> Una ciudad de le-
yendas, uvas, olivos y la calidez de su gente en el centro sur de la provincia de San Juan
LA INDIA MARIANA LEYENDA.
Por el Dr. Simón Peña Figueroa
SUPLEMENTO ESPECIAL DE DIARIO EL ZONDA Domingo 9 de Agosto de 2015 - Año 2 - Edición Nº 7
EVOCACIÓN
AL GRAN MARIO “BEBE” FLORES
Pocitano de alma, hombre simple, desprendido y amigo afectuoso. Cuyana cosechadora, es una de las composiciones que más lo representa. Págs. 2 a 5.
Una mujer de condición aindiada, habilidosa y envejecida en su mediana edad, disponía en libertad de su vida y su pequeña hacienda, unos jergones, las alforjas, dos perros seguidores y un caballo flaco. Págs. 6 y 7.
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Mi lugar en el mundo...POCITO HOY 131º ANIVERSARIO - DIARIO EL ZONDA
Domingo 9 de agosto de 2015
>> HOMENAJE - MARIO “BEBE” FLORES
Pocitano de alma, hombre simple, desprendido y amigo afectuoso Para este 131º Aniversario del Departamento, brindamos esta nota en homenaje al cantor y compositor Mario “Bebe” Flores, fallecido en 2007. El artísta está considerado como uno de los mejores compositores nacidos en la provincia.
M
ario “Bebe” Flores fue un extraordinario conocedor de las cosas de San Juan, nacido en Pocito. Comprometido con el folclore cuyano; en su extensa trayectoria artística, compuso zambas, milongas, tonadas, valses, cuecas y canciones, que trascendieron los límites de la provincia y algunas formaron parte del repertorio de artistas nacionales e internacionales. Cuyana cosechadora, es una de las composiciones que más lo representa. Pero, hay muchísimas más, entre ellas: Al pie del tontal, Andando, Consejitos, De la mano, Estela Alejandra, La ausencia de tus ojazos, Llegar a San Luis, Pichón, Pocito mi pueblo, Quiero, Río de la Flecha, Soldado Argentino, Volveré con un cantar, etc. Fue hijo del reconocido y respetado médico Dr. Flores Yanzón. “El bebe” como era nombrado
“Templando las cuerdas en el emblematico dúo Flores-Navarrete con Mario Navarrete, su gran amigo”
por sus amigos arribó a la música a los 4 años, con un instrumento de juguete. Pero a los 12, recién cumplidos, templó las cuerdas de una, con encordado grande y profesional. Ya en su adolescencia, comenzó estudios en la Facultad de Medicina de Córdoba, siguiendo el recorrido de su padre, pero no muy entusiasmado. Solía recordar: “La farra pudo más. Pobre mi padre, lo volví loco. Es que no me apasionaba la medicina”. Al poco tiempo le llegó la hora de presentarse al Servicio Militar (Marina). Posteriormente, dejó sus estudios y se dedicó de lleno
a la música, volviendo a su Pocito querido y añorado. Fue dueño de un talento asombroso y junto a Guillermo Quiroga dio sus primeros pasos. En Córdoba formó parte de Los Cumbreños y luego en Buenos Aires con Los Anta. Pero ya en los 50 formó parte de un trio denominado Tres Voces y tres guitarras, junto a Carlos Gómez y Pelufo Barboza y el dúo Flores-Navarrete con Mario Navarrete. Sobre el comienzo con Navarrete contaba: “En realidad fue una casualidad que Navarrete y yo tocáramos juntos. Recuerdo que estábamos en
la despedida de soltero de Pinono Oro y subimos juntos al escenario para cantar un par de canciones. Nos gustó como sonábamos juntos y decidimos formar el dúo que después duró cuarenta años”. Sobre el nacimiento de Cuyana Cosechadora, contó en una entrevista realizada por un medio sanjuanino: “Yo soy un gran admirador de Oscar Valles porque él se proponía hacer un tema, se sentaba y le salía bien. En cambio yo siempre necesité una inspiración. Y con Cuyana Cosechadora me tranqué en una parte de la letra y no sabía cómo seguir porque a mí nunca me gustó
eso de andar repitiendo. Entonces se la mostré a Pepe Lloveras, que me dijo que era muy bonita y que Los Manantiales la iban a grabar. Y me sugirió que le pusiera algo de Media Agua porque no lo iban a ubicar como un pueblo sino que fuera como algo poético. Y recién ahí la pude completar. Nunca me imaginé el éxito que después tuvo. Lo que sí recuerdo es que la gente me pedía que la cantara una y otra vez hasta que Los Chalchaleros, que la habían escuchado de boca de Los Manantiales, me la pidieron para cantarla. Esa fue una experiencia muy linda. Recuerdo que me la mandaron a pedir escrita de puño y letra mía, bien legible, para evitar todo tipo de confusión”.
