a fines del S. XVI. Un siglo, que se cierra con la amplia proyección de los fermentos experimentales de Vandelvira y sus émulos (edificio de lña Universidad de Baeza) y que se prolongaría en gran parte del S.XVII (Palacio de Mancera y del Marqués de Guadiana en Úbeda) y hasta el S. XVIII (Palacio del Marqués de Contadero, en Úbeda), sellando así una singular perdurabilidad de un momento histórico excepcional a través de la arquitectura. Finalmente, -como se analiza en otro informe- las huellas de la escuela de Andrés de Vandelvira y algunas obras de Diego de Siloé fueron tomadas como modelo y referencia en América. La primera, presente por lo menos en las ANEXO INFORMES DE JUSTIFICACIÓN DE VALORES UNIVERSALES DE ÚBEDA-BAEZA
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SECUENCIAS DE LA ARQUITECTURA RENACENTISTA EN ÚBEDA Y BAEZA. Los inicios de la arquitectura renacentista en Úbeda y Baeza, al igual que la mayor parte del resto de España, difícilmente se pueden establecer antes de la tercera década del siglo XVI y sólo de una manera parcial, limitada a aspectos ornamentales por lo general. La pujanza del gótico último, que había asentado un crecido número de maestros canteros entre las dos ciudades, reforzaba con su técnica y lenguaje esa prolongación del medievo. Naturalmente, era el gusto de los comitentes lo que más fortalecía esta prolongación. Así, al obispo Suárez de la Fuente del Sauce (1500-1520), obispo constructor por excelencia, se le deben todas las reformas y construcciones de la mayor parte de templos parroquiales en los que encontramos un mismo tipo de portada góticoflamígera (San Isidoro, San Pablo o San Nicolás de Úbeda). Coincide la llegada de su sucesor al frente de la diócesis, Esteban Gabriel Merino (1525-1535), cardenal afincado en Roma, y el interés de parte de la pequeña nobleza local, para que se produzca el giro hacia la nueva arquitectura, la arquitectura a lo “antiguo”. Coincidimos en llamar a esta primera fase de los inicios renacentistas “protorenacimiento” o también “plateresco”, siguiendo la denominación más tradicional, por la similitud de los sistemas decorativos empleados con las labores de la orfebrería, si bien su fuente de inspiración es la de la ilustración del libro. En cualquier caso, se trata de intervenciones superficiales: portadas, decoración de vanos y de fachadas, en las que el uso de los órdenes clásicos es aún impreciso, lleno de licencias y donde domina el balaustre como soporte y el grutesco, la láurea y la venera como elementos ornamentales más comunes, a pesar de lo cual su fuerte plasticidad junto a una cierta ingenuidad hacen enormemente atractivas estas portadas como la de San Andrés de Baeza, tal vez la más temprana, la meridional de Santo Domingo de Úbeda que junto a algunas más pequeñas de Santa María, en la misma ciudad, muestran su predilección por los balaustres como soportes dominantes con un notable eco en templos de localidades próximas como Torreperogil y Sabiote.
Portada meridional de la iglesia de Santo Domingo. Úbeda.
Pero son los palacios y casas palaciegas los que mejor recogen esta fase plateresca, no sólo por ofrecer mayor campo para las series decorativas, sino también porque en ellos se plantean soluciones de espacios y volúmenes acordes con el Renacimiento. Este es el caso de la llamada “Casa de las Torres” de Úbeda y del palacio de los Salcedo de Baeza. En la primera, mansión de la familia Dávalos, de la pequeña nobleza militar, se perfila con nitidez la casa de tradición Antigua ordenada con rigor simétrico en torno a un gran patio central, pero donde las torres angulares que se adelantan del plano de fachada tienen, por proporción y volumen, connotaciones defensivas, en tanto que las columnas del patio contrastan por su delicadeza alhambreña y nos recuerdan la tan querida contraposición externo-interno de la arquitectura musulmana. No obstante, el plano de fachada con su ornamentada y desajustada composición busca la notoriedad de lo individual propio de la cultura renacentista, lo mismo que ocurre en el palacio de Torrente o en la casa de la calle Gradas (actual sede de la Universidad a Distancia), ambas en Úbeda.
Fachada del palacio Torrente. Úbeda.
Baeza. Palacio de los Salcedo. Casa de las Torres. Úbeda. Fachada.
Casa de las Torres. Úbeda. Patio.
Respecto al palacio de los Salcedo, construido por D. Juan Rubio Salcedo, entre fines del siglo XV y principios del XVI, próximo, pero fuera del recinto amurallado, destaca por su volumen de tres plantas y un espacio netamente centrípeto, aunque aquí el patio opta por gruesos soportes cilíndricos que refuerzan la idea de solidez que desprende todo el edificio, si bien el efecto monumental alcanzado es notable. El exterior, por contra, responde al concepto gótico en la desigual distribución de vanos con la puerta de entrada desplazada hacia un ángulo, pero la alternancia de las ventanas bíforas de inspiración lombarda con las góticas revela el carácter de transición en el que se ensaya el paso de uno a otro lenguaje. Este mismo juego se repite en la casa de los Gil Bayle de Cabrera, junto a la cabecera de la catedral, adaptada pronto para sede del ayuntamiento en recuerdo quizás de los concejos abiertos medievales que tenían lugar en la puerta de ANEXO INFORMES DE JUSTIFICACIÓN DE VALORES UNIVERSALES DE ÚBEDA-BAEZA
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la catedral. Esta transformación en edificio público fuerza sin duda la aparición de lo renacentista a través del ornamento heráldico imperial, la necesidad de construir un salón de plenos y su correspondiente balcón al exterior. No obstante, los alfarjes de madera del salón y los arcos conupiales presentes en la fachada, junto al vano de acceso, de grandes dovelas, tan característico de toda la arquitectura civil del siglo XVI en Baeza, se conjugan en feliz y peculiar síntesis de épocas y culturas, de tradición e innovación, de la misma manera que lo percibimos en la fachada del palacio de Jabalquinto con la introducción de la galería de arcos de medio punto en la planta superior, otro elemento significativo de la arquitectura renacentista en toda la comarca.
Baeza. Palacio de Jabalquinto.
- Mediada la década de 1530 se inicia la etapa de plena asimilación del lenguaje clásico en la arquitectura de la zona. El punto de referencia se puede situar con la decisión del secretario imperial Francisco de los Cobos, de construirse un palacio y la iglesia panteón familiar bajo el título de El Salvador. Esta última, proyecto de Diego Siloé, constituirá el eje y centro de un gran espacio abierto que lleva su nombre, y de una amplia manzana en la que se integraba el palacio y un hospital para “venerables ancianos”, llegando a estar pensada incluso una universidad. El diseño de la Sacra Capilla de El Salvador recogía a escala reducida la idea central de la catedral de Granada de erigir un organismo circular de clara inspiración en el Panteón de Roma, comunicado con la nave longitudinal del espacio eclesial mediante un valiente arco toral abierto en la superficie cilíndrica del muro de la rotonda. Imagen esta del templo de Úbeda que coincide extraordinariamente con una versión de la hipotética reconstrucción del templo Malatestiano de Rímini, de León Batista Alberti. Pero, aparte de lo innovador de esta idea para el panorama de la arquitectura de ese momento en España, Siloé dejaba por escrito en sus instrucciones todo un pequeño tratado práctico sobre el uso y sentido del orden clásico arquitectónico de capital importancia para los maestros ejecutantes, fundamentalmente Andrés de Vandelvira.
Este joven maestro será de ahí en adelante el hombre de confianza de Cobos y su familia, quien se encargará de completar un amplio plan de construcciones civiles, religiosas e ingenieriles -como se analiza en otro informeconvirtiéndose en el gran artífice de la imagen resultante de Úbeda, sobre todo, y en parte de Baeza, durante un periodo de unos 35 años en los cuales la extraordinaria progresión de este arquitecto superó pronto las enseñanzas iniciales, y con lecturas de tratados (Serlio, principalmente) y su propia experiencia, sellará con un estilo propio la arquitectura de estas dos ciudades y lugares del entorno, tanto por su acción directa como por la influencia sobre otros maestros y talleres. En efecto, mediado el siglo, la intensa actividad desarrollada: palacios del Deán Ortega, de Juan Vázquez de Molina, de los Marqueses de la Rambla y de Vela de los Cobos; Hospital de Santiago; puente de Ariza, entre los proyectos de más envergadura en Úbeda. Catedral; San Francisco de Baeza; Casa del Corregimiento y Cárcel; Pósito y Alhóndiga; puente de Mazuecos, por otra parte, en Baeza, justificaba la presencia de arquitectos y maestros en permanente formación. Así, tendríamos a una familia como los Martínez de Aranda, baezanos de origen, formados en torno a Ginés Martínez “el Viejo”, quien en 1556 se ocupara de la canalización y traída de aguas a Baeza, hecho conmemorado en la Fuente que preside la plaza de Santa María. O de maestros casi desconocidos hasta hace poco, como Andrés de Salamanca, muy activo en la comarca, trabajando a las órdenes o siguiendo directrices de Andrés de Vandelvira (Iglesia de Santa María de Linares), sin olvidar a los propios hijos de Andrés de Vandelvira, Alonso y Juan, sobre todo el primero, activo en Sabiote. En fin, el ambiente alcanzado
dentro de la arquitectura en estas ciudades había llegado a un punto que cuando el ayuntamiento de San Clemente (Cuenca) se enfrenta en 1565 a ciertos problemas en la construcción de su edificio de Cabildos, deciden escribir a Baeza para buscar un maestro que lo solucione porque allí es ... “donde y en su comarca -dice literalmente el acuerdo- ay maestros eçelentes”. - Si la muerte de Vandelvira en 1575 puede suponer una pérdida muy importante junto a los primeros síntomas de agotamiento económico y la consiguiente ausencia de gran parte de aquellas poderosas familias, Cobos y Benavides, ahora encumbradas y enlazadas con grandes casas nobiliarias, el último cuarto de siglo registra todavía una importantísima labor arquitectónica protagonizada por los herederos de Vandelvira, junto a la presencia de otros arquitectos venidos de fuera que prosiguen proyectos iniciados y comienzan otros. Éste va a ser el gran momento de una Baeza que potencia su condición de gran centro eclesiástico y educativo, toda vez que fracasada la fundación universitaria de Úbeda y bajo el reduccionismo postrentino, el mayor peso jerárquico en lo religioso de Baeza fomenta los equipamientos docentes por medio de una Universidad y por el Colegio de Santiago de la Compañía de Jesús. Ambas instituciones, muy cercanas en el espacio, y con dos grandes parcelas construidas en las décadas finales del siglo, conforman un ambiente religioso formativo que reviste un inusitado interés en virtud de la pujanza del movimiento de “los alumbrados” o heterodoxos dimanantes de la actitud y situación social de las minorías conversas que encuentran en las aulas universitarias de Baeza un refugio y una tribuna de difusión de sus ideas y comportamientos.
Esquina del palacio Vela de los Cobos. Universidad de Baeza.
ANEXO INFORMES DE JUSTIFICACIÓN DE VALORES UNIVERSALES DE ÚBEDA-BAEZA
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Arquitectónicamente, uno y otro edificio, no dejan de mostrar una imagen que paralelamente muestran también un conjunto de licencias dentro del tipo de clasicismo vigente, en el caso de la Universidad, y de la más estricta ortodoxia del clasicismo académico vasariano adoptado por Juan de Herrera en la corte, en el colegio de Santiago, difundido por un buen discípulo de aquél: Juan Bautista Villalpando, quien también traza la portada de la catedral de Baeza en la que interviene junto a otro brillante arquitecto jiennense formado en Roma: Francisco del Castillo “el Mozo”, autor de la fachada de la Chancillería de Granada. El papel de Villalpando no se limitará sólo a estas obras sino que como teórico, aquí en Baeza iniciaría una de las obras capitales para la teoría de la arquitectura en la Europa moderna, según ha reconocido J. Rykwert, sobre todo en autores como Jehuda León o Fischer Von Erlach: El Templo de Jerusalém según la visión del profeta Ezequiel escrito junto al baezano Jerónimo del Prado, libro terminado y publicado en Roma. Si con el siglo se apagaba tan espléndido momento, sin embargo hemos de reconocer que la arquitectura realizada en Úbeda y Baeza iba a tener una larga pervivencia y fructífera prolongación fuera de su territorio gracias a la diáspora de los miembros de aquellas familias que, como los Martínez de Aranda y los Vandelvira, viajaron primero a la Baja Andalucía dejando su huella en Sevilla y Cádiz; pero más lejos aún, Ginés Martínez de Aranda es reconocido hoy como el arquitecto que al ser nombrado maestro mayor de la catedral de Santiago de Compostela introduciría, según ha reconocido A. Bonet, la arquitectura renacentista en Galicia, que era como decir la arquitectura de esta comarca de la Andalucía Oriental.
ANEXO INFORMES DE JUSTIFICACIÓN DE VALORES UNIVERSALES DE ÚBEDA-BAEZA
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BAEZA SECUENCIA DE LA ARQUITECTURA RENACENTISTA, SIGLO XVI
9
81 3
4 1
5 2
72
1 2
4
2
3 6 1 10
EDIFICIOS GÓTICO FINAL Y PROTORENACIMIENTO O PLATERESCO 1. Palacio Sánchez Valenzuela o Cerón. 2. Palacio de Salcedo o Condes de Garcíez. 3. Palacio de los Ponce de León. 4. Palacio de Jabalquinto. 5. Casas Consistoriales Altas. 6. Hospital de San Antonio Abad. 7. Iglesia de El Salvador. 8. Iglesia de S. Andrés. 9. Iglesia de S. Antonio. 10. Puerta de Jaén y Arco de Villalar.
4 3
5
5
EDIFICIOS DE ANDRÉS DE VANDELVIRA O ATRIBUIDOS 1. Iglesia del convento de S. Francisco. 2. Casas de justicia y cárcel. 3. Alhóndiga. 4. Pósito. 5. Catedral.
BAEZA
0
50
100
200
300
400
500
EDIFICIOS POSTVANDELVIRIANOS 1. Seminario de S. Felipe Neri. 2. Colegio de Santiago, Compañía de Jesús. 3. Convento de la Magdalena. 4. Convento de la Encarnación. 5. Iglesia de la Concepción.
ANEXO INFORMES DE JUSTIFICACIÓN DE VALORES UNIVERSALES DE ÚBEDA-BAEZA
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ÚBEDA SECUENCIA DE LA ARQUITECTURA RENACENTISTA, SIGLO XVI 6
2 7
4
6
3 1
8
7 5
4
4
EDIFICIOS PROTORENACENTISTAS O PLATERESCOS 1. Palacio Torrente. 2. Iglesia de Santo Domingo. 3. Casa de las Torres. 4. Casa de los Cueva. 5. Iglesia de S. Lorenzo.
1
2 1 2
3
3 5
EDIFICIOS DE VANDELVIRA (TOTALES O PARCIALES) 1. Sacristía y portadas de El Salvador 2. Palacio Deán Ortega 3. Palacio Vázquez de Molina. 4. Palacio Vela de los Cobos. 5. Palacio Marqués de la Rambla. 6. Iglesia de S. Nicolás (portada y capilla). 7. Hospital de Santiago.
5
EDIFICIOS POSTVANDELVIRIANOS O AJENOS A VANDELVIRA 1. Palacio Francisco de los Cobos. 2. Palacio Bussianos. 3. Convento Carmelitas. 4. Convento S. Juan de la Cruz. 5. Palacio Marqués de Mancera. 6. S. Isidoro. 7. Casas Consistoriales. 8. Palacio Condes de Guadina.
ÚBEDA
0
50
100
200
300
400
500
ANEXO INFORMES DE JUSTIFICACIÓN DE VALORES UNIVERSALES DE ÚBEDA-BAEZA
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TRADICION E INOVACIÓN EN LA ARQUITECTURA DE VANDELVIRA EN ÚBEDA Y BAEZA: APORTACIÓN A LA CULTURA ARQUITECTÓNICA RENACENTISTA UNIVERSAL.
Pedro Galera Andreu. El papel de Frontera jugado por Úbeda y Baeza durante los dos largos siglos frente al Reino nazarí de Granada impregna a ambas ciudades, no ya sólo por el desarrollo de unas defensas militares, visible en torres y murallas, sino por la perviviencia de espacios y elementos arquitectónicos que pugnan en la ciudad con el fuerte impulso renovador llevado a cabo a raíz de la conquista de Granada. Nada más expresivo al respecto que la Plaza de Vázquez de Molina en Úbeda, configurada por una serie de piezas monumentales renacentistas: Capilla de El Salvador, Palacio del Deán Ortega y de Juan Vázquez de Molina, alineados frente a la antigua Colegiata de Sta. María, levantada sobre una mezquita y todo el barrio que la rodea, asentado sobre la vieja ciudadela musulmana, con adarves y casas que denotan en su escala, construcción y motivos la huella musulmana. Pero si los tres edificios citados y el espacio que generan son la afirmación de una familia poderosa, los Cobos, en la Corte del Emperador Carlos V, empeñada en transformar su ciudad natal, espacio y situación original e irrepetible en el urbanismo español, tal operación no va a llevarse a cabo sin asumir el pasado, sutil e inteligentemente, incorporado al nuevo lenguaje del Clasicismo renacentista. Recordemos que ese pasado inmediato, medieval, se nos presenta bajo fórmulas de hibridación gótico-moriscas: - Estructuras lígneas de cubiertas, de técnica y decoración musulmanas, en templos cristianos (Colegiata de Úbeda, El Salvador de Baeza). - Ostensible decoración en capillas (Claustro de la Catedral de Baeza) y exteriores de la arquitectura civil (Palacio de Jabalquinto, en Baeza). En consecuencia, la primera serie de construcciones renacentistas, de lenguaje aún balbuciente, muestran ya “estilemas” pecualiares que tenderán a hacerse persistentes: - Columnas de extremada delgadez en patios interiores (Casa de las Torres, en Úbeda) de clara evocación nazarí. - Uso de las ventanas bíforas o geminadas (Misma Casa de las Torres; Palacio de Montiel, en Úbeda; torre de El Salvador, en Úbeda; Palacio de los Salcedo, en Baeza). Todo ello integrado en una sólida construcción de muro de piedra, dominante en toda la fisonomía urbana. El salto cualitativo que se produce en la arquitectura de Úbeda y Baeza a partir de la década de 1530, dominada por la presencia de Andrés de Vandelvira, se basa en la triple conjución de: - Adopción decidida del lenguaje clásico, pero rehuyendo la copia anodina de modelos: reinterpretación.
- Integración de ese lenguaje clásico con las técnicas tradicionales de cantería: asimilación constructiva e innovación. - Incorporación abstracta de elementos y soluciones de la cultura arquitectónica sometida, la islámica. Esto da como resultado un continuo proceso de experimentación con el lenguaje clásico, puesto de manifiesto por la Crítica de este siglo. Así, para A. Calzada (Hª de la Arquitectura española, Barcelona, 1933) Vandelvira “da la gracia, el punto justo en que los elementos exóticos se asimilan ya a tal grado que se confunden con los propios”. Un largo camino guiado por “desprejuiciadas investigaciones” al decir de M. Tafuri-, que dan forma a un “Manierismo rico en fermentos críticos, en gran parte separado de las fuentes italianas de partida”.
Artesonados de tradición mudéjar.
Ese recorrido experimental, que dura 40 años en la vida de Vandelvira y tiene a Úbeda y Baeza como escenario privilegiado, pasa por ensayos con los órdenes clásicos, adaptándolos a muy diferentes espacios y escalas, desde la reducida Sacristía de El Salvador de Úbeda a los gigantescos muros de la Capilla de los Benavides, en San Francisco de Baeza, expresión de “imperturbable coherencia” en toda su obra -como ha escrito A.L. Ampliatoconducente a la “difícil y sugerente búsqueda de una expresión sintética entre espacio y estructura”. Ensayo con la incorporación de la figuración plástica, en colaboración directa con artistas extranjeros como el francés Etienne Jamet (Esteban Jamete) en los espacios antes citados y que proporcionan esa “impresión de calma grandeza, de feliz fusión de las gracias ornamentales con su plástica humana y redondeada y los vastos espacios limitados por parámentos y bóvedas...” de que habla J. Camón, y el más desnudo y geométrico tratamiento de los muros en sus últimas obras, sobre todo, en el Hospital de Cobos, en Úbeda.
Reinterpretación del lenguaje clásico.
Columnas de evocación nazarí.
Y en fin, la peculiar adopción de un módulo de columna, que compagina la extremada delgadez de los soportes musulmanes con la solidez exigida por el clasicismo, en un tipo grácil y esbelto, así como en el empleo sistemático de un tipo de cubrición: la bóveda vaída, el “elemento estructural castizo del Clasicismo español”, como ha dicho F. Chueca, impensable sin la renovación de la técnica de cantería llevada a cabo también por él, todo lo cual hace de Vandelvira, en opinión de Chueca, “el más importante y el mejor intérprete de lo que debe ser la arquitectura renovada antes de la aparición de Juan de Herrera” Innovación constructiva: Libro de Cortes.
ANEXO INFORMES DE JUSTIFICACIÓN DE VALORES UNIVERSALES DE ÚBEDA-BAEZA
26
TRADICIÓN E INNOVACIÓN EN LA ARQUITECTURA DE VANDELVIRA EN ÚBEDA Y BAEZA.
La figura de Andrés de Vandelvira centra, indudablemente, el gran momento de la arquitectura renacentista en Úbeda y Baeza favorecido por unas condiciones excepcionales de bonanza económica y sobre todo por la decisión y voluntad de una familia poderosa como la de Francisco de los Cobos, el Secretario del Emperador Carlos V. Sin embargo, precisamente por tan favorables circunstancias hay que entender la concurrencia de arquitectos afamados y un amplio número de magníficos maestros canteros. No olvidemos que, como buen cortesano, Cobos conocía a los mejores arquitectos implicados en grandes proyectos. Sirva como simple referencia los nombres de Diego de Siloé y de Luis de Vega; el primero, autor de la catedral de Granada, llamado para trazar la Capilla funeraria del Secretario; el segundo, arquitecto Real, para construir sus palacios en Úbeda. De otra parte, las dos ciudades contaban con un destacado patrimonio arquitectónico, fruto de una dilatada historia de ocupación, de la cual el pasado medieval se presentaba como la aportación más interesante por el carácter de frontera entre musulmanes y cristianos y las sucesivas ocupaciones por ambos de este territorio. De suerte, que lo islámico, lo cristiano y lo hispano-musulmán se dan la mano de manera intensa hasta el mismo siglo XVI, según lo evidencian todavía bastantes vestigios. Así, llama la atención la abundancia de cubiertas de madera en templos y residencias realizadas con técnicas y decoraciones musulmanas, entre los que destacaríamos la Colegiata de Sta. María de Úbeda (si bien su techumbre fue sustituida en una reciente intervención) o la de la iglesia de El Salvador de Baeza, adaptando la tradicional forma de “artesonado”, o bien quedan enmascarados por modernos abovedamientos de yesería, cosa frecuente en conventos. Otras veces esa hibridación gótico-morisca se manifiesta en los paramentos decorativos, igualmente en iglesias, donde vemos capillas con interesantes labores de yeserías que también, en técnicas y motivos, evocan a los vecinos del Islam (Capillas del claustro de la catedral de Baeza o la Capilla de los Monsalve, en S. Pablo de Úbeda) y en la arquitectura civil, militar y doméstica, donde vemos puertas defensivas como la del Losal de Úbeda, en recodo y con arco apuntado, elemento este último que se repite en la llamada “casa mudéjar” de Úbeda, actual Museo Municipal, sin olvidar la suntuosa decoración del palacio de Jabalquinto, en Baeza, obra del gótico final con claras reminiscencias islámicas. La pujanza del gótico último con toda su mixtificación musulmana iba a pesar bastante sobre el nuevo estilo renacentista que se abre paso a partir de la tercera década del s. XVI, bien sea coexistiendo ambos lenguajes: el medieval y el “Antiguo”, en la ornamentación; bien, a través de la
sintetización de ciertos elementos, proporciones o formas, en ese balbuceante lenguaje clásico, provenientes del inmediato pasado, ya sea cristiano o musulmán. Es el caso de la delgadez de las columnas, a veces extremada, visible en el patio de la Casa de las Torres de Úbeda o el mismo uso de las ventanas geminadas. Este es el panorama que encuentra A. de Vandelvira a su llegada a Úbeda, mediada la década de 1530. Si ya de por sí, él viene con la formación de un cantero en la sólida tradición de la estereotomía medieval a la que une los gustos ornamentales del arte de la Antigüedad introducidos en Castilla y, en concreto, en los círculos de la Orden de Santiago, para la que trabaja desde sus inicios en el arte al lado de su suegro, Francisco de Luna, en Úbeda va a conocer al arquitecto más representativo del Renacimiento de corte italiano en España: Diego de Siloé. El proyecto de la Sacra capilla de El Salvador, diseñado por éste y ejecutado por Vandelvira, será ese excelente punto de contacto al cual Vandelvira añadirá de su mano la Sacristía y las portadas laterales. La sacristía se comunica con el templo por medio de una atrevidísima portada abierta en ángulo, alarde del virtuosismo canteril por su fuerte anamorfosis, subrayada por la importante presencia de elementos figurativos de influencia francesa gracias a la presencia en esta obra de Esteban Jamete (Etienne Jamet), el más destacado de los escultores galos que trabajaron en el Renacimiento español. En el interior, la plasticidad cobra de nuevo protagonismo al sustituir al orden arquitectónico convencional profetas y sibilas a modo de telamones y cariátides. Pero es en la cubrición de este espacio donde Vandelvira pone en acto uno de sus elementos más característicos: la bóveda vaída, en sustitución del cañón corrido, lo que da una estructura modular al pequeño espacio, compartimentado así a la manera “griega” de los espacios longitudinales cupulados de la Antigüedad clásica, o también al modo de las “campatas” brunelleschianas. De aquí en adelante ésta será la fórmula más empleada por el arquitecto, incluso para ámbitos mayores como la catedral de Baeza y la de Jaén. De esta forma, reproduciendo a menor escala la sacristía la estructura de la nave de la iglesia, ideada por Siloé, se distanciará Vandelvira del maestro en esta solución aérea de la misma manera que sucederá en los templos catedralicios citados. Casi simultáneamente a las obras de El Salvador de Úbeda, Vandelvira es contratado para la construcción de la capilla funeraria de la familia Benavides en la iglesia de S. Francisco de Baeza. Este proyecto, suyo por entero, se alejará del concepto italianizante de El Salvador para enlazar con la tradición castellana del gótico último de un espacio cuadrado con altar en alto (como en las iglesias fundadas por los Reyes Católicos, por ejemplo en Sto. Tomás de Ávila), sobre las bóvedas-panteón. Si estas bóvedas, a modo de grandes nichos encasetonados, es solución estructural también muy
Úbeda. Portada de la Sacristía del Salvador.
Úbeda. Bóvedas de la Sacristía del Salvador.
ANEXO INFORMES DE JUSTIFICACIÓN DE VALORES UNIVERSALES DE ÚBEDA-BAEZA
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querida de nuestro arquitecto para aliviar visualmente la masa del muro, lo más espectacular de este gran espacio es la bóveda que lo cerraba (desaparecida), recogida y explicada por su hijo Alonso en su Tratado de Cortes de Piedra... como “Capilla Cruzada”, “La mejor capilla particular y más bien ordenada y adornada que hay en nuestra España”, que por sus colosales dimensiones no sólo supone el culmen de toda una serie de variantes estereotómicas en la construcción de bóvedas vaídas, sino que implica a su vez una atrevida y original disposición de orden gigante con altísimas columnas que, a manera de enormes ejes, articulan las cuatro caras del cuadrado desafiando la lógica visualidad de lo clásico, pero muy coherente con la disposición total del muro. Del mismo modo que en la arquitectura religiosa, en la arquitectura civil realizada por encargo de la amplia familia Cobos en Úbeda, Vandelvira combina tradición e innovación en una serie de palacios, cuya principal nota distintiva con respecto al común de esta tipología en España es su decidida vocación de protagonismo urbano, es decir, de conformar espacios públicos, como ocurre en la Plaza de Vázquez de Molina de Úbeda con el palacio del Deán Ortega y de Juan Vázquez, configurados en cuanto que volúmenes exentos de acusada horizontalidad en sus fachadas, sobre todo en el primer caso, y con sutiles disposiciones de los vanos y remates angulares que crean una cierta continuidad visual desde la Sacra Capilla de El Salvador hasta el palacio de Juan Vázquez.
póstumo” en cuanto que panteón funerario para el obispo. Esto lleva consigo el articular diversos volúmenes, claramente diferenciados, con un gran patio central en el eje principal y otros dos menores laterales. Aunque sabemos que hay conexiones con otro establecimiento hospitalario coetáneo de gran relieve: el hospital Tavera de Toledo, que conoció y en el que llegó a tener una pequeña participación Vandelvira, el resultado final es diferente y original, con múltiples evocaciones formales en lo compositivo con El Escorial u otros grandes organismos renacentistas; su escala; su acentuada desornamentación, que enfatiza lo geométrico de los volúmenes; los contrastes entre horizontalidad de fachada y verticalidad de torres angulares, de la iglesia y de la caja de escalera, y en fin la tensión derivada por esto mismo del conjunto con el exterior e interiormente las contracciones y dilataciones espaciales perceptibles en la capilla, la escalera, el patio o las crujías, culminan en “una particular y brillante síntesis- como ha dicho A. Ampliato - en las que las masas murales y los espacios arquitectónicos, interiores y externos, alcanzan una gran inmediatez y una densa desnudez de planteamientos, quizás al límite de las posibilidades expresivas para la arquitectura de la época”. En suma, Vandelvira supo comprender la profunda lección del clasicismo a la medida que experimentó al máximo con el nuevo lenguaje desde la asimilación de un pasado con el que constantemente dialoga.
Especial énfasis pondrá en las ventanas en esquina, presentes en el palacio del Deán Ortega y en otro, fuera de esta plaza pero próximo a ella, el de Vela de Cobos, situado en la arteria principal que une la citada plaza con la Puerta de Toledo. El tratamiento de la esquina, que se enfrenta con la parte trasera del palacio de Juan Vázquez, resulta paradigmático por la apertura de este tipo de vano que aquí aparece superpuesto en acentuado contraste con la opacidad dominante en las fachadas de las dos plantas. Pero es el palacio de Vázquez de Molina la pieza más destacada con una “retardataria” alusión en su diseño a la casa romana con que Fra Giocondo y Cesariano ilustran sus respectivos Comentarios .... de Vitrubio, pero novedosa en España por su cultismo, contrastada por la licenciosa alteración en la alternancia de los órdenes en la fachada; la culminación de una serie antropomórfica en el ático y un patio interior donde se aproxima más a la concepción del cortile italiano, pero a su vez modulando las columnas con la tradicional esbeltez nazarí acusada aún más en el caso del palacio del Deán. La madurez artística de Vandelvira llegará finalmente con el Hospital de Santiago de Úbeda, encargo del obispo Diego de Los Cobos en 1560 y que le ocupa hasta su muerte en 1575. Complejo arquitectónico donde se atiende, sí, a una función benéfica de cura de enfermos, pero también de espacio representativo para el comitente y sobre todo “monumento ANEXO INFORMES DE JUSTIFICACIÓN DE VALORES UNIVERSALES DE ÚBEDA-BAEZA
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ÚBEDA Y BAEZA. TALLER DE CANTERÍA UNIVERSAL.
Pedro Galera Andreu.
El volumen de lo construido y la calidad de bastantes de los edificios, tanto en Úbeda y Baeza como en los núcleos próximo a ellas, aseguraron la proliferación de numerosos canteros, agrupados por lo común en talleres familiares, cuya fama trascendió los límites de la comarca y de la región. Así en 1575, la Corporación Municipal de San Clemente (Cuenca) acordaba llamar a un Maestro arquitecto de Baeza para terminar la obra de su Ayuntamiento porque en Baeza “...y en su comarca ay maestros eçelentes”. El arquitecto en aquella ocasión sería Ginés Martínez de Aranda. Un descendiente suyo, del mismo nombre, llevaría sus conocimientos a Santiago de Compostela en calidad de Maestro Mayor de su catedral, considerándosele por la crítica “el introductor del Renacimiento en Galicia” (A. Bonet y a él se le debe, entre otras obras, la Escalera de la Plaza del Obradoiro. Previamente había sido Maestro de las catedrales de Cádiz y Segovia. Baezano era igualmente el capitán Cristóbal de Rojas, arquitecto e ingeniero militar, quien hiciera las Defensas de la ciudad de Cádiz en 1686 y autor de un Tratado de Fortificación. Y ya en el S. XVII, Bartolomé Fernández Lechuga, también de Baeza, arquitecto en el palacio de Carlos V, en la Alhambra de Granada, y Maestro Mayor de nuevo en Santiago de Compostela. Pero, sin duda, el arquitecto insigne, extraordinario maestro en el arte del corte de la piedra, es Andrés de Vandelvira, cuyas mejores lecciones prácticas pueden verse en la puerta de acceso a la sacristía de la iglesia de El Salvador, en Úbeda, espacio en el que comienza a experimentar con la bóveda vaída, el sistema de cubrición empleado casi sistemáticamente por él luego en grandes templos catedralicios (catedral de Jaén) y exportado con gran éxito a América (catedral de Mérida, en Yucatán, Méjico). De gran virtuosismo también es la escalera del Hospital de Santiago, en Úbeda y la Capilla funeraria de los Benavides, en San Francisco de Baeza, que aunque desaparecida su bóveda, conocemos su diseño y fórmula constructiva a través del Libro de Cortes... recopiado por su hijo Alonso de Vandelvira. Este libro es para J.M. Perouse de Montelos “...De una importancia excepcional. Su riqueza es la mejor representación de la fecundidad de la arquitectura española durante el S. XVI: hasta ya entrado el S. XVII no había nada en la teoría francesa que pueda igualársele”. Algo que viene a corroborar el juicio de otro arquitecto español, Lázaro de Goiti, quien en 1640 afirmaba que los Vandelvira, padre e hijo eran “los mejores canteros que se an conocido asta oy en España”.
Fachada del ayuntamiento de San Clemente (Cuen-
Libro de Cortes.... de Alonso de Vandelvira, Detalle de arco por esquina y por rincón...
Monasterio de S. Martín Pinario (Santiago de Compostela).
Escalera del Obradoiro. (Catedral de Santiago de Compostela).
ANEXO INFORMES DE JUSTIFICACIÓN DE VALORES UNIVERSALES DE ÚBEDA-BAEZA
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El volumen de lo construido en Úbeda y Baeza durante el S.XVI y el hecho de emplear sistemáticamente una técnica de estereotomía de alta y excepcional calidad en algunos casos, invita necesariamente a la reflexión sobre la importancia de maestros y talleres de las dos ciudades, así como en la difusión que tuvieron. Una difusión que vendría avalada por dos caminos: Uno, el de la diáspora de maestros canteros y arquitectos, acentuada en el último tercio del siglo; el otro, el de los tratados o libros que sobre la técnica de la Cantería, específicamente, y de la Arquitectura tendrían una resonancia nacional e internacional humanamente reconocida por la historia y la crítica de la Arquitectura. Si en 1565 la fama de la Comarca en este campo de la construcción había llegado a tierras de Cuenca, lugar de larga y probada experiencia en la cantería, cuando el Ayuntamiento de San Clemente reclamaba a nuestro arquitecto de Baeza para terminar la obra de su sede ya que en «Baeza y en su comarca hay maestros excelentes», Sevilla y Cádiz veían llegar, a partir de 1580 a arquitectos como Alonso de Vandelvira, Ginés Martínez de Aranda o Cristóbal de Rojas, todos procedentes o con ascendencia de esta comarca. Cádiz junto a todos ellos en los años finiseculares del siglo, cuando tras la invasión y destrozo por los inglesas(1584). El capitán Cristóbal de Rojas reconstruía sus murallas, Ginés Martínez en calidad de arquitecto diocesano construía la Catedral vieja de Santa Cruz y Alonso de Vandelvira llevaba a cabo templos y viviendas privadas en la misma ciudad y en la provincia, al servicio de la nobleza. Después, uno de éstos, Ginés Martínez de Aranda, perseguiría siempre tras el obispo D. Maximilián de Austria su viaje hasta Santiago de Compostela, donde a través de su intervención en la Iglesia y Monasterio de S. Martín Pinario y en la catedral (escalera del Obradoiro)se ha granjeado el honor de ser considerado «el introductor de Renacimiento en Galicia» (A. Bonet Correa).Un Renacimiento de clara impronta andaluza y de Úbeda y Baeza, por más señas. Por otra parte, Ginés Martínez dejaba el camino abierto para que, andando el tiempo, otro baezano, Bartolomé Fernández Lechuga, volviera, ya en el s.XVII, a Santiago e incluso a Asturias. Pero no eran sólo sus personas lo que desplazaban en esos viajes, sino un saber, en bastante medida hermético, que los nuevos signos de los tiempos iban a exigir que se plasmaran de forma escrita, rompiendo el «perpetuo silencio», al que se refiere precisamente Ginés Martínez, en alusión a la vieja tradición oral con que se transmitía este conocimiento en la Edad media. Y es que el arte de la Cantería o de la «Montea», o el arte de «trazar a tamaño natural la parte o el todo de una obra, hacer el despiece, sacar las plantillas y señalar los cortes» -según lo define el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española- había alcanzado con el Renacimiento un cierto dominio de la geometría descriptiva, que más allá de la mera experiencia manual o del conocimiento empírico, habrá hecho de la cantería una ciencia aplicada, impulsora a
Interior de la catedral de Baeza.
Iglesia del Hospital de la Caridad. Sanlúcar de Barrameda (Cádiz)
Catedral vieja de Cádiz. Interior de la catedral de Mérida (Yucatán, México) .
ANEXO INFORMES DE JUSTIFICACIÓN DE VALORES UNIVERSALES DE ÚBEDA-BAEZA
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su vez del sistema diédrico de proyección -como defiende J.C.Palacios- de manera que, dialécticamente, repercutió en el desarrollo de los conocimientos geométricos. Esta es la razón por la cual el gran arquitecto e ingeniero de la Academia de San Fernando, Benito Bails, sostenía todavía en el s.XVIII que la Montea, «es tenida en el concepto de muy consumados maestros por el ramo más dificultoso de toda Arquitectura». No es casualidad y por lo mismo altamente significativo, que los tres arquitectos citados sean autores de sendos Tratados. El primero, el Libro de TraÇas de Cortes de Piedras, está escrito por Alonso de Vandelvira y aunque nunca se llegó a publicar, hay constancia de que fue un libro imitado y plagiado durante todo el Antiguo Régimen, y visto desde la perspectiva actual, de «una importancia excepcional. Como ha escrito Jean Marie Pérouse de Montclos, su riqueza es la mejor representación de la fecundidad de la arquitectura española durante el s. XVI; hasta ya entrado el s.XVII no habrá nada en la teoría francesa que pueda igualársele. Sorprende su autenticidad; puede decirse que el tratado de Vandelvira es un producto puro de la tradición de la cantería oralmente transmitida de maestros aprendices» (D. Wiebenson Ed. Los Tratados de Arquitectura de Alberti a Ledoux). Buena parte de este libro manuscrito se basa directamente en obras puestas en pie por su padre, Andrés de Vandelvira, y por él mismo durante su estancia en la Comarca de la Loma de Úbeda y Baeza (Alonso vivió y trabajó en Sabiote). Un recorrido por el texto nos pone en contacto con numerosas piezas reconocidas de Úbeda y Baeza. Así cuando plantea y desarrolla «La puerta en esquina y rincón» (F.20.v.)es fácil ver su plasmación en la puerta de acceso a la sacristía desde el templo, en el Salvador de Úbeda. Se trata de un arco de medio punto proyectado sobre los dos planos ortogonales del rincón, que frontalmente ofrece el aspecto de dos arcos unidos por una misma clave, pero cuyo intradós se «ensancha» conforme se acerca a las impostas. La puerta en cuestión se complica con el «arco en cuadrado y viaje», tratado a continuación (F.26.v.), mediante el cual se pasa a la Sacristia y que no es sino otro arco de medio punto, pero sobre línea de impostas no paralelas, lo que da origen al esviaje o giro deformante visible en el lado izquierdo, en tanto que por el lado opuesto cae recto.
ventanas del tambor de la cúpula de El Salvador. De la bóveda vaída, auténtico estilema Vandelviriano, se dice en el Libro «Capilla (bóveda) de planta realizada por hiladas cuadradas»(F.83.V.)….”Es muy graciosa, especial si se adorna con artesones y molduras y alguna talla como esta puesta por obra en la Sacristía de El Salvador de la Ciudad de Úbeda por orden de mi señor padre, Andrés de Valdelvira». La «Capilla Cruzada», culmen, tanto por su escala como por la combinación de diversas variantes de bóvedas vaídas (vaídas por hiladas y cuadrados, redondas, más unas trompas en esquina que responden al modelo de las “Pechinas en esquina apuntada), se ha denominado “Summa Artis” de los conocimientos estereotómicos. En fin, las mismas bóvedas «enxarxadas» o de «xarxas», esto es, nervadas, aparentemente góticas, pero que no lo son, pues los nervios van superficiales a una bóveda semiesférica, estructuralmente, por tanto, clásica -como el autor bien explicaestán plasmados en obras de Andrés de Vandelvira como la de forma estrellada de 17 centros en dos círculos concéntricos (F.97.R) visible en la Iglesia de San Pedro de Sabiote. Si el Libro de Alonso de Vandelvira supo ser la gran novedad de la proyección cónica de las dovelas o piedras que configuran siempre en los cerramientos una solución esférica, peculiar de una estereotomía distante de la medieval y por lo tanto específicamente renacentista, no puede estrañar que los otros arquitectos, paisanos y coetáneos, siguieran los mismos pasos. La obra de Ginés Martínes de Aranda, Cerramientos y Trazos de montea manuscrito perdido durante mucho tiempo, que dedicó a su protector, el obispo Maximiliano de Austria, se ha recuperado parcialmente en un volumen que ofrece sin embargo un número de ejercicios o ejemplos superior al de Vandelvira (131). Este volumen publicado en 1986, tiene el honor de venir de manos de los Churriguera, José y Alberto, quienes lo tuvieron en su biblioteca. El contenido es mucho más parco que el de Alonso de Vandelvira, limitándose estrictamente a una sucinta explicación técnica, pero tal vez de mayor precisión matemática en cuanto a la representación geométrica, a juicio de A. Bonet.
Del «Arco en rincón desigual» (F.21.R.) el autor dice: «está puesto en obra en Sabiote, pegado a las casas de mi morada». Se trata de un arco en estribo externo de la Iglesia de San Pedro, problamente hecho por Alonso. La «tronera en viaje» (F.37.V.) es un óculo abocinado en esviaje que puede verse en el muro del Castillo de Sabiote. En cuanto a la «tronera a regla capialzada» (F.41.V.), hueco de arco adintelado inclinado, descendiendo («en decenda» dice el autor) frente al alféizar ascendentes, es una forma perspectica muy peculiar en la arquitectura de Andrés de Vandelvira, visible en otos espacios como los nichos laterales de la Capilla de los Benavides, en S. Francisco de Baeza, de gran riqueza ornamental, o de forma más sencilla en las
Cerramientos y trazas de montea de G.
Dibujos de gran similitud a los de Ginés Martínez, aunque reducidos a una pequeña selección de asuntos, pueden verse en el Tratado de Fortificación, del Capitán Cristóbal de Rojas, ingeniero y arquitecto, originario de Baeza. Los pocos ejemplos carecen de una explicación o desarrollo más allá de lo estrictamente descriptivo del dibujo, pero es comprensible por tratarse de un tratado esencialmente de contenido poliorcético o de ingeniería militar. Pero las defensas militares también están presentes en tierras de la Loma de Úbeda, Castillos de Canena y Sabiote, este último además con modernos muros abaluartados. Por último, un celebérrimo libro de arquitectura, In Ezechielem Explanationes de los Jesuitas Juan Bautista Villalpando y Jerónimo del Prado, iniciado en Baeza y terminado en Roma. Obra de enorme ambición por su alcance teórico y crítico tras la cual se encuentra el arquitecto Juan de Herrera, el templo de El Escorial y el propio Felipe II. No en balde Juan B. Villalpando era discípulo de Herrera y el Escorial una obra, que en lo arquitectónico culmina el sistema constructivo de la cantería siguiendo por cierto muchos ejemplos Vandelvirianos. El éxito y admiración que suscitó esta obra entre los arquitectos europeos de los s.XVII y XVIII, como ha demostrado Joseph Rykwert, bien puede servir para consolidar el prestigio de este arte de la estereotomía que tuvo en Úbeda y Baeza no sólo un espléndido taller sino una amplia difusión teórica y practica.
Baeza. Capilla de los Benavides.
ANEXO INFORMES DE JUSTIFICACIÓN DE VALORES UNIVERSALES DE ÚBEDA-BAEZA
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ÚBEDA-BAEZA, MODELO EJEMPLAR DE VOCACIÓN E INFLUENCIA EN AMÉRICA.
Miguel Molina Martínez I. LA EMIGRACIÓN A INDIAS. II. DESCUBRIDORES, CONQUISTADORES Y MISIONEROS. III. LA ADMINISTRACIÓN COLONIAL. IV. INFLUENCIAS ARTÍSTICAS.
En la coyuntura de 1492, cuando tuvieron lugar la Toma de Granada, la firma de las Capitulaciones de Santa Fe y el descubrimiento de América, Úbeda y Baeza alcanzaron un protagonismo indiscutible como ciudades señeras en el conjunto del territorio. La transición hacia la Edad Moderna adquirió aquí una grandiosidad que no alcanzó el resto de Europa. Estas tierras quedaron incorporadas plenamente a la nueva Andalucía, llamada a desempeñar un papel clave en el marco de la Monarquía hispana del quinientos. Interesa destacar aquí una de las facetas que hicieron de Úbeda-Baeza un enclave original y de repercusiones nada desdeñables. Se trata de su participación en el descubrimiento, conquista y colonización de América. Un proceso éste en el que sobresale no sólo por su aporte demográfico, sino también por la huella artística y cultural dejada. Patria de hombres de armas y de relevantes figuras políticas y religosas que llevaron al Nuevo Mundo la impronta de estas tierras. El eje Úbeda-Baeza, como centro humanista y artístico, se proyectó allende el Atlántico donde las influencias de la Universidad de Baeza o de Andrés de Vandelvira, entre otras, resultan innegables. La toponimia de estas dos ciudades salpica la geografía americana como testimonio vivo del quehacer de sus hijos. El resultado no es otro que una sorprendente y dilatada huella al otro lado del Atlántico, algunas de cuyas manifestaciones son visibles todavía hoy. En consecuencia, es posible afirmar que Úbeda y Baeza tuvieron una inequívoca proyección americana con repercusiones en el poblamiento indiano y en la configuración cultural del Nuevo Mundo. Debe considerarse la originalidad del caso de Úbeda y Baeza. Porque singular es que un territorio tan delimitado y separado de las rutas de embarque participara durante el siglo XVI tan intensamente en la empresa americana. Interesa resaltar el hecho de que se trata de ciudades pequeñas, pero de una vida intensa, con gran capacidad de movilización y esfuerzo. Pocos ejemplos pueden resistir la comparación. Dentro de la Andalucía oriental, ni siquiera Granada puede equiparse; menos aún Almería. En la Andalucía occidental, considerada tradicionalmente más “americanista”, no abundan los modelos de concentración que ofrece el entorno ÚbedaBaeza.
La tradición como tierra de frontera contribuyó de forma decisiva a su identificación con esa otra gran frontera que fue el Nuevo Mundo. La masiva participación de los hombres de Úbeda-Baeza en esta fase crucial de la historia de América habla por sí sola de una vocación que hunde sus raíces en el pasado de la región y se fortalece con el espíritu renacentista. Baeza y Úbeda no escaparon al vitalismo de la época. Una mezcla de mentalidad humanista, guerrera y mística, caballeresca y popular, culta y picaresca hizo posible uno de los hechos más singulares de su trayectoria histórica: el de su aventura americana. El fenómeno de la emigración a Indias fue especialmente brillante en el siglo XVI. De todas las personas que pasaron a Indias procedentes del Reino de Jaén, más de la tercera parte lo eran de Baeza y Úbeda, lo que confirma su posición hegemónica. El recuerdo de la patria chica, el mantenimiento de costumbres, cultos y advocaciones religiosas actuaron como resortes de cohesión de estos emigrantes y, a la vez, sirvieron para mantener vivo un legado. La fundación de capellanías o el envío de dinero a sus ciudades de origen avala la idea de que los vínculos de estas ciudades con América nunca dejaron de existir.
de Mancera, que fue virrey del Perú, hizo lo propio con el palacio que lleva su nombre, construido en la plaza Vázquez Molina. No es un caso aislado por lo que no debe pasarse por alto la repercusión que la llegada de capitales procedentes de América tuvo en la construcción de capillas, palacios, hospitales y otras obras en las ciudades de origen de los emigrantes. Las huellas de Úbeda-Baeza en el campo artístico son dignas de consideración, particularmente desde el punto de vista arquitectónico. La escuela de Andrés de Vandelvira, de tan fecunda expresión en Úbeda, está presente por lo menos en las catedrales de México, Puebla, Oaxaca, Mérida, Guadalajara, Lima y Cuzco. La iglesia del Salvador de Úbeda, realizada por Diego de Siloé, dejó asimismo su impronta en tierras americanas. En cuanto a Baeza, es digna de mención la Capilla del Pópulo por cuanto se considera como un claro precedente de las capillas de indios en América.
Ya se trate de individuos enrolados en las más audaces expediciones descubridoras, ya de gentes de armas dirigiendo campañas de conquista, ya de religiosos empeñados en la difusión del evangelio, todos impregnaron la huella ubetense o baezana en la geografía americana. Sirvan como ejemplo las diversas poblaciones indianas bautizadas como Ubeza y Baeza que aún perviven en nuestros días. Junto a descubridores, conquistadores y religiosos, Úbeda y Baeza fueron cunas de funcionarios reales que desempeñaron puestos claves en la administración colonial: virreyes, oidores, alcaldes gobernadores... Pocos personajes tan influyentes como el secretario de Carlos V, Francisco de los Cobos. En torno a esta figura se funden las realidades americana y ubetense a través de un amplio abanico de influencias mutuas. La Úbeda de Francisco de los Cobos se proyectó en América, de la misma forma que ésta se dejó sentir en la monumentalidad de aquélla. De la misma forma que Francisco de los Cobos pudo reflejar en Úbeda parte del esplendor americano, también el marqués
Retrato de don Francisco de los Cobos. Sevilla. Casa de Pilatos.
ANEXO INFORMES DE JUSTIFICACIÓN DE VALORES UNIVERSALES DE ÚBEDA-BAEZA
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La victoria de Alfonso VIII en las Navas de Tolosa (1212) puso en marcha el proceso de reconquista del Santo Reino que culminó Fernando III en 1246 con su entrada en Jaén. Dentro del mismo, las ciudades de Baeza y Úbeda fueron incorporadas al dominio hispano en 1226 y 1233, respectivamente. Desde ese momento conformaron ambas un espacio territorial de singular importancia con implicaciones en lo político, social, económico, religioso, cultural y artístico. A ello se sumó la creación del Obispado de Baeza-Jaén y, dentro de él, las Colegiatas de Úbeda y Baeza, debido a su destacado valor histórico y demográfico. (José RODRIGUEZ MOLINA: El Obispado de Baeza-Jaén. Organización y economía diocesanas (siglos XIII-XVI). Jaén, 1986). Asimismo, el carácter eminentemente fronterizo y, por consiguiente, militar de la zona propició la aparición de rasgos propios que la diferenciarán de otros enclaves peninsulares y europeos. La determinación de los Reyes Católicos de fijar en tierras jiennenses la base de la conquista del último baluarte nazarita contribuyó a acentuar el carácter estratégico y político de la región. (José RODRIGUEZ MOLINA: El reino de Jaén en la Baja Edad Media. Aspectos demográficos y económicos. Granada, 1978). En la coyuntura de 1492, cuando tuvieron lugar la Toma de Granada (2 de enero), la firma de las Capitulaciones de Santa Fe (17 de abril) y el descubrimiento de América (12 de octubre) Úbeda y Baeza habían alcanzado un protagonismo indiscutible como ciudades señeras en el conjunto del territorio. La transición hacia la Moderna que se perfila en estas fechas adquirió, en opinión de A. DOMINGUEZ ORTIZ (Andalucía en el tránsito de la Edad Media a la Moderna. Jaén, 1984) una grandiosidad que no alcanzó el resto de Europa. Estas tierras quedaron incorporadas plenamente a la nueva Andalucía llamada a desempeñar un papel clave en el marco de la Monarquía hispana del quinientos. Interesa destacar aquí una de las facetas que hicieron de la región Úbeda-Baeza un enclave original y de repercusiones nada desdeñables. Se trata de su participación en el descubrimiento, conquista y colonización de América. Un proceso éste en el que sobresale no sólo por su aporte demográfico, sino también por la huella artística y cultural dejada. Patria de hombres de armas y de relevantes figuras políticas y religosas que llevaron al Nuevo Mundo la impronta de estas tierras. El eje Úbeda-Baeza, como centro humanista y artístico, se proyectó allende el Atlántico donde las influencias de la Universidad de Baeza o de Andrés de Vandelvira, entre otras, resultan innegables. La toponimia de estas dos ciudades salpica la geografía americana como testimonio vivo de la presencia y quehacer de unos hombres que, nacidos en la frontera, decidieron un día romper todas las fronteras. El resultado no es otro que una sorprendente y dilatada presencia al otro lado del Atlántico, algunas de cuyas manifestaciones son visibles todavía hoy. En consecuencia, es posible afirmar que Úbeda y Baeza tuvieron una inequívoca proyección americana con repercusiones en el poblamiento indiano y en la configuración cultural del Nuevo Mundo.
Por otro lado, su tradición como tierra de frontera contribuyó de forma decisiva a identificarse con esa nueva gran frontera que fue el Nuevo Mundo. Campañas militares y procesos de repoblación son revividos allende el Océano por muchos soldados que se habían batido en la guerra de Granada o, más tarde, en las de Flandes. El elevado porcentaje de participación que los hombres de Úbeda-Baeza tuvieron en esta fase crucial de la historia de América habla por sí solo de una vocación que hunde sus raíces en el pasado de la región y se fortalece con el auge del espíritu renacentista.
Enclave de la ciudad de Baeza (Ecuador)
Vista de la ciudad de Baeza (Ecuador)
Si bien es cierto que este protagonismo no es equiparable en términos absolutos al de Sevilla, por ejemplo, debe tenerse en consideración que el caso de Úbeda y Baeza es original. Porque singular es que un territorio tan delimitado y separado de las rutas de embarque haya participado durante el siglo XVI tan intensamente en la empresa americana. Interesa resaltar la idea de que se trata de unas ciudades pequeñas, pero de una vida intensa, con gran capacidad de movilización y esfuerzo. Pocos ejemplos pueden resistir la comparación. Dentro de la Andalucía oriental, ni siquiera una ciudad de la importancia de Granada puede equipararse; menos aún Almería. En la Andalucía occidental, considerada tradicionalmente más “americanista”, son muy escasos los modelos de concentración que ofrece el entorno Úbeda-Baeza. Las causas de ello habría que buscarlas en su propia realidad histórica, en el peso e influencia que ambas ciudades alcanzaron en la época del Renacimiento. El establecimiento en ellas de familias prominentes, algunas de ellas próximas a la Corte, les otorgó un indudable prestigio, el cual queda patente en la monumentalidad de sus edificaciones. Esta circunstancia explicaría la trayectoria de figuras como Francisco de los Cobos o el marqués de Mancera y sus implicaciones con lo americano.
El Descubrimiento abrió imprevisibles perspectivas y ofreció la posibilidad de satisfacer los más variados anhelos. Como ciudades inequívocamente renacentistas, Baeza y Úbeda no escaparon al vitalismo de la época. A lo largo del siglo XVI experimentaron un crecimiento demográfico, paralelo al desarrollo de todos los sectores de la producción y a la disminución de la tensión social. Una mezcla de mentalidad humanista, guerrera y mística, caballeresca y popular, culta y picaresca hizo posible aquella proyección hacia América. No faltaron, desde luego, factores de índole socio-económica como el afán de riqueza, la promoción social, etc. La obsesión renacentista por la “honra y la fama”, junto a los intereses materiales, contribuyeron también a hacer posible uno de los hechos más singulares de la historia de Úbeda y Baeza: el de su aventura americana. (Veáse Miguel MOLINA MARTINEZ: Jaén y el Mundo Hispanoamericano. Jaén, 1987; Guillermo SENA MEDINA: Jaén en el descubrimiento, conquista y colonización de las Indias. Granada, 1990.) La valoración del patrimonio de estos dos centros no debe prescindir de aquellos otros valores “intangibles” que son precisamente causa o consecuencia de aquél. Por consiguiente, tiene sentido destacar el alcance de su presencia en los territorios de Ultramar, en tanto en cuanto potencia y autentifica la relevancia del objetivo propuesto.
I. LA EMIGRACIÓN A INDIAS. El fenómeno de la emigración a Indias en Úbeda y Baeza, especialmente brillante en el siglo XVI, se inscribe dentro de su desarrollo demográfico. Este coincidió con una fase alcista que se sitúa entre las más elevadas de España. Mientras las ciudades de Castilla experimentaron un crecimiento medio del 47’50%, en Úbeda lo fue del 74’13% y en Baeza del 71’80%. Ello explicaría que fuesen estas dos ciudades las que aportaran el mayor número de emigrantes entre 1492 y 1599. Baeza con 297 emigrantes (casi el 22%) es la que ofrece un mayor número, incluso por encima de Jaén. Úbeda con 168 representa el 12’43%. En otras palabras, del total de 1351 personas que pasaron a Indias procedentes del Reino de Jaén, más de la tercera parte lo eran de Baeza y Úbeda, lo que viene a corroborar su posición hegemónica. En cuanto a los clérigos y religiosos, también estas ciudades acaparan las cifras más elevadas, alcanzando casi el 50% de la aportación provincial.
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La exhaustiva investigación de Aurelio VALLADARES REGUERO y Rocío RUIZ GARCIA (La emigración jiennense a las Indias en el siglo XVI, 1492-1599. Jaén, 1994) viene a poner de relieve el destacado papel desempeñado por dichas ciudades en este campo. En su mayoría se trata de gentes procedentes de las capas sociales más bajas, aunque no faltaron representantes de clase media y alta que marcharon para desempeñar diferentes cargos administrativos y misioneros. Fue una práctica habitual que estos pobladores se instalaran agrupados en las mismas comunidades y que hicieran llamamientos a familiares y amigos para que marcharan también a América. (Véase sobre este particular la obra de Enrique OTTE: Cartas privadas de emigrantes a Indias, 1540-1616. Sevilla, 1988). El recuerdo de la patria chica, el mantenimiento de viejas costumbres, cultos y advocaciones religiosas actuaron como resortes de cohesión y, a la vez, sirvieron para mantener vivo un legado. La fundación de capellanías o el envío de dinero a sus ciudades de origen -Úbeda y Baeza- con diversos fines confirma el hecho de que los vínculos nunca dejaron de existir.
II. DESCUBRIDORES, CONQUISTADORES Y MISIONEROS. Se ha señalado antes que la proyección de Úbeda y Baeza en América fue algo más que una simple cifra de emigrantes. Lo realmente significativo está en el notorio papel desempeñado por el nutrido elenco de personalidades que marcharon a los nuevos territorios. Ya se trate de individuos enrolados en las más audaces expediciones descubridoras, ya de gentes de armas dirigiendo campañas de conquista por la más escarpada geografía, ya religiosos empeñados en la difusión del evangelio, todos impregnaron la huella ubetense o baezana en los lugares que recorrieron. No hubo ninguna de las más significativas campañas en el Nuevo Mundo durante la primera mitad del siglo XVI en la que faltasen gentes de estas dos ciudades. Sirvan como ejemplo las diversas poblaciones indianas bautizadas como Úbeda y Baeza que aún perviven en nuestros días. Para confirmar lo anterior se detallan algunos casos relevantes. Por lo que concierne a Baeza, cabe mencionar a Alonso Sánchez de Carvajal, regidor de la ciudad, hombre de confianza de Colón, al que acompañó en su segundo y tercer viaje. En este último viaje también participó el matrimonio formado por Pedro Vázquez y Luisa de León. En la expedición de Magallanes que circumnavegó la Tierra viajó Luis del Molino, que adquirió renombre como partícipe en la rebelión contra Magallanes. Le acompañó su hermano Francisco del Molino. Cristóbal de Olid fue una figura señera en la conquista de México y sobre todo del territorio hondureño. Afincado en Cuba, supo ganarse la confianza del gobernador Diego Velázquez y sobresalió por su gran dominio de las lenguas indígenas. Ya en México, junto a Hernán Cortés, tuvo un papel clave en la fundación de Veracruz, por lo que obtuvo en
recompensa el título de Maestre de Campo. Participó en todos los principales episodios que terminaron en la conquista de la capital azteca. Fue protagonista en los sucesos de la “Noche Triste” y en la batalla de Otumba. Dirigió la expedición que ocupó las tierras de Michoacán y actuó decisivamente para sofocar una rebelión indígena en Colima. Sin embargo, su labor más destacada la llevó a cabo en Honduras, cuya conquista le fue encomendada. Mal aconsejado y víctima de su orgullo, decidió romper sus vínculos con Hernán Cortés. Fundó una villa que bautizó con el nombre de Triunfo de la Cruz y gracias a su esfuerzo pacificó gran parte del territorio hondureño. Por su parte, Diego de Nicuesa desplegó su actividad en la isla de La Española y en el istmo de Panamá. Era hijo de un regidor del Concejo de Baeza y pudo tener acceso a la Corte, lo que le permitió adquirir una formación caballeresca. Peleó, junto a Nicolás de Ovando, en la conquista de La Española en 1502 y allí se estableció haciendo fortuna. Su espíritu aventurero le animó a acometer otras empresas y capituló para la conquista del golfo de Urabá, donde obtuvo la gobernación de Castilla del Oro. Fundó la ciudad de Nombre de Dios, que todavía hoy existe, aunque con otro emplazamiento. Dicha ciudad adquirió una importancia decisiva en las relaciones comerciales entre España y las Indias, ya que por su puerto transitaron todas las mercancías con destino al Perú y los metales que desde aquí llegaban a la península. Gonzalo de Mendoza llevó el nombre de Baeza por tierras de Argentina como uno de los capitanes nombrados para la empresa conquistadora del accitano Pedro de Mendoza. Participó en la fundación de Buenos Aires y desempeñó diversas actividades en el proceso de ocupación de la región del Plata. Cristóbal de Peralta fue uno de los llamados “Trece de la Fama” que permanecieron junto a Pizarro en la conquista del Perú. Gil Ramírez Dávalos vivió en México durante 16 años interviniendo en la pacificación de los habitantes de Nueva Galicia. Ya en Perú, fue nombrado corregidor de Cuzco y más tarde promocionado a la gobernación de Quito y del territorio de los Quijos. En tierras ecuatorianas fundó la ciudad de Santa Ana de Cuenca y en 1559 otra a la que bautizó con el nombre de Baeza en clara alusión a su lugar de nacimiento. A él se debe la organización de aquel territorio y el desarrollo de una ciudad que a finales del siglo XVI se intitulaba “muy noble y muy leal”. No es casualidad que su escudo de armas incluyera una imagen de la virgen del Rosario, como advocación arraigada en sus tradiciones. Otra Baeza fue fundada en 1620 en Colombia esta vez por iniciativa del también baezano Gil Cabrera Dávalos, que ejerció como presidente de la Audiencia y fue capitán general del Nuevo Reino de Granada. De entre los religiosos, Baeza llevó a América figuras preclaras como Alonso de Barzana y Antonio de Raya
Navarrete. El primero se formó en la Universidad de su ciudad natal, como discípulo del maestro Juan de Avila, para ingresar después en la Compañía de Jesús. Marchó a Lima y a él se debió la fundación de los Colegios de Cuzco y Arequipa. Su formación universitaria quedó manifiesta en la redacción de numerosas obras de carácter religioso-misionero y, sobre todo, en sus escritos acerca de las lenguas indígenas que constituyen una verdadera aportación al conocimiento y preservación de la cultura indígena peruana: Catecismo y doctrina cristiana quechua y española; Tercer Catecismo; Arte y vocabulario en la lengua general del Perú. El segundo, Antonio de Raya, cursó estudios en Salamanca y los completó en el Colegio de San Clemente de Bolonia, donde fue catedrático y rector. Nombrado obispo de Cuzco, su labor pastoral tuvo una vertiente educativa que quedó patente en la fundación de un Seminario en la vieja capital inca y de un Colegio en Huamanga. Mención especial merece su actividad al frente del Tercer Sínodo cuzquense que se ocupó de arbitrar medidas encaminadas a potenciar la evangelización indígena. Significativo es que en sus días finales tuviera presente su ciudad natal al disponer que se edificase en Baeza una iglesia como parroquia de El Salvador. Además legó a la Compañía de Jesús 40.000 pesos para que construyese también en Baeza el Colegio de San Ignacio. En el campo de las letras destacó asimismo otro religioso, Cristóbal de Molina. Desempeñó como los anteriores su labor en el área de Cuzco y participó en el Concilio Limense de 1582. Sin embargo, su mayor aportación fue la redacción de dos obras sobre el pasado incaico. Su Historia de los Incas está hoy perdida; la otra, Relación de las fábulas y mitos de los Incas ha sido recuperada para la imprenta y permite acercarse al talante y preocupación de este hombre por las tradiciones prehispánicas. La aportación de Úbeda al mundo americano queda, del mismo modo, documentada en numerosos testimonios y en la actuación de figuras insignes. Protagonistas en la conquista de México, como Pedro Almíndez Chirino, en la de Perú, como Alonso de Molina (otro de los “Trece de la Fama”), o en la de Chile, como Alonso de Rivera Zambrana, los conquistadores ubetenses tienen en Jorge Robledo y Andrés de Valdivia sus representantes indiscutibles. Jorge Robledo, de familia acomodada, llegó a América con la experiencia que le granjeó su participación en las campañas europeas de Carlos V. A él se debe el mayor avance en la penetración española por las actuales tierras colombianas, donde sobreviven dando fe de su presencia las ciudades de Anserma, Cartago y Antioquía. Acompañado por un nutrido grupo de paisanos que le siguieron en su empresa, se comportó como un magnífico militar y un gran estratega con las poblaciones indígenas. Su obsesión fue obtener una gobernación en los territorios por él conquistados, pero la Corona nunca atendió esta demanda. Si su faceta como
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fundador de ciudades es notoria, no menos desdeñable lo es su preocupación por describir el paisaje, los habitantes, la economía y costumbres por donde transcurrió su actividad. Por su contribución al conocimiento de aquellos pueblos, merecen destacarse los siguientes textos: Relación del viaje del capitán Jorge Robledo a las provincias de Anserma y Quimbaya; Descripción de los pueblos de la provincia de Anserma; y Relación del descubrimiento de la provincia de Antioquía. Andrés de Valdivia estaba ya en América a la edad de 15 años y se forjó militarmente en las campañas de Belalcázar y de su paisano Jorge Robledo. Sus propias empresas se centraron en el territorio comprendido entre los ríos Cauca y Magdalena donde obtuvo el título de gobernador y capitán general, junto a otras prebendas. Para financiar su expedición liquidó todo el patrimonio familiar, incluida la venta de sus haciendas en Úbeda. A su iniciativa se debe la fundación en la actual Colombia de la ciudad de Úbeda en 1574, rindiendo así homenaje a su población natal. Aunque no pudo culminar la pacificación del territorio por su temprana muerte, a él se debe la ampliación de la geografía colombiana más allá de los límites que esbozara su antecesor Robledo. También Úbeda dio figuras notables en el campo de la evangelización. Ocupa un lugar sobresaliente Francisco Toral, primer obispo de Yucatán entre 1560 y 1571. El convento franciscano de Úbeda acogió su formación, luego completada en Jaén y Sevilla antes de marchar a México. En tierras yucatecas desplegó una intensa actividad en la que logró implicar a bastantes de sus paisanos, de modo que la huella ubetense en aquel territorio llegó a ser profunda. No sólo aprendió las lenguas indígenas, sino que escribió en una de ellas, la popolaca, el Arte, vocabulario y doctrina cristiana. Su importancia y utilidad para las prácticas evangelizadoras está fuera de toda duda. Resaltemos la circunstancia de que su testamento contiene una cumplida referencia a su Úbeda natal y al colegio franciscano que lo formó. Fray Domingo Vico, por su parte, ingresó en el convento ubetense de San Andrés, perteneciente a la orden de los dominicos. Tras su paso por Salamanca, viajó a las Indias junto a Bartolomé de las Casas. Desarrolló su labor en Centroamérica como prior en Cobán, Verapaz y Guatemala. Como Francisco Toral, destacó por su conocimiento de las lenguas nativas en las que escribió diversos tratados de carácter teológico y didáctico. Por su repercusión citamos los siguientes: Teología para los indios en lengua de Verapaz; Historia de los indios, sus fábulas, supersticiones y costumbres; Seis artes y vocabularios de las diferentes lenguas de los indios; Frases e idiotismos de las lenguas de los indios; Poesías sagradas de la Pasión de Jesucristo y de los hechos de los Apóstoles (en idioma cachiquel).
III. LA ADMINISTRACIÓN COLONIAL. Junto a descubridores, conquistadores y religiosos, Úbeda y Baeza fueron cunas de funcionarios reales que desempeñaron puestos claves de la administración colonial: virreyes, oidores, alcaldes gobernadores, etc. Pocos personajes tan influyentes como Francisco de los Cobos. En torno a esta figura se entremezclan las realidades americana y ubetense a través de un amplio abanico de influencias mutuas. Durante su etapa como secretario de Carlos V se alcanzaron las cotas más altas de implicación entre una y otra y puede considerarse ese período como la máxima expresión de lo que para una ciudad, en este caso Úbeda, significó el ejercicio del poder y la labor de mecenazgo de uno de sus hijos. La Úbeda de Francisco de los Cobos se proyecta en América, de la misma forma que ésta se deja sentir en la monumentalidad de aquélla. Desde 1524 Francisco de los Cobos, a través del Consejo de Indias, comenzó a manejar los asuntos de Ultramar. Prueba de ello es la creciente participación de ubetenses en las empresas americanas, las facilidades otorgadas para ello y los favores que muchos de sus paisanos obtuvieron para ocupar posiciones de privilegio. La nutrida representación ubetense en los más diferentes escenarios americanos detallada más arriba fue debida en gran parte a la presencia y buen hacer de Francisco de los Cobos en las más altas instancias de la Monarquía. Por otro lado, como titular del llamado “derecho de Cobos”, hizo posible la inversión en su ciudad de grandes cantidades de dinero, lo que sin duda contribuyó al engrandecimiento de la misma. El “derecho de Cobos” le facultaba para recibir el 1% del oro y plata producidos en América, privilegio que la Corona hizo extensible a partir de 1538 a su hijo, el marqués de Camarasa. La trayectoria vital de Cobos, tanto en su vertiente castellana como americana, ha sido magníficamente recogida en la obra de Hayward KENISTON: Francisco de los Cobos, Secretario de Carlos V. Madrid, 1980. También Úbeda puede exhibir el título de cuna de virreyes, lo cual confirma el prestigio y relevancia de la ciudad. Pedro de Toledo y Leyva, marqués de Mancera, fue virrey de Perú entre 1639 y 1648. Perteneció a una familia noble, de gran tradición en Úbeda. Labró una excelente hoja de servicios a la Corona interviniendo desde muy joven en diferentes frentes de batalla europeos. Su elección como máxima autoridad peruana puede considerarse un gran acierto por parte de Felipe IV, dadas las especiales circunstancias por las que atravesaba el virreinato, tales como incursiones de navíos extranjeros y rebeliones indígenas. Su labor de gobierno, por tanto, tuvo un marcado carácter militar visible en las actuaciones destinadas a la defensa y fortificación del territorio peruano. Mención especial merece su gestión en el puerto de El Callao, donde aplicó toda su experiencia y sus numerosas lecturas sobre corografía indiana. Los resultados han sido justamente valorados por el investigador
peruano Guillermo LOHMANN VILLENA: Las defensas militares de Lima y Callao. Sevilla, 1964. Las medidas aplicadas y la intervención de su hijo, Antonio Sebastián de Toledo, en la pacificación del reino de Chile, son valoradas hoy como uno de los hechos más destacados de su mandato por sus consecuencias militares, económicas y evangelizadoras. Similares actuaciones en Cartagena de Indias, La Habana, Panamá y la frontera sureste permiten afirmar que el marqués de Mancera alcanzó en el aspecto militar un nivel que ninguno de sus predecesores pudo igualar. Su papel en el desarrollo del potencial minero del país es asimismo digno de encomio. Dispuso medidas para atajar la crisis de producción en las dos principales minas de virreinato (Huancavelica y Potosí) con efectos positivos. Sensible a los abusos que padecía la población aborigen, también se ocupó de dictar leyes tendentes al buen trato indígena: mejora de las condiciones de trabajo en el interior de las minas, establecimiento de un régimen laboral más justo, persecución de las prácticas corruptas de corregidores y caciques, etc. (Miguel MOLINA MARTINEZ: “El Marqués de Mancera y el indígena”. Senda de los Huertos. Jaén, 1990, núm. 18). De la misma forma que Francisco de los Cobos pudo reflejar en Úbeda parte del esplendor americano, también el marqués de Mancera hizo lo propio. En uno de los ángulos de la plaza Vázquez Molina se levanta hoy el palacio que lleva su nombre, construido a principios del siglo XVII. Su portada, adintelada y enmarcada por columnas corintias sobre plinto, así como la torre, en la línea de Andrés de Vandelvira, confieren al edificio cierta prestancia de majestuosidad. Puesto que este caso no es único ha de repararse, desde una perspectiva más general, en la repercusión que la llegada de capitales procedentes de América tuvo en la construcción de capillas, palacios, hospitales y otras obras en las ciudades de origen de los emigrantes.
IV. INFLUENCIAS ARTÍSTICAS. Las huellas de Úbeda-Baeza en el campo artístico son dignas de consideración, particularmente desde el punto de vista arquitectónico. La escuela de Andrés de Vandelvira y algunas obras de Diego de Siloé fueron tomadas como modelo y referencia en América. La primera, de tan fecunda expresión en Úbeda, está presente por lo menos en las catedrales de México, Puebla, Oaxaca, Mérida, Guadalajara, Lima y Cuzco. Aunque de fecha posterior, la catedral de Buenos Aires sigue de cerca los presupuestos de Vandelvira. La iglesia del Salvador de Úbeda, realizada por Diego de Siloé, dejó asimismo su impronta en tierras americanas. Concretamente su fachada lateral tuvo una cabal réplica en la portada principal del convento de Yecapixtla (México) (Enrique MARCO DORTA: Arte en América y Filipinas.
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Madrid, 1973, p. 42). Por otro lado, sus torreones parecen repetirse en la fachada de la iglesia mexicana de Cuilipán. Otros elementos del templo ubetense, como la modalidad de bóvedas acasetonadas, pueden rastrearse en la iglesia de La Mercel de Sucre (Bolivia). (Véase Santiago SEBASTIAN LOPEZ: “El arte iberoamericano del siglo XVI”, en Summa Artis. Madrid, 1985, vol. XVIII, p. 174; Teresa GISBERT y José de MESA: “El arte del siglo XVII en Perú y Bolivia”, en Summa Artis, Madrid, 1985, vol. XXIX, pp. 66, 67, 242). Por lo que se refiere a Baeza, es muy significativa la Capilla del Pópulo por cuanto puede considerarse como un claro precedente de las capillas de indios en América. (Antonio BONET CORREA: “Antecedentes españoles de las capillas abiertas hispanoamericanas”. Revista de Indias, Madrid, 1963). En suma, Úbeda-Baeza, como espacio geográfico bien definido en el siglo XVI, constituye un modelo ejemplar de vocación americana, capaz de ejercer su influencia y plasmar su impronta duradera con el paso del tiempo. Es un valor que ha de sumarse a los otros tantos que del mismo modo son presentados en el conjunto de esta justificación. Interior de la catedral de Mérida (Yucatán, México) . Capilla del Pópulo. Baeza.
Iglesia de Santiago Apóstol. Cuilacan (Oaxaca, México)
Convento de Yecapixtla (México). Fachada principal.
Iglesia de Santiago Apóstol. Cuilapan (Oaxaca, México) Detalle de Fachada.
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EXCEPCIONALIDAD DEL DISCURSO ICONOLÓGICO RENACENTISTA EN ÚBEDA Y BAEZA.
Joaquín Montes Bardo. I
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
II
EL DISCURSO HUMANISTA DEL ARTE
III
LA SACRA CAPILLA DE EL SALVADOR
IV
LA PRIMERA CATEDRAL DE ANDALUCÍA
V
ALEGORÍA Y MITOLOGÍA
Coincidiendo Erwin Panofsky con Américo Castro en Princeton le manifestó al español no sentirse atraído por nuestra pintura porque, en su opinión, no constituía una escuela. Lafuente Ferrari que recoge la anécdota en su Introducción a Estudios sobre iconología del historiador alemán, añade: Por otra parte, el arte español, como es bien sabido, es muy pobre en mitología y los problemas iconográficos que en él pudieran representarse no son los que podrían atraer a un apasionado estudioso de la Antigüedad y del Renacimiento.
en el panorama de la iconografía española de este siglo. Aquí se asimila lo judío, desde la perspectiva de una nueva evangelización con la cristianización del mundo clásico, configurando ambas instancias la nueva cultura humanista. El anális iconológico que sigue a continuación se dirige a evidenciarlo.
El juicio sobre la parquedad mitológica del Renacimiento español es certero. Por ello, resalta aún más la singularidad del enclave renacentista de Úbeda-Baeza con espléndidos testimonios desde la vertiente del mito clásico que albergan la Sacra Capilla de El Salvador (Fig. 1): un temple ou se sont réunis les dieux et les héros, les vainquurs et les captivfs, les sages et les sibylles dans une trensfiguration que domine celle du Christ, un monument à la gloire de l´ humanisme, sinon de l´ humanité (A.Turcat), Hospital del Señor Santiago, Capilla Dorada de la Catedral de Baeza, de los Benavides en San Francisco y portadas solariegas y capillas funerarias cuya cronología va del Plateresco a las manifestaciones Protobarrocas.
Fig. 2. Úbeda. Portada sacristía del Salvador.
El reconocimiento de la excepcionalidad iconográfica de la Capilla de El Salvador es más evidente cada día.En la portada de su Sacristía se escenifica la Visión de Augusto (Fig.2), testimonio iconográfico único en el arte español. La Sacristía, (Fig.3) se concibe como Templo del Saber por medio de doce sibilas que vienen a paliar el magro panorama existente hasta ahora en España sobre conjuntos iconográficos que desarrollen el tema de las sibilas en nuestro Renacimiento, reducido a la Capilla de los Junterones en la Catedral de Murcia, la Sacristía de la Catedral de Sigüenza y la Capilla de Luis de Lucena en Guadalajara a los que pueden añadirse los ocho medallones del claustro de San Marcos de León, pero aquí dentro de un ambicioso programa que enlaza el tiempo mesiánico con la apocalipsis cristiana. La Portada Meridional (Fig.4) constituye un auténtico discurso judeoconverso, inédito por sus características
Fig. 3. Úbeda. Sacristía del Salvador. Fig. 1. Úbeda. Capilla del Salvador. Detalle de intradós.
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I. ANTECEDENTES HISTÓRICOS.
pues su hechura primorosa
En este entorno se inicia la Reconquista cristiana de Andalucía del s. XIII que se abre con la batalla de Las Navas de Tolosa de 1212, conocida también como de Úbeda. En consecuencia, el territorio es el campo de experimentación de la conquista, población, organización y cristianización de la Nueva Andalucía. Sus hombres participarán decisivamente en su culminación cuando icen el pendón de Castilla sobre la torre de la Vela de la Alhambra en 1492.
nos dice que la ciudad
Úbeda y Baeza constituyeron durante siglos un enclave frente al Islam, forjándose aquí un hombre de frontera en brega secular entre dos formas de vida: Oriente y Occidente, configurado por la Historia y la Geografía. Para los europeos de la leyenda épica carolingia, durante los siglos XI y XII Úbeda y Baeza están entre las siete ciudades más importantes de Andalucía (Codex Calixtinus. Historia de Carlomagno. Santiago de Compostela, 1992.)
Fig. 4. Úbeda. Portada meridional del Salvador.
ILUSTRACIONES Y BIBLIOGRAFÍA. 1.-Intradós del acceso principal a la Capilla de El Salvador. Refleja el panteón greco-latino presidido por Eros. 2.- Escenificación de la Visión de Augusto. Sacristía de El Salvador. 3.- Sibilas y atlantes en la Sacristía de El Salvador.
Los ojos de Jiménez de Rada vieron a la Úbeda musulmana, en la segunda década del s. XIII, como una fortaleza muy poblada, asegurada de soldados y grandes defensas(Fig.5); y, antes, para conquistar Baeza, Alfonso VIII el Emperador requirió de la intervención divina.
5.- Torreón ochavado de las murallas de Úbeda.
En preparación: Arte y discurso simbólico en Úbeda y Baeza.
Pero el escudo también puede aludir a los Dávalos a quienes Enrique II otorga por blasón un castillo de oro en campo azul con las Reales armas de Castilla. El torreón más poderoso de la muralla de la Cava tiene esculpidas en dos piedras angulares unas armas con la Orden de la Banda y el mote del Ave María en caracteres góticos. Para Argote de Molina es el escudo de los Mendoza al que se une el lema alcanzado por García Lasso de la Vega en El Salado. Esto hace datar al torreón como del XIV, posterior al momento en que Pero Gil asola las defensas de la ciudad.
Los Mercado hacen tres y un rojo león blasona feroz en campo dorado
Su
-Alegoría y Mitología en Úbeda y Baeza durante el Renacimiento. Laboratorio de Arte Nº 10. Universidad de Sevilla, 1997.
nombre propio en las historias.
Pero, con la misma razón, a los Mercado:
9.- Detalle de portada en Baeza con un relieve de Hércules.
-El Hospital de Santiago en Úbeda. Arte, Mentalidad y Culto. U.N.E.D. Jaén, 1995.
Armas propias de su nombre
teñido de sangre roja.
8.- Portada de la Casa de los Salvajes. Los símbolos implican una propuesta de moral cristiana.
MONTES BARDO, J. La Sacra Capilla de El Salvador en Úbeda. Arte, Mentalidad y Culto. U.N.E.D. Jaén, 1993.
y en ella un castillo copian.
rugiendo en campo de plata
7.-Patio de la Catedral de Baeza entre el sahn de la mezquita y el claustro cristiano.
TURCAT, A. Etienne Jamet alias Esteban Jamete. scuculpteur français de la Renaissance en Espagne, condamné par l´ Inquisition. Picard, 1994.
los Castillos hacen una
Un león que verlo asombra
6.- Catedral de Baeza. Arcosolio cuyo intradós despliega el panteón greco-latino presidido por la muerte.
11.-La Fortuna Virilis. Palacio de los Porceles, Úbeda.
A su derecha, y contigua con ella, otra torre muestra un relieve que dibuja un castillo. El romance recuerda que
La torre próxima a la calle Condestable Dávalos tiene, aunque muy erosionado, un escudo en relieve con un león rampante. Del linaje de los Aranda el romance identifica su torre por
4.- Portada Meridional de El Salvador con las personificaciones de la Religión cristiana y la Sinagoga.
10.- Capilla funeraria de los Benavides, Baeza. iconografía y epigrafía contienen un discurso moral.
la hizo a su costa toda.
que es Mercado a sangre propia. Fig. 5. Úbeda. Torreón ochavado de las murallas.