UN SER ESPECIAL
Tenía una personalidad muy particular, no le gustaba hablar de sí mismo. Pero se destacaba por su buen humor e histrionismo en las reuniones, que eran muy frecuentes, con amigos y afectos más íntimos. Entre sus obras se destaca además, aunque casi no se encuentran ya registros, haber sido el autor de la banda de sonido del film sobre la Difunta Correa. Falleció el 17 de julio del 2007 dejando un enorme silencio en la música cuyana que tanto supo enriquecer con sus composiciones.
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A MARIO “BEBE” FLORES Por Jorge Darío Bence.
N
acido en suelo pocitano, pero con el sino de los elegidos. La vida le otorgó la oportunidad de ser un profesional de la medicina, como su padre, y lo intentó, pero le salió al cruce la que había de ser su compañera... la guitarra. Con ella traginó la geografía haciéndola su confidente. Ganó la distancia, atravesó quebradas trepando los cerros y como los cencerros, relinchos y guanacas le confiaron los secretos de los altos valles para copiarle al cóndor su planeo sobre el Cerro Grande y descubrir las cicatrices
orladas de jarillas y retamas. A la sombra de añosos algarrobos tendió las matras de su apero desnudando a su compañera entre sus brazos,para dejar plasmada,
en su cuello y en su boca, toda la riqueza del paisaje. Doctorado en acordes, le entregó a la copla las mas ricas melodías que identifican su idiosincracia.
Se marchó con ellas y ellas lo vuelven al paisaje que quedó incompleto con la ausencia notable del trovero. Por él pregunta la luna en las noches claras, y en la
3 noche oscura las estrellas enjoyan huellas sin el chisperío de sus herraduras en los pedregales de Los Sombreros y en los puestos de Santa Clara y Maradona. La guitarra templada con el verso altivo son refugio sonoro de géneros y estilos, que hallaron su nido en los claros trinos de su señera trova. “Bebe” Flores, sin igual ni parangón... Todas las voces unidas a la tuya en las serenatas, encanto y aromo de las madrugadas, forjaron sueños superiores a las realidades! Mario “Bebe” Flores... se quedó tu nombre junto a la India Mariana en el centro mismo del solar nativo, donde arde la antorcha de la libertad que tu canto heroico no dejó apagar, porque para siempre al rojo de su sangre en los ocasos pocitanos, se impone el derecho a ella que dejó en la historia Antonino Aberastain.
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>> HOMENAJE - MARIO “BEBE” FLORES
CANCIONES AL ALMA DEL GRAN CANTOR Y COMPOSITOR POCITANO MARIO “BEBE” FLORES ESTÁ CONSIDERADO COMO UNO DE LOS MEJORES ARTÍSTAS QUE DIO SAN JUAN AL PIE DEL TONTAL
Que el tiempo no pasara
POCITO MI PUEBLO
yo desearía
Se va pa’ l Pocito
agoniza en el Tontal,
que siempre fueras niña
a lavar el oro...
el lucero ya hace un rato
pequeña mía.