El mejor testimonio es la cerca o recinto amurallado, en parte conservado en Baeza y en su práctica totalidad en Úbeda. Un romance, atribuído al poeta del s. XV Jorge de Mercado, sobre las murallas de Úbeda permite su análisis como símbolo de una empresa colectiva. En el s. XVI, Argote de Molina afirma que la levantaron el concejo y linajes nobles de Úbeda, asegurando que los escudos de Armas que se ven en algunas torres de ella...son de algunos linajes principales que en aquel tiempo había en aquella ciudad que a su costa hicieron parte de aquel edificio. Por medio del romance mencionado podemos identificar en la actualidad a los patronos de las torres principales. La actual torre del Reloj es la del común:
El romance le asigna una torre a cada una de las tres Órdenes Militares, identificándolas por medio de las cruces rojas de Calatrava y Santiago,la verde de Alcántara y blanca del Temple:
De cada orden su cruz en cada torre se copia con que adornan sus fachadas las verdes, blancas y rojas. En el torreón que limita con los actuales jardines del alférez Rojas, otra piedra angular muestra una cruz no bien diferenciada. La torre del reloj tiene una santiaguista y en la ochavada de la Corredera hay una del Temple. De este modo, el romance establece en un claro paralelismo
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con una circunstancia bíblica que no debió pasar por alto aquella sociedad dominada por la mentalidad simbólica: la reconstrucción de las murallas de Jerusalén en tiempos de Neemías. Los protagonistas, en ambos casos, son hombres que simultanéan la espada con el arado: También los cargadores estaban armados: con una mano cuidaba cada uno de su trabajo, con la otra empuñaba el arma. Cada uno de los constructores tenía ceñida a la cintura su espada mientras trabajaba...Neh 4. 12. II. EL DISCURSO HUMANISTA DEL ARTE. En Úbeda, son tres o cuatro linajes quienes al situar a sus vástagos en los centros de decisión de la Monarquía hispana hacen posible el pequeño milagro de esta ciudad en tiempos del Humanismo y el Renacimiento: los Ávalos que dieron la figura del Condestable de Castilla López Dávalos, en tiempos de Enrique III; los Cuevas, cuyo miembro más representativo, Don Beltrán de la Cueva, fue Privado de Enrique IV,primer Duque de Alburquerque; y sobre todo, los Cobos con tres figuras que ellas solas explican su monumentalidad: Don Francisco de los Cobos, Secretario del Emperador Carlos V que erige la Sacra Capilla de El Salvador, Don Juan Vázquez de Molina que lo fue del mismo monarca y de Felipe II, promotor del palacio de su nombre y un eclesiástico entre humanista y trentino, Don Diego de los Cobos obispo de Jaén, benefactor de su lugar de nacimiento con su Hospital de Santiago. Como obra de familiares o fámulos aparecen el palacio del Deán Ortega, el de Vela de los Cobos o el de La Rambla. En el caso de Baeza, su condición de primera sede episcopal de Andalucía aporta una impronta levítica de tonos aristocráticos, favorecido por la existencia en ella de una institución académica universitaria que va a hacer del símbolo y la alegoría un elemento educador; favoreciendo de este modo un discurso artístico que utiliza el humanismo clasicista para la formación cristiana; todavía lo refleja la Biblioteca Capitular de su Catedral donde no faltan ejemplares de la Hieroglyphica de Piero Valeriano, los Emblemata Alciato, los Jeroglíficos de Horapollo o las obras de Orozco y Covarrubias, Pineda, Villalpando y Ovidio. No es casualidad que un hijo de esta tierra, Juan Pérez de Moya, escriba el primer tratado de Mitología en español titulándolo Philosofía Secreta en alusión a la plural interpretación del mito. Que los jesuitas Jerónimo de Prado, baezano, y Juan Bautista Villalpando, residentes en Baeza, sean autores de Los Comentarios al Templo de Salomón según la visión del profeta Ezequiel, de tanta trascendencia en el mundo de la simbología. La Universidad de Baeza está en la primera hora de la iconografía de El Salvador y, ya en la transición del Renacimiento al Manierismo, en el espléndido discurso que imparte la iconografía de la Capilla Dorada de su Catedral.
El discurso simbólico se abre con la presencia de Erasmo como soporte mental del programa iconográfico de El Salvador al favorecer en el Enquiridion militis christiani una interpretación simbólico-tipológica de la Biblia, pero también de la mitología clásica cuando escribe: no te traerá poco provecho la poesía de Homero y Virgilio, si tienes aviso que lo que dicen es figurativo, porque tienen otra doctrina y exemplos de dentro, que no así tan ligeramente se muestran afuera. Si la importancia del mundo clásico que refleja esta iconografía enlaza con su inicial orientación erasmista, como se evidencia en la Capilla de El Salvador, la perspectiva contrarreformista de la Universidad de Baeza dibuja las dos tendencias que dominan el panorama intelectual español en la primera mitad del XVI convirtiendo este enclave en prototipo de lo que acontece a escala nacional y aún europea. La mitología clásica es aquí una imagen moral. Los dioses de Grecia y Roma están visualizando verdades entrevista por el mundo pagano, configurando una cosmovisión cristiana. El método más utilizado es el analógico, presto a descubrir concomitancias insospechadas: con lógica, Hércules se asocia a Sansón; pero Mercurio, Marte o Júpiter a Cristo y Saturno a Dios Padre en una línea que se anuda ya desde la Baja Edad Media con Alfonso X El Sabio, la continúan con mayor prudencia Pedro Mexía y mitólogos como Pérez de Moya.
III. LA SACRA CAPILLA DE EL SALVADOR. El edificio es la capilla funeraria de un significado hombre de Estado en el Renacimiento, originario de este lugar: Francisco de los Cobos y Molina,para quien el arte y los honores fueron signos de excelencia.
El tiempo ejemplar del mito y el tiempo histórico cristiano de la portada principal. La flanquean las Armas de los Patronos. Las plañideras de Dña María no descomponen la mirada humanista ante la muerte que nunca olvida la resurrección. Del basamento a modo de sarcófago, pugnan por salir figuras humanas como describe la Leyenda Dorada la resurrección de los muertos. Las columnas se decoran con trofeos que convierten la portada en una gigantesca panoplia, acorde con la visión erasmista que ve en la Biblia la gran sala de armas del caballero cristiano. El intradós del arco de acceso presenta el tiempo ejemplar del mito, acudiendo para ello al Timeo, en un intento de conciliarlo con el Génesis y viendo la Historia de la Humanidad como parte de la Historia del Universo. En las dovelas se figuran los cuatro elementos y los dioses celestes. Son las once divisiones descritas por Platón en el Fedro que dirigidas por Zeus personifican la bóveda celeste,
identificada por los platónicos con el alma del mundo. Su disposición es la que describe Cicerón en el Sueño de Scipión cuando precisa el concierto de las nueve órbitas, contempladas desde la Vía Láctea. Es decir, se escenifica la inmortalidad que aguarda a los buenos gobernantes en la iglesia patronazgo de un hombre de Estado durante el Renacimiento. Su actuación política aparece dominada por la Fe y la Justicia. Desde la clave del arco, Eros preside el panteón olímpico cuando él es para Platón : el gran jugador invisible que domina y rige al hombre. Para el pensamiento moralizador, los dos relieves de Hércules en los contrafuertes de la portada tienen consideración iniciática, son pruebas que hay que soportar hasta llegar a la liberación del alma. En esto también coincide con la pedagogía erasmista. La presencia en la portada del Maná y de la Serpiente de Bronce convierten el discurso mitológico en anticipo de la plenitud cristiana. El Maná aparece en el Enquiridion como símbolo del conocimiento de las escrituras y arma principal, con la oración, del caballero cristiano. La Serpiente de Bronce, según Jn. 3,14, es un anticipo de la Transfiguración, tema que escenifica el gran relieve que preside la portada. Dos relieves marianos con la Natividad y el Abrazo ante la Puerta Dorada flanqueados por los autores de las grandes profecías marianas: Moisés,Isaías,Jeremías y Miqueas,aportan la perspectiva mariana en un distanciamiento muy hispano con las tesis erasmistas. La cristiandad apostólica la representan Pablo y Andrés; la singularidad de Pablo a la diestra, lugar reservado tradicionalmente a Pedro es consecuencia de la condición erasmista del conjunto. De la periodización que expone la portada, dentro de la Historia de la Salvación, se transita de la cristiandad apostólica a la Universitas Christiana que propugna el emperador Carlos. Lo atestiguan los tondos que identifican las correspondientes cartelas: Julio César, Santa Helena madre de Constantino, un emperador con el Toisón de Oro y los patronos de la obra.
Religión mosaica y plenitud mesiánica en la portada meridional. En el entablamento identificamos a los santos Juanes y Marcos, el evangelista, con las personificaciones de la Fortaleza y la Justicia. El frontón se remata con dos figuras que suponen la clave del programa iconográfico y su adscripción a un mundo converso: son las personificaciones de la Religión cristiana y la Religión judía o Sinagoga, representadas ambas hermosas y jóvenes. Los mentores de esta iconografía, en buena lógica, se encuentran en el grupo de clérigos confesos que rigen la joven Universidad de Baeza. Como corolario, la Caridad efigiada en un tondo muestra una granada, símbolo de la unión de una sociedad, de una nación y que el pensamiento simbólico vió como símbolo de la
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perfecta amistad. Las alegorías de las dos religiones miran hacia un Niño de Resurrección en cumplimiento de la profecía joánica: mirarán al que traspasaron Jn. 19,37. Por último, flanqueando la portada y alojadas en sendas hornacinas, dos figuras escenifican un tema clásico de prefiguración eucarística por medio de un lenguaje formal plenamente renacentista. El guerrero de la derecha con celada, clámide y luenga barba, coraza y espada, es Abraham; su acompañante viste túnica talar que, al abrirse, deja ver sus atavíos de militar a la romana, es Melquisedec. Su fuente iconográfica resulta ser la llamada Biblia de los Pobres.
Portada septentrional o los gentiles y el Evangelio. Si la portada meridional defendía la tesis de la Historia de la Salvación desde la perspectiva de Israel, en la septentrional la misma historia es contemplada desde la vertiente de la gentilidad. La preside la Creación o primera hora del mundo, a la que sigue el tiempo primordial con la caída de los ángeles. La Encarnación se escenifica mediante la Anunciación o comienzo del tiempo mesiánico. Pedro y Pablo figuran la iglesia Apóstólica y Santiago Matamoros la nueva evangelización o el tiempo histórico de los ejecutores de la obra. Ambas portadas laterales narran la creencia en la supremacía de la cristiandad sobre las otras dos religiones monoteistas con las que comparte el mismo espacio y todo bajo el patrocinio de la Orden de Santiago cuyo emblema se repite por doquier, aludiendo también a la condición santiaguista del promotor de la obra como Comendador Mayor que fue de la Orden en León.
La sacristía, Templo del saber. En el acceso a la Sacristía del templo se recurre al lenguaje humanista para expresar un marianismo sincero; la misma propedeútica fundamenta el discurso visual que decora su interior al concebir la cultura clásica como preparación de la plenitud cristiana. La preside la Visión de Augusto. El tema es una cristianización del mesianismo en el mundo clásico, a él se añade la iconografía de Augusto como Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, lo cual supone una alusión a Carlos V. Cuando se levanta esta portada, cuya imagen de María es conocida secularmente como Virgen de la Paz, la diplomacia hispana defiende una Pax Carolina en Europa. Su divulgación es debida a la Leyenda Dorada : Octavio Augusto rechaza su deificación por el Senado y consulta a la Sibila si vendrá alguien superior a él. La Sibila le responde que está previsto el nacimiento de un niño. La sinopsis argumental del discurso iconográfico en el interior puede enunciarse así: el profetismo clásico previó la plenitud mesiánica y la consumación del mundo que narra la apocalipsis cristiana. El primer tiempo estaría efigiado en la portada, reservando la escatología para su interior. Es un
discurso coincidente con el que plantea Miguel Angel en la bóveda de la Sixtina, concluído con el Juicio Final. Como en el ejemplo romano, el conjunto de las figuras y su ubicación aparecen condicionadas por la estructura arquitectónica; como allí, las sibilas se enmarcan entre los atlantes. La función de los genios que pinta Miguel Ángel la desempeñan en Úbeda ángeles y querubines que desde las claves de los arcos sostienen las bóvedas. El Juicio Final está también aquí representado, eso sí, desprovisto de toda conmoción cósmica. Ello implica la aceptación de la propuesta del Enquiridion: como los hijos de israel sacaron las joyas de los de Egipto para adornar el templo de Dios, así saca tú de las escrituras destos las riquezas de las ciencias humanas para servir y ataviar a la iglesia de Jesucristo. Consecuncia lógica será contemplar el mundo clásico como imagen de la Revelación cristiana donde arúspices y sibilas serán nuncios del Salvador. No ha de olvidarse que con este templo se proyectó una universidad que al final se redujo a escuela de latinidad. La Sacristía, por tanto, se concibe como templo del saber, por ello las caríatides se presentan como canéforas aludiendo así a su condición de vírgenes que residían en el templo de Minerva. Este discurso icónico desarrolla un segundo argumento por medio de los ocho medallones ubicados bajo las estatuas columna de contenido filosófico moral. Las sibilas aparecen con el número simbólico de doce, como los profetas y los apóstoles. Su fuente está en los llamados Oráculos sibilinos participantes de la apocalipsis judía en la que se integra el Apocalipsis de san Juan. Una consecuencia de este programa es la reciente identificación de seis sibilas en el sotocoro de la iglesia del Hospital de Santiago en esta misma ciudad. En ambos casos, se atienen en su iconografía al análisis de Filippo Barbieri que estudió É. Mâle. La doble vertiente, profética y apocalíptica, adquiere su máxima tensión en el abovedamiento por medio de las claves de sus arcos, los tondos en los que asoman personajes históricos y los ocho ángeles apocalípticos que escenifican los preliminares del Gran Día. Lo aquí narrado se encuentra en los capítulos 6 al 9, y parte del 11 del Apocalipsis de san Juan. Esta dramatización sobre el Apocalipsis se convierte en una admonición sobre las postrimerías cuando vemos asomarse desde los óculos a dos grupos familiares que asisten a la consumación del mundo y a su propio juicio; la heráldica que los acompaña, leones de los Cobos, torre plateada de los Molina, cadenas y roelas de Mendoza y Sarmiento indican quiénes son y el por qué de su presencia en la Parusía. El Salvador del mundo era, también para ellos, su Salvador.
1227, recayendo sobre él la administración espiritual de Al Andalus. Su catedral tiene el prestigio de los orígenes como primera sede andaluza. Se ubica en la mezquita aljama, primero en 1147 con Alfonso VIII y, definitivamente, con Fernando III el Santo, como consecuencia de la toma en 1227. Es el primer símbolo de la memoria cristiana de la ciudad y de La Loma en el comienzo de la Restauración cristiana de Andalucía. Refleja como ningún otro testimonio arquitectónico el apogeo de este enclave geográfico en el XVI por medio de las intervenciones de Andrés de Vandelvira, Francisco del Castillo, Alonso Barba y Juan Bautista Villalpando. En Baeza todo converge hacia la Catedral. Contemplada la ciudad desde la lejanía su conjunto se convierte en el eje vertical del caserío que une cielo y tierra. Se ubica en la parte más noble, la más alta, pudiendo ser divisada desde muchas partes. Como la iglesia que más culto tuvo fue su fortaleza espiritual, frontera con el Alcázar; desde ella se aplaca la ira de Dios como desde el castillo se disuade al enemigo. Alcázar y Catedral configuraron el centro de poder.
La portada principal y la simbología humanista. Tiene cronología precisa:1587. Preside la gran plaza que se abre ante ella como proponía Serlio: su fachada principal se ha de colocar en dirección a la plaza, o bien hacia la calle más noble o principal. La traza Juan Bautista Villalpando, encargándose del relieve Jerónimo de Prado, autores del tratado de arquitectura simbólica sobre El Escorial como Templo de Jerusalén, de excepcional importancia en la arquitectura Contrarreformista. No es casual la elección del orden corintio en las pilastras cuando comprobamos que Serlio lo elige para iglesias dedicadas a la Virgen. Así, el relieve escenifica a su titular la Natividad de la Virgen María. Lo elevado de su acceso alude a su interior. Incluso después de la última restauración sus escalones son en número impar a fin de que los orantes que comienzan a subir con el pie derecho,lleguen a pisar el suelo del templo también con el pie derecho. Esto lo propone Vitrubio en su Lib. II donde habla de los templos sagrados. Los restantes accesos se ajustan a la simbología cristiana: el obispo san Pedro Pascual, mártir en la Granada Nazarita, es el títular de la mudéjar puerta de la Luna del s. XIII y testimonia la función de La Loma como tierra de frontera frente al Islam. La puerta claustral de san Miguel habla del rol del arcángel como protector de los templos cristianos. La de san Andrés, de su patronazgo sobre Baeza y la del Perdón, de la práctica de las indulgencias
ITINERARIO SIGNIFICATIVO La capilla dorada
IV. LA PRIMERA CATEDRAL DE ANDALUCÍA. Rodrigo Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo, a instancias de Honorio III nombra a Fray Domingo obispo de Baeza en
Desde su inicio con Andrés de Vandelvira, hasta la conclusión del retablo de Sebastián de Solis en 1621, se teje un discurso alegórico por medio de divinidades paganas y virtudes
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cristianas que, pese a la evolución estilística que se percibe en las distintas partes, no quiebra el carácter unitario del programa. La capilla se comporta en su lenguaje figurado como un auto sobre la Salvación teniendo como horizonte la muerte, o mejor, la buena muerte, que es puerta del cielo gracias a la Encarnación; de aquí que la portada, como el propio retablo, la presida la Anunciación. Y como corresponde a después de la Caída, aparecerán las personificaciones de la Justicia y la Paz, y la Verdad y la Misericordia, según se narraba en el llamado Proceso del Paraíso que es en realidad una escenificación grandiosa del drama de la redención, divulgado por el Pseudo Buenaventura en las Meditaciones sobre la vida de Cristo y el teatro religioso. Los relieves del banco del retablo insisten en la esperanza de la resurrección, como es propio de una capilla funeraria. En el lado del Evangelio se escenifica a Sansón dormitando y transportando las puertas de Gaza, que la Patrística interpreta como imagen de la resurrección. Lo confirma la reconstrucción del contenido de su cartela. La imagen de dos leones en el lado de la Epístola forma parte de la cultura simbólica del momento. Según Horapollo y san Epifanio, muerto el león sus ojos permanecen vigilantes antes de volver a la vida. Pero la cartela dota al símbolo de carácter escatológico al aludir al Mesias, vencedor de la muerte según el Apocalipsis 5,5. La conservación del texto de las cartelas, aunque mutiladas, prueba la riqueza de contenido iconológico y son exponentes de la existencia en La Loma de una cultura simbólica favorecida por la interpretación alegórica de la Biblia que propuso Erasmo: Digo que si la sacra escritura leyeres sin alegoría, que es sin considerar el misterio...cómo Sansón, perdido de amores, se dejó trasquilar los cabellos de la cabeza donde tenía toda la fortaleza, y otras cosas semejantes, no llevarás para el alma mucho fruto desta licción así tomada.
Figuración de la vida cristiana. El enterramiento a los pies de la capilla, lado del Evangelio, aloja virtudes teologales y cardinales en presencia de David y Jeremías, presidiéndolo todo desde la clave del arco el búho de Minerva, imagen de la sabiduría.
La vida humana o la rueda del tiempo El mensaje se expone por medio de un discurso mitológico con siete dioses del Olimpo a los que se añaden ángeles, una alegoría y presidiéndolo todo el búho de la sabiduría (Fig.6). La aparición de siete dioses decorando un sepulcro e identificados con los siete planetas,participa de un contexto histórico en el que la astrología entra en la misma iglesia. Habla de la creencia ancestral en que los planetas gobiernan la vida de los hombres, a la vez que las cualidades atribuídas a los planetas son imagen de los siete cielos y de las siete edades de la vida humana. El Setenario de Alfonso X El Sabio y con más inmediatez la Silva de varia lección favorecen este discurso.
Fig. 6. Baeza. Catedral. Detalle de Arcosolio.
Fig. 7. Baeza. Patio de la catedral.
En todo el programa iconográfico no se identifican virtudes ni dioses, solamente santos y personajes bíblicos tienen su cartela correspondiente. Su presencia traduce una mentalidad acorde con la visión del más allá que tiene un eclesiástico de la sociedad española postridentina. Así, en el enterramiento del evangelio, san Miguel está como psicopompo y san José como protector de la buena muerte; san Diego y san Antonio de Padua, aparte de la posible consideración de los patronos como terciarios franciscanos, el primero alcanza ahora notoriedad por la curación del príncipe Carlos. Es habitual en las tumbas de hombres de iglesia la aparición de los Príncipes de los Apóstoles. San Agustín y santo Tomás ejemplifican aquí las dos corrientes de la Escolástica, el agustinismo que sostiene la mística y el tomismo que se impartió desde el primer momento en la Universidad de Baeza. Sustituyen a los cuatro doctores de la iglesia que nunca faltan en el Renacimiento como consecuencia de la revitalización de la Patrística. El relieve de san Cristóbal sobre el arco toral tiene consideración de psicopompo, es el protector celestial contra la muerte repentina, el gran terror de los hombres del XVI y XVII. Una creencia sostenía que contemplar su imagen evitaba morir en ése día. Por último, decorando la bóveda, aparece el Arma Christi o instrumentos de la Pasión de Cristo. El mismo Erasmo, tan remiso con la iconografía, los acepta abiertamente: Las armas y divisas de los otros qué sean y qué signifiquen, véanlo ellos y allá se avengan; pero de las insignias de los cristianos te se decir que sean comunes por cierto a todos... la cruz, la corona de espinas, los clavos, la lanza y las llagas del señor. Un triángulo equilátero preside desde la bóveda todo el programa simbólico emanando de él rayos de luz. La luz y la música se presentan en la simbología cristiana como imágenes del Paraíso. Ángeles músicos recuerdan que la música terrena es imagen de la celestial, que la música de las estrellas se convierte en símbolo de la perfección divina.
Entre el claustro y el sahn. (Fig.7) La reciedumbre de las arcadas góticas se sobrepone a la filigrana mudéjar de la yesería y el ladrillo, recordando su tránsito de patio de mezquita a claustro. Las capillas mudéjares existentes debieron completarse con otras en las restantes crujías. Este espacio procesional acentuaba su fuerte orientalismo estético cuando se desplegaba en él la liturgia mozárabe o hispánica que le dio vida. Así describe Jiménez de Rada la consagración de la mezquita aljama de Córdoba, ritual aplicado por primera vez en Baeza: esparcida el agua de la purificación la convirtió en iglesia, levantó un altar en honor de la santa Virgen y celebró una misa solemne. La cita contiene las tres partes del ritual de la dedicación, según el rito romano: aspersión, deposición de las reliquias y celebración de la misa. El Campanario es hijo de la misma historia: primero fue alminar. Testimonia la superposición de lo musulman y lo cristiano y, antes, de los cristiano a lo musulman. Tres arcos de herradura en su interior delatan su filiación islámica. Tres capillas funerarias cubren el paramento inmediato al acceso principal, las dos primeras del XVI y la última del XVII. Son testimonio de la mentalidad de la época y están relacionadas con un concepto funerario que mereció la denuncia de Alfonso de Valdés porque cuando los pobres no pueden pagar una sepultura se los entierra fuera de la iglesia. La misma queja se percibe en Alejo de Venegas que, finalmente, encuentra una justificación: porque las sepulturas nos traigan a la memoria la muerte, que también vendrá por nosotros como vino por aquellos cuyas sepulturas pisamos. La primera capilla es de la advocación de san Miguel:1560; muy vandelviriana. La levantan hombres de iglesia. A la consideración del Arcángel como psicopompo debe unirse su identificación con el ángel que conforta a Cristo en el monte de los Olivos. La Deposición que corona la arquitectura establece un paralelismo entre Cristo y el difunto. Las virtudes seleccionadas son las propias de un eclesiástico y, como prescribe Trento, opone a siete pecados otras tantas virtudes.
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Hay pues una proposición teológica sobre la muerte y la vida que concluye con una epigrafía extraída de los Proverbios y el Eclesiastés.
Personifica una de las edades del mundo. Erasmo formuló con claridad su mensaje alegórico: Así como los poetas fingen elegantemente que a Hércules le crecían las fuerzas en el corazón y se le doblaba también en el cuerpo cuando a mayores peligros le ponía la otra su madrastra Juno, que le quería mal; así tú has de trabajar, que con las tentaciones del enemigo no solamente no empeores, mas te hagas cada día mejor.
De otro clérigo es la capilla contigua de san José, también del círculo de Vandelvira. Su iconografía, más escueta que la anterior, evidencia un mensaje funerario por medio de la Anunciación y las alusiones a la Fe y la Justicia. La de Santiago tiene analogía compositiva con la Capilla Dorada. La presencia de un gran relive con Santiago Matamoros hace adscribirla a un caballero santiaguista, pero el resto corresponde a un eclesiástico con grado universitario por la presencia de san Jerónimo, patrono de los exégetas, y San Vicente Ferrer como doctor español.
Fig. 8. Úbeda. Portada de la Casa de los Salva-
Dos de las tres capillas ostentan escudos, costumbre que mereció la censura de los escritores ascéticos para quienes la exhibición de los blasones era como si los muertos entrasen en campo de desafíos y contendiesen de los blasones.
sostienen sendos escudos con el lema FI-SE, Fidelis serbus, fiel a Dios y a su señor. Mensaje esencial en esta morada terrena y en la que, como vamos a ver, diseña para el más allá en su capilla funeraria de la vecina parroquia de san Pablo.
El púlpito.Tiene excepcionalidad artística e iconográfica. Es obra en chapa repujada del XV, remodelado en el XVI. Su iconografía, como corresponde a una cátedra, está muy elaborada: Padres de la iglesia Latina y apóstoles. El basamento se decora con el ciclo de Sansón encerrando un discurso moral: la fuerza de Sansón era de carácter divino y los episodios aquí reseñados, peligros a los que se enfrenta la ascética cristiana. Para Erasmo la Escritura es la gran sala de armas donde se encuentran los medios para pelear de lexos y de cerca con los filisteos que son los demonios. Esta iconografía responde al símbolo que desvela Durando: el púlpito en la iglesia es la vida de los perfectos.
Lema y tenantes participan del mismo discurso. Los salvajes aherrojados representan las pasiones sometidas, encadenadas, como visualización de la vigilancia evangélica que implica el lema. La práctica de la ascética hará que tenga sometidos los vicios en esta vida; su recompensa será la guirnalda convertida para él en corona de recompensa cristiana en el cielo. La clave está en el origen del lema, extraído de Mateo 24, 45: Quis, putas, est fidelis serbus et prudens, quem constituit dominus suum super familiam suam, ut det illis cibum in tempore? Texto que se completa con el anterior versículo: ideo et vos estote parati, quia qua nesciturus hora Filius hominis venturus est. El lema se enmarca en un discurso escatológico, la llamada Parábola del Mayordomo que puede enunciarse así: un siervo de Cristo, con una función en la iglesia similar a la de los apóstoles, es juzgado por la forma de ejercer su misión. El camarero Vago era el administrador de las rentas del obispado de Jaén. Su divisa se convierte así en una propuesta moral.
V. ALEGORÍA Y MITOLOGÍA. El repertorio alegórico se inicia en Úbeda cuando todavía las portadas de templos y palacios se trazan según las pautas del gótico isabelino. Ejemplo de ello son la Casa de los Salvajes y Capilla del Camarero Vago. Con el Salvador y la Capilla del Deán Ortega se revisten del lenguaje mitológico que tendrá su continuación en Baeza con la Capilla de los Benavides. La Capilla Dorada de la Catedral representa ya el tránsito hacia el Barroco por medio de un discurso alegórico-mitológico.
La casa de los salvajes (fig.8) y la capilla del camarero vago. La portada es el prototipo de una composición que arraiga en Úbeda. La representación del vicio como un salvaje desnudo simboliza lo instintivo en la escenificación de la batalla entre los vicios y las virtudes. La guirnalda que enmarca el escudo del obispo Alonso Suárez es la corona del optimus cives que interpreta Alciato en su emblema 134. El morador de la casa, Francisco de Vago, camarero del obispo mencionado y beneficiado de la vecina parroquia de san Pablo, no tuvo condición de hidalgo, esto explica que le sirva de blasón el escudo del obispo al que sirvió. Los salvajes
En correspondencia con la idea anterior, Hércules se presenta como modelo de ascética cristiana y aspiración a la inmortalidad en la capilla funeraría de otros hombre de iglesia, Fernando Ortega, primer capellan mayor de El Salvador y mentor importante de su programa iconográfico. Moreno Mendoza ha identificado a los dos personajes de las enjutas como Sansón y Hércules.No pudo estar ausente de aquí el pensamiento de Erasmo quien hace de los episodios del héroe tebano una alegoría de la milicia cristiana: Leyendo los trabajos de Hércules, enséñate a tí aquellos cómo por honestos ejercicios y diligente industria, nunca cansado de obrar bien, se gana después el cielo. También hubo para la mentalidad clásica un Hércules psicopompo que justifica su presencia en una capilla funeraria. Las cartelas que aparecen emplazadas sobre la cornisa están tomadas del Salmo 118 y suponen una cristianización de todo el contexto.
Portada del palacio escalante. (Fig.9) Fernado Checa identifica la iconografía de los dos clípeos con Hércules y Sansón. Mas asalta la misma duda que en el caso de su presencia en la Capilla del Deán: ¿ se escenificarán aquí dos episodios del héroe bíblico: su muerte entre los príncipes filisteos y despedazando al león en Timná? Por la epigrafía que los acompaña parece que estamos ante dos episodios de Sansón.
En la capilla funeraria que erige en san Pablo aparece como autor del planteamiento iconográfico. Hay una dicotomía, estilística e iconográfica, entre el Gótico y el Renacimiento y entre la visión macabra de la muerte y la serenidad renacentista. Es en la capilla donde culmina la divisa escatológica mencionada, FI-SE, que le servirá de viático hacia la otra vida. La capilla contrasta vivamente con la visión de la muerte que se dibuja en El Salvador, la Capilla del Deán Ortega, en san Nicolás, y, en Baeza, la Capilla de los Benavides en san Francisco.
La capilla del Deán Ortega. El paso de la alegoría cristiana a la mitología olímpica lo representa la aparición de Hércules como personificación de la fortaleza cristiana. En nuestro Renacimiento, Hércules es un tema aúlico de los nuevos tiempos, favorecido por el discurrir de algunos de sus trabajos en la península.
Fig. 9. Baeza. Detalle de portada con relieve de Hércules.
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La obra maestra de la literatura ascética española de la época de Carlos V, Agonía del tránsito de la muerte, del maestro Alejo Venegas, desarrolla el pensamiento de la primera inscripción a lo largo de varios capítulos donde el autor discurre sobre la disposición del agonizante para la batalla decisiva contra Satanás instándole a que lo musite antes que entre en el agonía; y si no basta, que se lo recen con devoción en su tránsito. El contexto de la inscripción son los versículos 6 y 7 del salmo 90: Scuto circumdabit te veritas ejus; non timebis a timore nocturno; a sagitta volante in die, a negotio perambulante in tenebris, ab incursu, el daemonio meridiano.
Fig. 10. Baeza. Capilla de Los Benavides.
Capilla de los benavides en san francisco de Baeza. (Fig.10) En el crucero, lado del evangelio, un gran retablo en piedra constituye en la actualidad el principal monumento funerario. Su nicho central estuvo destinado a cobijar las cenizas del fundador, Diego Valencia de Benavides, señor de Jabalquinto, patrono del palacio de su nombre en esta ciudad. Frontero con él debió levantarse una arquitectura gemela destinada a cobijar las cenizas de doña Leonor de Guzman y Mendoza, su mujer. Lo presiden sus armas en emulación clara con la vecina capilla de El Salvador en Úbeda y como impuso el prurito nobiliario en España desde el tiempo de los Reyes Católicos. Actitud que provocó la crítica abierta de Alejo de Venegas para quien era como pensar que no serían bien empleadas las honras si no entremetiesen en ellas el arte heráldico. Su iconografía y epigrafía constituyen un elaborado discurso que teniendo en cuenta la censura precedente no renuncia a los blasones en los sepulcros.Ahora bien,trascendiendo su significado al ir desde las armas de los linajes a Dios, que es escudo para el cristiano en su batalla con la muerte. El retablo lo rematan dos cartelas con inscripciones latinas: a la izquierda se lee: DIDACUS VALENTIA DE BENAVIDES. SCUTO CIRCUNDAVIT ME VERITAS EJUS. NON TIMEBO A TIMORE NOCTURNO. Y en la cartela derecha: DOMINUS MIHI ADIUTOR ET NON TIMEBO QUID FACIAT MIHI HOMO. La primera
inscripción está extraída del Salmo 90, la segunda del 117. En conjunto, su mensaje transmite la confianza del justo en la protección divina. La fe hace superar el miedo a la muerte porque la confianza en Dios destierra del corazón todo temor.
Los versículos aluden a los diversos ardides que Satanás tiende al agonizante: Presupuesto ya el testamento, la confesión y el rescebir del santísimo sacramento, entra la batalla campal que pasa entre el diablo y el alma del enfermo al tiempo que se le va acabar el húmido radical.
Non timebit a timore nocturno: En el cual verso la primera tentación se dice del temor de la noche, porque teme el hombre entrar las vías del otro siglo; porque no sabe a donde tendrá la primera posada cuando ya el ánima empieza a desatarse de las cadenas de la cárcel mortal. La segunda tentación para la que debe estar preparado es la vanagloria: a sagitta volante in die: por la cual se entiende la vanagloria....Esta vana gloria es una carcoma tan grande y tan ordinaria de las buenas obras, que es el mayor castillo roquero que tiene el diablo para hacer la guerra a los justos.
A negotio perambulante in tenebris: La tercera vía por donde acomete el diablo es por los contrarios de la fe que de una parte tiende á la infidelidad y de la otra tiende á la superstición...se dice negocio que anda en tinieblas, porque por esta vía procura el diablo y negocia traer al hombre en las tinieblas de infidelidad.
hornacina, dos relieves con la Adoración de los Reyes y los Pastores, tema que vimos repetirse en la Capilla Dorada. Como corresponde a una estancia funeraria, la composición de la venera la preside Cristo Majestad con el Tetramorfos, como describe el capítulo 4 del Apocalipsis los preliminares del Gran Día. Dos ángeles en las enjutas muestran sendas cartelas con las leyendas siguientes: ASCENDIT IN CAELO - ET SEDET AD DEXTERAM PATRIS, inscripciones que se constituyen en argumento explicativo del contenido de la venera. El texto, extraído del credo Apostólico, se completa con las siguientes expresiones: ET ITEUM VENTURUS EST CUM GLORIA IUDICARE VIVOS ET MORTUOS. Alejo de Venegas recomienda que el cristiano deje mandado que entrando en el pasamiento que los circunstantes recen el Credo...E de aquí quedó la costumbre en muchos lugares de nuestra Europa, de que uno está en pasamiento, hacer cierta señal con la campana, a la cual acude la gente para decir á voces el Credo, para ahuyentar los diablos. Bajo el altar de lo que un día fuera presbiterio se conservan tres enterramientos. Uno de sus tímpanos muestra un relive con la escena de la Deposición en el Sepulcro y en el intradós de dos de los arcos, siete relieves. Uno con divinidades del Olimpo debe relacionarse, pese a su mal estado, con los siete dioses que todavía decoran la bóveda de la Sacristía del Hospital de Santiago, identificados como Diana, Mercurio, Cupido, Febo, Marte, Júpiter y Saturno; representando por lo tanto el planetario o los siete cielos de la astronomía para los antiguos. Los otros siete relieves efigian otras tantas virtudes cristianas. La importancia de este programa que contempla lo pagano como una premonición cristiana hizo posible asumir el mundo clásico desprovisto de sus oposiciones a la Revelación.
Ab incursu et daemonio meridiano: el diablo le tienta y le pone delante las causas de la obstinación para que desespere...E no se perturbe por visiones horribles en este paso, porque allende que de muchos sanctos leemos que vieron diablos en sus pasamientos, no se arguye la condenación del paciente de la visión del demonio. En definitiva: O fiel cristiano, que te cevas en la fe de la Sancta Iglesia, la verdad é justicia de Nuestro Redemptor te amparará con el escudo de los méritos de su pasión; no tendrás que ver con la desesperación del diablo; no te derribará la vanagloria; no te embaucarán los tráfagos deste mundo; no te trabucarán los desabrimientos, y, finalmente, no tendrá que ver contigo el demonio meridiano. La venera central aloja un relieve, hoy muy erosionado, con un tema relacionado con el Juicio Universal o la resurrección de Cristo; en realidad une ambos misterios. Y, flanqueando la
Fig. 11. Úbeda. Casa de Los Porceles.
ANEXO INFORMES DE JUSTIFICACIÓN DE VALORES UNIVERSALES DE ÚBEDA-BAEZA
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La casa de los Porceles. (Fig.11). Su portada pertenece ya al XVII y es una pervivencia de la mitología olímpica, en este caso inspirada en el emblema de Alciato La Fortuna es compañera de la Virtud. De las dos esculturas que la presiden, la primera representa a Mercurio, quien venido a España mostró el arte de la mercadería y todo género de cambio, por las cuales cosas fue entre aquellas gentes llamado dios de los mercaderes. Tiene alas porque los mensajeros han de ser veloces; imberbe por mozo; la vara como guía de las almas de los muertos y las sierpes como signo de la prudencia de los embajadores. La segunda figura representa la Fortuna Virilis, la cual fingíanla fuerte y varonil cuando le atribuían las victorias...con el cielo en la cabeza y en una mano el cuerno de la copia. En Úbeda y Baeza, tanto en las manifestaciones artísticas como en el discurso simbólico, se está volviendo siempre a la hora del Humanismo y el Renacimiento, cuando se configuró su estatura histórica.
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LA UNIVERSIDAD DE BAEZA: MODELO DE INNOVACIÓN HUMANISTA DE LA UNIVERSIDAD ESPAÑOLA.
Juan Higueras Maldonado UNA UNIVERSIDAD-FUNDADA Y DIRIGIDA POR JUDEOCONVERSOS DE RELIEVE INTELECTUAL Y ESPIRITUAL- RENOVADORA, ABIERTA A TODAS LAS CUESTIONES Y ESTAMENTOS SOCIALES, E INTEGRADORA -A LO ERASMO- DE LA CULTURA CLÁSICA EN LA CRISTIANA.
La peculiaridad individualizante de la universidad baezana puede consistir en haberse singularizado como una universidad renovadora, abierta a todas las cuestiones y elementos sociales en su época renacentista. Si a ello sumamos la ideología de cristianos nuevos o judeoconversos en sus fundadores y en la casi totalidad del profesorado, todo esto justificaría las sospechas, el control y confrontación ejercido por la Inquisición sobre la misma. Fue creada por PAULO III, mediante su bula ALTITVDO DIVINE PROVIDENTIE (Roma 14 marzo 1538), a petición y expensas de un ilustre clérigo baezano D. Rodrigo LÓPEZ, judeoconverso, doctor en ambos derechos, caballero de S. Pedro, notario y familiar pontificio. Donó, para ello, las rentas de todos sus numerosos beneficios eclesiásticos, acumulados a lo largo de sus 70 años de vida. El verdadero fundador e ideólogo de esta Universidad fue el llamado Apóstol de Andalucía, JUAN DE ÁVILA: sacerdote cordobés, hijodalgo, judeoconverso, procesado -aunque absuelto- por la Inquisición en Sevilla, de gran talla intelectual y espiritual (bachiller en Artes por Alcalá, leyes en Salamanca, y maestro en Teología por Granada). D. Rodrigo LÓPEZ, mediante poder notarial (Roma, 6 agosto, 1539), lo nombra administrador plenipotenciario para su fundación baezana. De inmediato, organiza aquél unas Escuelas para estudios primarios (lectura y escritura), secundarios (gramática o latinidad) y universitarios (Artes y Teología), abiertos a toda la sociedad y prescindiendo de las banderías de los nobles hidalgos beacienses. Incluso les redactó unos Estatutos, no conservados desgraciadamente.
Baeza. Patio de la Universidad.
Baeza. Torre de la Universidad.
La antigua Universidad de Baeza en su estructura original, como Colegio-Universidad, fue paritaria con la de las otras tres universidades andaluzas coetáneas: SEVILLA, fundada por los Reyes Católicos (22 febrero 1502) y confirmada por el Papa Julio II (12 julio 1505); GRANADA, fundada por el emperador Carlos I (7 diciembre 1526) y confirmada por Clemente VII (14 julio 1531); y OSUNA creada a instancias del Conde de Ureña y Duque de Osuna, D. Juan Téllez Girón, por Paulo III (10 octubre 1548). También coincide con ellas en cuanto a las cuatro Facultades preceptivas de la época (teología, leyes, medicina y artes liberales), salvo en la de medicina, que nunca se impartió en Baeza, y leyes, que tuvo una existencia efímera. En cuanto a modelos docentes, todas imitaron los de Salamanca y Alcalá. Sin embargo, conviene destacar que tanto Baeza como Osuna potenciaron mucho los estudios humanísticos a diferencia de Sevilla y Granada. Respecto a la universidad granadina era lógico, dada su orientación inicial casi exclusivamente religiosa. Había nacido, dentro de la política general docente del emperador Carlos I, como una institución básica y fundamental de integración de los moriscos en la nueva cultura.
La vertiente humanística (base imprescindible para los estudios teológicos) se amplía al concederles Roma (1542) que puedan estudiar las obras de VIRGILIO, OVIDIO y TERENCIO, junto con el De Officiis de CICERÓN. Desde 1544 adquirió el rango de Universidad de Estudio General, y pudo otorgar grados universitarios (1549). Todo esto lo ratificaba y ampliaba una nueva bula EQVVM REPVTAMVS (Roma, 17 enero, 1566) de PIO V, gracias a la cual se crean nuevas cátedras de griego y retórica, de Artes y Filosofía, junto con otras dos más de Teología Escolástica. A lo largo de los siglos XVI y XVII se llega al cénit de su esplendor y florecimiento. En sus aulas se forman una pléyade de ilustres personalidades: GASPAR BECERRA, escultor y pintor de FELIPE II; PÉREZ DE VALDIVIA, autor del Aviso de gente recogida; HUARTE DE SAN JUAN, médico autor del Examen de ingenios, con 70 ediciones nacionales y extranjeras (francés, italiano, inglés, alemán, holandés y latín); ALFONSO CHACÓN, arqueólogo y bibliógrafo internacional; JERÓNIMO DEL PRADO, filólogo humanista; XIMÉNEZ PATÓN, autor del Mercurius Trimegistus… En virtud y a consecuencia de este florecer universitario, se sitúa Baeza en el primer y casi único centro tipográfico en la provincia de Jaén. La dinastía impresora de los MONTOYA,
los CUESTA y los DOBLAS editaron no sólo obras de carácter religioso ( FERMO, LUIS DE GRANADA, JUAN DE ÁVILA, SAVONAROLA), sino también de tema literario (STRAPAROLA DE CARVACHO, JUAN FRANCISCO DE VILLAVA…). Entre los libros de contenido científico el más universal fue el ya citado Examen de ingenios por HUARTE DE SAN JUAN; también Andrés DE LEÓN con su Anathomia y su Práctica de morbo gallico y XIMÉNEZ PATÓN con su citado Mercurius Trimegistus sive de triplici eloquentia…Como obras históricas editadas en Baeza señalemos FLÓREZ DE BENAVIDES con sus Reglas de la cavallería de la Brida, Manuel TAMAYO y también Bernardino DE VILLEGAS por su Memorial sobre la calificación de los mártires de Arjona. Si JUAN DE ÁVILA fue el ideólogo para la Universidad baezana, en lo arquitectónico y gobernativo lo fue el canónigo giennense D. PEDRO FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA. En 1568 había sido nombrado su rectoradministrador y además heredero de todos los bienes de su tio D. Rodrigo PÉREZ DE MOLINA, junto con una fuerte suma en ducados. Con toda esta pingüe herencia, agregada a su propio peculio, mandó construir un grandioso edificio renacentista para sede de la Universidad, y junto a él una magnífica iglesia - también renacentista- que aún hoy día embellecen la rica y numerosa arquitectura baezana, y que constituyen una de las manifestaciones más expresivas del Renacimiento Andaluz. Pese al carácter casi despótico del referido canónigo, ejerció un verdadero mecenazgo sobre la Universidad, que desde 1583 ya estaba además bajo patrocinio del rey D. FELIPE II. En 1595 se trasladan, con toda solemnidad académica y social, al nuevo edificio. Instituye, igualmente a expensas suyas, 10 capellanías, un colegio para 18 estudiantes filósofos o teólogos, y otro para 12 estudiantes de gramática, griego y retórica. Bajo sus orientaciones se redactan, en 1609, unos nuevos Estatutos, que se han mantenido vigentes hasta la extinción de la Universidad, en 1824. Las circunstancias sociopolíticas y económicas de Baeza durante los siglos XVIII y XIX, las desavenencias entre el claustro y sus patronos, la política estatal sobre reforma en la enseñanza obligaron a una progresiva desaparición de su Universidad. La definitiva clausura se debió al Real Decreto de 14 de octubre de 1824 para suprimir las llamadas Universidades menores. La de Baeza, concretamente, pasó a Colegio de Humanidades, y más tarde a Instituto de Bachillerato. En la actualidad ha vuelto a renacer y florecer como UNIVERSIDAD INTERNACIONAL de ANDALUCÍA. Su éxito creciente se observa tanto en el número de cursos impartidos como en el de profesores y alumnos nacionales y extranjeros. Todo ello ha devuelto a Baeza -dentro de aquellos mismos suntuosos edificios renacentistas- el ambiente y aires universitarios de antaño.
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LA ANTIGUA UNIVERSIDAD DE BAEZA (15381824). Con el presente estudio intentamos realizar una historia sucinta de la Universidad de Baeza, circunscribiéndonos esencialmente a los datos que aporta la documentación latina original, conservada todavía en su Archivo. Fue creada -bajo advocación de la Stma. Trinidad- en virtud de la bula ALTITVDO DIVINE PROVIDENTIE, expedida en Roma el 14 de marzo del 1538 por PAULO III (1534-49), a petición de un ilustre clérigo baezano, D. RODRIGO LÓPEZ. Este personaje, doctor en ambos derechos, caballero de San Pedro, notario y familiar del Papa, formaba parte de la corte pontificia romana en aquella época -un tanto paganizante- del Renacimiento italiano. Sin embargo, y pese a ser un judeoconverso, perteneciente a la conservadora nobleza beaciense, nos lo describen como hombre sencillo, notable y «de buenas letras, honrado y estimado de su beatitud en los buenos oficios que le encargó y puestos que le dedicó» (Ximénez Patón B.: f. 94 v.-95 r.; Bilches F.: pg.172). Conforme era habitual entre el alto clero noble privilegiado de dicha corte, PAULO III le había asignado -por estar vacantes en la diócesis de Jaén- ciertos prestimonios y beneficios eclesiásticos en Bailén, Arjona, Lupión, Villanueva del Arzobispo, Alcalá la Real y Úbeda. D. RODRIGO siempre añoró perpetuar su memoria entre sus paisanos, fundando un gran centro cultural para formación de la juventud. Al verse ya mayor, unos 70 años de edad, eleva al romano pontífice su petición fundamentada en que «cuanto se dispone y cumple en vida resulta muchísimo más grato a Dios que si se deja para ejecutar por los descendientes tras la muerte» (ALTI. Lín.9. Las citas textuales se refieren siempre a la transcripción y traducción inserta en nuestros Documentos latinos). PAULO III (que se califica protector de todas las personas dedicadas al estudio de las letras, ALTIT. lín. 16) le otorga plena y libre autorización para su proyecto. Los gastos de financiación se solucionaban gracias a la generosa resignación (hecha por D. RODRIGO y aceptada por el Papa) de todos los anteriores beneficios, cuya renta ascendía a unos 300 ducados anuales en oro de ley, junto a otros mil de su propio peculio (ALT. 12-14). La fundación consistía en crear unos colegios para estudios primarios y secundarios, más una facultad de Artes y Teología. Para instituir y gobernar todo ese complejo estudiantil el Papa nombraba administradores vitalicios a D. RODRIGO y un hermano suyo D. PEDRO LÓPEZ, sexagenario, canónigo arcediano de Campos en la diócesis de Palencia, maestro en Teología, notario y familiar pontificio. Tras la muerte de ambos se encomendaba la administración al cabildo y canónigos de la catedral de Jaén, residentes en la de Baeza. Ellos, cada dos años, tendrían que elegir dos administradores con obligación de reparar y conservar los edificios, pagar los sueldos suyos y a los profesores y lectores. Las rentas sobrantes se invertirían en dotar para su matrimonio a jóvenes pobres de Baeza o de los
lugares correspondientes a los beneficios eclesiásticos fundacionales, o bien para auxiliar a personas indigentes de buena fama en dichos lugares (ALT.18-31). Como norma pedagógica la bula sólo indica que se establezca algún premio no cuantioso como estímulo para los estudiantes más aprovechados. Por último otorga facultad plena a los administradores presentes y futuros, para que redacten cualesquiera estatutos u ordenanzas o las reformen o modifiquen. Establece, además, que nadie podrá entrometerse con las personas del Colegio ni en su gobierno ni administración (ALT. 45-6). Pese a esta enérgica disposición última D. RODRIGO teme que, debido a la distancia por residir él en la Ciudad Eterna, los derechos y jurisdicciones, los bienes y rentas de su fundación baezana se vean ocupados por la alta jerarquía eclesiástica, por la nobleza laica o por concejos municipales y personas particulares, inclusive. En vista de ello, se dirige otra vez al Papa y obtiene nuevas letras apostólicas: AD HOC NOS DEVS PRETVLIT, expedidas en Roma con la misma fecha de la anterior bula, 14 de marzo del 1538. Mediante las presentes, el Papa ordena a toda la jerarquía eclesiástica que preste su ayuda y eficaz defensa a las personas, bienes y derechos del mencionado Colegio, bajo penas y censuras eclesiásticas, sin apelación alguna, e incluso acudiendo a la jurisdicción civil. D. RODRIGO era consciente de que ni él ni su hermano podían, desde Roma y por su avanzada edad, dirigir la institución docente de Baeza. Había llegado a sus oídos la gran fama del llamado Apóstol de Andalucía, JUAN DE ÁVILA. Un sacerdote cordobés hijodalgo, cristiano nuevo, judeo-converso, procesado y absuelto por la Inquisición en Sevilla, y de una enorme talla intelectual y moral. Obtuvo en Alcalá su bachillerato en Artes; estudió leyes en Salamanca y en Granada había conseguido el título de maestro en Teología. Así pues, con buen criterio y acertada decisión, un miércoles 6 de agosto del 1539, desde su domicilio en Roma, firma un poder notarial, en el que «con el deseo de velar por la administración del Colegio, puesto que confía muchísimo en la honradez de los reverendos señores JUAN DE ÁVILA, maestro en sagrada Teología, y FRANCISCO DELGADILLO, clérigo de la diócesis de Granada» (lín. 16-7) los designa y nombra subadministradores y gestores de sus negocios para el gobierno y dirección del Colegio, con omnímodos poderes en todo, tal y como pudiera efectuarlo el propio D. RODRIGO personalmente. De inmediato JUAN DE ÁVILA se trasladó desde Granada, en donde se hallaba por entonces, hasta Baeza. Busca y encuentra unos lugares aptos y convenientes, en los cuales organizó tanto los estudios primarios (lectura y escritura) y secundarios (gramática o latinidad) como los universitarios (artes y teología); para ello, además, les redactó unos estatutos que desgraciadamente no se han conservado. La vida en el naciente Colegio universitario, aunque limitada sólo a la Teología y Artes, iba cada vez más pujante, debido también a la selección que el
Maestro Ávila efectuaba entre sus discípulos, para que actuasen como profesores. Los aciertos en esta labor académica por parte de JUAN DE ÁVILA (un simple judeoconverso renovador perseguido por la Inquisición ) y sobre todo el nombramiento suyo, junto a Francisco DELGADILLO, como subadministradores omnímodos, molestaron no poco al cabildo de Jaén, el cual pretendía la administración del Colegio, basándose en que la bula fundacional le confería el nombramiento de los administradores, tras la muerte de los fundadores. Ante estas apetencias interesadas del cabildo y para clarificar definitivamente su nueva voluntad, convence a PAULO III a fin de que emita el breve pontificio DVDVM VNO, dirigido a él personalmente, desde Viterbo a 19 de enero del 1540. En él ratifica como administradores a JUAN DE ÁVILA y a DIEGO DE SEVILLA, primo hermano de los fundadores. Lo más importante del documento es que anula lo ordenado por la ALTITUDO fundacional en lo que respecta al nombramiento de administradores patronos. De ahora en adelante, tras el fallecimiento de los fundadores, no será el cabildo quien nombre sino los actuales JUAN DE ÁVILA y DIEGO DE SEVILLA, los cuales deberán -a su vez- nombrar a sus sucesores, «de modo que la administración deba continuarse no por línea o descendencia de familia ni por cualquier otra forma, sino únicamente por nombramiento» (DVDVM 39-41). Para afianzar esta resolución el Papa prohibe al cabildo -bajo pena de excomunión- el que intervenga en la administración, y encomienda la defensa de ello a varios personajes eclesiásticos con potestad de actuar por medio de censuras y penas eclesiásticas, sin apelación alguna (DVDVM 42-45). Mientras tanto el Colegio continuaba progresando en todos los aspectos. Por aquellas fechas D. RODRIGO PÉREZ DE MOLINA, sobrino de los fundadores, había sido nombrado copatrono junto con JUAN DE ÁVILA. En 1542 se dirigen ambos a la Santa Sede con dos peticiones: ampliación de los estudios en humanidades, y facultad para conferir grados académicos. La Sagrada Penitenciaría de Roma, a través de un RESCRIPTO, fundamenta su concesión en que la Santa Sede siempre ha de apoyar los « lugares de estudio, en los cuales no sólo se aprende una ciencia temporal, sino que también los espíritus se ven invitados a aprender enseñanzas espirituales» (RESC.2-3). Y efectivamente tal era el caso de Baeza. El Maestro ÁVILA, al igual que en Córdoba y Granada, cuando se traslada a Baeza para organizar su Estudio, se encuentra inmerso en las banderías comuneras de aquella nobleza hidalga, tradicional y elitista (los Benavides y Carvajales, tristemente famosos por su crueldad sanguinaria) y ante una población mayoritaria cristiana entre minorías moriscas y judías. Intenta y en parte logra apaciguar los odios de aquéllos y desea instruir a todos, sea cual fuere su ideología política y religiosa. Busca conseguir en los alumnos una formación integral: humana y espiritual, la eruditio cum pietate que ERASMO proclamaba cual perfecta simbiosis entre la erudición clásica y la cristiana.
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En realidad estaba plasmando el modelo de COLEGIOUNIVERSIDAD, que desde 1499 había logrado la universidad de ALCALÁ DE HENARES, y que él personalmente experimentó, pues allí había obtenido su bachillerato en Artes. Tal modelo universitario estaba resultando modélico para universidades hispanas y para otras americanas. Sin embargo, aunque también seguía las pautas de Salamanca y Santo Tomás de Sevilla, en verdad él desea imprimir a Baeza un signo diferente y reformador, más liberal y de un humanismo vanguardista; quiere convertirla en fragua y forja cultural de una clerecía apostólica, pero muy bien formada intelectualmente: un vivero de sacerdotes de Cristo para la cristiandad, según exponía en sus Memoriales dirigidos al Concilio de Trento y al Provincial de Toledo. Así pues, la Penitenciaría romana les concede que puedan leer y comentar las obras de VIRGILIO, OVIDIO y TERENCIO, además de otras de humanidades, ya que con anterioridad sólo les estaba permitido el De Officiis de CICERÓN. Esta vertiente humanística, como base sólida para los estudios teológicos, era palpable en la nueva universidad, a la vista de los autores latinos aludidos, y a la petición de cátedras de griego, retórica y filosofía, como más adelante veremos. La segunda concesión resulta más importante y esencial para el desarrollo futuro y definitivo de esta naciente universidad: se les autorizaba a conferir «grados de bachillerato, licenciatura y doctorado en sagrada Teología y en ambos derechos, en medicina, artes y filosofía y demás facultades» con tal que dichas disciplinas se enseñen ahí y dispusieren de doctores o maestros, que puedan examinar a quienes deseen recibir tales grados (RESC. 17-19). Dicha colación de grados se debería conferir por conducto del canónigo maestrescuela de la catedral giennense, o por otra dignidad eclesiástica, a elección del administrador. Esta cláusula originó -pocos años después- un enojoso pleito entre los entonces administradores y el maestrescuela D. ANTONIO DE RAYA, que la curia romana resolvió a favor de aquéllos, mediante una sentencia ejecutoria, 8 de noviembre del 1577 ( Higueras: Documentos pp. 188-92, 204-41). Lógicamente los alumnos graduados podrían disfrutar de todos los privilegios, honores y exenciones, de que gozaban cualesquiera graduados en otras universidades ( RESC. 21-23). Como bien puede apreciarse, el RESCRIPTO era amplio y generoso especialmente en cuanto a creación de nuevas Facultades. Lástima que en este particular y por razones desconocidas JUAN DE ÁVILA fuese tan rígido y limitado, que sólo estableciera las de Artes y Teología, y prefirió que no «se mezclasen ni enseñasen otras ciencias humanas, como Leyes y Medicina, aunque bien fuera dar lugar a los Sagrados Cánones, porque muchos ingenios no son capaces de las Metafísicas y segundas intenciones» (Ximénez Patón f. 95 v.).
Finaliza el pergamino de la Penitenciaría confiando la protección y defensa de ambos otorgamientos al obispo de Jaén D. FRANCISCO DE MENDOZA (1538-43), a su vicario, al ministro del Monasterio de la Trinidad y al vicario en la Colegial de S.Mª del Alcázar, en Baeza. Su data es en Roma, a 23 de octubre del 1542. Esta segunda concesión para conferir grados académicos significaba un paso fundamental, para que el colegio obtuviese rango como Universidad de Estudio General. Efectivamente, parece que ya por el año 1544 se formalizaban los estudios universitarios, y de hecho el 1 de diciembre del 1549 tuvo lugar la primera colación de grados. En esa solemne sesión académica, bajo la presidencia del Magnífico Chanciller Dr. DIEGO FLORES, arcedia de Castro, fueron investidos como doctores en Teología el maestro BERNARDINO DE CARLEVAR y el licenciado GASPAR LOARTE (ambos ya ejercían de profesores desde 1546), y como licenciados y maestros en Artes a los bachilleres HERNANDO DE HERRERA Y DIEGO PÉREZ DE VALDIVIA (también profesores desde 1548). Por último, el maestro HERNANDO DE AGUAYO, lector y catedrático de Teología en esa universidad, también en la misma ceremonia fue investido como maestro en Artes. (Sala Balust pp.133-5). El primer documento pontificio que ya califica al colegio baezano como Universidad de Estudio General es la bula EQVVM REPUTAMVS, expedida en Roma por PIO V (1566-72), 17 enero 1566. Su primera parte es sólo una confirmación de la fundacional ALTITVDO y del breve DVDVM VNO. A continuación inserta ya las peticiones formuladas a su predecesor PIO IV (1559-65) por parte de los entonces administradores RODRIGO PÉREZ DE MOLINA y BERNARDINO DE CARLEVAL, en unión del rector PEDRO FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA. Pedían ellos que se crearan nuevas cátedras de griego y retórica, de artes y filosofía, junto con otras dos más de teología escolástica. Se fundamentaban en el éxito obtenido por su universidad, pues «en tal modo había florecido y florecía que apenas le aventajaba ninguna otra en estas comarcas, como lo prueba la numerosa concurrencia de escolares y demás estudiosos de las letras, tanto de lugares próximos como de otros» (EQVVM 29-33). Así era ciertamente tal y como lo ratifican los libros de matrícula y los de grado del siglo XVI, aún conservados en su Archivo. Si bien es cierto que, por su proximidad, la gran mayoría de ese alumnado procedía de la provincia giennense, sin embargo figuran otros venidos de provincias limítrofes o cercanas (Granada, Córdoba, Málaga, Ciudad Real, Albacete…) y además de Salamanca, Valladolid, Cuenca, Astorga e incluso de Gibraltar. Entre los manchegos se encuentran varios procedentes de Almedinilla (Ciudad Real); uno de los cuales fue el gran humanista XIMÉNEZ PATÓN (15691640). Allí cursó las humanidades y obtuvo el bachillerato
en Artes. La propia universidad baezana se sentía tan orgullosa y satisfecha de sus éxitos y florecimiento que lo hace constar incluso en la titulación protocolaria de algunas de sus certificaciones académicas: «En esta ínclita, muy noble, floreciente Universidad de Baeza» (Higueras: «Nuevos títulos…» pp. 170, 179-80). Los motivos que impulsaron a pedir esas nuevas cátedras estribaba en la necesidad de salvaguardar la pureza de la fe católica entre los estudiantes, de modo que ellos por sí mismos pudiesen defenderla «contra los innumerables errores y herejías que habían invadido y devastado la mayor parte de la cristiandad… surgidos principalmente por el temerario atrevimiento de ponerse a leer y explicar las sagradas escrituras unos gramáticos, peritos sólo en letras humanas, pero carentes de otros fundamentos en arte, filosofía y Teología» (EQVVM 31-32). Era ésta una actitud lógica y prudente a poco más de dos años, tras la clausura del Concilio de Trento (diciembre 1563), cuya finalidad había sido defender la doctrina católica frente a la protestante. Además, para la petición ya dicha de nuevas cátedras existía un motivo de gran transcendencia: «preservar de cualquier marcha de herejía al dicho Colegio, a sus escolares y estudiantes» (EQVVM 34-5). Tengamos en cuenta que el propio JUAN DE ÁVILA, administrador oficial y gran impulsor moral e intelectual de la universidad beaciense, estuvo procesado (aunque salió absuelto) por el tribunal de la Inquisición, en Sevilla. Y varios de sus más selectos discípulos también lo estuvieron, o al menos eran sospechosos como cristianos nuevos, judeoconversos, o alumbrados, y de ideas erasmistas: BERNARDINO DE CARLEVAL, profesor de teología y rector en la universidad beaciense; HERNANDO DE HERRERA, profesor de Escolástica en la misma; GASPAR LOARTE, igualmente profesor de teología escolástica; DIEGO PÉREZ DE VALDIVIA, profesor de artes y teología en Baeza, y de sagrada escritura en Barcelona; HERNÁN NUÑEZ, asimismo profesor en Baeza; LUIS DE NOGUERA, natural de Baeza y forjado en su universidad, prior en Santa Cruz de Jaén; Juan JIMÉNEZ, profesor de gramática para mayores… En una palabra, la universidad beaciense, a juicio de la Inquisición, prioritariamente era foco y matriz de alumbrados. Sin embargo, y muy al contrario, era matriz de saberes, de cultura científica, literaria y además espiritual. Desde mediados del siglo XVI hasta finales del XVII alcanza el cénit de su esplendor y florecimiento. En sus aulas se formaban y de ellas salieron una pléyade de profesores y alumnos muy notables; sirvan de muestra los siguientes: GASPAR BECERRA, escultor y pintor de FELIPE II; DIEGO PÉREZ DE VALDIVIA, humanista teólogo autor del Aviso de gente recogida, profesor en Baeza y Barcelona, según acabamos de decir; JUAN HUARTE DE SAN JUAN, médico autor del famoso Examen de Ingenios con 70 ediciones nacionales y
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extranjeras (francés, italiano, inglés, alemán, holandés y latín), iniciador de la psicología diferencial mediante esta obra; ALFONSO CHACÓN, arqueólogo y bibliógrafo de talla internacional; JERÓNIMO DEL PRADO, filólogo humanista autor de los comentarios sobre Ezequiel y del trazado arquitectónico para el templo de Salomón; BARTOLOMÉ XIMÉNEZ PATÓN, retórico humanista autor de Instituciones de la Gramática, y del Mercurius Trimegistus, verdadera enciclopedia sobre elocuencia sagrada, española y romana; ANTONIO CALDERÓN, catedrático de filosofía y artes y teología en Baeza y Salamanca; ANTONIO DE RAYA, catedrático y rector en el Colegio de Bolonia y obispo del Cuzco, en Perú; ALONSO DE BONILLA, precursor del conceptismo poético…
Baeza, Pedro de la Cuesta, 1632. Y finalmente Bernardino DE VILLEGAS: Memorial sobre la calificación de las reliquias de los santos mártires de Arjona. Baeza, Juan de la Cuesta, 1639.
Gracias a este florecimiento universitario y como consecuencia lógica del mismo, Baeza se constituye -a lo largo del siglo XVI y XVII- en el primer y casi único centro tipográfico en la provincia de Jaén. Por ser su universidad un foco y semillero de las corrientes espirituales del maestro Ávila, es natural que la mayoría de los libros impresos por la dinastía baezana de los MONTOYA (Fernando DÍAZ, Juan Bautista y Mariana), los CUESTA (Pedro y Juan) y los DOBLAS (Agustín y familia) fuese, principalmente, de contenido religioso con carácter ascético-místico, muy en boga por aquellos tiempos de beatas y alumbrados. Sirvan a modo de ejemplo los siguientes: CUCALA, Bartolomé. Obra muy provechosa para los reverendos sacerdotes, rectores, curas y vicarios. Baeza, Fernando Díaz de Montoya, 1554. FERMO, Serafín de: Cien problemas de la oración. Baeza, s.i., 1550. JUAN DE ÁVILA: Cartas. Baeza, antes de 1578. LUIS DE GRANADA: Contemtus mundi … Baeza, Juan Bautista de Montoya, 1591. PÉREZ DE VALDIVIA, Diego: Aviso de gente recogida. Baeza, Juan Bautista de Montoya, 1596, SAVONAROLA, Jerónimo: Deuotissima exposición sobre el Psalmo de Miserere mei… Baeza, 1551. Evidentemente, también se editaban libros de tema literario como STRAPAROLA DE CARVACHO, Francisco: Segunda parte del honesto y agradable entretenimiento… traduzuda …por Francisco TRUCHADO, vezino de Baeza. Baeza, Juan Bautista de Montoya, 1581. Añadamos Andrés DE LEÓN: Libro primero de Anathomia… dos Tratados de avisos para sangrar y purgar. Baeza, Juan Bautista de Montoya, 1590. Además también se editó allí su Práctica de morbo gallico. Baeza, Juan B. Montoya, 1590. Por último cabe citar a Bartolomé XIMÉNEZ PATÓN con su Mercurius Trimegistus sive de triplici eloquentia. Baeza, Pedro de la Cuesta, 1621.
Volvamos ahora de nuevo a la bula EQVVM. Por cuanto se refiere a la mencionada petición de otras cátedras, PIO IV (1559-65) había accedido ya a tales deseos, desde Roma, con fecha 9 de noviembre del 1560, en virtud de unas letras apostólicas suyas, que ciertamente no llegaron a cursarse, ni tal vez siquiera a concluirse, por cuanto se deduce de las líneas 2, 45 y 52. Estaban motivadas por el propósito de que « floreciesen por doquier, y tomaran incremento los estudios de las letras, por cuyo medio se expande el cultivo de la fe católica y el nombre de Dios, se practica la justicia, se gestionan con utilidad los asuntos públicos y privados, y se acrecienta cualquier prosperidad de la creación humana» (EQVVM 42-43). En dicha bula no cursada el pontífice les permitía sufragar los gastos de las nuevas cátedras con los fondos de la renta para casar a doncellas pobres, ya que unos cuantos «varones probos» habían ofrecido una cantidad suficiente a este propósito, conscientes de que el incremento de los estudios era de mayor y común utilidad. Por otra parte, ellos sabían que esta obra benéfica estaba garantizada además por una manda (18 junio 1554), consistente en los intereses de los múltiples bienes en Italia y España, legados por D. Pedro DE JAÉN, un clérigo giennense, caballero de S. Pedro, pariente de D. Rodrigo LÓPEZ, y avecindado en Roma (Higueras: Documentos pp. 107-8, 110-19). Asimismo el Papa otorgaba al rector incluso jurisdicción civil y criminal sobre los escolares y ministros de la universidad, y además les eximía a todos ellos de cualquier jurisdicción temporal y espiritual, para que así pudieren poseer y gozar de cuantas exenciones, prerrogativas y favores poseían y gozaban cualesquiera otras universidades (EQVVM 36-48). En definitiva, lo único que hace PIO V (según ya habíamos anticipado) es ratificar y confirmar todos los privilegios concedidos por su inmediato antecesor, dándoles hasta validez retroactiva, es decir, desde el 9 de noviembre del 1560 (EQVVM 53-54). Por último, a fin de salvaguardar y hacer cumplir lo anterior, PIO V dirige una carta apostólica HODIE A NOBIS EMANARVNT (con la misma data: 17 enero 1566) al obispo de Ameria (en la Umbría -Italia-), al deán de la catedral de Jaén y al prior de la casa Sanctispiritus en Triana (Sevilla), dándoles al efecto poderes plenos contra los transgresores, incluso mediante sanciones de penas y censuras eclesiásticas, sin previa apelación (EQVVM 1-2, 55-60).
En cuanto a obras de carácter histórico merecen destacarse Antonio FLÓREZ DE BENAVIDES por su traducción de las Reglas de la cavallería de la Brida…compuesta por Federico GRISON. Baeza, Juan B. de Montoya, 1568. Asimismo, también su traducción de la Historia del Señor Francisco Guichardino, Cauallero Florentín… Baeza, Juan B. de Montoya, 1581. Fray Manuel TAMAYO: Discursos apologéticos de las reliquias de S. Bonoso y Maximiano…de Arjona.
Si para la universidad de Baeza JUAN DE ÁVILA fue su auténtico fundador y guía en lo ideológico, en lo arquitectónico y gobernativo lo fue el canónigo giennense D. Pedro FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA. Antes de fallecer, en 1568, D. Rodrigo PÉREZ DE MOLINA (sobrino de los fundadores D. Rodrigo y Pedro LÓPEZ, y copatrono del colegio-universidad junto a Juan DE ÁVILA) había nombrado rector-administrador del mismo y heredero de todos sus
múltiples bienes a su sobrino el antedicho canónigo. Le dejaba, además, una fuerte suma en ducados, para que la invirtiese en alguna obra pía, según él creyera oportuno. De esta forma entra de lleno en la vida de la universidad beaciense una nueva y gran figura: el canónigo FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA. Con dicha pingüe herencia, sumada a sus propios bienes, mandó construir un grandioso edificio renacentista con destino a sede de la universidad, y junto a él una magnífica iglesia -también de estilo renacentista-, que hoy día aún embellecen la rica y numerosa arquitectura del Renacimiento en toda la ciudad de Baeza, y que constituyen una de las manifestaciones más expresivas del Renacimiento andaluz. Pese al carácter orgulloso y despótico del mencionado canónigo, ejerció él un verdadero mecenazgo sobre la misma, que desde 1583 ya estaba también bajo patrocinio y amparo del rey D. FELIPE II (1556-98), en virtud de su Real Provisión. Por fin en octubre del 1595 se trasladan, con toda solemnidad académica y social, al nuevo y espléndido citado edificio. Instituye entonces -igualmente a expensas suyas- 10 capellanías, un colegio para alojar a 18 estudiantes filósofos o teólogos, y otro colegio para 12 estudiantes de gramática, griego y retórica. En 1609 se redactan -bajo su criterio y orientaciones- unos nuevos Estatutos, que se mantuvieron vigentes hasta la extinción definitiva de la universidad, en 1824. Otro acontecimiento de notable transcendencia para aquella vida universitaria lo constituyó la hermandad firmada con la universidad prestigiosa de Salamanca. Se obtuvo en 1667, gracias a las eficaces gestiones llevadas a cabo por un ilustre baezano D. Juan Francisco MEXÍA Y PONCE DE LEÓN, quien por aquellas fechas era rector en la universidad salmantina. Finalmente, en 1683, junto a las ya conocidas cátedras de gramática, artes y filosofía, teología, griego y retórica, se consiguieron otras más para la creación de una Facultad de Cánones. Las circunstancias socio-políticas y económicas de Baeza durante el final del siglo XVIII y el XIX, las reiteradas desavenencias entre el claustro y los patronos, la política estatal sobre reforma en todos los niveles de la enseñanza obligaron a una progresiva desaparición de su universidad. La definitiva clausura de ella se debió al Real Decreto sobre Plan General de Estudios en el Reino, del 14 de octubre de 1824, mediante el cual sólo subsistirían las llamadas universidades mayores: Salamanca, Valladolid, Alcalá, Valencia, Cervera, Santiago, Zaragoza, Huesca, Sevilla, Granada, Oviedo, Mallorca y Canarias. Así pues, la de Baeza pasó -en 1831- a Colegio de Humanidades, y posteriormente a Instituto de Bachillerato «Stma. Trinidad», bajo esta misma denominación de su antigua universidad (Álvarez: 6-13, 163-66). Afortunadamente ha vuelto a renacer y florecer de nuevo, cual la mítica Ave Fénix. En la actualidad es sede de la Universidad Internacional de Andalucía, en verano, bajo la
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denominación del gran poeta del 98 ANTONIO MACHADO. Su éxito creciente se observa tanto en el número de cursos impartidos como en el de profesores y alumnos, nacionales y extranjeros. Todo lo cual ha devuelto a Baeza -dentro de aquellos mismos suntuosos edificios renacentistasel ambiente y aires universitarios, de los que gozó hace ya más de cuatro siglos y había perdido, por desgracia, hace más de siglo y medio.
Bibliografía : ÁLVAREZ, María Encarnación: «La Universidad de Baeza y su tiempo». Bol. Inst. Estud. Gienn. 27-28 (1961) 9-172, 142. BILCHES, Francisco de: “Santos y Santuarios del Obispado de Jaén y Baeza”. Madrid, García y Morente, 1653. CABALLERO VENZALÁ, Manuel: “Diccionario biobibliográfico del Santo Reino de Jaén”. Jaén, Diputac. Provincial, 1979 ss. ESCOLANO GÓMEZ, Francisco: «Documentos y noticias de la Antigua Universidad de Baeza». Hispania V, 18 (Madrid 1945) 38-71. HIGUERAS MALDONADO, Juan: “Documentos latinos del s. XIII al XVII en los archivos de Baeza”. Jaén, Inst. Est. Gienn, 1974.
«Nuevos títulos universitarios latinos en el Archivo Catedral de Jaén». Florentia Iliberritana (Granada, Universidad, 1990) 170, 179-180. - «El humanista Ximénez Patón: su presencia en la antigua universidad de Baeza». “Humanismo y Pervivencia del Mundo Clásico”. Cádiz, Univer. 1977, pp. 1189-95.
«Humanistas Giennenses.” Jaén, Universidad-Cajasur, 1998. HUERGA TERUELO, Álvaro: “Los alumbrados de Baeza”. Jaén, I.E.G., 1978. “Historia de los alumbrados (1570-1630)”. II. “Los alumbrados en la Alta Andalucía (1575-1590)”. Madrid, Fundación Universitaria Española, 1978. SALA BALUST, Luis: “Obras Completas del Beato Juan de Ávila”. Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1952. VALLADARES REGUERO, Aurelio: «Actividad impresora en Baeza (s. XVI)». Jornadas Internacionales sobre Humanismo y Renacimiento. Úbeda, U.N.E.D., 1994, pp. 135-177. VV.AA. “Historia de Baeza”. Ayuntamiento de Baeza, 1985.
Granada,
Universidad-
XIMÉNEZ PATÓN, Bartolomé: “Historia de la antigua y continuada nobleza de la ciudad de Jaén.” Jaén, RiquelmeVargas, 1983. (Edición facsímil sobre la de Jaén, Pedro de la Cuesta, 1628
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ÚBEDA Y BAEZA: 1. MODELO DE LUCHA POR LA DEMOCRATIZACIÓN MUNICIPAL EN LA BAJA EDAD MEDIA. 2. MODELO DE INTEGRACIÓN DE LAS TRES CULTURAS DE LA SOCIEDAD MEDIEVAL; LA JUDÍA, LA CRISTIANA Y LA MUSULMANA.
María Josefa Parejo Delgado. Baeza y Úbeda responden a la definición de paisaje cultural evolutivo,resultado de una exigencia de origen social, la reconquista castellana de ambas ciudades en el siglo XIII, económico, el predominio de las actividades agropecuarias, el comercio y la artesanía textil, administrativo, la pervivencia del concejo abierto, y religioso, el equilibrio entre fundaciones conventuales y parroquias. Se trata de un paisaje culturaL fosilizado pero cuyos rasgos esenciales quedan materialmente visibles.Esa lucha entre la Comunidad de buenos hombres pecheros y la nobleza durante la Baja Edad Media queda patente en la belleza y calidad de sus casas nobles, carnicerías, alhóndiga, y Casas Consistoriales. Los testimonios que avalan esa lucha por el concejo abierto durante los siglos XIII al XVI son: -La participación de los vecinos en la elección de los alcaldes, alguaciles, jurados, juez y escribanos desde l226 hasta l377 como lo acreditan los Fueros de ambas ciudades, y las numerosas confirmaciones reales del mismo ante las protestas de los vecinos por las intromisiones reales y nobiliarias.Los vecinos de Baeza y úbeda organizan varias protestas e incluso revueltas para derrocar a los funcionarios impuestos por el Rey en contra de su normativa foral.Esto ocurre en l34l, l35l, 1377, 1434,etc.El resultado final será la imposición del Regimiento, que estará formado por la pequeña nobleza local y los caballeros, pero no se produce aquí el triunfo de un régimen autoritario como en Florencia o en Milán. -La elección del Infante Don Felipe como tutor frente a la mayoría de los concejos andaluces que optaron por el Infante Don Juan Manuel durante la minoría de Alfonso XI.Ello demuestra la organizada defensa de los privilegios forales de Baeza y Úbeda frente a las presiones señoriales. -La existencia de un cargo concejil el personero que con voz pero sin voto defiende los derechos de los vecinos hasta bien entrado el siglo XVI.Es un oficio, elegido por los vecinos, y de gran influencia en la ciudad.Esta institución no existe en otros concejos andaluces, salvo en Carmona; tampoco conocemos la existencia de este abogado de las causas comunales en Florencia, Gante, Braga y otras ciudades europeas del momento.
-La presencia activa y continuada de Baeza y Úbeda en las Hermandades concejiles andaluzas convocadas en Andújar y Palma del Río para la defensa del territorio frente al reino de Granada, los señores y sus Fueros y exenciones fiscales.Baeza y úbeda acuden a las convocatorias de l236,1282,1295,1312,y 1319.
-El Fuero de Cuenca, normativa jurídica de Baeza y Úbeda, otorga en plano de igualdad la categoría de vecinos y pobladores a judíos, cristianos y musulmanes. Estas minorías, desde el punto de vista cuantitativo, gozan de protección en caso de agresiones corporales, y disponen de alcaldes propios en los pleitos civiles.
-La importante legislación que los Concejos de Baeza y Úbeda promulgan sobre sus actividades económicas. Los Fueros y Ordenanzas Concejiles de ambas ciudades recogen de forma pormenorizada normas sobre compras, ventas, días de mercado, pesos y medidas, alquiler de tiendas, y oficios artesanales.
-Respeto a los distintos credos religiosos en los Juramentos y a las Fiestas Religiosas en las actividades comerciales.
-Los vecinos intentan garantizar la eficacia e imparcialidad de los escribanos obligándolos a que sean hábiles en su oficio y vecinos de la ciudad frente a los deseos de control de estos cargos por los linajes nobiliarios de ambas ciudades. -Los caballeros de cuantia,elegidos por la Asamblea, ostentan el poder municipal con una capacidad de actuación similar a la que tuvieron las ghildas de comerciantes en las ciudades flamencas y alemanas del Medievo. -La escasa transformación de las ciudades históricas ha permitido que se conserven vestigios materiales de la actividad del concejo en la época medieval como la muralla, la alhóndiga, el pósito, las carnicerías, las casas consistoriales y las escribanías.
-Los musulmanes y judíos gozaron de una posición de respeto y tolerancia frente a la de estas comunidades en otras ciudades castellanas, aragonesas y del reino de Portugal. -En caso de delito interracial judíos, cristianos y musulmanes reciben el mismo castigo según el Fuero de Cuenca. -Algunos judíos desempeñaron cargos de gestión económica en dichos concejos durante los siglos XIV y XV. -No se recoge en la documentación municipal de Baeza y Úbeda las acusaciones vertidas sobre los hebreos en otras ciudades andaluzas, castellanas y de la Corona de Aragón sobre profanación de hostias consagradas. -En Baeza y Úbeda la minoría judeoconversa destacó por su calidad intelectual.
-Los Cabildos de Baeza y Úbeda admitieron con algunas reservas a los Corregidores en l394 y l396.
-Durante todo el período bajomedieval no se registran en estas ciudades situaciones de violencia similares a las de Sevilla y Lisboa en l39l y l449.
-Las comunidades de Baeza y Úbeda ofrecen uno de los escasos ejemplos que se dan en la Corona Castellana de intentos por parte de los artesanos de controlar el poder municipal en l439.
-En el ámbito de la vida cotidiana hay profundas interrelaciones culturales en el ámbito doméstico: vestido, cocina, mobiliario, etc. instrumental agrícola, construcción y en las instituciones.
-La iniciativa privada,nobiliaria, y pública,concejil facilitaron la realización en los siglos XV y XVI de un cualificado y magno plan de inversiones urbanísticas que contribuyeron a convertir a ambas ciudades en auténticas joyas arquitectónicas del Renacimiento andaluz y castellano.
Podemos concluir diciendo que Baeza y Úbeda demostraron que fue posible, con las matizaciones propias en cada caso, la convivencia de tres razas, tres culturas, y tres lenguas, en un mismo espacio. Son dos ciudades que complementaron su economía pese a su proximidad geográfica y a la situación fronteriza con la guerra. Aportan un ejemplo a seguir en Oriente Medio, donde sí se imponen los valores universales de la tolerancia y la libertades colectivas, quizás se haga realidad,el sueño que los vecinos de los distintos reinos peninsulares intentaron realizar con mayor o menor fortuna en cada ciudad durante la Baja Edad Media, la práctica de convivir tres culturas -judía, musulmana y cristiana-.Baeza y Úbeda estuvieron a punto de conseguirlo, y su comportamiento, aunque desviado por la política peninsular, quedó como testimonio para los europeos del presente y del futuro.
Además BAEZA Y ÚBEDA constituyen MODELOS DE INTEGRACIÓN CULTURAL DE LA SOCIEDAD EN LA BAJA EDAD MEDIA. En estas dos villas de realengo, más tarde ciudades, aún hoy quedan testimonios de la convivencia-coexistencia en ellas de las tres grandes culturas del Medievo hispánico.Nos referimos a la judía,a la cristiana, y a la musulmana. La cultura cristiana será finalmente la que se imponga convirtiendo las mezquitas en parroquias. La existencia de tres culturas no sólo cuenta con vestigios materiales sino documentales.Algunos argumentos que podemos esgrimir en este sentido son:
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1. BAEZA Y ÚBEDA EJEMPLO DE LUCHA DE LAS LIBERTADES CONCEJILES FRENTE A LA NOBLEZA. Baeza y Úbeda son dos concejos de realengo que tras la reconquista castellana organizan su población y territorio según el Fuero de Cuenca;dicho ordenamiento jurídico les permite designar la mayoría de sus cargos concejiles a la Asamblea comunal o concejo abierto.
«Mando aun que el primero domingo después de la fiesta de Sant Miguel el concejo ponga juez alcaldes escribano 1andadores,sayon y almotacen cada un anno por fuero.Otrosi,cada una collacion de su alcalde aquel dia, atal como dixiemenes del juez, que aya caballo, casa poblada de un anno ante;mas sy aquel dia la collacion donde el juzgado hubiere a ser no fueren acordados en dar juez, el juez, los alcaldes del anno de ante escoianle echando suerte sobre cinco hombres buenos de aquella collación..»E quando el descogimiento fuere fecho confirmado de todo el pueblo, jure el juez sobre los santos evangelios que por amor de parientes ni por bienquerencia de hijos ni por codicia de haber ni por verguenza de alta persona .. quebrante el fuero nin la carrera de la verdad».(Título 24.Fuero de Baeza).
Úbeda. Antiguas Casas Consistoriales.
-LOS VECINOS RECHAZAN EL FUERO REAL Y DEFIENDEN EL CONCEJO ABIERTO. Baeza. Balcón del Concejo. Baeza. Alhóndiga.
En l255 Alfonso X trató de imponerles el Fuero Real pero fue rechazado por ambas comunidades.Por ello,en l273 el citado Rey les confirma de nuevo sus libertades.El concejo abierto tenía capacidad decisoria en los asuntos públicos como la defensa, administración de los bienes comunales, reparto de tierras y casas, alquiler de talleres artesanales, pesos y medidas, mercados y ferias, normas de convivencia, asistencia sanitaria, educación, y arrendamiento de los bienes de propios. -EL PODER MUNICIPAL HA DEJADO RESTOS MATERIALES VISIBLES DE CALIDAD Y AUTENTICIDAD.