Ya la luna amanecida
se apagó en el jarillal, lanza su trino un zorzal
que nunca llores
Pocito no olvido
y en el corral la majada
que no conozcas penas
lo que en tí viví.
y el cerrito El Macaré, un rayo del sol en las cumbres
como los cerros donde has nacido, tu alegría descalza
Me miras y comprendo que me conoces profúndamente como al viejo muñeco
corre en las piedras
que tanto quieres
del callejón...,
y roto está...
cuando me ves de lejos que voy llegando cansado el tranco sales a recibirme y tu boquita grita papá.
Romántica... mi niña soñadora, quedate con tu aurora
mi pago querido,
ni mal de amores que nada te entristezca que nunca llores.
Vuelvo atrás en el tiempo vivido y te veo como antes te ví
Que de las cosas lindas
en tus tardes
a una tropa de guanacos
que da la vida
de siestas dormido
que da frente al astro rey
prefieras las sencillas
junto al pié
en su ritual milenario
niña querida.
alumbrando deja ver
en el barullo mi soledad...
y de ahí tu nombre
Que nada te entristezca
Se dora el pico ‘e la loma
Ojos quebrados...
galopando al sur...
del fondo de la quebrada
comienza a remolinear.
ESTELA ALEJANDRA
la india Mariana
de saludarlo al nacer. Que te emocione el canto
de tu gran cerro gris. Cantarinas... acequias te arrullan
Desenrollando el trenzado,
de un pajarito
arboledas...
contrapesando una armada,
de paisajes y flores
que tocan el sol
sientas el grito.
caserones...
me voy pa’ la corralada a ensillar el pangaré por “Los Sombreros “me iré, al puesto de Las Hermosillas y entre cerros y cuchillas esta canción cantaré.
color de silencio Que al asomarte al mundo comprendas todo
que de noche pintan guitarras de amor.
que seas virtuosa y buena
En tu plaza ostenta
de cualquier modo.
tu pueblo orgulloso
que es triste amanecer.
CONSEJITOS
Tomando tus manitas
Romántica...
Risa de cascabeles
Que te llame el sendero
se va el cansancio
mi niña porque lloras
tierna mirada
de madrugada
se van las penas...
si el vendaval devora
hoy cumples seis añitos
no vayas muy despacio
No sé como advertiste
tu barco de papel.
mi enamorada.
ni apresurada....
la estatua sublime de la libertad tú te la mereces porque en Rinconada ese gran ejemplo nos dió Aberastain...
PALABRAS AL “BEBE” FLORES Por Raúl De la Torre. Del libro Perfume de eucaliptus. Mayo de 2005
S
i vos supieras, “Bebe”, lo que te quiere la gente que te conoce, seguramente extraerías del pecho más fuerzas que las que seguramente estás sacando para decirle “nunca más” al mal que por ahora te aqueja. Si vos supieras en toda tu dimensión el bien que le has hecho a la música cuyana y la de todo el país con tus extraordinarias canciones, seguramente te asistirían con creces las energías extra del alma para pasar el mal trago, y continuar de bienhechor. El San Juan cancionero, sentimental y auténtico, te está
AL ‘BEBE’ FLORES (vals)
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I
Una luna que flota por las acequias de la calle 14 y Aberastain, se ha vestido del vino de las ausencias y te llora tonadas de soledad. La tardecita triste llora palomas; no hay nada que te pueda hacer olvidar, y una dulce cuyana cosechadora te está tejiendo un poncho de eternidad. El valsecito ardiente recoge amores por esos callejones donde no estás.
“Querido `Bebe’ Flores: el alma de un hombre es mucho más importante que todo el universo, porque ella lo contiene, lo expresa, lo comprende, lo hace bello en un poema o una canción”
respaldando para que pases de una vez por todas un trago amargo ¿Quién no tiene en la vida situaciones extremas que ponen a prueba un -hasta entonces-
imaginado salto a la grandeza? Ayer escuchaba un tema tuyo y, junto, a esas sensaciones que nos mueven dulcemente el piso, sentía un poquito de bronca porque Cuyo
No nos pongamos tristes, que el Bebe Flores está alumbrando cuecas desde el parral.