Baeza. Audiencia Civil y Escribanía Pública.
Baeza. Casa de Justicia y cárcel.
Todas estas competencias han dejado restos materiales visibles en las ciudades actuales.En Baeza se conserva la alhóndiga, las carnicerías, y las casas consistoriales. En Úbeda las casas del concejo, plaza del mercado, pósito, fuentes y hospital de Honrados Viejos del Salvador. Muchos de estos edificios han sido restaurados y están en pleno uso.La cárcel de Baeza es el actual Ayuntamiento. La Alhóndiga nos recuerda la importancia del comercio en la época musulmana son su doble planta y sencillo pórtico arqueado. Las Casas Consistoriales de la Plaza del Mercado de Baeza y Úbeda la influencia del Renacimiento italiano con su doble logia y las Carnicerías de Baeza la profunda relación campo-ciudad de estas villas-ciudades más tarde en la época bajomedieval. -BAEZA Y ÚBEDA PROTESTAN CONTRA LOS INTENTOS DE LA MONARQUÍA DE ESTABLECER EL REGIMIENTO EN DETRIMENTO DE LOS DERECHOS DE LOS VECINOS.
El régimen del concejo abierto se mantiene en ambas ciudades sin problemas hasta 1338.Ese año, los vecinos de Baeza denuncian irregularidades en el arrendamiento de la renta de propios, y piden a la Corona que los jueces y alcaldes continúen siendo elegidos por los vecinos. En l34l, Alfonso XI accede a las reivindicaciones del concejo confirmándolas el Fuero de Cuenca,y la elección de los oficios concejiles anualmente por la Asamblea o concejo abierto;privilegio que había sido violado por Enrique Enriquez que había nombrado un juez propio sin contar con el apoyo de los vecinos. Úbeda, regida por el Fuero de Cuenca,mantiene la elección de los oficios concejiles en régimen abierto hasta l377.Ese año, según la documentación municipal, los vecinos protestan pidiendo que se cumpla el Fuero, y que sean ellos los que designen los cargos concejiles entre los caballeros de la villa.
«Enrique II al concejo de Úbeda para que se atienda a sus peticiones de que la elección de los oficios se haga conforme al Fuero.»Et bien sabemos en como faser nuestra merced de aforar e retornar los oficios a aquella ciudad en que los ouiesen segun fuero.Et agora que algunas personas de esa ciudad que vienen anos e nos decir algunas cosas en contrario de esto porque nos pusiesemos en esa ciudad juez el cual diga que cumplia a nuestro servicio.....tenemos por bien e es nuestra merced guardar justicia e igualar a los unos y a los otros e mandar a Gomez Lopez de Córdoba, alcalde de nuestra corte para que haga ayuntar a nuestro concejo e todos quantos son en esa ciudad a campana repicada».(A.M.U.14 de junio de l377.Legajo 1 nº31). -LOS CONCEJOS DE BAEZA Y ÚBEDA OPTAN POR EL INFANTE DON FELIPE COMO TUTOR PARTIDARIO DE LA AUTONOMÍA MUNICIPAL FRENTE AL QUE NO LA RESPETA. La autonomía concejil de Baeza y Úbeda es tan extensa que llega incluso a asuntos de carácter general como es la aceptación del Infante don Felipe como tutor frente a las pretensiones del Infante Don Manuel en la minoría de Alfonso XI.Baeza y úbeda mantienen los castillos del término en manos de hombres fieles que se reunen a campana repicada en la iglesia de Santa María. -LOS VECINOS DE BAEZA Y UBEDA SE MANIFIESTAN EN CONTRA DEL REGIMIENTO, Y EN DEFENSA DE LA ASAMBLEA VECINAL. En 1331, Juan Núñez Arquero encabeza una revuelta artesana en Úbeda para arrebatar el poder a la nobleza y a los caballeros que forman parte del regimiento, institución que Alfonso XI trata de imponer a la ciudad contradiciendo la libre designación de los oficios concejiles por la Asamblea. En l350, los vecinos de Baeza protestan de nuevo por la intromisión de Alfonso XI en el gobierno municipal y destituyen a los jurados y oficiales del concejo, nombrados por él.En una carta de García Alfonso al nuevo rey, Pedro I, expone como el Común se reunió en San Francisco y el
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Espíritu Santo y depusó a los oficiales escogidos por la Monarquía.
CONTROL DE ESTOS CARGOS POR LOS LINAJES NOBILIARIOS DE AMBAS CIUDADES.
-ELECCIÓN DEL PERSONERO POR LA ASAMBLEA VECINAL.
«Sepades que me fizieron entender que algunos de la mi cibdad de Baeza que fizieron movimiento e ayuntamiento de gente en el Monasterio de Sant Francisco e en San Espiritus de la dicha cibdad e en otras partes e en las casas de algunos vezinos dende.Et sobre esto venieron pieca de gentes a la eglesia cathedral de Santa Maria desde dicha cibdad, et que fezieron repicar la campana seyendo ora de medio; et estando y muchas gentes que se y allegaron e que tiraron los jurados e los officiales que avian de ver fazienda del conceio dende que fueran puestos por el rey don Alfonso, mi padre, que Dios perdone, e estavan y por mi, et que posieron otros por officiales en lugar de ellos, los que quisieron poner e que se movieron por tomar las tablas de los seellos a los que las tenian por carta o cartas del rey, mi padre e de mi».»(Colección Diplomática de Baeza nº 67).
Entre l494 y l509 se producen tensiones en Baeza y Úbeda exigiendo el Concejo al Corregidor que se cumpla la normativa sobre los escribanos,y que nadie use de este oficio sin licencia castigándolo con el destierro en caso contrario. Se reitera la necesidad de que sean elegidos por los vecinos frente a los intereses de algunos miembros de la nobleza como los Molina en úbeda, y los Carvajales, y Benavides en Baeza.En l496, se insiste en que sean vecinos de la villa, y hayan pasado un examen de habilidad.Para garantizar su estabilidad y eficacia reciben su salario de los propios.
En Baeza era elegido por los vecinos en las gradas de Santa María.En l320, es el encargado de recoger los dineros que tiene el arrendador de las rentas de Baeza para reparar los muros.En l356, el personero defiende las querellas de la ciudad por los bienes de propios a fin de que no sean usurpados por la nobleza.En Úbeda el personero es igualmente designado por los hombres buenos pecheros sin necesidad de autorizarlo el regidor y los alcaldes.Como en Baeza tiene voz pero no voto en el Cabildo.En su elección participan con mayor número de electores las collaciones mayores Santa María,y San Isidoro que las menores, San Pedro y Santo Domingo.En l434 el personero toma partido por los vecinos en su intento de evitar el derribo de los solares concejiles de las carnicerías, y en l497 en la crítica del pago de la alcabala de plata para la guerra de Granada.
-COEXISTENCIA DEL REGIMIENTO Y LA ASAMBLEA VECINAL. En l358, coexisten el Cabildo de regidores con el Concejo abierto como lo prueba un documento del Archivo Municipal de Baeza que dice:
«Conceio, cavalleros, e escuderos e alcalldes e alguaziles e los otros que avedes de veer e de librar fazienda de la noble cibdad de Baeza e a qualquier de vos que estades ayuntados en la casa de vuestro cabildo, que es cerca de la Eglesia de Santa Maria de la dicha cibdad, a pregon fecho, segun que lo avedes de uso e costumbre».(R.MOLINA,Colección Diplomática de Baeza nº135). En l439, los vecinos de Úbeda insisten en la necesidad de mantener el concejo abierto es el Regimiento aprueba la Sentencia Arbitraria que amplia el número de la nobleza, e incrementa la presión fiscal sobre el pueblo. -DESIGNACIÓN DE JURADOS, ALGUACILES Y ESCRIBANOS POR LA ASAMBLEA VECINAL. Los Fueros de Baeza y Ubeda dejaban en manos del concejo abierto la elección de los jurados el primer domingo después de San Miguel;también eran de designación popular los alguaciles oficios que podían desempeñar cualquier vecino si tenía casa poblada en la villa de más de un año, los andadores o mensajeros y el sayón o pregonero; estos últimos, eran oficiales auxiliares del juez. Los escribanos son elegidos por los vecinos entre las personas hábiles en 1335. Pedro I en l351 confirma el Fuero de Cuenca « e damos vos que pongades cada anno alcaldes e juez e escribano e los otros oficios de nuestros vecinos e usedes del dicho fuero de Cuenca que ninguno sea osado delos pasar contra el dicho fuero de Cuenca..». (A.M.U.Caja 2 nº 12). -LOS VECINOS INTENTAN GARANTIZAR LA EFICACíA E IMPARCIALIDAD DE LOS ESCRIBANOS, OBLIGÁNDOLES A QUE SEAN HÁBILES EN SU OFICIO Y VECINOS DE LA CIUDAD, FRENTE A LOS INTENTOS DE
-CONSERVAMOS RESTOS MATERIALES QUE ACREDITAN LA REUNIÓN DE LA ASAMBLEA VECINAL EN LA PLAZA DE SANTA MARÍA DE BAEZA, Y EN LAS PLAZAS DEL MERCAD0 DE BAEZA Y ÚBEDA DURANTE LA BAJA EDAD MEDIA. El concejo abierto o reunión de los vecinos a campana repicada se mantiene en ambas ciudades casi hasta l520 aunque cada vez con menos facultades.En el siglo XIII, el juez, los alcaldes y los escribanos son designados por todo el pueblo, reunido en la plaza de Santa María en Baeza, y en la Plaza del Mercado de San Pablo en Úbeda.De estos lugares quedan vestigios materiales.
La actuación del personero está documentada hasta bien entrado el siglo XVI bien denunciando la subida del arrendamiento del pan cocido,hecho que perjudicaba a los vecinos más pobres, bien la parcialidad de muchos regidores que depositaban el pan en los almacenes de los Molina, cobrando ciertos maravedies a los vecinos. -LOS VECINOS RECHAZAN UN PERSONERO ESCOGIDO POR EL TENIENTE DEL CORREGIDOR.
A mediados del siglo XV, el Cabildo de Baeza se junta en un lugar diferente la iglesia de San Pedro para escoger por sorteo a las personas que vayan a desempeñar los oficios de alcaldes ordinarios, alguaciles, escribanos y alcaides del Alcázar, Vilches y Baños.En Úbeda, las Actas Capitulares de l46l-l462 nos indican que estos oficios se echaban a suertes entre los vecinos caballeros siempre que tuviesen casa poblada y armas.Esto demuestra que el poder decisorio va quedando cada vez más en el Cabildo de Regidores,designados por el Rey entre la pequeña nobleza local, aunque dicha institución siga acudiendo a Santa María o a San Pablo para comunicar los acuerdos concejiles al resto de los vecinos pecheros.
La fortaleza del Común se aprecia en Úbeda en este documento de 1492, conservado en su Archivo Municipal.En él se cuenta como los vecinos, descontentos por la designación de Pedro Barrero como personero pues no ha sido elegido en régimen abierto sino por decisión del Licenciado Gil Rodríguez Noguerol,teniente del Corregidor de úbeda,deshacen la elección, y nombran a Alonso Segura, que cuenta con el apoyo de la Asamblea vecinal.
-DESDE MEDIADOS DEL SIGLO XIV EL PERSONERO DEFIENDE LOS DERECHOS DE LOS VECINOS ANTE EL REGIMIENTO.
En Baeza la tensión es más dramática llegando el personero a ser desterrado de la ciudad por no estar de acuerdo con la distribución de los fondos para la reparación de los adarves. En 1510, el Cabildo de Regidores, prohibe a los vecinos reunirse con el personero sin su permiso. Pero la lucha continua, y en l5l6 los vecinos a través de su personero Alfonso de Navarrete reclaman los heredamientos de Jabalquinto y Estibiel que habían sido usurpados al concejo.Se constata como, pese a la intromisión regia en la vida municipal de Baeza y Úbeda a través del Regimiento, los vecinos continuan exigiendo, la presencia de éste en los lugares habituales para comunicar las decisiones tomadas, y a través del personero, la defensa de sus fueros y libertades.
En esta lucha por las libertades concejiles Baeza y úbeda contaron con un cargo esencial.Se trata del personero,defensor del pueblo avant la lettre frente al Regimiento,controlado por la nobleza local, y del Rey.Los documentos conservados en el Archivo Municipal de Baeza citan entre los primeros a Centol Ruiz que en l3l7 defendió los derechos de los vecinos en su lucha contra el alcalde real, Juan Guillén que trató de obligar a los vecinos a pagar 600 mrvs por impuestos, cuando ellos estaban exentos por ser lugar fronterizo.
-EL PERSONERO, EN NOMBRE DE LA COMUNIDAD DE VECINOS, RECLAMA UNOS TERRENOS MUNICIPALES USURPADOS POR LA NOBLEZA.
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-EL OFICIO DE PERSONERO NO EXISTE EN LAS CIUDADES QUE RECIBEN EL FUERO DE TOLEDO EN LA BAJA EDAD MEDIA. En Sevilla y Córdoba los regimientos o cabildos seglares son los que ostentan el nombre de la ciudad, y actúan al servicio de la aristocracia urbana.Los alcaldes ordinarios son elegidos por el Cabildo, la mitad entre los caballeros, y la otra mitad entre los hombres buenos. En Baeza y úbeda los cargos municipales se sortean a fines del siglo XV pero los siglos anteriores fueron escogidos por los vecinos en concejo abierto.Los jurados en Sevilla tienen voz pero no voto en el Cabildo; algo diferente ocurre en Baeza y Úbeda. El concejo sevillano no dispuso de personero, sólo Carmona, Baeza y Úbeda. - LA ASAMBLEA DE VECINOS DE BAEZA Y ÚBEDA TUVO MÁS PODER DECISORIO QUE LA DE OTRAS CIUDADES CASTELLANAS. Esta defensa de los privilegios concejiles no es tan acusada en Segovia, donde a partir de l345, surge un grupo oligárquico el de los regidores, que se reserva en monopolio el gobierno de la ciudad excluyendo a los linajes y a la comunidad de intervenir en las decisiones y asuntos aunque les afecte directamente.La justicia queda en manos de los alcaldes, jueces, alguaciles, y escribanos que sustituyen al ayuntamiento que sólo se reune cuando es convocado por carta expresa del Rey o de las autoridades.(María Asenjo. El concejo de Segovia p. 415). - EN BAEZA Y ÚBEDA, NI LA NOBLEZA NI LOS BURGUESES ESTABLECEN DE FORMA TEMPORAL GOBIERNOS AUTORITARIOS Y HEREDITARIOS COMO OCURRE EN FLORENCIA Y VENECIA. Esta amplia capacidad decisoria tanto del concejo como del Regimiento imposibilita que en Baeza y úbeda se produzca como en Florencia momentos en que un noble o burgués desplaza a sus adversarios, y establece un régimen autoritario y hereditario, aunque conservando el funcionamiento de muchas de sus instituciones colectivas. En Florencia hacia 1207, el popolo graso de mercaderes y artesanos impone a la comuna patricia órganos de gestión paralelos como fueron los delegados de los gremios, primero los de las siete artes mayores (sederos, tejedores, especieros y notarios) en l267, luego los medianos (herreros, carpinteros etc), y en 1294, los menores. La evolución no concluye pues continúan las luchas entre los linajes urbanos y las cofradías, y el malestar de amplios grupos de la población no integrados en el gobierno por no estar agremiados, circunstancia que favorece el dominio del poder de algún noble o burgués de forma temporal. -LA EXISTENCIA DE UNA FRONTERA CON EL REINO DE GRANADA OBLIGARÁ A LA MONARQUÍA A APOYAR A LAS COMUNIDADES DE REALENGO FRENTE A LA NOBLEZA.
En Baeza y Úbeda la Asamblea o concejo abierto ve recortada su autoridad a partir de l350 por el establecimiento del Cabildo de Regidores pero la comunidad de buenos hombres pecheros tendrá su defensa en el personero, y la pequeña nobleza local, aunque se organice en bandos para controlar el gobierno municipal, no dispondrá en ningún momento de la fuerza económica y militar suficiente para implantar un régimen autoritario. Frecuentemente el Cabildo debe comunicar las decisiones a la Asamblea o concejo abierto, y solicitar su apoyo en las acciones fronterizas contra el reino de Granada.La Monarquía siempre apoyará al Cabildo frente a las intromisiones de la nobleza.Esta situación de frontera con el Islam es un rasgo peculiar que, junto a la institución del personero, diferencia a Baeza y Úbeda de Florencia. En Venecia, el poder municipal está en manos del patriciado aristocrático y mercantil, organizado en linajes, y bloqueando así la participación de otros grupos en el gran Consejo hacia l297.En Baeza y úbeda son los caballeros los que ostentan en esta época el gobierno municipal estando vigente hasta finales del siglo XIV con todas sus funciones el concejo abierto. -LOS CABALLEROS DE CUANTIA,ELEGIDOS POR LA ASAMBLEA, SERÁN LOS QUE OSTENTEN EL PODER MUNICIPAL CON UNA CAPACIDAD SIMILAR A LA DE LAS CIUDADES FLAMENCAS Y ALEMANES EN MANOS DE GHILDAS DE COMERCIANTES. En el Noroeste europeo, el apoyo condal y los acuerdos conseguidos con los señores urbanos,a cambio de contribuciones extraordinarias, permitieron la constitución de municipios con capacidad judicial militar, tributaria y de limitación de los poderes señoriales.En muchas ciudades flamencas y alemanas del Bajo Rhin, Mosa y Mosela la autoridad judicial y administrativa estuvo representada por ghildas de mercaderes y cónsules anuales.El grado de autonomía en el ejercicio de aquellas funciones llega al autogobierno en Italia y Francia.La condición fronteriza de Baeza y Úbeda, grandes centros artesanales, agrarios y comerciales, no permitieron el desarrollo de un grupo de poder basado en el comercio, y sí, el de un grupo de caballeros de cuantía, imprescindibles para la defensa del territorio. -BAEZA Y ÚBEDA GOZARON DE UNA AUTONOMÍA SIMILAR A LA DE LAS CIUDADES DE FLANDES PERO, A DIFERENCIA DE ELLAS, DURANTE EL SIGLO XIII DESIGNARON A SUS GOBERNANTES. El grado de autonomía municipal fue más limitado en Flandes, donde había una neta separación entre la ciudad y el mundo rural, y donde la capacidad militar de los municipios era escasa.En muchas regiones, la autonomía se reduce a franquezas fiscales, concesión de libertades concretas que limitan el derecho del señor o del rey, y a la capacidad ciudadana de proponer nombres entre los que se designan las magistraturas urbanas.
En Baeza y Úbeda, concejos de realengo,la autonomía es muy amplia,sólo sometida al Rey a partir de la mitad del siglo XIV. Tienen capacidad fiscal para hacer frente a los gastos y el derecho a coordinar y dirigir las actividades militares de los ciudadanos. - LA ESCASA TRANSFORMACIÓN URBANA DE LAS CIUDADES HISTÓRICAS HA PERMITIDO QUE SE CONSERVEN HASTA NUESTROS DÍAS ALGUNOS VESTIGIOS MATERIALES DE LA ÉPOCA BAJOMEDIEVAL. Estas ciudades están integradas con el ager cultivado, siendo su ruralización la mejor garantía de su subsistencia y crecimiento.El escaso impacto de la industrialización en estas ciudades es uno de los factores que ha permitido la pervivencia del casco histórico monumental y de los vestigios materiales que testimonian su lucha por las libertades concejiles en la Baja Edad Media; fenómeno más oculto y peor documentado en otros concejos andaluces, castellanos, catalanes, y alemanes como estamos explicando. Una prueba más de la fortaleza del Cabildo Municipal es la amplísima reglamentación de su vida económica como acreditan sus Fueros y Ordenanzas concejiles conservados,los primeros del siglo XIII y los últimos de finales del siglo XV, principios del siglo XVI.La preocupación por el abastecimiento de agua y la limpieza y pavimentación de las calles es otro dato más a favor de la defensa del bienestar colectivo característico de la fuerza del Concejo. Algunos testimonios son: -la combinación de plazas y edificios religiosos inmediatos:San Pablo, San Pedro, Puerta de Toledo y San Isidoro en úbeda, y Azacaya y San Pablo, y Santa María y Catedral en Baeza. -la sensibilidad estética ante el aspecto de las plazas y edificios públicos: ayuntamientos, mercados y el afán de regularizar las calles. En las Actas Capitulares de ambas ciudades se recoge una preocupación constante por la limpieza de las calles, la recogida de las basuras y la reparación de la muralla. -BAEZA Y ÚBEDA, CENTROS ARTESANOS EN LA BAJA EDAD MEDIA, OFRECEN UNO DE LOS ESCASOS EJEMPLOS EN LA CORONA DE CASTILLA DE LUCHA DE LOS GREMIOS POR EL PODER MUNICIPAL. En Gante, hay una lucha entre l302 y l540 entre los mercaderes y patricios, y los tejedores por el poder municipal que sólo conseguirán en Colonia en el siglo XIV.En Francia y Castilla las monarquías son contrarias al ascenso de los gremios de modo que sÓlo en algunos casos hay tomas efímeras del poder quedando éste en manos del patriciado urbano.En Florencia, los banqueros como Bardi y Peruzzi controlan el poder municipal con el apoyo de algunos maestros de los gremios.En Brujas, Bruselas y Lieja se abren los gobiernos municipales a los tejedores pero el pueblo no participa de forma directa, ni cuenta con la figura del
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personero para hacer valer sus derechos.Los vecinos de Baeza y Úbeda simultanearon el trabajo de la tierra y la ganadería con la artesanía textil como lo demuestra la presencia de sus paños en las ferias de Medina del Campo. Las revueltas de Juan Núñez Arquero y de Juan Lobatón, artesanos, son un testimonio documentado de los gremios por controlar el poder municipal. Las Ordenanzas Concejiles de Baeza y Úbeda nos refieren otro oficio designado en Cabildo abierto es el de los alcaldes de hermandad elegidos dos del estado de los escuderos y dos de los labradores. Los alcaides de los castillos son elegidos por Concejo abierto teniendo prohibido por Fuero escoger un poderoso. -LOS VECINOS DE BAEZA Y ÚBEDA ADMITEN CON RESERVAS EL NOMBRAMIENTO DE LOS PRIMEROS CORREGIDORES. La lucha por las libertades municipales se hace más dramática cuando se nombra Corregidor entre l394 en Baeza, y en l396 en Úbeda a fin de pacificar los bandos nobiliarios.Los vecinos protestan por la obligación de mantener con los bienes de propios, municipales, los gastos que realice el Corregidor.En l46l, el Cabildo de Úbeda debe imponer una derrama de 80 mrvs entre los vecinos para cumplimentar los gastos derivados del ejercicio de su autoridad. En l478, la reina Doña Isabel ordena al Corregidor la demolición del Alcázar de Baeza. En l507 Hernando Gil Mogollón, derriba el Alcázar de Úbeda en represalia a la lucha de bandos, pero, a petición del personero, entrega la piedra y ladrillo a los vecinos para que los vendan. -LA DEFENSA DE SUS PRIVILEGIOS FORALES Y DEL CONCEJO ABIERTO TRASPASA EL ÁMBITO LOCAL. Baeza y Úbeda no sólo defienden sus libertades en el ámbito local protestando cada vez que se anula su privilegio de escoger a sus representantes municipales, sino que acuden a las Hermandades Concejiles, participando activamente en las de l236, l282, l295,l3l2 y l3l9, bien para apoyar al Infante Don Sancho, defender sus Fueros frente a las pretensiones señoriales,o protegerse de las razzias granadinas. -A DIFERENCIA DE OTRAS CIUDADES EUROPEAS COMO BRAGA (PORTUGAL), ÚBEDA Y BAEZA, LUCHARON PORQUE EL CONTROL DEL ABASTECIMIENTO DE AGUA, PROVENIENTE DE LAS FUENTES PÚBLICAS, QUEDARA EN MANOS DEL CONCEJO FRENTE A LAS INTROMISIONES SEÑORIALES. Esta limitada participación del Común en el poder municipal bastante general en la Edad Media Europea, se constata también en Braga.Esta ciudad señorial, controlada por un Arzobispo, experimenta, entre l433 y l456, profundas tensiones sociales a causa de la crisis económica de Portugal, la ausencia de una correcta administración municipal y la incapacidad del poder central para impartir justicia. Los labradores intentan en l434 estar representados en la
administración local marcando así un primer paso hacia la completa igualdad en derechos y obligaciones de los ciudadanos de Braga. Buscan que los clérigos paguen el agua de las fuentes pero los resultados son nulos, y en l456, acuden con sus peticiones a los oficiales del Rey, que no atienden sus súplicas. -LOS CABILDOS DE BAEZA Y ÚBEDA REALIZARON GRANDES INVERSIONES EN OBRAS PÚBLICAS, LO QUE UNIDO A LAS EJECUTADAS POR LA INICIATIVA PRIVADA NOBILIARIA, CONVIRTIERON A ESTAS DOS CIUDADES EN AUTÉNTICAS JOYAS DEL RENACIMIENTO ANDALUZ Y ESPAÑOL. En los siglos XV-XVI el Cabildo interviene de forma directa en la gestión urbanística:construyendo nuevas calles, y obras públicas.Los criterios de adjudicación de estas son parciales, casi siempre en favor de la nobleza local, pero otras veces están destinados a la Comunidad como el Lavadero público, realizado junto a las Carnicerías, y los arreglos de la Fuente de las Risas y de San Nicolás entre l522-1523. La reducida distancia entre ambas ciudades no obstaculizó el desarrollo de ninguna de ellas sino que durante la Baja Edad Media fueron ciudades complementarias.Baeza, centro agrícola, artesano, y obispal por excelencia. Úbeda, centro ganadero y comercial. Los Concejos de estas ciudades lucharon durante toda la Baja Edad Media por defender sus privilegios y Fuero de Cuenca contra las intromisiones señoriales y reales; esta resistencia ha permitido que en la actualidad puedan legar a sus pobladores presentes y futuros, un conjunto urbano, de calidad y autenticidad, donde la industrialización no ha oscurecido esa dualidad civil eclesiástica, edificios municipales-palacios nobiliarios que enriquece el panorama de cualquier ciudad de nuestros días.Pero, sobre todo, la Historia Medieval de ambas ciudades ha legado a la Comunidad Europea, un ejemplo a seguir de lucha por las libertades colectivas frente a los monopolios de poder de parte de algunos sectores de la población.
Los mudéjares según los Fueros de Baeza y Úbeda son siervos del Rey, y como tales tienen capacidad para testimoniar en un juicio cuando se trate de pleitos civiles, entre ellos o contra el reino, y sobre todo en los lugares donde no existan cristianos.En el siglo XIII, adquieren la categoría de pobladores, si son moros de paz.La normativa jurídica protege su vida e integridad física de las agresiones de otras comunidades castigando con multas de quinientos sueldos a sus agresores.En sus barrios o morerías disponen de alcaldes con amplia jurisdicción en los pleitos civiles aunque en los asuntos criminales dependen de los alcaldes cristianos.
«Si alguno moro ajeno firiere peche V sueldos.E sil matare pechee 25 mrvs.Mas sy de rendición fuere el señor fiadores ouiere rescibidos por la rrendicion firmar pudiere como fuero es, aquel quel matare peche la rrendicion.Mas por otro moro, si quier sea menestral si quier non, non peche mas de XV mrvs como dicho es.E todo aquel que moro de paz firiere o matare peche como por cristiano.Sy el moro de paz al cristiano ffiriere o matare, peche la calonna al fuero de Ubeda por el matar sea metido en mano del querelloso quel demande las calonnas o que faga del cuerpo lo que quisiere».(Fuero de Baeza.Titulo XXVII). En Baeza, la comunidad musulmana se concentró en la collación de San Pablo como se comprueba analizando los Libros de Bautismos de 1494-1500, y más tarde la nómina de musulmanes convertidos al cristianismo, moriscos, que alcanza un 56,2% en dicha parroquia. En Úbeda su asentamiento se localiza en las collaciones de Santo Tomás, San Nicolás, y San Pablo como lo acreditan los Libros de Bautismos de estas parroquias entre l504 y l5l3. Durante el siglo XIII, los Fueros les permiten disponer de panaderías y carnicerías propias.Esta tolerancia no obstante hay que matizarla pues tiene sus limitaciones. Por ejemplo, los mudéjares tienen prohibido las relaciones sexuales con los cristianos, casarse, y amamantar a niños cristianos.Tampoco pueden llevar y comprar armas, y si alguno de los moros de paz cae en cautividad sus bienes pasan a manos de sus dueños cristianos. -RESPETO A LAS RELIGIONES EN LOS JURAMEN-
2. BAEZA Y ÚBEDA: MODELOS DE INTEGRACIÓN CULTURAL DE LA SOCIEDAD EN LA BAJA EDAD MEDIA.
TOS.
Paseando por estas dos villas de realengo, más tarde ciudades, podemos comprobar cómo aún, hoy en día, quedan testimonios de la convivencia-coexistencia en ellas de las tres grandes culturas del Medievo hispánico.Nos referimos a la judía,a la cristiana, y a la musulmana.La cultura cristiana será finalmente la que se imponga convirtiendo las mezquitas en parroquias.
Una muestra del respeto y convivencia que preside las relaciones armónicas entre las tres comunidades es la aceptación de los distintos credos religiosos en los juramentos. Así en l252 los musulmanes de Baeza y Úbeda lo hacen en la puerta de la Mezquita, de pie, con las manos alzadas, mirando al mediodía, muro de la quibla, e invocando a Mahoma.
CULTURA MUDÉJAR. -EL FUERO DE CUENCA, NORMATIVA JURÍDICA DE BAEZA Y ÚBEDA, PERMITE QUE LOS MUSULMANES DE PAZ SEAN POBLADORES, PUEDAN TESTIMONIAR EN UN JUICIO, Y DISPONER DE SUS PROPIOS ALCALDES.
-LOS MUDÉJARES DE BAEZA Y ÚBEDA GOZARON DE UNA POSICIóN DE RESPETO Y TOLERANCIA, SI LA COMPARAMOS CON LA QUE TENÍAN EN OTRAS CIUDADES CASTELLANAS, VALENCIANAS O DEL REINO DE PORTUGAL.
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Úbeda. Casas judías en Gradeta de Santo Tomás.
No tenemos indicios de situaciones de intolerancia hacia esta comunidad quizás por su débil capacidad económica, y reducida influencia social.Por los contratos de arrendamiento, conservados en los Protocolos Notariales, sabemos que se dedicaron al trabajo de la tierra y que su influencia en la utilización de la tecnología agraria y regadío fue bastante importante. El gran número de molinas y aceñas existentes en los ríos Guadalimar y Guadalquivir así lo acreditan.
que son competencia de los jueces cristianos.Los judíos pueden exigir a los alcaldes cristianos la administración de la justicia, si cuentan con el testimonio de un vecino cristiano. La vida de los judíos se protege pues son siervos del rey debiendo pagar el agresor en caso de muerte quinientos sueldos. Para ello, el judío debe tener el apoyo de cuatro testigos, en caso de heridas, o de doce si se trata de homicidio.
En Segovia, a los mudéjares se les considera un cuerpo extraño dentro de la sociedad urbana pero, como son modestos, no atraen las envidias de la población cristiana.Por todo ello, no hay revueltas ni tensiones sociales. De todas maneras no gozan de los privilegios de que disponen los mudéjares en Baeza y Úbeda, donde la Monarquía y el Fuero de Cuenca les protege, quizás por la falta de pobladores tras la reconquista y la necesidad de mano de obra para el trabajo de la tierras.
-EN CASO DE DELITO INTERRACIAL JUDíOS Y CRISTIANOS RECIBEN EL MISMO CASTIGO E IDÉNTICA RECOMPENSA.
En Portugal, las aspiraciones de la nobleza portuguesa son parcialmente satisfechas al conquistar el Algarve, zona entregada a los conquistadores cristianos, que si bien toleran a la comunidad musulmana permitiéndoles el ejercicio de algunos derechos civiles y económicos, no se llega a la igualdad legal. Esta convivencia se debe a la necesidad de mano de obra en el campo, huertas, artesanía y pesquerías. No ocurre igual en Valencia donde el antimudéjarismo adquiere mayor virulencia por la proximidad al mar y el peligro de las incursiones de los piratas berberiscos, aliados de los musulmanes. La política de la Monarquía respecto a los mudéjares en esta zona es inicialmente pragmática, protegiendo a esta comunidad contra la violencia y las vejaciones de los cristianos, pero esta convivencia se rompe en los siglos XIV-XV donde las mortandades, las guerras y las devastaciones de los piratas berberiscos en las costas dificultan la convivencia entre mudéjares y cristianos. CULTURA JUDÍA En Úbeda, la judería estuvo emplazada en la zona del Alcázar.De esta presencia, quedan restos materiales como son las casas con la estrella de David que aún existen.Algunos autores la sitúan cerca de las casas de Per Ibañez en la zona comprendida entre Santa María,la actual Plaza de Carvajal y la Puerta de Bahud debido a la necesidad de protegerlos pues son siervos del Rey.Otros testimonios, arqueológicos y documentales, hablan de una presencia judía en las collaciones de Santo Tomás y San Lorenzo. En Baeza, la judería estuvo en el Alcázar, concretamente en la ermita de Santa Catalina, en l502, convento de la Trinidad.
Úbeda. Estrella de David en casa judía.
-LOS JUDÍOS TIENEN DERECHO A ELEGIR SUS PROPIOS ALCALDES PARA LOS PLEITOS CIVILES, Y A PROTECCIÓN JURÍDICA FRENTE A LAS AGRESIONES CORPORALES. Los Fueros de Baeza y Úbeda permiten a los judíos tener sus propios alcaldes en los pleitos civiles no así en los criminales,
Los judíos tienen derecho a solicitar justicia siempre que la reclame en los plazos estipulados en el Fuero, desde las primeras horas de la mañana hasta la hora tercia. Si alcanzaban la vecindad los cristianos debían aceptar sus tratos pudiendo el judío quedarse con las fianzas del cristiano que lo hubiese acusado.Cuando se producían conflictos mixtos entre cristianos y judíos, los Fueros reparten las fianzas proporcionalmente entre los dos, descontando l0 mrvs del dueño. Ahora bien, si el cristiano se negaba a ir con el judío a tomar los bienes paga cinco sueldos, y el juez judío se queda con sus bienes que repartirá con el judío querelloso. Idéntico comportamiento está vigente para el caso contrario. Los plazos para regular los tratos comerciales se fijan en la alcaicería y no en la sinagoga. -EN EL FUERO DE CUENCA SE RESPETAN LAS FIESTAS RELIGIOSAS DE LOS JUDÍOS. Los Fueros respetan las fiestas judías del Sábado y la Pascua prohibiendo que se fijen plazos y empeños esos días. Esta tolerancia inicial, es algo limitada porque sí bien un judío no puede obligar a que la familia e hijos del cristiano respondan por sus deudas, el cristiano, sí puede exigirlo a la familia judía. En las ventas, el judío debe admitir las fianzas de un cristiano, tanto dentro como fuera de la alcaicería.Cuando un cristiano tenga que vender los bienes de un judío debe hacerlo a través de un corredor, que responda ante el judío, quedándose con parte de los beneficios de la venta. -LOS JUDÍOS PUEDEN SER VECINOS, POBLADORES, Y ACUDIR CON SEGURIDAD A LAS FERIAS DE BAEZA Y ÚBEDA. Los judíos en los Fueros de Baeza y Úbeda gozan de la categoría de poblador y vecindad, pueden redimir a sus cautivos, y acudir a las ferias de Pentecostés protegidos por el concejo.Su integridad física está asegurada en esta normativa jurídica siendo castigados los que corten una mano con multas de l000 mrvs, y en caso de heridas graves con la amputación del miembro correspondiente o el ajusticiamiento. -LOS JUDíOS REALIZAN SUS JURAMENTOS EN LA SINAGOGA. Un documento de l252 es una prueba más de la tolerancia inicial entre las tres comunidades que conforman la sociedad de Baeza y Úbeda en la Baja Edad Media. Se trata de la
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fórmula del juramento de estas comunidades.Alfonso X en una carta al concejo de Úbeda ordena que los judíos juren en la sinagoga sobre el Tora recordando a Adán, el sacrificio de Abel, Noé, Isaac, Moisés, Saúl, David y Elías. Los musulmanes lo harán en la puerta de la mezquita y los cristianos en la iglesia.Este respeto a la diferencia religiosa no ocurre en las ciudades y concejos andaluces regidos por el Fuero de Toledo. «Et dezimos que los cristianos deben jurar asi:Deben poner las manos sobre los Santos Evangelios o sobre la cruz o sobre el altar..Et otrosi quando los judios debe ir a la sinagoga con el judio que ha de jurar.Debe poner las manos sobre el Atora con que hacen la oración e debenla hacer delante cristianos e judios porque vean como jura a aquel que toma la jura del judio al de coyurar en esta manera:Yuras me tu Fulan judio por aquel Dios que es poderoso sobre todo.....».(A.M.U.21 junio, l252.Córdoba). -ALGUNOS JUDÍOS DESEMPEÑARON CARGOS DE GESTIÓN ECONÓMICA EN BAEZA Y ÚBEDA DURANTE LA BAJA EDAD MEDIA. Los judíos ocuparon durante la Baja Edad Media puestos de relevancia económica en ambas ciudades.Simón Iñiguez y Fraimen Aben Varga fueron los encargados de la alcabala del vino en l336.En l343 Don Abraham, hijo de David Yaex de Toledo, es el arrendador de la renta de la escribanía pública, y en l35l Don Moya Aben Amias y Don Cas Aben Atabas gestionaron el arrendamiento de la alcabala de Bailén. Las juderías de Baeza y Úbeda tienen gran importancia demográfica y económica en l29l, pues pagan 34000 mrvs de almojarifazgo, y 25500 mrvs de impuestos a la Corona. En l439, esta contribución es algo menor, unos l9390 mrvs. Este descenso puede estar relacionado con un cierto receso demográfico, debido probablemente a una mayor intolerancia, a causa de los abusos de algunos recaudadores como Don Yucaf que atrae las iras de la población cristiana en Baeza hacia l348, y a la peste negra. Otra explicación puede ser la conversión de muchos judíos, tras el pogrom sevillano de l39l.
andaluzas entre ellas la sevillana. Hasta ese momento el respeto a las diferencias religiosas ha sido la norma de conducta en las sociedades de Baeza y Úbeda. La guerra civil entre Pedro I y Enrique II, y las predicaciones del arcediano Ferrán Martínez en años posteriores crearán un ambiente de antijudaísmo en Andalucía que afecta a todos las comunidades hebreas. -EN BAEZA Y ÚBEDA NO SE PRODUCEN SITUACIONES DE VIOLENCIA SOBRE LA COMUNIDAD JUDÍA, SIMILARES A LAS DE SEVILLA Y LISBOA EN 1391 y 1449. En Portugal, las primeras muestras del antijudaísmo datan del siglo XIII como lo acreditan los textos de los Concilios y Sínodos que prohíben a los judíos ejercer cualquier oficio de poder sobre los cristianos. En Baeza y Úbeda son años de convivencia y respeto, los judíos cuentan con sus propios alcaldes, tienen heredades, juran sobre su Torá, y algunos ejercen oficios de responsabilidad fiscal.Los asaltos a las juderías andaluzas aumentarán la tensión en Portugal, lugar de refugio de muchos judíos castellanos, que se dedicarán a financiar las grandes empresas náuticas del siglo, hecho que despertará un fuerte sentimiento antijudío que explotará de forma violenta en l449 en Lisboa con un gran número de pérdidas humanas. -LA DOCUMENTACIÓN MUNICIPAL DE BAEZA Y ÚBEDA NO RECOGE LAS ACUSACIONES QUE SE VERTIERON SOBRE LOS HEBREOS EN OTRAS CIUDADES CASTELLANAS Y DE LA CORONA DE ARAGÓN. En Segovia, la convivencia entre las comunidades judías y cristiana fue díficil, y la misma marginación en la que vivían los judíos dió oportunidad a la población cristiana de inventar todo tipo de fantasías, que suponían acusaciones calumniosas sobre prácticas de asesinato ritual y profanación de hostias sagradas por parte de los judíos. La vida de esta comunidad mejora en el siglo XV cuando, conocedores de la protección que les dispensa la Corona, participan en el comercio y en el préstamo, aunque se verán afectados por las luchas políticas de finales del reinado de Enrique IV.
A partir de l293, esta convivencia y respeto encuentra sus primeros obstáculos cuando se prohibe a los judíos comprar heredades obligándoles a entregar a los cristianos en el plazo de un año las que posean.Por esta razón, el almojarife Samuel vendió sus bienes raíces a Pedro Navarro, vecino de Santa María en Úbeda.
En Úbeda y Baeza, pasamos de una época de convivencia en los siglos XIII y la mayor parte del siglo XIV, a otra de coexistencia en el siglo XV, quizás debido a la situación fronteriza con el reino de Granada, y al clima de agitación antijudío que se reaviva con motivo de las luchas políticas de finales del reinado de Enrique IV.