CONDUCIRÁ CANCIONES,
GLOSA:
PUEDE ENMUDECER MAÑANA.
BEBE FLORES. UNA GUITARRA TRISTE
Y AHORA… ¡DÓNDE ENCONTRAR
UN CALLEJÓN
EL SECRETO
POBLARSE DE ABANDONOS,
DEL CUYO CANCIONERO,
UN CERRO VERDE
BEBE FLORES!
CONVERTIRSE EN RUINAS.
¡CÓMO SABER
UNA CALANDRIA
DÓNDE HACEN EL LUTO
CONVERTIRSE EN LÁGRIMA,
EL ACORDE JUSTO Y LA EMOCIÓN,
BEBE FLORES
BEBE FLORES!
TODO PUEDE MORIR MAÑANA,
LA TARDECITA YA NO
SALVO QUE TODO SE TREPE
IMPROVISARÁ COGOLLOS,
AL ALMA DE TUS CANCIONES,
NI LA ACEQUIA
BEBE FLORES.
no es aún debidamente reconocido, habiendo talentos como el tuyo que tanto aportan a lo mejor de ese cancionero nativo. Pienso que en estos momentos estás diseñando canciones, no sé si tristes o de pura esperanza, como es sustancialmente tu canto. Me inclino por la ilusión, que es carne de las canciones nobles; jamás se doblega, habita erguida los acordes, tirita pasiones entre los dedos hacedores de un punteo, construye nidos de lunas en el río de unas cuerdas, apunta al cielo, nos justifica como seres sensibles, escarba sueños en la faena de los guitarreros, es eso que delatas en una de tus zambas: “roce del alma sobre la piel”. Querido “Bebe” Flores: el alma de un hombre es mucho más importante que todo el universo, porque ella lo contiene, lo expresa, lo comprende, lo hace bello en un poema o una canción. Con el escudo de tu alma privilegiada por el verso y el acorde, no me parece extraño que puedas vencer toda sombra.
II
Se han quedado llorando los trovadores. Caserones de ausencia te encontrarán engendrando cogollos de ruiseñores, por unos ventanales que se abrirán. Tu guitarra resiste en la Rinconada, y se mete en las tardes a enamorar. Que yo sepa, no muere aquel que nos canta, es por eso que el Bebe se va a quedar. El valsecito ardiente recoge amores… Autor y compositor: Raúl De la Torre
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INDIA MARIANA
POR EL ESCRITOR POCITANO: DR. SIMÓN PEÑA FIGUEROA
U
na mujer de condición aindiada, habilidosa y envejecida en su mediana edad, disponía en libertad de su vida y su pequeña hacienda, unos jergones, las alforjas, dos perros seguidores y un caballo flaco. De su covacha pueblerina salía cada tanto camino al sur, como atrevido hábito y modo de encuentro con su natural origen, que deviene en búsqueda y encuentro con las piedras de colores mustios, que luego ella lavaba y fregaba en los nacederos de agua de la zona, hasta darles un despacioso y hechicero brillo. El oro era el metal apetecido desde la conquista de su tierra y de su estirpe, y ella lo encontró entre las rocas comunes y dispersas, pero conservó el secreto. Del pocito venía y al pocito iba, repetía lacónica ante el interés del paisanaje por hurgar el sitio, señalando sólo un cuenco indefinido de donde decía extraer su precioso mineral. Con el oro que traía del pocito adquiría elementos necesarios para la subsistencia, trocaba por
otros y, a su pesar, generó una maliciosa curiosidad enquistada en un perverso grupo de malhechores dispuestos a vulnerar el largo misterio y poseer la veta aurífera. La acechan y la esperan una tarde cuando desciende la quebrada. Descansaba a oscuras bajo un conocido algarrobo, bebe y enciende luego su habitual chala, cuando es atacada por los bandidos. Los perros la defienden y ella, intuitiva y pícara, grita palabras ininteligibles, ríe fuerte en forma macabra y escapa, al tiempo que un extraño sacudimiento de la tierra oculta su rastro. Nunca más se la vio, y el oro se fue con ella... Sólo quedó el Pocito. Leyenda quiere decir texto para ser leído y es, en forma llana, la explicación sobrenatural de un fenómeno desconocido. Antiguamente, en los templos, escuelas y reuniones familiares, se le dedicaba un lapso a la leyenda, es decir, a relatar en voz alta la vida de un santo, heroína, patriota, mito o epopeya,