-LOS JUDÍOS PUEDEN RECLAMAR LAS DEUDAS QUE TENGAN DE LOS CRISTIANOS EN TODO TIEMPO. En l304, los judíos pueden reclamar las deudas que tengan los cautivos cristianos en todo tiempo. Esta situación no se mantiene mucho tiempo.En l35l, la Monarquía obliga a los judíos a esperar el tiempo que los cristianos estimen oportuno para devolver sus préstamos y deudas. La convivenciacoexistencia de ambas comunidades se interrumpe en l39l cuando se producen los asaltos a diversas juderías
La tolerancia que presidió, aunque con las limitaciones ya descritas, las relaciones entre cristianos y judíos en las villas de Baeza y Úbeda no es un fenómeno general en toda la Península. En Aragón, hay un sentimiento de hostilidad hacia esta comunidad en los siglos XIII-XIV, influido por las disposiciones del Concilio de Letrán de l2l5, que prohíbe a los judíos desempeñar cargos públicos . Ejemplos de antijudaísmo son la revuelta de Pastorellos de l320, los alborotos en las juderías catalanas del siglo XIV acusando a
los judíos de provocar la peste negra, y los disturbios de Huesca de l377 donde se asaltan de forma indiscriminada las casas de algunos judíos a los que se culpa de profanar hostias sagradas. La violencia física sobre los judíos provocó muertes, emigraciones, y conversiones, llegándose a la desaparición de algunas aljamas en Castilla, Valencia, Mallorca y Cataluña.La predicación de San Vicente Ferrer contribuyó a exacerbar los ánimos contra los judíos.La expulsión se demorará un siglo porque en la Península no existe un gobierno común, una uniformidad en el marco de la convivencia entre judíos, cristianos y musulmanes igual en todos loos reinos, y algunos judíos son una fuente de ingresos para la Corona, por lo que el Rey no puede prescindir de ellos. El momento más delicado en las relaciones entre judíos,y cristianos es el año l473.La mayoría de los judíos se han convertido «falsamente» al Cristianismo.Ese año, se producen graves disturbios en Córdoba y en Jaén.En Córdoba, la convivencia entre las comunidades judeoconversa y cristiana se complica por el incidente de la Cruz del Rastro.Los cristianos, molestos por la riqueza económica de algunos judíos, que ocupan cargos de alcaldes y jurados por concesión real, o son criados al servicio de la nobleza señorial, estallan de forma violenta contra los judíos cuando al pasar la Virgen de la Cofradía de la Caridad por una calle, un niño judío arroja agua sobre la imagen. Los herreros se vengan quemando las casas de los conversos. Don Alfonso de Aguilar, protector de este grupo, quiere mediar en la disputa, y mata al herrero Alfonso Rodríguez. Los conversos que sobreviven huyen a Granada y Gibraltar. En Jaén, el pogrom antijudío alcanza mayor virulencia culminando con el asesinato del protector de los conversos el Condestable Miguel Lucas de Iranzo en la Iglesia Mayor de Jaén. En Baeza y Úbeda los incidentes no adquieren tintes tan dramáticos. Los años de l481-l484, son el comienzo de una nueva época. En l48l,un documento del Archivo Municipal de Úbeda, nos informa de cómo las autoridades locales tratan de aplicar una nueva normativa dada en las Cortes de Toledo sobre la convivencia entre judíos, musulmanes y cristianos. En ella se toman varias medidas contra los judíos, por ejemplo, que vivan en lugares apartados, y que adquieran solares a precio razonables, tasados por dos personas, una judía y una cristiana. Finalmente se les da un plazo de dos años, una vez obtenidos los solares para edificar las sinagogas.
«..Vos encomiendo... que vayades a la cibdad de Jahen e a la cibdad de Ubeda e a la cibdad de Baeza...ea los otros lugares que vos entendieredes que cumplen donde oy biuen judios e moros e qualesquier dellos tomedes e juntedes con uos las personas que segund el thenor e firma dela dicha ley and deentender en el sennalarles los sytios e lugares para las synagogas e mesquitas e casas e solares en que han de beuir».(A.M.U. Legajo 5 nº 48.)
ANEXO INFORMES DE JUSTIFICACIÓN DE VALORES UNIVERSALES DE ÚBEDA-BAEZA
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Muchos judíos se convierten al cristianismo como lo acredita el elevado número de penitenciados de la Inquisición en Úbeda unos 208, en l480. Las actividades en que se ocupan demuestran un cambio de rumbo. Un 57% de ellos son labradores,un 35% artesanos y sólo un 2,3% arrendadores de impuestos. Los castigos impuestos a estos judeoconversos son en la mayoría de los casos la confiscación de una parte importante de sus bienes. La conversión a la nueva fe queda documentada si analizamos los Libros de Bautismos y Matrimonios de las parroquias de San Vicente, San Juan y San Marcos de Baeza en el siglo XVI, donde el porcentaje de conversos alcanza el 4,9% en San Vicente, un 6,7% en San Juan y el 3,2% en San Marcos. En Úbeda, los conversos tienen relevancia en San Isidoro un 58,5%, Santo Tomás un 21,8% y en menores proporciones San Pablo, San Lorenzo, San Millán y Santa María.El elevado porcentaje de matrimonios y bautismos reflejan una cierta integración dentro de la sociedad de Baeza y Úbeda a comienzos del siglo XVI. Podemos demostrar documentalmente, y evidenciar con algunos restos materiales que, durante la Baja Edad Media, la convivencia-coexistencia entre las comunidades judía, musulmana y cristiana se basó en el respeto mutuo.Ello no quiere decir que existiera una igualdad legal entre las tres culturas pues siempre se reconoció la cristiana como superior.En la práctica así debió ser pues en Baeza y Úbeda no se vivieron las tensiones y enfrentamientos que se producen en otros lugares como Lisboa, Sevilla, Jaén, y algunas ciudades de la Corona Catalano-Aragonesa entre judíos, musulmanes y cristianos. CULTURA CRISTIANA El Fuero de Cuenca, normativa legal de Baeza y Úbeda en la Baja Edad Media, iguala a cristianos, judíos y musulmanes a la hora de la repoblación.
«E esta franqueza otorgo a todos los pobladores que a Ubeda vienen a poblar, si quier cristiano, si quier moro si quier judio, si quier franco, si quier siervo;venga seguramente e non responda por enemistad, nin por debda, nin por fiadura, nin por herencia, ni por mayordomia, nin por merindat, nin por otra cosa que ouiese fecha ante que Ubeda fuera presa».Todos los vecinos, judios, cristianos y musulmanes quedan exentos de pagar portazgo y montazgo»(Fuero de Baeza.Titulo II). Ofrece protección a todos los mercaderes cristianos, judíos y musulmanes que vengan a la feria por Pentecostés. Los cristianos disponen de un trato de favor a la hora de utilizar los baños frente a los judíos y musulmanes.La vida de un cristiano vale igual que la de un moro de paz. La mujer cristiana que comete adulterio es quemada, sí no pasa la prueba del hierro caliente. Si el adulterio lo realiza con moro y judío, son quemados los dos. Los judíos y musulmanes no pueden llevar armas.
La comunidad cristiana fue de 7983 habitantes en l407 en Baeza, y l5440 habitantes en Úbeda. -CRISTIANOS, JUDÍOS Y MUSULMANES VIVIERON SITUACIONES DE PELIGRO DEBIDO A LA PROXIMIDAD DE LA FRONTERA CON EL ISLAM. La población cristiana estuvo organizada en dos estamentos: la pequeña nobleza y el clero, exentos fiscalmente, y la Comunidad de buenos hombres pecheros.El primer grupo supuso entre el 4 y el l2% de la población.La vida del Común estuvo condicionada por la situación fronteriza con el reino de Granada.La necesidad de organizar la defensa del territorio con una muralla, a la que se destinaron la mayor parte de los ingresos, y al mantenimiento de una hueste o milicia concejil, favoreció el desarrollo del grupo social de los caballeros de cuantía. La inseguridad de la zona queda patente por la frecuencia en que sus vecinos caían en cautiverio, y en la necesidad de negociar el rescate por medio de un alhaqueque institución musulmana existente en ambas comunidades durante la Baja Edad Media. Los testamentos de los regidores de Baeza y Úbeda que destinan a la redención de cautivos grandes cantidades de dinero. La mayoría de los vecinos del Común se dedicaron al trabajo del campo, comercio, artesanía textil y herrería compartiendo estas faenas con mudéjares y judíos.Viven en casas alquiladas o adquiridas a bajo precio.Sus vestidos son de cáñamo, estopa y algodón como acreditan las Cartas de Dote.Estos documentos nos hablan de la utilizaciÓn de alcatifas o alfombras moriscas y de jubones orientales. - INTERRELACIONES DE LAS TRES COMUNIDADES EN EL ÁMBITO DOMÉSTICO: VESTIDO, MOBILIARIO; INSTRUMENTAL AGRíCOLA Y EN LAS INSTITUCIONES. Un análisis de las Cartas de dote tanto de las mujeres nobles como de las artesanas nos dan una idea al respecto. La disposición de la vivienda, tanto los palacios como las casas de los artesanos, se organiza en torno a un patio central de distinta extensión, según la categoria social y la fortuna.A su alrededor, las familias nobles sitúan los dormitorios, la bodega, el comedor y la cocina etc. Si se trata de una vivienda artesana el taller, y un corral para las gallinas.En el mobiliario, constituido por el armario, los bancos de cama y las sillas de asentar, es bastante usual, la decoración de lacería y ataurique islámica. La ropa de cama es de lino y seda en las casas nobles y de cáñamo y algodón en las artesanas. Los motivos decorativos de las cercaduras y cielos de la cama, están inspirados en el arte islámico. Los cristianos usan «tovajas», manteles y «panecuelos» como toallas, manteles y servilletas en número más abundante según el grupo social. En la vajilla de la cocina de los artesanos y comerciantes abundan platos de peltre, y escudillas para el agua decorados a la manera islámica.Influencias islámicas y hebreas se constatan en los aperos de labranza, telares, lebrillos de barro, calderas de tinte, y capachos de esparto para guardar los alimentos.
Según consta en los Fueros y Ordenanzas Concejiles de Baeza y Úbeda las manifestaciones espirituales de los judÍos, musulmanes y los cristianos se expresaron en las sinagogas, mezquitas y parroquias. En el siglo XIII, cada comunidad tiene su propio lugar de culto, más tarde las mezquitas y sinagogas fueron reconvertidas en parroquias y conventos cristianos, aunque el respeto mutuo de cada religión no implica que no se reconozca la superioridad de la comunidad cristiana. En las parroquias cristianas hay una cierta jerarquización social pues la pequeña nobleza ocupa un lugar preferente en la iglesia. Así los Cuevas, disponen su enterramiento en la capilla mayor de la iglesia colegial de Úbeda, el regidor Juan de Valencia y su familia en Santo Domingo, y la familia Porcel en San Pedro.El resto de la comunidad cristiana se entierra en el patio anexo a la iglesia como en San Isidoro de Baeza o en los monasterios de la Trinidad y San Francisco. -LAS COMUNIDADES CRISTIANAS DE BAEZA Y ÚBEDA HEREDARON DE LA CULTURA ISLÁMICA LA FIGURA DEL ALMOTACÉN. El almotacén era el encargado de vigilar las medidas del pan, vino, aceite,sal y pesas según los Fueros. Debía revisarlas semanalmente cobrando diez maravedies de multa a los infractores. Una vez elegido,juraba fidelidad al Fuero de Cuenca ante el Concejo.
«E demás el almotacen dé cuenta al concejo del almotacenia.E sy en algunas destas cosas de enganno que aya fecho fuere vencido, tajenle las orejas, desquilenlo e sea fostigado por todas las plazas e por todas las calles, o rredimase por cien mrvs lo que más plogiere al concejo».(Fuero de Baeza.Titulo XXXVI). Otra institución de origen islámico es la de los Exeas o Alhaqueque, encargado del intercambio de los cautivos.Para llevar su recua debía ofrecer fiadores al concejo.Si alguno de ellos era probado en falso se le castigaba con la muerte.Su salario era una parte del valor de la redención de los cautivos o un maravedí de cada cien ovejas o carneros que transportara desde Baeza y Úbeda hasta Granada. La estrella de David, la media luna y la cruz son los símbolos universales de las tres comunidades, que compartieron durante la Baja Edad Media, un mismo espacio, el recinto amurallado y los arrabales de Baeza y Úbeda. Durante tres siglos su vida pasó por momentos de respeto, coexistencia e intolerancia, pero a diferencia de otras ciudades castellanas, aragonesas y europeas del momento no se llegó a situaciones de violencia física sobre las personas que constituyeron estas tres culturas. En muchas manifestaciones culturales se aprecia la superposición de lo judío, lo islámico y lo cristiano. Por todo ello, pensamos que, además de la riqueza de su legado arquitectónico, laico y eclesiástico, Baeza y Úbeda legaron a los europeos, presentes y futuros, el mensaje que la civilización helénica aportó a la cultura occidental: la lucha por las libertades colectivas y la tolerancia religiosa.
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ÚBEDA Y BAEZA, LA FORTUNA CRÍTICA DE DOS CIUDADES DEL RENACIMIENTO.
Arsenio Moreno Mendoza.
Ambas ciudades han experimentado un notable reconocimiento crítico en las últimas décadas por autores españoles y extranjeros; en la actualidad, disfrutan de una cada vez más valorizada fortuna crítica. Ya don Manuel Gómez Moreno, uno de los padres de la historiografía del arte español, prestó particular atención al estudio de las obras de arte mobiliar, pintura y escultura, atesoradas por nuestras ciudades, aunque, la verdadera dimensión nacional de la arquitectura renacentista de Úbeda y Baeza, y con ella el reconocimiento y valoración de su principal artífice, el arquitecto Andrés de Vandelvira, vendría de la mano del arquitecto Fernando Chueca Goitia, a través de obras generales como su “Arquitectura Española del siglo XVI”, u otras más específicas como “Andrés de Vandelvira, arquitecto”, ofrece no sólo un atinado análisis de la obra de Vandelvira en sus aspectos de innovación lingüística, sino el estudio de la misma desde la óptica de su contexto cultural e histórico. Desde principios de siglo, otros manuales de historia de la arquitectura como el de Calzada o Lampérez y Romea ya habían prestado su atención a la arquitectura del Renacimiento en estas ciudades; no obstante, la obra de Chueca Goitia es la que habría de proyectar la producción arquitectónica de Vandelvira hacia límites desconocidos en aquellos años. A partir de la década de los setenta, un nutrido grupo de profesionales y profesores de historia del arte, muchos de ellos vinculados a la provincia de Jaén, emprenden una amplia labor investigadora, completando básicamente el periodo arquitectónico cuyo estudio era reclamado por Chueca Goitia: Víctor Nieto, Alfredo Morales, Fernando Checa o Fernando Marías, han desplegado en sus manuales una buena dosis de información interpretativa sobre la obra de Vandelvira y la arquitectura de estas ciudades, sin faltar las interpretaciones iconográficas de autores tan prestigiosos como Santiago Sebastián sobre los contenidos simbólicos de nuestra arquitectura. Sin embargo, la más amplia y fecunda labor investigadora se la debemos a profesores como Pedro A. Galera Andreu, Joaquín Montes Bardo, (ambos, autores de algunos de los otros informes de justificación)....
fue trasladado a la crítica internacional, apareciendo los primeros trabajos de investigación en universidades europeas y norteamericanas, entre los que destacan el profesor de la Universidad de Pittsburg, Hayward Keniston, con la monografía dedicada en 1958 a “Francisco de los Cobos. Secretary of the Emperor Charles V”. O la investigadora francesa, G. Barbé Coquelín de Lisle, que centraría su atención de un modo muy particular en el Libro de Cortes de piedra realizado por Alonso de Vandelvira. Otras figuras profundamente vinculadas al Renacimiento en nuestras ciudades, el caso del escultor Esteban Jamete, también han sido objeto de un amplio estudio monográfico por investigadores franceses como André Turcat. Sin embargo, el ámbito de la arquitectura es el que suscitaría una mayor atención, sobre todo la figura de Andrés de Vandelvira que no pasaría desapercibida para historiadores como René Taylor, Damien Bayon y, de un modo muy particular, para arquitectos como Manfredo Tafuri, quien habría de proyectar la obra de Vandelvira a una escala europea, sólo equiparable con los grandes maestros del Renacimiento español o francés. En cualquier caso, el camino hoy está despejado para profundizar y avanzar en el conocimiento y estudio de dos ciudades cuyo reconocimiento tardío comienza a dar sus mejores frutos.
El descubrimiento de los valores arquitectónicos y urbanos de estas ciudades por la crítica y la historiografía española pronto ANEXO INFORMES DE JUSTIFICACIÓN DE VALORES UNIVERSALES DE ÚBEDA-BAEZA
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Las ciudades de Úbeda y Baeza no han gozado a lo largo de los últimos cuatro siglos de una importante literatura crítica o descriptiva. Este fenómeno, unido a su alejamiento de las principales rutas de comunicación nacional, motivó en el pasado un desconocimiento de ambos conjuntos urbanos imprescindible a la luz de su importancia arquitectónica. Prácticamente ignoradas por los viajeros románticos, poco estudiadas por la historiografía de arte nacional e internacional, Úbeda y Baeza tan sólo habían sido objeto de atención y análisis por una historiografía local o provincial voluntariosa y digna de todo encomio, aunque no siempre suficientemente cualificada. Esta situación, afortunadamente, hoy forma parte del pasado, pues, ciertamente, ambas ciudades han experimentado un notable reconocimiento crítico en las últimas décadas por autores españoles y extranjeros, pudiéndose afirmar que, en la actualidad, disfrutan de una cada vez más valorizada fortuna crítica. Úbeda y Baeza, Baeza y Úbeda, dos espacios urbanos diferenciados y complementarios. Dos ciudades unidas por un mismo paisaje, una misma historia, unas mismas invariantes arquitectónicas. Tan próximas en la geografía, tan gemelas en su ordenación espacial, tan íntimamente diferenciadas en sus más secretos encantos. Federico García Lorca había quedado fascinado de estos dos pueblos, allá por los años veinte, en sus célebres excursiones granadinas. Y no era para menos, pues aquí, desde hace siglos, el descubrimiento ha jugado para el viajero un papel gratificante. La sorpresa, no lo olvidemos, siempre ha estado unida al desconocimiento previo. Úbeda “recatada” -como la definiera Eugenio D´Ors en su célebre glosa-; Baeza, no menos. Entre ambas un anhelo común: la voluntad de no serlo, pues “el recato” es aquí sinónimo de ajena ignorancia. Durante el siglo XIX, en un período que no abarca más de setenta años, habían sido escritos sobre Andalucía unos setecientos libros de viajes por parte de extranjeros, fundamentalmente británicos y franceses. De ellos, apenas dos, tal vez tres, hacen referencia, y de un modo extenso cuando no marginal- a estas ciudades. A diferencia con otras ciudades como Sevilla, Jeréz, Granada, Cádiz, Córdoba o Ronda, Úbeda y Baeza pierden la oportunidad histórica de su valoración externa y con ella del reconocimiento nacional, tan común entre nosotros a través de “la mirada del otro”. Y es que sólo R. Ford 1 y, con mayor interés, Charles Davilliers en 1870 2 dedicarían algunas de sus páginas a la descripción tópica de nuestras dos poblaciones.
“Úbeda -comenta el barón Davillier- ciertamente, es una de las ciudades de Andalucía donde se ha conservado mejor el carácter árabe. Uno se pregunta recorriendo aquellas calles tortuosas y escarpadas, cuyas antiguas casas negras se aproximan casi hasta tocarse, porque no llevan aún los
habitantes el traje árabe. Parece como si el albornoz blanco del siglo XIV, de largos pliegues flotantes, les sentara mucho mejor que la chaquetilla corta andaluza adornada con un jarrón de flores en la espalda. Se dice que Úbeda fue en la Edad Media una población de 70.000 moros. No se ha conservado nada de su esplendor pasado, a no ser algunos bajo-relieves del Renacimiento, casi enteramente borrados por los pilluelos de la ciudad, que los usan como blanco para adiestrarse en tirar piedras”. Pero este fenómeno no había sido exclusivo de este siglo. Si repasamos los repertorios de libros de viajes más importantes escritos por extranjeros a lo largo del siglo XVII difícilmente encontraremos lo contrario, porque estas comarcas, que antes habían sido frontera entre dos mundos, tierra de paso y pórtico de tantas cosas, quedaron marginadas por la Historia, apartadas por los caminos y las principales rutas de Castilla. Tampoco habrían de merecer atención ciudades como Úbeda y Baeza, antaño importantes, ricas, emprendedoras, vanguardia del mejor arte de su momento, por los propios españoles; ni tan siquiera por el reducido número de “conocedores” empeñados en seguir los pasos de tratadistas e historiadores europeos. De uno de ellos, Antonio Palomino, el Vasari español, decía Ponz con extrañeza: “Es de admirar que siendo don Antonio Palomino andaluz, y nacido en Bujalance, distante jornadas cortas de Baeza y Úbeda, se dexara en el tintero las obras y los artífices que florecieron por aquel tiempo en estas ciudades”. En los siglos XVI y XVII la presencia de Úbeda y Baeza no escaparía de las cosmografías y demás obras descriptivas de autores como Hernando Colón,3 Argote de Molina,4 o Méndez Silva5. También, como no podría ser de otro modo, quedaría amplio testimonio de ellas en otros historiadores de ámbito provincial o local como el Padre Bilches,6 Ximena Jurado,7 Messia de Contreras,8 Ximénez Patón,9 y Ambrosio de Montesinos.10 En estos textos las descripciones son parcas, cuando no referidas a fenómenos bien aparentes como la robustez de sus murallas o la generosidad de sus ejidos. “Que tiene fortaleza algo della derrocada”, dice de Úbeda Hernando Colón. Y Argote de Molina añade: “ ... cercada de muralla muy fuerte y hermosamente torreada que le da mucha magestad y ornato”. Y así podríamos continuar con otros autores, sin duda alguna impresionados por la visión panorámica del aparato defensivo -militar de ambas ciudades, fortificaciones -no lo olvidemos- ligadas a la imagen más medieval de estas poblaciones.
Tendríamos que esperar a los últimos años del siglo XVIII para encontrar comentarios de interés artístico sobre estas ciudades en obras como el “Atlante Español” del Bernardo de Espinalt,11 y -sobre todo- el “Viage por España” del abate
Ponz,12 la obra más completa de su género en cuyas fuentes documentales beberían otros autores nacionales y foráneos como el italiano A. Conca y Alcaraz13 y, de un modo más extenso, son Agustín Cean Bermúdez en su célebre Diccionario Histórico de los más ilustres profesores de las bellas Artes en España, publicado en Madrid en 1800, cuyos datos y noticias serían ampliados por Eugenio Llaguno y Amirola.14 En 1850 saldría a la luz el volumen dedicado al Reino de Granada de la monumental obra de Francisco Pi y Margall “Recuerdos y bellezas de España”.15 En este libro, ricamente ilustrado con fotografías de Laurent y dibujos de Pascó, nuestras dos ciudades recibirían un amplio tratamiento, más de 50 páginas plenas de documentación histórica y artística, no exentas de comentarios sugerentes sobre diferenciados aspectos ambientales y urbanos.
“Baeza conserva todavía -decía Pi y Margall- aspecto feudal; en Úbeda se ve ya la ciudad burguesa, donde los antes aislados y silenciosos palacios de la aristocracia viven entre el bullicio del tráfico y la industria. Baeza, triste, grave y profundamente religiosa, parece vivir aún en lo pasado; Úbeda, animada, inquieta y no tan identificada con sus antiguas creencias, vive sólo en lo presente, mirando con indiferencia sus propias ruinas”. Casi simultáneamente, entre 1845 y 1850, también aparecía el Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar, obra de don Pascual Madoz realmente interesante pues sus abundantes informaciones y noticias ya nos ofrecen el perfil de dos ciudades inmersas en un proceso de profunda transformación socio-económica dentro de lo que se ha venido a llamar “crisis del Antiguo Régimen”.16
“Ocupa la ciudad -dice Madoz con respecto a Baezaun terreno muy extenso en proporción al número de habitantes, cosa común en los pueblos decadentes. Plaza fuerte en otro tiempo, la rodeaban dos órdenes de murallas flanqueadas por fuertes torres; pero en el día aparecen arruinadas, no conservándose en el recinto interior varios trozos de cortinas y baluartes que van desapareciendo paulatinamente...” Sin embargo, sería ya en las últimas décadas del XIX cuando la investigación histórica sobre Úbeda y Baeza alcanzaría su primera madurez merced a la ingente labor de historiadores locales, de formación autodidáctica y formidable tenacidad, como Miguel Ruiz Prieto,17 Fernando Cózar Martínez18 y Alfredo Cazabán Laguna.19 Serían estos autores los primeros en realizar una investigación científica, fundamentada en el estudio de la documentación histórica de los principales archivos locales. Nunca valoraremos con absoluta justicia el trabajo, tantas veces incomprendido, de estos historiadores vocacionales, capaces de emprender el vaciado documental de cientos de
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legajos dispersos por los archivos municipales, los fondos notariales y los archivos parroquiales, en la búsqueda de una metodología positivista no superada en muchas décadas de investigación. Algunos de ellos, es el caso de Alfredo Cazabán, continuaría su trabajo investigador a lo largo del siguiente siglo gracias a la revista Don Lope de Sosa, fundada por él, que entre 1913 y 1930 se habría de convertir en el principal vehículo de expresión para la historia de la provincia de Jaén.
Renacimiento en estas ciudades; también con mayor profundidad y profusión de datos lo había hecho Enrique Romero de Torres en su malogrado Catálogo Monumental de la Provincia de Jaén de 1917. No obstante, es la obra de Chueca Goitia la que habría de proyectar la producción arquitectónica de Vandelvira hacia límites desconocidos en aquellos años.
Puestos estos cimientos documentales, habría de ser la siguiente generación de historiadores y cronistas locales la que continuaría -con mayor o menor rigor científico- el trabajo ya iniciado en la puesta en valor de nuestro patrimonio artístico, su estudio y su difusión. Entre ellos, siempre tendríamos que mencionar los nombres de don Francisco Escolano Gómez,20 Manuel Muro García,21 Miguel Campos Ruiz,22 Moya Idígoras23 y Rafael Laínez Alcalá.24 Tres de ellos, Moya Idígoras, Escolano Gómez y Laínez Alcalá, gozaron de una sólida formación universitaria. De hecho, el primero fue miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, siendo catedráticos Escolano y Laínez. Sin embargo, los dos restantes eran autodidactas, fenómeno que no resta ni un ápice de valor a sus encomiables tareas de investigación y difusión.
“Este libro, tal y como ha quedado, podría ahora superarse y sobre todo podría extender su alcance completando la irradiación de la obra del maestro a todo un territorio de nuestra historiografía arquitectónica sobre el que su influjo es evidente. Hemos esbozado algo de esto, pero en forma indicativa y señalando sólo algunos aspectos básicos. Pero para profundizar en la materia tendríamos que estudiar el período de nuestra arquitectura, sobre todo andaluza, desde la muerte de Vandelvira en 1.575 hasta la mitad del siglo XVII por lo menos”.
Especial atención ha de merecer siempre la figura de don Manuel Gómez Moreno, uno de los padres de la historiografía del arte español, quien prestó particular atención al estudio de las obras de arte mobiliar, pintura y escultura, atesoradas por nuestras ciudades,25 sin que con ello queramos ignorar sus importantes aportaciones en el campo de la arquitectura renacentista.26 Esta literatura histórico-artística de carácter local o provincial tendría, mediado ya el siglo, sus más conspicuos representantes en la siguiente generación de autores como Molina Hipólito,27 Pasquau Guerrero,28 Martos López, Toral Peñaranda, Rafael Ortega Sagrista,29 vañó Silvestre o Chamorro Lozano.30 Hablamos de un grupo heterogéneo de investigadores, cuya formación y origen académico es tan variado como su propia obra. Sin embargo, la verdadera dimensión nacional de la arquitectura renacentista de Úbeda y Baeza, y con ella el reconocimiento y valoración de su principal artífice, el arquitecto Andrés de Vandelvira, vendría de la mano del arquitecto Fernando Chueca Goitia. Chueca, a través de obras generales como su “Arquitectura Española del siglo XVI”,31 u otras más específicas como “Andrés de Vandelvira, arquiteco”,32 nos ofrece no sólo un atinado análisis de la obra de Vandelvira en sus aspectos de innovación lingüística, sino el estudio de la misma desde la óptica de su contexto cultural e histórico. Ciertamente, desde principios de siglo, otros manuales de historia de la arquitectura como el de Calzada33 o Lampérez y Romea34 ya habían prestado su atención a la arquitectura del
Chueca en el último párrafo del prólogo de su obra “Andrés de Vandelvira, arquitecto”, decía literalmente:
No obstante, a partir de la década de los setenta, el auge generalizado de los estudios de historia del arte en nuestro país no iba a ser ajeno al conocimiento renovado y estudio de ciudades como Úbeda y Baeza, investigación que obviamente habría de centrarse de un modo fundamental sobre aspectos urbanísticos y arquitectónicos. A partir de estos años un nutrido grupo de profesionales y profesores de historia del arte, muchos de ellos vinculados a la provincia de Jaén por motivos biográficos, emprenderían una amplia labor investigadora, completando básicamente el periodo arquitectónico cuyo estudio era reclamado por Chueca Goitia. De este modo, historiadores del arte como Víctor Nieto, Alfredo Morales, Fernando Checa o Fernando Marías, han desplegado en sus manuales una buena dósis de información interpretativa sobre la obra de Vandelvira y la arquitectura de estas ciudades.35 Tampoco han faltado las interpretaciones iconográficas de autores tan prestigiosos como Santiago Sebastián sobre los contenidos simbólicos de nuestra arquitectura.36 Sin embargo, la más amplia y fecunda labor investigadora se la debemos a profesores como Pedro A. Galera Andreu,37 J. Montes Bardo, 38 (Ambos autores de algunos de los otros informes de justificación) A. Almagro García,39 V.M. Ruiz Fuentes,40 Rodriguez Moñino,41 Gila Molina,42 Domínguez Cubero,43 A. Moreno,44 y tantos otros, quienes hicieron de estas dos ciudades objeto de sus estudios y pasión de su actividad investigadora. Naturalmente, el descubrimiento de los valores arquitectónicos y urbanos de las ciudades de Úbeda y Baeza por la crítica y la historiografía española pronto fue trasladado a la crítica internacional, apareciendo los primeros trabajos de investigación en universidades europeas y norteamericanas. En 1958 el profesor de la Universidad de Pittsburg Hayward
Keniston daría a la luz una impresionante monografía titulada “Francisco de los Cobos. Secretary of the Emperor Charles V”.45 Años más tarde, otra investigadora francesa, G. Barbé Coquelín de Lisle, centraría su atención en la figura de Andrés de Vandelvira y, de un modo muy particular, en el Libro de Cortes de piedra realizado por su hijo Alonso.46 Otras figuras profundamente vinculadas al Renacimiento en nuestras ciudades, es el caso del escultor Esteban Jamete, también han sido objeto de un amplio estudio monográfico por investigadores franceses como André Turcat.47 Sin embargo, sería el ámbito de la arquitectura el que suscitaría una mayor atención. Con él, la figura de Andrés de Vandelvira, sus soluciones interpretativas siempre experimentales y ricas en fermentos críticos, no pasarían desapercibidas para historiadores como René Taylor,48 Damien Bayon 49 y, de un modo muy particular, para arquitectos como Manfredo Tafuri, 50 quien habría de proyectar la obra de Vandelvira a una escala europea, sólo equiparable con los grandes maestros del Renacimiento español o francés. En cualquier caso, el camino hoy está despejado para profundizar y avanzar en el conocimiento y estudio de dos ciudades cuyo reconocimiento tardío comienza a dar sus mejores frutos. 1
Ford, Richard: Manual para viajeros por Andalucía y lectores en casa. Ed. Turner, Madrid, 1980.
2
Davilliers, Charles: Estampas románticas. Granada y Jaén. Ed. a cargo de Luis Díaz Martínez. Sevilla, 1980.
3
Colón, Hernando: Descripción y Cosmografía de España. Madrid. 1908.
4
Argote de Molina, Gonzalo: Nobleza del Andalucía. 1.586. Ed. Facs. Jaén. 1957.
5
Méndez Silva, Rodrigo: Población General de España. Madrid. 1645.
6
Bilches, Francisco de: Santos y santuarios del Obispado de Jaén y Baeza. Madrid. Imprenta de Domingo García y Borrás. 1653.
7
Ximena Jurado, M: Catálogo de los Obispos de la Diócesis de Jaén y Anales eclesiásticos della. Imprenta de Domingo García. Madrid. 1654.
8
Messia de Contreras, D.: Sumario sobre la Sentencia Albitraria que los caballeros de Úbeda tienen. Imprenta de Martín Fernández. Granada. 1613.
9
Ximénez Patón, B: Historia de la Antigua y continuada nobleza de la ciudad de Jaén. Jaén. Imprenta de Pedro de la Cuesta. 1628. Ed. Facs. Jaén. 1983.
10
Montesinos, Ambrosio de: Comentarios de la conquista de la Ciudad de Baeza y nobleza de los
ANEXO INFORMES DE JUSTIFICACIÓN DE VALORES UNIVERSALES DE ÚBEDA-BAEZA
62
conquistadores della. Edición de Enrique Toral Peñaranda. Jaén. 1995.
General de Bellas Artes. 1962. Guía de Baeza. Madrid. Dirección General de Bella Artes. 1964.
11
28
Espinalt, B: Atlante Español. Ed. de Francisco Olivares Barragán. Instituto de Estudios Giennenses. Jaén. 1980.
Pasquau Guerrero, J: Biografía de Úbeda. Úbeda.
1958.
Ponz, A: Viage por España. Madrid. 1971. Tomo XVI. Ed. Facs. Atlas. Madrid. 1972.
13
30
Conca y Alcaraz, A: Descrizione odeporica della Spagna in cui spezialmente di dá notizia delle cose spettanti alle belle arti degne dell´attenzione del curioso viaaggiatore. Parma. Della stampería Reale. 1793-97. Tomo III.
14
Llaguno y Amirola, E: Noticias de los arquitectos y arquitectura en España desde su restauración. Madrid. 1929.
15
Pi y Margall, F: Recuerdos y bellezas de España. Reino de Granada. Madrid. Imprenta Repullés. 1850. En 1.885 surgiría una nueva edición en Barcelona, de la cual fue efectuada una edición facsimil en 1981.
44
Moreno Mendoza, A: Úbeda Renacentista. Madrid.
1993. 45
29
Ortega Sagrista, R: La familia de Andrés de Vandelvira. Boletín del Instituto de Estudios Giennenses. Jaén. 1955.
12
XVI. Jaén. 1989.
Chamorro Lozano, J: La catedral de Baeza. Estudio histórico-artístico de este monumento. Boletín del Instituto de Estudios Giennenses. Jaén. 1959.
31
Chueca Goitia, F: Arquitectura del siglo XVI. Ars Hispaniae. Vol. XI. Plus Ultra. Madrid. 1953.
32
Chueca Goitia, F: Andrés de Vandelvira, arquitecto, Jaén. Instituto de Estudios Giennenses. 1971.
33
Calzada, A: Historia de la arquitectura española. Barcelona. 1933.
Pittsburg Press. Traducción española: Madrid. Castalia. 1980.
46
Barbé Coquelín de Lisle, G: Tratado de Arquitectura de Alonso de Vandelvira. Albacete. 1976.
47
Turcat, A: Etienne Jamet. Picard. París, 1994.
48
Edición española de la obra de N. Pevsner “Esquema de la Arquitectura Europea”. Buenos Aires. 1968.
49
Bayon, D: L´Architecture en Castille au XVI siècle. París. 1967.
50
Tafuri, M: Arquitectura del Humanismo. Xarait. Madrid. 1978. Retórica y experimentalismo. Universidad de Sevilla. 1978.
34 16
Madoz, P: Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Ed. Facsimil. Provincia de Jaén. Sevilla, 1989.
Lamperez y Romea, V: La arquitectura española de los siglos I al XVIII. 1922. La arquitectura civil española. Madrid. 1922.
35 17
Ruiz Prieto, M: Historia de Úbeda. Úbeda. 1904. Ed. Pablo de Olavide. Úbeda. 1982.
18
Cózar Martínez, F: Noticias y documentos para la historia de Baeza. Jaén. 1884.
19
Cazabán Laguna, A: Apuntes para la historia de Úbeda. Úbeda. 1887.
20
Escolano Gómez, F: “Aportación al estudio de la Santa Iglesia Catedral de Baeza”. Cuadernos de Arte, Granada, 1938. “La Iglesia de San Andrés de Baeza”. Cuadernos de Arte. Granada. 1942-44.
21
Úbeda Monumental. Dos informes. Madrid. Espasa Calpe. 1928.
22
Marías, F: El largo siglo XVI. Taurus. Madrid. 1989. Nieto Alcaide, V; Morales A. J; Checa, F: Arquitectura del Renacimiento en España, 1488-1599. Cátedra. Madrid. 1989.
36
Sebastián, S: Arte y Humanismo. El programa iconográfico de la fachada de la Santa Capilla del Salvador. Cátedra. Madrid. 1978.
37
Galera Andreu, P: Arquitectura de los siglos XVII y XVIII en Jaén. Granada. 1977. Arquitectura y arquitectos en Jaén a finales del siglo XVI. Jaén. 1982.
38
Montes Bardo, J: La Sacra Capilla del Salvador de Úbeda: Arte, mentalidad y culto. U.N.E.D. Jaén, 1993. El Hospital de Santiago de Úbeda: Arte, mentalidad y culto U.N.E.D. Jaén. 1995. La catedral de Baeza. Vademecym para un itinerario. Córdoba. 1998.
Campos Ruiz, M: Guía artística e histórica de Úbeda. Úbeda. 1926. “Monumentos arquitectónicos de Úbeda: La sacra Capilla del Salvador”. Rev. Don Lope de Sosa. 1916-18.
39
23
40
Moya Idígoras, J: La arquitectura del Renacimiento en Úbeda y Baeza. Discurso leido en la recepción pública de... el día 28 de octubre de 1923. Madrid. Real Academia de Bellas Artes.
24
Laínez Alcalá, R: Breve guía de Úbeda y Baeza. Publicación de la Dirección General de Turismo. 1944.-
25
Gómez-Moreno, M: Obras de Miguel Angel en España. Archivo Español de Arte. Madrid. 1930.
Almagro García, A: Santa María de los Reales Alcázares de Úbeda. Úbeda. 1989. Ruiz Fuentes, V.M: Contratos de obras protocolizados ante los escrivanos ubetenses durante el siglo XVI. Granada. 1991.
41
Rodriguez Moñino Soriano, R: Guía de la catedral de Baeza. Córdoba. 1992. “La visión de Úbeda y Baeza en tres estudiosos de los siglos XVII, XVIII y XIX: Martín de Ximena Jurado, Antonio Ponz y Francisco Pi y Margall”. Actas dre las II y III Jornadas de Humanismo y Renacimiento. U.N.E.D. Úbeda. 1996.
26
Gómez-Moreno, M: Las Águilas del Renacimiento. Madrid. 1941. Diego de Siloe. Homenaje en el IV Centenario de su muerte. Universidad de Granada. Cuadernos de Arte y Literatura. 1963.
27
42
Gila Medina, L: Arquitectura religiosa de la Baja Edad Media en Baeza y Úbeda. Granada. 1994. Gila Medina y Ruiz Fuentes: Itinerarios Vandelvirianos. Madrid. 1992.
43
Molina Hipólito, J: Guía de Úbeda, Madrid. Dirección
Dominguez Cubero, J: La rejería de Jaén en el siglo ANEXO INFORMES DE JUSTIFICACIÓN DE VALORES UNIVERSALES DE ÚBEDA-BAEZA
63
ÚBEDA-BAEZA, ESPACIALIDAD LITERARIA.
Antonio Chicharro Chamorro.
Desde la perspectiva de su vinculación con la cultura literaria, pocas ciudades como Úbeda y Baeza han tenido el privilegio de albergar a los más universales poetas españoles durante determinado tiempo, siguiéndose de esta circunstancia consecuencias literarias de incalculable valor y proyección. Así, no se habría escrito parte del más interesante romancero viejo, no se habría creado un ambiente cultural que incluiría los primeros talleres de imprenta del Santo Reino al calor de la Universidad, con la subsiguiente publicación de obras pioneras en su género, como el Examen de ingenios para las ciencias, de Huarte de San Juan, y no habría provocado unas hermosísimas páginas literarias donde Úbeda y Baeza alcanzan su propia espacialidad literaria. Ahí quedan los nombres y obras de Cervantes, Antonio Machado, Federico García Lorca, Antonio Carvajal y Antonio Muñoz Molina por recordar ahora a algunos de ellos. Úbeda y Baeza han intervenido en la conformación de la cultura literaria española, y ello por haber proporcionado escritores y poetas, y muy especialmente por haber servido de referente a numerosas obras literarias españolas de todos los géneros desde los orígenes mismos de esta literatura, constituyendo una suerte de espacialidad literaria. Como referentes en famosas obras de la literatura medieval castellana, tienen una importante presencia en el romancero viejo, estando en el origen de los famosos y noticieros romances fronterizos, siendo citado en la historiografía literaria española como primer romance fronterizo conocido el titulado «Del cerco de Baeza». Úbeda y Baeza, fueron impulsoras del humanismo renacentista en el plano de la cultura científica, histórica y literaria, durante el siglo XVI, en el moderno ambiente humanista de reformismo religioso que entonces se vivía, que dieron el fruto de renovadoras y novedosas publicaciones como el Examen de ingenios para las ciencias (Baeza, 1575), de Juan Huarte de San Juan, obra que, además de en Europa, habría de influir muy probablemente en el «ingenioso» hidalgo Don Quijote.
Están presentes en los textos de novelas picarescas y cortesanas de la época, si bien lo que resulta más distintivo es la aportación de Baeza al dominio de la poesía y retórica barrocas. En dicha ciudad se edita una triple retórica, Mercurius Trimegistus, sive de triplici eloquentia, sacra, española, romana, debida a Bartolomé Jiménez Patón que incorpora la novedad en su tiempo de ejemplificar la parte española de su retórica con textos no de los clásicos, sino de poetas coetáneos españoles. Ofrece tres retóricas juntas, además de sus conocidas Instituciones de la Gramática Española: una sagrada, otra romana y una española, que están en la base de la constitución de la poética clasicista en España y de lo que ello significa. Alonso de Bonilla, poeta baezano cultivador del conceptismo poético,incorporador de formas italianas y fecundador de los más altos ingenios barrocos posteriores, constituye la máxima figura aportada por Úbeda-Baeza a la poesía española de su tiempo. Úbeda y Baeza en la vida y en la poesía de Antonio Machado, una de las cumbres de la poesía española del siglo XX y uno de nuestros poetas más conocidos universalmente. La sociedad y el paisaje altoandaluces provocaron en el poeta un esplendoroso periodo de creación literaria y de reflexión poética y filosófica, donde Úbea-Baeza sirven de encuentro entre Federico García Lorca, el más universal escritor español contemporáneo y el poeta Antonio Machado. Durante las últimas décadas, se ha seguido un proceso literario que ha dado los frutos de una espacialidad narrativa y de una espacialidad poética de Úbeda y Baeza esplendorosas. Haremos referencia a los poetas Antonio Carvajal y Luis García Montero y al novelista Antonio Muñoz Molina que, nacido en Úbeda, ha creado una paralela ciudad literaria de muy intensa espacialidad llamada Mágina en estrecho diálogo con su Úbeda de origen.
Úbeda y Baeza, fueron ámbito vital de San Juan de la Cruz, el mayor poeta místico y la más profunda voz lírica en lengua española y estuvieron directa y estrechamente vinculadas a él durante el periodo de su mayor madurez y plenitud creadoras. Asimismo Úbeda y Baeza, son (con)fundidas por Miguel de Cervantes en el Quijote, cumbre universal de la literatura española, quien visitó Úbeda y Baeza en su calidad de alcabalero real. ANEXO INFORMES DE JUSTIFICACIÓN DE VALORES UNIVERSALES DE ÚBEDA-BAEZA
64
En el ámbito literario, cabe afirmar que, sin menoscabar otros criterios empleados para justificar su excepcionalidad y proyección universal, Úbeda y Baeza se encuentran asociadas también a autores y obras literarias de originalidad, calidad y de proyección universal.
- La espacialidad literaria de Úbeda y Baeza. Úbeda y Baeza han intervenido en la conformación de la cultura literaria española, desde sus orígenes hasta la actualidad, de diferentes modos y desde las más diversas instancias, lo que subraya su importancia histórica y artística y testimonia su singularidad y proyección universal también desde el espacio autónomo de la literatura. Han sido, y son, numerosas las obras y los testimonios literarios que confirman la riqueza y complejidad cultural de ambas ciudades, con una participación muy activa en el horizonte de la cultura de cada momento histórico, y con una estrecha relación espiritual por parte de muy relevantes creadores. Los valores universales de Úbeda y Baeza quedan ratificados, pues, en el ámbito de la cultura literaria no sólo por haber proporcionado escritores y poetas, algunos de ellos de renombre, sino por haber servido de medio vital de excelentes creadores de proyección universal, haber propiciado actividades literarias y teatrales, o haber dado a conocer, gracias a sus talleres de imprenta, determinadas valiosas obras universales, sino muy especialmente por haber servido de referente a numerosas obras literarias españolas de todos los géneros desde los orígenes mismos de esta literatura, constituyendo una suerte de espacialidad literaria, lo que supone una existencia estético-verbal que, sin ignorar una realidad referencial obvia, dista mucho de ser mera ilustración ornamental de la misma. Así pues, cabe señalar la existencia de una Úbeda y Baeza literarias que no son un modo de duplicidad verbal de una exterior realidad histórica y artística determinada, sino que son resultado creador de una radical comprensión estética de dichos ámbitos histórico-artísticos y del establecimiento de un diálogo con los mismos al tiempo que invención de una nueva realidad: la literaria, que tiene un funcionamiento autónomo y una proyección universal. En este sentido, las referencias ofrecidas a continuación y oportunamente valoradas de determinadas obras literarias, persiguen sobre todo dar cuenta de la existencia autónoma de un espacio estético-verbal simbólico, de proyección universal, que tienen que ver con una Úbeda y Baeza radicalmente literarias, una de las variadas formas de lo real, que vienen a nutrir el caudaloso río de una compleja significación histórica, artística y cultural.
- Úbeda y Baeza en el romancero viejo. Baeza, objeto del primer romance fronterizo conocido. La importancia de Úbeda y Baeza queda subrayada por su
presencia como referentes en famosas obras de la literatura medieval castellana (por ejemplo, en la Primera Crónica General y en la poesía burlesca de Jorge Manrique) e incluso resulta conocida la existencia de autores vinculados al mester de clerecía, tal como el conocido por el sobrenombre del Beneficiado de Úbeda. Pero lo que resulta un hecho único de especial interés literario es que estos ámbitos histórico-artísticos, dada su estratégica ubicación territorial fronteriza con el reino de Granada después de la conquista de Fernando III el Santo (Baeza en 1227 y Úbeda en 1234), su importancia histórica y su participación en batallas y escaramuzas del periodo de la reconquista, tienen una importante presencia en el romancero viejo, habiendo estado en el origen de los famosos y noticieros romances fronterizos, siendo citado en la historiografía literaria española como primer romance fronterizo conocido el titulado «Del cerco de Baeza». Aunque en la Primera Crónica General, una suerte de historia mandada componer en su origen por el rey Alfonso X el Sabio y luego continuada, ya aparecen Úbeda y Baeza nombradas en relación con el periodo de la Reconquista, lo que ocurre también en la famosa obra de Juan de Mena, Laberinto de Fortuna, del siglo XV, un famoso poema alegórico de fondo épico y proyección nacional, lo que resulta verdaderamente distintivo es que tanto Úbeda como especialmente Baeza estuvieron en el origen mismo del surgimiento de los romances fronterizos que sirvieron de noticia de determinados acontecimientos históricos, alimentando a su manera de informaciones a los historiadores posteriores. No extraña en este sentido que el primer romance fronterizo conocido, el titulado «Del cerco de Baeza», que cuenta dicho acontecimiento desde la perspectiva cristiana y castellana, asedio a que sometieron con toda probabilidad a dicha ciudad los moros de Granada en 1368 con el auxilio de Pedro I por entonces en lucha dinástica con su hermano Enrique, tras la expedición desarrollada contra Úbeda, fuera recogido y transmitido por Argote de Molina. Otro aspecto literario no menos relevante es que en el romance titulado «Romance del asalto de Baeza» se cuenta y se canta la historia de un asalto desde la perspectiva contraria, esto es, desde la mirada de los asaltantes moros, siendo uno de los primeros testimonios de la intensa maurofilia que se prolongaría en los romances áureos e incluso en otro tipo de obras literarias posteriores. Pero es más, las dos ciudades aparecen citadas juntas, consecuencia de una historia próxima cuando no común, en el romance titulado «De la prisión del obispo don Gonzalo», donde se lee: Día era de San Antón, / ese santo señalado, / cuando salen de Jaén / cuatrocientos hijosdalgos; / y de Úbeda y Baeza se salían otros tantos, / mozos deseosos de honra, / y los más enamorados./. No es caso de citar más romances, sino de reconocer en los mismos un signo de la importancia que estas dos fortificadas ciudades alcanzaron ya en el periodo medieval y su pionera vinculación con el surgimiento de una modalidad literaria de perfil épico y proyección popular en la España de entonces, una modalidad
que venía a ser resultado de la fragmentación de los cantares de gesta a finales de la Edad Media y venía a cumplir las funciones propias del reportaje poético. Pues bien, estos textos de autor anónimo son elementos lejanos en el tiempo de un patrimonio artístico y cultural literario de interés general.
- Úbeda y Baeza, impulsoras del humanismo renacentista en el plano de la cultura científica, histórica y literaria. Durante el siglo XVI, Úbeda y Baeza viven su momento de esplendor renacentista. La creación de la Universidad de Baeza, la fundación de diversos colegios en ambas ciudades, la implantación de la imprenta en Baeza como consecuencia de la necesidad de publicaciones en el moderno ambiente humanista de reformismo religioso que entonces se vivía, dieron el fruto de renovadoras y novedosas publicaciones como la titulada Examen de ingenios para las ciencias (Baeza, 1575), de Juan Huarte de San Juan, obra que, además de en Europa, habría de influir muy probablemente en el «ingenioso» hidalgo Don Quijote. Por otra parte, el poeta Luis de Aranda, de Úbeda, cultiva con profusión el moderno género de la glosa moralizante sobre variados asuntos y con gran proyección sobre los lectores de la época. De igual modo, Úbeda da a la cultura literaria de ese tiempo a un cultivador de la poesía «a lo divino», al igual que la posterior de San Juan de la Cruz lo fuera, mediante versiones de autores profanos. Se trata de Sebastián de Córdoba. En el dominio del cultivo de la historia , sobresale Argote de Molina, con su Nobleza de Andalucía (Sevilla, 1588), estrechamente vinculado con las ciudades objeto de nuestro interés, a las que se refiere en dicho texto en diversas ocasiones.
Examen de ingenios para las ciencias, del médico y filósofo de origen navarro Juan Huarte de San Juan (1529-h. 1588), afincado en Baeza como médico vitalicio desde 1566, fue una obra que, publicada en dicha ciudad en 1575, resultó novedosa en su tiempo, lo que explica su rápida traducción a otras lenguas y su gran influencia en toda Europa en muy diversas disciplinas, además de en obras como el Quijote o El Licenciado Vidriera, de Miguel de Cervantes, pues con ella el autor se proponía mejorar la sociedad mediante una adecuada educación de las personas según sus aptitudes tanto físicas como intelectuales, estudiando para ello los temperamentos e indicando los oficios y estudios que más les convenían a los distintos individuos según se particular psicología. Así, divide en tres las facultades de la naturaleza humana -la facultad imaginativa, la de memoria y entendimiento-, derivando de cada una de ellas las habilidades y aplicaciones más convenientes, haciendo gala de una gran capacidad de observación y uso antiautoritario de la razón humanística. Pues bien, la influencia en Cervantes y particularmente en la conformación del famoso personaje don Quijote, tal como estudió Avalle-Arce (1976), proviene de la inicial designación como «ingenioso», lo que
ANEXO INFORMES DE JUSTIFICACIÓN DE VALORES UNIVERSALES DE ÚBEDA-BAEZA
65
supone, según Huarte, una ecuanimidad psicológica precaria -así se explica la manía de leer libros de caballerías de tan famoso personaje, su carácter colérico, su facilidad oratoria. El subido ingenio del personaje y su temperamento seco y caliente explican la locura en que entra por resecamiento del cerebro, algo que Huarte explica en su famosa obra cuando afirma que la vigilia endurece y deseca el cerebro, mientras que el sueño lo humedece y fortifica. No olvidemos las intensas horas de vigilia de don Quijote leyendo libros de caballeros andantes y su ulterior trastorno mental. Así pues, de esta sutil manera se proyecta la influencia del medio que estudiamos sobre obra tan celebrada. Luis de Aranda y Sebastián de Córdoba, ambos de Úbeda, merecen ser traídos a la memoria de este informe por cuanto, si bien sus respectivas obras literarias de asunto espiritual no han tenido una proyección universal, sí parecen haber ejercido su influencia en San Juan de la Cruz. El primero, con sus glosas, pudo proporcionar al poeta místico la pauta para escribir sus comentarios en prosa acerca de su obra poética. Así, sus glosas morales a las coplas de Jorge Manrique, conocido poeta del siglo XV por otra parte muy vinculado a las tierras de Jaén, resultaron de hondo calado en la mitad del siglo XVI, lo que justifica las ediciones y copias que al parecer circularon. El poeta a lo divino Sebastián de Córdoba, por su parte, cuya valoración y fortuna crítica ha sido desigual a lo largo de los años, ha sido objeto de una valoración positiva en las últimas décadas por parte del excelente poeta y crítico Dámaso Alonso que le ha llevado a considerar las versiones a lo divino de Boscán y Garcilaso como claro precedente de la poesía de San Juan de la Cruz.
- Úbeda y Baeza, ámbito vital de San Juan de la Cruz, el mayor poeta místico y la más profunda voz lírica en lengua española. Uno de los reconocidos valores culturales de Úbeda y Baeza es que ambas ciudades estuvieron directa y estrechamente vinculadas durante el periodo de su mayor madurez y plenitud creadoras con San Juan de la Cruz, el poeta místico español más importante de todos los tiempos y una de las cimas universales de la poesía lírica, traducido a las principales lenguas de cultura. San Juan de la Cruz vivió importantes años de su vida en Baeza, coincidiendo con la etapa de mayor esplendor renacentista y despliegue cultural de esta ciudad altoandaluza. Entre 1578 y 1582 se encuentra en la ciudad de Baeza y en 1591 en Úbeda donde encontraría la muerte y hallaría su primera sepultura en loor de santidad. El hecho de que resaltemos esta circunstancia no tiene por objeto el establecimiento de una relación directa entre medio vital y obra poética, máxime si tenemos en cuenta que la breve producción del fraile descalzo nutre una obra profundamente lírica que, con una densa red de símbolos, unas impresionantes imágenes oníricas y elementos creadores
alógicos, crea el hermoso artefacto expresivo de un insondable mundo interior y la sombra verbal de unas hondas experiencias místicas vividas. Si subrayamos esta presencia en las ciudades de Baeza y Úbeda es con el fin de reconocer que su estancia en estas tierras resultó extraordinariamente positiva una vez mitigadas las llamas de la crisis carmelitana, pues en la primera daría forma a algunos de sus textos poéticos líricos y ensayaría buena parte delos originales comentarios a su obra con un propósito doctrinal para su comunidad carmelitana, basándose en el modelo de glosa ensayado por el vecino de Úbeda Luis de Aranda en su Glosa de moral sentido en prosa. A las famosas y muy excelentes coplas de don Jorge Manrique, de 1552, tal como decía anteriormente, aparte de intervenir activamente en el ambiente cultural y universitario de Baeza, un ambiente que se debate entre la tradición de la limpieza de sangre y la renovación conversa, etc. Por otra parte, su enterramiento en Úbeda dio origen a un pleito que acabó con el traslado del cuerpo del santo a Segovia en circunstancias insólitas, en 1593, y la posterior restitución no menos insólita de parte del mismo -un brazo y una pierna- con todo el valor de una reliquia milagrosa, en 1607, a la iglesia levantada para este propósito en Úbeda, episodio histórico este que suministró los materiales de una historia luego narrada en el Quijote. Lo importante, pues, es la honda huella dejada por San Juan de la Cruz y su larga proyección posterior en los dominios de la creación poética (véase Dámaso Chicharro, 1997) y en los doctrinales a través de, en este caso, la tradición carmelitana.
- Úbeda y Baeza, (con)fundidas en el Quijote, cumbre universal de la literatura española. Miguel de Cervantes visitó Úbeda y Baeza en su calidad de alcabalero real. Pero lo más interesante de la relación de ambas ciudades con el universal novelista es la proveniente de su presencia en el Quijote al haber proporcionado en la ficción no sólo ese aludido por don Quijote pintor Orbaneja de Úbeda, sino muy especialmente al haber suministrado ciertos elementos e informaciones basadas en el sigiloso y polémico traslado del cuerpo de San Juan de la Cruz de Úbeda a Segovia, lo que, una vez tratado literariamente, pasará a formar parte del discurso de la famosa novela. Dada la calidad y proyección universal de la celebrada novela de Miguel de Cervantes, no resulta un hecho meramente anecdótico que las ciudades de Úbeda y Baeza estén presentes de muy diversos modos, tal como ha sido oportunamente señalado y estudiado por, entre otros, Valladares (1988), quien se ocupa desde la aparición de la locución “Por los cerros de Úbeda” a la del pintor Orbaneja y otros personajes vinculados a dicha ciudad, sin dejar de lado, naturalmente, la aventura caballeresca del cuerpo muerto. Las referencias novelescas y po lo tanto radicalmente ficcionales a Úbeda y Baeza son significativas a varios niveles. Por ejemplo, por crear su autor, con la alusión
a dichas entidades reales de gran pujanza y reconocimiento en la España de su tiempo, lo que queda subrayado fehacientemente con la densa red de palacios y edificios civiles que por entonces se levantan, unas estrategias textuales de verosimilitud. Resulta interesante también que Cervantes, al emplear la información sobre el polémico traslado de los restos de San Juan de la Cruz producido en 1593 desde Úbeda a Segovia con propósito literario, cambie el nombre de Úbeda por el de Baeza, aparte de otras modificaciones lógicas desde el punto de vista del interés de la historia y construcción del discurso de la novela, uniendo a su manera el destino de dos ciudades históricas muy próximas en el espacio y en la historia, muy relacionadas entre sí, además de en otros aspectos, por la figura de San Juan de la Cruz. La intencionalidad autorial puede interpretarse aquí como resultado de su conocimiento de la estrecha vinculación de ambos núcleos históricos. Por eso, Úbeda y Baeza resultan, más que confundidas, fundidas en la trama de la historia, algo que no pasó desapercibido a la fina inteligencia cervantina ni pasaría a las sucesivas generaciones de lectores expertos de esta universal obra.
- La presencia de Úbeda y Baeza en el género de la novela y su proyección en la retórica y poética barrocas. Úbeda y Baeza están presentes, con diferente grado de interés, en los textos de novelas picarescas y cortesanas de la época, si bien lo que resulta más distintivo es la aportación de Baeza al dominio de la poesía y retórica barrocas. En este sentido, Alonso de Bonilla, cultivador temprano del conceptismo hispano, autor de Peregrinos pensamientos (Baeza, 1614), entre otras obras, ha sido la aportación más valiosa de aquel ámbito de cultura a la poesía áurea española de claro perfil religioso. De igual modo, el referido ámbito cultural que representa Baeza en las primeras décadas del siglo XVII explica que en dicha ciudad se editara una triple retórica, Mercurius Trimegistus, sive de triplici eloquentia, sacra, española, romana, debida a Bartolomé Jiménez Patón que incorpora la novedad en su tiempo de ejemplificar la parte española de su retórica con textos no de los clásicos, sino de poetas coetáneos españoles. Úbeda y Baeza, debido a su importancia histórica y proyección en la sociedad española de su tiempo, sirvieron de referente literario para numerosas novelas, si bien en distinto grado de interés (véase Valladares, 1989). Por ejemplo, Úbeda aparece mencionada en una importante novela picaresca, el Marcos de Obregón, de Vicente Espinel y en otras novelas menores. De igual modo, ambas aparecen en las historias de las novelas cortesanas de María de Zayas o de Mariana de Carvajal, por citar dos nombres de escritoras conocidas, que hicieron de los asuntos cortesanos, de los amores y de las distinguidas familias, el centro de su atención narrativa.
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Alonso de Bonilla, poeta baezano cultivador del conceptismo poético, muy conocido en el siglo XVII debido a la difusión de algunas de sus obras sacras en pliegos sueltos y ahora revaluado por la crítica (véanse López Sanabria, 1968, y Dámaso Chicharro, 1988) en su originalidad creadora y puesto a la cabeza del conceptismo andaluz incorporador de formas italianas y fecundador de los más altos ingenios barrocos posteriores, tras un largo tiempo de olvido, constituye la máxima figura aportada por Úbeda-Baeza a la poesía española de su tiempo. Su obra poética, publicada en Baeza, se resume en los títulos Peregrinos pensamientos (1614), Glosas a la Inmaculada y Pura Concepción de la Virgen María (1615) y Nuevo jardín de flores divinas (1617), entre otros. En 1621 se publica en Baeza, en la imprenta de Pedro de la Cuesta Gallo, la obra de Bartolomé Jiménez Patón Mercurius Trimegistus, sive de triplici eloquentia, sacra, española, romana. Anteriormente, había publicado Elocuencia española en arte (Toledo, 1604) y Epítome de la ortografía latina y castellana (Baeza, 1614). El interés de la obra de este humanista que había estudiado en la Universidad de Baeza y había desarrollado su magisterio en esta zona de la alta Andalucía y en La Mancha, de donde era originario, reside en la proyección sobre todo didáctica de su labor filológica y en la novedad que representa escribir parte de su obra retórica en su lengua materna y, especialmente, en ejemplificar con textos literarios españoles de autores de su gusto como es el caso de Lope de Vega, lo que supone estudiar viejos recursos retóricos en un marco cultural y lingüístico propios. Por lo que respecta al interés de su Mercurius Trimegistus, cuyo título parece apuntar a través del Mercurio latino al Hermes griego y de ahí al dios lunar de los egipcios, Tot, «el tres veces grande», considerado un gigante de la sabiduría desde el tiempo clásico, no es pequeño, pues ofrece tres retóricas juntas, además de sus conocidas Instituciones de la Gramática Española: una sagrada, otra romana y una española, basada esta última en la publicada en 1604. Resulta importante, pues, que se agrupen en un solo libro tres retóricas de aparente distinto propósito, dirigidas a predicadores, sistematizadas por una persona no eclesiástica en un momento de agudas contradicciones históricas y de acciones sociales de importantísimas consecuencias humanas posteriores que están en la base de la constitución de la poética clasicista en España y de lo que ello significa.
- Úbeda y Baeza, entre el conservadurismo y el racionalismo ilustrado. A pesar de la decadencia general española, del conservadurismo y extendido aislamiento dominante, de la crisis en que viven instituciones como la Universidad a partir del ya entrado siglo XVIII, Baeza va a conocer el nacimiento de una institución ilustrada como la Sociedad de Verdaderos Patricios de Baeza y Reyno de Jaén y disfrutará de la
eventual presencia de Pablo de Olavide quien escribirá parte de su obra ilustrada allí mismo. Los dos aspectos que merecen ser resaltados a partir del siglo XVIII son los relativos a la creación de la segunda Sociedad Económica de España, en 1774, bajo el nombre de Sociedad de Verdaderos Patricios de Baeza y Reyno de Jaén, sociedad que nació con fines educativos y de promoción del desarrollo económico, y a la presencia de Pablo de Olavide, intendente de origen hispanoamericano responsable de las repoblaciones de La Carolina, etc., portardor de renovadoras ideas que hubieron de chocar con las de las autoridades universitarias y religiosas. La vinculación con Baeza fue estrecha hasta el punto de que tan importante personalidad está enterrado en dicha ciudad.
- Úbeda y Baeza en la vida y en la poesía de Antonio Machado, una de las cumbres de la poesía española del siglo XX y uno de nuestros poetas más conocidos universalmente. Antonio Machado vivió en Baeza entre 1912 y 1919, donde fue profesor de francés del Instituto «Santísima Trinidad». Su estancia en las tierras de Jaén, que recorrió en varias ocasiones -sus desplazamientos a Úbeda eran frecuentes-, resultó enormemente productiva desde el punto de vista literario, pues allí consolidó y desarrolló el proyecto poético iniciado con su fundamental libro Campos de Castilla, al que en su segunda edición incorporaría numerosos poemas escritos en Baeza, poemas en los que el paisaje altoandaluz y la concreta realidad social de entonces alcanzarían un indiscutido protagonismo, convirtiendo dicho poemario en un libro prácticamente nuevo. En este sentido, la sociedad y el paisaje altoandaluces provocaron en el poeta un esplendoroso periodo de creación literaria y de reflexión poética y filosófica -su cuaderno de autor editado con el título de Los Complementarios e iniciado en Baeza es prueba de ello- que ahondaron su proyecto poético de palabra esencial en el tiempo. Cuando en 1912 llega Antonio Machado a Baeza, en un momento personal y emocional muy delicados, no podía intuir que aquel trozo de la realidad española iba a provocar en él uno de los periodos más fecundos de su vida. La literatura y erudición de tintes locales tanto de Úbeda como de Baeza heredadas del siglo XIX quedan minimizadas en su proyecto y alcance ante la aportación de Antonio Machado a la cultura literaria de dicho ámbito altoandaluz. Así, los poemas en que toma como punto de arranque la naturaleza inmediata, su preocupación por el problema de España y su radical crítica de valores feudalizantes y de otro tipo ponen de manifiesto a través de una escritura transparente de difícil facilidad una densidad de pensamiento y una hondura y emoción estética de alcance universal. Por eso, la etapa baezana del poeta debe ser valorada más que sopesada o contada, pues unas decenas de poemas, unas páginas de su cuaderno Los
Complementarios, unos artículos para la prensa de Madrid y un interesantísimo epistolario vinieron a profundizar su poética de la palabra esencial en el tiempo, lo que representa un salto cualitativo para la poesía española, lo que explica de algún modo que, dado su proyecto poético, tuviera ojos sobre todo para la vida más que para el arte por sí mismo considerado en una ciudad como en la que habitaba. Su humanismo le llevaba a hacer prevalecer al hombre ante todo, incluido el arte. Antonio Machado gusta del arte cuando éste está habitado por los hombres. Éste es el valor que pretendemos señalar en este punto y no la historia anecdótica del paso por Baeza y las tierras de Jaén del poeta sevillano que tan hondamente cantara a Castilla, aunque la historia anecdótica tenga informaciones concretas de interés, tales como el encuentro en Baeza de Machado con Lorca y otras que han dado lugar a una suerte de mitificación del sabio poeta, amén de a la creación de un espacio y personaje incluso novelesco, tal como ocurre en la novela de asunto baezano del malagueño Salvador González Anaya, Nido real de gavilanes, de 1931. - Encuentro de Federico García Lorca, el más universal escritor español contemporáneo, con Úbeda y Baeza. Consecuencias literarias de una experiencia estética única. Federico García Lorca visitó Úbeda y Baeza en 1916 y 1917 en viaje de estudios como alumno de la Universidad de Granada. Eso le permitió no sólo conocer ambas ciudades, sino que le proporcionó la ocasión de conocer personalmente al poeta Antonio Machado, profesor por entonces en Baeza. De esos encuentros quedarán algo más que dos significativos testimonios literarios y el comienzo de una respetuosa amistad entre Machado y él, subrayada con el poema escrito en 1918 por el joven Lorca con ocasión de la lectura de las Poesías Completas, de 1917, de Antonio Machado. Los textos que tuvieron su origen a raíz de la primera visita a la ciudad de Baeza son los titulados «Ciudad perdida (Baeza)», basado en un texto publicado en la revista Letras (Granada, 30 de diciembre de 1917) con el título de «Impresiones del viaje II. Baeza: La ciudad»y luego reelaborado para su primer libro Impresiones y paisajes, de 1918, constituyendo la juvenil respuesta en prosa a una profunda experiencia estética; y el titulado «Un palacio del Renacimiento...», también incluído en la sección «Temas» del mismo libro, en el que se encuentran párrafos del texto editado en 1917 . Los viajes de estudios dirigidos por el profesor de la Universidad de Granada Martín Domínguez Berrueta resultaron pioneros en cuanto al sentido y proyección de tal actividad académica. En el programa de visitas se encontraban Baeza y Úbeda por razones fácilmente comprensibles. Pues bien, el joven estudiante García Lorca tuvo ocasión de conocer directamente estas ciudades en dos ocasiones, en 1916 y en 1917, al formar parte del grupo de
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visitantes de la Universidad de Granada. Como consecuencia del primer encuentro, Federico García Lorca escribe un hermoso texto en delicada y juvenil prosa que nutrirá su primer y fundamental libro publicado Impresiones y paisajes. En dicho texto, cuyo título de «Ciudad perdida (Baeza)» nos sugiere el ensimismamiento y ocultamiento en que vivía la ciudad en las primeras décadas de este siglo, su joven autor supera la simple descripción para enredarse en un íntimo diálogo con lo real e inmediato, esto es, con el paisaje artístico, urbano y natural de Baeza. Ese paseo por Baeza y por el paisaje es, a la postre, un recorrido íntimo de factura modernista por las galerías de su alma, lo que explica que vaya más allá del reportaje ofreciéndonos un radical comprensión musical de lo que lo rodea. En este sentido, el citado texto construye una espacialidad literaria consecuencia de hondas experiencias estéticas y musicales, presentándose dividido en tres partes: una primera, de perfil descriptivo intimista, en la que las Ruinas de San Francisco, los sonidos y silencios vivificadores, la luz, la vegetación parásita, la noche y su blanca luz lunar, la Catedral conceptuada como un gran acorde junto a la Plaza de Santa María con su espléndida fuente renacentista, los blancos y musicales arrabales, etc. construyen un insólito espacio verbal de belleza, tal como se lee en dicho texto: De cuando en cuando palacios y casonas de un renacimiento admirable, ornamentadas con figuras y rosetones primorosos...Después de andar entre soportales y callejas de una gran fortaleza y carácter se da vista a una cuesta triste con moreras y acacias, que sirve de antesala al corazón cansado y melancólico de la ciudad. La segunda parte ofrece una reflexión íntima conclusiva de las consecuencias espirituales obtenidas por la experiencia vivida. No otra sesación se obtiene al leer: Al amparo de estas viejas ciudades las almas mundanas desconsoladas encuentran como un ambiente de triste fortaleza...y los conflictos del sentimiento adquieren más vigor...pero que diferente sentido. La tercera toma como eje discursivo central el recuerdo de un pregón oído en las viejas calles y plazas de Baeza. Por su parte, el texto de «Un palacio del Renacimiento» constituye un claro ejemplo de sugerente impresión modernista que trata de dar idea de una hermosa totalidad a través de pinceladas verbales o detalles (véase la sección «Documentación Complementaria» de este informe).
- Úbeda y Baeza y la literatura actual: hacia el esplendor de una espacialidad literaria. Durante las últimas décadas, se ha seguido un proceso literario que ha dado los frutos de una espacialidad narrativa y de una espacialidad poética de Úbeda y Baeza esplendorosas. Dada la gran cantidad de autores y obras vinculadas con uno y otro ámbito, nos vemos obligados a ofrecer algunas significativas muestras destacables entre decenas de escritores y poetas de muy alta dignidad literaria vinculados, por nacimiento o no, con ambas ciudades
monumentales. Haremos referencia a los poetas Antonio Carvajal y Luis García Montero y al novelista Antonio Muñoz Molina que, nacido en Úbeda, ha creado una paralela ciudad literaria de muy intensa espacialidad llamada Mágina en estrecho diálogo con su Úbeda de origen. Tras el razonamiento expuesto, se comprenderá que no se nombren aquí las numerosas obras literarias actuales que de determinado modo mantienen una relación con ambas ciudades. Ni siquiera las de un Premio Nobel como Cela o un muy leído escritor como Antonio Gala. Prefiero reparar en la belleza verbal y en el profundo aliento estético del lirismo de Antonio Carvajal que ha dedicado algunos de sus poemas a las joyas renacentistas de Úbeda y Baeza. Así, «Piedra viva (Amanecer en Úbeda)» es una espléndida poesía de setenta y siete versos distribuidos en sus correspondientes estrofas sáficas, en el que un nosotros emocionado y unido, con amistosa generosidad, describe el surgimiento del prodigio de una obra arquitectónica que mueve interna y profundamente por ser obra colectiva y artísticamente lograda que convive en armonía con la naturaleza y la vida que la rodea: el olivar de fondo, la rojiza luz de amanecer en la que tan majestuoso edificio se recorta, el vivir cotidiano. Carvajal se ha referido al poema en los siguientes términos: «Dentro de Serenata y navaja supone el ejemplo de la arquitectura como arte bella colectiva y, aún más, como generadora de un espacio de convivencia física en que la naturaleza, de fondo, suministra símbolos y sentido al vivir cotidiano. Cualquiera que tenga a Úbeda en la memoria se percatará de que el poema se visualiza frente a la fachada de la capilla del Salvador, con las lomas y olivares de fondo». Por su parte, «Elegía segunda», de cincuenta y tres versos, es en principio un extraordinario espacio de recreación verbal de unos instantes de vieja amistad recogida y serena, instantes vividos en un paseo nocturno por Baeza pleno de palabras y de elocuentes silencios por los viejos y antiguos espacios de la ciudad, donde el arte y la vida (alero/panaderías, la piedra de los sollozos, el alma de las ruinas, etc.) se entremezclan fecundamente, provocando unos versos últimos de tono elegíaco, lo que explica su título, por la indolencia y decrepitud históricas. También, «Fervor de las ruinas (S. Francisco. Baeza)», se construye en sus dos primeras sextinas con la descripción del poeta de cómo sería el espacio arquitectónico completo que hoy se encuentra en ruinas, fijando su mirada poética desde el suelo a la alta y curva bóveda sólo intuida hoy en sus arranques y abierta al cielo, recorrida ahora por las aves, resaltando al mismo tiempo tanto su sagrada función de servir para cobijo de Dios como para encerrar la gloria de los hombres que han logrado levantar tamaña obra. Pero tal humana y bella obra se viene al suelo, dejando el cielo abierto desde donde el poeta ve a un Dios indiferente a los hombres que así tuvieron que aprender de su soledad: «En esta compleja y dura oda -dice el poeta- (...), no quise huir del tono reflexivo y moral con que Rodrigo Caro sentó las bases estéticas de la contemplación de las ruinas, máxime cuando
mi agnosticismo me lleva a considerar que la obra material del hombre se convierte en imagen de los cambios del espíritu y de su definitiva aniquilación». Luis García Montero también dedicó un poema de su premiado libro El jardín extranjero, de 1982, a Úbeda, concretamente a su renacentista edificio civil Hospital de Santiago que le da título al texto. El poema, de larga extensión y regularidad, toma como base para su elaboración las experiencias de una visita hasta los espacios más insospechados del edificio en un momento de decrepitud que también se instala en la confidente voz del poeta. Por último, la mayor aportación de Úbeda al panorama de la novela española actual ha sido la de Antonio Muñoz Molina, escritor traducido a las más importantes lenguas, habiéndole a su vez aportado éste a su ciudad de nacimiento una ciudad literaria autónoma, de hermosa espacialidad verbal que entra en inevitable diálogo con la no menos hermosa ciudad referencial de Úbeda. Esta ciudad literaria, también poblada de dorados palacios y paredes de cal del barrio de San Lorenzo, con su plaza del general Orduña, sus miradores, etc. tiene por nombre Mágina, habiendo estado presente con distinta intensidad narrativa en la mayoría de las obras de Muñoz Molina desde su primera novela, Beatus ille (1986). Con el tiempo, Mágina irá apareciendo en otras novelas suyas como El jinete polaco o Los misterios de Madrid o Plenilunio, aparte de en artículos con el más diverso propósito, llenando páginas y páginas de una calidad narrativa admirable. Esta recurrencia y presencia activa en la obra del escritor, hace de Mágina todo un símbolo, cobrando su análisis una gran importancia a la hora de explicar e interpretar las novelas y sirviendo para establecer un diálogo con Úbeda en cuanto entidad histórica, un diálogo que implica mirar fuera para vernos dentro.
- Análisis comparativo. Desde la perspectiva de su vinculación con la cultura literaria, Úbeda y Baeza sobresalen cualitativamente en un mínimo análisis comparativo con respecto a la mayoría de las ciudades de parecido perfil cuantitativo, urbano y social. Pocas ciudades han tenido el privilegio de albergar a los más universales poetas españoles durante determinado tiempo, siguiéndose de esta circunstancia consecuencias literarias de incalculable valor y universal proyección. Así, de no ser por la importancia de estas ciudades, no se habría escrito parte del más interesante romancero viejo, no se habría creado un ambiente cultural que incluiría los primeros talleres de imprenta del Santo Reino al calor de la Universidad, con la subsiguiente publicación de obras pioneras en su género, como el Examen de ingenios para las ciencias, de Huarte de San Juan, y no habría provocado unas hermosísimas páginas literarias donde Úbeda y Baeza alcanzan un estatuto artístico-verbal, una forma de existencia
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nueva, una espacialidad literaria. Ahí quedan los nombres y obras de Cervantes, Antonio Machado, Federico García Lorca, Antonio Carvajal y Antonio Muñoz Molina por recordar ahora a algunos de ellos. - Autenticidad/originalidad. La plural presencia de Úbeda y Baeza en el ámbito de la cultura literaria y el haber estado en el origen de la escritura, y en la escritura misma, de importantes obras literarias, viene a subrayar la autenticidad y carácter genuino de tales ciudades monumentales. Por otra parte, la presencia de Úbeda y Baeza a lo largo de toda la historia de la literatura española, esto es, desde sus comienzos medievales con la conformación de la propia lengua castellana hasta la actualidad, presencia de la que sólo se han expuesto algunas muestras cualitativas, demuestra cómo, a pesar de tratarse de ciudades históricas vivas sometidas a cambios socio-económicos y culturales, han sabido mantenerse en su autenticidad, no sólo conservando lo mejor de su patrimonio artístico y cultural, sino interviniendo de muy diversos modos en la conformación del universo de la literatura en lengua española. Si esta conservación -y continuada presencia literaria- ha sido así en momentos y circunstancias históricas y económicas difíciles, cabe pensar que la inscripción en la lista del Patrimonio Mundial asegurará definitivamente su conservación para beneficio cultural de la humanidad. - Bibliografía general. CHICHARRO CHAMORRO, José Luis, «Bibliografía crítica para la historia de Baeza», en RODRÍGUEZ MOLINA, José (coord.), Historia de Baeza. Historia, Literatura, Arte, Granada, Universidad de Granada-Ayuntamiento de Baeza, 1985, pp. 549-578. CABALLERO VENZALÁ, Manuel, Diccionario biobiliográfico del Santo Reino, Jaén, Instituto de Estudios Giennenses, Tomo I (A-B), 1979; Tomo II (C), 1986; Tomo III (CH-E), 1989. VALLADARES REGUERO, Aurelio, Temas y autores de Úbeda. Ensayo bibliográfico, Úbeda, Editorial Pedro Bellón Sola, 1992. - Bibliografía y fuentes primarias selectas ALONSO, Dámaso, «Baeza en mi recuerdo», Revista Baeza, 1960, Semana Santa.
ARGOTE DE MOLINA, Gonzalo, Nobleza de Andalucía, Libros I y II; Sevilla, Fernando Díaz, 1588; Jaén, Instituto de Estudios Giennenses, 1957. BENEFICIADO DE ÚBEDA, EL, Vida de San Ildefonso (Estudio, edición y notas de Manuel Alvar Ezquerra), Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1975. CARVAJAL, Antonio, «Piedra viva (Amanecer en Úbeda)», en Serenata y navaja, Barcelona, Saturno, 1973, col. «El Bardo»; y en Ciudades de provincia, Jaén, Diputación Provincial, 1994. CARVAJAL, Antonio, «Elegía segunda», en De un capricho celeste, Madrid, Hiperión, 1988; y en Ciudades de provincia, Jaén, Diputación Provincial, 1994. CARVAJAL, Antonio, «Fervor de las ruinas (S. Francisco. Baeza)», en Silvestra de Sextinas, Madrid, Hiperión, 1992; y en Ciudades de provincia, Jaén, Diputación Provincial, 1994. CERVANTES, Miguel de, Don Quijote de la Mancha, Barcelona, Crítica, 1998.. CHICHARRO, Dámaso, Alonso de Bonilla en el conceptismo (Estudio y antología), Jaén, Instituto de Estudios Giennenses, 1988. CÓRDOBA, Sebastián de, Las obras de Boscan y Garcilasso trasladadas en materias Christianas y religiosas por..., Granada, Rene Rabut, 1575. CÓRDOBA, Sebastián de, Garcilaso a lo divino. Introducción, texto y notas (Edición de Glen R. Gale), Madrid, Castalia, 1971.
LÓPEZ SANABRIA, Inés Mª, «Alonso de Bonilla, 129 poesías autógrafas e inéditas. Edición y estudios preliminares», Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, X, 41, julioseptiembre, 1964, pp. 7-136; X, 42, noviembre-diciembre, 1964, pp. 7-106; X,I 43, enero-marzo, 1965, pp. 7-96. MANRIQUE, Jorge, «Coplas a una beoda que tenía empeñado un brial en la taberna», en Poesía, Madrid, Editorial Magisterio Español, 1979. MUÑOZ MOLINA, Antonio, El Robinsón urbano, Granada, Librería Al Andalus, 1984. MUÑOZ MOLINA, Antonio, Beatus ille, Barcelona, Seix Barral, 1986. MUÑOZ MOLINA, Antonio, El invierno en Lisboa, Barcelona, Seix Barral, 1987. MUÑOZ MOLINA, Antonio, Beltenebros, Barcelona, Seix Barral, 1989. MUÑOZ MOLINA, Antonio, El jinete polaco, Barcelona, Planeta, 1991. MUÑOZ MOLINA, Antonio, La huerta del Edén, Madrid, Ollero y Ramos Editores, 1996. MUÑOZ MOLINA, Antonio, Escrito en un instante, Palma de Mallorca, Calima Ediciones, 1997.
ROMANCERO, El (Introducción y selección de Manuel Alvar), Madrid, Editorial Magisterio Español, 1968.
GARCÍA LORCA, Federico, «Impresiones del viaje.II. Baeza: la ciudad», Letras, Granada, 30 de diciembre de 1917. GARCÍA LORCA, Federico, «Ciudad perdida (Baeza)», en Impresiones y paisajes, Granada, Imprenta y Tipografía Paulino Ventura Traveset, 1918, pp. 125-139; Ayer y Hoy (Semanario Independiente), núm. 74, Extraordinario, Baeza, febrero de 1926, GARCÍA LORCA, Federico, «Un palacio del Renacimiento...», en Impresiones y paisajes, Granada, Imprenta y Tipografía Paulino Ventura Traveset, 1918, pp. 213-214. GARCÍA MONTERO, Luis, «Hospital de Santiago», en El jardín extranjero, Madrid, Rialp, 1983, pp. 28-31. HUARTE DE SAN JUAN, Juan, Examen de ingenios para las ciencias, Baeza, Imprenta de Juan Bautista Moya, 1575; edición de Esteban Torre, Madrid, Editora Nacional, 1977.
ARANDA, Luis de, Glosa de moral sentido en prosa. A las famosas y muy excelentes coplas de don Jorge Manrique, Valladolid, Córdoba el impresor, 1552; Cieza, Colección «El ayre de la almena», 1962 (edición facsímil).
JIMÉNEZ PATÓN, Bartolomé, Mercurius Trimegistus, sive de triplici eloquentia, sacra, española, romana, Baeza, Pedro de la Cuesta Gallo, 1621.
ARANDA, Luis de, Glosa intitvlada segunda de moral sentido [al Marqués de Santillana y Juan de Mena], Granada, Hugo de Mena, 1575.
JUAN DE LA CRUZ, SAN, Vida y obras completas (edición de C. de Jesús, M. del Niño Jesús y L. del Santísimo Sacramento), Madrid, B. A. C., 1964. ANEXO INFORMES DE JUSTIFICACIÓN DE VALORES UNIVERSALES DE ÚBEDA-BAEZA
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ÚBEDA Y BAEZA, UN ENTORNO CULTURAL VIVO. LA CONTINUIDAD EN LAS TRADICIONES Y LAS ARTESANÍAS.