resaltando el valor de una experiencia humana moralizante, intrépida, regional, racial, amorosa, a la que se adornaba con atributos e inventiva anecdótica para enaltecer dones espirituales y talentos físicos, y consolidar capítulos de una obra ejemplar para la enseñanza y la imitación. Nació así la historia sagrada, la narrativa tradicional, como una colección de relatos considerados luego históricos, pero que en realidad es una mezcla popular de ficciones, tradiciones orales, cuentos y verdades que el tiempo amalgamó y desfiguró. La leyenda adquiere formas y alcances ilimitados para la razón, porque asume cualquier tipo de acción o imaginario irreal y lo traduce en historias accesibles para el pueblo común, incluso cuando el juicio y la lógica de la razón niega o enjuicia su aceptación. Así, el concepto vale para el análisis de la épica clásica, más allá de lo literario para avanzar en el lindero de la certidumbre, el desconcierto y la incredulidad absoluta... Es leyenda. Pocito tiene la suya, que ha superado la oralidad para ser testimonio en obras musicales y literarias de los autores provincianos Mario A. Flores, Rogelio Díaz Costa y Juan P. Echagüe, entre otros escudriñadores del regionalismo andino y sus rincones del pasado. Marcos de Estrada en “Leyendas y supersticiones sanjuaninas” narra que...`a mediados del siglo XVIII, y seis leguas al sur de la ciudad, existía una india llamada Mariana...que ambulaba las huellas del sur para comerciar con sus áureas piedrecillas que extraía de un pocito extraño y lavaba en el lugar...y una noche varios hombres blancos la violentan y buscan el pocito, en vano, luego que ella desaparece para siempre.´
Aún hoy, muchos paisanos creen haber visto a la india Mariana y compartido su vivir, al punto de realizar una fabulosa descripción de su aspecto físico, su camino, su andanza, y enfatizan incluso los apellidos de sus atacantes. Difieren unos y otros sobre las referencias puntuales de lugar, época, fisonomía, circunstancias, lenguaje, vivienda, y por sobre todo dónde estaba el lavadero, el oro -que en la vastísima región no afloró nunca-, ignorando desde luego el examen identificante y depurativo del precioso metal con la apariencia objetiva de su conformación natural. Carro, perros, andanzas, vestuario, tabaco, algarrobo, niños, etnia y soledad, vivienda, defensa y seguridad en tiempo lejano, relación de mujer en un medio hostil y peligroso; todos elementos apeñuscados por la leyenda que al par que desvirtúa la historia, cava, urde y la embellece. Existen rancios criollos pocitanos y familias acrisoladas, que refieren saber de la mentada india Mariana sólo desde la década del treinta del siglo pasado, y más recientemente todavía, dándose la paradójica situación que quienes aseveran y mejor adornan su fantasioso relato son los pobladores gringos y sus descendientes, y no tanto los de cuna acriollada o aborigen. Sucede entonces que cuando se debilita el recuerdo se fortifica la imaginación. Pero la leyenda es existencia maleable, invención, embuste popular inocente, oro indio y Pocito verdadero. HABÍA UNA VEZ... La vieja india Mariana inmóvil junto al algarrobo, con las manos rudas, indiferente su moreno semblante rugoso, y es una leyenda de pasos
mutilados la penumbra de sus ojos. Había una vez, le susurra el viento, un pocito entre los grandes pozos y quedó atrás; te daré el secreto de la huella insondable del cóndor, te mirarás blanca de eternidad donde nace el fuego perpetuo del oro. Y la vieja inmensa, la india Mariana que recoge los pedruscos cósmicos, se inclina a las lenguas, a la puerta que comienza mañana, de pronto, y se apaga en la luna del tiempo que le cuelga su ristra de brillos hermosos. Apenas deja un nombre -un Pocito tan claro de rostro, el más claro solar, la montaña, los vallesen los labios de todos. Esta india y su leyenda es ubicable en diversos lugares desde calle Cinco al Cerrillo Valdivia, y algunos viejos pobladores con razones valederas o desteñidas, han conocido por mentas la tinaja, el nacedero, el manantial, el curso aluvional, la huella quebradeña, el madrejón, el algarrobo, el carro culateado, la choza, la enramada, el quincho, y escuchado ladrar dos perros, una jauría, sus fauces, un mular, una tropilla, equinos varios, tabaco, cigarro o chala, vieja desdentada, huraña, inmutable, parca, buena y tonadera, mujer joven, esbelta, enigmática, bella y huidiza, astuta y obsequiosa, niños alelados por su lengua enrevesada y el relato, el trueque, el carisma y sus dones, los trapos, su porte escultórico arrebujado de mujer corva y menuda. Caracteres bien tallados por el artista pocitano Héctor
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UNA BELLA LEYENDA... Rubén Díaz Ortiz, de añeja composición y bellísima hechura; y la más inmediata y abultada obra de Miguel E. Moreno Ramos, que no tiene ubicación pública de momento. En el frente sur del Complejo Cultural capitalino, existe una obra de este buen constructor y deportista pocitano recientemente fallecido, dedicada por él a la Virgen de Fátima, pero el enconado sadismo de unos pocos la ha destrozado en parte. Lo estético no tiene sitio ni ubicación. El tiempo decisivo es funcional al lugar de uno que otro allegado foráneo, en forma por demás inconsulta a la matriz humana y legendaria de la región. La etérea India Mariana, españolísima a su pesar, no es cuento, no es historia, porque es leyenda. Alrededor de 1750 San Juan era una población rudimentaria, rala y sencilla. El Pocito balbuceaba como comarca y no existía aún el topónimo aldeano. El Camino Real de las Carretas a Mendoza, que incidía la región, era una huella sinuosa, enterrada y desprovista, cruzaba los ramblares y médanos palustres, para
internarse en la aventura y la desolación. De la casta indígena huarpe quedaban sólo resabios en la zona lagunera del sur, unas pocas mujeres que hacían de mansa servidumbre y el laboreo esclavista de unos pocos jóvenes amestizados, quienes portaban nombre y apellido de su familia putativa, a la usanza de entonces, en la clase social acomodada de la capital provincial y otros lugares. El sometimiento a la voz del amo y su familia era incondicional y perpetuo. De esta época colonial tardía surge la denominación del pocito en relación a la leyenda, que tórnase indígena con el tiempo. Tradición y leyenda se vinculan para sostener la existencia de los ‘derroteros’ mineros, y camino a los cerros del sur se confirma ‘el pocito de la Tía Mariana ’ como uno de ellos, de indudable terminología y raíz hispánica. Estas mentas movilizaron gentes de todo tipo y color, atraídas por el áureo metal, siempre lejos, hondo, abundante en un lugar exacto y equivocado. Pero, siempre el mito es enemigo del aguaitar pirquinero.