Juan Agudo Torrico. Las comarcas han constituido, tradicionalmente, territorios culturales que han ido sobreviviendo a las sucesivas reorganizaciones político-administrativas que han conformado el territorio del actual Estado Español: reinos, provincias, autonomías, ...; pero no siempre ha sido fácil delimitar los territorios que se adscribían a estas comarcas; ni tampoco han sido siempre respetadas a la hora de superponerles las jurisdicciones a las que nos hemos referido. La comarca de la Loma, dentro de un complejo, rico y diverso territorio andaluz, está dotada de una fuerte personalidad histórica y cultural, que la convierte en uno de los pocos territorios culturales claramente perceptibles y definidos dentro de Andalucía. A ello han contribuido toda una serie de circunstancias históricas recurrentemente repetidas cada vez que se hable de este territorio: a/ Su estratégica situación geográfica que actuó como punto de interconexión entre el territorio de la submeseta sur castellana, el Levante peninsular, y el Valle del Guadalquivir. Todos ellos territorios de notable personalidad cultural, lo que contribuye a explicar la condición de “frontera cultural” que se ha atribuido a este territorio y las constantes interpretaciones comparativas de sus rasgos culturales entre lo andaluz y lo castellano. No deja de ser significativo que en uno de los periodos de mayor inestabilidad territorial en la historia de los pueblos de la Península Ibérica, durante los reinos de taifas que suceden de la disgregación del califato cordobés en el s. XI, estos territorios llegaran a depender sucesivamente de los reinos de Murcia, Denia, e incluso Toledo; además de los de Almería, Granada o Sevilla, convertido así en un territorio fronterizo que no perdería la condición de tal hasta el s. XV. b/ Pero al mismo tiempo también posee una definida identidad espacial, materializada en una fuerte integración intracomarcal que la convierte en un territorio de notable personalidad ecológico-cultural. Las vinculaciones que mantuvieron entre sí sus poblaciones, las relaciones de complementariedad que generaron (cultivos, actividades artesanales, mercados y ferias), llegan en muchos aspectos hasta nuestros días. Rasgo de interdependencia que mantendrán cuando, por muy diferentes avatares, su primigenia condición de territorios de paso y encuentro, se transforme, a lo largo de los siglos XVIII y XIX en el aislamiento que supuso para toda la comarca el haber quedado fuera de las nuevas rutas de comunicación y espacios económicos en los que se irán vertebrando los territorios del centro y sur de la Península. c/ Bicefalidad, no exenta de la complementariedad antes
referida, que han compartido Úbeda y Baeza en su historia. Pocas comarcas andaluzas tienen en su haber el contar a la vez con dos poblaciones de esta envergadura y significación histórica, tan próximas entre sí. Es por ello que no debe sorprendernos el modo como son frecuentemente referidas en el lenguaje común de Andalucía como si de una sola población se tratara: Úbeda-Baeza. De este modo, cuando hablamos de otros valores culturales que transcienden la singularidad pétrea de su riqueza monumental, cuando pensemos en los otros valores intangibles de un patrimonio etnológico que nos remite directamente a quienes hoy siguen habitando en o entre estos monumentos, la referencia a este contexto territorial se hará del todo necesaria. La historia compartida se convierte entonces en una tradición viva para ser usada en el presente. La condición de frontera cultural a la que hemos aludido, de territorio que actuó de llave entre el rico Valle del Guadalquivir, la Alta Andalucía y los territorios levantinos, ha dado pie a una doble paradoja desde la que se intenta explicar los rasgos culturales que definen a sus gentes: Por una parte, los campos de olivares que cercan Baeza y Úbeda forman parte de una de las imágenes más tradicionales de Andalucía. Poco importa que el horizonte histórico de este monocultivo (ocupa el 88 % de las tierras cultivables de Baeza y el más del 63% de las de Úbeda) no sea tan remoto como se pretende, o que su expansión desde el último siglo hasta hoy se haya hecho a costa de acabar con los otros dos cultivos que han compuesto la clásica tríada mediterránea (vid y cereal); lo que importa es el énfasis que hoy se pone, porque la tiene, sobre una cultura del olivar que ha caracterizado y caracteriza a las tierras jiennenses. Una implicación que, siguiendo a Antonio Machado, uno de los poetas que mejor han descrito a estos campos, conforman la estética de un paisaje inconfundible: “¡El campo andaluz, peinado / por el sol canicular, / de loma a loma rayado, / de olivar y de olivar¡”
contraposición austeridad-barroquismo, sobriedad-colorido, etc. nos aparece como una constante en cuantas descripciones se hacen, fundamentalmente, de sus rituales, y muy en concreto de sus Semanas Santas. Lo mismo decir de su arquitectura, donde la contraposición entre lo castellano y andaluz es en realidad interpretada como el contraste entre una arquitectura nobiliaria y de estilo, y una arquitectura popular que nos remite a los otros sectores sociales (jornaleros y pequeños propietarios) que han convivido con los grandes propietarios que residieron en aquellas grandes casas, y sin los cuales nos sería imposible explicarnos la estructura social que ha sustentado la cultura andaluza: “Hay [en Baeza] algunas calles que son verdaderamente andaluzas, con las casas blancas, con ventanas salientes junto al alero ... En estas calles de los arrabales el silencio y la quietud son más inquietantes” (F. García Lorca, 1918) Sin embargo, esta contraposición, no supone en ningún caso cuestionar el carácter andaluz de estas poblaciones; porque la propia realidad de la cultura andaluza se enriquece, precisamente, con la riqueza de esta diversidad y contrastes que nos aparece en la propia Úbeda y Baeza.
De esta forma, estos olivares, como paisaje cultural que rodea Úbeda y Baeza, constituyen ya de por sí un contrapunto fundamental en su imaginario colectivo: tanto por la implicación e importancia que sigue manteniendo en el entramado socioeconómico de sus comunidades actuales, como por la significación simbólica que ha adquirido en la conformación identitaria de los colectivos que las componen. Sin olvidar la referencia obligada que nos vamos a encontrar al olivo y al aceite en muchas de sus tradiciones: gastronomía, dichos y comparaciones relacionadas con el olivar, o actos festivos tan significativos como la comida o “butifuera” con la que el dueño del olivar agasaja a los aceituneros al terminar la recolección.
Al mismo tiempo, ambas poblaciones son también un magnifico exponente de la evolución de la estructura social andaluza hasta el presente. La arquitectura nobiliaria y de las poderosas instituciones civiles y religiosas que han dado como resultado el extraordinario patrimonio arquitectónico de Úbeda y Baeza, expresarían el poder de una clase social y de unas instituciones sin las que no podemos entender e interpretar la evolución de nuestra propia historia. Pero también en la arquitectura de barrios como el de S. Nicolás de Úbeda o las calles del entorno del templo de S. Andrés en Baeza, nos encontramos con casas “labriegas” cuya arquitectura nos habla del sector social no menos importante y significativo de los pequeños y medianos propietarios que han caracterizado a las sociedades baezana o ubetense desde el s. XIX, con la impronta que ello supuso de orgullo campesino por su capacidad de autosuficiencia como labradores: la organización utilitarista de sus espacios interiores, concebidos para dotar a sus moradores de todo cuanto contribuyera a su autosuficiencia productiva (cuadras, bodegas, jaraíz, corrales, etc.), y el deseo de emular en sus fachadas, con los limitados recursos disponibles, la ostentación de las mansiones con las que convivían, constituye todo un exponente de la mentalidad y posición social ocupada por sus propietarios. Por último, barrios extramuros como el de S. Millán en Úbeda, completan la imagen urbana de lo que ha sido esta estructura social andaluza y su plasmación arquitectónica; en este caso nos encontraremos con la sencillez no exenta de belleza de las viviendas que ocuparon jornaleros y artesanos.
La segunda de las paradojas a que nos referíamos la va a constituir, frente a esta imagen incuestionablemente andaluza, la otra referencia casi obligada que se sigue haciendo a su vinculación cultural a Castilla. La
- Viejos saberes para nuevos usos: oficios artesanos. Hubo un tiempo no muy lejano donde las que hoy denominamos actividades artesanales no eran sino unos
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oficios más, destinados a proveer de todos aquellos objetos imprescindibles para el desarrollo de las tareas cotidianas, ya fueran para en el ámbito de las actividades domésticas, o en relación con las diversas ocupaciones agroganaderas que sustentaron a estas poblaciones. Esa era la función de carpinteros, forjadores o herreros, talabarteros, alfareros, etc. Sin embargo, la habilidad, resultante de largos procesos de aprendizaje, de la que han de hacer gala quienes los desempeñan; su adaptación a las demandas específicas de los ámbitos locales y comarcales en los que se insertaron; y su capacidad para fijar y transmitir unos modos peculiares en el hacer de estos objetos (decoración, tipologías, técnicas de elaboración) es lo que termina por definir y singularizar las actividades que hoy denominamos artesanías. Es decir, no tanto el objeto resultante (no por ello poco importante en cuanto testimonia el resultado de estos conocimientos) como el cúmulo de saberes que singularizan a dicha actividad. Con su práctica se reproduce toda una experiencia cultural transmitida de generación en generación. Por lo tanto, hablar de artesanías, es hablar de una parte destacada de nuestro patrimonio etnológico, donde se hace realidad la no diferenciación entre cultura material e inmaterial; donde es tan valioso el objeto que se produce como la técnicas y saberes que lo crean; convertidas ya en una tradición consolidada. Los oficios artesanos que subsisten en Úbeda y Baeza nos remiten a dos de las coordenadas que caracterizan al territorio en el que se ubican: la larga experiencia histórica que las hace herederas en muchos casos de una tradición centenaria; y su vinculación al mundo rural y a la actividad agrícola que ha condicionado la vida de estas dos poblaciones. La vinculación con este pasado está actuando como factor clave en la preservación de algunas de estos oficios, en un tiempo en el que, como ocurre con la cerámica, forja e incluso carpintería, están cobrando un creciente valor por el significado estético que hoy se les atribuye a los objetos que producen por su identificación con la tradición y la historia. En contrapartida, la definitiva desaparición del viejo mundo rural que les dio vida, la introducción de nuevos materiales, o el abandono de las actividades para las que se utilizaban muchos de los objetos producidos por estos artesanos, ha afectado drásticamente al número de obradores y talleres que existieron en Úbeda y Baeza hasta los años sesenta. Aún así, sólo Úbeda concentra el 80% del total de la población artesana de Jaén. Se trata de actividades donde las crecientes mejoras tecnológicas han supuesto un considerable avance en las condiciones de trabajo y capacidad productiva de los artesanos; no olvidemos que lejos de la imagen romántica que hoy tenemos de estos oficios, la precariedad, estacionalidad e incluso marginalidad de la condición social atribuida a quienes los desempeñaron, fue una de las características definitorias de muchos de los oficios artesanales hasta no hace demasiado tiempo.
Sin embargo, no han perdido buena parte de los rasgos que caracterizan su trabajo como una actividad artesanal: relación directa del artesano con las piezas que elabora, frecuente comercialización desde los propios centros de producción, continuidad en el empleo de técnicas de elaboración y reproducción de modelos de marcada impronta localista, etc. De este modo, aún considerablemente menguadas en su número respecto a las existentes hace apenas unas décadas, la carpintería, dedicada hoy sobre todo a la elaboración de muebles, sigue estando presente en ambas poblaciones; lo mismo ocurre con la ebanistería e imaginería, oficios, estos últimos que siguen estando muy vinculados a los trabajos de elaboración y reparación de los pasos procesionales de Semana Santa. La talla de la piedra, de gran tradición histórica en Úbeda, ha sido recientemente impulsada a iniciativa de la Escuela Taller y hoy recobra su importancia en relación directa con los propios trabajos de restauración y rehabilitación del patrimonio histórico que se están desarrollando en ambas poblaciones. Otros viejos oficios que no han llegado a perderse y que tuvieron una gran importancia, han sido el trabajo del esparto y la forja. El primero de ellos tuvo en el pasado una importancia capital tanto para la elaboración de objetos de uso doméstico (cestería) como industrial (capazos) y agrícola (cestería). La forja renombrada en Úbeda desde el s. XV se mantiene con notable capacidad creativa, destinada a la fabricación de rejas tradicionales y a otros objetos del mobiliario urbano o doméstico. Pero de todos estos oficios artesanales existe uno que se ha convertido de por sí en una de las señas de identidad ubetense: la cerámica vidriada de colores verde, blanco y marrón. En toda la comarca sólo han existido alfares en Úbeda. Circunstancia en la que debió influir el hecho de que uno de sus materiales más empleados, la arcilla que forma el denominado barro blanco, se obtuviera en la propia ciudad, en canteras muy próximas a los mismos alfares. De esta cerámica tres serían los rasgos a destacar: a/ Una antigüedad que se remonta al periodo hispano musulmán. Desde esta fecha se considera que se han conservado algunas de las técnicas aún hoy empleadas, destacando la continuidad de uso del denominado horno hispanomorisco: grandes hornos formados por una estructura de doble pared separada por tierra: una interior, cilíndrica, hecha de ladrillo; y otra exterior, forrando a la primera y de forma cuadrangular, de piedra. Su distribución interior la forman dos cámaras: la inferior o cárcavo donde se realiza la combustión, y otra superior o caja donde se colocan las piezas que se van a cocer. Ambos espacios están separados por el cribo o parrilla formada por arcos apuntados entre los que quedan la bravera o caño central de mayor tamaño y otra serie de
pequeños orificios para que el fuego alcance la caja. El combustible empleado será la madera o leña para las primeras horas de tiempla o calentamiento, y el orujo, residuos de la aceituna molturada en las almazaras, para el resto del tiempo de cocción. Lo significativo de todo este proceso, que bien pudiera haberse sustituido por sistemas de hornos industriales, es la vinculación simbólica que se ha creado entre esta técnica y el sentido de la tradición que envuelve todo el proceso de trabajo en torno a la producción alfarera. El que no existan fórmulas precisas para controlar el proceso de cocción, con una duración entre 24 y 30 horas; y lo delicado de toda la tarea que puede acabar con el trabajo de moldeado y preparación de las piezas realizado durante varias semanas (con los costes que ello supone), convierte a este procedimiento en una de las claves que definen el paradigma artesano de un saber hacer sólo avalado por la experiencia y habilidad personal. La conservación de esta técnica es, por lo tanto, un valor añadido a este tipo de artesanía, si tenemos en cuenta que toda ella se ha convertido en sí misma en un testimonio cultural muy alejado ya de la funcionalidad primigenia que le dio lugar. De hecho, son ya muy escasos los centros alfareros, en el conjunto de la propia península que siguen conservando esta técnica de cocción. El origen y continuidad de este oficio alfarero, está bien documentado en la historia de Úbeda. En el Fuero de Cuenca por el que debía regirse la población, dado por Fernando III a Úbeda poco después de su conquista (1233), se cita a los tejeros y olleros, regulando los precios y características de los materiales a emplear. La crisis que, a partir de la segunda mitad del s. XVI, afectó al sistema económico sobre el que se había fundamentado el esplendor de estas ciudades durante los siglos XV y XVI, no parece que tuviera repercusión sobre la producción alfarera. En 1628, Jiménez Patón, B. en su “Historia de la Antigua y Continuada nobleza de la Ciudad de Jaén” menciona la calle Valencia toda habitada de “oficiales varreros”, y la gran capacidad de producción de Úbeda que exportaba sus productos a “muy grande parte de estos Reynos” De hecho, durante el s. XV y XVI, la alfarería, junto con la hoy olvidada producción pañera, fue uno de los sectores más prósperos de la ciudad. Un siglo después, en 1752, según el Catastro de Ensenada, existían en la ciudad “vein tisiete alfahareros”, con la peculiaridad en cuanto a las relaciones sociolaborales mantenidas entre ellos de que todos “se regulan al mismo jornal, no distinguiéndose en este oficio los maestros de los oficiales sino por el uso de los hornos”, de los que había trece de “varro pardo o alpharería y vedriado blanco”. Los objetos que salían de sus hornos constituían piezas fundamentales para la práctica de las más diversas actividades económicas o domésticas: materiales de
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construcción (tejas ladrillos, baldosas), de almacenaje (tinajas), ajuar doméstico, etc. Por todo ello, no debe extrañarnos que su periodo final de auge coincidiera con la segunda mitad del s. XIX, y comienzos del XX, al compás del lento crecimiento demográfico que experimenta Andalucía. En los años treinta de este siglo aún quedaban veintiuna alfarerías que daban trabajo a más de cien alfareros. Desde entonces hasta hoy, por las razones ya expuestas, su número ha descendido a sólo cinco alfareros, cuatro de los cuales siguen residiendo en la calle Valencia. b/ Un segundo aspectos a reseñar en este oficio ha sido su vinculación a uno de los barrios más humildes de Úbeda, al barrio de S. Millán, extramuros de la ciudad. Los alfareros se asentaron básicamente en la calle Valencia y plaza de Olleros del barrio. Con lo cual, la continuidad de quienes siguen ejerciendo este oficio en estos mismos lugares, constituye también un hecho excepcional de continuidad histórica de ocupación y mantenimiento de usos de un espacio urbano. La razón de esta ubicación y especialización espacial, se relaciona con la proximidad de las propias canteras de las que extraían el barro para su trabajo, así como con la existencia de abundantes manantiales y minados que les permitieron abastecerse del agua necesaria, materia prima igualmente fundamental para su trabajo. Pero también hubo otras razones de carácter social, como fue la condición de actividad insalubre (humos de los hornos) que tuvo este oficio, por lo que se debía desarrollar en lugares alejados; y la propia condición socioeconómica de los alfareros, relegados como otros sectores sociales dependientes, a los arrabales y espacios urbanos menos valorados socialmente. El resultado es una barriada donde el término “popular” cobra pleno sentido. Los espacios urbanos y arquitectura creada en este barrio, donde obrador y residencia domésticas coinciden, constituyen un buen exponente de la imagen de una arquitectura tradicional bastante alejada de la otra arquitectura monumental que caracteriza a Úbeda; pero no por ello menos significativa y representativa de su historia, sociedad y cultura, y, por lo tanto, parte indisociable de su patrimonio cultural. c/ Por último, si consideramos incuestionable que como tal oficio estos artesanos han jugado un papel fundamental en la conformación de la identificación de Úbeda como colectividad. La diversidad y valor estético de las piezas que crearon y siguen reproduciendo constituyen de por sí pequeñas obras de arte, de una fuerte personalidad que las hace inconfundibles con respecto a las producciones alfareras de otros lugares de Andalucía o la península. El vidriado (“vedriado”) caracteriza el acabado de estas piezas, con unos colores, monocromos o combinados, que contribuyen a dotarlas de la personalidad a la que antes nos refiriéramos. El blanco, verde y marrón, resaltados con diferentes formas decorativas por medio de calados,
incisiones o dibujos, nos van a aparecer en los diferentes objetos producidos en sus obradores. Describirlos y analizar sus orígenes es hablar de viejos usos y funciones ya desaparecidas, como puede observarse en el Museo de Alfarería de Úbeda, creado en 1992 a instancia de los propios alfareros. Pucheros, ollas, anafres, orzas, alcollas, cazuelas, azumbres, botijas, cántaras, etc. forman la diversidad de este mundo de cacharros. En general todos ellos se siguen fabricando, pero sólo algunos han alcanzado la condición de verdaderos objetos-símbolos identificatorios de esta artesanía y localidad, como es el caso de las alcuzas (jarras de diferentes tamaños usadas como aceiteras y que se caracterizan por la combinación de color verde y marrón en su vidriado), los porrones de aguardiente, o los lebrillos. Paradójicamente, ha sido esta cerámica de fuerte arraigo popular y de usos más funcionales (contenedores de alimentos y líquidos) la que mejor ha superado el paso del tiempo para ser hoy revitalizada como objetos decorativos. Sin embargo, poco queda de aquella otra cerámica del s. XVI, creada con fines suntuarios, y que vinculó también a Úbeda con las técnicas y elementos ornamentales de origen italiano que aún perviven en la cerámica de Talavera de la Reina o del barrio de Triana sevillano. Por último, decir que lejos de cualquier conservadurismo a ultranza, los oficios artesanos que se conservan en Úbeda y Baeza, no han sido impermeables a las mejoras técnicas que han favorecido las condiciones de trabajo de quienes las practican. Se trata de una actividad artesana adaptada a la demanda de nuevos tiempos donde conviven los viejos objetos de antaño con nuevos modelos y propuestas tipológicas. No olvidemos que nunca los objetos salidos de estos talleres fueron hechos para ser mostrados bajo la concepción de pequeñas obras de artes singulares que hoy les damos, sino para cubrir las demandas de un mercado. El nuevo mercado puede provenir de los crecientes requerimientos turísticos, pero ésta misma demanda a la vez que estará abierta a nuevos objetos, busca también la peculiaridad y singularidad que le aporta el objeto creado de acuerdo con la imagen ya consolida de la tradición del lugar. De ahí que la propia reproducción de la tradición se haya convertido en valor de consumo que puede actuar, como en tantas otras facetas de nuestro patrimonio, como principal garante del mantenimiento de estos viejos usos artesanos. - Creando tradición: rituales y tiempos festivos. Cuando hablamos de patrimonio etnológico, no siempre va a ser fácil reseñar los elementos, y significados de los elementos, que los componen. Hablamos de valores y creencias, al tiempo que de oficios y saberes, de formas de habitar y de interpretar nuestro entorno social y cultural. De ahí que el valor estético, singularidad de sus manifestaciones, etc. no son sino una parte de los valores de esta faceta de nuestro patrimonio, no siempre fácil de explicar si no es a partir del conocimiento profundo de la sociedad que lo ha creado y reproduce.
El mundo de los rituales se muestra por esta razón especialmente atractivo. La pervivencia de la tradición en convivencia con el cambio social, el modo como se estructura cada sociedad, la manera como se percibe a sí misma y genera la imagen de un “nosotros” que nos diferencie frente a unos “ellos” que pueden ser otros sectores sociales convecinos u otras poblaciones, etc. convierte a los rituales en un marco de observación extraordinariamente propicio si queremos aproximarnos al conocimiento de una determinada sociedad. Úbeda y Baeza no son una excepción. La Semana Santa en ambas poblaciones constituye uno de los rituales más singulares de Andalucía. Y en él nos centraremos brevemente como testimonio más significativo de esta parte de su patrimonio etnológico, que entronca con una de las experiencias colectivas más significativas de la cultura andaluza. Acercarnos a este ritual colectivo, es entrar de nuevo en la recurrencia comparativa de la dicotomía castellano-andaluza que ha caracterizado y contribuido a singularizar a estas poblaciones. El contraste entre la sobriedad castellana (ornamentación de los pasos, riqueza de las andas, comportamiento de los espectadores, forma de llevar las imágenes, tipo de música, e incluso la sencillez en la denominación de las Cofradías) frente a la exuberancia y barroquismo “andaluz”, nos aparecerá como una constante comparativa que no siempre tiene sentido; o tiene cada vez menos sentido en la medida en que, como en tantos otros lugares de Andalucía (lo cual es también significativo) se está extendiendo una estética compartida (ornamentación, música, comportamientos colectivos) perfectamente compatible con las peculiaridades de cada lugar: costumbres horarias, actos rituales de especial significación en los que se hace participar a determinadas imágenes, etc. La diversidad en el modo de llevar los pasos que podemos observar en estas poblaciones, sobre varales exteriores (por “portadores” al estilo tradicional que entroncaría con los modelos castellanos) o bajo los pasos (“a modo de costaleros”) recibiendo los varales ya sea sobre los hombros o sobre la cerviz (“tipo sevillano”), nos muestra la diversidad de influencia y la dinamicidad de la propia tradición. Sin embargo, en lo que no cabe la menor duda es el valor en sí de la Semana Santa de ambas poblaciones en el presente, dotadas de una notable personalidad. A ello contribuye el impresionante marco urbano en el que se desarrollan; pero también a la vitalidad, muy propia de Andalucía, que ha caracterizado a las hermandades y cofradías que constituyen su base social. La historia de estas cofradías nos permite seguir el proceso que ha caracterizado a este tipo de organizaciones y del uso que han hecho de las imágenes y rituales que justificaron su existencia a lo largo del tiempo: su soporte como uno de los modos en los que se ha manifestado la religiosidad popular; la función ideológica que tuvieron en su origen como medio de
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adoctrinamiento y de control social; hasta las formas de sociabilidad presente como expresión de muy diversos sentimientos de identificación grupal: localidades, clases sociales, barrios. Entre las cofradías que hoy siguen desfilando, las más antiguas se remontan al s. XVI: la Venerable e Ilustre Cofradía de la Santa Vera Cruz de Baeza se organiza en 1540, mientras que la Cofradía de la Soledad y María Magdalena de Úbeda lo hace en 1554. Progresivamente, instituciones religiosas (franciscanos, dominicos, mercedarios, ...) y civiles (cabildos), gremios, estamentos sociales, barrios, etc. buscarán a través de estos referentes religiosos, testimoniar su prestigio y poder. La Semana Santa, antes y ahora, constituye un escenario de especial relevancia para hacer visible, estableciéndose las correspondientes comparaciones, todo el complejo entramado de relaciones sociales que conforman las sociedades locales andaluzas: en un mismo escenario, a través de un corto periodo de tiempo, diferentes grupos sociales desfilarán mostrando en la pujanza de sus pasos, número de nazarenos, y espectadores que congreguen, su capacidad de convocatoria y, por lo tanto, de representatividad social. De este modo, hubo cofradías que sólo admitieron a hidalgos, como fuera la Venerable y Antigua Cofradía del Santísimo Cristo de la Expiración, fundada en Baeza en 1603, o bien fueron, y en algunos casos lo siguen siendo hasta hoy, las que representaron el poder civil y a los grupos sociales dominantes, como ha ocurrido con las Cofradías del Santo Sepulcro, datadas también en el S. XVII. Pero en otros ejemplos representaron el polo opuesto, fueron cofradías que acogieron a los habitantes de los barrios y oficios más modestos: buen ejemplo de ello sería la cofradía de la Soledad de Úbeda, ubicada en la parroquia y barrio alfarero de S. Millán. El paso del tiempo haría cambiar sustancialmente el significado original de estas cofradías y hermandades. La desamortización supuso la desaparición de buena parte de sus bienes e incluso de algunos de los templos que las albergaban; al mismo tiempo la propia evolución de la estructura social, además de otros procesos traumáticos como la destrucción generalizada de imágenes y enseres durante la Guerra Civil de 1936, ha ido obligando a readaptar los viejos vínculos entre estas imágenes y los grupos sociales que se responsabilizan de su culto. En un proceso dinámico que constituye el mejor exponente de que no son unos rituales del pasado, conservados como mera teatralización, sino que siguen siendo imprescindibles como medios de expresión simbólica de la compleja realidad presente. Actualmente existen 21 cofradías en Baeza (cuatro de ellas creadas a partir de los años ochenta de este siglo), y 16 en Úbeda, cubriendo con sus recorridos procesionales los siete días de la Semana Santa. Aunque, como en la mayor parte de Andalucía, van a ser los desfiles procesionales que se celebran el Jueves Santo y desde la madrugada del Viernes Santo, donde encontremos algunos de los momentos de
mayor intensidad de este ritual: la salida en la mañana del Viernes Santo baezano de la Archicofradía de Ntro. Padre Jesús Nazareno y la Cruz de Santa Elena, con una talla de Jesús Nazareno datada en el s. XVI de fuerte atracción devocional, con la que se va a escenificar, a media mañana, la ceremonia del Paso donde se ritualiza el encuentro entre este Cristo y las imágenes de la Virgen de la Amargura, La Verónica y S. Juan. En el mismo día, en Úbeda, tiene lugar también la salida al amanecer de la Cofradía de Ntro. Padre Jesús Nazareno desde la Colegiata de Santa María, en uno de los momentos de mayor emotividad de todo esta Semana Santa. Por último, como contrapunto a los comportamientos más formales que se dan en estos rituales, también destacaría la subida, prácticamente a carrera, de la Virgen de la Soledad desde su templo de San Millán (de nuevo nos aparece, ahora ocupando un papel relevante en su entramado ritual, el viejo barrio alfarero) por la cuesta de La Merced para “entrar” en la ciudad; acto que concentra a numerosos espectadores. Éstos serían algunos de los momentos percibidos por los propios habitantes de Úbeda y Baeza como de mayor significación, pero toda su Semana Santa es de por sí un acontecimiento de extraordinario valor cultural: por la belleza plástica del marco urbano por el que discurren las procesiones, y que ha hecho de ambos rituales uno de los momentos de mayor afluencia de visitantes a la ciudad; pero, sobre todo, por el significado que dichas hermandades tienen en el entramado de las sociedades ubetense y baezana. Prueba de ello es que cerca de 9.000 personas en Baeza (16.012 habitante) y 11.300 en Úbeda, (32.086 habitantes) son miembros de estas cofradías. Para comprender este fenómeno y su fuerte arraigo en estas sociedades, debemos tener en cuenta: a/ El carácter religioso con el que se suele manifestar buena parte de los actos festivos andaluces. La religión ha sido instrumentalizada, por muy bastas y complejas razones, como instrumento especialmente idónea para articular el entramado de relaciones sociales que han mantenido los grupos sociales andaluces entre sí (clases y sectores sociales) y con los territorios en que se asientan (barrios, localidades). El uso de las imágenes como iconos identificativos básicos para articular estas relaciones, constituye hoy en día un componente fundamental de la cultura andaluza. La presencia de estas imágenes, con la consiguiente variedad de significados, de mitos y leyendas asociadas a las mismas, nos aparecerá como una constante cotidiana en los propios espacios públicos. Buen ejemplo de ello es el considerable número de hornacinas y capillas que podemos observar paseando por las calles de estas poblaciones, como serían, por citar algunos ejemplos que podemos ver en Úbeda con las más diversas advocaciones, las de Ntra Sra. De Los Remedios (Torre del Reloj en la plaza de Andalucía), Hornacina del Sto.
Cristo (calle del Sto. Cristo.), Virgen de la Luz en la fachada del palacio del Marqués de la Rambla, o la capilla de la V. De la Soledad aprovechando uno de los rincones de la soberbia puerta amurallada del Losal, etc. En otros contextos, a la hora de buscar un símbolo que nos identifique como comunidad simbólica, como comunitas por encima de las diferencias y divergencias que puedan existir en la realidad social cotidiana, el recurso a una imagen patronal predominante nos aparecerá como una constante en toda Andalucía. Pero el culto a estas imágenes rara vez se limita a los actos religiosos; por el contrario, constituirá un motivo festivo. b/ La Semana Santa se inserta dentro del rico y complejo sistema festivo andaluz. Su importancia radica en su condición de comienzo de unas fiestas de primavera que se van a prolongar a lo largo del verano y, con menor intensidad, hasta el comienzo del otoño (septiembre). Son fiestas caracterizadas por su condición de actos colectivos, donde se promueve la participación de toda la población. La diferencia entre actores directos (cofrades, hermanos) y espectadores no es sino un matiz terminológico, dada la condición de fiestas globales que van a tener. El tiempo de las actividades cotidianas se detiene para dar paso a un tiempo ritual donde se exaltan aquellos valores que refuerzan el sentimiento de pertenencia a la comunidad. La fiesta se convierte en un marco ideal que invierte, durante el tiempo ritual que dura, el orden cotidiano: se ocupan los espacios públicos y se intensifican todos aquellos marcadores que indican la excepcionalidad de estos momentos: música, trajes de fiesta, engalanado de las calles, etc. La Semana Santa de Úbeda y Baeza participa plenamente de este clímax que envuelve a todos por igual, reafirmando, a la vez, los sentimientos de pertenencia a algunos de los sectores sociales con los que se identifican cada una de las imágenes; y el sentimiento de formar parte de la colectividad global que cada año recrea y comparte estos momentos festivo-ceremoniales. Aunque, para concluir, los sistemas festivos de ambas poblaciones no terminan con este acto ritual, indudablemente emblemático, que representa la Semana Santa. A lo largo del año, de nuevo habrá otras ocasiones para salir a la calle, activándose este mundo de sensaciones que supone todo acto festivo y ritual. Es el caso de la procesión del Corpus que recorrerá las calles de Baeza, mostrando la custodia labrada por Gaspar Núñez de Castro en 1714, y que da motivo a una procesión cívica de notable belleza plástica por el recorrido que realiza y la ornamentación de las andas que sostienen la custodia; o del rico engalanado de las calles y alteres que se levantan para la ocasión en la misma fiesta del Corpus en Úbeda. También existirán otros rituales fuera de la ciudad, procediendo así, simbólicamente, a la reafirmación cíclica, año tras año, del derecho a este territorio abierto, del campo
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que rodea la ciudad, como parte inseparable de la misma. La estética en estos contextos rituales cambiará radicalmente. Las imágenes penitenciales que durante la Semana Santa expresaban el dolor de la Pasión, se convierten ahora en imágenes de “gloria”, alegres y festivas. Como también se dejan de lado los trajes rituales, austeros, de los “nazarenos”, para usar los trajes de flamenca que visten los romeros. Así ocurre en las romerías al santuario del Cristo de la Yedra y Ntra. Señora del Rossel en Baeza (primeros de septiembre) y al de la Virgen de Guadalupe en Úbeda (primeros de mayo) con una estética, en ambos casos, que en poco se diferencia de cualquier otra romería andaluza: carretas y remolques engalanados, caballistas, mujeres con trajes de flamenca, etc. Semana Santa, romerías y “fiestas mayores” (ferias), manifestaciones todas ellas presentes en Úbeda y Baeza, además de otras fiestas “menores”, deben ser interpretadas como parte de un todo, donde, en diferentes contextos se expresa tanto la complejidad de sus estructuras sociales, como la imagen que tienen de sí mismas como colectividad. Estos rituales y fiestas son el mejor ejemplo de la vitalidad de una cultura que usa, interpretándolo libremente, el pasado como parte de una tradición viva que contribuye a explicarnos su presente.
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LOS ARCHIVOS HISTÓRICOS MUNICIPALES DE ÚBEDA Y BAEZA. VALOR HISTORIOGRÁFICO.
Ramón Beltrán, Josefa Montoro y Vicente Ruiz.
Los Archivos Municipales de Úbeda y Baeza, como conjuntos orgánicos de documentos, surgen en el mismo momento en que Fernando III reconquista ambas ciudades: Baeza en 1227 y Úbeda en 1233. Un archivo, a diferencia de una biblioteca, no es una colección fáctica (no debe serlo) sino el testimonio de una institución a lo largo del tiempo. Por este motivo ambos archivos surgen sin necesidad de una norma específica de creación. La mera existencia de los Concejos baezano y ubetense, con las capacidades fijadas en sus Fueros para intervenir en la vida social, política y económica de la comunidad, genera una actividad de naturaleza esencialmente jurídica y administrativa que, documentada por escrito, constituye el origen de estos Archivos. En consecuencia ambos se van a diferenciar muy poco en su estructura interna. De hecho la única diferencia notable es que el Fondo Municipal del Archivo Histórico baezano sólo acoge documentación con más de cien años, en tanto que el ubetense, en sentido estricto, arranca desde el 14 de febrero de 1235 y llega hasta nuestros días. Se trata éste por tanto de un fondo vivo que continuamente se ve incrementado como consecuencia de la actividad municipal en sus relaciones tanto con los ciudadanos como con el resto de las instituciones del Estado, en tanto que el de Baeza queda más sujeto a meros trámites de transferencias documentales. Dentro de ese fondo común hay que señalar la existencia de una de las colecciones diplomáticas más importantes de Andalucía e incluso España. Como mero ejemplo, ya sólo Úbeda se equipara o supera con creces a colecciones de municipios de entidad; en conjunto Baeza y Úbeda pueden considerarse, por su volumen y estado de conservación, sencillamente excepcionales. Son, además, las más antiguas de Andalucía al conservar Baeza documento fechado en 1231 y Úbeda dos fechados en 1235. Ambas colecciones diplomáticas, junto con el resto de la documentación medieval, son fuentes importantísimas para el estudio no sólo de la actividad en las dos ciudades, sino en toda Andalucía. No hay que olvidar que Úbeda y Baeza fueron, junto con Sevilla y Córdoba, unas de las ciudades mayores de Andalucía en el momento de la Reconquista. Los respectivos Fondos Municipales cuentan en su conjunto con series uniformemente constituidas por Libros de Actas de Cabildo, Padrones de Repartimiento, Pósito, Quintas,
AHMU. Detalle de Privilegio del Emperador Carlos V de 1537.
Cuentas de Propios, etc. A partir de aquí se produce una interesante complementariedad entre series; sólo por citar un ejemplo Baeza posee una gran cantidad de pruebas de hidalguía, fechables desde 1517, en tanto esas son muy escasas en Úbeda, pero ahí se custodia una nutrida documentación relacionada con Censos de Yeguas y Garañones y Denuncias de Guardas de Campo sin apenas correlación en Baeza. Esos términos comunes y matices documentales constituyen la fuente indispensable para el estudio de unas ciudades en las que al esplendor de su arquitectura unen una rica historia, en muchas ocasiones de singular trascendencia para la política general de todo el Reino de Castilla. Pero si al principio hablamos de archivo como conjunto orgánico de documentos testimonio de la actividad de una determinada institución, los municipales de ambas ciudades o son más que un archivo o son más de un archivo. Junto a la documentación estrictamente municipal, a la que nos hemos referido como «Fondos Municipales», ambas ciudades participan de la particularidad de custodiar otros conjuntos documentales que proceden de la actividad de otras instituciones y, en algún caso, de los propios Ayuntamientos pero ejerciendo funciones que hoy corresponden a otros poderes del Estado.
Nos referiremos en primer lugar al Fondo de Protocolos Notariales. Desde que a comienzos del siglo XVI se impuso a los entonces «escribanos» y hoy notarios la obligación de conservar los instrumentos originales y encuadernarlos ordenados cronológicamente «por cada un año», surge en nuestro país el protocolo notarial. Úbeda y Baeza, como respectivas cabeceras de Partidos Judiciales, han concentrado a lo largo de la Historia, particularmente desde mediados del siglo XIX, todos los protocolos de las distintas escribanías no sólo de la ciudad, sino también de poblaciones de una amplia comarca donde cuentan poblaciones como Torreperogil, Sabiote, Jódar, El Mármol, Rus, Begíjar y Lupión. El valor singular que tanto para la historia como para la fe pública de las relaciones privadas tienen esos Fondos lo ha configurado con una dependencia mixta. En cuanto a conjunto de instrumentos públicos garantes de las transacciones entre particulares dependen absolutamente del Notario Archivero de la ciudad. Sin embargo, en cuanto a instrumento de investigación histórica (carácter que legalmente sólo se le reconoce cuando cuentan con más de cien años de antigüedad) su organización, descripción y servicio al público la llevan a cabo los respectivos Archivos Municipales.
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La importancia histórica del protocolo notarial es, en todos los puntos de España, indiscutida. La capacidad de penetración en los hechos históricos que nos proporciona es fundamental para el conocimiento de nuestro pasado. En el caso de nuestras ciudades, en las que el desarrollo del Renacimiento tuvo un carácter excepcional, el protocolo es, ha sido y será sin duda, la fuente de todos los estudios que pretendan, de un modo científico y contrastable, ahondar en la actividad de una amplia nómina de artistas que comprenden desde los canteros hasta los alfareros, pasando por pintores, escultores, rejeros, orfebres y toda una panoplia de actividades a medio camino entre el arte y la artesanía que han configurado la ciudad y su entorno. Pero junto a este valor, indudable en ciudades como las nuestras, se unen otros aspectos que nos permiten conocer los tipos de cultivos de cada época, la evolución de los precios, las relaciones comerciales, familiares, patrimoniales y hasta espirituales de una sociedad que, como la de la comarca de La Loma, atravesó momentos de indudable esplendor junto con otros de profunda penuria. Otros dos fondos son comunes a ambas ciudades. Uno comprende esencialmente documentos alusivos a Hospitales, Cofradías y Conventos. Se reúne así una amplia miscelánea documental, fruto de avatares históricos especialmente relacionados con motivo de las diversas desamortizaciones de bienes eclesiásticos llevadas a cabo durante el pasado siglo, comprensiva de libros de actas y documentación variada de cofradías religiosas e inventarios de bienes de ésas y de conventos extintos. Otro son sus respectivos fondos de la Casa Cuna, gracias a los cuales se ha podido desvelar una parte importante de la situación de marginalidad en nuestras ciudades.
Historia) e incluye la tutela de determinados bienes socialmente protegidos (curadurías, incapacidades, etc.), resulta imprescindible, junto con el protocolo, para rescatar la historia de lo cotidiano. Baeza muestra otro nutrido fondo tan milagrosamente salvado como el precedente: el que reúne documentos concernientes a la «Compañía de los Ducientos Ballesteros del Señor Santiago». Instituida por Fernando III tras la reconquista de la ciudad, se le encomendó el grave cometido de defender la ciudad y su jurisdicción. La documentación conservada de los siglos XV al XVIII permite apreciar el cambio de mentalidad de un grupo social, una verdadera casta militar, cohesionada a la perfección para cumplir su estricto fin: defensa armada de un territorio. El decurso del tiempo, y la desaparición de la amenaza para la que fue creada, modelarán a ese grupo hasta elevarlo a una casta social prestigiada por su procedencia que no por sus hechos. En vista a lo anterior es tan difícil señalar qué documentos son los más relevantes de ambos archivos, como pedir qué obras deben ser las primeras en salvarse de un incendio en el Brithis Museum. Puestos en esa tesitura uno sería el baezano de 1231. La concesión del usufructo en precario del extenso término jurisdiccional de una ciudad musulmana que lleva resistiendo casi cinco años a otra cristiana sólo situada a escasos ocho km., recoge sin duda la hábil política de espolear a un grupo social militar con la seguridad del aprovechamiento futuro de un extenso territorio cuando este se tome.
AHMU. Privilegio del Emperador Carlos V de
Otro sería el ubetense de 1537. Privilegio del Emperador Carlos V para que no se segreguen de la jurisdicción de Úbeda las villas de Quesada y Torreperogil.
Su pareja, pero distinta evolución, nuevamente ha dado lugar a una diversificación de fondos de carácter excepcional En Úbeda lo constituye el denominado Judicial. Se corresponde con un momento histórico en que la administración de justicia era una emanación más del poder soberano del monarca. Hasta que se instaura la división de poderes (que no olvidemos sólo aparece con claridad en Europa tras la Revolución Francesa y el triunfo de los postulados de Locke y Montesquieu), la administración de Justicia está encomendada a los mismos funcionarios que tienen a su cargo la administración general y local. Así, como producto de la actividad del Corregimiento y del propio Concejo ejerciendo facultades jurisdiccionales, se resuelven los litigios, ante el Corregidor, sus Tenientes y los Alcaldes Mayores de la ciudad. Fruto de esta actividad lo constituye este fondo judicial casi milagrosamente conservado y que se extiende desde el siglo XVI hasta mediados del XIX. Este fondo, que nos informa de los conflictos interpersonales en el ámbito civil, nos da noticia de las violaciones del orden penal (y del concepto mismo de delito en cada momento de la
AHMU. Privilegio del Emperador Carlos V de 1537. AHMB. Documento de 1231.
ANEXO INFORMES DE JUSTIFICACIÓN DE VALORES UNIVERSALES DE ÚBEDA-BAEZA
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