El 04 de octubre de 1952, la desaparecida Asociación de Mujeres Universitarias de San Juan que presidía la Prof. Carmen Peñaloza de Varese, organiza un certamen de escritos ficcionales, o tradiciones orales inéditas. Presidía el evento literario la Prof. Mirtha Chena, y allí se presenta Rogelio Díaz Costa (12-08-1910 – 0410-1969) con su Leyenda del Pocito, donde exhuma y recrea imaginariamente antiguas mentas sobre una india, convertido luego y de su pluma en ‘La leyenda de la India Mariana ’. Por ese trabajo -que él mismo olvida pronto, inmerso en su prolífica obra-, le conceden el primer premio. En el libro editado en 1962, con motivo del cuarto centenario de la fundación de San Juan, entre los escritos de diversos autores sanjuaninos aparece publicado este sencillo relato, el que pronto adquiere difusión y conocimiento oficial, y selectivo en el medio pocitano. Es, en verdad, el nacimiento de la leyenda, y factible su consulta en la huella bibliográfica señalada. Corolario y síntesis deductiva. Como el agua del río discurre desde la norteña zona
alta de la capital habitada hacia el sur deshabitado, decíase que se perdía en el pozo, que era solamente un término indicativo de dirección apuntadora hacia las tierras bajas. De su castizo diminutivo derivará `el pocito´ que comenzaba ahicito nomás, una legua escasa, a poco de avizorarse la aquietada geografía desconocida de entonces.
Las aguas de los desagües de la ciudad hortense y quintera, como las aluviales, pluviales y del ciénago secretor, confluían allá abajo, buscando el cauce mayor como hoy lo hace, siguiendo el curso sureño por el río final. Es más hermoso ¡y cuánto! el encanto legendario y poético de la Mariana india y el Pocito arcano.
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EL PADRE DEL ATLETISMO JESÚS MORALES FUE UN ATLETA EXTRAORDINARIO. AMÓ SU POCITO NATAL Y CADA VEZ QUE CORRIÓ FUE PROTA-
GONISTA. COMPITIÓ EN URUGUAY, CHILE, BRASIL Y ESTADOS UNIDOS ENTRE OTROS PAÍSES. AQUÍ LE BRINDAMOS UN MERECIDO HOMENAJE CON LA FINA Y BRILLANTE PLUMA DEL DR. SIMÓN PEÑA FIGUEROA.
E
ste pocitano ungido nace a la vida un 12 de junio de 1931, allá por la calle del Arenal entre 13 y 14, como el segundo de los doce hermanos que conforman su familia. Concurre a la escuela -hoy Tierra del Fuego- que funcionaba al lado de su casa, hasta completar el tercer grado, con la idea seria, aún pequeño, de ser algo más que un simple obrero rural. El débil impulso intelectivo inicial será el acicate para dignificar su altura moral y su poder físico. Correr se le hace primero una necesidad de vida, luego una satisfacción y por complemento un deporte al que ama desde su niñez. El cuerpo le da el vigoroso encanto que le niega
la educación para elevarse, entre la obligada ausencia de letras, con vuelo alto y apresurado. Con sólo 15 años comienza su inigualable sentido de la competencia pedestre, con veinte vueltas alrededor de la plaza local, y llega segundo. Será el inicio de sus más de 1.200 carreras al presente, la última hace unos días en Las Tablas de Ullum, y gana en 10.000 mts. Jesús es un hombre para la emoción y el asombro. Sostiene una sonrisa que no se despega nunca y aplica a su atlético y envidiable estado físico, a pesar de sus dolores de vida grandes y desventuras que, malamente, le pegan con injusto sino a su bondadosa calidad de dones por naturaleza. Un atleta completo de cuerpo y alma olímpica, a lo griego, sin vicios ni actitudes contrahechas, amante y amado por sus hijos, vecinos y amigos de todas las latitudes que bien caminó, corrió y sintió. Entrena su músculo -aún lo hace- antes y después de su horario laboral, donde no tropezó nunca con el cansancio y la excusa. Fue campeón argentino y sudamericano en los diez mil metros; subcampeón argentino en los cinco mil; campeón cuyano en ambas distancias. Ganó todo, en cualquier lugar y en matizados climas. Recorrió Chile, Uruguay, Brasil, Puerto Rico, Estados Unidos, Méjico y Japón, y su sala de trofeos es la de un pobre rico con una enorme impaciencia acumulada en copas y copitas, medallas y medallitas, ganadas metro a metro con anhelo y sudor, donde abunda la entrega inclaudicable y la cosecha indócil de los fuertes. Conoció y fue agasajado por varios presidentes argentinos –Juan D. Perón y Evita, Arturo Frondizi, Arturo U. Illia- y en 1950, Año del Libertador General San Martín, llegó corriendo a la Capital Federal, en homenaje al
prócer epónimo, y en una singular ubicación secundaria concesiva por compañerismo, que vale como anécdota y enaltece su condición humana. Este deportista inesperado, cabal y bueno, jamás adhirió a señalamientos políticos partidarios, y fue siempre un corredor independiente, sin banderías ni tutelas distintivas. Al momento, este carácter no lo enorgullece ni desacomoda su ánimo para hacer del ordenamiento corporal un rito natural y obvio como quien respira. Los demonios no dejaron de tentarlo y el vade retro lo ubicó siempre con ecuanimidad. En cierta oportunidad, hace muchos años, se inscribió en una competencia, y al momento de largar incursionan ladinamente sobre su ideología política. Cuando dice con sana inocencia no tener ninguna, no lo dejan competir. Era una competencia ideologizada, pero su trote descomprometido desconoce esas lides, pues su visión de raya es incolora y desde el único marco visible. Corre porque le gusta. Esa cándida virtud no ha cambiado; no lo hizo jamás. Sólo altera y adapta posturas en su tranco generoso y acompasado, con superioridad de conciencia. Jesús -hermoso loco- nunca estuvo enfermo, pero la parca lo cercó varias veces con dramatismo. Su única esposa, dispuesta y amada, falleció joven; sus dos primeros hijos, mellizos, mueren a poco de nacer; en alguno de sus seis hijos y ocho nietos la irreverente discapacidad ocupa un punzante lugar. Aún soltero, compra primero un lote en la incipiente Villa Cremades y, solo, edifica su nidito; luego busca novia y, como los pájaros del aire, enamorado se casa. Vive feliz como los álamos, no lo habita temblor alguno, y en la infinidad de hojas escritas por sus pies, piernas, rodillas, su seso primario, con
letras indelebles imprime un libro de vida ejemplar como un árbol silvestre, que debe ser releído rama por rama hasta el hartazgo para comprender su profunda raíz. El patroncito Miguel sabe de peones, viñedos y cebollas, y Jesús muy joven y pobre, era ya el mejor, plantando, arrancando, cosechando, guapeando antes de salir el sol con las uvas y los bulbos encarnados y redondos. Y con la sonrisa a cuestas, siempre, en un ambiente rudo y agrio, de frutos destemplados. Con “yo tengo un sueño”… inició una conversación acordada con el autor este hombre íntegro, que nunca supo de la palabra y la acción del negro Luther King con su discurso intemporal y contundente, al precio de su propia vida frente a tanta intolerancia mundana, vanidad y míseros brillos. El atleta, inconsciente, se encubre en soñador para plagiar a un activo pensador que amó y peleó para hacer posible los policromados sueños ajenos, con la mística de los bienaventurados. A Jesús no parece dolerle nada, todo lo contrario. Conmueve su sencillez y fortaleza para agradecer a la vida, que corre feliz a su lado en la especialidad de los mil metros hasta el infinito. El premio, un vaso de agua y un beso para la calistenia del alma corredora de seis décadas apenas. En 1985, el gobierno municipal de entonces, decide colocarle su nombre al complejo deportivo que existe en Furque y Picón de la Villa. Quien allí lea las letras empalidecidas, ha de imaginarlas de oro y plata. Valor al reconocimiento por el mérito y el satisfactorio simbolismo, aunque otra indeleble representación y muestra cabe a su persona en el concierto pocitano. Falleció un 3 de enero de 2011. El querido “Ñandú” subió corriendo al cielo.
MI LUGAR EN EL MUNDO... POCITO HOY 131º ANIVERSARIO es una publicación gratuita de DIARIO EL ZONDA. Propietario: Contenidos S.A. Dirección: Lic. Alfredo Adami Comercialización: Pathros Producciones y Diario EL ZONDA. Pathros Producciones, Jujuy 10 (S) - Tel. (0264) 4220055 - E mail: editorialpathros@yahoo.com.ar - San Juan.